Tema 4. Clases de Las Obligaciones Por Razon Del Objeto

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TEMA 4. CLASES DE LAS OBLIGACIONES POR RAZÓN DEL OBJETO.

1. OBLIGACIONES DE DAR, HACER O NO HACER.

La prestación es el comportamiento, actividad o conducta que el deudor se


compromete realizar frente al acreedor que se traduce en una amplia posibilidad de
actuaciones como puede sr entregar una cosa determinada, realizar un servicio,
abstenerse, o en palabras del artículo 1089 del Código Civil toda obligación consiste en
dar, hacer o no hacer alguna cosa. Es preciso diferenciar entre la prestación que es objeto
de la obligación y el contenido u objeto de la prestación que es el resultado concreto de
la actividad del deudor. Los requisitos de la prestación son: posibilidad, licitud,
determinación y patrimonialidad, sino los reúne la obligación no será válida y eficaz. Los
diversos tipos de obligación resultantes de los variados objetos pueden ser contenido de
la prestación son los que siguen.
Al exponer los diversos criterios que pueden emplearse para clasificar las
obligaciones se indicó como uno de ellos es el que toma en consideración el tipo de
comportamiento que el deudor debe realizar frente al acreedor y se contrapusieron las
obligaciones positivas a las negativas; en las primeras la prestación tiene por contenido
una determinada actividad o un hacer concreto que puede consistir en dar o entregar algo
o en hacer algo.
Por el contrario, las obligaciones negativas aquellas en las que la prestación
consiste en una omisión, en abstenerse, en realizar una conducta omisiva que, a su vez,
puede revestir dos formas o tipos: la simple o total conducta negativa de abstenerse de
realizar algo o la más compleja en la que el deudor además de abstenerse, permite o tolera
una actividad del acreedor (las obligaciones negativas de no hacer o dejar hacer
(tolerar)). En ambos supuestos, la prestación del deudor es equivalente siempre a un no
hacer; en rigor, no cabe hablar de un uso incorrecto pues, si la diferencia entre obligación
de dar y una de hacer radica en que la primera la actividad del deudor consiste en la
entrega de una cosa, si la prestación consiste en no entregar una cosa, nada, la conclusión
inevitable es que el no dar del deudor es igual a no hacer nada. En todo caso, en las
obligaciones de dejar hacer o tolerar, a las que el Código Civil no hace referencia,
consisten, como hemos indicado, también en una abstención, pero caracterizada porque
mediante ella se obliga al deudor a omitir la oposición a que estaría autorizado, sin la
obligación asumida por él no se lo impidiese, por ejemplo, obligarse a tolerar ciertas

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inmisiones o actos del vecino, tales como pasar por su propiedad para sacar agua de una
fuente.
La obligación negativa tiene que ser de duración determinada, si no se ha
establecido plazo durante el cual debe abstener el deudor, lo señalan los tribunales.
El Código Civil dedica escasa atención a las obligaciones de no hacer, en realidad
sólo se ocupa de ellas en relación con su incumplimiento en el artículo 1099: lo dispuesto
en el párrafo segundo del artículo anterior se observará también cuando la obligación
consista en no hacer y el deudor ejecutare lo que había sido prohibido.
La obligación de no hacer se incumple por el deudor cuando realiza o hace lo que
se comprometió a no realizar, o que permite al acreedor en aplicación del inciso final del
artículo 1098 solicitar que se deshaga lo mal hecho y no es posible deshacerlo tendrá
derecho a la indemnización de daños y perjuicios. La insuficiente regulación del Código
Civil debe completarse con las reglas que establece el artículo 710 de la LEC.

1.2. Efectos de las obligaciones de dar.

Del artículo 1088 del Código Civil se deduce que el primero de los posibles
contenidos de una obligación positiva de dar una cosa, por eso, las obligaciones de dar
se consideran el prototipo o modelo de las demás clases de obligaciones. De la
interpretación conjunta del artículo 1157 –que se refiere al pago o cumplimiento de la
obligación- y 1462 –que contempla las obligaciones del vendedor- se desprende que la
obligación de dar una cosa es sinónimo de la idea de entregar una cosa, dar o entregar
implican el acto de traslado de la posición de la cosa del titular actual, que es el deudor,
al nuevo titular que es el acreedor.
La obligación principal de dar o entregar lleva inherente otras tres prestaciones
accesorias a cargo del mismo deudor:
a. La de entregar los frutos producidos por una cosa debida: así lo dispone el
artículo 1095: el acreedor tiene derecho a los frutos de la cosa desde que nace la
obligación de entregarla; es decir, los frutos se reciben por el acreedor con efectos
retroactivos desde el momento de constitución de la obligación y hasta la entrega material
de la cosa debida.
b. La de entregar las cosas accesorias de la cosa debida: el deudor debe entregar
la cosa debida no sólo con los frutos que produzca sino también con los accesorios que
tenga y aunque éstos no se hayan mencionados al establecer la obligación; el problema

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está en determinar qué se entiende por “accesorios”, por ejemplo, si se vende una
inmuebles (piso) ¿hay que considerar que se incluyen en la venta los diversos objetos que
hay en él?, la solución adecuada implica una interpretación de la intención o voluntad de
las partes de la obligación, partiendo de la regla general que establece el artículo 1097: la
obligación de dar cosa determinada comprende la de entregar todos sus accesorios,
aunque no hayan sido mencionados.
c. La de conservar la cosa debida con la diligencia de un buen padre de familia.
Así lo dispone el artículo 1094; este deber de cuidado dura dese el momento de
constitución de la obligación hasta el instante de la entrega efectiva de la cosa del
acreedor. Consecuencia de este deber de conservación es que el deudor tiene que realizar
todos los actos necesarios para mantener la cosa en buen estado y por lo tanto, realizar
los gastos o desembolsos necesarios para logarlo; si la cosa debida se destruye o perjudica
por falta de las medidas de conservación, se presume –por aplicación del artículo 1183-
que se ha perdido por culpa del deudor que no queda liberado de su obligación, pero la
entrega de la cosa se sustituye por el pago de su valor en dinero.
d. Si el deudor incurre en mora, es decir, se retrasa en la entrega o si se ha
comprometido a entregar la misma cosa a dos o más acreedores, responde la pérdida de
la cosa, incluso si es debida a caso fortuito.

1.3. Efectos de las obligaciones de hacer.

El contenido de la prestación que consiste en hacer algo puede ser muy variado:
un trabajo, una gestión, un servicios, lo que resulta esencial es determinar el interés que
se persigue el acreedor, en el sentido si queda satisfecho siempre que la prestación se
realice, con independencia de si ha sido el propio deudor u otra persona en su nombre el
que la haya llevado a cabo materialmente, o si, por el contrario, el interés del acreedor
solo queda satisfecho cuando la actividad es realizada exclusivamente por el deudor, en
razón que fueron sus cualidades personales las que, exclusivamente, se tomaron en
consideración al constituir la obligación. En el primer supuesto, la prestación de hacer es
fungible, lo que significa que puede ser hecho por otra persona distinta del deudor,
quedando, igualmente, satisfecho el interés del acreedor; en el segundo caso la prestación
es infungible o personalísima, la actividad en que consiste el hacer solo puede ser
realizado por el deudor, no puede realizarla otro por él. Para determinar cuál es el interés
del acreedor es preciso interpretar la voluntad de las partes de la obligación.

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Las consecuencias jurídicas que la prestación de hacer sea fungible o no
personalísima son que, si el deudor no cumple con la prestación, es decir, no hace lo que
asumió realizar, se mandará hacer por otro a su costa. Por el contrario, si el hacer es
considerado como personalísimo y el deudor no lo hace, se produce un incumplimiento
de la prestación, ya que, como establece el artículo 1161 en las obligaciones de hacer, el
acreedor no podrá ser compelido a recibir la prestación o el servicio de un tercero,
cuando la calidad y circunstancias de la persona del deudor se hubieses tenido en cuenta
al establecer la obligación.
Los efectos que origina el incumplimiento de una obligación de hacer fungible o
no personalísimo y las que derivan de un hacer personalísimo se precisan en los artículos
706 y 709 de la LEC.
Es posible distinguir dentro de las obligaciones de hacer dos subtipos o
modalidades: las obligaciones de mera actividad –llamadas también de medios- en las
que el deudor se compromete a realizar a favor del acreedor un esfuerzo o actividad que
se agota cuando lo realiza, por ejemplo, el abogado que asume llevar un litigio cumple
realizando las actuaciones necesarias del caso con independencia del éxito el fracaso que
se logre. Por el contrario, en las obligaciones de resultado el deudor no sólo debe realizar
una actividad, sino que ésta debe alcanzar el resultado querido por el acreedor de modo
que, si no lo logra, no queda liberado porque habrá incumplido el contrato, por ejemplo,
acuerdo con un constructor para que me haga una casa, el deudor debe poner la actividad
necesaria que concluye con el resultado de la casa. En muchos casos, el resultado se
traduce en entregar una cosa con lo que se asemejan a las obligaciones de dar, pero se
diferencian porque en las obligaciones de hacer lo esencial que se toma en consideración
es la actividad del deudor con la que se logra un resultado determinado: una casa o un
traje o un cuadro, mientras que en las obligaciones de dar la cosa que debe entregarse,
existe ya que el momento de constitución de la obligación.

2. OBLIGACIONES GENÉRICAS Y ESPECÍFICAS.

El significado de la palabra género en el derecho de obligaciones no coincide con


el que puede tener en otros campos del saber o conocimiento humano. Una obligación se
califica de genérica cuando la prestación que el deudor asume realizar no se identifica o
equipara con una cosa concreta o una actividad determinada. La prestación se configura
en términos amplios y en alguna medida imprecisos o vagos; por ejemplo, el deudor se

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compromete a entregar al acreedor mil kilos de naranjas en una fecha determinada. El
objeto está determinado, pero no de forma precisa porque dentro del género de naranjas
la hay de muy distintas clases o variedades y de diversa denominación y origen. El deudor
cumple con la obligación entregando mil kilos de naranjas cualquiera que, sea su
variedad. Se puede decir que, para el derecho el género se caracteriza por estar formado
por un conjunto de cosas que presentan sustanciales características comunes que las hacen
esencialmente iguales.
Por el contrario, en las obligaciones específicas la prestación tiene por objeto o
contenido una cosa concreta, determinada y única, por lo que el deudor solo cumple con
la prestación entregando el objeto concreto y determinado, que se ha fijado al constituirse
la obligación. Así es obligación específica aquella cuya prestación (objeto de la
obligación) se determina individualmente (específicamente). Es obligación genérica
aquélla cuya prestación se determina por el género al que pertenece. El deudor cumplirá
y el acreedor tendrá derecho a la prestación concreta que resulte tras la especificación; es
decir, la obligación genérica no tiene por objeto un género, sino una prestación de este
género que se individualizará por especificación.
En la obligación específica, la prestación queda perfectamente individualizada,
tanto por estar determinada, como por ser determinable sin necesidad de un nuevo
convenio entre las partes. En la genérica, se determina la prestación por el género. El
género puede ser total (por ejemplo, un perro) o limitado a cierta parte del mismo (por
ejemplo, un perro pastor) o un género no propio, aunque tenga caracteres comunes (por
ejemplo, un animal cualquiera –perro, gato, caballo, vaca- que se halle en una granja).
Tanto la obligación específica como la genérica recae sobre una prestación
concreta: no es obligación múltiple la obligación genérica. La obligación genérica recae
sobre una prestación individual. La particularidad –que marca su especial naturaleza- es
que está determinada en relación con el género. Como hemos señalado, el deudor debe
cumplir y el acreedor tiene derecho a exigir una prestación concreta e individualizada. Y
ésta se determina por medio de la especificación: se concreta e individualizada la
prestación dentro del género, que había sido determinado en la obligación. Por tanto, la
especificación convierte la obligación genérica en específica e individualizada la
prestación, ésta es la que debe realizar el deudor y puede exigir el acreedor.
Las obligaciones específicas no producen efecto especial alguno. Los efectos
corresponden a la teoría general de las obligaciones. El deudor deberá cumplir la
prestación individualmente determinada: el acreedor tiene el derecho subjetivo a

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exigírsela. Es el cumplimento normal de la obligación. Si incumple o cumple
defectuosamente, dará lugar al cumplimiento forzoso o al cumplimiento por equivalencia
que, es la responsabilidad patrimonial universal que proclama el artículo 1911 del CC.
En las obligaciones genéricas el deudor debe cumplir una prestación concreta
(especificando) dentro del género. El interés del acreedor, por tanto, queda satisfecho con
la obtención de las cosas pertenecientes al género que se ha pactado, no es preciso que en
el momento de constituirse la obligación el objeto de la prestación quede individualmente
determinado, sino que tenga lugar en el momento del cumplimiento. Normalmente, las
obligaciones genéricas se presentan como una modalidad de las obligaciones de dar, pero
nada impide que también pueda haber obligaciones genéricas de hacer.
Las consecuencias jurídicas más importantes que surgen de una obligación
genérica son:
1. La obligación genérica no cumplida voluntariamente por el deudor, puede, a
solicitud del acreedor, ejecutarse forzosamente a su costa, así lo dispone el artículo 1096
párrafo segundo del Código Civil y con mayor precisión el artículo 702 de la LEC.
2. Como dentro de la cosa genérica, objeto de la prestación puede haberlas de
diversas clases o variedades con valores desiguales, llegado el día del vencimiento de la
obligación, es necesario proceder a individualizar, determinar o especificar qué cosas
dentro de las semejantes o idénticas, que integran el género debe el deudor entregar al
acreedor.
La especificación es, pues, individualización de la prestación. Con ella la
obligación genérica se convierte en específica. La prestación, que estaba determinada por
el género, deviene prestación individualizada, concreta, que es la que se realizará por el
deudor.
Se discute en la doctrina a quién –acreedor o deudor- corresponde la facultad de
individualización o especificación; el Código Civil carece de una norma expresa que
atribuya la elección al acreedor o al deudor; parece claro que no hay obstáculo en admitir
que en el momento de la constitución de la obligación se haya convenido, que la elección
corresponde al acreedor o incluso a un tercero ajeno a la obligación; pero si no se ha
estipulado nada de forma expresa, la doctrina y jurisprudencia atribuyen la facultad de
individualización o elección al deudor (favor debitoris).
3. Qué prestación puede ser especificada: dentro del género, siempre hay calidades
superiores e inferiores. Si las partes pactaron la calidad, valor, cualidad y circunstancias
que debe reunir la cosa que debe entregarse, el deudor debe entregarla en los mismos

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términos que se convinieron: si nada se ha precisado, el artículo 1167 establece que
cuando la obligación consista en entregar una cosa indeterminada o genérica cuya
calidad y circunstancias no se hubiesen expresado, el acreedor no podrá exigir la de la
calidad superior, ni el deudor entregar una calidad inferior. La regla trata de evitar el
enriquecimiento injustificado del deudor o del acreedor –que se alcanzaría si el deudor
entrega las cosas genéricas de menor valor o calidad, o, a la inversa, que si el acreedor
exigiese las cosas de mayor valor o calidad- por lo que el citado artículo remite a una
valoración media del mercado.
4. Cómo se hace la especificación: la forma más común y más sencilla de hacer la
especificación es por el cumplimiento de la obligación, es decir, por la realización de la
propia prestación. El problema es si se puede hacer antes del cumplimiento. Sí cabe
hacerlo, pero en los siguientes casos: a. Cuando, antes del cumplimiento, se pierden todas
las cosas o se imposibilitan todos los servicios del género, menos una; b. Cuando se pactó
expresamente al constituirse la obligación que la persona a quien correspondería hacer la
especificación podría hacerlo antes del cumplimiento; c. Cuando lo pactan después de
constituida la obligación. Lo cual ocurrirá cuando uno de los sujetos especifica la
prestación, lo notifica a la otra y ésta acepta.
5. Donde se manifiestan con mayor fuerza las peculiaridades de las obligaciones
genéricas frente a las específicas es en materia de riesgos y de imposibilidad sobrevenida
de la prestación. Se mantiene en nuestro Derecho la vigencia del principio romano “genus
numquan perit”, conforme al cual se considera que “el género nunca perece”, lo que
significa que, se entiende que siempre habrá en el mundo cosas pertenecientes al género
designado como objeto de la obligación, por lo que el deudor siempre tiene que cumplir
y no podrá invocar, como causa de incumplimiento, que ha desaparecido el género. Sólo
excepcionalmente podrá extinguirse la obligación y quedar liberado el deudor por pérdida
de la cosa en las obligaciones genéricas, en el caso de perecer todo el género, supuesto
raro en la práctica, pero que puede pensarse como posible, como lo sería, por ejemplo, en
el caso de una obligación de entregar acciones de una determinada sociedad de capital
(sociedad anónima) que hubiese sido disuelta y liquidada todas sus acciones.
Por otra parte, en las obligaciones específicas la regla general viene establecida
en el artículo 1182; quedará extinguida la obligación que consiste en entregar una cosa
determinada cuando ésta se perdiera o destruyere sin culpa del deudor y antes de haberse
éste constituido en mora, el deudor queda liberado en caso que la prestación venga de
imposible cumplimiento por causas ajenas a su voluntad. Por lo que, cuando devienen

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imposibles las prestaciones, deben distinguirse los siguientes supuestos: en primer lugar,
si son imposibles alguna o todas menos una de las prestaciones del género determinado,
se reduce la especificación a la que es posible; en segundo lugar, si devienen imposibles
todas las prestaciones (la cosa determinada se pierde o se destruye sin culpa del deudor y
antes de estar en mora, por causas ajenas a su voluntad –caso fortuito-), la obligación se
extingue, tal como prevé, el citado artículo 1182.
Por el contrario, en las obligaciones genéricas, como consecuencia de la
presunción que, el género no se extingue o perece opera la regla inversa, el deudor cumple
siempre sin que la destrucción de la cosa le libere. Sin embargo, esta regla o principio que
el deudor debe cumplir siempre porque las cosas genéricas pueden sustituirse por otras,
no puede considerase absoluta, ya que también son posibles obligaciones genéricas en las
que la regla no opera; así sucede en la variedad de las obligaciones genéricas denominadas
de género delimitado.
En las obligaciones de género delimitado, en las que la referencia al género no es
total, sino que resulta circunscrita a una parte del mismo por circunstancias de lugar,
tiempo, calidad etc. Por ejemplo, la obligación de entregar cien kilos del trigo que existe
actualmente en mi granero, o del que mi finca produzca este año, etc. En tales casos, si
aquella parte delimitada del género con que había de cumplirse, perece sin culpa del
deudor, se produce la extinción de la obligación, aunque sigan existiendo cosas del género
pactado, por ejemplo, trigo. El objeto de la prestación es una cosa genérica que guarda
una especial relación con la actividad del deudor; la aplicación rigurosa del principio de
existencia permanente del género daría lugar a un resultado absurdo en el caso que la cosa
de género delimitado no se pueda entregar, como hemos indicado; por lo que, lo lógico
será que, en este caso, la obligación se extinga cuando el deudor de ese concreto género
no puede entregarlo por causas ajenas a su voluntad.
La extensión del principio de responsabilidad del deudor por los riesgos que sufra
la cosa genérica alcanza hasta el momento de la entrega de la cosa, pero si por culpa del
acreedor se retrasa la entrega y la cosa se pierde o perjudica, el deudor ya no responde de
los riesgos.

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3. OBLIGACIONES DIVISIBLES E INDIVISIBLES.

El significado de las palabras divisible e indivisible tiene en el mundo jurídico un


matiz distinto al que se les atribuye en el lenguaje ordinario. En efecto, cuando en el
campo de derecho de obligaciones se contraponen las categorías de obligaciones
divisibles e indivisibles se hace referencia no a que el objeto de la prestación sea material
o físicamente divisible, sino que se toma en consideración el momento de cumplimiento
de la obligación; de modo que una obligación se califica como divisible cuando el
acreedor puede recibir por partes o fraccionadamente la prestación, sin que una entrega
parcial impida la satisfacción del interés del acreedor en la obligación.
Por el contrario, una obligación es indivisible cuando la prestación no puede ser
cumplida por partes, porque la entrega fraccionada del objeto de la prestación, impide la
satisfacción del interés que, el acreedor persigue al constituir la obligación. Así, por
ejemplo A se compromete a entrega a B un caballo de carreras, aunque se trata de una
prestación con un objeto que es susceptible físicamente de dividirse en múltiples partes,
debe entregarlo en un solo acto porque es la única manera que el acreedor pueda utilizarlo
para el fin perseguido con su adquisición.
El Código Civil proclama como principio o regla la de la indivisibilidad de la
prestación al establecer en el artículo 1169 que a menos que el contrato expresamente lo
autorice, no podrá compelerse al acreedor a recibir parcialmente la prestación en que
consista la obligación. De modo que, el acreedor tiene derecho de exigir el cumplimiento
total o indivisible de la prestación. El deudor puede cumplir por partes, para que pueda
dividir la prestación es preciso que así se establezca expresamente o que esa posibilidad
se deduzca con claridad de los términos de la obligación.
El concepto de obligación indivisible tiene especial importancia en las
obligaciones con pluralidad de personas acreedoras o deudoras en las que, si el objeto es
indivisible, el artículo 1139 considera que hay obligaciones en mano común, mientras
que si la prestación es divisible se estará ante las obligaciones mancomunadas o por
cuotas.
La regulación en el Código Civil hace de las consecuencias jurídicas de las
obligaciones divisibles e indivisibles parte de la distinción entre “obligaciones de dar,
hacer o no hacer”, según el artículo 1151 se reputarán indivisibles las obligaciones de
dar cuerpos ciertos y todas aquellas que no sean susceptibles de cumplimiento parcial.
Se toma en cuenta el dato objetivo de la cosa objeto de la prestación. Por cuerpo cierto

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se refiere la norma no sólo a cosa específica, que puede ser indivisible (tal cuadro, por
ejemplo), sino también a cosas fungibles, que se determinan por su número, peso o
medida (un coche, por ejemplo).
Si se trata de obligaciones de “hacer” serán divisibles cuando tengan por objeto
la prestación de un número de días de trabajo, la ejecución de obras por unidades
métricas, u otras cosas análogas que por su naturaleza sean susceptibles de
cumplimiento parcial (segundo párrafo del artículo 1151). Es decir, las obligaciones de
hacer serán divisibles cuando consistan en una simple actividad, mientras que serán
indivisibles cuando además de una actividad se persiga un resultado (por ejemplo, hacer
una serie de actuaciones (arreglos) en una casa para hacerla habitable). En todo caso, con
las expresiones dar cuerpos ciertos y que no sea susceptibles de cumplimiento parcial el
Código Civil quiere poner de relieve que el criterio determinante de la indivisibilidad de
la prestación de dar o de hacer, es el del interés que se ha tenido en cuenta al constituir la
obligación, siendo indiferente que la cosa que se entrega, o la actividad puedan en
abstracto considerarse divisibles. Serán jurídicamente indivisibles si las partes de la
obligación las tomaron como unidad, que si se fracciona impide la satisfacción del
acreedor.
Respecto de las obligaciones de no hacer, el párrafo último del artículo 1151
admite de forma general, pero imprecisa, la posibilidad que pueda ser divisible al señalar
que, en las obligaciones de no hacer, la divisibilidad o indivisibilidad se decidirá por el
carácter de la prestación en cada caso particular. Sin embargo, la mayoría de la doctrina
considera que en las obligaciones de no hacer no hay posibilidad de división por las
propias características de la actividad que asume el deudor. Si la prestación consisten en
un comportamiento negativo, en una abstención o pasividad, si el deudor hace algo
positivo, lo que está realizando es un incumplimiento total de la obligación; por lo que no
cabe cumplir en parte, no haciendo, e incumplir en otra parte al hacer, lo que debería de
haberse abstenido de realizar, en otras palabras, en las obligaciones de no hacer no hay
posibilidad de graduación o se cumple con la prestación, absteniéndose o se realiza algo,
supuesto en el que incumple la obligación. No obstante, no faltan autores que, mantienen
que, es posible admitir la divisibilidad de las obligaciones de no hacer siempre que se
puedan descomponer en actividades cualitativamente iguales; así, si varios comerciantes
se obligan a no competir con otro, esta obligación es divisible, pues que incumpla uno o
más de uno, es importante para el acreedor (tan importante, como que le pague uno o más
de uno la parte de la obligación –divisible- de una cantidad dineraria debida).

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En las obligaciones unipersonales –un solo acreedor frente a un solo deudor- la
distinción entre prestaciones divisibles e indivisibles tiene escasa relevancia y puede
decirse que en ellas la regla general es la indivisibilidad de la prestación no sólo por la
aplicación de la regla citada del artículo 1169 que, permite al acreedor rechazar el
cumplimiento parcial, sino también porque así lo indica el artículo 1149 la divisibilidad
e indivisibilidad de las cosas objeto de las obligaciones en que hay un solo deudor y un
solo acreedor no altera ni modifica los preceptos del capítulo II de este Título (que son
los efectos generales de las obligaciones con independencia de su clase). Por tanto, la
cuestión de divisibilidad o indivisibilidad de las obligaciones tan solo tiene trascendencia
cuando se trata de obligaciones pluripersonales, por lo dicho con respecto a las
obligaciones unipersonales y lo previsto en el artículo 1169 del Código Civil.

4. OBLIGACIONES CON PLURALIDAD DE OBJETOS.

En atención a la unidad o pluralidad de objetos que integran la prestación que


asume realizar el deudor se distinguen: las obligaciones únicas en las que la prestación
se integra por un solo objeto que es el que debe entregar el deudor al acreedor, y las
obligaciones múltiples en las que en la misma relación obligatoria el deudor se
compromete a entregar varias prestaciones. La pluralidad de prestaciones en una misma
relación obligatoria puede adoptar varias formas: en las obligaciones conjuntivas se
establecen varios objetos que todos deben ser entregados; en las obligaciones
alternativas, la prestación se integra por varios objetos de los que sólo se debe entregar
uno, y en las obligaciones facultativas, se permite al deudor cumplir realizando una
prestación distinta de la inicialmente pactada.
4.1. Obligaciones conjuntivas: son aquellas en las que el deudor se compromete
a entregar varios objetos que forman parte de la misma obligación; por ejemplo, el deudor
se compromete a entregar un determinado cuadro y una cantidad de dinero. El acreedor
tiene derecho a exigir todos los objetos que están determinados en la obligación y el
deudor sólo se libera con la entrega de todos ellos, salvo que alguno de ellos se pierda por
causas que no le son imputables, debiendo entregar los restantes, que existan en el
momento de vencimiento de la obligación.
4.2. Obligaciones alternativas: hay una obligación alternativa cuando la
prestación está constituida inicialmente por varios objetos de los cuales el deudor sólo
necesita entregar uno para quedar liberado; por ejemplo, el deudor se compromete a

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entregar una finca, o una casa o un coche. El deudor lo es inicialmente de los tres objetos
que se han señalado, pero se libera o cumple con la entrega de uno solo de ellos. En
parecidos términos, se expresa el artículo 1131 del Código Civil, el primero de los seis
que se ocupan de la regulación de esta modalidad de obligaciones, el obligado
alternativamente a diversas prestaciones debe cumplir por completo una de éstas. El
acreedor no puede ser compelido a recibir parte de una y parte de otra.
La pluralidad de prestaciones no significa que existan varias obligaciones, hay una
sola obligación con varias prestaciones de las que, solo se debe entregar una. En las
obligaciones alternativas hay una cierta indeterminación del objeto concreto de la
prestación, pues, si bien, inicialmente están todos los posibles objetos determinados la
exacta concreción no se origina hasta que se elige uno de ellos y se entrega al acreedor.
Esta inicial falta de determinación del objeto de la prestación hace que las obligaciones
alternativas presenten puntos de coincidencia con las obligaciones genéricas, en las que,
como se ha visto, el objeto está también inicialmente determinado, siendo necesario un
acto de elección antes del cumplimiento de la obligación; sin embargo, se trata de dos
tipos de obligación claramente diferenciadas. En las obligaciones genéricas la prestación
vienen determinada por la relación o referencia a un género, es decir, por un grupo de
cosas con rasgos y características similares, mientras que en las obligaciones alternativas,
el contenido y las características de cada uno de los objetos está perfectamente delimitado
respecto a los demás, o en otros términos, en las obligaciones genéricas, hay un objeto
único que viene fijado por las características de un determinado género, mientras que en
las obligaciones alternativas haya varios objetos específicos, que están determinados
desde la constitución de la relación obligatoria, de los que sólo uno debe entregar el
deudor.
Fácilmente se comprende que, siendo varios los objetos iniciales la particularidad
de las obligaciones alternativas se refiere al acto de individualización de la prestación que
el deudor debe entregar, acto que se diversifica en dos conductas: elección y
concentración. La elección es el acto por el cual se decide cuál es la prestación, entre las
varias pactadas como posibles, ha de cumplirse. Esto es, consiste simplemente en
designar cuál de las diversas prestaciones posibles va a ser la única concreta y
determinada que es debida por el deudor. Una vez realizada en forma la elección, se
produce la concentración de la obligación alternativa, pues, cesa la indeterminación de la
que inicialmente adolecía y se convierte en obligación simple (integrada ya por una
simple prestación determinada). Esta concentración puede hacerse de cualquier forma y

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expresa o tácitamente, antes del cumplimiento o por el mero hecho de cumplir, realizando
una concreta de las varias prestaciones. Esta concentración puede realizarse de tres
modos: por el azar, es decir, mediante un sorteo de las deudas de forma que la que resulte
designada por la suerte, será la que el deudor deba entregar; por perecimiento o
imposibilidad de varias prestaciones de forma que, sólo una de ellas, puede entregarse;
o por elección.
La elección, es el modo más frecuente de determinación de las obligaciones
alternativas y se configura como un derecho reconocido a una de las partes de la relación
obligatoria que se presenta como una declaración de voluntad unilateral y recepticia
dirigida a la otra parte, que vincula a quien la hace –el deudor o el acreedor en su caso- y
que tienen de carácter irrevocable. Pero esta elección, como todas las declaraciones de
voluntad para las que no se exige forma determinada de manifestación –puede hacerse de
forma expresa o tácita (así se entenderá realizada la elección por el deudor por el hecho
de efectuar u ofrecer una de las prestaciones con lo cual implícitamente expresa su
decisión de elegirla y, por el acreedor, por el mero hecho de aceptar o reclamar una de las
prestaciones)-. Tampoco requiere la aceptación o conformidad de la otra parte; es decir,
que es suficiente con la elección realizada para la validez de la prestación elegida. En este
sentido, proclama el artículo 1133 que la elección no producirá efecto sino desde que
fuere notificada. No necesita aceptación de la otra parte, aunque sí se le debe notificar.
En realidad, la elección viene a ser como una opción mediante la cual su titular escoge
una entre las prestaciones posibles inicialmente establecidas. Esa elección solo puede
realizarse entre las prestaciones que sean lícitas y posibles y que hayan podido ser objeto
de la obligación; no está facultado el deudor –ni tampoco el acreedor, aunque el Código
no lo diga- para elegir las que no lo fueran. Y tienen que recaer íntegramente sobre una
de la prestación, ya que cuando la elección corresponde al deudor “el acreedor no puede
ser compelido a recibir parte de una y parte de otro” (artículo 1131.2), ni tampoco el
deudor puede ser obligado a cumplir en esos términos, cuando la elección corresponde al
acreedor.
Una vez, hecha la notificación de la elección funciona como si no fuera alternativa
conforme al artículo 1136.1 segundo inciso del Código Civil y se convierte en obligación
normal.
La regla general, conforme al artículo 1132 del Código Civil, es que elección
corresponde al deudor, a menos que expresamente se hubiese concedido al acreedor. El
deudor no tendrá derecho a elegir las prestaciones imposibles, ilícitas o que no hubieran

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podido ser objeto de la obligación. Parte el Código Civil de la consideración del deudor
como la parte más débil de la relación obligatoria y por ello, le concede elegir la
prestación que debe realizar para cumplir la obligación; de modo que, si nada se expresa
en la obligación, la elección, por disposición legal, corresponde al deudor. Para que la
elección pueda corresponder al acreedor es preciso que, así se haya estipulado
expresamente. También es posible –aunque el Código Civil no lo indique de forma
expresa- que el derecho de elección se atribuya a un tercero cuya decisión acreedor y
deudor, se comprometen a aceptar.
La libertad de elección está limitada por la regla establecida en el citado párrafo
segundo del artículo 1131 conforme al cual el acreedor no puede ser compelido a recibir
parte de una y parte de la otra; lo que supone, como hemos indicado que, la elección
debe recaer por entero sobre una de las prestaciones, no siendo válida la que recae sobre
partes de varias de ellas. Este derecho de elección es transmisible por su titular tanto por
acto entre vivos como mortis causa y su ejercicio produce, como se ha indicado, la
concentración que determina que la obligación deja de ser alternativa, para convertirse en
única, así se dispone en el artículo 1136 cuando declara: la obligación cesará de ser
alternativa desde el día en que aquélla (la elección) hubiese sido notificada. Regla que
el Código Civil establece para el supuesto en el que es el acreedor quien tiene el derecho
de elección, pero también opera en el caso de elección por el deudor.

4.2.1. La imposibilidad de la prestación en las obligaciones alternativas.

La peculiar estructura de las obligaciones alternativas consecuencia de la


existencia inicial de varias posibles obligaciones que el deudor asume realizar, pero sólo
una de ellas debe ser cumplida, hace que las circunstancias que pueden afectar a la
existencia de alguna de ellas repercutan directamente en el alcance del derecho de
elección. El presupuesto inicial de las consecuencias de la imposibilidad de realizar
alguna de las obligaciones y, por tanto, de no poder elegirla, es que se produzca en el
momento anterior a la elección, ya que lógicamente, si la imposibilidad de la prestación
se presenta una vez efectuada la elección y la concentración, las consecuencias que la
imposibilidad de esa prestación son las mismas que, con carácter general, origina la
imposibilidad de la prestación en las obligaciones únicas.

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Partiendo del hecho que la imposibilidad de una o alguna de las obligaciones se
produce antes de la elección de una de ellas, se pueden distinguir las siguientes
situaciones:
1. Imposibilidad originaria de alguna de las obligaciones: si, inicialmente, solo
había dos obligaciones y una es imposible, no hay obligación alternativa por lo que el
deudor debe cumplir realizando la obligación, que subsiste como posible.
2. Imposibilidad sobrevenida, pero anterior a la concentración: todas las
obligaciones inicialmente establecidas eran posibles, pero alguna de ellas resulta
posteriormente imposible; las consecuencias son distintas en atención al sujeto a quien
corresponde la elección y al número de obligaciones que devienen imposibles; por ello,
es conveniente distinguir varios supuestos:
A. La elección que corresponde al deudor:
1. Si la imposibilidad es parcial, es decir, solo afecta a alguna de las obligaciones,
el deudor debe elegir una entre las que restan como posibles. Si solo queda una de las
obligaciones no hay realmente derecho de elección, pues, como señala el artículo 1134 el
deudor perderá el derecho de elección cuando de las prestaciones a que alternativamente
estuviese obligado, solo una fuere realizable. Es irrelevante que, la imposibilidad sea
imputable o no al propio deudor.
2. Si la imposibilidad es total, ninguna de las prestaciones puede realizarse por
culpa o dolo del deudor, la obligación se extingue y conforme el artículo 1135 el acreedor
tendrá derecho a la indemnización de daños y perjuicios, cuando por culpa del deudor
hubieren desaparecido todas las cosas que alternativamente fueron objeto de la
obligación, o se hubiere hecho imposible el cumplimiento de ésta. La indemnización se
fijará tomando por base el valor de la última cosa que hubiere desaparecido, o el servicio
que últimamente se hubiera hecho imposible.
3. Si la imposibilidad es total, pero por causas ajenas al deudor, se aplica la regla
general de la imposibilidad de la prestación recogida en el artículo 1182 y la obligación
queda extinguida.
B. Cuando la elección corresponde al acreedor, las consecuencias de la
imposibilidad de las prestaciones se señalan en el artículo 1136, conforme al cual hay que
diferenciar:
1. Si la imposibilidad es parcial y no imputable el deudor, el acreedor solo puede
elegir la prestación entre las que queden como posibles o la que quede (artículo 1136.1).

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2. Si la imposibilidad es parcial, pero imputable a la conducta del deudor, el
acreedor podrá reclamar cualquiera de las que subsistan, o el precio de las que, por culpa
de aquél, hubieran perecido (artículo 1136.2).
3. Si la imposibilidad es total, por culpa del deudor, la elección del acreedor
recaerá sobre el precio, con derecho a indemnización de daños y perjuicios, por aplicación
del artículo 1135 (artículo 1136.3).
4. Si la imposibilidad es total, pero no imputable al deudor, se aplica la regla
general del artículo 1182 para la imposibilidad de la prestación; por lo que, se extingue la
obligación.

Todas estas reglas están pensadas, inicialmente, para las obligaciones alternativas
con prestación de dar o entregar una cosa, pero conforme establece el párrafo último del
artículo 1136, también se aplican a las prestaciones de hacer o de no hacer.

4.3. Obligaciones facultativas.

Esta modalidad de obligación con pluralidad de objetos tiene lugar cuando en la


relación obligatoria se establece a cargo del deudor una prestación concreta y
determinada, pero se le concede la facultad de extinguir la obligación mediante la
realización de una prestación distinta a la originariamente debida; el deudor debe una
prestación, pero se le autoriza a liberarse entregando otra distinta, que se ha determinado
al constituirse la obligación. Es decir, el deudor no tiene libertad absoluta para entregar
una prestación distinta de la establecida, la prestación que, sustituye a la inicial tiene que,
estar determinada previamente, si no fuese así se dejaría al arbitrio del deudor la eficacia
de la obligación pactada, lo que prohíbe el artículo 1256 del Código Civil. La
particularidad este tipo de obligación se manifiesta en el momento de su cumplimiento,
al permitir al deudor elegir entre entregar la prestación inicial o la prevista como
sustitutiva.
El Código Civil no las regula, e incluso del artículo 1166 parece desprenderse que
las prohíbe cuando señala que el deudor de una cosa no puede obligar a su acreedor a
que reciba otra diferente, aun cuando fuere de igual o mayor valor. Esta regla no debe
entenderse en el sentido de una prohibición absoluta porque frente a ella opera el principio
de autonomía de la voluntad del artículo 1255, que justifica esa posibilidad que no es
contraria ni a la ley, ni al orden público, ni a las buenas costumbres.

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Las obligaciones facultativas, por la inicial pluralidad de prestaciones, recuerda
formalmente a las obligaciones alternativas pero presentan características propias que
las diferencian con claridad: a) En la obligación alternativa, hay inicialmente varias
prestaciones posibles, mientras que en las facultativas hay una sola prestación inicial,
determinada e individualizada, hay un solo objeto debido, la facultad concedida al deudor
de entregar otro diverso no significa que hallan varios objetos en la relación obligatoria;
b) En la obligación facultativa el acreedor sólo puede exigir la única prestación debida
por el deudor, no puede reclamar la prestación prevista como sustitutiva; en las
obligaciones alternativas, si se le ha atribuido la facultad de elección, puede el deudor
elegir una cualquiera de las prestaciones que están en la relación obligatoria; c) En la
obligación facultativa, como sólo hay una prestación, un único objeto, no existe elección
por parte del deudor porque la prestación que debe entregar está determinada
inicialmente, aunque se admite que la sustituye por otra. Por ello, se dice que en estas
obligaciones existe una sola prestación en la obligación y, dos en el cumplimiento; d) Si
la prestación debida en las obligaciones facultativas resulta imposible sin culpa del
deudor, la obligación se extingue; mientras que las consecuencias de la imposibilidad de
la prestación en las obligaciones o prestaciones alternativas, como hemos examinado,
dependen de la conducta del titular de la facultad de elección.

También recuerdan este tipo de obligaciones al modo de extinción de las


obligaciones denominado la dación en pago, en ella llegado el momento del
cumplimiento de la obligación acreedor y deudor pactan que se entregue una cosa distinta
de la establecida. La diferencia está en el momento en que se sustituye la prestación; en
la obligación facultativa desde el inicio se ha previsto la posibilidad de entregar una
prestación diversa de la pactada, prestación que está inicialmente determinada; en la
dación en pago solo se ha previsto la prestación inicial, pero es en el momento de su
cumplimento cuando se permite la liberación el deudor con otra prestación, que no estaba
inicialmente prevista o determinada.
La obligación tanto alternativa como facultativa es una obligación única, no
obligación múltiple con especialidades en cuenta a la prestación que está determinada en
una y otra. En las alternativas son varias prestaciones y, en la facultativa hay una
prestación sustituible. La especialidad en la alternativa existe desde la constitución hasta
su concentración, a partir de cuyo momento es obligación normal. No hay especialidad

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en la facultativa en su constitución –es una obligación normal- sino en su cumplimiento,
ya que el deudor puede realizar la prestación debida u otra.

5. LAS OBLIGACIONES DE DINERO.

Con carácter general se pueden definir las obligaciones de dinero –también


llamadas obligaciones pecuniarias- como las obligaciones en las que el objeto de la
prestación consiste en la entrega de una determinada cantidad de dinero. Aunque la
totalidad de las obligaciones pueden, en el caso de incumplimiento, convertirse en una
deuda de dinero al transformarse la prestación incumplida en una obligación de
reparación de daños y perjuicios, cuando nos referimos a las obligaciones de dinero
estamos aludiendo a aquellas obligaciones en las que el objeto de prestación convenida
entre acreedor y deudor es una determinada cantidad de dinero, son obligaciones positivas
de dar o entregar una suma o cantidad de dinero. La prestación pecuniaria es una
prestación genérica y tiene como objeto el dinero.
El artículo 1170.1 del CC señala que “el pago de las deudas de dinero deberá
entregarse en la especie pactada (por ejemplo, en billetes de 500 euros) y no siendo
posible entregar la especie, en la moneda que tenga curso legal en España”, es decir
simplemente en euros. No obstante, como veremos se admite el pacto en moneda
extranjera (por ejemplo, dólares). Conforme el artículo 1170.2 “la entrega de pagarés a
la orden, o letras de cambio u otros documentos mercantiles solo producirán efectos de
pago, cuando hubieran sido realizados o cuando por culpa del acreedor se hubieran
perjudicado”. Por lo tanto, la aceptación por parte del acreedor de estos documentos
mercantiles, salvo que otra cosa se hubiera pactado, no supone la extinción de la deuda,
la cual solo tendrá lugar en el momento en que se cobren o queden perjudicados por culpa
del acreedor (por ejemplo, por falta de protesto de la letra de cambio). Y, en el artículo
1170.3 precisa que “entre tanto (es decir, mientas llegue la fecha de cobro de los
documentos mercantiles), la acción derivada de la obligación primitiva (por ejemplo, la
de exigir el pago del precio, nacida del contrato de compraventa) quedará en suspenso”;
porque debe impedirse que se cobre dos veces por lo mismo.

5.1. Concepto y funciones de dinero.

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El dinero es un concepto cultural que opera en varios sectores de la vida social,
principalmente, en la economía y en el derecho. Como tal concepto, es definido en razón
a las funciones que se le atribuye en la sociedad que, en lo que aquí importa, puede
reducirse a tres: como medida de valor, como instrumento de cambio y como medio de
pago, es decir, medio de cumplimiento de la obligación.
Posiblemente, la razón inicial de la creación de dinero fue la necesidad de
establecer un punto de referencia para medir el valor de las cosas; en realidad, las cosas
del mundo real no tienen valor en sí mismas, en abstracto, lo tienen por referencia o
comparación con otras, a las que se considera más valiosas y estables como pueden ser el
oro, la plata, los diamantes o el petróleo; con el dinero se fija un valor determinado que
sirve elemento de comparación para fijar el valor de otras cosas. La representación
material de ese valor se realiza en cada país mediante la fijación de las cosas materiales
que representan el dinero: monedas o billetes que representan el equivalente de una
unidad ideal. La creación y fijación del valor del dinero corresponde al Estado y no a los
particulares; desde un punto de vista económico se distinguen varias clases o tipos de
dinero: dinero de curso fiduciario, cuando la moneda que lo representa puede cambiarse
por el valor de referencia que se ha tomado en consideración, oro o plata normalmente;
en la práctica, ningún Estado permite en la actualidad esa conversión; dinero de curso
legal que es el que, en teoría, admite la conversión en oro o plata, el dinero puede
cambiarse por su valor en oro o plata; no se admite en la práctica jurídica ya que la moneda
o billetes son de uso obligatorio como medio de pago; y, por último, dinero de curso
forzoso –que es el generalmente admitido en el tráfico jurídico- no admite conversión y
es el medio obligatorio de pago para el cumplimiento de las obligaciones dinerarias.
Como instrumento de cambio el dinero opera como contraprestación que una parte
de una relación obligatoria asume en el intercambio de bienes y servicios, por ejemplo,
en la compraventa se intercambia la titularidad de una cosa por un precio en dinero; en el
arrendamiento de servicios una parte realiza una actividad o comportamiento a cambio
de una suma de dinero.
La última función y la más importante para el Derecho, es la de ser medio de pago:
el dinero opera como el modo de extinción de las obligaciones, cuyo objeto es una
prestación en dinero. Los elementos –medio general de cambio y medio legal de pago-
son los que integran el concepto de dinero.

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No hay norma positiva en el Derecho Civil que se haya ocupado de precisar el
concepto jurídico del dinero. El Código Civil no define, ni el dinero, ni tampoco regula
el dinero. Aunque éste o la moneda de uso no desaparece del tráfico jurídico.
En términos generales puede calificarse como una cosa mueble fungible y
consumible. Su condición de cosa mueble, su facilidad para trasladarse, viene impuesta
por su propia razón de ser, como instrumento de cambio de bienes, de unas manos a otras
(artículo 335). Su fungiblidad implica la posibilidad de cambio por otro bien y por ser
susceptible de ser contado y medido. Se determina por unidades del sistema monetario; y
su carácter de ser un bien consumible significa que, para su titular cuando dispone de él,
lo pierde, pero no se extingue en términos absolutos porque ese mismo dinero pasa a
integrarse en al patrimonio de quien lo recibe. En realidad, se considera que el dinero es
un bien imprescindible en la sociedad y por ello, existirá siempre.
En el derecho de obligaciones el término dinero puede ser objeto específico de
una relación jurídica obligatoria que puede adoptar tres modalidades:
1. Deudas de monedas individuales: su nota característica viene determinada
porque el derecho del acreedor recae sobre una moneda, que se ha determinado de forma
individualizada, por ejemplo, una cantidad de monedas de Carlos V. En realidad, no
estamos ante una deuda de dinero en sentido estricto, sino ante una obligación de dar o
entregar una cosa determinada y específica en la que las monedas no son tomadas en
consideración como dinero, sino como una cosa determinada y por ello, su régimen
jurídico es el de las normas generales de las obligaciones de dar.
2. Deudas de suma o cantidad: son las deudas u obligaciones pecuniarias por
excelencia, en ellas el deudor asume entregar al acreedor una cantidad de dinero que, se
ha fijado en la obligación, por ejemplo, el deudor se obliga a entregar 5.000 euros.
3. Deuda de especie monetaria o de moneda específica: son una variedad de las
deudas de suma o cantidad en las que se ha determinado la concreta moneda en la que el
deudor debe cumplir la deuda. Por ejemplo, entregar 10.000 euros en billetes de 500 euros
o su equivalente en billetes de 100 dólares. Las contempla el mencionado artículo 1170
del Código Civil cuando, recordemos, dispone en su párrafo primero que el pago de las
deudas de dinero deberá hacerse en la especie pactada y, no siendo posible, entregar la
especie, en moneda de plata u otra que tenga curso legal en España. El sentido actual de
esta regla, al no existir monedas de curso legal en oro o plata, es que las deudas de dinero
deben satisfacerse en la moneda de curso legal en España que, como hemos indicado, es

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el euro, salvo que se hayan fijado en otra moneda extranjera reconocida como medio de
pago.
5.2. Las deudas de suma o cantidad de dinero.

Son las verdaderas deudas pecuniarias. En ellas, el deudor se obliga a proporcionar


al acreedor una suma de dinero equivalente a la señalada en la obligación. La prestación
se determina por una cantidad de dinero expresada en referencia a un sistema monetario
mediante el empleo de una unidad ideal vigente; por ejemplo, la entrega de 10.000 euros
o 5.000 libras esterlinas.
Las deudas de suma de dinero se caracterizan por:
1. Su cumplimiento siempre es posible, sin que quepa su extinción por pérdida o
destrucción de la cosa. En efecto, se considera que el dinero en cuanto medio o
instrumento de cambio y de valor existirá siempre y, por tanto, en abstracto, ni perece ni
se acaba. Por lo que no es posible que el deudor alegue la imposibilidad objetiva
sobrevenida de la prestación, ya que, siempre habrá dinero y la imposibilidad subjetiva
del deudor es, en principio, irrelevante. Su cumplimiento no puede nunca devenir
imposible, pues, el dinero existe siempre en cuanto tal. Por lo cual, no es aplicable a la
obligación cuya prestación sea pecuniaria.
2. Son siempre susceptibles de compensación con otras obligaciones de la misma
naturaleza.
3. Como se considera que el dinero es el bien productivo, un bien fructífero por
excelencia. Sus frutos son los intereses. En caso de retraso en el cumplimiento de la
prestación se presume que producen, de forma automática, perjuicios para la parte que no
recibe el dinero, sin necesidad de probarlos. Son los llamados intereses moratorios. Así
los dispone el artículo 1108 si la obligación consistiere en el pago de una cantidad de
dinero y el deudor incurre en mora, la indemnización de daños y perjuicios, no habiendo
pacto en contrario, consistirá en el pago de los intereses convenidos y, a falta de
convenio, el interés legal. Además, si fuera preciso acudir a los tribunales para declarar
el incumplimiento de la prestación. Se pueden originar los llamados intereses ejecutorios
o mora procesal que, regula el artículo 576.1 de la LEC.
4. Para la reclamación judicial de las deudas de dinero, la Ley de Enjuiciamiento
Civil establece dos procedimientos: a) El proceso monitorio para las deudas –cualquiera
que sea su cuantía- que se encuentren reconocidas por el deudor o consten en algún

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documento; b) El procedimiento ordinario de ejecución dineraria para las deudas de
dinero que no reúnan los requisitos necesarios para acogerse al anterior procedimiento.
La tendencia general del dinero es la de su depreciación con el paso del tiempo,
lo que significa que, a igual cantidad de dinero, la capacidad adquisitiva se reduce; si esa
depreciación del dinero es debida a diversas causas entre ellas la inflación y
encarecimiento de las cosas. Si lo trasladamos a las deudas de dinero de tracto sucesivo,
de pago aplazados o que se reiteran a lo largo del tiempo, el problema consiste en
determinar si el deudor debe entregar la cantidad nominal pactada, o el valor real que el
día del cumplimiento de la obligación tenga esa cantidad más el valor de su depreciación;
por lo que, el deudor entregaría una cantidad superior a la pactada.
Hay dos posibles soluciones:
1. Optar por la aplicación del llamado principio nominalista, conforme al cual el
deudor de una deuda de dinero debe la cantidad estipulada al constituirse la obligación
con independencia de la capacidad adquisitiva de esa cantidad al día del cumplimiento,
no se toma en consideración la inflación o devaluación del dinero. El deudor cumplirá
entregando la cantidad pactada con independencia de que con esa cantidad el acreedor va
a poder adquirir menos cosas que las que se podía adquirir dos años antes. El acreedor
recibe la misma cantidad pactada, el mismo nominal, pero tendrá menor capacidad de
adquisición. El nominalismo tiene a su favor la seguridad jurídica, se sabe siempre qué
debe entregar el deudor: la cantidad nominal pactada; pero para el acreedor resulta
perjudicial porque recibirá igual cantidad, pero tendrá menor poder de adquisición.
2. Aplicar el denominado principio del valorismo, a diferencia de la solución
anterior, se considera que en las obligaciones de dinero de tracto sucesivo o a plazo, el
deudor debe entregar el valor que la cantidad estipulada al constituirse la obligación tenga
en el momento de su cumplimiento; de modo que, en el momento del cumplimiento
deberá entregar no esa misma cantidad, sino la que resulte necesaria para mantener hoy
aquel valor adquisitivo, que será siempre una cantidad nominalmente mayor de la pactada
inicialmente. Las consecuencias de este principio son las opuestas al anterior: determina
una inseguridad o incertidumbre en la medida que la cuantía de la prestación que el deudor
debe entregar no se conoce hasta el momento del vencimiento, cuando se acredite la
depreciación sufrida por el dinero desde la constitución de la obligación hasta el
cumplimiento; y, por tanto, es perjudicial para el deudor, pero para el acreedor es una
solución más justa, porque va a recibir una cantidad distinta a la inicial, mayor que, le
permita mantener el mismo poder adquisitivo.

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El Código Civil español, sigue la postura de la mayoría de las legislaciones
europeas, y en el artículo 1170.1 sigue el principio nominalista: en las deudas de dinero
el deudor debe la cantidad de dinero pactada al constituirse la obligación, sin que se tome
para nada en cuenta la depreciación que ese importe haya podido sufrir; se prefiere la
seguridad jurídica a la solución más justa que es la que toma en consideración la
devaluación general del dinero. Este mismo principio nominalista también aparece
consagrado en el artículo 312 del Código de Comercio cuando dice que “consistiendo el
préstamo en dinero, pagará el deudor devolviendo una cantidad igual a la recibida con
arreglo al valor legal que tuviera la moneda al tiempo de la devolución”. En todo caso,
en la actualidad, por aplicación de la Ley 48/1998 de introducción del Euro, éste es la
única moneda que tiene curso legal en España.
La aplicación rigurosa del principio nominalista, en la medida en que no toma en
consideración un hecho relevante en el tráfico jurídico como es la depreciación constante
del valor de la moneda y, el correspondiente alza de los precios, llevan a resultados injusto
que altera el equilibrio de las partes en la relación obligatoria. Para tratar de corregir las
consecuencias de la aplicación del nominalismo en las fluctuaciones del valor del dinero
en las obligaciones pecuniarias se ha ideado diversos instrumentos jurídicos –cláusulas
de corrección- que persigue mantener la equivalencia de las prestaciones en los mismos
términos en que inicialmente fueron estipuladas. Las más utilizadas son:
1. De carácter legal: en ocasiones es el propio legislador el que ha previsto la
actualización del importe nominal de la deuda de dinero mediante una revisión automática
de su importe en relación con determinados índices de referencia.
2. Convencionales: el medio más frecuente de corregir las consecuencias de la
aplicación del nominalismo es mediante el acuerdo de las partes del contrato que
establecen las medidas correctoras para prevenir la alteración del valor del dinero, de
modo que el acreedor reciba siempre una prestación con el mismo valor que tenía al
momento de constituirse. Estas previsiones que las partes establecen se basan en el
principio de autonomía de la voluntad recogido en el artículo 1255 del Código Civil,
reciben el nombre de cláusulas de estabilización y su finalidad es convertir la deuda de
suma de dinero en suma de valor, tomando como referencia un determinado bien que, se
presume tiene una cotización o valor estable. Como el valor de referencia puede ser muy
variado las modalidades de cláusulas de estabilización que pueden emplearse son
muchas. Las más frecuentes son: a) Cláusula valor oro o valor plata: las partes utilizan el
oro o la plata como modelo de referencia de la depreciación de la moneda. De modo que,

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el deudor deberá entregar en el momento de vencimiento la suma de dinero necesaria para
adquirir la misma cantidad de oro o plata que con el importe de la deuda podía adquirirse
al constituirse la obligación. La cláusula valor oro o valor plata significa que el deudor
deberá entregar la suma de dinero necesaria para adquirir en el momento del vencimiento
la misma cantidad de oro –que será siempre superior a aquella cantidad inicial-; con ello
se alcanza la finalidad perseguida de compensar la depreciación del dinero, pues la mayor
suma de dinero que debe entregar el deudor garantiza al acreedor el mismo poder de
adquisición, que existía al celebrarse la obligación. Se fija, por ejemplo, que tal cosa o
servicio se pagará por el valor que tenga un kilogramo de oro. Por tanto, se paga en
moneda de curso legal (artículo 1170), pero en la cuantía que resulte del valor de oro o
plata fijado; b) No debe confundirse esta cláusula con la “cláusula oro o plata” que supone
que el deudor asume entregar al acreedor una suma o cantidad en oro o de plata, que no
sería una obligación dineraria, porque no el oro ni la plata tiene valor liberatorio como
equivalente al dinero. Por lo que, en rigor sería una obligación de dar una cosa
determinada; c) La misma finalidad se persigue cuando el valor de referencia se fija en
relación con el precio de otras cosas: por ejemplo, cláusula valor trigo o carbón o petróleo
(cláusulas de valor en especie). La cláusula funciona de la misma manera que la de valor
oro o plata, lo único que varía es el módulo que se toma como referencia y así si se pacta
la cláusula valor trigo el deudor de la suma de dinero objeto de la prestación –con la que
se puede comprar una determinada cantidad de trigo en el momento de constitución de la
obligación deberá entregar al acreedor en el momento de cumplimiento la suma de dinero
que es necesaria para adquirir en esa fecha la misma cantidad de trigo-. Es decir, se pacta
que pague en dinero el valor que tenga tal especie en el momento de ejecutarse la
prestación; d) Del mismo modo opera la denominada cláusula moneda extranjera: que el
módulo de referencia que se emplea es una determinada moneda extranjera que se
considera estable, por ejemplo, francos suizos. El significado y finalidad de la cláusula es
el mismo que en los anteriores supuestos: el importe de la deuda se fija por una suma de
dinero determinado –con la que en el momento de establecerse la obligación puede
adquirir X cantidad de francos suizos-, llegado el vencimiento deberá entregar la suma de
dinero que, es precisa para adquirir aquella misma cantidad de francos suizos. Se pagará
el valor de aquella moneda al cambio oficial el día de vencimiento de la obligación; e)
Cláusulas de escala móvil o de índices: son las más utilizadas en la práctica en los
contratos de préstamos de dinero con entidades financieras. En ellas se establece como
referencia de la variación del valor del dinero, un índice que es el valor medio de

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determinados bienes o productos durante un determinado plazo de tiempo; por lo que, el
deudor deberá entregar en el momento de cumplimiento la suma establecida inicialmente
con el incremento derivado del índice, que se tome de referencia. Los tipos de índice más
frecuentes son: el Índice de Precios al Consumo (IPC) –que expresa la variación de
precios de determinados bienes que se señalan de antemano, durante un determinado
período de tiempo, normalmente un año-: el Euribor –que expresa el valor o precio del
dinero para los préstamos de dinero garantizados con hipoteca y que se determina por el
valor del precio del dinero que fija en cada momento el Banco Europeo-; y el índice de
interés variables (cláusula de escala móvil), muy utilizado en operaciones mercantiles
bancarias que, implica que a variación de la suma de dinero que el deudor debe entregar
en el momento de vencimiento, en relación con la inicial, viene determinada por dos
factores: un el tipo de referencia que suele ser el IPC y otro las condiciones específicas
de cada operación en la que se tienen en cuenta: el tipo de contrato, las circunstancias
personales del cliente deudor (si, es cliente habitual, su solvencia y garantías
patrimoniales) y el mayor o menor riesgo de la operación contratada.

3. Otro de los instrumentos o medios correctores del nominalismo es el judicial,


es decir, se acude al juez invocando la llamada cláusula rebus sic stantibus con la que se
quiere poner de relieve que la sumisión de las partes a lo que se hubiese pactado, opera
siempre que las circunstancias iniciales se mantengan a lo largo de su duración, pero si
alteraciones posteriores e imprevistas modifican la situación inicial de equivalencia de las
prestaciones de forma importante –las cosas no están como eran inicialmente- se reconoce
el derecho a las pates a solicitar del juez la resolución del contrato para adaptarlos a las
nuevas circunstancias.
Con estas cláusulas la suma a pagar queda fijada en relación a determinados
índices; de modo que la cantidad de dinero aumentará o disminuirá en la misma
proporción en que haya aumentado o disminuido el índice que, se haya tomado como
referencia.
Ahora bien, en la actualidad es frecuente el pago de las deudas pecuniarias
mediante tarjetas de crédito o de débito. También es posible y se está planteando la
posibilidad de pagar con criptomonedas (criptoactivos). Recientemente, se ha aprobado
la Circular 1/2022, de 10 de enero de la Comisión Nacional del Mercado de Valores
relativos a la publicidad sobre criptoactivos presentados como objeto de inversión. Lo
cierto es que, desde la aplicación del pago de criptomonedas Bitpay se puede comprar e

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intercambiar diferentes criptomonedas (Bitcoin, Etherum, Litecoin, Bitcoin Cash),
además de poder realizar pagos desde ella. Amazon Coins son una moneda virtual puede
utilizar para comprar aplicaciones, video juegos y demás elementos que se ofrecen en
Amazon Appstore. Precisamente, Amazon lanzará su criptomoneda en 2022 (Amazon
Token).
Precisamente, con relación a los criptoactivos se han aprobado recientemente:
1. El Reglamento (UE) 2023/113 del Parlamento Europeo y del Consejo de 31 de
mayo de 2023 relativa a la información que acompaña a la transferencias de fondos y de
determinados criptoactivos y por la que se modifica la Directiva (UE) 2015/849 que tiene
por objeto establecer normas sobre la información que debe acompañar a las
transferencias de fondos en cualquier moneda, en lo referente a los ordenantes y los
beneficiarios de estas, y sobre la información que debe acompañar a las transferencias de
criptoactivos en lo referente a los originantes y los beneficiarios de estas, a efectos de la
prevención, detección e investigación del blanqueo de capitales y la financiación del
terrorismo cuando al menos uno de los proveedores de servicios de pago o proveedores
de servicios de criptoactivos participantes en esa transferencia de fondos o transferencia
de criptoactivos esté establecido o tenga su domicilio social, según corresponda, en la
Unión. Asimismo, el presente Reglamento establece normas sobre políticas,
procedimientos y controles internos para garantizar la aplicación de medidas restrictivas
cuando al menos uno de los proveedores de servicios de pago o de criptoactivos
participantes en esa transferencia de fondos o criptoactivos esté establecido o tenga su
domicilio social, según corresponda, en la Unión.
2. El Reglamento (UE) 2023/1114 del Parlamento Europeo y del Consejo de 31
de mayo de 2023 relativo a los mercados de criptoactivos y por el que se modifican los
Reglamentos (UE) nº 1093/2010 y (UE) nº 1095/2010 y las Directivas 2013/36/UE y UE
2019/1937 que tiene por objeto establecer requisitos uniformes para la oferta pública y la
admisión a negociación en una plataforma de negociación de criptoactivos distintos de
fichas referenciadas a activos y fichas de dinero electrónico, de fichas referenciadas a
activos y de fichas de dinero electrónico, así como requisitos para los proveedores de
servicios de criptoactivos. 2. En particular, el presente Reglamento establece lo siguiente:
a) requisitos de transparencia e información en relación con la emisión, la oferta pública
y la admisión a negociación de criptoactivos en una plataforma de negociación de
criptoactivos (“admisión a negociación”); b) requisitos para la autorización y supervisión
de los proveedores de servicios de criptoactivos, los emisores de fichas referenciadas a

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activos y los emisores de fichas de dinero electrónico, así como para su funcionamiento,
organización y gobernanza; c) requisitos para la protección de los titulares de
criptoactivos en la emisión, la oferta pública y la admisión a negociación de criptoactivos;
d) requisitos para la protección de los clientes de los proveedores de servicios de
criptoactivos; e) medidas dirigidas a prevenir las operaciones con información
privilegiada, la divulgación ilícita de información privilegiada y la manipulación del
mercado en relación con los criptoactivos, con el fin de garantizar la integridad de los
mercados de criptoactivos.

5.3. Las deudas en moneda extranjera.

Aunque lo normal es que, en las deudas dinerarias, la suma o cantidad que el


deudor debe entregar venga determinada en la especie monetaria de curso legal en el lugar
de celebración del contrato, nada impide, en base al principio de autonomía de la
voluntad, que la prestación venga referida a otro tipo de monedas, de curso legal en otro
país, por ejemplo, en dólares o en libras esterlinas. La forma de cumplimiento o ejecución
de estas deudas se encuentra regulado en el artículo 577 de la LEC.

5.4. La deuda de intereses.

En el tráfico jurídico se considera que el dinero es el modelo o tipo esencial de un


bien productivo, lo que significa que origina para su titular un rendimiento; quien tiene
un capital en dinero espera obtener con su uso una utilidad complementaria que está en
relación directa con su cuantía y con el tiempo de empleo. A ese rendimiento ese
denomina intereses. Para el Código Civil los intereses son una modalidad de los frutos y
estos en sus tres modalidades –naturales, civiles e industriales- son los rendimientos que
producen las cosas fungibles. Cuando el objeto de una obligación lo constituye una suma
o cantidad de dinero su rendimiento se traduce en un incremento de valor que son los
intereses.
Los intereses operan en las deudas de capital o de dinero y su cuantía está
determinada, como se ha indicado, en relación al importe o cuantía de la deuda y al plazo
de duración de la obligación, a mayor tiempo de duración de la obligación mayor cuantía
de los intereses. Son, además, una obligación accesoria de la deuda principal. Existen
porque hay una deuda principal y se extinguen cuando ésta desaparece o se extingue.

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Los intereses en cuanto rendimiento de las deudas de capital, no deben confundirse
con: la renta que es la contraprestación, en metálico o en especie, que una parte de la
obligación asume entregar por el uso o disfrute de una cosa ajena, por ejemplo, la renta
de un contrato de arrendamiento urbano que abona al arrendatario por el uso o disfrute
del piso; ni con los dividendos que son la participación que los socios reciben de las
ganancias obtenidas por la sociedad.
Los intereses son de dos tipos en razón a su origen: convencionales que, son los
que establecen libremente las partes de la obligación; su cuantía y condiciones de pago
son las establecidas libremente por acreedor y deudor. Por aplicación del principio de
autonomía de la voluntad, el único límite que tienen en cuanto a su importe es el que se
desprende de la aplicación de la Ley de Represión de la Usura de 23 de diciembre de
1908, que, aunque, tiene por finalidad acabar con los préstamos usurarios, se estima
aplicable a las deudas de intereses.
Conforme a esta ley son nulos los intereses pactados que superen notoriamente los
normales del dinero o los que se califican como leoninos, considerando como tales los de
importe desproporcionado que, ha sido aceptados, abusando de las circunstancias
personales difíciles en las que se encuentre el deudor (artículo 1 de la Ley). Por lo que,
para considerar ilícitos los intereses se atiende a un doble criterio: uno de carácter
objetivo, que la cuantía de los intereses sea notablemente superior al interés normal del
dinero; y, otro de carácter subjetivo, atendiendo a las circunstancias personales del
prestatario, le han llevado a aceptar tal préstamo con un interés desproporcionado. La
usura, además de la sanción de orden penal, tiene también una sanción de orden civil,
declarando nulo el contrato de préstamo (artículo 3 de la Ley).
Como regla general, en caso de discrepancia sobre la legalidad de los intereses
pactados serán los tribunales los que decidirán sobre su importe.
Se denominan intereses legales a los que vienen impuestos por una norma positiva
en atención a su finalidad se distinguen:
a. Los intereses moratorios que: son un recargo que se impone al deudor como
consecuencia de su retraso culpable en el cumplimiento de una obligación dineraria. Se
refiere a ello con carácter general el artículo 1108 del Código Civil.
b. Los intereses legales retributivos que: son los que persiguen evitar un
enriquecimiento injusto por parte de quien utiliza dinero ajeno sin que se hubiera pactado
una retribución por ese uso. Así se recoge en el artículo 1501.2 del CC, en relación con
el pago del precio en la compraventa.

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c. Intereses legales ejecutorios: llamados también de intereses procesales o de
demora procesal surgen cuando para el cumplimiento de una deuda dineraria fue
necesaria una sentencia que condene al deudor al pago de una cantidad (artículo 576 de
la LEC). Se produce desde que se dicta sentencia o resolución judicial que condena al
pago de una cantidad dineraria líquida. Su finalidad es la de fomentar el cumplimiento,
por parte del deudor de las sentencias de condena al pago de una suma de dinero,
disuadiéndole a presentar recursos con el simple objetivo de retardar la ejecución del fallo
condenatorio.
La cuantía de los intereses legales viene fijada por la propia ley, determinándose
la misma en cada momento aplicando el tipo básico del Banco de España vigente a día en
que comience el devengo, según dispone la Ley de 29 de junio de 1984, estando fijado en
la actualidad, según la Ley de Presupuestos Generales del Estado en un 3% anual para el
año 2022.
Siendo los intereses una obligación dineraria accesoria de otra de la misma
naturaleza corresponde, en principio, al deudor determinar si la cantidad que entrega al
acreedor corresponde al pago de la deuda principal o a los intereses, pero esta libertad del
deudor viene limitada por lo dispuesto en el artículo 1173 si la deuda produce interés, no
podrá estimarse hecho el pago por cuenta del capital, mientras no estén cubiertos los
intereses. El acreedor puede rechazar la imputación que hace el deudor que paga la deuda
principal, mientras no se hayan pagado todos los intereses. La razón que explica esta regla
es evitar que el deudor se libere de cumplir la deuda accesoria, pagando la principal, pues,
la extinción de ésta lleva aparejada la de la deuda accesoria y, por tanto, la deuda principal
deja de ser productiva. Por ello, se le concede al acreedor rechazar la imputación de pago
de la deuda principal, mientras no se hayan pagado los intereses; con lo que la deuda
seguirá generando intereses, mientras no sean satisfechos en su totalidad. El acreedor
cuando entregue al deudor recibo de haber recibido el pago, debe indicar si lo recibido se
refiere a la deuda principal o a los intereses, ya que, si no dice nada, opera lo dispuesto
en el artículo 1110 conforme al cual el recibo del capital por el acreedor, sin reserva
alguna respecto a los intereses, extingue la obligación del deudor en cuanto a éstos. Se
trata de una presunción iuris tantum de pago de intereses, de manera que el acreedor, si
no recibió el importe de los intereses, debe hacerlo constar así en el recibo que entregue
al deudor, para poder reclamárselo. El precepto es aplicable tanto en el ámbito civil como
mercantil. Como hemos indicado, se refiere al caso en que el acreedor ha entregado al

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deudor un documento en que reconoce habérsele restituido el capital y es coherente con
lo previsto en el citado artículo 1173 del CC.
Los intereses se devengan en la forma pactada, normalmente, suelen fijarse por
años, pero pueden señalarse períodos más reducidos: mensual o trimestral y, como de
trata de una prestación periódica. Se discute sobre el plazo de la acción para reclamarlos,
la doctrina de forma dominante indica que, se rige por el artículo 1966.3 del Código Civil,
conforme al cual prescriben a los cinco años las acciones de pagos que deban hacerse por
años o en plazos más breves. No obstante, la cuestión hoy carece de importancia desde el
momento que, el artículo 1964.2 del Código Civil establece también un plazo de 5 años
de prescripción de las acciones personales que no tengan establecido plazo especial.

5.5. El anatocismo.

Se llama anatocismo a la conversión de los intereses vencidos y no pagados de


una deuda dineraria, en capital que se suma o añade al importe de la deuda principal
generando nuevos intereses. En otras palabras, son los intereses de los intereses. Los
intereses vencidos se capitalizan y producen, a su vez, intereses.
Desde el punto de vista de la economía es una modalidad o regla de interés
compuesto y su finalidad es forzar al deudor a cumplir voluntariamente con la deuda de
intereses, pues, si no lo hace el importe de la deuda principal se incrementa con la cuantía
de los intereses no pagados y el nuevo capital así formado, genera, a su vez, nuevos
intereses a cargo del deudor.
Se admiten dos tipos de anatocismo: el convencional, establecido libremente por
las partes; y el legal que opera en ausencia de pacto, al que se refiere el artículo 1109 los
intereses vencidos devengan el interés legal desde que son judicialmente reclamados,
aunque la obligación haya guardado silencio en este punto. En los negocios de comercio
se estará a lo que dispone el Código de Comercio. Los Montes de Piedad y Cajas de
Ahorro se regirán por sus reglamentos especiales. El anatocismo legal no opera de forma
automática por el simple hecho del incumplimiento de la deuda de intereses; para que se
produzca, es preciso que el acreedor reclame judicialmente su cumplimiento, presentada
la demanda los intereses vencidos y no pagados, se convierte en capital que sumado a la
deuda dineraria principal generará nuevos intereses.

5.6. Deudas de valor.

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Las deudas de valor son aquellas en las que el dinero funciona como medida o
equivalente de un bien o servicio que no se recibe (por ejemplo, como consecuencia de la
pérdida de la cosa debida, por culpa del deudor) o de la reparación del daño que se origina
(por ejemplo, el resultante de un accidente de tráfico).
A este tipo de deudas, por su naturaleza, no se les aplica el principio nominalista
y salvo que otra cosa se dispone (como por ejemplo, sucede en el artículo 1307 del CC),
habrá que determina su cuantía en atención al valor que hubiera tenido el bien o servicio
al tiempo en que se dicte sentencia de condena (por lo tanto, no en el momento de pérdida
de la coda debida); y lo mismo, en el caso de resarcimiento motivado por un hecho
generador de responsabilidad civil extracontractual (por eso, en la valoración de los daños
ocasionados en accidentes de circulación ni se tiene en cuenta el baremo correspondiente
al año en que ocurrieron los hechos, sino el del año en que se produce el alta definitiva
del perjudicado).

6. OBLIGACIONES LÍQUIDAS E ILÍQUIDAS.

Esta clasificación tan solo es aplicable a aquellas obligaciones cuya prestación


consista en la entrega de una cantidad de dinero, de manera que serán líquidas cuando la
cantidad de la que se trate esté ya perfectamente cuantificada o pueda cuantificarse en
cualquier momento mediante una simple operación aritmética (por ejemplo, el deudor
debe entregar al que le cuidó la casa en vacaciones un total de 3.000 euros); e ilíquidas
en caso contrario; por ejemplo, la cantidad que puedo reclamar en concepto de
indemnización por daños que he sufrido en un accidente de tráfico que, habrá de ser fijada
tras los oportunos trámites judiciales.
No carece de importancia práctica esta clasificación, sobre todo por lo que afecta
a una posible mora (retraso en el cumplimiento) por parte del deudor, toda vez que ésta
no puede tener lugar en tanto su deuda no esté debidamente cuantificada, esto es, sea
líquida.

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