(2007) Corte Suprema de Justicia - Expediente No. 00326

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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA

SALA DE CASACIÓN CIVIL

Magistrado Ponente:
CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE

Bogotá D.C., ocho (8) de agosto de dos mil siete (2007)

Ref: Exp. 08001-3103-004-2000-00326-01

Se decide el recurso de casación interpuesto por


las demandadas contra la sentencia de 22 de octubre de 2003,
proferida por la Sala Civil - Familia del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Barranquilla, dentro del proceso ordinario instaurado por
ÁLVARO DE JESÚS CAMPO CERVANTES, MARÍA JOSÉ y
ÁLVARO ANDRÉS CAMPO CAPARROSO frente a CIGNA
SEGUROS DE COLOMBIA S.A. -actual ACE SEGUROS S.A.- y
CITIBANK COLOMBIA S.A. -CITIBANK-

I. ANTECEDENTES

1. Ante el Juzgado Cuarto Civil del Circuito de


Barranquilla los mentados demandantes convocaron a las referidas
personas jurídicas para que fueran declaradas responsables
solidariamente del pago de la póliza de seguro APT0009378 y el
certificado 22423665, por lo que debían ser condenadas a cancelar
a favor de los beneficiarios de la indemnización la suma de
$100’000.000.00, junto con los intereses y la respectiva corrección
monetaria.

2. Para sustentar las súplicas invocaron los


hechos que se compendian a continuación.
a. El 4 de abril de 1979 contrajeron matrimonio
Álvaro de Jesús Campo Cervantes y Carmen Eugenia Caparroso
Tovar, quienes procrearon a María José y Álvaro Andrés Campo
Caparroso.

b. A través de la sucursal de Barranquilla del


Citibank, Carmen Eugenia Caparroso de Campo se vinculó al “Plan
Baluarte” de seguro de accidentes ofrecido por Cigna Seguros de
Colombia S.A., según los términos descritos en la póliza
APT0009378 y el certificado 22423665, habiendo designado como
beneficiarios a su esposo Álvaro de Jesús, en un 50%, y a sus hijos
María José y Álvaro Andrés, en el porcentaje restante; para el caso
de muerte accidental estaba contemplada una indemnización por
$100’000.000.00.

c. El valor mensual de la prima era de


$12.791.00, que serían debitados de la tarjeta de crédito, cuenta
corriente, cuenta de ahorros o crediqueche que tenía Carmen
Eugenia en el Citibank, tal y como consta en el certificado de seguro
“Plan Baluarte” que le fue entregado.

d. La asegurada falleció el 19 de diciembre de


1997, con ocasión de un accidente de tránsito ocurrido en la vía que
conduce de Barranquilla a Cartagena.

e. Al Citibank, tomador de la póliza de seguro


colectiva APT0009378, le corresponden las obligaciones derivadas
de la misma, como lo establecen los artículos 1039 y 1066,
modificado por la ley 45 de 1990, del Código de Comercio, relativos
al seguro por cuenta de un tercero y a las condiciones de

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cancelación de la prima, por lo que el pago de ésta era una
responsabilidad de aquella entidad, la cual “... en un acuerdo
posterior con sus cuentahabientes aceptantes de los amparos
contenidos en el plan de seguros ofrecido debía debitar
mensualmente el mismo valor (el correspondiente al pago mensual
de la póliza) pero a su favor”.

3. El Citibank se opuso a las pretensiones; en


cuanto a los hechos, en suma, admitió que Carmen Eugenia
contrató un seguro de accidentes con la compañía anotada y negó
que él fuese tomador de la póliza, puesto que se trataba de un
simple convenio comercial entre la aseguradora y el banco;
asimismo, señaló que del contenido de la póliza de accidentes
personales se desprendía que la relación contractual se trabó
únicamente entre la aseguradora y el tomador, esto es, la
demandante, e indicó que la entidad financiera era un “mero
conducto de mercadeo y promoción del producto”, sin que pudiera
realizar operaciones de seguros; remató diciendo que el acuerdo
celebrado para debitar mensualmente la prima no implicaba
responsabilidad por el pago del siniestro.

La aseguradora también se opuso a las súplicas;


acerca de los supuestos fácticos del libelo, afirmó básicamente que
la póliza colectiva de seguro fue tomada por el Citibank para
ofrecerla a sus clientes, que los pagos debían hacerse con cargo a
la tarjeta de crédito de Carmen Eugenia Caparroso de Campo y que
nunca fueron realizados efectivamente por falta de cupo, lo que
originó la terminación automática del contrato; igualmente interpuso
los medios defensivos que denominó “ausencia de obligación a
cargo de Cigna Seguros de Colombia S.A.”, “prescripción”,
“terminación automática del contrato de seguro por no pago de la

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prima”, “incumplimiento de las obligaciones a cargo del asegurado y
los beneficiarios”, “ausencia de amparo de la póliza”, “ausencia de
amparo de la póliza al ocurrir la muerte de la asegurada” y “cobro
de lo no debido”.

4. El mentado despacho judicial le puso término


a la primera instancia, con fallo de 1º de febrero de 2002, en el que
declaró a las demandadas responsables solidariamente por el pago
del certificado individual de seguro 22423665, emitido bajo la póliza
APT0009378, condenándolas a cancelar $100’000.000.00,
correspondiéndole el 50% a Álvaro de Jesús Campo Cervantes, y el
porcentaje restante a sus hijos María José y Álvaro Andrés, más los
intereses de mora a la tasa máxima vigente en el momento en que
efectúen el pago, desde la fecha de la sentencia.

5. Al desatar el recurso de apelación


interpuesto por las demandadas, el Tribunal resolvió confirmar la
providencia proferida por el a quo.

II. LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL

1. Para iniciar, con apoyo en el artículo 1036


del Código de Comercio, modificado por la ley 389 de 1997, el ad
quem recordó las características del contrato de seguro, resaltando
su naturaleza consensual, bilateral, onerosa, aleatoria y de
ejecución sucesiva.

2. Enseguida, tras enlistar los elementos


esenciales del negocio jurídico, afirmó cómo era incuestionable que
Carmen Eugenia Caparroso de Campo adquirió por conducto del
Citibank un seguro de accidentes “Plan Baluarte” otorgado por

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Cigna Seguros de Colombia S.A., según la póliza APT0009378 y el
certificado 22423665, cuyos beneficiarios fueron los demandantes,
tal y como se desprendía de los documentos obrantes a folios 8 y 9
del expediente, o sea, el certificado de seguro promocional y el
certificado individual de seguro que después emitió la compañía, y
porque así lo habían “... aceptado expresamente las
demandadas ...”.

Por tanto, agregó, como “... de acuerdo a la


normatividad que rige este tipo de contratos, el aquí invocado reúne
los requisitos para ser tenido en cuenta como tal ...”, a más de que
los actores estaban legitimados para reclamar el pago del seguro,
resultaba viable el estudio de las excepciones formuladas.

3. Primeramente, denegó la de “prescripción”,


al hallar que el siniestro ocurrió el 19 de diciembre de 1997, el libelo
fue presentado el 16 de diciembre de 1999 y la notificación personal
del auto admisorio de 30 de mayo de 2000 tuvo lugar el 31 de julio
siguiente, esto es, dentro de los 120 días previstos por el artículo 90
del Código de Procedimiento Civil en vigor, por lo que aquélla fue
interrumpida desde la segunda fecha citada, sin que hubiera
pasado el bienio que contempla el artículo 1081 del Código de
Comercio y la cláusula décima cuarta de las condiciones generales.

En segundo lugar, hizo lo propio con la de


“incumplimiento de las obligaciones a cargo del asegurado y los
beneficiarios”, pues los artículos 1075 y 1078 ibídem no señalan
que la omisión del asegurado o beneficiario de comunicar a la
compañía la ocurrencia del siniestro o de presentar la reclamación
apareja la pérdida de su derecho, toda vez que la aseguradora

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solamente puede deducir de la indemnización el monto de los
perjuicios generados por tal incumplimiento, cosa que no ocurrió.

Posteriormente, sobre la terminación automática


del contrato por no pago de la prima, ausencia de amparo y cobro
de lo no debido, después de advertir, conforme al artículo 1066
ejusdem y la cláusula tercera de las condiciones generales, que la
obligación de pagar la prima recaía sobre el Citibank como tomador
de la póliza, el Tribunal manifestó que aunque la asegurada le
había ordenado que descontara mensualmente tal valor de su
tarjeta de crédito, esta circunstancia no ponía fin al mencionado
compromiso, ya que se trataba de un convenio independiente entre
la institución financiera y su cliente, pudiendo aquélla acudir a las
vías judiciales en orden a obtener el pago de las sumas que no se
hubieran debitado.

Así las cosas, no sin antes citar la opinión de un


autor nacional, reiteró que el tomador del seguro tenía la obligación
de cancelar la prima a la aseguradora, y que, al no haberlo
realizado, debía “... correr con las consecuencias de su omisión ...”.
Asimismo, en relación con la compañía de seguros, acotó que “...
no le fue cancelada la prima ...” y que ello daría lugar a la
terminación automática del contrato, de no ser porque los mentados
documentos obrantes a folios 8 y 9 del cuaderno 1º desatendieron
el requisito del artículo 1068 del Código de Comercio, como quiera
que en ellos no se consignó dicho efecto con caracteres
destacados, lo que impedía la aplicación de esa “... forma especial
de terminación ...” del negocio jurídico, siendo menester acudir a la
regla general del artículo 1071 ibídem y a la cláusula séptima de las
condiciones generales, de acuerdo con la cual la aseguradora, ante
la falta de pago, puede revocar unilateralmente el contrato,

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mediante noticia escrita con diez días de antelación, lo cual
tampoco fue acatado por la misma.

Concluyó entonces que “... ambas entidades


faltaron a sus obligaciones ...”, de modo que, siendo partes en el
contrato de seguro, debían “... responder en forma solidaria ante los
beneficiarios ...”, pues, por un lado, la institución tomadora no
cumplió con la carga de cancelar la prima, y, por el otro, la
aseguradora, pese a estar enterada de tal situación, dejó de
comunicarle a la asegurada su decisión de dar por terminado el
negocio jurídico.

III. EL RECURSO DE CASACIÓN

Las sociedades demandadas impugnaron la


sentencia de segunda instancia; el Citibank formula cuatro
acusaciones, que serán despachadas en el mismo orden en que
fueron propuestas, haciéndolo en forma conjunta respecto de las
tres primeras, en atención a las razones que adelante se
expresarán; por otra parte, la compañía aseguradora plantea una
censura, que será examinada en último lugar, como quiera que está
llamada a abrirse paso.

DEMANDA DE CITIBANK

CARGO PRIMERO

Se denuncia la violación indirecta de los artículos


8° de la ley 389 de 1997, 15 y 1500 del Código Civil, 2º, 822, 824,
1036 y 1046 del Código de Comercio, los dos últimos antes de la
reforma de la ley 389 de 1997, 174, 177, inciso 1º, 187, 195, inciso

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3°, y 249 del Código de Procedimiento Civil, por falta de aplicación,
y de los artículos 1036 y 1046 del Código de Comercio, reformados
por los artículos 1º y 3º de la ley 389 de 1997, por aplicación
indebida.

1. Afirma inicialmente la censura que “… el


Tribunal aplicó normas que no estaban vigentes y dejó de aplicar
las existentes en la época de los hechos …”, motivo por el cual se
duele de “… la infracción de normas hoy derogadas pero vigentes
en su momento …”, habida cuenta que se tuvo como consensual el
contrato de seguro, cuando era solemne y la única prueba prevista
por la ley era la póliza, sin que pudiera suplirse por otro medio
demostrativo.

2. En orden a explicar el yerro, tras notar que el


juzgador asumió erradamente que este negocio jurídico era
consensual y que estaba demostrado, manifiesta que fueron
preteridas y apreciadas erróneamente la demanda y su réplica, los
documentos obrantes a folios 8 y 9 del cuaderno 1º y la conducta de
los actores, al prescindir de la práctica de sendas inspecciones
judiciales en las oficinas de las entidades demandadas.

Añade que el contrato no fue acreditado, pues en


el proceso no milita la póliza, único medio probatorio idóneo para tal
propósito, por cuanto el texto vigente de los artículos 1036 y 1046
del Código de Comercio aludía a un negocio solemne en su
perfeccionamiento y prueba, ya que los artículos 1° y 3° de la ley
389 de 1997, que modificaron dichos preceptos para tornar el
convenio en consensual, sólo rigieron desde el 24 de enero de
1998, como lo contempló el artículo 8° de la misma.

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Igualmente, luego de citar la opinión de un autor
sobre la infracción de normas que han perdido vigor, reitera el
impugnador que el ad quem aplicó indebidamente los artículos 1° y
3° de la ley 389 de 1997, pues no estaban en vigencia para la
época, con lo que no hizo actuar el artículo 8° ibídem, cuando el
caso debía ser gobernado por el tenor original de las citadas
normas del Código de Comercio, en tanto que se trataba de un
contrato solemne, cuya única prueba era la póliza de seguro,
inaplicando también el artículo 187, inciso primero, del Código de
Procedimiento Civil, que ordena la apreciación conjunta de las
pruebas, “... sin perjuicio de las solemnidades prescritas en la ley
sustancial para la existencia o validez de ciertos actos”.

3. A continuación, insiste en que se tuvo por


probado el contrato, sin estarlo, y que se pasó por alto el
comportamiento de los actores, como lo prevé el artículo 249 del
Código de Procedimiento Civil, que no se hizo actuar, quienes
desistieron de las inspecciones a las dependencias de las
demandadas encaminadas a demostrar quién era el tomador de la
póliza, cómo efectuaba la aseguradora los cobros al banco, cómo
eran recibidos los pagos y cuáles fueron realizados entre abril y
noviembre de 1997, renuncia que es válida conforme al artículo 15
del Código Civil, dejado de aplicar, ocurriendo lo propio con el 177
del Código de Procedimiento Civil, relativo a la carga de los
demandantes de evidenciar la existencia de la póliza.

Comenta que el fallo fue edificado sobre dos


soportes únicos, esto es, por un lado, en los documentos visibles a
folios 8 y 9, los cuales “... no prueban la póliza ...”, y, por el otro, en
la aceptación de las demandadas, con lo que dejó de aplicarse el
artículo 195, numeral 3º, del Código de Procedimiento Civil, pues

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era un contrato solemne en el que “... no vale la prueba de
confesión ...”, toda vez que recaía sobre hechos no susceptibles de
ella, respecto de los cuales se exigía otro medio demostrativo.

Remata diciendo que tales errores fácticos fueron


manifiestos y trascendentes, ya que, de haber apreciado
debidamente dichas pruebas, el juzgador habría concluido que no
estaba acreditado el contrato de seguro, en lugar de vulnerar
indirectamente las normas enlistadas al inicio de la acusación, por
lo que solicita el quiebre total del fallo fustigado y, en sede de
instancia, la denegación de las súplicas.

CARGO SEGUNDO

Es señalado el quebranto directo de los artículos


8° de la ley 389 de 1997, 1036 y 1046 del Código de Comercio,
estos últimos antes de la reforma introducida por dicha ley, por falta
de aplicación, y de los artículos 1036 y 1046 del Código de
Comercio, modificados por los artículos 1° y 3° de la ley 389 de
1997, por aplicación indebida.

1. Después de advertir que este reproche “... en


caso de ser próspero, se integra con el tercer cargo ...”, el
impugnador cuestiona la aplicación de normas que no estaban
vigentes, sin que se hicieran actuar las existentes en dicha época,
pues el contrato de seguro fue calificado como consensual, cuando
en realidad era solemne.

2. Enseguida recuerda los argumentos del


Tribunal para tener por probado el negocio jurídico y manifiesta que
fueron infringidas “... de manera indirecta ...” las mismas normas

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relacionadas, toda vez que el asunto no podía ser regido por el
texto actual de los artículos 1036 y 1046 del Código de Comercio,
sino por el original, anterior a la reforma de la ley 389 de 1997, que
se encontraba en vigor para la época, siendo incuestionable la
solemnidad del contrato y la exigencia de la póliza como prueba.
Por tanto, agrega, al considerar tales preceptos se
“... cometió un yerro de derecho en cuanto a la vigencia de la norma
...”, así cómo se dejaron de aplicar e hicieron actuar indebidamente
las disposiciones sustentantes de la censura, por lo que reclama el
quiebre parcial del fallo y que “... al resultar próspero el segundo
cargo por violación indirecta, case totalmente la sentencia
combatida y en sede de instancia se nieguen las peticiones de la
demanda ...”.

CARGO TERCERO

En este son reproducidos íntegramente los


fundamentos del primer cargo, reiterando que el Tribunal dejó de
aplicar el artículo 8º de la ley 389 de 1997 sobre vigencia de las
normas modificatorias del régimen del contrato de seguro, al igual
que aquellas existentes en la época - artículos 1036 y 1046 del
Código de Comercio - , e hizo actuar preceptos que no estaban en
vigor, bajo el entendido de que el contrato era consensual, lo que le
permitió acoger otros medios de convicción, cuando realmente tenía
una naturaleza solemne y la única prueba legalmente admisible era
la póliza, que no militaba dentro del expediente.

Del mismo modo, pretende que el fallo de segunda


instancia sea casado totalmente y, en su lugar, se nieguen las
aspiraciones de los demandantes.

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CONSIDERACIONES DE LA CORTE

1. Como quedó dicho, las tres primeras


acusaciones formuladas por el Citibank serán despachadas de
manera conjunta, por cuanto todas ellas están encaminadas, de
una u otra forma, a cuestionar la debida acreditación del contrato de
seguro, circunstancia que permite que su estudio sea realizado al
amparo de unas consideraciones comunes.

2. En apretada síntesis, con prescindencia del


enfoque o la idoneidad técnica de cada una de las censuras, la
verdad es que el argumento principal sobre el que ellas fueron
edificadas consiste en que, a juicio del impugnador, el Tribunal
estimó equivocadamente que el contrato era de naturaleza
consensual, cuando realmente se trataba de un negocio jurídico
solemne, premisa que lo condujo a acoger otros elementos
demostrativos, pasando por alto que la póliza, único medio de
prueba legalmente admisible, no obraba en los autos.

Sostiene así que el juzgador hizo actuar


indebidamente los artículos 1036 y 1046 del Código de Comercio,
modificados por la ley 389 de 1997, que consagraron la informalidad
de esta especie de contrato, sin parar mientes en que para la época
de perfeccionamiento de tal convenio los mismos no habían entrado
en vigor, habida cuenta que, a términos del artículo 8º de dicha ley,
solamente tendrían vigencia seis meses después de su
promulgación.

3. Para encarar los cargos ha de notarse


primeramente que la controversia gira en torno de la contratación de

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un seguro de accidentes por parte de Carmen Eugenia Caparroso
de Campo, en el marco de la póliza colectiva tomada por Citibank
con Cigna Seguros de Colombia S.A.

En segundo término, es de verse que, como lo


señala el recurrente, el 24 de julio de 1997 fue promulgada la ley
389 del mismo año (Diario Oficial N. 43.091), por la cual se
modificaron los artículos 1036 y 1046 del Código de Comercio, al
establecer en su artículo 1º, por un lado, que “el seguro es un
contrato consensual, bilateral, oneroso, aleatorio y de ejecución
sucesiva”, y en el artículo 3º, por el otro, que “el contrato de seguro
se probará por escrito o por confesión” y que “con fines
exclusivamente probatorios, el asegurador está obligado a entregar
en su original, al tomador, dentro de los quince días siguientes a la
fecha de su celebración el documento contentivo del contrato de
seguro, el cual se denomina póliza, el que deberá redactarse en
castellano y firmarse por el asegurador …”.

Asimismo, el artículo 8º de dicha ley dispuso que


ella derogaba todas las disposiciones que le fueran contrarias, así
como que los artículos 1º, 2º y 3º regirían a partir de los seis meses
siguientes a su promulgación.

En este orden de ideas, si el contrato de seguro


que generó esta controversia fue celebrado con anterioridad a la
entrada en vigor de las citadas normas, emerge palmario que el
proceso concerniente a su formación y perfeccionamiento no podía
estar disciplinado por tales mandatos, como se desprende del
artículo 38 de la ley 153 de 1887, sino que debía ser gobernado por
los preceptos que entonces se encontraban en vigencia, es decir,
los textos originales de los artículos 1036 y 1046 del Código de

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Comercio, conforme a los cuales este tipo de negocio jurídico
ostentaba una naturaleza solemne y se perfeccionaba desde el
momento en que el asegurador suscribía la póliza, como documento
que, a su turno, venía a constituirse en el medio de prueba de la
convención.

4. Sin embargo, ha de señalar la Corte que


aunque resulta indudable que el Tribunal hizo actuar los artículos
1036 y 1046 del Código de Comercio, en la forma en que fueron
modificados por la ley 389 de 1997, cuando indicó expresamente
que el seguro era un contrato consensual, así como al considerar
que su existencia había sido acreditada con los documentos
obrantes a folios 8 y 9 del expediente y con la aceptación de las
empresas demandadas, también es cierto que tal yerro en la
aplicación temporal de la ley no posee la virtualidad de quebrar el
fallo atacado, tornándose, por lo mismo, intrascendente, como
quiera que, en todo caso, una de tales piezas documentales, aun
examinada bajo el régimen de solemnidad que imperaba en la
época, acredita cabal y debidamente la conclusión del negocio
jurídico.

En efecto, entre los documentos que tuvo en


cuenta el sentenciador para tener por establecido el contrato de
seguro, adquiere suma relevancia el certificado individual de seguro
números 22423665, que el 15 de mayo de 1997 fue suscrito por la
aseguradora demandada para hacer constar las condiciones
particulares de aseguramiento de Carmen Eugenia Caparroso de
Campo, referidas a la razón social del asegurador (Cigna Seguros
de Colombia S.A.), la identificación de la póliza con base en la cual
se expidió (APT-0009378), el nombre del asegurado (Carmen E. de
Campo), la fecha de inicio del amparo (21 de abril de 1997), el valor

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mensual de la prima ($12.791.00), los amparos convenidos (muerte
accidental, incapacidad total y permanente, y desmembración), el
valor de cada una de éstos ($100’000.000.00, $50’000.000.00 y
$50’000.000.00), los nombres de los beneficiarios (Álvaro Campo
Cervantes, María José y Álvaro Andrés Campo Caparroso), el
porcentaje correspondiente a cada uno ellos (50% y 50%), y los
reajustes previstos para la suma asegurada y la prima (índice de
precios al consumidor), entre otros (C. 1, fl. 9).

Como puede observarse, se trata de un documento


que, al margen de su denominación, individualiza de manera nítida e
inequívoca los elementos esenciales del contrato y, por lo mismo,
funge perfectamente como su evidencia, pues no puede pasarse por
alto, como lo sostiene un autorizado autor, que “... cualquier
documento privado puede revestir la fisonomía jurídica de póliza, si
de las condiciones particulares aludidas en el art. 1047 contiene, a lo
menos, con ‘la firma del asegurador’, aquellas que atañen a la
esencia del contrato (la identificación de ‘las partes’, la de la ‘cosa’ o
‘persona’ llamadas a individualizar objetivamente el riesgo asegurado,
la ‘suma asegurada’ o el modo de precisarla, la ‘prima’ o el modo de
calcularla y ‘los riesgos’ a cargo del asegurador), no así - a lo menos
necesariamente - , los nombres del ‘asegurado’ y ‘beneficiario’, ni la
calidad del tomador, ni la vigencia del contrato, ni la forma de pago de
la prima, ni la fecha de la póliza, ni otras condiciones que pueden ser
o no según la autonomía contractual de las partes, porque la omisión
de cualquiera de estas ‘condiciones’ aparece subsanada por la
misma ley o puede subsanarse por otro medio conducente, a fuer de
lícito” (Ossa G. J. Efrén, El contrato de seguro en la jurisprudencia
nacional de las últimas dos décadas (1972-1991), Revista Ibero -
Latinoamericana de Seguros, n. 1, Temis, Bogotá, 1992, pag. 223).

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En dirección semejante, fundamental resulta
memorar la doctrina jurisprudencial de la Corte, cuando ha
abordado el estudio de las condiciones particulares y generales que
el artículo 1047 del Código de Comercio consagra como contenido
de la póliza de seguro.

Por un lado, acerca de las primeras, tiene dicho


que “... cabe ante todo observar que mientras algunas de las allí
contempladas, por su naturaleza misma deben necesariamente
apuntarse en el susodicho documento, otras en cambio vienen a ser
suplidas por la ley. A las primeras, a las insoslayables, pertenecen
las exigencias anotadas en los numerales 1, 2, 5, 7, 8 y 9 de la
disposición; la mera lectura de estos preceptos, en efecto, basta
para constatar que corresponde ineludiblemente a las partes el
definir los aspectos de que allí se trata, lo cual, naturalmente, habrá
de plasmarse en la póliza” (sentencia de 24 de mayo de 2000, exp.
5349, no publicada aún oficialmente). De cara al caso concreto,
emerge palmario que el documento recién citado - certificado
individual de seguro - satisface sobradamente tales exigencias
particulares.

Por el otro, en lo que toca con las condiciones


generales, en los términos de la misma providencia, “... cabe
mencionar que el parágrafo del artículo 1047, en la redacción
vigente para la época del contrato, establecía que ‘se tendrán como
condiciones generales del contrato, aunque no hayan sido
consignadas por escrito, las aprobadas por la autoridad competente
para el respectivo asegurador en relación con el seguro pactado,
salvo las relativas a riesgos no asumidos’. (...) Conforme a esa
disposición, entonces, esas cláusulas generales que el asegurador
debe hacer aprobar por la autoridad competente ... hacen parte

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integrante del contrato así no se hayan consagrado por escrito, de
manera que mal puede aducirse la carencia de ellas para proclamar
la ineficacia de la póliza”. Ahora, frente al caso objeto de examen,
debe anotarse cómo el parágrafo del artículo 1047 del Código de
Comercio, que reproduce el fallo invocado, es el mismo que se
encontraba en vigor para la fecha en que fue celebrado el contrato
que dio origen a este litigio.

De igual modo, si en este asunto, como quedó


dicho, se trata de una póliza colectiva de accidentes tomada por
cuenta de los clientes del Citibank, tampoco puede ignorarse que el
certificado individual de seguro fue expedido en desarrollo de ella y
que, siguiendo al autor mentado, en muchas ocasiones él viene a
constituirse en el “... título justificativo del seguro …” o en “… el
seguro mismo ...”, habida cuenta que “... atañe a la formación del
contrato y es su único medio de prueba” (Teoría General del
Seguro, El Contrato, Temis, 2ª ed., Bogotá, 1991, pag. 273).

Así las cosas, resulta pertinente concluir que


aunque pudiera encontrarse un yerro estrictamente jurídico en la
anticipación de la vigencia de las modificaciones que introdujo la ley
389 de 1997 respecto de la naturaleza consensual del contrato de
seguro, dicha anomalía no tendría la relevancia que pretende
asignarle el recurrente, toda vez que, como se ha explicado, desde
el inicio del pleito fue aportado un ejemplar original del “certificado
individual de seguro” suscrito por la compañía para amparar
específicamente a Carmen Eugenia Caparroso de Campo, con el
que, a la luz de las normas legales entonces imperantes, quedó
cabalmente demostrada la existencia del negocio jurídico,
descartándose, de paso, la falencia que de manera principal ha sido
planteada en los tres reproches examinados.

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Por lo demás, si lo expresado no fuera suficiente,
es de verse que, a más del documento de que se ha hablado,
cuando la aseguradora dio respuesta al libelo igualmente allegó una
copia del certificado individual de seguro en cuestión, debidamente
suscrito por la compañía, elemento que fue tenido como prueba
mediante auto de 6 de febrero de 2001, cuya información particular
se amolda estrictamente a las exigencias insoslayables que
enumera el artículo 1047 del Código de Comercio, a la vez que
coincide plenamente con la que aparece en el certificado que se
anexó al escrito incoativo del proceso (C. 1, fls. 89 y 129).

5. Por tanto, no prosperan los cargos.

CARGO CUARTO

Se denuncia la infracción directa de los artículos


2º, 822, 1041 y 1043 del Código de Comercio y 1609 del Código
Civil, por falta de aplicación.

1. El recurrente sostiene que el Tribunal se


equivocó en la diagnosis jurídica de lo que está probado en el
proceso y que esto lo llevó a calificar al Citibank como obligado al
pago de la prima, con lo que hizo actuar disposiciones impertinentes
y dejó de aplicar las que correspondían.

2. Tras citar algunos apartes del fallo,


manifiesta que éste se apuntaló en que el contrato había sido
probado, que el Citibank estaba obligado a cancelar la prima, que
su omisión le generaba responsabilidad y que la asegurada no

C.J.V.C. Exp. 00326-01 18


satisfizo las cuotas de la tarjeta de crédito con cargo a la cual se
harían los pagos a la compañía de seguros.

Señala que la supuesta obligación del banco de


pagar las primas fue deducida del contenido de las estipulaciones
3ª y 9ª de las condiciones generales, cuando el juzgador expresó
que aunque la asegurada había autorizado a la entidad financiera
para que descontara de su tarjeta de crédito el valor mensual de la
prima, tal circunstancia no ponía fin a la obligación de ésta, pues
había un acuerdo independiente entre ellas, que habilitaba al
establecimiento de crédito para acudir a las vías judiciales a fin de
obtener la cancelación de las sumas que no se habían descontado
de la tarjeta de crédito.

Consecuentemente, destaca el impugnador, “... el


Tribunal sí acepta y sí tiene por probado que la asegurada no pagó
la Tarjeta de Crédito ...” y, prosigue, de ser cierto que había un
“acuerdo independiente” entre el establecimiento crediticio y
Carmen Eugenia Caparroso de Campo, “... se echa de ver que la
asegurada incumplió ese ‘Acuerdo’ lo cual, a términos del art. 1609
del C.C., que se dejó de aplicar, implica que Citibank estaba
autorizado para no cumplir su parte”.

Puntualiza también que si en las condiciones


generales estaba previsto que el seguro terminaba por el no pago
de la prima, la asegurada podía acudir directamente a la compañía
para efectuar oportunamente tal cancelación y evitar el decaimiento
del seguro, como lo autorizan los artículos 1041 y 1043 del Código
de Comercio, igualmente inaplicados.

C.J.V.C. Exp. 00326-01 19


En este orden de ideas, concluye, si los artículos
2º y 822 del Código de Comercio remiten a la legislación civil,
resultaba viable aplicar el artículo 1609 del Código Civil, “... que
autoriza a una de las partes para abstenerse de cumplir cuando la
otra parte no ha cumplido ...”, sin que sirva de “... excusa el que la
parte deba cumplir, y, posterior a ese cumplimiento acudir a ‘las
vías judiciales correspondientes para obtener el pago de las sumas
de dinero que no han podido ser cargadas a la Tarjeta de Crédito y
que le correspondía pagar por concepto de la prima del seguro’
como lo expresa el fallo combatido ...” (subraya textual), pues la ley
no hace semejante exigencia, sino que autoriza a la parte para
abstenerse de cumplir, sin necesidad de acudir ante los Tribunales.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE

1. Como es sabido, cuando la impugnación


viene soportada en la causal primera de casación sobre el
recurrente recae la obligación de demostrar adecuada y cabalmente
la infracción de las normas sustanciales llamadas a disciplinar el
caso, motivo por el cual ha de presentar un ataque que no sólo
apunte de manera precisa y completa a las motivaciones sobre las
que se edificó la decisión fustigada, sino que tenga la capacidad de
descubrir la existencia de un error relevante y trascendente, esto es,
alguno que, de no haberse presentado, habría determinado que el
contenido y alcance de la sentencia fuera diverso.

2. En este asunto vale la pena destacar cómo,


para encontrar responsable al establecimiento bancario
demandado, el Tribunal partió de la premisa consistente en que
sobre él, en su condición de tomador de la póliza, recaía la
obligación de pagar la prima de seguro, tal y como estaba

C.J.V.C. Exp. 00326-01 20


contemplado expresamente en el artículo 1066 del Código de
Comercio y en la tercera de las condiciones generales.

Apuntalado en ese presupuesto, el juzgador


advirtió que la asegurada había autorizado al banco para descontar
de su tarjeta de crédito el valor mensual de la prima, mas, acotó
claramente, “... ese sólo hecho no termina la obligación de la
mencionada entidad ...”, esto es, la cancelación de la prima por
parte del tomador, como quiera que, añadió, se trata de “... un
acuerdo independiente entre el Citibank como entidad financiera y
la persona asegurada ...”, que le permite al banco acudir a las vías
judiciales para obtener el pago de las sumas que no pudieron ser
deducidas de la tarjeta de crédito.

Entendió entonces que “... estaba en cabeza del


tomador CITIBANK la obligación de cancelar la prima a favor de la
compañía de seguros ...” y que “... al no realizar el mencionado
pago, debe correr con las consecuencias de su omisión”.

Por tanto, tras encontrar que la aseguradora


también había incurrido en omisión, al no comunicar la terminación
del contrato en los términos del artículo 1071 del Código de
Comercio, tema que será examinado adelante, concluyó el
sentenciador que “... ambas entidades faltaron a sus obligaciones y
por ende deben responder en forma solidaria ante los beneficiarios,
por sus omisiones ...”, pues, explicó, “... al intervenir varias partes
en el contrato de seguro, como en este caso, el tomador, el
asegurador, el asegurado y sus beneficiarios, es de tener en cuenta
las diferentes obligaciones que le surgen a cada una de ellas y por
ende la responsabilidad que les acarrea la omisión de alguna de
ellas” (subraya la Sala).

C.J.V.C. Exp. 00326-01 21


3. Como puede verse, el argumento toral en
que se apoyó el Tribunal para comprometer específicamente al
banco consistió en que éste fungió como parte en el contrato de
seguro, en condición de tomador; que tal calidad le imponía la
obligación de cancelar la prima, con independencia del acuerdo que
existiera con la asegurada; y que el incumplimiento de tal prestación
lo hacía responsable “... en forma solidaria ante los beneficiarios,
por sus omisiones ...”.

Siendo así las cosas, bien pronto emerge el


desenfoque de la censura, habida cuenta que ella está encaminada
principalmente a demostrar que el ad quem tuvo por probado que la
asegurada no pagó su tarjeta de crédito, con lo que incumplió el
“acuerdo independiente” que la vinculaba con el banco, y que esa
circunstancia, o sea, la inobservancia de tal “acuerdo”, autorizaba a
este último para dejar de cumplir la prestación que era de su
resorte, esto es, el pago de la prima. Precisamente, tras plantear
esta hipótesis, es que la censura denuncia la falta de aplicación del
artículo 1609 del Código Civil, que consagra la excepción de
contrato no cumplido, puesto que, se repite, usando los propios
términos de la impugnación, si la “... asegurada incumplió ese
‘Acuerdo’ ...”, el Citibank “... estaba autorizado para no cumplir su
parte” (se subraya).

Nota la Corte que el desvío de la acusación estriba


en que, como acaba de observarse, el raciocinio plasmado en ella
gira única y exclusivamente en torno a que la asegurada desatendió
el “acuerdo independiente” celebrado con el banco, que dio por
establecido, en especial, si se tiene en cuenta que el cargo se
plantea por la vía directa, y a que tal incumplimiento autorizaba a

C.J.V.C. Exp. 00326-01 22


aquél para hacer lo propio, mas desconoce abiertamente que el
juicio de responsabilidad que el Tribunal hizo a cargo del
establecimiento bancario no estuvo apoyado en el mencionado
“acuerdo independiente”, el cual, por cierto, menospreció, cuando
dijo rotundamente que “... ese sólo hecho no termina la obligación
de la entidad ...”, sino que se basó esencialmente en el propio
contrato de seguro y en la condición de parte - tomador - que dentro
del mismo tenía el Citibank, para concluir que la omisión en el
cumplimiento de su obligación de pagar la prima era la que lo hacía
responsable “... en forma solidaria ante los beneficiarios ...”.

En efecto, ha de decirse que la existencia de la


obligación a cargo del Citibank de pagar la prima fue deducida por
el Tribunal exclusivamente del artículo 1066 del Código de
Comercio y de la tercera de las condiciones generales de la póliza,
esto es, se itera, tuvo como fuente el contrato de seguro en el que
esa entidad obraba como tomador, mas, ha de puntualizar la Sala,
no encontró origen en el acuerdo que aquél había celebrado con su
cliente, pues este convenio era, a su juicio, totalmente
independiente y su celebración no eliminaba la obligación que el
banco tenía de efectuar tal pago, al punto que indicó que podía
acudir a las vías judiciales para recuperar las sumas que no
hubieran sido debitadas de la tarjeta de crédito.

En este específico aspecto, no está de más


recordar que, en el momento de establecer la responsabilidad de
las demandadas, el Tribunal expresó que “... estaba en cabeza del
tomador Citibank la obligación de cancelar la prima ...” (se subraya),
aludiendo claramente a la condición que éste ostentaba dentro del
contrato de seguro, al igual que, precisó, “... como ambas entidades
faltaron a sus obligaciones ... deben responder en forma solidaria

C.J.V.C. Exp. 00326-01 23


ante los beneficiarios, por sus omisiones ...”. Incluso, para ilustrar
mejor el asunto, más adelante dijo también el ad quem, refiriéndose
nuevamente al mismo contrato, que “... al intervenir varias partes en
el contrato de seguro, como en este caso, el tomador, el
asegurador, el asegurado y sus beneficiarios, es de tener en cuenta
las diferentes obligaciones que le surgen a cada una de ellas y por
ende la responsabilidad que les acarrea la omisión de alguna de
ellas”. (subraya la Sala)

Aflora entonces que el juzgador asignó poca


importancia al hecho de que la asegurada hubiera autorizado -
mediante un convenio independiente - el descuento de la prima de
su tarjeta de crédito, pues, en todo caso, el Citibank, como tomador
del seguro, era el que tenía la obligación de cancelarla de acuerdo
con la regulación legal y convencional propia de este negocio
jurídico; por ende, no es atinado el reproche que apunta a
establecer que como la asegurada incumplió el mentado acuerdo,
también lo podía hacer el banco, pues la responsabilidad
establecida por el Tribunal no estuvo cimentada en él, sino en el
mismo contrato de seguro.

En este orden de ideas, si para el Tribunal el


tomador era el que tenía la obligación de pagar la prima y su
omisión le generaba responsabilidad solidaria ante los beneficiarios
del seguro, éste era el argumento que debió enfrentar y derrumbar
el recurrente, bien fuera para establecer, a la luz de la
reglamentación propia del negocio jurídico de aseguramiento, que,
por una u otra razón, dicha obligación no era en este caso atribuible
al tomador - Citibank -, o que, siéndole atribuible, su omisión no
generaba la consecuencia que derivó el juzgador - responsabilidad
solidaria ante los beneficiarios -.

C.J.V.C. Exp. 00326-01 24


No obstante, se insiste, la impugnadora dejó de
lado el contrato de seguro y dirigió todo su esfuerzo a demostrar
que el banco, valiéndose de la excepción prevista por el artículo
1609 del Código Civil, podía incumplir el acuerdo independiente
celebrado con su cliente, como quiera que éste lo había hecho
previamente, cuando ese no fue el fundamento genuino del fallo de
segunda instancia, el cual, por ende, al estar libre de toda crítica,
permanece inmutable y sigue fungiendo como tal, en atención al
carácter enteramente dispositivo que distingue el recurso de
casación y que le impide a la Corte emprender el estudio oficioso
del asunto, muy a pesar de que pueda tener discrepancias y
reproches frente a la decisión del Tribunal.

4. Por otra parte, no pasa por alto esta


Corporación que la recurrente, en los únicos pasajes en que se
refirió a la normas propias del contrato de seguro, recordó que las
condiciones de la póliza preveían “... que el seguro terminaba por el
no pago de la prima ...” y emplazó al Tribunal por haber dejado de
aplicar los artículos 1041 y 1043 del Código de Comercio, que le
permitían a la asegurada “... acudir directamente a la compañía
para efectuar oportunamente los pagos y evitar así el decaimiento
del seguro ...”.

Sobre este escueto y genérico comentario, basta


decir que tampoco se dirige exactamente a combatir las razones
puntuales que sustentaron la providencia, pues una cosa es que, en
el seguro por cuenta, el tercero pueda asumir el cumplimiento de las
obligaciones que la ley o el contrato imponen al tomador, si éste lo
rehuyere, que es lo que recuerda el impugnador, y otra, bien
distinta, como lo sostuvo el Tribunal acertadamente o no, que el

C.J.V.C. Exp. 00326-01 25


incumplimiento del tomador en el pago de la prima, con
independencia de cualquier acuerdo que tuviera con el asegurado,
le genere responsabilidad solidaria ante los beneficiarios.

Por lo demás, resulta evidente que esta parte de la


censura alude inexplicablemente a circunstancias que no aparecen
en la decisión del ad quem, como cuando señala que si la
asegurada hubiese pagado directamente la prima habría evitado “...
el decaimiento del seguro ...”, pues está visto que en la sentencia
no se declaró cosa semejante, sino que, al contrario, se dijo que no
había operado la terminación automática del negocio jurídico, por
cuanto en los documentos aportados no se había consagrado la
advertencia que manda el artículo 1068, inciso 2º, del Código de
Comercio.

Por ende, si la intención de la recurrente, que no


es clara, era reivindicar la terminación automática del contrato de
seguro, debió fustigar los argumentos que el Tribunal esgrimió para
descartarla, sobre los cuales no mencionó siquiera una sílaba.

5. Como colofón, no está de más reiterar, como


lo ha pregonado la Sala, que “... la carga procesal que gravita sobre
el impugnante, en tratándose de la causal primera de casación, le
impone que su ‘crítica guarde adecuada consonancia con lo
esencial de la motivación que se pretende descalificar, vale decir
que se refiera directamente a las bases en verdad importantes y
decisivas en la construcción jurídica sobre la cual se asienta la
sentencia, habida cuenta que si blanco del ataque se hacen los
supuestos que delinea a su mejor conveniencia el recurrente y no
los que objetivamente constituyen fundamento nuclear de la
providencia, se configura un notorio defecto técnico por desenfoque

C.J.V.C. Exp. 00326-01 26


que conduce al fracaso del cargo correspondiente” (sentencia de 26
de marzo de 1999, exp. 5149, reiterada en fallo de 15 de diciembre
de 2003, exp. 7565, entre otros).

6. El cargo no prospera.

DEMANDA DE ACE SEGUROS S.A.

CARGO ÚNICO

Se acusa el fallo de quebrantar directamente los


artículos 1066 y 1068 del Código de Comercio, por interpretación
errónea, 1071 ibídem, por aplicación indebida, y 1043 y 1044 de la
misma codificación, por falta de aplicación.

1. Para comenzar, la censura señala que tales


infracciones llevaron al Tribunal a descartar la terminación
automática del contrato por no pago de la prima, como se había
planteado en la excepción respectiva, cuando dicho fenómeno sí
tuvo lugar.

Precisa igualmente que la sentencia atacada


confirmó totalmente la de primer grado, donde se consideró que el
banco actuaba como tomador del seguro por cuenta de sus clientes,
por lo que emerge que esta es la especie de negocio jurídico que
tuvo por acreditada el ad quem, pues no sólo no hizo rectificación
alguna en el tema, sino que invocó la cláusula tercera de las
condiciones generales, según la cual el tomador es la persona
jurídica a cuyo nombre se expide la póliza “... para asegurar un
determinado número de personas naturales que conforman el grupo

C.J.V.C. Exp. 00326-01 27


asegurable, siendo responsable de todas las obligaciones que como
tal le incumben conforme a la ley y en especial al pago de la prima”.

2. Para demostrar el yerro, recuerda cómo la


ley contempla el seguro por cuenta de terceros, destacando que el
tomador ha de cumplir las obligaciones y cargas contractuales, en
particular, el pago de la prima, salvo las que sólo puedan ser
acatadas por el asegurado, correspondiéndole al tercero la
prestación asegurada; enseguida, advierte que el tomador puede
estar o no asistido de interés asegurable, sin que ello contradiga el
derecho prioritario del tercero a la indemnización, así como resalta
que éste puede asumir las obligaciones del tomador, en el evento
en que él se rehusare; finalmente, tras notar cómo el asegurador
puede oponer al beneficiario las excepciones que tuviere frente al
tomador o al asegurado, indica que, por lo mismo, la mora del
tomador, verdadera parte del contrato, afecta los derechos del
asegurado y beneficiario, pues éstos provienen de aquél.

3. Por otra parte, en cuanto a la terminación del


contrato por mora en el pago de la prima, prevista por el artículo
1068 del Código de Comercio, puntualiza que obra de manera
automática, sin que medie la voluntad de las partes o interesados,
incluso en contra de ella, pues se trata de un precepto imperativo
que no admite pacto en sentido diverso y se entiende incorporado
en el negocio jurídico, tal y como se desprende de la opinión de un
tratadista nacional y de algunos conceptos de la superintendencia
del ramo.

A continuación, respecto de la obligación a cargo


del asegurador de consignar tal circunstancia “... en la carátula de la
póliza, con caracteres destacados ...”, asevera que ni el artículo

C.J.V.C. Exp. 00326-01 28


mentado, como tampoco otra norma, atribuyen consecuencias
adversas a su incumplimiento, lo que es reforzado por su carácter
imperativo, pues él no tendría sentido alguno si la simple omisión de
esa advertencia aparejara la inoperancia del efecto extintivo
asignado a la mora en el pago de la prima; por tanto, añade la
recurrente, dicha falta no impide la terminación automática del
contrato, pudiendo apenas generar las sanciones administrativas
establecidas en la Circular Básica Jurídica de la Superintendencia
Bancaria.

4. Para concluir, luego de recalcar cómo el


Tribunal consideró que el tomador estaba obligado a pagar la prima
y que la compañía no la recibió oportunamente, manifiesta que
desatinó al ignorar que la terminación automática del contrato se
produce por la falta de pago de la prima, ya provenga de la omisión
del tomador o del asegurado, sin que fuera indispensable, como lo
sostuvo, que esa circunstancia estuviera consagrada por el
asegurador en la carátula de la póliza y, mucho menos, en los
documentos obrantes a folios 8 y 9 del expediente, lo que también
condujo a la indebida aplicación del artículo 1071 ejusdem, pues la
figura de la revocación unilateral del contrato es un “... asunto
totalmente distinto a la terminación automática.”

Por ende, remata la recurrente, debe casarse


totalmente el fallo fustigado, para que, en sede de instancia, se
establezca que no fue cancelada la prima y que operó la
terminación automática del contrato.

CONSIDERACIONES DE LA CORTE

C.J.V.C. Exp. 00326-01 29


1. Para encarar el cargo ha de notarse, como
desde el inicio lo advirtió el mismo recurrente, que él está
enderezado a descubrir cómo el Tribunal vulneró el derecho
material, al “... concluir que no se produjo la terminación automática
del contrato de seguro, como lo excepcionó la parte que represento,
por el no pago de la prima ...”, por lo que se propone “... demostrar
que, por el contrario, sí se produjo esa terminación” (C. Corte, fl.
20).

2. Sentada esta premisa, resulta igualmente


pertinente recordar los argumentos cardinales que en este preciso
aspecto esgrimió el juzgador.

En primer término, con apoyo en el artículo 1066


del Código de Comercio y en las condiciones tercera y novena de la
póliza, afirmó que la obligación de pagar la prima recaía sobre el
tomador del seguro - Citibank -.

Segundamente, dijo que la instrucción impartida


por la asegurada al banco para que descontara tal valor de su
tarjeta de crédito, “... no termina la obligación ...” de éste, pues se
trataba de un convenio independiente entre ellos, pudiendo aquél
acudir a las vías judiciales para obtener el pago de las cantidades
que no se hubieran podido debitar.

En tercer lugar, expresó enfáticamente que, “... al


no realizar el mencionado pago ...”, el tomador debía “... correr con
las consecuencias de su omisión ...”; añadió, en relación con la
compañía, que tal falta de cancelación “... daría lugar a la
terminación automática del contrato de seguro ...”, mas como en los
documentos obrantes a folios 8 y 9 del expediente, esto es, el

C.J.V.C. Exp. 00326-01 30


certificado de seguro promocional remitido inicialmente a Carmen
Eugenia Caparroso de Campo y el certificado individual de seguro
que se expidió posteriormente, se omitió consignar con caracteres
destacados la terminación del contrato en forma automática, “... no
opera esta forma especial de terminación del contrato de seguro,
sino que tenemos que irnos a la regla general, de que la
aseguradora puede dar por terminado el contrato de seguro en
forma unilateral, siendo una de las causales la falta de pago de la
prima, pero para que tenga efectos dicha revocación debe dársele
aplicación a lo normado en el artículo 1071 del C. de Co. ...”, cosa
que tampoco tuvo lugar, como quiera que la aseguradora, una vez
enterada del no pago de la prima, “... no cumplió con la obligación
de comunicar la terminación del contrato de seguro a la
asegurada ...”.

3. Como puede verse, el Tribunal encontró que


el tomador estaba obligado al pago de la prima y que no lo había
hecho, pero consideró que no podía operar la terminación
automática del contrato, toda vez que en los documentos allegados
para acreditar el negocio jurídico no aparecía la advertencia de que
trata el artículo 1068, inciso segundo, del Código de Comercio, por
lo que debía acudirse a la revocación unilateral consagrada en el
artículo 1071 ibídem.

De entrada, resulta inocultable para la Corte que el


juzgador incurrió en una inaceptable confusión de dos instituciones
que presentan características y propósitos completamente diversos,
como son la terminación automática del contrato por mora en el pago
de la prima y su revocación unilateral.

C.J.V.C. Exp. 00326-01 31


En compendio, aquélla emerge como una
consecuencia adversa para el tomador o asegurado en el caso
específico en que se haya incumplido con la obligación de cancelar
tempestivamente la prima de la póliza o de los certificados o anexos
que se expidan con fundamento en ella, y determina
inexorablemente que de manera automática - por ministerio de la
ley - cesen hacia el futuro los efectos del negocio jurídico, sin que
sea necesaria la intervención de la voluntad de las partes, ni la
declaración judicial de tal fenómeno.

En cambio, la revocación unilateral constituye, en


los términos de la Sala, una “... declaración de voluntad formal;
unilateral; recepticia; directa o indirecta y que sólo produce efectos
para el porvenir, a su turno detonante de un negocio jurídico de
carácter extintivo ...”, que no está ligado estrictamente a un
incumplimiento del contrato, como ocurre con la figura precedente,
pudiendo estar fundado en diversas y heterogéneas razones, toda
vez que el ordenamiento no circunscribió su procedencia a la “...
materialización de específicas y delimitadas circunstancias
(numerus clausus) ...”, sino que introdujo un criterio amplio y
elástico, que se refleja en el hecho de que “... quien de buena fe
hace uso de dicho instituto, de inobjetable origen volitivo (ad
libitum), no tiene la necesidad de consignar en el escrito de
enteramiento respectivo a su cocontratante, indefectiblemente,
cuáles son las razones que, in casu, lo llevaron a tomar dicha
decisión ...”, habida cuenta que “... le basta con comunicarla, en
debida forma, al otro extremo de la relación negocial, sin que su
eficacia, per se, quede supeditada a la validez de una motivación
específica y, menos aún, a la aceptación por parte de éste ...”
(sentencia de 14 de diciembre de 2001, exp. 6230, no publicada
aún oficialmente).

C.J.V.C. Exp. 00326-01 32


Así las cosas, aflora palmario que se equivocó el
Tribunal cuando estimó, ante la supuesta inoperancia de la
terminación automática del contrato por mora en el pago de la prima
- artículo 1068 C. de Co. -, que la aseguradora debía acudir a la
regla general que permite a las partes revocar unilateralmente el
negocio jurídico, aplicando indebidamente el artículo 1071 ibídem,
pues, conforme a su particular entendimiento, una de las causales
que autorizaba esta última medida era justamente “... la falta de
pago de la prima ...”, cuando está visto, como lo denuncia la
censura, que no era dable hacer actuar la norma recién citada,
como quiera que la revocación unilateral en modo alguno se
encuentra asociada a la inobservancia de dicha obligación por parte
del tomador, pues ésta genera - ipso iure - otro tipo de
consecuencias, que no dependen de la intención o el querer de los
contratantes, ni pueden ser conjuradas por ellos.

4. En adición al yerro anterior, con prescindencia


de los argumentos expuestos en el cargo en torno de la irrelevancia
que frente a la terminación automática del contrato tendría la omisión
en la póliza de seguro del aviso contemplado por el artículo 1068 del
Código de Comercio, la Corte advierte prontamente que la conclusión
jurídica adoptada por el Tribunal en esta materia fue edificada sobre
una premisa totalmente incorrecta, por lo que resulta innecesario el
examen de este aspecto del cargo, toda vez que, aun si se
encontrara que el juzgador desatinó al considerar que tal omisión
impedía que la mentada terminación del negocio jurídico pudiera
operar, como lo plantea la impugnadora, ello carecería de relevancia,
en la medida en que no podría desconocerse que dicho yerro jurídico
habría estado antecedido por otro de mayor dimensión, que, al

C.J.V.C. Exp. 00326-01 33


abarcarlo íntegramente y aparejar la misma consecuencia, lo privaría
de toda trascendencia.

En efecto, a pesar de que el Tribunal manifestó que


en los documentos obrantes a folios 7 y 8 del cuaderno 1°, esto es,
los certificados promocional e individual de seguro expedidos por la
compañía, no se consignó con caracteres destacados la información
relativa a la terminación automática del negocio jurídico, tampoco
puede perderse de vista que en el certificado individual aportado
posteriormente al proceso sí aparece contemplada dicha anotación,
cuando su numeral 10° prevé de manera clara, expresa e inequívoca
la “… falta de pago de la prima …” como “… causal de terminación
del amparo …” (C. 1, fl. 89), circunstancia esta que no fue advertida
por el Tribunal y con la que, a diferencia de lo que sostuvo en su fallo,
se entendería cabalmente satisfecho el requisito del mencionado
artículo 1068, inciso segundo, del Código de Comercio, que
erradamente se echó de menos.

Ciertamente, si bien es verdad que esta última


disposición establece que el aviso comentado deberá insertarse en
la “… carátula de la póliza …”, también lo es que en este caso
particular se cumplió finalmente con el deber de información que
recaía sobre la compañía aseguradora, colmándose de esa misma
manera la teleología del precepto legal en cuestión, cual es que el
interesado tenga conocimiento de la consecuencia jurídica que se
desprende de la mora en el pago de la prima (cfr. Reforma
Financiera, Colección Legislación Financiera, Superintendencia
Bancaria, Bogotá, 1991, pag. 95), en especial, si se considera que,
en tratándose de una póliza colectiva como esta, lo usual es que el
documento sea entregado a la institución financiera que obró como
tomadora - Citibank - y que el certificado individual de seguro

C.J.V.C. Exp. 00326-01 34


emitido en desarrollo de ella sea el medio que le permite al
asegurado conocer las condiciones específicas de aseguramiento,
por lo que resultaría igualmente factible que por conducto de él
fuera advertido de la consagración normativa de la sanción de que
se viene hablando - terminación automática del contrato -.

5. En este orden de ideas, al no haberse


presentado la presunta omisión informativa que el Tribunal tomó
como punto de partida para desarrollar el argumento sobre el que
apoyó la sentencia, ha de observar la Corte que no le asistía ningún
motivo para que, a pesar de haber aceptado pacíficamente que la
prima de la póliza no fue cancelada (C. 2, fl. 32), se hubiera negado
a reconocer y declarar la inexorable consecuencia que el
ordenamiento jurídico tiene previsto para tal evento, es decir, se
repite, la terminación automática del contrato de seguro.

Y mucho menos admisible resulta que, tras


semejante yerro, el juzgador hubiera caído, como se anticipó, en la
confusión de hacer actuar el artículo 1071 del Código de Comercio,
relativo a la revocación unilateral del negocio jurídico, bajo el errado
entendido de que una de las causas que generaba tal fenómeno era
la “… falta de pago de la prima …” (C. 2, fl. 33), cuando dicha
remisión aparecía completamente impertinente, a más de que se
había configurado cabalmente el hecho que, a términos del
mentado artículo 1068, desencadenaba otro resultado bien
diferente y que con efecto extintivo automático incidía sobre la
suerte del negocio jurídico.

C.J.V.C. Exp. 00326-01 35


Puede entonces concluirse que el ad quem
infringió de manera definitiva y trascendente varias disposiciones de
derecho material, pues, se insiste, a pesar de haber dado por
establecido expresamente que la prima no fue cancelada en su
oportunidad, se abstuvo de reconocer la terminación automática del
contrato, amparándose en razones que, como se ha explicado,
resultan inapropiadas, lo que determina la prosperidad del cargo.

Con todo, ha de precisarse que el quiebre del fallo


es parcial, en la medida en que solamente se ha abierto camino la
acusación planteada por la aseguradora. Por tanto, el resto de las
resoluciones contenidas en la sentencia de segunda instancia
permanecerán incólumes.

IV. SENTENCIA SUSTITUTIVA

Como quiera que se cumplen los presupuestos


que permiten adoptar una decisión de fondo, basta anotar que en la
sentencia atacada se dejó claramente sentado que no se realizó el
pago oportuno de la prima de la póliza de seguro, cosa que no ha
sufrido ninguna modificación.

Siendo así las cosas, en desarrollo de las razones


expuestas al despachar la censura, se impone reconocer la
excepción formulada por la aseguradora en cuanto a la terminación
automática del contrato de seguro.

V. DECISIÓN

Por lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia,


Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la

C.J.V.C. Exp. 00326-01 36


República y por autoridad de la ley, CASA PARCIALMENTE la
sentencia impugnada y, en sede de instancia, RESUELVE:

1. DECLARAR probada la excepción de


“terminación automática del contrato de seguro por no pago de la
prima” propuesta por ACE SEGUROS S.A.; por tanto, absolver a
esta sociedad de los cargos formulados en la demanda.

2. MODIFICAR los numerales 1º, 2º, 3º y 4º de


la sentencia de 1º de febrero de 2002, proferida por el Juzgado
Cuarto Civil del Circuito de Barranquilla, en el sentido de que las
resoluciones allí adoptadas, que conservan pleno valor, han de
entenderse única y exclusivamente a cargo de CITIBANK
COLOMBIA S.A.

3. CONDENAR en las costas de la segunda


instancia a CITIBANK COLOMBIA S.A. a favor de los actores.

4. CONDENAR a los demandantes al pago de


las costas de ambas instancias a favor de ACE SEGUROS S.A.

5. CONDENAR en las costas del recurso de


casación a CITIBANK COLOMBIA S.A. Sin costas a cargo de ACE
SEGUROS S.A., por la prosperidad de su impugnación.

Cópiese, notifíquese y, en oportunidad, devuélvase


al Tribunal de origen.

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RUTH MARINA DÍAZ RUEDA

MANUEL ISIDRO ARDILA VELÁSQUEZ

JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR


(EN COMISIÓN DE SERVICIOS)

CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO

PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA

CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE

EDGARDO VILLAMIL PORTILLA

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