El Matadero de Esteban Echeverría
El Matadero de Esteban Echeverría
El Matadero de Esteban Echeverría
Fundada en 1953
El matadero
Estudio preliminar
de Noé Jitrik
Echeverría, Esteban
El matadero / Esteban Echeverría ; ilustrado por Mariano Lucano ;
con prólogo de Noé Jitrik. - 1a ed. - Buenos Aires : Kapelusz, 2008.
0 p. : il. ; 19,7x13,4 cm. - (GOLU (Grandes Obras de la Literatura
Universal); 1 / Pabla Diab)
ISBN 978-950-13-2325-2
1. Narrativa Argentina. I. Lucano, Mariano, ilus. II. Jitrik, Noé,
prolog. III. Título
CDD A863
Primera edición.
Segunda reimpresión: diciembre de 2012
Impreso en la Argentina - Printed in Argentina
CC: 29020402
ISBN: 978-950-13-2325-2
Nuestra colección 7
Avistaje 13
Biografía 15
Palabra de expertos 17
“Esteban Echeverría” NOÉ JITRIK
Bibliografía 110
Nuestra colección
8
Leer hoy y en la escuela
El matadero
14
Biografía
16
Palabra de expertos
Esteban Echeverría
Noé Jitrik
La obra literaria
Proyectada sobre el telón de fondo de la realidad nacional en el
tiempo que le tocó vivir, y en la misma trama de su biografía, ator-
mentada y dramática, la obra de Echeverría resulta más comprensi-
ble o, si se prefiere, aparece mejor iluminada que si se la separa de
ese contexto vital. Pero si esto es cierto, también lo es que su natu-
raleza y su valor literario sólo pueden ser determinados por el estu-
dio de su obra misma, por más que este estudio se auxilie con el
valioso aporte que tal contexto suministra. Como siempre, el tiem-
po histórico envuelve al hecho temporal del valor literario. Ninguno
de los dos es la clave de la explicación del otro. Cada cual se explica
a sí mismo. Pero ambos se iluminan y se corresponden secretamen-
te sin deteriorar ni disminuir en nada su realidad intrínseca.
Echeverría formuló un programa estético supeditado a un pro-
grama ideológico, y coherentemente su obra se realizó dentro de esa
finalidad. Como toda su época y la que le precede, los ideales colec-
tivos prevalecen sobre la literatura, y difícilmente habría podido sus-
traerse a tales imposiciones históricas. Justamente, la única posibi-
lidad de realizar una obra era entonces la aceptación y la asunción de
ese signo. Y el tiempo demostró que tenía razón, pues los pasatistas, 17
los que persistían en un caduco seudoclasicismo ahora desconecta-
do ya de los nuevos ideales colectivos en marcha, desaparecieron en
la frustración, y no los recordamos. En cambio, el nombre de Eche-
verría queda como una figura consular, como la de un fundador, es
decir, la de alguien de quien puede decirse o disentirse en lo que se
quiera, pero del que no puede prescindirse.
Todo esto no impide, ya ha quedado dicho, la posibilidad, y
más aún, la necesidad, de estudiar su obra objetivamente. Es preciso
examinar ahora en su desarrollo cronológico esa labor literaria, des-
tacando en ella los dos hitos fundamentales de su producción, que
constituyen a la vez tres hitos importantes en la historia de la litera-
tura argentina: 1. La cautiva, con la cual el género poético cobra un
fuerte impulso en su desarrollo en nuestra literatura; 2. El matadero,
pieza que inaugura no sólo el género cuentístico en la Argentina
sino, como veremos, el realismo moderno. En cuanto al Dogma, co-
rresponde a la labor de Echeverría como ideólogo, y por lo tanto será
tratado en su oportunidad.
La cautiva
La cautiva, poema publicado en 1837 dentro del volumen de
las Rimas, tuvo un éxito inmediato. En el Diario de la Tarde, Gutié-
rrez hizo una crítica consagratoria. De la primera edición fueron
enviados 500 ejemplares a España, que se agotaron en Cádiz. El dia-
rio El Tiempo, en su número 625, glosó los comentarios de Gutié-
rrez. La repercusión fue tan grande que al poco tiempo se reimpri-
mió en España en el mismo año. Incluso en la Argentina fue reim-
preso el volumen en 1843, en plena época de Rosas. En 1861, el poe-
ma fue vertido al alemán por Wilhelm Walter. Los hermanos Juan
Cruz y Florencio Varela, otra vez a pesar de su oposición al Roman-
ticismo, lo elogiaron; y Gutiérrez destacó su valor inaugural para
nuestras letras. En efecto, La cautiva consagra la implantación del
Romanticismo, incorpora el paisaje argentino a la gran literatura, y 21
da comienzo a una particular forma de entender la poesía nacional
(tal como la había predicado en el epílogo de Los consuelos), dando
lugar a una tendencia que podemos denominar “la gauchesca culta”
y demostrando que es posible utilizar la literatura para expresar
ideas y conceptos polémicos actuales.
El poema tiene nueve partes (El desierto, El festín, El puñal, La
alborada, El pajonal, La espera, La quemazón, Brian y María) y un
epílogo mediante los cuales se relata una historia trágica que se de-
sarrolla en la pampa, en zona de indios, hacia una época indefinida
pero posterior a la Independencia. Como en anteriores y posteriores
obras, hay aquí una especie de ecuación entre la descripción del pai-
saje (naturaleza) y la acción y psicología de los personajes. Lo cual
nos lleva de lleno, en tanto se trata de lograr un equilibrio, al Ro-
manticismo, para el cual la naturaleza es por un lado ambiente en el
que la vida humana se desenvuelve, pero por otro, expresión de esa
misma vida, simbólico espejo e indispensable para comprender su
misterio esencial. Para el Romanticismo la naturaleza es desdobla-
miento de la subjetividad, de modo que lo que ocurre en una impli-
ca lo que ocurre en la otra, y viceversa, en una relación profunda por
la cual el ser se liga con lo cósmico y por allí se explica. Ahora bien,
yendo a lo concreto, esa fusión no se da en forma estéticamente ar-
mónica; al parecer son más logradas las descripciones que los per-
sonajes, sin duda porque describir esa naturaleza, la pampeana, en
tanto descubrimiento para el propio Echeverría, fue mucho más in-
citante que el drama tradicional, despojado de recursos de observa-
ción psicológica, que padecen los actores. Respecto de éstos, en una
primera aproximación, recordamos que en Cartas a un amigo relata
un episodio que puede ser antecedente de la historia (“el novio y el
22 hermano de María habían partido con un escuadrón de milicias a
escarmentar los bárbaros de las fronteras, que como Ud. debe saber,
han entrado a nuestros campos matando, robando y desolando
cuanto encuentran”) y que prueba, como se verá más adelante, por
un lado, la vigencia cultural de la frontera en la época de Echeverría;
por el otro, su parcial sensibilidad a los problemas implicados por
el indio, cuya parte de razón y cuyo drama no percibe. Por último,
debe decirse que las descripciones tienen tal fuerza que Sarmiento,
en Facundo, las considera como documentos fehacientes y se apoya
en ellas para esbozar su famosa teoría de la influencia del medio. En
este sentido, La cautiva puede considerarse también como pieza na-
rrativa en verso, de donde es importante su aporte al desarrollo del
género narrativo de nuestro país. Género del que está ya, en ese en-
tonces, por brotar nuestra literatura novelesca.
El tema
Recordemos la historia para poder examinar luego su significación.
Un soldado, Brian, preso de los indios, es rescatado por la valiente
María, su mujer, cautiva de los salvajes. En medio de un festín ho-
rrible, los desdichados huyen al desierto que fue descripto al comen-
zar el poema. Brian está herido y María afronta todos los riesgos
para salvarlo. Se refugian en un pajonal y descansan, pero un incen-
dio agrava su situación. María se multiplica. Salva otra vez a su es-
poso haciéndole cruzar el río, pero sus esfuerzos son inútiles.
El guerrero muere en pleno delirio. María no desfallece; sigue hacia
tierra de blancos en procura de su hijo, que la restituirá a la vida,
pero los soldados de Brian que la rescatan le anuncian su muerte. La
infeliz no resiste y muere.
Todo eso está contado en diversidad de metros entre los que
predominan el octosílabo y el hexasílabo, organizado en décimas, 23
sextinas y en romance, la estrofa popular española. El total de versos
es de 2142. La propia idea del poema es romántica. En primer lugar,
por la versificación. Pero, básicamente, por la novedad que implica
el relato poético. Gutiérrez reparó en este aspecto y señaló: “Será un
poema, si tal denominación ha de darse a la relación de un hecho en
que intervienen dos o más personas. Pero no es épico en el sentido
didáctico, considerada su duración, la calidad de sus héroes, el me-
tro mismo y la versificación”. El modelo es, desde luego, el poema
épico seudoclásico. Gutiérrez desprecia el problema y dice: “No nos
atormentemos en clasificar una producción de la fantasía, con la
exactitud que emplea un naturalista en ordenar su herbario”. Sin
embargo, la cuestión interesa sobre todo desde el punto de vista de
la revolución romántica, pues haber dado altura épica a héroes que
anteriormente no habrían sido elegidos, haber empleado metros an-
tes característicos de lo popular y no de lo épico, haber buscado un
tema actual y no mitológico, y haberle dado dimensión heroica, re-
presenta la aplicación de la tentativa esencialmente romántica de la
mezcla de los estilos, ubicada bajo el alto objetivo de la democrati-
zación de la literatura. La antigua preceptiva indicaba que a perso-
najes nobles correspondía un lenguaje noble, acciones heroicas y
pasiones grandiosas; a personajes villanos, en cambio, les era atri-
buido lo cómico, lo vulgar, los metros populares y las acciones no
heroicas; estas divisiones engendraron dos estilos, rígidamente se-
parados, que el Romanticismo quiso y logró acercar. A su vez, como
un buen intérprete, Echeverría logró sustanciar este objetivo en el
planteo integral del poema.
Un hecho significativo, a pesar del mencionado recuerdo ju-
venil de Echeverría, está dado por el tema: indios, fronteras, etcé-
24 tera, tratado en 1837, a cuatro años de la exitosa expedición de
Rosas al desierto, la que el poeta se negó a celebrar. Digamos, por
de pronto, que si la de Rosas es la versión oficial de la cuestión del
indio, la de Echeverría viene a revisarla y corregirla. Y esto lo vere-
mos al tratar los personajes de la narración, al hablar de lo que son
y pone en ellos el poeta.
La forma
Pero, para empezar, tenemos que notar uno o dos elementos literarios
que saltan a la vista. Ya hemos señalado que la estructura del poema
es romántica en cuanto a la mezcla de estilos. En ese sentido anula,
rompe la imagen épica del seudoclasicismo. Esa reacción es apoyada
por la métrica: octosílabos, romances, décimas, etcétera, se apartan
del tradicional alejandrino, verso que poseía toda la energía, y del
endecasílabo, acusado de desfalleciente por Gutiérrez. Hasta aquí,
Echeverría sería coherente en su rebelión. Lo mismo podría decirse
en principio del vocabulario: vemos que, exigido por la descripción
del ambiente nacional, Echeverría emplea palabras locales: yajá, ran-
cho, asado, beberaje, pajonal, indio, quemazón, puma, toldería. Las
emplea con una naturalidad que no tenía en las Cartas a un amigo,
donde se veía obligado a explicarlas como si fueran peculiarismos
intransmisibles directamente. Aquí no parecen pesarle y es a partir
de ellas cuando se consolida su proyecto de poema nacional. Pero
sucede que junto a ellas conviven palabras del más limpio cuño seu-
doclásico, que incluso le dan un tono solemne a la narración: “Ha
reprimido del bruto/ la estrepitosa carrera”. Es como si Echeverría
no hubiera podido renunciar al lenguaje literario preexistente para
denotar circunstancias que no sean estrictamente locales. Adverti-
mos en esa convivencia una especie de tensión, entre localismo y
universalismo, lo cual traducido a términos culturológicos implica 25
una tensión no resuelta entre lo directo y lo predeterminado signifi-
cativamente, entre lo primitivo y lo culto, entre América y Europa.
Es como si en el fondo de su conciencia estética se resistiera a aban-
donar el instrumento tradicional, por respeto a todas las implicacio-
nes de su aceptada universalidad; o como si sintiera lo local como
nivel previo y anterior al otro, respetable pero también inaccesible.
Veremos cómo esta reserva se convierte en dicotomía al examinar a
los personajes, y se institucionaliza en el pensamiento de Echeverría
en El matadero y sus escritos teóricos.
Los personajes
Entremos en los personajes. La primera aproximación revela una idea
ortodoxamente romántica: una mujer fuerte por el amor, idealizada
hasta convertirla en una heroína, ligada a la existencia por el senti-
miento, esa veta recién descubierta y que de tal modo inspiró y exal-
tó a los románticos: “Dios para amar, sin duda hizo/ un corazón tan
sensible; palpitar le fue imposible/ cuando a quién amar no halló”.
Es una mujer esposa y madre, pura e intachable, protectora, asexua-
da. Como contraparte, Brian representa el tipo del “héroe cansado”,
característico del Romanticismo, o sea, la pura pasividad que encierra
una idea matriarcal de la organización de las relaciones, no tanto por
la actividad de la mujer en su entorno sino por todas las reservas mo-
rales que hace desde su delirio, por todas las exigencias de respeto,
explícitas o implícitas, que manifiesta aun en el desierto y en el peli-
gro: “María, soy infelice,/ ya no eres digna de mí./ Del salvaje la tor-
peza/ habrá ajado la pureza/ de tu honor, y mancillado/ tu cuerpo
santificado/ por mi cariño y amor”. Esta distribución de papeles co-
rresponde a la idealización romántica: la mujer, como nexo con la
26 naturaleza y la divinidad, ha sido recién descubierta (la mujer del
seudoclasicismo es materialista, cortesana, ilustrada, sexualmente
libre) y el sitio que se le reserva es el de una pureza cautelosa por la
cual la estructura tradicional es consolidada en una relación sacra-
lizada por el amor y la naturaleza.
Pero además, notemos de paso, Brian y María son personajes
cultos en medio del desierto. Él es un guerrero de la Independencia
metido en la frontera y tomado preso con su mujer. En verdad, esta es
una creación del poeta pues ni los guerreros de la Independencia a la
manera de Brian, con su lenguaje, formaban parte de los contingentes
(reclutados por la fuerza entre “vagos y malentretenidos”, comanda-
dos por soldados ocasionales) ni la situación de la pareja cautiva, no
separada por los indios, era demasiado usual. Hay, pues, una acentua-
ción, una puesta de relieve de las condiciones originarias de los per-
sonajes, una intencionalidad perseguida por el autor. Se trata de des-
tacar por un lado la imposible conciliación entre la cultura y el salva-
jismo, y por el otro la virulencia del salvaje en contra de la cultura; lo
cual, recortado sobre la actualidad y el público al que se dirige el poe-
ma, implica una desmentida al rosismo en cuanto mediante su expe-
dición Rosas pretendió tranquilizar al mundo civilizado acerca del
peligro del indio. Aquí cobra sentido la reserva de Echeverría en 1833,
y el poema adquiere tamaño de advertencia nacional. Quizás Rosas
todavía no resulte cuestionado, pero sí su política, en un tema espe-
cífico tan importante como el del indio. Si esos personajes cultos en
peligro representan al hombre argentino más valioso, el poema es
también un llamado a la unidad nacional. Y esta interpretación pare-
ce más amplia que aquella que quiere ver en La cautiva un símbolo de
la patria sometida a un tirano, que se nos ocurre inadecuada a la con-
cepción echeverriana de la política nacional del momento, tal como
quedó documentada durante su actuación en el Salón Literario. 27
Queda por considerar la imagen que presenta Echeverría del
indio. Pues bien: sobre todo a través del segundo capítulo, El festín,
vemos al indio como una mera prolongación de la naturaleza, no
como ser humano, ni siquiera degradado; es simplemente un ele-
mento más, feroz como el tigre o como la quemazón, y que expresa,
en la articulación romántica, toda la angustia y el riesgo de los seres
humanos: “Aquel come, este destroza,/ más allá alguno degüella/
con afilado cuchillo/ la yegua al lazo sujeta,/ y a la boca de la herida,/
por donde ronca y resuella”. Esa cosificación, usual respecto de los
“nativos” en todas las literaturas europeas con tema primitivista,
representa una posición del poeta frente al conflicto político impli-
cado por el indio, es decir, ¿qué se hace con él?; ¿se lo extermina o se
lo trata de asimilar? Y el vehículo literario es el color local, por me-
dio del cual se abarca todo el ambiente tomando distancia frente a
él. Pero justamente la imagen del indio, en tanto que es resultado de
la aplicación del color local, disminuye el carácter nacional del des-
cubrimiento echeverriano; lo retacea, divide el ámbito y no lo eleva
en su integridad al rango de cosa propia, de zona que permite una
identificación.
En resumen, La cautiva hace trazar un paso adelante a nuestra lite-
ratura y abre un camino, aunque no pueden dejarse a un lado las dicoto-
mías, los parcelamientos, los esquematismos, las parcialidades típicamen-
te liberales con que se produce el acercamiento a la realidad.
El matadero
Examinemos también de cerca a El matadero –escrito entre
1838 y 1840–, inédito hasta 1871, año en que Juan María Gutiérrez
lo hace publicar en la Revista del Río de la Plata. Aparece, desde lue-
28 go, en las Obras completas, editadas por Casavalle entre 1870 y 1874,
preparadas por el mismo crítico. Posteriormente, en este siglo, Ri-
cardo Rojas hizo una reedición en la serie Orígenes de la novela ar-
gentina, texto definitivo (1926) preparado por Jorge Max Rhode,
Instituto de Literatura Argentina de la Facultad de Filosofía y Letras
de Buenos Aires. Como primera aproximación, debe decirse que es
lamentable que no se haya publicado en el momento de su redacción,
porque en verdad es la primera narración de carácter definido, de
jerarquía literaria y de valor testimonial que se ha producido en el
Río de la Plata. Como además de su fuerza descriptiva propone una
actitud de alguna manera realista, cuando el realismo estaba en pa-
ñales en Europa, su publicación habría tal vez influido decisivamen-
te, como ya ha sido anotado antes, en ese momento del desarrollo
de la narrativa nacional.
Decimos que es la primera narración de jerarquía, no la prime-
ra cronológicamente hablando; aunque tampoco hubo demasiado en
materia de relato en esta zona, de gran profusión, por el contrario,
poética y ensayística. Sea como fuere, a causa de no haber sido co-
nocido, El matadero se pone fuera de la tradición literaria y resulta,
además, extraordinariamente moderno como relato aún en 1871
cuando se da a conocer. Pero el hecho de no haber sido conocido no
significa que El matadero esté desconectado de su tiempo y de los
ensayos narrativos que se están produciendo. Tiene en común con
ellos por lo menos dos elementos: ser producto de una mentalidad
romántica, y afirmar en consecuencia un sentido de la vida román-
tico; y, por otra parte, ser en general un relato de costumbres con-
temporáneas. En ese sentido, mejor dicho en los dos sentidos, se
conecta con las posteriores obras de Mitre (Soledad, Memorias de un
botón de rosa), pero mucho más con los artículos de costumbres, casi
narraciones, de Alberdi y de Gutiérrez (El hombre hormiga). Y todos 29
son sensibles a las “costumbres” como resultado de una común y ge-
neralizada admiración por Mariano José de Larra (“Fígaro”), uno de
los pocos, casi el único español con cuya obra se identifican, por ro-
mántico, por actual y por liberal.
Pero Echeverría no se queda en el planteamiento de las “cos-
tumbres” contemporáneas con el que de todos modos empieza el
relato, sino que en virtud de sus ideas y de su esquema romántico se
proyecta hacia una denuncia política y social que muestra hasta qué
punto, entre 1838 y 1840, ya no creía en una superación de la dico-
tomía tradicional entre unitarios y federales. Ni tampoco que Rosas
pudiera representar esa superación o que los jóvenes pudieran ser la
cabeza pensante de ese cuerpo tan poco reflexivo. Pero también, y
tal vez esto sea lo más importante, Echeverría deja muy atrás el cuen-
to de “costumbres” por la actitud realista con que presenta su mate-
rial, realismo que no es, como en otros aspectos, debido a imitación
o influencia, sino algo muy original, producido sin estrépito en la
Argentina, sin clara conciencia de que se estaba haciendo un plan-
teamiento estético diferente y en una época en la que los primeros
realistas consecuentes europeos estaban apenas empezando a deli-
mitar el sentido y el alcance de esa estética en su sentido moderno.
Realismo y costumbrismo
Un cuento de “costumbres” tiene algo de realista en su origen: exige
una observación de la realidad y propone un enjuiciamiento. Pero no
trata “toda” la realidad como es propio del realismo, sino una de sus
parcelas; y el juicio se ejercita desde una personalidad que difiere o
concuerda con lo observado, y lo rechaza o lo acepta por sensibilidad,
no por sistema. De este modo, “el costumbrismo” es restringido y
30 personal, mientras que el realismo es amplio y objetivo. El matadero
comienza con el tono y el ritmo costumbristas: “A pesar de que la mía
es historia, no la empezaré por el arca de Noé y la genealogía de sus
ascendientes”. Y, poco a poco, el relato se va internando en aguas me-
nos tranquilas. Ya no se trata de peculiaridades más o menos pinto-
rescas (“estuvo quince días el matadero de la Convalescencia sin ver
una sola cabeza vacuna, y que en uno o dos, todos los bueyes de quin-
teros y aguateros se consumieron en el abasto de la ciudad”), sino de
hábitos que comprometen al hombre y, por lo tanto, al mundo entero.
Ya instalados en lo realista, plano de seriedad en el que la ironía no
cuenta y el detalle se profundiza, observamos que lo realista tiene un
fundamental alcance descriptivo dentro del cual la ironía y el enjui-
ciamiento costumbristas, así como el detalle realista objetivo, condu-
cen a una idea de crónica. Como si el autor, aunque confiesa lo con-
trario, quisiera hacer historia. Pero luego, sobre la última parte del
relato, comienza una acción dramática entre personajes antagónicos.
En este momento, cuando el autor se interna en la acción, o sea en el
conflicto, se produce un deslizamiento hacia la toma de partido (Ma-
riano Morínigo, “La estructura de El matadero”, La Gaceta, 23 de
octubre de 1966), y con ella una escisión muy grande entre realidad
considerada y el punto de vista del observador.
El asunto
En seguida habrá que volver sobre este punto. Digamos antes qué
ocurre en El matadero. El autor empieza por señalar una circunstan-
cia muy precisa, la falta de carne en Buenos Aires, empeorada por una
lluvia que impedía el acceso de los animales. Después de ironizar so-
bre aspectos políticos y de ligar el rosismo a la cuestión de la carne, se
nos describe el matadero y su vida más característica: sus tipos
(achuradoras, el juez del matadero, el carnicero, negros, mulatos, 31
muchachones), sus hábitos (tirarse sangre, inflar vejigas, apartar a los
perros), etcétera. Posteriormente, de lo general se desciende a un día
determinado en la vida del matadero de la Convalescencia, el primer
día de faena después de Cuaresma. Se nos cuentan episodios típicos
de ese día: el toro que cercena la cabeza del niño y va huyendo por las
calles; la desmontada que por el susto padece un gringo; el desjarre-
tamiento del toro; el triunfo del feroz Matasiete. Llegado a su máxima
tensión todo lo concerniente al matadero, se produce una transición
marcada por la presencia de un personaje antagónico: el joven unita-
rio, sobre el que se precipita la chusma. El joven es vejado, le quieren
cortar las patillas, lo acuestan sobre una mesa, lo atan, y antes de de-
jarse desnudar, muere de un derrame: “un torrente de sangre brotó
borbolloneando de la boca y las narices del joven”.
El análisis
Considerando ambos sectores del relato, advertimos que la toma de
partido hecha por el autor a partir de la acción dramática, o sea del
conflicto, se llena de significaciones que trascienden el contenido de
la toma de partido. Debemos examinarlas a la luz de todos los ele-
mentos literarios que están en juego. Dijimos que los elementos rea-
listas constituían el hecho nuevo en este relato, pero debemos aclarar
que son elementos realistas y no un relato realista. Es decir, que hay
un esquema general de otra índole en el cual se insertan tales ele-
mentos. Esto lo vemos principalmente a partir de la aparición del
unitario, descripta por Echeverría con énfasis culturalista, con un
tono y un estilo realzativos que contrastan con el realismo descrip-
tivo: se carga de adjetivación, que traduce estilísticamente una acti-
tud despreciativa respecto de los elementos mataderiles, y una apre-
32 ciativa respecto del unitario. El autor penetra en el relato mediante
interferencias. (“¡Qué nobleza de alma! ¡Qué bravura en los federa-
les!”). Califica lo que ocurre, discierne su condena y difunde por lo
tanto su punto de vista, que en este caso es el de un romántico que
divide el mundo en dos: materia y espíritu, civilización y barbarie,
ferocidad y delicadeza, animalidad y dignidad. O sea que lo realista
se introduce en un esquema básicamente romántico, por el cual el
material del relato está conformado por una base de observación
local, argentina y americana, y un sector de la realidad idealizado,
realzado, presentado a la medida de lo europeo, conformado según
sus pautas.
Si observamos bien esta conclusión, podremos conectarla con
el pensamiento total de Echeverría expresado por esa época en sus
memorables lecturas del Salón:
Otros poemas
Otras obras fue publicando Echeverría en el resto de su vida, aun-
que, si se exceptúa el Dogma –ésta ya en el plano de las ideas y no
de la literatura– ninguna de ellas dotada de la importancia que ad-
judicamos a La cautiva y a El matadero.
En 1837 compuso en Las Talas un poema con el que rindió ho-
menaje al movimiento estallado en Dolores ese mismo año, y que 35
fue sofocado sangrientamente por Rosas. Es “La insurrección del
Sur”. Consta de 987 versos y 24 notas históricas, que publicó en 1840
en el diario El Comercio del Plata de Montevideo.
Aquí, como en La cautiva, emplea metros variados para dar
sensación de movimiento: “La tierra se estremece/ Bajo los duros
callos/ De dos mil agilísimos caballos,/ Y su temblor retumba”. Pero,
sin duda, la exterioridad del tema y la necesidad de exaltar a los hé-
roes deprimen el valor poético, un tanto rampante.
Salvo esas características, es decir, un acentuamiento de lo que
está ya en La cautiva, este poema no trae novedades: igual vincula-
ción con el paisaje, la misma relación entre hombre y naturaleza, el
mismo trazado del destino aciago que acecha a los hombres que re-
presentan la libertad, la luz, el glorioso destino humano. Años des-
pués, en 1842, compuso el poema La guitarra, que fue publicado en
1849, en París, en el Correo de Ultramar, con un retrato del autor.
Tiene 668 versos y en él se narra la atracción que ejerce ese instru-
mento sobre dos jóvenes, Celia y Ramiro. El tema surge de la afición
del propio Echeverría a la guitarra. Desde su adolescencia tocaba la
guitarra en bailes de arrabal, y posteriormente se perfeccionó en
París con el maestro Sor. La guitarra es su compañera de soledad;
Gutiérrez recuerda lo eximio de sus ejecuciones y vincula sus armo-
nías con las formas de su poesía. En torno de la guitarra se describen
las exaltaciones y las desventuras del amor.
Como en otros poemas de Echeverría, se descubre aquí la pre-
sencia de Byron. Alberto Palcos señala el pasaje en el que Celia sue-
ña y su marido experimenta horribles celos. Este recurso ha sido
empleado por Byron en La parisiense. José Luis Lanuza (Echeverría
36 y sus amigos, 1951) cree ver algo autobiográfico en este tema, algún
episodio de juventud, en aquellos momentos de disipación que cau-
saron la muerte de su madre.
El largo poema El ángel caído, el Don Juan americano, es la con-
tinuación de La guitarra. Pretende mostrar toda la vida americana y
ser indefinido, como el Don Juan de Byron, en quien se inspira para
la figura. Su personaje tiene, además, como El estudiante de Salaman-
ca de Espronceda, algo de Fausto. O sea que reúne en sí la insaciable
inteligencia con la exaltación de la sensualidad.
En los once mil versos de que consta la versión publicada por
Gutiérrez se trata de explicar el modo de ser y la crisis del argentino,
su historia, su paisaje; y eso, evidentemente, sofoca toda poesía.
Además de la versión de Gutiérrez existe un manuscrito en el Ar-
chivo General de la Nación en el que hay más versos; todo un frag-
mento que Gutiérrez incluye en Poesía americana (t. II), y al que se
refiere Sarmiento en sus Viajes (“Carta a López”, E. B. de Meyer, La
Prensa, 17 de noviembre de 1963).
En el poema “Avellaneda”, dedicado a Alberdi, del cual El ma-
tadero parece haber sido un apunte o un detalle, Echeverría recupe-
ra su conexión con la naturaleza aunque esta vez no es la pampeana
sino la de Tucumán, donde se sitúa el drama protagonizado por este
joven mártir, su compañero de la Asociación de Mayo, que trató de
organizar una Liga del Norte para derribar el poder de Rosas.
Sin fuerzas militares suficientes, traicionado, es fusilado y su
cabeza es expuesta en una pica en la plaza de Tucumán. En el poema,
Echeverría recrea toda la trayectoria y el proyecto de Marco Avella-
neda, hasta su martirologio. No ahorra las críticas históricas, por boca
de su personaje, a Lavalle, y emplea incluso el diálogo como medio de
apurar la dimensión épica. Donde el poema resulta más logrado es en 37
la descripción de la naturaleza. Lo demás es estereotipado, sin profun-
didad psicológica, gesticulante. Con todo, este poema, que no tiene la
fuerza de La cautiva, levanta la tensión tan baja en El ángel caído.
Se completa así la producción literaria de Echeverría. Como ha
podido verse, cualesquiera que sean sus contradicciones, sus des-
ajustes, no deja de ofrecer ejemplos de calidad perdurable, como en
El matadero, o de fragmentos narrativamente valiosos, como en La
cautiva. Pero si fue estimable su contribución a nuestra literatura,
no lo fue menos –y al contrario– su aporte a la historia de nuestras
ideas. Esto se comprenderá muy bien cuando se analice de cerca su
obra capital, El dogma socialista, donde se recogen y ordenan las
ideas que van a dar lugar a la conformación del liberalismo, doctri-
na que, prácticamente, ha construido hasta hoy nuestra nación. Esto
será estudiado, a su turno, cuando deba considerarse el ensayo en la
época romántica. Por ahora, puede decirse que el Dogma tiene una
clara vinculación con las Bases, de Alberdi, y ésta con la Carta Mag-
na de 1853. Nada menos que esto es lo que debe a Echeverría la his-
toria de nuestras ideas, así como nuestra historia de la literatura le
debe a su producción poética y narrativa los rasgos que han queda-
do aquí señalados.
Los principales trabajos críticos sobre Echeverría aparecen ya
en su época, tales como el juicio de Gutiérrez sobre su producción
poética hasta las Rimas (publicado por el Diario de la Tarde en 1837),
y, posteriormente, el trabajo de José Manuel de Estrada, La política
liberal bajo la tiranía de Rosas.
Adolfo Saldías, primer historiador revisionista, estudia el papel
cumplido por Echeverría en la heterodoxa Historia de la Confedera-
ción Argentina. Luego, lo mismo hace el uruguayo Rodó en Juan
38 María Gutiérrez y su época.
Bibliografía básica
1 Tomado de: Noé Jitrik, Esteban Echeverría, Cuadernos de Literatura Argentina. Centro
Editor de América Latina. 39
El matadero
Glosario
Intertextualidad El matadero
Importante
Se quiere diferenciar de los españoles
Contexto histórico
colonizadores, teniendo ideas de libertad
1 Cuaresma: período de cuarenta días de ayuno (solo se hace una comida fuerte al
día), abstinencia (no se come carne) y oración que observan los cristianos como
preparación para la Pascua. Con ellos se conmemora la estancia de Jesús en el
desierto y se manifiesta a Dios el deseo de conversión. Actualmente, la Cuaresma
va desde el Miércoles de Ceniza hasta el Jueves Santo, los domingos se descuentan
por considerarse pascuales y no de penitencia.
2 Epicteto (55-135): filósofo griego que pasó la mayor parte de su vida como esclavo
en Roma. Perteneció a la escuela estoica, cuyos integrantes sostenían que solo es
posible alcanzar la libertad y la tranquilidad si se desprecian los bienes y comodi-
dades materiales y se lleva una vida guiada por la razón y la virtud.
3 Ab initio: desde el principio, desde muy antiguo.
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Uso constante del sarcasmo e Esteban Echeverría
ironía, el cual va a ser el tono de la
primera parte del cuento Federales asociados con la iglesia
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Uso de la religión como
beneficio politico El matadero
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14 Para el Catecismo de la Iglesia Católica, una indulgencia es “la remisión ante Dios
de la pena temporal correspondiente a pecados que han sido perdonados”. Un
practicante puede obtener una indulgencia bajo condiciones prescritas a través de
algunos ministros de la Iglesia. Una indulgencia es parcial, si quita parte del castigo
temporal por el pecado, o plenaria, si quita todo el castigo.
15 Promiscuación: acto de promiscuar, es decir, de comer en días de Cuaresma carne
y pescado en una misma comida.
16 Consunción: enflaquecimiento, extenuación.
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San Agustín22 . Cuentan que al oír tan desaforados gritos las últimas
ratas que agonizaban de hambre en sus cuevas, se reanimaron y echa-
ron a correr desatentadas conociendo que volvían a aquellos lugares
la acostumbrada alegría y la algazara precursora de abundancia.
El primer novillo que se mató fue todo entero de regalo al Res-
taurador, hombre muy amigo del asado. Una comisión de carniceros
marchó a ofrecérselo a nombre de los federales del matadero, manifes-
tándole in voce23 su agradecimiento por la acertada providencia del
gobierno, su adhesión ilimitada al Restaurador y su odio entrañable a
los salvajes unitarios, enemigos de Dios y de los hombres. El Restaura-
dor contestó a la arenga, rinforzando24 sobre el mismo tema y concluyó
la ceremonia con los correspondientes vivas y vociferaciones de los es-
pectadores y actores. Es de creer que el Restaurador tuviese permiso
especial de su Ilustrísima para no abstenerse de carne, porque siendo
tan buen observador de las leyes, tan buen católico y tan acérrimo pro-
tector de la religión, no hubiera dado mal ejemplo aceptando semejan-
te regalo en día santo.
Siguió la matanza y en un cuarto de hora cuarenta y nueve no-
villos se hallaban tendidos en la playa del matadero, desollados unos,
los otros por desollar. El espectáculo que ofrecía entonces era
animado y pintoresco aunque reunía todo lo horriblemente feo,
inmundo y deforme de una pequeña clase proletaria peculiar del
Clase trabajadora
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37 Alzapón: tapa de tela que cubre la parte de atrás de los calzones y de algunas clases
de pantalones.
38 Ño: aféresis de señor. La aféresis es la supresión de algún sonido al comienzo de
la palabra.
39 Tongorí: bofes, menudillos, hígado
40 Acullá: adverbio locativo ya en desuso que se usa en contraposición a los adverbios
de cercanía (acá, aquí) o de lejanía (allá, allí).
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41 Cerviz: parte dorsal del cuello, que en el hombre y en la mayoría de los mamíferos
consta de siete vértebras, de varios músculos y de la piel.
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42 Pialador: persona que emplea un pial, es decir, una cuerda que se arroja a las patas
de los animales para enlazarlos.
43 La divisá punzó era una cinta de color rojo vivo cuyo uso fue impuesto como
obligatorio por Juan Muanuel de Rosas entre 1832 y 1850. Aquel que no la luciera
era considerado unitario y traidor.
44 Tiple: se refiere al tono más agudo de la voz humana.
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45 Gato por liebre: el personaje se refiere a que fueron engañados porque enviaron al
matadero un toruno, es decir, un toro castrado después tres o más años, por lo que
ya es viejo. También se emplea la palabra para denominar al toro castrado a medias
por un defecto en la castración.
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El matadero
Y en efecto, el animal acosado por los gritos y sobre todo por dos
picanas agudas que le espoleaban46 la cola, sintiendo flojo el lazo, arre-
metió bufando a la puerta, lanzando a entre ambos lados una rojiza y
fosfórica mirada. Dióle el tirón el enlazador sentando su caballo, des-
prendió el lazo del asta, crujió por el aire un áspero zumbido y al mis-
mo tiempo se vio rodar desde lo alto de una horqueta del corral, como
si un golpe de hacha la hubiese dividido a cercén47, una cabeza de niño
cuyo tronco permaneció inmóvil sobre su caballo de palo, lanzando
por cada arteria un largo chorro de sangre.
—Se cortó el lazo —gritaron unos—. ¡Allá va el toro!
Pero otros, deslumbrados y atónitos, guardaron silencio porque
todo fue como un relámpago.
Desparramóse un tanto el grupo de la puerta. Una parte se agol-
pó sobre la cabeza y el cadáver palpitante del muchacho degollado por
el lazo, manifestando horror en su atónito semblante, y la otra parte,
compuesta de jinetes que no vieron la catástrofe se escurrió en distin-
tas direcciones en pos del toro, vociferando y gritando:
—¡Allá va el toro! ¡Atajen! ¡Guarda! —¡Enlaza, Siete pelos! —
¡Que te agarra, Botija! —¡Va furioso; no se le pongan delante! —¡Ata-
ja, ataja, Morado! —¡Déle espuela al mancarrón! —¡Ya se metió en
la calle sola —¡Que lo ataje el diablo!
El tropel y vocifería era infernal. Unas cuantas negras achura-
doras sentadas en hilera al borde del zanjón oyendo el tumulto se
acogieron y agazaparon entre las panzas y tripas que desenredaban
46 Espolear: incitar, estimular a alguien para que haga algo y también castigar a un
animal para que obedezca. En este caso, el toro fue pinchado con las picanas, que
son unas varas largas con una aguda punta de hierro.
47 A cercén: enteramente y en redondo. La cabeza del niño fue cortada limpiamente.
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53 Vara: unidad de longitud que se usaba en distintos lugares de España, cuya medida
oscilaba entre los 768 y los 912 mm.
54 Señuelo: sustantivo colectivo que se emplea para designar al conjunto de animales
mansos que se emplea para conducir el ganado.
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Enlazaron muy luego por las astas al animal que brincaba ha-
ciendo hincapié y lanzando roncos bramidos. Echáronle, uno, dos,
tres piales; pero infructuosos: al cuarto quedó prendido en una
pata: su brío y su furia redoblaron; su lengua estirándose convulsi-
va arrojaba espuma, su nariz humo, sus ojos miradas encendidas.
—¡Desjarreten ese animal! —exclamó una voz imperiosa. Ma-
tasiete se tiró al punto del caballo, cortóle el garrón55 de una cuchi-
llada y gambeteando en torno de él con su enorme daga en mano, se
la hundió al cabo hasta el puño en la garganta mostrándola en se-
guida humeante y roja a los espectadores. Brotó un torrente de la
herida, exhaló algunos bramidos roncos, vaciló y cayó el soberbio
animal entre los gritos de la chusma que proclamaba a Matasiete
vencedor y le adjudicaba en premio el matambre. Matasiete extendió,
como orgulloso, por segunda vez el brazo y el cuchillo ensangren-
tado y se agachó a desollarlo con otros compañeros.
Faltaba que resolver la duda sobre los órganos genitales del
muerto, clasificado provisoriamente de toro por su indomable fie-
reza; pero estaban todos tan fatigados de la larga tarea que la echa-
ron por lo pronto en olvido. Mas de repente una voz ruda exclamó:
¡Aquí están los huevos!, sacando de la barriga del animal y mostrán-
dolos a los espectadores, dos enormes testículos, signo inequívoco
de su dignidad de toro. La risa y la charla fue grande; todos los inci-
dentes desgraciados pudieron fácilmente explicarse. Un toro en el
Matadero era cosa muy rara, y aún vedada. Aquél, según reglas de
55 Garrón: extremo de la pata de la res, también de los conejos. De allí se los cuelga
después de muertos.
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buena policía debió arrojarse a los perros; pero había tanta escasez
de carne y tantos hambrientos en la población, que el señor Juez tuvo
a bien hacer ojo lerdo.
En dos por tres estuvo desollado, descuartizado y colgado en
la carreta el maldito toro. Matasiete colocó el matambre bajo el pe-
llón56 de su recado y se preparaba a partir. La matanza estaba con-
cluida a las doce, y la poca chusma que había presenciado hasta el
fin, se retiraba en grupos de a pie y de a caballo, o tirando a la cincha
algunas carretas cargadas de carne.
Mas de repente la ronca voz de un carnicero gritó:
—¡Allí viene un unitario! —y al oír tan significativa palabra
toda aquella chusma se detuvo como herida de una impresión
subitánea.
—¿No le ven la patilla en forma de U? No trae divisa en el fra-
que ni luto en el sombrero57.
—Perro unitario.
—Es un cajetilla58.
—Monta en silla como los gringos.
—La mazorca con él.
—¡La tijera!
—Es preciso sobarlo59.
56 Pellón: piel curtida que se usa sobre la silla de montar; en el dialecto americano,
sobre el recado.
57 La alusión al luto que debían llevar las personas por la muerte de doña Encarnación
Ezcurra, la esposa de Rosas, ocurrida el 20 de octubre de 1838, es otro índice acerca
del momento en que Echeverría pudo haber escrito El matadero.
58 Cajetilla: en la Argentina y otros países de América, se emplea esa palabra para referirse
a los hombres presumidos y afectados.
59 Sobar: castigar
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64 Sayón: verdugo.
65 Recado: en este cotexto significa conjunto de cosas y elementos que se necesitan
para realizar alguna tarea.
66 Verga: palo, vara.
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68 Librea: traje de uniforme que usan algunos empleados subalternos. Aquí, el joven usa
el término metafóricamente refiriéndose a la obligación de lucir la divisa punzó.
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Sobre terreno conocido
Comprobación de lectura
76
Actividades de comprensión
1 Tengan en cuenta la definición de cuento que elaboraron en la
sección “Avistaje” para justificar la pertenencia de El matadero a
ese género literario.
2 Los cuentos presentan una estructura tripartita –situación inicial,
conflicto y desenlace–; sin embargo, El matadero presenta, ade-
más, dos zonas claramente diferenciadas.
Identifiquen en el texto cuáles son esas dos partes y escriban una
síntesis de lo que se narra en cada una. Transcriban la frase que
da inicio a la segunda parte del cuento.
3 Relean la primera parte del relato y expliquen qué es lo que lleva al
Restaurador a autorizar la entrada de ganado en el matadero.
a) Recuerden que “Restaurador de las leyes” es el título conferido
a Juan Manuel de Rosas en su segundo período de gobierno
(1835-1852). Revisen la información que obtuvieron al realizar la
actividad 6 de la sección “Avistaje”, y expliquen cuáles son los
alcances de ese título.
4 Elaboren una lista de los personajes que pueblan el matadero.
a) Tomen nota de los personajes ajenos al ámbito del matadero.
b) ¿Qué sectores sociales se representan en el relato? Indiquen cuá-
les de ellos apoyan al régimen rosista y cuáles se le oponen.
5 Marquen en el cuento el episodio de la captura y carneo del toro.
a) Indiquen quién es el personaje que se presenta como protago-
nista del episodio y caracterícenlo.
b) ¿Qué accidentes ocurren durante la persecución del toro?
Presten atención a la/s reacción/es de los testigos frente a ellos
y anótenla/s.
6 Identifiquen en el cuento la descripción que se hace del joven
unitario (aspecto físico, vestimenta, modo de montar) y tomen
nota de los rasgos que consideren pertinentes. 77
Actividades de análisis
78
Alberto Rossi, El salón literario de Marcos Sastre (óleo).
..............................................................................................................
La revolución marcha, pero con grillos. A la joven genera-
ción toca despedazarlos y conquistar la gloria de la iniciati-
va en la grande obra de la emancipación del espíritu ameri-
cano, que se resume en estos dos problemas: emancipación
política y emancipación social.
El primero está resuelto, falta que resolver el segundo.
En la emancipación social de la patria está vinculada su
libertad.
La emancipación social americana solo podrá conseguir-
se, repudiando la herencia que nos dejó la España, y con-
cretando toda la acción de nuestras facultades al fin de
constituir la sociabilidad americana.
[...]
El Arte abarca en sus divinas inspiraciones todos los ele-
mentos morales y afectivos de la humanidad: lo bueno, lo
justo, lo verdadero, lo bello, lo sublime, lo divino; la indi-
vidualidad y la sociedad, lo finito y lo infinito; el amor, los
presentimientos, las visiones del alma, las intuiciones más
vagas y misteriosas de la conciencia; todo lo penetra y abar-
ca con su espíritu profético; todo lo mira al través del bri-
llante prisma de su imaginación, lo anima con el soplo de
fuego de su palabra generatriz, lo embellece con los lucidos
colores de su paleta, y lo traduce en inefables o sublimes
armonías. Él canta el heroísmo y la libertad, y solemniza
todos los grandes actos, tanto internos como externos de la
vida de las naciones. 81
[...]
Política, filosofía, ciencia, religión, arte, industria, todo
deberá encaminarse a la democracia, ofrecerle su apoyo y
cooperar activamente a robustecerla y cimentarla.
En el desarrollo natural, armónico y completo de estos
elementos, está enumerado el problema de la emancipa-
ción del espíritu americano.
83
La oposición Civilización-barbarie en otras obras
1 En el año 1837, Echeverría publicó el poema La cautiva. Lean la
segunda parte, “El festín”, que se reproduce a continuación, y expli-
quen quiénes serían allí los “civilizados” y quiénes los “bárbaros”.
...orribile favelle,
parole di dolore, accenti díira,
voci alte e fioche, e suon di man con elle
facevan un tumulto.
Dante
[...hórridas querellas,
voces altas y bajas en son de ira,
con golpes de manos a par de ellas, como un tumulto...]
2 Lean el siguiente fragmento del cuento “Las puertas del cielo”, del
escritor argentino Julio Cortázar.
3 Sabática fiesta: junta nocturna de los espíritus malignos, según tradición comuni-
cada a los pueblos cristianos por los judíos. (Nota del autor)
87
Me parece bueno decir aquí que yo iba a esa milonga por
los monstruos, y que no sé de otra donde se den tantos jun-
tos. Asoman con las once de la noche, bajan de regiones
vagas de la ciudad, pausados y seguros de uno o de a dos,
las mujeres casi enanas y achinadas, los tipos como javane-
ses o mocovíes, apretados en trajes a cuadros o negros, el
pelo duro peinado con fatiga, brillantina en gotitas contra
los reflejos azules y rosa, las mujeres con enormes peina-
dos altos que las hacen más enanas, peinados duros y difí-
ciles de los que queda el cansancio y el orgullo. A ellos les
da ahora por el pelo suelto y alto en el medio, jopos enor-
mes y amaricados sin nada que ver con la cara brutal más
bajo, el gesto de agresión disponible y esperando su hora,
los torsos eficaces sobre finas cinturas. Se reconocen y se
admiran en silencio sin darlo a entender, es su baile y su
encuentro, la noche de color. (Para una ficha: de dónde
salen, qué profesionales los disimulan de día, qué oscuras
servidumbres los aíslan y disfrazan.) Van a eso, los mons-
truos se enlazan con grave acatamiento, pieza tras pieza
giran despaciosos sin hablar, muchos con los ojos cerrados
gozando al fin la paridad, la completación. Se recobran en
los intervalos, en las mesas son jactanciosos y las mujeres
hablan chillando para que las miren, entonces los machos
se ponen más torvos y yo he visto volar un sopapo y darle
vuelta la cara y la mitad del peinado a una china bizca ves-
tida de blanco que bebía anís. Además está el olor, no se
concibe a los monstruos sin ese olor a talco mojado contra
la piel, a fruta pasada, uno sospecha los lavajes presurosos,
el trapo húmedo por la cara y los sobacos, después lo
importante, lociones, rimel, el polvo en la cara de todas
ellas, una costra blancuzca y detrás las placas pardas tras-
luciendo. También se oxigenan, las negras levantan mazor-
88 cas rígidas sobre la tierra espesa de la cara, hasta se estu-
dian gestos de rubia, vestidos verdes, se convencen de su
transformación y desdeñan condescendientes a las otras
que defienden su color. Mirando de reojo a Mauro yo estu-
diaba la diferencia entre su cara de rasgos italianos, la cara
del porteño orillero sin mezcla negra ni provinciana, y me
acordé de repente de Celina más próxima a los monstruos,
mucho más cerca de ellos que Mauro y yo.
La representación de un espacio
1 Se conocen con el nombre de pintores viajeros y viajeros ingleses a
los extranjeros (fundamentalmente ingleses) que durante el siglo XIX
recorrieron Sudamérica con el afán de documentar lo exótico y
desconocido y tornarlo comprensible para el público europeo al
que iban destinadas sus obras. De nuestro país les llamó particu-
larmente la atención la vasta inmensidad de las pampas, los malo-
nes y los mataderos. Este último paisaje es descripto como uno
de los más bárbaros y repugnantes que debe soportar la mirada
humana, como una vista “horrible y repulsiva”.
El gran desafío para estos viajeros fue el representar paisajes y
seres absolutamente diferentes. Sin embargo, la misma prueba
debieron enfrentar los escritores románticos de nuestro país cuan-
do pretendieron representar a un enemigo en un espacio percibido
94
como lo ajeno por excelencia.
a) Observen la reproducción del cuadro del matadero y releven los
personajes que también aparecen en el relato de Echeverría.
96
La refalosa
Amenaza de un mazorquero y degollador de los sitiado-
res de Montevideo dirigida al gaucho Jacinto Cielo, gacete-
ro y soldado de la Legión Argentina, defensora de aquella
plaza.
En esta imagen
se observa a los
miembros de la
mazorca
ejecutando a los
opositores. Las
cabezas se
exhiben en la
picota para
100 infundir terror.
Actividades de producción
La escritura de diversos géneros
1 Crónica. La Gaceta de Buenos Aires, creada en 1810 como órgano
difusor de las ideas de la Revolución, fue el periódico oficial del
gobierno de Rosas. Era obligatorio en esa época el encabezamien-
to de los documentos oficiales con la leyenda “¡Viva la Federación!
¡Mueran los salvajes unitarios!”.
107
5 Ensayo. Escriban un artículo de entre 30 y 40 líneas que se publi-
cará en el suplemento cultural de un diario con motivo del bicente-
nario de la Revolución de Mayo de 1810. Allí deben responder al
siguiente interrogante: ¿Es posible afirmar que a doscientos años
de la Revolución de Mayo se cumplió con el proyecto de los jóvenes
de la Generación del 37? Para escribir, resuelvan primero las activi-
dades que siguen.
a) Con ayuda del docente, seleccionen algunos títulos de la biblio-
grafía que puedan resultarles de utilidad. Léanlos y seleccionen
citas que puedan incluir, llegado el caso, en su propio escrito.
b) Relean las ideas expuestas por Echeverría en sus Lecturas en el
Salón Literario.
c) Discutan entre todos si responderían al interrogante afirmativa o
negativamente. Luego, terminen de decidir su propia posición.
d) Recuerden que el artículo se organiza en tres partes.
Introducción: deben presentar información importante para que
se comprenda el tema, en este caso referente a la fecha conme-
morativa de la Revolución de Mayo; el tema del artículo (la pre-
gunta que motiva el texto); y su respuesta a dicha pregunta (la
idea que deberán defender a lo largo del texto).
Desarrollo: tienen que presentar las razones por las cuales uste-
des respondieron como lo hicieron. Pueden respaldar sus afir-
maciones con citas de los textos de la bibliografía.
Conclusión: deben retomar y reforzar la idea presentada como
respuesta al interrogante.
e) Escriban una primera versión del artículo. Preséntesela a su
docente para que la corrija. Luego escriban la que podría ser la
versión definitiva. No olviden poner título a su texto y sugerir
alguna imagen que lo acompañe.
f) Lean sus producciones para el resto de la clase.
108
Recomendaciones para leer y para ver
La representación del “otro” en la narrativa
Mármol, José, Amalia (1845). Novela romántica, publicada en
Montevideo en forma de folletín, en la que se narra la historia de
amor entre Eduardo Belgrano y Amalia. A lo largo de los capítulos
se realiza una crítica al gobierno del Restaurador.
Martínez Estrada, Ezequiel, “La inundación” (1943). Relato en el que
la lluvia incesante sobre un pueblo de campo obliga a los vecinos,
de diferentes y variadas condiciones, a refugiarse en el edificio en
obra de la iglesia.
Orwell, George, 1984 (1948). La novela de ciencia ficción propone
una sociedad en la que se ha instaurado el terror. Todo aquel que
disienta con el Gran Hermano, el líder político que gobierna en el
futuro, puede ser delatado.
Cortázar, Julio, “Las puertas del cielo” (1951). El cuento pone en esce-
na lo que significa la percepción de otros sectores de la sociedad
como radicalmente diferentes.
Aira, César, Un episodio en la vida del pintor viajero (2000). En este
relato se recrea un momento en la vida de Mauricio Rugendas, el
pintor viajero alemán: su paso por la Argentina y el deseo de pin-
tar, un terremoto, un malón y la pampa.
Teatro y cine
Camila (1984), de María Luisa Bemberg. La película narra la verídica
historia del desafortunado amor entre Camila O’Gorman y el sacer-
dote tucumano Ladislao Gutiérrez, en el marco de la sociedad por-
teña durante el gobierno de Rosas.
Una pasión sudamericana (lugar y año de estreno: Teatro Nacional
Cervantes, 2005), de Ricardo Monti, pone en escena el episodio de
amor trágico entre Camila O’Gorman y Ladislao Gutiérrez.
109
Bibliografía
Acerca de los hábitos alimenticios de los argentinos, pueden consultar:
Archetti, Eduardo, “Hibridación, pertenencia y localidad en la cons-
trucción de una cocina nacional” en Carlos Altamirano (comp.), La
Argentina en el siglo XX, Buenos Aires, Ariel-Universidad de
Quilmes, 1999.
Arrieta, Rafael Alberto, La ciudad y los libros, Buenos Aires, Librería
del Colegio, 1955.
Para conocer la producción poética y ensayística de Echeverría pueden
leer:
Echeverría, Esteban, Obras completas, edición de Juan María Gutiérrez,
Buenos Aires, Carlos Casavalle 1870-1874, cinco volúmenes.
Sarlo, Beatriz y Altamirano, Carlos, “Prólogo” a Obra escogida de
Esteban Echeverría, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1991.
En los títulos que siguen pueden profundizar la información acerca de
El matadero que trabajaron en Palabra de expertos:
Ghiano, Juan Carlos, El matadero de Echeverría y el costumbrismo,
Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1968.
Jitrik, Noé, “Forma y significación en El matadero de Echeverría”, estu-
dio complementario para la edición de El matadero y La cautiva
realizada por la Faculté des Lettres et Sciences Humaines de
Besançon, Francia, 1968.
—Ensayos y estudios de literatura argentina, Buenos Aires, Galerna,
1970.
Palcos, Alberto, Historia de Echeverría, Buenos Aires, Emecé, 1960.
González Echavarría, Roberto, “Redescubrimiento del mundo perdi-
do: el Facundo de Sarmiento”, en Revista Hispanoamericana,
110 número 143, abril-junio de 1988.
Para ampliar información respecto de la mirada de los europeos sobre
la Argentina, consulten:
Prieto Adolfo, Los viajeros ingleses y la emergencia de la literatura
argentina. 1820-1850, Buenos Aires, Sudamericana, 1996.
Statta, Isabel, “Viajeros intertextuales”, en AA.VV., La imaginación
histórica en el siglo XIX, Rosario, UNR editora, 1994.
La obra de Viñas propone en el primer capítulo una lectura polémica de
El matadero:
Viñas, David, Literatura argentina y realidad política, Buenos Aires,
Jorge Álvarez, 1964.
Pueden profundizar la información acerca del contexto cultural en el
que Echeverría difundió sus ideas en:
Weinberg, Félix, “Estudio preliminar”, en AA.VV., El Salón Literario,
Buenos Aires, Hachette, 1958.
Pueden consultar la siguientes historias de la literatura argentina:
AAVV. Historia de la literatura argentina, cinco tomos. Buenos Aires,
Ceal, 1982.
Prieto, Martín, Breve historia de la literatura argentina, Buenos Aires,
Taurus, 2006.
111
Esta obra se terminó de imprimir en diciembre de 2012,
en los talleres de 4 Colores S.A., Santa Elena 944,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.