Temes Pbau 2023-2024

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TEMES PBAU 2023-2024

1. La guerra del Francès o guerra de la Independència (1808-1814):


Concepte. Els aspectes polítics: les Corts de Cadis i la Constitució
de 1812.

2. La guerra del Francès o guerra de la Independència (1808-1814):


Concepte i etapes (evolució militar).
Desde la firma de la Paz de Basilea (1795), que pone fin a la guerra de la
convención, la política exterior de Godoy había cambiado hasta convertirse en un
apéndice de la francesa. Esto tendrá como consecuencia el enfrentamiento con
Gran Bretaña que llevará a los desastres navales de Cabo San Vicente (1799) y
Trafalgar (1805) y a un primer intento de invasión de Portugal (guerra de las
naranjas 1801).
En 1807 se firma el tratado de Fontainebleu por el que Godoy autoriza la entrada y
el acantonamiento de tropas francesas en España para la invasión de Portugal, que
una vez ocupado debería repartirse entre los dos países. Estas se asientan en
puntos estratégicos (Barcelona, Madrid) lo que pone de manifiesto la intención de
Napoleón de apoderarse de toda la Península Ibérica. Algunas cláusulas secretas
del tratado otorgarían beneficios personales para Godoy, cuyas políticas habían
generado rechazo y concentrado una férrea oposición alrededor del príncipe de
Asturias. Godoy, temeroso de la actitud francesa, decide que la familia real se
traslade a Sevilla para partir desde allí a América si fuera preciso. Esto provocará el
motín de Aranjuez (19 de marzo de 1808), revuelta palaciega vestida de motín
popular instigada por los círculos próximos al heredero a la corona, que ocasiona la
caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII.
Carlos IV pronto se arrepiente y se recurre a la mediación de Napoleón, que acelera
sus planes de dominio de España. Se producen las abdicaciones de Bayona
cuando Fernando VII y Carlos IV abdican sus derechos en Napoleón, el cual otorga
la corona a su hermano José Bonaparte. Este apoyado por un grupo de ilustrados
(afrancesados) redactará una carta otorgada: el Estatuto de Bayona que abrirá las
puertas a cuestionar los principios del Antiguo Régimen.

El descontento ante la presencia francesa se manifiesta en el levantamiento popular


del 2 de mayo en Madrid. La represión de Murat, unido a la pasividad de la Junta
de Gobierno, encargada de gobernar en ausencia de los reyes, y a la llegada de las
noticias de las abdicaciones, hace que los levantamientos se extiendan por toda
España. El ejército, pasivo al principio, comienza a sumarse a la revuelta, y esta
pronto se convierte en una guerra abierta.
La guerra es de resistencia contra el invasor y al mismo tiempo forma parte del
conflicto internacional contra Napoleón; pero además supone el enfrentamiento
entre diversas concepciones de España: por un lado, los que apoyan a José I y el
Estatuto de Bayona viendo en ellos una posibilidad de transformación del país, por
otro los “patriotas” que luchan contra un enemigo invasor. Entre estos los
defensores del Antiguo Régimen y los que buscarán derribarlo (liberales).
Por todo el país surgen las Juntas Provinciales que asumen la autoridad en
nombre de Fernando VII (formadas por aristócratas, militares, clérigos, letrados... en
los que delega el pueblo, perdiendo así una posibilidad revolucionaria). Con
representantes de estas se constituye en Aranjuez la Junta Central Suprema que
se erige en el máximo órgano de gobierno.
Para reprimir los levantamientos y asentar en el trono a José I, un ejército de
170.000 hombres se despliega por España, encontrándose con fuerte resistencia
(Zaragoza, Girona, el Bruc…) y con la derrota de Dupont en Bailén (19 de julio).
José I abandona Madrid.
En Portugal, Wellington desembarca y los franceses abandonan el país (Convención
de Sintra).
En Noviembre Napoleón, al mando de 250.000 hombres, consigue un rápido avance
hacia el interior, vuelve a sentar en el trono a su hermano y provoca la huida de la
Junta Central a Sevilla y luego a Cádiz. Los franceses consiguen controlar las
principales ciudades, pero la resistencia se concentra en el campo y en las áreas
montañosas, formando la guerrilla. Los guerrilleros (el Empecinado, Espoz y Mina,
el Charro….) no dejarán de hostigar y atacar objetivos franceses (suministros,
guarniciones, fuerzas aisladas o de retaguardia) aprovechando el conocimiento del
terreno y la colaboración de la población. Ello obliga a Napoleón a mantener una
presencia constante de tropas en España.
Los territorios al norte del Ebro son transferidos en 1810 a la autoridad militar
francesa para ser incorporados a Francia a pesar de la oposición de José I.
A partir de 1812 la guerra cambia de signo. Wellington consigue derrotar al
ejército francés en Arapiles (julio). La retirada francesa se refleja en el abandono de
la Corte de José I y las derrotas de Vitoria y San Marcial (1813), tras la que dejan el
país. Napoleón firma el tratado de Valençay (diciembre 1813) devolviendo la
corona a Fernando VII.

LAS CORTES DE CÁDIZ Y LA CONSTITUCIÓN DE 1812

La Junta Central Suprema eleva una consulta al país que refleja una corriente
partidaria de reformas profundas. Se propone la convocatoria de unas Cortes
Generales, pero el descrédito motivado por la marcha de la guerra llevará a la Junta
a su disolución y su sustitución por una regencia colectiva. Compuesta por cinco
miembros muy conservadores. Reunida en Cádiz, se verá obligada a convocar
Cortes (septiembre 1810) ante las noticias del establecimiento de Juntas locales en
América. El hecho de que se celebren en Cádiz hace que predominen los
representantes de las clases medias, intelectuales, eclesiásticos, funcionarios,
abogados, militares y miembros de la burguesía comercial e industrial. Los
miembros de la alta nobleza y la alta jerarquía eclesiástica están poco
representados por las dificultades de la guerra y serán sustituidos por gaditanos o
por refugiados. Todo ello contribuye a consolidar una mayoría liberal. Las clases
bajas no tendrán representación. Llegarán a reunirse más de 300 diputados.

Se denominan Asamblea Constituyente asumiendo la soberanía nacional


concediendo igualdad de derechos a todos los ciudadanos, incluyendo los
americanos.
Hay una clara división entre los liberales apoyados por la prensa local y partidarios
de cambios revolucionarios, y los absolutistas reforzados desde el púlpito por la
mayoría del clero que defienden el Antiguo Régimen y rechazan cualquier cambio.
Una tercera vía la constituirán los jovellanistas, partidarios de reformas en la línea
ilustrada del siglo anterior.

La obra legislativa de las Cortes de Cádiz supone el intento de demolición del


Antiguo Régimen:

- Libertad de imprenta: supresión de la censura para los escritos políticos


(1810).

- Abolición de los señoríos jurisdiccionales (1811).

- Derogación de los gremios (1813).

- Desamortización de las tierras comunales de los municipios, órdenes


militares y de los jesuitas.

- Supresión de la Mesta y autorización de cercamientos de tierras.

- Abolición de la Inquisición.

- Intento de una nueva reorganización en la búsqueda de uniformidad


territorial y centralismo político.

La Constitución se proclama el 19 de marzo de 1812. Es extensa,


mayoritariamente liberal, aunque con concesiones importantes a los absolutistas:

- Proclama la soberanía nacional.

- Establece la separación de poderes: el rey compartirá con las Cortes el


legislativo, pero estas tendrán la última palabra.

- Las Cortes estarán compuestas por una sola cámara elegida por sufragio
universal masculino de forma indirecta mediante compromisarios. Solo son
elegibles los propietarios.

- El Estado es confesional y se reconocen las propiedades de los


privilegiados.

- El Estado es unitario, los diputados representan a la nación por encima de


los antiguos reinos y sus derechos históricos: centralización político-
administrativa.

- Afirmación de los derechos individuales y colectivos: eliminando privilegios


y exenciones.

- Fiscalidad común.
- Mercado libre de aduanas interiores.

- Ejército Nacional.

La Constitución no refleja la realidad del país. Resultado de unas circunstancias


muy concretas que permiten a una minoría intelectual llevar a cabo un proyecto de
modernización, sufrirá el rechazo de los reaccionarios y la indiferencia de la mayoría
del pueblo español. No obstante, su influencia será importante y se extenderá por
Europa y América. Solo será aplicada durante el Trienio Liberal (1820-1823) y
brevemente en 1836, pero fijará las bases del liberalismo español.

Por lo que respecta a las Baleares, estas no sufren la invasión de las tropas
francesas, aunque la junta suprema de gobierno que se forma no consigue evitar las
revueltas populares motivadas por la subida de los precios y el aumento de la
presión fiscal. A ello hay que añadir la llegada de miles de refugiados de la
península y la de los prisioneros franceses, la mayor parte de los cuales serán
confinados en Cabrera en condiciones inhumanas.
La Constitución de 1812 favorece la actividad política y las disputas entre liberales y
absolutistas, canalizadas a través de la numerosa prensa que surgirá en esos años.

3. El regnat de Ferran VII (1814-33). Concepte i etapes: restauració


de l’absolutisme (1814-20), Trienni Liberal (1820-23) i Dècada
Ominosa (1823-33).
Napoleón, a través del tratado de Valançey (diciembre 1813), devuelve la corona de
España a Fernando VII.

El Sexenio Absolutista (1814-1820):


En su regreso, Fernando VII recibe el apoyo de algunos generales y de un grupo de
69 diputados absolutistas que le presentan "El Manifiesto de los Persas" donde le
piden el retorno al absolutismo. El 5 de mayo de 1814 declara ilegal la convocatoria
de las Cortes de Cádiz y, por tanto, anula toda su obra legislativa. Con el apoyo de
la Iglesia y de los grandes terratenientes liquida la libertad de prensa, resucita la
Inquisición y permite el regreso de los jesuitas. Los afrancesados y los liberales son
perseguidos, muchos huyen a Francia y a Inglaterra, se produce así el primer exilio
político masivo de la España contemporánea.
A pesar del soporte de la Iglesia, Fernando VII se negará a devolver las tierras que
le han sido expropiadas ahora en manos de latifundistas adeptos a su régimen. El
ejército se encuentra dividido. Muchos oficiales liberales formarán parte de las
sociedades patrióticas y de la masonería. Promoverán pronunciamientos contra el
gobierno absolutista y en favor de la Constitución: Espoz y Mina (Pamplona, 1814),
Díaz Porlier (La Coruña, 1815) y Lacy (Barcelona, 1817)
Con un país destrozado por la guerra, la vuelta al régimen fiscal anterior pone de
manifiesto la imposibilidad de adaptación del absolutismo a los nuevos tiempos sin
alterar la estructura social ni tocar los privilegios de los grupos dominantes. La
Mesta recupera sus privilegios, el comercio ve cómo se produce una pérdida
paulatina de los mercados coloniales, las formas de explotación señorial perviven, la
industria está estancada ante la falta de inversión, los ministros se suceden, el
descontento popular es generalizado. Ante este panorama, el comandante Rafael
de Riego se pronuncia en Cabezas de San Juan a favor de la Constitución de
Cádiz. El movimiento revolucionario se extenderá por la península, lo que obligará a
Fernando VII a jurar la Constitución.

El Trienio Liberal (1820-1823):


Los liberales recuperan el sistema fiscal aprobado en Cádiz (desaparición de
exenciones, contribución única...), suprimen los señoríos, expulsan a los jesuitas,
eliminan la Inquisición, confirman los derechos y libertades recogidos en la
Constitución, suprimen las órdenes monacales y desamortizan las tierras de los
monasterios en busca de reducir la deuda pública. La aplicación de todas estas
reformas dividirá a los liberales en dos grupos: Los doceañistas (moderados) y los
jóvenes seguidores de Riego (exaltados). Los primeros pretenden reformar la
Constitución para establecer un sufragio limitado y un Cámara Alta en las Cortes
(Ballesteros, Bardají...). Los exaltados defenderán el sufragio universal y una única
cámara depositaría de la soberanía popular (Riego, Quiroga, San Miguel,
Calatrava...).
Los gobiernos moderados pronto se encuentran con la formación de partidas
armadas de voluntarios realistas con el apoyo del rey y amplios sectores de la
Iglesia. La insurrección gana terreno en Navarra y Cataluña, donde se forma la
Regencia de Urgell, que declara nula la obra de los liberales. Estos formarán un
gobierno exaltado para hacer frente a la rebelión con la ayuda del ejército y de la
Milicia Nacional. Pero el 22 de noviembre de 1822 las potencias de la Santa
Alianza reunidas en Verona firmarán un tratado secreto por el cual se comprometen
a acabar con la aventura revolucionaria. Un ejército francés, los Cien Mil Hijos de
San Luis, invade España en abril de 1823, los liberales no consiguen la
movilización del pueblo y son derrotados. Fernando VII reimplanta el absolutismo
y elimina toda la obra legisladora del Trienio Liberal.

La Década Ominosa (1823-1833):


Comienza una nueva etapa de represión de los liberales con un protagonismo
destacado de la Iglesia, a pesar de que el ejército francés no permite la restauración
de la Inquisición. Se produce un nuevo exilio liberal, primero hacia Gran Bretaña y
después aproximándose a Francia con el triunfo de la revolución en 1830, donde
mantendrán vivo el espíritu revolucionario, conspirando y esperando una
oportunidad.
El fracaso de la experiencia anterior explica que el restablecimiento del Antiguo
Régimen sea parcial y se lleven adelante algunas reformas. Así, en 1823 se creará
el Consejo de Ministros como órgano consultivo del monarca. López Ballesteros
reorganizará la Hacienda estableciendo el presupuesto anual y abordando el
problema de la deuda pública agravado por la pérdida de América (Ayacucho,
1824). Se creará la Bolsa de Madrid y la iniciativa privada invertirá en la
mecanización textil en Cataluña y en la primera siderurgia moderna en Marbella. No
obstante, los males profundos de la economía persisten (malas comunicaciones,
escasa credibilidad estatal, estancamiento agrario, bandolerismo...).
Los intentos de pronunciamiento de los liberales exaltados continuaban con tanto
entusiasmo como escasa preparación y fortuna, pasando a incrementar el panteón
de los héroes muertos por la libertad (Torrijos, Mariana Pineda...). Por su parte, los
sectores más reaccionarios acusan a Fernando VII de transigir con los liberales. Los
ultrarrealistas protagonizan pronunciamientos militares que son sofocados
(Bessières, 1825). En 1826 firmarán el Manifiesto de los Realistas Puros,
denunciando la deslealtad del rey e identificándose con su hermano Carlos María
Isidro. En 1827 estalla la revuelta de los “malcontents” o agraviados en Cataluña.
Formada por campesinos y artesanos rurales y financiada y promovida por los
sectores ultrarrealistas y reaccionarios de la Iglesia. La rebelión amenaza con
extenderse a Navarra, La Mancha...
En 1830 la situación da un giro, por un lado, en Francia se produce el triunfo de la
revolución que destronará a Carlos X, por otro Fernando VII tendrá una hija con su
nueva mujer María Cristina de Borbón. Antes del nacimiento de su hija Isabel, el rey
hace publicar una Pragmática Sanción redactada en las Cortes de 1789 que
derogaba la Ley Sálica que impedía reinar a las mujeres. Los partidarios de Carlos
no se resignaron y aprovechan una enfermedad del rey para con el apoyo del
ministro Calomarde derogar a su vez la Pragmática Sanción (1832). Recuperado, el
rey confirma los derechos sucesorios de su hija y se deshace de los elementos más
reaccionarios del gobierno, confiando este a Cea Bermúdez, que busca un
acercamiento con los liberales moderados y permite el regreso de los exiliados.
En septiembre de 1833 morirá Fernando VII, dejando en el trono como regente a su
esposa María Cristina de Borbón en nombre de su hija Isabel. Los sectores más
conservadores llevaban tiempo preparando el levantamiento que reclame la corona
para Carlos María Isidro, que reclama el trono negando la validez de la Pragmática
Sanción (Manifiesto de Abrantes, 1 de octubre). Ello dará lugar a la Primera Guerra
Carlista (1833-1840).

4. L’Estat liberal d’Isabel II (1833-68). Concepte i característiques: la


inestabilitat política, el sistema de partits i l’intervencionisme
militar.

5. El regnat d’Isabel II (1833-68): definició breu. Etapes: la primera


guerra Carlina i les regències (1833-1843), la Dècada Moderada
(1844-54), el Bienni Progressista (1854-56) i la desintegració de la
monarquía (retorn del moderantisme i Unió Liberal) (1856-68).
En toda Europa se consolida una nueva sociedad que sustituye a la feudal del
Antiguo Régimen. Esta sociedad tendrá a la burguesía como clase hegemónica y se
asienta sobre los cimientos de una doble revolución: Política (constitucionalismo) e
industrial (capitalismo). En España estos cambios se presentan con retraso en
relación al resto de países de Europa, y son frágiles y lentos debido a la resistencia
de los grupos privilegiados que conforman un marco general de conflictividad e
inestabilidad.

La Guerra Carlista (1833-1840):


Supone un enfrentamiento entre dos concepciones sociopolíticas: El Absolutismo y
el Liberalismo. A la muerte de Fernando VII, su hermano Carlos María Isidro
reclama el trono negando la validez de la Pragmática Sanción (Manifiesto de
Abrantes, 1 de octubre 1833).
El absolutismo monárquico, la intransigencia religiosa, la defensa de los fueros y el
régimen tradicional de propiedad de la tierra forman la base de la ideología carlista.
Apoyada por los voluntarios realistas, campesinos, artesanos y pequeños
propietarios alentados por el clero y la pequeña nobleza. Las zonas donde tiene
mayor implantación son: El País Vasco, Navarra y las zonas montañosas de
Cataluña, Valencia y el bajo Aragón. Siempre poseerá un evidente carácter rural
frente a los cambios socioeconómicos que simboliza la vida urbana.
Las clases ilustradas, la burguesía y el proletariado urbano, así como la mayor parte
del ejército, se inclinarán por apoyar a María Cristina. Las Potencias absolutistas
(Rusia, Austria y Prusia) darán soporte a Carlos, mientras los regímenes liberales
(Gran Bretaña, Francia y Portugal) harán lo propio con el gobierno.
En un primer momento, la lentitud de respuesta del gobierno y la dirección de
Zumalacárregui darán victorias a los carlistas, que afianzan sus posiciones en el
norte, las montañas de Cataluña y la sierra del Maestrazgo (Cabrera); si bien no
consiguen controlar ninguna ciudad de importancia, lo cual se convertirá en una
verdadera obsesión que provocará el asedio de Bilbao en el que morirá
Zumalacárregui (1835). Mientras los carlistas efectúan expediciones intentando
extender su causa por Castilla (Gómez), Espartero los derrota en la batalla del
puente de Luchana (1836) levantando el asedio de Bilbao. Carlos María Isidro llega
con un ejército a las puertas de Madrid, pero se retira (1837). Los carlistas
comienzan a adoptar la guerra de guerrillas ante la superioridad cada vez más
evidente de los ejércitos liberales y sus propias divisiones internas entre castellanos
y navarros.
Maroto establece conversaciones secretas con Espartero y tras fusilar a los
generales contrarios a la paz firma el Convenio de Vergara (agosto de 1839).
Espartero se compromete a recomendar al gobierno el mantenimiento de los fueros
vascos y a la vez garantiza el salario y los ascensos otorgados a los militares
carlistas. Cabrera continuará la lucha en el Maestrazgo hasta su derrota y posterior
exilio (1840).

La Regencia de María Cristina (1833-1840):


Martínez de la Rosa, nuevo jefe de gobierno, buscará apoyos entre los partidarios
de realizar pequeñas reformas que no cuestionen los principios básicos del Antiguo
Régimen. Se quiere un compromiso entre los sectores más reformistas del
absolutismo y los más moderados de los liberales. El resultado de ello es la
elaboración del Estatuto Real (1834). Carta otorgada (inspirada en la de Luís XVIII
de 1814) que establece unas Cortes bicamerales divididas en dos estamentos, el de
Próceres, compuesta por los Grandes de España, arzobispos, obispos, y los más
grandes propietarios, fabricantes, comerciantes y personalidades designados por la
Corona de forma vitalicia, y el de los Procuradores del Reino electivo entre
propietarios y poseedores de una determinada renta anual mediante un sufragio
estrictamente censitario (0’15%). El Estatuto Real no regula los poderes del Rey ni
establece ninguna declaración de derechos individuales. Es un intento de concentrar
en la defensa de Isabel II a los sectores socioeconómicos más importantes del país.
Pero pronto se demostrará que su marco es insuficiente para hacer frente a las
reformas pretendidas por los liberales.
Todo ello, unido a la evolución de la guerra y al desastroso panorama económico,
ocasiona revueltas ciudadanas en varias ciudades con manifestaciones
anticlericales violentas. Lo que llevará a Mendizábal a asumir la cartera de
Hacienda y posteriormente la presidencia y a comenzar el proceso de reforma del
Estatuto Real y las Leyes de desamortización del clero regular, siendo detenidos
ambos con su sustitución por el moderado Istúriz (mayo de 1836). Pero nuevas
revueltas urbanas y el pronunciamiento de los sargentos de La Granja (agosto
1836) provocan la ruptura definitiva con el absolutismo y la vuelta a la Constitución
de 1812.
Los liberales progresistas con Calatrava y Mendizábal al mando deciden convocar
Cortes Constituyentes para adaptar la Constitución a los tiempos. La Constitución
de 1837 es breve (77 artículos) e intenta fijar un texto estable que puedan aceptar
tanto los progresistas como los moderados. Tiene un reconocimiento vacío de la
soberanía nacional, ya que establece una incompleta división de poderes (Rey
como colegislador y con derecho de veto) y establece unas Cortes bicamerales
donde una de ellas, el Senado, es elegida por el Rey mediante una lista triple
propuesta. El Congreso continuará siendo elegido mediante sufragio censitario
restringido (250.000). Como triunfo de los progresistas cabe señalar las leyes
municipales que permiten la elección de los alcaldes por los vecinos y la
recuperación de la Milicia Nacional dependiente del poder local, el establecimiento
de la libertad de imprenta, la supresión del diezmo y la reanudación del proceso de
desamortización de bienes del clero.
Mendizábal será sustituido por un gobierno moderado con la ayuda de la
regente, con lo cual cualquier esperanza de progreso revolucionario desaparece. Al
concluir la guerra, los moderados aliados con la regente, inician una ofensiva contra
las leyes más progresistas: restablecen el diezmo, intentan limitar la libertad de
prensa y la milicia nacional y crean la Ley de ayuntamientos (1840) que acaba con
su independencia al establecer que los alcaldes sean elegidos directamente por el
gobierno y reduce el número de electores y elegibles. Los movimientos de protesta
se generalizan y se forman juntas revolucionarias por todo el país. Espartero se
convierte definitivamente en el ídolo de los progresistas cuando rechaza la Ley
echando un pulso a la regente que termina con su renuncia y marcha a Francia.
Espartero asume de forma provisional el cargo de regente.

La Regencia de Espartero (1840-1843):


Espartero gobernará de forma autoritaria y militar, y se irá quedando aislado
políticamente. En 1841 se produce una conspiración moderada promovida por María
Cristina en la que se asalta el Palacio con la intención de llevarse a Isabel y su
hermana, que concluirá con el fusilamiento de algunos generales implicados. En
concreto, el de Diego de León supondrá que Espartero se gane la hostilidad de una
parte de los mandos del ejército. Por otro lado, los progresistas comienzan a
separarse de su lado y de sus métodos dictatoriales, formando un grupo de
progresismo civil en torno a José María López y a Olózaga. Espartero también
defraudará a los liberales más radicales que como garantes de la revolución han
formado movimientos ciudadanos cada vez más conectados con grupos demócratas
y republicanos y con las primeras manifestaciones de un incipiente movimiento
obrero. Así, en 1842 ordena el bombardeo de Barcelona ante los motines ocurridos
por su política librecambista que promovía un acuerdo con Gran Bretaña que
perjudicaba a la industria textil catalana.
Su aislacionismo político se reflejará en las sublevaciones de 1843, donde tanto
moderados como progresistas y radicales se unirán en su contra. Las tropas de
Narváez entrarán en Madrid y Espartero se exiliará a Inglaterra. Los moderados
reforzados por el ejército y con el respaldo de la Corona, pronto se harán con el
poder. A finales de noviembre de 1843, Isabel II es proclamada mayor de edad.

ISABEL II (1843-1868):

La Década moderada (1844-1854):


Narváez, que será la figura clave del periodo encabezando varios gobiernos durante
la década, llega a la presidencia en 1844, iniciándose a continuación toda una serie
de reformas tendentes a fortalecer una administración centralizada que garantice
un estricto orden público y un control político. Ello supondrá la completa
autoridad del Estado sobre la sociedad civil que se reflejará en leyes como la
supresión de la Milicia Nacional sustituida por la Guardia Civil (1844) cuerpo militar
encargado del orden público y de la propiedad privada bajo órdenes directas del
delegado del gobierno en las provincias.
Se detendrá el proceso de desamortización y la subasta de bienes eclesiásticos, se
vigilará la prensa y las medidas represivas y los fusilamientos se hacen muy
habituales.
Se crea una nueva Constitución (1845): Sustituye el principio de soberanía
nacional por el de soberanía compartida, dando más poder a la Corona. Declara que
la religión de la nación es la católica, apostólica y romana. Establece un senado de
designación real, directa y vitalicia. Un sufragio censitario mucho más restringido
que en la Constitución de 1837 (menos de 100.000 votantes).
En 1851 se firmará un Concordato con el Vaticano que supone la reconciliación
del Estado con la Iglesia tras la desamortización de Mendizábal. El Estado que la
reconoce como la única religión le concede la intervención en la educación y en la
censura y compromete a la Hacienda pública en su mantenimiento. Por el contrario,
la iglesia acepta el resultado del proceso desamortizador, no reclamando los bienes
incautados (en manos de adeptos al régimen) y reafirma la participación del
gobierno en el proceso de elección de obispos. Es un perfecto matrimonio entre la
Iglesia y el liberalismo moderado para el mantenimiento del status quo.

Otras medidas irán encaminadas a reformar el control de la administración, como la


supresión del carácter electivo de los alcaldes que pasarán a ser elegidos por el
gobierno y dependerán del gobernador civil de cada provincia. Se elaborará un
nuevo Código Penal (1848) y se intentará aprobar uno Civil (1851) centrados ambos
en el orden y la protección de la propiedad privada. También se centralizará el
sistema educativo organizando la enseñanza en tres niveles y dejando el control, la
gestión y el pago de la educación primaria a los ayuntamientos (Ley de instrucción
pública de Moyano 1857).
Se realizará una reforma fiscal en un intento de modernizar el obsoleto sistema
impositivo. Pero el hecho de que el 70% de los nuevos impuestos sean indirectos,
es decir, que graven el consumo en lugar de gravar el capital y la propiedad, los
hará manifiestamente injustos y discriminatorios, haciendo caer la carga fiscal sobre
las clases populares. Por otro lado, la no existencia de catastros fiables hace que
los grandes propietarios puedan continuar evadiendo impuestos con facilidad. Todo
ello obliga al estado a una constante emisión de deuda pública y a emplear el 25%
de los ingresos en el pago de intereses.
La oposición progresista mientras se manifiesta a través del retraimiento electoral
(ante un sistema absolutamente corrupto por la manipulación del gobierno) en la
espera del triunfo de algún pronunciamiento militar (1848). De su izquierda se
desligará el Partido Demócrata (manifiesto de 1849) que defenderá el sufragio
universal, la Milicia Nacional, la democratización del gobierno municipal, la libertad
religiosa y un sistema fiscal más justo.
Tendrá lugar la Segunda Guerra Carlista (1846-1849) fundamentalmente en
Cataluña después del fracaso de la candidatura matrimonial de Carlos Luis de
Borbón a la mano de Isabel II.
El desprestigio de los gobiernos moderados, cada vez más reaccionarios y
minoritarios y envueltos en escándalos financieros que revelaban tramas de
favoritismo y corrupción que implicaban incluso a la Corona, que a su vez añadía su
propia colección de escándalos tras el matrimonio de Isabel II con su primo
Francisco de Asís y su sucesión de amantes, provoca el levantamiento de las clases
populares.

El Bienio Progresista (1854-1856):


El rechazo hacia el gobierno llegaba hasta las propias filas moderadas. Así, en junio
de 1854 el general O’Donnell protagoniza un pronunciamiento y se enfrenta a las
tropas del gobierno en Vicálvaro. En un combate con resultado indeciso, O’Donnell
huye hacia Andalucía y se reúne con Serrano en Manzanares, donde deciden
lanzar el Manifiesto al País en busca del apoyo progresista (con promesas de
descentralización y el restablecimiento de la milicia nacional). Con su difusión, las
manifestaciones populares que comienzan en Madrid se extienden por toda España,
convirtiendo lo que en un principio era una revuelta militar moderada en una
revolución con barricadas en las calles. Así, la reina decide llamar a Espartero que
formará gobierno con O’Donnell y se apresuran a despojar al movimiento de sus
connotaciones más radicales de reivindicación social con la vuelta al orden y el
desarme de las juntas revolucionarias, lo que provocará la hostilidad de demócratas,
republicanos y muchos sectores populares que comenzarán a desligarse de forma
definitiva del progresismo pasando a formar parte de los nuevos partidos y del
incipiente movimiento obrero.
Se convocaron Cortes Constituyentes y se redactó una nueva Constitución que
nunca llegó a entrar en vigor (Constitución non nata de 1856). En ella se
establecía la soberanía nacional, la libertad de imprenta, recupera la milicia nacional
y la elección del alcalde por los vecinos, tolerancia religiosa, reforma el senado
según los criterios de 1837….
Económicamente, se promulgan leyes importantes que buscan favorecer la libre
circulación de tierras y capitales, como la desamortización general de Madoz
(1855) que pone a la venta todos los bienes de propiedad colectiva (los eclesiásticos
que no habían sido vendidos todavía y los municipales). La gran beneficiada fue una
vez más la burguesía. Si bien la participación de los pequeños propietarios fue
mayor que en la de Mendizábal muchos de ellos resultarán arruinados por la pérdida
del uso de los bienes comunales, lo que motivará la aparición de un elevado número
de jornaleros sometidos a duras condiciones de trabajo estacional. También se
aprueba la Ley General de Ferrocarriles (1855) que atraerá capitales extranjeros,
permitiendo la construcción de la red ferroviaria con tanta rapidez como escasa
calidad. Y la creación del Banco de España y la ley Bancaria (1856).
El incipiente movimiento obrero, que había sido duramente reprimido durante la
década moderada comenzará a consolidarse ante el descontento provocado por las
crisis de subsistencia y las malas condiciones laborales. En Cataluña, donde el
movimiento es más fuerte, se convoca con éxito la primera huelga general de
España (1855). Esta creciente conflictividad social será una de las causas que
provocarán la crisis del gobierno, junto con la hostilidad de la Corona y de los
moderados y la propia división interna en las filas del gobierno representada por los
dos espadones: Espartero y O’Donnell. Este último aprovechará las vacaciones de
las Cortes para dar un golpe de estado contra Espartero y los progresistas.

La Unión Liberal y el retorno de los moderados (1856-1868):


O’Donnell asumirá la presidencia de gobierno. Suprimirá la milicia, disolverá las
Cortes, destituye diputaciones y ayuntamientos, suspende la desamortización
eclesiástica, reprime la prensa y restablece la Constitución de 1845, si bien
liberalizándola con un Acta Adicional. Poco más tendrá tiempo de hacer, ya que a
los tres meses la reina lo despide nombrando a Narváez presidente. Este suprime el
Acta Adicional y se rodea de los elementos más reaccionarios del liberalismo. Se
celebran elecciones recuperando el sufragio de 1845, la corrupción y el amaño
fueron tan generalizados que los progresistas prácticamente son eliminados de las
Cortes. Los gobiernos moderados que suceden al de Narváez son de escasa
duración y en 1858 la reina llama a O’Donnell. Este compondrá el llamado
“Gobierno largo” (1858-1863) como cabeza visible de la Unión Liberal que
pretende ser una opción centrista marginando los sectores más reaccionarios del
moderantismo y los más progresistas. España participa en sus primeras aventuras
imperialistas: intervención en Indochina apoyando a Francia (1858), la guerra de
Marruecos (1859-1861), e intervención en México de nuevo junto a Francia contra
Juárez (1861). Estas aventuras alimentan el patriotismo, sacian a los militares y
junto a una coyuntura económica favorable contribuyen a darle cierta estabilidad al
gobierno.
El regreso de Narváez y los moderados al poder (1864) supone la supresión del
Acta Adicional y una política de recorte de libertades auspiciada por los sectores
más reaccionarios, los llamados, neocatólicos. La expulsión de las cátedras de
Julián Sanz del Río y Emilio Castelar acaba en la matanza de la noche de San
Daniel (10 de abril 1865) y la vuelta de O’Donnell. Los progresistas siguen con su
política de retraimiento electoral y por su parte Prim intenta diversos
pronunciamientos fracasados, lo que demostró que sin el apoyo popular era inviable
derribar al gobierno. Así, destaca la sublevación del cuartel de San Gil (22 de junio
de 1866) que acabó con 66 fusilados y la vuelta al poder de Narváez. El descrédito
de la monarquía y su identificación con los sectores más reaccionarios y corruptos
es evidente.
A partir de 1866 se produce una crisis económica general: crisis de subsistencia,
crisis financiera y en los negocios derivados del ferrocarril, crisis industrial textil
(guerra civil de USA), se incrementa la agitación entre las capas populares. Ese
mismo año se firma el Pacto de Ostende un programa mínimo entre demócratas y
progresistas para acabar con el sistema isabelino y convocar Cortes Constituyentes
elegidas por sufragio universal.
El 18 de septiembre de 1868 el almirante Topete junto con Prim y Serrano se
sublevan en Cádiz. La insurrección se extiende por toda la península, se forman
juntas revolucionarias, las tropas sublevadas marchan hacia Madrid y derrotan a las
realistas en la batalla del puente de Alcolea, Córdoba (28 de septiembre). La
revolución triunfa, Isabel II cruza la frontera y se exilia en Francia (30 de
septiembre).

6. El Sexenni Democràtic (1868-1874). Concepte, característiques i etapes: la


revolució de 1868 i el govern provisional (1868-70), la monarquia d’Amadeu de
Savoia (1871-73) i la Primera República (1873-74).

“La Gloriosa” fue un amplio movimiento revolucionario integrado por políticos de


prácticamente todos los espectros, militares y civiles de variado origen social. En
octubre se forma un Gobierno Provisional presidido por el general Serrano y
compuesto por cuatro ministros Unionistas y otros cinco ministros progresistas como
Prim, Sagasta o Ruíz de Zorrilla, quedando fuera del mismo los demócratas. Se
procede al desarme y disolución de las juntas revolucionarias que estaban
respaldadas en las calles por las milicias de los llamados “voluntarios de la libertad”.
Se convocan elecciones a Cortes Constituyentes bajo sufragio universal masculino,
donde obtendrán mayoría los progresistas, seguidos de unionistas y demócratas,
divididos entre monárquicos y republicanos, incluso de los carlistas.
La Constitución de 1869 inauguraba una etapa democrática. Recoge la
soberanía nacional y la separación de poderes y adopta la monarquía democrática
como forma de gobierno (el rey reina, pero no gobierna). Hace una declaración
exhaustiva de derechos individuales (asociación, reunión, expresión). Se establece
la libertad de culto, aunque la Nación se obliga a pagar los gastos de la Iglesia. Se
establece el sufragio universal con los mismos requisitos para ser elegible a las
Cortes bicamerales (Senado, Congreso).
Una vez establecida la Constitución se concede la Regencia a Serrano, mientras
Prim como presidente de gobierno busca un nuevo rey. Descartados Isabel II y su
hijo, lo son también militares (Serrano y Espartero), aristócratas (Leopoldo de
Hohenzollern, el duque de Montpensier…) incluso la opción carlista. Mientras, los
republicanos se niegan a restaurar la monarquía. Finalmente, es elegido Amadeo de
Saboya, hijo del rey de Italia Víctor Manuel II.
La monarquía de Amadeo de Saboya (1870-1873):
Después de obtener la aprobación de las potencias europeas y el reconocimiento de
las Cortes, Amadeo se embarca hacia España, solo para descubrir que su principal
valedor Prim ha sido asesinado. Enseguida se encuentra con la hostilidad de las
élites tradicionales (nobleza y clero) que repudiaban a un rey extranjero miembro de
una dinastía que acababa de expulsar al Papa de Roma. Los republicanos
protagonizan diversas movilizaciones, especialmente en Cataluña y Andalucía, que
se funden con reivindicaciones campesinas de reparto de tierras, abolición de las
quintas y de los consumos. El movimiento obrero, por su parte, se aleja del
republicanismo; se constituye la Federación Regional Española de la Internacional
(1870) y bajo la influencia de la comuna de París se extiende por España luchando
por la revolución social. Cánovas concentrará a su alrededor el grupo partidario de
Alfonso de Borbón y se dedicará a conspirar en su favor.
A todo ello hay que añadir la tercera guerra carlista (1872-1876) al querer hacer
valer los derechos de su candidato Carlos VII, que sumaba nuevos apoyos entre los
descontentos por la proclamación de la libertad de cultos.
En Cuba, Céspedes había lanzado el grito de Yara y empezado una revuelta en la
que asocia independencia y abolicionismo (1868) y que se transformaría en una
guerra de diez años. La poderosa oligarquía azucarera se enfrentó, además de a los
insurrectos, al gobierno salido de la revolución que propugnaba un programa
liberalizador impidiendo cualquier tipo de acuerdo.
La muerte de Prim agudiza también la división entre los progresistas: por un lado, el
sector de los constitucionalistas de Sagasta, al que siguen Serrano y los Unionistas,
y por otro los radicales de Ruíz de Zorrilla. A la propia animadversión personal se
sumaban discrepancias en temas como la abolición de la esclavitud o la política
económica. Toda esta inestabilidad lleva a que se celebren tres elecciones y se
formen seis gobiernos en poco más de dos años. El 11 de febrero de 1873 Amadeo
de Saboya abdica e inmediatamente las Cortes proclaman la República.
La Primera República (1873-1874):
El primer presidente de la República será Estanislao Figueras, que tendrá que hacer
frente tanto a la guerra carlista, como a la guerra en Cuba con un ejército poco
colaborador. Convoca Cortes Constituyentes donde tendrán mayoría los
republicanos federales recayendo la presidencia en Pi i Maragall. El proyecto
organiza España en 17 estados, entre ellos Cuba y Puerto Rico.
La discrepancia entre los llamados transigentes (que pretendían conseguir primero
el orden social para más tarde constituir la República Federal) y los intransigentes
(que quieren una construcción del federalismo desde abajo que traerá consigo la
paz social) eternizará la cuestión y las capas populares impacientes y
desengañadas protagonizarán insurrecciones que llevarán al establecimiento de
cantones libres.
Esta revolución cantonalista iniciada en Cartagena se extenderá por otras
ciudades del levante y sur peninsular y provocará la dimisión de Pi i Maragall, al que
sustituye Nicolás Salmerón, que se dedicará a restablecer el orden y reprimir
militarmente la sublevación cantonal y el movimiento obrero (Alcoy). La república no
ha sabido hacerse eco de las aspiraciones populares y ha provocado los
movimientos insurreccionales y cantonalistas, ahora las clases propietarias
asustadas se refugiarán en la garantía del orden social y la protección de la
propiedad privada. La República unitaria girará más hacia la derecha para
sobrevivir y tras la dimisión de Salmerón le sucederá Castelar, que acrecentará
todavía más esa tendencia autoritaria destinada a mantener el orden y la unidad. El
3 de enero de 1874 el general Pavía da un golpe de estado y disuelve las Cortes,
poniendo fin de hecho a la Primera República.
El general Serrano se hará cargo de la presidencia con las Cortes cerradas y las
garantías constitucionales suspendidas, la prensa censurada y disolviendo
ayuntamientos y diputaciones. Es un régimen presidencialista al que bien se
puede denominar dictadura. Los esfuerzos se centran en la guerra carlista, mientras
sectores de la burguesía, de los negocios, del ejército, de la Iglesia y de los políticos
conservadores comienzan a apoyar la solución Alfonsina.

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