Tendencias Mundial
Tendencias Mundial
La importancia de anticipar los escenarios: cuatro evidencias En las dos últimas décadas los países
latinoamericanos han dado pasos sustantivos: afirmación del sistema democrático y
fortalecimiento de las instituciones; gestión equilibrada y eficiente de las finanzas públicas y la
macroeconomía, y políticas sociales inclusivas encaminadas a reducir la pobreza y la desigualdad.
Sin embargo, están rezagados en cuanto a su visión estratégica. Por lo general se desconocen los
estudios de tendencias mundiales a largo plazo y el análisis de proyectos y programas se suele
realizar con una perspectiva exclusivamente nacional, sin contemplar escenarios globales
alternativos ni las experiencias de otros países. El diseño de políticas se adapta a tendencias
cortas, se basa excesivamente en el mercado y prescinde de programas estructurales que
incrementen la productividad, la igualdad y la participación. Esta falta de perspectiva reduce la
capacidad de reacción ante sorpresas o acontecimientos inesperados y torna a los países más
vulnerables a las vicisitudes futuras. Una forma de anticipar las consecuencias es preguntarse si se
previeron a tiempo los principales cambios de los últimos 20 años y si habría sido posible tomar
mejores decisiones y aprovechar mejor el tiempo. A modo de ejemplo, conviene mencionar cuatro
transformaciones profundas sobre las que no hubo suficiente previsión en América Latina:
Internet: A comienzos de los años noventa su presencia era limitada. Las computadoras eran
privilegio de ricos, la Ley de Moore (que afirma que la capacidad de las computadoras se duplica
cada 18 meses) no se había postulado y los costos eran elevados. No obstante, poco tiempo
después, la telefonía celular, la capacidad de transmisión y procesamiento y las computadoras y
teléfonos inteligentes hicieron que las comunicaciones crecieran exponencialmente. Produjeron
cambios en la economía, las relaciones sociales y la conciencia ciudadana, con lo que se abrieron
horizontes insospechados. Era muy difícil imaginar su alcance, pero algunos países, como la
República de Corea, se dieron cuenta a tiempo y se pusieron a la cabeza, creando la red de banda
ancha más avanzada del mundo y empresas de alcance mundial. Otros, en cambio, pensaron que
las cosas ocurrirían linealmente y dejaron a grandes sectores fuera de la conectividad y la banda
ancha. China: Se fue acumulando evidencia de que venía una ola monumental. El impacto ha
sido favorable para los países de América del Sur, pero sus efectos y oportunidades no han sido
bien evaluados y no se diseñan estrategias que anticipen escenarios para aprovechar los
beneficios y disminuir los riesgos. Crisis financiera: Algunos gobiernos subestimaron la crisis
asiática de fines de los años noventa, como una sacudida sin mayor repercusión. Sin embargo, se
hizo sentir con gran intensidad y desaceleró el crecimiento. Más desconcertante fue la gigantesca
crisis financiera que se originó en 2008 en Wall Street y se propagó hacia Europa como reguero de
pólvora. Ni en el propio corazón de la mayor potencia financiera mundial se pudo anticipar. El
sistema de regulación financiera falló ostensiblemente. América Latina se libró en parte de las
graves consecuencias gracias a medidas prudentes que se adoptaron tras la crisis de deuda de los
años ochenta y la crisis financiera de los noventa. La causa de la potente onda desestabilizadora
radica en parte en la elevada sofisticación de las tecnologías de información y comunicación
utilizadas en el sistema financiero, que ocasionaron una propagación inmediata que resultó
imposible de contener con los instrumentos administrativos existentes. Es muy probable que
persista el peligro de volatilidad y alteraciones sistémicas a largo plazo. Cambio climático: La
información y los estudios a este respecto llegaron tarde y no se les otorgó relevancia. Hoy el tema
está instalado en la conciencia de las nuevas generaciones y en el centro de las inquietudes de la
humanidad. Poco a poco comenzó la promulgación de normativas y se produjo un mayor número
de informes y debates. Aun así, escasean los estudios de impacto sobre la agricultura, así como los
efectos de eventuales desastres naturales. Las consecuencias siguen siendo imprevisibles, pues no
se sabe cuánto aumentará la temperatura del planeta ni si pueden producirse discontinuidades
abruptas. Además, se deben aprobar nuevas normativas aplicables al consumo y la inversión, crear
nuevas instituciones y tecnologías e incorporar el concepto de crecimiento verde en las estrategias
de desarrollo. Si estos cuatro ejemplos de gran envergadura apenas se preveían, ante la evidente
aceleración de su dinámica es imprescindible preguntarse cómo mejorar la capacidad de previsión.
1. Tecnologías disruptivas
Los expertos hablan de una aceleración tecnológica aun más rápida que la experimentada en el
campo computacional. Como consecuencia, gobiernos y empresas están asignando más recursos
para preservar su vanguardia o mantenerse al día. Se multiplican los encuentros entre científicos,
expertos, políticos y la sociedad civil para escudriñar los efectos de estas tecnologías en la vida de
las personas. El método de búsqueda consiste en consultar los medios de comunicación que
publican novedades tecnológicas, analizar su potencial y estimar cuándo podrían entrar en
aplicación, con cuyo fin se efectúan numerosas consultas a expertos. Se analiza el ciclo de vida de
cada tecnología y su período probable de maduración comercial, y luego se estima la magnitud de
su impacto. Un ejemplo de vanguardia es la reciente creación de la “Universidad de la
Singularidad”, una institución dedicada a la exploración sistemática de tecnologías disruptivas y a
la formación de líderes jóvenes, científicos, empresarios y académicos relacionados con el diseño
de proyectos de alto impacto1 . Otros ejemplos de prospectiva tecnológica son los sitios de
Internet techcast.org, de W. Halal y envisioningtech.com, de M. Zappa, el primero radicado en
Washington y el segundo, en Londres. Ambos comparten dos apreciaciones fundamentales: i) el
aumento exponencial de la interacción y conectividad entre seres humanos, conformándose una
suerte de cerebro planetario, y ii) el acortamiento del plazo entre creación tecnológica y desarrollo
comercial. Las tecnologías rupturistas se pueden agrupar en cinco esferas (Oficina de Inteligencia e
Investigación, 2012): i) Trascender las limitaciones físicas, lo que comprende los principales
procesos y productos que influirán en la salud, así como en la extensión y calidad de la vida.
Abarca los avances en materia de diagnóstico avanzado, con nanoestructuras, control de
funciones y estructuras biológicas, así como análisis genéticos para detectar enfermedades antes
de su manifestación clínica. Se ha señalado la posibilidad de crear nanomotores que emulen
algunas características de las bacterias, realicen funciones bioquímicas y puedan aplicar remedios
selectivamente a ciertos tipos de células, por ejemplo, mediante la inserción de ADN y la
destrucción selectiva de células cancerosas u otras malignas. Otras tecnologías incluyen la
ingeniería de tejidos, los xenotrasplantes y el uso de células madre para reparar tejidos dañados.
También se contempla la posibilidad de ampliar las capacidades humanas, por ejemplo, mediante
la visión infrarroja, la ampliación de la memoria y la interacción directa entre las máquinas y el
cerebro. ii) El segundo grupo concierne a la energía. Abarca campos como las redes de “energía
inteligente”, que reciben y distribuyen la electricidad según el consumo de los participantes,
mejorando así la eficiencia y la seguridad. Una de las tecnologías comprendidas en este grupo
consiste en modificar ciertas características de los microorganismos generadores de
biocombustibles a fin de obtener un producto casi idéntico a la gasolina. También se avanza en la
aplicación de nanotecnologías para incrementar la eficiencia de las celdas solares y baterías. iii) Un
tercer ámbito abarca los nuevos materiales y procesos industriales que combinan las tecnologías
de impresión tridimensional o fabricación aditiva con nanomateriales y tecnologías de la
información. Muchos expertos y economistas depositan altas expectativas en la fabricación
aditiva, que permitiría reducir o eliminar líneas de montaje y obtener una infinita variedad de
diseños y altos niveles de especialización. Se está registrando una acelerada reducción de los
precios de estas máquinas, que fabrican por capas con distintos materiales a partir de un diseño
contenido en un archivo informático. Sus posibilidades se acrecentarán con la adición de
nanopartículas a todo tipo de materiales líquidos, metales, cerámicas y polímeros, e incluso la
fabricación de tejidos biocompatibles que se podrían integrar al cuerpo. Semejante libertad
geométrica haría posible innovar en la producción de órganos para trasplantes. La propagación de
esta tecnología alteraría la localización territorial de las manufacturas y podría revertir la pérdida
de competitividad de los países desarrollados, trayendo de vuelta parte de la producción que en
las últimas décadas se ha trasladado a naciones con gran población joven y mano de obra de bajo
costo, especialmente China. Tendría un efecto similar a la masificación de la computadora
personal hace más de 20 años. iv) En cuarto lugar están las tecnologías que refuerzan la
interconexión humana. El impacto de Internet en los próximos 15 años, por ejemplo, superaría los
efectos transformadores que tuvo la Revolución Industrial en 50 años (Pélissié du Rausas y otros,
2011). Las tecnologías de computación, redes y sensores podrían permitir a cualquier persona
conectarse con cualquier objeto en cualquier lugar. Esto añadiría una nueva dimensión a la
Internet actual, pues surgirían redes y grupos virtuales fuera de toda forma de control, lo que
entrañaría nuevos desafíos desde el punto de vista de la gobernabilidad. En contrapartida, la
proliferación de sensores y redes haría posible conocer los movimientos, gustos e intereses de
cada individuo, lo que supondría una amenaza a la privacidad. Se viviría en un mundo sin secretos
y sin anonimato y podrían organizarse gobiernos virtuales sin ubicación geográfica. El riesgo mayor
provendría de los ataques electrónicos que podrían poner en jaque la seguridad de los países, sus
sistemas de servicios públicos y su capacidad logística y militar, y vulnerar o destruir los sistemas
electrónicos que controlan el funcionamiento de las ciudades, los bancos y el comercio, elementos
clave para la seguridad de los países, personas y empresas. La ciberdelincuencia sería también un
problema crucial. v) El quinto ámbito es la robótica, que se fortalecería con el apoyo de la
biorrobótica, nanotecnologías, sensores y tecnologías de almacenamiento de energía (baterías). Se
multiplicarían los vehículos no tripulados y los aparatos miniaturizados, invisibles al ojo humano,
cuyas funciones irían desde el mencionado aumento de las capacidades humanas hasta el traslado
de productos peligrosos, e incluso de armas biológicas capaces de desatar cadenas virales
(Nicolelis, 2012). En otros trabajos prospectivos se destacan los avances en las siguientes esferas
(Strategic Business Insights, 2012): i) aumento de la eficiencia y sustancial reducción de costos de
las celdas fotovoltaicas, aprovechamiento eficiente del agua en la agricultura y cultivos de
precisión (con uso de robots y maquinaria no tripulada); ii) capacidad ilimitada de procesamiento
de datos, informática en la nube, tecnologías de computación cuántica, inteligencia artificial,
inferencia y razonamiento de las máquinas; dentro de poco tiempo se podría disponer de
capacidad para registrar el genoma de cada persona a bajo costo (en torno a los 100 dólares); iii)
tecnologías para gestión de megaciudades, transporte, energía, seguridad y servicios urbanos, e iv)
innovación en nuevos materiales, en especial el grafeno (consistente en capas de carbón grafítico
de un átomo de espesor, con insospechadas aplicaciones en las tecnologías de comunicación).
Aunque los estudios más serios coinciden en cuáles son las esferas de mayor potencial, difieren en
cuanto al impacto esperado. En un estudio de McKinsey Global Institute se definieron las 100
tecnologías de mayor potencial según la amplitud, intensidad y efecto multiplicador de su
impacto, de las que se seleccionaron 12. A las ya mencionadas cabría agregar: vehículos
autónomos, genómica, secuenciación genética a bajo costo, biología sintética (creación de ADN),
materiales avanzados y tecnologías de extracción de gas y petróleo (Manyika y otros, 2012). El
informe del Atlantic Council (diciembre 2013) sobre la nueva “revolución tecnológica” destaca la
biología sintética y la 3D/4D printing y robótica. 4D printing es aquella que produce objetos
materiales programados para que cambien sus formas y propiedades (por ejemplo, en
infraestructura pueden adaptarse a cambios de cargas y clima). La rapidez de las innovaciones es
tal que los cambios y prospectivas tecnológicas se van transformando en un insumo casi inmediato
de gobiernos y empresas a la hora de evaluar proyectos y emprender programas. Los estudios
concluyen que los gobiernos deberán desempeñar un papel más activo en lo que se refiere a
facilitar la creación de redes que aceleren la innovación y promover esfuerzos colaborativos a nivel
nacional e internacional (Manyika y otros, 2012). En consecuencia, resultaría muy útil para
América Latina hacer un seguimiento que anticipe los cambios tecnológicos y permita decidir en
qué esferas involucrarse, mediante el fortalecimiento de las redes de prospectiva tecnológica y su
vinculación a gobiernos y empresas.
Los países latinoamericanos no deberían prescindir de este tipo de estimaciones para sus
estrategias de desarrollo y programas de inversión. Del mismo modo que las grandes empresas
analizan los escenarios sectoriales para decidir dónde y en qué invertir, América Latina debería
apoyar o realizar estudios de potencial futuro en las esferas en que cada país posee o prevé
poseer ventajas comparativas, a fin de encauzar sus planes. Más incierta, aunque no menos
importante a largo plazo, es la cuestión del comportamiento político de las clases medias. Los
economistas suponen que estos sectores de la población presentan una disposición favorable a la
innovación y el emprendimiento. Entretanto, los sociólogos y políticos, aunque cautos al respecto,
les asignan comportamientos virtuosos y una presunta inclinación a la democracia, la tolerancia y
la diversidad (Ferreira y otros, 2013). El Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión Europea
(ISS) destaca los análisis de comportamientos políticos atribuibles a esas clases medias y deriva de
ellos otra consecuencia previsible: que las exigencias ciudadanas representarán un desafío para la
gobernabilidad nacional y mundial (ISS, 2012; Wheary, 2009).
Según otros análisis, hacia 2015 China superaría a los Estados Unidos, y el Brasil y la India a Francia
y el Japón, en tanto la Federación de Rusia aventajaría a Alemania después de 2020 (Virmani,
2011). Virmani calcula el poder económico no solo a partir del PIB, sino de activos estratégicos
como inversiones, capital humano y capacidad de investigación y organización, valores que
determina mediante el PIB per cápita (al crear un índice en que se combinan el PIB total y el PIB
per cápita) (Virmani, 2012). Su hipótesis es que el mundo sería bipolar en 2025 y tripolar en 2050,
dado que en 2030 China igualaría en poder económico a los Estados Unidos y, en 2050, China, los
Estados Unidos y la India, en ese orden, serían las principales potencias económicas. El
posicionamiento de los países desarrollados de Occidente y el Japón dependería de su capacidad
de reducir la deuda y mejorar en productividad, inversión, capital humano avanzado y tecnología,
así como de recibir inmigración, prolongar la vida laboral de sus residentes y aumentar la
presencia de la mujer en el sector activo a fin de contrarrestar el envejecimiento. En cuanto a los
países emergentes y de menor desarrollo, la velocidad de convergencia con los desarrollados
dependería del mejoramiento de la educación y de las capacidades en matemáticas y lectura, la
implementación de buenas prácticas de gobierno, la ejecución de reformas estructurales para
atraer inversiones y estimular la innovación tecnológica, y el esfuerzo en protección social. Si estas
tendencias perdurarán, y cuál será su incidencia en América Latina, es un tema cuyo seguimiento
debe importar a los países latinoamericanos al diseñar sus estrategias de desarrollo y de comercio
internacional. Se ha extendido la creencia de que se está operando un declive gradual de los
Estados Unidos y la Unión Europea en términos relativos desde el punto de vista de la economía y
el poder mundiales. Pero hay quienes sostienen que los Estados Unidos seguirán creciendo y
mantendrán su primacía en materia de innovación. En 2012, Estados Unidos mantenía el liderazgo
en términos absolutos y relativos al PIB en investigación y desarrollo. Su flexibilidad para crear
empresas y elevar la productividad, su tendencia al crecimiento poblacional, la atracción de
profesionales de otros países y su voluntad política serían los factores que tienen a su favor. La
deuda del país iría decreciendo. Su influencia se mantendría en las próximas décadas y, aunque no
sería una nación hegemónica como antaño, ningún tema mundial podría resolverse sin contar con
ella (Kagan, 2012). Los Estados Unidos podrían crear un “poder inteligente” en que se combinen el
poderío militar y económico (“poder firme”) y la capacidad cultural de atraer y convencer
(“autoridad moral”) (Nye, 2011). En el caso de la Unión Europea, la incertidumbre derivada de la
exigua capacidad de reacción de sus instituciones comunitarias torna más compleja la formulación
de escenarios. El más desfavorable sería la división de la Unión, con la consecuente pérdida de
innovación, descontento social y crisis de gobernabilidad. Aunque los ingentes déficits y el
envejecimiento poblacional parecerían favorecer un proceso declinante, también se pueden
esbozar hipótesis en que la crisis llevaría a la UE a un sistema supranacional más potente que
asumiría algunas funciones nacionales en materia fiscal, tributaria y previsional y consolidaría un
sistema monetario fuerte que asegure la estabilidad financiera. La crisis de la deuda no dejaría
más opción que seguir políticas de crecimiento, innovación y mayor integración de mercados y
homogeneidad en las normas y políticas laborales, tributarias y fiscales. El inicio de un proceso de
negociaciones entre los Estados Unidos y la Unión Europea en torno al Acuerdo Transatlántico
sobre Comercio e Inversión fortalecería a ambas partes, al crear un marco positivo y propicio a la
ampliación del poder económico de Occidente. Las situaciones que se derivarían de este
movimiento estratégico y el alcance y ritmo de implementación de los acuerdos deberían ser
motivo de estudio y seguimiento por los países latinoamericanos a fin de diseñar mejor sus
estrategias de inserción internacional futura. El Japón también recuperaría terreno si reactivara su
economía y se concentrara en estrategias de crecimiento verde. Otro factor de crecimiento que
aún no se ha aprovechado en ese país consiste en aumentar la participación de la mujer en la
fuerza de trabajo, que en la actualidad es baja, a fin de compensar el estancamiento poblacional.
Las reflexiones sobre la trayectoria china a largo plazo son múltiples y corroboran la importancia
de que América Latina realice un minucioso seguimiento global. Aun si creciera a menor ritmo, la
gravitación de China iría en aumento (Subramanian, 2011). Sus planes educativos, fuerte inversión,
absorción tecnológica y expansión demográfica hasta 2030 provocarían avances irreversibles. Las
prospectivas optimistas prevén una larga expansión impulsada por la prioridad política de alcanzar
un mayor ingreso per cápita, reducir la brecha socioeconómica y crear una sociedad armónica.
China no buscaría suplantar ni competir militarmente con los Estados Unidos, sino expandir el
sistema liberal de comercio e inversión internacional del que hasta ahora se ha beneficiado
(Angang, 2011). CEPAL - Serie Gestión Pública N° 78 Las tendencias mundiales y el futuro de
América Latina 25 En las hipótesis menos optimistas se destacan obstáculos como el aumento del
costo de la mano de obra china, lo que desplazaría algunas actividades hacia otros países de Asia
Sudoriental. Las nuevas clases medias profesionales exigirían una mayor participación y nuevas
libertades, lo que crearía problemas de gobernabilidad a un sistema de partido único. Queda por
determinarse si China logrará pasar de la absorción de tecnologías ajenas a crear las propias, si el
Partido Comunista de China conseguirá abrir la sociedad sin perder control y si el país no se dejará
llevar por la competencia en el plano militar con los Estados Unidos y sus aliados en la región. El
traslado de poder relativo al Oriente daría origen a un mundo multipolar, con menos hegemonías
pero con un mayor riesgo de ingobernabilidad. Está abierto el debate sobre si los cambios en curso
en el sistema de poder mundial crearán condiciones de fragilidad con inestabilidad, o si el sistema
se tornará más resistente y flexible. Los países latinoamericanos podrían contribuir a un sistema
mundial más equilibrado y justo si actuaran coordinadamente para incidir en la reforma de las
instituciones y la definición de las reglas globales. El estudio sistemático de estas tendencias es
esencial para imaginar el posicionamiento de América Latina a largo plazo. 4. La ciudad del futuro
Hacia 2030, más de un 80% de la población mundial viviría en ciudades. Ese año, la población
urbana de América Latina superaría el 90%, lo que la convertiría en la región de mayor
concentración urbana del planeta. En Asia, para el 2025 la tasa de urbanización llegaría solo al 53%
(China, 59%; India, 37%) (Clos, 2010). Entre 2011 y 2050, la población urbana pasaría de 3.600
millones a 6.300 millones de habitantes. Las urbes actuales o nuevas deberían asimilar a 1.400
millones de personas más en Asia, a 900 millones en África y a 200 millones en América Latina
(Naciones Unidas, 2011). Algunas estimaciones señalan que cerca de 44 millones de personas,
especialmente en Asia, se trasladarían cada año del campo a la ciudad (ISS, 2011). Las
consecuencias de tales movimientos poblacionales no son fáciles de deducir. En la actualidad, las
600 mayores ciudades del mundo albergan a cerca de 1.500 millones de personas (más del 20% de
la población mundial) y generan aproximadamente el 50% del producto mundial. Los escenarios
base señalan que para 2025 ese grupo de urbes acogerían a 2.000 millones de habitantes, cerca
del 25% de la población mundial, y generarían más del 60% del producto mundial (Dobbs y otros,
2011a). En el futuro el grupo no estaría compuesto por las mismas ciudades, pues 137 de las
actuales 600 serían sustituidas por nuevas del mundo en desarrollo, 100 de ellas chinas, 13 indias y
8 latinoamericanas. América Latina encararía un importante desafío a este respecto. Una
evaluación de las diez mayores ciudades de la región, a partir de 100 indicadores en cuatro
ámbitos (desarrollo económico, desarrollo social, sostenibilidad de los recursos y gobernabilidad)
muestra deficiencias como la congestión vehicular, el desaprovechamiento de las economías de
escala, el déficit habitacional y la ineficiencia de algunos servicios (Cadena y otros, 2011). Las
mayores ciudades de América Latina están aquejadas por importantes problemas como la falta de
planificación, debilidad institucional, carencia de espacios públicos, segregación, exclusión,
desigualdad, inseguridad y crecimiento exponencial del parque automotriz. Todo esto las pone en
desventaja. Los gobiernos deberían intervenir resueltamente para superar estos obstáculos y
hacer que esas ciudades sean más competitivas, mediante reformas institucionales y programas
de inversión. Es importante examinar este proceso y hacerle seguimiento. El estudio de McKinsey
pronostica que se intensificará la competencia entre urbes. Es en las ciudades, no en polos
regionales como se pensaba antes, donde se concentrará la fuerza del crecimiento, la innovación y
la calidad de vida. Las nuevas urbes asiáticas, construidas con diseños planificados, representan un
reto mayúsculo para América Latina. CEPAL - Serie Gestión Pública N° 78 Las tendencias mundiales
y el futuro de América Latina 26 La planificación urbana a largo plazo será entonces prioritaria.
Debido a la contracción del tamaño de la familia, el crecimiento de las ciudades no declinará a
pesar de la disminución del crecimiento poblacional. Aumentará el número de hogares para la
misma población y cada uno demandará mayor superficie por habitante a medida que aumenta su
ingreso. Los urbanistas proponen elevar la densidad a 12.000 habitantes por kilómetro cuadrado.
Con este fin, se deberán ocupar áreas vacías o abandonadas y revitalizar zonas deterioradas, con
diseños que contemplen distancias cómodas para la vida cotidiana de los peatones. Los expertos
sugieren evitar las carreteras urbanas, establecer normas de ahorro de energía en viviendas,
reducir las emisiones de CO2, desarrollar los espacios públicos y avanzar a una arquitectura en
“tecnologías verdes” que ahorren agua y electricidad. En tanto las empresas seleccionen la urbe
en que se instalan en función de sus ventajas, las ciudades deberían apuntar a mejorar servicios,
perfeccionar la conectividad nacional e internacional (mediante Internet), mejorar el
abastecimiento de agua y de electricidad y los niveles de educación y salud, disponer de
suficientes técnicos y especialistas, poseer un sistema financiero eficiente y confiable y fomentar
la actividad cultural. Todo lo anterior apunta al concepto de “ciudades inteligentes” que adoptan
las mejores tecnologías e instituciones. Ello generaría un doble beneficio: mejorar la calidad de
vida de sus ciudadanos y elevar la productividad. Sería importante que la región encontrara
formas de adelantarse y sacar ventaja a favor de sus ciudades. La responsabilidad no puede recaer
exclusivamente sobre arquitectos y urbanistas. La ciudad moderna devendrá un factor principal de
las estrategias de desarrollo y el tema se deberá integrar en la planificación nacional y las
propuestas políticas. La perspectiva global a largo plazo y el conocimiento de lo que están
haciendo y harán los demás países serán imprescindibles. De ahí la ventaja de estudiar el impacto
de las tendencias mundiales en las ciudades latinoamericanas y revisar las políticas a fin de
proveer los mejores servicios y competir mejor en calidad de vida y productividad. 5. El cambio
climático Las alzas de temperatura, variaciones pluviométricas, elevación del nivel de las aguas en
zonas costeras, inundaciones y tornados son algunas de las consecuencias previsibles del cambio
climático. Así se advierte en los escenarios de riesgos mundiales (Neumann, 2009). Hay un intenso
debate en cuanto a los efectos de las emisiones de CO2 y de la actividad humana en el
calentamiento global, al que se añade mayor incertidumbre si se considera la posibilidad de que
ocurran discontinuidades abruptas que rompan la gradualidad de dicho proceso. Por ello, los
especialistas proponen realizar estudios de sensibilidad orientados a anticipar y prevenir desastres
naturales en las regiones habitadas por poblaciones más vulnerables (Banco Mundial, 2010). Los
principales peligros estarían relacionados con la falta de agua, que incidiría en la salud y la
seguridad alimentaria. Para atenuar los efectos en las próximas décadas, se recomienda que en las
zonas rurales se implementen sistemas de pozos entubados, protección de vertientes, captación
de aguas de lluvia, ahorro y eficiencia en la gestión de los recursos hídricos, educación técnica de
las comunidades e investigación tecnológica (Howard y Bartram, 2010). Influirán en la seguridad
alimentaria el derretimiento de glaciares, el desplazamiento de la actividad pluvial, el agotamiento
de los acuíferos, la variabilidad de las estaciones y otros cambios climáticos extremos. En algunos
escenarios hasta 2050 se indica una caída en el rendimiento de las cosechas, la disminución de los
rendimientos en tierras de regadío, en particular en Asia meridional, el aumento de precios de los
productos cárnicos y la disminución de la disponibilidad de calorías (IFPRI, 2009). También se teme
un creciente daño en materia de biodiversidad, especies, genotipos, comunidades, ecosistemas y
biomas. Los ecosistemas continuarían degradándose por la deforestación, la desviación de cauces
y la disminución del volumen de agua en los ríos, la contaminación de aguas frescas y la
acidificación de los océanos. La desaparición de la capa de hielo en el Ártico o la posible
explotación de partes importantes de la Amazonia acelerarían este proceso, con lo que la
temperatura del planeta se elevaría por encima del peligroso umbral de los dos grados centígrados
(Leadly y otros, 2010) CEPAL - Serie Gestión Pública N° 78 Las tendencias mundiales y el futuro de
América Latina 27 Las propuestas para hacer frente a estos riesgos apelan a una rápida acción
nacional e internacional encaminada a: i) detener la deforestación, causante de grandes emisiones
de CO2 y erosión de los suelos, aumentar las actividades de reforestación, establecer nuevas áreas
protegidas y regular la acuicultura con normas que protejan la biomasa y el medio ambiente; ii)
elevar el rendimiento agrícola sin extender la superficie plantada, mediante la capacitación de
pequeños y medianos productores, el empoderamiento de las comunidades locales, la
implementación de nuevos sistemas de información y el impulso a la innovación tecnológica para
encontrar variedades resistentes a la sequía, y iii) construir obras de infraestructura, tales como
caminos rurales, para facilitar la producción agrícola y crear embalses para el acopio de agua en
cuencas bajo amenaza de sequía, hacer más eficiente el uso de los recursos hídricos (control de las
fugas, construcción de pozos, instalación de medidores y fomento de la educación), proteger las
zonas costeras contra el aumento del nivel del mar y levantar defensas contra las inundaciones.
Ante tales amenazas se ha señalado cada vez más la necesidad de crear estrategias en el marco del
llamado “crecimiento verde inclusivo”. Se afirma la necesidad de actuar simultáneamente sobre
tres objetivos: promover la inclusión social a fin de eliminar o reducir la pobreza, resguardar el
capital natural del planeta y generar nuevos empleos de calidad. Tales objetivos serían
complementarios entre sí y se reforzarían mutuamente (Alianza Pobreza y Medio Ambiente,
2012). Salta a la vista la incongruencia entre los escenarios de auge de las clases medias y las
amenazas relacionadas con el cambio climático. Debe profundizarse en esta materia, pues por
mucho que avancen las tecnologías, no parece posible compatibilizar la explotación sostenible de
los recursos del planeta con la extensión de las formas de consumo y producción actuales a miles
de millones de personas más. El estudio de otras hipótesis es indispensable si se desea cuantificar
la magnitud del esfuerzo tecnológico y político necesario para evitar esa crisis potencial. 6.
Empoderamiento ciudadano y transformación de los gobiernos La conciencia ciudadana también
se acrecentaría exponencialmente. Esto se debería a que el analfabetismo ha bajado: según la
UNESCO, la población mundial alfabetizada pasaría del 84% en 2010 al 90% en 2030 (ISS, 2011). Se
están igualando los niveles educativos entre hombres y mujeres y se prevé un marcado aumento
de la demanda de educación superior. El uso de Internet ha registrado un crecimiento
exponencial: se calcula que en 2012, aunque con amplias diferencias según la región, tenían
acceso a la red 2.400 millones de personas (un 34% de la población mundial). En América del
Norte, esta cifra llegó al 79% (273 millones); en Europa, al 63% (518 millones); en América Latina,
al 43% (273 millones), y en Asia, al 28% (1.076 millones) (Internet World Stats, 2013). La
gigantesca capacidad computacional, las tecnologías inalámbricas, las diversas plataformas, la
movilidad y la disminución de los precios permitirán reducir aceleradamente la brecha digital entre
países y dentro de ellos. Si se mantiene la tendencia actual, los escenarios optimistas estiman que
la penetración digital podría acercarse al 90% en 2030. La defensa y promoción de los derechos
políticos no dejará de hacerse sentir. La mujer asumirá mayor presencia y liderazgo y los pueblos
indígenas exigirán igualdad y dignidad. Las instituciones democráticas deberán adaptarse a estos
nuevos retos. Las nuevas generaciones tendrán mayor conciencia de sus derechos y mayor
capacidad de exigir su cumplimiento. Las expectativas se transmitirán rápidamente. Habrá una
mayor demanda de bienes públicos en lo que respecta a medio ambiente, educación, salud de
calidad, ciudades amables y equilibrio entre regiones. La libertad y la democracia serán las
aspiraciones dominantes de las próximas décadas. El empoderamiento ciudadano se amplificará
con el desarrollo concomitante de las clases medias, que elevarán sus demandas de participación y
bienestar, con el consecuente desafío a la gobernabilidad actual. Si los países pobres con alto
crecimiento poblacional, Estados frágiles y escasez de recursos no promueven el crecimiento y la
creación de empleos, podrían gestarse situaciones de inestabilidad para las aspiraciones
democráticas. CEPAL - Serie Gestión Pública N° 78 Las tendencias mundiales y el futuro de América
Latina 28 Es difícil avizorar los efectos sobre las formas de gobernar. Las transformaciones podrían
acontecer en forma gradual y pacífica, o bien de manera abrupta y dislocada. Las reformas
deberían tener por objeto fortalecer las organizaciones de la sociedad civil, institucionalizar
canales participativos que complementen los procedimientos de la democracia representativa y
reforzar la descentralización y el poder local a fin de facilitar la gobernabilidad y crear sistemas
más flexibles, con mayor capacidad de autorregulación. De otro modo, la demanda de mayor
autonomía y la movilización social podrían desbordar los cauces institucionales. La gestión
democrática de esta complejidad requerirá Estados que posean los recursos y atribuciones
necesarios y el personal idóneo, capaces de ejercer funciones regulatorias que limiten los abusos y
promuevan un desarrollo productivo competitivo y sostenible, con protecciones sociales. Los
aparatos públicos de los países latinoamericanos deberán estar a la altura de los desafíos en
ciernes, pues estos no se podrán encarar con órganos ineficientes, opacos, clientelistas y, menos
aun, corruptos. Si el Estado y los partidos políticos no se reforman, podría instalarse una
persistente ingobernabilidad y el consiguiente debilitamiento de la democracia. A los desafíos de
la gobernabilidad nacional se agregarán los problemas mundiales en esa materia. En la medida en
que el poder se halle más disperso, el mundo se expondrá a situaciones de fragmentación, menor
gobernabilidad y mayores posibilidades de conflictos. La multipolaridad sumada a la multiplicación
de Estados independientes será una factor que requerirá de mayor poder de coordinación global.
En 2013 hay casi cuatro veces más Estados que en 1945. Ha crecido el número de leyes
internacionales y tratados para regular procesos globales (Unviersity of Oxford, octubre 2013)En
otros períodos históricos, la falta de un poder hegemónico y la existencia de varios poderes
nacionales de magnitud similar han elevado los riesgos de conflicto (Consejo Nacional de
Inteligencia, 2012). Si las alianzas son frágiles y no existe un poder coordinado que haga cumplir
los acuerdos, se podrían agravar los problemas. Una multipolaridad sin cooperación dejaría
espacio para organizaciones delictivas internacionales y grupos terroristas capaces de emplear
ataques electrónicos y elementos o armas químicas, biológicas o nucleares. Podrían incluso
organizarse “gobiernos virtuales” sin localización territorial fija, pero capaces de amenazar y
propinar golpes a países y entidades (ISS, 2010). A fin de evitar los escenarios indeseables, sería
necesario promover la cooperación entre Estados y afirmar las instituciones supranacionales con
acuerdos amplios y democráticos. El liderazgo es clave. Los países necesitarán formar líderes con
capacidad de escuchar, persuadir y coordinar a nivel nacional e internacional con miras a la
profundización de la democracia. Un mundo mejor será aquel donde los gobiernos sean capaces
de promover la cooperación y reducir la violencia. En ese sentido, América Latina podría
desempeñar un papel más activo en el futuro. E. Acontecimientos inesperados: ¿cómo preverlos?
A las grandes tendencias antes descritas es preciso agregar los hechos imprevistos pero
improbables que podrían cambiar el rumbo deseado. Una adecuada previsión de acontecimientos
inciertos permitiría reaccionar mejor y emprender acciones oportunas. A título ilustrativo, se
indican algunos de los imponderables que más preocupan a los especialistas en temas
estratégicos: i) Aceleración del cambio climático y posibles alzas del nivel del mar, con daños a las
poblaciones costeras y variaciones de temperatura mayores que las previstas. Los efectos sobre la
agricultura, la pluviometría y la salud serían mayores a lo anticipado en los principales estudios
disponibles. ii) Ataques cibernéticos a sistemas eléctricos, comunicacionales, financieros, de
provisión de servicios básicos, logísticos y alimentarios. Si en 2030 la cifra de personas conectadas
a la red será de 5.000 millones como mínimo, las oportunidades de que ocurran ataques
terroristas serán innumerables. Los sistemas de ataques cibernéticos se sumarán a las armas
CEPAL - Serie Gestión Pública N° 78 Las tendencias mundiales y el futuro de América Latina 29 de
destrucción masiva en los arsenales de los países. Según algunos expertos, estos riesgos ya han
desplazado a los de ataques nucleares. iii) Inseguridad alimentaria debido a alzas en el precio de
los alimentos y como consecuencia de un desequilibrio entre la producción y la demanda en zonas
áridas o donde el agua escasea, con el consiguiente efecto sobre los sectores más pobres del
planeta. iv) Envejecimiento de la población y creciente inquietud por el financiamiento de la
previsión y el debilitamiento fiscal, así como sus efectos en términos de pérdida de productividad y
competitividad, especialmente en Europa. v) Tensiones geopolíticas en los mares de China
Meridional y Oriental y en el Océano Índico. La expansión económica de China y su poder militar
generarían tensiones con sus vecinos. Los Estados Unidos buscarían respaldar a sus aliados a fin de
limitar la influencia china, con los riesgos consiguientes. Otras zonas conflictivas con repercusión
mundial seguirían siendo el Oriente Medio y las fronteras del Pakistán con la India (IFRI, 2012). vi)
A lo anterior se agregan los riesgos imprevisibles convencionales, como los que representan las
pandemias y los grupos terroristas con capacidad nuclear. vii) Aunque la tendencia humana
consiste en avizorar primero los peligros, también habría que escrutar acontecimientos
inesperados de consecuencias positivas.