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EL PROBLEMA DE SU ARTICULACIÓN
POR MODIFICACIÓN DE LA LEY DE BASES.
LA CLAUSULA DE PREVALENCIA
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Revista Española de Derecho Constitucional
Año 11. Núm. 33. Septiembre-Diciembre 1991
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(1) IGNACIO DE OTTO, Estudios sobre derecho estatal y autonómico, Madrid, 1986,
pp. 43 y ss. En este brillante trabajo sobre la cláusula de prevalencia (publicado tam-
bién en REDC, núm. 2, 1981) parte DE OTTO de la no transposición automática de con-
ceptos propios del Estado federal a nuestro sistema y de una idea que a mí me parece
decisiva: la cláusula de prevalencia está íntimamente unida a la estructura de la juris-
dicción constitucional, operando en nuestro sistema como complemento de la concentra-
ción de la jurisdicción constitucional (p. 55). Más adelante, en la página 64, se describe
el sentido que, a mi juicio, debe tener la cláusula de prevalencia, si bien no sea éste
el criterio que sostiene DE OTTO. En concreto, en la citada página se afirma: «Cabe,
sin embargo, que se establezca una excepción distinguiendo entre la solución inmediata
del conflicto y su resolución definitiva. La prevalencia operaría como una presunción
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Coincido con los autores citados cuando sostienen que la cláusula de pre-
valencia no altera el reparto de competencias, sino que se sitúa dentro de él.
Desde esta perspectiva, la prevalencia actuaría cuando la regla de atribución
de competencias no ofrece solución. Y, por tanto, si admitimos que en nuestro
sistema jurídico no se dan supuestos de competencias normativas concurren-
tes, no es posible acudir a esta regla. Utilizar la cláusula de prevalencia su-
pondría alterar el sistema constitucional de distribución competencial y des-
trozarlo (3).
de validez del Derecho de la Federación, que se aplicaría siempre, presunción íuró tan-
tum susceptible de ser destruida o confirmada en el juicio definitivo. En ese uso, la cláu-
sula de prevalencia sirve para separar el juicio de aplicación del «juicio de validez»,
disponiendo que el primero se guíe por una presunción general de validez del Derecho
federal, sin entrar a examinar si tal validez se da o no. Tal función de la cláusula tiene
sentido a partir de la relativa concentración de la jurisdicción constitucional, que
impide que los órganos llamados a aplicar la ley puedan examinar la constitucionalidad
de ésta, o es en sí misma un factor de esa concentración. Por ello puede decirse que
la cláusula sustituye la jurisdicción constitucional y se hace inútil en la medida en que
el órgano de aplicación tenga facultades para operar a partir del juicio de validez.»
La línea argumental de DE OTTO para demostrar la singularidad del sistema espa-
ñol parte de la afirmación de la competencia general del legislador estatal, cuya norma
puede desplazarse pero no declararse inválida. Por tanto, si el conflicto ley estatal-
ley autonómica no puede resolverse en términos de validez-invalidez, se concluye que
no es aplicable a nuestro sistema la presunción de validez que implica la prevalencia
y el ulterior juicio de competencia reservado al órgano de justicia constitucional. En
este punto se centra mi discrepancia, pues sí cabe siempre un juicio posterior sobre la
validez de la ley estatal. En el supuesto de la ley de bases, es evidente que la compe-
tencia estatal está tasada materialmente, y el exceso en lo básico comporta la invalidez.
En otros supuestos, la ley estatal podrá declararse desplazada por el TC a instancia de
una CC. AA., resolviendo el conflicto a su favor. Por tanto, tiene sentido la prevalencia
como norma de conflicto dirigida a los operadores jurídicos, al tiempo que decae su
valor como norma de competencia en el juicio que lleva a cabo la justicia constitu-
cional.
(2) G. FERNÁNDEZ FARRERES: «Colisiones normativas y primacía del Derecho es-
tatal», en Estudios sobre la Constitución española. Homenaje al Prof. Eduardo García
de Enterría, I, coordinación a cargo de Sebastián Martín Retortillo, Madrid, 1991,
pp. 536 y ss. En este espléndido trabajo se afirma que, en nuestro sistema, salvo en el
caso de competencias en materia de cultura, no se dan verdaderos supuestos de compe-
tencias normativas concurrentes, por lo que tan sólo en aquel caso tiene sentido la
regla de la prevalencia. No hay concurrencia normativa, afirma y demuestra FERNÁNDEZ
FARRERES, ni en la relación normas básicas-normas de desarrollo ni en los casos de
entrecruzamiento de títulos competenciales resueltos por el criterio de título preva-
lente (p. 560).
(3) Esta es la ya conocida posición de Kelsen, recogida en la Constitución austríaca.
Como afirma MUÑOZ MACHADO, Derecho público de las Comunidades Autónomas, I,
Madrid, 1982, «la contundencia del argumento y la influencia del propio Kelsen con-
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garíamos a los operadores jurídicos una función que no les corresponde: de-
terminar qué ley es la adecuada a la Constitución desde la perspectiva com-
petencial.
Po relio, y de acuerdo con el criterio finalista que es el nervio de este
trabajo, debe darse a la regla de la prevalencia, tal y como ha sido formulada,
una interpretación que impida que el operador jurídico enjuicie las leyes des-
de la vertiente competencial.
En este sentido deben relativizarse, de acuerdo con la doctrina del Tribu-
nal Constitucional (5), las fórmulas estatutarias definiendo competencias ex-
clusivas. En el caso que nos ocupa (leyes de bases-ley de desarrollo), si el legis-
lador estatal ha afirmado formalmente el carácter básico de su ley, la misma
prevalecerá sobre una ley de desarrollo que ya no ha sido dictada en ejercicio
de una competencia exclusiva (en sentido pleno o absoluto). El operador jurí-
dico no puede cuestionar el carácter materialmente básico de lo que formal-
mente se ha declarado como tal y, por tanto, debe dar prevalencia a esta ley
sobre la dictada en ejercicio de una competencia concurrente. Como se ve,
y sobre ello volveremos, elemento decisivo en este razonamiento es el carácter
formal de la ley básica.
(5) Así, entre otras, STC 5/1982, de 8 de febrero, FJ 1.°, destacando el carácter
equívoco con el que se utiliza la expresión competencia exclusiva en la Constitución
y en los Estatutos de Autonomía.
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conflicto. Esta solución es, por un lado, disfuncional, pues obliga a acudir al
Tribunal Constitucional para resolver el conflicto sobre la norma aplicable,
con lo que se retrasa la resolución de la cuestión planteada ante el juez ordi-
nario. Pero el recurso a la cuestión de inconstitucionalidad plantea otros pro-
blemas. ¿Qué ley es la que se lleva ante el Tribunal Constitucional? Si lo que
trata de buscarse es una fórmula para determinar la norma aplicable, deberían
llevarse las dos, y si realmente se quiere plantear la cuestión de inconstitu-
cionalidad, el juez ya habrá decidido qué norma aplica, por lo que no necesita
plantear tal cuestión.
Expuesto el problema en estos términos, cobra todo su sentido la regla de
la prevalencia, la cual, actuando como criterio para seleccionar la norma apli-
cable (no la regla válida), ofrece al juez un mecanismo jurídico para resolver,
sin tener que interpretar previamente el contenido de la norma legal desde
una perspectiva competencial, qué ley aplica.
Este y no otro es el valor de la prevalencia en relación a los jueces y tri-
bunales, pero es ya un valor importante. El ordenamiento ofrece una regla
para funcionar como sistema coherente, evitando que el juez ordinario tenga
que acudir al Tribunal Constitucional (12). El juez sabe qué regla debe
aplicar.
Ahora bien: la prevalencia no excluye radicalmente la posibilidad de plan-
tear la cuestión de inconstitucionalidad, si bien ahora aparece como posibili-
dad y no como deber, y en todo caso en relación a la ley básica estatal, que
es la aplicable, según el ordenamiento jurídico. Es decir, la prevalencia dice
al juez qué norma debe aplicar, y si éste tiene dudas sobre la constituciona-
lidad de la misma podrá plantear la cuestión (13). La regla de prevalencia
resuelve la antinomia y, en su caso, el Tribunal Constitucional resolverá la
validez de la norma.
(12) Como ha señalado GÓMEZ FERRER, op. últ. cit., p. 71, el Tribunal Supremo ya
ha adoptado este criterio en diversas sentencias.
(13) Podría llegarse incluso a cuestionar la posibilidad de plantear en estos casos la
cuestión de inconstitucionalidad, limitando su uso a los casos en los que la ley contenga
una violación del contenido material de la Constitución, pero impidiendo su plantea-
miento por cuestiones competenciales. En estos casos se reduciría la impugnación a
los sujetos legitimados cuyas competencias se ven afectadas, pero se negaría al juez la
posibilidad de abrir un proceso ante el Tribunal Constitucional cuando los directamente
interesados no lo hicieron y plantear en dicho proceso una cuestión exclusivamente
competencial.
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«por eso, respecto del juez ordinario, tiene sentido la exigencia de que el legislador
formalice su entendimiento de lo que es básico; una exigencia que, a mi juicio, no
tiene sentido respecto del juez constitucional, cuya decisión consiste precisamente en
Ileyar a cabo esta formalización».
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Coincido aquí con Navarro Munuera (15), quien afirma que la técnica suspen-
siva constitucional posee una doble naturaleza: tutela inicial y posterior cau-
tela procesal. Es decir, la aplicación automática de la suspensión a favor del
Estado parte de un contenido tutelar, dando presunción de validez a la norma
estatal, al igual que lo hace el art. 149.3, cuando el conflicto no es constitu-
cional. Pero formalizado el conflicto y planteado el incidente de suspensión,
el Tribunal Constitucional debe resolver dicho incidente atendiendo ya a la
presunción de validez de la norma, sin que deba decantarse automáticamente
por la prevalencia del interés del Estado. Además, debería también romperse
la inercia a no plantear el levantamiento de la suspensión hasta transcurridos
cinco meses de la impugnación de la ley autonómica. El Tribunal puede, y
debe, levantar la suspensión en el mismo momento que considere no justifica-
do su mantenimiento, ya que el plazo de cinco meses es máximo y no mínimo.
En este caso hay dos leyes en conflicto, dos voluntades populares, y la medida
suspensiva debe resolver cuál de ellas, incidentalmente, prevalece (16). La
regla suspensiva debería, pues, situarse en el lugar que le corresponde, lo que
implica replantear en la práctica los criterios y las reglas procedimentales
para su adopción (17).
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aprobación de una nueva ley de bases, en la medida que impone a otro legis-
lador una actuación positiva. Problema que no debe llevar de forma casi
automática a un cruce de conflictos jurisdiccionales, que podrían plantear-
se sólo de forma preventiva, desconfiando de la actuación del otro legisla-
dor. No debe olvidarse que si no se dicta la ley de desarrollo conforme con
la nueva ley de bases puede deberse a problemas de mera tramitación, por lo
que parece más lógico mantener durante un tiempo prudencial la validez de
la ley autonómica. Sólo transcurrido el plazo sin la modificación de la ley
autonómica se justificará que cese la aplicación de dicha ley, ya sea en pri-
mera instancia, por la aplicación de la regla de prevalencia o por su decla-
ración de inconstitucionalidad.
Con este fin puede ser útil recoger las previsiones del constitucionalismo
austríaco, mucho más próximo en este tema a nuestro sistema constitucional.
De acuerdo con el artículo 15 de la Constitución austríaca, la Ley Federal de
Principios debe dar un plazo para que los Estados miembros de la Federación
dicten las correspondientes normas de desarrollo. El incumplimiento del plazo
por los Lander lleva aparejada la transferencia provisional de la competencia
para dictar la ley de desarrollo al Bund hasta que el Latid actúe.
De este modo, al aprobarse la ley de bases, la ley de desarrollo previa
y contradictoria mantendría su validez hasta tanto transcurriera el plazo dado
para adecuar su contenido a la nueva ley de bases. Transcurrido el plazo,
constatada la falta de voluntad del legislador autonómico de adecuar su legis-
lación, y una vez hubiera podido aplicarse el mecanismo corrector de la ley
estatal, ya nada se opondría a la prevalencia de la ley estatal, aunque si esta
última se hubiera impugnado el TC mantendría la última palabra acerca de
su validez. En todo caso, este sistema evita que la ley autonómica quede des-
plazada de modo inmediato por la nueva ley básica y evita asimismo que el
Estado se vea forzado a impugnarla. La antinomia no surgirá hasta que trans-
curra el plazo para su adecuación.
Otro tema que la norma constitucional austríaca resuelve es el relativo
a la falta de legislación de desarrollo. No sólo debe resolverse el problema de
la norma aplicable en caso de dos leyes contradictorias en un mismo ámbito,
sino también el relativo a la falta de ley de desarrollo. Pues bien: en este caso,
el artículo 15 de la Constitución austríaca reconoce la competencia del Estado
federal para dictar la ley de desarrollo, que será desplazada tan pronto la ley
autonómica ocupe su espacio. De hecho, se recurre de este modo a la cláusula
general de supletoriedad. La ley estatal básica se impone en su ámbito de
modo definitivo, y la ley estatal pasa a ocupar, como norma supletoria, el
ámbito de la ley de desarrollo. Pero todo ello una vez se constata la inacti-
vidad del legislador autonómico.
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