Solus Christus, Soli Deo Gloria
Solus Christus, Soli Deo Gloria
Solus Christus, Soli Deo Gloria
Introducción
A manera de introducción quisiera resaltar cuatro puntos acerca de las cinco “Solas”
de la Reforma Protestante.
iii. Cada uno de los reformadores enfatizaron los cinco puntos, a su manera,
aunque cada uno también tenía sus propios énfasis. Por ejemplo, Lutero
enfatizó la importancia de la fe y la gracia de Dios, mientras que Calvino
destacó la Persona de Cristo y la gloria de Dios.
iv. Las cinco “Solas” están interconectadas, como partes fundamentales del
mensaje de salvación. Por lo tanto, aunque las estamos estudiando por
separado, es importante entender que todas forman un solo
pensamiento cristiano integrado, basado en la revelación bíblica.
- La salvación es solo por gracia, para que sea para la gloria de Dios.
- Además, es sólo por fe, porque Cristo hizo toda la obra de salvación.
- La base para la doctrina cristiana de la salvación es la Biblia.
Las dos “Solas” que estudiaremos en esta oportunidad forman una suerte de
sistema estelar binario. Las demás “Solas” giran alrededor de ellas, como planetas
espirituales atraídas por la gravedad de estos dos gigantes: ‘solus Christus’ y ‘soli
Deo gloria’.
1. ‘SOLUS CHRISTUS’
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embargo, a lo largo de los siglos, tres cosas atentaron contra la centralidad de
Cristo en la Iglesia:
Cuando Martin Lutero quiso hallar el perdón de los pecados, la paz con Dios y la
salvación de su alma, la Iglesia Católica Romana le ofreció varios caminos:
La enseñanza oficial era que, por medio del esfuerzo humano, los sacramentos de
la Iglesia, y las obras supererogatorias de los santos, una persona podía hallar la
salvación personal. El problema para Lutero era que esas cosas no aliviaron su
conciencia afligida por el pecado, y menos generaron una vida transformada por el
Espíritu Santo. La experiencia de Lutero fue la experiencia de muchas personas en
la Iglesia Católica Romana que cayeron bajo la convicción del pecado. Por no tener
a Cristo como el único Salvador, no encontraban la salvación y la paz para sus
almas.
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por nuestras propias obras que son menor que nosotros, sino por la ayuda de Otro,
el unigénito Hijo de Dios, Jesucristo”.
Ante la pregunta, ¿no hay nada que debemos hacer nosotros para ser justos
delante de Dios?, Lutero responde: “Nada en absoluto. Porque en esto consiste la
justicia perfecta, en no hacer nada, no escuchar nada, no saber nada de la ley o de
las obras, sino saber y creer una sola cosa, que Cristo ha ido al Padre, y ahora no
se ve en la Tierra, porque está sentado a la diestra del Padre en el cielo, no como
Juez, sino hecho para nosotros sabiduría, justicia, santidad y redención”.
Según Lutero, el problema con la doctrina Católica Romana era que no empezaba
con un concepto correcto de Cristo. Lutero consideraba que, si uno no comienza
con una doctrina bíblica de Cristo, es imposible desarrollar una verdadera doctrina
cristiana, porque ella fluye de un concepto correcto de Cristo.
Por ejemplo, Lutero afirmaba que no se puede entender qué es el pecado, o la ley,
o la gracia, o la naturaleza humana misma, si uno no entiende bien quién es Cristo.
Por eso en su comentario sobre Gálatas, Lutero toma a Cristo como su punto de
partida para ir desde Él hacia las demás doctrinas, estableciéndolas a la luz de la
verdadera doctrina de Cristo. Cristo no solo era central en cuanto a la salvación,
sino también en cuanto a la doctrina. Todo parte de Él y gira alrededor de Él. Como
afirmó Lutero en su comentario a los Gálatas, “Si perdemos esta doctrina de la
justificación, perderemos toda la doctrina cristiana”.
En primer lugar, Calvino afirmó que desde que el pecado entró al mundo, lo que la
raza humana necesita es Cristo. Él cita las palabras de Cristo en Juan 17:3, “Esta
es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a
quien has enviado”, y afirma que dichas palabras no se refieren solo a Su tiempo,
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sino a todo tiempo. “Por lo cual es tanto más de condenar la necedad de los que
abren la puerta del cielo a todos los incrédulos y toda clase de gente profana sin la
gracia de Jesucristo, el cual, según la Escritura enseña en muchos pasajes, es la
única puerta por donde podemos entrar en el camino de la salvación” (Libro II,
capítulo VI).
Es a la luz de eso que Calvino interpreta todo el Antiguo Testamento, indicando que
“Dios no ha sido propicio al antiguo Israel más que en Cristo, el Mediador”.
Además, afirmó que los sacrificios de la ley enseñaron a los fieles del Antiguo
Testamento a no buscar la salvación “más que en la expiación que sólo Jesucristo
ha realizado”, añadiendo: “Solamente quiero decir, que la felicidad y el próspero
estado que Dios ha prometido a Su Iglesia se ha fundado siempre en la Persona de
Jesucristo”.
A la luz de ese principio interpretativo, Calvino procede a analizar varios textos del
Antiguo Testamento, interpretándolos cristológicamente.
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elegidos, para que tuviesen fijos en Él sus ojos de descansase en Él
su confianza”.
Mientras que Lutero veía en el Antiguo Testamento la ley de Dios y el juicio sobre el
pecado, Calvino vio en el Antiguo Testamento la revelación de Cristo, no solo como
el único Salvador, sino como el único Revelador de Dios el Padre. En la “teología del
pacto”, que es el punto neurálgico de la doctrina de Calvino, todo se centra en lo
que el Padre pactó con Su Hijo. Nuestra salvación y entendimiento espiritual fluyen
de Él por medio de Cristo.
La teología de la Iglesia Católica Romana no solo eclipsó a Cristo, sino que le quitó
la gloria a Dios. Lo hizo, quizá inconscientemente, adscribiendo la gloria a otros: a
María, a los santos, al Papa, a las reliquias, al esfuerzo humano, a las indulgencias
papales y a los sacramentos. Por medio de la exposición de la doctrina de la
justificación por la fe en la obra de Cristo, Lutero procuró devolverle a Dios la gloria
debida a Su nombre.
Sin embargo, lo que Lutero hizo implícitamente, Calvino lo hizo en forma explícita.
Por lo tanto podemos llamarle: “el profeta de la gloria de Dios”. Esa fue la carga de
su visión profética; el tema central de toda su enseñanza.
Calvino se propuso establecer el principio bíblico, ‘Soli Deo gloria’, en tres áreas
particulares: en el culto, en la doctrina y en la predicación.
a. El Culto
Durante la Edad Media, la Iglesia Católica desarrolló una forma de culto que distaba
mucho de la sencillez del culto de la Iglesia Primitiva. El culto católico medieval fue
marcado por el uso de vestimentas sumamente elegantes y simbólicas; la práctica
de rituales complejas, especialmente aquellas relacionadas con la misa; y la
adoración de una serie de imágenes y reliquias religiosas.
Juan Calvino se opuso a todo eso en el nombre de Dios, alegando que esas cosas
se hacían para agradar al hombre y no para glorificar a Dios. Por eso estableció lo
que hoy en día se conoce como el Principio Regulador o el Principio Regulativo
que afirma que el culto cristiano debe estar bajo la autoridad de la Palabra de Dios,
para que sea Dios y no el hombre quien determina qué se hace en el culto cristiano.
“No podemos adoptar cualquier artificio [en nuestra adoración] que nos parezca
apto a nosotros mismos; sino mirar a los mandamientos de Aquel quien es el Único
con derecho a decretarlos. En consecuencia, si queremos tener a Dios aprobando
nuestra adoración, esta regla, la cual Él la aplica en todos lados con la máxima
exactitud, debe ser cuidadosamente observada… Dios desaprueba todos los modos
de adoración que no están expresamente establecidos en Su Palabra.”
Mark Dever nos ofrece una definición contemporánea del Principio Regulativo:
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“…el Principio Regulador establece que todo lo que hacemos en una reunión de
adoración debe ser claramente justificado por la Escritura. Una clara justificación
puede tomar la forma de un mandamiento bíblico explícito o una implicancia buena
y necesaria de un texto bíblico. “El Principio regulador históricamente ha competido
con al principio Normativo, cristalizado por el ministro anglicano Richard Hooker.
Hooker decía, junto con Martin Lutero antes que él, que si una práctica no está
bíblicamente prohibida, una iglesia está libre de usarla para su vida corporal y
adoración. En pocas palabras, el Principio Regulador prohíbe cualquier cosa no
ordenada por la Escritura, mientras que el Principio Normativo permite cualquier
cosa que no esté prohibida por la Escritura.”
Hay que reconocer que algunos han criticado a Calvino por no ser fiel a sus
principios. Por ejemplo, él se opuso al uso de instrumentos musicales, aunque estos
claramente se usaban en el culto del Antiguo Testamento. También se opuso a
cantar cualquier tipo de canto que no sea un salmo.
Sin embargo, lo que debemos rescatar de Calvino es el deseo que tenía que todo lo
que hagamos en el culto sirviera el propósito principal que es el de glorificar a Dios.
Cuando comenzamos a permitir ciertas cosas en los cultos con el fin de agradar a
los hombres empezamos a deslizarnos del principio establecido en el Salmo 29:9
que afirma que todo lo que se hace en el templo debe glorificar a Dios. Si
permitimos en el culto aquellas cosas que las personas desean, corremos el riesgo
de destronar a Dios y a socavar la Reforma Protestante.
b. La Doctrina
Juan Calvino luchó contra todo ello y procuró establecer las doctrinas cristianas
sobre la base de la autoridad de la Palabra de Dios. Esas doctrinas inevitablemente
opacaron la gloria del ser humano y devolvieron la gloria a Dios. El punto
neurálgico en la enseñanza de Calvino fue la absoluta soberanía de Dios sobre la
creación, especialmente en el tema de la salvación.
“…cuando Dios estaba alejado de [los seres humanos] ellos se sentían fuertes y
valientes; pero en cuanto Dios mostraba su gloria, temblaban y temían, como si
sintiesen desvanecer y morir. De aquí se debe concluir que el hombre nunca
siente de veras su bajeza hasta que se ve frente a la majestad de Dios”.
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Por eso Calvino se dedicó a exaltar la grandeza de Dios. Su propósito era pastoral y
evangelístico, porque como luego añade:
iii. La doctrina de la depravación total del ser humano. Esta doctrina enseña
que el pecador, lejos de merecer ser salvo, es incapaz de salvarse a sí mismo.
Incluso, es incapaz de entender el evangelio o responder a ello. Dicha
doctrina humilla al ser humano ante la presencia de Dios y resalta Su gracia
en la salvación del pecador.
Juan Calvino enseñó esas doctrinas porque eran ciertas, pero también porque cada
doctrina reflejaba y expresaba la gloria de Dios.
REFLEXIÓN: Hoy en día hay una tendencia en la Iglesia a minimizar o negar las
doctrinas que Calvino expuso, por la sencilla razón que al ser humano no le
agradan. Al hacerlo corremos el riesgo de quitar la eficacia de la evangelización y
convertir el mensaje de la Iglesia en una suerte de terapia espiritual. Por lo tanto,
es urgente preguntarnos: ¿realmente deseamos honrar y glorificar a Dios?
¿Amamos suficientemente a las personas para darles el mensaje que necesitan
escuchar y saber para su salvación?
c. La Predicación
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El tercer ámbito en que Juan Calvino procuró restaurar la gloria de Dios en la
Iglesia fue la predicación. Lo hizo en tres maneras:
Durante la semana:
Eso dio lugar a otro de los lemas de la Reforma Protestante: Sola Scriptura.
ii. Honrar al ser humano más que a Dios, convirtiendo a Dios en el siervo del ser
humano.
iii. Poner nuestros pensamientos por encima de la Palabra de Dios, y usamos las
Escrituras para confirmar lo que nosotros queremos decir en vez de asegurar
que todo lo que yo diga como predicador salga de la Palabra de Dios.
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Debemos aprender de Juan Calvino a resistir la tentación de reducir la predicación a
la satisfacción de las necesidades del ser humano. Más bien, procuremos glorificar a
Dios en el pulpito, porque somos Sus portavoces. Tengamos mucho cuidado con el
humanismo contemporáneo que desea destronar a Dios y colocar al ser humano en
Su lugar.
Conclusión
John Piper afirmó que un buen resumen de todas las obras de Calvino sería: “Celo
por ilustrar la gloria de Dios”. En todo lo que él expuso, lo único que quería hacer
era proclamar la gloria de Dios. Quizá fue por eso que Dios lo usó tanto, porque
como Él ha prometido, los que honran a Dios, Él honrará.
Juan Calvino usó su posición como pastor en Ginebra para reflejar al mundo la
gloria de Dios en Su Palabra, en Su salvación y en Su Iglesia. Dios nos ayude a
hacer lo mismo en nuestro contexto contemporáneo.
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