Confunalfa Librolandi53

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 65

CONFUNDIDA POR EL ALFA

ALINA DAFT
Copyright © 2023 Alina Daft
Todos los derechos reservados.

ISBN:

CONTENIDO

Capítulo 1 N.º pág. 4


Capítulo 2 N.º pág. 15

Capítulo 3 N.º pág. 30


Capítulo 4 N.º pág. 51
Capítulo 5 N.º pág. 67
Capítulo 6 N.º pág. 84
Capítulo 7 N.º pág. 104
Capítulo 8 N.º pág. 122
Capítulo 9 N.º pág. 143
Capítulo 10 N.º pág. 163

CAPÍTULO 1
WILL

Había estado toda mi existencia buscando a mi alma gemela y, por fin, aquella noche, estaba

frente a ella.

¿O mi instinto se había atrofiado?

La volví a mirar de arriba abajo. Era una mujer normal y corriente; Su metro sesenta y cinco;
Pelo caoba hasta la cintura; Ojos verdes parecidos a dos tréboles. Más allá de sus características
y rasgos, era una más.

¿Por qué mi lobo la reclamaba dentro de mi mente una y otra vez?

“Estúpido lobo”

–¿Es ella? –cuestionó Axel realmente sorprendido.

Entendía su reacción, era muy parecida a la mía y tenía todo el sentido del mundo: Yo no estaba
con mujeres así. Me gustaban atrevidas y voluptuosas, con cierto encanto a poder ser.

–Nos la llevamos como parte de la manada porque tiene el gen, pero no tiene nada que ver
conmigo. –aseguré a modo de contestación.

–Como ordenes Will. –concedió negando lentamente con la cabeza.

Mi confusión era suficiente para no querer dar explicaciones.

En tan solo una hora había hecho a mi mejor amigo, y segundo al mando, abandonar una
importante misión contra vampiros para buscar el rastro de mi compañera, que había llegado de
la nada para atraerme con fuerza brutal, y creerse que no pasaba nada con aquella mujer, con gen
lobuno, que nos íbamos a llevar a la manda sin explicarle ni el motivo por el que habíamos
llegado hasta ella.

–Sira ha tenido que reducirla de malas maneras. –afirmó Axel esperando una reacción de mi

parte.
Mi lobo interior no estaba muy contento.

¿Vas a hacer algo?

–Que alguien la instruya en la vida de la manda. –ordené tranquilo.

Decidí volver hasta la montaña donde habíamos construido, hacía tantos años, nuestro hogar en
solitario.

¿Quería yo una compañera? ¿La necesitaba?

No, por supuesto que no.

Además, tenía novia.

Lo había asimilado e incluso hecho parte de mi personalidad. No me venía mal como alfa, del
que todos los lobos esperaban una solución para sus problemas, ser alguien precavido,
observador, con cierto muro de distancia.

–¿Y? –cuestionó Ana apareciendo en forma humana en el lago en el que yo me había parado, a
escasos metros de la casa principal.

–Nada. –contesté poco dispuesto a iniciar con mi hermana una conversación profunda.

–No puedes vivir así, Will. –aseveró torciendo un poco el labio.

–Llevo haciéndolo los últimos doscientos años. –repliqué tranquilo.

–La luna acabará enfadándose con tu actitud. –dijo a modo de advertencia antes de irse.

¿La luna se enfadaba?

Era muy típico de un lobo, que debía su transformación primaria a la luna en combinación con
un gen predeterminado, atribuirle deidad a la luna. En mi caso, no lo hacía; Si desde ahí
espectaba una deidad, era malévola.

Había sido testigo del dolor de no hallar alma gemela; También de perderla; Derramamiento de
sangre como medio para conseguirlo todo.

Era el maldito alfa, estaba dentro de mi personalidad intrínseca luchar y anteponer mi decisión.

Aun así, medía absolutamente a todo el mundo como una posible traición. Agotador.

Habían pasado cuatro largos días desde que la chica, cuyo nombre era Sira, había aterrizado con

fuerza en el territorio lobuno.

Como hembra con gen era consciente de nuestra raza pero, por algún motivo, no se había unido a

ninguna manada.

Por lo que decían, que yo no había preguntado, era una chica muy alegre y participativa cuya
implicación desde el principio había caído bien entre los instructores de los novatos. Muchos de
ellos acabarían por ser lobos completos.

–Te toca turno con Sira. –recordó Axel como si intentase apuntarle importancia a ese hecho.

–¿Me lo dices por algo en especial? –interrogué con desgana a esa hora de la mañana.

–Llegas tarde. –apuntó.

–Soy el alfa y ella debe saber empezar a entrenar sola. Para eso ha estado con otra gente los
primeros días. –azucé.

–No seas brusco, ella no tiene la culpa. –advirtió ante mi retirada.

¿Culpa de qué?

Me deshice de los pensamientos intrusivos que amenazaba con meterse en lugares de mi mente
donde no permitía visita y anduve, sin ninguna prisa, hasta el sótano de entrenamiento.

El lugar estaba impecable y austero, como siempre. Cerca del ring de entrenamiento cuerpo a
cuerpo se hallaba una mesa con material de entrenamiento encima. Sira estudiaba con la mirada,
mientras permanecía tranquila, diferentes utensilios.
–Buenas. –dije sabiendo que le habían hablado de mí, dudaba que bien, y que no necesitaba
presentación. –Puedes ir colocando el material que ha llegado en esa caja buscando su lugar por
el gimnasio. Así te familiarizas con todo lo que tenemos. –añadí.

Me giré dispuesto a ponerme a entrenar con un saco de boxeo cuando sentí su mirada clavarse en
mi espalda.

–No pienso hacer tal cosa. –replicó dejándome tan fuera de lugar que una sonrisa apareció en mi
rostro.

Todo el mundo reaccionaba ante mis órdenes y seguridad de la misma forma: Acatar. Y ahí
estabas Sira, tras sus grandes ojos verdes y su hilera de dientes blancos formando una sonrisa
sincera, sin hacerme caso.

–¿Qué te han contado sobre mí? –cuestioné con más curiosidad que ganas de refugiarme tras el
muro.

–Que eras un borde y un seco. –respondió sin pensarlo. –Que a mí me da igual, pero yo no
obedezco órdenes sin sentido. –Hizo una pausa en la que me pareció oír su mente a toda
máquina. –Me gusta saber el por qué y para qué de las cosas que tengo que hacer; También lo
que va a hacer mientras la persona que me lo está ordenando. –aseguró.

Tuve que reprimir otra sonrisa, yo no sonreía.

–Vamos a entrenar, alguien hará eso luego. –ordené.

En aquella ocasión, no me rebatió.

Así que sus argumentos solo salían a la luz si la orden le parecía poco útil... Interesante...
CAPÍTULO 2

SIRA

Una sola sonrisa compartida puede unir a dos personas de una manera inexplicable.

Mirar a Will me producía cierto nerviosismo y así había sido desde que nos habíamos cruzado
por primera vez. Y no me refería al momento en el que había llegado para mandar a su segundo a
pedirme “de manera amable” que me uniera a la manada.

Él y yo nos habíamos cruzado una vez más, cinco años antes. Yo había caído en su profunda
mirada como si me tumbase sobre la hojarasca en otoño aunque estaba convencida de haber
pasado totalmente inadvertida para él.

“Quizá algo de ese pensamiento debía ser consecuencia de la mujer que lo acompañaba.”

A veces oía una voz interior que no estaba segura de dónde salía.

No había escuchado nunca que alguien con el gen, como era mi caso, pudiera tener esa voz
interior, conectada a su lobo, antes de llegar a ser lobo completo.

¿Significaba eso que iba a convertirme seguro?

No lo sabía pero era uno de los secretos que guardaba para mí misma.

Imitar los movimientos de Will hacia el saco era relativamente sencillo y no podía evitar sentir
cierta satisfacción ante su aceptación. Vi sorpresa y respeto en sus ojos ante mi capacidad de
aprendizaje.

–Se te da bien. –aseguró al acabar la sesión.

Un pequeño reguero de sudor cubría mi cuello y tuve que esforzarme por no recolocarme el pelo,
que seguramente estaba cayendo por mi cara de cualquier manera.

–Intento prestar atención. –contesté sintiéndome nerviosa de pronto.

Otros lobos y lobas entraron en el gimnasio, también más novatos sin confirmación lobuna como
yo. Me sumé a ese grupo pero, sin pretenderlo, seguía con la mirada todo el tiempo a Will. Era
como si necesitase registrar en mi mente cada cosa que él hacía; como si pudiera absorber
información de cada pequeña acción que implicaba una decisión.

¿Por qué quería leerle hasta el punto de entenderle si no le conocía? ¿Y de dónde me había
sacado la idea de que, por muy seguro y fuerte que pareciese, necesitaba de alguien que le
entendiese de verdad?

–¿Sabes cómo se hace esto? –cuestionó repentinamente Jack, otro de los novatos, a mi lado.

Se refería al montaje de un arma bastante común para cualquier portador del gen sin su parte de
lobo para defenderse.

–Claro. –respondí tranquila.

Me gustaba ayudar a los demás y, como broche, necesitaba despejarme de las huracanadas
sensaciones que tenía sin explicación, hacia el maldito; atractivo; prepotente; y carismático Will.

–¿Cómo hicieron eso? –inquirió Dana, otra novata, acercándose. No había tenido ocasión de

hablar con ella más de un “hola”. –Me sorprende que no sea al revés la enseñanza. –

No me gustó demasiado el comentario, y no porque fuera malintencionado hacia mi persona,


sino porque era innecesario. Era hacer una referencia casi hiriente al hecho de que Jack era un
novato, sin tener segura por tanto su transformación, cuando su madre era una loba con un rango
altísimo dentro de esa misma manada.

–Me fueron a buscar para que entrara en la manada por mí mismo. Mi madre no tuvo nada que
ver. –dijo Jack a modo de contestación.
–Alerta, tensión.

–Seguro que sí. –respondió Dana con sorna.

Jack fue a encararse demostrando su imponente físico pero Oliver, un lobo instructor cercano,
quien se fijaba más de lo necesario por lo que había visto en Dana, gruñó para advertirle que no
hiciese nada de lo que pudiera arrepentirse.

¿Casualidad o causalidad esa atracción conveniente con alguien de rango superior?

–A ti te gusta el alfa. –gritó esa voz dentro de mi cabeza.

Pero no era lo mismo; No hubiera podido olvidarme de esos ojos y la sensación de estar viendo
el camino más tortuoso y dulce al mismo tiempo ni en mil existencias.

A la hora de comer volví a sentarme con los novatos pero concentré gran parte de mis esfuerzos
en buscar entre la gente. ¿A quién? A ella. Esa mujer que acompañaba a Will cinco años atrás y
cuya relación me importaba más de lo que era sano. No estaba.

Eso había acabado por concluir los últimos días y empezaba a respirar un poco más tranquila.

Cuando todo acabó, me despedí con elegancia y fui caminando tranquila hacia el bosque para
seguir adquiriendo conocimiento sobre el territorio en el cual iba a vivir por mucho tiempo. Un
pequeño crujido me hizo ponerme alerta y detenerme. Me envolvió una fragancia caliente con

toque dulce que consiguió ponerme a salivar.

Me giré lentamente para admirar de frente a Will.

–Podrías prestarle más atención a la gente con la que te relacionas. –dijo con media sonrisa
ladeada.

¿Me había estado observando? ¿Desde dónde? ¿Para qué?

–Les presto atención. –aseguré contenta de saber que no era mentira. –Solo que no necesito estar
únicamente en una cosa. –aclaré.

–¿Qué contaban? –cuestionó poco dispuesto a dejarlo estar.

Empecé a contar muchas de las cosas que habían dicho, unos y otros, esforzándome más de lo
necesario en dar detalles insulso solo con la intención de demostrar que se había equivocado en
su presunción. De repente, ante su mirada divertida, me callé.

–Solo estabas corroborando si era capaz de hacer dos acciones al mismo tiempo. –aseguré
cruzándome de brazos.

–Lo que no tengo claro es cual era tu primera acción; ¿Qué buscabas? –inquirió acercándose solo
un poco.

–¿Sabes? Yo también te he observado. –contesté sorprendiéndole. –Antes de dignarte a entrenar


conmigo.

–Eso llama mi atención, paseemos. –ordenó con tranquilidad para después ponerse a andar por
delante sin esperarme.

¿Tenía que ser yo la que le siguiese?

Resoplé.

–¿Qué llama tu atención? ¿Hablar de ti? –cuestioné haciendo hincapié en lo mucho que decía eso
de su ego. Sonrió como única respuesta. –Eres un egocéntrico. –ataqué consiguiendo que su

sonrisa se ensanchase. –También quieres que todo el mundo piense que eres accesible cuando no
es así. –añadí.

–¿Qué te hace pensar que no soy un accesible? ¿No puedo ser un alfa abiertamente encantador? –
preguntó enarcando una ceja.

–¿Cuántos años tienes? –interrogué sin querer entrar a ese juego.

–Muchos. –respondió de inmediato.


–Es algo sencillo de contestar. Si tan abierto eres… Dame una fecha. –requerí mordiéndome el
labio sin poder evitarlo.

–Más que tú. –contestó sabiendo que eso, y más en una raza como la nuestra, no significaba
absolutamente nada.

–¿Ves? Yo siempre tengo razón en mis suposiciones.

El silencio se instaló entre nosotros mientras veíamos el paisaje, del que él tenía que ser tan
conocedor, hasta que llegamos al lago.

–Tengo que irme. –declaró con prisa.

No me dio tiempo a responder porque, en un solo segundo, me encontré allí parada


preguntándome si no acabábamos de compartir un gran momento.

¿Estaría loca?

Probablemente porque algo dentro de mí gritaba que él no paseaba con todo el mundo y mucho
menos le sonreía.

De camino a mi habitación, tuve que preguntarme si había sido la aprobación que tenía hacia mi
conducta lo que le había hecho dedicarme ese momento en solitario pero, como no podía estar
segura, acabé por apartarlo de mi mente decidida a disfrutar de mi estancia en aquella manada

que no aparentaba ser precisamente mala.

Jack, Dana, Mily, y Vic. Ese era el grupito con el que me iba a relacionar hasta que terminase la
formación ya que habíamos caído en el mismo horario de novatos. Pues a centrarse en eso.
CAPÍTULO 3

SIRA

Era Domingo por lo que fuimos al sumidero donde se luchaba y se llevaba a cabo del ocio de la
manada. Lo que más gente conseguía reunir era el ring, un lugar donde demostrar todo el

potencial luchando de los hombres y mujeres lobo que estaban completos. Exhibición en estado
puro.

En el ring se posicionó un hombre alto y fuerte, pero tratándose de un hombre lobo eso no fue lo

que llamó mi atención sino su malévola sonrisa.

¿Quién iba a luchar contra él?

De repente vi subir al ring a Jack más contento que unas pascuas.

¿A dónde creía que iba?

–Este es idiota. –murmuré en alto.

–Ludovick lo va a reventar. –dijo alguien a mi izquierda.

Miré a un lado y a otro en busca de más información.

–Es el hermano del alfa, de lo contrario, no se atrevería a sacar a un novato. –dijo alguien a mi
derecha confirmando mis sospechas sobre lo mal que iba a acabar aquello.

–Los novatos no pueden subir al cuadrilátero por buenas razones. –comentó otro.

–Jack, bájate de ahí. –ordené suficiente alto como para procurar que él me oyese pero intentando
no llamar la atención. –Jack. –repetí ante su negativa a escucharme.
Antes de poder decir o hacer algo más, el público empezó a jalear mientras ambos daban vueltas
analizándose en la distancia.

Ludovick consiguió alcanzar a Jack con un potente derechazo; El novato se defendió con fiereza,
tanto que consiguió sorprender a algunos de los presentes. Era bueno, pero ese hecho fue el
principio del fin: Ludovick se enfadó de verdad.

En aquel momento fui la única de todos los ávidos espectadores que pareció notarlo pero algo
cambió en su rostro. Se veían parte de sus fauces; Los hombros estaban más tensos; y no había ni

un rastro de piedad en su mirada.

Todo sucedió muy rápido: Puñetazos por doquier; Un codazo poco elegante; La nariz sangrante
de Jack.

Mi compañero novato cayó bruscamente contra la lona con las pupilas dilatadas y la boca
ligeramente entreabierta.

¿Se encontraría en plenas facultades mentales?

–Jack. –le llamé algo preocupada.

No contestó.

Ludovick se inclinó hacia el cuerpo del caído para propinarle otro puñetazo.

Hubo jodidos aplausos.

¿No se veía mal pegar a alguien que ya no podía defenderse?

Fue a volver a hacerlo pero mi instinto me dijo que aquello no estaba bien.

–¡Para! –exigí justo antes de oír el crujido del siguiente golpe.

Los ojos de aquella fiera se posaron en mí solo un segundo dejando claro que me había oído.

Su puño se elevó una vez más provocando que yo apretase los dientes. ¿No podía dejarlo estar?
Sin pensarlo demasiado, me metí en aquel ring para interponerme entre el maltrecho Jack y el
despiadado Ludovick.

–Si no estás dispuesta a pelear, no te interpongas. –exigió con un gruñido.

–Ya has ganado. –declaré mientras intentaba reanimar a Jack.

–Sira. –balbuceó desde la lona. No ha sido buena idea. –añadió.

No me lo esperé cuando el pie de Ludovick aterrizó en mi costado consiguiendo que rodase hasta
quedar boca arriba preguntándome qué había ocurrido.

Reaccioné ante el griterío poniéndome de pie de un salto. Subí los puños de forma defensiva para
después cuestionarme cómo se vería que me bajase de allí negándome a luchar.

Paré un golpe y, puesto por lo poco que había visto no había reglas, le di una patada en la rodilla.
Se dobló hacia delante y sacó un poco más sus dientes de lobo.

Oí el gruñido antes de ver su mirada asesina. Levantó ambos puños de tal forma que crucé los
brazos por encima de mi cabeza para protegerme del golpe e incluso cerré los ojos por un
segundo.

Los puños nunca llegaron pero sí un silencio ensordecedor. Abrí los ojos lentamente para hallar
una escena no esperada: Will se interponía entre su hermano y yo. No era capaz de ver su rostro

pero, por la rigidez de su espalda, me la hubiera jugado a que daba miedo.

–Que alguien lleve al chico a la enfermería. –ordenó en escuetas palabras.

Le hizo un gesto a su hermano y éste salió furibundo del ring, tanto que la multitud se apartó
dejando un pasillo.

¿No pensaba dirigirme la palabra Will?

La respuesta se hizo evidente cuando sencillamente se bajó para irse sin que nadie se atreviera a
decirle nada sobre lo ocurrido.
Dana se acercó a mí nada más estar sola pero lejos de demostrar interés en mí, vi que solo
buscaba cotilleo. Le sonreí forzosamente sin querer decirle lo mal que estaba su comportamiento;
Tampoco era que tuviese muchos más aliados por allí.

La convencí, más por morbo que por otra cosa, de acompañarme a ver a Jack.

Por suerte para todos, gracias a la curación rápida y hierbas de la curandera del clan, estaba
prácticamente curado.

–Ha jugado sucio. –exclamó cabreado refiriéndose a Ludovick. Era mejor peleando pero no era
el momento de decírselo. –De todas formas, lo retaré cuando termine la iniciación. Me convertiré
en lobo completo y mi figura será impresionante. –determinó.

–Eres imprudente. –recalqué sintiéndome repentinamente responsable de hacerle entender que


así no iba a llegar a ninguna parte.

Debía aprender a enfocar sus habilidades.

–Gracias Sira por intentar frenarlo, te debo una. –anunció antes de recolocarse para descansar.

Salí encontrándome con Vic, quien parecía seguir absorbiendo información de todo lo que
sucedía a nuestro alrededor. Pasamos por un puesto de tatuajes para lobos y me paré en seco
toqueteando los distintos diseños.

–¿Quieres uno? Todos los novatos se tatúan lo primero que ven. –anunció el tatuador. –¿Una
luna? ¿Un abeto? ¿Quizá la forma lobuna que crees que tendrás? ¿El nombre de algún gran
amante? –cuestionó de corrido.

–Quizá… –medité en alto.

–No. –dijo una voz contundente y reconocible.

Will.

–Los abetos. –escogí pasándole el diseño al tatuador.


No sabía a qué venía el “No” del alfa pero no podía tener nada que ver conmigo. ¿O sí?

–Yo me encargo Agus. –expresó Will cogiendo el diseño antes de hacer una cabezada para que

el hombre se fuese.

El silencio se instaló entre nosotros.

Su metro noventa era imponente: Su cabello rubio ceniza; Sus ojos verdes estaban clavados en

mí con una expresión indescifrable.

– ¿El alfa tatúa? –cuestioné con la absoluta necesidad de romper ese instante.

–No es mi especialidad. –contestó con una elevación casi imperceptible del labio.

–¿Entonces? –inquirí enarcando una ceja.

–No te tatuarás. –dijo tranquilo antes de irse caminando lentamente.

Parpadeé.

Me costó reaccionar pero, en cuanto me di cuenta, fruncí el ceño.

–Tatúame los abetos. –exigí a Agus tras buscarlo.

El hombre pareció incómodo con mi presencia. Respiró hondo y negó lentamente.

–No puedo, quizá en otro momento. –soltó sin dar más explicación.

Era alguna clase de prohibición de Will.

Si bien era el alfa y eso le confería plena autoridad, algo en mí me gritaba que mi cuerpo era mío
y las decisiones sobre él me pertenecían.

Salí de allí prácticamente corriendo, con el pulso acelerado. Vislumbré a Will varios metros por
delante de mí adentrándose en el bosque. Inicié un acelerón para alcanzarlo pero lo que no
esperaba fue que frenara en seco consiguiendo que chocase bruscamente contra su espalda
cayéndome de culo sobre la hojarasca.
Se giró al mismo tiempo que rodaba los ojos hasta ponerlos en blanco.

–¿Te desespero? –reté levantándome.

–¿Por qué me sigues? –cuestionó ignorando mi pregunta inicial.

–Exijo saber por qué le has prohibido a Agus tatuarme, es mi cuerpo. –ataqué colocando los
brazos en jarras.

–Tu cuerpo es de la manada, toda tú en realidad. –contestó conteniendo la respiración.

–Aún así, todos lo hacen. –rebatí poco dispuesta a entrar en el debate de las muchas normas del
clan que eran abusivas y estaban anticuadas.

–No tengo que tener esta conversación contigo, ni siquiera deberías atreverte a asaltarme de esta
forma. –reflexionó contrariado.

–Entonces tú has debido hacer algo mal para resultarme tan accesible. –solté sin pensarlo. Claro
que no había pensado porque le estaba hablando al alfa como para ganarme una paliza. –Me
vuelvo allí abajo.

–¿Para ver a tu novio? –Una de sus cejas se enarcó.

–Jack no es mi nada. –aclaré molesta con la insinuación.

–Para no serlo, no has dudado de a quién me estaba refiriendo.

–Está en la enfermería, es lógico que te refieres a él. –sentencié. –¿También me lo vas a


prohibir?

Sabía que no debía ponerme así pero mi pulso era incesante mientras mi pecho subía y bajaba
sosteniendo su imponente mirada.

–Podría. –murmuró a modo de advertencia.

–Tú puedes hacerlo todo. –ironicé.


–¿Alguna duda razonable que expresar? –interrogó con una sonrisa ladeada.

–Ninguna.

Me giré para irme. No iba a seguir con aquella conversación que a ningún sitio podría llevarme
que mereciese la pena.

Su mano se apoyó sin aviso en mi hombro.

–Vete a tu habitación. –ordenó.

Iba a hacerlo pero mi cabeza estaba en contra de seguir a pies juntillas sus órdenes por lo que
decidí ir hacia el algo. Si volvía a las peleas, podía encontrarme con él y no era lo que pretendía.

¿Tenía algo que ver esa extraña sensación instalada en mi pecho?

No, claro que no.

Tampoco tenía nada que ver con Will.

Me quité las zapatillas a la orilla del algo para meter los pies en el agua fresquita. Por suerte, los
vaqueros eran cortos y no tuve que remangar los bajos.

Sentí calor; miré a la luna menguante, no podía tener que ver; metí la cabeza en el lago para
aislarme de mis propios pensamientos.

–Cuidado. –gritó mi imposible voz interior. –Sal del agua.

Saqué la cabeza aunque volví a repetirme que las mujeres del clan no tenían acceso a su loba
interior, si era que la tenían, hasta que no alcanzaban la transformación.

Miré a un lado y al otro buscando la señal de alerta hasta que alguien salió de entre los árboles.
¡Un maldito vampiro!

Me puse firme, anclando bien los talones a la tierra. Fui consciente de la humedad.

–Hueles a loba joven. –masculló el desconocido intruso con suficiente valentía como para
haberse colado en territorio enemigo. –Morirás. –anunció.

No reaccioné porque no tuve tiempo antes de oír el crujido del cuello del vampiro consiguiendo

que se desplomase.

La figura de Will se vio impresionante detrás de él.

–Te dije que te fueras a tu cuarto. –dijo sin verdadera acritud.

–¿Sabías que había un vampiro? –inquirí recuperando la compostura.

–Es mi deber saberlo, soy el alfa. –señaló.

–¿Y el mío? –interrogué sin saber bien qué esperaba que dijera a eso.

–¿Tú qué? –preguntó

–Mi deber.

–Obedecerme cuando te digo que hagas o no hagas algo. –declaró.

–Entiendo lo de la habitación, no lo del tatuaje. –señalé con intención de aclararme. No dijo


nada. Se puso a andar hacia otro lado y le seguí. – ¿Me contestas? –No lo hizo. –El vampiro…
¿Había más? –inquirí sin darme por vencida.

–Los había, otros se han encargado. –respondió tensando así de manera imperceptible la

mandíbula.

–¿Y te ha tocado a ti el del lago por algo en especial?

–A mí me toca el que yo decida. –La pausa me hizo dejar de respirar. ¿Tenía algo que ver
conmigo? –El más fuerte. –añadió como si justificase una pregunta que yo ni siquiera había
llegado a formular en alto.

–¿Tengo que volver a mi cuarto? –pregunté. No dijo nada antes de irse.

Al final acabé por irme a mi habitación. De todas formas el resto de la semana tenía que entrenar.
La pregunta se formuló sin intención en mi cabeza: ¿Alguno de los días me tocaría con Will?

Los ojos se me cerraron antes de poder meditar más sobre ello.


CAPÍTULO 4

SIRA

¿Qué hora era?

Despertarme tan despejada solo podía significar una cosa: me había quedado dormida.

Me vestí todo lo rápido que pude, tras una ducha relámpago, para salir corriendo hacia la sala de
entrenamiento.

Choqué con dos hombres lobos sin querer. Uno de ellos solo soltó un improperio; El otro era
Ludovick y no pareció muy contento de verme.

–Tú… ¿No sabes lo que es la jerarquía? –preguntó apretando los dientes… O empezando a
sacarlos.

–En realidad, ha sido un accidente. No tiene nada que ver con la jerarquía. –Hice una pausa.
Sabía que tenía que morderme la lengua. Imposible. –Aunque no creo que estés tan alto en el
escalafón como tú te crees.

¿Por qué había dicho eso?

–Mejor déjala. –sugirió el que iba con él.

–¿Te están molestando? –inquirió Jack llegando junto a Mily en ese momento.

–¿Otra vez tú, chaval? No aprendes. –espetó Ludovick.

–No vas a pegarle otra vez. –anuncié tensándome.

–¿Por? ¿Te pondrás en el medio? –cuestionó malicioso. –Mi hermano no te protegerá esta vez.
No estamos en el ring y no está tan penalizado pelearse fuera. –añadió.

–Lud. –advirtió su acompañante.

–Si te bajaste las bragas con él aquella noche, me parece muy bien. Supongo que muchas lo
hacen, es el alfa, pero no va a protegerte por eso. No estás en el ring, no le importas. –atacó.

–Voy a partirte la cara. –dije dispuesta a cumplirlo.

–Adelante. –instó divertido.

Me puse a su altura mientras él no paraba de sonreír como un idiota. Ni se cubrió cuando le di un


puñetazo en la nariz.

El gruñido fue fuerte y todos los músculos de su cuerpo se tensaron.

–Aléjate. –gritó su amigo. –Te matará.

–Claro que lo haré. –Su voz fue una promesa.

–No harás tal cosa. –La voz de Will fue autoritaria, como siempre. –Sigue andando Sira. –
añadió.

En esa ocasión, le obedecí.

Anduve junto a mis compañeros, quienes llegaban tarde también, para girarme una sola vez por

el camino. Will sujetaba con una mano el brazo de su hermano mientras le hablaba calmado.

Quizá no se notaba en el tono pero la postura rígida de su mandíbula me dijo en la distancia que
estaba tenso.

¿Era siempre así a la hora de resolver un conflicto estuviera quien estuviese implicado?

No lo sabía pero pretendía averiguarlo.

Barajé mis opciones de recopilar información.

Jack solo quería ser el mejor, físicamente hablando, de los novatos. Dana estaba preocupada por
hablar de todo el mundo pero más en plan crítica. Vic era demasiado pasota. Y Mily era
demasiado feliz como para meterla de lleno en una embolada.

Decidí ir a otras fuentes pero con cautela. Sabía que Axel, el entrenador de ese día, era el
segundo de Will.

¿Quién mejor?

–Entrena con Bea. –dijo en cuanto me acerqué sin siquiera mirarme.

Bea era alta, rubia, y fuerte. La había llegado a admirar un poco por la habilidad de sus

movimientos pero, en ese momento, me fijé en que me miraba diferente.

¿Todos lo hacían?

¿Por qué?

En cuanto estuve a su altura, me barrió con los pies. Me levanté del suelo con elegancia. Culpa
mía por despistarme. Me pegó con el empeine en el costado con fuerza por lo que me doblé un
poco.

–¿Qué estoy aprendiendo? –interrogué esperando la lección maestra de turno.

–A aguantar golpes. –respondió con mal genio antes de darme un golpe en el hombro.

Puse una posición más rígida y esquiva.

¿Cuestión de moverme rápido y aguantar los golpes que consiguiesen impactar?

Lo intenté pero, a cada golpe, me ponía más tensa. La gente estaba muy pendiente.

¿Por qué tanta expectación?

¿Qué había de emocionante en ver cómo me pegaban?

Finalmente Axel paró a Bea pero a mí me faltaba el aliento hasta tal punto que tuve que colocar
las manos en las rodillas semiflexionadas.
–¿Estás bien? –inquirió Dana acercándose. –Es una estúpida. Solo quiere demostrar que no le
importas al alfa. –Hizo una pausa. –Ellos tuvieron algo. De todas formas, no es como si la
vacante para ser su pareja estuviese libre; Hay alguien, de siempre. –sentenció.

–Es un entrenamiento más, no hay películas detrás de esto. –rebatí secándome el sudor.

Estar cabreada empezaba a parecerme una costumbre por aquellos lares pero mientras frotaba
ungüento curativo para evitar los moratones que la tal Bea me había intentando provocar a toda
costa, sentía que mi sangre era puro fuego.

Esperé todo el día escaqueándome de mis deberes como novata para escabullirme del cuarto a la
hora de cenar, segura de lo ocupados que estarían todos, dado que los lobos éramos comilones
casi por definición.

Volví al lago para sumergirme con el pijama esperando en la orilla.

A cada braza recordaba uno de los golpes de Bea y la absurda explicación de Dana al respecto;
¿Y si era tan idiota esa teoría por qué picaba tanto pensarlo?

¿Le habría llegado a Will la noticia sobre cómo me había propinado una paliza durante el
entrenamiento?

De ser así… ¿No pensaba buscarme o verme?

¡Era parte de su jodida manada!

Por mucho que nadé, mi enfado no disminuyó, incluso aumentó. Chillé frustrada antes de salir
del lago vistiéndome sin importarme si el pijama se inundaba.

¿Cómo me quitaba la rabia? ¿De dónde salía?

Will apareció de la nada. Su altura siempre me impresionaba pero lo que le hacía terrible en su
mirada.

Recorrió el espacio visualmente y luego me escudriñó a mí. Pensé que iba a decir algo pero, en
lugar de hacerlo, giró sobre sus talones para irse.

¡Y una mierda!

–¿De qué vas? –cuestioné incapaz de morderme la lengua.

–¿Perdona? –enarcó una ceja.

–No, no te perdono. –respondí aun sabiendo que era una forma de preguntarme y no una
disculpa.

–¿Por qué exactamente crees que debo disculparme? No es que fuese a hacerlo pero tengo
curiosidad. –retó.

¿Qué le respondía a eso?

–Por tener a ciertas locas como instructoras. –declaré procurando guardarme para mí la parte de
furia que no debía florecer.

–Bea es impulsiva pero sabe lo que hace. –respondió dejando claro que sabía lo que había
pasado.

–¿Y si me hubiera puesto a su nivel? ¿Nos matamos? –inquirí colocando los brazos en jarras.

–Puedes demostrar que eres mejor si piensas que lo eres; De lo contrario, debes cubrirte. –
contestó.

El aire de la noche golpeó en mí con fuerza. La camiseta mojada se pegó a mi cuerpo


incomodándome, pero no me moví. Suficiente tenía con aguantar su gélida e indescifrable
expresión.

–¿Qué? –interrogué cansada de esperar chasqueando la lengua.

–Vamos. –ordenó empezando a andar.

Dudé una milésima de segundo pero le seguí. Entramos por la puerta trasera de la cocina, donde
ya no quedaba nadie, para quedarme ahí parada.

Abrió el frigorífico sacando distintos ingredientes que metía en la sartén, cortaba y mezclaba.

–¿Qué haces? –pregunté.

–Se llama cocinar. –respondió con una sonrisa ladeada que duró un segundo. No has cenado. –
declaró restándole importancia antes de poner el plato delante de mí.

Le miré buscando una explicación en sus ojos color verde trébol pero no la hallé.

¿Comía?

Acabé por hacerlo.

–Cuando vivía sola cocinaba mucho, aquí no está esa opción. –informé por alguna clase de
miedo a instalar un silencio entre nosotros.

¿Y si se aburría? ¿Y si se iba? ¿Y a mí qué más me daba?

–¿Qué cocinabas? –preguntó comiendo también.

–Mucha pasta, pero no aburrida; Diferentes salsas. –contesté dejando que mi sonrisa fluyese sin
pretenderlo.

Se levantó para darme un postre fresquito. ¿En qué momento se había dado cuenta de la

necesidad de tomar dulce después de la parte salada?

Casualidad, a lo mejor a él también le gustaba así.

–Hazla cuando quieras. –saltó.

¿Era una invitación a que le cocinase?

Mi corazón aleteó de una forma estúpida.

¿No existía ya alguien en su vida con ese rol?

–¿Quién te ha dicho lo de Bea? –cuestioné con la idea de saber quién y por qué iba a hablarle de
mí a Will.

–Soy el alfa, lo sé todo. –respondió encogiéndose de hombros. –Me voy que no llego. –añadió.

Lo vi irse preguntándome qué tendría que hacer a aquellas horas intempestivas.

–A ver a su novia, estúpida. –Mi loba tenía opinión.

Ok, maldita loba interior dispuesta a volver a llevarme al máximo cabreo.

Las vueltas en la cama iban al compás de las múltiples preguntas agolpadas en mi cabeza. A las

cinco de la mañana acabé por levantarme con pensamientos sobre el postre de la noche anterior:
De cómo había parado a su hermano en dos ocasiones; de por qué había llegado hasta el lago.

CAPÍTULO 5

SIRA

La ropa deportiva era necesaria para todo lo que nos podían enseñar pero aquel día tocaba buscar
a nuestro lobo interior.

¿Y cómo fingía buscarlo si yo estaba segura de tenerlo y poder contactar con ella?

Paseé con frustración golpeando la hojarasca con el pie hasta que oí pasos. Me detuve justo a
tiempo para ver pasar a Will con esa mujer, la que yo recordaba.

No iban hablando, solo caminaban uno al lado del otro.

La mirada de Will recayó en mí solo un segundo, supuse que como en el resto de lo que estaba a
su alrededor. Fue suficiente, sin embargo, para desbocar mis sensaciones.

–¿En qué piensas? –interrogó Dana.


–Bea tiene que estar rabiosa. –contesté esperando que su verborrea criticona no intentase ver por
qué a mí me hacía falta sacar ese tema.

–¿Verdad que sí? –alegó emocionada de poder hablar de cualquiera. –Aunque, la verdad, apenas
se les ve juntos y nunca en actitud cariñosa. Yo entiendo que Bea, y otras, piensen que sigue
siendo posible conquistarle. –añadió.

¿Otras? ¿Qué otras?

Busqué entre mis congéneres para fijarme en cómo muchas sonreían mirando a Will. Pero lo que
detecté, que había ignorado hasta ese momento, fue como Will solucionaba ciertas cosas a cada
una de ellas.

Él se hacía necesario para ellas pero sin intención.

¿Había pasado lo mismo conmigo?

Negué lentamente con la cabeza antes de acercarme a la esquina contraria con intención de salir.

–Es parte de su papel como alfa. –espetó mi loba.

–Sira. –Su voz llegó hasta mí contundente. –Al gimnasio, ahora. –ordenó.

Reaccioné siguiéndole, tampoco era como si tuviera otra opción dada mi posición y la suya.

–¿Y? –cuestioné tras esperar a que dejase de moverse por el espacio que era el gimnasio sin
sentido alguno.

–¿Y qué? –preguntó sin girarse siquiera.

–¿Qué he venido a hacer aquí? –inquirí inquieta.

–¿Te molesta mi presencia? –cuestionó con un tono divertido.

–Un poco. –respondí con una sinceridad que no esperaba de mí misma.

Mi afirmación le provocó una risa abierta.


–¿Y? –preguntó entonces sin que eso tuviese ningún sentido para mí.

–¿Y qué? –interrogué resoplando.

–Cuéntame algo. –solicitó sentándose en la esquina del cuadrilátero de entrenamiento.

Me pregunté entonces si era el momento idóneo para decirle algo sobre lo de su novia
quedándose sola con otra gente mientras a él le parecía un momento perfecto para ir conmigo al

gimnasio.

–Sé que no puede ser pero, a veces… –Paré de hablar. ¿No era precisamente a él, al alfa, a quine

más debía ocultárselo? Pues un impulso me dijo exactamente lo contrario. –Creo que oigo a mi
loba interior. –declaré.

Me arrepentí al instante pero ya lo había dicho.

–¿Cómo es hablar con ella? –interrogó.

–Solo la escucho pero intento no abrir comunicación. –Pausa de reflexión. –Quizá porque
contemplo la posibilidad de estar loca y que no haya esa loba.

–No creo que estés loca. –dijo con la mirada perdida dando la sensación de estar muy lejos de
mí. –Te enseñaré más cosas. Mañana por la madrugada, en el gimnasio. –Se levantó para irse.
Paró en seco sin llegar a darse la vuelta. –No le digas a nadie que hemos hablado.

No estaba segura de si era una orden o una amable petición pero, sin querer, porque

razonablemente no quería, atesoré aquella frase como una súplica en confianza dándome motivos
para creerme especial.

–Estás loca.

–Oh, cállate. –dije hablándole en alto.

–No hagas eso. –gritó mi loba.

Hice caso a lo que Will me había dicho para , en lugar de huir de la conversación de mi supuesta
loba interior, hablar con ella.

–¿Hacer qué?

–No te enamores de él.

–¿Eso se puede evitar? –cuestioné con más sinceridad.

–Puedes ignorarlo tanto como a mí todos estos años. Es efectivo, haz como que no existe.

Reproche duro.

–Es el alfa. –repliqué.

–Míralo como tal; respeta; aprende; aléjate. Y… No veas nunca su forma de lobo.

Aquella última frase llamó poderosamente mi atención.

–¿Por qué? –interrogué.

Mi loba debió desconectarse porque, por mucho que reiteré la cuestión una y otra vez, no
contestó nada.

–Sira. ¿Qué haces aún despierta? –cuestionó Jack al encontrármelo en el pasillo central que
llevaba a las habitaciones.

“La mejor defensa era un buen ataque”

–Podría preguntar lo mismo. –Me crucé de brazos.

Sonrió.

Alguna maldad indebida para novatos referente a potenciar su físico estaría haciendo.

–Hagamos como que no nos hemos visto. –sugirió. Asentí volviendo a andar hasta alcanzar el
pomo de mi habitación. –Sira, eres buena. No siempre funciona serlo. –añadió sin ninguna clase
de contexto.

La advertencia de Jack caló suficiente hondo em mí como para dar vueltas media noche por la
cama buscando la posición perfecta.

¿Existía?

Seguramente no pero, a ese paso, iba a tener suficientes ojeras como para tener que permitir que
Ludovick se metiese conmigo.

Ludovick. Era tan distinto a Will. ¿O no?

Ese pensamiento me despertó aún más porque la verdad era que, más allá de mis propias
sensaciones al respecto, no lo conocía de anda.

–Aléjate. –advirtió mi loba.

–Lo intentaré. –murmuré para mí en lugar de a modo de contestación.

Aún así mi subconsciente no debía estar muy convencido porque soñé toda la noche con sus
brazos fuertes rodeando mi cuerpo de forma que nuestros ojos que quedaban a la misma altura.
Era tan fácil perderse en ellos. Me relamí entreabriendo la boca.

Un fuerte ruido me sobresaltó e hizo que saliese de la cama prácticamente corriendo.

¿Qué había sido eso?

Otra vez el mismo ruido.

Me acerqué a la ventana para hallar a Will tirando piedras. Cuando nos miramos por unos
segundos, salvando la diferencia de los niveles, sencillamente echó a andar hacia el bosque.

Vaya manía.

Me apresuré a cambiarme para bajar y dirigirme a ese lugar. Volví a mi propia cabeza loca
buscando a Will.

¿Y si solo me había tirado piedras por molestar y yo me había montado mi propia película?

–Llegas tarde. –aseguró sobresaltándose.


–No habíamos quedado a ninguna hora. –repliqué frunciendo los labios

–Tienes que aprender muchas cosas, entre otras, jerarquía lobuna. –atacó.

Comenzó a trotar e hice lo propio, a tan solo una zancada de distancia.

–Sé perfectamente cómo van los rangos lobunos pero si tu estableces una conversación de cierto
tipo conmigo, de alguna forma, me estás dando permiso para hablarte con más confianza. –

expliqué.

Se paró en seco. Choqué con su gran espalda y, justo cuando iba a caer, me sostuvo por la cintura

de tal manera que nuestras narices se rozaron. Mi corazón no estaba preparado para esas cosas
porque noté como latía irregularmente esperando a que pasase algo que rompiera el momento.

¿Pasar qué?

¿Qué me soltase?

No era eso lo que quería.

Pero fue lo que ocurrió.

–Patosa. –insultó sin acritud.

Aún así, dolió.

–No soy patosa, tú has parado de pronto. –recalqué.

–¿Qué te hace pensar que podemos hablar así? Ponte a entrenar conmigo. –ordenó.

Intenté ser competente pese a lo exigente del entrenamiento que proponía. Pequeñas gotas de
sudor caían por mi cuerpo cuando terminamos de practicar las patadas de barrido, dónde él
siempre conseguía tirarme al suelo, una y otra vez.

–Es la hora del entrenamiento de novatos. –reflexioné en alto tras oír el familiar sonido de
advertencia que salía por unas bocinas exteriores.
–Pues ya sabes, ve. –dijo tranquilo.

–¿Pretendes que después de tantas horas entrenando contigo hoy vaya al otro entrenamiento? –

cuestioné incrédula.

–No. –Menos mal. –Hoy no, todos los días. –aseguró dejándome perpleja de nuevo. Ese hombre
siempre conseguía decir justo lo que no esperaba. –Si quieres ser buena y que cuando llegue el
momento de tu transformación tu loba sea competente, es lo que toca. –explicó bufando un poco,
como si no entendiese por qué tenía que darme tantas explicaciones.

¿Le desesperaba?

Él a mí mucho más.

–¿Y si nunca llega ese momento? No está claro que tenga una loba dentro.

–Y una mierda. –soltó mi loba poco dispuesta a abandonarme.

–Los dos sabemos que eso es una soberana estupidez así que… Solo ve a entrenar. –espetó
girándose. Siempre esa manía de dejarme hablando sola, casi como si tuviese miedo a que el
tiempo se agotase y alguien pudiese vernos hablando. ¿Sería así? –Además, en ese caso… Tu
deber para con la manada es ser independiente en la matanza de vampiros llegado el caso, así
que… Tu entrenamiento físico sigue siendo una prioridad. Mañana a la misma hora. –añadió.

¿Pretendía que hiciésemos aquello todos los días?


CAPÍTULO 6

SIRA

Había pasado un eterno mes en el que me levantaba en la madrugada para entrenar con Will de
manera incansable para después ir al entrenamiento de los novatos. Fuera de ese horario, no

había conseguido cruzarme con él ni una sola vez. Tenía sus ventajas, claro que sí, como el
hecho de que nadie quisiera matarme: Bea había concluido en que le daba igual al alfa; la novia
del alfa nunca estaba a la vista; Y Ludovick estaba tranquilo demás en mi presencia.

La parte mala, por supuesto, también existía. Era esa sensación de vacío que quedaba dentro de
mi pecho cuando sabía que la hora de entrenamiento de los dos se estaba acabando y no había
conseguido establecer ninguna conversación que llevase a nada más.

¿Y dónde mierda quería llegar?

Mi loba, que empezaba a parecerme muy cansina, se dedicaba a decirme unas doscientas veces al
día que debía olvidarlo pero era tan difícil…

Si era sincera, me machacaba a mí misma con tal de sorprenderle y no estaba segura de si eso era

algo positivo: Llegaba antes; entrenaba más duro; golpeaba con fiereza; me esmeraba en
prepararme estéticamente antes del entrenamiento…

Aquel domingo no habíamos podido entrenar por la mañana y ni siquiera sabía el por qué. Su
posición de alfa, porque yo achacaba cada estúpido comportamiento inexplicable de él a ese
título, le confería autoridad para decirme repentinamente que el día siguiente sería diferente y
que yo tuviese que acatarlo. No de buen grado, pero acatarlo. Era la hora de bajar a los bajos
fondos en busca de algo de diversión.
–Jack, estás hecho un portento. –La burla de Vic no era tal si teníamos en cuenta que era en parte
cierto.

–Ya queda poco. –aseguró. –Casi puedo sentir a ese lobo dentro. –añadió llamando mi atención.

¿Era una forma de hablar o de verdad lo podía sentir?

Anoté mentalmente buscarle a solas para hablar con él respecto a esa afirmación.

–¿Sabes que eres la única que no se ha tatuado nada aún? –cuestionó Mily tan feliz llegando
hasta mí con una sonrisa.

Esa sonrisa mucho tenía que ver con un hombre lobo llamado Jared que llamaba su atención
aunque desde mi perspectiva no era mutuo.

–Es que soy indecisa. –mentí.

La verdad era que, de los domingos que habían pasado desde aquel primer intento de tatuarme
había mirado a Agus desde la distancia hasta que nuestros ojos hiciesen contacto visual pero, en
todas las ocasiones, había movido la cabeza casi imperceptiblemente en una negativa. Había
preferido dejarlo estar pero, aquella noche, unas cosquillas estaban instaladas en mi estómago de
manera nerviosa.

¿Era por provocar a Will que sentía la tentación de ir directamente a pedir un tatuaje?

Probablemente.

–Ludovick pelea hoy otra vez. –anunció Dana tan chismosa como siempre.

Un día esa forma de ser le pasaría factura.

–Pues qué bien. –ironicé.

No me gustaba demasiado ver como ese crío estúpido, quien había terminado de ser un novato
tan solo un año antes, se creía el rey de los fondos aunque, si era objetiva, que me costaba, era
uno de los mejores. Por lo menos de entre aquellos que luchaban.
Me acerqué con el resto del grupo al ring para ver a Ludovick destrozar a dos en cuestión de
minutos.

–Lo hace bien. Eso le permite ser tan capullo. –murmuré.

–Cierto. –comentó Will a mi lado aunque no tenía ni idea de cuándo había llegado. Mis
acompañantes giraron la cabeza hacia el alfa aunque estaba segura de que no habían podido oír
su afirmación. Su boca estaba prácticamente en mi oreja profiriendo palabras en susurros. –Pero
no tiene nada que hacer contra un lobo adulto formado para la guerra. –añadió.

–¿Por qué entonces nadie le gana? –pregunté utilizando la misma voz confidente pero notando
los ojos de mis compañeros clavados en mi espalda.

–Porque los guerreros de verdad solo luchan en ciertas ocasiones en el ring. Ganar o perder les
afecta de cara al rango que tienen ahora; Nadie vería bien que este enclenque ganase a alguien
que va en primera línea de batalla contra vampiros. –explicó.

Sus ojos verdes estaban brillando con alguna clase de emoción que no supe descifrar.

–Alguien debería bajarle los humos, le dejáis crecerse. Amedranta a los de su nivel y a todo el
que esté por debajo. –murmuré enfadada.

–¿Te ha vuelto a decir algo? –preguntó agresivo, con la mandíbula repentinamente apretada.

–No. –respondí rápido.

Se calmó. O eso creí ver porque… ¿Tenía algún sentido que mi seguridad le alterase de esa
manera? No, claro que no. Mi cabeza iba por libre.

Ludovick ganó al siguiente y el público le vitoreó. Parecía el jodido alfa de la expectación que
provocaba. Mi asco iba creciendo con todo aquello y chasqueé la lengua aburrida.

Fue un pequeño sonido pero Ludovick debió notarlo porque su mirada cayó en mí como si su
lobo interior quisiera matarme. Al segundo, sus pupilas se dilataron al encontrar a Will tan cerca
de mí.

–¿Sabéis lo que estaría bien? –preguntó Ludovick gritando hacia los espectadores. –Una lucha

por representante de los novatos. Al fin y al cabo, ya llevan suficiente aquí como para poder
haberse ganado la confianza y amistad de alguien que pueda luchar en el ring con entereza. –
sugirió.

–¿Qué es una lucha por representante? –inquirió Dana acercándose a mí tras hacer una pequeña
inclinación de cabeza hacia el alfa.

Will se evaporó tan rápido como había llegado y, tras buscarlo desesperadamente, lo hallé cerca
de la otra esquina del ring, con su novia al lado y la mirada perdida en algún lugar.

–No tengo ni idea, pero los novatos somos nosotros. –respondí tragando saliva.

Quise salir de allí. Empecé a intentar andar a contracorriente pero Ludovick se apresuró a hacer
una lista de novatos a viva voz.

–Alguien que nos conozca debe subir a pelear “en nuestro nombre”. No deja de ser una forma de
intentar que lobos más adultos, tan reacios porque afecta el resultado, luchen. –explicó Vic
encogiéndose de hombro.

¿Por qué siempre le daba todo tanto igual?

–Es una estupidez. Nadie nos conoce tanto como para luchar por nosotros. –respondí resoplando.

Fue en ese preciso instante en el que me di cuenta de que, todos, tenían ya a alguien cerca del
ring dispuestos a pelear. No era que pareciesen muy felices pero ahí estaban, cumpliendo con esa
tradición ya que Ludovick los había puesto en situación y alguien tenía que hacerlo.

Tragué saliva.

¿Por qué era yo la única que no tenía a nadie que se pusiera ahí sabiendo que se lo pediría?

–Porque has estado tan ocupada centrándote solo en Will que no has conocido a nadie fuera del
grupo de novatos. Y él no luchará por ti, es el alfa. –espetó mi loba.

Parpadeé sintiendo la presión en mi pecho de pronto con la seguridad de ir a quedar como una

parias.

¿Había algo que yo pudiese hacer?

–Sira. –Un hombre lobo de ojos negros y pelo del mismo color, al que estaba segura de no haber

visto o por lo menos no haberle dirigido la palabra nunca, se acercó a mí. –Yo lucho en tu
nombre. –anunció antes de apretarme amigablemente en el hombro.

¿Quién cojones era y por qué iba a hacer tal cosa?

–¿Y tú eres? –pregunté enarcando una ceja.

–Zac. –contestó como si eso fuese una respuesta coherente dada la situación.

Busqué una explicación en la única persona que podría haberle pedido a alguien que luchase por
mí, Will, pero lo hallé murmurando algo junto a Agus, el tatuador, quien solo se encogía de
hombros.

Los combates fueron de una exigencia y nivel mucho mayor a los que había tenido ocasión de
ver en los anteriores. Se notaba que esos hombres lobo eran guerreros, experimentados y
concienzudos que no estaban dispuestos a quedar mal.

Zac fue a parar en combate con un tipo llamado Nill que se había hecho muy amigo de Jack. Le

ganó sin mucho esfuerzo y tuve que preguntarme quién era ese tipo misterioso que había
decidido meterse en ese berenjenal por mí.

–Ya podemos irnos. –dijo bajando de cuadrilátero victorioso.

–¿Juntos? –cuestioné con un hilo casi imperceptible de voz.

–No. –Sonrió solo un poco. –Cada uno a donde quiera. –rectificó.

Lo vi dirigirse a la salida y acabé por sucumbir a la tentación de seguirle.


–¿Por qué has hecho eso? No nos hemos visto antes. –Mi pregunta era clara. Necesitaba saber de
dónde había salido.

–No me envía Will, él no se dejaría ver de esa forma. –respondió con cierto tono de
desaprobación hacia el alfa.

–Pero pensabas que iba a preguntar eso… ¿Por qué? –interrogué empezando a estar molesta con
que supiera tanto de mi situación.

–Soy observador. –Se encogió de hombros.

–Eso no explica por qué has decido subir al ring. –ataqué.

–Simplemente da las gracias de no haberte quedado ahí en el medio sin nadie que subiera a
luchar por ti. –espetó de vuelta.

–Gracias. –murmuré tensa.

–Sí, aunque si te soy sincero pienso que Agus habría subido. A él Will sí le puede pedir esas
cosas sin que él le pateé el culo de vuelta. –Sus dientes estaban apretados, la tensión era palpable.

–¿Tienes algo en contra de Will? –inquirí con la curiosidad en la mano aunque sabía que no era
una pregunta válida puesto que la posición del alfa se debía respetar siempre.

–Es mi hermano menor. –soltó para dejarme totalmente fuera de lugar.

Lo vi irse y en aquella ocasión no tuve fuerzas para seguirle. Sabía que Ludovick era su hermano
y que su hermana era muy maja aunque no se había juntado demasiado conmigo, pero no tenía
conocimiento de ese hermano mayor. Debía ser difícil ser el mayor pero deberle sumisión por
rango.

Siendo así… ¿Se había metido por incordiarle?

Iba a girarme cuando la imponente figura de Will se presentó ante mí.

–¿Por qué Zac ha subido ahí por ti? –inquirió sin ningún tipo de rodeo.
–¿Y por qué no? –Mi defensa era válida.

–No os habéis visto nunca. –afirmó.

–Eso tú no lo sabes. –dije cabreada.

Él lo sabía. Que yo sentía cosas por él. Que me había desvivido en los entrenamientos. Que había
sacrificado toda mi socialización con nadie que no fuese estrictamente con mi grupo de novatos.

¿Sería algo palpable para todo el mundo que mi corazón latía por Will cuando él no dejaba ni
una sola evidencia en público de lo “preocupado” que estaba por mí en privado?

–Así que sois amigos. –dijo tensando la mandíbula de vuelta.

–No tiene nada de malo. –respondí.

Se fue sin decir nada tras encogerse de hombros y, yo, que no tenía ni idea de qué hacer, fui al
siguiente lugar donde iba a encontrar una negativa.

–Agus. –Mi llamada pareció sacarle de algún pensamiento lejano. –¿Te pidió Will que subieras a
luchar por mí? –inquirí a sabiendas de que no pensaba contestarme. No lo hizo pero su cara lo
dijo todo. –Sí, claro que sí, porque él no se expondría de esa forma. –aclaré.

–Sira, no puedo tatuarte. –aclaró haciendo una pausa. –Pero nadie me ha prohibido darte un
consejo: Aléjate. –añadió antes de sumergirse en la recogida de un diseño que otra persona había
escogido.

Todo el mundo quería que me alejase de Will pero yo parecía no poder, había un hilo invisible
que me acercaba hacia él.
CAPÍTULO 7

SIRA

A las cinco de la mañana me levanté para ir a nuestro entrenamiento conjunto. Fui hasta el
bosque; estiré; corrí un poco; y no tuve más remedio que preguntarme dónde diantres estaba. A

la hora del entrenamiento normal de novatos me cuestioné por qué me había dejado plantada y
por qué dolía jodidamente tanto.

Di golpes por doquier cuando me tocó entrenar con Axel. Tuve que reprimir las ganas de gritarle

que me debía una explicación de por qué su amigo era tan gilipollas. Cuando estábamos
acabando, me detuvo en seco.

–La rabia está bien, la obcecación te puede pasar una mala factura en un combate real. –aseguró.
Asentí poco convencida. Quería que me dejase en paz, seguir pegando. Aplacar ese dolor
extraño. Will entró al gimnasio entonces hablando con Bea tan normal. Mi pecho ardió de nuevo.
–Jack, lucha con Sira. –retó de pronto.

¿Qué?

Parpadeé para estar segura de haber escuchado correctamente. Jack dudó pero acabó por subir al
ring de entrenamiento donde yo me encontraba.

–¿Reglas? –preguntó haciendo referencia a los movimientos que quería estudiar de nosotros.

–Ninguna. Por KO. –soltó de pronto.

Eché un paso hacia atrás. Jack podía conmigo de sobra aunque mi técnica fuese buena. Su
potencial físico era impresionante y no se había quedado atrás en los entrenamientos fuera del
común. Él había buscado con buena mano a guerreros experimentados de donde sacar trucos y
habilidades.

Will me había enseñado bien pero, aún así, por KO…

–Esto… –dudó en alto.

–Vamos, seré digna contrincante. –Lo animé pese a mi reticencia.

Golpeó mi costado y le devolví un puñetazo en la nariz aprovechando la apertura. Intentó


barrerme con los pies y di un salto gracias a mi entrenamiento con Will que pareció sorprenderle.
Pateó mi estómago y machaqué su espinilla.

Protegí mi nariz de un puñetazo que la habría roto pero me costó un rodillazo de nuevo en el
lateral. Intenté que se doblase dándole en la parte de atrás de la rodilla yo a él pero funcionó solo
un poco. Desde esa posición cogió mi cintura para pasarme por encima de su cabeza y dejarme
caer duro contra el pavimento. Dolió. El sabor a hierro en mi boca me dijo que la sangre se
encontraba líquida ahí dentro. Quizá me había mordido. Me levanté poco dispuesta a dejarlo
estar y eso provocó una mirada de culpabilidad en Jack. Le pegué fuerte en el costado yo a él y le
dolió pero al siguiente movimiento me embistió como un toro dejándome sin respiración contra
la lona.

–Gana Jack por KO. –anunció Axel.

–¿Estás bien? –interrogó mirándome.

Escupí algo de sangre antes de tragar saliva. Busqué a Will con la mirada pero estaba inmerso en
la conversación con Bea, quien parecía animada.

–Perfectamente. Tienes una habilidad ejemplar. –elogié mientras intentaba que las lágrimas de la
rabia no saliesen de mis ojos.

–Ha sido un buen combate. –dijo hacia mí Axel cuando Jack se hubo distanciado.

–Sabías el resultado. –respondí cabreada.


–Sí. –contestó con sinceridad evaluándome con la mirada.

–Y aún así me metiste. –ataqué.

–No siempre podemos evitar las cosas que nos hacen daño, pero es altamente recomendable
intentarlo. –enunció.

¿Qué coño había sido eso?

Se alejó de mí para parar justo al lado de Will. Hablaron algo y se fue.

Fui hasta el río con la cabeza embotada. Todo el mundo parecía darme consejos sobre Will
encriptados.

¿Por qué era tan malditamente evidente?

–Deberías ir a la enfermería. –soltó Will apareciendo, como siempre, sin ser llamado.

Siempre tan dispuesto a irrumpir en mi vida, a meterse donde nadie la había invitado, para
hacerme sentir importante, para venderme sin piedad en cualquier situación.

–Deberías no hacer como que te importa lo que me pase, no está bien, no es necesario. –ataqué
sin poder callarme, no por más tiempo.

–Todos los miembros de la manada son responsabilidad mía. –respondió con un leve tic en la
mandíbula.

–Pues cuéntaselo a quien le importe. –espeté de vuelta.

–No puedes hablarme así. –afirmó molesto.

–Quizá no deba pero poder sí puedo, la prueba es que lo acabo de hacer. –Mi burla
probablemente no era el camino más adecuado pero era lo que sentía y, por tanto, lo que salió de
mí.

–Le he dicho a Axel que no vuelva a hacerlo. –soltó de pronto.


Le miré furibunda.

–No tienes que decirle nada. –Me acerqué hasta colocarle un dedo acusador en el pecho. –Tú no

tienes que hablar con nadie sobre mí.

–No es sobre ti, es sobre el entrenamiento idóneo para los novatos que pronto dejarán de serlo.

–No viniste esta mañana. –Callarme no parecía una opción aunque era el camino más inteligente.

–Podrías haberme avisado.

–Que yo acuda o no es irrelevante.

Sus frases eran carentes de sentido, absurdas, como todo lo que parecía salir de su estúpida pero
sensual boca. Mi dedo seguía apuntándole y él no retrocedió ni un milímetro.

–No me mires así. No me hables así. Y no te atrevas a decirme que es irrelevante porque si
quedamos en una cosa, es eso y no lo que a ti más te convenga. –grité.

Estaba cabreada, estaba perdiendo los estribos de una forma que me arrepentiría más tarde
cuando me pusiese a analizarlo, pero mi pecho ardía movido por una necesidad poco saludable
de hacer que me dijese algo, lo que fuese, para poder entender ya que le daba igual y que todo
era producto de mi imaginación. De esa forma, yo… Podría superarlo, mirar hacia otro lado.

– ¿Me vas a decir ya en qué momento Zac y tú habéis compartido una conversación? Nunca está

por aquí pero elige presentarse para luchar en tu nombre. –Su tono no era de estar alegre.

Lo que no fui capaz de descifrar es si el desdén se debía a que su hermano no le caía muy bien o
a otro motivo. Por supuesto, él no iba a decírmelo.

–Sira. –La voz de Zac era lo último que oír en aquel punto muerto de la conversación, pero ahí
estaba Zac, a nuestra izquierda, sonriéndome con amabilidad. –¿Nos vamos? –preguntó
mirándome.

Mi pulso estaba desbocado. Eso no tenía ningún sentido. Vi el enfado en la cara de Will y tuve
ganas de preguntarle a Will qué demonios creía que estaba haciendo si él y yo no nos
conocíamos de nada, pero, entonces, Alice llegó a escena para preguntarle a su querido novio, el
alfa, si se iban ya.

–Vamos. –contesté tragando saliva y procurando que mi inevitable decepción por lo que se
estaba produciendo con mi vida sentimental no se notase.

Anduve con Zac lo que me pareció una eternidad, tanto que me pregunté a dónde nos dirigíamos.
El silencio era parte de la caminata porque no quedaba ni rastro de la sonrisa que me había

regalado mientras me invitaba a irme con él.

–No me gusta demasiado la gente. –afirmó rompiendo el silencio. –Pero no significa que esté por
completo desvinculado de la vida del clan como algunos piensan. Bajo a entrenar cerca del lago.
Os he visto. –añadió con alguna clase de acusación velada en su voz. –Él no va a hacer nada de
lo que tú piensas. –explicó rompiendo un poco más, aunque seguramente sin maldad, de mi
interior. –Quizá está aburrido y le sorprende tu carácter y espontaneidad, pero de ahí a que
termine con Alice… No va a pasar. Y si llegáis a algo físico… –Se quedó callado. –No será la
primera vez, pero nunca romperán, no serás la primera en la fila. No serás su prioridad. –recitó
con un deje de lástima en su voz.

–Yo no quiero eso con él. –mentí mientras ardía mi pecho. –¿Cómo deduces todo eso de vernos
entrenar? –interrogué cabreada por no saber si era tan evidente o era una especie de brujo.

–Entiendo tu confusión, es lógica. No estás loca, te está haciendo pensar lo que no es. –respondió
tranquilo.

–¿Por qué te importa? –cuestioné ya con cierta parte de mi armadura natural rota.

–Porque a todos nos duele cuando juegan con nosotros. –respondió cabizbajo.

–¿Quién jugó contigo? –pregunté confidente aunque prácticamente no nos conocíamos.

–Esa es una larga historia de la que no hablaremos hoy, pero el caso es que… Me caes bien y a él
le revienta que esté cerca de lo que considera suyo así que… Podemos ser amigos, supongo. –

declaró.

–Quieres ser mi amigo porque quieres fastidiar a tu hermano. –No desmintió. –Bueno, supongo
que el enemigo de tu enemigo es tu amigo así que… ¿Por qué no me entrenas tú para la
iniciación? –cuestioné.

–Buena idea. –respondió con una sonrisa torcida.

La tarde fue pasando sin más pretensión consiguiendo un ambiente distendido entre nosotros.
Zac era reservado pero suficiente hablador con las cosas importantes; Se abrió un poco aunque
noté que guardaba cosas para sí. Estaba bien, yo también lo hacía.

–En una semana terminará el curso de novata. –reflexioné en alto. –¿Qué pasará entonces? –
interrogué con una angustia creciente posándose en la boca de mi estómago.

–Que no tendrá ninguna excusa válida para estar pegado a ti, pero la buscará. –declaró.

–No hablaba de tu hermano. –aseguré.

–Oh, se te asignará un puesto. Se puede cambiar con el tiempo pero, en un principio, tiene que
ver con las habilidades que se te hayan visto con potencial durante tu tiempo de novata. –explicó.

–¿Por qué tu hermano Ludovick es así? –interrogué para arrepentirme al instante. No sabía si

ellos se llevaban bien o mal.

–Es un gallito. Cree que llegará el momento en el que Will se haga más mayor y él pase a ser
alfa. No pasará. –contestó sin pensar en callárselo.

–¿Por qué no eres alfa tú? Eres el mayor, tu pelea es impresionante. ¿Tu transformación? –inquirí
siendo algo más incisiva de lo que acostumbraba.

–No es eso. Todo en mí está bien, tal y como se esperaba. Es Will quien está por encima de lo
que es normal. Su transformación es majestuosa. No creo que nadie pueda ganarle en mucho
tiempo. –respondió.

Mi loba se mantuvo callada y eso me extrañó porque aprovechaba cada maldita oportunidad para

recordarme que debía alejarme de él y mucho más de su transformación. Quizá le había pasado
lo mismo que a mí, que al relatarlo, teníamos muchas más ganas de verlo.

Qué enfermizo, lo que tenía que hacer era alejarme.

–¿Sabes qué? Quiero estar en el puesto que estés tú. No nos hemos conocido en circunstancias
normales pero tu acto de valentía y empatía me vale para saber que eres bueno. –declaré.

–Ya veremos. –accedió solo a medias.


CAPÍTULO 8

SIRA

Al día siguiente me levanté temprano para vestirme totalmente de deporte y salir a entrenar pero
cogí la dirección contraria al lago, directamente al punto en el que me había despedido de Zac el

día anterior.

Entrenamos y me llevé más de un golpe por despistarme. Era como si mirase cada dos por tres
hacia atrás esperando ver a Will, que se enfadase conmigo por dejarle plantado. Cada una de esas

miradas hacia atrás me había costado un buen golpe de parte de Zac. Acabé por llegar a la
conclusión de que Will tampoco había acudido a entrenar y por eso no se había dado cuenta de
mi ausencia. En cuanto lo tuve claro, empecé a ser más precisa en mis golpes. Estuve más
concentrada en mi entrenamiento; Me sentí mejor conmigo misma.

–Ya va a empezar el entrenamiento de novatos, debería irme. –dije con una sonrisa.

Esto mismo se repitió durante una semana más, seis días interminables en los que no me había
cruzado con Will ni una sola vez. Ludovick no me había molestado las pocas veces que nos
habíamos visto y, sencillamente, era como si nadie me prestase atención.

–Hoy es el día. –recordó Dana bien ilusionada con haber terminado el curso de novato.

–¿Qué pasa si finalmente no hay lobos en nuestro interior? –preguntó Vic riéndose.

Era tan feliz que dudaba que eso le afectase. Tener el gen y desarrollarlo eran cosas distintas pero
ambos se quedaban dentro del clan. Había muchas personas que vivían junto a lobos o lobas con
transformación capaces de dar descendencia con el gen. Además de existir múltiples guerreros,
como nos habían recalcado, que eran letales pese a no tener forma lobuna.
–Tú no tienes que preocuparte por eso. –saltó mi loba, a la que por suerte ellos no podía oír.

Yo estaba segura de tenerla aunque no estaba convencida de cómo iba a transformarme en ella.

Si era sincera conmigo misma, no había prestado demasiada atención a las clases teóricas sobre
el tema. Pero en mi defensa, todas se centraban en buscar a ese lobo o loba por si existía, y la mía
claramente existía; También tenía ideas propias y era una voz bastante irritante, molesta y
sabionda.

–Lo tengo, lo sé. –contestó Jack, quien para estar tan seguro estaba temblando.

Nos dirigimos al foso. Era domingo por la noche y la gente se agolpaba como nunca alrededor
del ring. Había algunos combates previos, en los que por supuesto participaba Ludovick, como
entretenimiento previo al momento de las transformaciones.

–¿Estás lista? –Zac apareció detrás de mí colocando su mano en mi hombro.

Habíamos llegado a un grado de amistad alto en muy poco tiempo. Probablemente porque no
existía atracción entre nosotros; Porque todos necesitábamos a alguien; O porque estábamos
suficiente desconectados de todo el resto como para tener que ser a fuerza compatibles.

–Sí. –contesté solo con un hilo de voz.

–Ojos que te ven. –La voz de Ludovick de repente a nuestro lado fue bastante desagradable. –
Míranos, los cuatro hermanos juntos. –añadió llamando por completo mi atención.

Al girarme vi a Will junto a su hermana mirándonos de forma extraña a Zac y a mí.

–Hola. –saludó de forma tensa Zac.

–¿Qué te ha hecho salir de la caverna? –cuestionó de lo más burlón Ludovick.

No lo aguantaba y no había excusa alguna que me pudiese valer con su comportamiento.

–La iniciación de los novatos es importante. –contestó Zac intentando restarle importancia
encogiéndose de hombros.
–Pues es la primera vez en mucho tiempo que te veo asistir a una. –atacó Will.

–Ya ves, esta es diferente. –contestó más tenso Zac.

–Bueno, por lo que sea que haya salido está bien. ¿Verdad Will? Además, Sira se merece todo el
apoyo que alguien pueda darle de manera sincera. –dijo su hermana con algo de retintín.

–Supongo, no la conozco para hacer tal afirmación. –soltó Will antes de irse.

¡Maldito hijo de su madre!

Me mordí la lengua por no liarla, porque aquello era para liarla.

¿De qué iba? ¿Y todas las horas que habíamos compartido? No servían de nada, de todas formas,
nadie era consciente de ellas.

¿Había sido un mal sueño?

¿Con cuántas habría hecho lo mismo?

La iniciación se sucedió quedando yo de las últimas. Algunos encontraban y se transformaban


por primera vez en su lobo, otros no. Los que no lo conseguían, tenían un tinte de decepción en
su voz.

Cuando me tocó, estaba algo nerviosa. Mi loba no respondía a mis intentos de tener conversación
y me daba miedo que no reaccionase. ¿Por qué estaba así? ¿A qué se debía el silencio?

–Él no sacará a su lobo mientras tú estés fuera. –aseguré en un murmullo hacia ella.

Tenía la manía, que no la obligación, de hablarle en alto. Me daba cosa pensar y que ella lo
supiese sin más.

–No estás segura. –replicó dando voz después de mucho tiempo.

– ¿Y qué quieres que haga? –pregunté en alto.

– ¿Con qué? –Jack me miró respondiendo aunque no estaba hablando con ninguno de mis
compañeros.

–¿Y si te inventas algo? –cuestionó preocupada.

–Cállate. –espeté.

–Pero si no he dicho nada. –Volvió a contestar Jack. –Sira, se ve que estás nerviosa. –añadió
riéndose.

Lo estaba.

Me llegó el momento por lo que me subí al ring. Pude sentir la mirada de absolutamente todos
sobre mí. Me concentré en buscar a mi loba, que parecía reacia a salir, hasta que tiré de ella hacia
fuera.

Noté como todo mi ser comenzaba a cambiar hasta que la loba color canela, que siempre había
sentido, salió poderosa. Era yo la que estaba en “su” cabeza entonces. Oí la ovación de la gente y
yo misma comprobé que mi tamaño era superior a la media. Genial, yo intentando pasar
inadvertida.

De repente, un olor extraño llegó hasta mí, el olor de la muerte acechando en nuestra puerta.

¡Vampiros!

Mi primera reacción fue aullar para avisar a los que aún no se hubieran dado cuenta; La segunda,
no tan coherente, volver a mi forma humana.

¿Por qué volver a mi forma humana justo ante la mayor amenaza a la que podía exponerme?

Porque no podía permitir que mi loba se cruzase con el de Will. Lo había pedido alto y claro.

–¿Se puede saber qué estás haciendo? –Zac llegó siendo un lobo negro.

Se me hizo raro notar a alguien en mi cabeza. Nunca habían utilizado esa posibilidad de
conversación conmigo.
–Sal de su cabeza. –exigió Will metiéndose en la conversación de los dos. –Y conviértete en loba
de nuevo. –ordenó antes de salir disparado para atacar a los vampiros.

Todo el mundo que podía se transformó y aquella amenaza se neutralizó tan rápido como había
comenzado. En cuanto alguien dijo que no quedaba ningún vampiro, salí de allí sin rumbo fijo.

–¿Se puede saber por qué siempre tienes que cabrearme de esta forma? –preguntó en un tono
nada conciliador Will llegando hasta mí como humano.

–¿Y qué se supone que he hecho yo ahora? Vamos, Will, olvídame. –espeté siguiendo con mi
camino.

–Que no puedes hablarme así. –recordó cogiéndome del antebrazo para pararme.

Nuestras narices se rozaron. La mirada entre nosotros era tensa. Su mandíbula parecía marcada
con cincel. No me soltó.

–¿Qué quieres? –cuestioné fastidiada chasqueando la lengua.

–¿Por qué ves un buen momento para volver a tu forma humana cuando estamos rodeados de
vampiros? ¡Podrías haber muerto! –chilló.

–Aunque así hubiera sido. Suéltame. –ordené zafándome.

–¿Estás bien Sira? –preguntó Zac apareciendo entre los arbustos.

–¿Por qué siempre tienes que meterte dónde no te llaman? –cuestionó Will de mal humor. –¿Qué
pasa con ella? ¿Con su cabeza? ¿También le has dicho tú la estupidez sobre que no se
transforme? –inquirió en el mismo tono agresivo.

–Yo no le diría tal cosa, por eso he venido a ver si está bien. –contestó aparentemente calmado. –
Lo que no sé es por qué te pones así, ella no es nada tuyo. –recalcó.

Will gruñó de tal forma que me asusté un poco y me eché para atrás.

–Vete Zac. –ordenó conteniéndose.


–¿Y si no quiero? –preguntó dando un paso para adelante.

–¿Me estás retando? –inquirió con su pecho subiendo y bajando. –Transfórmate. –ordenó en un

grito.

–Will. –Le llamé viendo como su nariz se dilataba mientras su pecho se hinchaba más. No me
hizo caso. –Will. –repetí.

Me acerqué y coloqué mi mano en su pecho para llamar su atención. Clavó sus ojos en los míos
y, por un segundo, aunque no era lo que buscaba, no existía nada más.

–¿Sira? –cuestionó Zac, quien se oía muy lejano.

–Vete tranquilo. –contesté sin dejar de fijarme en los dos tréboles que eran los ojos de Will.
Empecé a hacer círculos con mi mano sobre su pecho instintivamente, intentando que se fuese
cualquier cosa que le pudiese hacer sentir mal. –¿Estás mejor? –inquirí respirando hondo.

–¿Te importa? –preguntó. No respondí mientras me mordía el labio. –¿Te importo? –cuestionó.

–¿Por qué siempre quieres ser el centro de atención? –cuestioné separándome. –No te importa
nada que no sea algo de ti. De hecho, todo lo que pasa contigo es que no quieres que tu hermano
tenga más atención de alguien, de cualquiera, incluso de mí, que tú. –bufé.

–¿Qué pasa con él? ¿Hay algo entre vosotros? –cuestionó.

–¿Qué te importa? Repito. –Negué lentamente con la cabeza. –Egocéntrico, egoísta… –murmuré.

Quise irme pero me agarró del brazo para juntarnos más. Mi mano volvió a quedar apoyada en su
pecho, donde minutos antes la había apoyado intencionalmente. Su boca inundó la mía y,
cualquier resquicio de cordura que tuviese, se evaporó.

Mi corazón iba a mil por hora y, aunque lo más coherente habría sido apartarme y propinarle una
bofetada, solo quise seguir saboreando sus labios mientras los míos se hinchaban ante la lucha
feroz apasionada que estábamos llevando a cabo.
Lo malo era que, al parar, uno de los dos iba a salir perdiendo, y esa iba a ser yo…

–Sira… –murmuró al abandonar mis labios.

–No sé qué esperas que diga. –dije sintiendo una lágrima rebelde deslizarse por mi mejilla. –Tú
no sientes nada por nadie que no seas tú mismo. –ataqué sin verdadera fuerza. –Tienes a Alice, y
a todas. –recalqué.

Él dio un paso hacia atrás como si mis palabras hubieran tenido alguna clase de efecto. Parpadeó
y luego quiso marcharse. Le toqué el hombro rápida.

–Tengo responsabilidades; Me he abierto contigo más que con otras personas; No valoras nada. –
atacó cabreado.

–¿Tú eres el que está cabreado conmigo? –inquirí molesta. –Porque no aguantas que nadie te
diga lo que haces mal, solo piensas en ti. –añadí sin saber muy bien a dónde pretendía llegar con
aquella recriminación.

–¿Y qué creías que iba a pasar? ¿Qué iba a desmoronar la vida que construí antes de tu llegada?
Yo soy el alfa, todo el mundo esperaba cierta estabilidad de mí. La he tenido y me he mantenido
alejado de cualquier escándalo. Pero ahora… –Se quedó con la frase en el aire.

–¿Ahora qué? –pregunté con el corazón en un puño.

–Ya no sé si puedo renunciar a ti. –susurró antes de volver a inundar mi boca con la suya.

Su lengua apasionada. La anchura de sus hombros bajo mis manos cuando coloqué mis muñecas
ahí para atraerlo más a mí. Si no estaba bien, no era yo la que me iba a quitar de ahí. Nuestros
cuerpos quedaron pegados de una forma extraordinaria, como dos piezas que encajaban a la
perfección por ser del lugar correcto del puzle.

Sus manos aterrizaron en mis caderas consiguiendo que soltase un pequeño jadeo. Entreabrí los
labios mientras él dirigió su boca hasta mi cuello para trazar expertos círculos.
–Exactamente… ¿Dónde está el punto de alejarse? –cuestionó mi loba.

Reaccioné justo a tiempo, en el momento exacto para evitar un error irreparable.

–No vuelvas a hacer eso, Will. –ordené bajito pero contundente.

–¿Por qué no podrías parar? –interrogó cogiéndome con una mano para volver a acercarme a él y
a su fragancia cálida. –Vamos, Sira, deja que esto pase. –pidió mordiendo con suavidad el lóbulo

de mi oreja.

–¿Y después? –pregunté con voz ahogada.

–No pienses en eso ahora. –respondió.

El estúpido de mi corazón revoloteó antes de entregarme por completo.

CAPÍTULO 9

SIRA

Desperté sola en una gran cama mientras imágenes de la noche desenfrenada de pasión pasaban
por mi mente. No me arrepentía por completo ya que el ligero dolor en los labios junto a otros

pequeños rastros de lo compartido me hicieron sonreír levemente.

La sonrisa se esfumó rápido al darme cuenta de lo que significaba haber amanecido sola. Will
había decidido marcharse después de haber tenido un momento íntimo porque no pensaba que
eso fuese a cambiar nada en nuestra dinámica.

Me vestí con la misma ropa que había utilizado el día anterior para ir corriendo hasta mi
habitación. No me crucé a nadie por suerte para mi propia dignidad. O eso creí porque, cuando
salí duchada y cambiada, Jack me estaba esperando con una sonrisa torcida que denotaba que se
sentía incómodo.

¿Qué había visto exactamente? ¿O qué deducía de la situación?

–Necesito tu ayuda. –dijo metiéndose conmigo a mi cuarto de pronto.

Vaya, eso no era lo que había esperado.

–¿Qué te pasa Jack? –interrogué procurando recomponerme.

–Me he metido en un follón y no sé cómo salir. Sé que no tiene nada que ver contigo pero…

Siempre sabes qué hacer o qué decir. –explicó.

–¿Qué follón? –interrogué suspirando.

–Un combate doble, contra Ludovick y Bea. –respondió volviendo a torcer la sonrisa.

–Oh, sí, participaré contigo. –acepté de inmediato sin ningún sentido.

–Yo… Bueno… Eso es una sorpresa porque… Venía a que me ayudases a no tener que hacerlo,
pero si tú estás tan convencida… Yo también. –soltó repentinamente contento.

–¿Cuándo? –inquirí.

–En media hora. –señaló.

Genial. No salía de una y estaba en otra.

A lo mejor no me venía mal del todo ponerme a pelear porque así no tenía que pensar en qué
estaría haciendo Will o cómo enfrentarlo si llegaba a cruzármelo.

Mis nervios estaban tocados cuando seguí a Jack hasta un lugar apartado mucho más allá del río.

–Así que Sira es tu gran aliada para un combate doble… –dijo burlón Ludovick.

–Lo que no sé es cómo una instructora como tú, Bea, se presta a esto. –ataqué verbalmente.

–No te veo tan disgustada. De hecho, estás aquí para pelear contra mí. –respondió feliz.
Esa quería darme otra paliza.

–Si por un momento piensas que haberte conseguido acostar con él fue un logro, guárdatelo

porque debería darte vergüenza. –atacó mi loba desde mi cabeza.

El combate empezó de una forma igualada. Jack se pegaba por la izquierda con Ludovick
mientras que eran golpes suaves de inicio lo que Bea y yo intercambiábamos.

–Ten cuidado, en los combates dobles se puede pegar a cualquiera de los participantes. –advirtió
Jack.

Nada más decirlo, una patada salió desde Ludovick hacia mi costado consiguiendo que rodase
como una croqueta. Me puse en pie para esquivar un puñetazo de Bea. Jack propinó un golpe
contundente hacia Bea que cayó casi quedando fuera de juego por unos instantes. Ludovick
entonces se paró frente a mí para pegarme firme en la nariz consiguiendo que sangrase

–¿Se puede saber qué estáis haciendo? –preguntó con voz fiera Will apareciendo de la nada. –
Todos quietos. –añadió.

Me giré para encontrarme a mi peor pesadilla frente a mí. Will estaba junto a Alice mirando la
escena con evidente enfado.

¿Había follado conmigo para irse a dormir con ella?

Claro que sí.

Tenía ganas de llorar, pero no lo hice. En lugar de eso, me giré para propinarle una patada en la
mandíbula a Ludovick que rugió como si fuese un animal. Bea se levantó en ese instante para
devolverme una patada en el estómago que hizo que me doblase. Me incorporé dispuesta a
seguir. Quería llegar hasta el final aunque no estaba segura del final de qué.

Will rugió interponiéndose ante los dos bandos. Clavó su mirada en mí con profundidad.

–Basta Sira. –ordenó bajito, amenazador, con tanto escondido.


¿Era un buen momento para explicarle a su novia lo que había ocurrido?

–La culpa es tuya, sabías que ella existía. –criticó mi loba.

–¿Y si no quiero? –pregunté consiguiendo que todos los observadores, incluyendo a Alice, se
quedasen boquiabiertos.

Yo no podía hablarle así al alfa, nadie podía.

–Serás degradada si decides no acatar mis órdenes. –señaló.

–No sé cómo se atreve. –murmuró Alice desde su posición bajito pero no por ello no
identificable.

–Pues degrádame, mándame al trabajo más duro y más solitario, me lo he ganado. –reté.

–Sira. –rogó Jack.

–Mándala con Zac, así aprenderá. Solo es falta de algo de disciplina. –sugirió Alice aparentando
dulzura.

Yo vi el odio en su mirada pero nadie podía culparla. Yo también la odiaba a ella y ninguna tenía
la culpa; Will no había sabido gestionar las cosas, no tenía responsabilidad emocional.

–La reeducaré. –dijo Zac saliendo de alguna parte.

Will asintió sin verdadera emoción y se fue haciendo una señal con la cabeza para que su novia
le siguiese.

El lío se disipó pero pude ver con claridad la sonrisita de Ludovick y Bea, quienes al final,
debido a mi propia rebeldía, no habían recibido ninguna consecuencia.

–¿A dónde vamos? ¿De dónde sales? –pregunté con cierta desesperación en el tono de voz.

–A poner en orden tus ideas. –recalcó molesto. –Salgo de ninguna parte. Por suerte para ti, Vic
me dijo la idiotez del combate doble. –Hizo una pausa. –Acostarte con él no ha sido un buen
plan. –Casi me caigo de la impresión. ¿Cómo iba a saber que había sucedido eso? –No la dejará.
Te has metido en la boca del lobo. –concluyó.

El trabajo de Zac resultó ser agotador. Vigilaba toda la zona límite del territorio para avisar o
neutralizar las amenazas, según número o gravedad.

–No sé cómo alejarme de él. –confesé. Se me hizo un nudo en la garganta. –Lo intento y
racionalmente sé que es lo mejor pero, cuando estoy con él, mi cuerpo reacciona de manera
involuntaria. –murmuré.

–Aprenderás a ignorarlo. –aseguró.

–¿Dejará de doler? –pregunté con confianza.

–Con el tiempo. –respondió con pesar.

Una semana. Eso es todo lo que aguanté lejos de Will y no solo porque deseaba verlo sino
porque se presentó en la puerta de Zac, lugar en el que yo me quedaba desde nuestro
enfrentamiento.

–¿Podemos hablar? –preguntó mirándome ante el atento escudriño de su hermano.

Zac y yo habíamos afianzado nuestra pronta pero fructífera amistad. Éramos dos incomprendidos
con el corazón roto, aunque no había conseguido averiguar quién le había partido el corazón a él.

Precisamente por eso, además de la riña personal con su hermano, miraba con desconfianza la
situación.

–¿Es una orden de alfa? –cuestioné intentando no perder la calma.

Hizo una inclinación de cabeza como única respuesta por lo que le seguí unos pasos por detrás.

–¿Has recapacitado? –interrogó de pronto.

Calculé que habló cuando estuvo seguro de que su hermano no nos escuchaba.
–No tenía nada por lo que recapacitar. –contesté incapaz de ignorar el fuego que se instalaba en
mí cada vez que pensaba en cómo se habían dado los acontecimientos.

–No puedes hablarme así y pretender que las cosas vayan bien Sira. Hay reglas dentro de la
manada. –respondió frustrado.

–¿Reglas que omitiste cuando nos acostamos? Ah, no, estar permitido lo está… ¿Pero hay algo
de ética en ti? ¿Cómo puedes venir a pedirme explicaciones si tú sabes perfectamente lo que
pasó? –recriminé.

–Nada tiene que ver eso con la pelea con mi otro hermano y Bea. –atajó sensiblemente
contrariado por la conversación.

–¿Y con qué tiene que ver? –interrogué al borde de las lágrimas.

Daba igual lo mucho que hubiera pensado en haberlo superado. Ahí estaba, frente a mí,
consiguiendo que mi corazón estuviese en un puño. Que anhelase algo que nunca fue mío.

–Es complicado. –respondió bufando de nuevo.

–Es sencillo. Eres cómodo. Te escudas en lo que siempre todo el mundo vio bien para ti, para el
alfa, para la imagen del clan. Y te diría que te olvidas de los sentimientos pero para eso tendrías
que tenerlos y, tú, por mí, no sientes absolutamente nada que no sea un divertimento pasajero;
Tiene que ser aburrido pasar la existencia pegado a una persona que ni siquiera quieres, pero
claro, ocupar su lugar solo sería esperar a que también te aburrieras de mí. –Respiré hondo. –¿Y
sabes lo peor? –Apreté los dientes mientras alguna lágrima rebelde decidía salir. –Que hubiera
hecho cualquier cosa por hacerlo, aún así.

Al callarme de golpe se produjo una sensación extraña: El grito del silencio. Era tan fuerte que
cada ruido se aumentaba a nuestro alrededor. Yo no podía ni quería decir nada más y él solo me
miraba con una expresión indescifrable, como siempre.

Dio un paso hacia mí. Quise alejarme, o mi mente lo quiso porque mis pies quedaron anclados.
Sabía que iba a besarme y, aún sabiendo que dolería después, no me alejé.

Su boca inundó la mía con ferocidad mientras mis manos volaban hacia su nuca. Conocía mi

cuerpo de una forma imposible y la sensación de ser el uno para el otro iba in crescendo.

–Sira, yo… No creo en las relaciones que ocupan el lugar de unas que ya existían. Yo siempre he
estado en contra de los que han hecho esto. Pero… Tú… Has tenido que llegar tú a cambiarlo
absolutamente todo, a moverme el suelo que tan firme había construido. ¿Crees que no tengo
sentimientos? Si no los tuviera, no estaría aquí. Era todo mucho más fácil cuando no existías para

mí, cuando no pensaba en ti a cada milésima de segundo, cuando no tenía que decidir si tirar por
tierra cada cosa que he hecho para ser la imagen de la estabilidad pensando que, además, era lo
que iba a hacerme feliz a mí y a las personas que siempre me han rodeado. Tú eres la pieza de un
puzle que siempre creí completo y que estaba mirando del revés. –soltó dejándome muda.

–Y ahora me pedirás tiempo. No voy a ser la otra. –dije contundente por fuera aunque no tan
convencida por dentro.

–Nunca has sido la otra. –respondió enfadado cuadrando más la mandíbula.

–No quiero que la cambies por mí, quiero saber que soy yo o nadie. –murmuré casi con miedo a
que me oyese y decidiese alejarse de mí.

No dijo nada, solo se marchó.

Mi corazón se hizo pedazos sin saber muy bien qué pretendía que hubiera respondido a eso.

Pasaron tres interminables días en los que Zac y yo apenas hablamos pero no tenía nada que
decir. Él miraba la tristeza en mis ojos mientras yo procuraba evitar la rabia de los suyos.

Aquella mañana, volvió de hacer el parte de riesgos de la zona con una expresión diferente, de
perplejidad.
–Sabes que no estoy de acuerdo con él en muchas cosas. –comenzó a decir abordándome. Él solo
podía ser una persona. Will. –Pero lo que ha hecho me ha sorprendido suficiente como para
traerte la noticia. –añadió. Levanté los ojos del libro que estaba leyendo. –Ha dejado a Alice. –
soltó consiguiendo que se me cayese el tomo al suelo.

Mi corazón dio un salto mortal mientras mi cabeza gritaba cordura.

–Sira. –dijo mi loba que había estado callada, pensativa, durante mucho tiempo. –Eso solo
significa que ahora no está con ella. Sabe que volverás a él y nada te garantiza que no sea un

engaño. –añadió.

–No me importa. –contesté consiguiendo que Zac se quedase mudo.

Mi loba tenía razón y, por una vez, iba a hacerle caso.

CAPÍTULO 10

SIRA
1 AÑO DESPUÉS…

Había pasado tanto tiempo desde la última vez que había visto a Will que me encontraba
nerviosa. Después de dejar a Alice, había decidido que era buena idea no acercarme a él para
comprobar si se trataba de una decisión en caliente o una verdadera declaración de intenciones.
Pero, con el tiempo, al ver que no volvía a la puerta de Zac para buscarme, tuve que preguntarme
si tan solo no se habría dado cuenta de lo mala idea que era seguir con alguien que no quería; Sin
que eso significase que sintiese algo por mí.

–Si me aprietas más el brazo, me romperás. –dijo quejicoso Zac.

Iba apoyada en él porque seguía sopesando si era buena idea ir al foso a ver las peleas del ring.
Tenía la teoría de que él se había vuelto celestino queriendo que se produjese el encuentro para
ver qué pasaba.

–Que volverá a hacerte daño. –acuñó mi loba.

–Has venido. –La voz de Will era inconfundible. –No lo esperaba. –añadió.

Zac se perdió entre la multitud dejándome sin apoyo.

–Sí, de vez en cuándo no está mal hacerlo. –dije sin saber bien qué decir.

–Voy a ver a Ana. –soltó Zac quitándose repentinamente del medio.

Tragué saliva.

Era difícil darme cuenta de que, por mucho tiempo que hubiera pasado, mi corazón seguía
aleteando al verlo de una forma ridícula y extravagante.

¿Sería capaz él de oír mis latidos?

Esperaba que no. Solo de pensarlo el rubor tiñó mis mejillas de rosa y él me respondió con una
sonrisa ladeada.

–¿Y te gusta tu trabajo en la zona límite? –cuestionó, tras carraspear, Will.

–Está bien. Zac y yo nos organizamos bien; Hemos llegado a entendernos. –respondí

encogiéndome de hombros.

–¿De una forma amistosa? –cuestionó tensando la mandíbula.

–Puede ser mi mejor amigo, pero no podría llegar a ser nada más. –contesté sin saber bien por
qué me salía tan natural darle explicaciones. –¿Y tú? ¿Has estado… Cómodo? –La pregunta era
bien estúpida pero tenía tan atragantadas las palabras que no sabía bien qué decir.

–Si ves su forma lobuna no podrás volver a separarte de él, te ame o no. –interrumpió mi loba,
la cual salía cuando le daba la real gana.
–¿Podemos hablar fuera? –cuestionó tocando de forma delicada la parte interior de mi muñeca.

Sabía que había personas mirándonos pero no me importaba lo que pensasen de mí. Solo

discernir lo que pensaba Will.

Nos adentramos en el bosque, donde la hojarasca era marrón debido al otoño. El crujir de las
hojas bajo nuestros pies era el único sonido reconocible; Eso y algunos de los suspiros que salían
de mí de forma involuntaria.

–Will yo… Tengo miedo. –Lo solté de golpe.

No era algo que hubiese planeado decirle, y menos después de la “desintoxicación” que había
hecho durante ese año, pero era una realidad y esconderla solo podía traer más dolor.

–¿De mí? –interrogó serio, clavando n mí sus ojos verdes, consiguiendo que fuésemos una
escena apartada de todo lo que rodeaba la existencia en sí misma.

–De lo que somos. –Hice una pausa. –Sé que si mi loba te ve como lobo no podrá olvidarse de ti
ni en cien años. Y lo sé porque lo supe el primer día que te vi, solo por tu rastro, y no hablo de
cuando viniste a por mí. –expliqué.

Se acercó a mí y cogió mi mano.

–Mírame, Sira. Yo también sé lo que somos, siempre lo he sabido aunque me negase a verlo. –

contestó. No era eso lo que necesitaba oír porque si él sintiera que yo era su alma gemela, lo
hubiese sabido la primera vez también. –Quiero enseñarte algo. –añadió haciendo que le
siguiese.

Llegamos a la cabaña donde habíamos tenido intimidad una sola vez. Al cruzar el umbral los
recuerdos se agolparon de una forma nítida en mi mente, como si nunca hubiéramos salido de
allí. El dolor y el anhelo se intensificaron. Lo necesitaba. A él, conmigo.

–¿Qué hacemos aquí? –interrogué. Will se paseó por la estancia, en la que parecía haber pasado
mucho tiempo solo, y me acercó una chaqueta. La miré sin entender qué quería que viese cuando
recordé que había sido mía en algún momento. ¿Cómo la había conseguido? ¿Qué tenía que ver

eso con nada?

–La llevaba puesta el día que la conocí, la compró en un mercadillo de segunda mano. No lo
supe entonces. –respondió consiguiendo que yo abriese mucho los ojos. –Cuando la vi en su
forma lobuna, supe que no era ella, pero la había conocido y cogido cariño. Tampoco creí jamás
que encontraría ese rastro pero sin que pudiese desaparecer de mi cabeza. Es buena y servía tanto
para hacer mi vida más fácil como para la manada. Ella renunció a otras cosas por ocupar el
lugar al lado mía, como futura mujer del alfa. –Respiró hondo. –No era justo, cuando te encontré,
tirar todo eso por tierra. ¿Y si me volvía a equivocar? –Paró en seco. –Pero sé que no, sé que
cuando te vea estaremos atados por la eternidad; ¿Y sabes por qué? Porque ya lo estoy. Estoy
atado a tu pensamiento y a tu esencia aun sabiendo que estás lejos. Es como si un hilo invisible
me atravesara el corazón para saber exactamente qué haces, qué sientes, qué necesitas. Y no
puedo más que despertarme agradecido de haberte encontrado y de que estés bien incluso si no
fuese conmigo. Mi amor por ti es tan grande, que si no es contigo, no será con nadie. Nunca. –

declaró.

Las lágrimas se agolparon en mi rostro sin pretenderlo justo antes de ser incontrolable el
transformarme. Mi loba tiraba de mí hacia fuera como si necesitara de verdad comprobar ese
hecho que había estado evitando desde el día que conocí a Will por primera vez.

Will rugió y se hizo lobo.

Abrí los ojos para perderme en los suyos. Hubo una conexión inexplicable en la que cualquier
duda que hubiera podido tener se disipó. Y agradecí tanto a la luna en ese momento ser una
mujer lobo… Porque entendí que el amor de las almas gemelas no era algo que se pudiera fingir:
Era palpable, real y único.

También podría gustarte