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Bastante
Este documento presenta dos proyectos de ley originales presentados por senadores peruanos. El primer proyecto, presentado por el senador Faura, proponía sancionar a los provincianos que migraran a Lima para combatir la superpoblación. El segundo proyecto, presentado por el senador Noriega Calmet, sugería que la policía investigue con sables en mano si el humo de cigarrillos de los fumadores proviene de contrabando y si los cigarrillos son nacionales o extranjeros. Ambos proyectos gener
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Así no se pierde
La gente de nuestro Departamento, donde se tejen sombreros de toda paja, siempre ha
tenido preferencia para lucir este indumento, porque cada uno sabía lo que llevaba puesto. Con el sin sombrerismo, ha desaparecido en parte ese alegato que campechanamente ostentaban los viejos agricultores, que eran guapos de verdad, y los niños bien de la ciudad que pretendían hacerse sucesores de esa tradición. Ahora, sólo de cuando en vez se ve lucir con garbo y orgullo un bien planchado sombrero de palma, un alón de esos que se desplaza sin arrumacos como para aguantar sol y detener las bravatas del viento. El personaje más auténtico y que en el Parque Principal se luce con el sombrero es don Juan Pancho Barreto. De vez en cuando pasa saludando y luciendo su sombrero don Genaro Barragán Muro, así como lo hacen Lucho Cabrera y José de la Torre Ugarte, con menos asiduidad que el negro Miguel Laca, Antonio Delgado Gayoso, Héctor Aurich y algún otro más que los usan de “indiveras” como dicen en la chacra. En cambio Germán Cúneo Leguía usa uno muy elegante de diablo fuerte. Cortez Block es un sombrerista de ala corta y alto tono en la forma. Y de vez en cuando vemos asomar con bien trabajados sombreros en el campo a César Miranda Sousa, Ernesto Luthy, su papi Augusto Doig Paredes y a mi ahijado Humberto Fernandini, que lo usaba para hacerle faenas al cocinero y también para espantar las moscas de curiosos que llegaban a Yéncala. Y que el martes 10 lo veremos usar en la segunda cita marciana del año. Hay otros estilos, como los que usa don Gustavo Aspíllaga y el que lucía siempre el ingeniero Clarock. Formas exclusivas de Cayaltí, donde los sombreros son de ala corta para usarlo con caballos de término de cola larga. Pero ninguno como el de Pancho Cabrera, el mismo que ha puesto en debate marciano. Es un sombrero Panamá, de esos o iguales a los que usan los millonarios norteamericanos, que maldita la cosa si saben algo de sombreros. Cuando el presidente de los marcianos lo lleva y lo trae de la quinta al lado de los Aizcorbe, es algo que en examen de fin de año podría salir sobresaliente. Y cuando se lo encaja, no hay nadie quien lo desencaje. No se lo quita dentro del carro en que viaja, ni en la calle, ni en el club, ni en su oficina y por último ni en las consultas gratis que le hacen los amigos. Cuando le preguntamos, si el sombrero lo lleva pegado a la cabeza con gomina, cuando menos, ya que no creemos que use cola de carpintero, nos contestó sonriendo: —Es que, si lo desubico de donde está, corre el peligro de que lo deje olvidado, por falta de costumbre, y más seguro es que lo lleve puesto, así no se pierde... 23 Diario La Industria, Chiclayo (Perú), 5 de abril de 1968
Dos proyectos macanudos
No ha pasado mucho tiempo, pero ha corrido bastante agua de olvido en la memoria de los peruanos, de ese original proyecto que presentara el senador Faura, que lo era en esa época como representante por Junín. Se trataba del problema de la superpoblación de Lima, como terreno de conquista de los provincianos que de todos los lugares del Perú afluían y siguen haciéndolo hasta el presente, creando complicaciones de todo orden en la marcha normal de la Capital de la República. Fue cuando se le ocurrió al señor Faura presentar su proyecto, inventando sanciones para los provincianos que cayeran a Lima, y prohibiendo en toda regla de generalidad y rigor de la ley, semejante paracaidismo. En resumen: Lima para los limeños, adoptado por un provinciano precisamente. El asunto fue muy comentado y tomado en broma tanto en el Senado como en la calle y en los diarios que se hicieron eco de semejante ocurrencia parlamentaria. Han pasado muchas legislaturas y se viene de lleno y con todas las campanillas del escándalo, eso de los contrabandos que ha descubierto la PIP. Y antes de que lo ganen en oportunidad y originalidad, el senador Noriega Calmet presenta un proyecto que fue como banderillas de fuego. Lo que provocó algunas sonrisas de sus colegas en el Senado, mientras que los periódicos hicieron flecos las banderillas con que adornó su faena el senador. Lo que pedía no era nada del otro mundo, pero si traía un mundo de novedad intransferible e irrealizable, precisamente por esa novedad. En el proyecto el senador Noriega Calmet pretendió darle un nuevo trabajito a la policía, con aquello de que se presente con sable en mano ante todo fumador, para averiguar si el humo que lanzaba al aire era producto del contrabando, si los cigarrillos que llevaba en el bolsillo eran extranjeros o nacionales y si los había vendido, muy calladamente alguna azafata o su vecina, que se dedica a eso de vender cosas traídas