El "Diálogo de La Lengua" en Rafael Lapesa

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JUAN DE VALDÉS: EL DIÁLOGO DE LA LENGUA

RAFAEL LAPESA: Historia de la lengua española, Gredos, Madrid, 1999

ESPAÑA Y SU LENGUA EN EUROPA. La lengua española alcanzó entonces


extraordinaria difusión. En Italia, según Valdés, “assí entre damas como entre cavalleros
se tiene por gentileza y galanía saber hablar castellano” (p. 293).

EL CASTELLANO. LENGUA ESPAÑOLA. La comunidad hispánica tenía


su idioma. “La lengua castellana -decía Juan de Valdés en 1535- se habla no solamente
por toda Castilla, pero en el reino de Aragón, en el de Murcia con toda el Andaluzía y
en Galizia, Asturias y Navarra; y esto aun hasta entre gente vulgar, porque entre gente
noble tanto bien se habla en todo el resto de Spaña”. Esta afirmación de Valdés
respondía a un hecho innegable: el castellano se había convertido en idioma nacional
(pp. 298-299).

CONTIENDA CON EL LATÍN E ILUSTRACIÓN DEL ROMANCE. Juan


de Valdés estimaba que el castellano era la lengua más rica en vocablos latinos, siquiera
estuviesen “corrompidos” (p. 300).

EL ESTILO LITERARIO EN LA ÉPOCA DE CARLOS V. La doctrina


estilística de la época se encierra en la conocida frase de Juan de Valdés: “el estilo que
tengo me es natural y sin afetación ninguna escrivo como hablo; solamente tengo
cuidado de usar de vocablos que sinifiquen bien lo que quiero dezir, y dígolo quanto
más llanamente me es possible, porque a mi parecer, en ninguna lengua stá bien el
afetación”. Como antaño don Juan Manuel, pensaba Valdés que “todo el bien hablar
castellano consiste en que digáis lo que queréis con las menos palabras que pudiéredes”.

La naturalidad de Valdés no estaba reñida con la selección a que dedica su


Diálogo de la Lengua: criterios definidos en cuanto a oscilaciones de la pronunciación y
el régimen, preferencia o rechazo de unas u otras palabras y distinción de matices
significativos. Así, el Diálogo ofrece un tipo de prosa cuidada, dueña de sí, a la que el
sosiego y la ponderación no quitan fluidez y gracia; sin afeites artificiosos, pero con
sencillez compuesta, que descubre la distinción natural, responde al criterio estético
formulado en El Cortesano de Castiglione.

Para Valdés nuestra lengua es tan digna y gentil como la toscana, pero “más
vulgar”, menos elaborada, y carente de clásicos. En 1492 Nebrija había podido apoyarse
en la autoridad de Juan de Mena; pero en 1535, fecha probable del Diálogo de la
Lengua, la rápida evolución del idioma y el cambio de gusto impedían tomar por
modelo de buen uso la literatura del XV. Valdés juzga con discreta severidad las
Trescientas, el Amadís, otros libros de caballerías y la misma Celestina. A falta, pues,
de autores con que respaldar sus consejos para el buen uso, lo hace acudiendo a los
refranes, que, acogidos sin reparos por los escritores medievales, atraían el interés de los
renacentistas; para éstos eran manifestación de la sabiduría natural, y en tal plano
correspondían a lo que en el nivel culto representaban las sentencias de filósofos
reunidas por Erasmo en sus Adagia (otro erasmista, Juan de Mal Lara, les daría en 1568
la calificación encomiosa de Philosophía vulgar).

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No por eso hay popularismo en Valdés, quien para dictaminar en materias de
lenguaje alega los títulos de ser “hombre criado en el reino de Toledo y en la corte de
España”, y consecuentemente rechaza rusticismos como engeño, hucia, pescudar,
prodigados en las farsas pastoriles de Encina y sus seguidores, prefiriendo ingenio,
confianza y preguntar. No le agrada el habla de Andalucía, “donde la lengua no stá muy
pura”, y niega insistentemente la autoridad de “Librixa andaluz”, a veces sin justicia. A
pesar de que en las preferencias de Valdés no faltan arbitrariedades, y aunque no pocas
de sus reglas son caprichosas, su elección coincide por lo general con las tendencias que
habían de prevalecer: así recomienda vanidad, invernar, abundar, cubrir, començar,
tropeçar, avergonçar, de ponerlos, por traerlos, ponedlo, dezirlo, hazerlo, que se han
sobrepuesto a sus oponentes vanedad, envernar, abondar, cobrir, escomençar,
estropeçar, envergonçar, de los poner, por los traer, poneldo, dezillo, hazello.

Rehúye el latinismo excesivo, tanto en la pronunciación de los grupos cultos de


consonantes como en la introducción de cultismos léxicos: después de examinar la
conveniencia y valor significativo de vocablos como paradoxa, tiranizar, idiota,
ortografía, ambición, dócil, insolencia, persuadir, ecepción, ya entonces “medio
usados”, aboga por su adopción definitiva, que el tiempo ha corroborado. En el caso de
ecepción un interlocutor objeta que no lo entiende, y Valdés se justifica con no haber
encontrado sustituto castellano: “pues me hazéis hablar en esta materia en que no he
visto cómo otros castellanos han hablado, es menester que sufráis me aproveche de los
vocablos que más a propósito me parecerán, obligándome yo a declararos los que no
entendiéredes”. Otros escritores practicaban la misma solución, que venía a coincidir
con la de Alfonso el Sabio. Así Agustín de Zárate pone junto al neologismo amnistía su
equivalente vulgar: “entendió que sus hechos eran más dignos de la ley del olvido, que
los atenienses llamaban amnistía, que no de memoria y perpetuidad”.

Valdés no pretendió formular una doctrina sistemática sobre las cuestiones de


lenguaje candentes en su tiempo, sino mostrar sus puntos de vista acerca de ellas;
tampoco ofreció soluciones definitivas para los casos de duda, sino simplemente sus
gustos personales. Incurre en frecuentes contradicciones y las reglas que da no están
siempre de acuerdo con lo que él mismo practica en sus cartas al Cardenal Gonzaga.
Pero el Diálogo es un testimonio excepcional de la preocupación lingüística
experimentada por un espíritu eminente y alerta. Como obra de arte es un cuadro lleno
de vida, en que el autor, hombre temperamental y en polémica consigo mismo, se retrata
de cuerpo entero en animada conversación con amigos finamente caracterizados (pp.
309-311).

CERVANTES Y SUS COMPAÑEROS DE GENERACIÓN. Cervantes,


heredero de la ideología renacentista y de la fe en la naturaleza, propugnaba como
técnica estilística la misma de Valdés: habla llana regida por el juicio prudente (p. 332).

FLUCTUACIÓN Y NORMA. ARCAÍSMOS FONÉTICOS ELIMINADOS.


En el transcurso del siglo XVI van disminuyendo las vacilaciones de timbre en las
vocales no acentuadas. Valdés prefiere las formas modernas vanidad, invernar, aliviar,
abundar, cubrir, ruido, a las vulgares vanedad, envernar, aleviar, abondar, cobrir,
roído; pero en los manuscritos del Diálogo de la lengua aparece intelegible (p. 368).

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Perduró también en la primera mitad del siglo XVI la conservación, muy
decadente, de algunos grupos de consonantes que en el habla llana se habían
simplificado o transformado. Valdés prefiere aún cobdiciar, cobdo, dubda a codiciar,
codo, duda (p. 369).

MERIDIONALISMOS QUE SALEN DEL ESTADO LATENTE EN EL


SIGLO XVI. La /-s/ final de sílaba o de palabra, nunca muy tensa en la pronunciación
normal española, se aflojó en el Mediodía hasta convertirse en una aspiración. Valdés
reprueba la “superstición” con que los italianos, hablando castellano, pronunciaban la s
(p. 387, n. 52).

GRUPOS CULTOS DE CONSONANTES. Todo el período áureo es época de


lucha entre el respeto a la forma latina de los cultismos y la propensión a adaptarlos a
los hábitos de pronunciación romance. Valdés decía: “quando escrivo para castellanos y
entre castellanos siempre quito la g y digo sinificar, y no significar, manífico y no
magnífico, dino y no digno; y digo que la quito porque no la pronuncio” (p. 390).

LA FONÉTICA EN LA FRASE. Se tiende a separar las distintas palabras


fundidas en conglomerados. Juan de Valdés, refiriéndose a los imperativos poneldo,
embialdo, dice: “no sé qué sea la causa por que lo mezclan desta manera…; tengo por
mejor que el verbo vaya por sí y el pronombre por sí”; sin embargo, la lucha entre dalde
y dadle, teneldo y tenedlo se prolongó hasta la época de Calderón (p. 391).

-En el futuro y condicional, como se advertía que su primer elemento era el


infinitivo, se restableció éste íntegro en debería, en vez del medieval debría y otros
semejantes que subsistían hacia 1540. En cambio, Valdés usa aún valerá por valdrá y
prefiere salliré a saldré (p. 392).

FORMAS GRAMATICALES. Al siglo XVI corresponde la naturalización del


superlativo en -ísimo. Valdés emplea perfettissima (p. 396).

-La lengua clásica conocía adverbios y preposiciones que después han caído en
desuso o han cambiado de significación; agora, preferido por Garcilaso y Valdés,
subsiste en Cervantes, pero es ya minoritario respecto de ahora (p. 398).

SINTAXIS. Juan de Valdés juzgaba que “aya y ayas por tenga y tengas se dezía
antiguamente, y aun lo dizen algunos, pero en muy pocas partes quadra” (p. 399).

-Al tiempo que aver perdía su valor posesivo, se consolidaban y ampliaban sus
funciones como auxiliar. En los tiempos compuestos con aver la concordancia entre el
participio y el objeto directo ofrece algún ejemplo en la primera mitad del siglo XVI.
Valdés respeta aún el uso antiguo: “pues los moços son idos a comer y nos han dexado
solos…”, pero escribe también han ido (p. 400).

-La pasiva con se, atestiguada desde las Glosas Emilianenses, sigue ofreciéndose
con su construcción primigenia. Pero se extiende cuando el sujeto es un infinitivo,
oración o conjunto ideal equivalente: “hágase así” (Valdés) (p. 401).

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-Salvo en el Romancero y en la canción tradicionales el tiempo verbal cantara
había perdido casi por completo su originario valor de pluscuamperfecto de indicativo.
Criticando el Amadís, Juan de Valdés no se satisface con viniera por había venido,
passara por había pasado, y un interlocutor suyo reconoce que se trata de un arcaísmo
no imitable ya; sólo el padre Mariana repetirá después el antiguo uso (p. 403).

-De todos modos, en la mayor parte del siglo XVI todavía predominaba en
cantara el valor de pluscuamperfecto de subjuntivo (“si me dixérades esto antes de
comer, pusiéradesme en dubda” ‘si me hubierais dicho…, me hubierais puesto’, Valdés)
(p. 404).

-Se extiende la inserción de a ante el acusativo de persona y cosa personificada.


Valdés reprueba la omisión de a en “el varón prudente ama la justicia”, “la qual manera
de hablar, como veis, puede tener dos entendimientos: o que el varón prudente ame a la
justicia, o que la justicia ame al varón prudente, porque sin la a parece que están todos
los nombres en el mesmo caso” (p. 405).

-En cuanto a los pronombres inacentuados seguía en vigor la regla de que en


principio de frase o después de pausa habían de ir tras el verbo, pero en los demás casos
se le anteponían; así escribe Cervantes: “Rindióse Camila, Camila se rindió”; y antes
Valdés: “¿Avéisos concertado todos tres contra el mohíno?” (p. 407).

ESTUDIOS SOBRE EL IDIOMA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII. Juan de


Valdés, impulsado por el afán de reglamentar usos, formula muchas normas arbitrarias;
pero la mayoría de las que da son exactas, y tiene un sentido muy certero de los usos
preferibles en los casos de duda (p. 415).

EL ESPAÑOL MODERNO. PREOCUPACIÓN POR LA FIJEZA


LINGÜÍSTICA. LA ACADEMIA. TRABAJOS DE ERUDICIÓN. La atención por
el estudio y purificación del idioma se revela asimismo en la obra de otros eruditos.
Mayans y Siscar publicó en sus Orígenes de la lengua castellana (1737) el Diálogo de
la lengua, de Juan de Valdés (p. 420).

EL HABLA VULGAR Y RÚSTICA. Valdés registra la pronunciación güevo,


güerto, güesso, aunque le “ofende… por el feo sonido que tiene” (p. 468, n. 6).

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