Arte Desde Los Setenta. Prácticas en Lo Político
Arte Desde Los Setenta. Prácticas en Lo Político
Arte Desde Los Setenta. Prácticas en Lo Político
LOS, SETENTA:
PRACTICAS,
EN LO POLITICO
Yayo Aznar Almazán
Jesús López Díaz
@ ~itorial Universitaria
~ Ramón Areces
11
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1 . Para un contexto en cri sis.. ... ... .. ... .. ....... .... ..... ....... .. ........... .. ...... 83
1 .1 . Arte y género . .. . . .. . . . .. . . . .. . .. . . .. . .. . . .. . . . .. . . . . .. . . .. . .. .. . . . .. . .. . . . . .. . . .. . 84
1.2. Pero ¿q ui énes son todos esos otros?...... ........ ...... .... .... ........ 87
1.3. A vu eltas con la crisis ... ... .... ... ....... ... ... ..... .... ... .... ... ..... .. ..... 97
2. En el país de las fantas ías .. .. ........ ..... ..... ... .. .. ......... ... ........ ..... ..... . 108
2.1. En un occidente " posideo lógico" .. ... .. ..... ... .. .... .. ...... .... ... .... 11 3
3. Arquitecturas y fa ntasmagorías........ .. ........ .... ....... ........ .. ....... ..... 120
3. 1. Ecosistemas y territorios................ ...... .... .... ........... .. .... .... ... 12 3
3 .2. La cri sis del mito del M ovimiento M odern o... .. .. ...... ... .. ...... 133
ÍNDICE 7
3.3 . M emori as, recuerdos e hi sto ri as. .. ..... ....... .. ..... ....... ... .... ... ... 156
3.4 . Es el capi ta l, ¡estúpido ¡ ..... ...... .... .. ...... ........ ... .. ..... ... .. ..... .... 164
3.5. Res istencias y descampados. ... ..... ......... ..... ..... .. ......... ... ..... . 180
4. Po líticas y poéticas.. .... .... .. ...... .... ...... ........ ...... .... ......... ... ........ .. . 193
4.1 . Sob re Ranciére y la im pos ibili dad de t irarse de cabeza .. .... . 199
5. Miradas sostenidas ...... .... .. .... ........ ..... .. ..... ... ... .. ........ ... ..... .... .. .. . 2 15
BIBLI OG RAFÍA... .. ...... ...... .... ... .... ... .... ... ...... ... ....... ... ... ... ... .. ... ........ . 22 5
1
La d istinción entre la política y lo po lítico la establece mu y acertadamente Chanta! M ouffe en su
li bro En torno a lo político (Buenos Ai res, Fondo de Cultura Económica, 2007): la po lítica es el conjunto
de prácticas e institu ciones a través de las cuales se crea un determinado orden, orga ni za ndo la coe-
xistencia humana, mientras que lo políti co es el contexto co nflictivo de ese orden porque es una dimen-
sión de antagonismo (d isenso, diría Ranciere) ele las sociedades humanas. Es en rea li dad la misma d ife-
rencia que establece Ran ciere cuando, en El viraje ético de la estética y la política (Santiago ele Chile,
Palinod ia, 2005), describe a la po licía co mo aquello que estru ctura el espacio sensible que ca racteri -
za los cuerpos que lo componen, mientras que la políti ca es la conjunción ele actos que forma liza n una
propi edad suplementaria, un luga r ele desacuerdo entre la reparti ción ele bi enes de la comun idad y sus
distintos dispos itivos. La políti ca surge cuando los excl uidos que no son contados co mo parte soc ial,
denuncian la injusti cia de la igua ldad que funda a la sociedad democráti ca, institu ye ndo el litigio. Es
decir, la política de Ranciere se acerca ría a lo que para Mouffe es lo políti co pero co n una mayor insis-
tencia en la voz de los exclu idos.
' A este respecto sería muy interesante ver el tema titul ado "Torturas impresio ni stas" de Miguel
Ángel García en Los discursos del arte contemporáneo, Madrid, Editori al Uni versitari a Ramón A reces,
20 11 , pp. 67-86.
3 Es cierto que esta idea de " forma dialéctica" será utili zada también por los formalistas ameri ca nos
para j ustifica r, de alguna manera, su alejamiento de lo político. Cuando A lfred Barr anali za el objeto social
del arte, y en parti cul ar del arte abstracto, apunta intenc ionadamente cómo se había enfrentado éste a los
dictadores de la Rusia com uni sta, la A lemani a nazi o la Italia fascista. El mismo Schap iro duda y no ll ega
a precisar en qué debía consistir un arte socialmente consciente apun tando la posibilidad de que los artis-
tas abstractos sea n considerados como " histórica mente progres istas" simplemente por ser abstra tos.
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Pero vo lvamos al mundo del arte y las merca ncías, el mundo en el que
Benjam_in y Adorno centraron su debate. Esa enorm e preocupación de Ador-
no por la caída de la obra de arte en el mundo de la merca ncía es ll evada
por Benjamín a un terreno mucho más definitivo para nosotros . Benjamin
Como todo el mundo sabe, 1968, el año de la " revo lución" de mayo, es
un año fun da mental para las revu eltas estudi ant il es, festivas en el mundo
fra ncés, sangri entas en la pl aza de M éxico. Todo empeza ría en la Universi-
dad de Nanterre, ubi ca da en un suburbio indu stri al del oeste de la ciudad,
con la protesta de unos cua ntos estudi antes co ntra la pro hi bición de entrar
en los cuartos de las chicas. Pero no se trataba só lo de las obsol etas no rmas
de compo rtamiento. Factores como el modelo de enseñanza -basa do en
clases magistrales y en la acumulación gratui ta de conoc imientos-, los recur-
sos materi ales y la opos ició n a la intervenc ión militar en Vi etn am habían
entrado en el di scurso. El clim a social hab ía ido ca lentándose ya entre los
meses de enero y abril , alentado por textos como De /a miseria del estu-
diante de Guy Debord .
En tonces el epi centro del confli cto se tras lada a la Sorbona, en el cora-
zón de París. A pa rtir del 5 de mayo se producen choques con la po li cía,
cada vez más vi o lentos. Cuando el rector Roche recibe el 1 O de mayo a un a
comi sión de tres j óvenes, se ve incapaz de sati sfacerl es, po rque sus reivin-
dicac io nes son ta n gaseosas co mo el pro pi o mov imi ento; Cohn-Bendit
declara al sa lir: " No hemos entabl ado negoc iaciones; só lo le hemos d icho
al recto r que lo que está ocurriendo en las ca ll es es que toda una juventud
se expresa contra un cierto tipo de sociedad" . El momento críti co ll ega cuan-
do una parte de la soc iedad - del arzob ispo de París a los cineastas reuni dos
en Ca nnes- se so lidari za con los revo ltosos de la So rbona. El 14 de mayo se
decl aran en huelga los obreros de Sud-Aviatio n en Nantes y en pocos días
el paro general se extiende como un a mancha de aceite.
Pero no fu e só lo en la Sorbona o en N anterre, ni ta mpoco só lo en Fran-
cia, ni en M ayo, ni en 1968. Fruto de un mi smo espíri tu, tendríamos que
anali zar la ll amada Primavera de Praga, el movimi ento por los derechos civ i-
les encabezados por M artin Luther King y las mov ili zac iones co ntra la gue-
rra de Vi etn am en EE.UU ., o las protestas estudi antil es de M éxi co acabadas
4
En M éxico, octubre del 1968 vería una de las peores matanzas que se recuerdan. Era el año en
que el país celebraba los juegos o límp icos, pero las miradas estaban puestas en los acontecimientos de
Praga y de París y en las noticias que venían de Vietnam, donde se vivían los peores momentos de la gue-
rra. M éxico vivía una fuerte in estab ilidad política, p rod ucto de la cri sis económi ca, y desde agosto se
sucedían importantes manifestaciones pC1bl icas debidamente represa liadas por un gobi erno que no esta-
ba di spuesto a empañar su imagen en fechas tan señaladas. Sin embargo, las protestas continuaron enca-
bezadas por los grupos estudi antiles. El 2 de octubre, en la Plaza de Tlatelo lco se congregaron más ele
50.000 estudi antes. La repres ión no pudo se r más atroz. De las ca ll es convergentes apareció el ejército
y comenzó la matanza. Las tropas di spararon indi sc rimin adamente a la multitud y se ca lcula que más
de 400 estudi antes muri eron en la encerrona. Muchos de los ca dáveres fueron quemados y el mutismo
se impu so sobre lo acontecido aquel día.
En la producción del arte apa recen mu chas actitudes nuevas que iremos
viendo a lo largo de las sigui entes páginas, pero que tienen importantes pre-
cedentes. Ya antes a Dada y al Surrealismo, se habían unido en los ci ncuenta
las propuestas de Pi ero M anzoni, de Yves Klein o de Alberto Greco, Fluxus
y sus conciertos, la apuesta situ ac ionista por la deriva, el hecho de que inten-
ten interrumpir el ritmo hab itual
de las c iudades, aprop iarse de
los luga res. D esp ués, ya en
nuestro arco cro nológico, Ana
Mendieta, Eva H esse, los pave-
ra italianos, Beuys en Alemania,
Heli o O iti cica o Lygia Clark en
Brasil. Y tantos otros, y tantas
otras. Muchas cosas han ca m-
biado en las obras de estos artis-
tas: la preocupación por el len-
guaje, la desaparición del autor,
la presencia del espectado r
como vector integrado en la
obra, la insistencia en el proce- Piero Manzoni, Consumo de arte dinámico
por el público, devorar el arte, 21 de julio de
so, la apertura hac ia la acción,
1960, Studio Filmgiornal e Sedi, Milán.
el cuerpo, el comportamiento ...
Poco a poco lo iremos v iendo.
Lo impo rtante es que todos ell os buscaban en los objetos y en el entorno, en
las acc iones y en las situacion es, un a posibilidad de que lo espontáneo, lo
vivo, resistiera a una soc iedad en crec iente rac io nali zación. Buscaban un
arte nuevo, otro modo de exp res ió n, que se alejara del mercado y se acer-
ca ra a la política, un arte que volviera a tener contenido de uno u otro modo.
Es impos ibl e, en este texto, aba rcarlos a todos con detenimiento. Nos
detendremos so lamente en algunos ejemplos que nos darán una idea de sus
modos de producción, sus formas de hacer. El 21 de juli o de 196 1 Manzo-
ni presenta en la Galería Azimut la acc ió n Consumo de arte dinámico por
el público, devorar el arte. La tarjeta de invitación incluía el siguiente texto:
"E l 2 1 de julio de 1960 a las 19 ho ras está Vd. invitado a co labora r directa-
Por otro lado, en el mi smo contexto de finales de los sesenta emp iezan
a aparecer algun os movimi entos que, más o menos discutidos posteri o r-
mente, saben abrir nuevos ca min os a nuestros modos de traba j ar co n las
propuestas artísticas. Como el arte minimal, por ejemp lo. Bajo la denom i-
nación de Arte Minimal se agrupa la obra de varios artistas que, a partir de
1963, trabajaron con un a seri e de estru cturas primarias de gra n tamaño. El
térm ino minimal sería adoptado a raíz del ensayo Arte Mínima/ publi ca do
por Richard Wollheim en 1985 pero fue a raíz de la exposición Estructuras
Primarias, celebrada en 1966 en el Jew ish Mu seum de Nueva York, cua ndo
esta nu eva co ncepc ión artística traspasó las fronteras de la Gra n M anzana
para propagarse por el resto de l mundo occ idental.
Organizada por el conservador de pintura y escu ltura del Jew ish Museum
de Nueva Yo rk, Kynaston M cS hin e, Primary Structures : Younge r America n
and British Sculptors, presentaba 51 trabajos de 42 artistas muy diversos aun-
4.3. Feminismos
Por las mismas fec has y en fo rm ato vídeo, M artha Ros ler presenta Semio-
tics of the Kitchen (1975), un a perfo rm ance grabada en la que reflex iona
sobre las supuesta rea li zac ión que las muj eres pueden obtener med iante la
práctica de la coci na y conf iere a los instrum entos cotidi anos asoc iados a la
acc ión de coc in ar un aspecto turbul ento y amenaza nte.
Como amenaza ntes aparecen también los objetos cotidianos en algu nas
obras de la arti sta Rosemarie Trockel. En esta ob ra sin título de 1988 el busto
clásico de una muj er (una imagen conocida hasta la saciedad en la hi stori a
del arte) apa rece litera lmente amenazado por dos planchas caseras hac ien-
do una clara referencia a la situación socia l de la mujer. Unas planchas,
entonces, esc laviza ntes, que harán que la muj er planche esta cami sa en una
ob ra del mi smo año. Una ca misa que Trocke l pondrá cuidadosa mente co l-
gada sobre un pedestal y una vitrina. Pero la venganza está servida: dentro
de la vitrina hay un a arañ a (Aracne: otro de los símbolos malignos femeni-
nos) que poco a poco, con paciencia, irá devorándola. La situación femenina
y los eternos miedos masculinos, todo en la misma obra.
A pesar de todo, la principal acusación que caerá sobre esta generac ión
femini sta viene desde una visión del mundo globali zado y es muy simp le:
hay un mundo que no vemos o que no queremos mirar. El discurso teórico
feminista intern acional había sido hasta ese momento, y no podemos negar-
lo, nortea meri cano y europeo. H asta hace bien poco las muj eres de otras
razas y otros contin entes todavía eran claramente ignoradas (c uando no
ap lastadas), por el movi miento fem ini sta europeo y no rtea meri ca no dema-
siado ocupado en hab lar entre ell as (todas teóri cas de reconoc ido prestigio)
de ell as (b lancas, heterosexua les, occ identa les y de c lase media), partiendo
;.
•· .!_-!. ;
·-·~.
Francesc Abad, El Ca m p de la Bota, 2004.
Parti endo del inminente arrasa miento de la zona del Camp de la Bota por
pa rte del Fórum de las Culturas en 2004, el artista rea lizó una profunda inves-
tigación para sacar a la lu z la memori a de ese lugar, un terreno sombrío en el
que fuero n fusi ladas durante la Guerra Civil y en la posguerra más de mil sete-
cientas personas. Un espacio que ya se encontraba desaparec ido bajo una
losa de hormi gón que enterraba una depuradora de aguas y que acabó con-
virtiéndose en una extensa exp lanada que fue utilizada para un gran número
de actividades durante el Fórum. Bajo ellas, se encontraba n los muertos. Entre
otras cosas, el proyecto de Abad pretendía "ayudar a la recuperación de una
memori a hi stórica tan o lvidada y tan necesa ri a". A través de fotografías, docu-
mentos, testimonios orales .. . fue constru yendo progresivamente la hi stori a de
un lugar olvidado.
Pero quizás no todo sea tan sencill o y, como señala Hern ández- Navarro,
este ca mpo de tensiones entre ambas se pueda tambalear en una relectura
de la teoría de la historia de Benjamín. Entonces nos damos cuenta de que
este filósofo promueve una hi stori ografía penetrada por la memori a, es decir,
ab ierta al tiempo y a las relac iones emocionales con el pasado. Una histo-
ri a, ento nces, afectada y afectiva que en rea lidad se encuentra a medio cami-
no entre Historia y memoria de manera que hace que el pasado afecte al pre-
sente. De hecho, si entendemos el asunto de esta manera podríamos pensar
que un gran número de prácticas que ll amamos de la memori a se adentran
en el ámbito de la Histori a, pero se adentran en ell a para cuestionarla, poner-
la en crisis e interrogar los modos estab lecidos de dar cuenta del pasado, es
decir, la Historia tal como la hemos conocido. Van, por tanto, mucho más
1 .1 . Arte y género
Como hemos vi sto, la interrelación de los femini smos con otros di scursos
de la otredad ha contri buido a un análi sis más complejo de las relaciones
entre arte, sexualidad y poder. Se desa rroll aron teorías no universa li stas para
atravesar fronteras culturales y temporales, y reempl azar las nocio nes unita-
ri as de muj er e identidad ge néri ca fe menin a por conceptos de identidad
social plurales y de constru cció n compl eja, donde el género es un concepto
entre otros como raza, cl ase social u ori entac ión sexual. En una era posco-
lonial ningún occidental puede ser compl aciente con ident idades simpl es.
Un a instalac ió n de Robert Gober en la Paul a Cooper Ga ll ery de Nueva
York en 1989 nos ayudará a hacer la transición a este segundo punto que
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Volvamos a mirar las tres imágenes que hemos propu esto al principio
de l capítul o. Es cierto que el ho mbre blanco, occ idental y heterosexual, por
supuesto de clase media, está acosado por sus dos flancos. Pero a lo mejor
no está desesperado sólo por eso. Centrémonos en la im agen de G illi am
Wearing y repasemos un momento un texto de Hal Foster titul ado ¿Qué pasó
con la posm odernidad? y, más concreta mente, el epígrafe titulado Vicis itu-
des del sujeto. Foster empieza ana li za ndo El estadio del espejo del psicoa-
na lista francés Jacq ues Laca n. En este texto, Laca n argumenta que nuestro
ego se o ri gin a a partir del reconocimiento primordial de nuestro cuerpo en
un espejo cuando por fin tiene una primera imagen de unidad corpora l que
todav ía no poseemos cuando somos pequeños. En ese momento, nu estro
ego se identifica co n un a imagen, pero esa identifi cac ión es a la vez una
alienación, porque en el mi smo in sta nte que vemos nuestro yo en el espe-
jo, vemos este yo como imagen, es decir, como otro; es más, por lo genera l
ese yo otro encima es co nfirmado por un tercero, el ad ulto en cuya presen-
cia tiene luga r el reconocimiento, un adu lto que de alguna manera ya ha
co locado, construido y definido nuestra identidad de muchas maneras.
Laca n sostiene que ese cuerpo unido, unifi cado, que vemos contraído en
el espej o, en realidad nos recuerda inconsc ientemente una etapa previa en
la que nuestro cuerpo todavía estaba desunido, en la que todavía no ex istía
esa imagen; un a fa ntasía de cuerpo caótico, fragmentado y fluido, entrega-
Pero hay que fijarse en el título. Bateson, en Hacia una teoría de la esqui-
zo frenia (1952), llama Double Bind a la emisión simultánea de dos órdenes
o mensajes contradictorios. Por ejemplo, cuando una madre le dice a un
hijo: Te perdono, pero todo su cuerpo, todos sus gestos, están diciendo lo
contrario. Bateron ve en ello una situación particularmente esquizofrénica
y, de hecho, considera que puede estar en el principio de la enfermedad.
Sin embargo, Deleuze y Guattari (1995) lo ven de otra manera. Ellos con-
sideran que el Double Bind, el doble atolladero, es una situación absoluta-
mente corriente. La orden contradictoria no es más que el conjunto de Edipo,
un Edipo que oscila entre dos polos: la norma y la neurosis. Esto queda muy
claro en la instalación. Tanto de un lado como de otro, Edipo es el doble
atolladero. Y el esquizofrénico se produce aquí para escapar a esta doble
vía, en la que la normatividad carece tanto de salida como la neurosis, y la
solución está tan bloqueada como el problema. Entonces Deleuze se pre-
gunta cómo hemos podido figurar al esquizofrénico como un andrajo autis-
ta separado de lo real y de la vida. ¿Cómo ha podido la psiquiatría conver-
Pero, por otro, podría mos sospechar, y entonces tendríamos que desde-
cirnos, que todo esto só lo son arrebatos transgreso res, como cuando fuma-
mos, bebemos y practi ca mos sexo en espac ios públi cos como parte de l ca r-
nava l, de la sagrada suspensió n de las reglas o rd inari as. Y vo lvemos a Z izek
(2 01 2) y pensamos en invertir la fó rmul a está ndar del elemento fetichista: " Sé
muy bi en (que debería obedecer las reg las), pero no obsta nte ... (ocas ional-
mente las v io la ya que es to es también pa rte de las reg las)". En la soc iedad
contempo ránea la postura predomin ante es más bi en: "C reo (qu e las repe-
t idas transgres io nes hedoni stas son lo que hace que merezca la pena vivir la
vida), pero no obstante ... sé muy bien que esas transgres iones no son rea l-
mente transgresoras, sino só lo co lo rantes artifi ciales que sirven para reenfa-
tiza r el ca rácter gri s de la rea lidad social". Son la orden de robar un libro en
el contexto de un museo co n un resul tado siempre equivocado, tanto si robo
como si obedezco a la obra. Es Lo Inadecuado, tan inadecuado como la pro-
pia Bi enal en la que se expo ne y la anacró ni ca ex istencia de sus pabell o nes
nac io nales. Tan in adecuadas so n las dife rentes accio nes que suceden den-
tro del pabe ll ó n como el propi o pabe ll ó n. Am bos apoya n y subraya n el
mi smo sistema del arte, el mi smo trasfondo cu ltural.
3. Arquitectura y fantasmagorías
Imágenes del ca mpo de refu giados de Dadaab (Kenia), uno de los mayores del
mundo.
nos parámetros en el trabajo artístico a los que históri ca mente el arte hab ía
estado dando vueltas durante siglos sin conseguir activarlos con plenitud,
como la inclusión del tiempo en la propia obra, ya sea por su efemeridad
como las tormentas de relámpagos, o por su lento paso modifica ndo/a lte-
rando/gestando la propia pi eza como la esp iral de Smithson.
Es innegable que de M aría nos trae rápidamente el recuerdo de la subli-
midad de Fri edri ch frente a los espectacu lares paisajes de la Selva Negra ale-
man a, pero Smithson, además de convertir al tiempo en parte de la crea-
ción, sin ll ega r a aprehenderlo como de M aría, incluyó también en su obra
el valor del proceso, frente a la foto efectiva, exp losiva, ll amativa . Buscar el
espac io adecuado, preparar los materi ales (toneladas de piedra de basalto
negro), dibujar mapas, planear el trabajo, documentar todo el proyecto,
refl ex ionar y mostrar al espectador los problemas a los que se enfrenta el
autor, es un ade lanto de lo que luego serán las investigaciones artísti cas hoy
tan en boga . El proceso de gestac ió n de la pieza es parte de la obra, no son
los diarios sacados a la lu z a posteriori, o las ca rtas a Tea; el autor guarda y
muestra todo aq uello que es parte del proceso, en parte, y esto genera pre-
guntas, para exponer en la ga lería, de la que hab íamos sa li endo corri endo,
lo que no se puede mostrar, como es una intervenc ió n en medio de un
desierto y de un a esca la co losa l.
Es incuestionab le la conex ión socio-cultural de estas intervenciones en
la naturaleza con el contexto cu ltural norteamericano de finales de los sesen-
ta y de los setenta, no sólo por pertenecer ya a la generac ión postdantiana
de la muerte del arte, sino por vincularse, como el mundo hippy que pulu-
la relajado y drogado, a la naturaleza, y en general por resp irar el aire de
contestac ión de las revoluciones sexuales, de los críticos movimientos cívi-
cos o las protestas antibéli cas. M ás que conciencia eco lógica, que es algo
un poco posterior y más europeo, a los artistas no rtea merica nos les intere-
sa refl ejar la idea del rechazo a cierto status qua, al orden, pero también la
Tún eles solares, Nancy Holt Encounter, de James Turrell en el Jardín Botá ni co
(desi erto de Utah, 1973- 1976). de Culi acá n (Méx ico, 20 15) .
El más sutil de los artistas de esta primera generac ión que trabajan en la
naturaleza es el británico Ri chard Lo ng, menos traumático en sus interven-
ciones que los nortea meri ca nos, quizás más cerca no en sus últimos años al
trabajo del mínima/ al trasladar al interior de las sa las de expos ic iones ele-
mentos extraídos de la naturaleza. Lo ng rea li zó va ri os largos viajes por paí-
~7
/
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L-
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El fin al del ca mino que transitaron en apenas una década los arquitec-
tos del Tea m X, un gru po heterogéneo, todo sea dicho, y con cada vez menos
vincul ac ió n según pasaro n los años, lo puso la ya menc ionada actuac ió n
de Di Cari o en U rbino, donde al contari o de la tab ul a rasa lecorbuseri ana o
la ini cial superpos ición de estructu ras de los Smithson, el ita li ano se plan-
teó la reutili zac ión de l patrim oni o ex istente en una de las primeras inter-
venciones de re habil itación a gran esca la y con nuevos cri teri os, sin que ell o
no supu siera la constru cció n de nuevas p iezas en clave co ntemporánea,
como en el fa ntástico anfiteatro de la universidad dentro de l rehab il itado
casco hi stóri co de Urbino . Las posteri ores actuac io nes en el entorn o de la
c iudad hi stóri ca para la constru cc ió n de d iferentes dependenc ias y aloja-
mi ento de varios co legios universita ri os de la ciudad, es la respuesta de D i
Cari o a las posib il idades de l uso de megaestru cturas en contextos hi stóricos
y naturales muy comp lejos, y sin renunciar al uso de nuevas formas y nue-
vos materi ales, como el uso sistemático que del horm igón visto reali zaba el
ita li ano.
La hi stori ografía siempre ha destacado que el último proyecto de Le Cor-
busier antes de fa ll ecer ahogado frente a su cas ita de Cap M artin practica n-
do natac ió n en el mar, fuera el tampoco ejecutado Hosp ita l de Venec ia (la
primera obra contemporá nea que se erigiría en la ciu dad ita li ana), donde se
rend ía en pa rte a la evi dencia de las nuevas propuestas y ll amaba la aten-
c ió n a modo de mensaje póstumo a la redenció n de la arqu itectura moder-
Queda bien de manifiesto que programas compl ejos req uerían respues-
tas más comp lej as que el b loq ue exento, aunque su culto como solución
universal quedó aú n palpable en la elecc ió n del paralelepípedo de hierro y
crista l que alojaría en Nueva York el ed ifi cio de las Naciones Unidas, lo que
es ll amativo como triunfo de la nueva arqu itectura del poder tan vinculada
en la contemporaneidad al rascacielos exento hasta la apa ri c ión de las for-
mas plásticas y escu ltóricas de l triu nfante Guggenheim de Gehry.
Y por fin ll egó la política, y claro, tenía que ser en 1968. Los hechos
sucedieron durante el desarrollo de la míti ca Tri enal de Mil án, espacio de
exhibic ión y de intercambio de ideas que se había convertido en epi centro
de la arquitectura y la profesión un a vez que los CIAM hab ían echado el
cierre y que la Bienal de Venecia no era enton ces el encuentro med iático y
espectacu lar de nuestros días. En aquel año Di Ca rio comisariaba la mu es-
"E l cubo", sede del centro Georges Sede del centro Georges Pompidou
Pompidou en Málaga (20 15). Diseñado en Metz (20 1O) . Obra de Shigeru Ban.
po r los arq uitectos de la Gerencia
de Urbanismo del Ayuntam iento
de Málaga, Javier Pérez de la Fuente
y Ju an Anton io Marín Ma lavé.
Frank Gehry, Walt Disney Concert H all, Frank Gehry, bodegas M arq ués
Los Ánge les (2003). de Riscal (E lciego, La Rioja, 2007) .
Ri chard Foster, cúpul a del Reichstag Jea n Nouvel, Instituto del Mundo
(Berlín, 1999). Árabe (Pa rís, 1987).
En el caso españo l fue el Museo del Prado en el que tras un largo y polé-
mico proceso (se subía y bajaba la protección lega l del ed ifi cio como si fuera
la barrera de entrada de un park ing) el arquitecto españo l Rafae l Moneo se
Claro que una cosa es el esti lo impuesto y otra la culturi zación . La co lo-
nización cu ltural de occ idente tuvo un reflejo importante en el uso de la
arquitectura contempo ránea, pues en muchos casos era una imagen, era
reflejo de modernid ad, y eso era justo lo que se deseaba que ll ega ra tras la
descolonización de los años c in cuenta y sesenta. El hecho de que fuera
denominada "Estilo Intern ac ional" por su desvinculación con el pasado hi s-
tóri co la hacía encajar mejor en la construcción urbana y en la imagen arqui-
tectónica de las nuevas c iudades, de las nuevas cap ita les de los países libe-
rados de la metrópoli, aunque muchos de ellos fueran mi emb ros del nuevo
club del Tercer Mundo.
En el caso de Latinoaméri ca la sombra de Le Corbusier fue extraordi na-
ria, posiblemente el arq uitecto contemporá neo más valorado e influyente
en la región, y el que más huell a ha dejado en la arquitectu ra de los sesen-
ta. Desde M éjico con Félix Ca ndela o Luis Barragán, pasando inev itab le-
mente por el Brasil de Lucio Costa y Osear Ni emeyer, Milton Barragán en
Ecuador, hasta ll ega r a la Argentina donde él mismo eri gió la Casa Curutchet,
o se pude percibir su influencia en la extraordin ari a aunque dejada a su suer-
te Casa del Puente de Amancio Willi ams en M ar del Plata. Es cierto que para
toda esta generación Europa era un a clara referencia, aunque cada autor
supo aportar su personalidad en su trabajo que los hace singu lares y reco-
nocibl es. En el año 2015 y con el motivo de conmemora r el 60 aniversa rio
de su última gran muestra sob re arq uitectura modern a en Latinoamérica, el
Milton Barragán, CIESPAL (Centro Amancio Willi ams, Casa del Puente,
Internacional de Estudios Mar del Plata (Argentina, 1945).
Superiores de Comunicación
para América Latin a), Quito
(Ec uado r, 1978).
Por eso es muy ll amativo el caso de la arqu itecta ita lo-b ras il eña Lin a Bo
Bardi (1914-1992), mujer que rompe en sus obras maduras cualqui er vín-
culo fo rm al co n la herencia modern a y se centra en el entorno y en las posi-
bilidades que se generan alrededor. Uno de los mejores ej emplos de su
obra es el Centro Cu ltural SESC de Pompéia (Sao Paulo), construido en 1977
sobre el terreno de una v iej a fábrica, convirti éndose en la sede de uno de
los edific ios com un ales del Servicio Social de la ciudad . Lina Bo Bardi se
caracteri za por no tener influencias que se puedan identifi car, as í que su
Exterior e interior del Centro Cu ltural SESC de Pompéia (Sao Pu alo, Brasil ).
Obra de Lin a Bo Bardi (1977).
Regresemos a W alter Benj amin, quien contemp lary do los pasajes pa ri si-
nos del siglo XIX ya v io mucho más que arqui tectura. El nos reve ló en aque-
ll os paseos la idea de merca ncía que esconde fa ntasmagorías en su conexión
con el pensa mi ento de M arx . ¿Cuáles será n las nuevas " imágenes del deseo"
que se oculta n en las mercancías? Cuando se trata de representa r, no de pre-
sentar, los caminos pueden ser otros, y como nos avi saba Benjamin, la publi-
cidad puede ser ta mbién una v ía para co nducir al interlocutor hacia otras
subjetividades artific iales, construi das, dirigidas. El Libro de los Pasajes ant i-
cipa en cierto modo el va lor que le conferirá, el fi lósofo que huye del fas-
cismo, a la capacidad de estetizac ió n po lítica triunfa nte en la Europa de los
años treinta, a través de l poder de la im agen que se ha descub ierto en la
rec ién nac ida publi cidad, que asoma en los escaparates cubiertos de hi erro
y cri sta l de los pasaj es pari sinos. La estetización de la política que enuncia
Benj amin en su fa moso texto sobre La obra d e arte en la época de su repro-
d uctib ilidad técnica, es el coro lario a la constru cc ión de un nuevo orden en
torn o a la im agen qu e asoc ia su poder v isual a conceptos q ue permiten
rep resenta r nuevos mundos más all á de la retin a del espectador.
A lo largo del siglo xx se ha ido conso lidando un subgénero muy intere-
sante: las revi stas de arq uitectura. Estas rev istas se han convertido en un
objeto nuevo, cerca no a los pasajes del París del x1x, con sus texturas, sus
Uo'°l•,..,,-,..,,..._T,_......._,...,_.,_,.-.::.::.E.;..
~ - • ... !!lo•
La mirada co lorista, pos itiva, lúdi ca por momentos, como otra vía de re-
construcción, eso sí, donde los discursos críticos dejan de tener sentido. De
hecho el Museo Reina Sofía co nsagró en 2014 un a expos ic ión ("Play-
grounds") al tema de l juego, a anali zar el "potenc ial sociali zador, tra nsgre-
sor y político que tiene el juego cuando aparece vincu lado al espac io púb li -
co". Es esta un a tendencia importante en esta década y med ia del sig lo xx11
el recurso a nuevas estrategias asoc iadas a los nuevos usos y costumbres de
una sociedad diferente a la que realizó sus protestas en mayo del 68, pero
no deja de ofrecer una pendiente un ta nto peligrosa por la que es fác il des-
lizarte cua ndo te descuidas, y empaparte de co lores y de juegos, y d isfrutar
un buen rato mientras algo se quema en la coc in a.
Andrés Jaque (Madrid, 1971) es otro de los arq uitectos que con un punto
de vista indudab lemente renovado y origina l se he hecho un hueco en el
panorama nac io nal e internac iona l. Jaque lidera ahora un estudio multidis-
ciplinar denominado la Oficin a de Innovac ión Política, con sede en Madrid,
y en 2015 estuvi eron por segunda vez en el MoMA de Nueva York, en esta
segunda ocas ión en el patio de la sede del museo en el barrio de Q ueens,
el PS1 , al haber ganado el concurso internaciona l (restringido), obteni endo
el premio You ng Arch itects Program (YAP), que se propone distinguir pro-
Imágenes de Berlín.
El urbani smo táctico, sigui endo a Oli Mould, se enti ende como una serie
de acciones a corto plazo que buscan genera r un ca mbio a largo plazo en
la forma de hab itar la ciudad. Pero su objetivo, a diferencia de ej emplos
anteriores, es complementar, no tanto reempl aza r las formas trad icionales de
hacer ciudad, como el di seño y planificación urbana. Para algunos de sus
defensores, tiene un cierto arraigo en América latina, sus buenos ejempl os
serían aquellos que a partir de acciones ligeras, pruebas ráp idas o prototipos
de bajo costo, logran provocar un ca mbio de mirada y un ca mbio a largo
pl azo en políti cas públi cas que dan forma a la ciudad, es dec ir, que no sólo
se pl antea n como una solución efímera sin mayo r impacto . Es un sistema de
trabajo en el ca mpo del urbanismo que utili za co mo elemento definidor
algunos estudios de arquitectura, y que en algunos textos se debate entre el
fino filo de enca jar o no con el sistema.
Pero el sistema va a otra velocidad, si los padres del Movimi ento Moder-
no nos enseñaron que la esca la era urbana, que la medi da de actuac ión pre-
' Al ' A2
piensa en clave global, planetaria. i ., t ; .,
La s c iudades no son entes aislados ' .!
sino conectados, generando un gran
mapa de nodos intercomuni ca dos, y
son estas vías de intercomuni cac ión
las grandes referencias del nuevo sis-
tema. Es la relac ión que Ross Exo
Adams ha expresado recientemente
entre urbani zac ió n y c ircul ac ió n,
aunque partiendo de un momento
fundado r destacado, la portada de
1867 del texto de lldefo nso Cerd á,
Teoría General de la Urbanización.
Cerdá es el primero, de los teóricos
que surgen en el siglo x1x, en utili zar
y teorizar sobre la palabra urbani za-
ción, urbe, en un nuevo sentido,
ina ugurando un nuevo campo. Pero
Ada ms ahora qui ere poner el foco
pa ra generar un a relectura de todo el Estructura y d iseño del Tótem Expos itivo,
sistema urbano en este siglo y med io estructuras móvi les que servían como
que se ini cia con Cerdá en una frase " fa ros" en el proyecto " Repensa r el co n-
que apa rece en el frontispicio de su tendor", origen del sigui ente "Repensa r
ob ra: " Rurali za r la ciudad, urbani zar la perife ri a" (Pamp lo na, 2018-2019) .
el ca mpo,(. .. ) ll enar la Ti erra" .
Adams rep lantea el legado ep istém ico y político de este estudio hi stóri-
co, y ofrece al mismo tiempo una prehistoria del nexo co ntempo ráneo del
espac io, con el estado, la seguridad y el cap ital, inc luso una ca rtografía para
comprender cómo funciona el poder dentro de las ciudades y poblaciones,
en espec ial sobre temas cruciales como la circul ación y la urbani zac ión .
Exo Adams revela que las ciudades son so lo una dimensión de la proble-
mática urban a, intentando desestab ili za r rad ica lmente las ideologías urba-
nas contemporáneas, para hacer ver cómo desde que surgió la idea de urbe
también apareci ó la de circulac ión, tema que ha parec ido meno r en la his-
toria del urbanismo y la geografía, pero que es el eje actual del sistema cap i-
talista; infraestru cturas terrestres, marítim as, aéreas, pero también de datos,
son las redes que unen, vinculan, conecta n, pero también ata n, condenan
y esclavi za n.
Y mientras tanto, abandonamos los viejos ca minos, eso dice el padre de
Has ier Larretxea, autor de un curioso texto de éx ito en el mundo urbano, El
lenguaje de los bosques, que relata cómo ha cambiado el cuidado hac ia los
4. Políticas y poéticas
5. Miradas sostenidas
A lo largo de este texto hemos vi sto propu estas muy diferentes y mu chas
de ell as nos sacuden con cierta vi o lencia. No voy a in sistir en las prácti cas
de Teresa M argo ll es o en las de Santi ago Si erra, por ejemplo. Sabemos qu e
Benjamín admitía sin prob lemas que una obra de arte se pueda experim en-
tar tanto en la distracción como en la concentrac ión porque lo que le pare-
ce más impo rtante es el efecto de shock que puede tener sobre la audi encia,
una audi encia qu e acepta irremedi abl emente como di straíd a. Y eso en un
mundo en el que tod a la experi encia modern a se entiende en términos de
shock (un intermin able bo mbard eo de imágenes y experi enc ias, lo úni co
que compartimos según Su sa n Bück-Morss (2 005), un estrés del que, como
ta mbi én ha ex pli ca do Bü ck-M orss (1993) ampli ando a Benj amín, hemos
aprendido a defendern os anestes iándonos. Parece que algunos arti stas pre-
tenden " desanestesi arn os" siempre que " desanestes iarn os" signifique entre-
nar/activar nuestra "mirada di alécti ca", tal como la entendía Benj amín : una
mirada no só lo ca paz de dej arse afectar, de dejarse mirar por lo que la mira,
por esa propu esta, esa im agen, que le sosti ene la mirada, sin o de po ner en
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