04-Tarjeta Grupar Sa C - Mansilla Guillermo

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SENTENCIA NÚMERO: 81 del 25/07/2017.

En la ciudad de Córdoba a días del mes de de dos mil diecisiete. Se

reunieron los señores Vocales de la Excma. Cámara Cuarta de Apelaciones en lo

civil y comercial en presencia de la Secretaria del Tribunal, a fin de dictar

Sentencia en Acuerdo Público en autos “TARJETA GRUPAR S.A. C/

MANSILLA, GUILLERMO ROQUE – PRESENTACION MULTIPLE –

ABREVIADOS – EXPTE.N ° 5972722”, con motivo del recurso de apelación

interpuesto por la parte actora en contra de la sentencia número 475 de fecha 6 de

noviembre de 2015 que fue dictada por la señora Juez de Primera Instancia y 47°

nominación en lo civil y comercial de esta ciudad, cuya parte resolutiva dispone:

“1°) Hacer lugar a la demanda incoada por TARJETA GRUPAR S.A. en contra

de MANSILLA GUILLERMO ROQUE D.N.I. 23.823.117, condenando a este

último a abonar a la actora en el plazo de diez (10) días y bajo apercibimiento de

ejecución, la suma de pesos cuatro mil setecientos noventa y cinco con 19/100

($ 4.795,19) con más los intereses establecidos en el considerando pertinente y

costas.- 2°) Regular los honorarios del Dr. Juan Martín JUAREZ VILLANUEVA

en la suma de pesos dos mil doscientos ($2.200,oo), con más la de pesos un mil

ciento setenta con 27/100 ($ 1.170,27), correspondientes al art. 104 inc. 5 de la

ley 9459.- 3°) Firme la presente, restitúyase por Secretaría y a sus presentantes,

los documentos acompañados a la instancia, debiendo dejar recibo en autos y en

el bibliorato correspondiente.- PROTOCOLICESE, HAGASE SABER Y

DESE COPIA” Fdo.: Domingo Ignacio Fassetta –Juez. Seguidamente se fijaron


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las cuestiones a resolver: PRIMERA CUESTIÓN: ¿ES PROCEDENTE EL

RECURSO DE APELACIÓN INTERPUESTO? SEGUNDA CUESTIÓN:

¿QUÉ PRONUNCIAMIENTO CORRESPONDE EMITIR? De acuerdo al

sorteo oportunamente realizado los señores Vocales emitirán sus votos en el

siguiente orden: Dr. Raúl E. Fernández y Dra. Cristina Estela González de la

Vega. A LA PRIMERA CUESTIÓN PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL

DR. RAUL EDUARDO FERNANDEZ DIJO: I. La parte actora apeló la

sentencia aludida. Habiéndose concedido el recurso y elevado los autos a este

Tribunal, esta última expresó sus agravios a fs. 44/46, los que no fueron

contestados por la demandada conforme certifica la actuaria a fs. 49. A fs. 58/64

la señora Fiscal de Cámaras evacua el traslado que le fuera corrido a fs. 56 por

disposición de este Tribunal. II. PRIMER AGRAVIO: El apelante cuestiona la

reducción que del monto pretendido se efectuó en la condena. III.

RESPUESTA: Corresponde rechazar el presente agravio. Doy razones. En

primer término y en concordancia con lo dictaminado por la señora Fiscal, se

advierte que nos encontramos frente a una relación de consumo, motivo por el

cual deben conjugarse y aplicarse las directrices y principios que surgen de la

normativa consumeril (art. 42 de la CN, Ley 24.240 y sus modif.). En este

contexto, toma todo su vigor el máximo principio consumeril de protección del

consumidor o usuario (art. 3, ley 24.240) que implica, en los casos de duda, esto

es, cuando la valoración del caso e interpretación de las normas tuviere algún tipo

de vacilación, debe estarse a la solución que sea más favorable al consumidor o


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usuario, en el entendimiento de que es la parte más débil de dicha relación.

Habiendo dicho lo anterior y valorando las constancias de la causa (en el estricto

marco revisor de esta Alzada), respecto de este punto, debo decir que comparto el

análisis y solución propiciada por la representante del Ministerio Público. Luego

y para respetar su autoría intelectual, a fines de fundar la respuesta del presente

agravio, hago mías sus palabras, procediendo a su cita: “… el documento

acompañado a f. 10 por la entidad actora no cumple con los recaudos exigidos

por el art. 23 LTC, toda vez que no surgen los datos necesarios que informen al

demandado cómo se conforma el saldo deudor que se pretende, ni tampoco se

consignan los intereses compensatorios, financieros, ni los gastos y costos de

emisión de la tarjeta a cargo del titular, entre otros. Ahora bien, ante el

requerimiento del magistrado, la actora acompaña documental, la que consta

agregada a ff. 25/29 que -por el contrario- cumplimenta las previsiones del art. 23

LTC y de la que se puede advertir que a la fecha 12/08/2014 el Sr. Mansilla debía

la cuota 1/12 de un Crédito Electrónico por el monto de $735, más los cargos

propios de la Tarjeta arrojaba la suma total de $813,60. De igual modo, los

resúmenes acompañados a ff. 25/28, indican el saldo anterior y la deuda por las

cuotas siguientes de la compra, advirtiéndose que a la fecha 12/08/2014 (f. 25) se

consigna “cupones de compra- Credito Electronico 5/12”, cuyo importe asciende

a $4.795,19. Si bien este Ministerio Público puede dilucidar que el monto del

documento de f. 10 es coincidente con el que se demanda y se compone de la

suma de $4.795,19 por ser el saldo del último resumen con más las que serían las
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cuotas restantes del Credito Electronico (6/12, 7/13, 8/12, 9/12, 10/12, 11/12 y

12/12); lo cierto es que dicho certificado de deuda no cumple con los recaudos

que prevé la LTC. Dicho en otras palabras, el documento agregado a f. 10 es

insuficiente para hacer lugar a la demanda en los términos planteados, por cuanto

carece de los elementos que la ley exige para validar un resumen de cuenta por

uso de tarjeta de crédito. En tal sentido se ha omitido consignar las tasas de

interés compensatorio o financiero, las fechas a partir de las cuales se aplican

dichos intereses, la tasa de interés punitorio pactado sobe saldos impagos y la

fecha desde la cual se aplica, el plazo para cuestionar el resumen, y el monto y

concepto detallados de todos los gastos a cargo del titular. Es así que la

plataforma fáctica invocada por el demandante, proveedor del servicio de tarjetas

de crédito y administrador de la cuenta perteneciente al demandado, no encuentra

sustento en la documentación respaldatoria, lo que implica considerar que no

cumplió adecuadamente con la carga probatoria que le era exigida. Es que, si

reclamó el cobro de una deuda en base al “resumen de cuenta” conforme los

términos de la ley 25.065, su mayor deber procesal (entendido como carga

impuesta a su favor), era acompañar ese resumen, es decir un documento que

responda a las condiciones que la ley de tarjeta de crédito establece, para -

además- resultar beneficiado por sus disposiciones. Cabe precisar que el resumen

de cuenta que cumple los recaudos legales es idóneo por sí para viabilizar la

pretensión de cobro sin más exigencias del saldo que de él emerge, mientras que

un documento que solo intenta serlo requiere necesariamente estar integrado por
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otra prueba que acredite adecuadamente la causa de la obligación cuyo cobro se

persigue, máxime cuando el proceso es de índole declarativo como el que nos

ocupa. En sentido concordante se ha expresado la jurisprudencia local en casos

análogos. Efectivamente la Cámara 7ª de Apelaciones en lo Civil y Comercial ha

señalado “… el actor demanda con fundamento en un resumen de cuenta que, de

su cotejo con los requisitos del art. 23, LTC, no resulta completo, pues si bien

tiene los datos de las partes y la suma a pagar, no brinda antecedente alguno con

respecto a las operaciones efectuadas por el usuario, ni los locales en los que la

realizaron, ni por qué montos, ni en qué fechas, ni el número de identificación de

la constancia que instrumentó la operación, etc. Por su parte, si bien se advierte

que el monto adeudado proviene de un saldo anterior, no se especifican los

intereses que se cargaron, los gastos y costos de emisión de la tarjeta, resumen,

etc. En definitiva, la entidad no cumplimentó con el art. 23 incs. c, d, e, f, g, i, j,

k, l, m, n, ñ, o, p, LTC, incurriendo en flagrante violación de dicha normativa. Lo

dicho también importa el evidente incumplimiento de los arts. 4, 36, LDC, y art.

42, CN. En consecuencia, el título base de la presente acción no satisface los

recaudos legales exigidos por la LTC ni por la LDC, ambas normas de orden

público en virtud de los arts. 57 y 65 respectivamente” (C7.ª CC Cba. 14/2/17.

Sentencia N° 1. Trib. de origen: Juzg. 5ª CC Cba. “Tarjeta Grupar SA c/ Sáenz,

Leonardo Rafael – Abreviados – Rehace – Expediente Nro. 5972722 - 7 / 13

Expte. N° 2317938/36” Semanario Jurídico N°2096,16/03/2017, Cuadernillo:

9,Tomo 115, Año 2017 – A). En definitiva, el resumen acompañado a f. 10


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resulta insuficiente para hacer lugar al monto solicitado en la demanda, debiendo

en consecuencia por aplicación del principio que impide reformar la decisión en

perjuicio del apelante, confirmar lo resuelto por el magistrado en este punto.” (fs.

60 vta. / 61 vta.) IV. SEGUNDO AGRAVIO: Discute que en la resolución se

haya dispuesto que los intereses serán capitalizables por única vez al vencimiento

del plazo del cumplimiento de la condena. V. RESPUESTA: Corresponde

acoger el presente agravio. Doy razones. 1) NORMATIVA APLICABLE: En

primer término, debo rencauzar “iuria novi curiae” la normativa aplicada, en este

punto, por el señor Magistrado. De tal modo, pues, habiendo sido dictada la

presente resolución con fecha 06/11/15, resultaba de aplicación, al caso, el novel

Código Civil y Comercial de la Nación y no el Código Velezano, tal y como

hiciera el Iudex A quo. Luego, la norma aplicable era el art. 770 CCC y no el

derogado art. 623 CC. Es del caso que, el art. 7 del CCC, dispone su aplicación

inmediata a las consecuencias no consumadas de las relaciones jurídicas

existentes al momento de su entrada en vigencia. Entonces, si bien en las

presentes coexisten ambos regímenes, pues la demanda fue incoada bajo la

vigencia del anterior ordenamiento (de lo que se sigue que en la sentencia se

juzgan situaciones acaecidas estando vigente el ya derogado CC), entiendo que la

temática referida a la capitalización de intereses atañe a la etapa de ejecución y

por lo tanto no se encuentra aún consumada, por lo que resulta plenamente

aplicable la regla supra enunciada. (en similar sentido Kemelmajer de Carlucci,

“La aplicación del Cód. Civil y Comercial a las relaciones y situaciones jurídicas
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existentes”, pág. 148, Ed. Rubinzal Culzoni, 2015). 2) ANALISIS DEL ART.

770 CCC: Establecido el derecho aplicable cabe ingresar a analizar su aplicación

al caso concreto. En esta dirección se advierte que, la nueva normativa recepta en

su inc. “a” una limitación temporal para la capitalización de los intereses fijados

contractualmente, así expresa: “art. 770. Anatocismo. No se deben intereses de

los intereses, excepto que: a) una cláusula expresa autorice la acumulación de

los intereses al capital con una periodicidad no inferior a seis meses”. Por su

parte, es dable a destacar que el mismo artículo en su inciso “c” establece: “(…)

c) la obligación se liquide judicialmente; en este caso, la capitalización se

produce desde que el juez manda pagar la suma resultante y el deudor es moroso

en hacerlo”. De su lectura se extrae que el novel artículo admite, tal y como lo

hacía su antecesor, la posibilidad de capitalizar intereses. No obstante ello, sigue

sin regular la cantidad de veces que esto es posible, ni prevé una limitación

temporal para dicha capitalización (para supuestos de obligaciones liquidadas

judicialmente). De tal modo, la aludida diferencia legislativa, puede prestarse

para que se considerase que el legislador ha querido regular dos situaciones

diversas.: a) un régimen limitando la capitalización de intereses fijados

contractualmente y b) otro, sin imponer ninguna limitación temporal en la

capitalización de intereses en las obligaciones fijadas judicialmente. 3)

IMPORTANCIA DEL FALLO: Ante este panorama, corresponde establecer si

pervive la posibilidad de capitalizar intereses en la etapa de ejecución, sin otra

limitación que la temporal (6 meses) impuesta jurisprudencialmente, o si es


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correcta la decisión de primer grado, de limitarla a un sola vez. 4) SOLUCIÓN:

En el análisis de la nueva normativa se advierten puntos de vista dispares. Ello

así, pues, Rivera expone: “El inc. 3º tiene un similar alcance que lo previsto en el

texto original del Codificador, que aún perdura en su vigencia. Se trata de una

liquidación hecha en juicio donde se incluyen intereses, cuando se aprueba,

mandada a pagar y el deudor es moroso en cumplir, se le calcularán "intereses

sobre intereses"” (Compagnucci de Caro, Rubén, en Rivera y Medina, Cod. Civ.

y Com. De la Nación Coment., Bs. As., La Ley, 2014, pág. 100), al respecto noto

que el presente doctrinario, se limita a desagregar los componentes del inc “c”,

sin efectuar ninguna interpretación más que la puramente exegética. Por su parte

Trigo Represas comenta “La segunda excepción del Código Civil y Comercial se

presenta cuando „la obligación se liquide judicialmente (…) la capitalización se

produce desde que el juez mande pagar la suma resultante y el deudor es moroso

en hacerlo‟ (inc. c). Este supuesto, se dijo, exigía la concurrencia de tres

requisitos: que medie una liquidación aprobada judicialmente, que se haya

intimado su pago y que el deudor hubiese sido moroso en verificarlo. Aunque

además se sostuvo, y entendemos que ello vale también para la norma que ahora

se comenta, solo puede funcionar una única vez, es decir que los intereses que se

devengan de una suma resultante de una liquidación judicial comprensiva de

capital e intereses, no pueden luego volver a ser objeto, nuevamente, de ninguna

otra ulterior capitalización.” (Trigo Represas, Felix A., Cód. Civ. Com.

Coment., Director general Alterini, Jorge Horacio Bs. As. Ed. La ley, pág. 213,
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destacado me pertenece). En igual sentido Alferillo opina: “La segunda

acumulación de intereses al capital dentro de un proceso judicial tiene lugar si

se liquida el monto de la condena, el juez manda a abonar la suma final de la

liquidación y el deudor demandado no cumple. Esta liquidación puede contener

la capitalización producida al momento de notificar la demanda, dado que es

una facultad del acreedor acumular o no los intereses al capital. En otras

palabras, el monto original demandado puede sufrir al menos dos

capitalizaciones: la primera, al notificar la demanda; la segunda, cuando se

liquida la condena y el deudor, debidamente intimado, no abona” (Alferillo,

Pascual Eduardo, Tratado de derecho Civ. y Com, Bs. As., Director Sánchez

Herrero, Andrés La ley, 2016, pág. 118). Analizadas ambas citas se extrae, que

si bien ambos doctrinarios entienden que resulta posible capitalizar intereses

(para obligaciones fijadas judicialmente) una única vez, no brindan mayor

justificación para tal aserto. Asimismo, nada dicen respecto de la limitación

temporal de dicha capitalización, de lo que se sigue que de sus aportes resultan

incompletos, en base a las interrogantes supra planteadas, para resolver esta

particular cuestión. A esta altura no resulta baladí advertir, que la tesis

propugnada por estos dos autores halla correlato en la postura contraria a la

sostenida por la jurisprudencia del Cimero Local, el cual, al fundar su

interpretación de esta casuística, refuta la misma explicando que: “En pos de

justificar esta conclusión anticipada, advierto en primer término que es la

interpretación que mejor se compadece con el tenor literal del precepto en


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cuestión, pues en ningún momento la norma limita la práctica del anatocismo, en

el supuesto de liquidación judicial de deuda impaga, a una única vez, ni menos

aún establece que pueda hacerse sólo en la planilla final del litigio como lo

plantea la postura extrema reseñada supra. En mi opinión, esta última

interpretación no es lógica ni jurídicamente aceptable. No es posible hablar de

"liquidación final" del pleito cuando aún persiste una deuda impaga. Dicho en

palabras más simples, el concepto de "liquidación final" del litigio de la manera

que parece entenderlo la doctrina citada, presupone la conclusión del juicio, y

ello sólo resultaría viable en la hipótesis de que la deuda hubiese sido

íntegramente saldada; lo que resulta de suyo incompatible con la naturaleza del

anatocismo aplicable a las deudas liquidadas judicialmente e impagas. La lógica

y la experiencia indican que la necesidad de presentar planillas de deuda se

encuentra inexorablemente ligada a la subsistencia de una obligación pendiente

de cumplimiento, de manera que no parece aceptable el criterio según el cual el

legislador haya pretendido limitar el anatocismo a una hipotética liquidación

final. Por otra parte, no desconozco que el precepto ha sido consagrado en

expresiones inicialmente negativas o prohibitivas, ya que comienza

estableciendo que "no se deben intereses de los intereses, sino...". Pues bien,

considero que en su correcta lectura, la terminología empleada significa que

corresponde circunscribir la capitalización de intereses devengados a las

hipótesis predispuestas por la ley (tal como sería si, por ejemplo, pretendiésemos

capitalizar sin convenio de partes); pero de ello no se sigue, necesariamente, que


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deban imponerse cortapisas que –en el particular supuesto de la capitalización

de intereses de deuda liquidada judicialmente e impaga- la propia norma no fija.

De manera que, si del texto no surge que la sumatoria se autorice por única vez

o que esté reservada sólo a la planilla final del litigio, no puede considerarse

legalmente proscripta su reiteración. VI. b) Asimismo, debe ponderarse la

evolución que ha tenido el régimen legal del anatocismo en nuestro derecho

positivo. En ese sentido, es preciso recordar que el texto originario del

nombrado art. 623, fue parcialmente modificado por la Ley 23.928 de

Convertibilidad, en tanto su primigenia redacción no permitía el pacto

anticipado de capitalización (primer supuesto), ni remitía a la evolución

periódica de la tasa de interés de plaza a la que refiere la parte final del texto

actual como pauta de validez de los acuerdos de capitalización (última línea). Es

real que las referidas innovaciones afectaron puntualmente el anatocismo de

fuente convencional, ya que el originado en la liquidación judicial de deuda

impaga no sufrió ninguna modificación. Pero aún así, la aceptación legal del

acuerdo de capitalización en cualquier tiempo y la posibilidad de convenirlo

“con la periodicidad que acuerden las partes” significa, a mi juicio, que el

legislador ha abandonado la disvaliosa concepción que históricamente

estigmatizó esta figura, y que encuentra su origen en el derecho romano -donde

con mayor o menor rigidez según las épocas, estuvo prohibida- y en los Códigos

Francés, Holandés y Sardo citados como fuente directa por Vélez Sársfield en la

nota al originario art. 623. Destaco que apenas sancionada la reforma, la nueva
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regla fue aplaudida por un sector importante de la doctrina (entre otros, se

puede citar a: Alegría, Héctor y Rivera, Julio César en “La Ley de

Convertibilidad”, Bs. As., 1991, Ed. Abeledo Perrot, pág. 179 y siguientes;

Richard, Efraín en “Intereses, Un examen sobre su naturaleza, con particular

énfasis en la tasas equivalentes, el anatocismo y como variable de ajuste”, Ed.

Zavalía, Bs. As., 1991, pág. 156; Casiello, J.J. "Ley de Convertibilidad y

desindexación" en "Convertibilidad del Austral – Primera Serie", Bs. As. 1991,

Ed. Zavalía, pág. 93). Llambías explicaba que "… con esta nueva redacción, la

regla que prohibía el anatocismo ha quedado expresamente derogada, con lo

cual nuestro Código se pone a tono con la realidad de las transacciones tanto

civiles como comerciales, que en la práctica, mediante diversos artificios,

incluían cláusulas sobre anatocismo…" (Confr. Llambías, J.J. en "Tratado de

Derecho Civil – Obligaciones", Bs. As., año 2005, 5ta. Edición, Tomo II-A, pág.

244). Es verdad que existieron, asimismo, alzamientos en contra del –otrora-

nuevo régimen. Desde el seno del debate parlamentario de la Ley 23.928, en

posición minoritaria, los entonces Diputados Martínez Raymonda y López de

Zavalía reprobaron la modificación al artículo 623 del Código Civil, en la

inteligencia que su redacción legitima la aplicación de intereses usurarios sobre

intereses usurarios; es decir, la usura de la usura. De cualquier manera el

criterio favorable a la aceptación de la capitalización de intereses terminó por

imponerse al quedar normativamente aceptado el pacto anticipado de

capitalización con la periodicidad que acuerden las partes. VI. c) Y la tendencia


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legislativa continúa por ese sendero. En efecto, en el Anteproyecto de Código

Civil de 1998 en el art. 721 lo admitía no sólo en el supuesto de convenio de

partes y liquidación judicial de deuda -y en este caso, aplicable desde la

aprobación de la planilla-, sino que avanzaba más aún, avalando el anatocismo

judicial cuando fuera pedido a partir de la notificación en la demanda. Más

recientemente, el Anteproyecto de modificación de Código Civil y Comercial

Unificado -presentado por los Dres. Lorenzetti, Highton y Kemelmajer- también

sigue por esa senda. Dice el art. 770 del texto presentado que los intereses

devengan intereses solo si: a) una cláusula expresa autoriza la acumulación de

los intereses al capital con una periodicidad no inferior a tres meses; b) la

obligación se demanda judicialmente; en este caso, la acumulación opera desde

la fecha de la notificación de la demanda; c) la obligación se liquida

judicialmente; en este caso, la capitalización se produce desde que el juez manda

pagar la suma resultante y el deudor es moroso en hacerlo; d) otras

disposiciones legales prevén la acumulación. Destácase que en este anteproyecto

encontramos un cambio radical del enfoque del anatocismo, pues la redacción

ya no comienza en términos prohibitivos. Aún cuando los antecedentes citados

tampoco resuelven el problema hermenéutico que nos convoca, resulta

irrefutable que la directriz que campea en el espíritu del legislador de los

últimos años es propiciar su vigencia, e inclusive ampliar su ámbito de

aplicación. VI. d) Con ello no se quiere significar que corresponda, a esta altura,

propender a una interpretación irrestricta a ultranza del instituto en cuestión. Se


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trata, sólo, de poner en evidencia que el anatocismo admitido por nuestra

legislación, en los términos sentados por la norma y razonablemente empleado,

constituye una justa retribución para el acreedor que se ve impedido de utilizar

su dinero a causa de la mora de su deudor y, como tal, integra su derecho de

crédito. Este es el verdadero fundamento de la capitalización de intereses, en

cualquiera de sus manifestaciones. Adviértase que al impedirle contar con su

dinero, el acreedor no podrá darle el destino que desee, incluido el de ser fuente

productiva de ganancias o beneficios económicos si, por ejemplo, colocase la

suma a una tasa de interés capitalizable periódicamente. Por otra parte no

podemos perder de vista que la misma norma admite, en el primer supuesto -

anatocismo convencional-, que las partes acuerden la capitalización en forma

periódica; lo cual supone obviamente la reiteración de la práctica. Frente a esta

regla, sería notoriamente injusto que un acreedor que ha logrado una sentencia

favorable de condena que permanece insatisfecha, deba aguardar a una

hipotética "conclusión del juicio" para sumar los intereses al capital, o que se

encuentre limitado a materializar dicha práctica una sola vez. Sería, además -

como bien indica la doctrina- un premio para el deudor contumaz, quien con el

paso del tiempo vería licuada su deuda. Bien señala la jurisprudencia que "…la

circunstancia de que la deuda se tornare más onerosa en modo alguno opera

como valladar, va de suyo que la aplicación del mecanismo legal habrá de

acrecerla pero precisamente está en manos del deudor –que lleva varios años de

renuencia- poner coto a la situación, cejando en su resistencia y proceder a


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cancelar con diligencia la obligación a su cargo…" (Confr. C.N.Civil Sala G,

Sent. del 03/12/07 in re "Ancorota, Gerardo A. vs. United Press Internacional

Inc."; DJ2008-II, 712). En suma, no puede negarse al acreedor el derecho

subjetivo que la ley le concede de reclamar intereses de los réditos ya

devengados y sumados al capital mediante liquidación impaga; aunque ésta ya

contenga intereses por haber sido incluidos en una planilla anterior.” (TSJ Sala

Civil in re: “BANCO BANSUD S.A. C/ ALLENDEZ ANA A. Y OTROS -

ORDINARIO - CUERPO DE COPIAS - RECURSO DE CASACIÓN (Expte. B-

15/11)”, AUTO NÚMERO: 88 de fecha 09/05/13, el resaltado me pertenece)

Así, atento seguir compartiendo los argumentos supra transcriptos y por

entender que resultan de plena aplicación a la normativa sub examine y

considerar que siguen vigentes para repeler la tesis sostenida por los

doctrinarios citados, en cuanto sostienen la imposibilidad de capitalizar

intereses más de una para este tipo de obligaciones, hago míos tales

argumentos (respetando su autoría intelectual) para fundar mi rechazo por

la tesis que limita a una única vez, la capitalización de intereses para casos

de obligaciones fijadas judicialmente. 5) Zanjado lo anterior, cabe ingresar de

lleno a la temática vinculada con la limitación temporal. En relación a esa

cuestión Ossola explica: “Liquidación de la deuda en un proceso judicial.

Funcionamiento. Dictada la sentencia, si el deudor no cumple de manera

espontánea, el acreedor está habilitado a pedir la ejecución de sentencia, para

así lograr el cumplimiento forzado. En tal situación, las normas procesales


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disponen la necesidad de formular una liquidación de la deuda (que ahora podrá

contener la capitalización recién estudiada). Dicha liquidación debe ser

notificada al deudor. Tal notificación, en nuestra opinión, importa de manera

implícita una exigencia de pago. Si la liquidación es aprobada (por no haber

sido observada y haberse formulado conforme a derecho, o luego del incidente

de impugnación), y el deudor no cumple, al formularse la próxima liquidación, el

acreedor queda habilitado a capitalizar los intereses que han devengado hasta la

primera (aunque también puede optar por no hacerlo). La „mora‟ del deudor. Si

bien existen algunos contrapuntos, somos de la opinión que, como el deudor ya

se encuentra en mora (ha sido condenado por sentencia firme y no ha cumplido

espontáneamente), el vocablo mora del art. 770 del CCyC debe entenderse como

intimación, que en nuestro caso es judicial. No son necesarios términos

sacramentales, y somos de la opinión que la notificación por la que se corre

„vista‟ de la liquidación, o la de su aprobación, bastan para hacer nacer el

derecho a capitalizar en la próxima oportunidad. Plazo. La ley, a diferencia del

caso del pacto de partes, no ha establecido plazos mínimos para capitalizar, lo

que hubiera sido deseable. Deberá analizarse en el caso concreto si existe una

conducta abusiva (por ej., formular liquidaciones mensualmente); y en nuestra

opinión los jueces terminarán por aplicar de manera analógica la solución

prevista para la capitalización voluntaria (permitiéndola cada seis meses).”

(Osssola, Federico A., Obligaciones, Bs. As., Abeledo Perrot, pág. 337/338, el

resaltado me pertenece). De lo citado surge en primer lugar que, tal y como lo


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sostuviera supra, el autor citado coincide en criticar la técnica legislativa (por

haber omitido regular la limitación temporal respecto a este tipo de obligaciones).

Asimismo, el autor brinda -también- una respuesta, que se comparte, para

responder el interrogante, en relación a la omisión legislativa de regular en el inc.

“c” una limitación temporal tal y como se hiciera en el inc. “a”. De tal modo,

expone que serán los jueces los que en seguimiento de la jurisprudencia deberán

resolver esta cuestión. Desde ya debe aclararse que si bien existe jurisprudencia

consolidada respecto a esta temática, no se desconoce que siendo una nueva ley

corresponde analizar si los fundamentos brindados para justificar tales

precedentes resultan de aplicación a la nueva normativa. La respuesta es

afirmativa. Ello así, ya que, vuelto analizar la situación que pretende regular la

norma en cuestión, especialmente desde el punto de vista de las partes, luce

equitativo permitir la capitalización de los intereses devengados respecto de

obligaciones fijadas judicialmente por un lapso no menor a seis meses. Tal modo,

entiendo, constituye la solución más justa, tanto para, el eventual acreedor como

para, el eventual deudor, pues fija un punto equilibrado en el que: a) no se

perjudica al acreedor que tiene en frente a un deudor renuente al pago, que podría

prevalecerse de su renuencia si rigiera la imposibilidad de capitalizar intereses

más de una vez; y b) no se perjudica al deudor permitiendo al acreedor

capitalizaciones mensuales, de modo de convertir el crédito a su favor en algo

imposible de satisfacer y desvirtuando la condena originaria. Sobre este punto y

obiter dicta, nuevamente, hago míos los fundamentos y la pauta que sobre los
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mismos fijó el Tribunal Casatorio Local, para limitar temporalmente la

capitalización de intereses (en obligaciones fijadas judicialmente) a periodos no

inferiores a seis meses. Así, pues, estando fijada -principalmente- dicha pauta

sobre elementos axiológicos y de equidad (entre otros), “mutatis mutandi”, tanto

la misma como sus fundamentos, continúan plenamente vigentes y aplicables.

De tal modo explicaba el Tribunal Casatorio “Aceptada esta conclusión parcial,

corresponde precisar si su ejercicio puede materializarse libremente tantas veces

como se presenten las planillas de capital e intereses, o si tal actividad es

susceptible de control judicial; y en este último caso de qué manera ello debe

llevarse a cabo. Partiendo de la premisa de que la capitalización provoca per se

un incremento de la deuda que no es jurídicamente reprochable según lo

expuesto supra, podría sin embargo ocurrir que por la frecuencia con la que se

presentan las liquidaciones, o bien por el porcentual fijado para la estimación de

los intereses, termine forzándose al deudor a abonar una suma que resulte

excesivamente onerosa; situación que por cierto encuadraría en la figura del

ejercicio abusivo del derecho de capitalizar que se reconoce al acreedor en el

art. 623 del C. Civil. No cabe duda que una situación de esa naturaleza no puede

ser cohonestada, ni mucho menos avalada por el Poder Judicial. Siguiendo estos

conceptos es natural que los tribunales que admiten la reiteración del

anatocismo por liquidación judicial de deuda en mora, hayan puesto como

valladar las pautas fijadas por los artículos 953 y 1071 bis del C. Civil; tal como

ha ocurrido en los pronunciamientos invocados como antagónicos que


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habilitaron el presente recurso. Con el mismo propósito, aunque desde una

perspectiva diferente, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha resuelto

problemáticas vinculadas al anatocismo convencional o a índices indexatorios

acudiendo a lo que se denominó "Doctrina de la realidad económica"; en cuyo

mérito interpretó que cuando los tribunales inferiores, por vía de la aplicación

de mecanismos de capitalización de intereses o de recomposición del capital

mediante pautas matemáticas –incluyendo en ello hasta los casos de aplicación

de cosa juzgada- agraviaran el concepto de razonabilidad ínsito en la doctrina

de la realidad económica, era ésta la que debía prevalecer (Confr. CSJN Sent.

del 22.12.92 in re "Recurso de hecho en la causa 'García Vázquez, Héctor y otro.

c/ Sud Atlántica"). Esta posición ha sido reiterada con posterioridad, y si bien

ninguno de los casos se equipara al que ahora nos convoca, lo real es que marca

una línea hermenéutica que no puede ser desatendida; tal que el resultado al que

se arriba en un proceso judicial no puede convalidar un apartamiento de la

realidad económica. Sin desoír tales lineamientos, soy de la opinión que debe

buscarse una solución que evite las desigualdades que podría provocar el dejar

librada la fijación de los límites, exclusivamente, al análisis singular del caso

concreto que, en el momento histórico en el que se tome una determinada

decisión, pudiera apreciar el juez que deba resolver el conflicto de intereses.

Estimo más adecuado y plausible, el fijar una pauta objetiva de mayor precisión

y por ello, absolutamente identificable por todos los operadores jurídicos en sus

diferentes roles. Abordando esa tarea, advierto que en las normas que regulan la
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capitalización convencional campea siempre una suerte de “criterio de

periodicidad”. En efecto, el art. 623 C. Civil en el primer supuesto remite a la

periodicidad que acuerden las partes, y en la parte final añade que serán válidos

los acuerdos de capitalización que se basen en la evolución periódica de la tasa

de interés de plaza. Por su parte, el art. 788 del C. de Comercio que regula la

cuenta corriente mercantil admite el anatocismo convencional por períodos no

inferiores a tres meses; y el art. 793 instaura un supuesto de anatocismo

automático trimestral para la cuenta corriente bancaria, salvo pacto en

contrario. Los proyectos de legislación que se reseñaron supra también optan

por esta solución; aunque siempre vinculados al anatocismo convencional.

Considero que utilizar un criterio de periodicidad que sirva de frontera al

ejercicio del derecho de capitalizar intereses en la hipótesis de la liquidación

judicial de deuda en mora, ofrece a la comunidad jurídica certidumbre y

predictibilidad en el desenvolvimiento de los procesos de ejecución; valores

axiológicos que, a mi juicio, muchas veces deben prevalecer sobre el resultado

que pueda arrojar la individual ponderación del caso particular. Frente al

silencio de la ley, resulta plausible brindar a las partes y a los tribunales la

posibilidad de contar con reglas claras que compatibilicen las consecuencias

jurídicas y las económicas de cierto obrar antijurídico -por caso, el

incumplimiento de una deuda liquidada judicialmente y en mora-, disminuyendo

la conflictividad. Si bien en la metodología que se propone subyace una cierta

política intervencionista, considero que en esta clase de situaciones se justifica


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ampliamente, porque la solución que se ofrece está en armonía con los otros

casos de anatocismo contemplados por la ley, y esencialmente por el beneficio

que aporta en pos de la predictibilidad, la certidumbre, y la igualdad. En la

búsqueda del punto óptimo de equilibrio entre lo que se da a uno y se saca al

otro, opino que lo razonable es que la capitalización de intereses que autoriza el

segundo supuesto del art. 623 del C. Civil pueda realizarse con una periodicidad

no inferior a seis meses. Fijar el límite en un lapso muy superior al propuesto

implicaría un grave perjuicio económico en el patrimonio del acreedor, sobre

todo si se tiene en cuenta que para habilitar la capitalización, éste debió

previamente obtener una sentencia firme de condena, en cuya etapa ejecutoria

confeccionó una liquidación comprensiva de capital e intereses que, reclamada

al deudor, se mantiene impaga. La imposibilidad de capitalizar intereses durante

la tramitación del juicio y hasta la primera planilla aprobada e intimada, genera

per se un perjuicio al acreedor que éste deberá absorber ante la restricción

impuesta por el mencionado art. 623. No es, entonces, sensato obligarlo a

esperar que transcurra un año o dos para obtener la capitalización. Tampoco

parece razonable proponer períodos demasiado breves, pues en la balanza no se

puede prescindir del paradigma protectorio del deudor -quien en no pocos casos

resulta ser el sujeto débil de la relación obligatoria-, ni se debe obviar la

nombrada doctrina de la realidad económica, en cuanto el resultado que se

obtenga de una periodicidad muy inferior provoque un desmedido

acrecentamiento de la deuda que provoque la ruina del obligado y rompa la


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equidad.” (fallo citado, el resaltado me pertenece)VI. TERCER AGRAVIO: Se

queja, el letrado por derecho propio, de que el A quo no haya respetado el

mínimo legal de 15 Jus, al momento de fijar sus emolumentos profesionales. VII.

RESPUESTA: Corresponde declarar inadmisible el presente agravio.

Tratando el presente segmento impugnativo sobre materia arancelaria, deviene

aplicable lo estipulado por el art. 121 C.A., el cual reza: “Los recursos ordinarios

se articulan en el plazo de cinco (5) días y deben fundarse ante el inferior en el

escrito de interposición, bajo pena de inadmisibilidad.” Así y teniendo que

esta particular temática posee un trámite recursivo específico, incumbía al letrado

impugnante, si pretendía la revisión de los honorarios fijados por el A quo, para

poder lograr su análisis por esta alzada, ceñirse al trámite especifico que la ley

prevé para la apelación de esta particular materia. En este punto no resulta baladí

aclarar que, toda apelación hecha por un letrado en la que lo cuestionando resulte

la regulación que de sus honorarios efectuara el o la Iudex A quo, se considera

hecha por derecho propio y no en nombre y representación de su poderdante, por

lo que a su apelación respecta rige en toda su plenitud la norma supra transcripta.

Luego, no verificándose en las presentes acto intelectivo alguno, por parte del

letrado contradictor, al momento de plantear el recuso hoy bajo análisis (vide fs.

35), este punto de agravio –en concordancia con lo dispuesto por la normativa

citada- devine inadmisible. Así voto. A LA PRIMERA CUESTION

PLANTEADA, LA SEÑORA VOCAL DOCTORA CRISTINA ESTELA

GONZALEZ DE LA VEGA, DIJO: Adhiero a los fundamentos y conclusiones


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que propicia el señor Vocal del primer voto, en consecuencia, voto en idéntico

sentido. A LA SEGUNDA CUESTIÓN PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL

DR. RAUL EDUARDO FERNADNEZ DIJO: 1) Acoger parcialmente el

recurso de apelación incoado. 2) Revocar la sentencia en cuanto impide la

capitalización de intereses por más de una vez, la que deberá efectuarse de

acuerdo a lo dispuesto en el considerando respectivo de esta resolución. 3)

Declarar inadmisible el segmento impugnativo referido a materia de honorarios,

sin costas (conf. art. 112 ley 9459). 4) Imponer las costas por el orden causado,

atento el éxito obtenido de acuerdo a lo preceptuado por el art. 130 CPCC. Así

voto. A LA SEGUNDA CUESTION LA SEÑORA VOCAL DOCTORA

CRISTINA ESTELA GONZALEZ DE LA VEGA, DIJO: Adhiero a los

fundamentos y conclusiones que propicia el señor Vocal del primer voto, en

consecuencia, voto en idéntico sentido. Por ello, SE RESUELVE: 1) Acoger

parcialmente el recurso de apelación incoado. 2) Revocar la sentencia en cuanto

impide la capitalización de intereses por más de una vez, la que deberá efectuarse

de acuerdo a lo dispuesto en el considerando respectivo de esta resolución. 3)

Declarar inadmisible el segmento impugnativo referido a materia de honorarios,

sin costas (conf. art. 112 ley 9459). 4) Imponer las costas por el orden causado,

atento el éxito obtenido de acuerdo a lo preceptuado por el art. 130 CPCC.

Protocolícese, incorpórese copia, hágase saber y bajen.

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