Prohibido Enamorarse - Andrea Adrich
Prohibido Enamorarse - Andrea Adrich
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CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO 48
CAPÍTULO 49
CAPÍTULO 50
CAPÍTULO 51
CAPÍTULO 52
CAPÍTULO 53
CAPÍTULO 54
CAPÍTULO 55
CAPÍTULO 56
CAPÍTULO 57
CAPÍTULO 58
CAPÍTULO 59
CAPÍTULO 60
CAPÍTULO 61
CAPÍTULO 62
CAPÍTULO 63
CAPÍTULO 64
CAPÍTULO 65
CAPÍTULO 66
CAPÍTULO 67
CAPÍTULO 68
CAPÍTULO 69
EPÍLOGO
NOTA DE LA AUTORA: Debido al gran número de
países latinoamericanos en los que se publica la novela y a las
distintas jergas que posee cada uno, he decido utilizar un
español neutro para los diálogos de la protagonista, que es
mexicana, con el fin de facilitar la lectura y comprensión de
aquell@s lector@s que no sean de México y que puedan
encontrar algún tipo de dificultad en el significado de palabras
específicas o propias del país.
Sin más, espero que disfrutes mucho de esta historia.
CAPÍTULO 1
frío y distante.
un cariz serio. Para él, ese cariz llegaba solo con unas pocas
Por eso lo de los compromisos no iba con él. Sin embargo con
juntos —contestó.
llamadas.
proporcionaba el amor.
su control.
inglés pésimo.
agradecimiento.
—De nada.
amabilidad.
Cogió la cartera y la abrió. Sacó de ella un billete de
—Gracias —dijo.
de Brooklyn.
pena…
muriéndose de hambre.
más sentido del humor tenía de todas las que conocía. Pese a
natural en ella.
viuda?
en la mejilla.
propuso Eloy.
Eloy sonrió.
preguntó a Eloy.
comerlos? —preguntó.
Eloy alzó los hombros.
Eloy la miró.
eres una persona muy alegre y ellos son muy serios, aunque
bueno, nunca se sabe…
—Eso no lo sabes.
comisura de la boca.
—Explícame eso…
—Exacto.
dijo Max.
—Max, me conoces desde hace muchos años, sabes que
todo eso de relaciones y compromisos sentimentales no van
práctico.
—¿Celos?
—Sí.
novia.
—¿Brillante?
salir con otras personas solo para dar celos a sus ex y que
qué decir.
persona adecuada.
fingir una relación con otra mujer para que Chantal volviera
con él era descabellada, volvieron al despacho. A Kai le
—¿Pasa algo?
—Sí.
llenó de perplejidad.
quitado? —masculló.
—Así es —respondió Kai.
que la vio.
Kai.
—¿Por qué?
—No.
—Es una Robin Hood del siglo XXI —concluyó Max, que
no salía de su asombro.
—Sí, lo es.
aseveró.
Gabriela.
relación conmigo.
—Sí.
—Exactamente.
ti, así que no te quejes —dijo Kai, dedicándole una mirada con
los ojos entornados—. Además, el trabajo sucio voy a hacerlo
guapa.
—Igualmente —contestó.
reaccionar.
sol.
Palideció.
Tragó saliva.
dijo.
que la intimidara.
continuaban alerta.
—¿Un trabajo?
—Sí.
Fue en ese momento cuando Gabriela comprendió que aquel
encuentro no tenía nada de fortuito; que no era casual. Ese
—No voy a decir que no lo soy, pero tenía que buscar una
sin dudarlo.
Kai.
Se cruzó de brazos.
—Bien, hable.
—¿Un café?
—Sí.
¿y tú?
Joe & The Juice era una cafetería situada en pleno Wall
afirmó Kai.
exquisitamente deslenguada.
desaprovecharlo.
Kai la miró.
esperanza y sueños.
Gabriela asintió.
para mí.
Kai sonrió.
—Hasta mañana.
Gabriela siguió a Kai con la mirada hasta que salió de la
cafetería. Cuando volvió la vista al frente se dio cuenta de que
Lanzó un suspiro.
—Sí.
—¿Estás segura?
—Sí.
puedo creer…
de War of Kings.
nunca me imaginé que fuera uno de los hombres más ricos del
país.
Gabriela.
exnovia.
—No.
convertirse en un troll.
en diez minutos.
hombre.
—¿Y qué? —Gabriela abrió los brazos para dar énfasis a sus
al baño.
Max miró a Kai con una ceja arqueada. Sus ojos mostraban
lo entiendo.
—Exactamente.
—¿Por qué?
—¿Para ti?
yo.
contestó Max.
no.
—¿A qué piso va? —le preguntó una voz que le resultaba
familiar.
su vez.
Gabriela entraron.
Gabriela.
Gabriela rio.
—Vale.
recursos económicos.
—Yo, Gabriela.
—Encantado.
—Igualmente.
El ascensor se detuvo.
en el último piso.
—Gracias.
nuevo.
en la mano.
Gabriela.
La mujer asintió.
con las paredes oscuras, al igual que el resto del edificio. Una
de las paredes era una cristalera que iba del suelo al techo.
jerga jurídica.
—De México.
espontaneidad.
—¿A ti no?
—No está mal —dijo Kai sin apartar los ojos de Gabriela,
que continuaba leyendo el contrato. Se quedó mirándola unos
segundos.
recelo.
—¿Por qué?
—¿No te interesa?
—Por supuesto que sí, pero no entiendo por qué harías algo
así.
—Sí, acepto.
—Sí.
silencio.
tipo de vida, pero no era tan fácil adaptarse a Kai. A veces era
—Otra vez.
lengua en el paladar.
podía más.
que lo miraba.
—Mi jefe es la persona más… —Gabriela se detuvo. Kai
dijo al fin.
—Otra vez.
molestarla.
—No. Ni un poco.
exnovia —añadió.
—¿Y no es así?
sois tú y Chantal.
—Sí.
—Para trabajar.
—Entiendo.
—¿Quieres ver en qué estoy trabajando ahora? —le
preguntó Kai.
reclinables.
árboles altos.
yo.
que hay en un castillo, para ello tendrá que vencer todos los
Gabriela.
duele?
—¿Quieres saberlo?
—¿Supones?
—¿Confianza?
descifrar.
—Estaba pensando…
—¿En qué?
—contestó.
índice.
Unas horas más tarde, Kai se encontraba de pie en mitad del
despacho, lanzando un dardo tras otro a la diana de la máquina
interrumpirla.
no le oyó.
Kai insistió.
—Gabriela —dijo.
cara?
Gabriela suspiró.
—Sí, claro.
Gabriela dio media vuelta y apretó el botón de pausa del
—¿Pasa algo?
permanente de residencia.
le había afectado.
puesta en el rostro.
—No es cierto.
—Exageras.
Gabriela.
y siguió descojonándose.
pasillo.
CAPÍTULO 12
puedo andar.
preocupada.
—Está tan lejos y en una ciudad tan grande que tengo miedo
—¿Gabi?
—Hola, mamá.
de fondo.
—respondió su madre.
—Sí, lo es.
—Pero, díganos, Gabi, ¿en qué trabaja?
país…
Gabriela sonrió.
—Hasta mañana.
Gabriela.
en el mundo.
Inhaló una última vez para terminar de recomponerse. Cogió
«Mi tesoooro»
«Hasta mañana»
CAPÍTULO 13
—No estoy enfadado, pero sabes que soy muy estricto con
con su servilleta.
—Cuando quieras.
metió en la boca.
—Tenemos que empezar a intercambiar información uno del
otro —dijo, cambiando de tema—, como, por ejemplo, cuál es
nuestro color favorito, qué comida nos gusta más, qué música
actual?
—¿Qué día?
—Sí, ¿y tú?
corazón.
preguntó a Kai:
sorprendida.
ti.
sería imposible.
le hubiera fastidiado.
tan exageradas.
—Las mujeres latinas somos de muchas maneras. —
Carraspeó.
se la sirvió a Gabriela.
—Tu fórmula no incluye el amor y eso te convierte en una
idealizado el amor.
de encender Kai.
—Negro.
—Me lo imaginaba.
Kai.
Gabriela sonrió.
—Nunca lo he probado.
disimular su asombro.
—No.
—Prueba.
—Gabriela, no.
Suspiró resignado.
él.
cocina.
—¡¿Quince botes?!
Gabriela movió la cabeza, asintiendo.
frambuesa.
algodón de azúcar.
respondió.
—Verano.
—Yo invierno.
Gabriela pensó que era lógico. Kai era frío como el invierno
algodón de azúcar.
—Montaña.
conversación.
azúcar en el sofá del salón (se comieron seis botes entre los
dos), que ninguno se dio cuenta de que los minutos pasaban y
—Sí.
—Igualmente.
—Hasta mañana.
—Hasta mañana.
que cada día que pasaba lo tenía más claro. Apolo, el dios
griego de las artes, de la poesía y de la belleza, se había
«perro» en español.
malicia en la voz.
conversación.
preguntó Kai.
—comentó Gabriela.
—¿Mi culpa?
—¿De compras?
entendido? —dijo.
implacable.
—Y tú también, Kai.
—Hasta luego.
—Hasta luego.
maletín y salió.
chicos?
—Al final vas a llevar esa idea a cabo con o sin nuestro
está caducada.
que a ninguno de los dos les gustara nada de lo que les habían
mostrado, hasta que finalmente se habían decidido a entrar en
una boutique de aspecto sobrio y precios intimidantes. Una
tienda en la que Gabriela ni siquiera hubiera soñado con pisar.
—Es elegante y hará que te deshagas de ese aire de «Annie,
la huerfanita» que tienes —dijo Kai.
—Exageras.
ese momento.
Cuando se puso ante Kai, él le dedicó una mirada que no
supo descifrar.
—Sí.
de no babear.
color fucsia y tenía una enorme rosa negra, tan grande que
tapaba un ojo.
—Por supuesto.
cabeza.
comentó Gabriela.
comentó.
aguantarse la risa.
dientes.
—Así es.
Gabriela.
presentó Kai.
Esa mujer podía ligar con él o no, pero era una descarada.
silencio.
comentó Gabriela.
Gabriela bufó.
alto de la cabeza.
respondió.
—Me alegro de que lo tengas claro. Esto solo es un trabajo,
—Tranquilo, lo sé.
Sí, lo sabía, pero esa tal Anne era una descarada. Una
descarada de cojones.
CAPÍTULO 18
—Y te hizo millonario.
—dijo.
—¿Sobre Beth?
—Sí.
—¿Al final vas a quitarle esas dos cabezas que tiene por
tetas? —bromeó Gabriela.
Echó el torso un poco hacia adelante y se metió en la boca
un trozo de pato al limón.
él.
Gabriela esbozó una leve sonrisa. Cada vez que le hacía esa
Se acarició el cuello.
profesional.
Los ojos iban a saltarle al suelo. Kai nunca la había visto tan
seria.
palabras.
—Gracias —dijo.
Fue cuando ella se dio cuenta de que tenían que fingir ser
Gabriela carraspeó.
camarero.
—Dígame, señor.
tupperware?
—Sí, perfecto.
Kai asintió.
—Sí.
—Es cierto.
de sus calcetines.
—Sí.
—¿No son un poco infantiles?
negro.
observar a Gabriela.
—Así, ¿cómo?
te parecerá un disparate.
disparate.
Kai sonrió.
—Me gustaría decir que no, pero sí. Bueno, sobre todo, me
—Sí.
y la tiró a la basura.
—¿Pobre la gallina?
—¿El qué?
observó Gabriela.
—Mi padre murió cuando yo era una niña. Así que no tengo
muchos recuerdos de él.
—¿Qué le ocurrió?
Gabriela asintió.
—Por suerte se pudieron recuperar los cuerpos. Hay veces
darte cuenta.
—Sí.
el coche en marcha.
seguir preguntando.
lo cuenten a Chantal?
levantarme temprano.
Kai…
—¿Sí?
—¿Se puede?
Kai sonrió.
su empresa.
diseñando.
principio.
—¿Para qué?
barbilla.
—Sí.
—Lo sé, pero esta tiene sentido común. Gabriela tiene razón
cierto. Creo que hay mucho que explorar entre las gamers.
entusiasmado.
mercado.
afirmando.
—Es una buena idea. Daremos más relevancia al personaje,
incluso en la carátula, no solo en el juego en sí.
dijo Kai.
comentó.
trabajo.
respondió Kai.
Max.
serpiente.
—Para nada.
propia medicina.
—¿Quince botes?
todas horas.
—Eres un capullo.
recostándose en la silla.
—Casi lo eres.
—Tonterías.
Kai.
—Si te soy sincero, creo que puede salir bien. Entiendo a los
malhumor.
última vez.
mirarla.
impuntualidad?
—No.
Kai sonrió.
Y lo estaba.
parecía a ella.
—Vas perfecta.
—Retírate el pelo.
suelo.
—Gabi.
Kai la esperaba.
Kai.
carcajada.
de Kai.
de mano.
preguntó.
—Genial.
CAPÍTULO 22
acomodándose a su lado.
—Es una bonita causa —dijo Gabriela.
Gabriela pensó que hacía buena pareja con Kai. Los dos
eran guapos, sofisticados y tenían dinero. Quizá Kai tuviera
Gabriela pestañeó.
escalofrío.
—Así —susurró.
—Sí.
pensárselo.
labios.
nerviosa. Eso formaba parte del plan, del acuerdo que habían
Kai se acercó más aún y ella cerró los ojos, esperando sus
labios.
—Carl —dijo.
aquel hombre.
tenido en Gabriela.
—Me dio un infarto al corazón y decidí que era hora de
—Ya estoy recuperado, pero ahora son mis dos hijos los que
se encargan de la empresa. Me he retirado de la vida laboral,
eventos sociales.
Ambos rieron.
—¿Y a ti?
—También.
sociedad neoyorquina.
langosta —comentó.
—Me gustaría decir que no, pero sí. Tuve unas severas
manifestaciones diarreicas —admitió Kai.
—Lo sé. Te aseguro que lo sé, por eso la segunda vez fui
más precavido.
—¿De verdad?
Gabriela cabeceó.
picantes.
a morir?
arrojo.
indignado.
Street.
—Suena romántico —comentó la mujer.
—Pero luego todo se arregló. No hay nada más que ver que
Kai.
encontrarnos —dijo.
mirada.
de Óscar.
Kai asintió.
locura.
canción preciosa.
una sonrisa.
emanaba de su cuerpo.
imaginar nunca.
—No, ¿qué? —dijo Kai con voz ronca, mirándola con sus
ojos almendrados.
—Nada —susurró Gabriela, intentando recuperar la
compostura.
acostumbra a divertirse.
Gabriela.
estómago.
Chantal.
confuso.
—Que no soy más que una de las tantas con las que
acostumbras a divertirte y algo así como que nunca vas a
no tenía nada que ver con la relación que tuviste con ella.
—Es una buena respuesta. ¿Os habéis encontrado por
casualidad?
la copa en la mesa.
—¿Tú crees?
Gabriela suspiró.
Kai sonrió.
afirmó Gabriela.
—¿Quién te lo puso?
—Dudo que haya alguien en este mundo tan loco como tú,
manera temporal.
—Pero las que atañen a niños un poco más. Los niños son
muy vulnerables.
miró en silencio.
—Gracias —susurró.
Gabriela.
—Sí.
culpable?
—Quizás —murmuró.
Gabriela le hubiera dicho que no era necesario, que esas
cosas entraban en el generoso sueldo que le pagaba, pero
un orgasmo.
—¿Te gustan?
jadeo.
—¿Y aquí?
—Dios, sí.
avergonzada.
el sofá.
más tarde.
Kai…
las cortinas.
Suspiró.
No quería pararse a analizar todo lo que había sentido
durante el baile benéfico.
que entre Kai y ella no había más que un trato, un acuerdo. Era
un negocio. Los dos lo sabían, y cualquier cosa fuera de ahí
ella.
inspiración.
que entrara.
mesa de Kai.
—He hecho un boceto de Beth —dijo.
pulmones.
—¿Te gusta?
estaba en el cielo.
vibración.
letra.
Kai aferró el reposabrazos de la silla con la mano y tiró de
ella.
pegándola a él.
rasgó un poquito.
—¿Así?
voz.
chiles.
dijo Kai.
dijo.
a una latina para que fingiera ser mi novia. ¿En qué estaría
pensando? Debí buscar… no sé… a una noruega, ellas son
más tranquilas.
Gabriela asintió.
horrorizado.
vamos en el techo.
delincuencia organizada.
experiencia en la Bestia.
cualquiera.
voz.
seguidos.
—¿Qué fue lo peor de todo? —le preguntó.
momentos pensaba que solo quería ser una niña otra vez, que
niña.
carraspeó nerviosa.
—Y dime, ¿cómo entraste finalmente en Estados Unidos?
—¿Escalaste el muro?
—Sí.
—Es otro de los riesgos que hay que correr, Kai, como
viajar en la Bestia y enfrentarse a caer y sufrir una mutilación
valiente, Gabi.
verde.
no desaparece?
—Sí.
—Algo así.
Se echaron a reír.
CAPÍTULO 28
—Pero no es Beth.
—¿Otro nombre?
—Sí.
Kai consultó su reloj de pulsera, echó la silla hacia atrás y se
levantó.
general militar.
—Gracias.
—Igualmente.
—dijo, ya de espaldas.
puesto Kai.
«Beth».
Gabriela.
que mejor sonaban los fue anotando en una hoja de papel. Más
—Sí, claro.
—¿Aural?
—Pero…
La miró.
afirmó.
Kai sonrió.
—Gracias.
—¡¿Del videojuego?!
—Sí.
—Ese es su problema.
él.
—Seguro que te relajarás nadando un poco en la piscina y
después escuchando una pieza de esa música clásica que tanto
te gusta, con un buen Bourbon en la mano —dijo Gabriela con
una sonrisilla.
sin detenerse.
Gabriela sonrió.
libro a la cabeza.
hall.
las ventas.
mandíbula al suelo.
—¡¿Cómo?!
todo el mundo.
sinceridad.
nunca.
—Sí.
—¿Dónde?
—No lo sé.
—Sea francés o checoslovaco a mí me parece un nombre
estúpido.
preguntó.
—¿Estás segura?
Eloy.
fin.
Gabriela sonrió.
impuntualidad.
de baño corriendo.
Al final, Eloy y ella habían decidido ver una sesión doble.
Habían estado en el cine unas cinco horas y después se habían
ido a tomar algo a un bar cercano. Entre una cosa y otra les
habían dado las tantas de la madrugada.
—Empecemos.
—¡Gabriela!
silla.
phrasal verb.
espetó Kai.
—Sí.
hombros.
tromba de la sala.
¿Cómo se atrevía?
tomaba en serio?
pensando que era la mujer que tenía Kai contratada para que lo
ayudara en la casa.
—No.
—Gabi, escucha…
sobre sí misma.
visible preocupación.
de su hermana.
regla?
colgó.
cabeza —dijo.
Gabriela cedió.
—Sí, pasa.
terminado.
Lo siento.
—¿No?
aplicada.
repuso.
Kai asintió.
CAPÍTULO 32
—Entiendo.
Gabriela estiró el brazo y ofreció algodón de azúcar a Kai.
Él metió los dedos en el bote y arrancó un trozo que se llevó a
la boca.
—La verdad es que tenía pensado ver una peli, ahora que
me encuentro mejor, ¿y tú qué vas a hacer? —le preguntó
Gabriela.
—¿Alguna en particular?
Gabriela.
—Ya veo.
—¿Por qué no vemos algo juntos?
—¿Algo de terror?
—Sí.
la vea?
—Un poco.
terror?
—Sí —murmuró.
era espeluznante.
—¿Lista?
«No».
—Sí.
convento.
Con el primer sobresalto de la película, Gabriela saltó en la
cama.
¡Mira atrás!
—¿Está detrás?
—Sí.
Gabriela no veía a Kai, pero se estaba descojonando de risa,
aunque apretaba los labios con fuerza para que no le oyera las
carcajadas.
llenó la habitación.
Gabriela volvió a taparse la cara con las manos.
Condenadamente bien.
ningún lado.
Respiró hondo.
Kai se despertó cuando los primeros colores del amanecer
teñían las nubes de tonos pastel.
—¡Kai!
pensamientos.
era el último que Kai hubiera esperado. Tanto era así que a los
dos les pilló por sorpresa, incluida a la propia Gabriela, que no
ruborizarse.
—No es tan grande —respondió Kai dando naturalidad a la
situación. Se sentía halagado por la apreciación de Gabriela—.
No te dejes impresionar.
—No me la he medido.
Kai sonrió.
entera.
Gabriela rio.
cebolleta —dijo.
Se levantó de la cama.
—Sí.
—Vale, te paso a recoger a las siete —le indicó Kai.
estaré en el vestíbulo.
—Igualmente.
—Kai…
Él se volvió.
—Dime.
—Gracias.
—A ti siempre, Gabi —dijo Kai—. Ah, estás guapísima
recién levantada.
Era Kai.
más descolgar.
Gabriela sonrió.
—Hola, ¿qué les ha parecido Aural? —volvió a preguntar,
haciendo visible su impaciencia. Oyó que Kai sonreía al otro
lado de la línea.
—Pero…
—Vamos.
—Wow.
coloridas vidrieras.
musgo.
catacumbas.
reprochó Kai.
él.
tuvo más remedio que girar dos veces sobre sí misma para
verlo todo.
detenerse.
Gabriela lo miró y negó con la cabeza para sí mientras lo
seguía.
Kai la siguió.
Resultó ser una máquina de esas que hay en las ferias en las
garra era una persona, que tenía que intentar coger el mayor
número de bolsas posibles.
dueño de la máquina.
exclamaciones de asombro.
dejándolas caer.
aplaudiéndola.
la piscina.
Gabriela sonrió.
Cuando la empleada le quitó las correas, se puso los botines
y el abrigo y fue a buscar a Kai.
—Sí.
la cabeza.
Gabriela se tensó.
agolparse en ella, eran tan intensas que lo único que quería era
saborear a Kai más. Todo su cuerpo ansiaba más. Mucho más.
centímetros de ella.
—Sí.
rincón.
—Sí.
—Lo son.
provengo?
—¿Pueblos mágicos?
historia y arquitectura.
—Lo es. Nuestras playas son idílicas, con una arena fina y
—¿Tantas hay?
—Ya sabes, por cada chile que te comas tú, yo comeré tres.
Gabriela.
—Oh, cállate —farfulló Kai, sin apartar los ojos del chile.
—No puedo.
—Sí, blandengues.
pica? —inquirió.
griega de ello.
bebió de un trago.
exclamó.
Gabriela.
—¿Qué es eso?
—Un chile que pica unas quince veces más que el habanero
—dijo Gabriela.
Gabriela asintió.
—Sí.
—Una, en salsa.
cultural en mi país.
Él lo miró de reojo.
—Por supuesto.
—Claro.
—¿Sabes patinar?
—No.
—Y, si no sabes patinar, ¿rompernos la crisma te parece
divertido?
Kai suspiró.
—Venga, solo estaremos diez minutos y, para no caernos, no
nos soltaremos de la barrera.
discutiendo.
—Vamos —dijo.
Tiró de Kai.
oreja.
Kai la miró.
Maldita fuera, ¿por qué mierda no podía decirle que no
con Gabriela?
—¿Eso es un sí?
tiempo.
lado de la pista.
a ella.
Al principio se sentían inseguros y, pese a que no era fácil,
guardaban bien el equilibrio sobre los patines, lo que les dio
Se echaron a reír.
pequeña.
—Oh, Oh…
—¿Qué?
en sus brazos.
—A ver quién de los dos llega antes al otro lado —le retó
Gabriela.
Gabriela rio.
se centraron en la boca.
Chantal.
Jadeó involuntariamente.
testigo de ello.
¿Chantal?
—Sí.
no volver a caer.
Kai.
abrigo.
—Gracias.
—Si.
CAPÍTULO 37
son las que forman las mejores parejas, las que tienen mejores
muy bien.
Cindy.
respondió ella.
—Sí.
—Si lo que Kai quería era ponerme celosa con esa chica, lo
que no había sido real. El tiempo que Kai le daba era prestado
ahorrar algo de dinero, no por nada que tuviera que ver con
calambre.
en Navidad?
—dijo.
sarcasmo.
él, obstinado.
—Eso, ya lo veremos.
A pesar de que la tarde había sido agotadora y del cansancio
verdad.
Dios.
Tuvo ganas de decirle que no, que por su culpa había pasado
borde de la taza.
—Mermelada.
hacia ella.
cuello.
poniéndose la corbata.
cabeza?
En sus dientes.
—Claro.
Bajó del taburete y se acercó a Kai. Mientras le enderezaba
la corbata con los dedos, su fragancia la envolvió como una
los latidos del corazón, pero ¿desde cuándo? Era Kai Sullivan,
el tío que la había contratado para fingir ser su novia, para
—Gracias —contestó.
botón de la chaqueta.
—¿Solo amigo?
—¿Perdona?
tuyo.
Kai.
—No, Kai, no. Eloy me ve como una amiga. Solo como una
a-mi-ga —enfatizó para que le quedara claro—. Me ayudó
mucho cuando llegué a Nueva York y tenemos muchas cosas
en común.
¿Era un reproche?
—Kai, ¿no tienes que irte? Vas a llegar tarde —dijo con
mordacidad, deseando que se largara.
—Igualmente.
¿Estaba celoso?
¿Él? ¿Celoso?
Él no se ponía celoso.
celos.
CAPÍTULO 39
—Sí.
—Sí.
vas a perder.
vivo.
estaba bien.
juntos.
refería Max.
envuelva en su espiral.
su respuesta.
somos.
Max levantó las manos, mostrando las palmas.
Max se enderezó.
los accionistas?
—Sí.
Kai asintió.
—Sigue trabajando en esta línea —repuso, señalando con el
dedo el boceto del que habían hablado.
—Lo haré.
—Se lo diré.
CAPÍTULO 40
—¿Qué ha hecho?
—Yo creo que sus celos son más básicos, pero… —Eloy se
encogió de hombros.
Games?
dijo Eloy.
—¿En serio?
—Joder, por supuesto que lo digo en serio —contestó Eloy
sin dejar de contemplar la imagen.
la verdad.
susurró.
¿verdad?
—Sí.
—Lo va a petar, Gabi —dijo convencido—. Se va a hablar
Gabriela rio.
podía ser tan testaruda? ¿Lo tenía en sus genes latinos? ¿Era
así.
bolas.
muñeca.
de todo el árbol.
Gabriela lo miró con una ceja arqueada.
—No.
orden.
Él no dijo nada.
Gabriela.
Unidos y ahora que puedo salir y entrar del país con libertad,
preguntó.
billete.
—¿Tienes un jet?
—Sí.
cajas.
—Es cierto.
Gabriela asintió.
—Vale.
Gabriela sonrió.
ellos.
anteriores.
Nevaba.
incluso de respirar.
preguntó.
¡Oh, Dios!
pretendía.
—¿Qué? —masculló.
torso desnudo.
Gabriela.
Él la miró desconcertado.
qué pensar.
cocina.
mundo?
su cabeza.
Kai…
Gimoteó.
despreocupado.
—Pero si lo ordenas bien, ocupa menos espacio y puedes
y los zapatos con los zapatos, y que dejes los huecos para el
cargador del móvil, pañuelos y cosas más pequeñas. Mira,
así…
—Sí, así sabrás cómo tienes que organizar las cosas para
ganar espacio.
tremendamente seductora.
desesperada.
—¿Solo un poco?
explicaciones.
Él sonrió.
Una vez que todo estaba fuera de la maleta, comenzó a
Ella tuvo que admitir, aunque no lo hizo en voz alta, que Kai
los dientes.
una ocasión había tenido que darse una ducha de agua fría para
que se le pasase el puto calentón que tenía encima.
comentó, disimulando.
cajones de la cómoda.
—Por cierto, no te esperaba en casa tan pronto —comentó
ella.
Era Eloy.
—Dime —contestó al descolgar.
—Sí.
—No, gracias.
—Vale.
de la habitación.
—¿Ya te vas?
—Sí.
—Vale.
vestíbulo de la casa.
—A las nueve.
—Sí.
—Vale, pues genial. —Gabriela sonrió—. Sé que no eres de
estas cosas, pero yo sí —dijo, esbozando una sonrisilla
traviesa.
Deshicieron el abrazo.
Kai asintió.
—Lista.
—Hola, mamá.
Fernanda, su abuela.
—Cariño.
—Sí, abuela.
abuela.
incredulidad.
comentó el niño.
—Sí, podrían aterrizar aviones —bromeó él.
El niño rio.
y odias la Navidad.
silencio.
que no hago.
favor…
—Entiendo…
Gabriela sonrió.
abuela.
refunfuñó.
Gabriela cabeceó.
—Sí, solo con uno, y no era muy grande —dijo con la voz
cabeza.
segundos.
—No.
—¿Alguna chica?
Gabriela sonrió.
—No.
Aunque Gabriela pensó que era casi peor sentir algo por Kai
Sullivan que por un hombre casado. Ella solo era su novia
cabeza.
lo encendió.
Si le viera Gabriela…
murmuró.
De risas.
De música.
navidad. Conocía bien a Kai para saber que algo así no había
salido de él. Había dicho que eso solo podía ser obra de una
mujer.
Simplemente.
¿Por qué cojones tenía que estar tan bueno? ¿Por qué?
él.
Gabriela creyó que se desmayaría del gusto. ¡Virgen Santa!
Menuda bienvenida.
Tomó aire.
—Bien.
cuerpo.
el coche.
salón.
reconocido.
—Ya… —musitó.
—¿Qué te parece si cenamos y después pruebo la deliciosa
Kai rio.
—Pruébala —dijo.
—¿Nada más?
Gabriela sonrió.
tenedor en la boca.
—¿Perdona?
—Sí, pero…
—Pero nada. —Kai interrumpió la protesta de Gabriela—.
Tú puedes comerla más a menudo, en cambio yo no. —Miró a
Gabriela—. Y pobre de ti si veo que falta una cucharada.
—¡Kai!
Él la miró desconcertado.
detalles, sin saber muy bien cómo reaccionar, tal vez porque
no estaba acostumbrado.
—¿Sí?
—Sí.
—Adelante —dijo.
—Sí.
Él asintió.
—Sí.
completo.
—¿Las cinemáticas?
en un gesto cariñoso.
Kai rio.
Gabriela bufó.
tanto le gustaba.
Gabriela sonrió.
Se estremeció.
«Jo-der».
placer, mientras Kai la arrastraba cada vez más lejos, más allá
en la espiral de sensaciones que sentía.
pegado a su sexo.
estremecer.
Kai Sullivan era un maestro del sexo. ¿De dónde coño había
salido?
gimoteó Gabriela.
entrepierna.
Dios santísimo.
del revés.
No dijo nada, y eso era más extraño aún que la expresión de
—Gabi…
error.
retenerla.
—Espera.
tener sexo con ella, sea del tipo que sea, es que ha sido un
error —replicó, visiblemente molesta.
reglas establecidas.
—Bien —dijo.
Suspiró.
vez más. Pero solo era eso, una fantasía, un paripé. No podía
olvidarse de que ella era un medio para conseguir un fin. Nada
más. Pensar que Kai la trataba del modo que lo hacía por algo
Gabriela.
deseo, Gabi.
sentirlo más.
Y así lo hizo.
Kai cambió de pecho y se metió en la boca el otro pezón
para lamerlo y succionarlo. La boca no le daba de sí. Deseaba
abarcarlo entero.
él.
para sacársela por los pies, junto con los bóxers. Antes de
anaconda. Joder.
Kai rasgó el paquete plateado de un tirón y se colocó el
rostro.
—Sí.
Gabriela asintió.
—Gabi… —susurró.
Suspiró.
Se giró.
Dios Santo, ¿cómo había tenido eso dentro de ella sin que la
destrozara?, pensó.
Ufff…
momento.
sensual.
enloquecer de placer.
apartar los ojos del espejo. Era como ver una película porno en
un lado en el suelo.
casi en un susurro.
—Sí.
al techo.
opuestos.
Gabriela asintió.
—¿Segura?
pensamientos.
—Es su novia.
—Vale, su exnovia.
Eloy estudió a Gabriela unos segundos. Había dejado de
controlar la expresión de su rostro y se mostraba enfadada.
—Nada.
silencio.
dijo.
—¿Crees? —masculló.
admitió.
enamorarme de él.
dijo.
saber. Él tiene otros planes. Planes en los que no entro yo. Las
—En este caso sí, porque las cosas estaban claras, Eloy.
Solo tenía que fingir ser su novia para dar celos a su ex y que
juntos.
ofendido.
que conmigo.
semblante neutro.
Resopló.
ellos?
CAPÍTULO 52
—Vamos —dijo.
Square.
impresionantes de la ciudad.
naturalidad a la conversación.
allí.
Gabriela lo miró.
él conocía bien.
descender.
Seis… cinco…
Uno… cero.
ninguno lo reconocería.
Kai hizo una señal con los dedos a uno de los chicos y cogió
un par de ellas. Ofreció una a Gabriela, que la tomó de su
mano.
espalda.
Ufff…
—Probablemente —masculló.
habían dado.
su cabeza.
respondió.
—¿Tú crees?
cierto que él nunca había sentido celos, pero ¿no sería normal,
aunque fuera por amor propio, que algo se le removiera por
dentro al ver a Chantal bailando con un potencial ligue?
¿Y si se acostaban?
conoces a tu exnovia.
¡Dios, iba a matar a esa tía! ¿Quién coño se creía que era?
a Kai.
propósito.
de Gabriela.
brazos.
Gabriela sonrió.
Wow.
en él.
animal.
interrumpió el beso.
«Madre de Dios».
La boca de Kai empezó a recorrer su cuello, el escote, el
nacimiento de los pechos; besándola, lamiéndola,
salían de su boca.
Dios.
con un suspiro.
Se inclinó y besó cada espacio libre que no cubría la tela del
vestido.
de la espina dorsal.
suavidad.
cartera.
los muslos.
cuerpo.
—¿Gabi?
su alrededor.
La habitación de Kai era una estancia amplia y sobria que
desprendía elegancia e intimidad. Gabriela pensó que era
como él.
pestañear.
Kai rio.
Kai.
Kai sonrió.
—Vaya…
Gabriela masticó.
sabes…
caos.
consecuencias.
interrumpiendo la conversación.
Lo sacó del bolsillo trasero de su pantalón vaquero y
telefónica.
Gabriela sonrió.
encendía la sangre.
Pero no podían ser celos.
su familia.
Quizá volviera.
—Ya… —musitó.
miró a Gabriela.
saber la respuesta.
su voz no temblara.
de trabajo.
Gabriela carraspeó.
—Yo ya me habré ido de tu casa —dijo—. Podrás decirle
momento.
interrumpiendo la conversación.
Chantal…
La dejó en la caja.
CAPÍTULO 57
que lo cogía.
—Sí.
Kai.
Kai se acordara de que tenía una lista con cosas que quería
—Por supuesto.
No lo había olvidado.
Nunca hubiera imaginado que Kai se acordara de que lo
primero que tenía apuntado en la lista era ir a un concierto de
—Gracias.
con una sonrisa, por tantas y tantas veces que había dicho lo
Kai sonrió.
dijo Gabriela.
se giró.
Coldplay.
Pero si hubo algo con lo que Kai disfrutó, fue con la forma
mañana ya no estaría.
a Chris Martin.
—respondió.
—¿Otra sorpresa?
saludo.
caracterizaban.
—Sí.
—¡Felicidades! —corearon todos al unísono.
—¿Mejor?
Kai asintió.
Kai rio.
el pecho.
—No tienes que darme las gracias por nada, Gabi —dijo.
—Claro que tengo que darte las gracias, Kai —insistió ella
—. Todo ha sido increíble. El concierto, conocer en persona a
Gabriela sonrió.
vamos a ver, pero no quiero irme sin darte las gracias por
todas las cosas que has hecho por mí —dijo Gabriela con el
Gabriela.
Ambos sonrieron.
Kai sonrió.
complicaría todo.
recogerla.
estaba listo.
tristeza.
Gabriela abrió.
—Sí.
Max sonrió.
—Sí —musitó.
acabado.
espejo retrovisor.
El corazón se le encogió.
la vio llorar.
—Nada. No es nada.
Joder, ¿por qué tenía que ponerse a llorar justamente en ese
momento?
—Es solo que… pensé que iba a llevar todo esto mejor.
—Pero ¿por qué estás así? Se supone que esto tendría que
nerviosa.
pregunta.
Gabriela pensó que tal vez no debería abrirse con Max, que
no era lo más apropiado. Era una persona a la que no conocía,
—Te juro que, cuando todo esto empezó, nunca pensé que
pudiera enamorarme de Kai. Era el último hombre del que
—Eso no lo sabes.
Él rio.
—No te preocupes por eso. Estudié dos años de psicología
antes de meterme en el mundo de la publicidad y del
marketing —comentó.
brillaban vidriosos.
—Es normal, has vivido con él; habéis pasado horas y horas
cautela.
la boca.
Gabriela sonrió.
Crepúsculo.
Gabriela.
Gabriela rio.
día.
Kai.
—Sí.
—¿Y vas a estar toda la vida con una mujer por la que no
sientes nada?
ti?
Max
mano.
en absoluto.
Negarlo de aquella forma tan tajante, indignación incluida,
no hacía otra cosa que dar más la razón a Max, que estaba
que sabía.
de ti —soltó finalmente.
—Sí.
cortó Max.
—se justificó.
Se giró, pasó entre las dos sillas y salió del despacho de Kai.
CAPÍTULO 62
—¿Sí? —dijo.
Gabriela?
atractivo.
contraídas.
—Claro —dijo.
los nudillos.
preguntó.
—Sí.
dejado de funcionarle.
habitación.
canal de YouTube.
a su espalda.
azúcar.
Volvió a la realidad.
noche.
mirada.
¿Por qué tenía que ser tan guapo? ¿Por qué Dios la torturaba
—¿El qué?
Gabriela negó para sí misma. Qué poco sabía Kai del amor y
de ti, te lo aseguro.
de hadas.
Kai la miró una vez más con aquellos ojos de color miel,
impenetrables. Su rostro estaba muy serio.
afirmó.
Creí que…
sido ella.
Si algo tenía claro es que todo lo que había pasado era culpa
suya, por querer volar tan alto sin ni siquiera tener alas. Solo
había sido una pobre niña intentando participar en juegos que
estaban fuera de su alcance. Y había perdido.
Ya era hora de aceptar de una vez que ella no había sido sino
un medio para lograr un fin, para que Chantal volviera con
Kai. Algo que tenía claro al principio, pero que después se le
había olvidado. Y también era hora de dejar de mirar al mundo
veces el dolor era tan agudo que tenía que morderse los labios
la maleta.
—Sí —dijo.
acceso a la Universidad.
Gabriela lo abrazó.
—Y yo a ti.
trabajar.
abajo.
educadamente la puerta.
—Gracias.
—Adiós.
—Adiós.
CAPÍTULO 64
Miró a su alrededor.
muchas cosas.
rostro.
se sentía solo.
perfecta para él? ¿En qué momento había pensado que eran
compatibles?
Kai pensó que hubiera sido muy fácil mentir, decir que le
—Hasta mañana.
Kai se levantó del sillón de terciopelo negro, se giró y se
aliviado.
echó a andar.
Sonrió al recordarla.
de caer.
ella.
Con Gabriela era un hombre distinto; era otro hombre. Uno
Kai suspiró.
Sacudió la cabeza.
antes incluso que él mismo. ¿Qué había visto para pensar que
estaba enamorándose de Gabriela?
Para Kai todo había pasado con tanta naturalidad, con tanta
Necesitaba otro.
—¿Dónde?
Gabriela.
ella.
abuela.
Frunció el ceño.
amenaza.
juego.
—Lo último que deseo es hacerle daño —dijo, antes de
meterse en el ascensor y de que las puertas de acero se
cerraran.
la pena.
casa porque tenía que hablar con ella. Había que poner las
lujoso apartamento.
—Chantal, nuestra relación ya no funciona. No de la manera
—¿Qué?
—¿Tú? ¿Enamorado?
—Sí.
Chantal, enfadada.
necesitaba.
con amargura.
—Pero…
Kai la interrumpió.
—Tal vez lo nuestro hubiera durado unos años, pero hubiera
te mereces.
—Lo mismo que hace un par de años nos unió ahora nos
separa —comentó Kai.
—¿Estás bien?
aeropuerto.
esas cosas…
Kai.
Kai sonrió.
—He pasado suficiente tiempo con ella como para ver que
—Dime.
—Bien.
rincón.
señora Regina.
Gabriela.
amigos.
verdad.
Kai pasó entre las dos mujeres, que lo guiaron hasta una
pequeña cocina.
pie.
Carraspeó.
Como empresario, había tratado con los hombres más
un niño de pañales.
Kai tragó saliva. Notó como una gota de sudor resbalaba por
su sien.
enamorado de ella.
—Sí.
Kai asintió.
rodillas.
Suspiró.
Kai sonrió.
él, haciendo alusión a las veces que había utilizado esa misma
frase.
Gabriela soltó una risita.
necesito a ti —dijo.
enamoraba más y más de ti. ¿Por qué sabes una cosa, Gabi?
—Espera, ¿qué?
mejillas.
Kai sonrió.
pasó.
—Jamás.
lágrimas.
—Ya eres el hombre que me merezco, Kai. Ya eres el
príncipe azul que deseo. Eres el novio perfecto. ¡Lo has sido
en él. Nada.
—¿Cuál?
Kai rio.
en un beso.
CAPÍTULO 68
las rocas.
—Sí.
—Oh, Dios. ¿Y qué les has contado a mi madre y a mi
abuela?
—Ya me imagino…
risas.
pelo de Kai.
decirte que te quiero y que no puedo vivir sin ti. ¿Por qué te
parece raro?
cualquier hombre.
—. Me ponía de tan mal humor que salieras con él que por eso
Gabriela asintió.
—Tienes razón.
muñeca.
rocas.
labios.
Gabriela lo abrazó.
Gabriela.
—Mazunte es mágico.
—¿Sí?
pueblo.
descubriendo el mundo.
habitación de tu hotel.
Él rio.
arrugando la nariz.
maquinilla de afeitar.
Kai.
mojara.
baño.
encima.
su vientre desnudo.
—He comprado dos cajas de condones de veinticuatro
poco de aire.
costa salvaje, del olor a salitre que arrastraba el mar, del sol,
de su gente.
mano.
—Sí.
—¿Me da dos?
Gabriela sonrió.
sorbo.
tiempo.
Regina y Fernanda se «enamoraron» de Kai durante la
—Gracias.
—Hasta luego.
—Dime, John.
—Sí.
jugar. Jugaban con sus novios, con sus hermanos, con sus
amigos. Había cambiado el concepto de videojuego que se
buen rato.
No se lo podía creer.
—Ahora mismo.
Miró a Kai.
—Celebrar, ¿qué?
Kai sonrió.
—¡¿Qué?! —gritó.
sin ti —susurró.
Se besaron.
ojos de amor.