Evaluación y Motivación - Alcaraz
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La evaluación en el aprendizaje La
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1. La evaluación
La evaluación es una actividad sistemática, continua, integrada en el proceso educativo, cuya
finalidad es conocer y mejorar al alumno en particular y al proceso educativo, incluyendo todos sus
componentes, en general.
Evaluar en el seno de la clase no se ciñe exclusivamente a calificar a los alumnos, con ser éste un
asunto de suma importancia. Por esto, para obtener la información de calidad necesaria a fines de evaluar
a los alumnos de la forma más correcta y adecuada es necesario diversificar los instrumentos utilizados
para recabar dicha información (múltiples observaciones sistemáticas del profesor, cuestionarios,
entrevistas, producciones de los alumnos, pruebas, etc), así como otros elementos del contexto escolar
(entorno familiar, tutor, psicólogo del centro, etc). Asimismo, si nos ajustaramos al rendimiento escolar,
no podríamos olvidarnos que representa en todo momento el resultado del esfuerzo personal del alumno y
al valorarlo tendremos en cuenta, tanto como el resultado obtenido, el esfuerzo realizado de acuerdo con
su capacidad.
Por otro lado, la evaluación puede servir a muy diferentes propósitos. Las varias finalidades de la
evaluación en el seno de la clase se pueden resumir en dos formas de entender la misma : la evaluación
formativa y la evaluación sumativa. La formativa tiene como finalidad conocer el proceso de aprendizaje
del alumno para proporcionarle la ayuda pedagógica más adecuada a las necesidades de cada momento.
Facilita al aprendiz la información acerca del proceso de aprendizaje y, a su vez, el profesor tiene la
oportunidad de ofrecer las indicaciones de qué forma puede mejorar. Además, ayuda al alumno a tomar
conciencia del proceso educativo a fines de que este participe activamente como agente. Por lo tanto,
mejora su motivación intrínseca o interiorizada. Y, para terminar, ayuda al profesor a obtener esas
informaciones del día a día sobre el progreso individual del alumno, adaptando las actividades a las
necesidades de cada uno de ellos. Por lo tanto, presenta una función de refuerzo, correctiva y reguladora.
En cambio, la evaluación sumativa debe permitir determinar si se han conseguido o no, y hasta
que punto, las intenciones educativas previstas. Sin embargo, cuenta con el incoveniente de que se lleva a
cabo cuando no queda tiempo para solucionar los problemas detectados una vez realizada la evaluación.
Esto es, no se plantea la regulación de un proceso, sino hacer un balance final.
La evaluación inicial tiene el objetivo de permitir determinar el punto de partida del alumno al
incio de una nueva fase de aprendizaje, de una nueva situación, ciclo o etapa. La información aportada
tiene que facilitar la planificación de todo el proceso de enseñanza y aprendizaje. Posee también una
relación con la motivación o desmotivación de los alumnos. Muchos de ellos al inicio de un ciclo de
aprendizaje opinan que no saben nada sobre el tema, por lo tanto sufren un momento de desmotivación;
en cambio, suele suceder que después de realizar las pruebas preparadas adecuadamente para obtener la
información necesaria, los alumnos se dan cuenta de que tienen muchos más conocimientos sobre el tema
de los que ellos creían.
En definitiva, se podría afirmar que de los tres tipos de evaluación1 que han sido citados, la
sumativa, cuyo refuerzo positivo o negativo sólo es una calificación cuantitativa, es la que a largo término
conlleva una menor motivación.
Lo ideal sería llevar a cabo una evaluación criterial que incorporase algunos elementos de la
evaluación concentrada en el alumno. Es decir, los profesores deberían tener claros unos criterios
predefinidos y bien determiados de lo que se pretende que los alumnos alcancen, pero incluyendo
posibilidades de personalización y flexibilización en su consecución, sobre todo por lo que se refiere al
1
En este artículo no se tratará el tipo de evaluación formadora o autoevaluación cuyo objetivo es el de traspasar al
alumno la responsabilidad de su aprendizaje y propone como objetivo último de la educación la adquisición de la
autonomía, ya que este trabajo ha sido planteado haciendo hincapié en el rol evaluador del profesor y su influencia en
este proceso.
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proceso, ya que los ritmos de aprendizaje y las secuencias pueden ser diferentes, para los diferentes
alumnos, de las que los profesores han marcado.
FUNCIONES OBJETIVO
Evaluación Situación de
INICIAL determina partida del inicio del proceso
alumno
detecta Posibles
desajustes
Evaluación durante
Mejorar la
acción de los
FORMATIV profesores y la
el proceso
acción del
proceso de
Proporcionar aprendizaje de
ayuda los alumnos
se propone pedagógica
El grado de
determina
éxito de los
alumnos
Evaluación al finalizar
SUM
el proceso
ATIV
A La consecución
de las
intenciones
determina educativas
Para iniciar el paso hacia una práctica más innovadora, Barberà (2000) elaboró un breve
diccionario básico sobre la evaluación en el que se describen unas características claves con la finalidad
de aclarar algunos puntos centrales de un tipo de evaluación en el que se tienen presentes los varios
factores que influyen en ella.
Para Barberà (2000) la evaluación debería ser: coherente, ya que se habría que diseñar de
manera paralela y estrechamente ligada a los contenidos y a las actividades de aprendizaje, a partir de una
planificación de las situaciones desde el inicio de la secuencia didáctica ; compartida, con la
incorporación progresiva de la actuación conjunta de profesores y alumnos; contextualizada, con
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actividades significativas para los alumnos y lo más real posible. Esta contextualización, además,
conlleva una atención a las particularidades de cada alumno y a la situación en la que se encuentra;
continua, puesto que la evaluación requiere disponer de manera permanente de la información del
proceso del alumno. Esto implica una recogida sistemática de datos que sirven para tener una continuidad
en la información y, por lo tanto, valorar el progreso del aprendizaje, como regular, también, el ritmo y
los estilos de la enseñanza; criterial, donde se determina la situación de cadauno de los alumnos en
relación con un criterio predeterminado y común para todos; dialogada, este diálogo proporciona la
información que permite el ajuste preciso del proceso de enseñanza y de aprendizaje. Si bien el profesor
siempre propondrá las directrices de la evaluación, tiene que permitir y considerar también los
comentarios y las observaciones del alumno; diversificada, en los modos y en el tiempo. Se utilizarán
instrumentos diferentes, porque son diferentes las capacidades y los tipos de contenido que hay que
evaluar. Asimismo, se intentará realizar la evaluación en diferentes momentos del proceso educativo, con
el fin de captar una información global y más completa; integral, en la que se tiene en cuenta los tres tipos
de contenidos: conceptuales, procedimentales y actitudinales; integrada, dado que no ha de ser una parte
marginal del proceso de enseñanza-aprendizaje, sino que se debe introducir en el proceso desde el
principio. Y, para terminar, transparente, básicamente para los alumnos, que son los evaluados. El
profesor les debe informar de sus intenciones y del planteamiento evaluador en general, como también de
los instrumentos y de los criterios que utilizará para dicha prueba de evaluación.
Todos estos requisitos implican un rol central del alumuno en el proceso de la
evaluación en el que se encuentra que participa directamente en la creación de las modalidades de las
pruebas y, por lo tanto, su motivación intrinseca aumenta ya que percibe esta fase del aprendizaje como
algo no aleatorio o independiente de sus capacidades, sino que se da cuenta de que él posee las
herramientas para modificar los resultados y está en sus manos poder obtener lo que desee. Por otra parte,
con un tipo de evaluación que no tuviera las características anteriormente mencionadas, el alumno
recibiría sólo un tipo de refuerzo cuantitativo y no cualitativo, que, a lo sumo, lograría reforzar
únicamente un motivación extrínseca o basada en el logro2 .
2. La motivación
La motivación constituye una base de partida de gran importancia para el aprendizaje efectivo de
la LE3 y en el campo de la educación existe un amplio consenso en que la motivación, como factor
afectivo, es esencial para el aprendizaje de una LE y, en concreto, de E/LE4.
Podemos definir la motivación como un estado interno del individuo influido por determinadas
necesidades y/o creencias que le generan actitudes e intereses favorables hacia una meta, y un deseo que
le conduce a conseguirla con dedicación y esfuerzo continuado porque le gusta y se siente satisfecho cada
vez que obtiene buenos resultados (Madrid 1999).
A partir de esta definición genérica, nos encontramos ante una serie de tipos de motivación más
concretas y específicas cuyas caracteríticas el profesor debería averiguar en sus alumnos a fines de
obtener un conocimiento más exhaustivo de las necesidades de aprendizaje de los mismos y, por lo tanto,
una mejor preparación del proceso de la evaluación en su conjunto.
Entre las varias clases de motivación que podemos encontrar, aquí sólo se mencionarán aquellas
que nos parecen más frecuentes en un contexto de enseñanza-aprendizaje escolar. La motivación
intrínseca y la estrínseca son dos de los grandes grupos de la motivación. La intríseca se podría definir
como el interés personal que posee el aprendiz por la adquisición/aprendizaje de la LE, sin estímulos
externos que influyan en la motivación. Por ejemplo : “hago mi trabajo porque lo que aprendo es muy
interesante”, “porque disfruto pensando”,“ porque es retante”, “porque disfruto tratando de comprender
las cosas que no conozco”. En cambio, la extrínseca correspondería al sujeto que realiza ciertas conductas
para obtener aprobación o evitar sanciones y que señalaría como razones para su aprendizaje cosas como:
“hago mi trabajo porque mi profesor está contento si lo hago”, “porque consigo privilegios extras”,
“porque mi profesor me puede dar una mala nota”, “porque tendré problemas con mis padres si no lo
hago”. Otros tipos relacionados con la motivación extrínseca serían la basada en el resultado que es el
tipo de motivación que deriva de los buenos o malos resultados que se obtienen durante el aprendizaje de
la LE. En este caso, el éxito determina un incremento de la motivación y el fracaso, al contrario, un
incremento de la desmotivación. Esta clase de motivación está estrechamente ligada a la evaluación
2
Es el tipo de motivación que deriva de los buenos o malos resultados que se obtienen durante el aprendizaje de la L2. En
este caso, el éxito determina un incremento de la motivación y , a su vez, el fracaso determina un decremento de la
misma.
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sumativa, por indicar ésta sólo el resultado de un proceso y no el conjunto del proceso en todas sus
facetas. Y la motivación al logro, en las que las acciones que pone en acto el estudiante son la
consecuencia de la necesidad de obtener éxitos personales y de los personales niveles de aspiración. Si el
aprendiz llega a satisfacer estas necesidades, la motivación y los resultados del aprendizaje son positivos.
Asimismo, tenemos la motivación interiorizada que se encuentra a medio camino entre la motivación
intrínseca y la extrínseca. Se manifiesta cuando los estudiantes han interiorizado ciertas actitudes, valores
o refuerzos que al principio eran externos y los utilizaban los agentes (profesores, educadores, parientes,
etc.) con la finalidad de dirigir su conducta. El objetivo de una evaluación motivadora sería llegar a
activar este tipo de motivación interiorizada en nuestros alumnos.
Por otro lado, existen otras motivaciones con rasgos más sociales, como la motivación
instrumental que es por la que un sujeto aprende una LE por razones de utilidad, por ejemplo: encontrar
trabajo y la motivación integrativa que estimula el aprendizaje de una LE para poder participar en la vida
de la comunidad en la se habla dicha lengua y a fines de integrarse en el tejido social.
Por último, tres aspectos de la enseñanaza-aprendizaje que están íntimamente enlazados con la
motivación y con los cuales debemos contar si queremos que la motivación no decaiga son: la curiosidad,
el interés y el refuerzo . Se identifica el interés como uno de los elementos más importantes de la
motivación y se puede definir como un resultado positivo a los estímulos basados en estructuras
cognitivas en las que la curiosidad de los estudiantes se mantiene o aumenta. Así, la curiosidad que posee
cada persona –curiosidad espistemológica-, o sea, una necesidad universal que nos estimula a conocer y a
aprender, una necesidad que se pone de manifiesto a través de la exploración del ambiente, motivada
simplemente por el deseo de saber, se debe aprovechar para activar la curiosidad, en particular, de
nuestros alumnos por la LE, para mantener la motivación. Para terminar, el refuerzo, estímulo capaz de
aumentar, mantener o reducir la frecuencia de un determinado comportamiento (De Beni, Moè 2000),
deber tener las siguientes características: ser contingente a la actuación, esto es, cercano temporalmente al
comportamiento que se debe reforzar; específico a un comportamiento determinado y creíble e
informativo, o sea, que posee la función de informar como procede el aprendizaje del alumno.
“La forma en que los alumnos son evaluados constituye sin duda uno de los factores contextuales
que más influyen en su motivación o desmotivación frente a los aprendizajes ” (Alonso 1997).
Como evaluación se entiende todo el proceso que va desde lo que el profesor les dice, o no les
dice a los alumnos, antes de la evaluación para ayudarles y motivarles a prepararla, pasando por el
planteamiento de las actividades, los modos de recogida de información, puntual o continua, hasta el uso
posteriormente de la información recogida. A lo largo de este proceso, se puede actuar de distintos modos
incidiendo en diferentes factores que caracterizan la evaluación y que condicionan sus repercusiones
sobre la motivación.
La motivación, a su vez, varía en función del grado de éxito o de fracaso que pone de manifiesto
la evaluación. Por lo tanto, toda evaluación implica básicamente un juicio sobre la calidad de la ejecución
de un tarea. Tales juicios ponen de manifiesto el éxito o el fracaso del alumno en la actuación que se
valora. En caso de fracaso las repercusiones sobre la autoestima son importantes. Este resultado
desencadena en los alumnos un proceso de atribución de responsabilidad que puede llevarles a pensar que
no tienen capacidad: “No valgo”, “No se me da”, “Esto no es lo mío”, lo que afecta a su estima y a su
motivación. Si, además, la evaluación es pública, el alumno evaluado tiende a pensar en lo que los
alumnos opinarán de él y puede acentuar los efectos negativos sobre la motivación.
Por otro lado, la motivación también cambia en función del grado de relevancia del contenido de
la evaluación. Toda evaluación busca poner de manifiesto conocimientos y destrezas relacionados con
distintos contenidos. Muchos alumnos pueden preguntarse: “¿Para qué me sirve a mí saber esto?”.
Sentirse evaluados, tal vez de modo negativo, por no saber la relevancia de la prueba afecta de modo
perjudicial a la percepción de autonomía y, por consiguiente, a la motivación.
Del mismo modo, la motivación varía en función del grado en que la evaluación permite
aprender a superar los errores. En caso de que un alumno no conozca o no domine en grado suficiente lo
que se le pregunta, la evaluación puede servir para que los profesores le den información que le permita
corregir sus errores. Darles o no darles esta información condiciona el que los alumnos perciban la
evaluación como una ocasión para aprender o, por el contrario, como un evento que sirve sólo para
juzgarles, pero no para ayudarles. Lo que, a su vez, influye profundamente en su motivación.
Hay factores internos, propios de cada estudiante que explican, en muchas ocasiones, el
resultado final. De modo que si enseñamos al alumno que estos factores son controlables, le ayudaremos
a saber qué hacer para evitar estos problemas. El verdadero proceso de corrección es el que lleva a cabo el
alumno cuando modifica su actuación y la mejora respecto a la anterior. Este proceso siempre va
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acompañado por la información recogida por el profesor durante la evaluación, por las pautas y ayudas
que le ofrece al alumno para ajustar sus actuaciones. Por esto, las correcciones deben ser informativas
para el alumno y no simples marcas/puntuaciones cuantitativas que no informan del progreso que se ha
realizado.
Asimismo, la motivación oscila en función del grado de control que el alumno puede tener sobre
la calificación. La evaluación supone valorar lo que el alumno hace desde unos determinados criterios. Si
éstos son ambiguos para los alumnos, se puede crear una situación de indefensión que perjudique el
aprendizaje. Por desgracia, no siempre se deja claro antes del examen qué es lo que se espera que los
alumnos estudien, aprendan y pongan de manifiesto. Esto da lugar a que muchos de ellos, a la pregunta
“¿Qué esperas sacar?” respondan: “ No sé, depende de cómo corrija el profesor”.
En definitiva, parece, pues, necesario que los profesores intentemos objetivizar lo más posible
los criterios de calificación antes de la evaluación y que se lo hagamos saber a nuestros alumnos de modo
que puedan tener la seguridad de que están haciendo el examen del modo indicado. En caso contrario, las
expectativas de poder asegurar con su esfuerzo la nota disminuirán, con efectos negativos para su
motivación.
Al abordar los aspectos de la evaluación relacionados con la motivación cabe tener en cuenta los
factores afectivos de los alumnos y en general del conjunto de los individuos que forman parte del
contexto de la enseñanza, especialmente de los profesores.
Cuando se evalúa en el seno de una clase no deberíamos, como profesores, centrarnos
exclusivamente en calificar a nuestros alumnos, aunque esta faceta es de suma importancia y obligatoria
en un contexto escolar, sino que el objetivo de la evaluación sería, ante todo, ser útil para los docentes y
para los estudiantes, informar sobre los logros, el progreso y el esfuerzo y alimentar la colaboración entre
profesores y alumnos a fines de incrementar la motivación. Para el profesor de LE, la motivación del
alumno es decisiva por su incidencia directa en el aprendizaje, esto es, por ser un factor que potencia el
incremento de la competencia de la LE en todos los niveles lingüísticos. De ahí que, el estilo docente sea
algo más que un factor significativo en el desarrollo de las actitudes positivas del aprendizaje y del
desarrollo motivacional. Figura de hecho en psicología de la educación como un factor decisivo para el
desarrollo de una motivación intrínseca entre los alumnos y como principal artífice en la creación de un
contexto motivador. Por lo tanto, crear una atmósfera en el aula acogedora y libre de tensiones conllevará
un clima adecuado dentro de la vida grupal y, asimismo, un entorno fértil para la evaluación. Igualmente,
los profesores que se interesen por las aspiraciones y los problemas individuales de sus alumnos serán los
que creen las situaciones de aprendizaje más eficaces y, por consiguiente, llevarán a cabo una mejor labor
didáctica.
Entre los factores en los que el profesor de LE habrá de mostrarse más práctico se encuentra el
de seleccionar las tareas, como factor motivacional del aprendizaje de LE, y valorar la adecuación
conceptual e intelectual de cada uno de ellos. La tarea se concibe como un elemento con capacidad
suficiente para vertebrar y condicionar el resto de los factores de la clase. Por tanto la tarea resulta una
unidad de análisis del método y del comportamiento cognitivo del uso de la lengua meta con relación a la
motivación, ya que la misma puede desarrollarse a través de una adecuada selección de actividades de
aprendizaje; así como la selección de temas, del conocimiento previo de los alumnos y el interés sobre
éstos. Tomar los núcleos de interés de los alumnos como criterio de selección de textos resulta un factor
que conlleva un aumento de la motivación por parte de nuestros estudiantes.
El profesor podría ser definido como principal artífice en la creación de un contexto motivador
en la faceta evaluadora. Con el fin de facilitar el aprendizaje de los alumnos el docente debe conocer de
que manera se pueden afrontar las tareas para maximizar el aprendizaje y evitar el efecto negativo del
fracaso en la evaluación.
Según Alonso (1992) el profesor debe tener en cuenta la forma de presentar y estructurar la tarea
activando la curiosidad y el interés por el contenido del tema a tratar o de la tarea a realizar con
información nueva y sorprendente, plantendo o suscitando en el alumno problemas que haya de resolver,
cuyo nivel no sea demasiado bajo, por lo que al alumno no le suscita ningún interés o demasiado alto ya
que el alumno se desmotivará porque no consigue realizar adecuadamente la actividad. Asimismo,
mostrar la relevancia del contenido de la tarea, relacionando el contenido de la instrucción, usando
lenguaje y ejemplos familiares al estudiante, teniendo en cuenta sus conocimientos y experiencias previas
y sus valores. Además, mostrar la meta para la que puede ser relevante aprender lo que se presenta como
contenido de la instrucción, a ser posible mediante ejemplos. Por ejemplo: en un contexto de enseñanza
de E/LE con fines específicos, explicar y/o resumir el mensaje que le han dado y que tiene que
comunicárselo a otra persona (discurso indircto). La forma de organizar la actividad en el contexto de la
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clase también repercutirá en el éxito del aprendizaje. En la medida en que lo permita la naturaleza de la
tarea y los objetivos de aprendizaje a conseguir, dar el máximo de opciones posibles de actuación para
facilitar la percepción de autonomía del alumno y/o de actividad en grupos cooperativos.
Por otra parte, los mensajes que el profesor da a los alumnos antes : hacia un proceso de solución
más que de resultado; durante: con el objetivo de monitorar a los alumnos dividiendo la tarea en pasos y
después de la tarea: a fines de informar sobre lo correcto o incorrecto del resultado centrando la atención
del sujeto en el proceso que ha seguido, en lo que ha aprendido, independientemente del resultado, y en
que el alumno siempre nos merece confianza.
Por lo tanto, sería conveniente que el profesor promoviera la adquisición , por parte del alumno,
de los aprendizajes como: la concepción de la inteligencia como algo modificable, la tendencia a atribuir
los resultados a causas percibidas como internas, modificables y controlables y, por último, la toma de
conciencia de los factores que les hacen estar más o menos motivados.
En resumidas cuentas, dado que las evaluaciones son inevitables y necesarias, se deberían
organizar a lo largo del curso de forma que los alumnos las considerasen como una ocasión para aprender
y, asimismo, que se evitara, en la medida de lo posible, la comparación de unos con los otros y se
acentuara la comparación con uno mismo. Esto es, diseñar las evaluaciones de forma que nos permitan
saber no sólo si el alumno sabe o no algo, sino, en caso negativo, por qué. Por otro lado, evitar dar notas –
información cuantitativa- directamente a los alumnos y dar en su lugar información cualitativa relativa a
lo que el sujeto necesita corregir o aprender. Y, por último, acompañar siempre la comunicación de los
resultados con los mensajes pertinentes para optimizar en el alumno la confianza de sus posibilidades y ,
como consecuencia, incrementar su motivación intrínseca.
5. Conclusiones
La forma en que los alumnos/as son evaluados constituye sin duda uno de los factores
contextuales que más influyen en su motivación o desmotivación frente a los aprendizajes escolares. Al
hablar de forma de evaluación nos referimos a todo el proceso que va desde lo que los profesores/as
decimos antes de la evaluación para ayudarles y motivarles a prepararla, pasando por los modos de
recogida de la información sobre la evaluación, puntual o continua, hasta el uso que se hace
posteriormente de estos datos. A lo largo de este proceso, los profesores podemos actuar de distintos
modos incidiendo en diferentes aspectos que caraterizan la evaluación y que condicionan sus
repercusiones sobre la motivación.
Por lo tanto, la motivación es un factor que puede variar en función de una serie de variables
como: el éxito o el fracaso que nos manifiesta la evaluación, el tipo de prueba, el grado de relevancia del
contenido de la misma y en qué medida la evaluación permite al estudiante, de E/LE en concreto,
aprender a superar los errores, sin olvidarnos de la importancia que el discente otorga al control sobre su
calificación.
En resumidas cuentas, la evaluación debe ante todo ser útil para los profesores y para los
estudiantes, informar sobre los logros, el progreso y el esfuerzo y alimentar la colaboración entre profesor
y alumno; lo que implica, sin duda alguna, una influencia que ésta ejerce sobre la motivación y viceversa.
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