Delanty, G. y Strydom, P
Delanty, G. y Strydom, P
Delanty, G. y Strydom, P
Selección de extractos del libro Philosophies of Social Science. Ed. by Gerard Delanty and Piet Strydom.
Open University Press and McGraw-Hill Education. Maidenhead, Berkshire, England. 2003. Traducido por
Manuel González Ávila.
El positivismo alcanzó un status de ortodoxia en las ciencias sociales en la primera mitad del
siglo veinte, aunque sufrió un relajamiento de sus postulados y modificaciones desde su interior,
dentro del mismo positivismo, y desde la crítica del exterior proveniente de las tradiciones
antipositivistas. De esa manera, el positivismo vivió una época de auge seguida de una de
declinación. Finalmente, el positivismo fue desplazado por el postempirismo en el debate
filosófico, aunque continúa con una fuerte presencia en las culturas del mundo occidental. En
este documento se presentarán en forma muy resumida en qué consistieron las aportaciones de
los autores más destacados de la escuela filosófica. Pueden ser mencionados seis complejos de
ideas como sus postulados básicos:
1. La ciencia es una. Esto se basa en una serie de supuestos, por ejemplo, que el universo
está ordenado causalmente, es homogéneo, es un mundo de una sola capa, hay una
unidad básica para la experiencia humana, y que por lo tanto, somos capaces de conocer
la realidad y construir un sistema de conocimiento sobre ella. Es posible producir un
lenguaje científico unificado para todas las disciplinas científicas, lo cual significa que
todas las disciplinas científicas, incluyendo las sociales, pueden ser reducidas a
explicaciones físicas.
2. Empirismo. Es una doctrina antimetafísica que enfatiza la base experiencial de todo el
conocimiento el cual toma una de dos formas posibles. Por un lado, el fenomenalismo en
el cual se coloca el énfasis en la experiencia inmediata de entidades fenoménicas o
mentales en formas observables o datos sensoriales. Por otro lado está el fisicalismo o
naturalismo en cuyo caso, el énfasis está en entidades de percepción o físicas u objetos y
eventos de sentido común que pueden ser intersubjetivamente verificados por medio del
recurso a la evidencia empírica.
3. Objetivismo. Sobre la base de la separación del sujeto y el objeto del conocimiento se
adopta la actitud puramente teórica de un observador no involucrado, neutral, de manera
que la atención se coloca exclusivamente en el objeto. Esta idea se acompaña típicamente
por la afirmación de que no hay tal intervención del sujeto o un yo determinante.
4. Ausencia o neutralidad de valores. Sobre la premisa de la necesidad de sostener una
separación lógica entre hechos y valores, o entre afirmaciones descriptivas y normativas,
se afirma que la ciencia debe proceder de una manera neutral, libre de toda infección de
valores personales, éticos, sociales o culturales, y el científico activamente desiste de
derivar “lo que debe ser a partir de lo que es” o “valores a partir de hechos”.
5. Instrumentalismo de la realidad y del conocimiento. El positivismo tiende a la
manipulación del mundo más que a comprenderlo y, similarmente, a una visión
instrumental de la teoría en el sentido de que consiste de nada más que observaciones que
no son más que una herramienta de predicción.
6. Tecnicismo. Hay una clara tendencia a valorar las técnicas y métodos más que a los
resultados o el desarrollo del conocimiento, hasta el punto de hacer esenciales los
primeros.
Positivismo
Postempirismo
1. Stephen Toulmin (1922-) fue el primero en reflexionar acerca del aspecto crucial de la
ciencia al que autores como Wittgenstein y Quine llamaron la atención y que después fue
capturado en el concepto de “paradigma” de Kuhn. Wittgenstein, por ejemplo, escribió
que nuevos tipos de lenguaje, nuevos juegos de lenguaje, como podríamos decir, nacen a
la existencia y otros se hacen obsoletos y son olvidados. Y de acuerdo con el llamado
“giro holístico” según el cual “la unidad de significación empírica es la ciencia como un
todo”, Quine por su parte se refirió a las revisiones radicales de los sistemas teóricos,
tales como los cambios por “los que Kepler reemplazó a Ptolomeo, Einstein a Newton o
Darwin a Aristóteles”. Procediendo a partir de asumir que “la ciencia es… un trozo de la
vida”, Toulmin habla de “los patrones racionales de conexiones” por medio de los cuales
los científicos “hacen sentido del flujo de acontecimientos” o, más enfáticamente, “de los
ideales del orden natural”. Estos patrones o ideales consisten de “conceptos preformados”
o “consideraciones teóricas a priori” que estructuran la comprensión de realidad del
científico desde el principio. También hace hincapié en el carácter peculiar de estos
patrones de conexiones. Por un lado, dice “cambian y se desarrollan… con la historia” y,
por lo tanto, debe haber en ellos algo “empírico” en sentido amplio; sin embargo, por otro
lado señala que “no podemos confrontarlos directamente con los resultados de la
observación y el experimento” ya que son condiciones que hacen posible el trabajo
científico. El reconocimiento de este componente de la ciencia y su carácter dual no
marca exactamente una ruptura con el positivismo pero, en cambio, sí es una
característica del postempirismo.
2. Thomas Kuhn (1922-1994), empleando ideas sociológicas, psicológico sociales y
epistemológicas publicó un libro determinante para superar la concepción positivista o
empirista de la ciencia, así como también para el arribo del postempirismo a una
presencia completa y general. El concepto central de su libro La Estructura de la
Revoluciones Científicas (1962) es el de “paradigma” en el sentido de un marco
dinámico, históricamente cambiante, de comprensiones y compromisos que forman la
base de la práctica de la ciencia. Poniendo al descubierto una imagen de libro de texto de
la ciencia como algo que consiste de métodos, observaciones, hechos, leyes, teorías y
logros científicos en un proceso gradual de acumulación, Kuhn con efectividad rechaza la
perspectiva ahistórica e idealizante del positivismo sobre la ciencia. Lejos de proceder
por “confirmación y falsación”, como por ejemplo sostuvieron Carnap y Popper, y sin ser
un asunto de “invenciones y descubrimientos individuales” y un “proceso acumulativo”
como lo sugieren los textos en general, la ciencia se basa en un “conjunto de
compromisos”, ciertamente un elemento arbitrario, aceptado por la comunidad científica
en un momento dado. Tal paradigma hace posible la “ciencia normal” en la medida que
no sólo permite los “intentos de forzar a la naturaleza para ajustarla dentro de cajones
conceptuales”, sino también echa a andar estrategias defensivas tales como la supresión
de los aportes o “novedades fundamentales” o “anomalías” que tercamente se rehúsan a
ser alineadas con, o acomodadas en, el marco establecido de la compresión de las cosas.
En esas condiciones, el desarrollo científico que contempla controversias, la redefinición
de problemas y estándares, la transformación de la imaginación científica y la
reconstitución del mundo en que se hace el trabajo científico, procede por competencia
sobre las novedades fundamentales y las anomalías que no pueden ser más ignoradas por
la ciencia normal. Como lo ve Kuhn: “La competencia entre segmentos de la comunidad
científica es el único proceso histórico que realmente resulta alguna vez en el rechazo de
una teoría previamente aceptada y la adopción de otra”. Cuando ocurre tal caso, se
trasciende la ciencia normal y entramos en una de esas situaciones extraordinarias
referidas como “revoluciones científicas” en las que la competencia “demoledora de la
tradición” inicia “un nuevo conjunto de compromisos, una nueva base de práctica de la
ciencia”. Considerando las situaciones reales en las que ganamos, aceptamos y
asimilamos el conocimiento, Kuhn concluye que la serie entera de distinciones básicas,
por las que ha procedido la filosofía neopositivista de la ciencia, es insostenible. Esto se
aplica, sobre todo, a la más fundamental de las premisas positivistas, engarzada en el
mero nombre de “empirismo lógico”, como se hace claro en lo que puede considerarse el
lema postempirista de Kuhn: “Hecho científico y teoría científica no son categóricamente
separables”.
3. Imre Lakatos (1922-1974). En lugar de proyectar una imagen ideal de la ciencia y
perseguir un modelo del conocimiento definitivo, Lakatos se enfoca sobre el desarrollo
del conocimiento. Se vuelve contra la apreciación ahistórica de la ciencia para
considerarla como una empresa o actividad humana. Esto lo lleva, junto con Feyerabend,
a descartar el énfasis positivista en los métodos a favor de ser orientada según tareas.
Rechaza la visión de la ciencia como prueba, confirmación o refutación de hipótesis
porque asume una “racionalidad instantánea” y “aprendizaje instantáneo”, cuando de
hecho “la racionalidad trabaja mucho más lentamente que lo que la gente tiende a creer”.
Por lo tanto, lejos de caracterizarse por “experimentos cruciales” en términos de “teorías
aisladas”, la ciencia debe pensarse como un ente que consiste de “programas de
investigación” que tienen “poder heurístico” y trabajan por periodos más o menos largos.
En realidad, la ciencia es un “campo de batalla de programas de investigación”. Aunque
acepta la propuesta de Kuhn para dar cuenta del desarrollo del conocimiento en términos
de competencia, Lakatos ve la noción de paradigma como muy psicosocial y prefiere el
concepto normativo de “programa de investigación”.
4. Paul Feyerabend (1924-1994) llevó al extremo la perspectiva histórica del desarrollo del
conocimiento en el contexto de la ciencia como un proceso orientado a tareas realizado
por enredadas actividades humanas. Algunos piensan que por ello declaró imposible a la
ciencia; sin embargo, a lo sumo llegó a sostener que al final podría ser que la ciencia
empírica es una quimera. La postura “anarquista” radical que expuso fue precedida de
una crítica a lo que llamó la metafísica empirista del empirismo lógico y sus precursores.
Feyerabend argumenta contra la fijación positivista sobre el método y el estrecho modelo
subyacente de racionalidad científica para destacar la anárquica –por decir, desordenada,
descuidada, confusa y enredada– naturaleza del proceso de desarrollo y adquisición del
conocimiento científico. Dado que piensa que está claro en el registro histórico que
factores de todo tipo –formación, intereses, presiones, propaganda, indoctrinamiento,
juego, exigencias vagas, creencias irracionales, tonta cosmología, junto con la voz de la
razón, argumentación y razonamiento– entran en el proceso y de una manera u otra
contribuyen al desarrollo del conocimiento, Feyerabend insiste en que la idea de un
“método fijo (científico)” es una subestimación. Sólo un principio puede ser defendido
bajo toda circunstancia: el principio de que “todo se vale”.
1. Ernst Cassirer (1874-1945) se enfocó al principio en las ciencias naturales, pero más
tarde desarrolló una filosofía de las formas simbólicas y propuso una filosofía de las
ciencias culturales. En su libro Sustancia y Función ofrece argumentos sobre la
formación de los conceptos científicos que pueden considerarse en conjunto como la
primera presentación coherente de una perspectiva de las relaciones contraria al
positivismo. Su cambio en el énfasis desde substancias, ya fuera objetos, cosas o actores
individuales, a relaciones entre ellas probó ser sumamente influyente, no sólo en el caso
de sociólogos tales como Karl Mannheim y Norbert Elias en los años 1920s y 1930s, sino
también mucho más tarde en el caso de Pierre Bourdieu. Empezando con una crítica de
las teorías de la abstracción que van de lo particular a lo universal y así descuidan la
calidad de los elementos individuales para enfocar “la uniformidad de lo dado”, Cassirer
pone el énfasis en “las relaciones que se establecen entre los elementos individuales”, su
“conexión por implicación”, “la forma de conexión”, “la regla universal para la conexión
de los particulares” y, por tanto, “la universalidad concreta”, “la totalidad concreta” con
su propio “principio generador” o “el todo sistemático que incorpora en sí mismo las
peculiaridades de todas las especies y las desarrolla conforme a una regla”. El
relacionalismo de Cassirer dio la base a la teoría del campo de Kurt Lewin y aún parece
haber anticipado la noción de juegos del lenguaje de Wittgenstein.
2. Karl Mannheim (1887-1947) asumió la diferencia anteriormente establecida entre las
ciencias socioculturales y las ciencias naturales exactas, pero la presenta como una
distinción entre un pensamiento abstracto, descontextualizado y funcional, operando sin
consideración de los fines que sirve, y un pensamiento incorporado, embebido, ligado al
contexto, interesado en la conciencia en el entendido que es formada por circunstancias
históricas particulares, incluyendo la consideración de los fines. Estudió el mundo
sociocultural para mostrar que los fenómenos cualitativos y significativos son generados
por relaciones y procesos sociales, incluyendo “competencia” y “conflicto”. El foco de su
atención está específicamente sobre el proceso de competencia en la que luchan los
agentes sociales por una recompensa común, lo que con Heidegger llama “la
interpretación pública de la realidad”. La fuerza principal de su argumento es que no
solamente las comprensiones cotidianas, las interpretaciones históricas y los enfoques
políticos ganan presencia y se establecen en la sociedad de esta manera, sino que también
lo hacen las interpretaciones de las ciencias culturales y sociales. Más tarde, Mannheim
estuvo convencido que el conocimiento de las ciencias naturales alcanza hegemonía en
precisamente la misma forma. Aunque no directamente basados en Mannheim, tanto
Kuhn como Lakatos tendrían una comprensión similar de la competencia en el contexto
de las ciencias naturales.
3. Alfred Schutz (1899-1959) se interesó en acercar la perspectiva de la fenomenología de
Husserl a la filosofía de las ciencias sociales. Inicialmente acercó la fenomenología y la
sociología interpretativa de Weber, pero una vez en los Estados Unidos a donde emigró
cuando Hitler subió al poder, tomó en cuenta los desarrollos estadounidenses relevantes,
incluyendo no sólo el pragmatismo y el interaccionismo simbólico, sino también el
positivismo. Esto lo hizo un contribuyente central en la segunda fase de la controversia
explicación-comprensión. Schutz objetó el “imperialismo monopólico” del positivismo
lógico que implicaba un menosprecio de las ciencias sociales y una extensión
indiscriminada de la “lógica de las ciencias naturales” a las ciencias sociales. Pero
además, también argumentó contra lo que significaba desatención y mala representación
de la comprensión-interpretación como irremediablemente subjetiva e incontrolable
“introspección” interesada en los estados psíquicos y en la “imputación de emociones,
actitudes y propósitos” a los actores. El meollo de su crítica, sin embargo, es que el
positivismo lógico, en tanto que admite sólo el comportamiento abiertamente observable,
opera con un modelo más bien angosto de “las situaciones en las que al individuo
actuante es dado al observador en lo que es comúnmente llamado relación cara a cara”.
Esto significa que el positivismo lógico excluye el estudio científico social, pero con
respecto a la ciencia como una empresa social da por vista la mayor parte de la realidad
social que es precisamente el objeto de estudio de las ciencias sociales. El positivismo
lógico se enfoca sobre el comportamiento abiertamente observable por los sentidos; sin
embargo, la realidad social o la vida en el mundo es un mundo intersubjetivo de
significados que se vive en interacción o intercomunicación entendida desde dentro por
los participantes, incluyendo al científico social. Por lo tanto, más que una experiencia
sensorial mediada por la observación, las ciencias sociales proceden sobre la base de la
experiencia comunicativa mediada por la comprensión. Para Schutz, esto implica que la
comprensión se refiere a más que sólo la metodología interpretativa de las ciencias
sociales. En primer lugar, muchos entienden la comprensión como “forma experiencial
en la que el sentido común toma conciencia del mundo sociocultural”, el sentido
específico y estructura relevante de la vida y el mundo, que da el nivel básico de
constructos de primer grado sobre los que los “constructos de segundo grado” de las
ciencias sociales son construidos por la mediación de la experiencia comunicativa, lo que
más tarde sería llamado por Giddens la relación de doble hermenéutica. Como Weber,
Schutz se esfuerza para reconocer el derecho relativo de la observación de regularidades,
la explicación y la predicción en las ciencias sociales, pero esto no le impide afirmar que
hay una separación metodológica fundamental basada en “una diferencia esencial en la
estructura de los objetos de pensamiento o construcciones mentales” de las ciencias
sociales y las naturales respectivamente: “El mundo de la naturaleza, como es explorado
por el científico de la naturaleza, no ‘significa’ nada para las moléculas, átomos y
electrones que se encuentran ahí. Sin embargo, el campo observacional del científico
social, la realidad social, tiene un significado específico y una estructura relevante para
los seres humanos que viven, actúan y piensan ahí”.
4. Maurice Merleau-Ponty (1908-1961) presentó una postura fenomenológica que es
comparable a la de Schutz en varios respectos. Central aquí es su énfasis en lo que llama
“la experiencia… de la intersubjetividad” contra el trasfondo de críticas al positivismo y
al neopositivismo bajo títulos como “el mero registro de hechos”, “empirismo”,
“objetivismo” y “cientificismo”. Merleau-Ponty ataca el “cordón sanitario” que
constituye el “sistema de segregación” o apartheid de la sociología y la filosofía que era
mantenido por el neopositivismo, y aún hoy es promovido por algunos. Indica que la
filosofía es necesaria para la sociología. La filosofía como “la conciencia de la
intersubjetividad” entra en juego “cada vez que el sociólogo es requerido no solamente
para registrar los hechos sino también para comprenderlos”, y es “un recordatorio
constante de las tareas de la sociología” siendo “la vigilante que no nos deja olvidar cuál
es la fuente de todo conocimiento”.
Hermenéutica y reflexividad
1. Claude Lévi-Strauss (1908- ) nació en Bélgica pero creció y fue educado en Francia
antes de pasar muchos años en Brasil como profesor de antropología en la Universidad de
Sao Paulo. Por la época de su nombramiento en el prestigioso Profesorado de
Antropología Social del Collège de France en 1959, había escrito varios influyentes
trabajos en antropología, incluyendo Antropología Estructural (1958) y Las Estructuras
Elementales del Parentesco (1959). Entre entonces y su ingreso a la Academia Francesa
en 1973, Lévi-Strauss moldeó el movimiento que habría de ser conocido como
postestructuralismo, el cual se define en términos de una apropiación crítica de sus
escritos. En su obra Antropología Estructural nos da claras evidencias de su
preocupación con la estructura mediada por el lenguaje. Muestra que la lingüística
estructural, como fue propuesta por Saussure y Jakobson, puede ofrecer a la antropología
un “método riguroso”. Cree que ha habido más avances en la lingüística que en las
ciencias sociales y que las ciencias sociales debieran aprender de la lingüística que está
revolucionando todas las ciencias sociales, no sólo la antropología. Llega hasta a
proclamar: “La lingüística estructural con seguridad jugará el mismo papel renovador con
respecto a las ciencias sociales que la física nuclear, por ejemplo, ha jugado para las
ciencias físicas”. Argumenta que la colaboración entre la ciencia social y la lingüística ya
no es laxa sino esencial. Además, estableció la contribución crítica de la lingüística
estructural, es decir, la importancia relacional más que la funcional de los roles sociales.
Así, las estructuras son relaciones esenciales de “elementos de significado”, algo como
los “fonemas”, aquellas unidades básicas de significado en la teoría lingüística. En un
documento suyo empieza reiterando la contribución de la lingüística estructural a un
método científico riguroso que no requiere de la interpretación hermenéutica, debido a
que lo que se estudia no es significado creado subjetiva o intersubjetivamente, sino
estructuras de significado que pueden ser desveladas con precisión casi matemática.
Avanza, luego, a aplicar este método estructuralista al estudio de los sistemas de
parentesco y reglas matrimoniales en diferentes civilizaciones, mostrando los diferentes
sistemas de combinación que resultan de algunas reglas muy básicas.
2. Lucien Goldmann (1913-1979) nació en Rumania y fue estudiante de Georg Lukács
antes de trasladarse a París en donde pasó la mayor parte de su carrera profesional,
durante la cual se hizo uno de los más importantes marxistas occidentales que trabajaron
el área de la teoría cultural. Su principal escrito es El Dios Escondido (1979), un estudio
del movimiento jansenista del siglo diecisiete y sus figuras más notorias, Racine y Pascal.
Como se indicó antes, su estructuralismo genético lo marcó fuera tanto del
estructuralismo científico del marxismo ortodoxo y del estructuralismo lingüístico
propuesto por Lévi-Strauss y sus seguidores, como también del marxismo estructural de
Louis Althusser. En el prefacio de la nueva edición de Las Ciencias Humanas y la
Filosofía (1969), Goldmann toma distancia del enfoque excesivamente formalista de
Lévi-Strauss y deplora el dominio del movimiento estructuralista en la ciencia social
francesa en los 1960s porque llevaba a una “actitud no humanística, ahistórica y no
filosófica” que estaba sofocando a “una sociología verdaderamente crítico social”. En
lugar de descartar los conceptos de estructura y función, buscó unir a ambos en una
forma más dinámica para explicar la naturaleza histórica de lo social.
3. Michel Foucault (1926-1984) empezó su carrera como psiquiatra pero pronto se volvió
contra la profesión médica en los trabajos iniciales como Demencia y Civilización (1961)
y en El Nacimiento de la Clínica (1963). Estuvo influenciado por pensadores franceses,
tales como, Dumézil, Cavailles, Canguilhem y Bachelard, y también inspirado por
Nietzsche, Bataille y Freud. Por la época en que se hizo Profesor de Historia de los
Sistemas de Pensamiento en el Collège de France en 1969, ya era uno de los intelectuales
franceses más conocidos, aunque fue en los EUA a partir de los años 1980s que su
pensamiento tuvo el mayor impacto, aportando los fundamentos intelectuales para el
movimiento postmodernista en las ciencias sociales y la filosofía. Sus libros principales
fueron El Orden de las Cosas: Una Arqueología de las Ciencias Humanas (1966),
Disciplina y Castigo (1975) y La Historia de la Sexualidad (3 volúmenes en 1976, 1984
y 1984). El prefacio de El Orden de las Cosas es un buen ejemplo de sus primeros
trabajos. Ilustra su método “arqueológico” en su estilo personal, cuyo propósito era
revelar las estructuras de poder que constituyen los fijos y seguros “órdenes” de
“clasificación” del pensamiento y las instituciones occidentales. Puede ser contrastado
con Lévi-Strauss en el sentido de que busca mostrar menos la “rejilla” de las inflexibles
relaciones entre códigos y más el espacio escondido del lenguaje que se separa del orden
fijo de los códigos culturales dominantes y descubrir las rupturas principales y
“discontinuidades” de la cultura occidental. Foucault señala que su propósito es el
descubrimiento de las estructuras del campo epistemológico de la ciencia, su episteme,
con el método de la “arqueología”, para demostrar que el nacimiento del pensamiento
moderno –después del colapso de la noción de representación de la “Era Clásica”
(generalmente el Renacimiento) – fue acompañada por una nueva entidad que fue
constituida por la ciencia, es decir, “el ser humano”, o subjetividad, y con él una nueva
historicidad. El prefacio concluye con el fragmento citado frecuentemente en el que
Foucault anuncia la inevitable desaparición de esa subjetividad creada por la modernidad.
Este explícito ataque a la subjetividad es más visible en el texto posterior de una
conferencia ofrecida en el Collège de France en 1976. En él Foucault define que su
posición es diferente de la crítica marxista y que se relaciona con un “análisis no
económico del poder”. Su punto de vista se basa en el “carácter local de la crítica” que
apunta a la “insurrección de los conocimientos subyugados” que han sido sepultados por
los enfoques estructuralistas. El texto es particularmente importante en tanto que
introduce en el dominio del conocimiento lo que excluyen el positivismo y el
estructuralismo, es decir, luchas, conflictos, conocimientos ingenuos y populares, todo lo
que es “marginal” y escondido. Con esto Foucault anuncia su nueva perspectiva, lo que
llama “genealogía” siguiendo a Nietzsche, la cual está diseñada no tanto para descubrir
las estructuras de poder, sino más bien el “conocimiento histórico de las luchas”. En este
sentido, abandona los últimos vestigios de estructuralismo que podrían haber estado
contenidos en su enfoque arqueológico inicial, por una “anticiencia” que escribiría la
historia de la medicina desde la perspectiva del paciente y no la del doctor y todos los
privilegiados sistemas de verdad que ha establecido la ciencia moderna. Sin embargo, es
de notar que retiene la arqueología como método que habrá de ser complementado con
las políticas normativo críticas de la genealogía. El texto aludido concluye con alguna
discusión sobre el poder, lo que sería su interés principal en los años siguientes cuando
aplicó más de lleno la teoría de la formación discursiva de la subjetividad moderna en los
sistemas de conocimiento.
4. Jacques Derrida (1930-2004) nació en Algeria y estudió y enseñó en París y los EUA.
Sus numerosos libros han sido muy influyentes en disciplinas de la crítica filosófica y
literaria y han tenido un considerable impacto sobre la ciencia social postmoderna. El
trabajo de Derrida está profundamente influenciado por Nietzsche, Heidegger, Freud y
Bataille. Ha sido la principal inspiración de la desconstrucción, la cual puede ser
comparada con el método genealógico de Foucault en su interés de cuestionar la
sabiduría recibida de los marcos dominantes de pensamiento. Como Foucault, ha sido
una figura central para reorientar los enfoques interpretativos más allá de la
hermenéutica, la cual ha estado sobrecargada con supuestos de verdad y subjetividad. El
método de la desconstrucción trata de demostrar los múltiples e indeterminados niveles
de significado en un texto, la lectura del cual nunca puede estar completa porque el texto
nunca es reducible a una subjetividad básica, un origen, un autor, o un legislador
dominante, y nunca puede ser cerrado por el lector. En esencia, éste es un enfoque que
mira todos los textos, todos los trabajos escritos, como algo relativamente flotante y
productor de sentido, que no puede estar relacionado con la intencionalidad. Es un punto
de vista sobre el método de la interpretación que difiere radicalmente de los enfoques
tradicionales. En su ensayo Estructura, Signo y Juego en los Discursos de las Ciencias
Humanas (1966), escrito en el característico estilo elíptico de Derrida pero sin la
oscuridad de sus escritos posteriores, encontramos uno de los más famosos ejemplos del
método de la desconstrucción. Originalmente, Derrida presentó el texto en una
conferencia ofrecida en la Universidad de Johns Hopkins. Dicho texto se convirtió en un
enunciado clásico del postestructuralismo porque en él Derrida se percibió separando su
pensamiento de la creencia de Lévi-Strauss en el poder redentor de la ciencia para
explicar el mundo por un método riguroso. En todo caso fue un ensayo muy influyente,
presentando al pensamiento del postestructuralismo efectivamente en el mundo
académico angloamericano como una alternativa al neopositivismo, el estructural
funcionalismo de Parson y la Nueva Crítica. El texto empieza introduciendo la idea de
“juego” como algo inherente en todas las estructuras, lo que Derrida replantea como
“discurso”. La coherencia y estabilidad de la estructura consiste de un centro dominante
que se va estableciendo. Pero el centro es una ilusión y es constantemente desplazado por
otros centros en un proceso de “dislocación”, “transformación” y “descentralización”.
Derrida introdujo su famosa noción de “descentrar”, que define el método de la
desconstrucción, como encontrar experiencias y formas de pensar alternativas ante las
formas dominantes, desde la metafísica occidental hasta el estructuralismo. Pero no hay
un punto privilegiado fuera del discurso, el cual sólo puede ser descentrado desde un
punto dentro del mismo. Éste es uno de los objetivos más importantes que el ensayo
quiere aclarar. Aquí descarta la creencia de Lévi-Strauss en la capacidad de la ciencia
para trascender la cultura.
Pierre Bourdieu (1930-2002) fue uno de los más importante sociólogos franceses desde
Durkheim y, con Foucault, una figura de enorme trascendencia en la reorientación de las ciencias
sociales en las últimas tres décadas del siglo XX. Nació en el sureste de Francia y tuvo
formación como antropólogo. Progresivamente cambió hacia la sociología cuando publicó
escritos clásicos, como Distinción: Una Crítica Social Sobre el Juicio del Gusto (1979) y Homo
Academicus (1984). Aunque sentía hostilidad por los filósofos, particularmente de la generación
postestructuralista, sus escritos tomaron un pronunciado carácter filosófico, como se hizo
evidente en su último trabajo importante Meditaciones Pascalianas (1997). Uno de sus últimos
trabajos, La Ontología Política de Martin Heidegger (1989) deshizo la reputación de una de las
figuras filosóficas detrás de la cada vez mayor corriente neoheideggeriana en el postmodernismo,
entonces representada especialmente por Jacques Derrida y progresivamente cada vez más por
Richard Rorty. En La Lógica de la Práctica (1989) presenta su posición frente al estructuralismo
de Lévi-Strauss. Bourdieu argumenta en ese escrito a favor de una concepción menos rígida de la
estructura para reconocer una actividad constructiva de la acción (a la que llama práctica) y una
correspondiente reflexividad de parte del científico social que no puede afirmar que ocupa una
posición externa. Mientras que Lévi-Strauss sostenía que las estructuras de los mitos, parentesco,
y otras, siempre solucionaban los problemas lógicos, Bourdieu tiene el punto de vista que
siempre hay una cierta “indeterminación” en la estructura y en la relación de la ciencia con las
estructuras sociales. La importancia de ese escrito está en que marca el punto en el que la
subjetividad entra de nuevo al dominio de la ciencia cuyo método debe hacerse reflexivo. Las
consecuencias de este giro hacia el sujeto bajo las condiciones de reflexividad serán vistas en la
parte 6.
Estos supuestos pueden ser considerados como síntomas de una crisis de la ciencia social que
está pasando ahora por una transformación epistemológica importante, o simplemente como
signos de una transición. Sería prematuro decir lo que saldrá de la actual reorientación de las
ciencias sociales y, por lo tanto, hace más sentido ver a estos supuestos como algo que representa
el legado del siglo XX; son entonces los desafíos y los elementos potenciales de una filosofía de
la ciencia social del siglo XXI.
Los autores que aparecen más adelante han sido seleccionados con vistas a ilustrar esos
supuestos y desafíos tal como son expresados en algunas de las direcciones nacientes. Estas
direcciones son particularmente evidentes en los siguientes puntos; alrededor de ellos están
agrupados los autores, estos son: reflexividad, punto de vista, opción racional, constructivismo,
cognitivismo y realismo. Es necesario mencionar que, evidentemente, los postulados
mencionados antes no están todos presentes en alguna de las tendencias en particular y, además,
que estas tendencias dominantes en muchos casos se traslapan. Sin embargo, si estos supuestos
tienen algo en común es una comprensión de la ciencia social como una relación reflexiva con
un mundo cada vez más azaroso. Pero más allá de este interés hay poco más en común a la
mayoría de estas tan diferentes perspectivas y direcciones. Los siguientes términos resumen
algunas de estas direcciones con respecto a cómo articulan los supuestos mencionados antes.
Hay que enfatizar que éstos no son escuelas de pensamiento sino tendencias generales en la
filosofía de la ciencia social postempírica.
REFLEXIVIDAD
En las secuelas de la Disputa Positivista, la vieja y trascendental pregunta filosófica sobre el
papel del sujeto del conocimiento en el conocimiento mismo fue introducida en la filosofía de la
ciencia social. Como consecuencia, la idea de una ciencia social reflexiva se ha hecho cada vez
más evidente en los tiempos recientes y el término mismo se ha convertido en un concepto
ampliamente usado en un rango grande de contextos, con nociones de modernización reflexiva,
identidad reflexiva, comunicación reflexiva, producción reflexiva y aprendizaje reflexivo cada
vez más de moda. El término sugiere autoimplicación o la aplicación de algo a sí mismo. Así, en
la metodología científico social indica una posición epistemológica en la que quien investiga se
pregunta a sí mismo o a sí misma su propio rol en proceso de la investigación. En un sentido más
fuerte significa autoconfrontación. De muchas maneras, la creciente adopción de la reflexividad
en la ciencia social es una respuesta a, por un lado, los límites de los supuestos tradicionales
sobre la crítica y, por el otro, la necesidad para la ciencia social de expresar una orientación al
mundo. La reflexividad evita las ilusiones de algunos de los postulados tradicionales de la crítica
en el contexto de múltiples puntos de vista y posiciones normativas. En este sentido, la
reflexividad es una continuación de la crítica. Es una respuesta a la creciente sensación de que la
ciencia social está contextualizada en un medio social e histórico, y sin embargo, el método
científico supone una cierta distancia del mundo social. El mundo aparece en la construcción de
la ciencia de una manera distinta de cómo aparece en la vida cotidiana. Entonces, la reflexividad
evita reducir todo el conocimiento científico a conocimiento del sentido común; esto es
especialmente dicho en el trabajo de Bourdieu. Y sin embargo, la ciencia debe relacionarse
reflexivamente con el mundo del que nunca podrá separarse completamente. Sin bien en
Bourdieu la reflexividad es un medio de preservar la autonomía de la ciencia, en la
epistemología feminista del punto de vista se hace aparente una reflexividad radicalizada. La
posición de Anthony Giddens puede encontrarse en algún punto entre estos dos extremos. Para
Giddens, la reflexividad es principalmente un rasgo de la vida cotidiana pero también ocurre en
un nivel diferente en la ciencia social.
PUNTO DE VISTA
Desde Marx, la tradición crítica de la ciencia social ha asumido la existencia de un punto de vista
externo a la ciencia, desde el cual la ciencia obtiene su dirección normativa. Esto ha sido
generalmente entendido como que supone una cierta relación de la teoría y la práctica. Aunque
los marxistas generalmente –con variados grados según las diferentes escuelas- vieron esta
relación más mediada que directa, un supuesto largamente sostenido ha sido de que este punto de
vista está relacionado con la clase social, y tiene prioridad sobre otros puntos de vista. Georg
Lukács formuló esto con particular claridad. En décadas recientes, la ciencia social radical ha ido
más allá de una orientación exclusiva alrededor de la clase social como el punto de vista
normativo. Todo un rango de nuevos puntos de vista ha aparecido en tiempos recientes, desde
género hasta etnia, los cuales constituyen las más influyentes epistemologías del punto de vista o
epistemologías de la convicción. La epistemología del punto de vista hace destacar la relatividad
de la verdad y la percepción de que el conocimiento nunca es neutral sino refleja el punto de
vista de quien conoce. La epistemología feminista del punto de vista puede ser vista como una
respuesta a los tipos más tempranos de feminismo, tales como el “empirismo feminista” que al
reflejar las preocupaciones del feminismo no cuestionó la naturaleza del método, ni los
postulados del conocimiento objetivista. Es posible distinguir tres grandes categorías en la
epistemología feminista del punto de vista:
A. El punto de vista fuerte, el cual iguala método, verdad, objetividad y neutralidad con
objetividad masculina, postulando la experiencia de las mujeres como el punto de partida,
y la declaración de que sólo las mujeres pueden tener conocimiento de mujeres.
Típicamente esto tendrá que implicar la tesis “fuerte” de que el (la) investigado(a) debe
incluirse en la investigación, y que toda investigación es emancipatoria para la mujeres.
En el caso extremo, es la tesis de que el conocimiento está disponible sólo desde una
cierta experiencia.
B. El punto de vista débil, difiere de la posición fuerte o radical en que no descarta la
objetividad y es también más hermenéutico y reflexivo. Los escritos de Dorothy Smith y
Donna Haraway son claramente representativos de esta concepción del punto de vista.
Por ejemplo, Haraway es tan crítica del subjetivismo como lo es del objetivismo.
Entonces, la epistemología del punto de vista débil trata de evitar la tendencia al
esencialismo de las formas fuertes del punto de vista.
C. El feminismo postmoderno representa un movimiento más allá de la tendencia de las
versiones anteriores a reducir el punto de vista a sólo una posición. Aunque muchas
proponentes del feminismo postmoderno rechazan los intentos de fijar el conocimiento a
cualquier forma de experiencia, otras, más notoriamente las del feminismo afroamericano
y lesbiano, simplemente exigen el reconocimiento de puntos de vista múltiples y
superpuestos. En este respecto, el género tendrá que ser reconciliado con etnia y aun
clase social. Esta posición es expuesta por los escritos de Patricia Hill Collins quien
representa al feminismo afroamericano.
A pesar de estas diferencias, la epistemología del punto de vista intenta dar voz a aquellos tipos
de experiencia humana que han sido tradicionalmente excluidos de lo que a menudo se ve como
ciencia eurocéntrica y masculina. En este sentido, puede ser considerada como una
radicalización de las posiciones concientizantes en la ciencia que empezaron con Marx.
OPCIÓN RACIONAL
La opción racional apareció en los años 1960s alrededor de unos cuantos textos originales
producidos particularmente en la ciencia social de los EUA, pero se ha hecho paulatinamente
cada vez más influyente en años recientes, especialmente en la economía y la ciencia política. En
la opinión de muchos tiene sus raíces en la teoría de la acción de Max Weber. La opción racional
se basa en el supuesto de que el actor social, ya sea el individuo o una colectividad, trata de
optimizar los logros racionales dentro de los límites de la situación objetiva en la que se
encuentra el actor. A diferencia del realismo, la teoría de la opción racional está fuertemente
enfocada en la acción, pero al igual que el realismo se declara capaz de ofrecer un relato
explicativo de las relaciones sociales. Indudablemente, es esta capacidad explicativa de la teoría
de la opción racional la que da cuenta de su popularidad. Los modelos explicativos en la opción
racional son diferentes con respecto a los positivistas en el sentido de que son regresivos,
empezando con resultados al nivel macro que son explicados por una serie de acciones que
pueden ser seguidas hasta las acciones de individuos. Los principales enunciados de la opción
racional fueron La Lógica de la Acción Colectiva (1965) de Mancur Olson, Intercambio y Poder
en la Vida Social (1964) de Peter Blau y Estrategia del Conflicto (1960) de T.C. Schelling. En
los años 1980s y 1990s, con contribuciones importantes de James Coleman y Jon Elster y con
estrechas alianzas con la teoría de los juegos, la teoría de la opción racional se hizo influyente
por un cambio hacia situaciones no cooperativas y situaciones en las que el resultado de una
acción nunca está enteramente determinado por el individuo que debe tomar en cuenta las
acciones de otros. Las teorías de la opción racional también se han destacado en el contexto de la
contingencia, debido a que lo que es central en estos enfoques es la disponibilidad de
información que relaciona las opciones de otros actores, como en el llamado “Dilema del
Prisionero”2. La opción racional ofrece entonces un método para explicar situaciones muy reales,
a la vez que evita explicaciones reductivas y positivistas. Los enfoques de la opción racional han
sido criticados por su individualismo metodológico, a pesar de que en principio no hay razón
para restringir la explicación de la opción racional a individuos. Esto se hace evidente en textos
de Jon Elster. También se ha criticado duramente a esta teoría por su perspectiva no sociológica
del actor social que es generalmente visto tomando opciones racional y culturalmente neutras en
situaciones artificiales. Aunque están orientados a la explicación, los teóricos de la opción
racional destacan exageradamente la intencionalidad y atribuyen racionalidad en donde de hecho
puede no haberla, en opinión de los críticos.
CONSTRUCTIVISMO
Como ya se mencionó, el constructivismo ha llegado a ser una postura influyente en la nueva
epistemología de la ciencia social y es compatible enteramente con la mayoría de concepciones
de reflexividad y con algunas epistemología del punto de vista. Pero, el constructivismo tiene
muchas formas y frecuentemente va más allá de los postulados de la reflexividad para implicar
las fuertes tesis de que toda la ciencia es construida por actores sociales y que la ciencia social
debe ser vista como una fuerza creadora de realidad.
Muchos de los postulados epistemológicos inherentes a la ciencia social postempírica del siglo
XX sostuvieron que la ciencia construye su objeto y, por lo tanto, que la realidad social aparece
en la ciencia en una forma mediada. Este postulado constructivista estaba implícito, por ejemplo,
en el ataque de Popper sobre el empirismo inductivo con su declaración de que la ciencia no
procede por medio de la indagación carente de supuestos, sino constituye su objeto con la ayuda
de marcos epistemológicos, teorías, conceptos y métodos. Algunos de los positivistas lógicos
consideraron su comprensión convencionalista del sentido como constructivista. Pese a ello, el
sello del constructivismo no puede ser completamente aplicado a estos desarrollos
epistemológicos porque carecían del momento reflexivo que es característico de la mayor parte
de tipos de constructivismo contemporáneo. Por consiguiente, en la literatura de la ciencia social,
los nombres de Vico y Kant, así como también los de Hegel y Marx son mencionados en
conexión con los orígenes del constructivismo. El positivismo lógico y el racionalismo crítico en
general aceptaron el mundo social tal como existe. En este sentido, el constructivismo
contemporáneo es diferente. Más todavía, hoy los constructivistas niegan el carácter normativo
de la construcción.
Pueden identificarse por lo menos tres clases de constructivismo, de los cuales el segundo es el
más influyente:
El constructivismo inevitablemente llega a ciertos límites. Una de sus bases está en la idea
bastante fuerte sobre cómo se conforma el conocimiento científico no sólo por factores sociales
sino por intereses sociales también. Descansa sobre una enérgica noción de acción y de la
estructura interna de la ciencia que es moldeada por factores sociales externos. Recientemente,
algunos de los desarrollos generalmente asociados con el constructivismo, pero en última
instancia apuntando más allá, sugieren la necesidad de distinguir diferentes enfoques. Por
ejemplo, la teoría de la red de actores, como es representada por el trabajo de Latour, se ha
separado de muchas de las presunciones tempranas del constructivismo. Hacking, por otro lado,
estimula a dejar atrás al constructivismo. Sin embargo, el constructivismo encuentra su más
sólida oposición en el realismo.
COGNITIVISMO
El nacimiento de las ciencias cognitivas abrió el camino para el estudio de la cognición y el
conocimiento más allá de la epistemología y la psicología tradicionalmente interesadas en estos
tópicos. Después de un periodo de gestación que empieza desde los años 1940s, la “revolución
cognitiva” ocurrió en 1956 sobre la base de la cibernética, la ciencia de la computación, la
psicología, la epistemología, la neurociencia y la lingüística. La maduración subsiguiente de las
ciencias cognitivas entre 1960 y 1985, en la que jugaron papeles importantes la inteligencia
artificial así como la lingüística de Noam Chomsky, tomó lugar alrededor de un modelo
computacional o cognitivista según el cual se piensa que la mente procesa información por
medio de la manipulación de símbolos de acuerdo a reglas. Estas nuevas ideas se trajeron al
ámbito de las ciencias sociales –la sociología y la antropología en particular– pero también fue
importante el llamado “enfoque de Berkeley”, es decir, la crítica concurrente de la estrecha
visión computacional o cognitivista en términos de la teoría lingüística formando parte de una
teoría de la acción. Los desarrollos científico sociales de esos momentos como la
etnometodología (ver Garfinkel y Cicourel en la parte 2) y la sociología de la ciencia (ver Knorr-
Cetina más adelante) que fueron influidos por estas nuevas ideas, aunque también por anteriores
tradiciones fenomenológicas, lingüísticas y de la sociología del conocimiento, tuvieron un
impacto importante sobre la filosofía de la ciencia social. A principios de los 1980s, por ejemplo,
se hizo la pregunta sobre si habría ocurrido, y en ese caso hasta qué punto, un “giro cognitivo”
en la sociología. En esta fase, el modelo cognitivista basado en la computación fue
complementado o hasta desafiado por un modelo alternativo basado en el cerebro, no como una
unidad central procesadora de información gobernada por reglas, sino como una red neuronal
que cambia por la experiencia. Lo que se conoce como “conexionismo”, con implicaciones de
cuestiones de redes, su autoorganización y producción de propiedades emergentes, tendió ahora a
tomar el lugar del más bien estrecho modelo inicial cognitivista.
Si bien las disciplinas científico sociales habían tenido sólo un papel auxiliar durante la segunda
fase del desarrollo de las ciencias cognitivas, la fase prevaleciente –considerada por algunos
como una fase de “crisis de identidad” que empezó por mediados de los 1980s– puso la puerta
muy abierta para que las ciencias sociales tengan un papel influyente en las interacciones
interdisciplinarias que definen el futuro de las ciencias cognitivas. Por ejemplo, el impacto de la
comprensión sociológica y antropológica de la acción situada y mediada sobre la psicología
cognitiva y la informática ha sido muy marcado. Simultáneamente la transformación cognitiva
de las ciencias sociales también se está intensificando. Dos direcciones son claramente visibles
hoy. Ambas traen consigo tensiones en la comprensión cognitiva. Estas tendencias están
directamente relacionadas con la ampliación del modelo computacional de la ciencia cognitiva
desde finales de los años 1980s, primero en dirección del cerebro y, luego, en el del ambiente. En
un extremo, el programa cognitivo de Luhmann descansa exactamente sobre el énfasis cognitivo
neurocientífico y biológico del cerebro como una unidad autopoiética, operacionalmente cerrada.
Y recientemente, Stephen Turner usó el conexionismo, basado en un estudio de los procesos
físicos del cerebro, para desarrollar una apreciación crítica de la ciencia social siguiendo la
ciencia cognitiva. Mientras que Turner adopta un enfoque naturalista e individualista que
enfatiza los patrones neuronales reorganizantes que son únicos para cada individuo, Luhmann
ofrece un enfoque colectivista y funcionalista que se enfoca en sistemas cerrados
autorreferenciales que se crean y regulan a sí mismos. En el otro extremo están aquellos filósofos
de la ciencia social que de un modo u otro reconocen que los sistemas cognitivos están situados
en un ambiente con el cual están en constante y mediada interacción. Las contribuciones
primeras de Garfinkel, Cicourel y Goffman (ver parte 2) caben en esta categoría, en tanto que tan
diferentes autores como Habermas, Giddens y Fuller también pertenecen aquí. Un caso
interesante de ciencia cognitiva es el “enactivismo” o cognitivismo pragmático de Francisco
Varela que claramente define la tercera etapa en el desarrollo del enfoque cognitivo, más allá
tanto del “cognitivismo” estricto inicial como del posterior “conexionismo” o “emergentismo”.
REALISMO
En la literatura filosófica hay grandes diferencias de opinión sobre lo que está en juego en el
longevo problema del realismo. A finales del siglo XX aparecieron diferentes debates acerca del
tema. En la filosofía de la ciencia social, el modelo constructivista de finales de los años 1970s y
1980s, y con él muchos de los postulados que salieron de la ciencia social postempírica,
provocaron una reacción en la forma de realismo. Ciertamente es posible ver que la controversia
constructivista-realista reemplaza a la vieja controversia explicación-comprensión. En este nuevo
debate, el constructivismo, con su énfasis característico en la interpretación, toma el lugar de la
comprensión, mientras que el realismo reconstituye la explicación en una nueva clave. Bajo las
dos epistemologías está un reconocimiento general de la despedida de las ilusiones del
positivismo. El realismo ha sido particularmente influyente en la filosofía británica de la ciencia
social, con algunas contribuciones importantes hechas por Rom Harré, Mary Hesse y Roy
Bhaskar; y en la teoría social, especialmente en sociología, el realismo ha encontrado diferentes
voces en Martin Hollis, William Outhwaite, Ted Benton, Russell Keat, John Urry, Margaret
Archer y Andrew Sayer. Como sugiere el término, el realismo se basa en el postulado de que
existe una realidad externa que es independiente de la conciencia humana y sin embargo puede
ser conocida. A diferencia de las formas tradicionales del positivismo o los modos inductivos de
investigación social, el realismo no hace la suposición ingenua que la realidad es fácilmente
observable. Más bien considera que la realidad se desdobla morfológicamente y, por lo tanto, es
“emergente” y estratificada, con el resultado de que no puede haber un simple recurso para las
causas observables, como en la teoría de la causalidad de Hume en la que los sucesos regulares
deben ser explicados en términos de causa y efecto. Los realistas llaman la atención a los
distintos niveles de causalidad que van más allá de los modelos de explicación que son
reductivos a causa-efecto, como los mecanismos por los que operan los efectos, los poderes y
propiedades que producen y los intrincados enlaces cruzados entre los diferentes niveles de
estructuras, que hacen todos a la causalidad muy compleja e irreducible a factores únicos.
Muchos de sus representantes consideran que el realismo implica una práctica política que es
crítica por naturaleza. Una idea del realismo puede verse en la epistemología particular del
realismo crítico de Roy Bhaskar y también se refleja en Randall Collins en quien se encuentra
indicada una posición más comprometida con el constructivismo. Esencialmente, el realismo es
la tesis de que la ciencia social debe interesarse en las estructuras fundamentales y no debe
abandonar la meta de la explicación como la característica clave de toda la ciencia. Aunque los
científicos sociales realistas en conjunto se oponen al proyeccionismo de la tendencia
constructivista de ver a la sociedad como el resultado de la acción, es importante no ver al
realismo y al constructivismo –y por cierto tampoco al cognitivismo– como incompatibles. Hay
que enfatizar que los constructivistas no son necesariamente idealistas –no están diciendo que la
realidad es imaginaria o que no existe, sino que la realidad existe en la ciencia sólo en maneras
definidas por la ciencia. El tipo de realismo al que se adhieren los constructivistas es el que ve
las cosas como reales en sus consecuencias pero no en sus causas. Es en este punto en el que no
están de acuerdo los constructivistas y los realistas. Los constructivistas son antirrealistas acerca
de la naturaleza de las causas, a las que tienden a ver definidas por los sistemas conceptuales
dentro de la ciencia y, aún más, cuestionan las proposiciones acerca de la verdad y la falsedad.
Es posible detectar un movimiento hacia la reconciliación del realismo y el constructivismo en
varios desarrollos recientes –por ejemplo, la aceptación del constructivismo por Rom Harré en su
intento de distinguirse de su rival Bhaskar, o en la adopción de Habermas del realismo
pragmático que, sin embargo, deja espacio para el constructivismo. En el trabajo de Hilary
Putnam y de Ian Hacking, la línea entre realismo y constructivismo también es muy delgada. El
trabajo de Habermas da un buen ejemplo de la mediación entre realismo y constructivismo. No
obstante, parece como si sugiere que es en la dimensión cognitiva en donde puede encontrarse un
puente entre estas dos posiciones. Porque Habermas ve las formas cognitivas básicas por medio
de las cuales somos capaces de comprometernos en actividades constructivas puestas en marcha
hacia la realización de un mundo social inclusivo y democráticamente organizado que emerge en
primera instancia de los procesos históricos naturales por los cuales mantenemos relaciones
pragmáticas con la realidad.
Algunos de los autores que están planteando las nuevas direcciones y desafíos en la filosofía de
las ciencias sociales son los que se mencionan a continuación.
1. Wilhem Dilthey
2. Georg Simmel
3. Max Weber
4. Sigmund Freud
5. Ernst Cassirer
6. Karl Mannheim
7. Alfred Schutz
8. Maurice Merleau-Ponty
9. Martin Heidegger
10. Peter Winch
11. Hans-Georg Gadamer
12. Jürgen Habermas
13. Paul Ricoeur
14. Charles Taylor
15. Clifford Geertz
16. Aaron Cicourel
17. Harold Garfinkel
18. Erving Goffman
1. Mark Horkheimer
2. Herbert Marcuse
3. Theodor Adorno
4. Jürgen Habermas
5. Karl-Otto Apel
6. Albrecht Wellmer
7. Roberto Mangabeira Unger
8. Alvin Gouldner
1. Claude Lévi-Strauss
2. Lucien Goldmann
3. Michel Foucault
4. Jacques Derrida
5. Pierre Bourdieu
1. Richard J. Bernstein
2. Pierre Bourdieu
3. Anthony Giddens
4. Dorothy Smith
5. Donna Haraway
6. Patricia Hill Collins
7. Karin Knorr-Cetina
8. Ian Hacking
9. Steve Fuller
10. Niklas Luhmann
11. Roy Bhaskar
12. Jon Elster
13. Randall Collins
14. Jürgen Habermas