Tema 6. Hume

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6. DAVID HUME: El empirismo radical.

David Hume (Edimburgo, 1711-1776), fue un filósofo escocés del siglo XVIII y uno de
los máximos exponentes del empirismo. Se formó como abogado, pero más tarde
abandonó su carrera para dedicarse a la filosofía. Entre sus obras destaca Investigación
Sobre el entendimiento Humano y Tratado de la Naturaleza Humana.

El siglo XVIII estuvo marcado por tres importantes revoluciones: la francesa (1789), la
Primera Revolución Industrial y la Guerra de Independencia Norteamericana (1775).
Comienza a surgir un sentimiento Ilustrado que hace a los intelectuales interesarse en
materia de política y moral. La burguesía comienza poco a poco a ganar terreno a la
nobleza y se sigue manteniendo la preocupación por el conocimiento sumado a una
creciente crítica a la filosofía metafísica.

1. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO.

A comienzos del siglo XVIII sigue vigente la preocupación por fundamentar un método
de investigación que no conduzca al error, así como determinar el alcance y los límites
del conocimiento humano. Racionalismo y empirismo pugnarán todavía por convertirse
en la teoría gnoseológica correcta.

Como vimos con Descartes, el racionalismo atribuye toda la importancia a la razón y


rechaza los sentidos como fuente fiable de conocimiento. Además cree en la existencia
de ideas innatas y en el uso de las deducciones lógicas como método de consecución de
verdad (inspirado en las ideas matemáticas).

El empirismo, en cambio, cree que el criterio de certeza corresponde a las impresiones


sensibles. Rechazan las ideas innatas y no admiten conocimiento de ningún tema que
vaya más allá de los sentidos, como son Dios o el alma. Las personas, cuando nacemos,
somos como una página en blanco, que se va llenando con los contenidos que aportan
los sentidos. Los empiristas afirmaron, además, que todo el conocimiento es subjetivo:
no conocemos las cosas en sí mismas, sino las representaciones de estas en nuestra
mente.

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1.1 Impresiones e ideas.

Hume diferencia entre dos tipos de contenidos mentales: impresiones e ideas. La


diferencia entre ellas es simplemente su grado de intensidad. Las impresiones son
contenidos más fuertes, de mayor intensidad, y las ideas contenidos mentales más
debilitados.

La relación existente entre impresiones e ideas es similar al original y la copia: las ideas
son copias o recuerdos de nuestras impresiones. Por tanto, la fuente del conocimiento la
tenemos en las impresiones y el criterio de certeza para Hume será el siguiente: una
afirmación será verdadera si las ideas que contiene corresponden a alguna impresión, y
falsa si no se da esa correspondencia.

Las impresiones se clasifican en dos tipos: de sensación y de reflexión. Las impresiones


de sensación son aquellas que derivan de la percepción sensible, son consecuencia de la
influencia del mundo físico sobre nuestros sentidos (dolor, placer, calor, forma, olor…).
Las impresiones de reflexión (deseo, aversión, miedo, desesperanza) son el resultado de
la percepción de una idea, bien sea porque la imaginación nos presenta una imagen de
una situación (como la perspectiva de un examen) que provoca una respuesta emotiva,
bien sea como consecuencia del recuerdo (como cuando recordamos una escena que nos
provocó dolor) y que provocará la aparición de la impresión de reflexión que llamamos
temor. Son consecuencia de la reflexión o capacidad de la mente para captarse o
percibirse a sí misma.

También se pueden clasificar las impresiones en simples y complejas. Impresión simple


sería la percepción de un sonido, por ejemplo; por su parte, una impresión compleja
sería la percepción de un paisaje.

Las ideas también son divididas en simples y complejas. Las ideas simples son la copia
de una impresión simple, como la idea de un sonido (la idea que yo manejo de la nota
musical “do”). Las ideas complejas, surgen tanto como copias de impresiones complejas
(la idea que tengo de un paisaje) o como resultado de combinaciones de otras ideas

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simples o complejas (la idea de un unicornio surgiría de combinar la idea de caballo y la
idea de cuerno, ideas que a su vez derivarían de la impresión correspondiente.

1.2 Verdades de razón y verdades de hecho.

Establecida la distinción entre impresiones e ideas, Hume se centra en diferenciar los


tipos de conocimiento o de afirmaciones (juicios) que podemos tener, a saber: verdades
de razón y verdades de hecho.

1) Verdades de razón (relaciones de ideas): Aun cuando las ideas proceden en


última instancia de la experiencia, Hume acepta que pueden darse entre algunas
ideas ciertas relaciones sin necesidad de acudir a los hechos; por ejemplo: el
todo es mayor que cualquiera de sus partes. Se trata de un tipo de verdades que
pertenecen al ámbito de la Matemática, la Lógica y la Geometría. Se captan
intuitivamente, sin necesidad de someterse a contrastación empírica (son a
priori), y se caracterizan por seguir el principio de no contradicción: es
imposible pensar una cosa y su contrario.
Es una afirmación que depende exclusivamente de la actividad de la razón, ya
que se limita a expresar una determinada relación que existe entre las partes que
componen una totalidad y esta última, al margen de que exista o no exista el
todo en la experiencia. De ahí que sean verdades eternas, universales y, por
tanto, a priori.

2) Verdades de hecho (cuestiones de hecho): Se trata de un tipo de conocimiento


fáctico (de hechos o realidades) que para Hume se justifica sólo por la
experiencia. Son, por tanto, a posteriori, debemos recurrir a su contrastación
empírica para conocer su veracidad o falsedad.
Lo contrario de un hecho cualquiera es, en principio, siempre posible (no hay
principio de no contradicción), por lo que debemos encontrar ese hecho en la
experiencia para determinar si es falso o verdadero. No hay ninguna
contradicción, dirá Hume, en la proposición “el Sol no saldrá mañana”.

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1.3 Crítica a la relación de causalidad o conexión necesaria.

Hume establece que la relación causa-efecto es la forma tradicional de estudiar o


investigar sobre las verdades de hecho. Las regularidades que observamos en la
naturaleza y que sirven para explicar los fenómenos propios de la física o la biología se
basan en esta ley. Si en la experiencia nos encontramos que un hecho siempre va ligado
a otro, acabamos por concluir que un hecho causa el otro, que es su efecto. Las causas y
efectos no pueden ser descubiertos por la razón, sino solo por la experiencia.

¿En qué consiste, entonces, la relación de causalidad y por qué lo critica Hume? Hume
concluye que cuando estamos pensando en relaciones de causa y efecto, en realidad
estamos refiriéndonos a una “conexión necesaria” entre la causa y el efecto. De este
modo, conocida la causa, la razón puede deducir el efecto que producirá; y conocido el
efecto, la razón puede remontarse a la causa que lo produce.

No obstante, debemos recordar que el criterio de verdad de Hume expone que,


para saber si la afirmación de una idea es verdadera o falsa, debe haber una
impresión que corresponda con dicha idea, y no tenemos impresión alguna de esta
conexión necesaria.

Dado que Hume ha establecido las impresiones como límite último de nuestro
conocimiento (empirismo radical), Hume concluye que sólo podemos conocer el
presente gracias a las impresiones y el pasado gracias a las ideas, pero nunca el futuro
porque no tenemos impresión de lo que aún no ha ocurrido.

Para conciliar esta afirmación con la evidencia de que ciertos fenómenos ocurrirán (el
fuego calentará o la lluvia mojará) Hume introduce la noción de inferencia causal:
Pensamos que ocurrirá porque hasta ahora siempre ha ocurrido. Ahora bien, para Hume
no se trata de una conexión necesaria causa-efecto, sino simplemente de costumbre que
por nuestra experiencia pasada nos hace suponer o imaginar que siempre que ocurra lo
primero ocurrirá lo segundo. Es lo que Hume denomina suposición incomprobable.

Este hábito o costumbre sirve para vivir pero, según este autor, no podemos
considerarlo como conocimiento científico pues pasamos de la impresión de fuego a la

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impresión de calor sin que haya entre ambas ninguna impresión de causa-efecto; de
modo que esta relación de causa-efecto es sólo fruto de la imaginación.

Con esta actitud tan radical Hume no puede afirmar la Teoría de la Causalidad pues no
puede señalarse la impresión correspondiente a la relación de causa-efecto. Esto supone
reducir todo el conocimiento a un conocimiento de impresiones, atómico, vinculado
siempre a la experiencia concreta del momento concreto. Es una limitación de la que
Hume no podrá salir.

2. METAFÍSICA.

De la crítica al principio de la causalidad pasa Hume a la crítica del concepto de


sustancia y de los tres problemas fundamentales de la metafísica: mundo, Dios y el yo.

Hume entiende el concepto metafísico de sustancia al estilo aristotélico: el fundamento


de la realidad, lo que está debajo, lo que es, lo que permanece. No obstante, si
eliminamos de la sustancia todos los “accidentes” que sí podemos captar por los
sentidos, que sí tenemos impresión de ellos (color, forma, olor, tamaño,…), no queda
ningún sustrato, no queda ninguna sustancia de la que tengamos impresión; dicho de
otro modo, no hay ninguna impresión que corresponda a la idea de sustancia.

La idea de sustancia es un producto del sujeto que observa la realidad; nuestra tendencia
natural es integrar en un objeto que permanece todas las cualidades de las que tenemos
impresión sensible (si observamos una mesa, vemos su forma, color, tamaño,…y
generamos la ilusión de que todas esas cualidades tienen un sustrato común, la
“sustancia” mesa, a la que, por cierto, no le corresponde ninguna impresión). No hay
ninguna impresión de la idea sustancia, luego la sustancia es una idea falsa, un concepto
vacío.

Del mismo modo que la sustancia, Hume demostrará que los objetos tradicionales de la
metafísica también son conceptos vacíos.

- Mundo: Descartes denominaba al mundo res extensa, y su existencia estaba


demostrada a partir de la existencia de Dios, que no permitiría que me engañase

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al contemplar los fenómenos de la naturaleza. Pero Hume no acepta esta
garantía: Hume considera indemostrable que la realidad exterior sea la causa de
nuestras impresiones (única realidad incuestionable) porque no poseemos
impresión alguna de esa relación de causalidad del mundo sobre nuestra
experiencia, es decir, tenemos impresiones pero no la impresión de que sea el
mundo quien las cause.

- Dios: La existencia de Dios ofrece a juicio de Hume un problema irresoluble:


No tenemos impresión alguna al respecto. Así pues, Hume no puede demostrar a
Dios a priori porque no cree en las ideas innatas y tampoco a posteriori porque
no acepta la Teoría de la Causalidad. Sin embargo, subjetivamente Hume
considera que la religión no tiene fundamento racional y la considera un
sentimiento provocado por la ignorancia y el temor a lo desconocido con una
base casi patológica. La imposibilidad de demostrar la existencia de Dios y su
escepticismo religioso influirán de un modo decisivo en Kant aunque éste se
declare creyente.

- Yo/Alma: Hume realiza con el yo un proceso similar al seguido con las otras dos
sustancias, afirmando que sobre el yo no podemos tener un acceso sensorial
inmediato pues sólo tenemos acceso a nuestras impresiones e ideas. Para Hume,
el yo no es una impresión sino aquello a lo que se supone que nuestras
impresiones se refieren. Si fuese una impresión permanecería invariable a lo
largo de la vida, sin embargo, las pasiones y deseos cambian continuamente.
Esto le lleva a afirmar que tal sustancia, el yo, no puede ser demostrable. Para
salvar la conciencia que todo individuo tiene de su identidad personal Hume
recurre a la memoria.

3. ÉTICA.

La ética de Hume aparece desarrollada en su obra Investigación Sobre los Principios de


la Moral. También en este campo huye del racionalismo, para explicar que la moral no
descansa sobre la razón, sino, muy al contrario, sobre el sentimiento.

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Cuando se nos presenta un dilema moral, cuando juzgamos algo como malo o bueno,
para Hume no lo hacemos mediante una operación racional, sino que nos mueve un
sentimiento. Esta postura se denomina emotivismo moral, y consiste en confiar en los
sentimientos como fundamento de la conducta humana.

En realidad, si buscamos las cualidades de bueno y malo en los objetos, personas o


acontecimientos, jamás los encontraremos. La moralidad, para Hume, no se ocupa del
ámbito del ser, sino del deber ser: no pretende describir lo que es, sino prescribir lo que
debe ser. Es decir, de la simple observación y análisis de los hechos no se puede deducir
nunca un juicio moral.

Hume defiende que hay un paso ilegítimo del ser (los hechos) al deber ser (la
moralidad), un paso que consiste en, lo que denominó Hume, falacia naturalista:
atribuir a determinados objetos categorías morales en base a su supuesta naturaleza. La
falacia naturalista iguala lo bueno con una propiedad natural, pero lo bueno no es una
cualidad objetiva a la que se pueda acceder a través de la razón, sino que son
valoraciones del observador (se encuentran en nosotros, no en los objetos)

Dicho todo lo anterior, parece que afirmar que no existen categorías morales a las que se
puede acceder a través de la razón (y que sean universales y objetivas) nos conduce de
nuevo a un relativismo moral. No obstante, Hume salva este escollo dando por supuesto
que la naturaleza humana es común y constante, y que los mismos sentimientos morales
se desprenden de la común naturaleza humana, que hace que a todos nos cause agrado o
rechazo los mismos tipos de hechos.

Lo bueno despierta una sensación de agrado y es valorado positivamente por todos los
seres humanos al afectar a ese instinto o sentimiento universal (común); por tanto, la
aceptación o reprobación general de un hecho lo convierte en bueno o malo. Se trata
entonces de una convención social. La causa de nuestros sentimientos de aprobación o
reprobación moral se encuentra en la utilidad o inutilidad que unas conductas o
cualidades generan en cada caso concreto.

Entendemos por útil aquello que puede proporcionar felicidad no solo a uno mismo
sino, sobre todo, a la mayoría. Las conductas buenas serán beneficiosas para la sociedad
aportando un mayor bien, y un hecho que perjudique a la sociedad será tildado de
negativo.

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4. POLÍTICA.

Las teorías políticas de su época situaron el origen de la sociedad en el contrato social.


Hobbes y Locke sostuvieron que la sociedad nacía por un acuerdo o pacto libre entre
individuos, mediante el cual estos abandonan un estado de naturaleza primitivo para
pasar a otro estado social más organizado. En cambio, Hume refutó que la sociedad
naciera de un pacto explícito entre personas, al no haber constancia histórica de él. Los
pactos surgen en el seno de una sociedad, por lo que no tienen sentido en un supuesto
estado previo a la vida social. Las teorías pactistas son, por tanto, puras hipótesis sin
fundamento alguno en la experiencia. No admitió, tampoco, las teorías que afirmaban la
naturaleza social del hombre, pues el concepto naturaleza es una idea compleja y
abstracta, alejada de la experiencia real y concreta.

Consideró que el origen de la sociedad se encuentra en un acuerdo implícito entre


individuos, que viene dado por el sentimiento de utilidad que proporciona la vida
social (dado que produce un aumento de fuerza, capacidad y seguridad en sus
miembros). El ser humano nunca ha vivido aislado en un estado natural, sino que
siempre ha existido en un sistema familiar, que es un estado social. A partir de la familia
se fueron estableciendo sociedades más amplias y complejas para garantizar la
propiedad sobre los bienes externos.

También sobre el sentimiento de utilidad tiene su origen y fundamento el gobierno;


aunque limite libertades individuales aporta beneficios mayores, compensando con
aspectos como la paz, el orden o la administración de justicia. Rechazó, por tanto, la
existencia de un contrato explícito entre individuos para otorgar poder a los
gobernantes, como defienden los contractualistas, dado que no hay evidencia de ello.
También refutó las teorías que situaban el origen del poder en Dios. La razón de que
existan gobiernos se sitúa en un pacto implícito, en el sentido de que el pueblo lo admite
porque toma conciencia de su utilidad e interés.

Para Hume, una forma de gobierno es legítima si contribuye a la utilidad de la sociedad


y mejora las condiciones de vida de las personas. De esto se deduce que, si cesara el
beneficio que aporta la existencia de un gobierno, cesaría también la obligación de
obedecerlos. La tiranía y el abuso justificaría la rebelión (siempre que hubiera seguridad
de que las ventajas derivadas de ella fueran mayores que las desventajas, es decir, fuera
útil).

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En cuanto a la organización política de los asuntos públicos, Hume siguió el liberalismo
político iniciado por Locke y sintonizó con las ideas de Montesquieu, por lo que
defendió la división de los poderes en legislativo, ejecutivo y judicial, los cuales
deberían recaer sobre instituciones completamente separadas. Defendió, además, que
cada año se celebraran elecciones de representantes y senadores, cargos que no deberían
ser remunerados a fin de evitar abusos por parte de los gobernantes.

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*TEXTOS:

1.“Un evento sigue a otro, pero nunca podemos observar ningún lazo entre ellos. Parecen
conjuntados, pero nunca conectados. Y como no podemos tener idea de nada que nunca se haya
presentado a nuestro sentido externo o al sentimiento interno, la conclusión necesaria parece
ser que no tenemos idea de conexión o poder absoluto, y que estas palabras carecen por
completo de cualquier significado cuando se emplean en los razonamientos filosóficos o en la
vida ordinaria… Cuando cualquier objeto o evento se presenta, nos resulta imposible,
independientemente de nuestra sagacidad o penetración, descubrir o incluso conjeturar, sin
experiencia, qué evento resultará de él.” David Hume. Investigación sobre el entendimiento
humano, Sección 7, parte 2, 26.

2. “Toda idea es copia de alguna impresión o sentimiento precedente; y donde no podamos


encontrar ninguna impresión, podemos estar seguros de que no hay ninguna idea. En todos los
casos singulares de operación de los cuerpos o de las mentes, nada hay que produzca una
impresión, ni que, consecuentemente, pueda sugerir la idea de poder o conexión necesaria.
Pero cuando se presentan muchos casos uniformes y el mismo objeto siempre se ve seguido del
mismo evento, empezamos a tener la noción de causa y conexión. Sentimos entonces un nuevo
sentimiento o una nueva impresión, a saber, una acostumbrada conexión en el pensamiento o
en la imaginación entre un objeto y su acompañante habitual; y este sentimiento es el origen de
aquella idea que buscamos.” David Hume. Investigación sobre el entendimiento humano,
Sección 7, Parte 2, 30.

3. “Pues, seguramente, si hay cualquier relación entre objetos que nos importe conocer
perfectamente es esta de causa y efecto. Sobre ella se fundamentan todos nuestros
razonamientos sobre cuestiones de hecho o existencia. Solo por medio de ella obtenemos
alguna seguridad sobre objetos alejados del testimonio presente de nuestra memoria y de
nuestros sentidos. La única utilidad inmediata de toda ciencia es enseñarnos cómo controlar y
regular los eventos futuros por sus causas. Nuestros pensamientos e investigaciones, por
consiguiente, se centran en esta relación. Y sin embargo, tan imperfectas son las ideas que
formamos sobre ella, que resulta imposible formar ninguna definición justa de causa, excepto
la que se esboza a partir de algo que le es extraño y ajeno. Objetos similares siempre están
conjuntados con objetos similares. De esto tenemos experiencia. Y conforme con esta
experiencia, podemos definir una causa como un objeto seguido de otro, donde todos los

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objetos similares al primero son seguidos de objetos similares al segundo, o, en otras palabras,
donde si el primer objeto no se hubiera dado, el segundo nunca hubiera existido”. David
Hume. Investigación sobre el entendimiento humano, Sección 7, Parte 2, 29.

4. "Cuando se nos presenta un objeto o suceso cualquiera, por mucha sagacidad y agudeza que
tengamos, nos es imposible descubrir, o incluso conjeturar sin la ayuda de la experiencia, el
suceso que pueda resultar de él o llevar nuestra previsión más allá del objeto que está
inmediatamente presente a nuestra memoria y sentidos. Incluso después de un caso o
experimento en que hayamos observado que determinado acontecimiento sigue a otro, no
tenemos derecho a enunciar una regla general o anticipar lo que ocurrirá en casos semejantes,
pues se considera acertadamente una imperdonable temeridad juzgar todo el curso de la
naturaleza a raíz de un solo caso, por muy preciso y seguro que sea. Pero cuando determinada
clase de acontecimientos ha estado siempre, en todos los casos, unida a otra, no tenemos ya
escrúpulos en predecir el uno con la aparición del otro y en utilizar el único razonamiento que
puede darnos seguridad sobre una cuestión de hecho o existencia. Entonces llamamos a uno de
los objetos causa y al otro efecto." David Hume, Investigación sobre el entendimiento
humano).

5. "La primera vez que un hombre vio la comunicación de movimiento por medio del impulso,
por ejemplo, como en el choque de dos bolas de billar, no pudo declarar que un acontecimiento
estaba conectado con el otro, sino tan solo conjuntado con él. Tras haber observado varios
casos de la misma índole, los declara conectados. ¿Qué cambio ha ocurrido para dar lugar a
esta nueva idea de conexión? Exclusivamente, que ahora siente que estos acontecimientos están
conectados en su imaginación y fácilmente puede predecir la existencia del uno por la
aparición del otro. Y, por tanto, cuando decimos que un objeto está conectado con otro, solo
queremos decir que ha adquirido una conexión en nuestro pensamiento y originan esta
inferencia por la que cada uno se convierte en prueba de la existencia del otro, conclusión algo
extraordinaria, pero que parece estar fundada con suficiente evidencia". David Hume,
Investigación sobre el entendimiento humano.

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6. Y qué caso más fuerte puede hallarse de la sorprendente ignorancia y debilidad del
entendimiento que el presente. Pues si existe alguna relación entre los objetos que nos importe
conocer a la perfección es, indudablemente, la de causa y efecto. Sobre ella se fundamentan
todos nuestros razonamientos relativos a las cuestiones de hecho o de existencia. Sólo por ella
tenemos alguna seguridad relativa a los objetos que no se encuentran en el testimonio presente
de nuestra memoria y sentidos. La única utilidad inmediata de todas las ciencias es la de
enseñarnos a controlar y regular los eventos futuros mediante sus causas. Por lo tanto, a cada
momento, nuestros pensamientos e investigaciones se emplean en esta relación. Y sin embargo,
las ideas que sobre esto formamos son tan imperfectas que es imposible dar ninguna definición
justa de la causa, salvo la que se extrae de algo extraño y ajeno a ella. Objetos similares
siempre están unidos a lo similar. De esto tenemos experiencia. De acuerdo a esta experiencia,
por tanto, podemos definir que una causa puede ser un objeto, seguido de otro, y donde todos
los objetos similares al primero son seguidos por objetos similares al segundo. O en otras
palabras, donde, si el primer objeto no se diera, el segundo nunca habría existido. La aparición
de una causa siempre confiere a la mente, mediante una transición de la costumbre, la idea del
efecto. De esto también tenemos experiencia. Podemos, por tanto, y de acuerdo a esta
experiencia, formar otra definición de causa, y llamarla, un objeto seguido de otro, y cuya
apariencia siempre conduce al pensamiento del otro. Pero aunque estas dos definiciones se
extraigan de circunstancias ajenas a la causa, no podemos remediar este inconveniente, ni
alcanzar una definición más perfecta que pueda señalar en la causa la circunstancia que le dé
una conexión con su efecto. No tenemos idea alguna sobre esta conexión, ni siquiera una lejana
noción de qué es lo que podemos conocer cuando nos proponemos averiguar cuál es su
concepción. ". David Hume, Investigación sobre el entendimiento humano).

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