Caso Crepes Ajustado GP
Caso Crepes Ajustado GP
Caso Crepes Ajustado GP
Es imposible pensar que dentro del grupo de las 100 empresas más exitosas
del sector gastronómico y de la hospitalidad no se incluya a la firma Crepes &
Waffles. Esta cadena de restaurantes de origen bogotano ha logrado contar
con una presencia destacada en las ciudades principales del país y, sin duda,
marcará una huella imborrable en los jóvenes, adolescentes y familias que han
vivido el crecimiento de esta compañía en la última década.
En la actualidad, Crepes & Waffles cuenta con 66 puntos de venta, contado los
que están ubicados en el país y en el exterior. Al respecto, la compañía
maneja 52 establecimientos en Colombia y 14 franquicias en países como
Ecuador, Venezuela, Perú, Panamá, México y España. De la cadena, se dice que no arriba a una
ciudad en la que no pueda abrir por lo menos tres sucursales, y que no maneja franquicias en el
país sino sólo en el exterior.
De acuerdo con las estadísticas de la Superintendencia de Sociedades, Crepes & Waffles S.A.
reportó un total de ventas de $96.226 millones en 2007, registrando un índice de crecimiento
equivalente al 25,21% con respecto al año anterior. Pero lo que más se destaca en el informe
financiero de esta cadena de restaurantes es su posición en cuanto a las utilidades.
Según la entidad de vigilancia societaria, las utilidades netas de esta compañía alcanzaron los
$5.455 millones en 2007, cifra que la sitúa como la empresa más rentable del sector gastronómico.
En este sentido, I.R.C.C. de Colombia apenas reporta utilidades por $2.722 millones, mientras
Sodexho Colombia sólo alcanza los $1.532 millones.
Como empresa, Crepes & Waffles arrancó en el año de 1980 cuando abrió su primer punto de
venta en la Carrera 11 con Calle 85 de la ciudad de Bogotá. Desde entonces se ha posicionado
como un restaurante con un menú y un ambiente joven e informal. “El secreto de Crepes está en
que ha sabido llevarle a los estratos tres y cuatro ingredientes de lujo como la rúgula u otros que
no habían probado antes, inventado un nuevo negocio”, explica Diego Parra, Director de la
empresa Katharsis, líder en consultoría de innovación.
Y quizá ese sea el éxito de ésta empresa: apostarle a un público por el que nadie se la había
jugado antes. No obstante, dicha compañía no tuvo la disposición para hablarle a LA BARRA sobre
su modelo de negocios. Sin embargo, no por eso nuestra publicación va a dejar de destacar la
labor, en términos de negocios, con la que ha cumplido esta compañía hasta ahora.
Tomado de la Revista Fucsia (Junio 9 de 2007) Para que vean que nada es imposible y que
en Colombia lo que sobra es talento...
Cuando era una estudiante, su novio Lalo, llamado realmente Eduardo Macía, le propuso que
crearan un negocio. Estaban muy enamorados y ella de inmediato le dijo que sí, aunque no tenían
ni un peso ni la menor idea de lo que iban a vender. Su aspiración parecía no tener futuro, mucho
menos cuando el padre de Beatriz, seguro mecenas del proyecto, se fue a la quiebra. Sin
embargo, no perdieron el empeño y la plata finalmente apareció. El señor Fernández le entregó a
su hija lo que le quedó de su renombrada importadora de manjares y licores, para que lo vendiera
e iniciara su propio proyecto, ahora que había perdido la empresa que soñó heredarle, de no ser
por la desgracia. Días antes, los entusiastas alumnos de Administración de Empresas del Cesa, en
Bogotá, habían descubierto otro gusto en común, las crêpes, finas tortillas a base de harina de
trigo, leche y huevo, de la mejor tradición culinaria europea. Lalo las había probado en Suiza y ella
en Montreal, Canadá. A ambos les fascinaba la variedad de posibilidades y tenían sus favoritas. Al
momento de escoger a qué se dedicarían, la decisión no fue difícil. ¿Por qué no ofrecer ese plato
que tanto les había encantado a los dos? ¿Por qué no transmitir esas sensaciones con aquella
especialidad que ya hacía parte de su historia de amor?
Surgió entonces un nuevo inconveniente. Ninguno de los dos sabía de comida francesa o, al
menos, de ollas o fogones. ¿Quién iba a cocinar? No podían contratar a un chef. Asunto arreglado:
ellos mismos lo harían. En los días siguientes, investigaron sobre el tema y tuvieron las primeras
recetas con la ayuda de la madre de Lalo, quien además prestó su cocina para que las prepararan.
Beatriz se dedicó por completo a crear y adornar con sus propias manos los platos, con
ingredientes y detalles que hasta ese momento sólo se ofrecían en costosos restaurantes. Se
empeñó mucho en los postres a base de helado y en las salsas dulces, la otra especialidad del
menú, los waffles, son una tortilla a base de los mismos ingredientes de la crêpe, pero más gruesa.
Lalo, por su parte, asumió el tema de los números y supo ajustar un exiguo presupuesto. Para
cuando se dieron cuenta, ya tenían el local. Era muy rústico, recuerda Beatriz, y quedaba en la
carrera 11 con 85, en el barrio El Nogal. Dos osos de felpa conformaban la decoración. Los platos
eran desechables y las cartas, de madera pirograbada, una técnica artesanal muy en boga por
aquellos 80.
El primer día se llenó. A las seis de la tarde, antes de lo pensado, todo se agotó. El lugar cobró
fama, gracias a la cual el Cesa les dio el grado a sus jóvenes dueños cuando ya se habían casado
y sin tener que escribir una tesis que estaba demostrada por sí sola. "Lo que hubo fue mucho
empuje, pasión, amor, ganas de hacer las cosas", dice Beatriz, 27 años después del arranque.
Se volvió chic en Bogotá ir en familia o con los amigos a celebrar con las crêpes y helados de este
lugar que los ofrecía a precios cómodos en presentaciones llamativas. Pese al éxito, Beatriz no
estaba conforme con los waffles. Le parecían un desastre y lo confirmó el día en que una clienta se
lo dijo, en un marcado acento bogotano: "Mi chinita, tu masa de waffles es espantosa". A la hora
después del comentario, la espontánea señora fue a su casa y volvió con los resultados de su
receta original, cuyas instrucciones dejó escritas en un papel. La preparación era más suave,
esponjosa y agradable a la vista.
Beatriz y Lalo le hicieron caso, se apuntaron un nuevo hit y su benefactora nunca volvió a
aparecer. Beatriz pensó que se trataba de un ángel, o que era Dios. Catorce años más tarde, una
señora la abordó en el Crêpes & Waffles del World Trade Center de Bogotá. Al principio no la
reconoció, pero cuando supo que era la autora de sus consagrados waffles, le dio un fuerte abrazo
y le preguntó: "¿Eres Dios?". La señora le reveló su verdadera identidad, Manuelita Durana de
Gómez, una heredera de las familias patricias de esa Bogotá impactada en su momento por los
lujos y menús de Suiza, Francia e Inglaterra. Le contó a Beatriz que había seguido de cerca su
éxito, del cual se alegraba mucho. Hubo quienes insinuaron que tenía derecho a una retribución,
pero Manuelita se negó, y hoy es una amiga venerable para la pareja.
Crêpes & Waffles vio venir tiempos mejores. Al local de El Nogal se le sumaron restaurantes en
toda la ciudad. Después, abrió en Cartagena, Medellín, Cali, Barranquilla y otras ciudades del país.
Hoy, está presente en Panamá, Ecuador, México, Venezuela, Perú y España con sus salsas de
espárragos, champiñones, camarones y estragón y el waffle especial con helado y crema y más de
cuatro salsas para escoger: fresa, mora, durazno y arequipe. La carta abarca a estas horas
sabores de todos los continentes. Desde ensalada marroquí y crepe serrano hasta sopa
Covarachia, al lado de sabores colombianos.
La mujer que le ha puesto su empeño a tan buenos resultados, es uno de esos seres que viven
con el corazón henchido. Ríe, conversa fluidamente y el tono de su voz posee el dejo de quien
desea hacerse sentir. Todas las mañanas, un poco antes del mediodía, se comunica por teléfono,
desde dónde quiera que esté, con sus 2.300 empleados, conformados en 99 por ciento por
mujeres. De ellas, Beatriz sabe que han enfrentado duras experiencias. Sin embargo, el suyo no es
el discurso común, sino el del gozo y la liberación: "Me gusta que la gente sienta lo bueno, lo malo,
lo lindo; ¡ay!, lo que nos alegra, lo que nos hace soñar, vivir. Mis mensajes van dedicados a formar
el corazón, a entrenarnos en las leyes del amor, porque a todos se nos olvidó que lo más rico, lo
más lindo, lo que a todos nos hace falta, lo que todos necesitamos en la vida, es más amor".
No es nada raro que a veces estos comentarios cotidianos sean expresados por ella en canciones,
incluso si se trata de un llamado de atención. En efecto, en la sesión de fotos para la portada de
FUCSIA, hizo una muy buena improvisación a partir de La chica de Ipanema, la famosa melodía
brasileña. Cantar le gusta tanto, que hasta toma clases de interpretación vocal. No es que vaya a
grabar un disco. "Lo hago para disfrutar", dice.
El viernes pasado dimos inicio a nuestra serie de conferencias mensuales con los mejores
empresarios de Colombia. Estos encuentros, a los que invitamos a suscriptores de nuestro diario,
los hemos denominado LECCIONES EMPRESARIALES porque allí se aprenden muy buenas ideas
para triunfar en el mundo de los negocios. Nuestro primer empresario expositor fue Eduardo
Macía, el cofundador (con su esposa Beatriz Fernández) de una empresa muy querida por todos
los colombianos Crepes & Waffles. Esta compañía tiene casi medio centenar de locales dentro y
fuera del país, generando empleo a más de dos mil personas principalmente mujeres cabeza de
familia.
A continuación presentamos los conceptos de Eduardo y Beatriz que más nos llamaron la atención.
En éstas ideas se nota con claridad que la principal razón de su éxito es que más allá de ser
notables emprendedores, son seres humanos excepcionales, con una gran sensibilidad social y un
profundo amor por Colombia.