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Visión Del Perú Al 2050

Este documento discute las visiones del Perú para 2021, 2030 y 2050 después de la pandemia de COVID-19. Argumenta que se necesita una nueva visión que refleje los cambios en el entorno internacional y las lecciones aprendidas de la pandemia. Actualmente, el planeamiento estratégico nacional está relegado y hace falta un proyecto colectivo que guíe el desarrollo del país. El autor analiza las tendencias globales, incluyendo la desaceleración económica y los cambios tecnológicos, y sugiere que el

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Visión Del Perú Al 2050

Este documento discute las visiones del Perú para 2021, 2030 y 2050 después de la pandemia de COVID-19. Argumenta que se necesita una nueva visión que refleje los cambios en el entorno internacional y las lecciones aprendidas de la pandemia. Actualmente, el planeamiento estratégico nacional está relegado y hace falta un proyecto colectivo que guíe el desarrollo del país. El autor analiza las tendencias globales, incluyendo la desaceleración económica y los cambios tecnológicos, y sugiere que el

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Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y

alternativas después de la COVID-191

Germán Alarco y César Castillo

1. Introducción
Las recientes proyecciones del Banco Mundial (2020b) nos pintan un panorama
sombrío para el mundo y el Perú ad portas de nuestro bicentenario. El PIB real
mundial caería en un 5,2%, con las economías avanzadas contrayéndose en un
7%: EE. UU., en un 6,1%; la zona euro, en un 9,1%; y Japón, en un 6,1%.
América Latina y el Caribe mostraría una caída de un 7,2%, y el PIB del Perú se
contraería en un 12%. Esta no ha sido la crisis más grave: la gran depresión de la
década de 1930 generó una caída del 26,7% del PIB real de los Estados Unidos
entre 1929 y 1933; y durante la crisis financiera internacional fue de un 3,4%
entre 2007 y 2009 (Bureau of Economic Analysis, 2020).
El arsenal de instrumentos de la política económica keynesiana permitió re-
montar esa gran crisis del siglo XX y las que sucedieron después. Ahora, a las
tendencias y riesgos tradicionales de la economía internacional se sumarían un
fenómeno de desglobalización y ralentización de la economía internacional y una
disrupción tecnológica radical, que, al parecer, se están potenciando por las secue-
las de la COVID-19. El mundo está cambiando con rapidez. Ni las denominadas
recuperaciones en forma de V o U parecen estar a la vista. Roubini (2020) plantea
que la tercera década del siglo XXI será marcadamente recesiva.

1
Se agradecen el apoyo de Martin Astocondor y los comentarios de Patricia del Hierro y Ricardo
Rodríguez Ulloa a una versión previa de este documento.

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Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

En el Perú, se vislumbran algunos de esos retos, pero se los minimiza. Desa-


fortunadamente, muchos creen que la primera década del siglo XXI, de buenos
precios internacionales de las materias primas y flujos de capitales, se repetirá
continuamente en el futuro. Otros se confían porque el precio del oro, metal de
refugio, está subiendo. La segunda década de este siglo fue bastante mediocre,
pero muchos ni cuenta se dieron. Ni el Banco Mundial (2020a) tiene una visión
optimista cuando se revisan sus proyecciones de precios para nuestras materias
primas al año 2030. Aquí, se insiste en la misma inserción a la economía interna-
cional de antes, como si nada estuviera ocurriendo. La diversificación productiva
y exportadora sigue fuera de la agenda. Para agravar la situación, el planeamiento
estratégico nacional, integrador de las políticas públicas, y, en particular, el Cen-
tro Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan) continúan relegados.
La pandemia de COVID-19 no solo ha modificado las formas en que interac-
túan las personas. La gran magnitud de infectados y fallecidos a nivel global está
generando diversas reflexiones en diferentes esferas, como la cultural, la social, la
económica, la política, la estatal, la internacional, entre otras, sobre cuál podría
y debería ser la dirección de esos cambios en el futuro. Como en toda crisis, son
tiempos de reflexión, discusión y cambios. Se abre la interrogante sobre si estamos
en un momento de quiebre o si predominará la inercia.
El objetivo central del artículo es presentar y discutir las principales tendencias
y retos de la economía internacional y cómo estos deberían impactar en las dife-
rentes visiones oficiales de del país al 2021, 2030 y 2050. Para tal efecto, se debe
discutir el contenido de una visión como síntesis de un proyecto colectivo de fu-
turo y analizar las posibilidades de implantación a través de la evaluación general
del estado del planeamiento estratégico. De manera complementaria, se exploran
las diferentes transiciones previas de modelo económico a nivel internacional y
algunas de las conjeturas que se están elaborando sobre el futuro, y se discute si
estaríamos o no en un momento de quiebre. Por último, se presentan y evalúan
de manera somera las principales opciones estratégicas en el ámbito económico
para el Perú, y se presentan algunos elementos para la construcción de una nueva
alternativa.
Este documento es exploratorio. No hay respuestas definitivas ni finales, me-
nos en un contexto como el actual. El artículo tiene cuatro partes además de esta
introducción. La segunda explica cuál debería ser el contenido de la visión de
un país como expresión de un proyecto colectivo y presenta la situación actual
del planeamiento estratégico nacional. La tercera analiza el entorno internacional
incorporando las tendencias y riesgos tradicionales y los nuevos elementos. Se

134
Germán Alarco y César Castillo

examina también cómo se han dado algunas transiciones previas y los plantea-
mientos de pensadores sobre el futuro desde la actual coyuntura, y se presentan
conjeturas sobre si estaríamos o no en un momento de quiebre. La cuarta parte
analiza ese futuro posible que recibiríamos y en ella se evalúan las visiones oficiales
a 2021, 2030 y 2050. Por último, en la quinta sección, se anotan las opciones
estratégicas en el ámbito económico y algunos elementos para la construcción de
una nueva alternativa.

2. La construcción de visión en un contexto de planeamiento


estratégico subordinado

2.1 Contenido de una visión


Dentro del lenguaje del planeamiento estratégico, D’Alessio (2008) explica que la
visión es la definición deseada del futuro; responde a la pregunta «¿Qué queremos
llegar a ser?». Esta implica un enfoque de largo plazo basado en una evaluación de
la situación actual y la futura, así como del estado actual y el futuro de la organi-
zación bajo análisis, en este caso el país. Generar una visión implica entender la
realidad, fijar un futuro retador y tener la capacidad de difundirla, para que sirva
de guía y motivación de toda la sociedad. Sus dos grandes componentes son el
propósito y los valores centrales; y la visión de futuro, la cual no se crea sino que
se descubre mirando al interior de la organización y sus posibilidades.
El mismo autor insiste en que esta debe construirse de la manera más partici-
pativa posible, atendiendo las siguientes interrogantes: ¿en qué actividades esta-
mos?, ¿cuál es nuestro modelo de negocios vigente?, ¿en qué actividades queremos
estar?, ¿cuál queremos que sea nuestro modelo de negocio?, ¿qué es lo que nues-
tros clientes quieren ahora y en el futuro?, ¿dónde están nuestros clientes y cuáles
son los principales intereses y conductas respecto a nuestros bienes y servicios? y
¿cuáles son las expectativas hacia nosotros de los grupos de interés con los que nos
relacionamos? Por otra parte, ¿quiénes serán nuestros futuros competidores, pro-
veedores, aliados y clientes?, ¿cuál debe ser nuestro alcance competitivo?, ¿cómo
puede impactar la tecnología en nuestras actividades?, ¿cuáles son los escenarios
más probables de nuestra industria? y ¿qué posibilidades tenemos de alcanzar la
visión propuesta?
La visión es también la concreción sintética de un proyecto nacional o de
patria. En el Perú de hoy, no existe un proyecto colectivo. La búsqueda del desa-
rrollo es un proceso social que se construye en la historia teniendo como espacio

135
Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

fundamental a la nación. Tanto nación como desarrollo son «proyectos», es decir,


deben ser concebidos, imaginados o soñados previamente, al punto de poder ser
prefigurados en el tiempo. Hay, pues, un proyecto de desarrollo enlazado a un
proyecto nacional o de patria, que no se produce por generación espontánea. Na-
ción, desarrollo y planeamiento estratégico son parte de un conjunto coherente
de fines, objetivos y medios que deben ser sinérgicos y complementarios entre
sí. El planeamiento debe estar al servicio del desarrollo del mismo modo que el
desarrollo debe estar al servicio de la construcción de la nación (Ceplan, 2012).
Portocarrero (2015) señala que «la formación de nación, resulta de una tran-
sacción entre la vocación universalista del proyecto moderno y la realidad inapela-
ble de las tradiciones locales [...]. Los individuos se fortalecen en tanto pertenecen
a una comunidad en la que se reconocen y son reconocidos. [...]. La función
civilizatoria del nacionalismo es crear una comunidad de personas que se sientan
iguales, que sean capaces de obrar solidariamente, pues se reconocen como parte
de una misma historia; caminando, además, hacia el futuro». Asimismo, acercán-
dose al rol de una visión, esta «supone la construcción de un relato que despierte
entusiasmo, amor propio, un cierto, sano, narcisismo colectivo».

2.2 Planeamiento estratégico arrinconado


Hay algunas naciones que no requieren del planeamiento estratégico nacional
y de su respectiva institucionalización; sin embargo, es imprescindible para la
mayoría. Es la primera política pública que proporciona el rumbo; y un ele-
mento central para todo tipo de organizaciones nacionales e internacionales,
públicas o privadas, con o sin fines de lucro. Es el ámbito especializado respon-
sable de coadyuvar a construir la visión de país, analizar y establecer escenarios,
definir estrategias y proponer el gran marco integrador para todas las otras po-
líticas. Debe abordar las políticas de corto plazo con una mirada de mediano y
largo plazo.
Desafortunadamente, su origen y trayectoria aquí no fueron alentadores2. El
Instituto Nacional de Planificación tuvo mayor importancia y funciones en el
primer lustro de la década de 1970, hasta que se desactivó por razones ideológicas
en 1992. Desde su refundación en 2008, el planeamiento estratégico está circuns-
crito a una práctica basada más en las formalidades que en el fondo del proceso,

2
Se arrastran varios estigmas en torno al planeamiento estratégico público en el Perú: que fue pro-
movido desde el exterior –no internamente–, en particular en la reunión de Punta del Este en 1961;
que fue instaurado formalmente por la Junta Militar de 1962; y que se fortaleció durante la primera
fase del gobierno militar de 1968-1975.

136
Germán Alarco y César Castillo

totalmente desvinculado del sistema de presupuesto público, del programa de


inversión pública y del quehacer cotidiano de los diferentes niveles de gobierno.
A pesar de algunos intentos de fortalecimiento, su organismo rector, el Centro
Nacional de Planeamiento Estratégico (Ceplan), sigue siendo una institución mi-
núscula, marginada y arrinconada dentro del sector público.
La lista de retos del sistema de planeamiento y el Ceplan es extensa. No parti-
cipa en la discusión y formulación de políticas generales ni económicas. El siste-
ma de planeamiento estratégico no es aceptado por el BCRP ni el MEF, ni por los
grupos de poder económico y mediático. No solo está aislado en el Gobierno sino
de la ciudadanía, que no puede apreciar su utilidad; sobre todo porque no utiliza
un lenguaje cercano a esta. Hay que reconocer que muchas veces llegó tarde y fue
útil solo para registrar y ordenar políticas decididas con anterioridad, y no para
formularlas ni articularlas desde el principio. Su función de establecer prioridades
e integrar de manera efectiva tanto políticas como inversiones ha sido muy limi-
tada (Alarco, 2013, 2017). Hay también que reconocer que su desempeño, en
general, no estuvo a la altura de las circunstancias.

3. El nuevo entorno internacional

3.1 Los retos tradicionales


Todos los años, a propósito de la reunión anual del Foro Económico Mundial, se
presentan los resultados del mapa de tendencias y riesgos de la economía interna-
cional. Este se elabora con base en encuestas y entrevistas sobre las percepciones
de empresarios y políticos del mundo sobre lo que podría ocurrir en los próximos
10 años. En la tabla 1, se presentan los resultados ordenados de mayor a menor
importancia (o probabilidad de ocurrencia).
Tanto en las tendencias como en los riesgos, destaca la problemática del
cambio climático y de sus impactos, como son los fenómenos meteorológicos
extremos y los desastres naturales. Si se revisa el documento más actualizado,
se percibe que esta ha sido la preocupación central de los últimos cuatro años
(Foro Económico Mundial, 2020). Las listas incorporan los elementos tradi-
cionales3, pero también algunas sorpresas, como las relativas al incremento de
la dependencia cibernética y la mayor probabilidad de ciberataques. Llama la
atención que empresarios y políticos destaquen la elevación de las desigualdades

3
En un documento previo a propósito de los 50 años de la Universidad del Pacífico, se presentaron
y discutieron algunos de los principales retos tradicionales (Alarco, 2012).

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Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

en la riqueza e ingresos, que se acompañan con otras tendencias como el incre-


mento de la polarización social.
En las listas, se ubican las tendencias y riesgos tradicionales, como la degrada-
ción ambiental y el envejecimiento poblacional, que impacta negativamente en
el crecimiento económico y modifica la estructura de gastos y de producción de
las sociedades. También, el riesgo de crisis hídricas, la pérdida de biodiversidad
y la presencia de crisis alimentarias. En la esfera económica, la posibilidad de
formación de burbujas en los precios de los activos y las crisis fiscales. Asimismo,
en lugares por debajo de la posición 15, los riesgos relativos a las consecuencias
adversas del cambio tecnológico y de la deflación, que veremos más adelante.
Es interesante anotar que en listas anteriores se incluyó a la vez como tenden-
cia y como riesgo el incremento de enfermedades crónicas y la propagación de
enfermedades infecciosas. La actual pandemia de COVID-19, un año antes de
su estallido, no era un cisne negro4, ya que estaba en el radar de los entrevistados.
También están el incremento de los nacionalismos, el crecimiento de las migra-
ciones involuntarias y los ataques terroristas como fenómenos importantes, pero
más recientes. Por otra parte, ya desapareció del catálogo la posibilidad de una
crisis energética global.

Tabla 1
Principales tendencias y riesgos de la economía internacional

N.º Tendencias Riesgos


1 Cambio climático Fenómenos meteorológicos extremos
2 Incremento de la polarización social Fallas en la mitigación y adaptación al
cambio climático
3 Aumento de la dependencia cibernética Desastres naturales
4 Aumento de las disparidades de la riqueza Ciberataques
y el ingreso
5 Degradación ambiental Crisis hídrica
6 Envejecimiento de la población Pérdida de la biodiversidad y colapso de
ecosistemas
7 Incremento del nacionalismo Desastres naturales provocados por el ser
humano

4
Expresión para denotar un fenómeno inusual o extraordinario; lo contrario de un «cisne blanco»,
que es algo cotidiano o común.

138
Germán Alarco y César Castillo

8 Cambio de la gobernanza internacional Conflicto entre países


9 Cambio en potencias económicas Migración involuntaria a gran escala
10 Incremento de la urbanización Crisis fiscal
11 Crecientes clases medias en economías Burbujas en los precios de los activos en
emergentes economías avanzadas
12 Mayor movilidad geográfica Propagación de enfermedades infecciosas
13 Aumento de enfermedades crónicas Fracaso de la gobernanza global o regional
14 Crisis alimentaria
15 Ataques terroristas

Fuente: elaboración propia a partir de Foro Económico Mundial (2019).

3.2 Los nuevos retos


Se consideran dos temas: la desglobalización y ralentización del crecimiento eco-
nómico; y los impactos del cambio tecnológico sobre los niveles de actividad
económica. Sobre el primer tema, Roubini (2020) señala que esta década será de
gran estancamiento económico. Identifica 10 factores que estarían configurando
una tormenta perfecta. Al respecto, la salida de la crisis implicaría déficits fiscales
superiores al 10% del PIB en épocas de altos niveles de endeudamiento público
y privado. Las tendencias demográficas, la pandemia actual y posiblemente otras
por venir obligarían a incrementar los gastos en salud. Existe un riesgo creciente
de deflación, por los altos niveles de capacidad instalada ociosa de las empresas y
elevado desempleo, que aumentaría el peso de la deuda real y generaría un mayor
riesgo de insolvencia. Sin embargo, también habría peligro de presiones inflacio-
narias por los déficits fiscales y las políticas monetarias heterodoxas, que podrían
generar estanflación.
Roubini anota diversos factores para explicar el estancamiento prolongado de
la economía internacional. Entre estos, destaca la desglobalización como resul-
tado del desacoplamiento de la economía estadounidense y la china, que estaría
acompañado de más proteccionismo a nivel del resto de las economías desarrolla-
das y del mundo en general. Al mismo tiempo, la disrupción digital, que genera-
ría un balance negativo en términos de los niveles de empleo y de mayor desigual-
dad. Las actividades productivas tenderían a relocalizarse relativamente en sus
países de origen, pero a la par promoverían mayores niveles de automatización,
con impactos negativos sobre el empleo y de reducción de los salarios promedio.

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Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

Esto, a su vez, impulsaría más nacionalismo y xenofobia, lo que aislaría más a las
economías y establecería mayores restricciones a los movimientos comerciales,
de capitales, de servicios y de personas. El enfrentamiento geoestratégico entre
los Estados Unidos y China y una guerra fría ampliada entre otras economías
coadyuvarían a un mayor aislamiento. Por último, la disrupción medioambiental
podría poner en jaque a la economía mundial.
La desaceleración de la economía internacional no es un tema del futuro.
Durante la fase de oro del capitalismo, entre la década de 1950 y finales de la
de 1970, se creció más que en la fase neoliberal iniciada a partir de la década
de 1980. En la primera, el crecimiento fue del 4,4% anual y en la segunda, del
2,4% en términos reales; y del 3,4% y 1,8%, respectivamente, cuando se mide
en términos per cápita reales. Ahora se crece menos que antes, aunque también
hay que reconocer ligeros repuntes a finales de la década de 1990 y en los últimos
años, como resultado de la formación de burbujas en los precios de los activos
impulsada por las políticas de Trump.
Por otra parte, estos temas no son ajenos a una economía como la peruana.
Se presentan diversas tendencias sobre los espacios para nuestros productos de
exportación tradicional, en cuanto a los tratados de libre comercio (TLC) y a las
proyecciones de precios de algunos de nuestros productos de exportación. En la
figura 1, se muestra la evolución del volumen exportado de productos agrícolas,
manufactura, hidrocarburos y productos mineros respecto del PIB mundial real
de la Organización Mundial del Comercio (OMC) entre 1950 y 2018.
De los tres conjuntos de productos, el que muestra una tendencia crecien-
te son los productos manufactureros. El mundo demanda más manufacturas a
medida que el producto aumenta (tiene una elasticidad ingreso mayor de uno).
En cambio, en el caso de los hidrocarburos y los productos mineros, hay una
tendencia fluctuante y que se convierte en decreciente a partir de finales de la
primera década del siglo XXI. Entre las décadas de 1950 y 1970, el crecimiento
económico mundial fue más intensivo en el uso de hidrocarburos y de nuestros
productos mineros; también fue ligeramente más intensivo en la década de 1990.
El comercio internacional de productos agrícolas fue relativamente importante
en la década de 1960, para luego estabilizarse, y a partir del siglo XXI hay una
tendencia ligeramente creciente que se está aprovechando en el caso de la expor-
tación no tradicional de productos agropecuarios.

140
Germán Alarco y César Castillo

Figura 1
Cocientes del índice de volumen exportado mundial de productos agrícolas,
manufacturas e hidrocarburos y productos mineros, entre el PBI real mundial
(2005=100)

1,6
1,4
1,2
1,0
0,8
0,6
0,4
0,2
0,0
1950
1952
1954
1956
1958
1960
1962
1964
1966
1968
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
2012
2014
2016
2018
Índice de productos agrícolas respecto del PIB real mundial
Índice de hidrocarburos y productos mineros respecto del PIB real mundial
Índice de manufactura respecto del PIB real mundial

Fuente: OMC (2020).

La apuesta por más comercio internacional mediante la firma de TLC tam-


bién tiene limitaciones. En efecto, los TLC abren mercados para nuestra produc-
ción. Sin embargo, cuando se evalúan sus impactos en casos concretos, como los
firmados con los Estados Unidos, China y la Unión Europea, hay sorpresas. En
primer lugar, a partir de la entrada en vigencia del acuerdo, se observa un gran
incremento en las importaciones, que compensa el crecimiento menos dinámico
de las exportaciones y desequilibra la balanza comercial. Tampoco hay que omi-
tir que las mayores importaciones de bienes sustitutos a los locales impactan de
manera negativa en la producción nacional, en particular en la manufacturera y
agrícola.
Por otra parte, esas mayores importaciones no se circunscriben necesariamente
a bienes de alto contenido tecnológico. Por el lado de las exportaciones, también
se exportan más bienes alrededor de los mismos productos de siempre. Asimismo,
estas se realizan por razones independientes a la firma de un TLC, como en el caso
de China, en el que se explican más por su estrategia de inversión para colocarnos
como proveedores de productos mineros y pesqueros. Se exporta un poco más de
productos no tradicionales, que igualmente ingresarían con bajos aranceles a la
economía receptora. Por último, no hay que olvidar que, si bien se introduce un

141
Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

mayor número de pequeños exportadores, el nivel de fracaso luego de dos o tres


años es significativo, de acuerdo con la información del Mincetur (2018).
En la figura 2, se muestra qué está ocurriendo con el comercio internacional
respecto del PIB mundial real desde la década de 1950 a la fecha. También se
evalúa la aportación marginal de los TLC a nivel a global, que se estima como el
cociente del valor de las exportaciones mundiales respecto del número acumulado
de estos acuerdos regionales o internacionales según la OMC. De ello se extraen
también conclusiones interesantes. En el lado izquierdo, se observa la desacele-
ración de la importancia del comercio internacional respecto del producto mun-
dial. En particular, cuando el cociente adquiere valores por debajo de la unidad,
desde el segundo quinquenio del siglo XXI. El crecimiento del PIB se está acom-
pañando de un menor crecimiento del comercio internacional. Las economías
están mirando relativamente más hacia adentro que hacia afuera. El proceso de
desglobalización está en curso y avanzando, como se vio anteriormente.
La otra curva de tendencia decreciente refleja que la firma de nuevos TLC
contribuye a crear más comercio internacional, pero este valor es cada vez menor
en el tiempo. En las décadas de 1960 y 1970, hubo valores máximos de casi US$
300.000 millones por cada nuevo acuerdo. Ahora, en la medida en que estos
proliferan a nivel internacional, generarían menos de US$ 50.000 millones de
mayor comercio. Obviamente, estos resultados son promedio, sin contemplar la
dimensión y la dinámica de las economías involucradas; menores en el caso del
Perú, que tiene una participación de alrededor del 0,25% del comercio y pro-
ducto mundial. Esta información no debe implicar denostar la importancia del
comercio internacional y de los TLC, pero es hora de pensar y trabajar en una
política comercial estratégica que parta desde la producción.
En las figuras 3 y 4, se muestran las proyecciones de los precios internacionales
de algunas de nuestras materias primas, en particular del cobre y el oro. Son los
estimados del Banco Mundial de octubre de 2019 y abril de 2020 hasta el año
2030. Están en dólares constantes de 2010 y presentan la información histórica
entre 2010 y 2019. Los datos no son alentadores en el caso del cobre, nuestro
producto emblemático; tampoco lo serían en los casos del hierro, la plata y el
plomo. Solo mostrarían una tendencia ligeramente positiva en el zinc, pero en
ningún caso arribarían a los niveles de precios máximos de los años 2010-2011.
La situación sería ligeramente diferente para el oro, que también es un metal de
refugio. El Banco Mundial prevé un alza durante los primeros años, pero luego
una marcada tendencia decreciente que nos perjudicaría, en especial a partir de
2025.

142
Germán Alarco y César Castillo

Figura 2
Cocientes del índice de volumen de exportaciones mundiales reales entre el índice del
PIB real mundial, y de las exportaciones mundiales reales entre el acumulado de TLC

Millones US$ 2009


3,0 350.000
300.000
2,5
250.000
2,0 200.000
1,5 150.000
100.000
1,0
50.000
0,5 0
1960
1962
1964
1966
1968
1970
1972
1974
1976
1978
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
2012
2014
2016
2018
Índice del volumen exportado total entre el índice del PIB real mundial
Cociente de la exportaciones mundiales reales entre el número acumulado de TLCs

Fuente: OMC (2020).

Figura 3
Precio histórico y proyectado del cobre

8.500

8.000

7.500
US$ 2010/mt

7.000

6.500

6.000

5.500

5.000
2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018 2019 2020 2021 2022 2023 2024 2025 2030

Proyección cobre (abr. 2020) Proyección cobre (oct. 2019)

Fuente: Banco Mundial (2019, 2020a).

143
Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

Figura 4
Precio histórico y proyectado del oro

1.700

1.600

1.500
US$ 2010/ozt

1.400

1.300

1.200

1.100

1.000
2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017 2018 2019 2020 2021 2022 2023 2024 2025 2030
Proyección oro (abr. 2020) Proyección oro (oct. 2019)
Fuente: Banco Mundial (2019, 2020a).

Respecto de los impactos del cambio tecnológico sobre los niveles de empleo,
ingresos, demanda, desigualdad y producción, se identifican dos posiciones: los
tecnooptimistas y los tecnopesimistas. Es indudable que las nuevas tecnologías
pueden tener impactos positivos al mejorar procesos productivos, lo que crea
nuevos bienes y servicios y eleva nuestras condiciones de vida; pero la mayoría
de los estudios plantean que el balance neto en cuanto a generación de empleo
sería negativo: a la par que se eleva la desigualdad, se reducirían la demanda y el
crecimiento económico (Alarco, 2020b).
Confluyen para este resultado diferentes factores, que van desde la naturaleza
misma del capitalismo hasta la menor capacidad de arrastre de los recientes ciclos
tecnológicos y las nuevas circunstancias agravadas por la COVID-19. Diversos
autores, como Oppenheimer (2020), han reportado que la actual pandemia im-
pulsaría más el cambio tecnológico, que tiene menos requerimientos de mano de
obra por unidad de producto. Desafortunadamente, el empleo que se pierda en
esta coyuntura, aun en un escenario económico optimista para el mediano plazo,
probablemente no se recuperaría más adelante, y estaría acompañado de más des-
empleo, subempleo y población económica inactiva.
Marx formalizó el análisis para explicar esta tendencia en el capitalismo de
intensificar la inversión en capital (con nuevas tecnologías) y reducir el contenido
de mano de obra por unidad de producto. Los efectos en términos de la gene-
ración de empleo son negativos y, al mismo tiempo, reducirían la participación

144
Germán Alarco y César Castillo

de los salarios en el producto. De allí, la reconcentración del ingreso a favor del


factor capital, y en particular de los estratos de mayores ingresos, generaría pro-
blemas de demanda efectiva por la menor propensión a consumir de los más ricos
y menor crecimiento económico5.
A este fenómeno estructural se suma la menor capacidad de arrastre de los
actuales cambios tecnológicos (paradigmas tecnoeconómicos), que son el motor
de los ciclos económicos de largo plazo descubiertos por Kondratief y Schum-
peter y actualizados por Freeman y Pérez (1988). Al respecto, Gordon (2018) y,
después, Wolf (2016) plantearon que las nuevas tecnologías de la información y
la comunicación (TIC) no han contribuido a un incremento significativo de la
productividad. Estas no tuvieron la capacidad de generar demanda de muchas
más materias primas, empleo e ingresos, como lo ocurrido, por ejemplo, en el
ciclo basado en los ferrocarriles a partir de mediados del siglo XIX.
La Universidad de Oxford y el Citibank (2016) elaboraron un documento
sobre los impactos de la automatización sobre el empleo. La automatización per-
mitiría la creación de nuevos empleos en los sectores vinculados al desarrollo de
las nuevas tecnologías, en la economía verde y en el sector salud. Se estima la crea-
ción de nuevos empleos y, a la par, se esperaría un aumento del tiempo libre para
actividades recreativas, aunque con diferencias significativas entre países, ya que
beneficiaría principalmente a los habitantes de las economías desarrolladas. Sin
embargo, también señalan que la robótica y la inteligencia artificial (IA) podrían
sustituir el 47% de los empleos en los Estados Unidos y el 57% en las economías
de la OCDE hacia 2030-2035. También afectarían a las economías menos desa-
rrolladas.
Hay estudios menos pesimistas, pero que también muestran resultados ne-
gativos. Arntz, Gregory y Zierahn (2016) señalan que el 9% de los puestos de
trabajo actuales serían automatizables en 21 economías de la OCDE. Corea del
Sur podría sustituir el 6% de los puestos de trabajo; EE. UU., el 9%; y Austria,
el 12%. Acemoglu y Restrepo (2017) analizan lo ocurrido en los Estados Unidos
entre 1990-2007 y concluyen que un robot por 1.000 trabajadores adicional re-
duce la relación empleo/población en entre un 0,18% y un 0,34%, y los salarios
en entre un 0,25% y un 0,5%. Gordon (2018) plantea la paradoja de que, mien-

5
Más adelante, los poskeynesianos desarrollaron la metodología de evaluación de regímenes de
crecimiento económico (en especial Stockhammer, 2011), mediante la cual se consideran los efectos
de la modificación de la cuota salarial sobre el consumo privado, la inversión privada y las expor-
taciones. Existen aplicaciones para América Latina y el Perú, desarrolladas por los autores de este
artículo, en las que predomina el régimen basado en salarios.

145
Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

tras más patentes se registran, mayor desaceleración se observa en el crecimiento


del PIB estadounidense. Las nuevas tecnologías tienen aportaciones marginales
decrecientes a la productividad y reducen la contratación de mano de obra a la
par que se eleva la desigualdad.
McKinsey Global Institute (2018) publicó un informe sobre el impacto de la
IA en la economía mundial. Este incluye no solo los posibles beneficios sino tam-
bién los costos relativos de las nuevas tecnologías. La IA comprende una familia
de tecnologías relativas a asistentes virtuales, procesos robóticos automatizados,
visión por computadora, lenguaje natural y máquinas avanzadas con capacidad
de aprendizaje. Su desarrollo se está acelerando por el aumento en la capacidad
y poder de las computadoras, la explosión de bases de datos y el progreso en el
desarrollo de algoritmos (protocolos para atender situaciones diversas). McKinsey
estima que el producto mundial aumentaría en US$ 13.000 millones para el año
2030, un 16% más que el nivel actual, con una tasa de crecimiento del 1,2%
anual. Sin embargo, las desigualdades entre economías, empresas y trabajado-
res serán mayores. Las brechas salariales entre trabajadores creativos y de labores
repetitivas aumentarían a la par que se reduce el 10% de la fuerza laboral. Este
último grupo perdería 13 puntos porcentuales de su masa salarial. Hay también
problemas a nivel macroeconómico con las denominadas «plataformas tecnoló-
gicas digitales», muy en boga en estos tiempos. Ahora, hasta se autodenominan
erróneamente como parte de la economía colaborativa (Alarco, 2019).

3.3 Algunas transiciones en perspectiva


El modelo de crecimiento económico ha cambiado a lo largo de la historia. El
análisis de las fuerzas motrices para el cambio fue desarrollado desde Marx, ubi-
cándolas las relaciones de producción y en las fuerzas productivas, con un rol
subsidiario en los elementos de la superestructura (ideas e instituciones). Obvia-
mente, es un tema de controversia. Piketty (2019) incide en la segunda esfera,
definiendo la ideología como un conjunto de ideas y de discursos a priori plau-
sibles y que tienen la finalidad de describir el modo en que debería estructurarse
una sociedad, tanto en su dimensión social como en la económica y la política.
La ideología es una narrativa que une y articula los diferentes componentes
de un modelo de organización social. Les da sentido incorporando un régimen
de propiedad y político particulares. Obviamente, son muy pocas las ideologías
que concitan el apoyo total de una comunidad, ya que siempre hay visiones di-
vergentes. La ideología dominante se construye con base en condiciones objetivas
y subjetivas. López (2020) nos recuerda a Gramsci, quien planteaba que los seres

146
Germán Alarco y César Castillo

humanos toman conciencia de las contradicciones de la estructura y las resuelven


en el campo de la política.
Del capitalismo imperialista de finales del siglo XIX se pasó a una fase cruenta
que incluyó la Primera Guerra Mundial, hiperinflación, la Gran Depresión, el
fascismo y la Segunda Guerra Mundial, interrumpida solo por los gloriosos años
veinte. De ahí, transitamos por elementos objetivos, la conjunción de voluntades
y la acción política a la Edad de Oro del Capitalismo, ese período de las socieda-
des y los Estados de bienestar en el que se procuraba el balance entre el capital y
el trabajo.
De ahí, se pasó al neoliberalismo universal y al peruano. Los factores más
importantes para esa transición fueron la ruptura del sistema de Breton Woods,
los shocks petroleros, el mayor espacio para los economistas neoliberales, la irrup-
ción de M. Thatcher y R. Reagan, la caída de los socialismos reales, entre otros.
También contribuyeron al cambio las presiones de los organismos financieros
internacionales y de los grupos de poder económico locales.
En el caso del Perú, esa transición se podría explicar por los factores inter-
nacionales antes mencionados, a los cuales se sumarían la crisis económica y
el recambio de la segunda fase del gobierno militar, los efectos del terrorismo
interno, la crisis económica de finales de la década de 1980, la precarización, el
desborde informal y la respuesta gubernamental del emprendimiento de la dé-
cada de 1990. La lista se completaría después con los Consensos de Washington
y el Consenso de Lima, y el auge de los precios de las materias primas interna-
cionales y de los flujos de capitales a partir del primer quinquenio del siglo XXI
(Alarco, 2020a).

3.4 Visiones sobre el capitalismo y la política económica a partir de


la pandemia
Al inicio de la pandemia en Europa, posiciones como las del filósofo Slavoj Žižek
(2020) interpretaron que la epidemia de COVID-19 es un golpe lento contra
el sistema capitalista global y contra el capitalismo autoritario chino. Él piensa
que la COVID-19 llega acompañada de otros virus ideológicos cuya estructura
contiene la posibilidad de pensar en una sociedad alternativa más allá del Estado
nación, que se caracterizaría por la solidaridad y la cooperación globales. La salud
pública básica sería un bien sustantivo para esta «nueva sociedad». La crisis trae-
ría consigo el surgimiento inevitable de un comunismo contrario al animismo
capitalista que endiosa fervientemente a los mercados y al capital financiero. De
este modo, este comunismo daría origen a las estructuras globales para regular la

147
Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

economía y limitar la soberanía de las naciones. En otras palabras, la crisis daría


paso a la utopía.
Sin embargo, algunos pensadores han sido más pesimistas al respecto. Han
(2020) advierte que, pese a la supuesta necesidad de cooperación transnacional, el
cierre de fronteras en la eurozona dio cuenta de que persisten ciertas dificultades
para esta. Por otro lado, medidas tomadas por países como China ponen en riesgo
la privacidad de los ciudadanos. El rastreo por vía satelital de los casos de contagio
por coronavirus, a pesar de considerarse exitoso, ha implicado romper con la re-
serva legal de la información personal. Han sospecha del ferviente elogio a dicho
tipo de políticas, pues son representativas de la biopolítica digital que desperso-
naliza y rompe con el espacio autónomo de los ciudadanos. De manera concreta,
esto contradice la supuesta caída del capitalismo chino enfatizada por Žižek.
La pandemia no solo lleva a pensar en los riesgos que entraña la crisis para
nuestra vida pública, sino que abre el espacio para hablar sobre las obligaciones
políticas que compartimos unos y otros. Contrariamente a una visión enfocada
en la utopía y en los cambios sistémicos automáticos, el lenguaje de las obligacio-
nes considera a los ciudadanos como parte activa y politiza la discusión sobre los
problemas económicos. Esto está supuesto en comentarios como los de Chomsky
(2020), quien lee a la crisis del coronavirus como otra falla colosal del neolibera-
lismo. De nuevo, la lección histórica de este proceso no nos debe llevar a esperar
inactivamente el colapso del sistema, sino a centrarnos en las lecciones de política
que podemos y debemos ofrecer dada la insuficiente respuesta de los Gobiernos
y el riesgo que pueden significar algunas de las políticas aplicadas por los líderes
del presente. También nos llama a estar alertas ante las empresas que aprovechan
el momento de crisis para retroceder en las reformas ambientales.
Por su parte, la filósofa Judith Butler (2020) invita a repensar las políticas eco-
nómicas y los servicios públicos a nivel político. Si bien es cierto que hay esfuerzos
notables por encontrar una vacuna que ponga fin a la pandemia, bajo el orden po-
lítico actual hay una posibilidad de que la vacuna se distribuya de manera inequi-
tativa entre los afectados, y que afirme la vida de algunos a expensas de la muerte
de otros. Es más, la pensadora es enfática al preguntarse: ¿por qué no entendemos
la cobertura médica como obligación social y no solo como derecho humano?
La filósofa Onora O’Neill (2020) llama a fortalecer las acciones de coordina-
ción para un mundo sostenible pospandemia. El lenguaje de la filosofía política
debe considerarse como una estructura guiada por principios de cooperación y
no de competencia de mercado, como sucede con el capitalismo bajo el pensa-
miento de gobierno neoliberal. Esto requiere de la coordinación amplia entre

148
Germán Alarco y César Castillo

organizaciones e individuos, entre Estado y sociedad civil, puesto que los sistemas
económicos reflejan la interacción entre distintos agentes sociales. En ese sentido,
no solo basta con recuperar los flujos de bienes y servicios de mercado. La recupe-
ración económica no resolverá por sí sola la provisión de los bienes públicos. Lo
que se necesita es la construcción de vínculos de responsabilidad cívicos que estén
claramente reflejados en la política pública.
Asimismo, la situación del empleo en el capitalismo contemporáneo refleja el
grado álgido de la crisis. David Harvey (2020) ha enfatizado este punto al men-
cionar que los efectos del coronavirus son diferenciados dada la estructura del
empleo mundial, por el cual son los trabajadores esenciales quienes se ven más
afectados en comparación con los trabajadores a distancia. Asimismo, son los pri-
meros los que aparecen en los primeros deciles de ingreso en comparación con los
últimos. De igual manera, la economista Mariana Mazzucatto (2020) señala que
la crisis de coronavirus está exponiendo la creciente precariedad del trabajo carac-
terizada por la economía de plataformas (gig economy) y el deterioro del poder de
negociación de los trabajadores tras un buen tiempo de aplicación de las políticas
neoliberales. En ese enfoque, existe una necesidad de que los Estados aprendan
a negociar frente al poder económico empresarial, para que los beneficios de las
inversiones vuelvan a la ciudadanía.
En la misma línea, la filósofa Albina Azmanova incide en la precariedad de la
vida que caracteriza al capitalismo contemporáneo, abundante en desprotección
del trabajo y privatización de los bienes y servicios públicos. Al respecto, no duda
en enfatizar la aplicación de políticas antiprecariedad enfocadas en las necesidades
humanas y no en las ganancias (Apostolidis & Azmanova, 2020). Los vínculos
de reciprocidad y responsabilidad entre los miembros de una sociedad política
requieren de una desfetichización del principio de rentabilidad económica. La
responsabilidad social debe dejar de concebirse como una carga individual, tal
y como sucede en el capitalismo neoliberal, que simplemente ha respondido a
la pandemia mediante el distanciamiento social sin inversión en salud pública.
Esta última no es más que una táctica neoliberal que sedimenta la ya acrecentada
precariedad social.
Por lo pronto, distintos intelectuales, como Nancy Fraser, Albina Azmanova,
Rahel Jaeggi, Lisa Herzog, Noam Chomsky, Thomas Piketty, Gabriel Zucman y
James K. Galbraith, se han unido en la firma del manifiesto Trabajo. Democrati-
zar. Desmercantilizar. Descontaminar (La Vanguardia, 2020). En el inicio de este,
se denuncia enfáticamente la reducción de los seres humanos a meros «recursos».
Esa es la impronta de un sistema económico que mercantiliza la vida de los indi-

149
Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

viduos en pro de un crecimiento exacerbado y que se refleja en la disposición de


los trabajadores «necesarios» como masa relevante para la reproducción de la vida
material durante la pandemia. Así, los intelectuales del manifiesto piden proteger
los servicios de salud, la atención y los cuidados colectivos de las leyes del mer-
cado. En ese sentido, el compromiso de un Gobierno democrático y, por ende,
de toda política económica que bregue por una democratización de las institu-
ciones sociales requiere que los trabajadores y las trabajadoras (o los ciudadanos
que forman parte activa del sistema productivo) vean incrementado su derecho
a participar de las decisiones de gobierno empresarial y de que en ese ejercicio
reactualicen su soberanía. Todo ello siempre con miras a una desmercantilización
de las necesidades y decisiones colectivas, pero también con la impronta de lograr
una transición ecológica que garantice la vida de las generaciones futuras.

3.5 ¿Momento de quiebre?


La COVID-19 ha modificado las formas en que interactúan las personas, aun-
que no sabemos hasta cuándo, dependiendo de la duración y recurrencia de la
pandemia. Al respecto, la pandemia marca un hito en la profundización del uso
de las tecnologías digitales y el trabajo a distancia para hacer frente a la necesaria
distancia física entre las personas. Todavía estas tendencias no son definitivas;
pueden establecerse muchas conjeturas sobre si implicarán modificaciones en es-
feras particulares o si detonarán un cambio sistémico.
Una esfera donde se están generando mejoras positivas es el tema ambiental.
Tanto en el Perú como el el ámbito internacional, el aislamiento social ha moti-
vado mayor atención sobre el medio ambiente. La necesidad de una relación más
armoniosa parece involucrar a un número cada vez mayor de personas. También
hay mayor consenso en la perspectiva estratégica, ya que muchos se han manifes-
tado sobre la necesidad de intensificar la cooperación internacional, más allá de la
discusión tradicional sobre un mundo bipolar o multipolar. Sin embargo, a la par
que se plantea una mayor cooperación internacional, la pandemia nos aísla eco-
nómicamente, lo que otorga más espacios a posturas localistas sobre una mayor
integración de los mercados en los ámbitos de los movimientos de las personas, el
comercio de bienes y servicios, las inversiones y los flujos de capitales.
Ya se ha comentado que la COVID-19 pareciera acelerar el cambio tecnológi-
co de reducir el contenido de mano de obra por unidad de producto, por lo que,
desafortunadamente, nos aproximaríamos más a una situación con mayor desem-
pleo, subempleo e incremento de la población económica inactiva respecto de la
opción de alcanzar más empleo y ocupación decente. Las conjeturas son mayores

150
Germán Alarco y César Castillo

en las otras esferas anotadas en la tabla 2, donde se ubica el extremo negativo y


el positivo. No existen tendencias generales, sino que la posición en el continuo
dependería del comportamiento y la reacción de las sociedades y los diferentes
estratos y grupos sociales.
La pandemia ha mostrado muchas expresiones de solidaridad entre las perso-
nas, pero, a la par, la COVID-19 las separa, lo que intensifica el egoísmo. En la
esfera social, nos movemos entre el individualismo y el bien común. En la esfera
cultural, tenemos en el extremo a lo light (Rojas, 2004) y el descarte frente a una
cultura de valores. Se ha visto que, en lo político, nos movemos entre quienes
piensan que se promueve el autoritarismo versus el republicanismo basado en la
construcción de ciudadanía a favor del bien común. La discusión sobre lo que po-
dría ocurrir en la esfera estatal y económica sigue abierta, aunque es evidente que
esta tercera década del siglo XXI se caracterizaría por una mayor presencia estatal
mediante políticas monetarias y fiscales anticíclicas (Alarco, 2020c).

Tabla 2
Escenarios extremos en diferentes esferas

Esfera Extremo negativo Extremo positivo


Individual (moral) Egoísmo extremo Solidaridad
Social Individualismo Bien común
Cultural Light y descarte Valores
Económica Neoliberalismo Balance mercado-Estado
Laboral Precariedad Empleo y ocupación decente
Estatal Subsidariedad Estado social y ecológico
Política Autoritarismo Republicanismo
Ambiental Interés reducido Alto compromiso
Internacional Localismo Globalización responsable
Estratégica Polaridades Cooperación intensiva

4. Futuro previsible y visiones a 2021, 2030 y 2050

4.1 ¿El futuro que recibiremos?


Tanto a nivel internacional como en el Perú, el futuro se ve cada vez más complejo
y retador. A los elementos tradicionales del cambio climático, la crisis hídrica, la
destrucción de la biodiversidad, los cambios demográficos, la crisis energética,

151
Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

entre otros, ahora se suman los relativos a la desglobalización y ralentización de la


economía mundial; el cambio tecnológico, que reduce tanto contenido de mano
de obra como materias primas por unidad de producto; y la incapacidad de en-
frentar shocks exógenos como la COVID-19 y otras enfermedades infecciosas por
venir.
La ausencia de una respuesta articulada desde los Estados y concertada a nivel
internacional podría generar múltiples problemas en las esferas económica, social
y política. El mayor impacto negativo se podría observar en el mercado laboral,
con un desequilibrio importante entre oferta y demanda de trabajo. Una posible
mayor demanda para segmentos más calificados de la fuerza de trabajo –si hay
crecimiento económico–, pero menor para los menos calificados, que ocupan
tradicionalmente a más personas. Tanto el desempleo como el subempleo y la
población económicamente inactiva se elevarían, generando a la par más pobreza,
precarización y pauperización, y elevada desigualdad respecto de los sectores más
ricos y medios de la sociedad. De allí que la desintegración, la descomposición
social y la violencia podrían estar a la vuelta de la esquina. La menor cohesión
social desafortunadamente promueve mayor ingobernabilidad en lo político.
A nivel estrictamente económico, un escenario de estancamiento prolongado
de la economía internacional generaría serios impactos negativos en una econo-
mía como la peruana, frente a los cuales habría que estar preparados. El menor
crecimiento económico de las economías desarrolladas tradicionales contribuiría
a la desaceleración de China, lo que impactaría tanto en la demanda como en los
precios de nuestras materias primas, lo que afectaría la balanza de pagos y des-
fasaría las decisiones de inversión, ya que estas dependen principalmente de los
precios de los sectores exportadores (Magud & Sosa, 2015).
Las menores exportaciones impactarían de manera negativa en los ingresos
y después en el gasto público. Solo las menores tasas de interés internacional
abrirían dos posibilidades; si fueran efectivas, podrían promover la formación de
burbujas en los precios de los activos, incluidos los commodities. La otra opción
es la trampa de la liquidez y la deflación, que retroalimentarían la desaceleración
productiva internacional. Estos serían dos escenarios, entre los negativos, frente a
los cuales deberíamos estar preparados.

4.2 Visiones irrelevantes, poco plausibles y no retadoras


En esta sección, se presentan y discuten las visiones oficiales desarrolladas por
el Ceplan para los horizontes a 2021, 2030 y 2050. El objetivo es evaluarlas de
acuerdo con los criterios señalados en la segunda sección y siguientes secciones de

152
Germán Alarco y César Castillo

este documento. La primera visión estuvo integrada en el Plan Estratégico de De-


sarrollo Nacional aprobado y terminado en marzo de 2011. En esta, se enfatizó el
carácter democrático de la sociedad y que los habitantes del país tendrían una alta
calidad de vida con una economía diversificada y políticas redistributivas. A nues-
tro parecer, se excedió en su énfasis en la promoción de la inversión privada (véase
la tabla 3). Posteriormente, entre agosto de 2011 y marzo de 2012, se desarrolló
otra visión para 2021 que se centró más en los aspectos relativos a la mejora de
los encadenamientos productivos, reducir las desigualdades, un mayor énfasis en
nuestra naturaleza pluricultural e interacción con el mundo a partir de nuestras
raíces costeñas, andinas y amazónicas. Se trabajaron también visiones regionales
con los Gobiernos respectivos.
Nadie podría estar en desacuerdo con los temas que se abordaron en las visio-
nes a 2030 y a 2050; la cuestión es si son los prioritarios a la luz de las tendencias
y retos que tenemos por delante. Para el primer horizonte, faltó incidir en la
sostenibilidad ambiental y no solo en el cambio climático; en una integración
multicultural; en la reducción de las desigualdades extremas; y en la generación de
empleo decente sin informalidad. No se mencionó la necesidad de una educación
de calidad para todos ni una diversificación productiva que genere encadena-
mientos productivos y aproveche la ciencia, tecnología e innovación.
En el caso de la visión a 2050, es importante señalar que también fue aprobada
en el Acuerdo Nacional. Sin embargo, la principal interrogante es si responde a
la pregunta de qué queremos llegar a ser para el año 2050. Esta visión, como las
anteriores, tiene cuatro párrafos. El primero se orienta a la defensa de la persona
humana y su dignidad en todo el territorio nacional, declarando previamente
que somos un país democrático respetuoso del Estado de derecho y la institucio-
nalidad. ¿Eran necesarias estas declaraciones previas? ¿No somos acaso un país
democrático, más aún cuando ese tema se presentó en las visiones a 2021 y 2030?
El tercer párrafo aludió a las características del Estado como constitucional
y unitario, ético, transparente, eficiente, moderno y con enfoque intercultural.
¿Qué es lo relevante de lo constitucional o de lo unitario? El cuarto párrafo se re-
fiere a que hemos logrado un desarrollo inclusivo, en igualdad de oportunidades,
competitivo y sostenible, que ha erradicado la pobreza extrema y ha logrado el
fortalecimiento de la familia. ¿Dónde quedó el desarrollo productivo diversifica-
do e integrado? ¿Se continuará con la misma estrategia a base de sectores extrac-
tivos? ¿No sería valioso agregar mayor procesamiento y contenido tecnológico a
nuestros productos? ¿Será suficiente con erradicar solo la pobreza extrema a 2050?
Solo se plantea que protegeremos nuestra biodiversidad, pero ¿dónde quedaron

153
Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

los retos relativos al cambio climático, la crisis hídrica, la nueva demografía y la


crisis energética? ¿No es acaso una gran tarea superar el dilema del desarrollo de
las actividades extractivas con el respeto simultáneo al medio ambiente, a las co-
munidades y a los pueblos originarios?
Esta visión no pasa el filtro de ser retadora, y menos para un horizonte a 2050.
Es una combinación de buenos deseos plausibles de poca envergadura. Se ignoran
los cambios tecnológicos en curso en robótica – inteligencia artificial, infotecno-
logía (big data) y biotecnología. ¿Se olvidaron de la problemática de desempleo y
subempleo masivo que pueden generar?, ¿del peligro de las dictaduras digitales?,
¿de cómo garantizar la libertad de elección de los individuos?, ¿de cómo satisfacer
las necesidades básicas en un mundo con poco empleo? ¿Dónde quedó la mayor
inestabilidad social y política que se podría generar? ¿No se requerirá de Estados
nacionales más fuertes para gravar y redistribuir el ingreso evitando un colapso
económico, social y político? ¿Cómo crearemos ciudadanos resistentes a los cam-
bios por venir? Le falta también atender algunas palabras clave, como sociedad
y territorio integrado, solidaridad, ciencia y tecnología, seguridad alimentaria y
energética, y una nueva educación basada en el pensamiento crítico, la comuni-
cación, la colaboración y la creatividad (Harari, 2018).

5. Principales estrategias económicas en juego

5.1 Opciones tradicionales


Aquí, se presentan las principales estrategias económicas en juego, que se mues-
tran en sus versiones extremas. No son las únicas, pero engloban tres grandes
perspectivas. La primera insiste en más de lo mismo, basada en el crecimiento de
los sectores extractivos primarios. La segunda corresponde a los postextractivis-
tas radicales que rechazan la producción y exportación de productos extractivos
(minería e hidrocarburos) por sus impactos negativos ambientales y sociales. Solo
aceptan la intervención de la naturaleza para la satisfacción de las necesidades bá-
sicas. Asimismo, en el ámbito peruano, plantean tanto el abandono de operacio-
nes extractivas de hidrocarburos en la Amazonía como la reducción de consumo
«superfluo» y la recomposición del consumo privado, y se despreocupan del cre-
cimiento económico (sociedad del posconsumo, tesis decrecionistas)6. La tercera
opción corresponde a los denominados modelos «progresistas» sin límites, deno-

6
En general, se alinean con el modelo para el «Buen vivir», basado en el contacto con la naturaleza
y con elementos prehispánicos.

154
Germán Alarco y César Castillo

minados inadecuadamente «populistas». En ellos, tradicionalmente se descuida el


manejo fiscal que genera excesos en la demanda, lo que traería impactos negativos
en los precios y la balanza comercial. Por lo general, se establecen controles en
la paridad cambiaria y en los principales precios de la economía. Además, creen
erróneamente que una política salarial expansiva no tiene límite alguno, y olvidan
sus impactos sobre la demanda, los precios y las importaciones.
Las tres estrategias llevadas a sus extremos tendrían problemas. En el mo-
delo «populista» es probable que los controles de precios básicos conduzcan al
desabastecimiento, la escasez, la formación de mercados negros y la generación
de presiones inflacionarias. A su vez, la fijación arbitraria de la paridad cambia-
ria generaría presiones sobre la balanza de pagos y retroalimentaría la inflación.
Se desalienta la inversión privada. Se produce desborde social, promovido desde
los sectores medios y de altos ingresos. Esto mismo podría ocurrir en el modelo
postextractivista radical impulsado por la escasez de ingresos por divisas, el cual
generaría una crisis en la balanza de pagos y cambiaria, que presionaría el tipo de
cambio y produciría más inflación.
En el modelo neoliberal extractivista, también podría generarse ese desbor-
de social, pero por el lado de los sectores populares. En este caso, los sectores
extractivos son intensivos en capital y con reducidos encadenamientos de em-
pleo y producción, por lo que su irradiación al resto de la economía es limitada.
Aquí también se pueden producir problemas económicos por diversas razones.
En primer lugar, cuando ocurre una caída de los precios y la demanda de ma-
terias primas. En segundo lugar, el éxito exportador podría generar enfermedad
holandesa con efectos negativos sobre los sectores productores y exportadores
no tradicionales; asimismo, podría contribuir a la formación de burbujas en los
precios de los activos. Todo lo anterior sin olvidar que también podrían generarse
problemas ambientales.

155
Tabla 3

156
Visiones a 2021, 2030 y 2050

Visión a 2021 – Plan Bicentenario Visión a 2030 (versión preliminar) Visión a 2050
Somos una sociedad democrática en la que A 2030, todas las personas pueden realizar su A 2050, somos un país democrático, respetuoso
prevalece el Estado de derecho y en la que potencial. del Estado de derecho y de la institucionalidad,
todos los habitantes tienen una alta calidad de Se han desarrollado esfuerzos concertados y integrado al mundo y proyectado hacia un futuro
vida e iguales oportunidades para desarrollar su gestión sostenible de los recursos naturales, que garantiza la defensa de la persona humana y
máximo potencial como seres humanos. tomando medidas urgentes para hacer frente al de su dignidad en todo el territorio nacional.
Tenemos un Estado moderno, descentralizado, cambio climático. Estamos orgullosos de nuestra identidad, propia
eficiente, transparente, participativo y ético al Todas las personas gozan de una vida próspera de la diversidad étnica, cultural y lingüística del
servicio de la ciudadanía. Nuestra economía es y plena, con empleo digno y en armonía con país. Respetamos nuestra historia y patrimonio
dinámica, diversificada, de alto nivel tecnológico la naturaleza, considerando reservas de recursos milenarios, y protegemos nuestra biodiversidad.
y equilibrada regionalmente, con pleno empleo y para el bienestar futuro. El Estado constitucional es unitario y
alta productividad del trabajo. La sociedad peruana es pacífica, justa e descentralizado. Su accionar es ético,
El país favorece la inversión privada y la inclusiva, libre del temor y de la violencia; sin transparente, eficaz, eficiente, moderno y con
innovación, e invierte en educación y tecnología corrupción ni discriminación y con igualdad de enfoque intercultural.
para aprovechar competitivamente las oportunidades. Juntos, hemos logrado un desarrollo inclusivo,
oportunidades de la economía mundial. Se han fortalecido las alianzas para alcanzar el en igualdad de oportunidades, competitivo y
La pobreza y la pobreza extrema han sido desarrollo sostenible, en correspondencia con el sostenible en todo el territorio nacional, que ha
erradicadas, existen mecanismos redistributivos respeto universal de los derechos humanos, sin permitido erradicar la pobreza extrema y asegurar
para propiciar la equidad social, y los recursos dejar a nadie atrás. el fortalecimiento de la familia.
naturales se aprovechan de manera sostenible,
manteniendo una buena calidad ambiental.

Fuente: elaboración propia con base en Ceplan (2011, 2018, 2019).


Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19
Germán Alarco y César Castillo

5.2 Elementos para la construcción de una nueva alternativa


Se comentan cuatro elementos clave, aunque la lista podría ser más extensa. En
primer lugar, establecer un nuevo consenso económico social y ambiental; lo lla-
man un «nuevo pacto social». En segundo lugar, relievar la importancia del pla-
neamiento estratégico y del análisis prospectivo nacional. En tercer lugar, insistir
en la diversificación productiva. Y, en cuarto lugar, diseñar e implantar una pro-
funda reforma institucional. Los espacios son cortos, por lo que aquí se plantean
solo algunos elementos generales. No se comentan la necesidad de una profunda
reestructuración tributaria con el objetivo de contar con más y mejor Estado en
balance equilibrado con el mercado; otorgar un nuevo rol a la ciencia, tecnología
e innovación; actuar procurando una sociedad sin desigualdades extremas, pro-
moviendo una economía más competitiva; recuperar la seguridad alimentaria y
energética, entre otras.
Plantear la necesidad de un nuevo pacto social nos obliga a referirnos al Acuer-
do Nacional (AN). Al cierre de este artículo, el AN ha emitido dos pronuncia-
mientos en el marco de la coyuntura de la COVID-19, con horizonte de mediano
plazo (Acuerdo Nacional, 2020a, 2020b). El primero de ellos se denomina Perú
hambre cero, donde señala que no solo es indispensable que la población cuente
con los medios para evitar contagios, sino que se debe procurar que todos tengan
agua potable y alimentación saludable. Asimismo, a inicios de junio de 2020, el
AN publicó unas propuestas de medidas para la reactivación económica y la pre-
servación de la salud. Se presentaron cuatro conjuntos de iniciativas. De ellas, las
de desarrollo del mercado interno, generación de empleo y sobre el sector agrario
fueron las más novedosas. En estas, se destaca establecer programas de compras
nacionales para pymes y para zonas altoandinas y amazónicas. Asimismo, diseñar
e implementar estrategias para formalizar el trabajo, incluido el autoempleo, y
para crear empleo digno; crear un comando de emergencia agroalimentaria; y
otorgar recursos para la agricultura familiar.
Es necesario debatir sobre si estas modificaciones al pacto social deben limi-
tarse al AN, que no es coadyuvante, o incorporarse a través de un proceso ad hoc
en la Constitución Política del Perú. Creemos que esta segunda ruta sería la más
adecuada para después convertir estos aportes en leyes y sus respectivos reglamen-
tos. En la tabla 4, se presentan algunos elementos económicos que habría que
considerar; muchos se explican solos. Al respecto, se debe destacar la importancia
del planeamiento estratégico en los diferentes ámbitos (nacional, regional y local);
como base del resto de los sistemas de gestión pública, en particular del presu-

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Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

puesto, de la programación de la inversión pública y de la coordinación de inver-


siones en asociaciones público-privadas. Se trataría de alinear el planeamiento con
señales de mercado; que sea integral, ágil, oportuno y útil, sin repetir fórmulas del
pasado7. En la carta magna, deben priorizarse las actividades de ciencia, tecno-
logía e innovación, entendiéndolas como el vehículo para hacer frente al futuro
mediante nuevos procesos de producción y para la mejora de la calidad de vida de
la población. Otra palabra que debe quedar impresa es la necesidad de diversificar
nuestro aparato productivo sin menoscabo de las actividades extractivas desarro-
lladas en armonía con el ambiente y la sociedad.
La carta magna debe incorporar la preocupación por evitar la elevada desigual-
dad y establecer la necesidad de mitigarla. Hay también otros temas importantes,
como igualar el trato a la inversión extranjera al nivel de la nacional; y la priori-
zación de los derechos humanos y de las instancias internas para la solución de
controversias, como promueve la UNCTAD. Por último, se debe endogenizar la
respuesta de la política monetaria y fiscal anticíclica ante reducciones significati-
vas en los niveles de ocupación y empleo. No se debe olvidar que así lo hacen la
Reserva Federal y el Gobierno en los Estados Unidos. Otro tema sería priorizar
la defensa del interés del consumidor o usuario como objetivo principal de los
organismos reguladores sectoriales (Alarco, 2020d).

Tabla 4
Algunos elementos para incorporar en la Constitución Política

- Relievar personas y ciudadanos; no los negocios, que son un medio.


- Garantizar plenamente derechos a la alimentación, la salud, la educación en todos los niveles,
la vivienda digna y el acceso a servicios públicos de calidad y competitivos.
- Estado con recursos y justicia fiscal, eficaz y eficiente.
- Estado para la transición ecológica (con zonificación ecológica y economía circular).
- Mejor balance entre Estado y mercado.
- Mayores facultades al Gobierno nacional en situaciones de emergencia.
- Preocupación por la elevada desigualdad (y capacidad de actuación frente a ella).
- Relievar la importancia del planeamiento estratégico nacional.

7
Un sistema de planeamiento débil facilita la captura del Estado. Existe un relativo consenso sobre
elevar esta actividad al rango de un ministerio, aunque hay discusión sobre si integrarlo con el Vice-
ministerio de Economía o asociarlo a otro viceministerio de desarrollo. En Alarco (2013, 2017), se
plantea una discusión sobre estas alternativas y las funciones que debería englobar.

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Germán Alarco y César Castillo

- Priorizar la ciencia, tecnología e innovación.


- Mejorar rol de los trabajadores y sus remuneraciones, incluida la RMV. Prioridad para
modalidades autogestionarias y cooperativas.
- Diversificación productiva; procurar una economía más competitiva, menos concentrada.
- BCRP y MEF con políticas anticíclicas con enfoque en empleo y ocupación.
- Descentralización fiscal y regiones responsables.
- Tratamiento igualitario a la inversión nacional,
- Priorización de derechos humanos e instancias locales frente a controversias con el capital
extranjero.
- Buen gobierno corporativo y RSE para empresas públicas.
- Priorizar la preocupación por el consumidor o usuario en los organismos reguladores sectoriales.

Los argumentos para insistir en la diversificación productiva son diversos.


Rodrik (2004, 2005), Hausmann et al. (2011) y Produce (2014) hicieron una
revisión de muchos de estos. Existen mayores niveles de producto per cápita prin-
cipalmente en economías más articuladas y con un índice de complejidad mayor.
A la par, esta se hace evidente tanto cuando la demanda por materias primas, en
especial de minerales, crecen por debajo del comercio y PIB real global, como por
las perspectivas negativas de los precios internacionales y su mayor variabilidad.
Ghezzi (2016) hace un balance de los avances alcanzados en el Perú, mientras
que Távara (2010), Jiménez (2013a, 2013b) y Alarco (2014) tienen perspectivas
y propuestas complementarias.
Por último, hay que diseñar e implantar una profunda reforma institucional
del Estado. La política económica está condenada a generar resultados mediocres
o negativos si no se transforma. Por lo mismo, hay que ampliar la lista de instru-
mentos. Hay que reconocer que, para la fase de implantación de las políticas, se
requiere entender sus procesos, organizaciones e instancias, y dónde es necesario
tener una perspectiva multidisciplinaria; la economía estándar no es suficiente.
Se debe revisar la agenda actual desde la visión de Acemoglu y Robinson (2012).
Habría que interrogarnos si el país cuenta o no con instituciones económicas y
políticas inclusivas. ¿Se reparte equitativamente el poder o solo satisface las exi-
gencias de los sectores empresariales? En el campo de lo estrictamente económico:
¿posibilita y fomenta el desarrollo de la gran mayoría de las personas?, ¿permite
la entrada de nuevas empresas?, ¿la regulación impide el fraude y las malas prác-
ticas?, ¿los servicios públicos e infraestructura generan igualdad de condiciones
entre las personas? Asimismo, la reforma institucional es necesaria en la medida

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Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

en que, a lo largo de los años, se ha perdido integridad en la estructura del Poder


Ejecutivo, ya que se han creado numerosos organismos semiautónomos que no
caminan en la misma dirección (Alarco, 2017, 2019).

6. Conclusiones
Como lo expresó Alegría (2015), todo tiempo de crisis es un tiempo de autodiag-
nóstico y crítica. En la metáfora médica, toda crisis social solo existe a partir de que
se identifican sus síntomas, es decir, cuando se da noticia pública de su existencia.
Sin embargo, la crisis social no acaba necesariamente con la muerte o la inmovili-
zación, sino que motiva la investigación de los principios prácticos que subvierten
las certezas y sentidos que habitualmente apoyan a las instituciones en crisis. Esta
es la finalidad central de la crítica. Nos encontramos en tiempos convulsionados.
A las tendencias y retos tradicionales del futuro se han agregado la desglobalización
y ralentización del crecimiento económico; y un cambio tecnológico con aporta-
ciones en positivo, pero que reduce el contenido de mano de obra por unidad de
producto, y que la COVID-19 parece promover con mayor ímpetu.
Si los reducidos niveles de empleo e ingresos dignos son ahora un serio pro-
blema, lo serían más en el futuro. Más desempleo, más subempleo y población
económica inactiva que generarían una mayor pobreza, precarización y paupe-
rización, respecto de las condiciones de vida de los sectores más ricos y medios
de la sociedad. El resultado sería una mayor desigualdad económica y social. La
desintegración, la descomposición social y la violencia podrían estar a la vuel-
ta de la esquina; y, en lo político, podría haber mayor ingobernabilidad. Esta
podría ser la realidad que nos tocaría vivir a partir del bicentenario de nuestra
independencia, la cual confrontaría con mayor dramatismo a las generaciones
futuras.
Las visiones oficiales a 2030 y 2050 no captaban plenamente las necesidades
ni las nuevas circunstancias; tampoco fijan un futuro retador. Hay que reconocer
que quizás les pedíamos mucho, ya que no tenemos un proyecto nacional o de
patria; no existe ese programa colectivo en el que los individuos se fortalecen en
tanto pertenecen a una comunidad en la que se reconocen y son reconocidos. Si
el planeamiento estratégico permanecía marginado, más aún falta esa narrativa
colectiva que, como señalaba Portocarrero (2015), despierte entusiasmo, amor
propio, un cierto, sano, narcisismo colectivo.
Aquí, se relieva la importancia del planeamiento estratégico y del análisis
prospectivo nacional. Asimismo, se realiza un recuento de factores y se analiza
por qué este sigue ocupando un lugar marginal dentro de la conducción del

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Germán Alarco y César Castillo

país, incluido su manejo económico. Se propone un planeamiento estratégico


pragmático, que debe ir de la mano de las señales de mercado y establecer nues-
tro rumbo. La actual coyuntura enmarcada en la contención de la COVID-19
y la reactivación económica poscoronavirus deben ser un acicate para impulsar
estos procesos.
La COVID-19 modifica, por el momento y temporalmente, las formas en que
se interrelacionan las personas; sus impactos económicos son de gran dimensión.
Hay discusión entre pensadores y filósofos sobre las esferas y la magnitud de los
cambios por venir. Todos nos movemos en el campo de las conjeturas sobre si es-
tos se circunscribirán a modificaciones en esferas específicas (individual, cultural,
social, laboral, económica, estatal, política, ambiental, internacional y estratégi-
co) o si detonarán un cambio sistémico.
Esta pandemia puede ser un elemento impulsor para una situación de quiebre
en el modelo de crecimiento económico a nivel internacional y en el Perú. En el
capítulo, se han revisado los elementos estructurales y coyunturales que dieron
origen a la transición de la Edad de Oro del Capitalismo al Neoliberalismo; sin
embargo, para que se produzca una nueva transición, no solo se requiere de con-
diciones objetivas sino de otras asociadas a las voluntades de los grupos sociales y
de las personas, y de la acción política para hacerla posible.
Se han discutido brevemente los principales elementos que configurarían las
principales opciones estratégicas en el campo económico para el Perú: neolibe-
ralismo extractivista, posextractivismo radical y el modelo progresista sin restric-
ciones ni límites. Al evaluarlas de manera somera, se concluye que todas tienen
problemas de sostenibilidad y viabilidad, más aún frente a las nuevas tendencias
y retos de la economía internacional.
Hemos destacado la presencia de diversos elementos del presente y del futuro
previsible que deberían impulsar ajustes importantes en el modelo de crecimien-
to para transitar a uno de desarrollo. Se anotan cuatro conceptos clave, aunque
la lista podría ser más extensa. En primer lugar, establecer un nuevo consenso
económico social y ambiental; lo llaman «nuevo pacto social». En segundo lugar,
relievar la importancia del planeamiento estratégico y del análisis prospectivo na-
cional. En tercer lugar, insistir en la diversificación productiva. Y, en cuarto lugar,
diseñar e implantar una profunda reforma institucional. Sin embargo, se coincide
con diversos autores en que los actores y la acción política actuales no parecieran
estar todavía a la altura de las circunstancias.

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Visión del Perú a 2021, 2030 y 2050: evaluación y alternativas después de la COVID-19

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