0% encontró este documento útil (0 votos)
37 vistas18 páginas

Tendencias Mundial

Este documento discute la importancia de anticipar escenarios futuros mediante el análisis prospectivo de tendencias a largo plazo. Señala cuatro transformaciones en las últimas décadas que no fueron suficientemente anticipadas en América Latina: la expansión de Internet, el crecimiento de China, las crisis financieras de los años 90 y 2008, y el cambio climático. Argumenta que los países de la región deben comenzar a aplicar metodologías de prospectiva para comprender mejor las tendencias globales, anticipar escenarios y aprovechar oport
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
37 vistas18 páginas

Tendencias Mundial

Este documento discute la importancia de anticipar escenarios futuros mediante el análisis prospectivo de tendencias a largo plazo. Señala cuatro transformaciones en las últimas décadas que no fueron suficientemente anticipadas en América Latina: la expansión de Internet, el crecimiento de China, las crisis financieras de los años 90 y 2008, y el cambio climático. Argumenta que los países de la región deben comenzar a aplicar metodologías de prospectiva para comprender mejor las tendencias globales, anticipar escenarios y aprovechar oport
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 18

B.

La importancia de anticipar los escenarios: cuatro evidencias:

La importancia de anticipar los escenarios: cuatro evidencias En las dos últimas décadas los países
latinoamericanos han dado pasos sustantivos: afirmación del sistema democrático y
fortalecimiento de las instituciones; gestión equilibrada y eficiente de las finanzas públicas y la
macroeconomía, y políticas sociales inclusivas encaminadas a reducir la pobreza y la desigualdad.
Sin embargo, están rezagados en cuanto a su visión estratégica. Por lo general se desconocen los
estudios de tendencias mundiales a largo plazo y el análisis de proyectos y programas se suele
realizar con una perspectiva exclusivamente nacional, sin contemplar escenarios globales
alternativos ni las experiencias de otros países. El diseño de políticas se adapta a tendencias
cortas, se basa excesivamente en el mercado y prescinde de programas estructurales que
incrementen la productividad, la igualdad y la participación. Esta falta de perspectiva reduce la
capacidad de reacción ante sorpresas o acontecimientos inesperados y torna a los países más
vulnerables a las vicisitudes futuras. Una forma de anticipar las consecuencias es preguntarse si se
previeron a tiempo los principales cambios de los últimos 20 años y si habría sido posible tomar
mejores decisiones y aprovechar mejor el tiempo. A modo de ejemplo, conviene mencionar cuatro
transformaciones profundas sobre las que no hubo suficiente previsión en América Latina: 
Internet: A comienzos de los años noventa su presencia era limitada. Las computadoras eran
privilegio de ricos, la Ley de Moore (que afirma que la capacidad de las computadoras se duplica
cada 18 meses) no se había postulado y los costos eran elevados. No obstante, poco tiempo
después, la telefonía celular, la capacidad de transmisión y procesamiento y las computadoras y
teléfonos inteligentes hicieron que las comunicaciones crecieran exponencialmente. Produjeron
cambios en la economía, las relaciones sociales y la conciencia ciudadana, con lo que se abrieron
horizontes insospechados. Era muy difícil imaginar su alcance, pero algunos países, como la
República de Corea, se dieron cuenta a tiempo y se pusieron a la cabeza, creando la red de banda
ancha más avanzada del mundo y empresas de alcance mundial. Otros, en cambio, pensaron que
las cosas ocurrirían linealmente y dejaron a grandes sectores fuera de la conectividad y la banda
ancha.  China: Se fue acumulando evidencia de que venía una ola monumental. El impacto ha
sido favorable para los países de América del Sur, pero sus efectos y oportunidades no han sido
bien evaluados y no se diseñan estrategias que anticipen escenarios para aprovechar los
beneficios y disminuir los riesgos.  Crisis financiera: Algunos gobiernos subestimaron la crisis
asiática de fines de los años noventa, como una sacudida sin mayor repercusión. Sin embargo, se
hizo sentir con gran intensidad y desaceleró el crecimiento. Más desconcertante fue la gigantesca
crisis financiera que se originó en 2008 en Wall Street y se propagó hacia Europa como reguero de
pólvora. Ni en el propio corazón de la mayor potencia financiera mundial se pudo anticipar. El
sistema de regulación financiera falló ostensiblemente. América Latina se libró en parte de las
graves consecuencias gracias a medidas prudentes que se adoptaron tras la crisis de deuda de los
años ochenta y la crisis financiera de los noventa. La causa de la potente onda desestabilizadora
radica en parte en la elevada sofisticación de las tecnologías de información y comunicación
utilizadas en el sistema financiero, que ocasionaron una propagación inmediata que resultó
imposible de contener con los instrumentos administrativos existentes. Es muy probable que
persista el peligro de volatilidad y alteraciones sistémicas a largo plazo.  Cambio climático: La
información y los estudios a este respecto llegaron tarde y no se les otorgó relevancia. Hoy el tema
está instalado en la conciencia de las nuevas generaciones y en el centro de las inquietudes de la
humanidad. Poco a poco comenzó la promulgación de normativas y se produjo un mayor número
de informes y debates. Aun así, escasean los estudios de impacto sobre la agricultura, así como los
efectos de eventuales desastres naturales. Las consecuencias siguen siendo imprevisibles, pues no
se sabe cuánto aumentará la temperatura del planeta ni si pueden producirse discontinuidades
abruptas. Además, se deben aprobar nuevas normativas aplicables al consumo y la inversión, crear
nuevas instituciones y tecnologías e incorporar el concepto de crecimiento verde en las estrategias
de desarrollo. Si estos cuatro ejemplos de gran envergadura apenas se preveían, ante la evidente
aceleración de su dinámica es imprescindible preguntarse cómo mejorar la capacidad de previsión.

C. El rezago se puede acortar: En América Latina es necesario comenzar a aplicar


sistemáticamente metodologías de prospección de escenarios futuros, aprender a razonar ante la
incertidumbre, hacer un seguimiento de las tendencias mundiales principales y estudiar
acontecimientos de escasa probabilidad, pero de alto impacto si llegan a ocurrir. No es tarea fácil:
las previsiones suelen ser solamente de uno o dos años, se deja que el mercado tome sus propios
derroteros y se afrontan los problemas según van apareciendo, pues la incertidumbre y la rapidez
de los acontecimientos tornan inútil la prospectiva. A esta cultura dominante se contrapone una
segunda opción, en ascenso, que reconoce que una comprensión de las tendencias globales
dominantes permitiría al menos anticipar escenarios y detectar oportunidades. La escasez de
estudios prospectivos se explica porque en América Latina predomina la primera visión. Los que
hay son esporádicos y desligados de las instancias gubernamentales o empresariales que formulan
políticas y programas de inversión. Hay desconexión entre los análisis de corto y largo plazo, las
instancias gubernamentales no suelen disponer de un referente a largo plazo y los estudios
estratégicos no aportan mucho a quienes deben resolver problemas inmediatos. Por otra parte,
los escasos estudios sectoriales que se han realizado con perspectivas de 10 o 20 años, sobre
temas de energía, agricultura o medio ambiente, no se someten a una instancia coordinadora que
les otorgue la coherencia necesaria para configurar una estrategia. Este rezago se puede
contrarrestar en plazos breves. En los países desarrollados existe una capacidad prospectiva global
que en América Latina por lo general se desconoce y se podría aprovechar. Las hipótesis
elaboradas por los principales centros de estudios mundiales (de gobierno, empresas,
universidades, grupos independientes y organismos internacionales) pueden servir para reforzar la
capacidad prospectiva, crear equipos permanentes y formar especialistas. Desde hace años, las
grandes potencias analizan sistemáticamente las tendencias mundiales y nuevos países se han ido
sumando a esta tarea. La mayor capacidad se halla en los Estados Unidos de América, tanto en el
Gobierno como en universidades, empresas y centros de investigación privados. El estudio más
reciente es “Global Trends 2030: Alternative Worlds”, confeccionado a partir de extensas
consultas con expertos de todo el mundo (Consejo Nacional de Inteligencia, 2012). Para su
elaboración se encomiendan trabajos a muchas instituciones y expertos. En particular, cabe
mencionar “Envisioning 2030: US Strategy for a Post-Western World” (Manning, 2012). En la Unión
Europea (UE) se aprecia un desarrollo similar. El más reciente informe de este tipo es “Global
Trends 2030: Citizens in an Interconnected and Polycentric World” (ISS, 2012). También se han
puesto a la vanguardia algunos países pequeños de alto nivel de desarrollo, como Finlandia y
Singapur. Asimismo, han dado pasos en esta dirección otros países emergentes, como el Brasil,
China, la Federación de Rusia y la República de Corea. Los principales institutos están comenzando
a coordinarse para intercambiar opiniones sobre tendencias, acontecimientos inesperados,
metodologías y escenarios. Pensar el futuro no significa hacer predicciones. Es imposible predecir,
pero sí se pueden explorar hipótesis plausibles de cómo podrían evolucionar las cosas. El futuro no
es una continuación lineal del pasado ni es ajeno a la acción humana. La definición de áreas de
riesgo ayuda a corregir el rumbo y detectar oportunidades. Los ejercicios de prospectiva parten de
la determinación de las tendencias que parecen ser dominantes. Luego se seleccionan
acontecimientos o fenómenos aleatorios que, de ocurrir, generarían diferentes circunstancias
según las combinaciones de tendencias y situaciones. La búsqueda y agrupación de diversos
escenarios permite seleccionar entre distintos mundos posibles, que posteriormente se examinan
en detalle para deducir sus implicaciones (Consejo Nacional de Inteligencia, 2012).

El análisis prospectivo es eminentemente cualitativo y se basa en múltiples consultas a expertos en


campos diversos, provenientes de todas las regiones del planeta. Se busca avizorar los fenómenos
marginales que pueden devenir en dominantes, su probabilidad de ocurrencia y la posible
magnitud de sus efectos. En el lenguaje de los expertos, los acontecimientos de difícil predicción y
enorme impacto se describen con los términos “cisnes negros” o “imponderables”. Hay quienes
sostienen que no es posible discernirlos porque el razonamiento humano tiende a desechar la alta
incertidumbre y los acontecimientos extremos (Taleb, 2007). Otros, en cambio, argumentan que
es posible al menos reducir el nivel de incertidumbre (Techcast, 2013). También se han generado
modelos matemáticos que pueden procesar enormes cantidades de datos a fin de explorar las
posibilidades. El modelo conocido como “International Futures”, creado por Barry Hughes, de la
Universidad de Denver, es uno de los más utilizados. Es un modelo de simulación de sistemas
globales que incorpora variables demográficas, económicas, tecnológicas, políticas, regionales,
entre otras, y permite visualizar escenarios, formar expertos y entrenar personal.

D. Seis tendencias mundiales

En el Diálogo Interamericano se ha logrado reunir un registro de más de 600 estudios mundiales y


sectoriales con perspectiva a largo plazo (al menos diez años) publicados en los últimos tiempos. Al
examinar las principales tendencias a largo plazo, se aprecia una coincidencia entre ellas. Una
primera aproximación permite definir las seis tendencias mundiales siguientes, que pueden
considerarse relevantes para el futuro de América Latina: i) tecnologías disruptivas, aquellas en
gestación y cuya difusión transformaría sustancialmente la producción, el empleo, el bienestar, la
gobernabilidad y las relaciones humanas; ii) escasez de recursos naturales, por ejemplo, agua,
alimentos, energía y minerales; cambios en la demanda e innovaciones tecnológicas; iii)
transformaciones demográficas, desplazamiento del poder, nuevos mercados, clases medias en
ascenso, migraciones; iv) urbanización y expansión de las ciudades, concentración de la población,
demanda de infraestructura y servicios básicos, calidad de vida, competitividad de las ciudades; v)
cambio climático, efectos en la agricultura, oportunidades de crecimiento verde, conciencia
ciudadana y cambios de comportamiento, y vi) gobernabilidad democrática, ciudadanos globales
interconectados, impacto de nuevas tecnologías en las relaciones sociales, transparencia,
seguridad, violencia y crimen

1. Tecnologías disruptivas

Los expertos hablan de una aceleración tecnológica aun más rápida que la experimentada en el
campo computacional. Como consecuencia, gobiernos y empresas están asignando más recursos
para preservar su vanguardia o mantenerse al día. Se multiplican los encuentros entre científicos,
expertos, políticos y la sociedad civil para escudriñar los efectos de estas tecnologías en la vida de
las personas. El método de búsqueda consiste en consultar los medios de comunicación que
publican novedades tecnológicas, analizar su potencial y estimar cuándo podrían entrar en
aplicación, con cuyo fin se efectúan numerosas consultas a expertos. Se analiza el ciclo de vida de
cada tecnología y su período probable de maduración comercial, y luego se estima la magnitud de
su impacto. Un ejemplo de vanguardia es la reciente creación de la “Universidad de la
Singularidad”, una institución dedicada a la exploración sistemática de tecnologías disruptivas y a
la formación de líderes jóvenes, científicos, empresarios y académicos relacionados con el diseño
de proyectos de alto impacto1 . Otros ejemplos de prospectiva tecnológica son los sitios de
Internet techcast.org, de W. Halal y envisioningtech.com, de M. Zappa, el primero radicado en
Washington y el segundo, en Londres. Ambos comparten dos apreciaciones fundamentales: i) el
aumento exponencial de la interacción y conectividad entre seres humanos, conformándose una
suerte de cerebro planetario, y ii) el acortamiento del plazo entre creación tecnológica y desarrollo
comercial. Las tecnologías rupturistas se pueden agrupar en cinco esferas (Oficina de Inteligencia e
Investigación, 2012): i) Trascender las limitaciones físicas, lo que comprende los principales
procesos y productos que influirán en la salud, así como en la extensión y calidad de la vida.
Abarca los avances en materia de diagnóstico avanzado, con nanoestructuras, control de
funciones y estructuras biológicas, así como análisis genéticos para detectar enfermedades antes
de su manifestación clínica. Se ha señalado la posibilidad de crear nanomotores que emulen
algunas características de las bacterias, realicen funciones bioquímicas y puedan aplicar remedios
selectivamente a ciertos tipos de células, por ejemplo, mediante la inserción de ADN y la
destrucción selectiva de células cancerosas u otras malignas. Otras tecnologías incluyen la
ingeniería de tejidos, los xenotrasplantes y el uso de células madre para reparar tejidos dañados.
También se contempla la posibilidad de ampliar las capacidades humanas, por ejemplo, mediante
la visión infrarroja, la ampliación de la memoria y la interacción directa entre las máquinas y el
cerebro. ii) El segundo grupo concierne a la energía. Abarca campos como las redes de “energía
inteligente”, que reciben y distribuyen la electricidad según el consumo de los participantes,
mejorando así la eficiencia y la seguridad. Una de las tecnologías comprendidas en este grupo
consiste en modificar ciertas características de los microorganismos generadores de
biocombustibles a fin de obtener un producto casi idéntico a la gasolina. También se avanza en la
aplicación de nanotecnologías para incrementar la eficiencia de las celdas solares y baterías. iii) Un
tercer ámbito abarca los nuevos materiales y procesos industriales que combinan las tecnologías
de impresión tridimensional o fabricación aditiva con nanomateriales y tecnologías de la
información. Muchos expertos y economistas depositan altas expectativas en la fabricación
aditiva, que permitiría reducir o eliminar líneas de montaje y obtener una infinita variedad de
diseños y altos niveles de especialización. Se está registrando una acelerada reducción de los
precios de estas máquinas, que fabrican por capas con distintos materiales a partir de un diseño
contenido en un archivo informático. Sus posibilidades se acrecentarán con la adición de
nanopartículas a todo tipo de materiales líquidos, metales, cerámicas y polímeros, e incluso la
fabricación de tejidos biocompatibles que se podrían integrar al cuerpo. Semejante libertad
geométrica haría posible innovar en la producción de órganos para trasplantes. La propagación de
esta tecnología alteraría la localización territorial de las manufacturas y podría revertir la pérdida
de competitividad de los países desarrollados, trayendo de vuelta parte de la producción que en
las últimas décadas se ha trasladado a naciones con gran población joven y mano de obra de bajo
costo, especialmente China. Tendría un efecto similar a la masificación de la computadora
personal hace más de 20 años. iv) En cuarto lugar están las tecnologías que refuerzan la
interconexión humana. El impacto de Internet en los próximos 15 años, por ejemplo, superaría los
efectos transformadores que tuvo la Revolución Industrial en 50 años (Pélissié du Rausas y otros,
2011). Las tecnologías de computación, redes y sensores podrían permitir a cualquier persona
conectarse con cualquier objeto en cualquier lugar. Esto añadiría una nueva dimensión a la
Internet actual, pues surgirían redes y grupos virtuales fuera de toda forma de control, lo que
entrañaría nuevos desafíos desde el punto de vista de la gobernabilidad. En contrapartida, la
proliferación de sensores y redes haría posible conocer los movimientos, gustos e intereses de
cada individuo, lo que supondría una amenaza a la privacidad. Se viviría en un mundo sin secretos
y sin anonimato y podrían organizarse gobiernos virtuales sin ubicación geográfica. El riesgo mayor
provendría de los ataques electrónicos que podrían poner en jaque la seguridad de los países, sus
sistemas de servicios públicos y su capacidad logística y militar, y vulnerar o destruir los sistemas
electrónicos que controlan el funcionamiento de las ciudades, los bancos y el comercio, elementos
clave para la seguridad de los países, personas y empresas. La ciberdelincuencia sería también un
problema crucial. v) El quinto ámbito es la robótica, que se fortalecería con el apoyo de la
biorrobótica, nanotecnologías, sensores y tecnologías de almacenamiento de energía (baterías). Se
multiplicarían los vehículos no tripulados y los aparatos miniaturizados, invisibles al ojo humano,
cuyas funciones irían desde el mencionado aumento de las capacidades humanas hasta el traslado
de productos peligrosos, e incluso de armas biológicas capaces de desatar cadenas virales
(Nicolelis, 2012). En otros trabajos prospectivos se destacan los avances en las siguientes esferas
(Strategic Business Insights, 2012): i) aumento de la eficiencia y sustancial reducción de costos de
las celdas fotovoltaicas, aprovechamiento eficiente del agua en la agricultura y cultivos de
precisión (con uso de robots y maquinaria no tripulada); ii) capacidad ilimitada de procesamiento
de datos, informática en la nube, tecnologías de computación cuántica, inteligencia artificial,
inferencia y razonamiento de las máquinas; dentro de poco tiempo se podría disponer de
capacidad para registrar el genoma de cada persona a bajo costo (en torno a los 100 dólares); iii)
tecnologías para gestión de megaciudades, transporte, energía, seguridad y servicios urbanos, e iv)
innovación en nuevos materiales, en especial el grafeno (consistente en capas de carbón grafítico
de un átomo de espesor, con insospechadas aplicaciones en las tecnologías de comunicación).
Aunque los estudios más serios coinciden en cuáles son las esferas de mayor potencial, difieren en
cuanto al impacto esperado. En un estudio de McKinsey Global Institute se definieron las 100
tecnologías de mayor potencial según la amplitud, intensidad y efecto multiplicador de su
impacto, de las que se seleccionaron 12. A las ya mencionadas cabría agregar: vehículos
autónomos, genómica, secuenciación genética a bajo costo, biología sintética (creación de ADN),
materiales avanzados y tecnologías de extracción de gas y petróleo (Manyika y otros, 2012). El
informe del Atlantic Council (diciembre 2013) sobre la nueva “revolución tecnológica” destaca la
biología sintética y la 3D/4D printing y robótica. 4D printing es aquella que produce objetos
materiales programados para que cambien sus formas y propiedades (por ejemplo, en
infraestructura pueden adaptarse a cambios de cargas y clima). La rapidez de las innovaciones es
tal que los cambios y prospectivas tecnológicas se van transformando en un insumo casi inmediato
de gobiernos y empresas a la hora de evaluar proyectos y emprender programas. Los estudios
concluyen que los gobiernos deberán desempeñar un papel más activo en lo que se refiere a
facilitar la creación de redes que aceleren la innovación y promover esfuerzos colaborativos a nivel
nacional e internacional (Manyika y otros, 2012). En consecuencia, resultaría muy útil para
América Latina hacer un seguimiento que anticipe los cambios tecnológicos y permita decidir en
qué esferas involucrarse, mediante el fortalecimiento de las redes de prospectiva tecnológica y su
vinculación a gobiernos y empresas.

2. El poder de los recursos naturales

El crecimiento demográfico y económico hará que en las próximas décadas se expanda


velozmente la demanda de energía, agua, minerales y alimentos. En los países de menores
ingresos, el aumento del consumo tiene un alto componente de bienes materiales, a diferencia de
los países avanzados, donde es más alto el componente de servicios. De ahí que en África, Asia y
América Latina se elevaría el consumo de alimentos y proteínas, bienes duraderos, electricidad y
transporte. Si para 2030 las llamadas capas medias del mundo se expandieran de 2.000 a 5.000
millones de habitantes, el impacto sería descomunal (Kharas, 2010). La demanda de recursos
naturales en los países en desarrollo se dispararía. La de acero, electricidad y transporte se
elevaría en un 100% y el número de automóviles crecería sustancialmente (Dobbs y otros, 2011).
La FAO prevé que la población mundial alcanzará los 9.000 millones para 2050, con el consiguiente
aumento de la demanda de productos y la creación de nuevos hábitos de consumo debido a la
rápida urbanización. La demanda de alimentos crecería en un 70%; el consumo de cereales pasaría
de 2.000 millones a 3.000 millones de toneladas y el de carne, de 300 millones a 500 millones
(FAO, 2009). Esta realidad supondría una enorme presión sobre los recursos naturales. Resulta
interesante comparar el cambio gestado en la primera década del siglo XXI con el período anterior.
En el siglo XX, la población creció cuatro veces; la demanda de productos alimenticios, minerales y
energía aumentó entre un 600% y un 2.000%, mientras que la producción creció cerca de 20
veces. Un dato sorprendente es que en el siglo pasado los precios medios bajaron a la mitad,
mientras en los primeros años del siglo XXI han aumentado perceptiblemente (Dobbs y otros,
2011). Si persisten estas tendencias, la FAO anticipa que habrá fuertes presiones sobre el agua y la
tierra. La tierra cultivable adicional escasea y se calcula que solo cubriría el 20% de la futura
demanda de alimentos. El 80% restante deberá provenir de mejores tecnologías y un mayor
rendimiento, eficiencia y ahorro. Los escenarios desfavorables advierten que el aumento del
precio de los alimentos y el hambre podrían dar lugar a explosiones sociales. ¿Cómo evolucionarán
los precios de los alimentos y cuál será su impacto en la pobreza y la seguridad alimentaria?
Dependerá de cuánto crezca la oferta de avances tecnológicos. Adoptar a tiempo y con firmeza las
medidas necesarias permitiría acelerar la aplicación comercial de las innovaciones. La tecnología
agrícola de precisión, la biotecnología, los sistemas inteligentes de interconexión eléctrica, la
mayor eficiencia de las plantas eléctricas, fundiciones y otros procesos industriales y el
mejoramiento de las redes de transmisión y distribución podrían redundar en el ahorro de agua y
electricidad. La oferta de alimentos también dependerá del cambio climático. La mayoría de las
prospecciones avizoran alteraciones pluviométricas que afectarán las cosechas. Igualmente
compleja es la situación de los acuíferos, cuya sobreexplotación ocasionaría bajas importantes de
la producción. Este es un tema de especial repercusión en América Latina, región que cuenta con
tierras y agua, pero no con políticas ni programas con 10 o 20 años de previsión en materia de
obras hidráulicas, nuevas tecnologías y ahorro que permitan prepararse para dichos cambios,
entre otras cosas, mediante la industrialización y la especialización en alimentos procesados. Cabe
preguntarse si es compatible el aumento del consumo esperado con las metas de protección
medioambiental acordadas por los países. En el escenario más optimista en cuanto a innovación,
hacia 2030 la actividad humana generaría anualmente cerca de 48 gigatoneladas de carbono, que
podrían hacer subir la temperatura del planeta en más de dos grados centígrados (Dobbs y otros,
2011). Para que dicho aumento no supere los dos grados centígrados, en 2030 las emisiones
deberían limitarse a 35 gigatoneladas al año. Respetar este techo exigiría una evolución sustantiva
de la estructura productiva hacia el crecimiento verde. La continua deforestación para ampliar las
áreas agrícolas y producir leña incrementaría la erosión y la desertificación, en tanto que el
agotamiento de los recursos pesqueros amenazaría la seguridad alimentaria. En contraposición,
podrían surgir oportunidades de innovación, inversión y producción sostenible. McKinsey Global
Institute señala 15 ámbitos de acción para superar esta tensión, entre ellos, promover la eficiencia
y el ahorro de energía, elevar el rendimiento agrícola, reducir la pérdida de alimentos, disminuir
las fugas de agua, mitigar la degradación de los suelos, mejorar la calidad de la gestión, cambiar los
hábitos y elevar la eficiencia en la producción de minerales (Dobbs y otros, 2011). En un mundo
urbanizado, también contribuiría a reducir esas brechas la planificación con miras a acortar
recorridos e incorporar transporte público de calidad, así como autos eléctricos o impulsados por
biocombustibles. Muchas de estas actividades tendrían una alta rentabilidad y generarían nuevos
empleos de calidad. a) La escasez de agua La falta de agua afectaría la agricultura y limitaría la
producción de energía, actividad que hace un uso intenso de agua fresca para fines de
enfriamiento. El 70% del agua consumida en el mundo se destina a la agricultura. Los escenarios
muestran que los mayores problemas surgirían en la Arabia Saudita, China, la India, Sudáfrica y
zonas áridas de otros países (McKinsey Water Resources Group, 2009). A fin de garantizar su
seguridad alimentaria, algunos países han adquirido tierras agrícolas en África y América Latina.
También se prevé un gran aumento de la desalinización de agua de mar. ¿Cómo superar la
inseguridad alimentaria? El aumento y composición de la oferta exportable de alimentos es una
forma indirecta de comercio internacional de agua. Para producir un litro de vino se utilizan 870
litros de agua. Una manzana de 150 gramos requiere 125 litros del preciado líquido; un kilogramo
de pollo, 4.325 litros, y uno de carne de vacuno 15.415 litros (Water Footprint Network, 2013). La
producción de una caloría de carne requiere diez veces más agua y tierra que la de una caloría de
verduras o granos. Después de la agricultura, la demanda principal de agua proviene de la
manufactura, la minería y la generación eléctrica, cada una con un 5% a un 10% del total. Existe
además una estrecha relación entre la generación eléctrica y el consumo de agua. Se estima que la
demanda de agua para producir energía crecería dos veces más rápido que la demanda de
energía. La extracción y procesamiento de combustibles fósiles y el transporte y riego para
producir biocombustibles requieren mucha agua (AIE, 2012). A su vez, la producción de agua
requerirá de más energía, ya sea para desalinizarla, bombearla desde profundidades mayores o
trasladarla a puntos más distantes. La relación entre el agua y la energía será más estrecha y
ambas deben analizarse conjuntamente (Consejo del Atlántico, 2011; Cardwell y otros, 2009, págs.
42-49). El consumo humano representa cerca del 10% del agua fresca utilizada. Sin embargo, esa
cifra dice poco, pues existen enormes diferencias entre naciones y grupos socioeconómicos.
Mientras que en los Estados Unidos el consumo por persona supera los 300 litros por día,
Alemania utiliza menos de 100. En América Latina se consumen más de 100 litros, pero allí los
grupos de ingresos altos utilizan aproximadamente 400 litros al día, mientras los más pobres no
llegan a 40. Las legislaciones nacionales y la comunidad internacional deberían asegurar una
provisión básica de 40 litros por persona al día.
b) Los desafíos energéticos y la posición de América Latina Todos los escenarios revelan que la
demanda mundial de energía para transporte y electricidad se expandirá rápidamente en las
próximas dos décadas, principalmente en los países emergentes. A la vez, crecerá en todo el
planeta la presión ciudadana para reducir emisiones, bajar costos y evitar la inseguridad y los
conflictos. El panorama mundial cambia sin pausa. Los Estados Unidos reducirán su dependencia
externa mediante el aumento de la producción de gas de esquisto (gas pizarra), petróleo y
energías renovables. El Iraq prevé aumentar considerablemente su producción petrolera a partir
de 2015. La energía nuclear enfrenta resistencia en varios países después de la tragedia ocurrida
en el Japón. Sin embargo, China, Finlandia, la India y la República de Corea, por mencionar algunos
casos, prosiguen con sus planes de construir nuevos reactores. Hay también un renovado impulso
de las energías renovables, en particular, los biocombustibles y la energía eólica y solar, aunque su
utilización en los próximos diez años sería aún baja. Además, en diversos lugares del planeta
pueden entrar en explotación nuevos depósitos de gas. En los distintos escenarios elaborados por
empresas y agencias internacionales se prevé que la producción y el consumo de combustibles
fósiles, tanto petróleo como carbón, sigan creciendo, aunque el consumo de carbón dependerá de
la expansión del gas natural licuado, menos contaminante y más barato. La gran demanda de
petróleo provendrá del transporte debido a que los países emergentes experimentarán una
expansión del parque automotriz, que antes de 2035 podría llegar a 1.700 millones de vehículos.
Para entonces, la demanda de petróleo habría aumentado a cerca de 100 millones de barriles
diarios (Shell International, 2008). En la publicación “Perspectivas de la energía en el mundo
2012”, de la Agencia Internacional de Energía (AIE), se analizan dos escenarios principales (AIE,
2012). En el de “nuevas políticas” (el principal), la mayor parte de la demanda se satisfaría con
combustibles fósiles. Si así fuera, la temperatura mundial podría aumentar en 3,5 grados
centígrados, muy por encima de lo que los científicos consideran aceptable. Se impone la
necesidad de aumentar la oferta energética y hacerla más sostenible para evitar desastres. El
avance ha sido más lento de lo esperado, a pesar de que la mayoría de los países ha fijado nuevas
normas y metas para reducir las emisiones de CO2 (nuevas normas de emisión para automóviles
en los Estados Unidos, metas de reducir las emisiones en un 20% para 2020 en la UE y disminuir en
un 10% el consumo eléctrico para 2030 en el Japón, normas para la industria en China, entre
otras). Según el otro escenario que plantea la AIE, el de un “mundo eficiente”, los instrumentos
más poderosos para alcanzar un equilibrio sustentable serían la eficiencia y el ahorro energético
(OCDE/AIE, 2012a). De este modo, el incremento de la demanda mundial hacia 2030 podría
reducirse a la mitad. Conjuntamente, habría que utilizar tecnologías de captura y almacenamiento
de carbono. Otro aspecto que se debería corregir es la política de subsidios a la gasolina y el diésel
que mantienen numerosos países en desarrollo. Los llamados biocombustibles de segunda
generación (en los que se utilizan tallos, hojas, troncos y otros desechos de la agricultura), el
almacenamiento de energía y nuevos tipos de baterías para plantas solares y eólicas, son algunas
de las innovaciones disruptivas que podrían contribuir a ampliar la oferta de energía renovable.
Según los escenarios más optimistas, para 2030 las energías renovables representarían un tercio
del incremento de la generación eléctrica proyectada. Los desastres naturales irían en aumento y
la población ejercería presión política para instituir normas estrictas de emisión, cobrar por
tonelada de carbono emitido y reducir los subsidios indiscriminados. En suma, la reducción de la
brecha dependería de cuatro factores: eficiencia hídrica y energética, cambios tecnológicos,
exigencias ciudadanas y acuerdos políticos nacionales y mundiales para imponer rigurosas normas
de emisión. La adopción temprana de estrategias de crecimiento verde mediante el uso de nuevas
tecnologías generaría más empleo e inversión, con lo que las nuevas tecnologías se irían
transformando en una opción cada vez más atractiva. En conclusión, se puede afirmar sin lugar a
dudas que la proyección de escenarios mundiales y nacionales hacia 2030 contribuiría a que los
países se enfilaran lo antes posible en la dirección más conveniente. América Latina podría ganar
tiempo si tomara conciencia de los trabajos realizados, generara los suyos y alentara el debate
nacional y regional sobre estos temas. El estudio sistemático de los escenarios energéticos
globales a largo plazo ayudaría a mejorar las políticas pertinentes de la región.

3. La demografía del mundo que viene: En el pasado, el aumento poblacional se consideraba un


obstáculo al desarrollo, causante de pobreza, desempleo e inestabilidad. Hoy, por el contrario, si
lo gestionan bien, los países con población abundante y mejor educada contarían con una fuerza
de trabajo joven y preparada y una mayor demanda de bienes y servicios, lo que representa una
doble ventaja que se conoce como “dividendo demográfico”. Los cambios demográficos alterarán
el poder económico de los países y el equilibrio mundial de fuerzas e influirán en la demanda de
bienes y servicios y los movimientos migratorios. El envejecimiento poblacional podría contraer el
ahorro y afectar la productividad, lo que generaría una creciente necesidad de recursos para
financiar la previsión y la salud (Howe y Jackson, 2011). Las Naciones Unidas han proyectado
escenarios demográficos hasta 2050, 2100 y 2300 (Naciones Unidas, 2012a). Si la tasa de
fecundidad se redujera a dos hijos por mujer, la hipótesis más probable a la luz de la tendencia de
las últimas décadas, la población mundial se elevaría a 9.000 millones de habitantes en 2050. Si la
tasa se mantiene en el nivel actual de 2,5 hijos, la población se elevaría a 10.600 millones de
habitantes; si decrece hasta 1,5, se llegaría a solo 7.600 millones, lo que equivale a la tasa de
reemplazo de población o crecimiento cero. La diferencia es abrumadora: entre la tasa de
fecundidad de 2,0 hijos por mujer y la de 1,5, habría 1.400 millones de habitantes menos en el
planeta, lo que equivale a la totalidad de la población que tendrá China en 2030. En todos los
escenarios, la población de los países desarrollados permanecería prácticamente constante en
alrededor de 1.200 millones de habitantes. La gran expansión se produciría principalmente en
África Subsahariana, así como en Bangladesh, la India y el Pakistán. En otras palabras, el aumento
de la población solo ocurriría en las regiones en desarrollo (Eberstadt, 2011). En el otro extremo, la
población mundial de más de 60 años aumentaría de 780 millones a 2.000 millones (de 2010 a
2050). La edad media avanzaría de 29 a 38 años. La esperanza de vida mundial pasaría de 68 a 76
años en 2050. En los países desarrollados, subiría a 83. De más está resaltar la trascendencia de
estas cifras. Ningún país serio podría prescindir de estudios de tendencias y escenarios para trazar
su camino. Las nuevas circunstancias mundiales merecen un análisis más desagregado. La
Federación de Rusia y el Japón reducirían su población (Eberstadt, 2011). La tasa de fecundidad
japonesa ha caído por debajo de la tasa de reemplazo; además, el fenómeno de la inmigración no
es común en ese país. La población rusa está disminuyendo debido a la declinación de la
fecundidad y el aumento de la mortalidad, con lo que la población económicamente activa
disminuiría en un 20% hacia 2030. En Europa, el número de habitantes se contraería, aunque a
distinto ritmo según el país y la política migratoria de cada uno. Los Estados Unidos serían el único
país desarrollado que experimentaría crecimiento poblacional, pues se estima un incremento de
315 millones a 370 millones en 2030 como consecuencia, por partes iguales, de la fecundidad y la
inmigración (Eberstadt, 2011). China experimentaría un crecimiento y luego una disminución de su
población, con una inflexión en 2030. A partir de entonces seguiría un patrón similar al del Japón y
surgirían nuevos tipos de familia. La familia china de edad media estaría compuesta por un hijo,
dos padres y cuatro abuelos: 1-2-4. Habría niños sin hermanos, primos ni tíos y se acentuaría el
desbalance entre el número de hombres y de mujeres. Los nuevos comportamientos sociales que
podrían surgir y otros efectos de esa índole son difíciles de prever. La India, en tanto, aumentaría
su población y sobrepasaría a China en 2030. Las consecuencias son múltiples, pero una de ellas es
digna de recalcar: el desafío educacional. La ventaja futura que se atribuye al aumento de la
población dependerá de las políticas educacionales que aplique cada país. La cobertura escolar y la
formación técnica de los jóvenes serían decisivas para elevar la productividad y aprovechar el
dividendo demográfico. Las posibles implicaciones para América Latina saltan a la vista. En la
medida en que se logren altas coberturas en la educación preescolar y terciaria, que son
prioridades en esa región, los sistemas educacionales deberían mejorar con celeridad la calidad de
la enseñanza y concentrar grandes esfuerzos en la formación técnica, con pertinencia laboral.
Igualmente se conseguirían ventajas a nivel global si se mejoraran rápidamente la capacitación
laboral y la educación de adultos. Si bien un contingente de mayor edad aporta experiencia, su
nivel educacional es menor que el de las generaciones más jóvenes. Esta prospectiva demográfica
plantea el desafío de proveer educación permanente a fin de mantener altos niveles de eficiencia
y creatividad. El cambio poblacional abre también nuevas oportunidades de trabajo. Por ejemplo,
podría promoverse la participación de adultos mayores autovalentes en la provisión de servicios
sociales. En forma complementaria, se podría brindar apoyo a esas mismas cohortes de edad para
que una buena parte de sus integrantes acreciente su contribución productiva, en tanto los demás
puedan llevar una vida decente. Los requerimientos educacionales para el mundo que nos espera
en 2030 deberían estudiarse desde ahora. Urge determinar los contenidos y destrezas que se
deberán enseñar, así como la forma en que habrá de organizarse el sistema escolar y universitario.
En política educativa, la medición de resultados requiere como mínimo una década de aplicación.
Es indispensable precisar metas a largo plazo, al menos hasta 2030.

a) Las clases medias, motor del desarrollo:

El crecimiento económico y el aumento de la cobertura educacional han ampliado el número de


familias que salen de la pobreza y alcanzan ingresos dignos. En todas las proyecciones esta
tendencia se considera imparable. En el marco de nuevos estudios se ha intentado medir la
magnitud de estas clases medias en términos económicos, relativos y absolutos. Otros analistas
pretenden derivar también conclusiones sobre posibles cambios positivos en los comportamientos
políticos, más proclives a la democracia, la diversidad y el emprendimiento. En un reciente estudio
del Banco Mundial, uno de los más completos sobre el tema, se reseña la variedad de criterios de
medición y se define como pertenecientes a la clase media a las personas que ganan entre 10 y 50
dólares al día (poder adquisitivo equivalente) (Ferreira y otros, 2013). Según los cálculos de ese
estudio, en la última década (hasta 2009) la clase media latinoamericana habría crecido en un 50%
(de 100 millones a 150 millones de personas), hasta alcanzar el 29% de la población. En 2030
llegaría al 42%, con un 18% que aún permanecería en la pobreza. La Organización de Cooperación
y Desarrollo Económicos (OCDE) define como clase media a las personas cuyos ingresos en 2009 se
ubicaban entre 10 y 100 dólares diarios, medidos como poder adquisitivo equivalente. En un
estudio en que se proyecta un escenario en torno a 145 países, se incluye la distribución del
ingreso, nivel de consumo, evolución de la productividad, inversión y población. La clase media
aumentaría de 1.800 millones de personas en 2009 a 3.300 millones en 2020 y 4.900 millones en
2030. La demanda global de estas clases medias crecería de 21 billones de dólares en 2009 a 56
billones de dólares para 2030 (Kharas, 2010). El 80% de ese incremento acontecería en Asia, lo que
provocaría un cambio descomunal, pues hacia allí se desplazaría gran parte de la demanda
mundial de consumo e inversión. En efecto, mientras que en 2009 el 64% de esas clases medias se
situaba en los Estados Unidos y Europa, y un 23% en Asia y el Pacífico, en los nuevos escenarios
hasta 2030 esta última región representaría un 66%, mientras que América del Norte disminuiría
del 18% al 7% y Europa, del 36% al 14%.

Los países latinoamericanos no deberían prescindir de este tipo de estimaciones para sus
estrategias de desarrollo y programas de inversión. Del mismo modo que las grandes empresas
analizan los escenarios sectoriales para decidir dónde y en qué invertir, América Latina debería
apoyar o realizar estudios de potencial futuro en las esferas en que cada país posee o prevé
poseer ventajas comparativas, a fin de encauzar sus planes. Más incierta, aunque no menos
importante a largo plazo, es la cuestión del comportamiento político de las clases medias. Los
economistas suponen que estos sectores de la población presentan una disposición favorable a la
innovación y el emprendimiento. Entretanto, los sociólogos y políticos, aunque cautos al respecto,
les asignan comportamientos virtuosos y una presunta inclinación a la democracia, la tolerancia y
la diversidad (Ferreira y otros, 2013). El Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión Europea
(ISS) destaca los análisis de comportamientos políticos atribuibles a esas clases medias y deriva de
ellos otra consecuencia previsible: que las exigencias ciudadanas representarán un desafío para la
gobernabilidad nacional y mundial (ISS, 2012; Wheary, 2009).

b) Migración en ascenso La globalización es concomitante con migración y movilidad. Los


países y los organismos internacionales deberían prepararse para un mundo de crecientes
movimientos migratorios. Las diferencias de crecimiento inter e intraestatales y el avance
tecnológico exponencial ampliarán las brechas de ingreso y estimularán ese movimiento.
Habrá además una mayor facilidad de desplazamiento, menores costos de transporte y
una mejor acogida gracias a las comunidades de inmigrantes radicadas en los países
receptores. El dominio de idiomas y la posibilidad de tener más de una nacionalidad, así
como el uso de Internet y las comunicaciones, facilitarán el movimiento y disminuirán la
incertidumbre. A su vez, las empresas internacionales generarán mayor circulación de
personal y un fenómeno similar ocurrirá con estudiantes, profesionales, artistas y otros.
Por su temporalidad, este es un tipo de movimiento distinto a la migración tradicional.
Cabe preguntarse desde y hacia dónde ocurrirán estos movimientos. Pocos trabajos
abordan el futuro de las migraciones a nivel global. La OCDE ha elaborado un estudio en
que se esbozan escenarios aplicables a los países desarrollados (OCDE, 2009). En todos los
casos, la inmigración va en aumento. En Europa, aparecen dos tendencias: una amplia
incorporación de la mujer a la fuerza de trabajo y la extensión de la vida laboral. La
demanda de inmigrantes puede variar en magnitud, pero todos los países desarrollados
necesitarán más población joven a fin de elevar la productividad, financiar las pensiones y
satisfacer la demanda de servicios, en particular respecto de los adultos mayores. En los
países emergentes, la propensión a emigrar también dependerá de sus economías y su
estabilidad política, y será distinta al pasado. Al competir con el mundo desarrollado, en
estos países podría aumentar la demanda de jóvenes con educación técnica o superior,
incluso al punto de revertir los flujos y producirse un aumento en el número de
profesionales jóvenes que emigran desde países desarrollados. En la medida en que se
asiente la sociedad del conocimiento, la ventaja estará donde haya más jóvenes con buena
formación. Esta es una importante señal para los latinoamericanos. En algunos escenarios
se estima que, además de los factores económicos, habrá migración por efectos del
cambio climático y los desastres naturales. En un estudio inglés realizado en consulta con
350 expertos de 30 países, se proyectan escenarios hasta 2030 y 2060 y se concluye que
va en aumento el emplazamiento de poblaciones en áreas riesgosas, especialmente zonas
costeras bajas, áridas y montañosas. En casos de desastre, estas poblaciones, que habrían
alcanzado las cifras de 17 millones en 2009 y 42 millones en 2010, podrían protagonizar
migraciones masivas, principalmente internas (Oficina de Ciencia del Gobierno del Reino
Unido, 2011). Los países y organizaciones internacionales están poco preparados para
situaciones que pueden ocurrir abruptamente. En los estudios se proponen líneas de
acción, tales como mejorar la planificación

urbana, resolver conflictos de propiedad de suelos, proteger a las poblaciones migrantes y


aumentar la asistencia para el desarrollo. Otro tema ineludible es el volumen creciente de remesas
que contribuyen al bienestar de miles de familias en los países de origen de los migrantes. Se
estima que en 2012 las remesas alcanzaron los 406.000 millones de dólares y que podrían superar
la cifra de 500.000 millones de dólares en 2020. En 2011, México habría recibido 24.000 millones
de dólares y la región completa, 69.000 millones. Si se tiene en cuenta un crecimiento cercano al
7% anual, esa última cifra habría alcanzado los 74.000 millones de dólares en 2012 (Banco
Mundial, 2012). En el tema de las migraciones, es esencial estudiar hipótesis a largo plazo para
vislumbrar la creciente interrelación entre América Latina y los Estados Unidos, y su efecto
económico, político y cultural en las próximas décadas.

c) El poder se desplaza El resurgimiento de Asia se considera hasta tal punto un hecho


consumado, que algunos califican la nueva situación global en ciernes como un mundo
post-occidental (Manning, 2012). En todos los escenarios estudiados, el producto interno
bruto (PIB) de China superaría al de los Estados Unidos antes de 2020. Según la OCDE, para
el 2060 los países emergentes crecerían en promedio entre un 5% y un 6% anual y los
desarrollados, entre un 1% y un 2%. Sobre la base de estas cifras, en las próximas décadas
habría una convergencia entre países desarrollados y emergentes. Se concluye además
que la economía china, que ya superó a la de la Unión Europea, sobrepasaría a la
estadounidense en 2016, y que la India dejaría rezagado al Japón en 2012 y a la Unión
Europea en 2030. Las prospectivas del escenario base de la OCDE son que China y la India,
en combinación, pasarían de representar un tercio del producto de los países de la OCDE
en 2010, a superarlos en 2060 (OCDE, 2012).

Según otros análisis, hacia 2015 China superaría a los Estados Unidos, y el Brasil y la India a Francia
y el Japón, en tanto la Federación de Rusia aventajaría a Alemania después de 2020 (Virmani,
2011). Virmani calcula el poder económico no solo a partir del PIB, sino de activos estratégicos
como inversiones, capital humano y capacidad de investigación y organización, valores que
determina mediante el PIB per cápita (al crear un índice en que se combinan el PIB total y el PIB
per cápita) (Virmani, 2012). Su hipótesis es que el mundo sería bipolar en 2025 y tripolar en 2050,
dado que en 2030 China igualaría en poder económico a los Estados Unidos y, en 2050, China, los
Estados Unidos y la India, en ese orden, serían las principales potencias económicas. El
posicionamiento de los países desarrollados de Occidente y el Japón dependería de su capacidad
de reducir la deuda y mejorar en productividad, inversión, capital humano avanzado y tecnología,
así como de recibir inmigración, prolongar la vida laboral de sus residentes y aumentar la
presencia de la mujer en el sector activo a fin de contrarrestar el envejecimiento. En cuanto a los
países emergentes y de menor desarrollo, la velocidad de convergencia con los desarrollados
dependería del mejoramiento de la educación y de las capacidades en matemáticas y lectura, la
implementación de buenas prácticas de gobierno, la ejecución de reformas estructurales para
atraer inversiones y estimular la innovación tecnológica, y el esfuerzo en protección social. Si estas
tendencias perdurarán, y cuál será su incidencia en América Latina, es un tema cuyo seguimiento
debe importar a los países latinoamericanos al diseñar sus estrategias de desarrollo y de comercio
internacional. Se ha extendido la creencia de que se está operando un declive gradual de los
Estados Unidos y la Unión Europea en términos relativos desde el punto de vista de la economía y
el poder mundiales. Pero hay quienes sostienen que los Estados Unidos seguirán creciendo y
mantendrán su primacía en materia de innovación. En 2012, Estados Unidos mantenía el liderazgo
en términos absolutos y relativos al PIB en investigación y desarrollo. Su flexibilidad para crear
empresas y elevar la productividad, su tendencia al crecimiento poblacional, la atracción de
profesionales de otros países y su voluntad política serían los factores que tienen a su favor. La
deuda del país iría decreciendo. Su influencia se mantendría en las próximas décadas y, aunque no
sería una nación hegemónica como antaño, ningún tema mundial podría resolverse sin contar con
ella (Kagan, 2012). Los Estados Unidos podrían crear un “poder inteligente” en que se combinen el
poderío militar y económico (“poder firme”) y la capacidad cultural de atraer y convencer
(“autoridad moral”) (Nye, 2011). En el caso de la Unión Europea, la incertidumbre derivada de la
exigua capacidad de reacción de sus instituciones comunitarias torna más compleja la formulación
de escenarios. El más desfavorable sería la división de la Unión, con la consecuente pérdida de
innovación, descontento social y crisis de gobernabilidad. Aunque los ingentes déficits y el
envejecimiento poblacional parecerían favorecer un proceso declinante, también se pueden
esbozar hipótesis en que la crisis llevaría a la UE a un sistema supranacional más potente que
asumiría algunas funciones nacionales en materia fiscal, tributaria y previsional y consolidaría un
sistema monetario fuerte que asegure la estabilidad financiera. La crisis de la deuda no dejaría
más opción que seguir políticas de crecimiento, innovación y mayor integración de mercados y
homogeneidad en las normas y políticas laborales, tributarias y fiscales. El inicio de un proceso de
negociaciones entre los Estados Unidos y la Unión Europea en torno al Acuerdo Transatlántico
sobre Comercio e Inversión fortalecería a ambas partes, al crear un marco positivo y propicio a la
ampliación del poder económico de Occidente. Las situaciones que se derivarían de este
movimiento estratégico y el alcance y ritmo de implementación de los acuerdos deberían ser
motivo de estudio y seguimiento por los países latinoamericanos a fin de diseñar mejor sus
estrategias de inserción internacional futura. El Japón también recuperaría terreno si reactivara su
economía y se concentrara en estrategias de crecimiento verde. Otro factor de crecimiento que
aún no se ha aprovechado en ese país consiste en aumentar la participación de la mujer en la
fuerza de trabajo, que en la actualidad es baja, a fin de compensar el estancamiento poblacional.
Las reflexiones sobre la trayectoria china a largo plazo son múltiples y corroboran la importancia
de que América Latina realice un minucioso seguimiento global. Aun si creciera a menor ritmo, la
gravitación de China iría en aumento (Subramanian, 2011). Sus planes educativos, fuerte inversión,
absorción tecnológica y expansión demográfica hasta 2030 provocarían avances irreversibles. Las
prospectivas optimistas prevén una larga expansión impulsada por la prioridad política de alcanzar
un mayor ingreso per cápita, reducir la brecha socioeconómica y crear una sociedad armónica.
China no buscaría suplantar ni competir militarmente con los Estados Unidos, sino expandir el
sistema liberal de comercio e inversión internacional del que hasta ahora se ha beneficiado
(Angang, 2011). CEPAL - Serie Gestión Pública N° 78 Las tendencias mundiales y el futuro de
América Latina 25 En las hipótesis menos optimistas se destacan obstáculos como el aumento del
costo de la mano de obra china, lo que desplazaría algunas actividades hacia otros países de Asia
Sudoriental. Las nuevas clases medias profesionales exigirían una mayor participación y nuevas
libertades, lo que crearía problemas de gobernabilidad a un sistema de partido único. Queda por
determinarse si China logrará pasar de la absorción de tecnologías ajenas a crear las propias, si el
Partido Comunista de China conseguirá abrir la sociedad sin perder control y si el país no se dejará
llevar por la competencia en el plano militar con los Estados Unidos y sus aliados en la región. El
traslado de poder relativo al Oriente daría origen a un mundo multipolar, con menos hegemonías
pero con un mayor riesgo de ingobernabilidad. Está abierto el debate sobre si los cambios en curso
en el sistema de poder mundial crearán condiciones de fragilidad con inestabilidad, o si el sistema
se tornará más resistente y flexible. Los países latinoamericanos podrían contribuir a un sistema
mundial más equilibrado y justo si actuaran coordinadamente para incidir en la reforma de las
instituciones y la definición de las reglas globales. El estudio sistemático de estas tendencias es
esencial para imaginar el posicionamiento de América Latina a largo plazo. 4. La ciudad del futuro
Hacia 2030, más de un 80% de la población mundial viviría en ciudades. Ese año, la población
urbana de América Latina superaría el 90%, lo que la convertiría en la región de mayor
concentración urbana del planeta. En Asia, para el 2025 la tasa de urbanización llegaría solo al 53%
(China, 59%; India, 37%) (Clos, 2010). Entre 2011 y 2050, la población urbana pasaría de 3.600
millones a 6.300 millones de habitantes. Las urbes actuales o nuevas deberían asimilar a 1.400
millones de personas más en Asia, a 900 millones en África y a 200 millones en América Latina
(Naciones Unidas, 2011). Algunas estimaciones señalan que cerca de 44 millones de personas,
especialmente en Asia, se trasladarían cada año del campo a la ciudad (ISS, 2011). Las
consecuencias de tales movimientos poblacionales no son fáciles de deducir. En la actualidad, las
600 mayores ciudades del mundo albergan a cerca de 1.500 millones de personas (más del 20% de
la población mundial) y generan aproximadamente el 50% del producto mundial. Los escenarios
base señalan que para 2025 ese grupo de urbes acogerían a 2.000 millones de habitantes, cerca
del 25% de la población mundial, y generarían más del 60% del producto mundial (Dobbs y otros,
2011a). En el futuro el grupo no estaría compuesto por las mismas ciudades, pues 137 de las
actuales 600 serían sustituidas por nuevas del mundo en desarrollo, 100 de ellas chinas, 13 indias y
8 latinoamericanas. América Latina encararía un importante desafío a este respecto. Una
evaluación de las diez mayores ciudades de la región, a partir de 100 indicadores en cuatro
ámbitos (desarrollo económico, desarrollo social, sostenibilidad de los recursos y gobernabilidad)
muestra deficiencias como la congestión vehicular, el desaprovechamiento de las economías de
escala, el déficit habitacional y la ineficiencia de algunos servicios (Cadena y otros, 2011). Las
mayores ciudades de América Latina están aquejadas por importantes problemas como la falta de
planificación, debilidad institucional, carencia de espacios públicos, segregación, exclusión,
desigualdad, inseguridad y crecimiento exponencial del parque automotriz. Todo esto las pone en
desventaja. Los gobiernos deberían intervenir resueltamente para superar estos obstáculos y
hacer que esas ciudades sean más competitivas, mediante reformas institucionales y programas
de inversión. Es importante examinar este proceso y hacerle seguimiento. El estudio de McKinsey
pronostica que se intensificará la competencia entre urbes. Es en las ciudades, no en polos
regionales como se pensaba antes, donde se concentrará la fuerza del crecimiento, la innovación y
la calidad de vida. Las nuevas urbes asiáticas, construidas con diseños planificados, representan un
reto mayúsculo para América Latina. CEPAL - Serie Gestión Pública N° 78 Las tendencias mundiales
y el futuro de América Latina 26 La planificación urbana a largo plazo será entonces prioritaria.
Debido a la contracción del tamaño de la familia, el crecimiento de las ciudades no declinará a
pesar de la disminución del crecimiento poblacional. Aumentará el número de hogares para la
misma población y cada uno demandará mayor superficie por habitante a medida que aumenta su
ingreso. Los urbanistas proponen elevar la densidad a 12.000 habitantes por kilómetro cuadrado.
Con este fin, se deberán ocupar áreas vacías o abandonadas y revitalizar zonas deterioradas, con
diseños que contemplen distancias cómodas para la vida cotidiana de los peatones. Los expertos
sugieren evitar las carreteras urbanas, establecer normas de ahorro de energía en viviendas,
reducir las emisiones de CO2, desarrollar los espacios públicos y avanzar a una arquitectura en
“tecnologías verdes” que ahorren agua y electricidad. En tanto las empresas seleccionen la urbe
en que se instalan en función de sus ventajas, las ciudades deberían apuntar a mejorar servicios,
perfeccionar la conectividad nacional e internacional (mediante Internet), mejorar el
abastecimiento de agua y de electricidad y los niveles de educación y salud, disponer de
suficientes técnicos y especialistas, poseer un sistema financiero eficiente y confiable y fomentar
la actividad cultural. Todo lo anterior apunta al concepto de “ciudades inteligentes” que adoptan
las mejores tecnologías e instituciones. Ello generaría un doble beneficio: mejorar la calidad de
vida de sus ciudadanos y elevar la productividad. Sería importante que la región encontrara
formas de adelantarse y sacar ventaja a favor de sus ciudades. La responsabilidad no puede recaer
exclusivamente sobre arquitectos y urbanistas. La ciudad moderna devendrá un factor principal de
las estrategias de desarrollo y el tema se deberá integrar en la planificación nacional y las
propuestas políticas. La perspectiva global a largo plazo y el conocimiento de lo que están
haciendo y harán los demás países serán imprescindibles. De ahí la ventaja de estudiar el impacto
de las tendencias mundiales en las ciudades latinoamericanas y revisar las políticas a fin de
proveer los mejores servicios y competir mejor en calidad de vida y productividad. 5. El cambio
climático Las alzas de temperatura, variaciones pluviométricas, elevación del nivel de las aguas en
zonas costeras, inundaciones y tornados son algunas de las consecuencias previsibles del cambio
climático. Así se advierte en los escenarios de riesgos mundiales (Neumann, 2009). Hay un intenso
debate en cuanto a los efectos de las emisiones de CO2 y de la actividad humana en el
calentamiento global, al que se añade mayor incertidumbre si se considera la posibilidad de que
ocurran discontinuidades abruptas que rompan la gradualidad de dicho proceso. Por ello, los
especialistas proponen realizar estudios de sensibilidad orientados a anticipar y prevenir desastres
naturales en las regiones habitadas por poblaciones más vulnerables (Banco Mundial, 2010). Los
principales peligros estarían relacionados con la falta de agua, que incidiría en la salud y la
seguridad alimentaria. Para atenuar los efectos en las próximas décadas, se recomienda que en las
zonas rurales se implementen sistemas de pozos entubados, protección de vertientes, captación
de aguas de lluvia, ahorro y eficiencia en la gestión de los recursos hídricos, educación técnica de
las comunidades e investigación tecnológica (Howard y Bartram, 2010). Influirán en la seguridad
alimentaria el derretimiento de glaciares, el desplazamiento de la actividad pluvial, el agotamiento
de los acuíferos, la variabilidad de las estaciones y otros cambios climáticos extremos. En algunos
escenarios hasta 2050 se indica una caída en el rendimiento de las cosechas, la disminución de los
rendimientos en tierras de regadío, en particular en Asia meridional, el aumento de precios de los
productos cárnicos y la disminución de la disponibilidad de calorías (IFPRI, 2009). También se teme
un creciente daño en materia de biodiversidad, especies, genotipos, comunidades, ecosistemas y
biomas. Los ecosistemas continuarían degradándose por la deforestación, la desviación de cauces
y la disminución del volumen de agua en los ríos, la contaminación de aguas frescas y la
acidificación de los océanos. La desaparición de la capa de hielo en el Ártico o la posible
explotación de partes importantes de la Amazonia acelerarían este proceso, con lo que la
temperatura del planeta se elevaría por encima del peligroso umbral de los dos grados centígrados
(Leadly y otros, 2010) CEPAL - Serie Gestión Pública N° 78 Las tendencias mundiales y el futuro de
América Latina 27 Las propuestas para hacer frente a estos riesgos apelan a una rápida acción
nacional e internacional encaminada a: i) detener la deforestación, causante de grandes emisiones
de CO2 y erosión de los suelos, aumentar las actividades de reforestación, establecer nuevas áreas
protegidas y regular la acuicultura con normas que protejan la biomasa y el medio ambiente; ii)
elevar el rendimiento agrícola sin extender la superficie plantada, mediante la capacitación de
pequeños y medianos productores, el empoderamiento de las comunidades locales, la
implementación de nuevos sistemas de información y el impulso a la innovación tecnológica para
encontrar variedades resistentes a la sequía, y iii) construir obras de infraestructura, tales como
caminos rurales, para facilitar la producción agrícola y crear embalses para el acopio de agua en
cuencas bajo amenaza de sequía, hacer más eficiente el uso de los recursos hídricos (control de las
fugas, construcción de pozos, instalación de medidores y fomento de la educación), proteger las
zonas costeras contra el aumento del nivel del mar y levantar defensas contra las inundaciones.
Ante tales amenazas se ha señalado cada vez más la necesidad de crear estrategias en el marco del
llamado “crecimiento verde inclusivo”. Se afirma la necesidad de actuar simultáneamente sobre
tres objetivos: promover la inclusión social a fin de eliminar o reducir la pobreza, resguardar el
capital natural del planeta y generar nuevos empleos de calidad. Tales objetivos serían
complementarios entre sí y se reforzarían mutuamente (Alianza Pobreza y Medio Ambiente,
2012). Salta a la vista la incongruencia entre los escenarios de auge de las clases medias y las
amenazas relacionadas con el cambio climático. Debe profundizarse en esta materia, pues por
mucho que avancen las tecnologías, no parece posible compatibilizar la explotación sostenible de
los recursos del planeta con la extensión de las formas de consumo y producción actuales a miles
de millones de personas más. El estudio de otras hipótesis es indispensable si se desea cuantificar
la magnitud del esfuerzo tecnológico y político necesario para evitar esa crisis potencial. 6.
Empoderamiento ciudadano y transformación de los gobiernos La conciencia ciudadana también
se acrecentaría exponencialmente. Esto se debería a que el analfabetismo ha bajado: según la
UNESCO, la población mundial alfabetizada pasaría del 84% en 2010 al 90% en 2030 (ISS, 2011). Se
están igualando los niveles educativos entre hombres y mujeres y se prevé un marcado aumento
de la demanda de educación superior. El uso de Internet ha registrado un crecimiento
exponencial: se calcula que en 2012, aunque con amplias diferencias según la región, tenían
acceso a la red 2.400 millones de personas (un 34% de la población mundial). En América del
Norte, esta cifra llegó al 79% (273 millones); en Europa, al 63% (518 millones); en América Latina,
al 43% (273 millones), y en Asia, al 28% (1.076 millones) (Internet World Stats, 2013). La
gigantesca capacidad computacional, las tecnologías inalámbricas, las diversas plataformas, la
movilidad y la disminución de los precios permitirán reducir aceleradamente la brecha digital entre
países y dentro de ellos. Si se mantiene la tendencia actual, los escenarios optimistas estiman que
la penetración digital podría acercarse al 90% en 2030. La defensa y promoción de los derechos
políticos no dejará de hacerse sentir. La mujer asumirá mayor presencia y liderazgo y los pueblos
indígenas exigirán igualdad y dignidad. Las instituciones democráticas deberán adaptarse a estos
nuevos retos. Las nuevas generaciones tendrán mayor conciencia de sus derechos y mayor
capacidad de exigir su cumplimiento. Las expectativas se transmitirán rápidamente. Habrá una
mayor demanda de bienes públicos en lo que respecta a medio ambiente, educación, salud de
calidad, ciudades amables y equilibrio entre regiones. La libertad y la democracia serán las
aspiraciones dominantes de las próximas décadas. El empoderamiento ciudadano se amplificará
con el desarrollo concomitante de las clases medias, que elevarán sus demandas de participación y
bienestar, con el consecuente desafío a la gobernabilidad actual. Si los países pobres con alto
crecimiento poblacional, Estados frágiles y escasez de recursos no promueven el crecimiento y la
creación de empleos, podrían gestarse situaciones de inestabilidad para las aspiraciones
democráticas. CEPAL - Serie Gestión Pública N° 78 Las tendencias mundiales y el futuro de América
Latina 28 Es difícil avizorar los efectos sobre las formas de gobernar. Las transformaciones podrían
acontecer en forma gradual y pacífica, o bien de manera abrupta y dislocada. Las reformas
deberían tener por objeto fortalecer las organizaciones de la sociedad civil, institucionalizar
canales participativos que complementen los procedimientos de la democracia representativa y
reforzar la descentralización y el poder local a fin de facilitar la gobernabilidad y crear sistemas
más flexibles, con mayor capacidad de autorregulación. De otro modo, la demanda de mayor
autonomía y la movilización social podrían desbordar los cauces institucionales. La gestión
democrática de esta complejidad requerirá Estados que posean los recursos y atribuciones
necesarios y el personal idóneo, capaces de ejercer funciones regulatorias que limiten los abusos y
promuevan un desarrollo productivo competitivo y sostenible, con protecciones sociales. Los
aparatos públicos de los países latinoamericanos deberán estar a la altura de los desafíos en
ciernes, pues estos no se podrán encarar con órganos ineficientes, opacos, clientelistas y, menos
aun, corruptos. Si el Estado y los partidos políticos no se reforman, podría instalarse una
persistente ingobernabilidad y el consiguiente debilitamiento de la democracia. A los desafíos de
la gobernabilidad nacional se agregarán los problemas mundiales en esa materia. En la medida en
que el poder se halle más disperso, el mundo se expondrá a situaciones de fragmentación, menor
gobernabilidad y mayores posibilidades de conflictos. La multipolaridad sumada a la multiplicación
de Estados independientes será una factor que requerirá de mayor poder de coordinación global.
En 2013 hay casi cuatro veces más Estados que en 1945. Ha crecido el número de leyes
internacionales y tratados para regular procesos globales (Unviersity of Oxford, octubre 2013)En
otros períodos históricos, la falta de un poder hegemónico y la existencia de varios poderes
nacionales de magnitud similar han elevado los riesgos de conflicto (Consejo Nacional de
Inteligencia, 2012). Si las alianzas son frágiles y no existe un poder coordinado que haga cumplir
los acuerdos, se podrían agravar los problemas. Una multipolaridad sin cooperación dejaría
espacio para organizaciones delictivas internacionales y grupos terroristas capaces de emplear
ataques electrónicos y elementos o armas químicas, biológicas o nucleares. Podrían incluso
organizarse “gobiernos virtuales” sin localización territorial fija, pero capaces de amenazar y
propinar golpes a países y entidades (ISS, 2010). A fin de evitar los escenarios indeseables, sería
necesario promover la cooperación entre Estados y afirmar las instituciones supranacionales con
acuerdos amplios y democráticos. El liderazgo es clave. Los países necesitarán formar líderes con
capacidad de escuchar, persuadir y coordinar a nivel nacional e internacional con miras a la
profundización de la democracia. Un mundo mejor será aquel donde los gobiernos sean capaces
de promover la cooperación y reducir la violencia. En ese sentido, América Latina podría
desempeñar un papel más activo en el futuro. E. Acontecimientos inesperados: ¿cómo preverlos?
A las grandes tendencias antes descritas es preciso agregar los hechos imprevistos pero
improbables que podrían cambiar el rumbo deseado. Una adecuada previsión de acontecimientos
inciertos permitiría reaccionar mejor y emprender acciones oportunas. A título ilustrativo, se
indican algunos de los imponderables que más preocupan a los especialistas en temas
estratégicos: i) Aceleración del cambio climático y posibles alzas del nivel del mar, con daños a las
poblaciones costeras y variaciones de temperatura mayores que las previstas. Los efectos sobre la
agricultura, la pluviometría y la salud serían mayores a lo anticipado en los principales estudios
disponibles. ii) Ataques cibernéticos a sistemas eléctricos, comunicacionales, financieros, de
provisión de servicios básicos, logísticos y alimentarios. Si en 2030 la cifra de personas conectadas
a la red será de 5.000 millones como mínimo, las oportunidades de que ocurran ataques
terroristas serán innumerables. Los sistemas de ataques cibernéticos se sumarán a las armas
CEPAL - Serie Gestión Pública N° 78 Las tendencias mundiales y el futuro de América Latina 29 de
destrucción masiva en los arsenales de los países. Según algunos expertos, estos riesgos ya han
desplazado a los de ataques nucleares. iii) Inseguridad alimentaria debido a alzas en el precio de
los alimentos y como consecuencia de un desequilibrio entre la producción y la demanda en zonas
áridas o donde el agua escasea, con el consiguiente efecto sobre los sectores más pobres del
planeta. iv) Envejecimiento de la población y creciente inquietud por el financiamiento de la
previsión y el debilitamiento fiscal, así como sus efectos en términos de pérdida de productividad y
competitividad, especialmente en Europa. v) Tensiones geopolíticas en los mares de China
Meridional y Oriental y en el Océano Índico. La expansión económica de China y su poder militar
generarían tensiones con sus vecinos. Los Estados Unidos buscarían respaldar a sus aliados a fin de
limitar la influencia china, con los riesgos consiguientes. Otras zonas conflictivas con repercusión
mundial seguirían siendo el Oriente Medio y las fronteras del Pakistán con la India (IFRI, 2012). vi)
A lo anterior se agregan los riesgos imprevisibles convencionales, como los que representan las
pandemias y los grupos terroristas con capacidad nuclear. vii) Aunque la tendencia humana
consiste en avizorar primero los peligros, también habría que escrutar acontecimientos
inesperados de consecuencias positivas.

También podría gustarte