Politica y Transparencia La Corrupcion C
Politica y Transparencia La Corrupcion C
Politica y Transparencia La Corrupcion C
sociología y política
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POLÍTICA Y TRANSPARENCIA
la corrupción como problema público
sebastián pereyra
3
Índice
Listado de siglas
Referencias bibliográficas
5
Listado de siglas
Agradecimientos
Este libro es el resultado de un largo proceso que tuvo varias etapas de producción y que
representa, de alguna manera, el cierre de un ciclo de vida. En todo este camino
recorrido debo varios agradecimientos que espero reflejen los innumerables aportes que
han hecho posible la culminación de este proyecto.
Los ejes principales de la investigación cuyos resultados se presentan aquí, formaron
parte de una tesis doctoral en Sociología realizada en la École des Hautes Études en
Sciences Sociales (EHESS) de París. Ese trabajo fue dirigido por Louis Quéré, a quien
agradezco especialmente porque fue a través suyo que conocí la sociología de los
problemas públicos y porque sin duda mi tesis se vio beneficiada por su estimulante
estimulante modo de pensar teóricamente.
Ese trabajo, realizado entre Francia y Argentina, no hubiera sido posible sin el apoyo
financiero brindado por el Programa ALBAN de la Unión Europea.
Una serie de intercambios intelectuales en el ámbito del Centre d'étude des mouvements
sociaux (CEMS) fueron decisivos para el rumbo final que adoptó este trabajo. En
particular mi reconocimiento a Cédric Terzi, Danny Trom, Benedicte Zimmerman, Julia
Velkovska y al grupo de colegas y amigos que crearon y animaron el Atelier Espace
Public en el que aprendí y discutí muchas ideas importantes. Entre ellos, quiero nombrar
especialmente a Alicia Márquez Murrieta y a Juan Carlos Guerrero con quienes, por
suerte, he podido construir y mantener una afectuosa amistad a pesar de la distancia.
Durante el trabajo de campo conocí a muchas personas que me recibieron, permitieron
que las entrevistara, me brindaron textos, archivos, etc. A todos les agradezco el haber
hecho posible que este trabajo cuente con un volumen de materiales de campo muy
importante. En particular, agradezco a Luis Moreno Ocampo por la extensa charla en su
oficina de la Corte Penal Internacional en La Haya y a Roberto de Michele por
encontrar lugar para mí en una de sus visitas al país.
En mitad del campo, conocí también a Irène Hors, Manuel Balán y Florencia
Guerzovich. En distintos momentos, los tres compartieron conmigo su interés y su
experiencia en la lucha anticorrupción. Sus reflexiones, comentarios, materiales y
contactos facilitaron de modo considerable esta investigación.
8
Muchos amigos han sido interlocutores directa o indirectamente ligados a este trabajo.
Con Gabriel Nardacchione discutimos e intercambiamos ideas desde que nos
juntábamos a leer en el bar de la librería Losada. No creo que pueda ya calcular mi
deuda intelectual con él. Agradezco también a Gabriel Vommaro por tantas charlas
compartidas y tantos proyectos imaginados y realizados.
Quiero agradecer especialmente a Denis Merklen su permanente generosidad hacia mi
trabajo y porque fue siempre un cálido anfitrión en los años de vida parisina. También a
Gabriel Kessler y Daniel Cefaï, quienes fueron hábiles guías para que este trabajo no se
extraviara en momentos cruciales y que realizaron una lectura atenta, crítica y
constructiva como jurados de mi tesis. En ese mismo carácter, quiero agradecer los
aportes que realizaron a este trabajo Cyril Lemieux, Pierre Lascoumes y Jean-Louis
Briquet los cuales fueron fundamentales a la hora de imaginar un libro a partir de mi
investigación.
En este camino, todos los amigos de la vida parisina han sido también muy importantes:
Santiago Nudelman, Andrea Laserre y Mariano Ostuni, Gil Arban y Sabine Lazzerenza,
Flor Gentile, Juanita López, Marina Franco y Javier Swedzky y Mariana Heredia. Muy
especialmente debo agradecer a Virginia Marpegan y la familia Georgieff por su
hospitalidad, apoyo y acompañamiento.
Durante los últimos quince años, el Grupo de Estudios sobre Protesta Social y Acción
Colectiva (GEPSAC) del Instituto Gino Germani de la UBA ha sido mi lugar de trabajo
y de formación. Debo mucho a mucha gente en ese espacio pero quiero reconocer
especialmente a mis amigos Germán Pérez y Martín Armelino por hacer tan placentero
nuestro trabajo, y muy particularmente a Melchor Armesto que generosamente me
aportó su tiempo y sus conocimientos para lograr convertir mis materiales de campo en
estadísticas sobre escándalos de corrupción. También quiero agradecer especialmente a
Soledad Gattoni, por su lectura atenta y generosa de una primera versión de este libro y
todas las discusiones e ideas que de ahí surgieron.
El Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de San
Martín se ha convertido, en estos últimos años, en mi segundo hogar. El IDAES es para
mi mucho más que un lugar de trabajo, es un proyecto compartido en el que estamos
embarcados con muchos colegas y amigos. Quiero agradecer especialmente a Alejandro
Grimson por imaginar y encabezar ese proyecto como Decano y por toda la confianza,
9
Introducción
Interrogantes sobre la política, la corrupción y la transparencia
Hemos tomado una importante decisión inicial que implica no profundizar en el interés
creciente que despierta la corrupción en muchos países por el solo hecho de que se
constate su generalización (mayores actos de corrupción, negocios asociados con ella,
etc.). De manera intuitiva, podríamos pensar que una simple correlación vincula las
denuncias y las preocupaciones ciudadanas sobre la corrupción política con una mayor
incidencia de los actos de corrupción en la actividad política. Sin embargo, ese vínculo
supuesto y sostenido por la crítica no ha sido corroborado, y difícilmente pueda serlo:
no existen mediciones confiables sobre los niveles de corrupción en los países. Al
mismo tiempo, entendida como un tipo de intercambio, la corrupción supone un tipo de
víctima más bien inespecífico o indirecto.
11
De todos modos, es claro que han cambiado de manera notable las percepciones
respecto de la actividad política y los estándares de evaluación de dicha actividad por
parte de diversos actores sociales. Esas transformaciones han sido el eje central de esta
investigación, que puede enmarcarse dentro de los alcances de una sociología de los
problemas públicos.
Partimos de la base de que el aumento de la corrupción –en el caso que nos ocupa– no
explica que ese fenómeno se constituya en materia de debate público, sino que, por el
contrario, no es necesario tal aumento para entender el modo en que los problemas
públicos se configuran en un momento determinado. Tendremos ocasión de ver que, en
definitiva, no sabemos ni podemos saber verdaderamente si la corrupción (¿de qué
tipo?) se ha incrementado o no (¿en comparación con qué?), y en qué medida lo ha
hecho en los últimos años. Estamos seguros, sin embargo, de que se ha constituido en
un problema público en la Argentina a partir de los años noventa, y que ese proceso
puede ser objeto de un análisis detallado.
Para realizar un estudio de la corrupción como problema público, las definiciones sobre
el fenómeno, su alcance y su horizonte de inscripción institucional son el punto de
llegada y no el recorte inicial que define nuestro trabajo. Saber qué es y cómo se la trata
política e institucionalmente, en un contexto determinado, es el resultado de esta
indagación, así como uno de nuestros objetivos principales es entender de qué modo se
producen los cambios y cómo se constituyen las definiciones compartidas de este
fenómeno. De esta manera, creemos que lo importante no es tratar de analizar si la
corrupción aumentó o no, sino más bien por qué y de qué modo se volvió intolerable.
Este trabajo toma como objeto principal a la Argentina, aunque las referencias y
comparaciones con otros países son recurrentes a lo largo del libro. Por otro lado, las
características de las discusiones actuales sobre la corrupción, y en particular el modo
en que se han estructurado redes de lucha contra ella a nivel internacional, vuelven
menos pertinente acotar la reflexión y el análisis a algún marco nacional particular.
El problema de la corrupción política ha tendido a globalizarse en las últimas décadas.
Los estudios sociales clásicos se inclinaron a pensar la corrupción como una cuestión
típica de los países en vías de desarrollo, como un resabio de los procesos de
modernización económica y política. Algo de eso persiste en la mirada de los
organismos internacionales, instituciones largamente abocadas a producir discursos
12
Algo similar ocurrió en Francia durante ese mismo período, momento en que comenzó
una verdadera rebelión de los jueces de instrucción (juge d’instruction) contra la clase
política. El número anual de condenas en casos de corrupción creció de ciento treinta y
tres en 1990 a doscientos ochenta y seis en 1999. Casi novecientos funcionarios electos
fueron imputados en causas de corrupción, incluidos un ex primer ministro, cincuenta y
tres ministros y ex ministros, el presidente del Consejo Constitucional y el de la
Asamblea Nacional, así como numerosos parlamentarios y alcaldes. Ejecutivos de
grandes empresas y líderes de los principales partidos políticos no escaparon a las
denuncias, las indagaciones judiciales y las condenas (Adut, 2008: 129).
Así, las cruzadas anticorrupción tendieron a multiplicarse durante los años noventa,
aunque los casos nacionales presentan importantes diferencias: mientras que en los
países europeos las coaliciones anticorrupción estuvieron primordialmente encabezadas
por juristas en el ejercicio de la magistratura, en los países latinoamericanos la iniciativa
recayó más bien en los profesionales del derecho, nucleados en ONG, y en los
periodistas. En virtud de esas diferencias, la fisonomía de las coaliciones anticorrupción
produjo resultados disímiles en la producción de escándalos y en las transformaciones
institucionales.
En cualquier caso, lo que resulta innegable es que, tras los noventa, la crítica y la
desconfianza hacia la actividad política, hacia el desempeño de los políticos se han
vuelto un rasgo persistente de la vida democrática, tanto en los países periféricos como
en los centrales. Si volvemos a los casos europeos, las encuestas de opinión en Francia
mostraban en el año 2000 que el 64% de los franceses pensaba que la mayoría de los
políticos eran corruptos (Adut, 2008: 169). El World Values Survey muestra que en
1999 el 62% de los ciudadanos de los principales países europeos y de los Estados
Unidos manifestaban poca o nula confianza en sus parlamentos debido al incremento de
la corrupción.1
En la encuesta Latinobarómetro realizada en 2001 en los países de América Latina, el
74,6% de la población contestó que la corrupción era un problema muy serio en su país.
En la Argentina, esa percepción era compartida por el 88% de los encuestados en 1997
1
Datos del World Values Survey para Francia, Alemania, Grecia, Italia, Holanda, Polonia,
España, Gran Bretaña y los Estados Unidos.
14
2
Sobre el caso de Santiago del Estero, véanse los trabajos de Marina Farinetti; sobre Neuquén y
los cortes de ruta en el interior del país durante la segunda mitad de los noventa, Svampa y
Pereyra (2003) y Auyero (2004).
17
importantes del país. A partir de esa experiencia, los “cacerolazos”, una de las formas
típicas de protesta durante la crisis, han pasado a simbolizar la movilización de esos
sectores medios.
Los cacerolazos, que implican concentraciones en las esquinas de los barrios de la
ciudad y marchas desde allí hacia el centro y hacia algunos sitios específicos (como las
casas de funcionarios, la residencia presidencial, el Palacio de Justicia, etc.), mientras
los participantes golpeaban sus cacerolas, ubicaron el tema de la corrupción en un
primer plano. La consigna “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo” surgida la
noche del primer cacerolazo, se convirtió en el principal eslogan de esta forma de
movilización que se extendió –con una periodicidad semanal– durante casi todo 2002.
Así como los cacerolazos fueron una expresión emblemática del rechazo a la clase
política, en la dinámica de las asambleas barriales ocurrió algo similar. En todas ellas y
en los diversos intentos de coordinación que surgieron durante 2002, se manifestó una
búsqueda por elaborar mecanismos alternativos de representación y actividad política.
En términos más específicos, algunos de esos reclamos se emparentaron directamente
con la dinámica de los escándalos de corrupción que se sucedieron a lo largo de la
década. Las asambleas impugnaron a los jueces de la Corte Suprema de Justicia y
pidieron su destitución por considerarlos un símbolo de la pasividad del sistema judicial
frente a la corrupción protagonizada por los dirigentes políticos. De hecho, las protestas
aludieron sobre todo a un fallo de la Corte Suprema que permitió la excarcelación del ex
presidente Carlos Menem –procesado en una causa por contrabando de armas– hacia
fines de 2001. Los ministros de la Corte, junto con varios dirigentes políticos –en
particular, legisladores y ministros del gobierno provisional y saliente–, fueron objeto
de “escraches” por parte de los asambleístas durante 2002, lo que muestra la intensidad
del conflicto con la dirigencia.
Con sus matices y heterogeneidades, buena parte del movimiento asambleario y de la
movilización social vinculada a la crisis de 2001-2002 estuvo asociada a un fuerte
cuestionamiento de la clase política y sus cualidades morales.
En este sentido, el lenguaje de la protesta respecto de la corrupción permite entender de
qué modo la actividad política es percibida en términos personales, inorgánicos y,
finalmente, desligada de un discurso ideológico estructurado. Los políticos aparecen
18
Esas visiones clásicas se alteraron luego de los años noventa, cuando la corrupción
despertó el interés de analistas y estudiosos de lo más diversos ámbitos y fue
incorporada como una temática específica de disciplinas como la economía, el derecho,
la ciencia política, la sociología, la antropología y la historia. En los últimos años, en el
cruce de esas disciplinas comenzaron a formarse especialistas en la materia, una suerte
de auténticos “corruptólogos”.
Lo que algunos denominan “ciencia de la corrupción” involucra importantes esfuerzos
orientados a definir este fenómeno, a explicarlo y desarrollar estrategias y herramientas
(recomendaciones, convenciones, leyes, políticas, agencias estatales y programas
específicos, entre otros) destinadas a transformar el actual estado de cosas. Esos
esfuerzos provienen tanto del ámbito estrictamente académico (con más claridad en la
economía y el derecho) como del desarrollo de todo un campo profesional ligado a la
consultoría, el activismo y otros espacios donde se desarrolla el conocimiento aplicado.
La expresión antes evocada hace referencia al notable grado de homogeneidad y
coherencia con que se han organizado los estudios sobre corrupción –y también el
desarrollo de políticas específicas en la materia–, tanto en el seno de universidades y
centros de investigación como en otros ámbitos de producción del conocimiento más
directamente ligados a su aplicación (por ejemplo, las áreas de investigación o los
institutos de los organismos internacionales, o las fundaciones y asociaciones civiles
orientadas a la incidencia política y la producción de políticas públicas).
Ivan Krastev caracterizó los principales rasgos de esta visión sobre la corrupción que se
ha difundido internacionalmente y señala que prevalece una impronta econométrica,
sumada a una dimensión moral puritana, que le imprimen rasgos muy particulares al
correlato de los esfuerzos de medición; es decir, a la lucha anticorrupción:
En ese marco, los estudios producidos por las ciencias sociales sobre la corrupción se
han orientado principalmente, por un lado, a la producción de estadísticas e índices –con
la intención de sostener y amplificar las campañas internacionales– y, por otro lado, a
los estudios de caso. En efecto, en los últimos años los intentos de medición y
3
G. O’Donnell define la accountability horizontal como “la capacidad y disponibilidad de
instituciones estatales legalmente autorizadas para llevar a cabo el control y/o sanción sobre
acciones y no acciones, en principio ilícitas, de otras instituciones estatales” (O’Donnell, 2007:
113).
5
Cuando pensamos en el análisis de un problema público tenemos que tener presentes algunos
elementos fundamentales: 1) lo que llamamos un problema social no es una categoría estable
sino que los problemas se vinculan con preocupaciones que son cambiantes en el tiempo; 2) la
lista de las situaciones o estados de cosas que, en un momento dado, pueden ser denominadas
como problemas sociales es prácticamente infinita; 3) las cuestiones sociales se refieren a
desacuerdos; existen siempre diferentes puntos de vista respecto de si una situación es un
problema social o no, y 4) los problemas sociales se refieren a determinado tipo de situaciones y
a personas que se encuentran en o padecen esas situaciones (Loseke, 2007: 6). Sobre el concepto
de problema social y problema público, véase Gusfield, 1981 y Pereyra (2010).
22
6
Remitimos a textos que incluyen listados de los casos nacionales más estudiados: Hodgkinson
(1997), Briquet y Garraud (2001), Waisbord (2002), Krastev (2004), Jonhston (2005), Adut
(2008), Favarel-Garrigues (2009), Guerzovich y De Michele (2010), Morris y Blake (2010),
Della Porta y Vannucci (2012).
24
LA CORRUPCIÓN
7
Los tipos de fraude que identifica Moreno Ocampo son: en las compras del Estado, en el sistema
de cobro de impuestos, aprovechando las políticas económicas del Estado, en el sistema
financiero contra el Banco Central, en la importación y exportación de mercaderías (Moreno
Ocampo, 1993: 141).
8
“La Justicia no es la herramienta para controlar la corrupción”, Clarín, 26/1/1992, p. 4.
30
UCR de la provincia de Buenos Aires, Oyhanarte no había tenido hasta los años ochenta
una participación política ni un protagonismo público importantes.
Al igual que Moreno Ocampo –aunque por razones distintas–, Marta Oyhanarte se
convirtió en una figura reconocida durante los años de gobierno de Raúl Alfonsín, pero
su notoriedad no estuvo directamente vinculada con la actividad profesional sino con la
repercusión de un caso policial en el que se vio trágicamente involucrada. En julio de
1985 su marido, el empresario Osvaldo Sivak, fue víctima de un secuestro. Desde ese
momento y hasta noviembre de 1987, Oyhanarte participó en forma activa en el
seguimiento de la causa y desató una serie de escándalos con sus denuncias sobre las
falencias en las investigaciones, que tuvieron amplia repercusión en ámbitos oficiales,
parlamentarios y en los medios de comunicación. Oyhanarte describe los años
posteriores al secuestro y asesinato de su esposo del siguiente modo:
Dos años, tres meses, seis días y diez horas había estado
recorriendo un laberinto institucional perverso y anestesiado y
podía dar fe del esfuerzo que significaba esa lucha sin tregua
para llegar a un resultado que, de hallarse aceitados los
engranajes republicanos, hubiera sido rápido y exitoso. Esta
situación evidenció los males que corroen a una sociedad
cuando el estado de derecho, la vida constitucional y el sentido
ético de la política son arrasados (Oyhanarte, 2006: 294).9
El caso Sivak tuvo mucha trascendencia porque tenía vínculos con los crímenes de la
dictadura militar y los debates sobre los derechos humanos, muy presentes en esos
primeros años de la transición democrática. La desaparición del empresario y la
participación de personal policial en el secuestro permitieron que el caso tuviera mucho
eco en los medios de comunicación y que la figura de Marta Oyhanarte se transformara
en un símbolo del reclamo de derechos cívicos en el país.
9
El testimonio pormenorizado de esa odisea fue publicado por Oyhanarte en su libro Tu ausencia,
tu presencia (1988).
31
Desde un punto de vista ideológico, Poder Ciudadano fue concebida a distancia de, por
un lado, los partidos políticos y, por otro, del movimiento por los derechos humanos. En
relación con los primeros, Poder Ciudadano debía mostrar más independencia y
eficiencia que las estructuras partidarias tradicionales para debatir e instalar temas en la
agenda pública:
10
Excepto en los libros y documentos públicos, los nombres de los entrevistados y las fuentes han
sido alterados para preservar su identidad.
11
Sobre la relación entre el asesinato de Sivak y Poder Ciudadano, véase también Oyhanarte
(1993).
12
Peter F. Drucker (1909-2005), escritor austríaco emigrado a Estados Unidos en la década del
treinta, fue uno de los principales representantes de la literatura sobre managment a nivel
mundial. Sobre la base de su experiencia como consultor de General Motors en los años
cuarenta, fue uno de los primeros pensadores en establecer las bases de la moderna gestión de
empresas. Escribió más de treinta libros, que fueron traducidos a diversos idiomas y se
convirtieron en verdaderos clásicos de la literatura en la materia.
32
Por otro lado, a diferencia de las organizaciones de derechos humanos, los fundadores
imaginaban un proyecto de trabajo más profesional y orientado hacia otras temáticas:
Para los fundadores, las organizaciones de derechos humanos no manifestaban –en esa
época– demasiado interés en el desarrollo de nuevas problemáticas y, más allá de sus
importantes diferencias internas, evidenciaban una orientación ideológica más
radicalizada y ligada a posiciones de izquierda (incluso de la izquierda partidaria),
contraria al perfil más profesional y reformista que debía encarnar la fundación. En el
primer acto público realizado por Poder Ciudadano, en abril de 1989, Marta Oyhanarte
destacó:
En los primeros años de la década del noventa, las preocupaciones más bien prácticas de
estos personajes que –como dijimos– gozaban de una importante popularidad y
exposición mediática se cruzaron con el interés teórico que un grupo de jóvenes
abogados había comenzado a desarrollar en ámbitos académicos respecto de algunas
temáticas generales vinculadas al Estado y la democracia, en el marco de las discusiones
institucionales de la transición. El grupo estaba integrado por renombrados
constitucionalistas que habían participado en instancias de discusión política sobre la
justicia y la estabilidad de la democracia en la Argentina.13
La figura de Carlos Santiago Nino –abogado constitucionalista formado en la
Universidad de Oxford– es central para comprender la trayectoria de algunos de los
profesionales que formaron parte e impulsaron el desarrollo de Poder Ciudadano en sus
primeros años. Nino fue asesor de Raúl Alfonsín, junto con otro reconocido
constitucionalista, Jaime Malamud Goti, y nucleó a varios estudiantes y jóvenes
graduados para reflexionar sobre cuestiones relativas a la justicia y la política de
derechos humanos del gobierno de la transición.
Nino convocó a otros académicos reconocidos y organizó un seminario sobre filosofía
jurídica y política para analizar los trabajos de filósofos y juristas nacionales y
extranjeros. Allí, predominaron algunos enfoques de la filosofía del derecho y la
filosofía analítica de la acción, que permitieron discutir las cuestiones relativas a la
consolidación democrática (De Michele, 2005: 166).
En ese marco se definieron algunos de los temas que luego serían impulsados por los
discípulos de Nino en los distintos ámbitos de intervención pública –entre ellos, Poder
Ciudadano–. El trabajo de quienes se nucleaban en torno de su figura se prolongó en el
Consejo para la Consolidación de la Democracia.14
13
Sobre el rol político de este grupo de abogados y filósofos de procedencia académica durante la
transición democrática en la Argentina, véanse Nino (1997), Dezalay y Garth (2002), Basombrío
(2004) y De Michele (2005).
14
Nino presidió, desde su creación en 1985 y hasta su disolución en 1989, el Consejo para la
Consolidación de la Democracia, un espacio de reflexión creado por el gobierno a fin de
34
producir las grandes líneas de trabajo para la consolidación institucional del país. A quienes
trabajaron con él en esa experiencia se los denominó “Nino Boys”. Véase Basombrío (2004).
15
Véase Nino (1992: cap. 6).
16
En el trabajo de asesoría junto a Jaime Malamud Goti, Nino ya había trabajado y producido
varias leyes sobre la reforma del sistema judicial, aun antes de que comenzara a funcionar el
Consejo (Basombrío, 2004). Véase también Nino (1992: capítulo 6).
35
Un grupo de quienes se habían formado siguiendo los pasos de Nino encontró en Poder
Ciudadano un nuevo ámbito de participación, que les permitiría desarrollar los temas en
los que venían reflexionando.17 En particular, Roberto de Michele y Roberto Saba serían
directores ejecutivos de la fundación y estarían involucrados en la puesta en marcha de
los principales programas de Poder Ciudadano a lo largo de los años noventa. Poco
antes de su fallecimiento en 1993, Nino publicó uno de sus últimos libros dedicado,
justamente, a pensar el problema de la corrupción.18
Nutrido de esas fuentes diversas, Poder Ciudadano cobró forma entre 1989 y 1991 e
intentó ser, en esa época, un modelo de organización de la sociedad civil no
comprometida ni involucrada en ningún partido político, a partir de definir un núcleo de
preocupaciones compartidas por un grupo de profesionales, políticamente heterogéneo.
El interés principal era difundir y trabajar sobre los que debían ser ejes comunes y
transversales de la vida democrática.
La fundación debía ser el espacio para que ciertos temas pudieran ser sustraídos de la
contienda electoral y partidaria, y se beneficiaran de un tratamiento experto para la
identificación de problemas y la producción de grandes líneas de acción.
17
El desarrollo y la cohesión del grupo de discípulos de Nino se consolidó gracias a los ámbitos de
reflexión y las experiencias profesionales compartidos, así como por el impulso a cierto
itinerario de formación en común, marcado por la obtención de credenciales en posgrados en el
exterior.
18
La obra referida es Un país al margen de la ley (1992). Volveremos sobre sus argumentos
principales más adelante.
36
20
Sobre las características y la ideología del ala técnica del gobierno de Menem, véase Dezalay y
Garth (2002: cap. 2).
22
Algunos escándalos y casos judiciales son recurrentemente utilizados como ejemplo: el “Yoma
(narcolavado)” en 1993, el de los “Ñoquis en el Concejo Deliberante” de 1992, “Los
sobreprecios en contratos de las Fuerza Aérea” en 1992 y “Las coimas a prestadores del PAMI”
en 1994.
38
información –junto con alguna tarea de investigación ad hoc– sobre los circuitos de
corrupción dentro de las empresas, que luego era volcada en informes a los gerentes de
las compañías, para que ellos decidieran qué medidas tomar.
Por esos años, el presidente de Poder Ciudadano era el socio mayoritario del estudio, lo
cual facilitaba un contacto fluido entre las actividades de las dos organizaciones, que,
sin embargo, no tenían un vínculo formal. Eso aseguraba que la fundación dispusiera de
un equipo profesional bien preparado para resolver consultas o llevar adelante acciones
judiciales, así como para el estudio la actividad sin fines de lucro suponía un respaldo
para generalizar y expandir la problemática de la corrupción y, eventualmente,
complementar las actividades profesionales:
Los testimonios hacen referencia a denuncias y debates sobre los organismos de control
y el funcionamiento del sistema judicial, que tuvieron lugar durante los años noventa. El
argumento central, como vimos, es que el gobierno de Carlos Menem desarticuló todas
las formas de control de la administración pública existentes hasta ese momento. Las
denuncias señalaron que existía una estrategia gubernamental para concentrar el poder y
desarticular los distintos organismos de control de la administración. Esa estrategia
incluía: la ampliación del número de ministros y el recambio en la Corte Suprema;
cambios en la FNIA y otros organismos de control del Estado, y, en tercer lugar, el
control de las investigaciones y causas contra funcionarios de los fiscales y jueces
federales.22
Las privatizaciones, que representaban una gran transferencia de recursos, realizadas en
el marco de una modificación de los sistemas de control, se constituían en el contexto
perfecto para una multiplicación de prácticas corruptas en la administración. De ese
modo, el control de la corrupción recaía fundamentalmente sobre la vida interna de las
empresas o los organismos públicos, pero no abordaba la relación entre los actores
económicos y los actores estatales. En ese momento, además, estalló una serie de
40
Los escándalos comenzaron a tener, desde ese momento, un fuerte impacto y gran
cobertura en la prensa gráfica nacional, que se extendería a lo largo de toda la década.
La prensa era, para Poder Ciudadano, uno de los primeros aliados naturales, dada la
voluntad de crear conciencia sobre la cuestión de la participación ciudadana. Por otro
lado, existían canales de comunicación fluidos con los medios y la organización siempre
se preocupó por mantener una estrategia de prensa coherente:
Para los abogados que, desde el estudio, se dedicaban jurídicamente a abordar los casos
de corrupción, la prensa representaba también un aliado indispensable:
Como hemos visto, las trayectorias y los problemas que llevaron a la creación de Poder
Ciudadano se vinculan, en buena medida, con cuestiones políticas de escala nacional y,
en particular, con la impronta que dejaron ciertos procesos ligados a la transición
democrática y, posteriormente, a la implementación de las políticas neoliberales de
apertura económica y reforma del Estado. Rastreando la actividad de los primeros años
de Poder Ciudadano, sin embargo, encontramos que también fueron los procesos de
carácter internacional los que permitieron el desarrollo efectivo de la organización. En
primer lugar, las políticas de reforma del Estado y el progresivo financiamiento
internacional de las políticas públicas en el país crearon un clima que favoreció el
desarrollo de ONG. Todos los programas de reforma con financiamiento internacional
(en especial, la descentralización y focalización de las políticas sociales) incluían
cláusulas que requerían la presencia de ONG como contrapartes de la gestión de las
políticas. Aunque Poder Ciudadano no se benefició en forma directa con esas nuevas
fuentes de financiamiento, es innegable que su creación se produce en ese contexto
mayor de expansión del sector favorecido por las políticas de reforma y los organismos
internacionales que las impulsaban y financiaban.23
23
Sobre la relación entre las políticas sociales, el financiamiento internacional y el surgimiento de
ONG, véase González Bombal y Villar (2003).
42
24
Sobre la definición de las estrategias internacionales de actores que utilizan cierto capital
acumulado fuera del país para construir poder en sus países de origen, véase Dezalay y Garth
(2002: 7-8).
43
25
Remedios contra la corrupción (1981).
26
Corruption: a study in political economy (1978). Susan Rose-Ackerman visitó la Argentina en
1994, invitada por la embajada de los Estados Unidos. La profesora de Yale dictó una clase
sobre “Economía, política y ética” ante altos funcionarios del gobierno y miembros de ONG.
Asimismo, dio una conferencia en la sede de Poder Ciudadano. Véase “Enseñan a funcionarios
cómo se debe combatir la corrupción”, Clarín, 5/6/1994, p. 11.
27
“En esta línea, es importante reconocer que en la medida en que aumenta la tentación, el nivel
de corrupción entendida como el uso de recursos públicos para fines privados crece. Los
funcionarios son tentados para comprometerse con la corrupción cuando el monto de la ganancia
es mayor que la penalidad que merecerían en caso de ser descubiertos, o cuando las
posibilidades de ser descubiertos son escasas” (Torres, 2004: 13-14).
44
28
Klitgaard desarrolló una ecuación para el análisis de la corrupción que ha sido retomada en el
trabajo experto en estos temas. La fórmula es C = M + D - T (la corrupción es igual a monopolio
de las decisiones, más discrecionalidad, menos transparencia).
45
29
Véase, en particular, el libro programático de Luis Moreno Ocampo.
46
En Estados Unidos, estas discusiones habían surgido tras el escándalo del Watergate,
por lo que las décadas posteriores no sólo fueron propicias para la producción de ideas
relacionadas con el tema sino que el desarrollo legal y político de los acontecimientos
despertó gran interés (en especial entre las empresas estadounidenses con actividades
comerciales y productivas instaladas fuera de ese país) y trascendió las fronteras. La
Foreign Corrupt Practices Act (FCPA) impuso importantes sanciones para aquellas
empresas norteamericanas que en el exterior realicen o fomenten prácticas corruptas.
Esas restricciones generaron una desventaja estratégica frente a las empresas de otros
países desarrollados que podían recurrir a ese tipo de prácticas en su relación con los
gobiernos del tercer mundo para mejorar sus oportunidades comerciales. En el contexto
del vasto programa de privatizaciones que comenzó en la Argentina en 1989, los
intereses comerciales estadounidenses intentaron, a través de diversas modalidades,
mejorar sus oportunidades frente a las compañías europeas.
El interés por internacionalizar el debate sobre la corrupción cobró un nuevo impulso a
fines de los ochenta. En ese momento, la USAID presentó el proyecto “Rendición de
Cuentas y Anticorrupción en las Américas” (Proyecto AAA),30 cuyas actividades
comenzaron en 1989 con el doble propósito de “formar conciencia en los ciudadanos
30
Para más datos generales sobre el proyecto, véase <www.respondanet.com>.
47
31
En su libro, Moreno Ocampo lo expone de la manera siguiente: “El derrumbe de los gobiernos
comunistas y las dictaduras militares latinoamericanas parecen marcar un cierre de esa
discusión. Queda un único sistema mítico en pie. Sin embargo, lo que resta no es el fin de la
historia sino una disputa diferente, más compleja y difusa. No se trata de luchar contra un
enemigo externo que francamente propone otros principios, sino de que dentro de las
democracias republicanas el sistema mítico se desplace a los códigos prácticos basados en la
fuerza o en la corrupción” (Moreno Ocampo, 1993: 165).
32
Estas han sido las áreas principales de financiamiento del programa desde su creación hasta la
fecha. Véase USAID (2005: 33).
33
“El primer punto de los catorce que el gobierno de Clinton propone para la agenda de la Cumbre
de las Américas se refiere a la lucha contra la corrupción. Se intentará discutir sobre la sanción
al pago de sobornos en los negocios; el desarrollo de planes nacionales contra la corrupción, que
incluya un blanqueo del financiamiento de los partidos; la sanción de fuertes penas contra el
pago de coimas; y la cooperación para el desarrollo de controles” (“Corrupción, tema central de
la cumbre americana”, Clarín, 5/10/1994, p. 12).
34
Véase, en particular, “La corrupción, eje de la agenda de América Latina”, Clarín, 2/12/1996;
“La corrupción en la Argentina, bajo la lupa de los Estados Unidos”, La Nación, 8/5/1997; “La
corrupción será uno de los temas de la visita de Clinton”, Clarín, 8/10/1997; “Estados Unidos
advirtió sobre la corrupción y elogió las reformas económicas”, Clarín, 13/10/1997, y “Roque
pedirá consejos para controlar a la Aduana y la DGI”, Clarín, 16/10/1997.
48
35
“La estrategia del Banco Mundial se asemeja a la desplegada este año por el Fondo Monetario
Internacional (FMI), que comenzó a exigir certificados de buena conducta institucional a los
países deudores. Y el escenario no es casual: América Latina figura entre las regiones que menos
garantías ofrecen para la radicación de inversiones, aunque comparativamente está mejor que los
países africanos y los pertenecientes a la ex Unión Soviética. La violación de la cláusula de
transparencia –que antes no era necesaria si cerraban las cuentas– dará lugar a sanciones, como
la suspensión de contratos y la inclusión del país corrupto en una especie de lista negra para
trabar futuras participaciones en otros negocios” (“El Banco Mundial presiona para que el
gobierno apure la reforma del Poder Judicial”, Clarín, 11/8/1997). Véase también “El FMI exige
a los gobiernos que echen a los corruptos”, Clarín, 2/9/1997; “El Fondo exige un compromiso
de lucha contra la corrupción”, Clarín, 21/9/1997, y “Trabarán los préstamos a los países que
tengan corrupción”, Clarín, 22/9/1997.
36
Para un panorama general y algunos datos sobre el financiamiento norteamericano de ONG en la
Argentina, véase Marsal (2005).
37
El programa “Representatividad política” fue financiado por una fundación con sede en
Washington, denominada National Endowment for Democracy (NED). El programa “Educación
para la participación”, por la Embajada de Canadá. Algunos testimonios señalan que, en los
primeros años, existía también un programa sobre seguridad ciudadana que luego fue
49
contenido de esos primeros programas reflejan los temas centrales en los que seguiría
trabajando la fundación a lo largo de los años (véase el cuadro 1.1.).
abandonado porque se superponía con el trabajo que habían encarado algunas organizaciones de
derechos humanos. Buena parte de los datos sobre los programas, las actividades y el
financiamiento de las actividades de Poder Ciudadano fueron cedidos al autor por Irène Hors, a
quien debo un profundo agradecimiento por su generosidad.
50
38
La figura predominante de Moreno Ocampo se aprecia en la resolución que tuvieron algunos
conflictos ideológicos que surgieron en la fundación. Por ejemplo, en abril de 1994, Marcelo
Aftalión renunció a Poder Ciudadano luego de que Moreno Ocampo realizara declaraciones
públicas en las que defendía aspectos de la política anticorrupción del gobierno de Menem. En
esa oportunidad, más allá de que la fundación se diferenció de sus dichos, lo cierto es que el
incidente finalmente terminó con la renuncia de Aftalión. Véanse “Portazo en Poder
Ciudadano”, Clarín, 23/4/1994, p. 11, y “Poder Ciudadano”, Clarín, 3/5/1994, p. 14.
52
Hasta aquí, los orígenes de las demandas contra la corrupción en el país y el tipo de
arreglo organizacional en el que crecieron y, progresivamente, se instalaron. En el
próximo capítulo veremos con más detalle cuál fue la deriva de estas nuevas formas de
denuncia de la actividad política, y la multiplicación de actividades y organizaciones
que permitió consolidar un verdadero campo de trabajo experto sobre la anticorrupción
y la transparencia.
53
1. Difusión
1.1. Público general (alcance medio)
1.2. Público general (alcance masivo)
1.3. Públicos específicos
1.4. Públicos experto y académico
2. Educación e investigación
54
4. Recepción de denuncias
Fuente: Hors (2000), memorias y documentos de Poder Ciudadano, ADC, CIPPEC, INECIP,
ACIJ y CIPCE.
Las actividades que analizaremos a continuación tienen que ser puestas en perspectiva,
dado que Poder Ciudadano, en particular, y el mundo de las organizaciones de la
sociedad civil sufrieron una serie de cambios que suelen ser evocados en las visiones
retrospectivas que los entrevistados tienen del período. En primer lugar, algunos
testimonios –en coincidencia con quienes han analizado en detalle la actividad de este
tipo de organizaciones– sostienen que durante la década de los noventa existió una
transformación sustancial, y de la primacía inicial de las actividades orientadas a la
denuncia y el sostenimiento de valores se pasó a una orientación menos general y más
vinculada a la intervención técnica y a la producción de resultados concretos y
específicos (Hors, 2000, y Saba, 2002).
55
Años más tarde ese perfil fue reemplazado por el de jóvenes profesionales en busca del
desarrollo de una carrera y, en algunos casos, exigidos por la progresiva degradación del
mercado laboral argentino. Así lo explicitó uno de los entrevistados:
Siempre digo que Poder Ciudadano hizo las mejores cosas casi
sin plata. Porque finalmente, si no, […] vamos a ser un poco
más empleados y menos militantes. Y eso es grave. Soy una
gran luchadora, […] Poder Ciudadano no es venir a trabajar de
ocho a doce y de dos a cuatro, porque no es eso. Poder
Ciudadano es una actitud de vida (entrevista del autor con C.,
integrante de Poder Ciudadano, mayo de 2005).
57
En cuarto lugar, el pluralismo político que caracterizó el período de fines de los años
ochenta, cuando la coexistencia pacífica y la competencia leal eran valores importantes,
sostenidos en los ideales democráticos, fue progresivamente reemplazado por una
distancia y crítica crecientes respecto de la actividad de los partidos políticos en general.
Así, por ejemplo, si en la época de su creación Poder Ciudadano podía reclamar un
espacio políticamente heterogéneo, en virtud de la militancia o simpatía partidaria de
sus miembros, a comienzos del nuevo siglo la fundación era eminentemente apolítica o
apartidaria. Esa distancia se evidencia en la percepción de las diferencias fundamentales
entre la militancia y el trabajo técnico-profesional evocadas en los testimonios.
Volveremos sobre ello más adelante.
En quinto y último lugar, hay grandes diferencias en la concepción de la relación de
Poder Ciudadano con el Estado. Así, mientras que durante los años ochenta era
impensable un trabajo de colaboración o en conjunto con las agencias estatales, hacia
fines de siglo esa perspectiva no sólo era concebible sino que en algunos casos incluso
era deseable:
39
Esas reuniones son un ejemplo de las posibilidades que ofrecía, a los miembros de la fundación,
la movilización de las redes informales que los unía a políticos, jueces, abogados, artistas y
profesionales de distintos ámbitos. El mejor ejemplo fueron las reuniones mensuales organizadas
entre 1992 y 1994, en la sede de la Fundación Banco Patricios. Allí se desarrollaron debates y
paneles con un perfil más bien académico, así como actividades culturales y artísticas de distinto
tipo. “En el marco de estas reuniones públicas, el 6 de julio de 1992, la fundación Poder
Ciudadano convocó a la ciudadanía a participar de la obra ‘Psicodrama del Corrupto’. El
objetivo de esta obra de teatro era demostrar que la corrupción está instalada en todos los niveles
de nuestra sociedad. Bajo las preguntas, ¿Sabemos qué le pasa al corrupto? ¿Conocemos los
mecanismos internos y externos que lo llevan a corromper? ¿Condenamos con rigor los
pequeños actos ilícitos con que nos enfrentamos cada día o nos parece irrelevante cometerlos?,
etc., se invitó a los ciudadanos a debatir sobre el problema de la corrupción (véase Revista Poder
Ciudadano, nº 15). La idea original de la obra es de Jorge Torlasco y el guión, de Jacobo
Langsner. Para realizar un análisis de los hechos representados, Poder Ciudadano invitó en esa
oportunidad a dos conocidos psicoanalistas, al autor de la obra, a un economista y a un juez de la
Cámara Federal” (Poder Ciudadano, 2000: 2).
40
En 1992, se elaboró el programa del seminario “El problema de la corrupción y sus soluciones”,
que fue dictado en la Universidad de Buenos Aires, en el Instituto Nacional de la Administración
61
involucrada en las visitas que realizaron al país algunos de los expertos más importantes
en temas de corrupción (como Klitgaard y Rose-Ackerman) para la organización de
seminarios y conferencias, y ese núcleo también se amplió más adelante a expertos
ligados al trabajo judicial (como los fiscales italianos que investigaron el caso
denominado “mani pulitte”).41
Desde el comienzo, la cuestión educativa no sólo se restringió al ámbito universitario.
Poder Ciudadano dedicó buena parte de sus esfuerzos a desarrollar charlas en escuelas
primarias y secundarias, cuestión que permitió, tiempo después, expandir ese trabajo a
otro tipo de actividades creativas. Una de las características de Poder Ciudadano es el
desarrollo de iniciativas que, en virtud de su novedad, han generado un importante
impacto y una muy buena recepción. Entre 1992 y 1996, se realizaron dos importantes
concursos orientados a estimular la producción en ámbitos educativos, con el apoyo de
los medios de comunicación, las editoriales y las propias entidades educativas.42
Por otro lado, entre las diversas actividades que es posible rastrear a lo largo de los
últimos quince años, resulta particularmente interesante la experiencia de los foros de
interés público, realizados en Buenos Aires desde 1993. Estos retomaron el modelo de
los “Foros de asuntos nacionales” desarrollados desde 1981 por la Fundación Kettering,
institución que ofreció entrenamiento a los miembros de Poder Ciudadano. El objetivo
principal era confrontar a los participantes con una situación hipotética de toma de
decisión, para pensar y reflexionar sobre la complejidad de los problemas y la
diversidad de alternativas disponibles para arribar a una solución.
43
Un caso particular fue la presentación por parte de Poder Ciudadano de un proyecto de artículo
en la Convención Constituyente de la Ciudad de Buenos Aires en 1996. “También hizo su
aparición en la Biblioteca el ex fiscal Luis Moreno Ocampo, integrante de la organización Poder
Ciudadano, para presentar su proyecto ‘Cláusula de transparencia’. Si este recibe el apoyo
prometido por las distintas bancadas, se descuenta que conformará uno de los artículos de la
Carta Magna comunal. ‘Nuestra iniciativa apunta a que cualquier persona tenga libre acceso de
información sobre el manejo de los fondos públicos’, explicó Moreno Ocampo. ‘Se trata de un
registro computadorizado que no sólo ofrecerá datos sobre el patrimonio de los funcionarios
municipales, sino también sobre los contratistas de la comuna, los montos de las contrataciones
63
y sus características.’ El proyecto de Poder Ciudadano va más allá: propone que la inscripción
sea obligatoria para los funcionarios y para todos aquellos contratistas que deseen prestar
servicios a la comuna” (“Una estatuyente abierta”, La Nación, 13/8/1996). Ese texto finalmente
se aprobó como artículo 132 del Estatuto de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
44
Acción por la República fue fundado en 1997 por Domingo F. Cavallo, luego de su salida del
Ministerio de Economía, durante el gobierno de Menem.
64
organismo que fue creado con el objetivo de “promover en forma directa, o a través de
instituciones de la sociedad civil, la participación ciudadana en procesos que ayuden a
orientar, controlar y transparentar la gestión del Gobierno de la Ciudad” (Oyhanarte:
2006: 2).
El diseño organizacional dispuesto permitió –según el testimonio de la propia
Oyhanarte– una coexistencia pacífica entre el personal que llegó con ella al Centro y los
empleados de planta del gobierno que fueron destinados a esa dependencia. En un
momento en que Oyhanarte gozaba de mucho prestigio y exposición pública, la
funcionaria se alejó rápidamente del cargo para aceptar una candidatura a legisladora.
Centrando su campaña en los temas de corrupción, Oyhanarte encabezó la lista radical a
legisladores de la Ciudad de Buenos Aires y obtuvo más del 50% de los votos.
45
Discurso pronunciado en un acto de campaña, en septiembre de 1997 (cit. en Oyhanarte, 2005).
65
46
Agrupamiento fundado en 1996 y comandado por Gustavo Beliz luego de renunciar a su cargo
como ministrio del Interior, durante el gobierno de Menem. Beliz volvió al gobierno como
ministro de Justicia, de la mano de Néstor Kirchner, entre 2003 y 2004.
47
La Mesa del Diálogo Argentino fue una iniciativa de la Conferencia Episcopal (máxima
autoridad de la Iglesia católica) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD). Se trata de un proyecto impulsado por el PNUD desde comienzos de 2001, que luego
del desencadenamiento de la crisis en diciembre de ese año adquirió gran envergadura. A
principios de 2002, una ronda de discusiones sectoriales fue oficialmente lanzada por la
Comisión Episcopal, la dirección del PNUD en la Argentina y el presidente provisional Eduardo
Duhalde, constituyéndose en uno de los principales escenarios de negociación durante la crisis.
48
Durante la década, esta expresión comenzó a ser utilizada de modo creciente para denominar a
un conjunto de ONG que, por motivos diversos, tenían intereses y temáticas de trabajo similares
a las de Poder Ciudadano.
67
La Alianza triunfó en las elecciones de 1999 y Ricardo Gil Lavedra,49 quien había
convocado a Roberto de Michele para definir las políticas de transparencia durante la
campaña, asumió como ministro de Justicia y Derechos Humanos. La coalición se había
impuesto en los comicios haciendo de la corrupción uno de sus ejes principales. Al poco
tiempo, el nuevo gobierno creó la Oficina Anticorrupción en el marco del Ministerio de
Justicia y De Michele se incorporó como director de Planificación de Políticas de
Transparencia de la Oficina Anticorrupción (Charosky, 2002).
Más adelante analizaremos con más detalle los alcances y desarrollos de la Oficina
Anticorrupción, pero cabe destacar aquí que la apuesta de De Michele, al igual que la de
otros profesionales que se integraron al proyecto, fue desarrollar desde el Estado el
mismo tipo de reflexión técnica en materia de corrupción que habían impulsado desde la
fundación.
49
Ricardo Gil Lavedra es abogado penalista e integró la Cámara Federal que juzgó a las juntas
militares de la última dictadura. Luego fue secretario en el Ministerio del Interior, durante el
gobierno de Alfonsín. Gil Lavedra conoció y mantuvo estrechos contactos tanto con Carlos Nino
como con Luis Moreno Ocampo, aunque siempre se diferenció de ellos por ser un simpatizante
más orgánico de la UCR.
68
50
“Organizaciones no gubernamentales como la ADC, el Centro de Estudios Legales y Sociales
(CELS), la Fundación Poder Ciudadano, el Centro para la Implementación de Políticas Públicas
para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC) y otras organizaciones como la Fundación Ambiente
y Recursos Naturales (FARN), el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y
Sociales (INECIP), la Fundación Cambio Democrático, el Foro por la Transparencia, por
mencionar algunas de ellas, en forma concertada han desarrollado estrategias de incidencia
legislativa” (De Michele, 2005: 172). Véase la información sobre los orígenes de estas
organizaciones en el siguiente apartado.
69
La caída del gobierno de la Alianza en diciembre de 2001 puso fin al proyecto original
de la Oficina Anticorrupción, que, por otro lado, no estuvo exento de fuertes tensiones
durante sus primeros años de funcionamiento. En el capítulo 6 presentaremos los
principales apoyos y desafíos políticos que enfrentó la Oficina y algunos de los
principales motivos que influyeron para que su papel no respondiera, en definitiva, a las
expectativas que había generado la lucha contra la corrupción. Sin embargo, es
necesario señalar que el trabajo técnico vinculado más al desarrollo de políticas y menos
a la investigación de casos fue relativamente exitoso. Prueba de ello es que el plantel de
la Oficina Anticorrupción se mantuvo en su cargo a pesar de la debacle institucional, y
sus tres directores –incluido De Michele– recién fueron removidos en octubre de 2002,
aun cuando se había tratado de designaciones claramente políticas (Charosky, 2002).
LA CONSTRUCCIÓN DE ALIANZAS
experiencia más bien porteña, dado que la fundación no logró abrir filiales en otros
puntos del país ni desarrollar relaciones estables con un número considerable de ONG.
En el año 2000, la fundación comenzó un trabajo sistemático en la ciudad de Buenos
Aires para generar una gran coalición de organizaciones de la sociedad civil, a través de
foros sociales, lo cual permitió el desarrollo de un intenso intercambio. Durante los años
noventa, Poder Ciudadano se concentró de manera decidida en la movilización de la
lucha anticorrupción, se consolidó como un modelo exitoso y abrió el camino para el
surgimiento de nuevas organizaciones y para que algunas de las ya existentes adoptaran
esa misma metodología.
Describiremos brevemente la trayectoria de las distintas organizaciones que en distintos
momentos trabajaron sobre temas de corrupción, que se mantuvieron cercanas a Poder
Ciudadano y que reencontraremos interviniendo como un bloque homogéneo en la crisis
de 2001. Todas tienen diverso tipo de capacidades (realización de campañas, trabajo de
investigación, litigio judicial, desarrollo de políticas públicas, etc.) para intervenir en
temas específicos, que cambian en virtud de las fuentes de financiamiento y la agenda
pública.
En principio, debemos mencionar al CELS, un organismo de derechos humanos creado
en 1979, que en los años noventa –frente al declive de los debates sobre derechos
humanos– comenzó a profesionalizar y a diversificar su estilo de trabajo. Aunque
ideológicamente nunca compartió los puntos de vista de Poder Ciudadano, las dos
organizaciones se acercaron hacia fines de la década, al compartir el mismo espacio
físico –producto del financiamiento común de la Fundación Ford– y a partir de la
incorporación en el CELS de un programa específico sobre transparencia, que se
prolongó hasta 2005. Los temas primordiales del CELS siempre estuvieron ligados a los
derechos humanos y su actividad central es el litigio judicial y la investigación
académica.
71
En segundo lugar, encontramos la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), creada
en 1995 por iniciativa de Alejandro Carrió un abogado constitucionalista cercano a la
UCR. La asociación reunió en su momento a muchos de los discípulos de Carlos Nino y
desarrolló un estilo de trabajo similar a Poder Ciudadano aunque fue adoptando con los
años un perfil más profesionalizado. Inicialmente dedicada al litigio de interés público,
ADC se convirtió con los años en un verdadero centro de produción de investigación
jurídica. Desde el año 2001 y hasta 2009, Roberto Saba ocupó el cargo de director
ejecutivo y contribuyó fuertemente a la consolidación de la organización. Esta
asociación representa en muchos sentidos una continuación del proyecto inicial del CEI
e incluso de la propia fundación Poder Ciudadano al menos en la orientación que le
imprimieron a la fundación R. de Michele y R. Saba.
52
La Fundación Grupo Sofía fue creada en 1994 por Horacio Rodríguez Larreta (h.), un
economista que realizó un máster en administración de empresas en la Universidad de Harvard.
El objetivo principal de Sofía ha sido siempre formar equipos de trabajo para integrar a los
planteles del Estado, a partir de acuerdos con los dirigentes políticos. Larreta ha sido funcionario
en diversos ámbitos de la administración pública durante los gobiernos de Menem y de la
Alianza. Luego de la crisis de 2001, se sumó como principal asesor de Mauricio Macri al partido
denominado Compromiso para el Cambio.
53
Fue fundado a principios de 2000 por un grupo de jóvenes profesionales, con el objetivo de
desarrollar análisis y propuestas de políticas públicas en los principales ámbitos de intervención
estatal.
73
las grandes crisis del país, que son las que tuvieron proyección internacional. Así, los
años posteriores a la hiperinflación en 1989 y a la crisis de diciembre de 2001 han sido
satisfactorios en términos de financiamiento, pero el país se torna menos interesante
durante los períodos de calma, cuando paradójicamente una organización como Poder
Ciudadano puede trabajar de manera más efectiva.
Más allá del financiamiento, las redes y las relaciones internacionales han sido una
característica permanente del trabajo de la fundación. En este sentido, podemos
distinguir las redes y los intercambios académicos y/o profesionales de aquellos que
tienen un carácter más orgánico e institucional. En el primer caso, se trata de vínculos
que incluyen la posibilidad de mejorar la formación profesional de los miembros de la
organización vía la realización de cursos o posgrados en el exterior, la participación y
realización de eventos de carácter académico o experto, y el intercambio de ideas en
general.54 El segundo, refiere a la posibilidad de disponer o invocar el nombre de una
organización internacional para hacerlo valer internamente, como es el caso de la RID55
y de TI.56
54
Este tipo de vínculo internacional es más bien personal y se vincula con aquellas personas que se
dedican al menos parcialmente a mantener un perfil de trabajo académico. Sin duda, el mejor
ejemplo de ello es el de Carlos S. Nino con la Universidad de Yale. Véase Basombrío (2004).
Sobre la productividad de las redes académicas y profesionales, véanse Keck y Sikkink (1998) y
Dezalay y Garth (2002).
55
La RID se creó en 1995. Las seis organizaciones fundadoras fueron: Compañeros de las
Américas (Estados Unidos); Asociación Conciencia y Fundación Poder Ciudadano (Argentina);
Corporación Participa (Chile); Instituto de Investigación y Autoformación Política (Guatemala),
y Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de los Andes (Colombia). Actualmente,
cuenta con más de 350 miembros en 24 países que promueven la participación ciudadana en la
región por medio de la cooperación, la capacitación y la divulgación de información. La RID
está asociada a Civicus, “una alianza internacional dedicada a estrechar la acción ciudadana y la
sociedad civil a través del mundo, cuyos miembros incluyen OSC, organizaciones voluntarias,
fundaciones filantrópicas e individuos”. Véanse <www.redinter.org> y
<www.poderciudadano.org>.
56
Fue creada en 1993 por Peter Eigen, un funcionario retirado y en estrecho contacto con el Banco
Mundial. TI tiene un secretariado general en Berlín y está constituida por una vasta red de
organizaciones (denominadas capítulos) en más de 190 países (véase <www.transparency.org>).
TI se define como una organización de escala mundial y, ciertamente, es el centro de una red de
intercambio de información y desarrollo de herramientas con una temática específica, pero la
relación entre el secretariado y los capítulos nacionales es más distante, y de hecho las temáticas
específicas de trabajo pueden variar considerablemente en las distintas regiones (la lógica es
bastante similar, en este sentido, a la de los organismos internacionales). Para ver algunas
repercusiones en la Argentina de la creación de TI consúltese el editorial de Clarín del 9/5/1993,
“Corrupción en el mundo” (p. 16).
75
57
Sobre las investigaciones de Eva Joly acerca de la actuación de la empresa Enron en diversos
países africanos, véase Joly (2003).
76
LA PRODUCCIÓN DE DATOS
58
La encuesta de Gallup abarcó 950 casos en el área de la ciudad de Buenos Aires y el Gran
Buenos Aires.
59
Sobre la relación entre encuestas de opinión y procesos electorales, véase Blondiaux (1998).
Para un estudio de la incorporación de las encuestas de opinión como herramienta fundamental
para la actividad política electoral en la Argentina, véase Vommaro (2004).
78
Desde este punto de vista, las encuestas y mediciones tienen una posición estratégica en
la definición de los problemas públicos, dado que permiten vincular las respuestas de
los representantes con los intereses de los representados. Así, juzgar y opinar aparecen
definidos como un recurso de poder para el ciudadano en la medida en que puedan
movilizarse las encuestas de opinión para influir en las decisiones (de campaña o de
gestión) de los políticos. Como señala L. Blondiaux (1998: 14), en todas las
democracias contemporáneas, las encuestas se impusieron como un verdadero modo de
acceso a la opinión pública, prácticamente obligatorio para el conjunto de los actores
políticos.61
Siguiendo este razonamiento, las encuestas de opinión no deben ser pensadas
únicamente como mecanismos que reflejan los estados de la opinión pública en una
coyuntura sino como una herramienta que permite definir una estrategia de definición
de un problema y someterla a prueba.
La principal estrategia de utilización de las encuestas fue, en su momento, mostrar que
la corrupción aparecía entre los principales problemas del país. Así, tomando también
una encuesta de 1992, que incluía datos del interior, la corrupción mostraba elevados
porcentajes dentro de las preocupaciones de los ciudadanos, junto a temas como la
educación y, fundamentalmente, la falta de trabajo. Un elemento concentró la atención
de los expertos en la presentación de los resultados: demostrar que –a diferencia de lo
que comúnmente se sostenía– la corrupción no era sólo un problema de los sectores
medios de la población. A esa definición contribuían los estudios cualitativos realizados
entre jóvenes de clases baja y algunos datos complementarios de la encuesta que
mostraban, además, que los diferentes problemas, a criterio de los encuestados, estaban
60 “
Corrupción, al frente”, Clarín, 10 de octubre de 1992, p. 11.
61
Véase también Champagne (1988).
79
Sin embargo, esas definiciones difusas sirvieron para reforzar el argumento defendido
por los expertos sobre el estado de hipercorrupción en el país. En este sentido, la
corrupción propiamente dicha (como cuestión política y de Estado) se basa, en el caso
argentino, en una cultura de prácticas cotidianas alejadas de la ley. Normas sociales que
muestran un fuerte desplazamiento respecto de las normas legales. Cuáles son esas
prácticas cotidianas:
62
“Revisé los cuadros que registraban la información desagregada y me fijé en los índices
discriminados por nivel de ingreso. Era cierto que había más preocupación en la clase media y
alta, pero la diferencia era escasa (6%). […] El 63,5% de los encuestados de clase baja, cuando
se enteraban por los medios de un gran negociado, sentían que se perjudicaban mucho o
bastante. […] En la encuesta cualitativa realizada por Mora y Araujo, los jóvenes de clase baja
eran uno de los grupos más indignados con la corrupción. Pensaban que la falta de trabajo que
padecían era fruto de los negociados que hacían los empresarios, que en lugar de producir se
dedicaban a coimear y ganar plata ilegalmente” (Moreno Ocampo, 1993: 72).
63
A pesar de los porcentajes relevados en la encuesta (que mostraban diferencias importantes), el
argumento de que la corrupción era el segundo problema a nivel nacional, después de la falta de
trabajo, aparecía suficientemente fundamentado. Véase Moreno Ocampo (1993: 77).
80
Por otro lado, más allá de las definiciones de los legos que aparecen en las respuestas de
la encuesta, surge una definición propia de la corrupción en muchas otras preguntas
donde esos sentidos difusos se restringen al problema de las coimas y los negociados.64
Por último, a través de la encuesta es posible especificar el fenómeno de la corrupción a
partir de la definición de las dimensiones principales que permiten medirlo. ¿Cómo se
mide la corrupción? El “corruptómetro” –presentado en el libro de Moreno Ocampo–
tiene cuatro dimensiones centrales que miden condiciones que pueden favorecer la
proliferación de intercambios corruptos. Estos son: a) mecanismos de selección de los
funcionarios públicos (“criterios que se tienen en cuenta para la selección de los
funcionarios públicos [amistad y relaciones versus antecedentes y méritos]”); b)
transparencia (transparencia del gobierno en el manejo de los fondos públicos); c)
calidad del Estado (idoneidad del personal que asigna y administra los fondos públicos),
y d) independencia de los controles (respeto del gobierno, por la independencia de los
jueces) (Moreno Ocampo, 1993: 347).
El estudio Mora y Araujo adquirió prestigio a lo largo de la década del noventa
(Vommaro, 2008) y brindó a la fundación, en diferentes momentos, información sobre
64
A modo de ejemplo, una de las preguntas de la encuesta inquiría sobre: “Medida en que lo
afectan en el plano personal los ‘negociados’ y ‘coimas’” (Moreno Ocampo, 1993: 71). Pueden
compararse estas definiciones con el análisis sistemático sobre percepciones de las prácticas
corruptas desarrollado por R. Sautu (ed.) (2004), Catálogo de prácticas corruptas. Corrupción,
confianza y democracia, Buenos Aires, Lumière.
81
65
“Un informe sobre la corrupción en el mundo otorga a la Argentina 5,24 puntos en una escala de
0 (+ corrupto) a 10 (- corrupto). La investigación fue realizada conjuntamente por la Universidad
alemana de Goettingen y TI, sobre 41 países. Este índice pretende convertirse en una guía para
determinar el grado de riesgo de los países” (“Corrupción: la Argentina, en la mitad de la
tabla”, Clarín, 20/8/1995, p. 6. Las cursivas son nuestras).
66
En su edición del 5/6/2006, La Nación le dedicó la tapa al asunto: “Creció la corrupción en la
Argentina desde 1993. Según un informe internacional el país descendió del 15° al 35° puesto en
un ranking de honestidad; Corach [ministro del Interior] criticó el estudio: ‘Es injusto e
irresponsable’”.
67
Véanse las ediciones de La Nación del 5-6/6/1996 y la entrevista a Moreno Ocampo,
“‘Transparency no pacta con gobiernos’ dijo Moreno Ocampo”, La Nación, 14/6/1996.
82
A través de las encuestas y las mediciones –en particular, aquel primer estudio
encargado por la fundación en 1992–, el problema de la corrupción se circunscribió a
algunos actos y a algunos ámbitos específicos, ligándola, además, a la percepción de
que los argentinos no cumplen con la ley en el contexto de su vida cotidiana. Durante
esos primeros años de la década, esos relatos tuvieron una lectura teórica y una
histórica, como analizamos a continuación.
68 “La honestidad bajo la lupa del mundo. Corrupción: el Primer Mundo cuestionó la decencia en
la Argentina; en el informe de Transparency no se consultó a los empresarios de países
subdesarrollados”, La Nación, 6 de junio de 1996.
83
De este modo, acorde con la literatura que revisamos más arriba, hay dos elementos que
explican la difusión de los actos de corrupción: primero, la relación costo-beneficio
establecida en función de las chances de punición legal o de condena moral y, segundo,
la distancia existente entre las pautas ideales y los códigos operativos que caracteriza a
todas las prácticas sociales (Nino, 1992: 115).
¿Por qué, siendo la corrupción un fenómeno global, adquirió tan alto grado de
desarrollo en la Argentina? Nino considera ocho elementos:
69
“Los argentinos tenemos todos la sensación de estar al margen de la ley, no sólo porque
conscientemente no la respetamos sino porque tememos que haya ignotas reglamentaciones que
no estamos observando” (Nino, 1992: 117).
85
El propio Moreno Ocampo recupera esta mirada para resumir la historia del país desde
la colonización hasta nuestros días, y pone como eje central el desprecio a la ley. A
partir de algunos pasajes de Juan Agustín García, Moreno Ocampo cita el libro de
García Hamilton:
70
Para un detalle de este tipo de actividades de intervención puede consultarse la publicación de la
fundación Herramientas para la participación ciudadana, de 2005.
71
Fundada en 1983, esta organización estuvo dedicada a la producción de ideas en temas de
derechos humanos y política exterior para la administración Reagan. Sus actividades se vinculan
con las posiciones políticas del Partido Republicano. Se dedica, en la actualidad, al
fortalecimiento de las instituciones democráticas en todo el mundo (<www.ned.org>). Véase
Dezalay y Garth (2002: 135 y 282).
87
72
La primera experiencia se realizó con los candidatos a diputados nacionales por la Capital
Federal, que compitieron en las elecciones generales de mayo de 1993, y luego, a partir del año
siguiente, comenzaron a ingresarse progresivamente los datos de los candidatos electos para
poder generar una herramienta de control patrimonial de los representantes. Esta idea se replicó
en el caso de la justicia, también desde 1993, primero con la información de los jueces en
proceso de selección y luego con la de aquellos en funciones. Todas estas herramientas de
intervención fueron sistematizadas en una publicación de TI de 2002, denominada Caja de
Herramientas para el Control de la Corrupción. En febrero de 2003, fue publicada una versión
en español para América Latina, en cuya edición participó Poder Ciudadano. Véase
Transparencia Internacional (2003).
73
“Por esta vía se introducen acuerdos que reconocen este derecho, como la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (art. 13), la Declaración Americana de Derechos y Deberes
del Hombre (art. IV), la Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 19), el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (art. 19), el Convenio Europeo de Derechos y
Libertades Fundamentales (art. 10), la Resolución 59 (1) de la Asamblea General de las
Naciones Unidas, y la Resolución 104 adoptada por la Conferencia General de la Organización
de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Así, la
Convención Americana sobre Derechos Humanos prescribe en su art. 13.1, que ‘Toda persona
tiene derecho a la libertad de pensamiento y expresión. Este derecho comprende la libertad de
buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya
sea oralmente, por escrito, en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su
elección’. A su vez, el art. 19 del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos,
también elevado a la jerarquía constitucional, en virtud de igual previsión, incluye este derecho
como propio de toda persona. El derecho pues a acceder a los documentos y actos públicos
deriva de principios y garantías constitucionales” (Rejman Farah, s/d: 23).
88
74
En 2001, la Oficina Anticorrupción promovió la elaboración participada, junto con un conjunto
de organizaciones, de un proyecto de Ley de Acceso a la información pública, que fue
presentado en 2002 al Congreso y obtuvo media sanción de la Cámara de Diputados, pero
finalmente perdió estado parlamentario en 2005. Véase Arcidiácono y Ladisa (2005: 48-52).
89
La tarea de Poder Ciudadano –y del resto de las ONG que surgieron durante los años
noventa y principios de 2000– en materia de anticorrupción no estuvo centrada en la
recepción de denuncias ni tampoco en el litigio. Como señalamos, la idea de que la
corrupción es un fenómeno sistémico implicó para los expertos que la vía penal no fuera
el mecanismo adecuado para su control. Sin embargo, la denuncia penal no estuvo
ausente en las estrategias de tematización de la corrupción aunque esta tarea fue
encarada de modo aislado por profesionales del derecho. En ese sentido, algunos
abogados de renombre intervieron como denunciantes y su papel ha sido importante
dado que, en general, muchas investigaciones se iniciaron como consecuencia de los
escándalos, y no a la inversa (como en los casos europeos). Una figura emblemática es,
sin duda, la de Ricardo Monner Sans. Hijo de una familia de abogados notables y
hombres de letras, estudió derecho en la Universidad de Buenos Aires y se dedicó al
ejercicio liberal de la profesión, en en el estudio jurídico de su padre. Monner Sans
define su tarea como un “ejercicio político de la abogacía”. Reconoce que existe “un
papel de tipo político para cumplir: utilizar las herramientas del derecho en orden a
investigar la corrupción. […] Yo creo que hay una tarea democrática más allá del
dominio electoral”.
Desde mediados de los años ochenta, se ha dedicado a denunciar causas paradigmáticas,
en particular relacionadas con delitos en la administración pública, y se ha convertido en
90
uno de los referentes del activismo judicial en temas de corrupción en el país. En los
últimos años, asumió la presidencia de la Asociación Civil Anticorrupción, y sucedió en
el cargo a su fundador, el ex fiscal Ricardo Molinas.
Como querellante en muchas de las causas y escándalos más resonantes de los años
noventa, tiene un dominio muy preciso de la relación entre delitos de corrupción y
justicia. En este sentido, sostiene que el fuero contencioso administrativo federal (aquel
en el que recaen las causas relacionadas con la administración pública) requiere trabajar
con un criterio de legitimación activa: “para ingresar en la causa usted tiene que
demostrar el interés particular”. Así, su participación ha implicado remontar las
dificultades que el art. 204 del Código Procesal Penal de la Nación acarrea para obtener
vistas de un expediente. “¿Cómo me informo del estado de las causas? Alguien de la
secretaría del juzgado me puede decir algo o los periodistas de judiciales se enteran de
las causas, porque tienen buena llegada con el juez o porque se trata de un juez que
quiere figurar” (Entrevista del autor al Dr. Ricardo Monner Sans, agosto de 2009). Al
mismo tiempo, mientras que las posibilidades de iniciar acciones judiciales y hacer
avanzar las causas durante los años noventa crecieron notablemente, la evaluación que
hace Monner Sans del tratamiento judicial de la corrupción dista de ser positiva.
En su vasta trayectoria como denunciante, Monner Sans se ha consolidado como un
referente, en particular para los medios de comunicación, a los que es invitado con
regularidad para explicar y analizar algunos casos de fuerte repercusión pública. De esa
manera, su papel se ha vinculado más con la denuncia pública que con el trabajo sobre
las causas judiciales.
Esa tarea, en cambio, ha sido intensamente sostenida por un grupo de ONG que
surgieron luego de la crisis de 2001. La ACIJ y el Centro de Investigación y Prevención
de la Criminalidad Económica (CIPCE) comenzaron a estudiar la eficacia de los
distintos organismos encargados de la investigación de los hechos de corrupción y en su
blog “Sin corrupción” compilan los resultados más importantes hasta el momento.
Estas iniciativas retoman la preocupación que surgió en relación con la respuesta
judicial a los casos de corrupción luego de los años noventa, y su intervención abarca al
menos cinco dimensiones centrales:
91
1. lograr acceso a los expedientes a través del reconocimiento de las ONG o por
pedidos de información pública;
2. evaluar el estado de las causas, sus alcances y consecuencias principales;
3. ponderar las capacidades y limitaciones técnicas del sistema judicial para hacer
frente a esta problemática;
4. analizar el impacto económico de la corrupción a través de una sistematización
de la información contenida en las causas; y
5. trabajar en la recuperación para el Estado de los montos implicados en ellas.
En todas las líneas de trabajo, las organizaciones han logrado importantes resultados.75
En primer lugar, se consiguieron las primerasresoluciones judiciales que permiten a las
ONG tomar vista en los expedientes. Esto representa un cambio sustancial respecto de
la aplicación del art. 204 del Código Procesal Penal de la Nación en cuanto a que “el
sumario será siempre secreto para los extraños”. En segundo lugar, resultan muy
interesantes algunos datos que surgen del análisis de las causas: las penales contra
funcionarios públicos y grupos económicos tardan un promedio de catorce años en
llegar a juicio oral y se calcula que desde 1980 el Estado perdió alrededor de 10 000
millones de dólares en procedimientos que pocas veces llegan a término. Muchas causas
quedan varadas durante años en las instancias de investigación y muy pocas son
resueltas, mientras que el 20% de los expedientes se cierran por prescripción. Por otro
lado, durante 2009, de los doscientos siete juicios relacionados con delitos de
corrupción, sólo once fueron elevados a etapa oral y uno de ellos obtuvo condena. En
tercer lugar, surgen algunas hipótesis sobre las causas del mal desempeño judicial en
casos de corrupción: los informes señalan la mala formación técnica de los operadores
judiciales, la sobrecarga de los juzgados federales con causas menores, el mal
funcionamiento de los sorteos para la asignación de las causas a los juzgados y las
diferencias de penas según los sectores sociales involucrados, entre otras.
En este último tipo de actividades, en particular, y en el surgimiento de nuevas
organizaciones, en general, se aprecia un cambio de perspectiva respecto del trabajo
consolidado durante los años noventa. En algún sentido, estos últimos años han
75
Véanse Jorge (2009); ACIJ (2009; 2010a; 2010b y 2011) y ACIJ y UNCAC Coalition (2011).
92
implicado una vuelta a la cuestión judicial, que aparecía en los años noventa pero
eclipsada por la mirada sistémica y centrada en la administración.
76
Boltanski y Chiapello (1999) realizaron un exhaustivo análisis de las transformaciones en los
puntos de vista de la literatura sobre management y sus implicancias entre la década del sesenta
y la del noventa. Véase, en particular, el capítulo 1.
95
77
Al respecto, pueden mencionarse las denuncias de corrupción de las que fue objeto la propia
organización Poder Ciudadano en 2002, por parte de la revista TXT.
96
78
Weyland (1998), Blake y Morris (2009).
98
79
El caso Watergate reveló una maniobra de espionaje político en la campaña electoral de 1972,
luego de la cual Richard Nixon resultara electo presidente de los Estados Unidos. Un elemento
central de este caso, además de su atrapante intriga, es que su publicidad dio lugar a un
escándalo de proporciones, que terminó forzando la renuncia de Nixon en 1974.
80
La figura de los muckrakers es evocada como modelo de trabajo de campo y denuncia pública.
Véanse, entre otros, Rodríguez (1994), Gaines (1996), Chillón (1999), Santoro (2004).
100
81
Para definiciones y caracterizaciones del periodismo de investigación remitimos a algunos
textos frecuentemente citados y mencionados por los propios periodistas: Gaines (1996),
Rodríguez (1994), Quesada (1997). Una discusión extensa del asunto desde el punto de vista de
la formación de periodistas en Martínez Pandiani (2004).
83
En sus testimonios, los periodistas mencionan publicaciones como la revista Humor (surgida
durante la dictadura y convertida en uno de los símbolos de la crítica política al régimen militar)
y semanarios como El Porteño o El Periodista, que se constituyeron en ámbitos de trabajo para
algunos periodistas políticos que habían sobrevivido a la dictadura y para jóvenes que
comenzaban su trabajo profesional.
102
d) los periodistas de investigación son profesionales que poseen firma, al igual que,
por ejemplo, los columnistas o editorialistas, y a diferencia de los cronistas. Esto
implica que la producción de noticias tiene un impacto directo sobre el estatus
de la persona y no sólo sobre el medio que publica una determinada
información. Hay un rasgo importante de prestigio o de desprestigio individual
que aparece en el trabajo de investigación. Así lo relataba uno de nuestros
entrevistados: "Todo el tiempo están esperando que nos equivoquemos, nos pasa
desde hace años, y por eso también extremamos los mecanismos de chequeo y
no nos podemos dar el lujo de equivocarnos. Yo tuve en todos estos años treinta
y pico de juicios y no perdí ninguno. […] Porque es muy distinto, también,
quién escriba la nota; según quién la escriba le da más o menos peso. […] A mí
no me importa que me metan un juicio. No me van a desmentir como periodista
[…], porque conmigo tienen un problema y es que me respetan, entonces […],
me odian pero me respetan […]. Tienen que salir a responder algo sobre el
hecho, no sobre mí (entrevista con J., periodista, mayo 2008);
e) el horizonte de este tipo de trabajo es producir algún efecto; la investigación se
organiza en torno de la formulación de denuncias y estas aspiran a una
movilización moral del público o de la audiencia, y establecen criterios para su
éxito o fracaso. En este sentido, el éxito de la denuncia está directamente
vinculado a la producción y el desarrollo de escándalos.
Aunque solemos encontrar una narración común de los orígenes y el auge del
periodismo de investigación en el país, al reconstruir la trayectoria de quienes son
reconocidos dentro y fuera de esa profesión constatamos que las lógicas de trabajo
suelen ser variadas y que lo que llamamos investigación periodística puede involucrar
apuestas profesionales muy distintas. Lo innegable es que los años noventa fueron un
momento muy próspero para el periodismo de investigación y que esa especialidad
adquirió prestigio y notoriedad al dedicarse a una temática en particular, la corrupción,
y a una actividad específica, la producción de escándalos.
Durante los años ochenta, la investigación periodística tuvo un fuerte impulso ligada a
la crítica y la denuncia de los procedimientos y consecuencias de la dictadura militar.
Sin embargo, ese trabajo se encontraba confinado a algunos medios gráficos y a
intervenciones esporádicas de algunos periodistas que trataban temas específicos (la
guerra de Malvinas, los desaparecidos, la política económica de la dictadura, etc.).83 Al
mismo tiempo, en esos años comenzó a cobrar impulso uno de los ámbitos de desarrollo
del periodismo de investigación que se ampliaría fuertemente en la década siguiente.
Desde la transición democrática, comenzaron a publicarse y a tener buena repercusión
libros de investigación periodística, un género que si bien no era inédito en el país
nunca había tenido espacios de edición específicos ni había suscitado un interés editorial
mayor, ni tampoco gran expectativa por parte del público.
Así, en la década del ochenta se publicaron algunos títulos que tuvieron una buena
recepción y que abrieron el espacio para que se consolidara una colección dentro de una
de las editoriales más importantes del país, dedicada a este género de actualidad o de
investigación.
84
La guerra, además de haber desencadenado el fin de la dictadura militar, representó uno de los
episodios menos decorosos en la historia del periodismo local. La cobertura de la guerra se
limitó a reproducir las informaciones falsas publicadas por el gobierno militar.
105
investigaciones resonantes a fines de los años ochenta. Al respecto, decía uno de los
entrevistados: “Ahí no llegaban los dueños de los medios, ni llegaban los intereses, ni
los gobiernos, y uno tenía el tiempo y el desarrollo necesarios para contar lo que tenía
que contar. Para mí, el gran ejemplo es Robo para la corona de Horacio Verbitsky”
(entrevista a L., periodista, julio de 2006).
El gráfico 3.1. ilustra la cantidad de libros de este género editados entre 1984 y 2009. Si
en 1984 apenas 4 títulos habían sido publicados, ese número se eleva a 18 en 2001 y a
29 en 2009.
30
25
20
15
10
0
1984
1985
1986
1987
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de la Cámara Argentina del Libro.85
85
Los datos fueron obtenidos de los registros de ISBN que lleva la Cámara Argentina del Libro.
Se realizaron sucesivas búsquedas temáticas y se seleccionó un total de 233 títulos de las tres
editoriales más importantes dedicadas a la publicación de este tipo de textos.
106
años. Si dividimos la edición en tres períodos sucesivos, antes, durante y después de los
noventa, resulta muy clara la expansión que ha experimentado.
Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de la Cámara Argentina del Libro.
86
Para un análisis del desarrollo y recepción de este último género, ver: Semán (2006).
107
operaban los diarios más tradicionales, circunscriptos a la crónica de los hechos del día
anterior. Página/12 proveyó un nuevo modo de concebir las primicias, como producto
de la labor de los periodistas y como consecuencia de la vocación del diario por fijar la
agenda.
Por otro lado, produjo también algunas transformaciones en el género del periodismo
gráfico, al introducir algunos cambios en el estilo y el tono de presentación de la
información que contribuyeron a que el producto fuera percibido por un creciente
número de lectores como algo novedoso.
Las innovaciones producidas por el nuevo periódico fueron acompañadas, algunos años
después de su creación, por el éxito editorial de las primeras denuncias e investigaciones
de corrupción generadas por el propio diario.
En pocos años, Página/12 se transformó en el tercer diario a nivel nacional, con ventas
que crecieron de 30 000 ejemplares a 100 000.87 En cuanto al segundo aspecto, es
necesario considerar algunas transformaciones en la profesión periodística y en los
medios de comunicación en general, que aquí mencionaremos pero que exceden
ampliamente nuestro tema de estudio. Podemos sostener al respecto que la
consolidación del periodismo de investigación se produce en un momento en que los
medios de comunicación modifican de manera sustancial su estructura económica y
organizativa; con la privatización de los principales canales de televisión y emisoras de
radio a comienzos de los noventa se desarrollan rápidamente grupos de empresas que
aglutinan diferentes medios. Comienzan a existir y a expandirse los multimedios.
“Algunos les dicen ’multimedios‘; otros, más enojosamentente, lo llaman “monopolio”,
pero la aceptación más moderna y en boga es la de “holding”. Esta palabra alude
básicamente a una empresa que tiene en sus manos diversos medios de comunicación y
vinculaciones con otras áreas de interés no necesariamente ligadas con el negocio de la
comunicación” (Ulanovsky, 1997: 388). Al respecto, Mastrini y Becerra sostienen que
87
Agencia La Vaca, 3/3/2005.
110
No se estará lidiando con una sola plaga sino con dos, que, si
bien son diferentes, se retroalimentan. La primera de ellas, la
videopolítica, corresponde a algo que hacen los políticos con los
medios, en tanto que la segunda –el periodismo de
investigación– es algo que los medios hacen con los políticos
(Muraro, 1997: 12-13).
Primó, quizá, una lógica comercial marcada por la búsqueda de impacto y de ventas; lo
que un conocido periodista denominó como el “negocio de la verdad”.
El periodismo de investigación avanzó de los diarios y los libros hacia la radio y la
televisión, favorecido por el desarrollo de las nuevas empresas de multimedios.
89
Entre 1992 y 1994 se emitió por Telefé el programa Edición Plus, dedicado a la difusión de
investigaciones periodísticas. Aunque este tuvo mucha audiencia y buena recepción, Telenoche
Investiga logró mayor duración e impacto gracias a la inclusión de nuevas herramientas para la
producción de denuncias.
112
Ese formato de denuncia televisiva tuvo amplia repercusión y puso a los periodistas en
posición no sólo de buscar pruebas sino de producirlas. Junto con los documentos o los
testimonios, las grabaciones con cámara oculta producían verdadera evidencia que
incluso obligaban a una inmediata intervención del Poder Judicial. Jueces y fiscales
solían reaccionar frente a la emisión de este tipo de documentos y solicitaban el material
para ser incorporado a las causas o las investigaciones. La utilización de esta técnica en
la denuncia periodística contribuyó a ampliar el debate sobre el estatus de esas
denuncias en relación con el trabajo judicial. Juan Miceli, uno de los conductores de
Telenoche Investiga, dijo en uno de los momentos de apogeo del programa:
90
Clarín, 27/6/2001.
113
los distintos periodistas de investigación, pero permiten entender los valores que estos
movilizan alternativamente para explicar y justificar sus prácticas profesionales, como
así también para diferenciarse, en algunos casos, de sus colegas.
La verdadera esencia, fuente y fundamento del periodismo de investigación no tiene una
única razón de ser sino que, como dijimos, puede ser organizada en virtud de tres
orientaciones principales.
Hemos identificado los principales rasgos que los periodistas utilizan para diferenciar la
investigación de otras formas de la actividad periodística. También exploramos cómo
esa especialidad fue ganando espacios hasta consolidarse como una orientación
profesional de prestigio. Seguir la ampliación de las oportunidades profesionales nos
permitió entender mejor el auge y la consolidación del periodismo de investigación y
también cuáles fueron sus cambios más importantes desde una primera versión más
purista y exigente de la práctica profesional y la intervención política hacia la
multiplicación de los espacios de denuncia con una perspectiva más centrada en el
rendimiento comercial.
92
El testimonio de Miriam Lewin permite entender la diferenciación desde el punto de vista del
compromiso político: “Supongo que viviría más tranquila si fuese secretaria trilingüe o algo por
el estilo. Siempre me preocupó la justicia: no el sistema judicial. Por eso milité en los años
setenta, y estuve desaparecida. Tiene que ver con un compromiso social que va más allá de un
trabajo. Me lo tomo de otra manera, no lo hago por un sueldo. Es una vocación” (Pandiani,
2004).
115
una primera distinción entre escándalos y denuncias. Para una sociología de los
problemas públicos, la actividad de denuncia es fundamental para entender los procesos
que llevan a la definición de un problema determinado. Por ello, cabe diferenciar, por
un lado, la actividad de denuncia de un problema (aquella que ligamos a la tarea de los
expertos) y, por otro lado, la denuncia de casos de corrupción propiamente dichos. En
este segundo aspecto la actividad periodística resulta fundamental como medio y
mecanismo para la preparación, construcción y/o difusión de las denuncias.
Como vimos, el periodismo de investigación se organizó en las últimas décadas como
un espacio profesional para la producción de denuncias en un sentido amplio. Trabajar
sobre los escándalos de corrupción nos permitirá dar cuenta de esa actividad durante los
años noventa. De esta manera, es posible analizar quiénes se constituyen en
denunciantes, qué tipo de hechos son denunciados y cómo es calificada la persona o
figura denunciada, elementos todos que hacen a la labor periodística de configuración
de las denuncias. Al mismo tiempo, todos esos elementos se comprenden mejor cuando
observamos que las denuncias forman parte de o dan lugar a escándalos, y que estos
forman una serie.
Producir las denuncias implica algunos elementos específicos en términos de la lógica
periodística y, además, supone anticipar las condiciones que harán de la denuncia un
material que aspira a calificar como desencadenante de un escándalo. Así, las denuncias
no sólo forman parte de los escándalos sino que suelen ser el mecanismo principal que
los desencadena o desata, aunque ese no sea siempre el caso.
La pregunta, entonces, es qué más hace falta –además de una denuncia– para que se
produzca un escándalo. Algunos estudios contemporáneos sostienen que el término
escándalo “se refiere a las acciones o eventos que implican ciertos tipos de
transgresiones que se hacen conocer frente a otros y que son lo suficientemente serias
como para provocar una respuesta pública” (Thompson, 2002: 106). Es decir que el
escándalo implica una forma particular de movilización de la indignación moral y el
ejercicio de la denuncia en público, y puede ser comprendido dentro de la trama de la
conspiración, la alianza secreta en pos de un interés particular allí donde sólo debería
existir acuerdo en virtud del bien común (Boltanski, 1990: 31).
La relación entre lo particular y lo general aparece, entonces, como el tema central. En
esta línea de reflexión, podemos afirmar que el escándalo es una acusación pública que
118
conduce o implica un castigo para el acusado, que es reconocido como legítimo y de-
seable. “Aquí, la comunidad de juicio aparece, al menos en público, perfectamente
unida en la acusación y ella encuentra una satisfacción colectiva en el castigo, mientras
que el acusado jamás encuentra a alguien capaz de tomar su defensa en público”
(Lemieux, 2007: 367; todas las traducciones de este texto me pertenecen).
El escándalo puede ser analizado comparándolo con el rumor, que representa otra forma
de manifestación de la indignación moral en situaciones que implican la condena de
actos de transgresión.93 Una serie de rasgos particulares corresponden, desde este punto
de vista, a la forma del escándalo; a saber: “intensidad y espontaneidad de la
indignación; voluntad de castigo rápido; esfuerzo común por restaurar el orden social
que fue lesionado” (Lemieux, 2007: 372).94 Por el contrario, el rumor representa una
forma trunca de acusación pública, que permite el desarrollo de cierto tipo de tolerancia
a la falta. Las figuras del acusador y el acusado están presentes en el rumor, pero, en
comparación con los escándalos, esta forma implica menos costos y consecuencias para
los implicados. La transformación del rumor en escándalo suele reposar, entonces, en la
apelación a una autoridad, que en virtud de la denuncia pública se ve obligada a
intervenir en una situación que quizá hasta ese momento implicaba una transgresión,
pero una transgresión tolerada (Lemieux, 2007: 388).95
Los escándalos también se definen por cierto rasgo o carácter episódico, ya que se
sostienen por la novedad; de otro modo, tienden a diluirse. Sin embargo, es importante
considerar que una vez que existen, que han hecho su aparición, pueden permanecer en
93
Los estudios sobre escándalos en la sociología francesa actual suelen distinguir este tipo de
fenómenos del rumor, pero también de lo que denominan la forma affaire. Este término es
utilizado de modo recurrente en la sociología francesa y su sentido no es ajeno a nuestro medio
intelectual. Sin embargo, en Francia la palabra tiene además un uso frecuente en el lenguaje
ordinario y en la jerga política. Ello lo vuelve más interesante para el análisis de fenómenos
sociales y políticos en esos contextos y mucho menos para nuestra realidad o la de la cultura
sajona, donde el término no tiene un uso equivalente. En nuestro medio, la palabra “escándalo”
tiene una aplicación equivalente a la de affaire y consideramos, por ello, que puede ser utilizada
de modo indistinto, al menos para los fines de este trabajo. Sobre la historia de la noción de
affaire en su uso académico, social y político en Francia, véanse Boltanski, Claverie y
Offenstadt (2007), y el citado trabajo de C. Lemieux (2007).
94
Véanse, en este mismo sentido, los trabajos de Claverie (1992, 1994 y 1998) y Boltanski (1990).
95
Esta definición supone un uso diferente del propuesto en el análisis de Emilio de Ípola sobre los
rumores carcelarios; véase De Ípola (2005). En efecto, el término “rumor” tiene en español dos
acepciones: como noticia vaga y no confirmada que circula entre la gente y como forma
solapada de crítica. Este segundo sentido es el que recuperamos en este texto.
119
un estado de latencia hasta que se activan por una nueva noticia. Por orto lado, aunque
la mayor parte de los estudios y definiciones hacen hincapié en un análisis de su
dimensión episódica, nuestro interés se focaliza en un aspecto distinto y
complementario, vinculado con cómo se organizan los distintos tipos de escándalos y
cómo tienden a reproducirse y multiplicarse en determinados contextos. Ello habilita a
pensarlos y analizarlos como una serie.
Los escándalos de corrupción de los años noventa forman una serie configurada por
ciertas referencias cruzadas, por la emergencia de hitos –que organizan temporal y
narrativamente la serie– y por algunos rasgos comunes (personajes, hechos,
procedimientos, etc.), que son esgrimidos como medios de prueba de la existencia de un
problema. Todas esas dimensiones permiten entender por qué algunos escándalos son
hitos y por qué una vez que la serie se agota esas mismas transgresiones dejan de
constituir una materia fértil para la producción de otros escándalos.
El análisis de estos escándalos en serie nos permitirá develar la progresiva
consolidación en el país de los nuevos estándares morales para la evaluación de la
actividad política (Fréderic, 2004).96 En este sentido, sus efectos potenciales tienen que
ser revisados atentos, por un lado, a las expectativas que promueven sobre el significado
del buen comportamiento de los políticos y, por otro lado, a los nuevos actores capaces
de enjuiciar dicha actividad: periodistas y profesionales del derecho.
96
Al analizar las implicancias de un escándalo de corrupción en la política de un municipio del
Gran Buenos Aires, Fréderic sostiene que una cuestión central es “cómo se asocia al escándalo
la intervención de la justicia sobre la política […] propongo entender ‘el avance de la justicia’ en
términos de la emergencia de un estándar judicial de evaluación moral del comportamiento que,
al dirimir la sucesión o crecimiento político en un nuevo sentido, fuerza la tendencia a la
‘desmoralización de la política’. […] De este modo, las demandas de ‘transparencia de la
política’ pueden entenderse como la aplicación de un estándar de evaluación no política a
relaciones íntimas habitualmente evaluadas por los estándares propios de la trastienda. Entonces,
la política se vuelve ‘transparente’ a formas de comprensión moral públicas ajenas a ella,
propias de otras esferas” (Fréderic, 2004: 220, 222).
120
f) transgresión
g) publicidad
h) controversia
i) degradación
j) pruebas
TRANSGRESIÓN
o de la colectividad. Este pone en juego también su estatus moral –que puede ser
definido en términos, por ejemplo, de su credibilidad– cuando decide intervenir en un
escándalo y no es ajeno, por tanto, a que su propia conducta de denunciante pueda ser
enjuiciada como parte del proceso.
El desarrollo de los escándalos se vincula, entonces, con el problema de la relación de
los personajes involucrados con determinadas normas, y a ellas se refieren también
quienes forman parte en tanto espectadores, como audiencia de un escándalo. El público
de un escándalo interviene, asimismo, en el enjuiciamiento moral de las conductas que
el hecho propone y ello puede verificarse en las repercusiones que tiene (ventas de
diarios, audiencia de programas, etc.) o en las movilizaciones que suscita (otras
denuncias similares, declaraciones públicas, etc.).
Como sostienen De Blic y Lemieux (2005), los escándalos son una manera de testear la
validez de determinados valores –su vigencia o su carácter obsoleto–. Por supuesto,
parte del problema consiste en detectar la complejidad que pueda presentar la cuestión
de la validez o no de una norma. El hecho de que determinadas conductas, por ejemplo,
no sean percibidas como un objeto de sanción no quiere decir que se acepten
públicamente. Muchas veces, por el contrario, su aceptación tienen un carácter
solapado; se parece más a la resignación o la tolerancia que a la aceptación lisa y llana.
Es por ello que también son importantes las estrategias de ocultamiento y develamiento
respecto de las conductas. A veces lo que escandaliza es el secreto y lo central del
escándalo es la publicidad; otras veces lo que ofende es la publicidad y aquello que se
sanciona o se denuncia es no haber mantenido ciertas prácticas en secreto.
Por tal motivo, podemos considerar, siguiendo a Becker, que
PUBLICIDAD
Uno de los elementos quizá más evidentes que involucra la noción de escándalo es su
referencia directa a la publicidad. Los escándalos tienen un carácter eminentemente
revelador (De Blic y Lemieux, 2005), y ponen en conocimiento del público algo que,
por su carácter inmoral, era mantenido en las sombras.
Una de las dimensiones que dan fortaleza al escándalo es la publicidad. El solo hecho de
publicitar una conducta o situación –poniendo en juego el problema de la transgresión–
puede constituir el eje central de un escándalo. “Para convertirse en un escándalo, una
acción o un evento debe ser conocido por otros, o debe haber una creencia fuerte o
plausible de que este existió […], el escándalo es siempre, hasta cierto punto, un tema
‘público’” (Thompson, 2002: 109).
La publicidad incluye otro elemento importante y es la puesta en escena de los
escándalos. En efecto, el ámbito privilegiado en el que circulan los escándalos son los
medios masivos de comunicación (Thompson, 2002: 112). La actividad periodística está
directa o indirectamente entrecruzada con la producción de escándalos y ese proceso de
producción involucra el desarrollo de una estética del escándalo que les otorga ciertos
rasgos propios, peculiares y una temporalidad específica.
Cada escándalo tiene una trama en la que se inscriben los personajes y las acciones que
lo componen. Es la trama del descubrimiento, del develamiento de aquello que no era
conocido y puede involucrar –suele involucrar– también, con distinto grado de
97
Becker analizó este problema en los siguientes términos: “Desde este punto de vista, la
desviación no es una cualidad del acto que la persona comete, sino una consecuencia de la
aplicación de reglas y sanciones sobre el ‘infractor’ a manos de terceros” (2009: 28).
123
CONTROVERSIA
98
La importancia de las controversias para el análisis sociológico ha sido señalada por Bruno
Latour en diversas investigaciones. Las versiones más metodológicas pueden encontrarse en
Latour (1989, 2005). “Si bien a primera vista sería más fácil, aparentemente, para los sociólogos
decidirse por un grupo en vez de trazar el mapa de las controversias acerca de la formación de
grupos, en realidad sucede lo opuesto […]. El conjunto no genera rastro alguno y por lo tanto no
produce información; si es visible entonces se está formando y por tanto generará datos nuevos e
interesantes. La solución es sustituir la lista de agregados sociales –tarea imposible– con la lista
de elementos siempre presentes en las controversias acerca de grupos –tarea mucho más simple–
” (Latour, 2008: 52).
125
Los individuos suelen tener un papel protagónico, pero su significación colectiva (en
términos de roles o representatividad) también aparece como un elemento relevante para
la definición de un escándalo. La caracterización del estatus social del denunciante y del
denunciado, incluido el tipo de aliados y de apoyos que cada uno tiene, permite
comprender qué está en juego en un escándalo y qué implica que unos se impongan
sobre otros, en las distintas resoluciones que puede tener (Boltanski, 1990).
La controversia puede definirse a través de dos aspectos principales: la lucha por el
nombre (degradación) y la lucha por los hechos (prueba). El análisis de esos dos
aspectos nos permitirá completar la presentación de este esquema conceptual.
DEGRADACIÓN
De Blic y Lemieux sostienen que, junto con el carácter revelador de los escándalos –que
mencionamos más arriba–, el otro rasgo específico de estos fenómenos es su carácter
instituyente (2005: 71-72). En esta segunda línea es que puede afirmarse el carácter
performativo del escándalo como “ritual de degradación” (Sherman, 1990).
De esta manera, cobra una importancia fundamental lo que Thompson denomina
"discurso oprobioso":
Gran parte del carácter preformativo de los escándalos se vincula con la denunciación
pública. A mediados de los años cincuenta, Harold Garfinkel dedicó un texto breve a la
sistematización de un conjunto de prácticas denominadas “rituales de degradación”
(degradation ceremonies), presentes con rasgos específicos en una multiplicidad de
sociedades diferentes y en las épocas más diversas. Estos rituales son definidos ante
126
99
“Cualquier trabajo comunicativo entre personas, en el cual la identidad pública de un actor se
transforma en algo percibido como inferior en el esquema local de los tipos sociales, será
llamado ‘ritual de degradación de estatus’” (Garfinkel, 1956: 420; la traducción me pertenece).
127
cómo se establece una distancia con el denunciado por parte del denunciante y, además,
de qué manera se la hace experimentar al público (Garfinkel, 1956: 423-424).
Para finalizar, un interrogante central que plantean los escándalos es qué elementos
definen el éxito de una denuncia. Garfinkel sostiene que un punto esencial para que una
denuncia sea exitosa como origen de un ritual de degradación es que el hecho y el
denunciado deben poder ser definidos como algo que sale de lo ordinario o se aleja de lo
cotidiano. En este primer sentido, ambos tienen que tener cierto carácter excepcional,
como el que adquieren los hechos, conductas o eventos desmedidos (desviados) o las
personas que demuestran cualidades morales discutibles (aprovechador, oportunista,
etc.). Pero lo que nos interesa señalar aquí es que, al mismo tiempo, el éxito de las
denuncias depende de que los escándalos se organicen en una serie. Es necesario que el
hecho y el denunciado puedan ser caracterizados a partir de una uniformidad tipificada
que los engloba, es decir, como tipos de hechos y personas que se refieren a una misma
cosa, o a elementos comunes. Tratarlos como ciertos tipos de hechos y de personas
también permite ponerlos en serie con otros tipos y alejar la idea de que su carácter
excepcional debe ser interpretado como accidental u ocasional, sino como recurrente y
sistemático.
Cierta figura típica del denunciado y de los hechos, así como de las implicancias y los
límites de la intervención judicial, son el marco en el que ocurren los sucesivos
escándalos y a partir del cual existe un modo de resolverlos, apartando al denunciado de
sus funciones. Ese elemento parece ser más importante en la lógica del escándalo que la
culpabilidad o no en términos jurídicos.
La revisión de los escándalos, desde este punto de vista, nos permite sostener que ellos
ponen a la actividad periodística –a través del doble sentido que tiene la producción de
denuncias– y a otros actores típicos de la denuncia en el centro de una arena en la que se
dirime la degradación de las figuras políticas. Ese ámbito se encuentra sostenido
metonímicamente por el trabajo judicial, pero su lógica es por completo diferente
aunque su función sea básicamente la misma. No hay que olvidar que, como sostiene el
propio Garfinkel, en nuestras sociedades modernas el sistema judicial tiene algo así
como el monopolio sobre el tipo de rituales que evocamos aquí con el término “rituales
de degradación” (Garfinkel, 1956: 424).
128
PRUEBAS
la existencia del problema. En efecto, que existan buenos argumentos para dar hechos
por probados no sólo es un modo de “resolver” una controversia sino que también es
uno de los mecanismos de legitimación y estabilización de un problema.
La lógica probatoria de los escándalos es menos rigurosa que la judicial, pero no menos
coherente. La imputación de responsabilidades no es sino un segundo momento dentro
de la intriga de un escándalo. Dar hechos por probados, aportar pruebas que permitan
dar por cierta la ocurrencia de una acción o de un hecho cualquiera es un primer paso
para determinar la existencia del problema.
Desde el punto de vista jurídico,
En este mismo sentido, en los escándalos se despliega una lógica probatoria en la que
adquieren centralidad los medios de prueba.
Aquello que constituye un medio de prueba dentro de un proceso depende menos de un
catálogo previamente establecido –que por cierto existe en la legislación procesal– que
130
de aquello que sea finalmente aceptado como prueba por el juez en virtud de la
convicción que le produzca.
Desde el punto de vista del análisis que aquí nos ocupa, proponemos considerar –al
modo de la lógica jurídica– los tres principales medios que operan como mecanismos de
producción de pruebas en los escándalos de corrupción:
101
Un ejemplo significativo en este sentido es el de Monner Sans, quien desde mediados de los
años ochenta se ha dedicado a denunciar causas paradigmáticas, en particular relacionadas con
delitos en la administración pública. Así, se convirtió en uno de los referentes del activismo
judicial en temas de corrupción en el país. En los últimos años, asumió la presidencia de la
Asociación Civil Anticorrupción, sucediendo en el cargo a su fundador, el exfiscal Ricardo
Molinas. Tras haber intervenido en más de veinte casos resonantes en los últimos años, Monner
Sans es consultado en forma asidua por periodistas. Sin embargo, a diferencia de los
profesionales cuyo trabajo analizamos en el capítulo precedente, la actividad de Monner Sans se
vincula con el litigio y no con la producción de un saber experto.
131
102
“Denuncian a un colaborador de María Julia”, La Nación, 28/9/1999.
133
Al igual que otros tipos de fenómenos, los escándalos requieren un análisis que
considere el vínculo entre muchos acontecimientos que se suceden en el tiempo. Sin
olvidar que parte de la especificidad de los escándalos reside precisamente en su
carácter episódico, proponemos ampliar la mirada e inscribir distintos hechos en un
determinado proceso. En ese sentido, existe una serie de escándalos en la medida en que
puede reconocerse cómo se inscribe un caso en un conjunto. Ese conjunto define un tipo
de escándalos, a diferencia de otros tipos, según una lógica de parecidos de familia (por
ejemplo, escándalos de corrupción y escándalos ligados a personajes de la farándula,
etc.).
Para ello, existen dos elementos que conviene tener presentes. En primer lugar, los
rasgos en común, es decir, qué es lo importante para entender la serie (los personajes,
denunciados, denunciantes, hechos, el problema, etc.). La existencia de una serie
permite que el hecho y el denunciado puedan ser caracterizados –en términos de
103
“Fiscales atrás de un video”, La Nación, 9/7/2001.
104
“Armas: ordenan la captura del arquitecto de Menem”, La Nación, 11/10/2001.
134
Garfinkel– a partir de una uniformidad tipificada que los engloba, como tipos de hechos
y personas que se refieren a una misma cosa o a elementos comunes. Tratarlos como
tipos de hechos y de personas implica ponerlos en serie con otros tipos de hechos y de
personas, y alejar la idea de que su carácter excepcional debe ser interpretado como
accidental u ocasional, sino más bien como recurrente y sistemático. En segundo lugar,
los hitos, es decir, los elementos que definen la organización temporal-narrativa de la
serie. En este sentido, una serie de escándalos debería comenzar por un escándalo
mítico o paradigmático (el primero de la serie), que implica una revolución por su
manera de develar, por las pruebas que aporta o por el interés que suscita.
Para concluir, señalaremos las diferencias que presentan los escándalos de corrupción
como un tipo específico dentro del conjunto de escándalos que se sucedieron en el país
en las últimas décadas. Waisbord distingue tres tipos en la Argentina durante los años
noventa: a) corrupción; b) derechos humanos, y c) famosos en problemas. Para
reconocer su especificidad remitiremos una vez más a la influencia que tuvo el
escándalo de Watergate en Estados Unidos:
Para ser un poco más específicos, los analistas han señalado la vinculación directa de
los escándalos de corrupción con el campo político.
Cuadro 4.1. Escándalos por año según fecha de la denuncia original (1990-
2001)
105
El relevamiento se realizó tomando como fuente el diario Clarín. Una vez identificados los
escándalos, se procedió a realizar relevamientos complementarios en los diarios La Nación y
Página/12. En algunas fechas específicas –a partir de otros datos y fuentes– se realizaron
relevamientos en La Nación y Página/12, en busca de escándalos que no aparecieran o que
estuvieran cubiertos de modo muy poco significativo en las páginas de Clarín.
137
107
Un análisis de la génesis de este tipo de escándalos y su vínculo con la formación de expertos
en materia de anticorrupción en el país, véase Pereyra (2011).
108
Muchos de ellos debido a los conflictos surgidos por el realineamiento ideológico del
peronismo, operado durante las presidencias de Carlos Menem.
138
120
100
80
60
40
20
0
1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001
12%
16%
14%
14%
109
Para un análisis específico de la relación entre conflictos en las coaliciones de gobierno y la
proliferación de escándalos de corrupción, véase Balan (2011).
142
110
Los tipos de agencia de control que mayor representación tienen en los escándalos son las
comisiones parlamentarias (19%). Estas instancias por lo general no desarrollan investigaciones
ni expedientes específicos, sino que reúnen información y, a lo sumo, promueven algún tipo de
dictamen parlamentario. Otras agencias que también intervinieron en los escándalos relevados
fueron la SIGEN (15,2%), la Procuración (15,2%), la AGN (13,9%) y la FNIA (10,1%).
143
Estas precisiones permiten entender mejor qué hechos suelen denunciarse en los
escándalos de corrupción. Para registrar los diferentes tipos de hechos, analizamos en un
principio el vocabulario utilizado por los actores y la prensa, pero finalmente los
organizamos sobre la base de las figuras establecidas por el Código Penal como delitos
contra la administración pública. El 60% de las denuncias corresponde a tres tipos: 1)
violación de los deberes de funcionario público; 2) malversación de caudales públicos, y
3) cohecho. Los tres se refieren de manera directa a delitos contra la administración
pública tipificados por el Código Penal.111
Aunque el vocabulario utilizado para referirse a los hechos de corrupción es amplio y
variado, la producción de escándalos durante el período se centró en forma específica en
esas tres categorías, a las que deberíamos agregar la de enriquecimiento ilícito que,
aunque no es mayoritaria, es una referencia implícita en la mayoría de los casos.
Cuando se analizan los escándalos con cierto detalle, se observa que un elemento central
en todos los procesos es la caracterización de los políticos (en sentido genérico) como
una clase escindida y autonomizada de la sociedad. La clase política, así definida –y en
buena medida representada por los funcionarios–, es percibida como una elite cuyos
privilegios (en particular, su posición para hacer negocios) no tienen justificación. La
actividad política pasa a ser calificada como una forma deshonesta de ganarse la vida,
que se opone, por ende, al trabajo honrado como rasgo virtuoso de cualquier ciudadano.
La presentación del tipo de denunciado y del hecho incluye también su opuesto, es decir
que incluye una referencia implícita a los tipos de personas y conductas socialmente de-
seables (Garfinkel, 1956: 423).
La presencia de vocabulario jurídico en los escándalos es omnipresente, del mismo
modo que existe un paralelismo en el desarrollo de los escándalos y el tratamiento
judicial de los casos, al menos en las instancias iniciales de las denuncias. La
información contenida en los escándalos refiere también al trámite judicial que tienen
las denuncias. De hecho, los escándalos funcionan, en alguna medida, como simulacros
de procesos judiciales, en los cuales el desarrollo principal involucra la presentación y la
111
Los porcentajes obtenidos fueron los siguientes: violación de los deberes de funcionario público
(23%), malversación de caudales públicos (19%), cohecho (17,5%), enriquecimiento ilícito
(9,5%), negociaciones incompatibles (9%), violación de sellos y documentos (5%), asociación
ilícita (3,5%), exacciones ilegales (2,5%), otros (11%).
145
evaluación de pruebas, así como el seguimiento de las sanciones que corresponden a los
denunciados. Todo escándalo requiere la presencia de algún tipo de prueba que permita
dar sustento a la denuncia. En algún sentido, el testimonio de un denunciante constituye
–en términos de los escándalos– un medio de prueba, pero suelen buscarse otros
elementos que acrediten y apoyen esos testimonios. Uno de esos elementos es la
intervención judicial. Que exista alguna denuncia o intervención del Poder Judicial es
algo a lo que los escándalos son sumamente sensibles y es un tipo de información que
suele estar presente. Así, el 86,8% de los casos tuvo algún tipo de denuncia o
investigación judicial y el 44% de esos trámites dieron lugar a procesamientos.
La primera instancia del trámite judicial es, por motivos obvios, la que tiene mayor
cobertura, dado que coexisten en el tiempo con las denuncias y los momentos más
álgidos del escándalo. Sin embargo, los escándalos presentan ciclos de mayor y menor
intensidad –sobre todo aquellos que se extienden en el tiempo–, y muchas veces nuevas
instancias judiciales (procesamientos, sobreseimientos, apelaciones o condenas) suelen
reactivarlos. La baja proporción de casos con sobreseimientos (19,9%) y/o condenas
(3,7%) indica, sin embargo, que los escándalos no suelen sobrevivir hasta el momento
de la resolución judicial de las causas.112 Ello da la pauta de que tienen cierta
incompatibilidad temporal con el sistema judicial.
De todas maneras, la información sobre la resolución judicial se pierde, y no resulta
fundamental para el trámite de un escándalo. La intervención de la justicia legitima la
denuncia y da entidad al escándalo, pero la cobertura de las condenas o los
sobreseimientos no parece cumplir una función específica. Sólo los escándalos más
resonantes en una serie logran sostenerse en estado de latencia y reactivarse en los
momentos en que se produce algún cambio significativo en el proceso judicial.
Cabe preguntarse, entonces, cómo se resuelven los escándalos. Sistematizando la
información disponible, encontramos que existe toda una gama de consecuencias por
fuera de la resolución judicial, como la renuncia o suspensión de los denunciados,
reformas en la administración, la destitución o denuncia de los jueces intervinientes, la
112
En referencia a estos datos, es necesario considerar que, en lo que se refiere a procesamientos,
no se encontraron datos en el 51,5% de los casos, del mismo modo que no se registraron datos
de sobreseimientos o anulaciones en el 75,7%, ni condenas en el 81,6%. Para un análisis del
tratamiento judicial de casos de corrupción, véase ACIJ (2011).
146
de los años noventa –Swiftgate, contrabando de armas, contratos IBM, María Julia
Alzogaray– intervinieron periodistas y hombres del derecho como denunciantes
principales.
El éxito de los escándalos no se relaciona en forma directa con el tipo de denunciante
sino que, como hemos señalado, depende del impacto de cada caso. Sin embargo,
siguiendo nuestra lógica de análisis, adquieren una importancia particular aquellos que
pueden ser caracterizados como acciones de periodistas o juristas, expertos o abogados
contra políticos. Este es uno de los tipos más significativos, dado que también permite
reforzar la distancia entre denunciantes y denunciados como un efecto de identificación
de juristas y periodistas con el público en tanto que no forman parte del campo político.
Los escándalos aparecen, en consecuencia, como un marco para el enjuiciamiento de la
actividad política. Nos concentraremos a continuación en un análisis más detallado de
algunos de los escándalos que representan hitos fundamentales durante la década.
En ese marco general, algunos escándalos tienen más importancia que otros, no sólo en
virtud de su repercusión pública sino porque marcan un antes y un después; porque
sirven de guía para dar cuenta de la serie y, en cierto sentido, dan forma a una historia
de la corrupción como problema público.
La década de 1990 está fuertemente signada por la cronología de los mandatos
presidenciales. Los dos períodos de Menem (1989-1999) son un primer indicador de
lectura de la serie, pero, si nos remitimos a los escándalos de corrupción más
importantes, encontramos que la apertura está dada por el Swiftgate en 1991 y que el
último gran escándalo del período –las coimas en el Senado– corresponde ya al mandato
de Fernando de la Rúa (1999-2001).
La década menemista es usualmente evocada por constituir el momento de auge de los
escándalos de corrupción y estos, a su vez, formaron parte de la definición de la
corrupción como problema público. Resta ver por qué algunos de ellos son importantes
para caracterizar esa década y en qué forma los escándalos estabilizaron esos sentidos
públicos de la corrupción.
Todos los casos tienen su interés y ribetes particulares, pero, al pensar la serie en su
totalidad, tres escándalos resultan fundamentales para entender los rasgos y alcances
principales de la crítica e impugnación de la actividad política implicada y consolidada
en su desarrollo. Estos son el Swiftgate (1991), el tráfico de armas a Ecuador y Croacia
(1995) y las coimas en el Senado (2000). A ellos podrían agregarse algunos de
trascendencia similar, como las denuncias sobre el PAMI, que permitieron que varios de
los dirigentes del Frente Grande se posicionaran en la política nacional, o el caso IBM-
Banco Nación y las denuncias contra el empresario Alfredo Yabrán, que acompañaron
la salida del gobierno de Domingo Cavallo a mediados de la década.
EL SWIFGATE
En enero de 1991, Página/12 publicó una primera nota firmada por Horacio Verbitsky
en la que narraba la historia de un frigorífico, propiedad de una multinacional
149
113
“Pero el domingo 6, partes de esta historia comenzaron a contarse en la prensa. Citando fuentes
a prueba de desmentidas, el diario Página/12 dijo que Todman había protestado por la solicitud
de una contribución económica a un frigorífico norteamericano, cuyo expediente había sido
retirado del Ministerio de Economía por un empresario argentino de origen árabe, que integró la
comitiva presidencial durante la visita a Estados Unidos de octubre de 1990” (Verbitsky,
1992: 20). En el libro que Verbitsky dedicó al escándalo se citan varios fragmentos literales del
documento. Véase también la parte 6 del libro Un mundo sin periodistas (1997).
114
“Con mayoría en ambas cámaras del Congreso, una Corte Suprema de Justicia, un fuero federal
y un ministerio público a su imagen y semejanza, con un jefe de gabinete que no limitó sus
poderes sino los del ministro de Economía, con facultades para legislar, dictar decretos de
necesidad y urgencia y vetar parcialmente las leyes, la única voluntad realmente existente se
puso a salvo de cualquier control que no fueran el del voto y el del poder económico. En ese
contexto y en cumplimiento de su doble rol, la prensa ocupó (aunque más no fuera en la
imaginación popular) una función central como contrapeso de un poder con tendencia a la
demasía y lo absoluto” (Verbitsky, 1997: 13).
150
115
“Clarín compensó tres días de silencio con un informe especial de dos páginas, para el que
cuatro de sus redactores rastrearon en Presidencia, en los ministerios de Relaciones Exteriores y
de Economía y en la embajada de Estados Unidos. Afirmaba que, antes de la nota de Todman,
Washington había protestado seis veces por casos de corrupción en la relación del Estado con
empresas norteamericanas” (Verbitsky, 1992: 127).
151
116
Si bien la situación económica del país era en esos meses muy complicada, el editorial de uno
de los diarios nacionales menciona el escándalo como uno de los factores de la renuncia del
ministro: “Los coletazos del Swiftgate y del incidente con el embajador norteamericano, Terence
Todman, habían afectado el campo de maniobras de González a la hora de buscar apoyos
internos y externos” (La Nación, 1/2/1991).
152
117
Perú se encontraba en ese momento en guerra con Ecuador, destino este último de uno de los
cargamentos de armamento vendido en forma ilegal.
118
Como en muchos otros casos, ese reconocimiento se verifica en un claro ascenso en el
desarrollo de su carrera laboral (Santoro pasó de ser editor a jefe de sección); la multiplicación
de oportunidades laborales, que incluyeron la radio y la televisión así como la publicación de
libros (incluido, por supuesto, el correspondiente al caso de las armas), y la posibilidad de
dedicarse a la docencia del periodismo de investigación, formando parte del plantel docente de
varias maestrías en periodismo. Por último, Santoro se hizo acreedor al premio Rey de España,
distinción internacional que patrocina desde 1983 la agencia española EFE, para los mejores
trabajos periodísticos de Iberoamérica y Portugal.
153
119
Como mencionamos más arriba y como surge del análisis de los diferentes casos, las estrategias
periodísticas y las judiciales forman parte central de los escándalos. Aunque estos transcurren
centralmente en una arena mediática, no se componen sólo de estrategias periodísticas sino de
muchos otros tipos de intervención.
120
Erman González fue ministro de Defensa entre 1991 y 1993, momento en que fue electo
diputado por la Ciudad de Buenos Aires. Desde entonces, el Ministerio quedó a cargo de Oscar
Camilión, aunque, por un lado, la documentación probatoria de alguno de los embarques ilegales
154
corresponde al período de González y, por otro lado, muchos de los funcionarios en áreas clave
del Ministerio eran individuos de confianza del ex ministro.
155
escándalo. En este sentido, durante los años noventa varios jueces y fiscales federales se
transformaron en personalidades públicas merced a su intervención en los casos
resonantes. No fue la excepción para el juez Jorge Urso, el fiscal Carlos Stornelli
(actuantes en la causa penal) y el juez Marcelo Aguinsky, reemplazado luego por Julio
Speroni (a cargo del proceso penal-económico).121
Analizado desde el punto de vista de la degradación, este escándalo no logró más que la
renuncia de un ministro y algunos funcionarios medios, sin embargo, luego de la salida
del menemismo del gobierno, el escándalo se reavivó gracias a los avances en las
causas, que permitieron varios procesamientos e incluso la prisión preventiva para
muchos de los funcionarios implicados.
Hacia fines de 1999 fueron procesados el exjefe del Ejército, general Martín Balza, y el
excanciller Guido Di Tella. En 2001 también fueron procesados con prisión preventiva
el ex presidente Menem, Erman González y Emir Yoma –principal sospechoso
involucrado en el Swiftgate–. Las prisiones preventivas, aunque de relativa corta
duración, cumplieron el efecto de la degradación que dio tanta importancia a este
escándalo. Sin embargo, merced a una resolución de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación, se desestimó la figura de la asociación ilícita con la que fueron procesados
todos los implicados y la causa penal tendió a diluirse. Continuará, después, la causa
económica con el aporte de información de un banco de Suiza sobre una cuenta a
nombre de Menem. En este caso, si bien parecería que se encontraron los límites de la
responsabilidad penal para imputar a miembros del gobierno, se inició el análisis de la
“ruta del dinero”, el seguimiento, el intento por estimar los montos del ilícito y
posteriormente la recuperación de activos para el Estado.
Algunos elementos señalados sobre las figuras de los denunciados y de los
denunciantes, las pruebas y la degradación como consecuencia fundamental del
escándalo aparecen con toda nitidez en este caso, que fue, sin duda, uno de los más
complejos y resonantes de la década y que involucró al gobierno menemista.
121
Todo el escándalo estuvo signado por la pulseada entre el fuero penal y el penal económico
para hacerse cargo de la unificación de la causa, que finalmente nunca se produjo.
156
122
Poco después de las primeras denuncias, dos importantes dirigentes sindicales de la CGT, Hugo
Moyano y Juan Manuel Palacios, declararon ante el juez de la causa haber escuchado al ministro
de Trabajo decir que para los senadores tenía “la Banelco”, en referencia a las tarjetas bancarias.
157
A fines de agosto, el Senado creó una comisión investigadora asumiendo, por primera
vez, que pudieron haberse producido irregularidades en la aprobación de la ley. La
mayoría de los senadores del PJ –implicados por las denuncias– reaccionaron y
señalaron al vicepresidente de la nación (y presidente del Senado) y a Cafiero como los
artífices de un plan para desestabilizar al gobierno.123 Comienza así a producirse una
controversia entre denunciantes y denunciados que cruza al gobierno y a la oposición, y
que comienza a generar reacciones de todo tipo.
Domingo Cavallo, miembro de la oposición no peronista, en declaraciones públicas
sostuvo que el hecho en efecto se había producido y pidió castigos tanto para los
miembros del Senado como del Ejecutivo involucrados. Las notas periodísticas
señalaban a ocho senadores como los responsables de haber cobrado un soborno y el
juez de la causa solicitó que se les suspendieran los fueros parlamentarios, para que
pudieran ser investigados. En ese mismo momento, el Consejo de la Magistratura
consideraba un pedido de juicio político contra el juez interviniente, quien denunció
presiones y se comparó con el fiscal italiano que llevó adelante el proceso de Mani
pulite.
Para contrarrestar los efectos del escándalo, en septiembre el gobierno anunció un
proyecto de reforma política orientado a transformar el financiamiento de las campañas
electorales y el funcionamiento de los partidos. Al mismo tiempo, el Congreso aprobó
una ley que restringía los alcances de la inmunidad parlamentaria, abriendo la
posibilidad de que los legisladores pudieran ser investigados por la justicia. En ese
contexto, el vicepresidente, junto con otros dirigentes, manifestaron que la única salida
posible a la crisis consistía en llamar a elecciones para renovar la Cámara, admitiendo
que los legisladores no tenían legitimidad para mantener sus cargos.
Finalmente, a principios de octubre el gobierno realizó cambios en el gabinete y
desplazó de su cargo al ministro de Trabajo, pero este, para enojo del vicepresidente –
que lo señalaba como uno de los responsables de la crisis–, fue ascendido a secretario de
la Presidencia, mientras que el jefe de la SIDE continuaría en su cargo. Álvarez
123
El vicepresidente del gobierno de la Alianza, Carlos “Chacho” Álvarez, pertenecía al partido
Frente Grande que formó la coalición de gobierno con la UCR. El Frente Grande fue un
desprendimiento del PJ, que se produjo durante los primeros años del gobierno de Menem por
disidencias con la política económica y como rechazo a las denuncias de corrupción que se
sucedían respecto de aquel gobierno. Véase el capítulo 5.
158
Este escándalo representa un hito importante en la serie que hemos delimitado para
realizar este análisis por varias razones. Primero, porque marca una continuidad de los
casos de corrupción más allá del gobierno menemista. En este sentido, la Alianza había
derrotado al peronismo en 1999 haciendo campaña en contra de la corrupción
gubernamental, pero no logró sustraerse a la dinámica de los escándalos una vez
alcanzado el poder. Como consecuencia de ello, las coimas en el Senado no son un caso
más de la serie sino que refuerzan de manera notable el descrédito de la clase política en
su conjunto, haciendo de la corrupción un problema que excede a un gobierno en
particular.
En segundo lugar, este caso ratifica, en un escenario gubernamental diferente, que la
producción de escándalos de corrupción también depende de las fisuras e internas que
se producen en las coaliciones de gobierno. Los dos componentes de la Alianza
confrontaron de alguna manera en las figuras del presidente y el vicepresidente.
En tercer lugar, permite reafirmar la distancia que existe entre la degradación como
salida o resolución de un escándalo y los tiempos del tratamiento judicial de los delitos,
que operan de manera más eficaz una vez que los implicados se alejan del gobierno.
Por último, me parece particularmente significativo el modo en que este escándalo
refuerza el testimonio como prueba de realidad. Por supuesto, esa centralidad tiene
menos que ver con la figura del testigo que con la del arrepentido, que termina por
prevalecer y aporta un elemento novedoso a la configuración de los escándalos de
corrupción.
Tomados en conjunto, todos estos escándalos definen algunos rasgos comunes que dan
carnadura a una serie. Esta produjo, como vimos, cierto aparataje crítico a la actividad
política por efecto de acumulación y diversificación.
Los escándalos políticos son un modo de infringir un castigo, pero el resultado que
producen no depende de la decisión de un tribunal sino del juicio de la opinión pública.
160
Más allá de que estas se hayan incorporado como un recurso más para la confrontación
política, son otros actores y no los políticos profesionales los que salen favorecidos por
las denuncias que progresan. En consecuencia, los escándalos requieren la presencia de
estos nuevos mediadores y portavoces de la denuncia para que resulten un arma
efectiva.
Por otra parte, la dinámica de los escándalos también refuerza la figura de los
denunciantes que provienen del mundo del derecho, en calidad de expertos, de
portavoces de la sociedad civil o como operadores judiciales intervinientes en las
causas. Estos aspiran a erigirse en agentes moralizadores de la actividad política, como
defensores del bien común frente a una actividad política que es percibida y definida
como degradada y orientada al interés particular y privado de los negocios. Ello cuenta,
asimismo, para quienes intentaron desde la propia actividad política diferenciarse de sus
colegas enrolados en las filas de los partidos tradicionales. Tal como señala Juan Carlos
Torre (2003), la política institucional no ha sido ajena a la producción de denuncias de
corrupción, en particular en los intentos de creación de espacios políticos de
centroizquierda y centroderecha durante los años noventa.
Finalmente, desde el punto de vista del problema de la corrupción, los escándalos tienen
la importancia de producir pruebas orientadas al juicio de la opinión pública sobre la
existencia del problema. En la sumatoria de casos, en la medida en que se constituye
una serie de escándalos, encontramos que el tema de la corrupción puede ser remitido a
personajes y a hechos específicos. Puede ser vinculado a relatos que hacen del problema
algo palpable y comprensible, materia de castigos y redenciones, un escenario con
personajes candidatos a representar el papel del político corrupto y a reforzar la figura
de los ciudadanos honrados.
Los escándalos de corrupción han pasado a formar parte del paisaje actual de nuestra
vida política y están lejos de haber desaparecido luego de su irrupción durante los años
noventa. Por el contrario, llegaron para quedarse y, sin embargo, algo ha cambiado en
forma sustancial desde los tumultuosos acontecimientos de la crisis de 2001: en los casi
diez años de gobierno kirchnerista, el número de los casos más resonantes llega a
162
catorce125 y la mayoría ha tenido –por decirlo de alguna manera– corta vida. Es decir
que su decrecimiento no sólo ha sido cuantitativo sino también cualitativo.
Algunos elementos generales y otros específicos permiten comprender mejor esta deriva
de los escándalos de corrupción post-2001. Entre los primeros, deberíamos considerar
un fenómeno que no es específico de la Argentina y que llevó a un progresivo desinterés
del público luego de la atención que despertaron durante los noventa; esto es, de su
rutinización.
La atención hacia una ola de escándalos no puede sostenerse por tiempo indefinido
(Adut, 2008: 169). El efecto de la serie en cuanto a la visibilización del problema tiene
su reverso en cierto acostumbramiento frente a la transgresión. La indignación poco a
poco cede terreno en la medida en que los escándalos pasan a formar parte de la vida
política en su registro cotidiano.
Por otro lado, debemos considerar que la publicidad es también la que revela el fracaso
o supuesto fracaso del desempeño del Poder Judicial. Los escándalos publicitan las
denuncias y ejecutan una justicia inmediatista que responde a la indignación por la
transgresión, pero implican asimismo la publicidad de las absoluciones, las
prescripciones, etc. Los escándalos se desarrollan, en este sentido, con independencia de
la lógica judicial; sin embargo, la asincronía entre ambos podría hacernos pensar en un
efecto de desaliento en el público.
En términos más específicos, existen al menos tres diferencias fundamentales en la
dinámica de los escándalos pre y post-2001, que los vuelve un recurso menos efectivo
para la lucha dentro y fuera del ámbito de la política institucional:
125
Si bien en este trabajo diferenciamos las denuncias de los escándalos, enumeramos en forma
somera los que corresponden a la era K: 1) denuncias de Roberto Lavagna contra el Ministerio
de Planificación por sobreprecios en 2005; 2) caso Skanska; 3) compra de acciones de YPF por
el Grupo Petersen; 4) la valija de Antonini Wilson; 5) narcotráfico en Southern Winds; 6)
enriquecimiento ilícito de Rudy Ulloa; 7) caso Felisa Micheli; 8) sumario contra Héctor
Capaccioli, subsecretario de los servicios de salud del Ministerio de Salud de la Nación; 9)
embajada paralela en Venezuela; 10) fondos de la provincia de Santa Cruz expatriados; 11)
enriquecimiento ilícito de Néstor Kirchner y Cristina Fernández; 12) Ricardo Jaime: dos causas
por dádiva y enriquecimiento ilícito; 13) denuncia contra José “Pepe” Albistur, secretario de
Medios, por la distribución de la publicidad oficial, y 14) caso Ciccone contra el vicepresidente
Amado Boudou. Véase, Massoni (2011).
163
entre otras cosas, que hemos asistido en estas últimas décadas a la constitución de un
público para los escándalos de corrupción. Un desafío se impone, por tanto, para
indagar la forma y los rasgos que ha adoptado ese público en este último tiempo.
En el próximo capítulo nos centraremos en el tercer eje de nuestro análisis: observar que
hizo la política institucional –los principales implicados– con el problema de la
corrupción.
165
127
Una atrapante revisión general del proceso, con énfasis en el peronismo, puede encontrarse en
el libro de Horacio González, El peronismo fuera de las fuentes (2008).
167
1999)
Por eso, vengo a anunciar ante los representantes del pueblo, que a partir de este
momento el delito de corrupción en la función pública, será considerado como
una traición a la patria.
Discurso de asunción ante la Asamblea Legislativa del presidente Carlos S.
Menem, 1/8/1989
Con esas palabras comenzó su gobierno Carlos Menem en 1989 y con esas mismas
palabras asoció las denominadas políticas de reforma del Estado con un tipo particular
de discurso anticorrupción.
Menem, quien –según Horacio González– produjo una transfiguración de la tradición
nacional y popular del peronismo, inició su gestión con un subrepticio giro al
neoliberalismo y el armado de un sistema de alianzas inédito, que ponía en práctica
discursos sobre el fin de la historia para crear un clima de época (González, 2008: 49-
51).
El gobierno desplegó un vasto programa de reformas político-económicas cuyos ejes
principales han sido caracterizados por los analistas como un desplazamiento de las
168
128
“El imperativo reduccionista que caracterizó la primera etapa de la reforma tuvo, obviamente,
una íntima relación con la apertura externa, la liberalización económica y la avasalladora
instauración de una ortodoxia capitalista, desconocida en la experiencia histórica mundial,
procesos promovidos compulsivamente en países con muy diferente orientación política o
ideológica […]. La más visible de estas reglas que gobiernan las relaciones Estado-sociedad –y
la que mayor atención ha recibido en los trabajos sobre la reforma del Estado– es la relativa al
esquema de división social del trabajo. Si hay algún fenómeno que captura de inmediato la
atención del observador de estos procesos es la radical modificación producida en pocos años en
la responsabilidad asumida por los Estados subnacionales y el sector privado en la producción de
bienes y servicios, de los que antes se ocupaba el Estado nacional” (Oszlak, 1997: 3-4).
129
Como sostiene Carlos Acuña: “Estas leyes autorizaban al Estado a privatizar parcial o
totalmente todas las empresas estatales (fuesen de servicios, productivas o extractivas) y a
suspender: subsidios de promoción industrial y minera, el régimen de compra preferencial de
bienes de producción local por parte del Estado, contrataciones de personal estatal, así como la
estabilidad de los empleos públicos. Las medidas amenazaban fundamentalmente a los intereses
de economías regionales, de proveedores del Estado y de empleados públicos” (1995: 173).
169
131
“Menem decretó un programa que acentúa la liberalización económica”, Clarín, 1/11/1991, pp.
2-3.
174
Así, desde el discurso económico la corrupción parece delimitar una frontera entre
quienes son representantes de los criterios técnicos y quienes personifican los criterios
políticos dentro del gobierno. En esa lógica, la despolitización de los organismos –el
paso del control por parte de la línea política al control por parte de la línea técnica– es
un buen sinónimo de transparencia y combate a la corrupción. La corrupción se
contrapone de esta manera a la eficiencia, y esta es expuesta, ante todo, como un criterio
técnico.
La intervención y racionalización de los organismos públicos, la privatización de
empresas de propiedad estatal y la desregulación de la actividad económica –
175
132
Son innumerables los casos que pueden citarse al respecto. Transcribimos simplemente a modo
de ejemplo algunos comentarios periodísticos sobre la reducción de la planta de empleados de la
Administración Pública Nacional en el primer año de gestión de Cavallo al frente del Ministerio
de Economía: “Durante 1991, 63 257 agentes fueron cesanteados o se acogieron al retiro
voluntario. Según el secretario de la Función Pública, G. Beliz, la superpoblación y
descalificación profesional de los agentes del Estado no son más que una de las formas y fuentes
de corrupción. Por eso, se ha dispuesto un sistema de promoción y reencasillamiento dirigido a
evitar que un funcionario entre por la ventana de la administración, de la mano de un secretario o
un ministro amigo, desalojando a otro que tal vez tenga 15 años de carrera […]. Se detectó un
3% de empleados fantasmas, es decir, fallecidos” (“Más de 63 000 agentes dejaron la
administración pública central”, Clarín, 27/1/1992, pp. 4-5).
133
Algunos de los casos más resonantes, como el escándalo IBM-Banco Nación, el de la Aduana
paralela y el ya analizado de la venta ilegal de armas, forman parte de esas disputas internas en
el seno del gobierno.
176
Más allá de estas peripecias, el vínculo entre corrupción y reforma del Estado fue una
constante durante los años de gobierno menemista y esa asociación fue la que inauguró
los debates contemporáneos que le dieron forma al problema.
Por otro lado, es necesario señalar también que a partir de los primeros años del
gobierno de Menem la corrupción aparece en el discurso gubernamental como un
intento por enfrentar las denuncias y los escándalos a partir de aceptar la propia
corrupción, para liderar la denuncia y promover procesos de autodepuración.
Esta será la principal estrategia –como han señalado algunos análisis–para enfrentar la
denuncia periodística:
A partir de 1991, con el escándalo del “Swiftgate”, el tema cobrará más peso en el
discurso presidencial, desplazará incluso a la hiperinflación como principal problema a
ser enfrentado y se mantendrá de ese modo hasta prácticamente fines de 1992 (Canelo,
2001: 16). Ese escándalo en particular significó para el gobierno una prueba de que la
corrupción podía ser un flanco de debilitamiento, en al menos dos sentidos: como
síntoma de resquebrajamiento interno y como fuente de conflicto con actores
internacionales (Canelo, 2001; Palermo y Novaro, 1996).134
Pocos días después de iniciado el escándalo, Menem declara al país en emergencia
moral: “Con absoluta sinceridad, debo enfatizar que nuestras instituciones no pueden
permitirse el riesgo de peligrar por falta de decisión para combatir este cáncer”. Insistió
entonces en que la Reforma del Estado, la desregulación, la eliminación de trabas
burocráticas y la mayor transparencia del sistema económico eran los pilares para
modificar situaciones fraudulentas “que nos sumergieron en el atraso y la decadencia”,
y anunció algunas medidas específicas:
134
Recordemos que el escándalo del Swiftgate implicó la reacción y la denuncia activa del
gobierno de Estados Unidos.
178
Aunque estas medidas nunca llegaron a implementarse e incluso las respuestas y formas
de intervención del gobierno cambiaron con los años, en especial al final de su gestión,
el reconocimiento de la corrupción como problema público en el discurso oficial dejó
sus huellas desde el comienzo del mandato y en relación estrecha con el tipo de política
económica que el gobierno había decidido llevar adelante.
A lo largo de los años noventa la corrupción pasó a ocupar un lugar destacado también
como discurso de oposición al gobierno. De hecho, en las elecciones que se sucedieron
entre 1989 y 1999 es posible observar que el tema aparece cada vez más como
argumento de campaña y quienes se encolumnaron tras esa bandera obtuvieron mejores
resultados electorales.
Casi desde el inicio del gobierno de Menem, un grupo de legisladores peronistas
comenzó a tomar distancia de las posiciones políticas presidenciales y captó el interés
de un público mayoritario entre las clases medias de los grandes centros urbanos, hasta
consolidar en pocos años un verdadero capital político-electoral. Ese grupo,
denominado originalmente Grupo de los Ocho,136 se convirtió en el partido Frente
Grande, estructura desde la cual estos dirigentes promovieron diverso tipo de alianzas
electorales y programáticas, que lograron constituirse en una alternativa de gobierno en
1999.
A fines de mayo de 1990, los ocho diputados decidieron desconocer la autoridad del
bloque oficialista y comenzaron a funcionar autónomamente; es decir, a oponerse a las
iniciativas legislativas impulsadas por el gobierno. La fuente de conflicto inicial se
vinculó con la orientación de la política económica y con el tipo de alianzas impulsadas
135
“Menem anunció diez medidas para combatir la corrupción en el Estado”, Clarín, 25/1/1991,
tapa y p. 10; “Duhalde dijo que no alcanza con leyes”, Clarín, 26/1/1991, p. 17.
136
Los ocho diputados fundadores del grupo fueron Germán Abdala, Darío Alessandro, Carlos
“Chacho” Álvarez, Luis Brunati, Juan Pablo Cafiero, Franco Caviglia, Moisés Fontela y José
“Conde” Ramos.
179
137
En particular, denunciaban el espacio ofrecido por Menem a tradicionales dirigentes
conservadores que habían sido históricamente antiperonistas y ultraliberales en materia
económica.
180
Desde la ruptura con el peronismo y la creación del nuevo partido, estos dirigentes
intentaron, por un lado, elaborar un discurso político propio y, por otro lado, desarrollar
alianzas electorales para competir en la Ciudad de Buenos Aires y en la provincia
homónima, las zonas donde tenían mayor influencia. El primer aspecto predominó al
principio y el discurso estuvo claramente orientado a la tematización de la corrupción
138
En referencia a una comisión creada por el presidente de la nación en 1984, consagrada a
investigar los crímenes cometidos por los militares durante la última dictadura militar y, en
particular, la desaparición forzada de personas.
182
En 1991, los integrantes del Grupo de los Ocho publicaron el libro La carpa de Alí
Babá, donde defendían el vínculo entre corrupción y reforma del Estado pero en un
sentido exactamente inverso al utilizado por el gobierno. Sostenían que la
transformación de la política económica y, en particular, los vastos procesos de
privatización de empresas públicas implicaban un terreno fértil para la multiplicación de
negocios ilegales, sobornos, etc. El libro recopila, asimismo, la actividad de denuncia y
la actividad legislativa realizada por el grupo durante 1990, con el argumento de que la
corrupción era una práctica sistemática en la política y eso obedecía al abandono de las
grandes causas y al vaciamiento ideológico de la militancia y del ejercicio de la función
pública.
139
El Frente Grande obtuvo el 37,4% de los votos en la capital, imponiéndose ante el PJ, que
obtuvo el 24,5%, y el radicalismo, que realizó su peor elección en el distrito hasta ese momento,
con tan sólo el 15,2% de los votos.
184
lugar en las elecciones de 1995,140 para luego acordar con la UCR la constitución de un
polo opositor que derrotará al PJ en las elecciones legislativas de 1997 y, finalmente, en
las presidenciales de 1999.
La constitución de la Alianza por el Trabajo, la Justicia y la Educación en 1997 entre el
FrePaSo y la UCR fue la condición de posibilidad para el desarrollo de una alternativa
de gobierno para enfrentar al menemismo. Mientras que la UCR no gozaba de mucho
prestigio frente a la opinión pública y venía de perder en forma sostenida su caudal
electoral desde 1989, los dirigentes del Frente carecían de estructura partidaria a nivel
nacional. Si bien la Alianza demostró ser un eficaz instrumento electoral, produjo, a su
vez, no pocos problemas para el reacomodamiento ideológico de algunos de estos
dirigentes que habían logrado construir una buena popularidad diferenciándose de los
modos de hacer política característicos de los partidos tradicionales:
140
A fines de 1994 nace el FrePaSo, que nuclea al Frente Grande con varios sectores disidentes del
PJ y algunos socialistas. De ahí surge la fórmula electoral para 1995, encabezada por J. Octavio
Bordón y Carlos Álvarez. Bordón gana las elecciones internas y adopta la crítica social como
discurso de campaña, mientras que Álvarez integra la fórmula como candidato a vicepresidente
y centra su discurso específicamente en la cuestión de la honradez y la transparencia.
185
uno de los elementos discursivos privilegiados en la medida en que las críticas a las
políticas económicas no generaban apoyo en el electorado de clase media que estos
dirigentes iban consolidando.
La campaña electoral de 1997 fue un ensayo exitoso del funcionamiento electoral de la
Alianza, sustentado en la presencia en las listas de los principales dirigentes del Frente
Grande y en la incorporación de candidatos con “buena imagen” provenientes del
radicalismo.141
141
Recordemos que, para ese momento, Marta Oyhanarte se había acercado a trabajar con
Fernando de la Rúa, electo jefe de gobierno por la UCR en 1996 y después candidato a
presidente en 1999.
186
El camino al gobierno fue sinuoso para los dirigentes del FrePaSo, tanto por el resultado
de las elecciones internas, que consagraron candidato al radical, como por la derrota de
Fernández Meijide en la provincia de Buenos Aires:
142
“Voy a empujar a los corruptos a la cárcel, prometió De la Rúa”, Clarín, 26/5/1999.
143
“De la Rúa: Somos la fuerza moral frente a la frivolidad y el engaño”, Clarín, 20/10/1999.
187
144
Makón comenzó su tarea en el gobierno de la Alianza en el Ministerio de Desarrollo Social, y
luego asumió como secretario, con el objetivo de implementar un plan de modernización del
Estado: “Mi gestión siempre estuvo guiada por un objetivo: contribuir a que el Estado actual,
que es deficitario, oneroso e ineficiente, se transforme en un Estado fuerte y presente, que no
sólo cumpla sus obligaciones, sino que lo haga bien” (carta de renuncia de Marcos Makón, Hoy,
20/11/2001, p. 7).
188
LA POLÍTICA ANTICORRUPCIÓN
La década de 1990 avanzó sin pausa en el sentido de una transformación de los clivajes
partidarios que habían caracterizado a la política argentina en los años precedentes. Los
partidos mayoritarios, en alternancia en el gobierno, tendieron a desarrollar estrategias
145
“Christian Gruenberg, director de la ONG Transparencia Internacional para la Argentina, no
quiere dejarse dominar por las apariencias. ‘Nuestro abordaje sistémico y organizacional –dice–
nos impide pensar que por el solo hecho de que Fernando de la Rúa tenga buena imagen algo
cambió desde el momento en que es gobierno’” (“Apariencia y realidad en la corrupción”,
Página/12, 26/8/2000).
146
“En sus primeros años la organización y sus principales dirigentes (sobre)aprovecharon las
denuncias de las prácticas políticas corruptas o clientelares de justicialistas y radicales. Esta
estrategia discursiva generó fuertes elementos identitarios, al posicionar a los frentistas como
‘los éticos’ frente a ‘los corruptos’ en el sistema político argentino. Sin embargo, diversos
elementos pusieron en cuestión esta estrategia. Por un lado, la sola constitución de una alianza
electoral con la UCR llevó a que el Frente Grande tuviera que moderar sus críticas en este plano,
al verse obligado a tolerar ciertas prácticas clientelares propias del radicalismo. Por otro, la
llegada al gobierno del partido le quitó a esta estrategia su principal utilidad, ya no hubo más un
‘gobierno menemista corrupto’ susceptible de recibir las críticas frentistas, sino que, por el
contrario, el mismo Frente Grande debió dar cuenta permanente de la coherencia entre su
accionar y su discurso” (Abal Medina, 2009: 15).
189
de poder que borraron sus contornos tradicionales. Se prefiguró así una denominación
común para los hombres de partido, quienes “desempeñaran las principales
responsabilidades en las instituciones de la democracia en su condición de miembros de
los dos grandes partidos de alcance nacional” (Torre, 2003: 658). De ese modo, se forjó
el apelativo de “clase política” para referirse a quienes formaban parte de ese mundo
progresivamente más homogéneo de la política partidaria, que parecía inclinar
decididamente la balanza en el sentido de una ética de la responsabilidad.
En ese contexto, comenzaron a crecer –como hemos visto– algunos proyectos de
renovación a partir de una promesa de nuevos estilos de construcción y de gestión –la
nueva política–, con la mirada puesta de modo cada vez más exacerbado en la
producción y reproducción de fuertes líderes de opinión.147 Esas experiencias, con
vocaciones de centroderecha y de centroizquierda, movilizaron el tema de la corrupción
como estrategia de diferenciación con la vieja política. Desde el ala técnica del gobierno
de Menem, pasando por el Frente Grande, hasta confluir de forma traumática en la
experiencia del gobierno de la Alianza.
Esos actores fueron tan exitosos en la difusión de las nuevas categorías del vocabulario
político como impotentes para producir condiciones de equilibro en el ejercicio del
gobierno.
147
Véase, en particular, Cheresky (2006).
190
148
A diferencia de los proyectos de ley, el dato sobre proyectos de resoluciones, declaraciones y
comunicaciones no es exacto, ya que no hemos realizado un análisis pormenorizado al respecto.
191
De los 141 proyectos de ley del período 1989-2001, más del 30% fueron elevados al
Congreso al menos en una ocasión luego de su propuesta original. El gráfico 5.1
muestra la distribución de esos proyectos a lo largo de la década. Esos datos nos
permiten observar el año en que fue presentado originalmente cada proyecto, lo que no
obsta que fuera presentado más de una vez y finalmente tratado en años posteriores.
25
20
15
10
0
89
90
91
92
93
94
95
96
97
98
99
00
01
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
20
20
Desde comienzos de los años noventa, la cantidad de proyectos crece aunque de manera
irregular, y se registran picos en los períodos 1991-1992 (32 proyectos) y 1996-1997
(40 proyectos). Desde 1991, al menos 7 proyectos se presentaron cada año en alguna de
las dos cámaras del Congreso nacional. Ello evidencia que a lo largo de la década
existieron sostenidos esfuerzos por establecer una legislación referida al problema.
Por ende, entre esos 471 proyectos, existen algunos referidos a otros temas, como, por ejemplo,
corrupción de menores. De todos modos, la diferencia es tan significativa que nos permite
ilustrar nuestro argumento. Los proyectos de resolución y comunicación, por otro lado,
presentan características muy variadas. En la mayor parte, se refieren a pedidos de informe
realizados por los legisladores al Poder Ejecutivo, pero pueden incluir también: integración de
comisiones de juicio político a magistrados, constitución de comisiones investigadoras,
expresiones de adhesión, pedidos de interpelación a funcionarios del PEN, pedidos de sanción
para funcionarios, etc.
192
El cuadro 5.1 muestra que la Alianza tuvo durante su mandato mayor iniciativa que la
oposición para presentar proyectos legislativos. Ello concuerda con el hecho de que en
los diez años de gobierno menemista esos mismos partidos, en el rol de la oposición,
tuvieron en conjunto mayor incidencia en la presentación de proyectos (44,8%) que el
gobierno (34,4%).
En relación con el tipo de proyectos presentados en el período, se observa que, por un
lado, existe una importante dispersión de temáticas y abordajes (identificamos veintiún
tipos en total) y, por otro lado, algunos de ellos son claramente predominantes:
149
Los proyectos presentados por el gobierno corresponden a aquellos enviados por el PEN y por
el principal partido que integra la coalición de gobierno en cada una de las presidencias durante
el período. Por ejemplo, entre 1989 y 1999 se consideran “del gobierno” los proyectos
presentados por legisladores del PJ, mientras que entre 2000 y 2001 son aquellos presentados
por la UCR y el FrePaSo. Hemos clasificado por separado a los partidos provinciales que, por lo
general, no han apoyado en forma sistemática a ninguno de los dos gobiernos, y los partidos más
claramente identificados con posiciones políticas de izquierda y de derecha en el país (por
ejemplo, partidos trotskitstas, militares, ultraliberales, etc.).
193
Arrepentido 4 2,8
Anulación privatizaciones o
3 2,1
suspensión de una reestruc
Creación de tribunales
3 2,1
especiales
Compras y contratos del
3 2,1
Estado
Financiamiento de partidos /
3 2,1
campañas / compra de votos
Incompatibilidades 2 1,4
Contrabando 1 0,7
Inhabilitación 1 0,7
12,0%
10,0%
8,0%
6,0%
4,0%
2,0%
0,0%
1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001
A diferencia de otros tipos, aquí las sugerencias pueden estar referidas a algún artículo o
inciso en particular del Código Penal y, por ende, los proyectos se suceden con distintas
alternativas para lograr un mismo tipo de reforma.
Desde el comienzo de su mandato, Menem anunció en forma regular medidas
específicas para combatir la corrupción que, por lo general, fueron proyectos para
agravar las penas de los delitos asociados con el fenómeno (como el enriquecimiento
ilícito, el tráfico de influencias o el cohecho) o para crear nuevas figuras penales que
permitieran caracterizar mejor esos delitos. En mayo de 1990, por ejemplo, se presentó
el primero de los proyectos legislativos caracterizado como una ley contra la
corrupción.150 El enfoque despertó polémicas en la oposición, que reaccionó y propuso
150
El proyecto presentado preveía: sancionar a “testaferros” que facilitaran el “lavado de dinero”;
aumentar los plazos de prescripción de los delitos; penas de 2 a 8 años para quienes defraudasen
al Estado; de 4 a 15 años si se trataba de cargos electivos, y si se producía un daño grave al
patrimonio o a los intereses del Estado, la pena aplicable sería la establecida para el delito de
traición a la patria. Esta misma pena correspondía a defraudación, sustracción de dinero y
bienes, así como a actuar ilegalmente, para favorecer en materia de impuestos, tasas,
jubilaciones, contratos, etc., y a utilizar información reservada para lucrar. Se penarían la dádiva
y la coima, tanto al que la daba como al que la recibía. Se definió en términos específicos el
195
enriquecimiento ilícito. Véanse “Habrá prisión perpetua por corrupción”, nota de tapa de Clarín,
12/5/1990; “Nuevo proyecto sobre corrupción”, Clarín, 21/4/1990, p. 5, y “Envían al Congreso
una ley contra la corrupción”, Clarín, 24/4/1990, p. 4.
151
En 1994, hubo anuncios de características similares, ver: “Proyecto del Gobierno para intentar
frenar la corrupción”, Clarín, 27/12/1994, p. 14. Por otro lado, a poco de asumir y a pesar del
cambio de orientación en las políticas anticorrupción, el gobierno de la Alianza también presentó
reformas en este mismo sentido: “El Gobierno quiere endurecer las penas por corrupción”,
Clarín, 28/12/1999.
SEBAST´´AN: ESTAS TRES NOTAS SUMAN MÁS DE 7000 CARACTERES, LO CUAL ES
MUCHÍSIMO. TE PROPONGO DOS COSAS: UNA ES DIRECTAMENTE REMITIR AL
LECTOR AL ARTÍCULO CORRESPONDIENTE, CONSIGNANDO DIARIO, DÍA Y
TÍTULO, Y LA SEGUNA, HACER UNA BREVÍSIMA SÍNTESIS DE LOS ARTÍCULOS.
196
en los dos períodos del gobierno menemista, y aunque algunas ocasiones permitieron
que las cámaras resolvieran la creación de comisiones, esa estrategia resultó muy poco
sustentable en el largo plazo debido al margen de maniobra que recuperaba el gobierno
una vez que se aquietaban las aguas en relación con algún caso en particular.
Un dato notable es que casi el 11% de los proyectos presentados durante el período se
refiere específicamente al tema de las declaraciones juradas de los funcionarios
públicos. Este ha sido uno de los argumentos más importantes del trabajo de activistas y
expertos para avanzar en el desarrollo de políticas preventivas. Así, es posible observar
el cambio producido en la concepción del fenómeno ya que, en algunos años, esos
proyectos superaron incluso a los referidos al Código Penal.
Para finalizar, cabe señalar que, del total de proyectos relevados, sólo el 3,5% fue
íntegramente sancionado y otro 12,8% fue tratado y debatido en procesos que dieron
lugar a la aprobación de otras normas. El cuadro 5.3 muestra que la amplia mayoría de
los proyectos no fueron sancionados.
Estos datos refuerzan la idea de que el Congreso no ha sido, durante este período, un
órgano muy activo de producción normativa. Recordemos que el presidente de la nación
tiene facultades –limitadas– para legislar a través de la promulgación de decretos y que
esta ha sido, en las últimas décadas, una de las modalidades de gestión más utilizadas
por la dirigencia política del país.
Al revisar los proyectos aprobados por el Congreso en el período analizado, se constata
que existe una sola norma verdaderamente significativa. Se trata de la Ley 25 233,
impulsada por la Alianza en 1999, mediante la cual se creó la Oficina Anticorrupción.
El resto de los proyectos sancionados se refieren a la aprobación de convenciones
internacionales y al establecimiento de un feriado y una pensión en homenaje y
197
152
Ver: “Corrupción: el plan de Arslanián”, Clarín, 12/4/1991, p. 9 y “Moreno Ocampo pide ley
contra la corrupción”, Clarín, 4/7/1991, p. 5: “L. Moreno Ocampo pide por la reforma procesal,
que introduzca el juicio oral y público, que –sostiene– acelera los juicios: Los mecanismos
procesales en vigor ‘garantizan que nunca va a ser castigada la corrupción, y, si seguimos así,
nunca vamos a condenar a nadie […] en los últimos 10 años no hubo ninguna condena firme por
un acto de corrupción’. La comunidad ‘debe tomar conciencia y reclamar una reforma
estructural del sistema judicial, exigiendo que se termine con la corrupción, como lo expresan
las marchas del silencio en Catamarca, así como las distintas manifestaciones en la que se pide
justicia”. ().
153
Ver: “Blanquearán los aportes a partidos políticos”, Clarín, 22/2/1993, pp. 2-3; “Será
obligatorio dar información sobre los aportes a los partidos políticos”, Clarín, 4/4/1993, pp. 2-3;;
“Confirman el proyecto oficial para financiar la política”, Clarín, 23/9/1997; “Buscan darle
transparencia al financiamiento político”, Clarín, 20/5/2000; “Apuro por la reforma política”,
Clarín, 4/9/2000; “Mañana se pone en marcha la reforma política”, Clarín, 22/10/2000 y
“Buscan transparentar la política”, Clarín, 24/10/2000). Véanse también: “La reforma política en
el Senado”, Clarín, 8/11/2000, y “Ponen límites”, Clarín, 11/11/2000.
198
El cambio de gobierno en 1999 implicó una cierta consolidación de esta nueva visión,
que se vio finalmente plasmada en transformaciones institucionales importantes, cuyo
punto culminante fue la creación de la Oficina Anticorrupción. Ese momento significó
tanto la consolidación de esta nueva mirada sobre el problema –y su inscripción en
términos de programas, políticas y planteles de nuevos funcionarios públicos– como la
comprobación del carácter paradójico y desconcertante que conlleva la puesta en
práctica de las políticas de transparencia. Estas, como veremos, están orientadas a
cambiar la estructura de incentivos que favorecen el desarrollo de actos de corrupción,
pero resultan menos eficaces para producir resultados en relación con las demandas de
punición ligadas a la multiplicación de escándalos.
Por último, es necesario señalar que ninguna de estas transformaciones en la actividad
política y en la política institucional es comprensible por fuera de las dinámicas
internacionales que llevaron a la elaboración de estándares en las políticas de
transparencia, y que comenzaron a operar como criterios de evaluación y requisitos para
la organización de la política pública local.
154
Nos referimos a la ya mencionada Foreing Corrupt Practices Act, sancionada en los Estados
Unidos en 1977 y, también, a la Comisión Independiente contra la Corrupción de Hong Kong,
creada en 1973 (Baragli, 2005).
202
155
No nos ocuparemos aquí de la convención de la OCDE; puede consultarse un análisis al
respecto en Rose-Ackerman (2001).
204
156
El artículo VI refiere los siguientes actos de corrupción: el requerimiento, la aceptación, el
ofrecimiento y el otorgamiento de un soborno por o a un funcionario, por un lado, y el
aprovechamiento de bienes que se relacionen con los actos de un funcionario.
157
Véanse, en particular, los artículos del capítulo III de la Convención: art. 15, “Soborno de
funcionarios públicos nacionales”; art. 16, “Soborno de funcionarios públicos extranjeros y de
funcionarios de organizaciones internacionales públicas”; art. 17, “Malversación o peculado,
apropiación indebida u otras formas de desviación de bienes por un funcionario público”; art. 18,
“Tráfico de influencias”; art. 19, “Abuso de funciones”; art. 20, “Enriquecimiento ilícito”.
205
158
Véase: www.unodc.org.
206
Este mecanismo crea, a su vez, una subcomisión de seguimiento a nivel nacional que
involucra no sólo a actores gubernamentales sino también a ONG, incorporadas al
proceso de monitoreo de la implementación de la Convención.
De este modo, el establecimiento de estándares internacionales supone tanto la firma y
ratificación de pactos, tratados y convenciones, es decir, su incorporación a la
legislación nacional, como un proceso de adecuación y ajuste de la normativa de cada
país a los criterios establecidos por los instrumentos internacionales.
Por último, la fijación de estándares puede verificarse desde un punto de vista diferente,
a partir de la inclusión del tema de la corrupción en la agenda de los organismos
internacionales de crédito.
159
“La sección 6.03 de las Condiciones Generales Aplicables a los Acuerdos de Créditos y
Garantías fue ampliada para permitir la cancelación de un préstamo por corrupción o fraude por
parte de los representantes del prestatario o por parte del beneficiario […]. Además, las
Orientaciones para la Concesión de Préstamos de DRBI y de Créditos ADI han sido
enmendadas para añadir un nuevo parágrafo 1.15, que afirma que el banco rechazará una
propuesta para una concesión ‘si determina que el solicitante recomendado para la concesión
está involucrado en prácticas corruptas o fraudulentas’. […] Las nuevas normas permiten
auditorías a los que contratan llevadas a cabo por el banco y les exigen registrar todos los pagos
antes y después del concurso público” (Rose-Ackerman, 2001: 247-248).
160
El gobierno argentino explícitamente rechazó las condiciones de anticorrupción y
accountability del Banco Mundial cuando no coincidían con su propia estrategia política. Por
ejemplo, un antiguo negociador argentino me contó que cuando la anticorrupción era puesta
sobre la mesa, el gobierno de Menem amenazaba con frenar las negociaciones y el Banco
Mundial retiraba el tema de sus propuestas (Guerzovich, 2010, traducción propia).
208
En definitiva, ello implica, en primer lugar, que el banco interviene como organismo
fiscalizador en los países financiados como parte del monitoreo de la implementación de
proyectos y, en segundo lugar, que se abrieron oportunidades de financiamiento para el
desarrollo y la consolidación de proyectos y agencias vinculados con esta temática en
particular.
Uno de los elementos que permitió el desarrollo de la Oficina Anticorrupción en la
Argentina fue, precisamente, una donación del Banco Mundial (IDF 27282), otorgada
inicialmente a la Oficina Nacional de Ética Pública en 1998, y trasladada luego a la
institución en 2000. El monto total era de 410 000 dólares y fueron utilizados en
actividades relacionadas con el fortalecimiento institucional y el desarrollo de
proyectos. El Banco Mundial también financió, hacia fines de la década, un vasto
proyecto de modernización del Estado (IRDB/IAD P057449), tendiente a lograr una
transformación de la administración pública y a generar mayores niveles de eficiencia y
menores niveles de corrupción. Resulta evidente que la fijación de estándares
internacionales también implica, por esta última vía, el desarrollo y la materialización
de líneas de política pública cuyo financiamiento proviene del crédito internacional.
NACIONAL
209
162
“En sus principios, el diseño del nuevo modelo debía responder a los criterios de control
integral e integrado de la Administración Pública. Integral porque debería abarcar los aspectos
vinculados a la legalidad, presupuestarios, financieros, patrimoniales, normativos y de gestión. E
integrado por cuanto debería formar parte de los procedimientos que se establezcan para la
correspondiente toma de decisiones” (Fuertes y otros, 2001: 21-22; destacado en el original).
163
Tres de los siete miembros de la AGN son nombrados por la Cámara de Diputados y otros tres
por la Cámara de Senadores, de acuerdo con su composición. El séptimo, quien preside el
organismo, es nombrado por acuerdo de los presidentes de ambas cámaras. Sobre las
negociaciones entre el gobierno y la UCR por el nombramiento del primer presidente de la
212
165
Los análisis de la reforma, sobre todo aquellos que se produjeron en esa época, tienden a
subrayar la autonomía de los dos dirigentes, incluso respecto de sus propios partidos para lograr
el acuerdo para reforma. Esas interpretaciones sostienen que la motivación principal del
gobierno estaba orientada a permitir la reelección de Carlos Menem como presidente en 1995 (la
Constitución de 1853 incluía una cláusula que prohibía expresamente la reelección presidencial
en períodos consecutivos). En cuanto a Alfonsín, sus motivos estaban tanto orientados a
recuperar centralidad como dirigente opositor, luego del traumático final anticipado de su
período como presidente, como a lograr introducir algunas reformas institucionales que
moderaran el sistema presidencialista argentino y que sólo podrían ser aceptadas por el gobierno
a cambio de la reelección (Acuña, 1995).
166
“Preparan un acuerdo político para Menem y Alfonsín”, Clarín, 13/11/1993, pp. 6-7; “Menem
y Alfonsín acordaron la reforma con reelección”, tapa de Clarín, 15/11/1993; “Tira y afloje por
los temas pendientes”, Clarín, 16/11/1993, p. 4.
214
por Ley 24 284 de diciembre de 1993). Esta institución tiene la potestad de ser veedora,
denunciar y ser receptora de denuncias ante cualquier abuso por parte de la
administración pública y del Poder Judicial. En el caso de la Argentina, la Defensoría
del Pueblo depende del Poder Legislativo, acorde al espíritu de la reforma que
señalamos más arriba. Por último, la reforma creó el Consejo de la Magistratura como
órgano encargado del nombramiento, el control y la remoción de los jueces de la nación.
De todos modos, la reglamentación de muchos de estos nuevos artículos de la
Constitución nacional no se produjeron luego de la reforma, trabando, demorando o
dificultando el ejercicio de los nuevos derechos e instrumentos legales (Smulovitz,
1995).
167
Retrospectivamente, sin embargo, buena parte de las transformaciones institucionales y de las
políticas públicas que hemos analizado han sido relevadas como tendencias anticorrupción en el
país por parte de los expertos. A modo de ejemplo, véase el informe “Sistemas nacionales de
integridad. Informe sobre Argentina para Transparency International”, elaborado por el CIPPEC
en marzo de 2001.
216
Incrementos Patrimoniales (Decreto 494), que recreaba el previsto por una legislación
de los años cincuenta (Decreto 7843/53) e incluía un formato que podríamos denominar
cerrado o interno a la propia administración. El organismo encargado de acopiar la
información –recabada por las oficinas de personal de cada jurisdicción– era la
Escribanía General del gobierno nacional y las pautas para hacer uso de las
declaraciones se limitaban a algunos funcionarios de control o magistrados, y según
criterios por demás restrictivos (art. 15).
El 4 de diciembre de 1996 se sancionó la Ley 24 759, por medio de la cual se dio
aprobación a la CICC, y al año siguiente, el 14 de febrero, se creó la Oficina Nacional
de Ética Pública, a través del decreto presidencial 152, un organismo largamente
reclamado por las políticas anticorrupción del gobierno estadounidense,168 cuya misión
principal era elaborar y aplicar un Reglamento Nacional de Ética Pública. Asimismo, el
decreto preveía el desarrollo de controles patrimoniales de los funcionarios –a través de
un mecanismo de declaraciones juradas–, así como la participación de distintos actores
sociales (ONG, universidades, empresarios, sindicatos, etc.) en la elaboración del
reglamento. Por otro lado, el decreto es explícito en señalar que recoge en sus
considerandos la experiencia internacional que sugiere la creación de un organismo ad
hoc para luchar contra la corrupción.
Estas modificaciones son planteadas por el gobierno como parte de la segunda reforma
del Estado e incluyen una serie de elementos que, en ese momento, son presentados en
términos de una reforma política. Esta involucraba: la reforma de las leyes electorales,
un sistema transparente de financiación de los partidos políticos, la regulación de las
elecciones internas abiertas para los partidos que quisieran adoptarlas, la reforma de los
municipios y la vigilancia de la ética pública. Este último aspecto sería garantizado por
la Oficina Nacional de Ética Pública.169
En mayo, el Decreto 396/97 transformó la Oficina en una Comisión Nacional de Ética
Pública y el Reglamento Nacional en un Código, que debe ser elevado para su
168
“El Gobierno, que rechazaba la creación de estas instancias de control, apuesta a pactar la ley
de Ética Pública y de la Comisión correspondiente. Este cambio de estrategia responde a las
diversas presiones que desde los Estados Unidos recibe el gobierno argentino para hacer más
transparente los negocios” (“Oficina de Ética: buscan el consenso parlamentario”, Clarín,
15/7/1997).
169
“Modifican el decreto de ética pública”, La Nación, 25/5/1997.
217
Al año, el primer director de la Oficina renunció por problemas de salud, sin que la Ley
de Ética fuera aprobada por el Congreso; sostuvo que a la Oficina llegaban denuncias
170
“La Comisión de Asuntos Constitucionales designa una subcomisión para que evalúe los 39
proyectos de ley sobre ética pública presentados para realizar una ley que consensúe y sea
tratada cuanto antes en el Congreso” (“El Congreso impulsa la ley de ética pública”, La Nación,
5/5/1997). Véanse también “La ley de ética pública avanza en Diputados”, La Nación,
24/5/1997; “Transforman la corrupción en delito que no prescribe”, Clarín, 3/9/1997; “Acuerdo
en el Congreso para cambiar el proyecto que limita a la prensa”, Clarín, 13/8/1997, y “Castiñeira
de Dios se hará cargo de la Oficina de Ética”, Clarín, 28/8/1997.
171
Escritor y poeta, nacido en 1920, formó parte del primer gobierno peronista en los años
cuarenta y fue un activo miembro de la Resistencia luego del derrocamiento de Perón en 1955.
Durante el gobierno de Menem fue, además, secretario de Cultura de la Nación y director de la
Biblioteca Nacional.
172
“Apariencia y realidad en la corrupción”, Página/12, 26/8/2000.
218
173
“Oficina de ética: denuncias con destino equivocado”, Clarín, 21/12/97; “Renunció Castiñeira
de Dios”, Clarín, 22/4/1998.
174
“Ética: quieren prevenir las malas conductas”, Clarín, 30/4/1998; “Un menemista, a cargo de la
Oficina de Ética”, Clarín, 28/4/1998.
175
“Transparencia. El funcionario público debe ajustar su conducta al derecho que tiene la
sociedad de estar informada sobre la actividad de la Administración” (art. 20).
176
“Declaración jurada patrimonial y financiera. El funcionario público debe presentar ante la
Oficina Nacional de Ética Pública una declaración jurada de su situación patrimonial y
financiera, conforme surge del Capítulo IV de la Parte Especial - Régimen de las Declaraciones
Juradas Patrimoniales y Financieras. El control y seguimiento de la situación patrimonial y
financiera de los funcionarios públicos y la reglamentación del régimen de presentación de las
declaraciones juradas estarán a cargo de la Oficina Nacional de Etica Pública” (art. 21). Véase
también el capítulo IV.
177
Carlos Manfroni, presidente de la Fundación Ética Pública y uno de los redactores de la CICC,
fue uno de los asesores que preparó el anteproyecto del Código (“Ya funciona el Código de
Ética”, Clarín, 30/1/1999; “Aplican el Código de Ética”, Clarín, 4/2/1999; “Un Código de Ética
perdurable”, Clarín, 15/3/1999).
178
Véase, por ejemplo, un editorial de Clarín: “La sanción del Código es consecuencia del
creciente reclamo de la opinión pública para que el Gobierno tome medidas destinadas a evitar
las conductas deshonestas de los funcionarios. El Código será eficaz si promueve cambios en la
cultura de los funcionarios y si, ante las irregularidades, se lo aplica para sancionar a los
responsables. Si bien ambas cosas no dependen sólo del Código, es importante analizar su
contenido. Pero dicho análisis sería superficial si se dejara de lado que la Oficina no emitió
palabra alguna sobre la responsabilidad de los ministros en la venta ilegal de armas a Ecuador y
Croacia ni sobre el escandaloso contrato informático entre IBM y el Banco Nación ni sobre las
219
Las normas establecen una enorme cantidad de principios generales que los
funcionarios públicos deben atender, pero fundamentalmente la Ley 25 188 establece un
régimen de presentación de declaraciones juradas diferente del estipulado por el Código
de Ética, crea la Comisión Nacional de Ética Pública en el ámbito del Congreso
nacional y le atribuye facultades similares a las de la Oficina de Ética Pública.
Este panorama cambió con la llegada de la Alianza al gobierno. Como vimos, esta
coalición apoyó su campaña electoral, en buena medida, en el combate a la corrupción y
al llegar al gobierno puso en marcha la Oficina Anticorrupción mediante la sanción de
la Ley 25 233. Respecto de su antecesora, la Oficina de Ética Pública, esta fue
concebida como un organismo con mayores atribuciones y competencias, y en ese
sentido el Decreto 102/99 estableció que la Oficina tenía competencias para:
180
Al respecto, veamos cómo reflejaba la prensa gráfica este estilo al que hacemos referencia:
“Vértigo. Indignación. Sorpresa. Entusiasmo. Bronca. Deseo de justicia. Vocación por la cosa
pública. Y una dosis febril de adrenalina. Estas son algunas de las dispares sensaciones que
suelen experimentar las cerca de 40 personas que trabajan en la Oficina Anticorrupción (OA), el
organismo creado por el presidente De la Rúa que comenzó a trabajar casi tímidamente dentro
del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos […]. Pero, ¿quiénes son? ¿Quiénes encarnan la
OA, la idea tan festejada por la Alianza, la niña mimada, supuestamente sin ataduras políticas,
presentada como garantía de transparencia? Allí trabaja una amplia mayoría de jóvenes, con un
promedio de entre 30 y 32 años. Son una combinación explosiva de abogados, sociólogos y
economistas, entre otros profesionales, que –afirman– no fueron elegidos por sus ideologías. Se
sienten libres de compromisos políticos y confiesan tener pasión por lo que hacen. (“Los que
trabajan por la transparencia estatal. Jóvenes y profesionales, mayoría en la Oficina
Anticorrupción”, La Nación, 29/10/2000).
222
entonces, Massoni había hecho carrera en el Poder Judicial, pero nunca había ocupado
un cargo público.
181
Uno de los objetivos desde el inicio fue lograr la autarquía financiera del organismo, lo cual
nunca pudo realizarse.
223
Otro elemento que surgió en el primer diagnóstico fue que las investigaciones y
denuncias judiciales iban a toparse con obstáculos y demoras en el Poder Judicial:
182
A continuación, referencias de la cobertura periodística de algunas de las principales
investigaciones de la Oficina Anticorrupción: “Denuncias contra el grupo Yoma”, Clarín,
5/1/2000; “Denuncian fraude en la ANSES”, Clarín, 10/3/2000; “Denuncian a Mayorga”,
Clarín, 7/7/2000; “El Nación pide que investiguen al grupo Yoma, su principal deudor”, Clarín,
9/4/2001; “Involucran a Emir Yoma en otra denuncia de corrupción”, Clarín, 9/4/2001;
“Denunciaron a Emir Yoma por coimas”, Clarín, 26/4/2001; “Investigan los bienes de Adelina
de Viola”, Clarín, 20/10/2001; “Pidieron investigar a Adelina”, Clarín, 25/10/2001;
“Corrupción: el Gobierno lleva a la Justicia a Sofovich y María Julia”, Clarín, 28/1/2000, y “El
doble desafío de las denuncias en continuado”, Clarín, 30/3/2000.
224
183
Una entrevistada, ex miembro de la Oficina Anticorrupción, señaló al respecto que la
ampliación del interés y el financiamiento internacional generó nuevos conflictos y luchas entre
los expertos en temas de anticorrupción y transparencia. Esas luchas, que involucraban la
distribución de recursos y la autoría intelectual de los proyectos, generaron en los primeros
tiempos de la Oficina Anticorrupción muchas dificultades para el trabajo conjunto con las ONG,
a pesar del vínculo estrecho que unía a los funcionarios con los miembros de esas
organizaciones.
225
La idea básica del procedimiento es generar un primer proyecto de ley que pueda ser
sometido a difusión, talleres y consultas, luego de lo cual se elabora el proyecto
definitivo. Sobre esta base, en los primeros años de funcionamiento, la Oficina elaboró
dos proyectos de ley: uno referido a la gestión de intereses y otro, de acceso a la
información pública.
184
Pese a los intentos de la Oficina, el sistema se mantuvo restringido al ámbito del Poder
Ejecutivo y la iniciativa de concentrar también las declaraciones de los funcionarios judiciales
fue rechazada por la Corte Suprema. Véase “Jueces: la Corte se quedará con las declaraciones
juradas”, Clarín, 9/2/2000.
226
evaluación de otros países firmantes y en el desarrollo del propio informe del país, que
les valió un importante reconocimiento internacional. Por otro lado, localmente, la
implementación del mecanismo de seguimiento fue la instancia que permitió integrar
actores no gubernamentales y colegios profesionales a un trabajo coordinado con la
Oficina. La constitución de un consejo asesor para la elaboración del informe nacional
fue la ocasión para convocar a esos actores y proyectar líneas de intervención conjuntas,
que fueron limando algunas de las asperezas surgidas tras la creación del organismo.185
185
De Michele y Baragli describen en forma exhaustiva el papel de la Oficina Anticorrupción en la
puesta en funcionamiento del mecanismo de seguimiento de la Convención. Prestan particular
atención a la implementación de la Comisión de Seguimiento creada en la Argentina: “¿Cómo
funciona la Comisión? La Comisión tiene como objetivo requerir de las distintas áreas de la
administración, el Poder Legislativo y el Poder Judicial información que les permita observar de
qué modo el sector gubernamental cumple con los mandatos de la CICC. Esta información se
obtiene mediante cuestionarios y entrevistas que luego se vuelcan en un informe general. El
informe general será el insumo que tendrán los expertos que analizarán a la República
Argentina, que de este modo contarán con una perspectiva de la sociedad civil sobre el nivel de
cumplimiento de los compromisos asumidos” (De Michele y Baragli, 2002: 2).
186
“Balance anual de la Oficina Anticorrupción”, Clarín, 20/2/2003.
229
187
En octubre de 2000, luego del escándalo, De la Rúa nombró a su hermano en el cargo de
ministro de Justicia, lo cual produjo incertidumbre y reclamos por parte de los miembros de la
Oficina. Sin embargo, el cambio de gabinete no implicó transformación alguna en la
composición y actividades del organismo. De todos modos, el momento fue propicio para que el
entonces procurador general de la nación elaborara, por ejemplo, un proyecto para que la FNIA
recuperara el monopolio de la investigación de expedientes referidos a la administración pública,
lo cual implicaba clausurar el área de investigaciones de la Oficina. Ese proyecto, finalmente, no
prosperó y continuó la DIOA (“Reducirán facultades de la Oficina Anticorrupción”, La Nación,
29/10/2000).
188
En octubre de 2002, De Michele se alejó del organismo para asumir un cargo como funcionario
del Banco Mundial, pero quedó en su puesto su segundo, Nicolás Raigorodsky. Garrido sucedió
a Massoni como titular de la Oficina luego de que este último se jubilara en diciembre de 2002.
Garrido, a su vez, dejó el cargo a comienzos de 2003, al ser nombrado titular de la FNIA. Más
allá de estos cambios, la Oficina no sufrió grandes transformaciones en su plantel de empleados
ni tampoco en su estilo y línea de trabajo.
230
189
“En 2002 el PEN envió este proyecto de Ley de Acceso a la Información Pública altamente
consensuado. Esta iniciativa fue aprobada por la Cámara de Diputados en mayo de 2003. En
diciembre de 2004 el Senado aprobó el proyecto con numerosas modificaciones. Y en ese
momento un grupo de organizaciones (ACIJ, ADC, CIPPEC, CELS, FARN, FOPEA, INECIP,
Periodistas y Poder Ciudadano) elaboraron un documento en el que señalaban numerosas críticas
a esta iniciativa. Luego de más de cuatro años sin tratamiento en el Pleno del Cuerpo, en febrero
de 2006 este proyecto perdió estado parlamentario. A partir de ese momento, han sido
infructuosos los intentos por promover la sanción de una ley de Acceso a la Información que
cumpla con los estándares internacionales” (Smulovitz, 2008: 16).
190
Recordemos que Marta Oyhanarte ocupó ese cargo entre 2003 y 2009, cuando ya no quedaban
rastros de esa alianza originaria con la centroderecha.
231
Quien se mete en política –quien accede a utilizar como medios el poder y la violencia–,
concluye Weber, ha sellado un pacto con el diablo.
Esas reflexiones contrastan ciertamente con los alcances de la revitalización
contemporánea de una preocupación por la moralidad del comportamiento de nuestros
gobernantes. Insistimos, entonces, en que el problema de la corrupción se encuentra
fuertemente marcado por la cuestión de la conducta de los gobernantes. En este sentido,
“las definiciones centradas en la conducta suelen sostener que la corrupción es el abuso
238
de un cargo, del poder y de los recursos públicos para obtener beneficios personales”
(Johnston; 1996: 3).
La corrupción, centrada en la conducta y el comportamiento de quienes ocupan cargos,
nos confronta a una serie de importantes dificultades, si se toman en cuenta las
complejidades que acarrea el ejercicio de la autoridad y la función pública (Johnston,
1996; Granovetter, 2007). Más allá de los casos flagrantes, existen siempre áreas grises
en el trabajo de funcionarios –electos o no– sujetos a una hiperinflación normativa,
muchas veces contradictoria. Eso sumado al hecho de que la temporalidad actual de la
gestión de gobierno no concuerda con los tiempos burocráticos; la exposición a una
denuncia de corrupción es, potencialmente, permanente para cualquiera que se
desempeñe en el ámbito público. Por supuesto, no cualquiera puede ser denunciado en
cualquier momento, sino que es necesario crear las condiciones y disponer de los
recursos necesarios para ejercer la denuncia con posibilidades de éxito, pero por esta vía
se comprende por qué la corrupción puede volverse, en determinadas circunstancias, un
elemento omnipresente en nuestro vocabulario político.
Centrarnos en la evaluación de la conducta de los funcionarios desde el punto de vista
de la sospecha vigilante abre la caja de pandora de la corrupción y olvida dos elementos
fundamentales: primero, que la corrupción no puede ser pensada sólo en términos de
conductas, sino en términos de intercambios (que, como tales, implican fenómenos
mucho más amplios que el de la moralidad de los funcionarios) y, segundo, que es
necesario situar los debates sobre la corrupción en función de sus usos políticos (lo que
intentamos hacer al reconstruir cómo y por qué aparece la corrupción como categoría
política en la argentina actual).
La corrupción debe ser abordada, entonces, no desde el punto de vista de las conductas
sino, más bien, desde el ángulo de las transacciones, los intercambios y la interacción.
De acuerdo con este razonamiento, el eje del análisis no se centra en la conducta
individual –ni en las cualidades morales de los individuos– sino en los equilibrios que
suponen y posibilitan la recurrencia de intercambios corruptos. Por otro lado,
encontramos aquí la posibilidad de interrogarnos sobre otro aspecto decisivo, el del
conflicto asociado al uso de la corrupción como un elemento de descalificación
(Granovetter, 2007: 167).
239
Algo similar ocurre con los análisis de Larissa Lomnitz sobre los intercambios de
favores en la clase media chilena:
191
Habría que incluir otra visión, que vincula también problemas sociales con determinadas
“condiciones perturbadoras” objetivas, y pone el acento en los procesos de selección e
invisibilización que evitan que determinadas condiciones se vuelvan problemáticas para los
grupos que las sufren. Véase al respecto Edelman (1991): “Una gran proporción de los
problemas que aparecen en las noticias están presentes durante largos períodos de tiempo, o sólo
intermitentemente ausentes. El crimen, la pobreza, el desempleo y la discriminación contra
grupos en desventaja son ejemplos de cuestiones que han persistido como problemas durante
largos períodos” (p. 21). En otros pasajes, por el contrario, Edelman parece desvincular de
241
manera más clara condiciones y problemas: “Si los problemas sociales son construcciones, es
evidente que las condiciones que perjudican a las personas no necesariamente se convierten en
problemas” (p. 20).
242
la figura de los expertos, ya que estos son los que movilizan ese tipo de saberes, aunque
no necesariamente los producen (figura que corresponde a los científicos).
El discurso de los expertos cumple un papel fundamental en la puesta en forma de los
problemas públicos, ya que produce una serie de actividades que son fundamentales
para su objetivación. El o los puntos de vista de la ciencia intervienen, en este sentido,
en la descripción, medición y explicación de un fenómeno, y permiten que un primer
gran paso sea dado en la configuración del problema: dar por sentado el carácter real y
objetivo de determinada condición o situación.
A los hombres de ley les corresponde, por su lado, otro rol protagónico en la
estabilización de los problemas públicos. La inclusión de determinadas categorías –que
pueden formar parte del lenguaje ordinario, de los debates periodísticos o incluso del
discurso de los expertos– en las leyes y reglamentos representa un elemento sumamente
importante para entender cómo se configuran los problemas públicos. Los tipos de
personas y de conductas que pasan a formar parte de la legislación adquieren, como es
obvio, un estatuto jurídico y en algún sentido son consagrados como categorías que
pueden ser integradas a una multiplicidad de acciones legales y legítimas desplegadas
por el Estado y por los actores sociales. En general, las transformaciones legales y los
cambios administrativos e institucionales que conllevan suelen consagrar un lenguaje
cuya legitimidad ya es ampliamente aceptada. Sin embargo, esa formalización es un
paso importante en la configuración de un problema público.
Estos criterios de objetivación o estabilización permiten pensar la incorporación de los
problemas como dimensiones del orden público (diferenciado del orden de la
interacción cotidiana), así como entender el doble sentido de su estatus: son públicos en
la medida en que son relativos al interés público o general en oposición al interés
particular o personal, y revisten un carácter observable –implican elementos y acciones
que se producen en público– a diferencia de aquello que se realiza en privado. En este
sentido, las acciones públicas se realizan presuponiendo siempre la existencia de un
determinado orden público, que es aceptado y recreado en la medida en que se impone
como expectativa de conducta. Eso marca una distancia importante entre el dominio
público y el privado –similar al que existe entre el escenario y las bambalinas–. La
inscripción de un tema en ese orden público supone que aun quienes disputan en torno a
élestán dispuestos a aceptar una solución viable (Gusfield, 1981: 149).
246
Los problemas públicos son, en consecuencia, una excelente herramienta para analizar
los elementos que caracterizan la moralidad de una sociedad. Los problemas involucran
sentidos de la moralidad en la medida en que implican discusiones sobre estándares
normativos que estructuran conductas; por ejemplo, cuando establecen tipos de personas
como moralmente deseables y otros como indeseables.
La importancia de los problemas públicos no recae, entonces, en la dimensión de la
denuncia o la degradación personal que establece la acción pública, sino en los
elementos del orden público que se legitiman o problematizan. Así, más allá de las
actividades de demanda, insistimos en señalar –siguiendo a Gusfield– la centralidad que
adquiere el concepto de propiedad (ownership) en relación con un problema. La
propiedad es la habilidad de crear y sostener la definición pública de un problema, un
elemento fundamental para entender cómo se transforman los problemas, cómo cambian
de sentido (Gusfield, 1981: 10). Los grupos, agencias o actores que logran la propiedad
(el control) de un problema imponen sus definiciones sobre las de otros y ello es señal
de una cierta estabilización, hasta que se produzcan nuevas situaciones de disputa y
controversia.
constatamos que las actividades de denuncia son múltiples y variadas y que cada una de
ellas tiene finalidades y resultados bien distintos.
En un primer registro, más evidente, encontramos una serie de actividades ligadas a la
difusión del problema y a la constitución de públicos en sintonía con lo que más
típicamente podríamos denominar actividades de denuncia, activismo y militancia. Sin
embargo, al reconstruir la tarea de nuestros actores a los largo de los últimos años se
aprecia que también se han dedicado a actividades que podríamos denominar de
expertise. En este sentido, las denuncias del problema de la corrupción nacieron en la
Argentina como una particular combinación de activismo y trabajo experto, tal como
quedó registrado en el origen de la principal organización preocupada por el tema.
El trabajo de denuncia estuvo cruzado, desde el inicio, por actividades orientadas a
definir el problema, a medirlo y a ensayar explicaciones de carácter sistemático.
Pudimos rastrear, al respecto, toda una serie de instrumentos y conceptualizaciones
movilizadas con el objeto de circunscribir el problema de la corrupción a un
determinado tipo de situaciones y a partir de un enfoque específico que lo definía como
problema organizacional. Nuestro análisis muestra, en este sentido, actores con un alto
grado de reflexividad que se orientan intencional y directamente al desarrollo de
mecanismos de objetivación del problema.
Al mismo tiempo, esas actividades de denuncia y de puesta en forma del problema han
estado acompañadas por el establecimiento de alianzas y por el desarrollo de una
vocación de intervención directa e indirecta en la actividad política. En el primer caso,
vimos cómo nuestros denunciantes desarrollaron estrategias internacionales para
inscribir y enriquecer sus líneas de trabajo con los debates y tomas de posición
desarrollados a nivel internacional y para nutrirse de influencias intelectuales y de
recursos económicos que mejoraran sus posibilidades de influencia. Por otro lado, en las
actividades de denuncia se consolida también la figura de los denunciantes, a quienes
hemos podido ubicar convenientemente en ese nuevo espacio de enunciación
representado por la sociedad civil.
Encontramos allí diversas maneras de legitimar ese espacio de enunciación,
diferenciándose de la actividad política y apoyándose en un discurso que combina de
manera dispar el activismo y la expertise. De ese modo, los portavoces de la sociedad
249
civil así como otros denunciantes célebres llevarán adelante a título personal sus
cruzadas de cara a la opinión pública, en nombre de la transparencia.
La consolidación de ese espacio de enunciación ha estado ligada, asimismo, al
desarrollo de una nueva especialidad profesional en ciernes; en principio, dentro del
campo del derecho. Especializarse en temas de corrupción se convirtió, en estas últimas
dos décadas, en una alternativa laboral posible y rentable para profesionales que vienen
de distinto tipo de formaciones y especialidades (abogados, economistas, politólogos,
sociólogos, antropólogos, etc.).
Rastreando, entonces, las denuncias de la corrupción como problema en la Argentina
encontramos que a principios de la década del noventa este término comienza a adquirir
una inusitada centralidad gracias, entre otras cosas, al interés que suscitó entre los
economistas de cúneo neoliberal como estrategia de fundamentación de un vasto
programa de reformas. Una primera articulación eficaz se produjo entre economistas y
corruptólogos y permitió que el tema de la corrupción circulara por distintos ámbitos.
Con tradiciones y orientaciones distintas, unos y otros confluyeron en una visión
gerencial, de gestión del problema, y enfocaron toda la atención en el funcionamiento
del estado y en las cualidades éticas de los funcionarios públicos y los políticos.
La corrupción también transformó y amplió las oportunidades en otros campos
profesionales. Ese fue el caso de la actividad periodística ligada a la denuncia de casos
particulares de corrupción. Hemos visto que, por distintos motivos, el trabajo de los
expertos y los activistas omitió en forma expresa –en los primeros años– la denuncia e
investigación de casos particulares. De modo consistente con sus visiones de carácter
más sistémico y administrativo, los corruptólogos no se interesaron mayormente en la
Argentina por los casos de corrupción (ni por su denuncia pública ni por un tratamiento
judicial); sin embargo, estos han sido el material privilegiado para el desarrollo y la
consolidación del periodismo de investigación en el país. Hemos reconstruido, además,
los principales cambios en la profesión introducidos por la progresiva centralidad de la
investigación periodística. Esa centralidad estuvo eminentemente ligada al tema de la
corrupción y a la repercusión que tuvieron las denuncias sobre casos puntuales.
El grueso de la actividad periodística de investigación se concentró en torno de la
producción de escándalos de corrupción. Estos florecieron y se multiplicaron durante
los años noventa, y no sólo ampliaron las oportunidades profesionales de los periodistas
250
sino que, además, exaltaron esa figura frente a su contrapartida degradada: los políticos.
Los escándalos pueden ser analizados, en uno de sus aspectos, como rituales de
degradación y ello implica, entre otras cosas, una exaltación del estatus moral del
denunciante. Los escándalos fueron, en este sentido, un escenario privilegiado para
observar la progresiva constitución de una frontera entre políticos y funcionarios
corruptos, por un lado, y ciudadanos honestos, por otro. En los escándalos también
pudimos relevar la amplia galería de portavoces y cruzados que, en la denuncia, se
erigían como defensores de los intereses de los ciudadanos. Allí descubrimos que los
periodistas, así como distinto tipo de operadores judiciales (abogados litigantes, fiscales,
magistrados, etc.), apostaron –con éxito– su prestigio profesional al involucrarse en la
dinámica y la vorágine de los escándalos, que en ese sentido resultaron exitosos en la
imposición de nuevos estándares morales a la actividad política. Así, la nueva política
se impuso, poco a poco, como un horizonte deseable y una meta a ser alcanzada.
Esa frontera entre políticos y ciudadanos se ve claramente reforzada en las denuncias de
corrupción movilizadas por el lenguaje de la protesta social. Aunque los términos de la
denuncia (y del denunciante) son más difusos y cambiantes en los procesos de
movilización que evocamos al principio, esos episodios permiten dotar de un alto
contenido dramático y emotivo al problema de la corrupción, que en los escándalos no
termina de apreciarse con toda claridad. Sobre todo en la protesta se aprecian las
implicancias de la corrupción como elemento disruptivo y perturbador de la
representación política.
La degradación y el simulacro judicial dejan paso, en la protesta, a la agresión y el
escrache a quienes son percibidos como irresponsables y a quienes se acusa –por
distintos motivos– de falta de representatividad. Así, en los procesos de movilización
puede observarse una relación muy particular con la política: autoridades, dirigentes y
militantes partidarios son con frecuencia sospechados de querer “politizar” los
conflictos, en un sentido peyorativo. La corrupción en la protesta no es un objeto de
demanda en particular, sino un dato y un elemento que opera como agravante en las
formas de confrontación y movilización.
Por último, los denunciantes incluyeron a quienes, desde la propia actividad política,
intentaron construir una frontera basada en las denuncias de corrupción (tanto del
problema en general como de casos específicos). En distintos momentos hubo intentos
251
de las herramientas y los estándares producidos por actores internacionales. Una de las
claves, en este aspecto, parece haber residido en el carácter selectivo y segmentado de
los circuitos de información. Así, las herramientas y recomendaciones internacionales se
orientaron más bien a un auditorio conformado por decisores y políticos; la denuncia y
la caracterización del fenómeno, a públicos más amplios, como aquellos interesados y
absorbidos por los escándalos y la información de prensa; el diagnóstico y las
estrategias de intervención, a un público aliado, conformado por periodistas y actores
judiciales y profesionales relevantes.
En esta misma dimensión, no podemos dejar de considerar uno de los rasgos más
importantes de los escándalos como mecanismo de visibilización del problema de la
corrupción. La multiplicación de casos en la prensa permitió que se consolidara un
auténtico público consumidor de escándalos e investigaciones periodísticas. Ese público
interesado sirvió para que los periodistas disputaran la representatividad y la legitimidad
con los políticos. Allí reside también una parte importante del proceso de
universalización del problema. Las denuncias de casos de corrupción oponen el interés
general a intereses particulares. De este modo, en los escándalos, denunciantes y
denunciados ponen directamente en juego su legitimidad en tanto representantes del
bien común. Un político o funcionario degradado es acusado de afectar el interés de
toda la población al no cumplir con sus responsabilidades (y buscar su propio beneficio
en lugar de velar por el interés general). Un periodista que descubre una intrincada red
de corrupción es elevado a la categoría de representante del interés general, aun cuando
no sea esa su función específica.
Hemos visto, también, que los escándalos funcionan como mecanismo de visibilización
del problema de la corrupción porque le quitan abstracción y lo convierten en historias y
narraciones con hechos y personajes concretos. Las historias contadas en los escándalos
permiten al público involucrarse de manera diferente con el problema y atribuir
responsabilidades a algún personaje en particular, así como tener una imagen precisa de
lo que la corrupción significa en términos de conductas ilegales o fraudulentas, montos
de dinero, bienes en juego, etc. Al mismo tiempo, los hechos y personajes enriquecen el
juicio del público con emociones. La indignación que acompaña la evaluación moral
que implica todo problema público se vincula más con esas historias que ponen en
escena los escándalos que con las explicaciones y precisiones técnicas ofrecidas por
253
192
No ha sido objeto de análisis específico en este trabajo; sin embargo, debemos señalar que
durante los años noventa la política argentina ha estado particularmente orientada y vinculada al
mundo del espectáculo. Era común, por ejemplo, encontrar políticos y altos funcionarios en las
tapas y notas de las revistas de espectáculos mostrando su estilo de vida y pertenencias.
254
193
Como ejemplo, podemos señalar las fuentes utilizadas para la medición del índice en la
Argentina en 2009: Bertelsmann Transformation Index by the Bertelsmann Foundation, Global
Risk Service by IHS Global Insight, World Competitiveness Report by the Institute for
Management Development y Global Competitiveness Report by the World Economic Forum.
255
es así, claro está, cuando nos referimos a la política nacional; algo distinto ocurre en los
niveles provinciales o locales, y ello merecería ser objeto de estudios específicos.
Por último, encontramos el desarrollo de narraciones que, en distintos registros,
organizan el problema de la corrupción y permiten superar el plano de las controversias.
En el capítulo 1, constatamos que la producción de los expertos en temas de corrupción
estuvo acompañada por la elaboración de narraciones históricas y teóricas sobre su
importancia como elemento distintivo de la cultura e idiosincrasia del país. Aunque bien
diferentes entre sí, los textos de Nino (1992, 1997) y de García Hamilton (1990, 1991)
ejemplifican este tipo de relatos, que ubican a la corrupción como variable dependiente
de otros rasgos locales a ser explicados, como por ejemplo el subdesarrollo, una cultura
o conductas autoritarias (antidemocráticas), etc. Los relatos en los textos académicos
están orientados a públicos restringidos y acotados; sin embargo, cumplen la función de
establecer un piso para el trabajo de los expertos al fijar ciertas bases filosóficas,
analíticas e históricas relativas al problema.
Por otro lado, narraciones menos estructuradas pero de mayor alcance combinan
elementos explicativos con detalles, imágenes y personajes que componen el imaginario
y las representaciones sobre la corrupción. El espacio privilegiado de circulación de
esas narraciones es la prensa, donde los escándalos de corrupción se desarrollan en
forma de relatos. Las historias retratadas se suman al historial de casos de corrupción, a
una serie que, junto con las explicaciones, dan forma y estabilidad al problema, de
modo que nadie puede ya dudar de su existencia y significación.
Aquí nos detuvimos en tres escándalos en particular para mostrar que sus efectos tienen
que ser revisados atendiendo a las expectativas que promueven sobre el significado del
buen comportamiento de los políticos, por un lado, y sobre los nuevos actores capaces
de enjuiciar dicha actividad, centralmente los periodistas y los profesionales del
derecho. En cada caso concreto, abogados y periodistas resultan ser los mejores
denunciantes. Esas denuncias son creíbles, asimismo, porque no forman parte del
campo de la política profesional, por lo cual son otros actores y no los políticos
profesionales los que salen favorecidos por las denuncias que progresan o son efectivas.
También resulta evidente que los relatos de cada caso refuerzan la figura de los fiscales
y jueces que intervienen en las causas judiciales. Estos se erigen en agentes
moralizadores de la actividad política, como contralores y ejecutores del bien público,
258
frente a una actividad política que es percibida y definida como degradada y orientada al
interés particular de los negocios privados.
Sobre la base de estas dimensiones de análisis constatamos que los problemas
sobrepasan las demandas en la medida que adquieren un estado y un estatus públicos, y
logran imponerse más allá de las controversias que genera cualquier tema de debate
político.
194
“En general, podría decirse que la difusión del periodismo de investigación es directamente
proporcional al nivel de conflicto interno dentro de una institución política, se trate de un
gobierno, un partido o cualquier asociación civil” (Muraro, 1997: 77).
261
• Crítica judicial de la política. Un elemento clave del aumento del juicio crítico a
la política es la autonomización de los magistrados. Este aspecto ha sido mucho
más claro y contundente en casos como los de Francia e Italia, dado que la
crítica de la política tiene un correlato más directo en la apertura de procesos
judiciales. Hay, en este sentido, una dimensión de la crítica que excede el
escenario de los escándalos y es el de los procesos judiciales. Los análisis
sostienen al respecto que los casos y procesos judiciales ligados a las críticas de
la política suelen ser, paradójicamente, momentos para una restauración
colectiva de una creencia en la política (Briquet y Garraud, 2001: 16). En la
Argentina, esa dimensión del tratamiento judicial es menos relevante –aunque
hay que señalar que en la tesis no se analizan en forma sistemática y exhaustiva
las causas judiciales– y los procesos parecen estar más estrechamente vinculados
a los escándalos. Quizá sea esta, sin embargo, una dimensión de análisis que
puede explotarse todavía más en el caso argentino.195
195
Al respecto puede verse la sugerente agenda de investigación que se presenta en Smulovitz
(2008).
262
Como sostuvo hace unos años Albert Hirschman, la centralidad de los debates sobre
corrupción en la vida política de un país es sintomática de un proceso de defección. Ese
enfoque nos sirve para entender la escisión entre clase política y ciudadanía, que el
problema de la corrupción a la vez requiere y potencia. Que la década del noventa del
siglo pasado quedara investida y signada por la corrupción es un hecho que puede ser
analizado sobre el trasfondo de un creciente desinterés en la actividad política. A decir
verdad, un desinterés en la política institucional, en la política partidaria, en lo que en
otros tiempos se denominaba la gran política. En efecto, en comparación con el período
de la transición democrática, los años noventa fueron testigos de una crisis de la política
partidaria. No sucedió lo mismo con otros aspectos de la política de masas, como, por
ejemplo, la protesta social. Pero, la política institucional sufrió, sin duda, los embates
del debilitamiento de los discursos ideológicos clásicos y los efectos de un proceso de
profesionalización ligado a la consolidación del régimen democrático. ¿Cómo no leer
esos efectos en la figura del activismo, emergente de los intentos de hacer política por
fuera de la que caracterizó a esos años noventa?
En ese marco irrumpe la corrupción como crítica a la actividad política, que tiende a ser
vista como actividad profesional, llevada adelante por un grupo particular de personas
que se constituyen así en una clase, en un estrato, en una corporación (escindida del
resto de la sociedad). En este sentido, es imposible no notar que el vocabulario de la
263
anticorrupción está asociado a una evaluación de las prácticas políticas a partir de, por
un lado, estándares técnicos propios del derecho y la economía y, por otro lado, de
estándares que corresponden a comportamientos morales cotidianos.
¿Cuáles son los ámbitos principales en los que interviene esta transformación del
vocabulario político o del lenguaje con el que se piensa y se actúa la política? En primer
lugar, a través de una reconfiguración de la relación entre técnica y política. La
intervención y el recurso a los expertos en la actividad política es uno de los rasgos que
permitiría reconducir la política hacia el reino de la objetividad. Por ello, para entender
el funcionamiento actual de la política es necesario comprender la política de los
expertos. En segundo lugar, el vocabulario de la corrupción como crítica de la política
remite directamente a los escándalos como una de las figuras centrales del conflicto
político. La denuncia y el escándalo forman parte de las estrategias de degradación del
adversario cuando el discurso político pierde los contenidos ideológicos y
programáticos tradicionales con los que contaba la política de partidos. Las personas –
los personajes– adquieren una destacada centralidad en la vida política y, por ende, su
estatura moral y su credibilidad se transforman en capitales políticos vitales para la
obtención y conservación del poder. Estas transformaciones, en resumen, representan el
impacto más importante producido por la constitución de la corrupción en un problema
público.
264
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