AURORA Cesare Pavese
AURORA Cesare Pavese
AURORA Cesare Pavese
Tal como puede advertirse, el matiz diferencial entre ambas acepciones marca una
diferencia importante. En el primer caso se trata de estar "fuera de" aquel espacio que
las circunstancias, o el destino si se quiere, le han asignado a un ser humano como el
ámbito en el cual habrán de activarse, por lo menos, sus primeras vivencias; espacio
del cual se encuentra disociado, sea por voluntad propia, sea por factores más o menos
determinantes que se lo han exigido, de manera directa o indirecta. En el segundo
caso, "exilio" es sinónimo de "destierro", o sea una pena impuesta por el poder
político o civil, en función de la que le está negado al depositario de ese castigo vivir
en su propia tierra, por un lapso transitorio o definitivo. J. L. Abellán llega a sostener
que el exilio es siempre sinónimo de un alejamiento voluntario, en tanto que
el destierro responde a la imposición del poder político(2).
No obstante esa distinción, a lo largo de este trabajo utilizaré de modo indistinto los
dos conceptos, en razón de que, como podrá advertir el lector, aquí interesa
fundamentalmente el análisis del sentimiento de desarraigo que el exilio supone, antes
que los factores que puedan haberlo motivado. A fin de cuentas, la pérdida o la
transmutación de las coordenadas espacio-temporales afectan a la persona aun cuando
resulte de un proceso de libre elección(3).
Esa experiencia del desarraigo a la que acabo de hacer mención, deviene de una serie
de pérdidas que se sufren en el exilio(4):
Hay otra idea acerca del exilio que resulta fundamental apuntar aquí. Porque si es
cierto que Pavese sufrió la experiencia del destierro y ella se ve reflejada en algunas
de sus obras, conforme me propongo demostrar a lo largo de este opúsculo el
sentimiento de "desarraigo" en la narrativa y la poesía del escritor piamontés
trasciende el concepto de "exilio" tal como ha sido planteado hasta aquí. Se trata de la
idea del exilio como categoría antropológica, de esa imagen que "desde el
Romanticismo presenta al hombre como desgajado de la verdadera vida, separado del
mundo, exiliado sobre la tierra".(8)
Resulta conveniente sintetizar aquí estas ideas de Pavese por distintas razones:
El concepto de mito que sostiene Cesare Pavese se desarrolla a partir de una sólida
formación intelectual en este campo, alimentada por las lecturas de James Frazer,
Lévy-Bruhl, Thomas Mann, Sigmund Freud, Carl Jung, Mircea Eliade, Paula
Philippson y Karl Kerényi, entre otros(9). Pero el estudioso a quien mayor atención le
presta Pavese, al menos en esta materia, es Vico. Tanto es así, que Pavese considera a
Vico como el precursor en las investigaciones relacionadas con el mito, y
fundamentalmente lo respeta porque entiende que ha sido el primero en vincular el
mito con la necesidad del hombre de nombrar las cosas, o sea de fijarles un
ordenamiento(10). De esta manera, su idea acerca del mito está en estrecha relación con
la palabra: el nombre que sirve para superar el "caos" originario y, al mismo tiempo, el
valor mágico de la palabra en función de su poder evocativo, de la posibilidad de
"revivir elementos esenciales de la realidad nombrándola"(11).
En su ensayo Del mito, del simbolo e d’altro, Cesare Pavese define el mito como "una
norma, lo schema d’un fatto avvenuto una volta per tutte, e trae il suo valore da questa
unicità assoluta che lo solleva fuori del tempo e lo consacra rivelazione"(12). El mito
consiste entonces en una revelación de carácter personal, la manifestación de lo
irracional y lo inconsciente primigenio en la historia de cada individuo. Se trata de una
revelación que adviene en la infancia, de manera análoga a la forma en que, para cada
cultura, sus mitos particulares se originan en los estadios primitivos de la
civilización(13).
De igual manera, puede trazarse un paralelo entre las ideas de Pavese sobre el mito y
la concepción del "tiempo sagrado" y del "espacio sagrado", de los cuales habla
Eliade(17). Así, para este último, el tiempo sagrado "se nos presenta como
un continuum interrumpido sólo en apariencia por los intervalos profanos"(18), de
modo tal que "...todos los rituales tienen la propiedad de ocurrir ahora, en este
instante. El tiempo que vio el acontecimiento que se conmemora o se repite con el
ritual en cuestión es hecho presente, ‘re-presentado’..."(19). Mientras que Pavese define
"l’agire mitico" como "fare una cosa una volta per tutte, che perciò si riempie di
significati e sempre se ne andrà riempiendo, in grazia appunto alla sua fissità non piú
realistica"(20). Y si Eliade señala que "...la noción de espacio sagrado implica la idea de
la repetición de la hierofanía primordial que consagró aquel espacio transfigurándolo,
singularizándolo; en una palabra, aislándolo del espacio profano circundante"(21),
Pavese escribe en el ensayo antes citado que una de las características "della fiaba
mitica, é la consacrazione dei luoghi unici, legati a un fatto a una gesta a un evento. A
un luogo, tra tutti, si dà un significato assoluto, isolandolo nel mondo"(22).
No obstante estas similitudes, mientras Eliade insiste en el valor religioso del mito y
en su funcionalidad como norma de conducta social, a Pavese le interesa más la
relación del mito con el símbolo. Para el escritor italiano "Un mito è sempre
simbolico; per questo ha mai un significato univoco, allegorico, ma vive di una vita
incapsulata che, a seconda del terreno e dell'umore che l'avvolge, può esplodere nelle
piú diverse e molteplici fiorituri."(23)
Por otra parte, ese valor simbólico del mito al que se refiere Pavese, se vincula
fundamentalmente con los mitos personales, dado que "los reconoce diversos para
cada individuo, reveladores de su ser auténtico"(24). Para este escritor, la empresa
primordial en la que se ve comprometido el hombre –no sólo el poeta– es la de ir
desvelando esos núcleos de sentido, en sacar a la luz esos múltiples significados que
están ocultos en nuestro inconsciente. Se trata de un proceso complejo y siempre
inacabado, pues esos símbolos se "fugan" y de esta manera ocultan la parte más rica
de cada uno. Ese proceso de aprendizaje encierra el valor mismo de la vida de la
persona, en la medida en que "questi simboli del nostro essere sono altro dall’"ideale
di vita", che qualcuno potrebbe scorgervi"(25), son los símbolos que podemos
reconocer por "...lo sforzo conoscitivo che c’impongono, la tensione delusa e sempre
vivace di tutto il nostro essere per afferrarli, incapsularli, incorporarceli nel sangue e
conoscerli finalmente"(26).
El valor del mito como norma, como ética existencial, deviene pues del hecho de que
partiendo de aquél es posible
Queda así claro que para Cesare Pavese el mito no consiste en una forma de
pensamiento prelógico que haya quedado superada en función del desarrollo histórico
de la civilización(28). Porque si el devenir temporal afecta los parámetros
socioculturales, el mito es en cambio de naturaleza atemporal y, por tanto, resulta una
vía de conocimiento todavía en vigencia. Pero hablar del mito como modo de
conocimiento implica, en la filosofía pavesiana, su relación con el mundo de la
infancia: "De Jung aprende que el mito nace tanto de las reminiscencias infantiles
como de la herencia espiritual arcaica, de los llamados arquetipos
universales..."(29) Resulta así que mito e infancia, tal como reseño a continuación, son
dos conceptos radicalmente relacionados para el escritor italiano.
El mito y la infancia
Para Pavese el conocimiento del mundo se construye a través de los recuerdos que
tenemos de las cosas; "...rigorosamente –sostiene el escritor–, non esiste un "veder le
cose la prima volta": quella che conta è sempre la seconda"(30). Es en el transcurso de
la infancia, cuando todavía no se tiene conciencia del valor del mito y de los símbolos,
la etapa en la que se producen los primeros encuentros con las cosas, de modo tal que
ciertos elementos cobran una dimensión unívoca, se consagran como lugares únicos,
como experiencias inauditas, y así se van construyendo los mitos personales, en la
medida en que "luego el objeto o la experiencia se precisaron y se hicieron nuestros a
través de una imagen, de una palabra, una fábula o un sonido que la determinaron y le
dieron un nombre; y es allí donde, remontándonos, podemos llegar con el
recuerdo"(31). De este modo el conocimiento de la realidad se articula sobre la base de
diversas scoperte-ricordo, vale decir de la posibilidad que esos primitivos encuentros
le dan al sujeto de recuperar su capacidad de asombrarse ante lo que lo rodea:
Ahora bien, esta importancia que le asigna Pavese a los recuerdos de la infancia no
supone una concepción de la existencia como un constante "retornar" hacia el pasado.
Porque en tanto el mito es de naturaleza atemporal, no puede fijarse obviamente una
marca rigurosa entre el antes y el después. Si bien es cierto que la potencia
mitopoiética de la infancia se revela como sustancial en el sentido de que transforma
en eventos únicos y absolutos las sucesivas revelaciones de las cosas(33), es importante
tener en cuenta que en la esfera del mito, dell’istintivo-irrazionale, el tiempo se diluye,
carece de sustancia. Es por esto que:
Por lo tanto, sostiene Pavese, únicamente puede hablarse de una segunda vez, de ese
reencuentro con las imágenes infantiles, en el sentido de que adentrándonos en ellas,
en procura de descifrar su último sentido, nos descubrimos a nosotros mismos. Son
los esquemas normativos de la imaginación afectiva que componen la mitología
personal de cada uno, abiertos, como todo mito, a la condición de la repetibilidad, "la
facoltà cioè di reincarnarsi in repetizioni, che appaiono e sono creazioni ex novo, cosí
come la festa ricelebra il mito e insieme lo istaura come si ogni volta fosse la
prima"(35).
En este esquema de pensamiento desarrollado por Pavese acerca del mito, también
cobra interés la relación de este último con la creación poética. Para el escritor
italiano, el mito y el símbolo están directamente imbricados con la labor del artista.
Así, en Del mito, del simbolo e d’altro escribe: "La vita di ogni artista e di ogni uomo
è come quella dei popoli un incesante sforzo per ridurre a chiarezza i suoi miti"(37).
El mito se erige, en la poética de Pavese, en eje del acto creador; "en el origen de toda
creación está esa "imagen interior estática, embrional, grávida de desarrollos posibles"
que da sentido a la realidad y que induce a los hombres a producir obras"(38). De esta
manera, el acto artístico está directamente vinculado con el ritual, vale decir con aquel
fenómeno de repetición que permite actualizar y revivir el mito y así, en cierto modo,
el arte moderno se aproxima a la experiencia religiosa de los pueblos primitivos:
La poesía, así como el arte en general, suponen una relación trágica con la realidad, en
la medida en que exigen un esfuerzo por parte del artista para poder configurarla y
delimitarla:
No obstante este íntimo parentesco entre la esfera del mito y la creación poética que
formula Pavese, es importante subrayar que el mismo autor advierte entre ambas una
diferencia sustancial, puesto que la poesía:
Ricalca le forme del mito e del simbolo, sperando che in esse torni a
battere magicamente il cuore. Ma dimentica che essa sa d’inventare, e
che il mito vive invece de fede(41).
El mito del exilio
Esa situación de aislamiento, que pareciera poder revertirse hacia el pasado a través de
un movimiento de regreso, es en verdad una condición de naturaleza irresoluble. El
personaje se encuentra suspendido en una especie de atemporalidad mítica. Digo esto,
en doble sentido:
Cabe advertir que ese mismo sentimiento de desarraigo aparece en algunos poemas
de Lavorare stanca, en aquellos personajes que, circunstancialmente alejados de su
ámbito personal, se sienten desterrados e incomunicados en un mundo que no les
pertenece. Así se verifica, por ejemplo, en el poema "Nocturno":
Por otro lado, y con relación a la hipótesis que sirve de punto de partida a este trabajo,
hay que convenir en que incluso en estos textos de Pavese vinculados con la
problemática del exilio en sentido estricto –me refiero a Il carcere y a Terra d’esilio–
el sentimiento de desarraigo supera los límites de esa condición circunstancial
derivada del confinamiento a que están sometidos accidentalmente sus personajes. Al
respecto, señala María de la Luz Uribe:
De manera semejante, Gianni Grana advierte con relación a esa misma novela que:
Esa condición del destierro como peculiaridad propia de la existencia, como una
condición trágica que bordea el sentido de la vida misma, podemos ya leerla en
algunos poemas de Lavorare stanca: "...mi cuerpo saborea la vida/de las plantas y de
los ríos, y se siente separado de todo; ...aquí en lo oscuro, solo/mi cuerpo está
tranquilo y se siente dueño"(50).
Qui non ci sono nato, è quasi certo; dove son nato non lo so; non c’è da
queste parti ne una casa ne un pezzo di terra ne delle ossa ch’io possa
dire "Ecco cos’ero prima di nascere". Non so se vengo dalla collina o
dalla valle, dai boschi o da una casa di balconi. La ragazza che mi ha
lasciato sugli scalini del duomo di Alba, magari non veniva neanche
dalla campagna, magari era la figlia dei padroni di un palazzo, oppure
mi ci hanno portato in un cavagno da vendemmia due povere donne da
Monticello, da Neive o perché no da Cravanzana. Chi può dire de che
carne sono fatto? Ho girato abbastanza il mondo da sapere che tutte le
carni sono buone e si equivalgono, ma è per questo che uno si stanca e
cerca di mettere radici, di farsi terra e paese, perché la sua carne valga e
duri qualcosa di più che un comune giro di stagione(51).
A costa de esa imposibilidad de reconciliar el mito con la historia, y aun cuando surja
la conciencia de que es una utopía recuperar, intacta, la atmósfera de las primitivas
experiencias infantiles, los personajes no evitan ese movimiento de retorno. Quizás en
buena parte por el hecho de que se ofrece como la única esperanza de alterar el destino
personal. Porque, para Pavese, es en esa instancia primitiva en la que, a través de la
construcción de la mitología personal, como he intentado puntualizar previamente,
queda definido el sino particular de cada individuo:
Entonces si la niñez es la etapa en que se define casi por completo nuestro ser(55), todo
gesto de insatisfacción, toda voluntad de cambio respecto de los contenidos
espirituales de cada sujeto, deben pasar por esa vuelta a los lugares de la infancia, aun
en el caso de que la experiencia cumplida demuestre que se trata de un regreso inútil.
Así pues esa búsqueda del contacto con el paisaje de la infancia, no tiene como
propósito primordial revivir las reminiscencias infantiles sino justamente intentar el
rescate de ese pasado absoluto(56) –absoluto en tanto se vincula con la visión mítica de
la realidad–. De tal manera resulta que la sacralización del pasado, que ha quedado
definida como una nota particular del exilio, es decir la reducción del presente a un
"estado puro" como consecuencia de que la vida en el destierro queda desvirtuada por
remisión a un pretérito de valor mítico, se extiende de manera irremediable al sentido
último de la existencia como consecuencia de esa obstinada búsqueda por recuperar el
paraíso de la infancia.
Notas: