Construcción Colectiva Acceso Justicia

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María Eugenia Guadarrama Olivera

María Leticia Briseño Maas


coordinadoras
Centro de Estudios de Género,
Universidad Veracruzana

Instituto de Ciencias Educativas,


Universidad “Benito Juárez” de Oaxaca

Cuidado, violencia y desigualdad: las mujeres entre el hacer y el deber ser


© 2017
D. R. © María Eugenia Guadarrama Olivera y María Leticia Briseño Maas
Primera edición, diciembre de 2017
ISBN versión impresa: 978-607-9061-42-5
ISBN versión electrónica: 978-607-9061-43-2

Los textos contenidos en este libro fueron sometidos a arbitraje por


especialistas en las temáticas abordadas de la Universidad de Barcelona,
de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad
Autónoma de Yucatán.

Imagen de portada: “Alhambra”, Ragueb Chaín Guadarrama

Servicios editoriales Scriptus


www.scriptus.com.mx

Impreso en México
C ontenido

P resentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
Contenidos y significados del cuidado:
representaciones y nuevas socializaciones. . . . . . . . . . . . . . 9
T eresa del V alle M urga

Autocuidado, productividad y salud en


mujeres académicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
M aría E ugenia G uadarrama O livera

¿Se sentían muy machas?


Mujeres autodiagnosticadas como alcohólicas. . . . . . . . . . . 103
M aría de los Á ngeles O lavarrieta M arenco

Desigualdad y acoso sexual contra universitarias.


El caso de la universidad estatal de Oaxaca . . . . . . . . . . . . . 155
M aría L eticia B riseño M aas , E duardo B autista
M artínez e I ván I srael J uárez L ópez

Acuerdos internacionales para la prevención,


atención, sanción y erradicación de la violencia
de género: una igualdad de facto. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
L eticia P aredes G uerrero y
A lejandra P amela E spaña P aredes

La construcción colectiva del acceso a la justicia para


las mujeres. Reflexiones en la sentencia de
Campo Algodonero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 218
A ndrea M edina R osas

Las relaciones conyugales según las leyes y las prácticas. . . . . 252


A rlette G autier

Programas para mujeres campesinas en el norte de


Yucatán: ¿a más cambio, más de lo mismo?. . . . . . . . . . . . . 284
M arie F rance L abrecque

A cerca de los autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 311


La construcción colectiva del acceso a
la justicia para las mujeres. Reflexiones
en la sentencia de Campo Algodonero1

A ndrea M edina R osas

L a traductora se detuvo. Dijo que no podía más, que


necesitaba llorar. Ella estaba en el centro del círculo
que habíamos formado defensoras provenientes de la
Ciudad de México y familiares de víctimas de Ciudad Juárez
para hablar con Asma Jahangir, Relatora Especial sobre Ejecu-
ciones Extrajudiciales, Sumarias o Arbitrarias. Era la primera

1
Una versión previa de este artículo se presentó como conferencia en
las Jornadas sobre violencias machistas y estrategias para enfrentarlas,
convocado por Mugarik Gabe, el 7 de octubre de 2011 en Bilbao,
España, bajo el título “Fin al feminicidio en México. Reflexiones a
partir de la sentencia de Campo Algodonero”. Para el presente capítulo
sólo eliminé algunas referencias muy específicas sobre el proceso en
Europa y de Bilbao, también incluí algunos datos que lo actualizan
al año 2017; sin embargo, no entro a detalle en las nuevas sentencias
en el ámbito mexicano sobre feminicidio, ni en otras sentencias del
sistema interamericano en violaciones a derechos de las mujeres, como
pueden ser el Caso del Penal Miguel Castro Castro vs Perú (2006), Caso
de la Masacre de las Dos Erres vs Guatemala (2009), Caso Fernández
Ortega y otros vs México. (2010), Caso Rosendo Cantú y otra vs México
(2010), Caso Masacres de El Mozote y lugares aledaños vs El Salvador
(2012) y Caso Masacres de Río Negro vs Guatemala (2012).

218
vez que una Relatora de Naciones Unidas de visita en México
escuchaba los testimonios sobre casos de mujeres desapare-
cidas, torturadas sexualmente y asesinadas en Ciudad Juárez.
Todas retomamos la respiración, porque hasta que lloró la
traductora conteníamos respiración, ánimo y dolor.
Era el último año del siglo xx. En una misma sala, el
horror de la violencia extrema y la creativa pasión para
construir relaciones basadas en la libertad y la igualdad. Así
es Ciudad Juárez. Sabemos del feminicidio en ese lugar por
la persistencia y el tenaz trabajo que hacen las familiares
de víctimas y las organizaciones civiles locales. Su historia
es de una profunda convicción en los derechos humanos
y son ejemplo de una característica muy contemporánea:
la articulación de lo local con lo internacional. Como
ningún otro caso de violaciones a derechos humanos de
las mujeres, el feminicidio en Ciudad Juárez es conocido
en casi todo el mundo; se difunde información tanto en
publicaciones especializadas como en revistas de moda. La
producción cultural que busca denunciar estos hechos es
amplia: teatro, carteles, documentales, cuentos, etcétera.
Su reflexión teórica y académica ha propiciado nuevos
conceptos e investigaciones innovadoras; su discusión polí-
tica ha llegado a transformar las leyes y las instituciones
de los estados que se han visto obligadas a dar respuesta.
Al mostrarnos lo que vivían, las mujeres de Ciudad Juárez
nos han abierto los ojos y, con sorpresa, nos hemos dado
cuenta de que en muchas otras ciudades y países también
existe violencia feminicida.

219
En 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos
(en adelante Corte o Corte Interamericana) publicó la
primera sentencia en la que se analizan tres casos de asesi-
natos de mujeres en Ciudad Juárez,2 que popularmente es
conocida como la sentencia del caso Campo Algodonero,
pues fue en un viejo campo algodonero que se encontraron
los cuerpos de ocho mujeres que habían desaparecido y que
fueron localizadas ahí, ya sin vida, con huellas de tortura. El
debate y las disposiciones que la Corte definió en esa resolu-
ción la convierten en un referente judicial del cual podemos
aprender todos los países y todas las regiones. Es un hito
desde el que podemos tender hilos para identificar el tejido
de la gran y densa red de la creatividad feminista y la solida-
ridad humana.
La sentencia es extensa, por lo que los análisis que de ella
se pueden hacer rebasan este artículo.3 Sin embargo, pocas
veces es posible compartir y dejar constancia de un proceso
y de los debates internos que motiva un caso en particular.
Como parte del equipo que representó a las víctimas ante el
Sistema Interamericano de Derechos Humanos, me interesa
exponer aquí algunas de las reflexiones que dicho proceso
motivó y, sobre todo, dejar constancia de cómo el acceso a
la justicia casi siempre es más colectivo de lo que se suele
presentar. En primer lugar, planteo elementos concisos

2
La sentencia es Corte IDH. Caso González y otras (“Campo Algodo-
nero”) vs México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 16 de noviembre de 2009. Serie C No. 205.
3
Para un análisis más detallado sobre la sentencia, ver Medina Rosas (2010).

220
Cuidado, violencia y desigualdad:
relativos a algunas de las discusiones acerca del tipo de
violencia que se analiza en la sentencia de Campo Algodo-
nero; en segundo lugar, desarrollo cronológicamente hechos
y menciono a personas que le dieron cuerpo y sustento, a
partir de la experiencia directa que tuve en ella. Para finalizar
formulo algunas consideraciones sobre los alcances, pero
también sobre los aprendizajes a seguir obteniendo en este
tipo de casos.

Feminicidio y violencia feminicida. Vínculos entre la


experiencia, la teoría y el Derecho

El feminicidio es la forma más extrema de violencia contra


las mujeres, pues atenta contra la vida,4 y cuya principal
causa y consecuencia es la discriminación por sexo y género.
El feminicidio usualmente implica no sólo el homicidio,
sino un vasto conjunto de agresiones, previas y/o poste-
riores a ese hecho, entre las que están la violencia sexual, la
privación de la libertad y el no acceso a la justicia.

4
Si bien el concepto ha llegado a reunir ciertos elementos de consenso
en materia penal, todavía hay otros en debate, no sólo en lo jurídico,
también desde otras disciplinas. Para avanzar en su consolidación es
importante conocer las fuentes directas, los escritos de la estadounidense
Diana Russell con Jill Radford (2006), de la mexicana Marcela Lagarde
(2006), la chilena Patsilí Toledo (2009), así como otros abordajes en
América Latina compilados por Rosa Linda Fregoso (2011). También
será relevante profundizar en la discusión sobre el concepto de violencia
feminicida que propuso Marcela Lagarde para la normatividad mexicana
y que tiene alcances todavía poco utilizados.

221
las mujeres entre el hacer y el deber ser
Si bien desde la década de los 70 del siglo xx se empezó
a hablar política y colectivamente sobre esos hechos,5 fue
hasta el inicio del siglo xxi que se logró consolidar un
concepto que nombrara esa particular forma de violencia
contra las mujeres, de manera que se incorporó al ámbito
jurídico.
Pasar de nombrar los asesinatos de mujeres como
crímenes pasionales (limitados a una acción sólo íntima
y del espacio privado) a calificarlos como una violación a
los derechos humanos y, por tanto, posicionarlos como un
asunto público y político, implicó necesariamente incidir
en lo jurídico, ya fuese a través del texto normativo o de su
interpretación. Comprende, a su vez, dejar de verlos como
un asunto individual y asumirlos como parte de la estruc-
tura de las relaciones sociales que sostienen la desigualdad
y la discriminación por género, para de ahí entender que
los Estados tienen responsabilidad frente a este tipo de
violencia.
El feminicidio es una forma de violencia. Jurídicamente
el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia se des-
prende y está estrechamente ligado a la prohibición de la
discriminación por sexo o género. Si bien el deber de los
gobiernos de no discriminar está acordado desde la Decla-
ración Universal de los Derechos Humanos (1948), definir

5
En 1976 se estableció en Bruselas el Tribunal Internacional sobre
crímenes contra mujeres, donde más de 200 mujeres de 40 países
presentaron y narraron la diversidad de formas de violencia que sufren
por el hecho de ser mujeres (Russell y Van de Ven, 1976).

222
Cuidado, violencia y desigualdad:
y establecer el derecho de las mujeres a una vida libre de
violencia es un acto reciente. El Comité de la Convención
para Eliminar todas las Formas de Discriminación contra las
Mujeres (cedaw, por sus siglas en inglés) lo nombró explí-
citamente en 1992, en su Recomendación General número
19, y la primera región en reconocerlo como un derecho con
obligaciones precisas por parte de los Estados fue América, a
través de la Organización de Estados Americanos, en 1994,
en la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y
Erradicar la Violencia contra las Mujeres (también conocida
como Convención de Belém do Pará, en virtud de la ciudad
en la que se firmó).
Las agresiones contra las mujeres impiden el goce
de derechos y libertades, y tienen como causa las ideas
y prejuicios sobre lo que debería ser una mujer. En ese
sentido, jurídica y políticamente la violencia es una forma
de discriminación, pues discriminar es cualquier tipo de
distinción, exclusión o restricción basada en condiciones
sociales (como puede ser el sexo, la edad, el género, la
etnia, la clase, la orientación sexual o cualquier otra)
que tenga por objeto o por resultado –sobre la base de la
igualdad entre mujeres y hombres– menoscabar o anular el
reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos
y las libertades de las personas. La discriminación contra
las mujeres sostiene y reproduce conductas violentas que
al mismo tiempo la incentivan y propagan; no se trata
de cualquier expresión de violencia, su impacto es en la
persona, pero también en la estructura de las relaciones

223
las mujeres entre el hacer y el deber ser
sociales y por ello la forma de atenderla, prevenirla y erra-
dicarla tiene sus particularidades, también la manera de
investigarla, sancionarla y reparar los daños que ocasiona.
Parte de la cultura de la discriminación conlleva invisi-
bilizarla. El Estado mexicano sistemáticamente ha buscado
negar o no admitir que en su territorio exista feminicidio,
en particular en Ciudad Juárez (y ahora, como hemos cons-
tatado, en el Estado de México), y ha calificado los hechos
como tristes o graves, pero siempre como aislados. Ha plan-
teado que son responsabilidad de otros, de particulares, o
justifica su inacción para investigarlos y prevenirlos en la
criminalidad generalizada. También ha argumentado que
la pobreza o la situación geográfica de la ciudad le impiden
hacerse cargo de los acontecimientos. Todo ello para deslin-
darse de su responsabilidad internacional (y frente a su ciuda-
danía), al no investigar ni castigar debidamente la violencia
contra las mujeres.
Esta actitud del gobierno en México ha sido respal-
dada por sectores de poder en la sociedad. Por ejemplo, en
Ciudad Juárez, a partir del año 2006, los medios de comu-
nicación como El Diario, grupos empresariales, una univer-
sidad y distintas autoridades iniciaron una campaña para
limpiar la imagen de la localidad, la cual con altos y bajos
se mantiene hasta hoy. Consideran que las denuncias de la
violencia contra las mujeres dañan la percepción del lugar y
sus oportunidades económicas; la campaña ha insistido en
que el feminicidio es un mito, que las madres de las víctimas
lucran con los asesinatos de sus hijas y que las organizaciones

224
Cuidado, violencia y desigualdad:
civiles que las apoyan en el acceso a la justicia mienten y
tienen como interés político afectar a la ciudad. Nada más
lejos de la verdad.
En ese contexto, en el caso de Campo Algodonero el
gobierno federal aceptó de manera general que los crímenes que
se investigaban se habían cometido bajo la influencia de una
cultura de discriminación contra la mujer, pero trató de mati-
zarlo con un conjunto de factores que diluían la situación
estructural de la desigualdad de género. Por ejemplo, argu-
mentó que un componente medular de esa violencia era la
modificación de los roles familiares como consecuencia de
la actividad laboral de las mujeres en Ciudad Juárez, princi-
palmente por su participación masiva en las maquilas. Esta
premisa implicaba culpabilizarlas de la violencia sufrida por
su decisión de ser trabajadoras y con ello trastocar el orden
social de género patriarcal. También señaló como aspectos
generadores de violencia contra las mujeres la falta de servi-
cios públicos básicos en las zonas marginadas, el narcotrá-
fico, el tráfico de armas, la criminalidad, el lavado de dinero
y la trata de personas que se viven en Ciudad Juárez con una
intensidad particular por estar en la frontera. Mencionó como
otros agentes que motivaban tales crímenes el consumo de
drogas, el alto índice de deserción escolar y la presencia
de numerosos agresores sexuales y efectivos militares en la
cercana ciudad de El Paso, provenientes de conflictos armados
en Estados Unidos.
Ante esta argumentación del Estado mexicano, la Corte
Interamericana retomó las afirmaciones del cedaw sobre

225
las mujeres entre el hacer y el deber ser
la violencia contra las mujeres en Ciudad Juárez y resaltó
que la violencia de género, incluyendo los asesinatos,
secuestros, desapariciones de mujeres, así como las situa-
ciones de violencia doméstica e intrafamiliar, no se trata
de casos aislados, esporádicos o episódicos, tampoco son
inevitables en un contexto de criminalidad generalizada o
de ciudades fronterizas, sino que refieren a una situación
estructural de la sociedad, enraizada en las costumbres y
mentalidades de una cultura de violencia y discriminación
elaborada en torno al género y que se expresa en dirección
específica contra las mujeres.
Es importante retomar la insistencia por parte de la
Corte Interamericana de que diluir la violencia de género
como parte de la violencia social –por ejemplo, al enfatizar
la descomposición social sin profundizar en la forma cómo
ésta afecta específicamente a las mujeres ni en los elementos
que contiene de discriminación de género contra ellas–
impide que las acciones que se propongan se desarrollen
con la debida diligencia para poner fin al feminicidio y a
otras expresiones de violencia de género.
El caso Campo Algodonero llegó a la Corte con un
bagaje de 15 años de denuncias sobre feminicidio. Aun
después de publicada la sentencia, el Estado mexicano
continúa definiendo las políticas de seguridad pública sin
tomar en cuenta la discriminación contra las mujeres. Si
entre 1993 y 2001, años analizados en la resolución de
Campo Algodonero, se tenía el registro de 214 asesinadas
en Ciudad Juárez, tan sólo en 2010 (ya implementados

226
Cuidado, violencia y desigualdad:
los nuevos programas de seguridad pública de la “guerra
contra el narcotráfico” en esa población) se registraron
304 homicidios de mujeres.6 Es decir, a pesar de que se
diseñen e implementen nuevos esquemas de seguridad
pública, o nuevos sistemas de justicia penal, si no se
incluye y reconocen las diferencias de género, y en parti-
cular la violencia contra las mujeres, como eje estruc-
turante de la violencia generalizada, esas políticas no
nada más no traerán beneficios para las mujeres, sino
que, como ocurre, agravarán dicha violencia. Lo ante-
rior vale también para otras manifestaciones de violencia
estructural, en particular contra hombres jóvenes, homo-
sexuales o migrantes.

6
La investigación diagnóstica sobre violencia feminicida de la Cámara
de Diputados del Congreso de la Unión, publicada en 2006, encontró
que entre 1999 y 2005, más de 6 mil niñas y mujeres fueron asesi-
nadas en todo el país; específicamente en 2004 la cifra fue de mil 205
niñas y mujeres. Reveló también que las entidades federativas con más
altos índices de homicidio eran Nayarit, Estado de México, Oaxaca y
Guerrero; después de ellas, Chihuahua. La Red Mesa de mujeres en
Ciudad Juárez ha continuado el registro en dicha ciudad y en su desglose
por edades evidencia que entre 2010 y 2016 se registraron 806 homici-
dios a mujeres entre 15 y 29 años (Ávila, 2016). Además, respecto de
las desaparecidas, los datos oficiales que la prensa publica del Registro
Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas establecen que hasta
agosto de 2015, de las 26 mil 029 bajo esa condición, 28% correspondía
a mujeres, de las cuales 43% no había cumplido los 18 años. En compa-
ración con el rango mundial sobre mujeres desaparecidas, que fluctúa
entre 15 y 25%, México tiene un índice más alto. Andrea Medina (2017)
ofrece más información sobre desaparecidas.

227
las mujeres entre el hacer y el deber ser
La sentencia Campo Algodonero, un logro del
movimiento feminista y de mujeres

A diferencia de otras cortes regionales, como la Corte


Europea de Derechos Humanos, donde las víctimas pueden
presentar directamente sus casos, en la Corte Interamericana
el procedimiento es a través de otra instancia: la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos (en adelante Comi-
sión Interamericana o Comisión). Las víctimas presentan
una petición para que se investiguen sus denuncias ante la
Comisión y ésta, después de investigarlos, decide si existen o
no violaciones a derechos humanos, además de que redacta
un informe con su resolución y recomendaciones. Única-
mente si considera que no se cumplen esas recomenda-
ciones es que la Comisión decide si lleva o no el caso ante la
Corte Interamericana.
En todo momento es posible que las partes (el gobierno
y las víctimas) acuerden una solución amistosa. En Campo
Algodonero, el Estado constantemente quiso resolverlo ofre-
ciendo indemnización por los hechos, pese a que en todo
momento las madres fueron claras al sostener que no era
dinero lo que buscaban, sino justicia.
Cabe aclarar que los tribunales internacionales no son
una instancia más de los procesos nacionales, sino que se
recurre a ellos cuando ya han dictado un fallo todas las enti-
dades locales y nacionales, ya sea en los trámites judiciales o
porque el contexto de impunidad ni siquiera permite confiar
en los procedimientos que se realizan; tampoco sus sentencias

228
Cuidado, violencia y desigualdad:
suplen la obligación que México tiene de investigar y cumplir
en el ámbito interno. La Corte Interamericana no busca a los
culpables de los hechos, sino que juzga si los Estados nacio-
nales cumplen con sus deberes de respetar y garantizar los
derechos humanos de su población. Con estos elementos es
claro que los casos que llegan a este nivel son pocos y se busca
que sean ejemplares, es decir, que representen a muchos otros
que reúnan componentes y características semejantes. En ese
sentido, el hecho de que en la sentencia de Campo Algodo-
nero se indaguen tres casos de desapariciones, violencia sexual
y homicidio de mujeres, no significa que sean los únicos de
ese tipo. Al contrario, representan a cientos más, por lo menos
en esa misma ciudad, y a miles en el país… y necesitaríamos
hacer la cuenta de la región.
Para que un asunto se considere representativo de otros,
es necesario realizar trabajo previo de documentación y de
consolidación política y jurídica, no sólo para tener todos
los elementos que prueben las violaciones de derechos
humanos, sino también para que políticamente la comu-
nidad que los defiende y quienes integran los organismos
que investigan tengan la claridad necesaria para comprender
que esos casos corresponden a violaciones.7 Por ello, cada

7
En otro ejemplo importante, como el caso Paulina sobre el impedimento
a una niña de interrumpir un embarazo producto de una violación, sus
representantes decidieron no llevarlo a la Corte y resolver de manera
amistosa, porque –como han afirmado en diversos foros– no conside-
raban que en ese momento la Corte pudiera sostener una resolución en
el sentido deseado. cidh. Informe Nº21/07. Solución amistosa. Petición
161-02, Paulina del Carmen Ramírez Jacinto vs México. 9 de marzo de
2007. Ver más en gire, 2008.

229
las mujeres entre el hacer y el deber ser
uno de ellos es la suma de muchos esfuerzos a lo largo
del tiempo para legitimar sus contenidos y también en el
momento en que se desarrolla el propio curso judicial.
Pocas veces se tiene la oportunidad de hacer el recuento
de un proceso, a pesar de lo fundamental que es. Prevalece
la tendencia de resaltar quién ostenta un papel central en la
representación de los casos y con ello se omite la referencia
a los equipos o antecedentes. De manera divergente, estimo
esencial y estratégico destacar la convergencia de aportes, los
antecedentes, los apoyos y, con ello, pensar en una conti-
nuidad y un seguimiento más allá de los involucrados que
aparecen en público. Para ello, presento aquí un resumen
concreto de los hechos y las principales participantes que
hicieron posible la sentencia de Campo Algodonero. Espero
que, pese a lo sucinto, ofrezca una idea más amplia de lo que
implicó el proceso. Queda para otras personas, como una
acción pendiente, hacer la memoria detallada de este proceso
(y otros tantos más).

1. En 1993 comenzó la documentación y denuncia siste-


mática de las desapariciones, tortura sexual y homicidio
de mujeres en Ciudad Juárez. Previo a ese año ya existían
registros y denuncias, pero la organización y acumulación
en que ahora nos sustentamos empezó en esa fecha. En
ese proceso sobresalen Esther Chávez, quien luego fundó
la organización Casa Amiga; Dolores Fuentes Mares,
quien abrió el Centro para el Desarrollo Integral de la
Mujer A.C. (cedimac), y Sonia del Valle, periodista de

230
Cuidado, violencia y desigualdad:
Comunicación e Información de la Mujer A.C. (cimac)
en la Ciudad de México, quien fungió como vocera sobre
lo que sucedía en Ciudad Juárez. Cada una de ellas es
referente de otras más que denunciaron, acompañaron y
alzaron la voz para que las demás nos diéramos cuenta de
lo que sucedía. Su trabajo marcó un hito con tal claridad,
que fue retomado por la Corte Interamericana. Aceptar
el contexto como parte de los hechos a investigar en el
caso de Campo Algodonero fue clave para probar que
la violencia que se investigaba sí era violencia contra las
mujeres y que tenía como principal referencia temporal
de inicio el año de 1993. Su reconocimiento está también
en las disposiciones para reparar los daños, una de las
cuales incluye una página electrónica accesible a todo el
mundo, con información sobre las jóvenes y niñas que
han sido reportadas como desaparecidas en el estado de
Chihuahua desde entonces.
2. En 1994 se firmó en la ciudad de Belém do Pará, en
Brasil, la Convención Interamericana para Prevenir,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres.
Durante más de una década ningún caso por viola-
ciones a las obligaciones que en ella se establecen llegó
a ser presentado en la Corte para que se investigara. Si
bien existieron otros en los que la Comisión retomó
dicha Convención (María da Penha vs Brasil) o que
la Corte refirió en otras sentencias (Penal de Castro y
Castro vs Perú), Campo Algodonero fue el primero que
desde su demanda argumentó que existían violaciones

231
las mujeres entre el hacer y el deber ser
a lo estipulado en dicha Convención. La Corte tuvo que
profundizar en su competencia y validez, pues el Estado
mexicano no aceptaba que la Convención le obligara
en ningún sentido, ni que la Corte tuviera competencia
al respecto. Rhonda Copelon, abogada estadounidense
que impulsó, junto con otro gran equipo de feministas,
la firma de la Convención de Belém do Pará, 15 años
después de que logró su aprobación fue perita en la
audiencia pública del Caso Campo Algodonero. Pudo
concretar las demandas y afirmaciones del movimiento
de mujeres en las últimas dos décadas: que las viola-
ciones a sus derechos son violaciones a los derechos
humanos y que la violencia contra las mujeres es una
forma de discriminación.
3. En 1998 la Comisión Nacional de Derechos Humanos
(cndh) en México publicó la recomendación 44/98, en
la que comprueba que en los casos de mujeres asesi-
nadas en Ciudad Juárez desde 1993, las autoridades
mexicanas estaban incurriendo en violaciones a dere-
chos humanos marcadas por una clara discriminación
basada en el sexo de las víctimas. Sus recomendaciones
comprendían acciones sobre la manera de prevenir y de
investigar estos hechos. La cndh estaba presidida en ese
momento por Mirelle Rocatti, quien junto con abogadas
que no necesariamente pertenecían al movimiento
feminista asumió el reconocimiento de los derechos de
las mujeres en el trabajo institucional, mismo que en
las últimas presidencias de dicha institución se ha visto

232
Cuidado, violencia y desigualdad:
seriamente afectado. Esta recomendación fue determi-
nante para que la Corte Interamericana considerara
como grave el incumplimiento de México a sus obli-
gaciones internacionales, pues desde 1998 sus propias
autoridades ya le habían señalado lo que sucedía y, a
pesar de ello, no actuó con la debida diligencia para
prevenir la violencia extrema contra las mujeres. Ya con
estas referencias, las organizaciones civiles contaban con
muchas más herramientas para continuar la denuncia
de los hechos, así como también para señalar la negli-
gencia y colusión de las autoridades. Así, a la campaña
“Alto a la impunidad: ¡ni una muerta más!”, impul-
sada, entre otras, por Lydia Alpízar, se adhirieron orga-
nizaciones civiles de mujeres, de derechos humanos y
sindicales, tanto nacionales como internacionales.
4. En 1999 se recibió la primera visita de Asma Jahangir,
relatora especial sobre ejecuciones extrajudiciales,
sumarias o arbitrarias de la onu, quien escuchó,
condenó los hechos y estipuló recomendaciones
precisas para poner fin a esta violencia. Le siguieron,
en 2002, Dato Param Cumaraswamy, relator especial
sobre la independencia de jueces y magistrados de ese
mismo organismo, y Martha Altolaguirre, relatora de
derechos de las mujeres de la cidh. En 2003, una misión
especial de la Comisión de Expertos Internacionales de
la onu contra la Droga y el Delito. En 2005 se publicó
el Informe de México producido por el cedaw bajo
el Artículo 8 del Protocolo Facultativo de la Conven-

233
las mujeres entre el hacer y el deber ser
ción y el informe de Ruth Gaby Vermont, relatora del
Comité de Igualdad de Oportunidades para Mujeres y
Hombres de la Asamblea Parlamentaria del Consejo
de Europa. En 2006 se realizó la visita de la relatora de
la onu sobre violencia contra las mujeres, sus causas
y consecuencias, Yakin Ertürk, y en 2007 se aprobó la
resolución del Parlamento europeo sobre los asesi-
natos de mujeres (feminicidios) en América Central y
en México, y el papel de la Unión Europea en la lucha
contra este fenómeno. Las visitas tanto de instituciones
internacionales gubernamentales como civiles conti-
núan hasta la fecha. Previo a la sentencia de Campo
Algodonero se efectuaron más de 10 visitas oficiales e
informes con sus respectivas recomendaciones. Éstas,
así como las resoluciones, fueron referencia para las
medidas de reparación que la Corte Interamericana
dispuso, pero también constituyeron un punto de
partida para que tomara en cuenta la manera de simular
del Estado mexicano. Es decir, México declara hacer
todo lo posible para cumplir con sus obligaciones,
muestra apertura para que lo investiguen y emprende
acciones de formalidad para aparentar el respeto a los
derechos humanos, pero todo lo anterior es insufi-
ciente y no corresponde a la capacidad y posibilidad
que tiene para realmente concretar sus compromisos.
En la sentencia de Campo Algodonero constantemente
la Corte señaló que reconocía lo que el Estado hacía,
pero que faltaba más y por ello fue muy específica en

234
Cuidado, violencia y desigualdad:
cómo deben cumplirse sus disposiciones o en la infor-
mación que se debe presentar para considerar acatada
una obligación. Cada visita no sólo implicó un trabajo
de Naciones Unidas, pues se trata de una labor intensa
por parte de las distintas organizaciones civiles y de
familiares de víctimas que se entrevistan, actualizan
información, redactan documentos y brindan testimo-
nios ante estos relatores e instituciones.
5. El 6 y 7 de noviembre de 2001 fueron encontrados en
un viejo campo algodonero de Ciudad Juárez, ocho
cuerpos de mujeres asesinadas con claras huellas de
tortura sexual. Los hechos conmocionaron a toda la
localidad. Era inadmisible que después de ocho años
de denuncias y exigencias, volviera a producirse un
suceso de tal magnitud. Organizaciones civiles y acti-
vistas de la ciudad se articularon en la Red de Dignidad
Humana y no Violencia, con el objetivo principal de
poner un alto a la impunidad. En febrero de 2002 se
entrevistaron con la relatora de derechos de las mujeres
de la Comisión Interamericana, Marta Altolaguirre,
quien estaba de visita recabando información para
el informe “Situación de los derechos de la mujer en
Ciudad Juárez, México: el derecho a no ser objeto de
violencia y discriminación”. Ella orientó a las madres
y organizaciones civiles sobre cómo presentar la peti-
ción de investigación ante la Comisión Interamericana,
a pesar de que los homicidios habían sucedido recien-
temente (regularmente se requiere agotar las instancias

235
las mujeres entre el hacer y el deber ser
nacionales para pasar a la justicia internacional). El 6
de marzo de 2002, tan sólo cuatro meses después de lo
ocurrido, se presentaron las peticiones ante la Comi-
sión. Entre las personas que acompañaron esa solicitud
estuvo Imelda Marrufo, quien debido a las compleji-
dades de los procesos sociales posteriormente no pudo
formar parte del litigio ante la Corte. Sin embargo,
ahora el trabajo más consolidado de seguimiento al
cumplimiento a la sentencia en Ciudad Juárez lo realiza
la Red Mesa de Mujeres de Ciudad Juárez, integrada por
más de 10 organizaciones de trabajo local y coordinada
por Imelda Marrufo.
6. Las madres no tuvieron más noticias de la Comi-
sión Interamericana hasta el año 2005, cuando se
les informó que aceptaba revisar a fondo sus casos.
México ejercía una fuerte presión en la Comisión para
que el asunto no avanzara; no obstante, la Comisión
tenía un claro compromiso con los derechos de las
mujeres. En ese año, Susana Villarán, nueva relatora
de derechos de las mujeres en la Comisión, impul-
saba los trabajos para el informe sobre el acceso a la
justicia de las mujeres víctimas de violencia, mismo
que fue concluido por el siguiente relator, Víctor Abra-
movich.8 Dicho informe aportaría muchos elementos

8
Posterior a la sentencia, Víctor Abramovich (2010) publicó un notable
artículo sobre las desapariciones de mujeres y los debates acerca de su
conceptualización desde los derechos humanos en torno a la sentencia
de Campo Algodonero.

236
Cuidado, violencia y desigualdad:
para entender los grados de impunidad en los casos de
violencia contra las mujeres.
7. En 2006, la Cámara de Diputados del Congreso de
la Unión en México publicó la “Investigación diag-
nóstica sobre violencia feminicida en México”, que
representaba un paso más en la consolidación del
concepto de feminicidio y se creó el concepto de
violencia feminicida, se documentó de manera oficial
la respuesta de las autoridades mexicanas ante este
tipo de violencia y se logró demostrar que lo que
ocurría en Ciudad Juárez también acontecía en otras
zonas del país, con matices y detalles diferentes, pero
siempre con la constante de la inadecuada actuación
de las autoridades. La presidenta de la Comisión
responsable del tema, la diputada Marcela Lagarde,
posteriormente fue perita en el caso de Campo Algo-
donero, en el que detalló los contenidos que dan
sentido al derecho de las mujeres a una vida libre de
violencia en la legislación en México. Lagarde, junto
con las participantes en la Investigación diagnóstica
sobre violencia feminicida realizada en la Cámara de
diputados, fundó la Red por la Vida y la Libertad de
las Mujeres. La información generada por esta red en
torno a la legislación local sobre el derecho de las
mujeres a una vida libre de violencia, así como el
monitoreo de su puesta en marcha, resulta indispen-
sable para el seguimiento de la implementación de la
sentencia de Campo Algodonero.

237
las mujeres entre el hacer y el deber ser
8. En 2007, después de examinar de manera independiente
los tres casos de Campo Algodonero presentados para
ser investigados, la Comisión Interamericana acumuló
su indagación y, al no dar ninguna respuesta a las soli-
citudes de las organizaciones representantes de incluir
los demás casos (en el campo algodonero se encon-
traron ocho cuerpos y en el proceso de identificación
las autoridades afectaron a tres familias más),9 cerró la
posibilidad de incorporarlos a la investigación que ese
mismo año iniciaba la Corte. Al juntar sus resultados, la
representación –que se había llevado de manera sepa-
rada– se tuvo que articular: cedimac, que representaba
a Josefina González y a Benita Monárrez, madres de

9
Avanzado el proceso, en 2006 se logró tener certeza de la identidad de la
mayoría de los cuerpos encontrados. Por exigencia de las madres ante las
graves irregularidades durante la identificación de los cuerpos, se solicitó
que el equipo argentino de antropología forense (eaaf) realizara los peri-
tajes adecuados, dada la objetividad que caracteriza a estos profesionales
para la plena identificación de las víctimas. A la fecha, el eaaf ha determi-
nado que los restos encontrados en Campo Algodonero corresponden a
Esmeralda Herrera Monreal, Laura Berenice Ramos Monárrez, María de
los Ángeles Acosta Ramírez, Mayra Juliana Reyes Solís, Merlín Elizabeth
Rodríguez Sáenz, María Rocina Galicia y a una mujer todavía no identifi-
cada. La identificación de Claudia Ivette González fue realizada sólo por
las autoridades mexicanas. Al inicio de la averiguación y hasta el año 2006
se había asignado a tres de estos cuerpos el reconocimiento de Guadalupe
Luna de la Rosa, Bárbara Aracely Martínez Ramos y Verónica Martínez
Hernández. Al día de hoy, las dos primeras todavía continúan como desa-
parecidas, mientras que se confirmó que el cuerpo sin vida de Verónica
Martínez había sido encontrado en el año 2002 en otro predio público
–su identificación se logró de manera fortuita, pues su columna vertebral
fue encontrada y recuperada en la Escuela de Medicina de Ciudad Juárez,
por Ana Lorena Delgadillo, que en ese momento trabajaba con el eaaf y
quien realizó aportaciones fundamentales a lo largo del proceso.

238
Cuidado, violencia y desigualdad:
Claudia Ivette González y Laura Berenice Ramos Moná-
rrez, respectivamente, se integró a nombre propio y
también a nombre de la ya extinta Red de Dignidad
Humana y no Violencia, que había realizado la peti-
ción inicial ante la Comisión; por otro lado, se sumaron
la Asociación Nacional de Abogados Democráticos
(anad) y el Comité de América Latina y el Caribe para la
Defensa de los Derechos de la Mujer (cladem), quienes
representamos a Irma Monreal, madre de Esmeralda
Herrera Monreal. A este equipo principal se añadirían
más personas en las que cada organización se apoyaba.
Cada una de estas tres instituciones tenía perspectivas
distintas que, en cierto sentido, reflejaban algunas de
las diferentes posturas respecto del feminicidio: una,
la asistencialista, en la que las mujeres –en particular las
madres de las víctimas– no tienen posibilidades de
constituirse en sujetos de derechos ni de remontar el
dolor sufrido; otra, principalmente jurídica, en la que
el impacto psicosocial es secundario y las relaciones
sociales de género todavía quedan en la superficie del
análisis, y la tercera, desde la perspectiva de género,
psicosocial y sociojurídica, en la que el derecho y sus
procesos son potenciales herramientas de cambio demo-
crático. Al final, el caso y su proceso es resultado de la
tensa combinación de estas posiciones.
9. En abril de 2009, días antes de la audiencia pública ante
la Corte, Estados Unidos dio asilo a Benita Monárrez y
a su familia. Al denunciar el homicidio de su hija Laura

239
las mujeres entre el hacer y el deber ser
Berenice, había sido perseguida y amenazada; a pesar
de que su vida corría peligro, el gobierno mexicano no
hizo nada para protegerla. La presidenta de la Corte,
Cecilia Medina, supo reconocer este riesgo y ofreció
medidas de protección a las demás madres y familiares
del caso. Sin embargo, la diferencia de perspectivas
entre las organizaciones representantes, así como el
cansancio de los familiares ante el cinismo de las auto-
ridades, no permitió que este ofrecimiento se consoli-
dara. Posterior a la publicación de la sentencia, Irma
Monreal y su familia también tuvieron que desplazarse
fuera de Ciudad Juárez. Denunciar violaciones y exigir
justicia, ya sea por el feminicidio o por otras violaciones
a derechos humanos, se ha convertido en una de las
principales causas de intimidación, aun de muerte, en
Ciudad Juárez y desafortunadamente en todo el país.
10. En diciembre de 2009 la Corte Interamericana publicó la
sentencia de Campo Algodonero. Durante el proceso no
se hizo difusión del mismo, en virtud de las dificultades
de articulación entre las organizaciones representantes,
pero también ante la casi total carencia de recursos para
el caso (por lo menos en el cladem) y como medida
de seguridad. Empero, el impulso que la denuncia de
feminicidios en Ciudad Juárez de por sí ha tenido, así
como el interés por parte de distintos actores, permitió
que esta sentencia se diera a conocer de manera amplia.
A partir de su publicación, algunas hemos impulsado
la creación de medios que permitan que se conozca y

240
Cuidado, violencia y desigualdad:
que promuevan el monitoreo de su cumplimiento.10 La
sentencia pertenece a todas las personas, es pública y es
un recurso que debemos cuidar y potenciar.
11. En diciembre de 2010 se cumplió el primer año de los
tres que la Corte estableció para que el Estado mexi-
cano informara sobre el cumplimiento de las 16 dispo-
siciones de la sentencia (Medina, 2010). En ese primer
año el gobierno la publicó en los diarios oficiales y
comenzó la simulación de acatar las otras disposiciones,
por ejemplo, abrir una página web con información
actualizada sobre mujeres desaparecidas, en la que los
únicos datos que se renuevan constantemente son los de
robo de coches. Seis días después de este primer plazo,
ante las puertas del Palacio de Gobierno del estado de
Chihuahua, asesinaron a Marisela Escobedo. Todas las
heridas del caso Campo Algodonero se volvieron a abrir
y se profundizaron. Marisela exigía justicia por el asesi-
nato de su hija a manos de su pareja; las autoridades
no sólo habían actuado con la misma negligencia que
en las ocasiones anteriores, sino que teniendo ya en
juicio al responsable de los hechos, lo exoneraron. Su
asesinato nos marcó a todas, además de que fijó en la
conciencia que se incrementaba la violencia contra las
defensoras de derechos humanos y que son muy sólidos
los intereses de perpetuar la impunidad en México. La
Red Mesa de Mujeres de Ciudad Juárez había presen-

10
Por ejemplo, la página www.campoalgodonero.org.mx

241
las mujeres entre el hacer y el deber ser
tado un amicus curiae al respecto ante la Corte en el caso
Campo Algodonero. Ahora, muchas de nosotras nos
organizamos para buscar alternativas y formas reales de
hacer sustentable el trabajo y la vida de las defensoras
en México y países de Centroamérica.
12. En el primer semestre de 2011 se hizo público el cobijo
otorgado por España a Rosa Isela Pérez y su familia.
Ella, periodista, declaró por escrito en el caso Campo
Algodonero. El día que tomé su testimonio, ante el
peligro que corría por hacerlo, acordamos que busca-
ríamos formas de protegerla. Ella dijo que lo que quería
era salir de México, pues el daño que veía en Ciudad
Juárez era tan profundo, que alcanzaba ya a varias gene-
raciones, por lo que su reparación tardaría un tiempo
que no podía esperar. Buscamos en varios países, pero
las fronteras cada vez están más restringidas para el
asilo. Rosa Isela decidió probar en España y afortunada-
mente (con muchos apoyos) lo logró. ¿A cuántas más
la solidaridad internacional estará dispuesta a acoger?
13. En noviembre de 2011 el Estado mexicano pretendió
realizar el acto de perdón público que la Corte dispone
en la sentencia, el cual evidenció la tensa relación que
hay con y entre las diversas autoridades; también salió a
la luz la falta de respeto y celeridad con que el gobierno
quiere realizar y dejar atrás este tipo de procesos. A pesar
de que las disposiciones de la sentencia eran muy claras
respecto de la forma de participación que se debían
garantizar para el diseño del memorial, las autoridades

242
Cuidado, violencia y desigualdad:
intentaron y limitaron severamente que las organiza-
ciones tomaran parte. Sin embargo, el memorial está
ahí. La escultora Verónica Leiton (nacida en Chile,
donde también se realizó la audiencia de la Corte en el
caso Campo Algodonero) logró abrir una nueva etapa
con la representación de una mujer llena de vitalidad.
Un cambio profundo que pasa de las cruces rosas a los
símbolos de vida. El diálogo y las acciones avanzan sobre
cómo preservar la memoria, pero ya no centrada en la
muerte y la violencia, sino en la belleza y la vida. Ante
el asesinato de Marisela Escobedo, también la reflexión
del trabajo de acompañamiento y los riesgos claramente
enfrentados han llevado a crear nuevas representaciones,
como los rostros de las defensoras cubiertos por rebozos.
14. Los plazos establecidos por la Corte para el cumpli-
miento de la sentencia se han sobrepasado y aún no
está terminado. Sin embargo, algunos de los puntos
que sí se han completado son relevantes, como la publi-
cación del protocolo de la Suprema Corte de Justicia de
la Nación sobre juzgar con perspectiva de género. Su
publicación, a partir de 2013, ha creado las condiciones
para la aprobación de criterios de interpretación y juris-
prudencia,11 que son aportes considerables en el acceso

11
Jurisprudencia 1ª./J.22/2016 (10ª), publicada el viernes 15 de abril de
2016, a las 10:30 horas en el Semanario Judicial de la Federación y en la Gaceta
del Semanario Judicial de la Federación. Décima Época, libro 29, tomo II, abril
de 2016, página 836, de título y subtítulo “Acceso a la justicia en condi-
ciones de igualdad. Elementos para juzgar con perspectiva de género”.

243
las mujeres entre el hacer y el deber ser
a la justicia para las mujeres en México. Asimismo,
dicho protocolo ha abierto una fase amplia de capa-
citación a operadores de justicia, en especial del Poder
Judicial; queda ahora el reto de evaluar tal capacitación
con los indicadores que la propia Corte establece en la
sentencia: no sólo el conocimiento formal de normas,
sino la comprensión práctica de qué es la discrimina-
ción contra las mujeres y las acciones, de acuerdo con
sus competencias, para prevenirla y erradicarla, también
para saber establecer medidas transformadoras de repa-
ración del daño.

Como pocas sentencias, Campo Algodonero refleja en cada


uno de sus elementos el esfuerzo y el trabajo de muchas,
muchas mujeres (también algunos hombres) de sus orga-
nizaciones y de sus redes. Campo Algodonero es un
ejemplo de la apuesta histórica feminista, en la que cada
acción forma parte de un conjunto y en la que la manera
de evaluar requiere hacerse en bloques grandes de tiempo.
Si tomáramos aislados cada uno de los hechos que narré,
podríamos caer en la frustración y el pesimismo. ¿Se ha
dado cumplimiento a la recomendación 44/98 de la cndh?
¿Se han implementado las recomendaciones de la cedaw o
de todas las relatorías de Naciones Unidas que han investi-
gado sobre Ciudad Juárez? La respuesta es no y podríamos
seguir con la lista, pero cada acción forma parte de la cons-
trucción que soporta nuestro entramado teórico y práctico
que permite transformar el mundo. Cada acción da cuerpo

244
Cuidado, violencia y desigualdad:
a nuestro movimiento político y abre puertas para nuevas
alternativas de libertad que antes otras no tuvieron.
También refleja la articulación y continuidad de
nuestro trabajo y nuestro movimiento. Varias de las que
iniciaron este proceso en 1993 ya murieron: Esther Chávez,
Rhonda Copelon, Irma Campos e Itziar Lozano; otras han
decidido alejarse de esta labor, como Sonia del Valle, quien
ahora es una de las mejores periodistas sobre educación en
México. Yo misma tuve que detener mi trabajo sobre femi-
nicidio varios años, consciente, por un lado, de que repre-
senta un alto riesgo que requiere de espacios y silencios de
recuperación, y que todavía no se tiene el respaldo y soste-
nibilidad necesaria para realizarse; por otro lado, segura
de que están presentes nuevas personas en la denuncia del
feminicidio y que se agregarán más a la aportación creativa
para una vida libre de violencia de género. Ahí están Itzel,
Liliana, Aimé, Melisa, Rossana, Taís, Jimena, en Ciudad
Juárez, en México… ¿Quiénes más se suman en cada país,
en cada ciudad, en cada pueblo?

Alcances y aprendizajes en el proceso de Campo


Algodonero

Quiero resaltar algunos aspectos de la sentencia que tienen


un impacto extenso y que nos dan nuevos elementos para
argumentar y debatir:

245
las mujeres entre el hacer y el deber ser
• Lo específico y lo universal en los derechos humanos.
El Estado mexicano, al poner en cuestión la justiciabi-
lidad de la Convención de Belém do Pará, hizo posible
que la Corte ampliara la argumentación no sólo para
reconocer que la especificidad de nombrar a los sujetos
no pone en riesgo la universalidad de los derechos, sino
también para concretar una manera ejemplar de juzgar:
interpretando el marco normativo (derechos y obliga-
ciones) a la luz de dicha Convención y logrando así una
garantía mucho más plena de los derechos humanos:
las obligaciones reforzadas.
• La perspectiva de género en la interpretación judicial y
las políticas públicas. Algunas personas todavía piensan
que la perspectiva de género es sólo una noción a
incluir, o que los derechos de las mujeres únicamente
son el título de una Convención. La Corte Interame-
ricana, en la sentencia de Campo Algodonero, expuso
en su propia argumentación que aplicar dicha perspec-
tiva implica una forma distinta de analizar, de colocar
al sujeto en el centro del problema y de la solución,
así como la necesidad de contextualizarlo y con ese
conjunto, interpretar de distinta manera los derechos y
las obligaciones. Aún más, la Corte nos da pistas sobre
cómo medir el cumplimiento efectivo de los compro-
misos de los Estados cuando se trata de discriminación
por género y, por ejemplo, nos dice qué indicadores
de resultado hay que tomar en cuenta para saber si
una capacitación a funcionarios es efectiva o no, en

246
Cuidado, violencia y desigualdad:
términos de las obligaciones internacionales sobre
derechos humanos.
• La transformación, más allá de la restitución, como criterio
de reparación del daño en casos donde la discrimina-
ción es causa y consecuencia de la violación de derechos.
Frente a otros espacios de justicia internacional, la Corte
Interamericana se ha caracterizado por su vanguardia y
comprensión para avanzar en el efectivo goce y cumpli-
miento de los derechos humanos. En Campo Algodonero
dio un paso más sobre las reparaciones y planteó que no
se puede regresar a la misma situación de discriminación
que causó la violación de derechos; por lo tanto, toda
medida de reparación que se inicie debe tener como indi-
cador un resultado que realmente transforme y erradique
la discriminación.
• Nuevos conceptos, el feminicidio. Si bien la Corte no se
posiciona directamente sobre este concepto, sí retoma
toda la información de contexto y refiere a la discusión
política y conceptual que se presentó a través de las
pruebas y peritajes tanto de las partes representantes,
como del Estado mexicano. En lo que respecta a esta
sentencia, la Corte decidió utilizar la expresión “homi-
cidio de mujer por razones de género”, también conocido
como feminicidio.

Un caso jurídico no es sólo su sentencia; es, fundamental-


mente, su proceso. Para varias de las personas que formamos
parte del caso, lograr la sentencia nos dio una gran

247
las mujeres entre el hacer y el deber ser
satisfacción, pero el proceso nos motivó hondas reflexiones,
de las cuales quiero exponer algunas, con el ánimo de asimi-
larlas como aprendizajes positivos para nuevas experiencias:

• Es indispensable que los procesos de litigio estraté-


gico incluyan la perspectiva psicosocial. Esto implica
que socialmente, y desde la cooperación, se entienda
la necesidad de destinar recursos y tiempo suficiente
para que en las comunidades afectadas y las propias
víctimas tengan los espacios para que el proceso mismo
sea realmente reparador y no una vorágine de aconte-
cimientos que rayan en la revictimización. El tiempo y
la profundidad que permitan asumir y comprender el
proceso judicial, sin duda, sostendrán procesos mucho
más efectivos para la implementación y cumplimiento
de las sentencias. Durante el caso, cuatro personas
fueron claves para mí: Andrea de la Barrera, Alejandra
Ancheita, Clemencia Correa y Alicia Neuburger.
• La necesidad de una mayor interlocución e interdisci-
plina con lo jurídico. Hemos avanzado mucho en la
definición de nuestros derechos, logramos progresar
en lo formal de la definición de las obligaciones de los
Estados; sin embargo, garantizar lo sustantivo de esos
logros formales no nos ha sido tan fácil. Considero que
en los movimientos sociales predominan extremos en
los que, por un lado, al tener una ley o una sentencia
se cree que ya está transformada la realidad o, en su
opuesto extremo, se piensa que la ley y el Estado no

248
Cuidado, violencia y desigualdad:
sirven para nada. Ante ello, creo necesario comprender
el lenguaje y las posibilidades concretas de lo jurídico,
lo que entraña mayor conocimiento y detalles sobre lo
que implica cumplir con las obligaciones y los derechos.
En México, por ejemplo, el Estado simula cumplir con
sus obligaciones; para desenmascarar esa simulación
se requiere de una sociedad civil que se documente de
manera más afinada y que se apliquen a nivel nacional
los indicadores internacionales de derechos humanos
que permitan medir la estructura, los procesos y los
resultados en derechos humanos. Algo más sofisticado
que sólo señalar que se niega información o se miente.
Simular implica satisfacer lo formal, pero no se modi-
fica nada y en ello la interlocución con lo jurídico se
torna prioritario.
• La solidaridad en el acompañamiento social a las
víctimas o los defensores, en este caso, del femini-
cidio. ¿Cómo acompañar en el dolor que genera este
crimen?, ¿y cómo acompañar la profunda frustración
que provoca la impunidad y la simulación de las auto-
ridades? Además de mi familia, que ha sido siempre
paciente y amorosa, así como clara en observar los
límites ante el riesgo, quiero mencionar a Luz Maceira,
quien, sin trabajar en ello y sin tener otro compromiso,
sólo por amistad, en los seis años que duró el proceso
me brindó espacios de desahogo, de esparcimiento, de
soporte y de permanente acompañamiento, gracias a
los cuales pude sostenerme.

249
las mujeres entre el hacer y el deber ser
Finalmente, para que una sentencia se haga realidad es nece-
sario exigir. Considero que una de las formas más potentes de
presionar al gobierno mexicano en el cumplimiento de esta
sentencia es mostrando y haciendo realidad las disposiciones
que en ella se establecen. Si no lo hace, la sociedad puede
estudiar e incorporar en sus prácticas cotidianas lo que ahí se
estipula, también las entidades federativas o aún otros países
lo pueden hacer y con ello avanzar en el cumplimiento de
obligaciones relativas al derecho de las mujeres a una vida
libre de violencia. El hecho de que podamos construir un
mundo igualitario y sostener relaciones sociales exentas de
violencia de género en nuestro círculo cercano será la mejor
manera de honrar a quienes han convertido su dolor en crea-
tividad, a quienes aportan su tiempo y experiencia para que
nosotras y nosotros podamos vivir en plena libertad.

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Toledo Vázquez, P. (2009). Feminicidio. México: Oficina del Alto Comi-
sionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.

251
las mujeres entre el hacer y el deber ser
integrante del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 1, y
de la Red Internacional de Estudios Feministas y de Género.

Pamela España Paredes

Doctora en Educación por la Universidad del Sur. Profeso-


ra-investigadora del Centro de Investigaciones Regionales
“Dr. Hideyo Noguchi” de la Universidad Autónoma de
Yucatán. Integrante del Grupo de Investigación “Género,
cultura y sociedad. Candidata del Sistema Nacional de Inves-
tigadores. Sus temas de investigación son género y pobreza,
transversalización de la perspectiva de género en las ies, y
violencia de género. Es integrante de la Red Internacional de
Estudios Feministas y de Género.

Andrea Medina Rosas

Abogada feminista. Fue parte del equipo jurídico de repre-


sentantes en el caso Campo Algodonero por parte del
cladem, cuya sentencia difundiría con la Red Mesa de
Mujeres de Ciudad Juárez. Tiene 10 años de experiencia para
institucionalizar la perspectiva de género y 20 años traba-
jando para consolidar el derecho de las mujeres a una vida
libre de violencia, desde la legislación, la investigación, el
litigio y la formación.

314
La presente edición de Cuidado,
violencia y desigualdad: las mujeres entre el
hacer y el deber ser se terminó de imprimir
en diciembre de 2017. Cuidado editorial:
Andrea López Monroy. Diseño y maque-
tación: Olga Karina de la Cruz Sánchez.
El tiraje consta de 300 ejemplares.

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