Algunas Corrientes Filosof - Tolsada DEF

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Diego Tolsada

ALGUNAS CORRIENTES
FILOSÓFICAS
La fe cris ana
y el pensamiento humano
ALGUNAS CORRIENTES DE PENSAMIENTO
ACTUALES
1

Diego Tolsada Peris, sm


Conferencia para las Jornadas de Reflexión de la Familia
Marianista, curso 2006-2007: “El Cristianismo en la nueva
cultura”.
19 de febrero de 2007. Salón de Actos de la
Parroquia de Santa María del Pilar de Madrid

El tema general de este año nos sitúa ante el problema del cristianismo en la nueva
cultura, reflexionando sobre la posibilidad de vivirlo en un entorno tan cambiante. De
ahí que a lo largo del ciclo se vayan abordando temas como la globalización y los retos
que le plantea a la fe (Pablo Martínez Osés), el pluralismo social y en la Iglesia (Glz-
carvajal), la paz y al justicia (José Segovia), una nueva moral: ética civil (Marciano
Vidal), experiencia religiosa en un mudo secular (Martín Velasco), temas que
componen un mosaico de orientaciones sobre cómo ser cristiano en la nueva cultura.
Parecía conveniente también abordar unas indicaciones sobre qué se está cociendo en la
cocina de las ideas, pobre cocina otrora boyante y bullente y hoy vergonzante y casi
marginal. Y sin embargo…

1. ACOTANDO EL CAMPO

No es posible ni es el propósito de esta conferencia hacer un balance de la situación del


pensamiento actual. Sería pretencioso por desmesurado e ingenuo por imposible. Mi
intención es más modesta, pero pretendo también que sea más práctica. Me voy a ceñir
a situar –informar- algunas corrientes de pensamiento actual en función del objetivo de
estas conferencias: ofrecer pistas al creyente para situarse en el complejo mundo que
nos toca vivir. Pistas que en este caso abandonan el campo de la ética, de la sociología
o de la religión, más habituales entre nosotros, para adentrarse en el campo de las
corrientes filosóficas.

Pero no os asustéis. No os voy a abrumar con pensamientos abstrusos y procuraré por


otra parte usar un vocabulario lo más asequible posible. Incluso, recordando viejos
tiempos de profesor, no me importaría que interrumpierais mi exposición con preguntas
de aclaración (no de debate) sin tener que esperar al final.

1.1. Captatio “benementiae”, o alegato a favor de la razón

1.1.1. De la mano del viejo Aristóteles

Y empecemos por donde tal vez os sorprenda, de la mano del viejo Aristóteles. Todos
conocemos su definición del ser humano: es el animal racional. En griego suena así:
zóon lógon éjon, el “animal que tiene lógos”, termino bastante intraducible y que admite
sentidos variados (“palabra”, “razón”, “lógica”…) Esta afirmación, por influjos
posteriores, fue aislada del contexto primero y con ello perdió mucho de lo que
Aristóteles quiso decir. La expresión está no en un tratado de metafísica, psicología o

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ética, sino en su obra “Política”2. Y eso nos ayuda a situarnos. Cuando quiere definir
qué es lo específicamente humano, A. comienza diciendo que el hombre es social por
naturaleza, en el sentido fuerte de la expresión: tiene que vivir en sociedad para poder
llegar a su acabamiento, a su perfección, a desarrollar armónicamente lo que lleva en
germen en su esencia o sustancia. Un ser vivo que no sea social dice A. que es más o
menos que hombre, es decir, es un animal o un dios (y es claro que dioses no somos).
De ahí su otra definición en las mismas páginas: el hombree es el animal que vive y
tiene que vivir en la polis, el zóon politikón (o sea, que el que pasa o dice pasar de
política…) Una posible objeción: hay animales que también viven en grupo y se
comunican entre ellos. A. hace una distinción: esos animales expresan con sus sonidos
el placer o el dolor. El ser humano no solo emite voz, sonido, sino que emite lógos, es
decir, sonidos dotados de significado racional, coherentes y ordenadores. Y todavía un
paso más: ese significado racional no es una theoría, no es contemplación teórica de la
verdad, tampoco es póiesis, saber sobre la acción instrumental, técnica. Es praxis, es
decir, saber práctico pero que produce una mejora interna del ser humano. En concreto
consiste en la capacidad humana de hablar unos con otros sobre lo que es bueno o malo
para la ciudad, es decir, para el bien común. Que somos animales racionales es lo
mismo que decir que somos esa especie cuya peculiaridad está en la capacidad (y el
deber) de poder compartir por medio del diálogo lo que va conduciendo a la comunidad
hacia su perfección o acabamiento. Por eso no da lo mismo una cosa que otra, no es lo
mismo un discurso que otro, no son iguales todas las opiniones, ni en la noche del
pensamiento podemos dejar que todos los gatos sean pardos (Hegel).

1.1.2. Un paso más con Tomás de Aquino

Y todavía un paso de la mano de otro gran clásico, Tomás de Aquino. En la Summa


Theologica comenta en el tratado de creación qué significa que el hombre es a imagen y
semejanza de Dios3. La dimensión religiosa de la obra nos orientaría a una respuesta
religiosa. En su portentosa capacidad de análisis Tomás va descartando posibilidades
con argumentos que, al menos algunos, nos pueden parecer hoy superfluos. Pero no lo
son si nos situamos en su época (y también en la nuestra). La semejanza con Dios, por
aquello de la analogía, es común a todos los seres en cuanto criaturas. Específico del
hombre es ser imagen divina. Pero ¿en qué consiste este ser imagen? A pesar del texto
de Pablo4, no lo es por ser varón (la mujer no sería imagen), ni tampoco lo son solo los
creyentes cristianos que viven en gracia, ni solo los predestinados que ya están en la
gloria. El hombre es imagen de Dios por ser criatura racional, ser inteligente, maxime ad
imaginem Dei, secundum quod intellectualis natura Deum maxime imitari potest.

Valgan estos recuerdos para afirmar algo importante: somos seres humanos en cuanto
podemos dialogar, hacer uso de la palabra sensada, sobre lo bueno y lo malo para la
comunidad, para la polis (Aristóteles dixit). Y no solo eso, es nuestra razón, nuestra
dimensión racional la que nos hace no solo humanos sino humanos a imagen de Dios
(Tomás remata). En nuestra racionalidad nos va nuestra humanidad y nuestra divinidad.

(Una tercera razón, puramente estratégica: sabemos que si nosotros no pensamos,


pensarán otros por nosotros).

2
Política, I, 1 (1252a-1253b)
3
Summa Theologica I,q.93,a.4
4
vir est imago Dei, mulier autem est imago viri (1 Cor 11,7)

2
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Pero, si esto es así, se nos plantea el problema de qué pensar, qué pensamientos son
dignos y cuáles indignos de la condición humana (pues todos sabemos la cantidad de
tonterías que se nos ocurren a cada uno y, sobretodo, a los demás. Y más vale entonces
aquello de “tonterías, las justas”).

2. UN PUNTO DE PARTIDA

2.1. La insuficiencia del modelo antiguo/medieval

Sigamos nuestro camino. Dicen que nuestra cultura es esencialmente histórica y que,
además, lo sabemos. A pesar de las resistencias fundamentalistas, nos sabemos
evolutivos en el campo de la naturaleza y en el de la historia. Los tiempos avanzan que
es una barbaridad. Y las nostalgias consuelan todo lo más, pero no solucionan ni son
productivas de nueva realidad. Aristóteles y Tomás pertenecen a un mundo que ha
pasado, a pesar de algunos (por muy significativos que sean). Pero lo mismo que se
afirma fácilmente lo que acabo de decir, no es fácil desprenderse de los atavismos de
una visión de la realidad que hemos introyectado profundamente en nuestro
subconsciente, pues es la filosofía del sentido común, de lo que parece evidente. Es una
de las causas de la pervivencia de los viejos esquemas. Otras causas son menos
confesables y más interesadas.

No es posible vivir en el mundo de hoy con una mentalidad medieval. Esa mentalidad
piensa de acuerdo con unos caracteres muy precisos:
o es objetiva. Para ella, el mundo es algo acabado y fijo, inmutable desde un
principio en su más profunda esencia. Es el fixismo de las especies, la negativa
de la evolución. Responde a una ley inmutable, permanente y universal (sino,
destino, voluntad de Dios…)
o esa ley también es de carácter lógico y por ello y en la medida en que hay una
adecuación previa de nuestra mente a él, nuestra mente puede descubrirla. Hay
que señalar que esto, que nos puede sonar mucho a los católicos, es de origen
estoico, no bíblico
o si puede descubrirla, el hombre como individuo y como sociedad debe regular
su existencia de acuerdo con esa ley.
o las religiones (sus dirigentes) se arrogan la gestión e interpretación legítima y
excluyente de esa ley y sus consecuencias.
o se vive así en un orden cósmico y sagrado al mismo tiempo, inmutable,
universal e imperativo, en el que el ser humano se inserta, pues ese orden es
previo y superior a él, y al que debe ajustarse.
o socio-política-éticamente supone que hay un orden previo e intocable, que se ha
traducido adecuadamente en las estructuras y leyes políticas existentes y al que
hay que someterse por naturaleza, bajo la autoridad de los legítimos intérpretes.

2.2. Un nuevo paradigma. La primera modernidad

Ha sido entre nosotros Torres Queiruga 5 quien con más fuerza ha reivindicado la
necesidad de pasar del paradigma medieval al paradigma moderno en el campo de la
religión de la teología.
5
cf. por ejemplo “Teología y modernidad” en VV.AA. 25 años de teología: balance y perspectivas.
Madrid. PPC-Fundación Santa María, 2006, pp. 65-84.

3
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El método hipotético-deductivo de Galileo que produce la subversión de la visión
ptoloméica del universo geocéntrico y da nacimiento a la ciencia actual, el humanismo
renacentista y la filosofía racionalista de Descartes ponen en pie una nueva concepción
del mundo, marcada por dos caracteres fundamentales: la subjetividad y la autonomía
del ser humano.

La subjetividad parte del “pienso luego existo”. Descartes compara toda la filosofía
clásica a un viejo barrio de construcciones abigarradas, en el que es imposible ya
introducir pequeñas reformas. Mejor empezar de nuevo, desde los cimientos. Y el
cimiento no va a ser la naturaleza griega, el kósmos, pues muchas veces no sabemos
ciertamente si soñamos o estamos despiertos y hemos creido sentir cosas que no existen
realmente. Tampoco puede ser un pretendido ser superior, que podría –en su
omnipotencia- jugar a engañarme. El único punto de partida serio y sólido tiene que
estar en algo interior al ser humano y que resista todo tipo de dudas. Y ese elemento es
la razón, la conciencia y su implacable capacidad de funcionamiento si sigue unas reglas
bien definidas. La verdad es sustituida por la certeza. No se trata ya de saber lo que las
cosas son en sí mismas, independientemente en sí. Solo se trata de saber de qué puedo
estar yo seguro. Y así ha salido la palabra mágica del nuevo modelo. El “yo” (a oscuras,
de noche, en guerra, solo y debajo de una manta).

Y este yo, por lo dicho, es un yo autónomo, que se dicta a sí mismo sus propias leyes de
vida y que dictará a la realidad las leyes que ella debe seguir. Esta será la gigantesca e
ineludible labor de Kant. La razón, en sus dimensiones teórica (ciencia) y práctica (vida
moral, política y religiosa), es capaz de responder desde ella misma a las grandes
cuestiones humanas: ¿qué puedo saber con rigor científico?, ¿qué debo hacer
éticamente?, ¿qué me es lícito esperar racionalmente como salvación aquí abajo –
política- y en el más allá, -religión? En definitiva: ¿quién es el hombre? Y todo esto
respondido desde la mayoría de edad de la historia, desde la autonomía absoluta:

La Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad


significa la incapacidad de servirse de su entendimiento sin la guía de otro. Uno mismo es
culpable de esta minoría de dad cuando la causa de ella no reside en la carencia de entendimiento
sino en la falta de decisión y valor para servirse por sí mismo de él sin la guía de otro. Sapere
aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí el lema de la Ilustración6

Ni maestros antiguos, ni dioses, ni tradición… El hombre encuentra en su razón los


recursos para constituir la realidad en todos los ámbitos. La autonomía no implica solo
que el hombre no sea heterónomo. Implica además que es capaz de decidir cómo y qué
son las cosas (sin en sí mismas no son así, peor para ellas). La realidad ya no es fysis
objetiva que se desvela (alezein) o descubre, sino mundo humano construido o por
construir por el hombre (incluido el posible universo religioso: si Dios existe, tiene que
pasar por estos filtros y ponerse en función del hombre). Una cultura, en definitiva,
antropocéntrica, en la que el canon o medida de toda la realidad es el ser humano en
toda su dignidad.

Estos dos elementos, subjetividad y autonomía, y su consecuencia inevitable, el


antropocentrismo, son puntos de referencia imprescindibles del cualquier discurso
actual, guste o no. Toda postura que no los tenga en cuenta o los rechace no tendrá

6
I. Kant, ¿Qué es la Ilustración?

4
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lugar legítimo, credenciales de plausibilidad en nuestra cultura (de ahí el contencioso
todavía no resuelto de tendencias predominantes de nuestra Iglesia con el mundo de
hoy).

2.3. La crítica de la crítica. Segunda modernidad

La Ilustración emprendió confiada su camino. Nada pudo resistirla (ni siquiera la Iglesia,
que optó por condenarla y enrocarse en el modelo medieval). El pensamiento dialéctico
(de Hegel y sus herederos) y el positivismo de Comte son los dos puntos de referencia
en el campo filosófico; en el económico es el triunfo del primer capitalismo, y en la
política los ideales de la Revolución Francesa. Es el triunfo de la burguesía. Doy por
conocidos los detalles.

Pero este camino triunfal, si bien generó enormes beneficios en la calidad de vida y en
el progreso humano (al menos de una parte de la humanidad, la nuestra), generó
también enormes sufrimientos y violencias (como siguen produciéndolos hoy sus más
directos descendientes neoliberales).

No es de extrañar tampoco que la misma capacidad crítica que llevaba en sí la


modernidad se volviera contra ella misma, se tomara a sí misma como objeto de
revisión y denuncia. A estas alturas del desarrollo cabe recordar muy brevemente al
menos dos grandes momentos de esta auto-revisión.

2.3.1. Los maestros de la sospecha

Es un tema sobradamente conocido. Paul Ricoeur propuso esta afortunada expresión


para designar la enorme conmoción que supusieron las críticas a la cultura ilustrada
formuladas por Marx, Nietzsche y Freud respectivamente, sobre la base de la común
dependencia de Feuerbach.

Feuerbach recuperó –tras el idealismo de Hegel- la pasión por el ser humano en su


materialidad y corporalidad. Lo importante no son los grandes principios teóricos que se
van desarrollando como espíritu a lo largo de la historia de un modo dialéctico,
contradictorio y frente a los cuales el individuo no es sino un simple muñeco o, todo lo
más, una “astucia de la Razón”. Lo importante es la lucha que supone la vida humana
para cada individuo en sus condiciones materiales-corporales de vida. En esta
perspectiva, Dios y la religión no son sin una proyección ilusoria de lo mejor que el ser
humano ha encontrado en sí mismo. Y lo mejor que puede hacer éste es recuperar lo que
es suyo y dejarse de ilusiones esclavizantes.

Por este camino así abierto, van a transitar esos genios de nuestra cultura que son Marx,
Nietzsche y Freud. Más allá de sus aciertos o errores (muchos más los primeros que los
segundos) o de sus prejuicios o preferencias, han introducido en nuestra comprensión
del mundo elementos de los que tampoco podemos prescindir, queramos o no, porque
ya pertenecen al back-ground de nuestro estilo de vivir y pensar.

Marx nos ha hecho tomar conciencia de lo determinante que son en la vida práctica las
condiciones materiales, y más en concreto las económicas. Si importantes son las ideas,
más lo son esas condiciones. Ha introducido entre nosotros la sospecha de que tal vez

5
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no pensamos y luego vivimos de acuerdo con las ideas que hemos elegido, sino que las
ideas que tenemos, en gran parte son fruto de la clase social a la que pertenecemos, son
el efecto de los intereses económicos que queremos defender. No deberíamos afirmar
muy deprisa y sin más que el marxismo ha desaparecido. Es cierto que ha desaparecido
una manera muy concreta de aplicarlo en su versión marxista-leninista, etc… Pero sus
intuiciones básicas como método de lectura de la historia y como utopía de una
sociedad alternativa que erradique la explotación sobre la base de una justa distribución
de los bienes siguen teniendo pertinencia. El “hilo rojo” de la esperanza en la historia, y
el “marxismo cálido” del que hablaba Bloch en”El principio-esperanza” pueden seguir
inspirando movimientos, planes, proyectos, ilusiones y luchas por un mundo nuevo aquí
abajo.

Nietzsche, el que decía que su genio estaba en su nariz, nos ha ayudado a sospechar de
nuestras ideas morales y valores éticos. En la base de las grandes creaciones culturales
de Occidente, por influjo del platonismo-cristiano, esa mezcla letal de filosofía
platónica y religión cristiana, subyace un instinto de muerte, una aversión a la vida, a la
alegría y al juego. Una moral de esclavos, para camellos (que solo saben arrodillarse
obedientes y recibir la carga que se les echa encima a cambio de un escaso buche de
agua de vez en cuando en el desierto de la vida). ¿Y si nuestra cultura no fuera nada
más que un inmenso caparazón para defendernos de lo más vital, del amor y del disfrute
de una existencia más allá del bien y del mal, como el niño juega sin problemas con la
realidad, ya que –si Dios ha muerto- todo es posible? Llevan mucha razón los que dicen
que hoy es uno de los autores más vivos e influyentes, al menos en algunos aspectos, en
determinados sectores sociales muy marcados por la posmodernidad. Su reivindicación
del placer y de una vida post-ética y post-religiosa (si la religión tiene que ser lo que él
veía del protestantismo y el catolicismo de su época), sigue manteniendo vigencia,
atractivo y fuerza.

Freud nos ha hecho tomar conciencia de las oscuras motivaciones que, por debajo de
nuestros ideales, pueden estar influyendo en las acciones más conscientes de nuestra
vida. La líbido, los miedos, la necesidad de protección, la agresividad… son el sustrato
primigenio sobre el que va emergiendo la aparente tierra firme de nuestra personalidad.
No podemos presentar sin más, desde entonces, nuestro mundo moral y cultural y, más
aún, nuestro mundo psíquico individual como un absoluto objetivo radicalmente
racional y santo. En el fondo de nosotros mismos hay tendencias muy inconfesables y
muy eficaces. La toma de conciencia de todo ello y la invitación, por otra parte, a una
madurez psicológica (humana) que actúa desde el principio de realidad y no desde el
principio de placer o desde el principio de deber, siguen siendo hoy puntos de referencia
ineludibles para la construcción de una mente equilibrada.

Tendríamos que añadir la reivindicación del valor absoluto de cada individuo, de la


mano de otro genio, Soren Kierkeegaard, que abrió el camino de la reflexión a la
dimensión existencialista de nuestra cultura, resaltando el riesgo que supone vivir
humanamente desde la responsabilidad infinita de la propia libertad (camino, luego
transitado como sabéis por el existencialismo del siglo XX, que nos ha dejado también
como elemento fundamental la preocupación por la existencia auténtica como tarea y
responsabilidad)

6
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2.3.2. La primera generación de la escuela de Frankfurt (Horkheimer, Adorno,
Benjamín…)

Los esfuerzos y propuestas de estos maestros no fueron suficientes para poner coto a la
violencia salvaje que marcó en gran parte todo el siglo pasado. La experiencia de las
dos Guerras Mundiales y las siguientes, cada vez más destructoras y cada vez menos
justificadas (si alguna vez se pudo justificar alguna), la convicción de la imposibilidad
del éxito de la revolución proletaria en occidente y la barbarie del nazismo y el
fascismo, hizo nacer una corriente de pensamiento, aún viva, y que tampoco podemos
ignorar: la escuela de Frankfurt, formada por un conjunto de pensadores marxistas que
orientan su trabajo a hacer una critica de la cultura dominante de la sociedad burguesa,
intentando poner al descubierto los elementos ideológicos que la sustentan. Para este
momento, nos interesa recoger dos grandes aportaciones:

o La crítica a la primera modernidad. En su obra conjunta Dialéctica de la Ilustración,


Horkheimer y Adorno denuncian cómo los pretendidos ideales emancipatorios de la
primera Ilustración han quedado sin realizar, ahogados por la imposición casi en
régimen de monopolio de uno de los tipos de racionalidad, de una de las funciones
de la razón ilustrada: la razón instrumental, científico-técnica, que en manos del
capitalismo industrial y del positivismo ha contribuido a lo que más recientemente
Michel Henri ha denominado “la barbarie”, esa cultura en la que el mundo y la vida
se reducen a lo técnico-cuantitativo bajo el criterio absolutizado de la eficacia
económica (el instrumento, el medio se ha transformado en fin y en único fin sin
finalidad más que en sí mismo).
Otros tipos de racionalidades, como la estética, la práctica (moral, religión y
política)… han quedado como residuos en los márgenes de la historia. El esfuerzo
de la Escuela, especialmente los autores que componen la segunda generación, irá
encaminado a recuperar otros modos culturales de vida alternativa: Reich en el
campo de la sexualidad; Marcuse en el mismo y en el campo del análisis de la
sociedad de consumo; Fromm enseñándonos que el amor es un arte que no hay que
dar por supuesto que se domina o que la libertad nos da miedo…
o La segunda aportación-fruto de la reflexión sobre la barbarie nazi, que tuvieron que
soportar en sus propias carnes con el exilio e, incluso, la persecución, es la llamada a
guardar memoria de las víctimas, a las que el ángel de la historia contempla
horrorizado. La violencia salvaje que hemos desencadenado, ha llenado las cunetas
de la historia de víctimas. No pueden caer en el olvido ni podemos permanecer
indiferentes. Tenemos derecho a esperar que una justicia superior –apenas nombrada
como Trascendencia- les haga justicia, si este mundo aspira a tener un mínimo de
sentido. El verdugo no puede triunfar sobre la víctima ni se pueden saldar las cosas
por un irenismo fácil.

2.3.3. La esperanza como principio de realidad (Ernst Bloch)

Bloch ha recuperado para la cultura la esperanza. También marxista occidental


heterodoxo, ha rastreado en la historia del marxismo lo que el llama “el principio
esperanza”. Lo más importante de la aportación de Marx no ha sido la teoría económica
o la propuesta de un cambio revolucionario desde la base proletaria de la sociedad.
Dándole sentido a todo ello y recorriendo toda la historia como un “hilo rojo” escondido
que da coherencia y sentido, está el principio-esperanza. La historia la mueve la utopía
de un reino en la tierra, de una sociedad libre de injusticia, violencia y mal. Han sido las

7
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religiones quienes han vehiculado durante siglos esa esperanza de un mundo nuevo y
una tierra nueva. Entre ellas, de un modo muy especial, el cristianismo, especialmente
en los movimientos de liberación heterodoxos a lo largo de su historia. En los últimos
tiempos y ya de un modo secular y, por lo tanto, más verdadero, ha sido el marxismo el
legítimo heredero de esa esperanza y esta será su gran aportación y tarea históricas.

3. LA POSMODERNIDAD

Si somos sinceros, hoy nos sentimos a mucha distancia de estas ideas que no hace
mucho aun alimentaban nuestra mente y nuestros ideales. ¿Qué ha pasado? Todos
tenemos conciencia de que en muy poco tiempo han tenido lugar cambios muy
importantes. Encontramos que esa emancipación prometida por la subjetividad y la
autonomía no ha conseguido crear una mejor situación. Los síntomas de ese algo
pueden ser el triunfo del individuo solitario, el ocaso de los sujetos sociales y de la
militancia y el trabajo por una sociedad mejor, la espiritualización orientalizante de la
vida, la insignificancia de los grandes relatos de nuestra tradición, incluido el
cristianismo, la primacía de lo pequeño e inmediato, de lo emotivo siempre insatisfecho
en la insoportable y lúcida levedad del ser… Es lo que llamamos con más o menos
acierto posmodernidad.

¿Qué decir? Lo más urgente en este momento pueda ser intentar poner orden en el
abigarrado conjunto que conforma este talante, actitud, modo de vida, conducta,
valores… que todo eso es y más. Agenor Brighenti, sacerdote y teólogo brasileño,
puede ayudarnos a ello7. El distingue tres grandes corrientes en la pos-modernidad

3.1. LA ANTI-MODERNIDAD

Es el restauracionismo puro y simple. Visto el fracaso de la Modernidad, lo mejor es


volver la vista al pasado, que nunca se debió abandonar por experimentos arriesgados.
Aquella civilización fue larga, estable y armoniosa. Cada cosa estaba en su sitio, había
puntos de referencia claros, sentido de la autoridad y básicamente orden en todos los
niveles: en ideas, en la familia, en la enseñanza, en la sociedad, en la política, en la vida
moral (pero curiosamente no se incluye la economía en esta vuelta…). Y había una
explicación coherente y muy sólida de todo ello, articulada en torno a Dios Creador y la
ley natural interpretada por la Iglesia (el papado). No se puede perder de vista la
tradición so pena de sumergirse en el caos, que es lo que nos ha pasado. La gran tarea es,
entonces, a partir de una sistemática oposición al metarrelato de la civilización moderna,
mostrar el alcance y la perenne actualidad de la cristiandad occidental, la civilización
occidental cristiana (de ahí la necesidad de una nueva evangelización, pues el Vaticano
II no fue sino el intento de la Iglesia de asumir la Modernidad y todos sabemos los
frutos tan negativos que ha originado)

Así formulada, pocos son los autores o corrientes filosóficas que la proponen. Pero está
muy presente en nuestra vida a través los movimientos fundamentalistas y restauracio-
nistas, sean religiosos, sociales o políticos.

3.2. LA POST-MODERNIDAD

7
Cf. A Igreja perpleja. A novas preguntas, novas respostas. Sâo Paulo, Paulinas, 2004, 150 pp.

8
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Aunque de una manera tal vez algo forzada, podemos señalar aquí varias corrientes
bastante diferentes entre sí, pero que como denominador común tienen el olvido del
sujeto autónomo de la Ilustración y la consiguiente caída en la insignificancia o en la
ausencia de proyecto emancipatorio.

3.2.1. El deconstructivismo y el estructuralismo

Corriente múltiple, muy francesa, comenzó en torno a los años 50 del pasado siglo con
el traspaso a la filosofía del estructuralismo lingüístico. Para comprender una realidad
no hay que fijarse tanto en la evolución histórica de la misma (diacronía) cuanto en la
estructura que la compone en el momento del estudio (sincronía de los elementos). Esta
primera afirmación nos sitúa ante un método de estudio, de investigación que se ha
mostrado sumamente eficaz. Hasta aquí, pues, nada en contra de él.

Pero el estructuralisnmo ha dado habitualmente un paso más, que lo saca del campo de
la metodología para situarlo en el de las propuestas positivas, de los saberes sustantivos.
La simple comprensión de la estructura es explicación suficiente de la realidad. Esta
queda perfectamente explicada por la red de relaciones entre los elementos que la
componen. Y, en consecuencia, no es necesario el papel de un posible sujeto de la
misma, al ser las relaciones algo explicable en el momento desde sí mismas. No hay
sujeto de la historia. Si Nietzsche había anunciado la muerte de Dios, ahora es la muerte
del hombre como sujeto activo de la historia lo que se produce. En todo caso, el hombre
es un elemento más de la red de relaciones. Y al no haber historia sino simple diacronía,
no hay intencionalidades, ni fines, ni proyectos de futuro.

Una variante más actual sería el desconstructivismo (que ha llegado hasta la cocina). El
esfuerzo debe aplicarse en desmontar las realidades culturales en sus componentes
originales, suponiendo que así llegaremos a saber perfectamente lo que es esa realidad.
Se olvida, en primer lugar, que el todo es siempre algo más que la simple suma de las
partes, algo nuevo fruto precisamente de una determinada combinación. Y, en segundo
lugar, esta filosofía se contenta con desmontar lo actual recorriendo hacia atrás, hacia el
origen, el camino de su constitución. Pura arqueología, mirada hacia atrás normalmente
muy crítica, y muy poca, por no decir ninguna, propuesta positiva de creatividad y de
proyectos, cuando el mundo está como está. No es extraño que haya sido tachada de
filosofía burguesa. Si se acompaña, por último, de un rebuscado lenguaje (a ser posible
en francés) y de juegos de palabras, tenemos el producto servido (Foucault, Lacan,
Derrida… son sus principales representantes).

3.2.2. El nihilismo narcisista

Es la postura más conocida como posmodernidad. Es el momento del vacío presente,


tributario en gran parte de una visión negativa de la sociedad actual. Es una línea que en
gran parte apunta al desmontaje de los mitos de la Primera Modernidad: del progreso,
del cielo en la tierra, de la ciencia y la técnica, del compromiso ético y de la política, de
la revolución, del amor… De todo eso, solo queda el desencanto ante la incapacidad
humana y el gusto amargo del presente, en la soledad del individualismo y el
pragmatismo. El camino conduce a la caída en el fragmento, la prevalencia de la razón
débil ante la razón técnica, la experiencia emocional disponible y, uno de los puntos

9
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más importantes pero menos patentes, la completa autonomía de la economía y de la
política respecto de la ética y la religión. Y no hay alternativas (Vattimo, Baudrillard…)

3.2.3 El neo-capitalismo salvaje

3.2.3.1. Indicaciones generales. El pensamiento único

En esta sala y este mismo año hemos tenido ocasión ya de escuchar cosas sobre el
sistema económico que ha adoptado hoy el capitalismo como neo-capitalismo o
capitalismo financiero. No insisto en ello. Simplemente quiero recordar que se apoya
masivamente en la globalización del mercado (y solo del mercado).

Menos conocido es que una de sus consecuencias más nefasta es el que ha llevado a
pasar de la teoría de la dependencia (hay países pobres porque hay países ricos, es decir,
hay una relación causa-efecto entre aumento de la riqueza hay aumento de la pobreza) a
la teoría de la prescindibilidad (“no puedo producir, luego no pudo consumir, luego
sobro”). Así se margina un continente entero como Africa, como tan brillante como
trágicamente ha expuesto Susan George en su escalofriante Informe Lugano8, o lo que
Joaquín García Roca llama sencilla y aterradoramente los sobrantes 9 , cuyas dos
características principales son la in-significancia y la invisibilidad). La forma capitalista
de producción introduce una reproducción incesante de la riqueza y de expansión de la
técnica que va vaciando al mundo de la presencia de sentido, salvo el de la simple
acumulación y consumo como medio necesario del simple y exclusivo aumento máximo
del beneficio. Leonardo Boff ha hablado de todo esto empleando la categoría de “terror
económico”10.

Aquí vamos a detenernos, de acuerdo con la temática, en las justificaciones teóricas más
recientes de esta práctica económica, articuladas en lo que se ha llamado el pensamiento
único. El pensamiento único es la doctrina conformista que sostiene la primacía
absoluta de la economía e ideología liberal sobre el resto de los dominios sociales. En
consecuencia, pretende liberalizar el mercado confiando en la "mano invisible" de
Adam Smith, que es capaz de corregir cualquier tipo de disfunción social.

Surge a raíz de la caída del Muro de Berlín y la derrota de las doctrinas e ideologías
marxistas en la desaparecida Unión Soviética y estados aliados, hechos que abonaron el
crédito de la economía e ideología liberal como única forma de gobierno posible a costa
del resto de los dominios sociales. El pensamiento único valora la competitividad por
encima de cualquier otro valor y postula un librecambio sin límites, así como la
mundialización o globalización solamente en su acepción económico-financiera, la
división mundial del trabajo, la desregulación sistemática de cualquier actividad de
carácter social y la privatización del estado. En consecuencia, la única doctrina válida es
el capitalismo y el liberalismo que lo inspira y la historia ha terminado en cuanto que se
ha demostrado que no hay progreso posible fuera de ese sistema, que se identifica con la
misma realidad y la teoría de la evolución y la selección natural. Todo se reduce a
mercado.

8
Barcelona, Icaria editorial-Intermón Oxfam, 2001, 255pp.
9
El mito de la seguridad. Madrid, PPC, 2006, pp. 55-56.
10
L. Boff, Florecer en el yermo, Santander, Sal Térrea, 2006, 173 pp.

10
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3.2.3.2. Francis Fukuyama y el fin de la historia

Hace unos años ya, causó mucho ruido su tesis sobre el final de la historia. Miembro
fundador de los neocons, fue el impulsor junto con Cheney, Wolfowitz, Rumsfield…
del llamado Proyecto para el Nuevo Siglo Americano, considerado como uno de los
núcleos de pensamiento de los neoconservadores, especialmente en política exterior.
Muchos afirman que este proyecto propone la dominación suprema, militar y económica,
de la Tierra, el espacio y el ciberespacio por parte de Estados Unidos, así como el
establecimiento de la intervención en los problemas mundiales (Pax Americana).
También fue uno de los firmantes en 1998, junto a algunos de los anteriores y a otros
como Robert Kagan, de una carta a Clinton a favor de una segunda guerra contra Irak,
que después fructificaría en la Segunda Guerra del Golfo por parte del nuevo gobierno
republicano.

En El fin de la Historia y el último hombre defiende que la Historia humana como lucha
entre ideologías ha concluido, ha dado inicio a un mundo basado en la política y
economía liberal que se ha impuesto a las utopías tras el fin de la Guerra Fría.
Inspirándose en Hegel, afirma que el motor de la historia, que es el deseo de
reconocimiento, el thimos platónico, se ha paralizado en la actualidad con el fracaso del
régimen comunista, que demuestra que la única opción viable es el liberalismo
democrático, que se constituye así en el llamado pensamiento único: las ideologías ya
no son necesarias y han sido sustituidas por la Economía. Estados Unidos sería así la
única realización posible del sueño marxista de una sociedad sin clases. En palabras del
propio autor:

El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres
satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en
ese tipo de batallas

Su definición de democracia liberal se sustenta en al menos tres puntos: disponer de una


economía de mercado, poseer un gobierno representativo y mantener los derechos
jurídicos. Según sus propias palabras "como idea, la democracia liberal es el único
sistema político con algún tipo de dinamismo".

Defiende también las reformas neoliberales en lo económico y lo político, es vital una


apertura internacional (globalización) que le de competitividad al mercado interno
además es fundamental que existan libertades políticas y se eviten los gobiernos
autoritarios o represivos. En la economía el Estado debe jugar un papel mínimo,
permitiendo que el capital privado se mueva con la mayor libertad jurídica posible.
Todo funciona mejor si se puede dar por sentado un marco jurídico estable y efectivo,
que permita la seguridad de los derechos de propiedad y de las personas, y un sistema
de asociación privada relativamente transparente.

Hay que decir que en los últimos años va distanciándose seriamente de los neocons: “El
neoconservadurismo ha evolucionado en algo que yo ya no puedo apoyar”. Su radical
discrepancia es el unilateralismo que está practicando la política estadounidense y en la
acción política de Oriente Medio11.

11
Cf. El País Dominical, Después del fin de la historia. 18 de junio de 2006, pp. 16-17

11
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3.2.3.3. El conflicto de civilizaciones de Samuel Huchtington

Profesor de Ciencias Políticas de Harvard, famoso por su análisis de la relación entre el


gobierno civil y militar, su investigación acerca de los golpes de estado en países del
tercer mundo y su tesis acerca de los conflictos sociales futuros. Ha sido miembro del
Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, la Presidential Task Force on
International Development, la Commission on the United States-Latin American
Relationships y la Comission on Integrated Long Term Strategy.

En su libro El Choque de civilizaciones (1996), predice que los principales actores


políticos del siglo XXI serán las civilizaciones en lugar de los estados-nación. Si
Fukuyama se centraba en la expansión del único modelo económico viable, Samuel
Huntington ha propuesto en el campo político-cultural la tesis del choque de
civilizaciones. El punto de partida es el mismo: la nueva situación creada por la caída
del Muro y de la ideología marxista. Esa laguna ha dejado sin campo de aplicación la
tensión y la agresividad polarizada por el enfrentamiento en Occidente/Este. La tensión
política ha desparecido en ese nivel.

Estamos ahora ante un mundo compuesto por múltiples civilizaciones en conflicto. Las
identidades culturales exacerbadas serán los factores determinantes del conflicto futuro,
que ya empieza a dibujarse en torno al fundamentalismo islámico. Hay un choque de
valores y la globalización económica es experimentada por los perdedores como algo
insoportable e injusto. Responde así a Fukuyama. Dice textualmente:

Mi hipótesis es que la fuente fundamental de conflicto en este nuevo mundo no será en principio
ideológica o económica. Las grandes divisiones entre la humanidad y la fuente de conflicto
dominante serán culturales. Los estados nación seguirán siendo los actores más poderosos para
los asuntos exteriores, pero los principales conflictos de política global ocurrirán entre naciones
y grupos pertenecientes a diferentes civilizaciones. El choque de civilizaciones dominará la
política global. Las líneas de falla entre las civilizaciones serán las líneas de batalla del futuro.

Significativamente, las líneas de fractura entre civilizaciones son religiosas:


o Cristiandad occidental, centrada en Europa y Norteamérica. Si
Latinoamérica y los antiguos miembros de la Unión Soviética pertenecen a
esta civilización es algo que deberá dilucidarse en el futuro, de acuerdo con
Huntington. Por tanto, podrían existir otras dos civilizaciones que podrían
fundirse o no con la Cristiandad occidental: el mundo ortodoxo de Europa
oriental y Rusia y Latinoamérica
o El mundo musulmán del Próximo Oriente, el norte de África, Malasia e
Indonesia
o La civilización hindú, localizada fundamentalmente en la India
o La civilización sínica de China, Vietnam, Singapur, Taiwan y la diáspora
china en Asia, el Pacífico y occidente
o El África sub-sahariana
o Las áreas budistas del norte de la India, Nepal, Bután, Mongolia, Birmania,
Tailandia, Camboya, Laos y el Tibet.
o Japón

12
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Huntington también advierte que las naciones occidentales podrían perder su
predominancia si fallan en reconocer la naturaleza de esta tensión latente. Huntington
también ha argumentado que este cambio en la estructura geopolítica requiere que
Occidente se fortalezca internamente, abandonando el universalismo democrático y el
incesante intervencionismo:

Occidente no conquistó al mundo por la superioridad de sus ideas, valores o religión, sino por la
superioridad en aplicar la violencia organizada. Los occidentales suelen olvidarse de este hecho,
los no-occidentales nunca lo olvidan.

Más recientemente, adquirió atención generalizada por considerar que la inmigración


actual hacia los Estados Unidos constituye una amenaza a la identidad nacional de este
país (es el tema de su último libro de 2004).

Los críticos opinan que esta tesis es una manera encubierta de hacer legítima la agresión
hacia los países del tercer mundo por parte del occidente liderado por los Estados
Unidos, con el objeto de impedir que las regiones subdesarrolladas y en vías de
desarrollo alcancen el nivel económico de los países ricos.

Ulrich Beck, recientemente12, le achacaba tener un concepto de “civilización” antiguo,


como algo cerrado herméticamente en una localización geográfica específica cuando
estamos viviendo cada vez más el multipluralismo y el interculturalismo, con una
creciente y enorme mezcla de culturas13.

3.2.3.4. La tesis de “los dos occidentes”. Robet Kagan

Robert Kagan (1958) también neocon, se dedica al comentario político14. También es


uno de los cofundadores del Proyecto para el Nuevo Siglo Americano (PNAC) y fue
una de las personas que firmó la carta que el PNAC le envió al presidente Bill Clinton,
pidiendo una segunda guerra contra Irak. Es miembro del Consejo de Relaciones
Exteriores.

Una de sus teorías más conocidas es "la tesis de los dos Occidentes". Según esto, el
mundo occidental estaría dividido en dos sectores claramente diferenciados: un
occidente débil (Europa) demasiado apegado a valores tradicionales como la tolerancia,
y un occidente fuerte (los Estados Unidos), en el que reside la esperanza del mundo
civilizado hoy en día. En su obra Del Paraíso y del Poder contrapone “la psicología de
la fuerza y la psicología de la debilidad”. La primera es la representada por EEUU, que

12
Cf. El País, Por qué se equivoca Huntington, jueves 21 de diciembre de 2006, p. 13
13
Otras críticas: Muchos han argumentado que las civilizaciones están fracturadas internamente. Por
ejemplo, Vietnam mantiene un ejército inmenso, fundamentalmente para defenderse de China. El mundo
islámico presenta fracturas étnicas entre kurdos, árabes, persas, turcos, pakistaníes e indonesios,
Los valores occidentales son mucho más fácilmente transmisibles de lo que Huntington considera.
Naciones como la India y Japón se han convertido en democracias de éxito, mientras que occidente no
siempre ha sido democrático y plural, sino que la mayor parte de su historia ha consistido en despotismo y
fundamentalismo.
No es claro que la tensión llegue a expresarse en el conflicto armado inequívocamente. Argumentan que,
salvo algunos extremistas, la mayor parte de la población prefiere coexistir amigablemente.
14
Se graduó de la Universidad de Yale en 1980, donde fue miembro de una agrupación secreta, Calavera
y Huesos (Skull & Bones). Más tarde consiguió un master en la Escuela Kennedy de Gobierno de la
universidad de Harvard, y un doctorado de la Universidad Americana en Washington DC.

13
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son pragmáticos y realistas, y la segunda por Europa, idealistas y cosmopolitas. Ntre
ambos hay discrepancias sobre el uso, la eficacia y la moralidad del poder. Europa se
desliza peligrosamente hacia la negociación y la cooperación internacional, hacia “un
paraíso post-histórico”, que recuerda la paz perpetua kantiana. EEUU, por el contrario,
“está implicado en la historia”; la verdadera seguridad, la defensa y la afirmación del
orden depende todavía de la posesión y el uso de la fuerza. EEUU debe defender de los
bandidos a la ciudad, quieran o no sus moradores:

Los Estados Unidos deben con frecuencia comportarse según las reglas del mundo hobbesiano,
aunque sea a costa de violar las normas del mundo post-moderno de Europa.

Las consecuencias son claras:


o Se justifica la supremacía militar absoluta de EEUU en todos los niveles
(incluida la batalla del espacio y la estrategia del golpe global par destruir
militarmente los focos de inseguridad en cualquier parte del mundo
o La estrategia militar deslegitima la política, por innecesaria e inútil
o Se confunde seguridad y defensa. La necesidad de seguridad absoluta lleva a la
obsesión por prevenir actos terroristas por medio del poder militar.
o Se “justifica” ideologícamente la actuación violenta. Kagan ha propuesto la
teoría según la cual, los terroristas, al no ser personas jurídicas ni humanas, no
son objeto de los derechos de las Convenciones Internacionales. Así nace
Guantánamo, los vuelos por todo el mundo con prisioneros en limbo jurídico…

3.3. LA SOBRE-MODERNIDAD O TERCERA ILUSTRACIÓN

Siguiendo el esquema del ya citado Agenor Brighenti, hay una tercera manera de
entender el término post-Modernidad. Entenderlo como sobre-Modenridad o tercera
Ilustración. Es una prospectiva, una mirada hacia adelante, al futuro, a partir de los
valores de la misma Modernidad, corrigiendo sus excesos y rellenando sus vacíos. Los
valores -emancipación o mayoría de edad, libertad, igualdad, ciencia, democracia, etc-
no han sido sustituidos aun por ningún otro proyecto histórico viable para todos.
ƒ Si el “mito del futuro” se ha quedado corto o insuficiente, no es lícito sustituirlo
por el “mito del presente”;
ƒ si hubo una pretensión prometeica en las posibilidades humanas, no tenemos
derecho de colocar al pequeño burgués en lugar de la utopía;
ƒ si el futuro es incierto, no podemos colocar como valor absoluto la absoluta
seguridad de nuestro pequeño mundo;
ƒ si el mercado está exigido por el sistema económico, no quiere decir que tenga
derechos absolutos intocables a la vista de la exclusión que produce…

En este sentido, la Modernidad no ha acabado su proyecto, su crisis no es el ocaso de su


proyecto. Podemos hablar de una sobre-Modernidad en la que la Primera Ilustración (la
emancipación del sujeto individual y la razón subjetiva) y la Segunda Ilustración
(emancipación de los sujetos sociales y de la razón práctica), deben complementarse
con una Tercera Ilustración, que traiga la emancipación de la comunidad de
comunicación dialogal, la radical alteridad como gratuidad y la búsqueda de una real
liberación de todos como horizonte de sentido para la nueva humanidad. En estas
últimas palabras tenemos el esquema de nuestros apartados siguientes.

14
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3.3.1. La ética del discurso: Habermas y Apel.

Se la llama también ética dialógica, por hacer del diálogo el factor principal de su
propuesta. Es muy compleja, pero podemos simplificar diciendo que se parte de la
acción comunicativa como hecho indiscutible. El que habla, al comunicarse, tiene
cuatro pretensiones de validez de lo que dice: inteligibilidad, veracidad, verdad y
corrección, que son aceptadas por el oyente. Si se pone en duda la verdad de las
proposiciones y la corrección de las normas, es necesario argumentar (o recurrir a la
violencia, la autoridad, la costumbre…). Esto supone que hay un nivel de racionalidad
libre de los agobios y las prisas de la acción, un nivel de racionalidad discursiva, que se
pregunta serenamente por la verdad. Los que participan en él están dispuestos a
argumentar en serio, lo que supone no excluir a los afectados por las normas que se
traten o llevar intención de engañar, presionar o convencer por otros medios distintos al
del mejor argumento. Por eso es necesario suponer una situación ideal del habla (o de la
racionalidad) en la que todos los afectados puedan participar en condiciones de simetría
(con igualdad de posibilidades para intervenir, replicar, etc…) hasta llegar a un
consenso motivado por la fuerza del mejor argumento, que o es fruto de la mayoría ni
de la presión, sino del libre asentimiento de todos y cada uno de los afectados,
convencidos de que la norma satisface intereses generalizables. Dándole forma de
imperativo categórico, sonaría así:

Cada norma válida habrá de satisfacer la condición de que las consecuencias y efectos
secundarios que se seguirían de su acatamiento universal para la satisfacción de los intereses de
cada uno (previsiblemente) puedan resultar aceptados por todos los afectados

El alcance de este camino es muy limitado, como puede comprenderse casi a primera
vista. Como tarea, como objetivo a conseguir, es muy importante. Y es una condición
necesaria de cualquier otro proyecto. Pero es claro que la práctica diaria no permite esa
comunidad de iguales, pues esta práctica diaria lo que genera es la imposición masiva
de la opinión del fuerte a través de la posesión y el control de los medios de
comunicación.

De todos modos, me ha llevado a hablar de esta corriente, otro motivo: posiblemente


ese discurso entre iguales, sin presión, buscando solo la verdad aceptable por todos en
sus consecuencias sea una de las cosas que más necesita hoy nuestra sociedad española.

3.3.2. La ética radical del Otro: Lévinas

Emmanuel Lévinas goza hoy de una merecida fama. No así hace escasamente 30 años.
Pocos por entonces, podían imaginar la importancia del pensamiento de este autor,
extra-ordinario en el sentido más literal de la palabra. Lituano (Kovno, 1906), judío,
estudiante temprano en Estrasburgo (1923), especialista en Husserl, soldado francés en
la II Guerra (prisionero en un campo de internamiento), director de la Escuela normal
israelita oriental, estudioso y explicador del Talmud…, se inscribe con originalidad en
la corriente de los hasidim, la rama piadosa y mística de los judíos askenazis, tras las
huellas de Martin Buber y Franz Rosenzweig.

En esta línea, Lévinas comienza denunciando todo pensamiento basado en la categoría


de Totalidad (que permite hacer juicios del tipo “todos los X son (pertenecen a) Y”). Un
pensamiento así pretende formar un todo, una unidad que incluye, quieras o no, a todos

15
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los seres, por distintos o particulares que sean. Es el sueño de la filosofía de Hegel y el
de la ciencia galileana. Lo singular y lo plural de los existentes concretos desparece en
aras del todo (que suele terminar siendo el Estado). Esta es una de las grandes líneas de
su primera gran obra, Totalidad e Infinito, ensayo sobre la exterioridad. Una filosofía
de la totalidad intenta abarcar todo bajo en un sistema cerrado, bajo una sola idea última
(Naturaleza, Historia, Yo, Ser…) y tiene pretensiones de ser definitiva, última (en el
doble sentido de que es la más radical y completa al cerrar la historia y que ya no dará
pie a otra alternativa). Es una filosofía de la asimilación, de lo com-prendido (también
en el doble sentido de entendido y adueñado), de lo idéntico y claro. Estamos en el
campo de lo que son “mis dominios”. Es el dominio del “YO”.

Frente a esa visión, Lévinas opone la idea de Infinito o de exterioridad, lo no


sintetizable, lo no dominable, lo no abarcable, lo radicalmente otro, o, mejor dicho, el
otro. Lo infinito indominable se hace presente no en el campo del ser, se hace presente
De otro modo que ser, en el campo de la ética, en la relación entre los seres humanos.
Solo en esta relación se supera el fatalismo y el totalitarismo.

Pero es aquí donde surge lo más novedoso de nuestro autor. Esa relación con el otro no
es la de la afirmación de mí mismo ni la defensa de mis privilegios y mis derechos. La
humanidad no surge allí donde el hombre se afirma a sí mismo, allí donde prevalece la
propia identidad, donde uno ejercita su libertad como dueño-sujeto de sí mismo. Lo
humano se encuentra en la subordinación de esa libertad a la justicia; en el
reconocimiento de que el otro es primero que yo, en la interrupción del propio proyecto
por la escucha del otro, del débil. Esta ética del otro, de la alteridad, se desarrolla en
torno a las nociones de rostro, responsabilidad, asimetría, rehén, sustitución…

El rostro del otro no es solo su cara visible, es la profundidad de la mirada, es ese algo
trascendente que se trasparenta en cada persona y que es, ante todo, una orden, un
mandato: “no matarás”. Esta es su exigencia primera. Y al mismo tiempo ese rostro es
lo desnudo, lo desprotegido por excelencia. Lo débil y necesitado. Esta es la primera
relación ética: el desvelamiento de la debilidad de otro que se impone y me exige.

Y, por ello, la libertad –base de toda la modernidad- no es el valor absoluto. Es el rostro


del otro el que pone un duda “mi gloriosa espontaneidad de viviente” y pone en cuestión
mi libertad, que ya no es absoluta y para mi, sino libertad vocada al prójimo, fundada en
la justicia, en la exterioridad (la de otro y tal vez la de Dios). Una libertad que es por
ello mismo responsabilidad que me incumbe y que me precede a toda elección, a toda
libertad.

Y esa responsabilidad es –según Lévinas- infinita, por todo y por todos. No la he


elegido yo a ella, sino que ella me ha elegido a mí, he sido investido por y con ella. Por
eso, soy “rehén de lo humano”, de lo frágil, ante el sufrimiento del mundo, ente el rostro
del desposeído.

Y por eso se habla de asimetría ética: mi responsabilidad como rehén del otro no
depende de su atención a mí. No se trata de esperar a que aparezca el otro y me invista
con su presencia, ni de estar a la expectativa de la conducta del otro. Soy yo el
responsable de él, incluso si él me ignora. Por eso, también dice Lévinas que “Amarás
al projimo como a ti mismo” (Lv 19,18) no significa amar al otro como me amo yo a mí
mismo, sino que lo que soy, mi humanidad entera proviene toda ella de mi amor al

16
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prójimo. Ni medidas comunes a todos ni identidad propia: uno mismo es en tanto que
responsable del otro, en tanto que rehén. Por eso, la única expresión adecuada a esta
actitud es el “heme aquí”, palabra primera y última del ser humano.

Si Dios viene a nosotros, Dios viene no por teorías o demostraciones, sino en el cara a
cara con el prójimo. Quien dice al otro, al hermano “heme aquí”, atisba –sin verlo
directamente, el testimonio del Infinito, del Otro.

3.3.3. Una filosofía de la liberación. La analéctica de Enrique Dussel

Es posible dar un paso más. Por radical que sea la opción de Lévinas, parece que queda
lejos de las circunstancias históricas concretas de la vida, especialmente de la vida
colectiva, mundial. En ese sentido, se le ha podido achacar un cierto idealismo. Han
sido las filosofías de la liberación, en la medida en que se inspiran en algunos puntos en
el marxismo, las que han pedido concretar éticas como éstas o como las de la primera
escuela de Frankfurt. Entre estos propósitos destaca el esfuerzo de Enrique Dussel,
argentino, historiador, filósofo y teólogo, junto a los esfuerzos de otros autores, algunos
tan conocidos como Hugo Assmann, Ignacio Ellacuaría y Juan C. Scannone.

Dussel habla desde los oprimidos, pero desde los oprimidos cristianos. Hispanoamérica
es la única zona del Tercer Mundo que ha sido totalmente evangelizada y colonizada
por el Occidente rico. También para él, como para Lévinas, el punto de partida, es “el
otro”, el que no cabe en el sistema. La filosofía de Occidente ha reposado sobre la
categoría de Identidad (o Totalidad), en la cual lo fundamental es reconducir toda la
enorme variedad de situaciones a lo Mismo (si no lo Único: el “yo pienso” es la
traducción teórica del “yo conquisto”). La diversidad de los distintos seres se explicaba
sobre la base de la analogía: lo finito era “parecido” (no igual) a lo Infinito. Con Hegel
esta analogía fue sustituida por la dialéctica, por las relaciones no de semejanza pacífica,
pero sí de semejanza conflictiva, pero semejanza al fin y al cabo, en la cual la finalidad
era la asunción y superación de esas diferencias en la síntesis final del Estado como
representante-figura ideal del Espíritu absoluto.

Dussel propone la analéctica, como la relación semejanza/desemejanza no entre lo finito


y lo Infinito, sino entre el yo (“pienso”, yo “domino”) y el otro. El pobre –que no es
fruto del azar, ni de la voluntad de Dios, ni de circunstancias incontrolables, sino de
mecanismos económicos y políticos de dominación perfectamente analizables y
superables, clama por su liberación. La filosofía tendrá como tarea reconstruir el
pensamiento totalitario justificativo de esa dominación y proponer alternativas de
nuevas relaciones tanto en el campo de la erótica (las relaciones interpersonales
afectivas), la pedagógica y la política. La filosofía, como en Lévinas, es ética de la
alteridad ante todo, pero ética transida por las circunstancias materiales en que viven los
oprimidos del mundo. De ahí, la insuficiencia de las éticas formales (como el mismo
Dussel demostró en su larga polémica de años con Apel). No basta una ética formal,
sino que la ética tiene que comprometerse en propuestas materiales, de acción concreta.
Y no basta una ética individual, sino que tiene que afrontar las dimensiones vitales en
que la humanidad de nuestra época esta viviendo.

Dussel, por otra parte, no ha hecho sino poner una de las primeras piedras de las muchas
filosofías de la liberación que hoy se desarrollan.

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4. CONCLUYENDO

Al final, quiero recuperar el título del ciclo de conferencias que nos reúne. Si nos
hemos detenido en todo lo anterior es para intentar decantar líneas de pensamiento de
nuestro hoy que nos sirvan para situarnos como creyentes adultos en él.

Hay caminos intransitables. Podemos recorrerlos, es evidente, y de hecho hay mucha


gente que los recorre hoy en día. Pero son caminos que no generan vida sino muerte y
dolor en uno mismo y en los demás.

ƒ Unos porque se inhiben: el puro formalismo del juego verbal tan de moda en
Francia, que alarga y alarga los análisis de la deconstrucción, que permite no
dejar títere con cabeza en las creaciones culturales, pero sin llegar a hacer nunca
una propuesta positiva y liberadora.
ƒ Otros porque no son suficientes y, en la misma medidad desu insuficiencia,
colaboran a que las condiciones de dolor y sufrimiento se continúen e, incluso,
aumenten. Así, el idealismo burgués de Habermas, cuya propuesta material es
tan ingenua y tan paladinamente injusta para los débiles que no se comprende
cómo ha podido ocupar el espacio que ha ocupado en el mundo intelectual.
ƒ Otros son caminos cerrados y egoístas, en el que el propio disfrute se absolutiza
(lo quiero todo aquí y ahora y no concibo que haya otros que puedan necesitar
algo de ello). Es el narcisismo de una determinada posmodernidad distraída y
sibarítica, ajena y casi inmunizada al sufrimiento del mundo, abotargada por el
consumo y reducida a un presentismo y localismo del pequeño ámbito en que se
vive.
ƒ Otros son simplemente caminos perversos, constructores de mal y de injusticia
en la mayoría de nuestro mundo, pues esa es la condición de posibilidad de la
abundancia. Son los caminos que marca el neoliberalismo feroz que nos invade
y todos los epígonos intelectuales que le secundan, como hemos visto, y los
poderes políticos y militares que olvidan lo más elemental de los derechos
humanos. Mención especial merece en este punto la ideología de la seguridad,
que tan bien ha analizado recientemente Joaquín García Roca. El Estado
amenazado ha sustituido sin pudor alguno los derechos humanos por la categoría
de la seguridad y de la necesidad.

¿Qué camino recorrer? Dos frases del universo cristiano nos pueden ayudar a situarnos

La primera es de Juan Pablo II: “El ser humano es el camino de la Iglesia” (Redemptor
hominis). Cualquier proyecto teórico y práctico que quiera merecer el nombre de
“digno”, pasa por el hombre. El ser humano es el centro y la piedra de toque de
cualquier discurso que quiera presentarse en el ágora de hoy. El ser humano en toda la
dignidad, la autonomía y la mayoría de edad, la creatividad y el señorío sobre la historia.
Nunca como hoy es tan verdad que el hombre es la media de todas las cosas (incluyendo,
posiblemente, a las religiones y las Iglesias)

Pero esta afirmación debe ser concretada, materializada en las condiciones históricas
concretas de vida si no queremos permanecer en los idealismos abstractos, en que al
hablar de todos y para todos, no se habla de nada y para nadie. Pablo de Tarso escribió

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hace ya casi dos mil años que en Cristo Jesús no hay hombre ni mujer, griego ni
bárbaro, judío ni gentil (cf Gal 3,28). Estas palabras, incluidas en la carta de la libertad
cristiana, marcan un auténtico programa de liberación para nuestros días:
ƒ Hombre/mujer: la revolución pendiente de género. Posiblemente aquñi podría
también encontrar su sitio los mejores valores de la posmodernidad, que quiere
superar el rigor, la sequedad, el objetivismo y la violencia propia del
patriarcalismo y machismo. Valores con la ternura, la afectividad, la atención y
el cuidado por el detalle nos hacen mucha falta.
ƒ Griego/bárbaro: la superación de las divisiones políticas y económicas, para
abordar la construcción de una sociedad mundial realmente pluricultural, en la
que el diálogo y el respeto de las diferencias culturales sean las bases de una
convivencia humana, alternativa a la jaula de hierro del neocapitalismo y sus
necesidades militaristas
ƒ Judío-gentil: para caminar hacia la superación de las guerras y las exclusiones en
el campo de la religión, de modo que se abra paso el dialogo y la colaboración
interreligiosas (lo que exige la continuación del trabajo en el campo de la
teología de las religiones, tan sembrado de dificultades y prejuicios hasta ahora)

En definitiva, estamos ante una alternativa: o “el hombre es un lobo para el hombre”,
como parece que estamos empeñados en que así sea y seguiremos llevando el revolver
en la cadera, o el “¡No matarás! ” y el “Heme aquí!” que nos plantea Lévinas. Esa es la
elección. Pero para terminar otra frase muy querida de Dussel: “El que tenga oídos para
oir, que oiga”. El creyente en Jesús que se embarque por estos derroteros, posiblemente
tenga que vivir esa fe vulnerable de la que nos habla Enzo Biemmi. Posiblemente, la
única fe digna del hombre de hoy y la única digna del Dios de Jesús a estas alturas de
nuestra historia. Posiblemente.

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ALGUNAS CORRIENTES DE PENSAMIENTO
ACTUALES

El itinerario de este año: el cristiano en la nueva cultura

1. ACOTANDO EL CAMPO
1.1. Captatio “bene-mentiae”, o alegato a favor de la razón
1.1.1. De la mano del viejo Aristóteles
1.1.2. Un paso más con Tomás de Aquino

2. UN PUNTO DE PARTIDA
2.1. La insuficiencia del modelo antiguo/medieval
2.2. Un nuevo paradigma. La primera modernidad
2.3. La crítica de la crítica. Segunda modernidad
2.3.1 Los maestros de la sospecha
o Feuerbach
o Max
o Nietzsche
o Freud
o [Kierkegaard]
2.3.2. La primera generación de la escuela de Frankfurt (Horkheimer,
Adorno, Benjamín…)
2.3.3. La esperanza como principio de realidad (Ernst Bloch)

3. LA POSMODERNIDAD
3.1. La anti-modernidad
3.2. La post-modernidad
3.2.1. El deconstructivismo y el estructuralismo (Foucault, Derrida…)
3.2.2. El nihilismo narcisista (Vattimo, Baudrillard…)
3.2.3 El neo-capitalismo salvaje
3.2.3.1. Indicaciones generales. El pensamiento único
3.2.3.2. Francis Fukuyama y el fin de la historia
3.2.3.3. El conflicto de civilizaciones de Samuel Huchtington
3.2.3.4. La tesis de “los dos occidentes”. Robet Kagan
3.3. La sobre-modernidad o tercera ilustración
3.3.1. La ética del discurso: Habermas y Apel.
3.3.2. La ética radical del Otro: Lévinas
3.3.3. La filosofía de la liberación (analéctica) de Enrique Dussel

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4. CONCLUSION
ƒ “El ser humano es el camino de la Iglesia” (JP II Redemptor hominis)
ƒ “Porque en Cristo Jesús no hay hombre ni mujer, esclavo ni libre, griego ni
bárbaro, judio ni gentil”. (Pablo de Tarso)

El Señor Jesús, que ha sido adulto en su relación con su Padre y con los
hombres y mujeres de su tiempo, nos ha mostrado que la fe es tanto más
adulta cuanto más está
ƒ expuesta a la historia, es decir, lo menos protegida posible,
ƒ ligada a la dimensión cotidiana y profana de la vida, es decir, lo
menos religiosa posible,
ƒ en sintonía con la sensibilidad de su propia cultura, es decir, lo
menos auto-referencial posible,
ƒ atenta a las preguntas y a lo imprevisible, es decir, lo menos
segura posible,
ƒ apasionada por los itinerarios y las historias de la vida de mujeres
y de hombres que se cruzan en su camino, es decir, lo menos al
abrigo posible.
ƒ En una palabra, lo más vulnerable posible.

Enzo Biemmi

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