La Solucion Verde Final
La Solucion Verde Final
La Solucion Verde Final
La solución verde
Crisis, Green New Deal y relaciones
de propiedad capitalista
2 La solución verde
Todas estas aportaciones han hecho posible y enriquecido este trabajo. Cual-
quier error o imprecisión, así como el enfoque y contenidos del documento, son
responsabilidad de los autores.
6 La solución verde
Índice de gráficos
Gráfico 1.1. T
asa General de Beneficio Mundial durante
el periodo 1950-2016 en países del G20 44
Gráfico 1.2. T
asas de beneficio en los países centrales
(1850-2009) España y China (1950-2009) 45
Gráfico 1.3. P
roductividad del trabajo (% crecimiento del PIB
por hora trabajada) en el periodo 1970-2019
en países del G7 46
Gráfico 1.4. E
volución de la participación de la renta del
trabajo en la renta nacional bruta entre 1970-2016
en economías avanzadas 47
Gráfico 3.1. E
misiones territoriales (líneas continuas) y de consumo
(discontinuas) en principales países emisores 82
Gráfico 3.3. C
ompras netas acumuladas del Programa de Compra
de Activos del BCE (en miles de millones de euros) 84
Gráfico 3.5. E
valuación del mercado europeo de partenariados
público-privados 91
Gráfico 4.1. T
asa general de beneficio y deuda global
(mediana de la deuda respecto al porcentaje
del PIB) 107
1 Introducción
Introducción
Los Freeling son una familia de clase media americana que vive en una urbani-
zación de California. Él es promotor inmobiliario y ella es ama de casa. En mitad
de una noche cualquiera, su hija Carol Anne empieza a hablar con la televisión
y avisa a sus padres de que algo tenebroso va a pasar porque «ya están aquí».
Un árbol monstruoso del patio trasero intenta llevarse a la niña y, a partir de ese
momento, todo tipo de fenómenos paranormales amenazan sus vidas. Médicos,
chamanes y parapsicólogos buscan el origen y la solución para el fenómeno. Al
final resulta que toda la urbanización fue construida sobre un antiguo cemente-
rio indio y un grupo de espíritus molestos quieren vengarse. Esta es la trama de
la película Poltergeist, que bien podría ser interpretada como una metáfora so-
bre los mensajes que envía la naturaleza a la humanidad para que rectifique sus
malos comportamientos. Sin embargo, desnuda de toda su fantasía, Poltergeist
más bien nos muestra una concatenación de decisiones público-privadas en las
que la violencia contra formas de vida pasadas y el imperativo del beneficio
son las causas originarias del problema. Con la ayuda del Estado, la promotora
inmobiliaria transforma los usos del suelo para asegurarse un pelotazo rentable
sin considerar lo más mínimo todo el metabolismo social y cultural integrado.
Dejando a un lado los árboles endemoniados, rápidamente aparecen el poder
colonial, el capital inmobiliario y la naturaleza convertida en un recurso explota-
ble. La conclusión sería que para diseñar una solución acorde a lo que ocurre en
este mundo, parece sensato poner el foco en las relaciones de poder y en los
factores estructurales que originan un problema.
1 Bookchin, M., «An Open Letter to the Ecology Movement», en Toward an Ecological Society, Black Rose Books, Mon-
treal, 1980.
2 La solución verde
Pocos años más tarde, Raymond Williams ofrecía una visión compatible con la de
Bookchin, pero señalando a su vez el haz de relaciones que convierte cualquier
forma de vida, energía y recurso en un todo que es apropiado, transformado y
explotado.
Es inevitable que estos argumentos parezcan hoy tan pertinentes como hace
cuarenta años. La amplia difusión de un movimiento ecologista que exige medi-
das contundentes a los gobiernos para frenar el cambio climático es una llamada
a la esperanza, pero también puede generar diagnósticos sesgados o incomple-
tos. Si nos dejamos llevar por la inercia, pueden apoderarse de nosotros los mis-
mos malentendidos espiritualistas que en Poltergeist o las confusiones políticas
señaladas por Bookchin y Williams. No sirve de mucho sobredimensionar la per-
tinencia o la parcialidad de la aplicación de medidas medioambientalistas frente
a la crisis ecológica, pero de menos sirve pensar que toda confianza depositada
en ellas es cosa de optimistas y que matizar su capacidad transformadora es
un entretenimiento de almas oscuras. Nuestro grado individual de optimismo o
pesimismo no puede ser el baremo con el que medir el rigor de un diagnóstico
y unas soluciones que afectan a lo común. El debate sobre nuestra fuerza pre-
sente y nuestra capacidad para diseñar un futuro mejor debería tomarse más en
serio.
que por implementar soluciones sobre contextos mal definidos o que acaban
beneficiando a grupos dominantes. En rigor, eso es la hegemonía. Poco tiempo
ganamos realmente si las respuestas a una crisis sistémica son ajustes que, pro-
metiendo reducir la combustión fósil, a su vez reavivan el ciclo de acumulación
capitalista, reeditan las alianzas público-privadas y reproducen la dominación
del Norte sobre el Sur. ¿La urgencia de medidas que contrarresten algunas di-
mensiones de la crisis ecológica pasa forzosamente por aplicar los principios y
la agenda del crecimiento verde? ¿No hay alternativa a la solución verde capita-
lista?
Según se activan las consultoras que mercadean con kits de soluciones instan-
táneas intentando absorber dinero público, nos sonríe la tentación de entrar en
esa competición con un tono más popular y radical. Mientras tanto, nos espera
una tarea política pendiente menos heroica y chispeante centrada en enmarcar
bien cuáles son nuestras verdaderas preguntas políticas. Elegir esta opción no
significa que todo objetivo se reduzca a alimentar certezas para la desesperanza
o buscar un espacio cómodo en algún rincón de purismo reconfortante. Por lo
menos no es nuestra posición. Más bien se trata de practicar la máxima hones-
tidad intelectual y política para no camuflar problemas ligados al pasado que ya
condicionan el presente sin dejar de formular propuestas para un futuro mejor.
El juicio sobre si lo hemos conseguido o no queda a criterio de quienes lean de
forma crítica los cuatro capítulos que hemos desarrollado.
En el primer capítulo exploramos las raíces históricas del Green New Deal se-
parando los dos conceptos que lo componen para entender mejor la realidad
política que se produce en su unión. Diseccionar la historia y los debates tanto
del New Deal como de su componente Green nos lleva a cuestionar los funda-
mentos de quienes describen esta era ecológica como Antropoceno frente a las
posiciones que la definen como Capitaloceno. Lo que está en juego no es un
debate conceptual ocioso, sino una comprensión más precisa de la actual crisis
para poder actuar políticamente.
1. ¿GREEN?
¿NEW DEAL?
1.2 ¿GREEN? KEYNESIANISMO,
ECOLOGISMO Y ANTROPOCENO 19
1.2.1 Los límites ecológicos del New Deal 19
1.2.2 El eterno retorno del malthusianismo 20
1.2.3 Antropoceno, un antropocentrismo renovado 23
1.2.4 Economía ambiental y economía ecológica:
el debate en el corazón del Antropoceno 27
1.3 CAPITALOCENO, LA ERA
GEOLÓGICA DEL CAPITAL 31
6 La solución verde
7 I. ¿Green? ¿New deal?
Introducción
La profundísima crisis económica que ha sobrevenido a la irrupción de la pan-
demia de la covid-19 desde principios de 2020 ha acelerado muchas de las
tendencias, más o menos subterráneas, que ya definían la coyuntura mundial.
Una situación marcada por la atonía de la inversión, el estancamiento secular
de la productividad y unas tasas de crecimiento anémicas. Tales tendencias de-
crecientes tienen como soporte políticas monetarias expansivas de los bancos
centrales, que se han multiplicado durante la pandemia global.
Sin embargo, no es solo una cuestión de números. La actual también es una crisis
de los discursos legitimadores del capitalismo y, a su vez, de los programas y las
recetas de la izquierda política global. La solución financiera se va desploman-
do al no lograr convertir un modelo de apropiación de la riqueza en formas de
gobernabilidad basadas en el consentimiento de las poblaciones excluidas y no
solo en la coerción a través de la violencia o su amenaza. Se trata de una de las
consecuencias visibles de la financiarización del capital y su carácter dominante
en el proceso de acumulación. En ese sentido, nuestra época se presenta radi-
calmente diferente a esos momentos en que el capitalismo comercial o industrial
era capaz de asumir la apariencia de un proyecto civilizatorio. En respuesta a esa
incapacidad para gestionar los conflictos latentes aparecen nuevos marcos que
prometen una nueva concordia social global.
En la primera parte de este capítulo, nos centramos en analizar las raíces histó-
ricas de la apuesta económica y política de la UE en la actualidad, el Green New
Deal. Un marco que también se presenta como la alternativa para ocupar ese
mismo lugar hegemónico en Estados Unidos, China y los países emergentes.
New Deal y Green son dos componentes semánticos de larga tradición que, por
separado, movilizan distintos afectos políticos. En su aparición conjunta, abren
un campo de problemas relativamente novedoso. Por un lado, el New Deal re-
vive ese momento mitológico en que capital y trabajo encontraron un espacio
común de coexistencia en las refundaciones del Estado en la posguerra euro-
pea y americana. Por su parte, el Green remite de la manera más indiferencia-
da posible a una crisis ecológica de dimensiones gigantescas solo reconocida
desde hace poco, y de manera limitada, por las agencias estatales nacionales,
internacionales o transnacionales.
En la segunda y tercera parte, recorremos los límites ecológicos del New Deal y
las diferentes posiciones del ecologismo para construir el problema que define
la relación entre capitalismo y naturaleza. En gran medida, estas disertaciones
se pueden dividir entre las que proceden de la tradición de las ciencias naturales
y apuestan por el término Antropoceno y las que proceden del campo político
y que, vinculando los conflictos capital-trabajo con los asociados a capital-natu-
raleza, han acuñado el término Capitaloceno. Escapando de la discusión termi-
nológica, el objetivo es intentar una descripción solvente de las diferentes rea-
lidades políticas que representan ambos términos y que enmarcan este trabajo.
8 La solución verde
La actual referencia al New Deal remite al giro del presidente Roosevelt hacia la
regulación estatal del mercado tras la crisis de 1929. Al proclamar su vuelta, se
intenta traer a primer plano el mito de la concertación armónica entre capital, tra-
bajo y Estado. La triada quedaría unificada en una óptica macroeconómica key-
nesiana donde la inversión pública o privada, el crecimiento del PIB y la creación
de empleo son esferas prioritarias de la política económica frente al control del
déficit o la inflación. El New Deal también señala el momento, no menos mitoló-
gico, en que un gobierno y un presidente «cambiaron el mundo» a través de una
revolución desde arriba que rediseñó las sociedades capitalistas avanzadas,
empezando por su potencia emergente, los Estados Unidos, y sin poner en ries-
go su carácter plenamente capitalista. Pero ¿qué hay detrás de este mito? ¿Qué
condiciones históricas se dieron realmente para que avanzara el New Deal?
3 Esta lectura se puede encontrar en B. Ackerman, We the people. Fundamentos de la historia constitucional estadou-
nidense, vol. 1, IAEN, Traficantes de Sueños, col. «Prácticas constituyentes», Quito-Madrid, 2015.
9 I. ¿Green? ¿New deal?
El relato estándar del New Deal presenta a Roosevelt como hombre de gran con-
ciencia social dispuesto a terminar con el desempleo en Estados Unidos. Guiado
por ese fin, Roosevelt se enfrentó a la derecha económica conservadora y a las
grandes fortunas estadounidenses, subiendo los impuestos para financiar los
programas de empleo público o producidos por la demanda efectiva del Estado.
En efecto, el New Deal tiene algo de construcción del Estado como capitalista
colectivo capaz de coordinar procesos de acumulación pujantes e innovadores
en una economía nacional de tamaño continental, actuando por encima de los
intereses particulares de los capitalistas individuales. Por otro lado, las políticas
keynesianas relanzaron el proceso de acumulación hasta arrojar tasas de bene-
ficio muy superiores a las registradas en todo el siglo XX en los países centrales,
que convencieron temporalmente a las elites empresariales de las bondades del
modelo keynesiano a ambos lados del atlántico y en Japón.
4 El término «siglo XX corto», popularizado por Eric Hobsbawm, parece que se ha establecido como la periodización
aceptada del paso del ciclo liberal británico del XIX al ciclo fordista-keynesiano americano, al menos en su fecha
inicial (1914-1991). Sobre la fecha de cierre hay menos acuerdo. La periodización puede variar dependiendo de si se
toman como referencia los hitos políticos o los económicos. E. Hobsbawm, Historia del Siglo XX, Crítica, Barcelona,
1995.
10 La solución verde
término Green. En los puntos que siguen, desglosamos estas críticas para inme-
diatamente después retomarlas en una visión actualizada que nos permita en-
tender los desajustes históricos y políticos de su reedición ajustada al contexto
contemporáneo.
5 La National Labour Relations Act de 1935 fue la primera ley que regularizó las relaciones sindicales en Estados Uni-
dos y que marca el paso al segundo New Deal en ese mismo año. El primer New Deal (1933) se centró en la reforma
económica, monetaria y financiera, y durante el mismo también comienzan las grandes obras públicas de la PWA
(Public Works Administration). El segundo New Deal (1935) estará mucho más centrado en la gestión de la fuerza de
trabajo y la delimitación de los ámbitos de la reproducción social.
11 I. ¿Green? ¿New deal?
IV. Nuevo orden monetario mundial. Una última objeción a la visión tec-
nocrática y estatocéntrica del New Deal la encontramos al enmarcar el orden
financiero de la época. La ampliación de los niveles de gasto público necesarios
para construir la demanda del Estado como un agente director del proceso eco-
nómico, una dimensión fundamental del New Deal, fue garantizada por el nuevo
orden monetario de Bretton Woods. La reestructuración del sistema de pagos
mundiales, tras el hundimiento de las divisas nacionales durante el periodo de
entreguerras y la crisis de la libra esterlina y el patrón oro, trajo las bandas de
fluctuación de las monedas en torno al patrón oro marcadas por la consolidación
del dólar como moneda de referencia mundial. En este sentido, Bretton Woods
refrendó la posición de los Estados Unidos como hegemón global del proceso
de acumulación, dotándolo de todos los beneficios en términos de emisión de
moneda que garantizan los derechos de señoreaje7. La coronación de Estados
Unidos como garante de la circulación monetaria global a través del dólar ahu-
yentó al fantasma de su posible pérdida de valor. En parte, esto ocurrió gracias
a la puesta en circulación de nuevas masas de dólares para financiar el desplie-
gue de las nuevas políticas públicas.
6 Dalla Costa, M. A., «Familia, políticas de bienestar y Estado entre progresismo y New Deal», en Dinero, perlas y flores
en la reproducción feminista, Akal, Madrid, 2009.
7 Steil, B., La batalla de Bretton Woods, Planeta, Barcelona, 2016.
12 La solución verde
8 Nos referimos a R. Pollin, Los contornos del declive, Akal, col. «Cuestiones de antagonismo», Madrid, 2003.
13 I. ¿Green? ¿New deal?
El marco del New Deal no está del todo completo si, además de situar y com-
prender políticamente sus singularidades históricas frente a las del presente, no
exploramos su relación con el nacimiento de las instituciones europeas. El famo-
so Plan Marshall fue el modelo de extensión a Europa del New Deal americano.
Todo el espacio europeo occidental cayó bajo el control directo de Estados Uni-
dos en la posguerra y, de forma indirecta, al marcar el paso de las condiciones
económicas globales, delimitaba las condiciones de posibilidad del bloque so-
viético en Europa Oriental. Al concebirse como un ajuste meramente tecnocrá-
tico para las nuevas condiciones económicas, los Estados-nación podían apa-
recer como los responsables políticos del nuevo crecimiento, el pleno empleo
y el consumo de masas. En última instancia, con cuerpos de altos funcionarios,
gobiernos y ordenamientos político-jurídicos, los Estados aparecían como pro-
ductores de la paz social. Sin embargo, sin las condiciones de partida garantiza-
das por la recién nacida Comunidad de las Comunidades Europeas, cada país
habría tenido bastantes dificultades para construir el modelo keynesiano por su
cuenta sin caer en la tentación de la tradicional guerra-saqueo europea entre
Estados-nación con jurisdicciones minúsculas y nacionalismos encendidos.
9 Milward, A., The European Rescue of the Nation-State, Routledge, Londres, 1992.
10 Keynes, J. M., Las consecuencias económicas de la paz, Alianza, Madrid, 1995.
11 No es complicado escuchar los ecos del congreso del SPD en Bad Godesberg de 1959 y sus múltiples descontentos
en el PSOE de la Transición española o en el debate más reciente entre fundis (fundamentalistas) y realos (realistas)
en el Partido Verde Alemán. Partido que emergió para desbloquear las fuerzas de transformación que el SPD había
encerrado bajo llave en Bad Godesberg y, desde el infame gobierno rojiverde de Gerhard Schröder y Joshka Fisher,
terminó siendo una versión del reformismo económico y social del SPD, menos dependiente del poder sindical cor-
porativista, que en Alemania es notable, pero igual de inocuo que el original.
16 La solución verde
y sujeta a una funcionalidad concreta que traería el bien mayor desde el punto
de vista del Estado alemán: una división continental del trabajo12.
12 El canciller Erhard, en ejercicio como ministro de economía durante el gobierno de Adenauer entre 1949 y 1963, y
luego canciller federal hasta 1966, es considerado el maestro de obra del modelo económico de la RFA y el repre-
sentante de la escuela ordoliberal de mayor perfil político; era claro al respecto: «La idea de que un mercado común
exige las mismas condiciones en la competencia, las mismas cargas, los mismos salarios, la misma jornada laboral o
los mismos costes parciales, y de que tendría que crearse un sistema de asimilaciones para conseguir la nivelación,
no puede armonizarse ni con la teoría ni con la práctica de la división internacional del trabajo». Erhard, L., Economía
social de mercado: su valor permanente, Rialp, Madrid, 1994.
13 ste enfrentamiento distó mucho de ser un elegante intercambio de posiciones teóricas sobre la obra de Marx y se
E
pareció mucho más a una guerra abierta en el seno del movimiento obrero alemán, reprimida, ya desde posiciones
plenamente de Estado, por el ala integrada del SPD, sin escatimar en asesinatos políticos y violencia disuasoria
para encuadrar a los muy dinámicos elementos revolucionarios del SPD. En el campo sindical, punto estratégico
fundamental para dirimir el carácter de la socialdemocracia alemana, se operaron las suficientes fragmentaciones y
jerarquizaciones de las categorías laborales, siendo nativos-migrantes y hombres-mujeres los dos ejes centrales de
exclusión, como para que las capas nativas alemanas masculinas accedieran a las capas de cuadros intermedios del
modelo alemán por la vía sindical, mientras categorías enteras de trabajadores que eran absorbidas por el meteórico
crecimiento de la manufactura alemana tras la Segunda Guerra Mundial quedaban encuadradas de forma subalterna
a las nuevas posiciones de mando sindical. Roth, K.H. y Ebbinghaus, A. El «otro» movimiento obrero y la represión
capitalista en Alemania (1880-1973), Traficantes de Sueños, colección «Historia», Madrid, 2011.
14 La crítica de Bernstein a Marx descansaba en la constatación, a primera vista y en el corto plazo, del carácter mate-
rialmente progresivo del capitalismo del cambio del siglo XIX al XX que, por un lado, estaba aumentando los niveles
de vida de la clase obrera y, por otro, diluyendo la propiedad privada pura en la forma socializada de la sociedad
por acciones. Evidentemente, las predicciones de Bernstein funcionan en un sentido temporal contrario a las de Karl
Marx. Las posiciones de Bernstein, que de alguna manera ganan en Bad Godesberg, fueron palpablemente correctas
en el corto plazo, pero hoy son inviables en la inmensa mayoría de sus formas, aunque los restos de las distintas so-
cialdemocracias sigan sacándoles un rédito electoral, decreciente pero aún existente. El caso de Marx es a la inversa,
en un primer momento los hechos parecían alejarse de su análisis de futuro, pero hoy son plenamente pertinentes,
eso sí, una vez depurado de añadidos estatistas y estalinistas interesados de los distintos tipos de socialismo real o
eurocomunismos. Para una revisión actual de los principios de la socialdemocracia alemana, hecha por sus propios
think tanks, véase: Bläsius, J.; Gombert, T.; Krell, Ch.; Timp, M., Foundations of social democracy, Friederich Ebbert
Stiftung, Berlín, 2009.
17 I. ¿Green? ¿New deal?
la total integración del SPD como fuerza motriz del naciente Estado de la Repú-
blica Federal de Alemania. La naturaleza social y política del Estado alemán de
posguerra, incomprensible sin tener en cuenta la fusión de facto entre ordoli-
berales, democratacristianos y la socialdemocracia reformista de base sindical
corporativista, ha sido tan poco estudiada en el resto de Europa como decisiva
en su construcción.
En los cursos del Collège de France de 1979, Michel Foucault ofrece un tempra-
no y por ello incompleto análisis de un neoliberalismo ya visible en algunos ras-
gos, pero todavía muy emergente. Foucault advierte que el problema de encaje
del Estado alemán en Europa y en el mundo no está para nada solucionado. Un
problema que es muy anterior al III Reich, al hundir sus raíces en la coexistencia
de una emergente burguesía, gobernando el modelo mercantil y manufacturero
capitalista en la parte Oeste, con las aristocracias militares de corte feudal, que
mantuvieron una segunda servidumbre en el Este a base de modelos disciplina-
rios internos15:
15 Foucault, M., El nacimiento de la biopolítica. Cursos del College de France 1978-1979, Akal, Madrid, 2009.
16 Pannekoek, A., Workers Councils, AK Press, 2003.
18 La solución verde
Sin embargo, Europa languideció durante toda la larga crisis iniciada en 1973 y
que duró hasta los primeros ochenta. En esos años se encabalgan las victorias
de Mitterrand en Francia y de Thatcher en Reino Unido, abriendo el escena-
rio europeo a nuevos poderes nacionales que llevaron a la esfera continental
debates inéditos en la década anterior, en la que Europa, muy golpeada por la
profundidad de la crisis, apenas pudo mantener en pie la Política Agraria Co-
mún. La caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana favorecieron que se
aceptase como inevitable la muerte paulatina del gigantesco aparato del Wel-
fare State europeo, dando paso a la privatización por etapas (pero irreversible)
de cuantos se consideraban activos públicos desmercantilizados. En este caso
(y aquí reside la inversión del sentido común antes dominante) ello no ocurre
por una confianza en la economía salarial privada como mecanismo capaz de
proveer la demanda efectiva de sanidad, los fondos de pensiones, la educación
o la vivienda a precios de mercado, como sucedía en los Estados Unidos del
17 Para una visión clarividente: Mª Fernanda Rodríguez, «Ideología de género y estrategias políticas de clase en el auge
de los fascismos: el caso de EE. UU.», en Familia, raza y nación en tiempos de posfascismo, Fundación de los Comu-
nes, Traficantes de Sueños, Madrid, 2020.
18 Attali, J., C’était François Mitterrand, Fayard, París, 2006.
19 I. ¿Green? ¿New deal?
New Deal, sino como un nicho de negocio para unas finanzas ávidas de unos
beneficios que no encuentran en los ciclos industriales.
20 Polanyi, K., La gran transformación, La Piqueta, colección «Genealogía del Poder», Madrid, 1986.
21 I. ¿Green? ¿New deal?
24 Hardin, G., «The tragedy of the commons», en Science, 13 de diciembre de 1968, vol. 162, issue 3859, pp. 1243-1248
25 Citado en E. Ostrom, El gobierno de los bienes comunes, FCE, México, 1990.
26 La crítica más concluyente desde los parámetros de la academia a Garret Hardin es la de Elinor Ostrom en El go-
bierno de los bienes comunes. Ostrom parte de los propios principios del rational choice para extenderlos en su
análisis sobre la perseverancia histórica de instituciones de acción colectiva que gestionan recursos bajo sistemas
mancomunados, ibid.
23 I. ¿Green? ¿New deal?
Mike Davis analiza simultáneamente las estructuras del poder colonial en Asia
y los patrones de circulación atmosférica conocidos como El Niño y La Niña,
para concluir que los cambios en los regímenes de precipitación debidos a am-
bos fenómenos no bastaban per se para explicar las hambrunas. Las tácticas de
desabastecimiento intencionales del Imperio británico rompieron la economía
de subsistencia del subcontinente, que garantizaba unos mínimos de control
de los campesinos sobre sus condiciones de vida. La hambruna fue el método
utilizado para introducir el régimen de producción de la aldea de la India en el
mercado mundial, o lo que es lo mismo para suprimir cualquier poder sobre las
condiciones de vida materiales de la aldea. Según Davis fue la conjunción inte-
resada de ambos elementos, históricos y ecológicos, lo que produjo el fenóme-
no hambruna; y fueron las elites coloniales capitalistas quienes sacaron rédito
político de él27.
27 Davis, M., Los holocaustos de la era victoriana tardía, PUV, Valencia, 2006. Fue también Mike Davis quien apuntó
a una línea menos conocida, pero desde luego también más orientada a un análisis propiamente político, de fusión
entre el espacio de las ciencias sociales y naturales en su reivindicación del proyecto de historia climática del histo-
riador francés de la escuela de Annales, Emmanuel LeRoy Ladurie. Davis, M., «Tomándole la temperatura a la historia:
las aventuras de Leroy Ladurie en la Pequeña Edad de Hielo», en New Left Review, n.º 110, mayo-junio de 2018.
28 Moore, J. W., El capitalismo en la trama de la vida, op. cit.
29 Fraser, N., «Los climas del capital», New Left Review, 127, marzo-abril de 2021.
25 I. ¿Green? ¿New deal?
publicado por la revista Nature en el año 2002, en el que tras enumerar una
serie de impactos «antropogénicos» sostenía que:
En 2011 Crutzen, junto a otros proponentes del término, lo ponen al día y pro-
ponen formalmente su adopción para designar una nueva era geológica que
seguiría al Holoceno31:
32 Monbiot, G., «Population panic lets rich people off the hook for the climate crisis they are fuelling», en The Guardian,
26 de agosto de 2020: «La fórmula para calcular la huella ambiental es sencilla, pero ampliamente mal entendida:
Impacto = Población x Riqueza x Tecnología (I = PAT). La tasa global de crecimiento del consumo, antes de la pande-
mia, era del 3% anual. El crecimiento de la población es del 1%. Algunas personas asumen que esto significa que el
aumento de la población tiene un tercio de la responsabilidad del aumento del consumo. Pero el crecimiento de la
población se concentra de manera abrumadora entre las personas más pobres del mundo, que apenas tienen A o T
para multiplicar su P. El uso de recursos adicionales y las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el
aumento de la población humana son una fracción diminuta del crecimiento del consumo».
33 Malm, A., Capital fósil, Capitán Swing, Madrid, 2020.
27 I. ¿Green? ¿New deal?
1.2.4 E
conomía ambiental y economía ecológica:
el debate en el corazón del Antropoceno
El modelo keynesiano que dio forma a la economía global de posguerra implica-
ba una suerte de aceleración del proceso productivo capitalista que provocaba
frecuentes saltos de escala ligados a una altísima erosión de los ecosistemas;
una intensidad gradual que se vincula tanto a la producción y el consumo como
a los modelos de despliegue geográfico de las grandes empresas transnaciona-
les oligopolistas, en su mayoría estadounidenses. Por sí mismo, el keynesianis-
mo es incapaz de considerar variables externas a lo monetario que funcionen
como límite a este proceso, ya sean ambientales o de cualquier otro tipo. Frente
a las primeras críticas ecológicas consistentes, la ciencia económica dominante
de raíz keynesiana respondió con la Curva Ambiental de Kuznets. En homenaje
a Simon Kuznets, el inventor de los sistemas de Contabilidad Nacional, esta pro-
puesta defiende que el crecimiento del PIB, al generar mayor ingreso y mayor
empleo, a corto plazo facilita las condiciones de la emergencia de problemas
ambientales, pero a largo plazo también permite su resolución mediante el uso
de ese ingreso extra para atenuar los síntomas de la crisis ecológica.
34 Malm, A., «The origins of fossil capital: from water to steam in the British cotton industry», en Historical Materialism,
n.º 21.1, 2013, pp. 15-68.
35 Marshall, A., Principios de Economía, Síntesis, Madrid, 1986.
28 La solución verde
Sin embargo, la larga crisis que comienza en 1973 va a dejar claro que esta pos-
tura es, en el mejor de los casos, una estilización académica de los intereses
del dinero. Durante este periodo, dos movimientos dan muerte al orden global
keynesiano. En 1971, Estados Unidos desvincula el dólar del oro, dando el pisto-
letazo de salida a la fase hegemónica del dólar como moneda global de reserva
y pagos. En 1973, los países extractores de petróleo elevan los precios del crudo
por el riesgo de agotamiento del recurso.
36 Kapp, K. W., Los costes sociales de la empresa privada, Los Libros de la Catarata, Madrid, 2006.
37 Pigou, A. C., The economics of welfare, Macmillan, Londres, 1920.
38 Esto no significa que los problemas asociados con las emisiones de GEI comiencen en este momento, puesto que se
despliegan a lo largo de toda la era del «capital fósil», tal y como señala Andreas Malm, Capital fósil, op. cit.
29 I. ¿Green? ¿New deal?
39 Daly, H., Steady State Economics, Londres, 1992 y Kunkel, B. y Daly, H., «Ecologías de Escala», en New Left Review,
n.º 109, marzo-abril de 2018.
40 Georgescu- Roegen, N., La ley de la entropía y el proceso económico, Visor-Argentaria, serie «Economía y Naturale-
za», Madrid, 1996.
41 Gutiérrez, J. M. y Naredo J. M. (eds.), La incidencia de la especie humana sobre la faz de la Tierra, Universidad de
Granada, Granada, 2005.
30 La solución verde
Durante los últimos años de la burbuja financiera global que estalló en 2008, el
discurso del Peak Oil o Pico del petróleo basado en la teoría del pico de Hub-
bert42 fue uno de esos intentos de expansión del ecologismo político. Pasando
por encima de algunos principios de la economía ecológica (como la no sustitu-
ción de recursos naturales por dinero) la ausencia de datos geológicos solven-
tes sobre reservas de petróleo y sobre la velocidad de extracción llevaron a los
peakoilers a utilizar como criterio el precio del petróleo. A partir de ese criterio,
analizaron su evolución asimilando de forma lineal la escasez de reservas con
los precios crecientes del petróleo. Bajo este método, aparece el pronóstico que
indica un colapso de la civilización capitalista debido al estrangulamiento de la
oferta de combustibles fósiles por los altísimos precios del crudo previstos43.
Serían muchos los elementos necesarios para un análisis de las causas de este
fallo de predicción. Los precios del petróleo no solo no han subido, sino que
más bien han tendido a la baja en fechas recientes. Un descenso del precio que
no está relacionado con el aumento de las reservas de petróleo, sino por una
creciente competencia entre los productores44. El error de esos análisis está en
su propio origen y de hecho lo comparten con la economía ambiental. Se trata
efectivamente de la visión del dinero como un mero elemento funcional al pro-
ceso capitalista y no como una tecnología relacional sobre la que se encabalga
el poder del capital, la reproducción capitalista y el dominio y explotación de la
fuerza de trabajo. A fin de cuentas, podríamos decir que si algo parece resistirse
a entrar en estas corrientes del ecologismo son las relaciones de poder capita-
listas. Sin embargo, eso para nada significa que la cuestión del poder no se haya
tratado en la economía ecológica. Dos ejemplos cercanos los encontramos en el
ecologismo de los pobres promovido por Joan Martínez Alier y en los estudios
de José Manuel Naredo sobre territorio y poder, ambos dedicados a profundizar
sobre una ecología política del poder y su necesaria superación45.
42 Hipótesis teórica que predijo que el pico de extracción de petróleo se alcanzaría en Estados Unidos a partir de 1971, y
que a partir de esa fecha el coste de extracción por barril aumentaría rápidamente. Muchos analistas han querido ver
en la subida de los precios del petróleo posterior a 1973 la confirmación de las hipótesis de Hubbert, geofísico que
desarrolló por primera vez el modelo matemático del pico de extracción del petróleo. Como se argumenta en el texto,
la confusión entre precios y reservas físicas afecta plenamente a la validez de la hipótesis más allá de la aserción
banal de que el petróleo es no renovable y crecientemente escaso.
43 El documento de mayor rango administrativo en el que se sostiene el discurso del pico del petróleo es el llamado
Informe Hirsch, encargado por la Agencia Norteamericana de Energía: Hirsch, R. L.; Bezdek, R.; Wendling, R., Peaking
of World Oil Production: Impacts, Mitigation, & Risk Management., U.S. Department of Energy, National Energy Tech-
nology Laboratory, 2005.
44 La crítica al enfoque peakoiler no se centra en si hemos alcanzado o no el pico de extracciones. Tal cosa no está en
discusión. La verdadera cuestión es que las predicciones peakolier están ligadas a los precios. Un ejemplo reciente
lo podemos encontrar en el ensayo Petrocalipsis del científico y divulgador Antonio Turiel (2020). Una de las fuentes
de Turiel es el informe de 2010 de la Agencia Internacional de la Energía, en el cual se destaca que en 2005 se llegó
al máximo de la producción del petróleo crudo convencional. A partir de esa afirmación, la AEI lanza escenarios más o
menos funcionales al capitalismo fósil. La cuestión, insistimos, es que la AEI parte de análisis derivados de los precios,
como ocurre en sus metodologías basadas en la producción media anual de millones de barriles diarios. De fondo,
todo descansa bajo la creencia —a menudo inconsciente cuando se citan esos datos— de que cantidades físicas y
dinero mantienen un vínculo directo. Ni que decir tiene que la economía monetaria no solo dificulta comprender el
mercado energético global, sino que oculta sus factores explicativos centrales.
45 Véase Martínez Alier, J., El ecologismo de los pobres, Icaria, Barcelona, 2005, y Naredo, J. M., Raíces económicas del
deterioro ecológico y social, Siglo XXI, Madrid, 2009.
31 I. ¿Green? ¿New deal?
1.3 C
APITALOCENO, LA ERA
GEOLÓGICA DEL CAPITAL
Una manera de resumir lo que en todo este apartado Green se pone en discu-
sión es la necesidad de desfetichizar la mercancía hasta la más remota de sus
capilarizaciones. Algo sin duda omitido por completo en el keynesianismo, pero
también escorado cuando no ausente en algunas corrientes transformadoras
que han intentado comprender la relación entre economía y ecología.
Tampoco hay que olvidar que, en nombre del materialismo histórico, o más bien
en su secuestro estalinista y eurocomunista, se intentó hacer creer al mundo
que el desarrollo agonístico de las fuerzas productivas era la vía para la libe-
ración. La famosa fórmula de Lenin comunismo = soviets + electrificación se
ha tendido a leer enfatizando el sumando desarrollista y pasando por alto el
autogestionario. Si la revolución significa autodeterminación de los oprimidos
32 La solución verde
2. CRISIS DE LA
ECOLOGÍA DEL
CAPITAL
2.1 CRISIS DE LA ECOLOGÍA DEL CAPITAL 38
2.1.1 Un capitalismo necesariamente inestable 39
2.1.2 Inestabilidad y solución financiera 39
2.4 CRISIS DE LA HEGEMONÍA
ESTADOUNIDENSE Y ASCENSO CHINO 53
2.4.1 La muerte del régimen dólar-petróleo 54
2.4.2 Un capitalismo chino con características verdes 57
En realidad, el mero hecho de aceptar que existe una separación entre crisis
endógena (estallido de las contradicciones) y exógena (shock externo) ya reve-
la una posición política. Desde esa posición que muestra desconcierto cuando
no pasividad frente a lo externo, se descarta la posibilidad de acción sobre los
agentes y los conflictos que provocan las crisis al tipificarlos como parte de los
afectados. Sostener cualquier versión del shock externo presupone que las in-
tervenciones políticas ante la crisis solo pueden basarse en «mitigar» efectos y
«adaptar» poblaciones. Esta jerga esconde, como mínimo, dos vertientes que
conducen a la impotencia política. En su versión tecnocrática, supone la subordi-
nación casi total al objetivo de formación de beneficios a través de las finanzas.
En su versión ecomesiánica, conduce a la espera de un fuego purificador frente
a la catástrofe global.
50 Marx y Engels usaron esta metáfora en un sentido de duración diferencial de los procesos históricos y no como
causalidad en el sentido estricto del término. Sin embargo, fue utilizada hasta la extenuación por los manuales de
materialismo histórico de los años sesenta y setenta hasta convertirse en una especie de determinismo económico
plano.
39 II. Crisis de la ecología del capital
Para comprender mejor este proceso, merece la pena seguir brevemente el iti-
nerario del actual hegemón norteamericano resaltando los costes que supone
sostener esas tensiones y su relación con el ascenso contemporáneo de las
finanzas.
51 Arrighi, G., El Largo Siglo XX, op. cit. Después de la que Arrighi denomina hegemonía holandesa del sistema-mundo
en el siglo XVII, las finanzas, en su fusión casi completa con el capital comercial, fueron perfectamente capaces a
nivel tecnológico de desarrollar sistemas de crédito y aseguramiento a plazos entre largos y muy largos.
40 La solución verde
52 El imperialismo tenía un doble sentido de circulación, como acertadamente vieron Hobson, Lenin y Luxemburg desde
posiciones particulares en los textos que abrieron la discusión histórica sobre el imperialismo. Por un lado, llevaba la
competencia entre empresas y Estados-nación capitalistas a todo el mundo y, por otro, traía de vuelta las coyunturas
de las colonias hacia la metrópolis. Entre los requerimientos necesarios para el desplazamiento de los costes de la
competencia estaba un grado amplio de descolonización formal que coexistió con un grado aún más alto de depen-
dencia sustantiva de los entonces «países del tercer mundo» respecto de sus colonizadores europeos, y después,
del imperio norteamericano. A. Hobson, Estudio sobre el imperialismo, Alianza, Madrid, 1981 (1906). Lenin, V. I., El
imperialismo, fase superior del capitalismo, Fundación Federico Engels, 1913, y Luxemburg, R., La acumulación de
capital, 1916.
53 Krippner, G., Capitalizing on crisis: the political origins of the rise of finance, Harvard University Press, 2012.
41 II. Crisis de la ecología del capital
Lo cierto es que, en contra de las apuestas iniciales por los ideales de un mer-
cado armonioso, la necesidad del recurso a la violencia fue permanente. La Ad-
ministración estadounidense no había tomado en cuenta que el gasto en los
medios de coerción necesarios para mantener los derechos de propiedad capi-
talistas iría de la mano con el mayor despliegue de tropas, armamento e instala-
ciones militares del ejército jamás visto en la historia humana. Durante su larga
guerra en Indochina, Estados Unidos comprobó el tipo de costes que ocasiona
el mantenimiento del orden global a través de un modo que más que policial era
propiamente imperial.
El tipo de crisis general que vivimos en la actual fase del capitalismo proviene
de las cenizas del modelo de burbuja financiera global que se fue en 2008 para
no volver. Para designar de manera más precisa esta crisis general, tomamos
prestada de David Harvey su concepción del capital como un haz de relaciones
ecosistémicas insertado de forma extraordinariamente conflictiva en el continuo
ecosistémico que define el planeta Tierra. Nociones como ecología-mundo de
Jason W. Moore o, en menor grado, capital fósil de Andreas Malm hacen refe-
rencia, desde puntos ligeramente diferentes, a la misma realidad: la unidad de
42 La solución verde
2.2 C
RISIS DEL MODO DE
PRODUCCIÓN CAPITALISTA
El sistema capitalista es, en esencia, una máquina de generar beneficios priva-
dos sin interrupción y en escala creciente. Vivir en un mundo plenamente capita-
lista significa que ese mandato se ha extendido a todos los territorios del mundo
y en todas las modalidades de estratificación y segmentación social posibles.
Como ya hemos avanzado, no existe un «estado estacionario» en el capitalismo
realmente existente. Si el capital no logra producir plusvalor en escala creciente
y que se valorice mediante su venta en el mercado, nos encontramos frente a
una crisis de sobreacumulación capitalista. Pero ¿hay realmente una caída del
beneficio? ¿Qué papel cumplen factores como el cambio tecnológico o la pro-
ductividad del trabajo? Tratamos estas y otras cuestiones en los siguientes apar-
tados para, en conjunto, explicar la crisis del modo de producción capitalista.
2.2.1 C
risis de sobreproducción y caída
tendencial de la tasa de beneficio
De entrada, un vistazo al mundo que nos rodea no haría pensar que exista un
problema, precisamente, de extracción de beneficios. A lo largo de las cuatro
54 Las distintas formulaciones de la hipótesis de la ecología del capital, en sus distintas versiones y por orden cronoló-
gico, se pueden encontrar en: Smith, N., Desarrollo desigual, Traficantes de Sueños, col. «Prácticas constituyentes»,
Madrid, 2020; Harvey, D., Justicia, naturaleza y la geografía de la diferencia, Traficantes de Sueños, «Prácticas cons-
tituyentes», Madrid, 2018; Moore, J. W., El capitalismo en la trama de la vida, op cit.; Malm, A., Capital fósil, op cit.
43 II. Crisis de la ecología del capital
55 OECD, The Labour Share in G20 Economies, G20 Employment Working Group, Turquía, 2015.
44 La solución verde
Gráfico 1.1. T
asa General de Beneficio Mundial durante el periodo
1950-2016 en países del G20
11.0
10.5
10.0
9.5
9.0
8.5
8.0
7.5
83
95
71
20 1
13
92
04
74
89
53
68
16
65
07
86
98
10
80
62
77
59
0
19
20
20
20
20
19
19
19
20
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
Si solo se consideran los países capitalistas centrales, los periodos entre 1955-
1959 y 1965-1969 son los últimos momentos históricos en que las tasas de bene-
ficio en esos territorios alcanzaron niveles entre el 20% y el 15%. Desde enton-
ces, se han mantenido por debajo del 15% y amenazando en algunos momentos
por debajo del 10%. La caída por debajo de este umbral, y la presión constante
a la baja sobre la tasa de beneficio, marcan la crisis larga de sobreproducción,
convertida ya en rasgo permanente de las economías capitalistas avanzadas al
que se enfrentan sistemáticamente los actores económicos privados (ver Gráfi-
co 1.2).
45 II. Crisis de la ecología del capital
Gráfico 1.2. T
asas de beneficio en los países centrales (1850-2009)
España y China (1950-2009)
50
45
40
35
30
25
20
15
10
2005-09
2000-04
1905-09
1900-04
1965-69
1995-99
1955-59
1925-29
1865-69
1895-99
1855-59
1960-64
1990-94
1950-54
1920-24
1985-89
1860-64
1890-94
1885-89
1980-84
1880-84
1945-49
1935-39
1940-44
1930-34
1975-79
1875-79
1970-74
1870-74
1915-19
1910-14
A finales de los sesenta y principios de los setenta, el pleno empleo, los movi-
mientos del 68 y el declive de la hegemonía industrial de los Estados Unidos die-
ron como resultado una clase obrera con un enorme poder de negociación. Sus
niveles de captación del producto social en la lucha capital-trabajo pusieron en
jaque el beneficio capitalista y la continuidad del capitalismo en los años setenta.
46 La solución verde
Gráfico 1.3. P
roductividad del trabajo (% crecimiento del PIB por hora
trabajada) en el periodo 1970-2019 en países del G7
-2
1975 1980 1985 1990 1995 2000 2005 2010 2015 2020
56 En los momentos de crisis sistémica, el capital busca desplazar temporal o físicamente sus contradicciones mediante
un largo proceso de destrucción, producción o reconstrucción de espacio. Las políticas de urbanización y financiari-
zación promueven su ampliación sobre el territorio, construyendo una geografía acorde a la circulación y valorización
del capital. El spatial fix o «arreglo espacial» describe ese impulso insaciable del capitalismo para resolver, al menos
temporalmente, sus tendencias inherentes a la crisis mediante la producción de espacio. Cada nuevo ciclo de acu-
mulación conlleva, por tanto, procesos de expansión territorial y prácticas de saqueo de recursos naturales. De forma
especial, remite a procesos ligados a la acumulación de base territorial a partir de entornos construidos, sistemas de
transportes, grandes obras de ingeniería, construcción de viviendas, etc. En Harvey, D. Espacios del capital, Akal, col.
«Cuestiones de antagonismo», Madrid, 2003.
57 Sus infrecuentes aumentos en los países centrales suelen provenir de los momentos de ajuste en la industria en que
los despidos provocan un efecto contable de mayor productividad, pero estos aumentos no se consolidan en una
tendencia medianamente expansiva. Al enfrentarse a la demanda menguante, el mayor stock de capital por trabaja-
dor se convierte en exceso de capacidad productiva.
47 II. Crisis de la ecología del capital
Gráfico 1.4. E
volución de la participación de la renta del trabajo en
la renta nacional bruta entre 1970-2016 en economías
avanzadas
75 %
70 %
65 %
60 %
55 %
20 2
20 0
20 6
20 8
04
86
10
90
16
80
92
14
96
82
12
94
98
76
78
70
88
72
84
74
0
0
0
0
20
20
20
20
20
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
58 Ese pequeño ciclo de crecimiento consolidado de la productividad en Estados Unidos a mediados de los años no-
venta es en buena medida imputable a los cambios en el sector logístico derivados de las externalizaciones a Asia.
El sector logístico se computa como sector servicios de forma absolutamente arcaica. En la actualidad buena parte
de la actividad en la logística sería perfectamente clasificable como manufactura.
59 Brenner. R., La economía de la turbulencia global, Madrid, Akal, col. «Cuestiones de antagonismo», n.º 54, 2009.
48 La solución verde
60 Tampoco es este un fenómeno nuevo. Marx ya señaló cuando se ocupó del capital a interés que los capitalistas
intentan permanentemente que sus procesos de formación de beneficios no pasen por la fase «capital-mercancías»
de su metamorfosis en beneficio, esa no es otra que la famosa M intermedia del formula ciclo D-M-D’, los grandes
capitalistas siempre están interesados en que los ciclos productivos y la formación de beneficio se asemejen lo más
posible a un ciclo D-D’. En palabras de Marx, este es el más alto nivel de fetichización de la mercancía: «dinero que
pare dinero».
49 II. Crisis de la ecología del capital
frenando así la productividad del trabajo y, en última instancia, del empleo. Eso
no significa que el empleo asalariado deje de ser el mecanismo vertebrador de
las sociedades capitalistas, sino que cada vez menos población puede acceder
al modo de integración salarial.
El tamaño de los rescates del sistema financiero global quizás evitó el hundi-
miento del dólar como moneda de reserva, manteniendo a las finanzas con vida
y en una posición hegemónica en el proceso de acumulación capitalista. Pero,
sobre todo, con el estallido de la burbuja española y el encajonamiento de la
crisis global en el flanco sur de la Eurozona, esos rescates impidieron una crisis
completa del sistema financiero global en su eje central atlántico. Nos referimos
a la conexión histórica entre Wall Street y la City de Londres, siendo los dos pun-
tos sobre los que se apoya el dominio del dólar sobre el mercado de divisas en
que se determinan las tasas de cambio de las monedas nacionales.
65 Gowan, P., La apuesta por la globalización, Akal, col. «Cuestiones de antagonismo», Madrid, 2001.
66 Un swap, que a menudo se traduce como permuta financiera, es un contrato por el cual dos partes se comprometen a
intercambiar una serie de cantidades de dinero en fechas futuras. En los datos de la Reserva Federal, desclasificados
en 2011, se puede comprobar la larguísima lista de bancos europeos y británicos que acudieron a las mastodónticas
compras de estos swaps sobre divisas: Barclays, RBS, HBOS, Credit Suisse, UBS, Deutsche Bank, Commerzbank,
Dresdner Bank, DEPFA, BNP-Paribas, Société Générale, Dexia y Fortis. Véase: Tooze, A., Crash, Crítica, Madrid, 2018.
51 II. Crisis de la ecología del capital
67 Implementadas por los Bancos centrales, desde la Reserva Federal, el Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra
y el Banco Central Japonés, los QE son programas de estímulo monetario a grandísima escala consistente en que el
Banco Central adquiere grandes cantidades de deuda pública, y en la última fase también de deuda privada. De esta
manera, se aumenta la liquidez de la economía y, al mismo tiempo, se almacenan las hipotecas y bonos que, de otro
modo, pesarían sobre la actividad de los bancos comerciales. Tooze, A., Crash, op. cit.
68 FMI, Global Financial Stability Report, 2021.
69 Como suele suceder en estos casos, una avalancha de capitales huyendo de los riesgos asociados al crash inmi-
nente se refugió en los bonos del Tesoro americano a diez años como valor seguro, generando un rápido aumento
de las primas de riesgo de los bonos privados. Brenner, R., «Saqueo pantagruélico», en New Left Review, n.º 123,
julio-agosto 2020.
52 La solución verde
En el otro lado del atlántico, la QE llevada a cabo por el BCE no comenzó for-
malmente hasta el 2014 con sus primeras operaciones de compra masiva de
bonos y valores respaldados por activos con el fin inmediato de mantener la
liquidez en el sistema bancario europeo. En una primera fase, las compras de
activos se centraron en la deuda pública de los países miembros, seguida de
una segunda fase con compras de deuda privada. En sus primeros momentos,
la QE europea funcionó como una especie de monetarismo inverso: el aumento
en las cantidades de capital circulante pretendía calentar la economía y lubricar
el crecimiento de la Eurozona. Pero si el monetarismo no comprende las causas
reales de la inflación, lo mismo sucede con la deflación. Los saldos bancarios
estaban todavía llenos de activos dudosos o directamente tóxicos y no había la
menor esperanza de que las instituciones financieras se lanzaran a ofrecer nue-
vos préstamos a las clases medias y a la producción. La QE alejó a los agentes
financieros de los mercados secundarios de deuda. El tamaño de la intervención
fue tan grande que resultó inevitable la caída de precios de los bonos de deu-
da pública —y la subida de la prima de riesgo— debido a la falta de demanda
en los mercados primarios donde los Bancos centrales de los países miembros
venden directamente bonos a los agentes financieros. A cambio del cierre de
estos nichos de beneficio financiero, se dio a los agentes financieros suficiente
liquidez para comenzar un nuevo ciclo en los mercados de acciones privadas,
bonos privados y derivados financieros. El problema de fondo es que no existía
ninguna tendencia rentable subyacente que pudiera alimentar ese ciclo desde
la esfera de la producción. La QE ha quedado claramente presentada como un
dispositivo político para ganar tiempo narcotizando a los agentes financieros
con un carrusel de liquidez permanente.
Alemania se aseguró de que tal movimiento del BCE no fuera posible hasta que
las medidas de austeridad estuvieran bien establecidas en los países deudores
y se garantizara el pago de la deuda. Alemania incluso demandó al BCE ante el
53 II. Crisis de la ecología del capital
Hay algunos elementos diferentes en esta crisis por lo que toca a la configu-
ración política europea. El primero de ellos es que Alemania ya no controla de
manera absoluta el BCE. La puesta en marcha de un segundo bazooka moneta-
rio bajo la forma de QE de emergencia ha corroborado este dato. Las primas de
riesgo de los países del sur han bajado tanto que, de forma momentánea, sus
bonos públicos se venden a interés negativo. Esta coyuntura perjudica la finan-
ciación del Estado alemán mediante el uso del bund como activo de seguridad
de baja rentabilidad en un momento en que el sistema sanitario público alemán
se encuentra desbordado y, en consecuencia, pasará lo mismo con la deuda
pública alemana.
La dureza y el desgaste del Brexit, aunque Gran Bretaña haya sido visiblemente
perjudicada en el divorcio, dificultan a Alemania reproducir la actitud agresiva
mantenida frente a Grecia en 2015. Posición que, además, confiere cierta cre-
dibilidad en el nuevo mundo (imaginario) de valores de «responsabilidad social
y ambiental» en el corazón de una «transición energética justa». La retirada de
Alemania a un segundo plano ha sido suplida por un grupo de países satélite
con Holanda a la cabeza (ridículamente llamados frugales) que ejercen de hal-
cones de la deuda y que, paradójicamente, mantienen más vivos que nunca los
intereses de Alemania.
2.4 C
RISIS DE LA HEGEMONÍA
ESTADOUNIDENSE Y ASCENSO CHINO
La guerra de Vietnam, asegura Arrighi, supuso un giro de la posición de Estados
Unidos en el mundo70. Desde entonces, no paran de crecer los datos y eviden-
cias sobre la trayectoria decadente del único tipo de capitalismo realmente exis-
tente, el dominado por Estados Unidos. Las dimensiones de la discusión acerca
de la muerte de la hegemonía estadounidense y sus consecuencias sobre el
capitalismo global sobrepasaron el estatuto de debate académico y entraron en
70 «La guerra de Vietnam demostró que la protección estadounidense no era tan fiable como proclamaba Estados Uni-
dos y como esperaban sus clientes. En el transcurso de las guerras mundiales, Estados Unidos se había hecho rico y
poderoso dejando a otros países arrostrar la mayor parte del combate, suministrándoles crédito, alimentos y armas,
observando cómo se agotaban mutuamente en los terrenos financiero y militar e interviniendo al final del conflicto
para asegurar un resultado favorable a su interés nacional. En Vietnam, en cambio, tuvo que asumir la mayor parte del
combate en un entorno social, cultural y políticamente hostil, mientras que sus clientes europeos y de Asia oriental
se fortalecían como competidores económicos y las multinacionales estadounidenses acumulaban beneficios en
mercados financieros extraterritoriales, privando al gobierno estadounidense de rentas tributarias muy necesarias.
Como consecuencia de esta combinación de circunstancias, el poderío militar estadounidense perdió credibilidad
y el patrón oro-dólar se vino abajo. Para empeorar aún más las cosas, las Naciones Unidas se convirtieron en una
tribuna resonante para las quejas del Tercer Mundo, generando poca legitimidad para el ejercicio estadounidense de
funciones gubernamentales a escala mundial». Arrighi, G., «Hegemony Unravelling. Part II», en New Left Review, n.º
33, mayo-junio de 2005.
54 La solución verde
Desde luego, poco contaba la derecha norteamericana con que la disputa in-
mediata con China se fuera a jugar en el terreno de la salud pública y el siste-
ma sanitario, una reordenación geopolítica poco previsible en 2019. China justo
acababa de ampliar su red de salud pública hasta abarcar a un alto porcentaje
de su población, como parte de su gigantesco estímulo fiscal keynesiano. En
apenas tres meses, la irrupción del coronavirus en China pasó a convertirse en
una ventaja competitiva más frente a Estados Unidos, en el que probablemente
ha sido el evento más visible dentro del largo proceso de cambio hegemónico
que se lleva sintiendo desde inicios de los setenta.
71 Arrighi también enfatiza el papel de la derrota militar de Estados Unidos en Irak como detonante del salto cualitativo
de China en su estrategia para definitivamente hacerse con el control de la parte productiva de la economía global.
Arrighi, G., Adam Smith en Pekín, Akal, col. «Cuestiones de antagonismo», Madrid, 2009.
55 II. Crisis de la ecología del capital
72 Spiro, D. E., The hidden hand of American hegemony: petrodollar recycling and international markets, Cornell Univer-
sity Press, Ithaca y Londres, 1999.
56 La solución verde
crisis de la deuda en los países del entonces llamado «Tercer Mundo», atenaza-
dos por la presencia ubicua de monocultivos agrícolas y extracciones mineras
orientadas al mercado mundial que habían dejado las metrópolis coloniales en
su territorio.
La OPEP nació auspiciada por el presidente egipcio Nasser como una forma de
evitar que las siete mayores compañías petroleras del mundo (conocidas como
las siete hermanas: BP, Shell, Texaco, Mobil, Exxon, Gulf y Chevron) siguieran im-
poniendo condiciones draconianas a los recientemente independizados países
del «Tercer Mundo». Sin ser la única causante, la OPEP tuvo mucha responsabi-
lidad en la subida de 3$ a 39$ por barril de petróleo entre 1973 y 1980. La inten-
ción original de servir de modelo para más asociaciones de control de precios
de las materias primas quedó descartada tras las enormes deudas a las que
tuvieron que hacer frente los países productores de materias primas después
del golpe de Volcker. La tarea la terminaron las instituciones del llamado Con-
senso de Washington, especialmente el Banco Mundial y el Fondo Monetario
Internacional. Su principal herramienta fueron los llamados ajustes estructurales,
vinculados a la secuencia de deudas inasumibles, declaración de bancarrota
del Estado e impago de la deuda, a lo que seguía el rescate del Banco Mundial
condicionado al ajuste estructural.
Una accidentada salida a bolsa de Saudi Aramco en 2019, donde los saudíes de-
nunciaron que el regulador estadounidense estaba manipulando a la baja el pre-
cio por acción, a lo que se sumó a una campaña por parte de las organizaciones
ecologistas para bajarlo aún más, coincidió con la ruptura de las negociaciones
entre Rusia y la OPEP para restringir la producción. Rusia, decidida a romper la
rentabilidad de las empresas estadounidenses de fracking (y canadienses de
extracción en arenas bituminosas) mediante precios bajos del petróleo conven-
cional, no aceptó la propuesta de restricción presentada por Arabia Saudí por
considerarla excesiva.
73 Saudi Aramco es la mayor empresa petrolera del mundo tanto por número de reservas en stock como por benefi-
cio operativo. También es la primera empresa del mundo por beneficios declarados, y entre las grandes empresas
petroleras, la que tiene unos compromisos de reducción de emisiones más laxos, por no decir inexistentes: apenas
llegaban al 5% de sus emisiones, las mayores entre las grandes compañías petrolíferas.
74 En julio de 2021, un año y tres meses después del «golpe de Bin Salman» al mercado petrolero mundial, los precios
del petróleo han marcado una trayectoria ascendente que les ha llevado a los 70 dólares por barril, pero lejos de
señalar una vuelta de los patrones clásicos de cartelización de la OPEP, señalan un momento parecido a una concer-
tación de subidas de precios y recortes de la producción entre agentes como forma temporal de apoyo económico a
la recuperación, pero en la que todos los agentes saben que el futuro es la guerra de precios a la baja. Raval, A., «Oil
jumps as Opec and allies decide against big rise in output», Financial Times, 4 de marzo de 2021.
57 II. Crisis de la ecología del capital
Siguiendo la lógica de la salida de la crisis del 73, se puede decir con relativa
seguridad que al capitalismo le queda un sector monopolista menos. Nos referi-
mos a las guerras de precios en la manufactura durante la crisis de los setenta,
que fueron el preludio de una fase de competencia destructiva entre empresas
y países para forzar un ajuste hacia la capacidad productiva real del enorme
aparato industrial fordista. Un ajuste dependiente de una destrucción de valor
cuyos efectos intentaron ser trasladados en la mayor medida posible hacia los
territorios y poblaciones relegadas de Europa y Estados Unidos75.
El arreglo dólar-petróleo de los años setenta, pactado en origen por EE. UU. y Ara-
bia Saudí, estaba diseñado para subir los precios o negociar bajo la amenaza de
estrangulamiento de la oferta y subidas de precios. Aquel acuerdo de reciclaje de
petrodólares situaba al dólar, en tanto moneda mundial, como la divisa respal-
dada por la comercialización de petróleo, y por tanto relativamente desengan-
chada de la producción interna de los Estados Unidos. Así, el dólar post-73 en la
práctica no era una moneda plenamente fiduciaria, sino que ha tenido algo de
«patrón petróleo». Si el poder del dólar no es reflejo de la mayor competitividad
de la economía estadounidense, por fuerza debe asegurar su legitimidad en la
esfera transnacional, que se ha movido al ritmo que marcaban los precios del
crudo y de sus consecuencias en la distribución global de ingresos, rentas y re-
cursos. La escasez relativa de petróleo, con su régimen de precios, es la garantía
última de la estabilidad del dólar como moneda de referencia76. La agonía del
régimen dólar-petróleo va dando paso a la hegemonía de China.
75 En esta misma línea se pronunciaban en mayo de 2021 el Financial Times siguiendo a la Agencia Internacional de la
Energía: Brower, D.; Jacobs, J.; McCormick, M., «6 takeaways from the IEA’s net-zero scenario», en Financial Times,
20 mayo de 2021.
76 Las cotizaciones de dólar y petróleo tienden a funcionar a la inversa, cuando baja el petróleo sube el dólar, y vicever-
sa, a la manera en que las hedge finance siempre operan con al menos un polo de seguridad y otro de rentabilidad.
En este caso intercambiando papeles cada cierto tiempo.
58 La solución verde
hegemonía económica mundial en los casos del Imperio británico y Estados Uni-
dos. Se trata de ese momento en que la potencia hegemónica aspirante abraza
el libre comercio después de un periodo proteccionista inicial, lo cual siempre
ha representado una declaración de superioridad competitiva en la esfera pro-
ductiva. Implica que la distancia es tal que la vía de los mecanismos de mercado
por sí misma solo puede amplificar la posición del dominante en la esfera de la
distribución de la riqueza. Si además el comercio mundial, mediado antes por las
relaciones entre los Estados que entre las empresas, es casi la única forma de
mercado que sigue funcionando hoy, aún bajo la economía de los confinamien-
tos o post-covid, la declaración frente al mundo de superioridad productiva ergo
comercial de China resulta poco discutible77.
En un punto central para el desarrollo futuro del capitalismo global, en esa misma
asamblea general de la ONU, Xi Jinping dio su bendición a los compromisos de
neutralidad climática, y con ellos a la entrada china en el juego del capitalismo
verde, juego que abre toda una avenida para la consolidación de China como
dominador casi absoluto de las manufacturas en todo su ciclo de valor. Como
de costumbre, es la Unión Europea quien pierde esta batalla. China, el mayor
contribuyente neto al aumento de las emisiones de CO2 en los últimos treinta
años, el país siempre señalado, no sin hipocresía, como responsable del cambio
climático por parte de la Unión Europea, se ha puesto a la cabeza de la lucha
contra el cambio climático, sin que la UE, que no ha dejado de congratularse de
ser faro mundial de lo verde desde hace veinte años, haya podido dar respuesta
alguna. Entre otras cosas, porque en el modelo chino anterior al giro de 2008
China era la forma en que las empresas occidentales, también las de la UE, se
deshacían de costes ambientales.
77 La aceptación tácita del cargo de aspirante a capitalista colectivo global ya estaba en la intervención de Xi Jinping en
el Foro de Davos en 2017 que dejó completamente boquiabiertos y maravillados a los voceros del orden económico
global. Estos grandes influencers globales, sin duda desorientados por el neoconfucianismo expansivista de Xi, se
convirtieron en firmes defensores de China, su partido comunista y su modelo comercial y productivo como garantes
de la globalización capitalista. Obviamente, a esta defensa siempre se le añade una cláusula en letra pequeña que
recuerda, más o menos, que «todo bien con China, pero la situación de los derechos humanos y políticos es mejora-
ble».
59 II. Crisis de la ecología del capital
Hasta la crisis de 2008, China se mantuvo bastante fiel a su papel como «taller
del mundo» y economía diseñada para la captación de capitales en fuga de la
larga crisis de rentabilidad, con sus diferentes reverberaciones en forma de tur-
bulencias financieras a lo largo de los años ochenta y noventa. A diferencia de
otros países, China no ha sido vulnerable a los ataques al modelo de sustitución
de importaciones —la producción industrial local de bienes que están siendo
importados— propio de los llamados «países en vías de desarrollo» durante los
años sesenta y setenta. La principal explicación a este fenómeno es que, desde
el primer momento de la «apertura» económica, los dirigentes chinos tuvieron en
mente las estructuras de poder globales del Consenso de Washington. Siguien-
do esa doctrina, apostaron por los superávits por cuenta corriente y, de forma
más concreta, por la obtención de grandes reservas en dólares como garantes
de la soberanía económica. Toda la estrategia exportadora china estuvo dirigida
por este criterio.
La reforma del sistema sanitario fue el objetivo estrella del programa keynesia-
no. El debate iniciado por Hu Jintao sobre la reforma del sistema sanitario a raíz
de la gripe aviar se materializó en el anuncio en 2009 de que la cobertura sanita-
ria pasaría del 30 al 90% de la población y que se asignarían fondos del gobier-
no central para pagar dos mil hospitales comarcales y cinco mil centros clínicos
municipales: la mayor expansión sanitaria de la historia mundial. El otro proyecto
estrella del Documento Central 18 fue la construcción del tren de alta velocidad.
Entre 2008 y 2014, la red ferroviaria preparada para circular a más de 250 km/h
pasó de 1.000 km a 11.000 km. Los 1.300 km que separan Pekín de Shanghái se
cubrían en cuatro horas y media.
Sin embargo, tampoco China es del todo ajena a la crisis generalizada. De he-
cho, en los meses anteriores a la irrupción de la covid-19 la situación de China
se presentaba como un atolladero de difícil salida. El gobierno parecía atena-
zado entre los requerimientos necesarios para mantener los niveles de creci-
miento y la posición que ocupaba China en las cadenas de valor globales, para
lo que necesitaba escalar la creación de crédito. También por los requerimien-
tos necesarios para evitar una caída del renminbi (el yuan convertible) en los
mercados de divisas que amenazase con una fuga de capitales similar a la del
crash de las bolsas chinas en 2015. En el origen de esta dinámica, señalaban
Este nuevo diseño general del modelo, pensado antes de la irrupción de la co-
vid-19 en Wuhan, ha convertido la parte «abierta» de la economía china en el
mayor, y casi único, yacimiento de beneficios financieros globales después de
que las intervenciones de la Reserva Federal en el crash de marzo 2020 hayan
79 «Un tipo de cambio bajo en ese momento era fundamental para no dañar el crecimiento de la exportación china.
Pero de paso, al centralizar los dólares el Banco Popular de China, y con la ayuda de estrictos controles de capital,
se evitaba que se perdieran en decisiones a corto plazo, o directamente especulativas, de los inversores privados.
Por citar un precedente del que eran perfectamente conscientes en el PCCh, en los primeros ochenta, los empre-
sarios japoneses ungidos por su posición dominante en los mercados de exportación, y los gigantescos superávits
por cuenta corriente que registraba la economía japonesa en la época, se lanzaron a una estrategia de compras de
prestigio en los países centrales que dilapidó buena parte de las entradas de divisas». Shih, V., «El dilema del crédito
chino: entrevista con Robert Brenner», en New Left Review, n.º 115, marzo-abril de 2019.
80 Buckley, C., «Xi’s Post-Virus Economic Strategy for China Looks Inward», New York Times, 7 de septiembre de 2020.
61 II. Crisis de la ecología del capital
Frente al cascarón vacío que hoy por hoy son los lenguajes políticos de la Ilustra-
ción en sociedades europeas y norteamericanas que, en su supuesta capacidad
de integración, han resultado devastadas por treinta años de neoliberalismo, las
sociedades del este de Asia son más verticales y orgánicas que nunca debido
81 Taggart-Murphy, R., «Oriente y Occidente: las geoculturas y el coronavirus», en New Left Review, n.º 122, mayo-junio
de 2020.
62 La solución verde
El actual juego de fuerzas global, que cada vez tiene más forma de competencia
entre Estados-nación, más o menos subordinados a órganos megarregionales,
antes que entre empresas, corresponde, al menos parcialmente, a los diseños
del Partido Comunista Chino. Un Estado solo habla con otros Estados, no con
sus empresas multinacionales o sus fondos de inversión. Máxime cuando ese
Estado financia al Estado que conserva el dinero más poderoso del mundo, es
decir, cuando es el principal agente legitimador del poder financiero del dólar.
Pero pocos son los Estados-nación de Estados Unidos y Europa que ahora mis-
mo no sean a su vez resultado del modelado por parte de las elites económi-
cas locales. Sin embargo, la similitud entre el modelo chino y el neoestatismo
occidental es puramente nominal. Donde en China hay un Estado nodriza que
alimenta a sus unidades capitalistas a través de propiedad, recursos públicos y
masas de fuerza de trabajo explotables para golpear conjuntamente en el ám-
bito exterior, en Europa y Estados Unidos hay un Estado-búnker oligárquico que
aspira a construir posiciones monopolistas y rentistas desde su posición privile-
giada. Unas posiciones monopolistas y rentistas que implican necesariamente la
detracción de recursos públicos a sus competidores, a la población en general
o a las clases subalternas.
La acumulación sistemática de dólares por parte del Estado chino —en forma de
atesoramiento de todos los instrumentos financieros en dólares concebibles—
desde hace más de treinta años es algo simplemente inimaginable en las
culturas políticas de raíz liberal. China ha derrotado comercialmente a Estados
Unidos mediante el método de ser el mejor cliente del dólar, y por tanto del
poder financiero global, a cambio de una estrategia implacable de control de la
industria, de toda la industria. Tal cosa equivale a decir un control casi total de
las pocas fuentes de absorción de trabajo, y por tanto de producción de masas
de plusvalor nuevo y posterior valorización de las nuevas masas de plusvalor. En
esto se equivocan radicalmente las lecturas keynesianas. No hay una crisis de
inversión capitalista global, hay una total centralización de la inversión productiva
rentable en China. El control chino de las cadenas de valor en todos los grados
de cualificación de la producción hace que queden ya muy pocos subsectores
económicos donde China no esté en condiciones de dictar los criterios de
viabilidad de las estructuras de costes de sus rivales (lo cual, como se ha visto
más arriba, está lejos de alejar el fantasma de la crisis financiera interna china
de manera automática). Y desde luego, China tiene la ventaja abrumadora sobre
Occidente de no necesitar un gigantesco aparato de persuasión ideológica de
masas para mantener viva la representación de un modelo de libre concurrencia
que se supone premia a los innovadores y castiga a los acomodados en una
82 Ibid.
63 II. Crisis de la ecología del capital
suerte de fair play decimonónico. No quiere esto decir que China no tenga un
potente aparato propagandístico interno y externo, que efectivamente lo tiene. La
cuestión es que no lo dedica a convencer a su población de que siguen viviendo
en la Revolución Cultural de Mao, por citar un equivalente grueso a hacernos
creer que vivimos en el reino de la armonía liberal, con sus disrupciones, siempre
ocasionales y de origen externo.
2.5 E
L ESTADO PÚBLICO-PRIVADO
FRENTE A LA CRISIS
Si algo emerge con fuerza frente a las dinámicas de crisis articuladas que hemos
descrito es el apuntalamiento de lo que en fases anteriores se presentaba como
experimento avanzado y hoy se muestra en su despliegue total. Se trata de la
relación directa entre una crisis general y la necesidad de aplicar la fuerza bruta,
regulatoria y simbólica del Estado para ser garante de los derechos de propie-
dad capitalista. A esa relación organizada para apropiarse, modelar y explotar lo
que habita encima, debajo y en la misma línea del suelo que pisamos la deno-
minamos Estado Público-Privado, noción que desarrollamos como conclusión a
este capítulo.
83 Hayek, F. A., «Competition as a discovery procedure», en Quarterly Journal of Austrian Economics, vol. 5, n.º 3, otoño,
2002.
64 La solución verde
Si se toma esta vara de medir, resulta que nunca jamás ha habido libre mercado,
algo que Hayek no deja de lamentar. Tampoco hay constancia de momento o
lugar alguno en los que se haya demandado o siquiera sostenido esta concep-
ción idealizada y moralista del mercado y sus precedentes. Más bien al con-
trario: si de algo hay precedente en casi cualquier momento del desarrollo del
capitalismo histórico es de capitalistas individuales que han querido restringir la
competencia por todos los medios, sean económicos o extraeconómicos. En la
práctica, decir monopolio (y la mayoría de las veces también oligopolio) no es
más que referirse al ejercicio del poder en el mercado para restringir la com-
petencia. A más poder económico y político, más capacidad de someter a los
rivales. La concepción hayekiana de la competencia como un mecanismo que
de forma sistemática produce un resultado óptimo que no es el deseado por nin-
guno de los participantes admite tácitamente que la libre competencia no tiene
el suficiente calado como principio político rector dentro de los propios estratos
capitalistas. Sin embargo, eso no quita que la construcción de la moneda única
europea, el gran legado póstumo del aristócrata austrohúngaro, termine preci-
samente por componer un cuadro de mercado bastante parecido al definido por
Hayek. Al menos en cuanto a la producción en el mercado de soluciones que
ninguna de las partes quiere, algo que define a la perfección las políticas de la
Unión Europea para la Eurozona.
84 Ibid.
85 Friedman, M. y Friedman, R., Free to Choose: a personal statement, Hardcourt Brace Jovanovich, Londres y Nueva
York, 1980.
86 Schumpeter, J. A., Capitalism, socialism and democracy, Routledge, Londres, 2009.
65 II. Crisis de la ecología del capital
El problema central de los últimos cuarenta años es que esta operación de eli-
minación de competidores por vías «puramente económicas» solo se ha dado
puntualmente, y las más de las veces con el concurso intensivo de los Estados88.
El recurso neoliberal al crédito en cantidades crecientes, y en peores condi-
ciones de devolución en relación a las tasas de beneficio y a los salarios, to-
davía distorsiona más la operación de ajuste de mercado. En esto Hayek, muy
al contrario del desarrollo real del modelo económico que ayudó a construir,
era inflexible: el «dinero barato» no debe falsear las condiciones de mercado89.
Resulta difícil estar más lejos de la dinámica histórica del neoliberalismo y del
comportamiento de los distintos tipos de capitales en lucha en el mercado.
87 La última bastardización exitosa en la adopción por parte de altos funcionarios, gestores de fondos y analistas globa-
les del lenguaje schumpeteriano de la innovación se debe a la economista best seller Mariana Mazzucato. La tesis de
partida de esta asesora del Partido Laborista y la Comisión Europea es innegable: las nuevas tecnologías que están
detrás de las empresas puntales se han originado a través de ciclos de inversión pública. A partir de ahí, empieza
un festival de mistificaciones que tienen tanto de adulación a las capas de altos funcionarios del Estado como de
verdadero candor analítico. El error central de Mazzucato es creer que empresa y Estado son dimensiones analíti-
camente separables en una coyuntura histórica como la actual. Sus llamadas a las «grandes inversiones» estatales
para desarrollar la tecnología verde son apologías del Estado empresa. El mensaje para el capitalista ansioso de
transferencias de rentas inmediatas es sencillo: hay gente desde el Estado muy interesada en restaurar el beneficio
capitalista y que está trabajando para que el inversor privado tenga mañana grandes tasas de beneficio. Mazzucato,
M., The entrepreneurial state, Demos, Londres, 2011.
88 Baste pensar en el peso del gigantesco programa de keynesianismo militar de Ronald Reagan en el desarrollo de las
tecnologías de información y vigilancia que hoy dominan la economía norteamericana.
89 Hayek, F.A., The denationalisation of money, Institute of Economic Affairs, Londres, 1990. En este texto, Hayek de-
muestra saber perfectamente que el proceso de creación y extensión del crédito de masas respondía y responde
a factores propiamente políticos, en concreto relacionados con las luchas de clases entendidas en sentido amplio.
Por supuesto, Hayek hace culpable de este uso del crédito de masas como herramienta de aplazamiento de ajuste
de mercado a toda una panoplia de instituciones socialistas de forma abierta, como los sindicatos, o instituciones
filosocialistas como los Bancos centrales, cuya desaparición pide unas pocas líneas después de acusar a todos los
gobiernos occidentales de doparse con dinero crediticio.
66 La solución verde
Alan Greenspan fue una de las figuras clave del poder financiero global y quizá
el banquero central que más hizo por que las finanzas encontrasen una política
monetaria a medida para aumentar los precios de los activos exponencialmen-
te. Sin embargo, a pesar de la aparente revalorización automática de los títulos
de propiedad inmobiliaria o financiera, en la práctica serían papel mojado si no
fuera porque las políticas de bajísimos tipos de interés lubrican la monetización
de estos precios de activos revolucionados, forzando nuevos precios al alza por
aumento de la expectativa de beneficio. En sus memorias, Greenspan no recurre
a Hayek, sino a Adam Smith y en menor medida a John Locke90, para justificar el
mecanismo de remuneración de los títulos de propiedad:
90 La influyente legitimación de la propiedad que John Locke expone en el Segundo Tratado del Gobierno civil procede
de la privatización de los comunales. Algo que le emparenta con los argumentos del buen amigo de Hayek, Garret
Hardin, autor de la narrativa ultracapitalista sobre la tragedia de los comunes. De hecho, ya Locke apunta la corre-
lación entre la sobrepoblación y la posibilidad de apropiarse de tierra y recursos sobrantes en forma de propiedad
individual. En buena medida esta es una noción de propiedad fabricada para la desposesión y conquista colonial.
Locke entiende que, si las tierras comunales están infraexplotadas, el individuo tiene derecho a tomar sus recursos
y convertirlos en propiedad privada. Locke considera que cualquier recurso obtenido por una sola persona es el
fruto de su trabajo. De entrada, sorprende que se muestre en contra del acaparamiento de tierras por encima de la
capacidad de producción del propietario y se declare en contra del atesoramiento de recursos físicos perecederos.
Aunque, por supuesto, saluda la posibilidad, entonces novedosa, de cambiar tierra por oro, que no se echa a perder:
«Así fue como se introdujo el uso del dinero: una cosa que los hombres podían conservar sin que se pudriera, y que,
por mutuo consentimiento, podían cambiar por productos verdaderamente útiles para la vida, pero de naturaleza
corruptible». El punto más radical de la exposición de Locke es, sin duda, la consideración de cualquier actividad
extractiva o de recolección como trabajo fundante de propiedad privada del recurso que lo sostiene: «Aunque la
tierra y las criaturas inferiores pertenecen en común a todos los hombres, cada hombre tiene una propiedad que
le pertenece solo a su persona y a esa propiedad nadie tiene derecho, excepto él mismo, el trabajo de su cuerpo y
la labor producida por sus manos podemos decir que son suyos. Cualquier cosa que él saca del estado en que la
naturaleza la dejó, es propiedad suya». Locke, J., Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, Alianza, Madrid, 1960.
67 II. Crisis de la ecología del capital
En el momento actual, basta mirar alrededor para comprobar que tanto los capi-
tales productivos como los sistemas financieros nacionales están completamen-
te empotrados en los aparatos de Estado. La ideología del libre mercado como
institución autónoma y aspirante a soberana está temporalmente y quizá defi-
nitivamente muerta. Los Estados-nación ejecutan las operaciones en el ruedo
transnacional como valedores de sus grandes empresas, sus bancos o sus fon-
dos de jubilación. La gran batalla por la supervivencia, al menos fuera de Estados
Unidos y China, es muy probable que se dispute en el terreno de juego de las
finanzas públicas de cada país conforme a la «seguridad» o «inseguridad» que
los agentes financieros transmitan acerca del país en cuestión. Esa «seguridad»
o «inseguridad» de la que hablan los mercados no es otra que la probabilidad
que tienen de ser remunerados a precios de mercado y, por tanto plenamente
validados, los derechos de propiedad legalmente reconocidos. Unos derechos
que, recordemos, son eficaces en la medida en que los valores nominales de
91 Greenspan, A., The Age of Turbulence, Penguin, Londres, 2007. Esta rotunda defensa de la centralidad de los dere-
chos de propiedad viene de quien no solo fue responsable de las políticas monetarias que trajeron la crisis de 2008,
sino también uno de los más visibles defensores de la desastrosa segunda guerra de Irak para controlar el mercado
de crudo.
92 El shareholder value o doctrina del valor para el accionista es el modelo de regulación societaria más extendido entre
las empresas financiarizadas. Consiste en dar prioridad absoluta al reparto de dividendos a los accionistas sobre
cualquier otra asignación de recursos en el seno de las empresas. Tras las crisis de 2008 estas prácticas han venido
cuestionándose cada vez con más frecuencia, particularmente en su escandalosa variante del reparto de bonus y
primas a los CEO y CFO empresariales.
68 La solución verde
93 Wallerstein, I., El moderno sistema mundial, IV libro, Siglo XXI, Madrid, 2018.
69 II. Crisis de la ecología del capital
esto es, que los productores se especializan y acuden al mercado por su propio
interés personal. Brenner acude a sus propios trabajos sobre la transición del
feudalismo al capitalismo para criticar a Smith por poner el carro antes de los
bueyes y utilizar como un principio dado lo que en realidad debería ser explica-
do. La cuestión es: ¿por qué coinciden el interés propio en la especialización y la
consecuente renuncia a la economía de subsistencia con unas condiciones de
mercado capitalistas? Según Brenner:
Las relaciones de propiedad no son otra cosa que relaciones de poder entre las
personas concretas. El acceso diferencial marca una posición en la jerarquía so-
cial a través de su posición en el régimen de propiedad existente. Las relaciones
de propiedad capitalista, dado el carácter fetichista de la producción de mercan-
cías, vehiculan las relaciones de dominio entre las personas a partir del dominio
de «cosas». Cuáles son esas «cosas» que domina el capital y cuánto extrae en
términos de dominio y explotación es algo que cambia según va variando el
régimen de acumulación. En la actualidad, dando la razón a Brenner, es en la
esfera de la reproducción social y no tanto en la producción donde hay un serio
conflicto en torno a la legitimidad de la extracción de rentas para satisfacer los
valores nominales de los títulos de propiedad.
La captura progresiva de los aparatos de Estado por parte del capital es el ga-
rante de que las relaciones de propiedad capitalista se mantengan en el tiempo
sin depender de las vicisitudes de la producción, sus tasas de beneficio y su
capacidad para extraer plusvalía a las masas trabajadoras. Para que estas rela-
ciones de propiedad se mantengan y los precios sean satisfechos monetaria-
mente en el mercado sin depender de las sacudidas de la competencia, resulta
indispensable que los Estados mantengan y amplíen los nichos de beneficio en
la reproducción social a través de un proceso de privatización y subcontrata-
ción constante. Vivienda, trabajo doméstico no remunerado, sanidad pública,
educación superior, recursos naturales o servicios ecosistémicos —como la po-
linización, la producción de agua limpia, la regulación del clima por parte de los
94 Brenner, R., «The social basis of economic development», en J. Roemer (ed.), Analytical Marxism, Cambridge Univer-
sity Press, 1986.
70 La solución verde
bosques, etc.— todo queda sometido a los ciclos de acumulación por despose-
sión conducidos por el Estado Público-Privado.
Frente a la crisis de la ecología del capital, donde se articulan la crisis del modo
de producción, de la solución financiera y del actual hegemón, resulta del todo
inquietante la intensidad con la que se despliegan imaginarios y reformas que
apuntan a una solución verde como nueva fase de crecimiento. Los Green New
Deal existentes parece que ya se van definiendo en la mayoría de tendencias
hasta aquí mencionadas, pero bañadas en diferentes tintes para responder a
todos los gustos, ya sean liberales, socialdemócratas, ecologistas o ecoliberales.
Aquello en apariencia emprendedor es en la práctica un arreglo público-privado.
El esperado «dinero gratis» de los Bancos centrales responde a prebendas para
agentes financieros y a nuevos ciclos de endeudamiento. Lo presentado como
transición ecológica es una reedición de las relaciones de propiedad capitalista.
Todas estas medidas, una vez empaquetadas y lanzadas como respuesta planifi-
cada a la crisis, son además elogiadas y justificadas bajo el delirante argumento
de ser «más sostenibles».
71 III. La solución capitalista y verde a la crisi
3. L A SOLUCIÓN
CAPITALISTA
Y VERDE A
LA CRISIS
3.1 D
EL DESARROLLO SOSTENIBLE
AL GREEN NEW DEAL
Tanto en las instituciones transnacionales como en los gobiernos nacionales, re-
gionales o locales, el Desarrollo Sostenible era la jerga dominante para explicar
y actuar en la relación entre economía, sociedad y medioambiente. El término
termina de acuñarse en 1987 en el Informe Brundtland de Naciones Unidas y su
principal objetivo es anudar los intereses ambientalistas y económicos en las
instituciones y organizaciones que los toman como bandera. Sin embargo, la
repetida definición del Desarrollo Sostenible como la «satisfacción de las nece-
sidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generacio-
nes» apenas ha quedado como una tabla sagrada para consultores y creyentes
de la Responsabilidad Social Corporativa o para los informes prospectivos del
Banco Mundial. La crisis de 2008 y su posterior despliegue en forma de crisis
de la Eurozona fueron un duro golpe para el discurso del Desarrollo Sostenible.
95 En agosto de 2020, Business Insider publicó un informe sobre los sueldos en Deloitte, KPM, EY y PwC. En el caso de
gerentes y directivos, los sueldos se mueven entre una horquilla de 150.000-600.000€ anuales.
96 Jason W. Moore, retomando algunas aportaciones de Marx y de la economía ecológica, sí ha elaborado una teoría del
valor que integra lo que denomina naturalezas baratas. Según Moore (2020, p. 73), «la sustancia del valor es el tiem-
po de trabajo socialmente necesario. La fuerza motriz que hace avanzar la productividad del trabajo es fundamental
para la adecuación competitiva. Eso significa que la explotación de una fuerza de trabajo mercantilizada es esencial
para la acumulación del capital y para la supervivencia de los capitalistas particulares. Pero la historia no acaba aquí,
ya que las relaciones necesarias para acumular trabajo social abstracto son —necesariamente— más amplias, en
escala, ámbito, velocidad e intensidad. El capital no solo debe acumular y revolucionar incesantemente la produc-
ción de mercancías; debe buscar y encontrar incesantemente formas de producir naturalezas baratas: una corriente
creciente de alimentos, fuerza de trabajo, energía y materias primas de bajo coste que llega hasta la entrada de la
fábrica (o hasta la puerta del despacho o...). Estos son los “cuatro baratos”. La ley del valor en el capitalismo es una
ley de la naturaleza barata».
74 La solución verde
97 Un buen ejemplo del grado de integración del naciente ambientalismo europeo en el movimiento obrero anterior a
la Primera Guerra Mundial lo ofrece este texto de Anton Pannekoek en 1909, en que se expresa lo que hoy llamamos
Capitaloceno con una notable claridad: «El capitalismo es una economía sin cerebro que no puede regular sus accio-
nes al ser consciente de sus efectos. Pero su naturaleza devastadora no se deriva solo de este hecho. En los últimos
siglos, los seres humanos han explotado tontamente la naturaleza sin pensar en el futuro de toda la humanidad. Pero
su poder se redujo. La naturaleza era tan vasta y poderosa que con sus medios técnicos limitados, solo podían cau-
sarle un daño excepcional. El capitalismo, por otro lado, reemplazó la necesidad local por la necesidad global, creó
medios técnicos para explotar la naturaleza. Estas son enormes masas de material que sufren colosales medios de
destrucción y son desplazadas por poderosos medios de transporte. La sociedad bajo el capitalismo se puede com-
parar con la fuerza gigantesca de un cuerpo desprovisto de razón. A medida que el capitalismo desarrolla un poder
ilimitado, al mismo tiempo devasta el entorno en el que vive locamente. Solo el socialismo, que puede darle a este
poderoso cuerpo conciencia y acción conscientes, reemplazará simultáneamente la devastación de la naturaleza con
una economía razonable». Pannekoek, A., La destrucción de la naturaleza, 1909.
98 La separación poco tiene que ver con que gusten más o menos las reformas. La diferencia estriba en que la vertiente
reformista toma las reformas como el único horizonte político al que puede aspirar el ecologismo.
75 III. La solución capitalista y verde a la crisi
ante el Estado. Por otro lado, la parte del movimiento sindical que integra el
ecologismo en una estrategia anticapitalista y mantiene la tensión frente al tacti-
cismo cuando no inmovilismo del sindicalismo oficial.
Esta tensión entre el statu quo del empleo como eje de la vertebración de las
sociedades capitalistas y la superación constante de los límites biofísicos del
planeta por parte del proceso de acumulación capitalista ha tenido varios resul-
tados. Entre otros, diversos informes y directrices políticas centradas en sumar
coincidencias entre las necesidades de una «transición» hacia un modelo de
producción circular, limpio y en continuo decrecimiento de los requerimientos
de materiales y energía, y las sucesivas estimaciones de los empleos que podría
generar la inversión en nuevos sectores verdes o en el reverdecer de los llama-
dos «empleos marrones». Es a principios de los años noventa cuando la Orga-
nización Internacional del Trabajo comienza a proponer este tipo de enfoques,
con los primeros informes sobre yacimientos de empleos en energías renova-
bles, el mismo sector productivo que hoy protagoniza los Green New Deals. No
obstante, el periodo clave se desarrolla durante los años 2007 y 2008. En este
momento, el fuerte crujido de la crisis financiera y el estallido de la burbuja in-
mobiliaria global dan pie a la aparición de los Planes de Estímulo y Empleo. Uno
de los primeros es el del Political Economy Research Institute (PERI) de Robert
Pollin100, que buscaba influir en la administración Obama para la inversión en
infraestructuras verdes. A partir de ese año, no habrá organismo internacional
relacionado con la política ambiental global que no publique su informe sobre
empleos verdes, en su mayoría reciclados más tarde como Green New Deal.
99 Para un análisis más detallado de la trayectoria del Partido Verde Alemán, las diferentes apuestas entre realos y fun-
dis y otras experiencias de movimiento-partido, recomendamos el capítulo «De hippies, Provos, verdes y libertarios»
del libro La apuesta municipalista, del Observatorio Metropolitano, Traficantes de Sueños, Madrid, 2014. Un repaso
histórico muy afinado sobre el Partido Verde Alemán y las posibles alternativas a su estatalización lo ofrece Joachim
Jachnow en su artículo «¿Qué ha sido de los verdes alemanes?» en la New Left Review, n.º 81, 2013.
100 En 2008, el PERI publicó trabajos como Green Recovery: A Program to Create Good Jobs & Start Building a Low-Car-
bon Economy (Pollin et al., 2008). En síntesis, la propuesta defiende una inversión del gobierno federal de 100.000
millones de dólares en infraestructuras públicas, remodelaciones de edificios públicos, transporte público y de sis-
temas de redes inteligentes. Las inversiones en energía renovable y eficiencia energética también son centrales en
esta propuesta, que se propone financiar combinando fondos públicos, créditos fiscales y garantías de préstamos
para estimular la inversión del sector privado.
76 La solución verde
Tras las advertencias del IPCC y no pocas protestas en todo el mundo, lideradas
por nuevos movimientos como Fridays for Future y Extinction Rebellion, han ido
cobrando fuerza diferentes propuestas para conducir una transición a manos de
líderes políticos, intelectuales y activistas. Es en el mundo político anglosajón, de
forma perfectamente acoplada a la rapidísima erosión de la legitimidad del esta-
blishment, donde este nuevo ciclo de luchas ambientales y por el clima prende
con fuerza.
101 Por ejemplo, se prevé que desaparezcan el 99% de los arrecifes de coral con un aumento de temperatura de 2 °C.
Con un calentamiento global de alrededor de 1,5 °C a 2 °C, la capa de hielo de Groenlandia empezaría a reducirse de
forma irreversible. A la larga, esto haría aumentar el nivel del mar hasta 7 metros, afectando a las zonas costeras de
todo el mundo.
102 Hay algunos antecedentes recientes en el contexto norteamericano. Además de los programas (fallidos) de la admi-
nistración Obama, en abril de 2017 los Senadores Bernie Sanders y Jeff Merkley lanzaron un proyecto de ley para
poner fin al uso de combustibles fósiles en 2050. No obstante, el GND de Ocasio-Cortez ha sido el más ambicioso
hasta la fecha al proponer una transición de EE. UU. hacia el 100% de energías renovables en un plazo de diez años.
103 La propuesta de Ocasio-Cortez se puede leer en https://www.ocasiocortez.com/green-new-deal
104 El origen de la expresión data de un año antes, a manos del periodista americano Thomas Friedman en el artículo
«A Warning From the Garden» publicado en The New York Times el 19 de enero de 2007. Pese a ser el autor original,
apenas la dotó de contenido, más bien funcionó como provocación de un confeso creyente en el libre mercado.
77 III. La solución capitalista y verde a la crisi
105 El aviso del Green New Deal Group (2008) fue que estos eventos superpuestos estaban funcionando como una
tormenta perfecta, solo comparable a la Gran Depresión. Aunque sin mayor fortuna en su implementación, algunas
de sus propuestas lograron seducir al entonces primer ministro Gordon Brown.
106 Publicado en el Patreon de Richard Seymour bajo el título «What’s the Deal with the Green New Deal?», (Seymour,
2019). La versión traducida al castellano del artículo puede encontrarse en Contra el Diluvio.
107 Belano, R.; Flakin, N., «A Green New Deal Can’t Save Us. A Planned Economy Can», Leftvoice, 2019.
78 La solución verde
reducción drástica del consumo de petróleo, carbón y gas natural108. Pollin pre-
senta como sinónimos el GND y el crecimiento verde igualitario, que pretende
ser la síntesis entre crecimiento económico, transición ecológica y justicia social.
La fórmula básica de su planteamiento se resume fácilmente: mediante las inver-
siones en energía limpia, no solo se desvincula el crecimiento del impacto am-
biental, sino que los países situados en todos los niveles de desarrollo pueden
experimentar una creación de empleo mayor que si apuestan por mantener su
infraestructura de combustibles fósiles. En esta lista incluye a Brasil, China, Ale-
mania, India, Indonesia, Puerto Rico, Sudáfrica, Corea del Sur, España y EE. UU.
Para avanzar en este ecologismo de mercado, se argumenta que son necesarias
inversiones en energías limpias equivalentes al 1,5 o el 2% anual del PIB mun-
dial109 combinadas con una drástica reducción de la utilización de combustibles
fósiles a la vez que disminuyen —sin entrar en mayor detalle— las exigencias de
rentabilidad. De esta manera, se generaría una significativa creación de empleo
manteniendo alto el PIB y el crecimiento a través de la inversión verde. Según
Pollin, también se crearán nuevas oportunidades para «formas alternativas de
propiedad», incluidas diversas «combinaciones de propiedad pública, privada
y cooperativa en menor escala». La verdad es que diseñar ese escenario no
precisa mucha imaginación. Hace siglos esa ha sido la norma: el dominio de lo
público-privado mientras se contempla a las formas cooperativistas como una
fascinante especie exótica, pero que tan pronto salen de su hábitat apenas pue-
de acometer tareas menores.
108 El artículo puede encontrarse traducido en la web de la New Left Review española bajo el título «Decrecimiento vs.
nuevo New Deal Verde», incluido con otras aportaciones clave de este debate en el libro Decrecimiento vs.Green
New Deal (Daly, H.; Vetesse, T.; Pollin, R.; Burton, M.; Somerville, P., 2019).
109 Esto equivale, de manera aproximada, a un billón de dólares en el nivel actual de la economía mundial, y a una media
de 1,5 billones de dólares en los próximos veinte años.
110 Nos referimos a la aportación de los investigadores y activistas Mark Burton y Peter Somerville (2019) al debate de la
New Left Review bajo el título «Decrecimiento: una defensa».
79 III. La solución capitalista y verde a la crisi
En pleno anuncio de la crisis de 2008, decía Pollin que ser utópico pasa por
ser realista. En la práctica, lo que se traduce de esta borrachera de sensatez
es señalar a las empresas privadas como beneficiarias de las inversiones en
energía limpia111. Es difícil encontrar mayor constatación del realismo capitalista
identificado en su momento por Mark Fisher en el que capitalismo y normalidad
resultan ser sinónimos, pero lo cierto es que el enfoque del crecimiento verde
ha impregnado las propuestas del GND de corte norteamericano. En la siguiente
sección analizamos la trayectoria del Pacto Verde en el contexto europeo y, con
más detalle, exploramos sus contradicciones.
111 Escrito a principios del 2009, el breve artículo «Be Utopian: Demand the Realistic» (The Nation) de Pollin toma hoy
mayor significado al contrastarlo con sus propuestas de crecimiento verde.
80 La solución verde
Más adelante analizamos con detalle los enormes desajustes sistémicos que
se obvian al asegurar que el crecimiento no solo puede ser verde sino también
inclusivo. De entrada, respecto a las promesas de crecimiento del empleo aso-
ciadas a este marco, bastan algunos datos para que se desplome el castillo de
naipes. Si cotejamos con la realidad la enorme cantidad de informes prospecti-
vos sobre medioambiente y empleo aparecidos entre 2000 y 2009, el escepti-
cismo que podamos tener sobre cualquier cifra salida de Bruselas todavía puede
aumentar. Desde la publicación del informe MITRE del 2000113 en adelante, no
se han dejado de plantear escenarios que superan de largo el millón de nuevos
empleos en las energías renovables. En pleno 2021, si miramos qué hay tras la
economía circular —nuevo concepto manejado por la UE que abarca bastante
más que los empleos ambientales— aparecen los mismos tres millones quinien-
tos mil trabajadores europeos que había en 2008.
112 En 2012, el Banco Mundial publica «Inclusive Green Growth The Pathway to Sustainable Development», donde se
asegura que el crecimiento verde no solo es posible, sino que es la única vía para «para llevar a los países en desarro-
llo al nivel de prosperidad a la que aspiran». El mismo año y con un planteamiento similar, la OECD publica «Inclusive
Green Growth: for the future we want».
113 «Informe de Empleos Verdes en España», del Observatorio de la Sostenibilidad en España, 2000.
81 III. La solución capitalista y verde a la crisi
En su libro El Green New Deal Global, el sociólogo Jeremy Rifkin (2019) hace
un relato elogioso de esta trayectoria europea por ser puntera en «la Tercera
Revolución Industrial de carbono cero». También resalta la trayectoria de la Re-
pública Popular China, tanto por su liderazgo en la producción de instalaciones
de tecnología solar y eólica como por su inversión en energía renovable, un 45%
de toda la inversión global en 2017. Más que el GND, el hilo conductor del libro
parece ser el propio Rifkin, al ser incontables las automenciones como principal
protagonista.
Vanidades aparte, para la agenda verde de Estados Unidos Rifkin propone tomar
como modelo la trayectoria europea por ser líder indiscutible en la reducción de
emisiones y en el camino hacia una transición justa. Según sus datos, entre 1990
y 2017 el consumo de energía en la UE se reduce casi un 2% y las emisiones de
gases de efecto invernadero un 22%. En el mismo periodo, el PIB aumenta un
54%. Apoyado en esta correlación, Rifkin considera a Europa la vanguardia en
la lucha contra el cambio climático sin sacrificar el crecimiento económico. Sin
embargo, estos datos ocultan más que muestran. En primer lugar, la propia Co-
misión Europea los relativiza frente al objetivo de cero emisiones netas en 2050,
a lo que cabe añadir mayor escepticismo si no se obvian los efectos rebote de
salida a la crisis, que tienden a incrementar los impactos115. En segundo lugar y
más importante, esos datos pasan por alto un proceso fundamental que explica
el descenso de emisiones de GEI en Europa durante ese periodo: la externaliza-
ción de procesos industriales a otros territorios con mano de obra barata. Entre
2002 y 2019, la UE multiplica cuatro veces y media el valor de las importaciones
desde China. No es que Europa esté cada vez más cerca de desacoplar su cre-
cimiento de su impacto medioambiental, sino que ha desplazado parte de las
emisiones a otros territorios. Tomando eso en cuenta, el descenso de emisiones
en Europa o en Estados Unidos y su ascenso meteórico en China son procesos
directamente relacionados (ver Gráfico 3.1).
114 En esta comunicación, bajo el título «Un planeta limpio para todos. La visión estratégica europea a largo plazo de una
economía próspera, moderna, competitiva y climáticamente neutra», la Comisión Europea (2018) considera que no
implementar nuevas políticas tendrá consecuencias graves para la productividad de la economía, la infraestructura,
la capacidad para producir alimentos, la salud pública, la biodiversidad y la estabilidad política de Europa. Señala que
los daños anuales causados por inundaciones fluviales en Europa podrían ascender a 112.000 millones de euros,
frente a los 5.000 millones de euros actuales. El 16% de la zona de clima mediterráneo —prosigue en su diagnóstico—
puede convertirse «en una zona árida hacia el final del siglo, y en varios países del sur de Europa, la productividad de
la mano de obra que trabaja al aire libre puede reducirse en torno al 10-15% respecto a los niveles actuales».
115 Los últimos años han supuesto un periodo de estancamiento y, según la Comisión Europea, como mucho Europa
podría conseguir una reducción de gases del 60% para 2050, pero no del 100%. Respecto al efecto rebote de las
crisis, véase el artículo Sadorsky, P., 2020.
82 La solución verde
Gráfico 3.1. E
misiones territoriales (líneas continuas) y de consumo
(discontinuas) en principales países emisores
3 (c)
China
2.5
2
USA
1.5
1
EU27
0.5
India
0
1960 1970 1980 1990 2000 2010 2020
116 Los siete ámbitos de acción estratégica hacia «una economía climáticamente neutra» son (1) apostar por la eficiencia
energética con edificios de cero emisiones; (2) mayor despliegue de energías renovables y el uso de la electricidad
para descarbonizar el suministro energético; (3) apuesta por una movilidad limpia, segura y conectada; (4) la eco-
nomía circular; (5) desarrollo de infraestructuras smart; (6) crear sumideros esenciales de carbono, y (7) combatir las
emisiones de CO2 con captura y almacenamiento de carbono.
83 III. La solución capitalista y verde a la crisi
Movilización de la
investigación y fomento
de la innovación
Transformación de
la economía de la
UE con miras a un
futuro sostenible
117 Tan pronto emergieron los efectos de la crisis de la covid-19, empezaron las alusiones y acuerdos que señalaban al
EGD como hoja de ruta para la recuperación. A mediados de 2020, España, Austria, Dinamarca, Finlandia, Italia, Leto-
nia, Luxemburgo, Holanda, Portugal, Suecia, Francia, Alemania y Grecia suscribieron una carta en la que solicitaban a
la Comisión que el EGD sea la «gran palanca para la recuperación frente a la crisis de la pandemia» (Mineco, 2020).
Desde el inicio de la pandemia, Frans Timmermans, vicepresidente ejecutivo del European Green Deal, y Ursula
von der Leyen, presidenta de la Comisión, ya insistían en que las medidas de recuperación económica han de estar
vinculadas a la «reconversión verde». En el último Diálogo de Petersberg sobre Acción Climática, en abril de 2020, se
señaló la necesidad de «una economía neutra en carbono, más resiliente, inclusiva y justa» y, en particular, se subrayó
la reflotación de sectores como la construcción, el transporte y el sector energético. En síntesis, el objetivo pasa por
invertir en la rehabilitación de viviendas, coches eléctricos e infraestructuras verdes para empujar un Green Recovery
que articule crecimiento del empleo con transición verde.
84 La solución verde
Gráfico 3.3. C
ompras netas acumuladas del Programa de Compra de
Activos del BCE119 (en miles de millones de euros)
EUR bn
3200
2800
2400
2000
1600
1200
800
400
118 La referencia sobre esta afirmación junto a otros datos relevantes sobre Next Generation se pueden encontrar en la
Guía NextGenerationEU: más sombras que luces realizada por Nicola Scherer (ODG), Erika González (OMAL) y Nuria
Blázquez (Ecologistas en Acción), OMAL, 2021.
119 Las siglas remiten a diferentes programas de compras de activos, en concreto, programa de compras del sector em-
presarial (CSPP), programa de compras del sector público (PSPP), programa de compra de valores respaldados por
activos (ABSPP) y tercer programa de compra de bonos garantizados (CBPP3).
85 III. La solución capitalista y verde a la crisi
En particular, Next Generation tiene por objetivo «la reconstrucción verde y di-
gital» y está dotado con 750.000 millones de euros, de los cuales 360.000 mi-
llones son préstamos reembolsables y algo más de la mitad son subvenciones
a fondo perdido120. Para ello, y captando dinero de los mercados de capitales a
devolver en las próximas tres décadas, la Comisión emitirá bonos por valor de
900.000 millones hasta 2026.
Para analizar con detalle cuánto se pueden asociar estas medidas a un progra-
ma de crecimiento verde e inclusivo, a continuación desglosamos las principales
contradicciones y los impactos reales derivados que incorpora el EGD así como
instrumentos coyunturales como el programa Next Generation.
120 Los Estados miembros pueden solicitar las inversiones a través del Mecanismo para la Recuperación y la Resiliencia,
y en el caso de Italia y España, hasta un 40% del total. España ya ha iniciado los primeros pasos para la solicitud de
140.000 millones de euros, de los cuales 72.000 millones serán subvenciones y 68.000 millones serán préstamos.
121 Para más detalle, véase: «EUreaffirms commitment to Battery industry to boost Green Recovery», del European Invest-
ment Bank, 2020.
122 China domina los mercados de baterías de iones de litio y de almacenamiento de energía. Para un análisis más deta-
llado, véase: «China invierte en energía un 7% más que Estados Unidos y hasta un 70% más que Europa», en Energías
renovables, 15 de mayo de 2019.
86 La solución verde
450
400
350
300
250
200
150
100
50
0
2015 / 2018 2015 / 2018 2015 / 2018 2015 / 2018 2015 / 2018 2015 / 2018
China Estados Europa India Sureste África
Unidos asiático subsahariana
Fuente: Energias-renovables.com
123 Pascal Canfin, legislador francés que preside el comité ambiental del Parlamento, señala que esto significa que por
cada euro otorgado al Fondo de Transición Justa, la Comisión dedicará cuatro euros para la financiación de proyec-
tos de gas.
87 III. La solución capitalista y verde a la crisi
manufacturadas de otras partes del mundo124. Más allá de los niveles de emi-
siones de GEI, los flujos de materiales que sustentan la escala actual de la eco-
nomía ya implican enormes problemas con las industrias extractivas ubicadas,
en su gran mayoría, en el Sur global. Lo mismo sucede con el cambio en el uso
del suelo, en general, en procesos canónicos de acumulación por desposesión.
Para estos flujos materiales, la evidencia general es que no hay desacoplamien-
to del crecimiento del PIB, con una huella material internacional que aumenta un
6% por cada aumento del 10% del PIB125. Tampoco hay una relación equilibrada
entre territorios del Sur y el Norte global, sino más bien claras tendencias de un
nuevo imperialismo energético126. A nivel interno, en la economía de la Eurozo-
na, el proceso de transición justa promete invertir 100.000 millones de euros
durante una década en países productores y dependientes del carbón, como
Hungría y, especialmente Polonia127. No parece suficiente, puesto que República
Checa y Polonia han amenazado con suspender las políticas climáticas128. Estas
divisiones, dependencias y procesos de dominación, tanto globales como conti-
nentales, no dejarán de acentuarse si un problema planetario integrado en una
geografía desigual se desplaza como asunto regional de los países ricos.
124 Durante el periodo 2000-2014, según el World Resources Institute, el crecimiento del PIB quedó desacoplado de las
emisiones de CO2 en EE. UU., Alemania y Gran Bretaña. Los defensores del crecimiento verde toman esos y otros
datos similares sin cuestionarlos, pero el PIB de los países ricos queda inflado mediante la neocolonial captura del
valor y las emisiones se contabilizan en las economías emergentes donde se produjeron las mercancías (Burton y
Somerville, 2019, pp. 124-125). En su crítica al Green New Deal, Jasper Barnes (2019) expone conclusiones parecidas:
medir las emisiones dentro de las divisiones nacionales es igual que medir nuestro consumo de calorías contando
solo el desayuno y el almuerzo.
125 Mark H. Burton (2019) aporta estas reflexiones a partir de los datos del estudio «The material footprint of nations»
(Wiedmann, T. O. et al., PNAS, 2015). También Hickel y Kallis (2019) demuestran que la tesis principal del crecimiento
verde —el desacoplamiento absoluto— puede lograrse en naciones de altos ingresos en condiciones muy optimistas,
pero que no hay ninguna evidencia empírica que señale la posibilidad de mantener esta trayectoria a largo plazo.
También recalcan que no existen evidencias de que, bajo el marco de crecimiento verde defendido por la OECD o
el Banco Mundial y que ha penetrado en los pactos verdes existentes, se puedan evitar los impactos debido a un
calentamiento global de 1,5 °C señalados por el IPCC.
126 Un caso ilustrativo son las actuales propuestas de Alemania para abastecerse de hidrógeno verde producido en la
República Democrática del Congo. En septiembre de 2020, Günter Nooke, el comisionado del gobierno alemán para
África, presentó el proyecto como una propuesta beneficiosa para todas las partes. Sin embargo, a los costes tecno-
lógicos y ambientales se suma la erosión de la soberanía del Congo, un territorio ya sometido a múltiples procesos de
extractivismo y explotación. Más información en «Alemania, el Congo y el nuevo imperialismo energético europeo»,
Público, 26 de septiembre de 2020.
127 Sobre el problema del carbón en Europa, Adam Tooze (2019) ofrece un buen diagnóstico respecto a los intereses
económicos y políticos que esconde. Entre otros datos, señala que «el carbón representa el 80% de la electricidad
que alimenta la actividad económica de Polonia, de rápido crecimiento, y el 86% de la calefacción hogareña de sus
38 millones de personas pues su actividad económica está alimentada por un 80% de electricidad».
128 El Primer Ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki, declaraba a principios de 2020 que Polonia alcanzará la neutrali-
dad climática «a su propio ritmo» y que no empezarán a reducir su consumo de carbón hasta 2030.
129 Por ejemplo, la compañía norteamericana de gestión de inversiones BlackRock controla acciones en compañías de
combustibles fósiles por valor de 87.300 millones de dólares. También está en las primeras posiciones como inversor
en las ocho compañías petroleras más grandes del mundo y entre los principales financieros de la industria de armas.
Pese a esa carga, no cesa en mostrar su liderazgo en el giro verde de las finanzas.
88 La solución verde
Por ser una dimensión clave para explicar la forma en que se despliegan estos
programas y su control político, dedicamos la siguiente sección a profundizar
sobre la reactivación de los arreglos público-privados, añadiendo un breve pero
necesario análisis histórico. Lo público-privado es una vieja estrategia que se
130 En noviembre de 2020, la Comisión Europea declaró que BlackRock estudiará cómo la UE podría usar factores
ambientales, sociales y relacionados con la gobernanza en la supervisión prudencial y en el análisis de riesgos re-
gulatorios de los bancos de la región. BlackRock también analizará cómo la UE podría impulsar el crecimiento de las
finanzas verdes y el mercado de productos financieros sostenibles.
131 Las vías para solicitar financiación del Next Generation al gobierno central son tres: a través de las comunidades
autónomas, a través de los Ministerios y a través de «ventanillas informales» para grandes empresas y consorcios.
Por lo pronto, algunas de las empresas más contaminantes ya están optando por esa vía: «Endesa ha presentado 110
proyectos por valor de 19.000 millones de euros 22; Iberdrola, 150 iniciativas por 21.000 millones; Naturgy, 13.000
millones; ACS, 4.500 millones» (Scherer et al., op. cit., p. 12).
132 Entre otros, son interesantes estudios como Pactos verdes en tiempos de pandemias, de Pérez, A. (2021) o «Plane-
tary boundaries: Guiding human development on a changing planet», de Steffen, W. et al. (2015).
89 III. La solución capitalista y verde a la crisi
Aseguraba Max Weber que la expansión del poder capitalista está vinculada a la
competencia interestatal por el capital en busca de inversión. Sin menospreciar
ese factor, dicha expansión también ha sido conducida por la formación de es-
tructuras políticas con recursos organizativos para controlar el entorno territorial,
social y político de la acumulación de capital a escala mundial. En la dinámica
del sistema-mundo, los países centrales ganan la hegemonía en una geografía
política desigual, donde la acumulación incesante se asegura a través del some-
timiento institucionalizado de territorios periféricos. Para confirmar esa tesis, no
hay más que observar el largo ciclo de reordenación territorial a escala europea,
a través de la financiarización y el desarrollo desigual de los países del norte
frente a los del sur.
90 La solución verde
133 Los así llamados partenariados público-privados tienen su origen contemporáneo a principios de los años ochenta
en Reino Unido durante el gobierno de Margaret Thatcher. Funcionaban como estratagemas contables, en la medida
que permitían sortear las propias restricciones del gobierno para endeudarse. En la práctica, son una forma de priva-
tización, permitiendo a las empresas beneficiarse del dinero y la inversión pública y exigiendo a los servicios públicos
que faciliten oportunidades comerciales rentables. Aunque el gobierno se compromete a sufragar la inversión como
si hubiera tomado prestado el dinero, las normas contables permiten tratarla como un préstamo privado sin infringir
las normas fiscales. En el artículo «La privatización encubierta de nuestros bienes y servicios públicos» publicado en
La Marea en octubre de 2019, Nicola Scherer y Emma Avilés, del Observatori del Deute en la Globalització, explican
que «las prácticas contables de las colaboraciones público-privadas permiten a los gobiernos mantener estos pro-
yectos fuera de sus cuentas (no son transparentes ni auditables), ya que el sector privado —y no el gobierno— es
el titular del préstamo que financia el proyecto. Una maniobra de contabilidad creativa, donde el coste real de un
proyecto queda escondido, hasta que algo falla y todo revierte sobre lo público y los bolsillos de la ciudadanía».
134 En marzo de 1998, el Gobierno británico publicó su Libro Verde sobre la reforma del bienestar, que tiene la virtud de
ser muy explícito respecto al significado del Third Way y al papel del sector privado en esa «nueva época». Para una
revisión crítica, es interesante el artículo breve de Alan Deacon (1998) titulado «The Green Paper on Welfare Reform:
Case of Enlightened Self-interest?», en The Political Quarterly Publishing, 69 (3), pp. 306-311.
135 La literatura sobre este periodo es infinita, pero por su rigor y lucidez es interesante el libro de Jonathan Davies (2011)
Challenging Governance Theory: From Networks to Hegemony, Policy Press, Bristol.
91 III. La solución capitalista y verde a la crisi
Gráfico 3.5. E
valuación del mercado europeo de partenariados
público-privados
400
1800
350
1600
1400 300
1200 250
1000 200
800
150
600
100
400
50
200
0
0
20 0
02
20 8
09
20 6
20 3
20 5
04
07
20 1
10
15
96
90
16
12
99
92
95
98
13
93
14
94
97
20 1
91
0
0
0
0
0
1
20
20
20
20
20
20
20
20
20
20
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
Más allá de esas figuras legales, que en algunos países como España ni siquiera
cuentan con una regulación específica, las alianzas público-privadas desbordan
semejante ingeniería opaca. Han sido y son parte de la expansión del poder ca-
pitalista y de las respuestas capitalistas frente a la crisis, y remiten a una extensa
realidad histórica, territorial y política. Pueden incluir argucias tecnocráticas im-
plementadas durante periodos concretos, tales como concesiones, consorcios,
sociedades mixtas o subcontrataciones, pero no se reducen a esas figuras. Los
arreglos financieros y espaciales buscan resolver los problemas de sobreacu-
mulación y, de forma particular, dan protagonismo al circuito secundario: la acu-
mulación de base territorial a partir de los entornos construidos, los mercados
inmobiliarios o las grandes inversiones en infraestructuras y obras públicas. En
conjunto, estos procesos han supuesto una enorme implementación de parte-
nariados público-privados, pero con la misma intensidad también procesos de
conversión de diversas formas de derechos de uso y usufructo (comunes, co-
lectivas, estatales) en derechos de propiedad exclusivos, la mercantilización de
necesidades básicas para insertarlas en mercados especulativos, así como el
creciente dominio de los Bancos centrales y las políticas monetarias. Todas res-
ponden al réquiem principal del mandato capitalista: todo lo que existe sobre la
tierra debe ser sometido a la mercantilización, la monetización y la privatización
para producir beneficio. Los últimos ciclos de crisis, en los que ha ido madurando
la solución verde a la crisis, no solo no son una excepción, sino que suponen un
salto de escala cualitativo respecto a la centralidad del Estado Público-Privado.
92 La solución verde
136 Entre 1990 y 2009 se firmaron más de 1.300 contratos de partenariados público-privados (PPP) en la UE, que en suma
representaron más de 250.000 millones de euros. En ese mismo periodo, si bien Reino Unido lideró la puesta en
marcha de los PPP a nivel europeo, España fue el segundo Estado miembro en el ranking con un 11% del total del vo-
lumen económico (Kappeler y Nemoz, 2010). Estos cálculos no incluyen las privatizaciones con venta de activos o la
subcontratación de servicios, que dispararían por mucho las cifras. Entrado el ciclo de crisis en 2008, las instituciones
europeas han seguido animando a sus Estados miembros a «desarrollar la colaboración público-privada [...] frente a
la afectada capacidad de la Hacienda Pública para obtener los fondos necesarios y asignar recursos» (Comisión Eu-
ropea, 2009). Entre 2000 y 2018, el BEI invirtió 5.176 millones de euros en 30 proyectos público-privados en España,
de los cuales 26 (un 87%) fueron en el sector del transporte (Scherer, N.; Martínez, R., 2019).
137 Informe Especial 09/2018, «Colaboraciones público-privadas en la UE: Deficiencias generalizadas y beneficios limi-
tados». En general, todos los proyectos analizados por el Tribunal de Cuentas padecieron demoras, aumentos de
costes e infrautilización. No aprobaron ni el juicio de la libre competencia: la mayoría de concesiones no se some-
tieron a ningún análisis comparativo con otras opciones de contratación ni a ninguna otra evaluación de la relación
calidad-precio. Sin embargo, continúan los rescates a concesionarias de obra pública, autopistas o aeropuertos
respondiendo a los compromisos adquiridos por las administraciones públicas en los contratos en forma de garantías
de cobertura de ingresos o concesión de avales.
138 Como bien es sabido, el ejemplo palmario es la imposición de políticas de austeridad tras los «rescates» del Fondo
Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), unas medidas que reescalaron en diferentes esferas territoriales. En Es-
paña, esta imposición se expresó en la reforma constitucional del artículo 135 para priorizar el pago de la deuda y
limitar la inversión y el endeudamiento público. Subsidiaria de esta reforma, se implementó la Ley de Racionalización
y Sostenibilidad de la Administración Local (LRSAL) para disciplinar a los municipios.
139 Un análisis histórico detallado de estos procesos de alianza Estado-multinacionales en España se puede encontrar
en el libro A dónde va el capitalismo español, de Pedro Ramiro y Erika González (2019). Las tesis principales están
dedicadas a explicar cómo se ha construido la centralidad de las grandes empresas en el modelo socioeconómico
español a través de un enfoque elitista sobre la distribución del poder público y la función del Estado.
140 En el informe «Historia repetida: Cómo fracasan las Asociaciones Público-Privadas», de Eurodad (2018), se analizan
diez casos de escala global, incluyendo Colombia, España, Francia, India, Indonesia, Lesoto, Liberia, Perú y Suecia.
Los sectores cubiertos son agua y saneamiento, educación, energía, salud y transporte. Las conclusiones redundan
en aspectos ya remarcados por el Tribunal de Cuentas Europeo.
93 III. La solución capitalista y verde a la crisi
Detrás de la relación público-privada han ido tomando posición no solo las gran-
des corporaciones multinacionales y las entidades financieras, sino también
todo el aparato de consultoría global. No es ningún secreto que las Big Four
funcionan como comisarios de políticas nacionales y reciben altísimos honora-
rios en cada etapa del proceso. No han innovado mucho en sus relatos, puesto
que siguen defendiendo que los consorcios y los partenariados son garantía de
reducción de costes en la financiación de infraestructuras142. Más reveladores
son los argumentos hermanados con la doxa schumpeteriana: un capitalismo en
estado estacionario es una contradicción en los términos. McKinsey & Company,
consultora que opera como remodeladora a escala mundial de servicios públi-
cos en beneficio del capital privado, lo expresa de forma nítida: «Solo mantener
el ritmo del crecimiento proyectado del PIB mundial durante los próximos diez
años requiere 57.000 millones de dólares de inversión en infraestructura»143. Pa-
rece que Estados Unidos y la UE ya tomaron nota, aunque las predicciones de
McKinsey palidecen frente a las políticas chinas.
141 Nos referimos al «Roadmap to Infrastructure as an Asset» del G20. Entre otros, el objetivo es desbloquear los billones
de dólares de pensiones y seguros que están invertidos en acciones, bonos, fondos de inversión y otros instrumen-
tos. Debido a que el enorme riesgo puede espantar a los inversores, la fascinante propuesta del G20 es que sea
asumido por las arcas públicas. El G20 no corre en solitario esta carrera, le acompañan entidades como el BM y la
OCDE. Se pueden encontrar más detalles sobre la relación entre organismos supraestatales y entidades financieras
en las estrategias público-privadas de Europa y Latinoamérica en el informe «¿Por qué las asociaciones público-pri-
vadas (CPPs) no funcionan? Las numerosas ventajas de la alternativa pública», Hall, D., 2015.
142 Estos argumentos se pueden encontrar en los propios informes y publicaciones de estas consultoras. Véase, por
ejemplo, la publicación Infra-structura de Deloitte.
143 Se pueden encontrar esas y otras conclusiones similares en «Bridging infrastructure gaps: Has the world made pro-
gress?» de Mackinsey. Frente a las restricciones fiscales que padecen los gobiernos, McKinsey insiste en que las
alianzas público-privadas son la mejor opción para llenar esa brecha financiera. La búsqueda de nuevos espacios
rentables ha llevado a estos magnates del expolio a fomentar la privatización de los suministros de agua, la vivienda
social, la educación o la sanidad en diferentes territorios del planeta y a competir por dominar los nichos de mercado
que abre la consultoría de la sostenibilidad. En 2013, las Big Four ya dominaban las preferencias en este mercado
según la encuesta realizada a 250 ejecutivos por la empresa Verdantix.
144 Brenner, R., Saqueo pantagruélico, New Left review, n.º 123, julio-agosto de 2020.
145 Gabor, D., «Wall Street Consensus. Development and Change», International Institute of Social Studies, n.º 0, pp. 1-31,
2021.
94 La solución verde
Así pues, la verdadera «normalidad» pasa por la colonización de los nuevos pro-
gramas de recuperación por parte de las finanzas, la posición de ventaja que
están tomando los grandes oligopolios en su reparto o que, en el caso español,
sea directamente el sector privado quien ejecute los fondos de programas de
recuperación como el Next Generation146. Mención aparte y más importante, por
ser la estructura de estas tendencias y ya en su origen público-privada, merece
la posición de mando consolidada por el Banco Central Europeo con sus com-
pras de activos, bonos y acciones, inundando de liquidez los mercados financie-
ros y disciplinando a las economías nacionales, regionales y urbanas.
146 Es significativa la figura creada en España para desarrollar los denominados como Proyectos Estratégicos para la Re-
cuperación y Transformación Económica (PERTE), que integran grandes proyectos estructurales con gran capacidad
de arrastre para el crecimiento, el empleo y la competitividad y que, de nuevo, suponen grandes beneficios para el
sector privado y desplaza los riesgos hacia el sector público (Scherer et al., op. cit.).
147 Entre otros planes anteriores, nos podemos remitir a la Ley de Economía Sostenible de 2011. Como señala una inves-
tigación sobre el capitalismo español finalizada el mismo año que se presentaba la ley, «La retórica oficial del «cambio
de modelo productivo» se articula en relación con una oleada de innovación verde que, a través de la intensificación
del uso de las energías renovables, desembocará en una economía baja en carbono. Más allá de estas fantasías
tecnocráticas, lo cierto es que las políticas energéticas que, sobre el papel, tienen la misión de liderar este cambio
son poco más que intentos de generar nuevas burbujas ligadas a las energías renovables», Rodríguez, E y López, I.
(2010).
95 III. La solución capitalista y verde a la crisi
No parece fácil que la UE tome un camino anticapitalista o que sus valores so-
cialdemócratas sean algo más que una perpetua escenificación conceptual, pero
nada impide ampliar el frente ecosocialista mientras se profundizan los debates
en torno a la ecología política. Más que el New Deal de los años treinta, que se
integra en la lista histórica de programas públicos que han otorgado poder a las
mayores fortunas de la lista Forbes150, existen otros referentes que parecen en-
terrados en la historia europea. Entre otros, los fondos accionariales de asalaria-
dos, un mecanismo para que los sindicatos y otras asociaciones de la sociedad
civil obtengan un control sustancial sobre el funcionamiento de las grandes em-
presas. Dotaban de derecho a los dividendos, derecho a voto para la elección
del Consejo de administración y derecho para decidir sobre las políticas de las
compañías. Estas instituciones de democracia económica, diseñadas por Rudolf
Meidner en los años setenta, no solo buscaban contrarrestar el poder concen-
trado del capital, sino que podían ser la base material para una organización
social de la producción y el consumo. Hoy, si bien las condiciones materiales
en las que se hacía posible un plan como el de Meidner son irreproducibles, el
espíritu de transformación que destilan es una buena fuente de inspiración de la
que deberían tomar nota quienes se siguen haciendo llamar socialdemócratas.
148 La diferencia fundamental entre Henderson y Mazzucatto es el énfasis que la primera pone en el liderazgo del
sector privado y que la segunda aplica al sector público. Para un resumen de la posición de Mazzucato, autora de
libros como El Estado emprendedor, se puede consultar el artículo «The Covid-19 crisis is a chance to do capitalism
differently», en The Guardian, 18 de febrero de 2020. En el caso de Henderson, autora de libros como Reimagining
Capitalism, muy centrado en cómo el sector privado puede diseñar una solución capitalista a la emergencia climática,
su posición queda sintetizada en esta conversación para Wired.
149 El artículo que tal vez mejor expresa la nueva agenda del Financial Times y el diagnóstico de Wolf es «Why rigged
capitalism is damaging liberal democracy», Financial Times, 18 de septiembre de 2019.
150 Las infraestructuras industriales y urbanas de los siglos anteriores se concibieron para ser centralizadas, verticales y
privadas, y tenían que integrarse verticalmente a fin de crear economía de escala y devolver beneficios a los inver-
sores. El resultado es que las empresas globales de la lista Fortune 500, la mayoría de ellas radicadas en EE. UU.,
representan 30 billones de dólares en ingresos, en torno al 37% del PIB global, con solo 67,7 millones de empleados
en una fuerza de trabajo global de unos 3.500 millones de personas.
96 La solución verde
Una agenda emancipadora debería tomar esos referentes como propios, adap-
tándolos a las condiciones sociales, productivas y políticas de la Europa post-co-
vid, diseñando como principal instrumento la transferencia de la propiedad de
los activos productivos. La capacidad transformadora de programas de transi-
ción que no discuten sus formas de control político, su modelo de financiación
y los sistemas de propiedad es entre muy dudosa y nula. La UE tiene previsto
intensificar la inversión en ámbitos como las infraestructuras verdes y de energía
renovable, en la rehabilitación de edificios y viviendas o en industrias relaciona-
das con la movilidad baja en carbono. En proporción a la inversión pública como
se inyecte, debe aplicarse la socialización de los derechos de uso y usufructo a
las infraestructuras y bienes ligados a esos sectores, sea el energético, el inmo-
biliario, el transporte o el digital.
Supongamos que se asume que los Green New Deal son una oportunidad para
redistribuir poder. Dado el caso, a nadie le pasa por alto que solo sería posible
avanzar hacia ese horizonte mediante un conflicto abierto contra el diseño ins-
titucional y los actores privilegiados por las alianzas público-privadas. Un pacto
sin verdaderas contrapartes no hace más que consolidar la jerarquía de poder
en la sombra sedimentada en los Bancos centrales, las grandes corporaciones y
los organismos supraestatales.
97 IV. Mientras muere un mundo y nace otro
4. MIENTRAS
MUERE UN MUNDO
Y NACE OTRO
4.4 ESPACIOS DE CONFLICTO
FRENTE A LAS RELACIONES
DE PROPIEDAD CAPITALISTA 112
4.4.1 Producción y consumo 112
4.4.2 Reproducción social 113
4.4.3 Propiedad colectiva 114
4.4.4 Ecologismo de los pobres y lucha de clases 116
98 La solución verde
99 IV. Mientras muere un mundo y nace otro
Mientras, salida de los debates marxistas que resistieron al auge cultural neoli-
beral, la cuestión sobre el fin del capitalismo ejemplifica no tanto el caldo primi-
genio como el puré crepuscular donde se sumerge la dinámica histórica de la
modernidad. Entre tanta confusión, la extensión del debate sobre el fin del capi-
talismo corre el riesgo de convertirse en el cajón de sastre donde meter cientos
de rasgos del mundo en transición. Más que un asunto complejo debido a su
tecnicismo, como pasa con las explicaciones sobre la transición del feudalismo
al capitalismo, puede ser una discusión acerca de todo y de nada.
Algunas cuestiones nos pueden ayudar a aclarar un poco este escenario borro-
so. Para analizar este momento histórico tal vez resulta tan importante separar
transición y decadencia como aceptar que fin del capitalismo y emancipación
no son sinónimos. Las evidencias sobre si vivimos en algo que ya no podemos
llamar capitalismo no deberían aportarnos más o menos sentimientos recon-
fortantes o decepcionantes sobre un futuro emancipador. De igual forma que
un mundo sin Dios, decía Nietzsche, puede ser tan represivo y oscuro como el
gobernado por la divinidad, no cabe esperar menos de un mundo en el que la
producción capitalista no sea central.
como capitalismo histórico. No tardan en asomar las malas noticias puesto que,
fuera de los discursos, ambas estructuras de poder no solo están lejos de ser
contrarias, sino que son la misma. La única duda que abre la solución verde es
si, más que el fin del capitalismo, presenta el cierre de un capitalismo o si aca-
so vamos a vivir para ver los primeros pasos hacia un modo de producción sin
predominio del capital en el cual la dominación y la explotación siguen siendo
centrales. La historia ofrece varios ejemplos.
Así las cosas, el debate sobre el fin del capitalismo no es puramente nominalista,
sino que depende de cómo se caracterice el momento histórico y sus tenden-
cias para así poder diseñar estrategias políticas. Nada está dado. Lo que venga
no está escrito y ni mucho menos consolidado. Sin embargo, caminar por este
terreno transicional sin un diagnóstico propio nos puede llevar a echar mano
de brújulas trucadas que no solo señalan al Norte, sino que lo sugieren como
único origen y destino. Mientras las soluciones verdes tomen al Sur como un
repositorio de territorios y fuerza de trabajo barata que explotar, a la vez que
como maquila y vertedero del Norte, resulta obsceno asegurar que tengan algo
que ver con la prosperidad de las generaciones presentes y futuras. Frente a la
profunda crisis del capitalismo y la oscuridad de sus alternativas, necesitamos
seguir produciendo imágenes y análisis colectivos para construir movimientos
emancipadores conectados a escala global.
Intentando aportar algo en esa dirección, los bloques que siguen tienen como
objetivo acabar de situar los contornos políticos de la solución verde capitalista
ya desarrollados a lo largo de este trabajo. En primer lugar, desglosamos algu-
nas tendencias de la economía global que definen este periodo transicional. En
el segundo bloque, retomamos los enfoques del Antropoceno y el Capitaloce-
no para definir este cambio de época. En tercer lugar y para finalizar, situamos
algunos espacios de conflicto que, en mayor o menor medida, ya marcan las
agendas políticas de los movimientos. Nuestra intención no es que esos últimos
puntos se interpreten como un golpe en la mesa o un ya te lo dije. Ni siquiera
que suenen novedosos. Más bien al contrario, intentan estirar algunos hilos his-
tóricos que creemos tiene sentido recuperar para aprender de ellos y aportar
algunas ideas al debate, asumiendo que cualquier avance de hipótesis política
solo puede ser tentativo.
Pocos días después de su elección como nuevo presidente de los Estados Uni-
dos, Joe Biden reincorporó al país en el acuerdo climático de París y presen-
tó un programa de inversión que se nutre del Green New Deal defendido por
Ocasio-Cortez. La promesa es financiar parte de ese programa con el aumen-
to de las cargas impositivas sobre las rentas más altas y las rentas del capital.
La estrategia integra todas las contradicciones de los planes de reformas para
conservar (ver capítulo 3). Más allá de esos límites evidentes, el plan de Biden
supone un intento de contrarrestar la creciente hegemonía de China y, como
detallamos más adelante, refuerza un ciclo de economía global público-privada.
«El Consenso de Wall Street» avanza, con su plan de conversión de la naturaleza
en activo financiero.
102 La solución verde
A estos indicios hay que sumar otros que desbordan lo simbólico. En el plenario
de las Naciones Unidas de septiembre de 2020, Xi Jinping bendijo el camino ha-
cia el capitalismo verde, sumando fuerzas para la consolidación de China como
capitalista colectivo global en el escenario de la producción. La base de su dis-
curso se apoya en las directrices aprobadas en el decimotercer Plan Quinquenal
(2016-2020), donde el desarrollo verde es uno de los principales conceptos y se
promete disminuir las emisiones de CO2 un 18%. Sin embargo, China es el mayor
contribuyente neto al aumento de las emisiones en los últimos treinta años, un
aspecto enfatizado con hipocresía por las potencias occidentales que la seña-
lan como principal responsable del cambio climático. Sin negar su contribución
a la aceleración del cambio climático es necesario contextualizar que la China
anterior a 2008, centrada en el control de la manufactura de exportación a partir
de trabajo de baja cualificación, fue la vía por la que las empresas capitalistas
occidentales buscaron la reducción de costes salariales y ambientales. La in-
tervención de Xi Jinping en septiembre de 2020 aclara el papel de China en el
nuevo orden. Si el mundo decide entrar en un ensayo de capitalismo verde, la in-
dustria china será la proveedora de los medios para hacerlo. Ya sin dependencia
tecnológica de Occidente ni tutela sobre sus centros de diseño y organización,
la producción china resultará determinante para cualquier intento de reanudar
la acumulación de capital a partir del cambio hacia tecnologías de sustitución de
los combustibles fósiles. En la producción de las nuevas tecnologías de energías
renovables —pilar en los programas de transición energética dominantes— Chi-
na ha abaratado y aumentado extraordinariamente su capacidad productiva por
unidad de trabajo. Lejos quedan los tiempos que definían el capitalismo verde
como una estrategia para el crecimiento del empleo y la reindustrialización en
Europa y Estados Unidos.
del nuevo sistema financiero abierto a los flujos financieros transnacionales que
ha organizado el gobierno chino y que permitirá la quiebra de las empresas
públicas sobreendeudadas de este sector, así como la atracción de las masas
de liquidez orientadas a las tecnologías ambientales y de reducción del cambio
climático que inundan los mercados financieros. A su vez, China avanza con su
estrategia de inversión titánica en grandes infraestructuras con el proyecto One
Belt, One Road, una Nueva Ruta de la Seda del siglo XXI formada por una red
de conectividad con corredores económicos marítimos y terrestres entre China,
Eurasia, Oriente Medio, Europa y África.
Los efectos del welfare europeo están casi totalmente desvinculados desde los
años setenta de las luchas de clases. El propio modelo europeo ha logrado enca-
jar y contener esas pugnas en los espacios nacionales, combinando los efectos
de las reestructuraciones de la división europea del trabajo con la extensión de
los mecanismos de negociación colectiva a los países del sur y unas cadenas de
mando regidas por el principio de subsidiariedad. Es decir, al ser más cercanas
al ciudadano, las escalas regionales, nacionales y especialmente las locales son
lanzadas a su suerte para cargar con las responsabilidades políticas y las deudas
104 La solución verde
Pero quizá el elemento central de esta nueva crisis europea que la distingue de
la anterior sea la imposibilidad de contener los efectos de las políticas de aus-
teridad dentro de los países del sur, y su salto a la escala continental. Las con-
secuencias de casi dos décadas de políticas de austeridad se sienten en toda
Europa en forma de desbordamiento de la sanidad pública y, en última instancia
y de forma derivada, también de la educación pública y los servicios sociales. La
demanda de servicios sanitarios durante la pandemia ha desbordado por com-
pleto los hospitales y consultorios de salud. Alemania, buque insignia de los
sistemas sanitarios continentales, también ha padecido las deficiencias de su
sistema sanitario. El problema en el caso alemán no son los medios materiales,
sino la falta de personal sanitario en un país que, desde la «reunificación», ha
reducido cuanto ha podido los costes laborales.
Gráfico 4.1. T
asa general de beneficio y deuda global
(mediana de la deuda respecto al porcentaje del PIB)
11.5
11.0
10.5
10.0
9.5
9.0
8.5
8.0
7.5
Descenso Tasa General de Beneficio
7.0
04
07
01
80
16
68
95
98
10
86
89
92
13
83
74
77
71
20
20
20
20
20
20
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
120
100
80
60
40
20
Ascenso de la deuda global
0
1960 1970 1980 1990 2000 2010 2020
A día de hoy, ya podemos encontrar al nuevo CEO de Wall Street que domina
el lenguaje de las ONG negociando sus posiciones con el gestor estatal o euro-
peo. En la medida en que el sector público y los buques insignia de las empre-
sas privadas van a fusionarse aún más, parece poco relevante si las posiciones
gerencialistas se mantendrán dentro o fuera del tradicional aparato de Estado.
El carácter más estatal o financiero de las alianzas público-privadas dependerá
de si los beneficios vinculados a la «transición verde» son nominalmente priva-
dos aunque, eso sí, se obtengan a partir de la acción monopolista del Estado y
supongan transferencias de recursos colectivos hacia el sector privado.
Estas tendencias, en suma, revelan hasta qué punto el capitalismo está agotan-
do su régimen económico de longue durée. En el fondo de todas las estrategias,
regulaciones y procesos hay un mismo problema por resolver: la extracción de
plusvalor y el saqueo gratuito de recursos naturales, energía y trabajo humano
no remunerado ha entrado en una espiral de encarecimiento y por momentos de
inviabilidad que está poniendo en apuros la reproducción ampliada del capital.
Desde hace varias décadas, este proceso produce más costes que ventajas a la
mayoría de la población mundial. Una de las expresiones de esa forma de valor
negativo a la que ha llegado el capitalismo histórico es el calentamiento global
que amenaza la vida en la Tierra, pero antes y de forma más inmediata es una
amenaza para la propia acumulación capitalista. Es precisamente frente a la im-
posibilidad de mantener a flote la tasa de beneficio y frente a la clara materializa-
ción de las contradicciones capital-naturaleza por lo que las fuerzas capitalistas
plantean su solución verde.
109 IV. Mientras muere un mundo y nace otro
Frente a esa ecología del capital en crisis, pero todavía hoy dominante, que
moldea casi a su antojo la actual naturaleza histórica, necesitamos desarrollar
hasta el límite la única manera que tenemos para transformar nuestro entorno: la
subjetividad y la acción humana. La pregunta es qué tipo de acciones humanas
podemos imaginar y organizar para que lo que venga no sea una reproducción
de esa misma ecología del capital que dilapida toda forma de vida para beneficio
de un fragmento privilegiado de nuestra especie.
En una evocadora afirmación, Jason W. Moore asegura que cerrando una planta
de carbón se puede ralentizar el calentamiento global por un día, pero cerrando
las relaciones que producen la planta de carbón se podría parar para siempre.
Nuestra capacidad subjetiva y de acción bien podría enfocarse tanto en enten-
der mejor las formas de apropiación del capital como en la necesidad urgente
de transformar las relaciones de propiedad capitalista.
112 La solución verde
4.4 E
SPACIOS DE CONFLICTO FRENTE A LAS
RELACIONES DE PROPIEDAD CAPITALISTA
Las relaciones de propiedad son el núcleo del modelo de dominio capitalista. El
liberalismo ascendente nunca ha tenido el menor problema en rehacer las rela-
ciones de propiedad e imponer nuevos modelos de extracción de rentas, ya sea
por la vía de las subidas de precios de compra y alquiler de la vivienda, la priva-
tización de la sanidad pública o la financiarización de las economías domésticas.
Durante los años setenta y ochenta, el neoliberalismo apoyado por unas elites
empresariales norteamericanas asustadas por las primeras grietas en la posición
hegemónica tenía como principal preocupación el establecimiento de nuevas
relaciones de propiedad, fundamentalmente vinculadas a distintas formas de
apropiación y privatización.
parece tanto ganar tiempo como tirarlo por la borda. Especialmente cuando las
soluciones verdes existentes desplazan la carga de emisiones a las periferias,
reproducen el extractivismo neocolonial, se implementan sin arreglo a ningún
principio de justicia global, integran procesos de explotación de clase y expro-
pian recursos a comunidades indígenas.
Desde nuestro punto de vista, la urgencia pasa por definir las causas de la de-
predación capitalista y organizar luchas que muerdan las relaciones de propie-
dad. Las estrategias seguro que son múltiples, incluso contradictorias, pero de-
ben estar dirigidas a empujar procesos de desmercantilización y reapropiación,
aunque sea en la clave más posibilista y viable. La supresión directa de la uti-
lización de combustible fósil requiere un cambio en los sistemas de propiedad
y, sin lugar a dudas, una planificación pública que no solo se desvincule de los
oligopolios que controlan la producción y el consumo, sino que pueda llegar
a confiscar capital fijo. Nuestra ética individual y el cambio en nuestros estilos
de vida tal vez puedan dialogar con esas estrategias. No obstante, el poder de
negociación como meros consumidores individuales, incluso asociados en peti-
ciones bajo manifiestos conjuntos, tiene poca capacidad para producir algo más
que nichos de mercados ecológicos o, en el mejor de los casos, cooperativas
integradas en las formas variadas de capitalismo metropolitano.
Los Estados dominados por el capital deben mantener y ampliar los nichos de
beneficio en la reproducción social a través de procesos constantes de apropia-
ción, privatización y subcontratación. Vivienda, trabajo doméstico no remune-
rado, sanidad pública, educación superior, recursos naturales o servicios eco-
sistémicos, todo queda sometido a los ciclos de acumulación por desposesión.
Frente a la caída tendencial de la tasa de ganancia, las salidas del capital pasan
por aumentar la función económica no retribuida salarialmente, fragmentar los
mercados laborales conforme a su estructura de costes (bajo criterios de género,
raza y nacionalidad) y exprimir los procesos de acumulación por desposesión,
saqueando los ecosistemas biofísicos y urbanos. De la misma manera que los
desastres medioambientales generan oportunidades de beneficio para el «capi-
talismo del desastre» y para el «capitalismo de vigilancia», el desplazamiento de
la subsistencia hacia esferas reproductivas, sin acciones públicas redistributivas,
abre vías para la financiarización y el endeudamiento de las economías domés-
ticas. Sin duda alguna, una de las esferas condicionantes de la reproducción
social y que ha sido espacio central de la especulación y el rentismo ha sido la
vivienda, con regulaciones estatales de los mercados inmobiliarios dirigidas a
componer e integrar a las clases medias y a expulsar a quienes no participan de
las bondades de la sociedad de propietarios. Estas dinámicas de apropiación y
privatización de las bases de la reproducción social se amplían a todo tipo de
servicios ecosistémicos, recursos y energías.
En el tablero de juego del Norte global las cartas empiezan a ponerse boca
arriba. Mientras muere un mundo y nace otro, las alianzas público-privadas de
nuevo están llamadas a ser las fórmulas dominantes. Frente a este proceso ya
en marcha, las estrategias políticas de movimiento deben integrar formas de
ruptura radical combinadas con alternativas viables que erosionen la reanuda-
ción del diseño institucional capitalista. Las relaciones de propiedad y las formas
de control político de los recursos que integran las alianzas público-privadas
son, hoy por hoy, la base material de los pactos verdes.
En conjunto, lo que se dibuja desde el Sur global con posibles alianzas con
movimientos del Norte es la defensa y reapropiación de economías de subsis-
tencia. De nuevo, no son circuitos de revalorización del dinero dirigidos por el
imperativo del valor de cambio, sino espacios de producción, reproducción y
consumo ligados al valor de uso. En la práctica, son conflictos jurisdiccionales
sobre la tierra, los recursos y sus regímenes de propiedad. Es el ecologismo de
los pobres del que habla Joan Martínez Alier desde hace más de dos décadas.
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