1 Capítulo 2. Filosofia de La Fisica Lawrence Sklar
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de las que ninguna persona racional podía dudar y que habían sido
establecidas por medio de la razón pura únicamente. Pero las verda
des de estas disciplinas, pensó, no eran del tipo «vacío» evidentemen
te. No forma parte del significado de «triángulo» que los ángulos in
teriores de un triángulo sumen 180° en el mismo sentido que forma
parte del significado de «soltero» que un soltero no esté casado.
Kant sostenía que semejantes verdades llenas de contenido, que
podían ser establecidas por la razón, existían porque reflejaban la es
tructura del aparato perceptivo y cognitivo de nuestras mentes con el
que aprehendíamos la naturaleza del mundo. Decía que una porción
limitada de la metafísica tradicional, la cual incluía aserciones tales
como «todo suceso tiene una. causa», compartía con la geometría y
con la aritmética la cualidad de poseer un contenido verdadero y, pe
se a ello, ser cognoscible con independencia de la observación y del
experimento. Lo importante acerca de estas afirmaciones generales
para nuestros propósitos es el papel que en ellas juega la geometría.
Aun cuando la esperanza en una física, una psicología o una ética
fundada en la razón pura sea vana, ¿no persiste la teoría del espacio
— la geometría— , junto a la aritmética, como un cuerpo de conoci
miento que no se funda en una generalización de los hechos concre
tos observados que nos proporcionan los sentidos?
Muchos intentaron en los años posteriores a Kant justificar el pa
recer de Hum e de que sólo podía demostrarse que las aserciones
que contenían enunciados verdaderamente informativos sobre el
mundo fuesen correctas mediante su confrontación con los datos de
la experiencia observacional. El estatus problemático de la geometría
y la aritmética recibió una gran dosis de atención, pues, si Hum e te
nía razón, las disciplinas matemáticas podrían versar sobre el mundo
o podrían ser conocidas por la razón pura, pero nunca ambas cosas a
la vez. Algunos intentaron mostrar que esas disciplinas podían rete
ner su estatus de cognoscibilidad con independencia de la experien
cia observacional, pero sólo porque estaban libres de un contenido
verdaderamente informativo. Varias tentativas de mostrar que la ver
dad matemática era el resultado de la lógica pura, combinada con la
definición de los términos matemáticos en el vocabulario puramente
lógico, se vieron suscitadas de esta forma.
Otros buscaron, por el contrario, preservar el contenido verdade
ramente informativo de las ciencias matemáticas, pero rechazar la
pretensión kantiana de que pudieran ser establecidas por cualquier
Filosofía de la física
tía. Mués bien, dice Leibniz, lo mismo que sucede con el «espacio re-
lacional», sucede con el espacio ordinario. Hay cosas y hay relaciones
espaciales entre las cosas. Pero no hay ningún continente que exista
independientemente, el espacio mismo, de la misma forma que no
hay nada que exista independientemente, el «espacio relacional».
Todo suceso que acontece en el m undo material o mental está
relacionado en el tiempo con todo otro suceso. Y todo objeto mate
rial está relacionado espacialmente con todo otro objeto material.
Estas dos familias de relaciones comprenden, pues, toda la realidad.
Pero existen como una colección de relaciones entre los sucesos y las
cosas sustanciales del m undo, no como sustancias independientes
ellas mismas.
Vaya, esto no es tan sencillo. ¿Qué es de los momentos de tiem
po cuando no ocurre nada? ¿Qué es de las regiones desocupadas del
espacio donde no hay nada? ¿Deberíamos negar sencillamente su
realidad? Leibniz sugiere un medio que nos permite mantener estas
nociones como legítimas sin dejar de ser relacionistas. Consideremos
el espacio vacío entre el lugar donde nos encontramos y una estrella.
No hay nada que mantenga con nosotros la relación espacial de estar
a medio camino entre nosotros y la estrella. Sin embargo, algo podría
tener esa relación espacial con nosotros y con la estrella. Así pues,
podríamos imaginar los lugares desocupados como relaciones espa
ciales que algopodría poseer con los objetos del m undo pero que en
realidad no son poseídos por nada. El espacio es, dice Leibniz, «en
cuanto a posibilidad», el conjunto de relaciones espaciales entre las
cosas. De manera que la familia de relaciones contiene relaciones
tanto posibles como reales. Podríamos incluso pensar en restaurar la
noción de un espacio totalmente vacío en esta forma. Aun cuando no
hubiera objetos reales, podría haber objetos, y si los hubiera, presen
tarían relaciones espaciales entre sí. Así pues, el espacio totalmente
vacío, que para los antirrelacionistas es una noción inteligible, podría
convertirse para el relacionista en la colección de las relaciones posi
bles (pero no reales) que los objetos materiales posibles (pero no re
ales) podrían presentar entre sí, si tales objetos existiesen. Si el tole
rar tales «relaciones en posibilidad» significa dejar el juego en manos
de los antirrelacionistas, sigue siendo una cuestión de debate filo
sófico.
Leibniz no propone simplemente su descripción relacionista del
espacio y el tiempo de manera dogmática como una alternativa a la
Espacio, tiempo, m ovimiento 41
bajo, pero fue a la luz de sus logros y con las ideas suministradas por
ellos que se exploró la mayor parte de la filosofía contemporánea so
bre el espacio y el tiempo. En los apartados «Del espacio y el tiempo
al espacio-tiempo» y «La gravedad y la curvatura del espacio-tiempo»
esbozaré las noveles teorías del espacio y el tiempo propuestas por
Einstein y retomaré entonces la filosofía del espacio y el tiempo en el
contexto de estas nuevas teorías físicas.