Cuentos de Empatia
Cuentos de Empatia
Cuentos de Empatia
Dos hombres ya mayores compartían habitación en un hospital. Los dos estaban muy enfermos,
pero uno de ellos aún podía levantarse de vez en cuando para mirar por la ventana a la que estaba
pegada su cama. El otro anciano, sin embargo, estaba postrado en la cama y apenas tenía fuerzas
para incorporarse.
Los dos se entretenían hablando, contándose mil historias de su pasado y presente. Se hacían
compañía y hablaban de sus vidas, de lo que hicieron y dejaron de hacer, de sus sueños cumplidos
y los que nunca llegaron a ver. Pero el momento favorito de ambos en todo el día era cuando el
hombre que estaba junto a la ventana, miraba por el cristal y narraba a su compañero de cuarto
todo lo que veía por ella:
– ¡Hace un día estupendo! El parque se está llenando de niños que ríen muy felices, de parejas que
llegan con los dedos entrelazados… Los sauces están frondosos y las mariposas revolotean entre
las flores. Ay, amigo, qué hermoso jardín tenemos ahí fuera, con un lago de aguas cristalinas y
pájaros que se acercan tímidos a beber…
Y mientras el hombre narraba lo que veía, su compañero cerraba los ojos e intentaba imaginar
todo lo que escuchaba. Sonreía y sentía una gran paz y felicidad interior.
Y así, los días parecían menos grises, menos duros y más amables. Hasta que un día, o mejor dicho,
una mañana, la enfermera encontró el cuerpo sin vida del hombre de la ventana.
Todos sintieron mucho su pérdida, pero sobre todo él, su compañero de habitación. Al cabo de
unos días, pidió que le trasladaran a la cama de la ventana. Quería ver todo aquello que su
compañero narraba con tanto entusiasmo. Los médicos accedieron a su deseo y una vez en la
cama, y a pesar del dolor, se incorporó para mirar por la ventana.
Pero… ¿Qué veían sus ojos? ¿Y el parque? ¿Dónde estaba el estanque? ¿Y los sauces? Para
sorpresa suya, la ventana solo daba a una pared blanca… Preguntó a la enfermera.
– ¿Por qué mi compañero narraba todas esas historias sobre un parque si no existe?
– Claro, ¿a qué viene eso? Los corderos se comen todo lo que encuentran.
– También.
El Principito nunca se daba por vencido. Si hacía una pregunta, la hacía una y otra vez hasta
obtener una respuesta.
– ¡No sirven para nada! Son pura maldad de las flores… – contesté entonces muy enfadado.
Entonces noté que el Principito se enojaba, algo realmente extraño en él.
– Eso no es posible- dijo entonces- Tienen que servir para algo. Las flores no son malas, solo son
ingenuas, y débiles. Se defienden como pueden, y ellas se creen terribles con sus espinas…
– ¿Un hongo?
– Sí, un hongo… Hace millones de años que las flores fabrican espinas y lo hacen porque se creen
más seguras. Como mi flor. Ella es única, ¿y no se merece que me preocupe por ella? Para ella, un
cordero puede significar el final. Para ella, podrían desaparecer todas las estrellas y puestas de sol
para siempre. ¿Y no es importante mi pregunta? ¿No es seria? Mi flor está sola, y solo deseo que
mi cordero no acabe con ella. Si alguien ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar
entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas.
Se dice: ‘mi flor estará allí, en alguna parte…’.
Y el Principito rompió a llorar, y en ese momento dejé todo lo que hacía, y me importó bien poco
no poder arreglar mi avioneta y morir de sed allí mismo. Sólo deseaba encontrar la forma de evitar
que él llorara y me pudiera perdonar.
Tardó mucho en mostrar su belleza, y le crecieron unas cuantas espinas en el tallo. Pero cuando
nació, el Principito se quedó extasiado con su belleza. Ella dijo:
– ¿Verdad que sí?- dijo la rosa entonces- ¡Y he nacido al mismo tiempo que el sol!
El Principito se dio cuenta enseguida que no era muy modesta, pero sentía ternura hacia esa flor…
– ¿Puedes traerme el desayuno? - le dijo entonces la flor.
– ¿Podrías ponerme algún biombo por la noche para que el frío no me molestara?
El Principito buscó algo y encontró una especie de globo de cristal con el que cubría por las noches
a la rosa. El Principito notó que la flor algunas veces mentía, con tal de conseguir que le atendiera
en todos sus caprichos, pero él accedía siempre de buena gana. Pero su flor comenzó a hacerle
sentir remordimientos con las palabras que le dedicaba, y el Principito comenzó a sentirse muy
desgraciado, hasta el punto de querer emigrar de su planeta.
– Te amo- le dije.
– No es lo mismo- contesté.
– Prefiero que vengan las orugas. Si no… ¿cómo conoceré a las mariposas?
La flor tosió.
Supe que debía irme, porque mi flor es muy orgullosa, y no quería que la viera llorar.
La diferencia entre querer y amar: En El Principito y la rosa, la rosa al final pudo entender la
diferencia entre querer y amar a alguien. Así se dio cuenta de que ella había querido al Principito,
mientras que el Principito la amaba a ella. Ella necesitaba al Principito, le quería porque era
necesario para estar a salvo en el Planeta. Pero el Principito se preocupaba por ella, se sacrificaba
por ella… la amaba. Amar es desear el bien y la felicidad del otro. Querer es sentir la necesidad de
tener al otro a tu lado por algún fin concreto.
La vanidad y el orgullo a veces son espinas protectoras: Muchas veces huimos de personas
vanidosas, orgullosas, que parece que siempre están presumiendo de sus virtudes. Sin embargo, a
menudo esa forma de ser es simplemente una coraza, unas espinas con las que intentan
protegerse de los peligros. Quizás se trate de personas frágiles, delicadas, que no quieren mostrar
a los demás su fragilidad por temor a que les hagan daño. Por eso proyectan una imagen diferente
a cómo son de verdad. Y de verdad son personas tiernas y buenas, pero que no son capaces de
mostrar sus emociones verdaderas. Tal y como le pasaba a la flor en el Principito y la rosa.
«Muchas veces el orgullo y la vanidad son solo una coraza que se usan para protegernos de los
peligros y el dolor»
5. El Principito se arrepintió de haberse ido y haber juzgado a su flor de forma errónea. ¿En qué
estaba equivocado?
‘La brizna’
Una hoja se había caído al suelo arrastrada por una ráfaga de viento. Era otoño, y su tallo ya
estaba débil. Al caer, molestó a una brizna de hierba, que empezó a discutir con ella:
– ¡Me has despertado! ¿No puedes caer haciendo algo menos de ruido?- dijo la hoja de muy mal
humor.
– ¡No sabes lo que dices, ignorante!- dijo entonces la hoja- No sabes que mis sonidos son dulces y
musicales porque no conoces nada de lo que ocurre arriba. Tú nunca has volado. Solo conoces las
miserias de la tierra, porque no puedes moverte.
La brizna entonces calló, totalmente avergonzada, mientras que la hoja volvió a balancearse con el
viento, voló y volvió a caer más adelante sobre la tierra, suavemente. Y allí, se quedó dormida.
Pasó el tiempo y llegó la primavera. La que antes había sido hoja, germinó y se convirtió en brizna
de hierba. Y con la llegada de nuevo del otoño, comenzaron a caer las hojas. Y la brizna de hierba,
que había olvidado que antes fue hoja, dijo enfadada:
– ¡Hay que ver el ruido tan espantoso que hacen todas las hojas al caer!
Moraleja: ‘Solo vemos los defectos y el mal comportamiento en otros; cuando parte de nosotros
mismos, no lo percibimos’.
Ponernos en el lugar del otro nos ayuda a ser más justos: Muchas veces criticamos a otros
injustamente, solo por el hecho de no entender por qué se comportan de una u otra forma
determinada. Sin embargo, cuando estamos en su lugar, ya no vemos aquello que nos molestaba.
Las cosas cambian completamente dependiendo del color del cristal con que se mira, ¿no crees?
Bastaría usar la empatía para ser más justos a la hora de criticar un comportamiento.
La falta de empatía nos hace cometer injusticias: Y podríamos añadir… grandes errores. Puede que
luego nos demos cuenta y nos arrepintamos, pero ya será demasiado tarde. Antes de criticar a
alguien o tomar una decisión guiados por nuestras emociones, piensa si es una crítica justa.
Miremos también a nuestro interior: Cuando nos enfadamos con alguien, tendemos a tachar de
culpable a esa persona, sin darle la oportunidad de defenderse y sin reflexionar y hacer una
reflexión interior de qué hemos podido hacer mal nosotros. Nos cuesta mucho buscar nuestros
propios defectos y asumir culpas y responsabilidades. Hagamos más autocrítica para ser más
justos.
«La falta de empatía nos hace cometer injusticias»
Que es empatía
La definición de empatía refiere a la capacidad de sentir, e interpretar las emociones que está
sintiendo una persona ante determinada situación.
Es el poder identificarse con el estado anímico o los sentimientos que atraviesa una persona. La
empatía es una herramienta fundamental para comunicarse con los demás. La empatía permite
abrir un camino de ayuda a los demás y se relaciona con la solidaridad y el compañerismo.
Pero para poder comprender más apropiadamente qué es la empatía, a continuación, te comparto
algunos ejemplos cotidianos en los que se genera una situación de empatía entre las personas.
Tipos de empatía
¿Por qué es importante la empatía? Esta aptitud básica es esencial para construir vínculos sanos.
No es solamente estar de acuerdo con lo que siente el otro, sino también de percibir lo que se
expresa con palabras y por medios no verbales.
Empatía cognitiva
Es la que se percibe cuando ves cómo ocurren las cosas y adoptas la perspectiva de la otra
persona. Esta clase de empatía suele darse en en ámbitos organizativos o empresariales. Cuando
un jefe consigue buenos resultados, es porque explica las cosas de una forma en las que sus
empleados puedan entenderlo.
Empatía emocional
Es la más común. La que se genera cuando una persona se compenetra con las emociones del
otro. Las personas que suelen poseer esta empatía suelen ser buenos consejeros, profesores,
coordinadores de grupos.
Preocupación empática
La poseen aquellos que presienten la preocupación de la otra persona y ofrecen su ayuda de
forma espontánea sin la necesidad de conocer en detalle la profundidad del problema.
Sentir dolor al ver que alguien sufre: puede ser en un video o en persona, pero este es un claro
ejemplo de empatía.
Sentir miedo al ver una película de terror: en el cine se trabaja mucho con la empatía para
conseguir el efecto deseado. En la mayoría de las ocasiones, los niños y los adultos, sienten miedo
debido a los climas generados en las películas (músicas, tomas, etc)
Entristecerse al ver alguien llorar: naturalmente se nace con empatía. Los niños pequeños y los
bebés, cuando ven llorar a alguien, automáticamente se entristecen.
Está comprobado también, que la risa genera el mismo efecto empático en los niños.
Que los alumnos comprendan los diferentes tiempos de aprendizaje de cada alumno y se
acompañen.
Que los alumnos se enriquezcan cultural y socialmente con la diversidad de pensamiento, origen y
religión de sus pares.
Que los alumnos creen un ambiente ameno de aprendizaje en donde la solidaridad sea un valor
importante.
Ejemplos de empatía en el trabajo
Aquí estamos hablando de empatía cognitiva. Los jefes, o superiores que poseen empatía, valoran
el potencial de sus empleados y saben que es una herramienta para generar productividad:
Cuando un superior, jefe o coordinador, puede transmitir con precisión qué es lo que se busca y de
qué manera se obtiene, los empleados se sienten motivados y suelen cumplir eficazmente sus
tareas.
Cuando un superior comprende los problemas que puede tener un empleado y lo hace
recomponer las faltas al trabajo justificadas, de alguna manera, está teniendo empatía.
Cuando hay falta de empatía por los compañeros de trabajo, se suele generar un clima laborar
inestable, denso y poco propicio para trabajar.
Una persona con falta de empatía suele cumplir con las siguientes premisas:
Aconseja sin pensar en el otro: aconsejar sin escuchar la globalidad del problema es un error muy
común de las personas. Si es tu caso, imagina que la persona que tiene un problema, seguramente
ya ha pensado diferentes estrategias para salir de el.
Juzga sin saber: este es un claro ejemplo de "antipatía" (falta de empatía). Las personas que
emiten juicios de valor sin saber la profundidad de los problemas y las diferentes perspectivas que
puede tener se distinguen por no ser empáticas.
Relativiza el problema: la persona que no tiene empatía, cree que todos los problemas de los
demás son menores y saca conclusiones rápidas. Juzgan impulsivamente y son carentes de
humildad.
triste
Para la persona con falta de empatía le es imposible imaginar una situación que puede estar
viviendo otra persona, sea grave o no. No dan lugar ni entregan tiempo a cosas que no están
relacionadas con sus intereses personales.
Por lo general los problemas siempre son culpa de otro, aunque la persona misma tenga algo que
ver con ello. La negación es un pilar fundamental en la personalidad de las personas con poca
empatía. Negar toda responsabilidad y compromiso es un mecanismo muy habitual en esta clase
de personas.
¿Qué tipos de problemas puede acarrearte poseer poca empatía? Pues muchos. Por lo general
esta falta de trabajo emocional (porque la empatía puede desarrollarse y trabajarse, pero requiere
interés) genera grandes conflictos en las relaciones personales, sobre todo las intra familiares.
Algunas de las actitudes comunes de las personas con falta de empatía suelen ser: