Fradkin y Garavaglia

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Raúl Fradkin

Juan Carlos Garavaglia


La Argentina
colonial
El Río de la Plata
entre los siglos XVI y XIX

siglo veintiuno 7= FUNDACION


editores 2 O7E
8. Las reformas borbónicas
y el Virreinato del Río de la Plata

guodeles, de Subdeleg. deSubdeleg. de


Intend. de

Larecaja

Sorata
La Paz
La Paz
=3v3

intend. de

Chichas

Tupiza
Audiencia de Charcas

Potos!
Potosí
£
2
5
a3

La Plata
Durante el siglo XVHI, la monarquía hispana introdujo modifica-
>

Cochabamba

Santa Cruz
Cochabamba

Santa Cruz

la Sierra
£

Intend. de
ciones en sus dominios coloniales tratando de acrecentar su
38z capacidad de control, asegurar su defensa y fomentar un creci-
$E
3 miento económico que permitiera aumentar sustancialmente la
”I"”

2 recaudación fiscal. Estas políticas son conocidas como las

Chiquitos
end. de
“reformas borbónicas”, dado que fueron efectuadas por una
s

Moxos
2e nueva dinastía que pasó a gobernar el imperio a principios de
s É siglo, los Borbanes. Su implementación tuvo efectos muy dife-
sE
=
a o rentes en cada regién, pero en todas puso en tensión las rela-
s £S ciones de las autoridades con los distintos grupos sociales, así
8
Consejo de Indias

o como las relaciones entre ellos.


D
8El2
Suenos Aires
II”I’II

Yapeyú
Misiones
Cob. de

£
[d 5
Madrid
El rey

D É
D s Reformas controverticas
s

Maldonado
San Carlos
Montevideo
Montevideo

£s

ca a fines del siglo XVI


Gob, de

Las evaluaciones de los historiadores acerca de estas refor-

de
@
E£ mias han sido muy diversas. Algunos postularon que fueron una verda-
D dera “revolucién desde el gobierno” y hasta una auténtica reconquista
Subdeleg. de

2
Santa Fe

burocrática de América luego de un largo siglo de relajamiento de la


Santa Fe
intend. del Intend. de

Ss
Buenos
Buenos Aires

Paraguay Auenos

Aires
Ares

El
a intensidad de las relaciones coloniales. Otros las vieron como un in-
g
D tento fallido de reforzar la dominación colonial. Con todo, existe con-
senso acerca de que era la mayor reorganización del imperio colonial
Yaguarón

s
Asuncion

oS
desde el siglo XVI. No se trataba de un fenómeno exclusivamente es-
pi

pañol, pues los demás imperios cambién introduj ero: refor: 1as como
Esquema de la organización
cubdeles de Subdeleg. de

resultado de la intensa competencia entre las principales potencias


del Tucumán

europeas. Por otra parte, las innovaciones no fueron parte de un plan


San Miguel Mendoza
enc de

Mendoza
Córdoba
órdaba

previamente elaborado sino q <~ fueron definiendo a través de ini-


ciativas que tuvieron ritmos desiguales y muy disímil capacidad de eje-
de Tucumán

cución. El período más álgido de reformas coincidió con el reinado


Intend. de

Tucumán
Saita del
Tucumán

de Carlos III (1763-1788) y con la presencia del ministro José de Gál-


Salta

<e en la Secretaría de Indias (1775-1787). El impulso reformista de-


— T
;] lT

178 La Argentina colos Las reformas borbónicas y el Virreinato del Río de la Plata 179

cayó durante el reinado de Carlos IV (1789-1808), dado que la impli- VYW o @ 9 Oy oYy Yy AM AA
cación de paña en el ciclo de guerras que abrió la Revolución Fran-
cesa fue erosionando la capacidad imperial. En consecuencia, el es- olitica defensiva de los fortines
terminó desembocando en la desintegración del olítica borbónica tendió a desplegar un sistema de fuertes y fortines
fuerzo reformista
imperio, aunque los historiadores difieren acerca de su incidencia en erizos en las áreas que lindaban con otras potencias, como al norte

el proceso de disolucién. 1 Banda Oriental, o con parcialidades indigenas que no habían sido
un diagnós- atidas, como al norte de la Nueva España y la frontera sur que iba
Para mediados del siglo XVIII, las autoridades compartían
efectivamente como colo- 1e Chile hasta Buenos Aires.
tico: los dominios coloniales debían funcionar
y
nias. Para ello necesitaban modificar el modo en que se gobernaban
transformar el laxo régimen de consensos y negociaciones que había sos-
Era preciso do-
tenido hasta entonces la fidelidad de las elites coloniales.
tar al imperio de una burocracia más profesional desembarazada de com-
promisos con los grupos dominantes coloniales. Un objetivo de estas
dimensiones implicaba un desafío que sc demostraría desmesurado.
Las reformas estaban orientadas a la búsqueda de una mayor centra-
demostró la
lización política. La Guerra de los Siete Años (1756-1763)
pues los británicos habían logrado
imperiosa necesidad de apurarlas,
apoderarse de La Habana y de Manila. Por eso, no es casual que la pri-
intendencia americana fuera instalada en Cuba en 1764. Se de-
mera
de al-
lineó una estrategia destinada a pasar de un sistema de defensa
a uno de defensa total. Se trataba de un
gunos puntos estratégicos
dispositivo que consistía en la fortificación de algunos emplazamientos, 1 aérea de la fortaleza de Santa Teresa, situada al norte del
la dotación de regimientos regulares (los
mados “fijos”) y la reorgani- Juay. M7
zación del sistema de milicias . A su vez, para la designación de los prin-
cipales funcionarios (virreyes e intendentes) fueron preferidos los ofi-
ciales de máxima graduación de los Reales Ejércitos y la Real Armada, La expa sión de los jesuitas y el regalismo borbónico
sin duda el núcleo burocrático más sólido del imperio.
Esta estrategia derivó en un notable incremento del gasto
militar y La pol ica reformista no podía sino afectar los intereses eclesiásticos
en una transferencia de recursos desde México hacia
Cuba, Puerto en la r -dida en que la centralización política se expresó también a
Rico, Florida y Filipinas, desde Bogotá hacia Cartag
ena de Indias y través « - un creciente regalismo, cuyo momento culminante fue la ex-
desde Potosí hacia Buenos Aires y Montevideo. Esta situaci ón no haría pulsión de la Compañía de Jesús de todos los territorios imperiales en
más que acrecentarse: a fines del siglo XVIII, el situado potosino repre- 1767.) etrás de esta decisión se movieron múltiples factores, entre
sentaba un 70 por ciento de los ingresos fiscales de la Caja Reai de ellos, 1: expulsión barría con el mayor grupo de oposición a la política
Buenos Aires. regalis 1. Hasta entonces, la Compañía había sido una firme aliada de
Si bien la experiencia reformista se inició en Cuba, el gran laborato- la mon rquía hispana y su prédica había servido para construir el edi-
rio fue el Virreinato de la Nueva España, el principal domini
o colonial ficio ic ológico y simbólico de una monarquía que se veía a sí misma
español del siglo XVIIL Mientras tanto, el Río de la Plata cobraba una como * atólica”. Pero a mediados del siglo XVIII entraban en abierta
importancia inusitada para la politica imperial, y la expedición militar contra icción con las pretensiones regalistas de la Corona: para algu-
que la Corona envió al mando de Pedro Cevallos en 1776 se transformé nos re irmadores, como José Moniño, conde de Floridablanca, o Pe-
en la decisión de organizar un nuevo Virreinato. dro Re iriguez, conde de Campomanes, el poder monárquico ema-
re

Las reformas borbónicas y el Virreinato dei Rio de la Plata 181


180 La Argentina colonial
vicario sin nece- En el nuevo imaginario político, la monarquía no buscaba su legitima-
naba directamente de Dios y el rey era una suerte de Joaquín de Ri- ción en su misión trascendente sino que encontraba argumentos en fi-
de subordinación alguna al Papa do; otros , como
sidad nes más terrenales, pragmáticos v utilitarios. La prosperidad del reino
patronato real en las
vadencira, llegaron a sostener que el derecho de acompañaba sin desplazar a la meta del bien común, y la utilidad de sus
India s no provenia de una concesió n papa l sino que emanaba de la habitantes se postulaba como un valor tan importante como su religio-
soberanía temporal de la monarquía. Co:.gc}?C{ones de este
misma sidad. La Corona obtuvo la colaboración tanto del clero ilustrado como
tásticos, que em-
tipo modificaban la visión oficial acerca de los ecles d real y prác- de integrantes de otras órdenes que, aunque no fueran entusiastas par-
pezaron a ser vistos como un inst rume nto de la auto rida n de los jesuitas una
tícipes de la nueva sensibilidad, vefan en la expul
ticamente como funcionarios del estado ocasión inmejorable para acrecentar su influencia y patrimonio. Con
todo, el eje de la política ecle tica oficial no se orientó tanto a forta-
I”""”””
” Jecer el papel del clero regular adicto (aunque no dejó de recompen-

sarlo), sino que propic ó fundamentalmente la reforma del clero secu-
real
Los fundamentos de la nueva legitimidad lar; a este fin contribuyeron los concilios que se realizaron en México,
nico entrab a en confiic to con componentes clave del
El regalismo borbó na y Charcas en los años inmediatos a la expulsién.
en un objetivo central a partir
profetismo jesuita: erradicarlos se convirtió En el mundo rioplatense, las relaciones entre jesuitas, elites y autori-
fundamentales En primer
de la expulsión. Tres cuestiones resultaban dades habían tenido una importancia fundamental, pues no sólo ha-
ncia completa del clero a! Rey, y
término, se trataba de buscar una obedie hían sido decisivos para asegurar las fronteras sino también para some-
X! son e]empm¡cadore's en
algunos catecismos cívicos de finales del ter a los vecinos díscolos de Asunción, en 1736. Por otra parte, el peso
preciso desterrar la teoría que
este sentido. En segundo lugar, resultaba de la Compañía en la corte era notable. Probablemente el momento
afirmarse un nuevo
justificaba el tiranicidio. En tercer término, debía culminante de esta influencia cortesana haya sido la Real Cédula de
ar la voluntad real frente a la
concepto del derecho que tendiera a ratific 1743, que consagró los privilegios tributarios y organizativos de las mi-
mbres locales. Les fundamentos de
centralidad de que gozaban las costu siones guaraníes.
proven ir sino de a¡gunag de las
“- nueva legitimidad, por tanto, no podian Sin embargo, la guerra guaranitica desarrollada entre 1753 y 1756
sino de una versión
ideas de la llustración. No de todas, por cierto, acrecentó las prevenciones contra la Compa . Los tratados entre las
ferma a un estio de gobierno
selectiva y católica que contribuyé a dar coronas portuguesas y españolas de 1750 y 1751 buscaban redise
que se denominó “despotismo lustrado”. los límites imperiales e implicaban el traslado de siete pueblos misio-
neros, pero la resistencia indígena adoptó la forma de un levanta-
miento encabezado por el cacique Nicolás Neenguirú, quien enfrentó
a los destacamentos militares de ambos imperios. Aunque la instiga-
ción jesuita nunca tue fehacientemente probada, y a pesar de que las
evidencias sugieren que los misioneros intentaron contener el levan-
tamiento, su virulencia era prueba para muchos del fracaso del expe-
rimento jesuita y mostraba que la Compañía era una suerte de estado
autónomo dentro del imperio, con indios más leales a ella que a la
Corona. A afirmar esta impresión contribuía la masiva presencia de
misioneros extranjeros que, a fines de la década de 1750, representa-
ban un tercio del total. Así, el primer paso fue prohibir esta práctica
en 1760. El siguiente tue la decisión tomada el 2 de abril de 1767.

En Pierre
cuando una Pragmática Sanción dispuso Ja expulsión de la Compañía
s en Paraguay.
Grabado que representa la matanza de jesuita de todos los dommios españoles.
ay, Paris, 1755. M7
Frangois Xavier de Charlevoix, Histoire de Paragu
Las reformas borbónicas y el Vireinato del Río de la Plata 183
182 La Argentina coloniz

A Y EZ EZ ID IÉZIIIÍÓRL ¿
”I”””’I””’
Motín de Esquilache Re istencias a la expulsión de los jesuitas
La expulsión no fue una iniciativa exclusivamente española: la decision de La vistoria completa de las resistencias a la expulsión aún está por
Carios IIl fue precedida por Portugal en 1759 y por Francia en 1764. Pero inc garse, pero pueden señalarse algunas evidencias. Por e]emplo
fueron los conflictos ínternos de la metrópoli los que la desencadenaron: Cé 0s Birocco ha revelado que los esclavos de la estancia jesuita de San
en la Semana Santa de 1766 estalló una virulenta revuelta del Ar anio de Areco se amotinaron el 30 de septiembre de 1767 gritando
"populacho” de Madrid, que exigía desde la rebaja de los precios de los a "no eran esclavos del rey, sino de los padres” y acompañados por
artículos de primera necesidad hasta la destitución del marqués de su mujeres se lanzaron a la fuga; al parecer 26 nunca pudieron s;r

Esquilache y la derogación de varias de sus impopulares decisiones. En ha ados. Entre los esciavos de las estancias jesuitas de Córdoba se
un contexto de aguda crisis económica y fuertes disputas cortesanas, el pre dujeron rebeldías y fugas colectivas. Actitudes resistentes también so
levantamiento, conocido como el motín de Esquilache, se transformó en m vifestaron entre las decenas de arrendatarios que vivían en las tierras
una impugnación abierta del mal gobierno, encarnado en el repudiado jes itas de Buenos Aires; cobrarles los arriendos fue extremadamente
ministro. Una vez reprimida la sublevación, la investigación oficial llegó a dif il para los nuevos administradores, pues durante décadas muchos de
una conclusión taxativa: detrás del motín estaba la instigación jesuita. es »s campesinos se resistieron apelando a los acuerdos que habían —
m itenido con los jesuitas. En el Paraguay, no hay evidencias de
rel »idías abiertas, pero la fuga y la emigración desde los pueblos
mi oneros fue desde entonces una constante.

COMSEDERACION

Historia
El motín de Madrid (o Esquilache). En Dionisio S. de Aldama,
general de España, Madrid, 1864. 47

La orden real llegó secretamente al Río de la Plata en junio; un mes


después, estaba ejecutada. Los miembros de la Orden fueron apresados
y embarcados inmediatamente hacia España y los biencs de la Compa-
hía confiscados y puestos bajo la administración estatal en las ¡lamadas
"C mo maltrata[n los españoles] a sus negros y negras esclabos.” En
Juntas de Temporalidades. La expulsión, sin embargo, encontró resis-
Fe 2e Guaman Poma de Ayala, El primer nueva corónica y buen

tencias aunque no fueron articuladas ni generalizadas.


9c viemo, México, Siglo XXI editores, 1980 (edición critica de John V.
M a y Rolena Adorno, traducción del quechua de Jorge L. Urioste, del
————
I

Las reformas comónicas y el Virenato del Río de la Fiata 185


184 La Argentina colonial
Ju- tados paradójicos: el nuevo Virreinato viviría una fase de intenso creci-
En esas resistencias convergían varios conflictos. Los casos de Salta y nes miento y se transformaría al estallar la crisis imperíal en uno de los bas-
juy resultan ilustrativos. Como ha mostra do Gustav o Paz, las relacio
tensas tiones más firmes del movimiento revolucionario.
entre el Cabildo de Jujuy y el gobernador del Tucumán eran muy ares
desde 1764, dado que se había apoder ado de los fondos capitul
gober-
para destinarlos a la defensa de la frontera chaqueña. Cuando el y Salta, V & O & O Py oYy ey ry 4
nador hizo efectiva la orden de expulsi ón, los vecinos de Jujuy
ciuda- El crecimiento mercartil de Buenos Aires y la creación del Virreinato
con la colaboración de los renientes de gobernación de ambas más de La decisión de organizar el Virreinato fue tomada en el contexto de una
des, se levantaron para repudia rlo. En Jujuy. una multit ud de
aguda confrontación con la corena portuguesa por el control de los
300 hombres armados apresó al gobernador y lo expulsó de la cindad:
poco después, una sitación similar se produjo en Salta, donde su casa
territorios de la cuenca del Plata. Con ella, la pequena aldea —para
de emplear la feliz expresión de González Lebrero— consolidaba
fue asaltada y saqueada, La afrenta no pasó desapercibida y el Virrey sus institucionalmente un proceso de crecimiento mercantil que se había
Lima envió una fuerza armada para apresar a los rebelde s, aunque
iniciado décadas antes y que se sustentaba en su creciente capacidad
jefes terminaron absueltos. para concentrar los circuitos de intercambio legales, ilegales o
Estos episodios evidencian las estrechas relaciones que la Compa ñía
y de su inser- paralegales y, en especiai, el fujo de busna parte de la circulación de la
había tejido con las elites locales a través de la educac ión
eras. plata producida en los distritos mneros del Alto Perú. Este crecimiento se
ción en la economía local, especialmente por sus actividades financide ab-
A su vez, atestiguan hasta qué punto ese entram ado local era capaz apoyaba tanto en la recuperación de la minería andina, evidente desde la

sorber a los funcionarios reales —como los tenientes del gobernador que década de 1730, como en la creciente importancia del comercio con el

revuel ta— y . de no ser posible , ofrecer - Pacífico sur, que había habilitado la legalización de la ruta por el Cabo de
habían terminado encabezando la Hornos en la década de 1740.
la instalación de in-
les franca resistencia. Las reformas, y particularmente
este marge n de auton omía local
tendencias, apuntaban a restringir
se
Franciscanos, dominicos, mercedarios y voraces administradores
scanos
fueron los franci
hicieron cargo de las misiones. En Córdoba
la Univer sidad y se reforzó la orientación
quicnes pasaron a controlar
nas enseña das. En forma semeja nte, los bienes del
regalista de las doctri
Colegio jesuita de Buenos Aires sirvieron para organizar el Real Colegia.o
de San Carlos. La educación superior se ponía al servicio de la reform

El Vireinato del Río de la Plata

del REVERE e LA PLATE


La decisión imperial de 1776 de separar importantes jurisdicciones en Buc-
e s Mendienole
viejo Virreinato del Perú y constituir uno nuevo con cabece ra
es.
nos Aires no fue la primera de este tipo que adoptaron los Borbon a con
En 1739. ya habían conformado el Virrein ato de Nueva Granad
al dilatad o Virrein aro de Lima
capital en Bogotá. Ahora, le mutilaban aun-
casi todas sus jurisdicciones del sur. Le quedaba, con todo, Chile, rios
que su transformación en Capitanía Genera l dotaba a los territo Mapa del Rio de la Plata, 175€. En G. Furlong Cardiff, Cartografia
y un
que dependían de Santiago de un poder político muy centralizado resul-
jesuftica del Río de La Plata, Buenos Aires, Peuser, 1936. M7

amplio margen de autono . La decisió n termin aría arroja ndo


Las reformas borbónicas y el Virreinato del Río de la Plata 187
186 La Argentina colonial

el financiamiento de la es- sentido las nuevas Audiencias (en Buenos Aires, Cuzco y Caracas) no
Los distritos mineros altoperuanos sostenian eran sir >un aspecto de una política que trataba de impedir la venta de
parte de los recursos fis-
tructura virreinal, pues suministraban la mayor
o del Rio
cales y testimoniaban el triunfo de los comerciantes del puert
cargos « = oidores que oficialmente había comenzado a fines del siglo
pri-
de la Plata frente a sus competidores limeños. No por casualpotosinael ha-
idad, XVII, y ue había sido uno de los caminos a través de los cuales buena
parte d | personal judicial especializado había terminado por reclu-
mer virrey de Buenos Aires prohibió la circzlacién de plata del nuevo Vi- tarse er re las elites locales. Para decirlo en los términos acuñados por
icción
cia el Perú. A su vez, la inclusión dentro de la jurisd
rreinato del corre gimie nto de Cuyo separ aba admin istrativamente por Burkho ler y Chandler, se intentaba propiciar el pasaje de la “era de la
El espa- impote cia” a la “era de la autoridad”.
primera vez a esta región de su cabecera en Santiago de Chile. describió En 1' 4 hubo otro avance en esta dirección: las gestiones que du-
cio económico peruano, cuya configuración en el siglo XVI
de un espacio econó- rante v2 las décadas habían llevado adelante los comerciantes porteños
Assadourian, estaba dando lugara la constitución
para de :mbarazarse de la regulación comercial ejercida desde Lima se
mico rioplatense.
r paso; la estructura vieron - :compensadas con la organización del Consulado de Buenos
La designación de un virrey era tan sólo el prime
ntes. La habilita- Aires y: 15 diputaciones provinciales. La nueva instiución era al mismo
de gobierno virreinal se completó en los años siguie
l tiempo 1 órgano de representación del gremio mercantil, el tribunal
ción completa del puerto de Buenos Aires al comercio intercdeolonia 1778 que ent ndía en las disputas comerciales y una junta encargada de pro-
Españ a e Indias
con el Reglamento de Libre Comercio entre
das, un
trajo consigo la legalización de prácticas anteriormente tolera
poner 1 edidas y políticas de fomento de la economía. En su seno, se
itivo admi-
de un dispos entabla >n las principales disputas entre las concepciones y prácticas
notable incremento del tráfico y la constitución mercan les de antiguo cuño y las renovadoras orientaciones que impul-
Aduan a en Buenos Aires y en
nistrativo con la instalación de la Real
En 1781 se organizó el Estanco de Tabacos, una reparti- saban r 1evos grupos.
Montevideo.
cultivadores y a mo-
ción estatal destinada a regular la actividad de los
nopolizar la elaboración y comer ciali zació n. E T T T TSNSy
reccionales indíge-
En 1782, tras la derrota de los movimientos insur
coloni al en los Andes , el territorio vi- Nu va burocracia, viejos dilemas
nas que sacudieron el dominio
que en
rreínal fue dividido en ocho intendencias o provincias, término
Un uevo estamento burocrático se estaba conformando. En 1767 había
que aún
la época designaba estas grandes unidades administrativas y
en uenos Aires sólo cuatro reparticiones oficiales con 14 empleados;
de-
no tenía el sentido que adquirió en la era postrevolucionaria. Estavenía
do: décadas después las primeras ascendían a 10 y los segundos a

cisión modificaba el esque ma del poder políti co coloni al porqu e 12! El 64 por ciento de estos individuos era de origen peninsular, el 29
cúspide del poder de por siento, de Buenos Aires (aunque concentrados en los escalones más
a colocar una camada de hombres nuevos en la
tados baj 3 de la administración), y el 7 por ciento restante provenía de otras
cada región, un grupo de burócratas a sueldo y de carrera, recluos se-
mayoritariamente en la Península, aunque también había algun
rec »nes americanas. Cabe agregar un dato no menos significativo: el 71
s. Los intendentes por siento de las esposas de estos burócratas había nacido en Buenos
Jeccionados entre ciertas distinguidas familias criolla
justicia y
concentraron atribuciones de los ramos de guerra, hacienda,
Aire . En otros términos, la conformación de una burocracia profesional
i-
policía (en particular, los dos primeros), con el propósito de subord
de: gada de compromisos locales pareciera haber quedado a mitad de
ejos de lo
nar a los cabildos, aunque los resultados fueron más compl
car :no. Este estamento no era demasiado amplio y su autoridad efectiva
sig ó dependiendo (a pesar de las pretensiones oficiales) de los lazos
previsto.
o tribunal de Que pudiera entablar con la elite local. La intrincada trama que anudaba
Hacia 1785, Buenos Aires volvía a contar con un máxim
justicia, una Audiencia que habría de restringir las incumbencias que inte =ses privados y posiciones oficiales, y que hacía posible el ejercicio

desde el siglo XVI había tenido la que funcionaba en Charca s. Era de 1 autoridad y la acumulación mercantil, no había sido deshecha por

parte de un conjunto de iniciativas orientadas a mejorar la administra-


las aformas sino que habia adoptado nuevas modalidades e incluicio a

ción de justicia y hacerla más afín a los propósitos de la Lorona. En este


nue ‘0s protagonistas. M7
Las reformas borbónicas y el Viremato del Rio de la Flata 189
188 La Argentina colonial
surgieron en Jujuy, donde se identificaron varics focos rebeldes. Uno, en
Reformas y rebeliones
la puna, donde las autoridades temían la influencia de la insurrección del
An- corregimiento altoperuano de Chicas, donde había sido muerto el
Hacia 1780, la subsistencia del orden colonial tue amenazada en los
des por una serie de movimientos insurreccionales, cada uno con su
corregidor debido a directivas de los tupamaristas, y en cuyos pueblos

propia dinámica y caracteristicas. El 4 de noviembre de 1780, el corre-


circulaban edictos rebeldes; otro, en los valles calchaquies, donde parece

gidor Antonio de Arriaga fue ahorcado públicamente en la plaza de


Haber habido conatos de rebelión en algunas encomiendas; un tercero

Tungasuca, en un movimiento dirigido por el jefe indigena José Gabricl


estaba en la frontera oriental salto-jujeña, donde desde febrero de 1781

Condorcanqui. Unos días después, tras el asalto del pueblo de Sanga-


Corría la voz entre los indios de "que los pobres quieren defenderse de la

rará, la movilizacién se expandió por toda el área cuzqueña y adoptó la


tiranía del español y que muriendo estos todos, sin reserva de criaturas
de pecho, solo gobernarán los indios por disposicién de su Rey Inca”
forma de una insurrección general. Condorcanqui, que pertenecía a Estos rumores aterraron a los vecinos de San Salvacor, que no podian
ha-
un linaje noble indígena y se consideraba descendiente de los incas,
bia realizado previamente innumerables gestiones legales y judiciales
dejar de tener en cuenta "la mucha gente plebeya de que se compone
esta ciudad" y temían un asalto combinado de indios tobas "que se
para obtener su reconocimiento. Ahora, a la cabeza de la insurrección,
adoptó el nombre de Túpac Amaru I, se proclamó Inga-Rey y fue reco-
halian ya fuera de su reducción” con otros afincados en las

nocido por buena parte de las comunidades quechuas del sur andino
inmediaciones de la ciudad. Por cierto, el liderazgo identificado del núcleo
rebelde era heterogéneo. El principal parece haber sido José Quiroga, un
que vier n en la insurrección la ocasión para restaurar el Tawantisuyu.
mestizo aue se había desemperado como intérprete en la reducción de
indios tobas de San Ignacio; otros eran Antonio Limacata (un indio que
TS TSSNS era “muy fadino en el hablar Castellano”), Gregorio Juárez (un criollo
santiagueño) y Basilio Rezazo (un “mestizo amulatado™ oriundo de
La “Gran Rebelión” en el sur
Chichas). La represión fue muy violenta, y e gobarnador Andrés Mestre
La alarma cundió entre las autoridades, desde Jujuy hasta Córdoba y
pasó por las armas a unos 90 matacos, entre hombres, mujeres y niños.
desde Asunción hasta Mendoza. A veces provenía de la aparición de
La alarma también sonó en Asunción, donde se nabía ordenado movilizar
pasquines favorabies & los rebeldes, como sucedio en Santiago del
1000 milicianos para colaborar con la represión: las autoridades habían
Estero en abril de 1782. En esta ocasión, las autoridades se apuraron a
detectado que circulaban “estampas” del “traidor tupamaro” y hasta
deslruirios para evitar que la plebe se enterara de su contenido. Otra era
aigunes “cholos” que, se presumía, eran sus emisarios. Los milicianos
ocasionada por denuncias de conspiraciones qua se habrían estado
paraguayos debían dirigirse primero a Buenos Aires, pero rápidamente se
preparando para el momento en que llegaran las fuerzas tupamaristas:
hizo evidente el aumento de las deserciones en los contingentes que se
así aconteció en Mendoza, donde circuló la noticia de que los
dispersaron entre Corrientes y la Banda Oriental. Inciuso en los años
conspiradoras buscaban acquiri- un retrato de Carlos il para quemarlo noventa, encontramos en la campaña de Buenos Aires un indio cuyo
en la plaza de la ciudad. Tembién, en ccasiones, se acentuaba la
gentilicio es “tupamaro”. |y
desconfianza de las autoridades hacia las milicias que debian ser
movilizadas para colaborar con la represión, como sucedió en Cordaba,
Al poco tiempo, Túpac Amaru II había obtenido la adhesión de un am-
Tucumán, Sata y Jujuy. Pero fue en La Rioja donds se puso de plio territorio indígena que llegaba hasta Azángararo, en la costa del
manifiesto que la alarma podía deberse a gran variedad de motivaciones:
lago Titicaca, y abarcaba prácticamente todo el sur del Virreinato del
en abril de 1781, el comandante de armas habia tenido serias
Perú. Sin embargo, la proclamación fue rechazada por otros jefes y cu-
dificultades para movilizar a las milicias, que no sóo exigian regociar
racas andinos que se alinearon activamente con el orden colonial. Esta
quiénes iban a comandarlas sino que además protagonizaron un
colaboración resultó decisiva para que, en enero de 1781, los españoles
estruendoso tumullto en la plaza de la ciudad, saguearon los almacenes
del estanco de tabaco y exigieron que se les vendiera “con una
lograran impedir que los rebeldes se apoderaran de Cuzco. En abril, las
fuerzas de Túpac Amaru H fueron derrotadas, y el 18 de mayo de 1781,
considerable rebaja”. Sin embargo. 'as mayores preceupeciones

Las reformas borbónicas y el Virreinato del Río de la Plata 191


190 La Argentina colonial
el Cuzco junto 8 51 mujer, dinámica le resistencia y movilización que los pueblos andinos vení:
éste fue juzgado, muerto y descuartizado en aban rangos decisivos en desplegar .o desde mucho antes. Sin embargo, es indudable :evfman
Micaela Bastidas, y varios familiares que laocup
rebelión de los tupamaristas formas tu eron incidencia en la simultaneidad de los n'mvil':lientas re»
todo,
el movimiento insurreccional. Con
la jefatura rebelde pasó a su
o tupamaros no había sido vencida, y
surgentes a legalizacién del reparto forzoso de mercancías a tray ves de
tanto, la rebe lión se había hecho los correg lores en la década de 1750 es sin dudas uno de los m‘:!: o
primo, Diego Cristóbal. Mientras por
e también la ciudad fue sitiada que foncx won inicialmente el odio rebelde. A su vez, las decision: V:s
fuerte en la región de Puno, dond la década e 1770 acrecentaron los descontentos: la r;uplicación ; : L s
los rebeldes. ro,
ién en el Alto Perú. El 10 de febre _m.xa.s de la ilcabala, la multiplicación de las aduanas recaudado: y las
La rebelión había estallado tamb lar
eció en Oruro: tras un motín popu lntel?tos c iciales de impedir el tráfico de plata potosina al Pc:‘xsz -
otro importante foco rebelde apar través de la suble-
culado a
encabezado por los hermanos Rodríguez y artiró un heterogéneo movi-
med¡dfis € 1e afectaban seriamente los circuitos mercantiles indís as
se estr uctu Además, 1 s reformas alteraron los criterios que regían el cobro geln v
vación de las milicias de la ciudad,
los, mestizos ¢ indios, una
miento rebelde en el que convergían criol ués la rebelión alcanzaba
buto, y el fin recaudador había extendido la condición de trib a fn'

alianza que no duró mucho tiempo. Poco desppueblos aymara y estaba di-
a pobladc es de los pueblos de indios sin tierras asignadas e im‘:llmrlos

el altiplano de La Paz, era protagonizada por Ayo que había sido mitayo
las castas « 1e vivían en ellos. Con todo, los resultados fueron exuusº .

rigida por Julián Apaza, un campesino de Ayoc Katari. El movimiento re-


da‘mente » wiables. Como ha indicado Silvia Palomeque, en la u:ma;
número d tributarios se duplicó y alli, como en la Quebrada dcpHua a
y sacristán y que tomó el nombre de Túpa calismo étnico y por estable-
belde que encabezó se caracterizó por su radi
huac'a)",el el valle de Salta, la toralidad de los indios empadronado'.;na_
prácticamente continuo entre marzo y cgnwruo « 1 tributario. En Santiago del Estero, en cambio, sólo lo: "
cer un sitio de la ciudad de La Paz 6000
tan violento que provocó más de ginarios q edaron como tributarios mientras que el ÍSSI.OY aun u: cf):-
octubre. El enfrentamiento fue antes . Las dos alas recox_u?c_ld como indio, conmutó la obligación a cambio d,e un :e i ‘e
día los 20 000 habit
muertos en una ciudad que no exce Amaru, y
bezada por los
principales de la insurrección, la quechua, enca
d? milicia. ¿n Córdoba, tan sólo el 37 por ciento de los indios 'muº
ner una eficaz coordina-
la aymara, dirigida por Katari, no llegaron a obte
tributario. - en Tucumán, el 25 por ciento. P
icorría
ción y terminaron derrotadas: el 14 de noviembre de 1781, Katar '¡íras la r presión violenta y sangrienta, las reformas se profundizaron
ente fueron condena- El sistema le repartos fue prohibido (aunque estuvo lejos de desapare-
la misma suerte que Túpac Amaru I1. Al año siguiién había ejercido el cer) y los « orregidores desplazados: fueron los intendentes y sus sfbde
tamb
dos a muerte su mujer, Bartolina Sisa, quecipales oficiales.
mando de las fuerz as insu rgen tes, y sus prin legados lo nuevos responsables de la recaudación del tributo. Con le—
a habido otro foco rebelde. En corregido s, las autoridades también buscaron desplazar a loslcac‘ -
También al norte de Potosí habí
dirigido inicialmente contra
agosto de 1780 comenzaba un movimiento cacique, Tomás Katari. Así,
sospechos s de haber adherido o simpatizado con la rebelión. -
ón de su
el corregidor, que exigía la liberaci
cuando Túpa c Amar u 1 inici aba su insurrección en Tinta, en Chayanta
rado el sistema de do-
hacía ya dos meses que los aymaras habían queb
Las reform _s y las elites coloniales
Katari fue el líder de la
minación y ejercían el poder regional. Tomás1781, cuando el liderazgo El sistema rolítico que había imperado durante más de dos siglos se ba-
de enero de
rebelión hasta su muerte el 7
miento se radicalizó a
pasó a sus hermanos Dámaso y Nicolás. El movisitiaron la ciudad de La
saba, en b ena medida, en el consenso que el imperio tenía entre 1 N

tal punto que en febrero de 1781 los rebeldes población hispana. Para
grupos'de :lite coloniales. En cierto modo, funcionaba como un de.l)'s

Plata y amenazaron con acabar con toda la había empezado a desgra-


'mdo eine able equilibrio entre los requerimientos metropolitanos lo‘s-

marzo, el movimiento rebelde de Chayanta


u.neresgs < * las elites locales y las formas de resistencia de los o'
derrotado. ciales sub: ternos. Era una situación de negociación y reneí:cp;acs¡f;
narse hasta que fue definitivamente
e explicarse sólo comó
La magnitud de la “Gran Rebelión” no puedque debe integrarse a las
permaner e, en la cual la autoridad política, dotada de una raquitica
ónicas, sino estructura urocrática, debía lidiar y arbitrar entre las redes qu?: PRV
una respuesta a las reformas borb
Las reformas herponicas y el Virenato del Hio de la Plata 193
192 La Argentina colonial
io
ponían las facciones que dividían las elites, lo cual hacía que el ejercic
que eran denostados) estructurados en torno a lazos sociales previo:
que tuviera en el en- y én¡parados por alguna autoridad. Por estas razones, el e:nl;ren!;
efectivo de la autoridad dependiera del consenso miento -adopmba la forma de conflictos entre msum(io,nes por dere-
tramado social local. chos, privilegios, jurisdicciones y cuestiones ceremoniales. Incluso un
-
Las reformas estaban orientadas a romper este equilibrio, en particu jerar-
lar la instauración de intendencias. Pero mtrodu jeron una nueva destacado miembro de esta clite, Nicolás de Isasmendi, llegó
pri- ]N
quía entre las ciudades que alteraba las situaciones vigentes: en un de
signado gobernador intendente. eB
a la vez fungfa de capital | En Córdoba, los lazos entre la elite y el primer gobernador intendente
mer nivel quedaba la capital virreinal, que de €l marqués de Sobremonte, fueron muy intensos. Según Ana Inés Punta,
su propia intendencia; en un segundo nivel se situaban las cabeceras . En
h
i
intendencias: por último, queda ban las ciudad es subord inadas clsta situación estaría mostrando un modo de construcción de una )olí;
105 -como Montevi- i Ll_ca de consenso en plena reforma. Si bien el Cabildo cordobés vio rl('du-
forma complementaria, algunos territorios fronter
el estatuto de gobierno cidas sus atribuciones, el grupo de poder predominante en la ciudad
deo, Misiones. Moxos y Chiquitos— adquirieron
ad virreinal. desde la década de 1760 —el tinaje de los Allende 15 aliados y allegados,
militar y dependían directamente de la autorid
los cabildo s se vefan limitados en su auto- entre los que estaban los franciscanos- habría mantenido su f)os¡c::su de
Dada esta nueva simación,
que
nomía por la presencia de intendentes y subdelegados, al tiempo efec-
primacía mediante esta alianza. Así, si bien la Intendencia asumía atribu-

esas mismas autoridades esperaban que ejercieran un control más el mo-


?l()x?es del Cabildo, también le abría nuevas oporrunidades, como [1 mul-
tiplicación de los jueces pedáncos que pasaron de 18 en 1775 a 81 en
tivo de la población y los territorios. De esa ambigtiedad emerge y que
s
saico de situaciones que ofrecen los cabildos durante las reforma
1806._0 los alcaldes de barrio, que pasaron de 2a 13 en 1794. - "
¿Cómo fue la dinámica politica en la capital del Virreinato? En Buc-
expresan las diferentes capacidades de las elites para afrontarlas. nos Aires, hasta 1776, el Cabildo había compartido
extrajo de la órbita de los el poder (¡t;]¿¡ ciu-
En la Intendencia de Salta, el gobernador
a la circulación mercan- dad con un entramado burocrático que pricticamente se reducía al
cabildos la recaudación de la sisa —el impuesto
úl destinado a sostener la guerra de fronteras- y lo depositó en manos
gobémador, €l comandante del presidio y el obispo. Celoso de sus an"i—

de la Real Hacienda. Con ello modificaba hábitos y beneficiosNoarraiga-


bu?lofw%, s?— había enfrentado con el Cabildo de Santa Fe para afirmar
fue u jurisdicción, y en la misma campaña bonaerense había wratado de ti-
dos: además, trasladó la oficina recaudadora de Jujuy a Salta. quedó
única pérdida que sufrió la elite jujeña: poco más tarde, la puna mlla.r la jurisdicción del otro Cabildo que existía alli desde 1756, cl rl“
sa-
bajo una delegación dependiente del gobernador intendente y fuc
la Villa de Luján. Con la transformación de la ciudad en capital lx'i;"reí
r. Sin embargo, se tra- nal, las cosas cambiarían radicalmente para los capitulares porteños
cada de la jurisdicción del Cabildo de San Salvado acostumbrados a un amplio margen de autonomía. Entre 1776 y 1810,
eto, pues la elite capitu-
taba de un proceso de subordinación incompl
sus
lar logró que los subdelegados volvieran a ser reclurados entre s de
tuvieron conflictos con todas las nuevas autoridades y forzaro;\ a ln;
era Tucumá n. Aquí los estudio funcionarios virreinales a sucesivas negociaciones. Esta fortaleza. que
miembros. Otra ciudad subordinada
Tío Vallejo muestran una imagen distinta. pues la elite capitular parece
parecía l¡m¡ta-da durante Jas reformas, volvió a ponerse en completa evi-
través de la multipl dencia a partir de 1806. v
haber fortalecido su autoridad en el mundo rurala
cación de jueces pedáneos reclutados entre personas influyentesrle dea laia
campaña muy relacionadas con ella, al punto que logró disputa Los cambios en el comercio y las transformaciones
de las elites
Intendencia la atribución de designarlos.
limitar el poder
En la capital, Salta, la elite tuvo bastante éxito en
y Con las reformas ne sólo arribaba un contingente de burócratas y mili-
del intendente, pese a la intensa lucha de facciones que la dividía
el Ca- lares sino que se acentuó la inmigración peninsular, cuyos efectos se hi-
que expresaba los conflictos entre los grupos abroquelados en Era un cieron notar en el conjunto social y particularmente en la elite.
ban a servir de apoyat ura al intende nte.
bildo y los que aposta
entre _a organización del Virreinato y la habilitación del puerto de Buenos
patrón típico de la Jucha política colonial, que tendía realizarse con Aires al tráfico directo con los puertos españoles no fue ron las únicas
“bandos”, “partidos” o “pandillas” (para recuperar los térmiros
194 La Argentina coionial Las reformas borbónicas y el Vireinato del Rio de la Plata 195

medidas que facilitaron la emergencia de nuevos grupos mercantiles en lendoza; en una segunda fase, hacía 1778, se ampliaron hacia Chile
los que tenían un papel decisivo los mercaderes, que arribaban desde Península y, al final de su trayectoria, adquirieron la amplitud y
diferentes regiones de la Península. El azogue era el insumo básico de i arsidad señaladas. Si Belgrano Peri no se especializó an un
la minería, y su provisión y precio determinaba el ritmo y la rentabili- arminado ámbito geográfico, tampoco lo hizo en un rubro
dad de la producción. Dado que la producción en las minas de Huan- erminado. Sus operaciones de importación y expertacion abarcaron
cavelica resultaba insuficiente, la Corona comenzó a subsidiar la provi- :ctos de Castilla", esclavos, “frutos del pais” (yerba, ponchos,
sión de azogue desde las minas de Almadén en Andalucía y logré nas, cueros, maderas, etc.), oro y plata. La diversificación de las
reducir casi a la mitad su precio de venta. En 1778, dispuso que los bar- irsiones incluía, además, las propiedades urbanas {muy útiles para
cos pudieran desembarcar ese cargamento en Buenos Aires. La legali- tinarlas al alquiler o para hipotecartas en busca de créditos), el
zación de este tráfico permitió la instalación de asentistas de azogue, co- dito y la explotación rural. Por último, Gelman deja muy en claro otra
merciantes que obtenían la concesión monopólica del abaslec_¡m¡ento ensión de la trayectoria de Belgrano: su inserción en el sistema
de este vital producto y, con ello, el acceso a una parte sustantiva de la tico colonial. En este sentido, conviene registrar su acceso a cargos
plata potosina. A su vez, las remesas del situado militar desde Potosí oríficos como la oficialidad de las milicias o el de regidor del Cabildo
contribuían a dinamizar el mercado porteño: en la década de 1750 ron- efio, junto con otros que eran honorfficos y rentables a la vez,
daban un promedio anual de 130 000 pesos; dos décadas después, supe- 10 ser el primer contador de la Real Aduana de Buenos Aires en
raban los 600 000, y para la década de 1790, estaban en el rango del mi- 8 o el tesorero de la Hermandad de la Santa Caridad. Sus hijos
llón y medio. Dado que se gastaban en su totalidad en Buenos Aires o on parte importante de sus refaciones con el comercio y con la
Montevideo, estas partidas aumentaban el volumen de aquellos merca- winistración: una de sus hijas se casó con Julián Gregorio Espinosa,
dos y convertían a los comerciantes encargados de su transporte en per- Mportante comerciante y hacendado de la Banda Oriental, y otra
sonajes clave del comercio y el crédito rioplatense. uno de los administradores de las misiones. Manuel fue enviado a
diar a Salamanca y regresó como secretario del Consulado, prueba
35 estrechas relaciones de su padre con la administración imperial.
V I TSNSy * tipo de relaciones se anudaba de diverso modo, desde el
La trayectoria de un gran comerciante: Belgrano Peri blecimiento de lazos parentales hasta el crédito y las fianzas a los
Estudiada por Jorge Gelman, esta trayectoria muestra con claridad las 70 funcionarios. Es evidente que ninguna trayectoria individual
nuevas situaciones. El padre del futuro prócer había inmigrado a Cádiz Je ilustrar la totalidad de las estrategias e itinerarios desplegados
en 1750 desde la Liguria italiana y poco después se afincó en Buenos 1 renovación de las elites coloniales, pero un ejemplo como éste
Aires, donde se casó con María Josefa González Casero, natural de a a comprender algunos de sus mecanismos. Las reformas, por

2
Santiago del Estero. Naturalizado español y avecindado en la ciudad, 3. Modificaban las modalidades de relación entre burócratas y elites
inicié una fulgurante carrera hasta convertirse en uno de los más loc les, más que desplazarias efectivamente. M7
importantes comerciantes de la capital. Su llegada e inclusión en la elite
mercantil fue previa a las reformas, pero la magnitud de sus Otro r »TO decisivo de las importaciones eran los esclavos provenien-
operaciones comerciales fue impulsada por la formación del viTeinato. tes de # Tica o Brasil. Desde comienzos de siglo, sucesivas concesiones
El radio geográfico de sus operaciones comerciales era . a ingle s y franceses habían permitido la instalación de asientos ne-
extremadamente amplio y terminó abarcando desde Cádiz y La Coruña greros 1 Buenos Aires; en general, los comerciantes porteños realiza-
hasta Francia e Inglaterra, En América, sus actividades lo vincu ban est tráfico en torma pasiva, comprando esclavos en el puerto y
Brasil (desde donde se dedicó a la importación de esclavos), Lima, revend ndolos en los mercados interiores. Desde la década de 1780,
Santiago de Chile y, por supuesto, Córdoba, Corrientes, las Misiones, emergi ron nuevos protagonistas, y la liberalizacion de la trata ne-
Asunción y Potosí. Inicialmente sus actividades mercantiles abarcaban grera i pulsó a algunos comerciantes de Buenos Aires y Montevideo
Buenos Aires, las ciudages dei Itcral v algunas del interior, como Jujuy a obter " licencias de importación para.realizar un comercio activo
196 La Argentina colonial Las reformas borbónicas y el Virreinato del Río de le Plata 197

la
fletando los buques negreros. A cambio, obtenían permisos para aaa aaAEE
a EE
exportación de frutos del país, por lo cual el tráfico de esclavos empu-
EA

jaba las ventas de cucros y carnes saladas. Algunos de estos mercade- El primer periódico del Río de la Plata
Oriental y hasta se El 1% de abrii de 1801 comenzó a publicarse en Buenos Aires el Telégrafo
res instalaron los primeros saladeros en la Banda
De esta forma, los Mercanti, Rural, Político, Económico e Histonográfico, que fue el primer
convirtieron en abastecedores de la Armada Real.
el tradicional distan- periódico del Río de la Plata y uno de los canales de difusión de las
comerciantes innovadores estaban modificando
ción ru- nuevas Ídeas. Como lo ha demostrado José Carlos Chiaramonte, la
ciamiento de la elite mercantil porteña respecto de la produc
hacia mediados de la década de 1790, parecía recepción ae las ideas económicas de la Hustracion (y, en sspeciaíd, del
ral. Por un momento,
que en Buenos Aires se estaba conformando un núcleo mercantil in- neomfercan(wlismo italiano) ya se habia producido entre algunos grupos
oportunida- porteños, así como también circulaban desde la capital hasta Córdoba y
novador y bastante autónomo, dispuesto a aprovechar las
des que la renovación imperial brindaba y que las dificultades metro- Charcas entre individuos del clero. Estas evidencias ameritan una
Estos datos ayudan a comprender algunos cenclusión provisoria: la diseminación y apropiación de este
politanas acrecentaban.
rasgos de la transformación de las elites mercantiles y los alcances li- conglomerado de ideas y valores debe haber alcanzado sóio a una parte
Muy reducida de las elites e introducido fracturas culturales e idecldgicas
mitados que tuvieron los propósitos de las reformas.
Puede decirse que el mundo de la elite vivió un proceso de amplia- nuevas. Pero también generan un inmenso interrogante: ¿qué difusión y

ción y renovación que precedió y acompañó a las reformas. Después recepción tuvieron fuera del mundo de las elites?
n, si bien nunca
trendió a manifestar signos de creciente fragmentació
era definitiva y siempre había posibilidades de recomposición. Otra
en su inte-
dimensión a considerar son las fricciones que introducían
s como la difusió n de nuevas ideas, nocione s y
rior tanto las reforma
buena me-
valores. Ahora bien, estas nuevas doctrinas provenían en
vio facilitada
dida de la misma burocracia imperial y su divulgación se
por el vacío que dejó la expulsión de la Compañía de Jesús, que había
tenido un rol privilegiado en la cohesión cultural de los grupos domi-
de
nantes y su fidelidad a la Corona. Los funcionarios reales deben
ciudade s capitale s,
haber llevado algunas de estas ideas más alla de las
-
como pudo haber sido el caso de Rocamora o Azara, cuando cumplic
rras de frontera. Seguram ente también un ám-
ron sus misiones en
bito de difusión fue la reducida corte virreinal y los nuevos espacios
de saciabilidad, como las tertulias, los teatros y los cafés que comenza-
acadé-
ban a emerger. Hubo otros canales, como las nuevas cátedras
Aires. Y otros medios, como las
micas en Charcas, Córdoba o Buenos
de
gacetas y periódicos que venian de la Península o de orras zonas
América, dado que en Buenos Aires los primero s y balbuce antes in-
tentos recién se produjeron al despuntar el siglo XIX. También fun-
cionaron posiblemente como vehículo de transinisión aquellos indivi ;rrjagen facsimiar del Telégrafo Mercantil, Rurai, Político, Económico e

duos que habían ido a estudiar a Europa. Historiográfico. auy


198 La Argentina colonial
:
Los ideólogos de las reformas compartían la convicción delqu: ul;:;;ad 9. La crisis del imperio español
dad podía ser moldeada desde el estado y pensaban a :1 wiorid
D
racion: uc
como una arquitectura politica que debía fijar reglas
ello, debian
portamiento y formalizar relaciones y ordenarlas. P_a¡.'?
a y civiliza r a ul
cambiar las formas habituales de la piedad barroc
i
sallosfeligreses que eran vistos ahora como dominados por ideas
i mági
ás
iciosas, En esta: s condiciones, una nueva sensibilidad, más
‘entr:s ;llísux;lc:
fí?v;isz';gea?(;c:r?ás “urbana”, comenzal.)a a disemil:larsc
entre quienes los j
segmentos de las elites del vasto jlmpcno,.
sendo válidas las des Al despuntar el siglo XIX, la capacidad efectiva de la Corona
bían sentado tan firmemente su mfl’uencla..
Como sea que haya sido, parecería que siguen sien : v; i o ls des para regular y orientar en su beneficio las relaciones con
las
cripciones que hiciera Halperin Donghi: las reformas habían renowd hys colonias había disminuido dramáticamente. Era uno de los
menos a esta sociedad que lo que habían transformado su(e(l: nom resultados del cambiante juego de alianzas internacionales
en
(_el s¡gdo ,c s
sobre todo, su cultura y su estilo de vida. Al comenzar las que estaba inmersa. Durante la mayor parte del siglo XVIII,
muy rígida de la sociedad en que vi la Corona española había mantenido una alianza con Francia,
elites coloniales tenfan una imagen
sustancialme
i nte barr oca. Hasta las nuevas insti- 3%
vían, que seguíaía siendo
si
"
que derivó en crecientes conflictos con Gran Bretaña y
su
ha! berse
tuciones y autoridades de la monarquíai reformadora parecen principal aliado, Portugal. A partir de la revolución de 1789,
i
iones jerárqui
jerárqui cas que í
seguían m'fge randoA este esquema de alianzas se modificó radicalmente y en 1793
impregnado de las concepc
la
en la vida social. La efectiva y masiva difusión de las An‘ucva.ls i ;as y co- España se integró a las coaliciones que intentaban acabar
con
nueva sensibilidad parecen ser más un efecto de la crisis del orden la experiencia revolucionaria francesa. Sin embargo, la incur-
lonial que una de sus causas. sión de las tropas francesas en la Península en 1794 obligó
a la
Corona a un brusco cambio de estrategia y a establecer
una
nueva e insólita alianza entre la España absolutista y la Francia
revolucionaria, que habría de perdurar hasta 1808. Esta nueva
situación desembocaría en la crisis del Antiguo Régimen
espa-
ñol y de su imperio.

La crisis del comercio colonial


y la crisis fiscal de la Corona

Para enfrentar la expansión francesa, la flota británica blo-


queó ] $ puertos españoles y provocó un auténtico colapso del comer-
cio en e la Península y sus dominios coloniales. Como respuest
a, en
1797| Corona autorizó el comercio con buques de bandera
neutral,
pero e a decisión corroyó aún más su capacidad de mantener el con-
trol de comercio colonial. Como ha señalado el historiador
argentino
Tulio ; alperin Donghi, esta “coyuntura de guerra” creaba una
situa-
ción ir dita: la metrópoli era incapaz de funcionar como tal y todavía
no hat » emergido ia nueva metrópoli. En 1805, la situación empeoró
200 La Argentina colonial La cnsis cel imperio españo! 201

franco—h)s!aana en !al t;::.:z\:::lcd: tamente ineficaz. El virrey Sobremonte abandonó la ciudad con su
más, pues la derrota de la armada -
aún
ña sobreel At
Trafalgar consagró el predominio de Gran Breta sl(\xacxt?nlllncxle guardia y los caudales del tesoro, y las principales corporaciones (la Au-
A los comerciantes rioplatenses se les
abría una diencia, el Consulado, el Obispado y parte del clero regular) se rindie-
llena de posibilidades. Las dificultades del con_'¡zrc¡odega
uea::s ron. Días después, los comandantes ingleses recibían los caudales a
aunque
rtaciones edc’ o
pliaron la imposiancia del clandestino, y las expo 670 000 dc;ssofie?a bas cambio del compromiso de mantener a las autoridades = sus cargos y
en }796 a
aumentaron de 340 000 piezas anuales
respetar la religión católica. Los invasores anunciaron la instanración
hubo años muy difíci les: entre 1804y v“;dz de la libertad de comercio, una iniciativa que, esperaban, les aseguraría
después. Sin emba rgo, mfi_é
e había cume
una tremenda seguía que, en el Alto Perú, dond ina sufri
la adbesión de la elite comercial. En efecto, algunos grupos criollos
más remprano, derivó en una crisis social. La
mineria potos imaginaron que la invasión era la ocasión prec para conformar un
parzhzac¡o¡l¡, s!tuac‘:::;: nuevo orden, y adhirieron a él con entusiasmo.
una fuertecontracción que llevó a su completa
ultad para asesu;ar los S:¡Ta(¡º Sin embargo, la convivencia entre ocupantes y pobladores no era
que en parte se debía a la creciente dific imporí n
s, las
tros de azogue desde Andalucía. En estas condicione o en la pnmg;a ,
sencilla y se producían peleas callejeras. Mientras tanto, algunos gru-
nes al centro minero se redujeron un 25 por dent pos de la elite criolla intentaron organizar en la campaña una fuerza
rtac ione s de plata del puerto de de resistencia, y los catalanes formaron una red clandestina dentro de
cada del siglo y disminuyeron las expo en la
Buenos Aires.
— al la ciudad ocupada, Por último, Santiago de Liniers, un francés que se
La contracció n de la minería afectó la fiscalidad virreinal y, si
en desempeñaba como oficial de la Armada Real, se dirigió a la Banda
un 60 por ciento gci
década de 1790 las remesas altopernanas cubrían ros cm;o_auos 1:5
Oriental para organizar una fuerza que enfrentara a los invasores.
gasto fiscal de la capital virreinal, durante los prime
estas con 1(|Yunes‘, "
Con unos 500 soldados y más de 400 milicianos, comandó a principios
siglo XIX solventaron tan sólo el 6 por ciento. En o de e‘s’cla\osl. el eo de agosto la expedición de reconquista de la capital. En su marcha
comerciantes rioplatenses se volcaron hacia el tráficinstalación de los pri
fue sumando partidas rechutadas en la campaña y, en pocos días. su
mercio con Brasil y con los buques neutrales y la fuerzas llegaban a 3000 efectivos. El 12 de agosto lograron la capitu-
os. lación de las tropas británicas
a través de una dfe-
m:: Z:‘:g:rde Los vinculos coloniales se manifestó s forzosos y los - La victoria creó una situación completamente inédita en la capital. El
nomenal crisis fiscal de la monarquía. Los empréstitona adoptó una mle 14 de agosto, en un cabildo abierto, se decidió exigirle al Virrey que de-
pativos estaban a la orden del día, y en 1804 la Coro de descont;ent(;s. fa
legara el mando. Se trataba de una experiencia decisiva para la ciudad

dida de enorme trascendencia que dejó un tendal ma compulsivo de 1|- Algunos testigos relataron que el pueblo se presentó tumultuosamente
Ilamada “convalidación de los vales reales”, un sisteitos en manos ¡Í. : exigiendo que no se permitiera al Virrey entrar a la ciudad. y que el
nanciamiento que embargaba los bienes y los depós instituciones -
obispo y otros magistrados tuvieron que salir a los balcones del cabildo
Iglesia, los conventos y las cofradías. Dado que estascolon ial, esta me d
para preguntarle a la multitud si “eran gustosos” de ser gobernados por
gían como los verdaderos bancos de la economía e dependiente
Sobremonte, a lo que “todos respondieron que no, n0, no, no lo quere-
afecto el dinamismo de una economía completament mos, muera ese traidor, nos ha vendido, es de: La multitid, unas
ese financiamiento.
4000 personas, aclamó la designación de Liniers como comandante con
gritos de “¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Mueran los traidores!”. Mientras
tanto, el Virrey, que se hallaba en San Nicolás con fuerzas milicianas de

Las invasiones inglesas al Río de la Plata


Córdoba y Paraguay, tardó en aceptar la insubordinada exigencia y se
dirigió a Montevideo, aun cuando debió enfrentar la deserción de cen-
amiento de las relaciones con la me—iv tenares de milictanos.
En el Río de la Plata, el resquebraj
- N . a
o, a comienzos de junio, unº En el Virreinato se habían configurado dos polos de poder: de un
trópoli adquirió mayor dramatismo cuand
iopl atenses y P
oc
Hota inglesa con 1500 hombres llegó ó a las costas riopl e- “-
lado, el Virrey, con el apoyo de la guarnición y la ciudad de Montevi-
después tomó ei contral de capita:. La resistencia babía side compl dev: del orro, la caprial que se negaba a ohedecerle. Pero la ocupación
La crisis del imperio español 203
202 La Argentina colonial

ias. Las más importan- remisión e fondos a la capital. Las tealtades institucionales en el Virrei-
y la recanquista habían tenido otras consecuenc
ado y la nato hab n comenzado a erosionarse con rapidez.
tes corporaciones y jerarquías (como el Consulado, el Obisp gio; frente Desde fo¡:¡levideo. los ingleses inundaban los mercados virreinales
Audiencia) habían sufrido una vertiginosa pérdida de presti
Linier s y reco-
a ellas se estaba confo rmand o el nuevo lidera zgo de de merczE eríasa bajo costo, haciendo colapsar los precios y los circui-
tos habiu des de importación. A fines de junio, una expedición de 8000
braba plena autoridad el Cabildo.
izarse en hombres 1archó sobre la capital. La defensa organizada por Linicrs re-
El 6 de septiembre, Liniers convocó a la población a organ
de urbanos sultó infr ctuosa y sus tropas fueron derrotadas en las afueras de la ciu-
milicias. Uno de los primeros cuerpos conformados fue el s, arago-
voluntarios de Cataluña, que agrupó a catalanes, valenciano
d-ad. El 5 ejulio, los británicos iniciaron el asalto de la ciudad, pero los
una multi-
neses y naturales de las Baleares. El 13 de septiembre, en
violentos :ombates callejeros terminaron con su capilulación, y con el
se formó el regimiento compron so de abandonar Montevideo en menos de dos meses.
tudinaria asamblea de más de 1500 personas,
lio Saavedra. Las mi-
de Patricios, cuyo comandante electo fue Corne
licias se multiplicaron en forma vertiginosa; para octubabare abarcaban
P B L & Oy oYYy yyyyyyd
unos 7800 hombres en una ciudad que apena s super los 40 000
habirantes.
Lam cia como medio de vida -
Rio dela — *
A fines de octubre, los ingleses bloquearon los puertos del
Aunc e inicialmente la formación de tos regimientos de milicia l‘ue una
ron la ciudad , donde
Plata y sitiaron Montevideo; el 3 de febrero ocupa
medi 2 de emergencia, en febrero de 1807 se decidió que la mayor
política se desató en la parte le los milicianos recibiera una remuneración mensual. De este
permanecerían hasta septiembre. La conmoción
había
capital, donde corría la versión de que el ejército del Virrey
modc la militarización tendió a convertirse en un nuevo medio de vida.

huido en desbandada. Los pasquines que apare ciero n eran muy claros: Un ej mplo permite advertirlo: aun los soldados del regimiento de -
Audiencia por no haber pardc : y morenos debían recibir una remuneración mensual de 12 a 14
amenazaban con degollar a los oidores de la
depuesto al Virrey. En las calles se amont onaba la gente profiriendo in- peso retribución que estaba por encima de la que había sido habitual
de los capitu lares ni las gestiones del para f soldados y de la que podían recibir en sus empleos habituales,
sultos contra ellos. Ni las promesas
obispo y de Liniers lograban calmar la, y algun os indivi duos escalaron a que ¢ icilmente superara los 8 pesos. No era una cuestión sencilla de -
a la pobla ción. Un resol :1 y los intentos de quitaria debieron ser abandonados debido a
la torre para hacer sonar las campanas convocando
algún tumulto, la ter z resistencia de los milicianos. No era casual: hacía varios años
observador anotó en su diario: para “sosegarlo y obviar
se le prometió al pueblo hacer lo que se pedía”.
que | 3 precios de los bienes de consumo masivo estaban subiendo,
98 per- ,
El 10 de febrero, una junta de guerra en la que participaron vecinos
situac ón que empeoró con las invasiones. El gasto de defensa '
oidores y ampli 0a las oportunidades de empleo y la capacidad de consumo de
sonas entre jefes militares, funcionarios, capitulares,
azami ento defini tivo de Sobre monte y la trans; los s¢ :tores populares urbanos, y amortiguaba los efectos de la
notables decidió el despl
a de todo el Virrei- cares a. (Para ponderar sus efectos conviene recuperar una estimación
ferencia de la completa responsabilidad de la defens
virrey había sido de- á efect' ida por Tulio Halperin Donghi: la movilización miticiana debe de
nato a Liniers. La decisión era trascendente: un
más %
puesto: tamaña decisión había sido tomada por la institución en un haber abarcado no menos del 30 por ciento de los varones adultos de
jefes milici anos, la ciu ad.) Esta decisión trajo conflictos pues, si bien fue recibida con
antigua de la ciudad, el Cabildo, y por los nuevos
contexto de intens a agitac ión popula r. Como diría poco después un entus ismo por las unidades de criollos y castas, fue rechazada por los

emisario metropolitano, era un “ruinoso ejemplo" tras lo cual “la insus come siantes peninsulares y sus allegados. El conflicto era, además, el

bordinación y el desorden se arraigaron”. result do del choque entre dos percepciones muy distintas de los ;
s, la corte conva rengt' fn¡litares que, para los críticos de esta nueva práctica, debían
Como sea, el tumulto fue legitimado: meses despué
nes. Pero el movi- seguí siendo una cuestión de honor antes que un modo de vida. 47
lidó la decisión y separó a Sobremonte de sus funcio
do de Có
miento de la capital generó resquemores y, mientras el Cabil ndio la
doba mantuvo su subordinación al Virrey, el de Potosí suspe
imperio español 205
204 La Argentina colonial
libertad fue pagado por el Cabildo, el rey y los principales regimientos, de
””
’I””’I”’I modo que los propietarios recibieron 250 pesos cada uno, no sin
regateos. La ceremonia pública tras cada scrteo era un auténtico rito de
La rendicién de la segunda invasión
pasaje: el agraciado era llevado bajo las banderas de las compañías de
pardos y morenos libres a cuyas filas pasaba a integrarse. No era, por
cierto, el fin de la esclavitud, pero la ceremonia expresaba una situación
inimaginable poco antes: la elite y ia ciudad, homenajeando a algunos
esclavos. Para ellos, significaba una experiencia decisiva precis:
incorporación voluntaria era un camino a la livertad. No lo olvidarian. 07

En pocos meses, la vida de la ciudad cambió. La movilización miliciana


relaj la consistencia de las jerarquías sociales pre xistentes y sus ejerci-
cios, desfiles, marchas y ceremonias religiosas ss se volvieron cotidianos
En algunos casos incluyeron muestra de reconocimiento a los grupos
plebeyos y los ascensos como premio se generalizaron. Además, la mili-
Óleo de Charles Fouqueray. tarización tenía otras implicancias, pues las muestras de indisciplina de
La rendición de las tropas inglesas en 1806
a
Desde fines del sigio XIX fue cada vez más frecuente que se encargara
los milicianos eran harto frecuentes.
de la Tamaña movilización reproducía los clivajes sociales preexistentes,
diversos pintores la reconstrucción pictórica de escenas clave que estaban lejos de expresarse a través de una oposición entre penin-
el
historia nacional. Estas pinturas cubrieron el vacio que había dejado sulares y criollos. Por el contrario, los cuerpos milicianos se organizaron
en la época y
escaso desarrolio que las artes plásticas habian tenido
la sociedad podía según sus grupos de pertenencia: en los Patricios debían prestar servi-
constituyeron el medio por exceiencia a traves del cual
cio los vecinos de la ciudad; en el de Arribeños, los oriundos de las pro-
representarse su pasado. vincias “de arriba”. Significativamente no hubo un cuerpo de peninsu-
a lares sino que se organizaron regimientos de Andaluces, Vizcaimos,
Había días en que la ciudad parecía un cuartel. El 15 de enero de 1807
marchó con sus bandera s Cántabros o Monrañeses, Catalanes, Gallegos, etc. Una mentalidad es
la madrugada, se tecó generala y cada unidad
realizó
y estandartes y sus bandas de música a la revista genera! que se
tamental atravesada por criterios de diferenciación racial no podía per-
s intervin ieron en esta parada, mitir que se mezclara lo que no debía confundirse, y el destacamento
en torno al Riachuelo. Unos 8000 hombre de Pardos estaba integrado por nueve compañías, cinco “de esta cali-
que incluyó una misa y ter minó en un almuerzo general. Simbolo dad”, dos de indios y dos de negros
ineguivoco de la masividad de la militarización fue el desfile de una
compariía compuesta por muchad 0s veluntarios de doce a catorc
e
s hasta la !
años. La jornada terminó con el desfile de todos los cuerpo
aba a sí Legados conflictivos
Plaza Mayor. No fus la única ocasión en que la ciudad se celebr
durante meses. En
misma: los festejos por la exitosa defensa continuaron
Súbitamente, los rangos militares se transformaron en un camino para
este sentido, la ceremonia del 12 de noviembre de 1807 fue muy
la formación de una nueva elite dotada de legitimidad social; para algu-
especial: se armó un gran tablado en la plaza con los bustos del rey y la
para los negros y nos llegó a ser un camino al ascenso social. ombres reclutados entre
reina y se procedió a sortear pensiones y recompensas
la elite urbana adquirieron posiciones de mando y establecieron nuevos
ardos inválidos o para sus viudas. El Cabildo dispuso pensiones de 12
lazos sociales con la plebe de la ciudad, pues los jefes de cada unidad
5pesos para los españoles pero de 6 para indios, ardos y negros. A su
fungían como sus voceros y la pertenencia a un regimiento ayudaba a
vez, se sorteó la libertad de 70 esclavos entre un listado de 686. El conformar una identidad de grupo a tiay ‘s de ss uniformes, estandar-
< o ae proniedad, no ok ante, fue resr:
derech do, y el precio de su
La c el imperío esparos 207
206 La Argentina coloníal

tes y hasta por su santo patrono. El equilibrio interno de la elite urbana Así, e julio de 1807, Liniers designó como nuevo gobernador a un mi-
se hallaba notablemente alterado. litar r <ién llegado de España, Javier de Elío, y aunque al principio de-
bió af >ntar la resistencia del Cabildo, no tardaron en establecer una
A EZA - fime líanza.

aaal _ Mic .tras tanto, en Buenos Aires, las invasiones dejaban dos lideraz-
Milcianos insolentes gos ec npetitivos: el de Liniers, el héroe de la reconquista de 1807 apo-
Los milcianos resstieron la adopción de nommes mifares, ASh En »r la mayor
yado y Alzaga, parte de los nuevos cuerpos milicianos, y el de Mar-
noviembre de 1806 hubo un verdadero “tole tole” cuando los soldados tín de el alcalde de primer voto del Cabildo y el héroe de la
cuestionaron que sus oficiales usaran charreteras al punto que algunos se defen :en 1807, que además del apoyo del Cabildo tenía el de las mi-
pusieron charreteras de papel “hasta en la bragueta para que siviera de licias 1 1e estaban bajo su mando o eran comandadas por otros capitu-
total desprecio”. Los intentos de regularizar la situación resultaron lares. n estas condiciones, la renovación anual del cuerpo a fines de
infructuosos. Los milicianos se desplazaban uniformados y armados por las 18071 e muy conflictiva y estuvo acompañada por la difusión de pas-
calles y tabernas aunque no estuvieran de servicio, como lo hicieron los quine: que proponían la reelección de Alzaga. Era una auténtica cam-
Catalanes y Gallegos en marzo de 1807, que incluso abofetearon al paña y oselitista, quizá la primera de este tipo que se llevó a cabo abier-
comisionado de la Audiencia encargado de hacer cumpiir la disposición tamen > en la ciudad, síntoma inequívoco de que ya no cra posible
hacer olitica a la antigua usanza.
que lo prohibia. Por entonces, un soldado del cuerpo de Montañeses se
enfrentó a su capitan y fue sentenciado sin consejo de guerra. Al parecer, Las validades se acrecentaron a principios de 1808, cuando se supo
el suceso fue tan comentado que el propio Liniers lo restituyó a su unidad que la orte ratificaba la designación de Liniers como virrey del Río de
en una ceremonia pública que culminó con los soldados de la unidad la Plat . Ni el Cabildo de Montevideo ni el de Buenos Aires estaban
También eran confor 1es,
vivando al Rey y repudiando al capitán de la compañía.
entre integrantes de distintas unidades: por
reiterados los conflictos
de Corpus de 18086, los miembros del cuerpo
ejemplo, en la celebración
a rendir sus banderas ante el paso del Obispo, y a Una m rarquía
sin rey
de Gallegos se negaron
tensión cuando
fines de marzo de 1807 se vivieron momentos de extrema
de un Judas vestido Para e onces, el poder de Napoleón en Europa continental parecía in-
se supo que un sujeto pretendía quemar la imagen
regimiento de Patricios con motivo de la Semana conmc ible: en 1807 firmó un tratado con Rusia que incluía en sus
con el uniforme del
junio, los jefes milicianos ya eran plenamente conscientes de cláusu: s secretas la aceptación del Zar para que España y Pormgal que-
Santa. Hacia
la necesidad de imponer una disciplina más rigurosa sobre
sus tropas y daran n poder francés. Poco después, por el Tratado de Fontaine-
oficiales al mismo bleau, . Corona española autorizó el paso de las tropas del Emperador
trateron de terminar con la práctica de elección de sus
marineros de elegir porsu :rritorio para invadir Portugal.
tiempo que el Cabildo rechazó las pretensiones de los
Las « msecuencias fueron trascendentes. La corte lusitana emigró a
a los suyos. M7
Río de aneiro, que se transformó —nadie sabía por cuánto tiempo- de
, donde capiral irreinai en cabecera dei impeno portugués. El acuerdo franco-
Esta movilización también fue muy intensa en la Banda Oriental
partidas de milicia- . i híspan: implicaba en la práctica no sólo el tránsito sino también la ocu-
la lucha contra la segunda invasión fue librada por
Una vez reúm_da s ?ación le puntos estratégicos del norte español por las tropas napole-
nos y blandengues en una virtual guerra de guerrillas.
- ónicas. "n csas condiciones, los resquemores de la población española
las tropas británicas, el Cabildo de Montevideo solicitó al Rey que se ins-
tituyera un consulado en la ciudad y que se la transfo rmara en cabecer a se acre entaron y las disputas en la corte de Carlos IV llegaron a su
las aspiraciones 3 punto « ilminante.
de una nueva intendencía. Así, se ponían en evidencia
legitim idad política des- El ar_ fice de esta política era el ministro Manuel Godoy, que junto a
autonómicas de Montevideo. Aquí también la
ción del gobern ador 3 Si séyt o tería el control completo del gobierno y una influencia no-
cansaba ahora en ei Cabildo, que forzó la sustitu
prs-==—————

La crísis del impario español 209


208 La Argentina colonial
con la Reina. Cierto o En este cuadro de situación, los descontentos se alinearon con el prín-
table en la corte, además de intimas relaciones
la. Su po-
no, eso era lo que pensaba buena parte de la sociedad españo ;
cipe de Asturias, el futuro Fernando VII, enfrentado al ministro. Los
74 2ó conflictos estallaron en marzo de 1808 y abrieron una fase de vertigino-
der no había dejado de crecer desde 1793 y era visto, to, no sinmedida razón,
s
como el artífice de la política pro Francia , de las conflic tivas sos acontecimientos cuando una sublevación provocó en marzo la re-

fiscales y como el responsable del nombr amien to de la mayorí a de 137 nuncia de Godoy y la abdicación de Carlos IV. La asunción de Fer-
El
autoridades en las colonias, especialmente los virreyes e intendentes.
nando VII fue aclamada por muchedumbres que festejaron quemando

destino de estos funcio narios estaba ligado al del ministr o. retratos del ministro y del Rey e insultando a la Reina.
A fines de abril, Napoleón convocó a padre ¢ hijo a una reunión en
Bayona con el argumento de encontrar una solución a la crisis abierta.
” Madrid estaba ocupada por tropas francesas y sus calles se transforma-
”””””””
! !
Motín de Aranjuez y caída de Garos IV
ron en escenario de cruentos enfrentamientos entre la muehedumbre
en territorio español y los soldados. El 2 de mayo, al grito de “¡Mueran los francese 7, estatlo
A principios de febrero de 1808, la fuerza francesa
aliadas, 'en una sublevación que fue brutalmente reprimida. La noticia pre cipitó el
superaba los 100 000 hombres. Aunque formalmente eran
descontento cundió desenlace: Napoleón forzó la abdicación de Fernando a favor de su par
Pamplona una multitud repudió a las tropas y el
rapidamente entre los campesinos de la region. En las semanas
- dre y de éste a favor de Napoleón. En su reemplazo, el Emperador de-
Sebasti dn y Cataluñ a. signó como y de España a su hermano José, buscando instaurar una
siguientes, situaciones similares se vivieron en San
Garlos IV intentó calmar la ansiedad popular pero
no logró su cometido, nueva dinastía al repetir la solución que un siglo antes había permitido
en especial cuando comenzó a circular el terrible rumor dg que la corte la consagración de los Borbones, Pero su legitimidad era más que du-
idad aument ó cua.ndo la dosa, pues no mediaba lazo dinástico alguno. Napolcón consiguió en-
española emigraría hacia América. Su credibil
corte abandonó Madrid y se dirigió a Aranjuez . En esas condici ones, el tonces que el Consejo de Castilla y el Ayuntamiento de Madrid juraran
17 de marzo estalló allí un motín pepular aprove chado por IDS oposito res fidelidad a José Bonaparte y reunió una asamblea constitucional com-
do la pu ta por más de un centenar de los principales funcionarios de la
a Godoy, y una multitud ocupó y saqueó el Palacio Real exigien
renuncia del desprestigiado ministra y de Carlos iv: corte y de los nobles de España, que aprobó un estatito constitucional
elaborado por los franceses. Esa constitución incluía una convocatoria
para la representación de los virreinatos americanos,
Sin embargo, el rey francés y su constituc n fueron rechazados por
una sublevación que se propagó en varias ciudades que proclamaban eu
delidad a Fernando VII, a quien se consideraba pri ionero de Napo-
león y de Goday. En casi todas partes, el modo de acción preferido fuc-
ron las acciones multitudinarias de tipo tumulmario, que en algunos ca-
sos implicaron la destitución de las autoridades vigentes y en otros la
exigencia de que se pusieran al frente de la guerra contra los franceses.
De uno u otro modo, en cada ciudad se conformaban juntas que asu-
mían el poder local en nombre del Rey y organizaban la resistencia. La
rebelión se estaba convirtiendo en una revolución que invocaba un
principio: la retroversión de la soberanía del rey al puebio.
Para mediados de junio, cada provincia se gobernaba a sí misma c
Caída de Godoy (Motin de Aranjuez). En Dionisio S, de Aldama, Historia incluso las juntas de Asturias, Valencia o Sevilla se declararon * “supre-
mas” y “soberanas”. Para septiembre, comenzaron a coordinarse a tra-
general de España, Madrid, 1864. 47 vés de una junta central que se constituyó en Acanjuez, con la doble
210 La Argentina coloniai La crisis del imperio español 211

tarea de organizar la resistencia y hacerse obedecer como un poder cor 5 autoridades superiores. “Todas son juntas supremas y así a nin-
provisorio aunque legítimo. Mientras tanto, los restos del ejército bor- gur 1 se debe obedecer”, sostuvo el Virrey expresando la postura de la
bónico se reagruparon en Andalucía y el 19 de julio de 1808 lograron e!“ criolla. En estas condiciones, un grupo de peninsulares apresó al
derrotar a las tropas francesas en Bailén. La batalla tuvo un enorme Vir y con el apoyo del Arzobispado y la Audiencia: la reacción penin-
significado simbólico, pues era la primera derrota militar de los ejér- sul: acabó por subvertir la autoridad del Virrey.
citos napoleónicos, y desató una oleada de patriotismo en todo el im-
perio. Muchos sectores de sociedad española que se habían mostrado aaa
reacios a unirse a la rebelión se sumaron a ella. El 30 de julio, los fran-
2E ELZ E JZA
ceses abandonaron Madrid. La exaltación legitimista
-1 28 de julio se difundió en Buenos Aires la orden de proclamar rey a
'ando VIl; a ella siguieron días de festejos, iluminación de la ciudad,
V ZAZ EZ I reseesesd salvas de artillería, orquestas de música y “cohetes voladores”. Durante
La diversidad del movimiento ¡untista odo el mes se repitieron los juramentos callejeros y cada regimiento
£n los movimientos juntistas convergían partidarios abiertos del ealizó el suyo. El Cabildo no quiso quedarse atrás y desde sus balcones
absolutismo y grupos de orientación liberal, algunos moderados, otros >e expuso el busto del soberano. También se “tiraba mucho dinero al
radicalizados. Algunas juntas, como la de Asturias, eran encabezadas por Jueblo” y duices, y se dispuso de cuatro pipas de vino en la plaza “donde
liberales moderados que inmediatamente establecieron una afianza con an a tomar los que querían, pues se daba de gracia”, Un furor legitimista
Gran Bretaña, En otras, como Valencia o Cádiz, la movilización era más Jominaba la escena pública y los actores competian por demostrar quién
radical y se orientó contra los nobles y las autoridades acusadas de »a más leal. En Córdoba, por ejemplo, la entronización de Fernando VIl
traición. Mientras tanto, en Zaragoza, la rebelión popular fue desatada por fio lugar a "suntuosas ceremonias” y a “ruidosas emociones del júbilo
la creencia colectiva en un milagro a través del cual Dios se manifestaba »opular y el esmero con que todas las personas de todas las clases de la
partidario de Fernando. En otros téminos, mientras en algunas ciudades ociedad solicitaban el retrato del Rey para llevarlo consigo, como una
el juntismo adoptaba rasgos revolucionanos y se transformaba en una Westra necesaria de su intima adhesión y fidelidad”, como recordaría
impugnación de las autoridades y la nobleza, en otras se canalizaba a ños después un testigo. No era otra la impresión que tuvo el emisario de
través de un legitimismo popular y religioso. La formación de las juntas se 1 Junta de Sevilla, Manuel de Goyeneche: según informaba, el
había producido por medio de tumultos populares y los discursos juntistas ntusiasmo había ganado “los corazones de todas las clases siendo igual
conjugaban, de manera muy inestable, principios liberales con n elevación y ardor la del más bajo pueblo con la de los cuerpos é
invocaciones religiosas a una guerra santa contra los herejes. 47 -Jstres autoridades”, y como prueba relataba que “Esclavos, domésticos,
oldados, oficiales, magistrados, mujeres, llevan la efigie ó escarapela del
mado monarca y cada uno entrega lo que puede y su estado le permite
La conmoción americana ara ayudar á España”. En su larga travesia desde Montevideo a Lima, no
ejó de notar las muestras de lealtad que halló “en todas las capitales,
Las noticias alarmantes crearon un clima de creciente agitación. Las de- anchos « indios y población de esta América meridional”, y “aunque
mostraciones de fervoroso patriotismo recorrieron todo el Virreinato gun mal intencionado, que es infalible que los hay, quiera invertir el
de la Nueva España y en la ciudad de México la jura de fidelidad a Fer- rden, tiene contra él la voluntad de los que mandan y el pronto auxilio y
nando V1L convocó a 20 900 personas. Pero también los grupos de po- 3commo de los vecimos y pueblo bajo, que es y ha sido celosísimo de la
der intentaron reposicionarse ante la nueva situación: el Cabildo de la anducta y providencias con que lo han regido”. |7
capital declaró nulas las abdicaciones y solicitó al Virrey que convocara
a un congreso de representantes de las ciudades, mientras los emisarios En 1 1enos Aires, las noticias y rumores eran propagados por cada
de las juntas de Oviedo y Sevilla competían por el reconocimiento buqu : que arribaba, y la movilizada población los consumía con avidez.
212 La Argentina colonial La crisis del imperio español 213

Los rumores parecían no tener límites; un día decían que la corte es- T
taba por decidir el traslado del Virrey y la Audiencia a Córdoba; otro,
TSNS

que estaba por llegar una orden disponiendo la libertad de todos los es- Los nuevos discursos políticos
clavos que habían participado en la defensa de la ciudad. Pese a todo, Estos discursos no eran muy diferentes de los que enunciaba en España
el 16 de mayo Liniers tomaba posesión formal de su cargo de virrey in- la Junta Central, para quien Fernando Vi no sólo era el único rey legitimo
terino del Virreinato del Río de la Plata, pero las noticias que llegaban sino quien venía a "librarles del tirano yugo que sufrieron muchos años -
tornaron muy agitada su gestión. Ninguna debe haber sido tan conmo- con ei despótico gobierno anterior y del privado que lo cirigía”. De esta
cionante como la que se conoció el 15 de julio, cuando se difundieron, manera, la guerra contra la ocupación francesa era también la
de manera simultánea, los sucesos de Aranjuez, Madrid y Bayona que regeneración de una monarquía que había estado sometida a un
habían ocurrido entre marzo y mayo. gobierno despático. En América, mientras tanto, una palabra empezaba
En este clima se desataron los conflictos. El 12 de agosto, el goberna- a emplearse cada vez más, “independencia”. Pero era la independencia
dor de Montevideo, sín esperar instrucciones de Liniers, tomó la deci- frente a Francia y las autoridades que pretendian imponer al imperio
sión de prestar juramento de fidelidad a Fernando VIL Luego lo hizo español. Las Indias eran presentadas como el último bastión de la
Buenos Aires. Sin duda, el panorama era confuso y el futuro incierto, independencia hispana. En este contexto, otra palabra comenzaba a
pues mientras Napoleón intentaba seducir a las colonias, la Junta Cen- poblar el lenguaje politico: "nación”. Con un sentido preciso: era la
tal hacía lo propio. Desde Río de Janciro, la infanta Carlota Joaquina, “nación españole”. Había una tercera referencia también recurrente en los
hermana de Fernando VII y esposa del príncipe regente de Portugal, dlchÍSOS politicos que adoptaban un fuerte contenido religioso: la
ofrecía la constitución de una regencia americana, una salida que se- “nación” que lucha por su “indepencencia” era equiparada al pueblo de
dujo a muchos rioplatenses pues parecía ofrecer al mismo tiempo esta- Israel y a su cautiverio. La revolución y la guerra se convertían así en una
bilidad dinástica y autonomia política. “guerra santa". M7

La primera junta La fallida junta porteña

A fines de agosto de 1808, las noticias se aclaraban un tanto: se sabfa ya Los sucesos de Montevideo impactaron en Buenos Aires. A fines de di-
de la declaración de guerra a Francia, la consiguiente alianza con Gran ciembre, comenzó a circular el rumor de que el Cabildo se proponía
Bretaña y que los franceses habían abandonado Madrid. En este con- sustituir al Virrey interino por una junta; en la noche del 31, las tropas
texto, las tensiones entre Buenos Aires y Montevideo estallaron: Elío y el fueron acuarteladas. An así, al día siguiente el Cabildo renovó su
Cabildo montevideano desconocicron la autoridad de Liniers y el 21 de clenco y decidió exigir la renuncia de Liniers y conformar una junta
septiembre decidieron la formación de una junta interina encabezada provisoria. Mientras se desplegaban intensas gestiones, la plaza se fue
por el mismo Elio “para custodiar los derechos del rey prisionero”. Mon- colmando de contingentes de los regimientos de catalanes, vizcaínos v
tevideo hacía realidad su aspiración de autonomía y replicaba el modo de gallegos, mientras se hacía sonar las campanas convocando al pucblo
acción de la Penínsuia a wavés de sus principales autoridades de la cio- El tmmulto ubtuvo como respuesta la decidida movilización de los regi-
dad, en un clima de agitación callejera. El obispo de la ciudad fue muy mientos fieles al Virrey, en especial los Patricios y Arribeños. Así, el
claro: Montevideo era “la primera ciudad de la América que manifestase inestable cquilibrio de poder se volcó a favor de Liniers, y los principa-
ei noble y enérgico sentimiento de igualarse con las ciudades de su Ma- les miembros del Cabildo (Alzaga, entre ellos) fueron detenidos y de-
dre Patria”, El legitimismo era un recurso válido para fundamentar recla- portados a Carmen de Patagones, aunque el gobernador de Montevi-
mos autonómicos y aspirar a una reformulación del imperio. deo los rescató y asiló en esa ciudad. Más aún, la campana del Cabildo
fue retirada y los tres regimientos comprometidos en el movimiento
fueron disueltos, »us banderas e insignias confiscadas, sus jefes y oficia-
214 La Argentina colonial La crisis del imperio español 215

les detenidos y sus miembros insultados por la “plebe”. De este modo, Unr 1evo virrey para el Río de la Plata
Liniers se consolidaba en su cargo, aunque no había a dudas de que su
autoridad dependía completamente de las milicias y de que el poder ata Central designó como virrey a un importante oficial de la Real
militar había pasado por completo a la elite criolla. da, Baltasar Hidalgo de Cisneros. Su arribo a Montevideo a finales
El movimiento había estado encabezado por españoles europeos, 1i0 fue recibido con beneplácito por las autoridades de la ciudad,
pero no logró convocar a todos los cuerpos milicianos de ese origen y lisolvieron la junta que habían formado; Elío fue designado ins.
se justificó proclamando que “el pueblo no debía ni quería ser gober- r de armas del Virreinato, lo que sin duda no podía ser conside-
nado por un virrey francés” y exigía “una junta a semejanza de las de Es- una condena. Cisneros tardó casi un mes en llegar a la capital,
paña”, gritando “viva Fernando VII y establézcase Junta para el buen go- antes quería asegurarse el reconocimiento de los jefes milicianos
bierno”, “mueran los franceses” y “fuera el mal gobierno”. Las fuerzas udaban en aceptar al nuevo virrey mientras que la Audiencia y el
fieles a Liniers también gritaron lo suyo y en la plaza parece haberse i lo celebraban su arribo. Por fin, la designación fue aceptada, aun-
desplegado una aguda disputa simbólica entre ambos bandos: así, ra por demás evidente que el entusiasmo era mucho mayor entre
cuando los conjurados sacaron el estandarte real al balcón del Cabildo, »añoles europeos. Cisneros se hizo una idea precisa de lo que es-
mientras gritaban “Viva Fernando VIT”, los patricios gritaban “Viva Li- rasando: en la ciudad estaban “divididos los ánimos de las prime-
niers” y “abajo con los salvajes sarracenos, viva nuestro virrey, viva Fer- toridades y principales vecinos que arrastraban reciprocamente a
nando VII”. A esta disputa por la legitimidad le siguió un clima de in- más clases, formaban dos partidos que siempre opuestos en ideas,
tensa hostilidad entre españoles americanos y europeos. No era nuevo, mes y en intereses, habían hecho trascendental esta desunión a
pero ahora adquiría una intensidad muy superior y algunas connotacio- nds ciudades del Virreinato”. Para superarla, intentó una política
nes sociales. Los vecinos peninsulares hicieron llegar a la Junta Central awiliación que buscaba reconstituir el sistema de autoridad. En
sus quejas por los “vejámenes y ultrajes” que recibían en las calles de los mbre, indultó a los acusados por el tumulto de enero e intentó re-
“hijos de la patria” y “de toda clase de indios, pardos, mulatos, morenos zar las milicias reduciendo los cuerpos rentados y quitándoles los
y aun de nuestros propios esclavos”. res que tenían asignados con el propósito de reducir las rivalida-
Los actores tenían que tomar decisiones a partir de informaciones - ilo el regimiento de castas mantuvo su antigua denominación.
que llegaban tarde. Así como Liniers había jurado como virrey cuando > la capacidad de Cisneros para hacer efectiva esta política depen-
las autoridades que lo ratificaron ya habían fenecido en España, 1te todo, de la solidez del poder que lo había designado, y a la
cuando los amotinados de enero se lanzaron a la acción pensaban Central le quedaban pocos caminos. Entre ellos, decidió estre-
que la situacién peninsular era francamente favorable. No sabían que -alianza con Gran Bretaña, lo que se transformó en una autoriza-
Napoleón había logrado recuperar el control de Madrid y que la ara abrir los puertos coloniales al comercio inglés. El debate no
Junta Central había tenido que instalarse en Sevilla, ni que los inten- tardé *n estallar en el Rio de la Plata y el Virrey quedó en medio del
tos de reconstituir el ejército regular habían sido infructuosos y que juegc de presiones: de un lado, las corporaciones y grupos mercantiles
las tropas inglesas estaban iniciando la retirada. En tales condiciones, ques disputaban los beneficios de esa autorización; del otro, la necesi-
la guerra contra la ocupación francesa en algunas regiones —como en dad c “ reconstituir la fiscalidad virreinal acuciada por las erogaciones
Galicia y Navarra— adoptaba la forma de una guerra de guerriltas cam- crecie wtes y el colapso de la minería andina. Del agitado y tenso debate
pesina, mientras que las principales ciudades iban cayendo en poder alum “ó tanto un reglamento provisorio de libre comercio que emanó
de los franceses. El 1* de enero de 1809, la Junta Central lanzó una del Y Tey, como también la exposición de un programa económico
dramática convocatoria a los españoles al “exterminio” por cualquier para elite criolla: ia representación que, como apoderado de los ha-
medio contra los franceses, a los que se identificaba como “monstruos cend: los y labradores de las campañas de ambas márgenes del Río de
feroces, no hombres”. la Pla 1, había redactado Mariano Moreno condensaba muchas de las
ideas ue desde la secretaría del Consulado había venido impulsando
Manu 1 Belgrano. El documento era, además, expresión de una conver-
Lo cnsis del imperio español 217
216 La Argentina colonial

estos hombres
cauce a una sitación inédita y se habían legitimado principios noved
gencia intelectua! y política de grupos diferentes, pues sos. A través de estas elecciones, las ciudades adquirían el derecho a ele.
e los conflic tos pasa-
habían tenido alineamientos muy distintos durant gir sus propios diputados y a formar parte de los órganos de gobierno.
dos. Mientras que Belgrano, un profesional formado en Salamanca, ha- En la Junta Cenural las orientaciones políticas no eran uniformes, Por
de la infanta
bía estado entre los entusiastas receptores de los planes un lado, estaban los absolutistas ilustrados cuya máxima figura era 1
de la elite, había estu-
Carlota, Moreno provenía de un rango menor
había simpatizado con el
presidente de la Junta y antiguo ministro de Carlos 111 el conde d Flo
diado en Charcas y, como letrado del Cabildo, ridablanca: ellos concebían a la Junta sólo como un poder rovisorio
movimiento juntista de enero destinado a dirigir la guerra. Por otro, estaba la corriente de los consu
Otra decisión de la Junta Central sería decisiva: el 22 de enero con- tucionalistas históricos, encabezados por el ex ministro Gaspar de ¡oíu_
vocó a cada virreinaro y a cada capitanía general para que eligieran un llanos, que buscaban que las cortes restauraran las antiguas libertades
diputado para integrarse a la Junta, al tiempo que proclamaba que los y normas consuetudinarias de Jos reinos, siguiendo un modelo seme-
colonias o factorías como
dominios americanos “no son propiamente jante al inglés. Por último, habia una facción francamente liberal lid
las de otras naciones, sino una parte esencial e integrante de la monar- rada por el poeta Manuel Quintana, la más radical: inspirada en el mo.
pues
quía española”. Pese a ello, mantenia una irritante desigualdad, penin-
no con 36 diputa dos delo constitucional de la Revolución Francesa, buscaba ansformar la
esos diputados deberí an compar tir el gobier convocatoria a las cortes en la formación de un nuevo estado hasado eu
Guadalajara,
sulares. Además, en América, importantes ciudades como
la soberanía popular. Par el momento, estas corrientes coincidían en su
Quito o Charcas no tendrían ninguna representación y quedaban com-el rechazo a la invasión francesay en su reivindicacién de la 1egm…ulá:1
pletamente subordinadas a las capitales virreinales. Meses después ,
más re-
resultaría aún
de Fernando VII, aunque la interpretaran de forma muy distinta. A est
convocatoria
22 de mayo de 1809, una segunda pluralidad de orientaciones ideológicas debe agregarse que su Í…S,Í
vulsiva: debían elegirse diputados para la reunión de las cortes. ciónIO}:‘ en|e América
é i
estaba mediada alti
por múltiples filtros. Por un lado, por
La crisis imperial permitía la emergencia de nna concepción regene-
por el haz de ideas liberales que se habían diseminado con intensidad en el
radora de la monarquía y abría el cauce para una nueva práctica:de di- contexto de n una crisis que convertía a los buques francese: ingleses y
primera vez en la historia del imperio español , había eleccio nes
e |
nerreame: ericancs en el medio principai de información. Por otro, por
putados. Las elecciones se llevaron a cabo en muchas ciudades, siempr los conflictos que jalonaban la historia previa de cada jurisdicción y las
ron en 14 ciudades
a través de los cabildos de las principales. Se efecma intensas dispuras y rivalidades entre jurisdicciones. En estas condicio-
a, en 17 del Perú, en 16 de
de la Nueva España, en 20 de Nueva Granad nes,s no resulta extraño
ñ que la convocatoriai electoral metropolitana
de la Plata, el proces o electoral co-
Chile y en 6 de Venezuela. En el Río coincidiera con el estallido de movimientos autonomistas.
menzó a desarrollarse con lentitud: en Córdoba, por ejemplo, las dispu-
tas entre las facciones lideradas por el gobernador intendente y el deán
Funes fueron tan intensas que las elecciones se demoraron hasta prin- Movimientos juntistas americanos
electos
cipios de 1810. Para entonces ya era demasiado tarde y los
oso trámite ha-
nunca llegaron a ser parte de las cortes, pero el engorr Clsnelríos ?ncon[raria los mayores desafíos en el Alto Perú. En Chuqui-
bía delineado dos facciones políticas que se alinearían en forma
es ;\,Ta' Plalf:, disputas entre autoridades estallaron tras la liegada de
En otras ciudad
opuesta frente al proceso revolucionario porteño. anuel de Goyeneche, el emisario arequipeño de la Junta de Sevilla
la Sierra, La Rieja,
(como Asunción, La Plata, Potosí, Santa Cruz de guel portaba varias cartas de la Infanta Carlota. Mientras el presidente
Santa Fe o Montev ideo), el proces o se llevó ade-
Mendoza, Corrien tes. Ne laA ncia y el arzobispo se mostraron a iavor de este proyecto el
lante, pero en Buenos Aires ni siquiera se había imcrado cuando todo 25 de mayo de 1809, el resto del tribunal con el apoyo del Cabildo se
de 1810.
el mecanismo quedó suspendido debido a los sucesos de mayo opuso, apresó al presidente y decidió conformar una junta de gobicm¿
En otros términos, si bien la mayor parte de los diputados o no fueron
electos o no llegaron a formar parte de las cortes que comenzaron a se-el
pro\‘lsorvia. Las calles de la ciudad fueron escenario de tumultuosas de-

había abierto mostraciones contra el presidente del trib: 1al, acusáncolo de traición,
sionar septiembre de 1810, desde
218 La Argantina colonial La crisis del imperio español 219

Jerpos voluntarios de Bs. As. [...] Estando en esta faena llegó sobre La
mientras una multitud, que algunos estimaron en más de 6000 perso-
37 Goyeneche con su Ejército. Se sitió sobre La Paz desde la eminencia
nas, gritaba vivas al rey. Las disputas estaban dividiendo a las institucio-
nes coloniales y a la misma elite peninsular. 3 Pueblo. [...] Al entrar a la ciudad no halló resistencia alguna, sino
El 16 de julio de 1809, en La Paz, un cabildo abierto depuso al gober- adaveres muertos y heridos sembrados en las calles y plazas y le iban

nador intendente y al obispo y constituyó un gobierno provisorio, la la- aliendo de los sótanos, conventos y demás escondedizos los que en
mada Junta Tuitiva, encabezada por un oficial mestizo, Pedro Murillo. los se habían refugiado temerosos de perder sus vidas. Halló que se
Aunque el discurso de la Junta justificaba su accionar afirmando que ac- abían unido todos los que no se consideraban seguros. Se llevaron todo
tuaba “por el Rey, la Religión y la Patria”, también proclamó que desco- tesora que robaron que se regulan más de 2 millones de pesos que
nocía cualquier autoridad superior metropolitana o virreinal y suspendía anaron lasprovincia de Yungas, se metieron entre los indios. Goyeneche

toda remesa de metal precioso a la capital. Este movimiento tenía una andó en seguimiento de ellos parte de su Ejército. Se considera que
composición socioétnica muy heterogénea y contenía fuertes tensiones 2rá en vano porque son los mas indios de los informados que éstos
internas que se acrecentaron por el decidido tono antipeninsular que anaron a sus Provincias y montañas. El Sr. Obispo huyó de La Paz
adoptó y por los saqueos populares que se produjeron en la ciudad. El meroso de su vida a una provincia de Chayanta. Se han levantado todos
movimiento concitó la adhesión de los grupos mestizos e intenté movili- s negros de las haciendas cercanas a la provincia de La Paz y los de
zar a campesinos e indígenas. Con todo, la estrategia estaba destinada al a, de suerte que se dice que la tragedia es de consideración, no se
fracaso, pues aterraba a las elites criollas andinas y tampoco tenía com- < 1be el número de heridos y muertos y castigos que ha habido, esto es lo
pleto éxito en generalizar un levantamiento indígena. El movimiento pa- 1e se dice. Los caudillos son 197. Están presos 137. De Charcas se dice
ceño quedó aislado frente a la movilización de las fuerzas represivas en- Je están fortificados resueltos a una de San Quintín. El Sr. de Nisto que
viadas desde Lima y Buenos Aires que lo aplastaron el 25 de octubre y : 3 halla en Jujuy esperando que lleguen tropas de Buenos Aires ha
desataron una feroz represión. En Chuquisaca, sin embargo, sólo hubo andado a Charcas unas proclamas exhortando a los de Charcas.
detenciones y embargos, a tono con el carácter moderado y elitista del arece que los mandarines y el Populacho han amenazado que de ningún
movimiento. Pero no todas las fuerzas rebeldes fueron derrotadas y algu- odo deberán recibir a Nieto, antes sostener y llevar a debido efecto sus
nas se refugiaron en las Yungas para siguieron combatiendo. oyectos. Parece que estan muy embravecidos resueltos a pelear. Se

E
=e de Lima que ha habido principio de revoltique, parece que algunos
iblaron contra la Real Junta y otros sujetos a una conspiración a cuyas
V ZEZ EZ Z TA Maticda ia ad sultas ha tomado aquel Gobieno las más serias providencias. Se dice
Fragmentos del diario de un soldado anónimo de Buenos Aires que 1e algunos de los comprendidos se habían desterrado a presidio y los
relata los sucesos altoperuanos >más quedaban presos formándotes las causas. Que según se dice el
6 de diciembre de 1809. “de La Paz se dice [...] se armó en aquella iamo irá subiendo de precio. Es notorio que toda esta América está en
ciudad entre la plebe que empezó a robar a las casas Pudientes y otros
ovimiento”. M7
desórdenes viendo esto los caudillos y mandarines. El principal lo era un
1al Arandaur, hombre acaudalado de La Paz, desconfó éste de sus lac sis imperial se manifestaba con toda intensidad en el Río de la
compañeros que lo era un tal Murillo, los alcaldes y otros, los mando
Plata - fines de 1809, aunque aquí el quicbre dei orden colonial había
prender y empezó a mandarlos ahorcar acusándoles de traidores a lo que come izado antes y tenía su propia dinámica. Ahora, ambas crisis, la lo-
ellos tenian tramado en sus designios y viendo que sus caudales se iban cal y 1 imperial, se entrelazaban y entre 1808 y 1809 llevaron a la for-
en humos. Estando mandado ahorcar a ios conjurados la Piebe mula :ón de los primeros intentos autonomistas y juntistas, Serían cx-
prendieron al tal Arandaur, lo arrastraron por las calles, le mandaron cortar
perie cias decisivas para el futuro inmediato, como también lo sería la
las orejas y lo colgaron de un palo. Amnose todo el Pueblo en peleas,
inten idad de los enfrentamientos y conflictos que se habían puesto de
matándose y robándose unos a otros con cuchillo en mano y demás
mani esto.

armas de fuego, pues tenían formados de 6 a 8 mil hombres como los

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