Las Fronteras de La Justicia - Nussbaum
Las Fronteras de La Justicia - Nussbaum
Las Fronteras de La Justicia - Nussbaum
La filósofa estadounidense Martha Nussbaum aborda en este texto lo que denomina los tres
problemas no resueltos de la justicia social en la tradición occidental. Plantea algunas
consideraciones de partida:
“las teorías de la justicia social deben ser abstractas. Es decir, deben poseer un grado
de generalidad y una fuerza teórica que les permita ir más allá de los conflictos
políticos de su tiempo […] también deben ser sensibles al mundo y a sus problemas
más urgentes y estar abiertas o modificar su formulación e incluso su estructura para
dar respuesta a un nuevo problema o a uno viejo que había sido ignorado” (p.21).
Los tres problemas no resueltos que identifica son la justicia hacia las personas con
discapacidades físicas y mentales, la urgencia de extender la justicia a todos los
ciudadanos del mundo y la justicia relacionada con el trato a los animales no
humanos.
La autora hace una exhaustiva revisión de las teorías de la justicia social de la tradición
occidental entre las que la del contrato social es la más poderosa. John Rawls es uno de los
exponentes más influyentes de esta teoría. Sin embargo, el propio Rawls reconoció que los
tres problemas indicados eran difíciles de resolver para su teoría contractualista,
especialmente el primero y el tercero. Para el segundo, creía que habría un modo de
resolverlo. Es preciso destacar que la autora a lo largo de todo su libro utiliza el trabajo de
Rawls como referente. Los argumentos de Teoría de la justicia, Liberalismo político y El derecho de
gentes son permanentemente citados y debatidos. Y aunque manifiesta discrepancias con
Rawls, y con otros teóricos del contrato social, reconoce su gran contribución a la teoría de
la justicia por lo que asume una posición tanto crítica como constructiva.
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Nussbaum considera que su enfoque de las capacidades aporta ideas superiores a las que propone
la tradición del contrato social -que tiene la condición del beneficio mutuo- en relación con
los tres problemas no resueltos. Reconoce también que para articular su versión del enfoque
de las capacidades toma varias ideas centrales de Rawls como la idea del liberalismo político1 y
la idea del consenso entrecruzado2.
La primera parte del libro, la dedica a los orígenes y fundamentos de la tradición clásica del
contrato social en Occidente. Expone las distintas posiciones de filósofos aportaron a la
construcción de esta tradición a través del tiempo. Menciona a Thomas Hobbes y su
descripción del estado de naturaleza, un estado sin ley, sin gobierno, sin tribunales, ni
propiedades, donde la vida no sería agradable y que propicia la búsqueda de acuerdos para
alcanzar paz, seguridad y la expectativa de un beneficio mutuo. Luego describe la propuesta
de John Locke de “un contrato acordado a partir de una situación inicial imaginaria por
personas libres, iguales e independientes” (p. 30) que es la justificación de los principios
políticos. Esta idea de que los principios políticos son resultantes de un contrato social
considera la autora, es una de las grandes contribuciones de la filosofía política liberal a la
tradición occidental. De ahí surge la fórmula de la sociedad política, sociedad en la que todos
renuncian al poder en favor de la ley y de la autoridad debidamente constituida. La teoría de
la justicia de Rawls se enmarca en esta tradición y se aparta de todas las concepciones previas
del contrato social al no atribuir ningún derecho natural a los seres humanos en el estado de
naturaleza. Una segunda diferencia tiene que ver con el papel que juegan los elementos
morales en el procedimiento contractual. Aquí se refiere al concepto del velo de ignorancia que
aporta una representación de la imparcialidad moral.
1“una forma de liberalismo no basada en principios metafísicos o religiosos capaces de crear división” (p.25)
2“la idea de que personas con diferentes concepciones metafísicas y religiosas pueden aceptar dicha
concepción política en lo fundamental” (p. 25)
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Sobre el primero de los problemas no resueltos, de la deficiencia y discapacidad, ninguna
doctrina de contrato social incluye a las personas con graves y raras deficiencias físicas y
mentales con derecho a escoger los principios políticos básicos. En la mayoría de las
sociedades modernas nunca fueron consideradas, hasta hace poco, parte de la sociedad. La
exclusión de la situación de elección básica de las personas con deficiencias y discapacidades,
pero con capacitad de participar en una elección ya resulta una carencia de justicia, argumenta
la autora (p. 35). Y agrega que ya que la noción moral básica dentro de la tradición es el
beneficio mutuo y la reciprocidad entre las personas que establecen el contrato, los resultados
serán los tratos entre ellos. Así, las personas con deficiencias y discapacidades, al no estar
incluidos en el grupo de los que eligen los principios políticos, no estarán tampoco incluidos
entre aquellos para quienes se eligen esos principios. Nussbaum considera que se podría
proponer una teoría en la cual muchos seres vivos tanto humanos como no humanos sean
sujetos primarios de la justicia, aunque no tengan capacidad para participar en el
procedimiento para escoger los principios políticos.
El segundo problema no resuelto dentro de “la tradición del contrato social tiene que ver
con la influencia de la nacionalidad o del lugar de nacimiento sobre las oportunidades vitales
básicas de las personas” (p.38). La autora alude a los problemas de justicia por las
desigualdades entre países ricos y pobres que afectan significativamente la vida de sus
ciudadanos. Aunque tanto Kant como Rawls reconocen la necesidad de abordar las
cuestiones de justicia entre naciones, se plantean esto como correspondiente a un segundo
nivel. A fin de cuentas, el modelo del contrato está pensado para una sociedad autosuficiente
y no interdependiente con otras sociedades. Nussbaum encuentra entonces un símil entre la
situación de los países pobres y las personas con discapacidades en el primer estadio del
contrato social. En este punto hace una referencia a la teoría de Hugo Grocio en el siglo
XVII sobre la interdependencia de las naciones y la existencia de una sociedad internacional
que podía justificar en ciertas circunstancias la intervención en los asuntos internos de otro
país. Grocio llegó a sostener que los pobres de un país ostentan, en ciertos casos, derechos
sobre los excedentes de otro país. Obviamente, la lógica de un contrato orientado al beneficio
mutuo no tendría por qué incluir a aquellos cuya contribución al bienestar social general sería
muy inferior a la de los demás. Nussbaum considera que una reflexión crítica sobre cómo
opera el sistema económico global, controlado por un reducido número de países pero que
tiene un impacto decisivo sobre todos los demás, plantea cuestiones de justicia urgentes de
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cara al futuro. Y respecto a esto, de acuerdo con ella, el enfoque de las capacidades inspirado
de alguna manera en la tradición grociana del derecho natural, ofrece una guía más útil.
El tercer problema se refiere a la pertenencia de especie. Más allá de las reflexiones sobre el
concepto de justicia global y a su extensión a más seres humanos y a aquéllos en el futuro, la
autora argumenta por la necesidad de extender las teorías de la justicia a los animales no
humanos. Obviamente, las teorías del contrato social no aplican en tanto se basan en un
acuerdo entre seres humanos racionales y adultos. Kant sostenía que no tenemos deberes
morales directos hacia los animales y Rawls que se trataría de deberes de caridad o de
compasión más que de justicia. Nussbaum sostiene que nuestras decisiones afectan
diariamente a la vida de las especies no humanas y a menudo les causan grandes sufrimientos.
Aunque la autora reconoce que “la teoría de Rawls es […] la mejor teoría de justicia política
que tenemos, […] no ofrece principio alguno en relación con los tres problemas no resueltos”
(p.43) y considera que no se trata de rechazarla sino trabajar para mejorar y ampliar esa o
cualquier otra teoría contractualista. A partir de esta afirmación, emprende la tarea de ir
desentrañando los distintos aspectos involucrados en la tradición del contrato social.
El primero se refiere a las circunstancias de la justicia que para el caso significa que las personas
se encuentran en una situación a partir de la cual tiene sentido ponerse de acuerdo sobre
unos principios para crear una sociedad política. A esto Rawls denomina la posición original.
Reconoce dos tipos de circunstancias de las partes: objetivas y subjetivas. Las primeras son
aquellas que hacen posible y necesaria la cooperación entre las partes y que coexisten sobre
un territorio geográfico definido. Las subjetivas se refieren a que las partes deben tener más
o menos las mismas necesidades e intereses o al menos intereses complementarios, algunas
condiciones potencialmente capaces de generar conflictos entre ellos y también poseer un
conocimiento y juicio limitados, pero dentro de un margen normal (p. 46). Nussbaum advierte
que estas circunstancias excluyen a personas cuyas capacidades mentales y físicas son muy
diferentes a los llamados seres humanos normales y por motivos análogos excluye a los países
cuyos poderes y recursos son muy diferentes del país dominante. Por último, evidentemente,
excluye a los animales no humanos.
El segundo aspecto se refiere a que las partes son libres, iguales e independientes. Conforme a
Kant, el atributo de la libertad “implica que las personas tienen derecho a perseguir su propia
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concepción de felicidad […] (siempre que) […] no interfiera en la libertad de otros de
perseguir un fin parecido compatible con la libertad de todos de acuerdo con una posible ley
general” (p. 47). La igualdad se refiere a que, según los pensadores de esta tradición, no existen
grandes diferencias entre los seres humanos en cuanto a poderes, capacidades y necesidades
básicas. La autora advierte en este punto que es importante distinguir la igualdad aproximada
en poderes y capacidades de la igualdad moral y que los pensadores de esta tradición raramente
marcan esta distinción. El tercer atributo se refiere a que las partes en el contrato social son
independientes y que cada parte es una fuente separada de pretensiones y proyectos a lo que
Rawls agrega, “un miembro plenamente cooperante de la sociedad a lo largo de una vida
completa” (p. 51). En este punto, la autora señala la no consideración de los niños y las
personas mayores e incluso de las mujeres adultas que son vistas como dependientes de los
hombres. Observa también que no se deja “espacio para aquellos que, durante largos
periodos de su vida, o incluso durante su vida completa, son muy desiguales de los demás en
su contribución productiva, o viven en una condición de dependencia asimétrica” (p. 51).
El tercer aspecto: el beneficio mutuo como finalidad de la cooperación social supone que las partes
cooperan entre sí para obtener un beneficio mutuo que no podrían obtener sin tal
cooperación. El altruismo está completamente descartado y en este aspecto coinciden las
posiciones de Rawls, Gauthier, Locke e incluso Hobbes.
El cuarto aspecto se refiere a los motivos de las partes, esto es, que “las partes en la negociación
social poseen motivos acordes con su búsqueda del beneficio, es decir, pretenden alcanzar
sus fines y proyectos sean cuales sean” (p. 52). Sobre esto la autora argumenta que la
“búsqueda del beneficio mutuo y la realización de los propios proyectos no es inferior a un
compromiso empático con el bienestar de todos los seres humanos, […] solamente es
distinto” (p. 53).
A partir de aquí, la autora hace un recuento de las contribuciones más relevantes a las teorías
contractualistas modernas de Grocio: sobre los principios básicos de las relaciones
internacionales basados, a su vez, en la concepción del ser humano como una criatura
caracterizada por la dignidad o el valor moral y por la sociabilidad lo que garantizaría las
condiciones mínimas de la justicia en una sociedad; Hobbes: sobre el contrato como acuerdo
recíproco de transferencia de los derechos naturales y cuyo objeto es el bien para sí mismo
de cada hombre y el beneficio mutuo del conjunto de los seres humanos; Locke: que se
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concentra en el beneficio mutuo en combinación con la igualdad y la inseguridad natural
como generadores de los principios políticos; Hume: que ve en el beneficio mutuo la clave
de la emergencia y del mantenimiento de la justicia y formula las condiciones bajo las cuales
cabe esperar un beneficio mutuo e insiste en la condición de igualdad y Kant: que sostiene
que el contrato social surge cuando los seres humanos eligen salir del estado de naturaleza y
entrar en un estado de justicia distributiva legal, pero hace una distinción entre ciudadanos
activos y pasivos lo que él llama la igualdad aproximada de fuerza y capacidad de las partes,
responsable de la existencia de dos categorías de ciudadanos.
La posición de la autora respecto a las teorías de la justicia en la tradición del contrato social
es que son las más poderosas que tenemos; sin embargo, considera que aportan soluciones
inadecuadas para los tres problemas no resueltos y son el centro de su argumentación. De
ahí su propuesta del enfoque de las capacidades como una extensión o complemento de
la teoría de Rawls. Este enfoque que comparte con Amartya Sen, ella por el lado de la filosofía
y él más centrado en el tema de calidad de vida y cuestiones de justicia social, aporta una
“base filosófica para una teoría de los derechos básicos de los seres humanos que deben ser
respetados y aplicados por los gobiernos de todos los países como requisito mínimo del
respeto por la dignidad humana” (p.83, 86).
Nussbaum define las capacidades humanas como “aquello que las personas son
efectivamente capaces de hacer y ser, según una idea intuitiva de lo que es una vida acorde
con la dignidad del ser humano” (p.83) e introduce la idea de un umbral para cada capacidad,
“debajo del cual los ciudadanos no pueden funcionar de un modo auténticamente humano,
por tanto, la meta social debería entenderse en el sentido de lograr que los ciudadanos se
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sitúen por encima de este umbral de capacidad” (p.83). Recurre a un argumento de Marx,
según el cual, “las capacidades a las que tienen derecho todos los ciudadanos son muchas,
no una sola, y que son oportunidades para actuar no solo cantidades de recursos” (p. 87).
Propone una lista de diez capacidades como requisitos básicos para una vida digna como
“metas generales que luego podrán ser especificadas por cada sociedad en el proceso de
elaborar una versión de los derechos básicos que esté dispuesta a reconocer” (p. 87), advierte
que esta lista es abierta y que experimentará cambios en el tiempo.
Señala que el enfoque de las capacidades comparte las ideas de dignidad humana e
inviolabilidad de la persona con la teoría de Rawls y coincide en aspectos de su crítica al
utilitarismo. Sin embargo, se diferencia del contractualismo rawlsiano en su estructura teórica
básica. Los enfoques contractualistas son procedimentales de la justicia no van
directamente a los resultados para evaluar su validez moral, se quedan en los procedimientos
y confían en ellos. Finalmente, “el enfoque de las capacidades insiste en que los elementos
de una vida digna para un ser humano son plurales y no únicos y, por lo tanto, que los
derechos sociales básicos son también plurales” (p. 96).
La autora reconoce que las teorías de la justicia contractualistas han lidiado adecuadamente
con los problemas de dominación y exclusión tradicionales, es decir, dan respuestas a las
desigualdades de riqueza, clase y estatus y que podrían, sin duda, extenderse a las
desigualdades de raza y de género. Sin embargo, argumenta, que los tres problemas no
resueltos implican grandes asimetrías de poderes y capacidades y en algunos casos de
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racionalidad moral y que estas teorías no pueden dar una respuesta adecuada a los problemas
de la justicia global, a saber, problemas de justicia por la desigualdad entre países ricos y
pobres y entre seres humanos. Y, que el enfoque de las capacidades puede ayudar a diseñar
una concepción de lo que sería una ciudadanía plena e igualitaria para las personas con
discapacidades mentales pues se sostiene en la idea de dignidad humana para todos los seres
humanos. Respecto a la necesidad de justicia a los animales no humanos se apoya en un
enfoque de espíritu básicamente aristotélico que supera los enfoques kantianos o utilitaristas
pues “está animado por la idea aristotélica de que hay algo maravilloso y digno de respeto en
cualquier organismo natural complejo, y en este espíritu está dispuesto a conceder ese respeto
y reconocer esa dignidad a los animales” (p. 104).
Sobre el segundo problema, observa: si “el mundo contiene desigualdades que son
moralmente alarmantes, la brecha entre los países más ricos y los más pobres es cada vez
mayor” […] y “el poder del mercado global y las empresas multinacionales ha erosionado
considerablemente el poder y la autonomía de los países” (p. 227, 228),
“la justicia que pretenda ofrecer una base para que todos los seres humanos tengan unas
oportunidades de vida decentes debe tener en cuenta tanto las desigualdades internas de cada
país como las desigualdades entre países, y debe estar preparada para abordar las complejas
intersecciones de estas desigualdades en un mundo cada vez más interconectado” (p. 228).
Nussbaum se apoya en las concepciones de la solidaridad humana más allá de las fronteras
de Grocio y otros pensadores de la tradición del derecho natural. Insiste en que el enfoque
de las capacidades es una teoría parcial de la justicia, que especifica una lista de diez
capacidades básicas y un umbral mínimo para cada una de ellas que la comunidad mundial
deberá tratar de alcanzar en cada caso. Al “igual que el enfoque de los derechos humanos, el
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enfoque se centra […] en la nación y recomienda que la lista de capacidades sirva como
criterio de justicia social interno en las distintas sociedades” (p. 289). Finalmente, sostiene
que las ideas filosóficas “dan forma a las políticas públicas”, que es necesario admitir que
vivimos en un único mundo interdependiente “unido […] por la búsqueda de ventajas
recíprocas, por la compasión, tanto como por el interés particular, por el deseo de dignidad
humana para todas las personas,” a través de la cooperación. Y, que el mayor beneficio de
todos se entienda que es “la participación en un mundo justo y moralmente digno” (p. 320).
Sus argumentos sobre justicia para los animales no humanos se afirman en la necesidad
de reconocer una existencia digna de estas criaturas que incluye
“disfrutar de […] nutrición y actividad física” adecuadas; “vivir libres de dolor, miseria y
crueldad; disponer de libertad para actuar del modo característico de cada una de las especies,
[…] vivir sin miedo y gozar de oportunidades para entablar relaciones […] con otras criaturas
[…] y tener la opción de la luz y del aire en tranquilidad” (p. 322).
Nussbaum argumenta que “el territorio de la justicia es el territorio de los derechos básicos
[…] el maltrato a los animales es injusto [..] no solo está mal de nuestra parte [..] es injusto
para ellos” (p. 332). Esto no apela a la compasión sino al derecho de los animales a una
existencia floreciente y a no ser sujetos de dolor indebidamente infligido. Y, aunque el
enfoque de las capacidades no aborda el tema de la justicia para los animales no humanos,
“su intuición moral básica se relaciona con la dignidad de una forma de vida que posee
capacidades y necesidades profundas” (p. 342) que pueden extenderse a muchas clases de
seres. Finalmente, señala que el ser humano, especialmente en estos tiempos, tiene la
capacidad de tomar decisiones que pueden arruinar o conservar el hábitat de los animales y
en ese caso “es mucho mejor un paternalismo inteligentemente respetuoso que el puro y
simple desentendimiento” (p. 374).