Primer Parcial de Arte Argentino
Primer Parcial de Arte Argentino
Primer Parcial de Arte Argentino
¿Cuáles son las posiciones estéticas más visibles en el campo artístico de Buenos
Aires en la década del veinte?
En los años veinte nos encontramos con cuestiones como la autonomía del arte: la
vanguardia ideológica versus la vanguardia formalista, el arte nacional versus las
propuestas extranjeras. El salón anual, es uno de los escenarios propicios en donde se
puede observar las diferentes posiciones en tensión que alberga el campo artístico de
Buenos Aires. Las posiciones estéticas refractarias se enfrentan cada año con el avance
de nuevas propuestas.
En una primera etapa nos encontramos con Martin Fierro, un grupo de artistas,
escritores e intelectuales nucleados al periódico quincenal llamado del mismo modo que
representa la renovación cultural, que propone una vanguardia que da pruebas de una
clara conciencia histórica, comprometida con su tiempo: el siglo XX y sus conquistas.
Conciencia de ser parte de una generación que se impone “frente” al pasado
discutiéndolo, siendo crítica con él, pero sin descartarlo totalmente. La “nueva
generación” rescata del pasado aquellos valores que pueden ser recuperados desde una
nueva mirada, desde la “nueva sensibilidad”. Consciencia del siglo, implicada en las
utopías de progreso que los compromete con el futuro, con un proyecto histórico
abierto, que los dispone a transformar el mundo. Sostuvieron una actitud crítica frente a
lo instituido y al mercado del arte fijando los nuevos valores estéticos.
Por otro lado, en la segunda mitad de los años veinte cobran importancia los Artistas
Del Pueblo, un grupo conformado por artistas de clase trabajadora, indefectiblemente
formados de manera autodidacta por motivo de sus orígenes. Ellos son; José Arato,
Guillermo Hebequer, Adolfo Bellocq, Abraham Vigo y Agustin Riganelli.
Son enemigos de las doctrinas y las teorías y a diferencias de los artistas de vanguardia
no se preocupan por el lenguaje plástico. Revalorizan la artesanal y las artes populares
como la decoración, la ilustración y la caricatura. Es por ello que sus grabados
combinados con caricaturas se vean plasmados en revistas y periódicos de izquierda y
también en libros de ediciones económicas.
Estos artistas no solo luchan contra la vanguardia sino también contra la Academia y es
por eso que se mueven y exponen por otros circuitos. Rechazando así la reivindicación
de la vanguardia del artista autónomo. Ellos creen que el pintor cumple una función
social y que la pintura es solo un medio como disciplina del saber.
Sin embargo, la producción en estos años fue prolífica. Se posicionan así dos
tendencias: lo académico/tradicionalista caracterizada por el naturalismo e
impresionismo sostenidos por la Academia y los Salones Nacionales y la otra tendencia
la de una renovación artística ligada al vanguardismo. Esta tendencia es la que busca
fisurar el discurso plástico instituido introduciéndose desde diferentes puntos. Dentro de
esta vertiente se encuentran producciones vinculadas con intenciones estético- políticas
que busca lugares alternativos de exposición.
Nuestra modernidad periférica fue intensa en los años veinte. Su impacto fue asimilado
de manera diferencial, registrándose la conveniencia conflictiva de la obra cuyo texto
plástico mantenía elementos residuales junto a otras que evidenciaban un cambio de
lenguaje y exhibían distintos grados de renovación.
Alfredo Guido se preocupaba por cuestiones americanistas desde las artes plásticas y la
arquitectura. En 1924 colabora con LA Revista El Circulo en el diseño de la tapa
manteniendo una temática andina con influencias simbolistas y del art Nouveau. Un
universo modernista con climas espiritualistas y enigmáticos, con un carácter
geométrico e inspiración indígena. La relación de la arqueología y el arte a comienzo
del siglo XX tuvo que ver con la producción artística de esos años. Trabajo en
ilustración, artes decorativas, la gráfica y dirección de revistas culturales. En su
producción puede verse: retratos, paisajes, aguafuertes con motivos de altiplano,
murales, etc.
Luis Ouvard desde temprana edad realizaba copia de láminas de autores clásicos con
carbón. Luego se formó con Eugenio Fornells en el Ateneo Popular donde asistían
jóvenes de escasos recursos. Él junto a su hermano trabajaban en el oficio de imaginero.
Participaban del Café Social y se movían en los centros más significativos de esa
comunidad de artistas. Principalmente se dedicó a la representación de figura humana
pero también en paseos con Musto realizó pequeñas notas de paisajes y esbozos rápidos.
La realización de paisajes fue lo primero que envió a los salones luego de concluir su
formación.
Durante el transcurso de los ‘20 realiza figuras que emergen de la penumbra o fondos de
texturas decorativas. Hacia los treinta recurre a formas abiertas, planos definidos, el
color atmosférico, referencias urbanas, figuras de mujeres que parecen inanimadas en
espacios austeros y geométricos. En esta etapa parece haber una gran influencia de la
obra de Cézanne. En 1925 obtiene una beca para realizar estudios en Europa, pero por
más esfuerzo que hizo su familia no puedo concretarse.
Ya para los ‘40 empieza muestra una nueva configuración dedicada a una serie de
pinturas de naturaleza muerta donde busca una síntesis visual de las formas. También
realiza paisajes de llanuras despojados encontrando un sentido metafísico afín a artistas
italianos por los cuales él se interesaba. Para mediados de los ‘50 su obra vuelve a dar
un giro, generando aun mayor grado de síntesis y de abstracción, próximo al
concretísimo y la abstracción lírica al igual que los artistas del Grupo Litoral.
Julio Vanzo se desempeñó desde temprana edad de manera autodidacta como ilustrador
de diarios y revistas mientras que paralelamente comenzaba sus primeras experiencias
plásticas. Su producción fue muy prolífica y variada y demostró siempre interés por las
vanguardias. Su carrera dio un gran salto al ser contratado como secretario del Museo
Municipal de Bellas Artes acompañando a la gestión de Hernández Larguía.
El desnudo femenino fue su tema favorito para representar, pero también abordo
temáticas de orden social, se vio influenciado por la síntesis cubista y llevo a cabo un
trabajo arduo sobre cromatismo. Algunos de sus grabados guardan cierta relación con la
metafísica italiana y en trabajos sobre burdeles podemos ver la huella del
expresionismo. También realizo una serie de dibujos que reflejaban escenas urbanas
realizados con formas sintéticas y contrastes extremos con una resolución plástica
construida por tramas cerradas, planos irregulares, semejantes a un grabado hueco.
Durante los ‘50 Vanzo realizo retratos, naturalezas muertas con flores, composiciones
sobre la magia, jugadores de fútbol, músicos, caballos y gallos, bailarines de tango, etc.
Con estos trabajos marca el paso de los ’40, caracterizados por imagen estructurada a
los ‘60 con una pincelada informal. De composiciones poscubistas a manchas de color y
líneas moviéndose en forma autónoma. Estas últimas obras son realizadas casi en escala
mural.