Yo Soy El Juicio
Yo Soy El Juicio
Yo Soy El Juicio
El día
de la luz ha llegado. Yo soy el ángel de la renovación, ha acabado
la oscuridad que te perseguía. Asume el cambio que está por
venir, será lo que esperabas.
Después de la cumbre espiritual que supuso la carta de el Sol, el espíritu
humano está completamente preparado para escuchar la llamada
definitiva, la llamada que nos permitirá ser quien verdaderamente somos
y a la vez fundirnos con lo que nos rodea en perfecta armonía.
Esta llamada es a la vez terrible y gloriosa, y es por eso que está
representada con la imagen de El Juicio Final; pero hasta el propio Waite,
con su cristianismo esotérico, admitirá que “sólo los que no pueden ver
más allá” se quedarán en esa escena de juicio y resurrección, porque la
carta significa mucho más.
Un ángel muy similar al que aparecía en la carta de los
Enamorados preside la carta, entre nubes; su gesto es sereno y casi
ausente, ya que toda su fuerza está concentrada en soplar la trompeta
que llama a las almas a despertar.
De la trompeta pende una bandera con una cruz; este símbolo, más que
valor religioso, representa exactamente lo que su forma indica; la unión o
cruce de varios caminos en un solo punto.
El ser humano, sin dejar su vida normal, escucha una llamada espiritual y
la sigue; en su espíritu se unen el pasado y el presente, la vida antigua y la
nueva. El hecho de que la cruz sea roja , color de energía, implica una
llamada a vivir esa llamada de forma activa y práctica en nuestras vidas.
Es en la parte de abajo donde Waite ha realizado la mayoría de cambios
con respecto al tarot de Marsella; los personajes principales, sin embargo,
siguen siendo tres, que surgen de las tumbas y cuyas pieles grisáceas
parecen reflejar esa oscuridad que han abandonado.
Dos de ellos son una pareja como la que veíamos en los Enamorados y el
Diablo; pero en esta ocasión miran directamente al ángel, escuchando y
recibiendo su llamada con gozo y alegría, ya que están preparados para
seguirla.
Entre ellos está un niño, fruto de su relación, cuya cara no podemos ver;
eso es porque el niño representa a todo aquel que ve o consulta la carta, y
sólo dicho consultante puede saber si escuchará esa llamada o no, y es por
esto que el rostro del niño es un enigma.
Waite añade más figuras al fondo, para recordarnos que no estamos solos,
que, como indica Rachel Pollack, no somos verdaderamente libres si otros
son esclavos, y que oír la llamada de nuestro espíritu no es un acto
egoísta, sino uno que ha de servirnos para mejorarnos a nosotros y a lo
que nos rodea.
Las montañas del fondo son llamadas por Waite “montañas del
pensamiento abstracto” indicando que el alma, al aceptar la llamada
divina, es capaz de ver las cosas tal y como son, sin el engaño de los
sentidos, como los ideales platónicos.
La vida y el mundo se contemplan con otros ojos. El Juicio, ya sea una
llamada espiritual o vocacional, un cambio de vida o de profesión, o
cualquier otro tipo de cambio, supone un desafío que nos llega porque
estamos preparados para aceptarlo; nos cambiará para mejor y nos
acercará más a nosotros mismos, a lo divino y a lo que nos rodea ,como
una nueva vida, como una resurrección.