Cuadernillo 2do Año 2023 PDF
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LA COMUNICACIÓN
El término comunicación procede del latín communicare que significa “hacer a otro partícipe de lo que uno
tiene”. La comunicación es la actividad por medio de la cual se transmite y recibe una información. Todo
ser humano y animal tiene la capacidad de comunicarse con los demás.
Para que un proceso de comunicación se lleve a cabo, es indispensable la presencia de seis elementos: que
exista un emisor; es decir, alguien que transmita la información; un receptor, alguien a quien vaya dirigida la
información y que la reciba; un contacto por medio de un canal de comunicación, que puede ser muy variado: el
aire por el que circulan la sondas sonoras, el papel que sirve de soporte a la comunicación escrita, la voz, etc.
Asimismo, que exista una información o mensaje a transmitir; un código o sistema de signos común al
receptor y al emisor, donde el mensaje va cifrado, los signos pueden ser no lingüísticos (símbolos, señales e iconos)
y lingüísticos (escrituras, sonidos, concepto asociado, sentido, etc.); y por último, que el mensaje tenga
un referente o realidad, al cual alude mediante el código.
Condicionantes de la comunicación
Además del idiolecto de cada hablante y de la necesidad de usar un registro adecuado, en una situación
comunicativa intervienen otros factores que influyen en ella de manera decisiva. Estos factores se llaman
condicionantes de la comunicación, y son los siguientes:
1. Las circunstancias: para que la comunicación sea óptima, cada mensaje debe emitirse en un momento y
lugar adecuados. Por ejemplo, no puede decirse un chiste en una situación seria o grave.
3. Competencia lingüística: es el conocimiento que emisor y receptor tienen del código que utilizan. Si, por
ejemplo, un hablante argentino quiere comunicarse con un hablante ruso y ninguno conoce la lengua del
otro, la comunicación no podrá llevarse a cabo porque ninguno tiene la competencia lingüística necesaria
para hacerlo.
4. Competencia paralingüística: se llama así al conocimiento y el uso apropiado de los gestos y movimientos
corporales del emisor cuando emite su mensaje.
5. Competencia ideológica y cultural: cada vez que se produce una situación comunicativa se ponen en
juego una serie de conocimientos acerca de hechos sociales, culturales, históricos, etc., sin los cuales no
podría comprenderse el mensaje. Así, si un hablante argentino se refiere a la Revolución de Mayo frente
a un extranjero, tendrá que explicar detalles de ese tema histórico que el extranjero desconoce.
El registro
El código lingüístico que se emplea en una situación comunicativa varía de acuerdo con algunos factores que
intervienen en ella. Uno de los factores es el grado de confianza que existe entre el emisor y el receptor del
mensaje. Si hay una mayor confianza, se usa un registro informal. En estos casos, los hablantes usan el tuteo o el
voseo y a veces sobrenombres cariñosos. Si la confianza es escasa o inexistente, se utiliza un registro formal (por
ejemplo, los hablantes se tratan de "usted").
Otra variación de registro se produce según el canal por el cual se transmite el mensaje. Entonces hay un registro
oral y otro escrito. Por ejemplo, en el registro escrito se utilizan formas especiales como "De mi consideración",
que no se emplean en la oralidad.
Las variaciones de registrono son las únicas que se producen en una situación comunicativa. También hay
variaciones de lenguaje que dependen de las características de cada hablante. Estas variaciones se llaman lectos
y se deben a que cada persona utiliza la lengua de un modo particular, de acuerdo con ciertas características o
rasgos derivados de la edad, las actividades que realiza y la situación sociocultural en la que se encuentra.
El lecto de un hablante determinado se llama idiolecto y está formado por:
• el dialecto, la variación del lenguaje relacionada con el lugar de origen o de residencia del hablante. Por
medio de la entonación, el vocabulario y la pronunciación puede saberse de qué región geográfica
proviene el hablante (por ejemplo, si una persona proviene de Córdoba, en otras provincias del país se
reconoce su dialecto por el típico "cantito"). Dentro del dialecto regional, puede identificarse el dialecto
regional rural (el hablante emplea expresiones típicas del campo) o el dialecto regional urbano (usa
expresiones de la ciudad);
• el sociolecto, la variación del lenguaje relacionada con el nivel de educación. El sociolecto puede ser no
escolarizado (el hablante no tiene un manejo cuidado de la lengua), escolarizado (el hablante tiene un
adecuado manejo del lenguaje) y profesional (el hablante maneja términos relativos a una profesión, por
ejemplo, la medicina);
• el cronolecto, la variación del lenguaje relacionada con la edad del hablante. El cronolecto puede ser
infantil, adolescente o adulto.
FUNCIONES DEL LENGUAJE
Cada vez que se usa el lenguaje, se emite un mensaje con un fin o propósito determinado: pedir o dar información,
influir sobre el receptor, expresar sentimientos, contar una historia interesante, etc. Por lo tanto, el lenguaje cumple
distintas funciones. En un mensaje, puede cumplir más de una, por eso siempre se habla del predominio de tal o cual
función sobre las otras que pudieran aparecer.
Cada una de las funciones del lenguaje depende de una determinada intención del emisor y, según la función que
predomine, se resalta un determinado elemento de la situación comunicativa.
1. Función referencial o informativa: esta función se cumple cuando la intención del emisor es transmitir
información. En este caso, el elemento resaltado de la comunicación es el referente, es decir, el tema del que trata el
mensaje. Por ejemplo, si un vecino le informa a otro: "La familia Martínez salió de vacaciones esta mañana".
2. Función apelativa: se cumple cuando la intención del emisor es influir sobre el receptor. Aquí, se resalta el
receptor, porque se le pide o se le sugiere que haga algo. El caso más claro en el cual aperece esta función es el del
lenguaje publicitario. Por ejemplo: "Múdese ya con nuestros créditos"
3. Función expresiva o emotiva: en este caso, la intención del emisor es expresar un sentimiento o emoción; por lo
tanto, el elemento que se destaca es el emisor mismo, ya que habla sobre él, sobre lo que le sucede. Por ejemplo: "Qué
feliz estoy!" o "Me duele la cabeza"
4. Función fática: se cumple cuando los hablantes quieren verificar que el canal por el cual se comunican funciona
bien. En este caso, se resalta el canal, que es el elemento que se está probando. En general, para hacerlo, se suele
preguntar: "¿Me escucha?' o repetir: "Hola, hola...".
5. Función metalingüística: se cumple cuando la intención del emisor es hablar sobre el código, es decir, sobre el
lenguaje mismo, sobre las palabras que lo forman. Entonces, el elemento resaltado es el código. Por ejemplo: "El
femenino de poeta es poetisa".
6. Función poética: en este caso, la intención del emisor es producir ciertos sentimientos o emociones por medio de
su mensaje. Así, lo que se resalta es el mensaje mismo. Esto ocurre en los textos literarios, especialmente en la poesía,
ya que se usa el lenguaje de una manera particular, distinta del uso corriente. Por ejemplo: "Me duele este silencio" es
una frase poética.
ACTIVIDADES
a)
b)
c)
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• Es el conocimiento del código utilizado para comunicarse. Cuanto mayor sea el conocimiento del código,
más eficaz será la comunicación.
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• Es el lugar y el momento en que se produce la situación comunicativa; también, son los factores
condicionantes de la comunicación.
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3. Complete el siguiente cuadro
b) ¿Qué elemento del circuito de la comunicación falla? Explica con tus palabras y ejemplifica.
c) Piensa y luego transcribe una situación donde falle uno de los elementos del circuito de la comunicación.
6. El siguiente texto está basado en el artículo «Vuelta de Obligado: reivindicación de una epopeya nacional
olvidada», de Pacho O’Donnell. Corregir las palabras que fueron cambiadas para que se adecue a un registro
formal.
Bueno, corría 1845. Las dos más grandes potencias económicas, políticas y bélicas de la época, Gran Bretaña y los
franchutes, se amucharon para atacar a la Argentina, entonces bajo el mando del gobernador de Buenos Aires, don
Juan Manuel de Rosas. El pretexto fue una causa «humanitaria»: finiquitar el gobierno supuestamente tiránico de
Rosas, que los desafiaba poniendo trabas al libre comercio con medidas aduaneras que protegían a los productos
nacionales, y fundando un Banco Nacional que escapaba al dominio de la guita extranjera. […]
Lucio N. Mansilla agarró y se puso valientemente al frente de sus tropas para rechazar el desembarco de los enemigos
y resultó gravemente herido.
Hubo valientes minitas de San Pedro y de San Nicolás que se la bancaron a la par de los chabones y que también
cumplieron importantes servicios en el cuidado de los que quedaron hechos bolsa. […]
Nada, la estrategia fijada por Rosas y Mansilla salió re bien y las grandes potencias de la época finalmente se vieron
obligadas a capitular aceptando las condiciones impuestas por la Argentina…
7. A continuación se presentan algunas situaciones comunicativas. Analizá y relacioná cada una de ellas con
estos conceptos: el país de origen, la edad o el grado de escolaridad en el uso del lenguaje.
Situación 1
Un turista argentino manchó una camisa blanca con café. Entonces, se dirige a un almacén para comprar lavandina.
Después de un rato, sale del lugar sin haber comprado nada. Él no sabe que los españoles llaman lejía a la
lavandina.
Situación 2
Matías llegó temprano a su casa. Cuando su mamá le preguntó por qué, él le contestó: "Un chaboncito recopado
me prestó guita para el bondi, ¡una masa!".
¿Cuál es el lecto que contrapone las variedades lingüísticas de la madre y de Matías? ---------------------
¿Con qué característica de los emisores relaciona este lecto?-------------------------------------------------------
Situación 3
En 1520, una espedición de hespañola, comandada por Hernando de Magallanes, yego al Río de la Palta.
Navegaron por la costa de la Patagonia hasta Tiera del Fuego, en donde encontraron un pasage asia el océano
Pacífico que Magallanes yamó Estrecho de Todos los Santos.
9. La siguiente historieta pertenece al humorista gráfico conocido como Nik, quien publica diariamente
en el diario La Nación. Léala y luego conteste las siguientes preguntas):
a. ¿Qué competencias necesita poner en práctica para poder decodificar el mensaje? Menciónelas y
explíquelas brevemente.
b. ¿Qué aspectos de la realidad no puede desconocer para interpretar este texto adecuadamente?
¿Cómo se denomina este tipo de competencia? ¿Si no viviera en Argentina entendería el mensaje?
c. ¿Quién es el emisor? ¿Quiénes, los receptores?
d. Reconozca los interlocutores del circuito ficcional.
e. ¿En qué contexto de producción fue realizado?
f. ¿Cuál es el referente o tema?
g. ¿Qué códigos utiliza?
h. ¿Cuál es el canal por el que se transmite?
i. ¿Qué intención tiene?
j. La expresión “Bla-Bla”, ¿qué significados encierra?
10. ¿Qué registro se ha empleado en la siguiente nota? Transfórmela colocando el registro adecuado a la
circunstancia.
San Miguel de Tucumán, 24 de junio de 2004.
Sra. Madre:
Me dirijo a usted, con el fin de solicitarle autorización para concurrir al baile del colegio. A dicho
evento asistirán mis compañeros y mejores amigos, siendo de especial importancia mi presencia. Por tal
motivo, ruego a usted no considerar la posibilidad de una negativa.
Sin otro particular y a la espera de una pronta respuesta favorable, saludo a Ud. con distinguida
consideración.
Su Hijito Adorado.
11. ¿Qué lectos (dialecto, cronolecto y sociolecto) usan cada uno de los hablantes en los siguientes
diálogos?
12. Observa atentamente las viñetas y completa el esquema correspondiente a cada una.
El nacimiento del policial data de mediados del siglo XIX, época en la que el auge de los estudios científicos
y de la filosofía racionalista —tendencia que ubica a la rezón en el centro del sistema de pensamiento-
produjeron un cambio en el modo de concebir la realidad: hay una búsqueda de explicaciones racionales y
científicas para los hechos del mundo. Este nuevo paradigma es el telón de fondo de la narrativa policial.
Las primeras décadas del siglo XX han sido las de mayor desarrollo del policial debido a un crecimiento
de la cantidad y la calidad de los lectores. Su fervor y su exigencia requirieron de los escritores del género
problemas cada vez más sofisticados, con la esperanza de poder arribar a la solución antes que las últimas
páginas del relato la mostraran impresa. De esta manera, aparece la figura del lector que completa la escena
y compite con el detective para resolver el conflicto que plantea el relato.
Para que un cuento sea considerado un policial, debe reunir una serie de características que fueron
definiéndose a lo largo del desarrollo del género. Por supuesto que el listado puede ser enorme, y muchos
autores han dado sus sugerencias para escribir buenos policiales de enigma. Sin embargo algunas de estas
propiedades no pueden faltar en un cuento policial que se precie de tal:
• La presencia de la figura del investigador que, en su versión más difundida, está encarnado por el
detective. Éste será quien reúna las pistas e indicios para revelar la identidad del culpable.
• La existencia de un delincuente que suele estar entre los personajes principales del relato y será
descubierto a través de una serie de razonamientos. Nunca puede confesar él mismo su culpabilidad ni
tampoco ser descubierto en forma casual.
• La resolución del enigma se basa en elementos creíbles, verosímiles. No se incluyen en este género las
explicaciones maravillosas, fantásticas o sobrenaturales.
• Todas las pistas, indicios y evidencias tienen que formar parte del relato para que tanto el detective
como el lector puedan descifrar el enigma.
La trama del reato policial propone como punto de partida el enigma por resolver, siempre vinculado a
un hecho del pasado que se devela conforme avanza la investigación hacia el futuro. La situación inicial
presenta el delito que produce un desarreglo en lo ordinario, y el desarrollo del relato narra la investigación
de este hecho que se resolverá hacia el final del relato. La recomposición del orden perdido se lleva a cabo
mediante el proceso de investigación que determinará quién es el culpable y cuáles son los móviles del
hecho. En general, el relato presenta una serie de pistas falsas y fáciles que serán descartadas por la
inteligencia del detective; el desenlace del cuento exhibe la explicación tranquilizadora de que los asuntos
han vuelto a su cauce y la justicia impera otra vez.
Los personajes
Si bien el detective —sagaz, inteligente, racional— es el protagonista por antonomasia del policial, su
ayudante suele ser un personaje clave en el desarrollo de la investigación narrada. Uno de los más célebres
es Watson, el acompañante de Sherlock Holrnes y destinatario de la famosa expresión “Elemental, Watson”,
con la cual el detective aprobaba las hipótesis de su constante compañero.
Los ayudantes suelen ser la encarnación del sentido común: aceptan la evidencia tal como está
presentada y no logran ver más allá de los hechos. Sin embargo, su manera de observar el mundo, muy
cercana a la del hombre común, es el complemento ideal de la articulación de la trama.
En términos generales, los policiales tienen personajes que ofician de víctimas del delito. La existencia de
la víctima resulta fundamental porque es el origen de la especulación: el racconto de su vida, sus hábitos,
sus amigos y —sobre todo— sus enemigos son materia de investigación.
Por supuesto que el culpable es la otra punta del ovillo que el detective tendrá que desanudar. Suele ser
un personaje con poca participación en los hechos narrados: el descubrimiento de su identidad es el
ingrediente de sorpresa que tienen los buenos policiales.
Por último, siempre están los sospechosos, una serie de personajes con buenas razones para ser
culpables del delito. Sin embargo, uno a uno, van cayendo en la bolsa de descarte que el detective construye,
al tiempo que llega al verdadero asesino.
Si bien en sus comienzos, el género se desarrolló de acuerdo con las características del policial de enigma,
hacia 1930 —año de una fuerte crisis económica en la bolsa de los Estados Unidos —, aparece el policial
negro. Esta variante presenta particularidades en el modo de narrar y en el tratamiento de la figura del
detective. La fecha de la crisis financiera es clave para la definición del género porque el espacio del relato
se traslada a las calles; los cuentos narran la desesperanza y ponen en escena la violencia que evidencia una
crisis total de valores.
El policial negro tuvo un Importante desarrollo en los Estados Unidos. Raymond Chandler, uno de los
escritores más destacados del género, afirma que es la ficción del mundo profesional del crimen. El color de
su nombre se debe a que, en sus orígenes, los relatos fueron publicados en la revista Black Mask de Estados
Unidos y en la colección Série Noire francesa. La oscuridad de los climas que logra también Io asocian a este
color.
Existen algunas diferencias fundamentales entre el policial clásico y el negro:
LUGAR DE Lugares cerrados: casas de ricos, grandes Transcurre en la ciudad, por la noche y el
LA ACCIÓN barcos, etc. ambiente es violento y marginal.
Por lo general, en el policial negro, las divisiones entre el ben y el mal están diluidas. El detective
deambula por las calles, su vida corre riesgos y, como se vincula con los sectores más bajos y peligrosos de
la sociedad, suele tener muchos conflictos morales con respecto a su práctica.
El hecho de que el delito no aparezca como una incógnita por resolver en la situación inicial del relato,
deja en segundo lugar la importancia del enigma para subrayar los aspectos sociales del crimen y la denuncia
de una sociedad corrupta. De esta manera, el detective "pone el cuerpo" en la resolución del caso: se
Involucra con los sospechosos, corre peligros y forma parte activa de la investigación. En términos generales,
descubre que la causa del delito es socioeconómica.
Autores importantes de la serie negra, como Raymond Chandler, criticaron el escaso realismo del relato
de enigma frente al rigor con el que la serie negra pone en escena la crudeza de la realidad social.
✓ Registrá las acciones como aparecen ordenadas en el cuento (tiempo del relato)
✓ Ordená cronológicamente las acciones del cuento (tiempo de la historia)
✓ Revisa si el tiempo del relato coincide con el de la historia.
TEXTOS LITERARIOS
La coartada de los tres hermanos de la suicida fue verificada. Ellos no habían mentido. El mayor, Juan,
permaneció desde las cinco de la tarde hasta las doce de la noche (la señora Stevens se suicidó entre siete y
diez de la noche) detenido en una comisaría por su participación imprudente en una accidente de tránsito.
El segundo hermano, Esteban, se encontraba en el pueblo de Lister desde las seis de la tarde de aquel día
hasta las nueve del siguiente, y, en cuanto al tercero, el doctor Pablo, no se había apartado ni un momento
del laboratorio de análisis de leche de la Erpa Cía., donde estaba adjunto a la sección de dosificación de
mantecas en las cremas.
Lo más curioso de caso es que aquel día los tres hermanos almorzaron con la suicida para festejar su
cumpleaños, y ella, a su vez, en ningún momento dejó de traslucir su intención funesta. Comieron todos
alegremente; luego, a las dos de la tarde, los hombres se retiraron.
Sus declaraciones coincidían en un todo con las de la antigua doméstica que servía hacía muchos años a
la señora Stevens. Esta mujer, que dormía afuera del departamento, a las siete de la tarde se retiró a su casa.
La última orden que recibió de la señora Stevens fue que le enviara por el portero un diario de la tarde. La
criada se marchó; a las siete y diez el portero le entregó a la señora Stevens el diario pedido y el proceso de
acción que ésta siguió antes de matarse se presume lógicamente así: la propietaria revisó las adiciones en
las libretas donde llevaba anotadas las entradas y salidas de su contabilidad doméstica, porque las libretas
se encontraban sobre la mesa del comedor con algunos gastos del día subrayados; luego se sirvió un vaso de
agua con whisky, y en esta mezcla arrojó aproximadamente medio gramo de cianuro de potasio. A
continuación se puso a leer el diario, bebió el veneno, y al sentirse morir trató de ponerse de pie y cayó sobre
la alfombra. El periódico fue hallado entre sus dedos tremendamente contraídos.
Tal era la primera hipótesis que se desprendía del conjunto de cosas ordenadas pacíficamente en el
interior del departamento pero, como se puede apreciar, este proceso de suicidio está cargado de absurdos
psicológicos. Ninguno de los funcionarios que intervinimos en la investigación podíamos aceptar
congruentemente que la señora Stevens se hubiese suicidado. Sin embargo, únicamente la Stevens podía
haber echado el cianuro en el vaso. El whisky no contenía veneno. El agua que se agregó al whisky también
era pura. Podía presumirse que el veneno había sido depositado en el fondo o las paredes de la copa, pero
el vaso utilizado por la suicida había sido retirado de un anaquel donde se hallaba una docena de vasos del
mismo estilo; de manera que el presunto asesino no podía saber se la Stevens iba a utilizar éste o aquél. La
oficina policial de química nos informó que ninguno de los vasos contenía veneno adherido a sus paredes.
El asunto no era fácil. Las primeras pruebas, pruebas mecánicas como las llamaba yo, nos inclinaban a
aceptar que la viuda se había quitado la vida por su propia mano, pero la evidencia de que ella estaba
distraída leyendo un periódico cuando la sorprendió la muerte transformaba en disparatada la prueba
mecánica del suicidio.
Tal era la situación técnica del caso cuando yo fui designado por mis superiores para continuar
ocupándome de él. En cuanto a los informes de nuestro gabinete de análisis, no cabían dudas. Únicamente
en el vaso, donde la señora Stevens había bebido, se encontraba veneno. El agua y el whisky de las botellas
eran completamente inofensivos. Por otra parte, la declaración del portero era terminante; nadie había
visitado a la señora Stevens después que él le alcanzó el periódico; de manera que si yo, después de algunas
investigaciones superficiales, hubiera cerrado el sumario informando de un suicidio comprobado, mis
superiores no hubiesen podido objetar palabra. Sin embargo, para mí cerrar el sumario significaba
confesarme fracasado. La señora Stevens había sido asesinada, y había un indicio que lo comprobaba:
¿dónde se hallaba el envase que contenía el veneno antes de que ella lo arrojara en su bebida?
Por más que nosotros revisáramos el departamento, no nos fue posible descubrir la caja, el sobre o el
frasco que contuvo el tóxico. Aquel indicio resultaba extraordinariamente sugestivo. Además había otro: los
hermanos de la muerta eran tres bribones.
Los tres, en menos de diez años, habían despilfarrado los bienes que heredaron de sus padres.
Actualmente sus medios de vida no eran del todo satisfactorios.
Juan trabajaba como ayudante de un procurador especializado en divorcios. Su conducta resultó más de
una vez sospechosa y lindante con la presunción de un chantaje. Esteban era corredor de seguros y había
asegurado a su hermana en una gruesa suma a su favor,; en cuanto a Pablo, trabajaba de veterinario, pero
estaba descalificado por la Justicia e inhabilitado para ejercer su profesión, convicto de haber dopado
caballos. Para no morirse de hambre ingresó en la industria lechera, se ocupaba de los análisis.
Tales eran los hermanos de la señora Stevens. En cuanto a ésta, había enviudado tres veces. El día del
“suicidio” cumplió 68 años; pero era una mujer extraordinariamente conservada, gruesa, robusta, enérgica,
con el cabello totalmente renegrido. Podía aspirar a casarse una cuarta vez y manejaba su casa alegremente
y con puño duro. Aficionada a los placeres de la mesa, su despensa estaba provista de vinos y comestibles, y
no cabe duda de que sin aquel “accidente” la viuda hubiera vivido cien años. Suponer que una mujer de ese
carácter era capaz de suicidarse, es desconocer la naturaleza humana. Su muerte beneficiaba a cada uno de
los tres hermanos con doscientos treinta mil pesos.
La criada de la muerta era una mujer casi estúpida, y utilizada por aquélla en las labores groseras de la
casa. Ahora estaba prácticamente aterrorizada al verse engranada en un procedimiento judicial.
El cadáver fue descubierto por el portero y la sirvienta a las siete de la mañana, hora en que ésta, no
pudiendo abrir la puerta porque las hojas estaban aseguradas por dentro con cadenas de acero, llamó en su
auxilio al encargado de la casa. A las once de la mañana, como creo haber dicho anteriormente, estaban en
nuestro poder los informes del laboratorio de análisis, a las tres de la tarde abandonaba yo la habitación que
quedaba detenida la sirvienta, con una idea brincando en el magín: ¿y si alguien había entrado en el
departamento de la viuda rompiendo un vidrio de la ventana y colocando otro después que volcó el veneno
en el vaso? Era una fantasía de novela policial, Pero convenía verificar la hipótesis.
Salí decepcionado del departamento. Mi conjetura era absolutamente disparatada: la masilla solidificada
no revelaba mudanza alguna.
Eché a caminar sin prisa. El “suicidio” de la señora Stevens me preocupaba (diré una enormidad) no
policialmente, sino deportivamente. Yo estaba en presencia de un asesino sagacísimo, posiblemente uno de
los tres hermanos que había utilizado un recurso simple y complicado, pero imposible de presumir en la
nitidez de aquel vacío.
Absorbido en mis cavilaciones, entré en un café, y tan identificado estaba en mis conjeturas, que yo, que
nunca bebo bebidas alcohólicas, automáticamente pedí un whisky. ¿Cuánto tiempo permaneció el whisky
servido frente a mis ojos? No lo sé; pero de pronto mis ojos vieron el vaso de whisky, la garrafa de agua y un
plato con trozos de hielo. Atónito quedé mirando el conjunto aquel. De pronto una idea alumbró mi
curiosidad, llamé al camarero, le pagué la bebida que no había tomado, subí apresuradamente a un
automóvil y me dirigí a la casa de la sirvienta. Una hipótesis daba grandes saltos en mi cerebro. Entré en la
habitación donde estaba detenida, me senté frente a ella y le dije:
- Míreme bien y fíjese en lo que me va a contestar: la señora Stevens, ¿tomaba el whisky con hielo o sin
hielo?
-Con hielo, señor.
-¿Dónde compraba el hielo?
- No lo compraba, señor. En casa había una heladera pequeña que lo fabricaba en pancitos. - Y la criada
casi iluminada prosiguió, a pesar de su estupidez.
-Ahora que me acuerdo, la heladera, hasta ayer, que vino el señor Pablo, estaba descompuesta. Él se
encargó de arreglarla en un momento.
Una hora después nos encontrábamos en el departamento de la suicida el químico de nuestra oficina de
análisis, el técnico retiró el agua que se encontraba en el depósito congelador de la heladera y varios
pancitos de hielo. El químico inició la operación destinada a revelar la presencia del tóxico, y a los pocos
minutos pudo manifestarnos:
- El agua está envenenada y los panes de este hielo están fabricados con agua envenenada.
Nos miramos jubilosamente. El misterio estaba desentrañado.
Ahora era un juego reconstruir el crimen. El doctor Pablo, al reparar el fusible de la heladera (defecto que
localizó el técnico) arrojó en el depósito congelador una cantidad de cianuro disuelto. Después, ignorante de
lo que aguardaba, la señora Stevens preparó un whisky; del depósito retiró un pancito de hielo (lo cual
explicaba que el palto con hielo disuelto se encontrara sobre la mesa), el cual, al desleírse en el alcohol, lo
envenenó poderosamente debido a su alta concentración. Sin imaginarse que la muerte la aguardaba en su
vicio, la señora Stevens se puso a leer el periódico, hasta que juzgando el whisky suficientemente enfriado,
bebió un sorbo. Los efectos no se hicieron esperar.
No quedaba sino ir en busca del veterinario. Inútilmente lo aguardamos en su casa. Ignoraban dónde se
encontraba. Del laboratorio donde trabajaba nos informaron que llegaría a las diez de la noche.
A las once, yo, mi superior y el juez nos presentamos en el laboratorio de la Erpa. El doctor Pablo, en
cuanto nos vio comparecer en grupo, levantó el brazo como si quisiera anatemizar nuestras investigaciones,
abrió la boca y se desplomó inerte junto a la mesa de mármol. Lo había muerto de un síncope. En su armario
se encontraba un frasco de veneno. Fue el asesino más ingenioso que conocí.
3
LA PESQUISA DE DON FRUTOS
Velmiro Ayala Gauna
Don Frutos Gómez, el comisario de Capibara-Cué, entró en su desmantelada oficina haciendo sonar las
espuelas, saludó cordialmente a sus subalternos y se acomodó en una vieja silla de paja, cerca de la puerta,
a esperar el mate que uno de los agentes empezó a cebarle con pachorrienta solicitud.
Cuando tuvo el recipiente en sus manos succionó con fruición por la bombilla y gustó del áspero sabor
del brebaje con silenciosa delectación.
Al recibir el segundo mate lo tendió cordial hacia el oficial sumariante que leía con toda atención, junto a
la única y desvencijada mesa del recinto.
-¿Gusta un amargo?
-Gracias -respondió el otro.- Sólo lo tomo dulce.
-Aquí solo toman dulce las mujeres, -terció el cabo Leiva con completo olvido de la disciplina.
-Cuando quiera su opinión se la solicitaré -replicó fríamente el sumariante.
-Está bien, mi oficial -dijo el cabo y continuó perezosamente apoyado contra el marco de la puerta.
Luis Arzásola, que hacía tres días había llegado de la capital correntina a hacerse cargo de su puesto en
ese abandonado pueblecillo, se revolvió molesto en el asiento, conteniendo a duras penas los deseos de
“sacar carpiendo’ al insolente, pero don Frutos regía a sus subordinados con paternal condescendencia, sin
reparar en graduaciones, y no quería saber de más reglamentos que su omnímoda voluntad.
Cuando él, ya en este breve tiempo, le hubo expuesto en repetidas ocasiones sus quejas por lo que
consideraba excesiva confianza o indisciplina del personal, solo obtuvo como única respuesta:
-No te hagas mala sangre, m´hijo. No lo hacen con mala intención sino de brutos que son nomás; ya se
irá acostumbrando con el tiempo.
Para olvidar el disgusto siguió leyendo su apreciado libro de Psicología y efectuando apuntes en un
cuaderno que tenía a su lado, pero la mesa, que tenía una pata más corta que las otras, se inclinaba hacia
ese costado y hacía peligrar la estabilidad del tintero que se iba corriendo lentamente y amenazaba concluir
en el suelo. Para evitar tal contingencia tomó un diario, lo dobló repetidas veces y lo colocó, para nivelar el
mueble, debajo del sostén defectuoso. Luego siguió con la lectura interrumpida.
-¿Qué está aprendiendo, che oficial? –preguntó el agente mientras esperaba el mate de manos del
comisario.
-Psicología
-¿Y eso para qué sirve?
-Para conocer a la gente. Es la ciencia del conocimiento del alma humana.
El milico recibió el mate vacío, meditó unos segundos y concluyo sentenciosamente:
-Para mí ver, eso no se estudia en los libros. Para conocer a la gente hay…- Vaciló un momento y afirmó:
-Hay que estudiar a la gente.
Después se acercó al brasero que ardía en un rincón y empezó a llenar la calabaza cuidando que el agua
no se derramara y que formara una espuma consistente.
En eso estaban cuando Aniceto, el mozo de la carnicería, entró espantado:
-¡Don Frutos! ¡Don Frutos!
-¿Qué te ocurre hombre? -contestó el aludido y empezó a levantarse.
-Al tuerto Méndez...
-¿Sí?
-Lo han achurao sin asco. Recién cuando le fui a llevar un matambre que había encargado ayer, dentré
al rancho y ¡ánima bendita santa!, lo encontré tendido en el suelo, boca abajo y lleno de sangre.
-¿Seguro pa de que estaba muerto, chamigo?
-Seguro Don Frutos. Duro, frío y hasta medio jediendo con la calor que hace.
-Güeno, gracias, Aniceto, andate nomás.
-¡Hasta luego Don Frutos!
-¡Hasta luego Aniceto! -respondió el funcionario y volvió a sentarse cómodamente.
El oficial, que había dejado el libro, se plantó frente a su superior.
-¿Qué pa le pasa m´hijo?
-¿No vamos al lugar del hecho, comisario?
-Si, enseguida.
-Pero ¡es que hay un muerto señor!
-¿Y que? -contestó el viejo ya con absoluta familiaridad- ¿Acaso tenés miedo de que se dispare? Dejame
que tome cuatro o cinco matecitos más o de no se van a desteñir las tripas.
Cuando después de una buena media hora arribaron al rancho de las afueras donde había ocurrido el
suceso, ya el oficial había redactado “in mente’ el informe que elevaría a las autoridades sobre la inoperancia
del comisario, sus arbitrarios procedimientos y su inhabilidad para el cargo. Creía que era llegada la ocasión
propicia para su particular lucimiento y para apabullar con sus mayores conocimientos los métodos simples
y arcaicos del funcionario campesino. Lo único que lamentaba era haber olvidado en la ciudad una poderosa
lupa que le hubiera servido de maravilloso auxiliar para la búsqueda de huellas.
Apenas a unos pasos de la puerta estaba el extinto de bruces contra el suelo.
-¡Andá! -ordeno el comisario al cabo Leiva.- Abrí bien la ventana pa que dentre la luz.
Este lo hizo así y el resplandeciente sol tropical entró a raudales en la reducida habitación.
Don Frutos se inclinó sobre el cadáver y observó en la espalda las marcas sangrientas de tres puñaladas que
teñían de rojo la negra blusa del caído.
-Forastero -gruñó.
Luego buscó un palito y lo introdujo en las heridas. Finalmente lo dejó en una de ellas y aseveró:
-Gringo.
Se irguió buscando algo con la mirada y, al no encontrarlo, dijo al cabo:
-Andá, sacale las riendas al rosillo que es mansito y traémelas.
Cuando al cabo de un momento las tuvo en su poder, midió con una la distancia de los pies del difunto
hasta la herida y, luego, haciendo colocar a Leiva a su frente marcó la misma sobre sus pacientes espaldas.
En seguida alzó un brazo y lo bajó. No quedó satisfecho al parecer y, poniéndose en puntas de pie, repitió
la operación.
-¡Ajá! -dijo-. Es más alto que yo, debe medir un metro ochenta más o menos.
Inmediatamente inquirió a su subordinado:
-¿Estuvo el tuerto ayer en las carreras?
-Sí, pero él pasó la tarde jugando a la taba.
-¿Y le jue bien?
-¡Y de no! ¡Si era como no hay otro pa clavarla de vuelta y media! ¡Dios lo tenga en su santa gloria!
Ganó una ponchada de pesos. Al capataz de la estancia, a ese que le dicen “Míster’, lo dejó sin nada y
hasta le ganó tres esterlinas que tenÍa de ricuerdo; al Ñato Cáceres le gano ochenta pesos y el anillo de
compromiso.
-Güeno, revisalo a ver si encontrás la plata.
El cabo obedeció. Dio vueltas el cadáver y le metió la mano en los bolsillos, hurgó en el amplio cinturón
y le tanteó las ropas.
-Ni un veinte, comesario.
-A ver, vamos a buscar en la pieza, puede que la haiga escondido.
-Pero comisario -saltó el oficial-. Así van a borrar todas las huellas del culpable.
-Qué huellas, m´hijo?
-Las impresiones dactilares.
-Acá no usamos de eso m´hijo. Tuito lo hacemos a la que te criaste nomás.
Y ayudado por el cabo y el agente, empezó a buscar en cajones, debajo del colchón y en cuanto posible
escondite imaginaron.
Arzásola, entretanto, seguía acumulando elementos con criterio científico, pero se encontraba un poco
desconcertado. En la ciudad, sobre un piso encerado, un cabello puede ser un indicio valioso, pero en el
sucio piso de un rancho hay miles de cosas mezcladas con el polvo: recortes de uñas, llaves de latas de
sardinas, botones, semillas, huesecillos, etc.
Desorientado y después de haber llenado sus bolsillos con los objetos más heterogéneos que encontró
a su paso, dirigió en otro sentido sus investigaciones.
Junto a la puerta y cerca de la ventana encontró una serie de pisadas y, entre ellas, la huella casi perfecta
de un pie.
-¡Comisario! -gritó-. Hay que buscar un poco de yeso.
-¿Pa qué m´hijo?
-Para sacarle el molde a esa pisada. El asesino estuvo parado aquí y dejó su marca.
-¿Y pa qué va a servir el molde?
-Porque gracias a una ciencia que se llama antropometría -respondió despectivamente y como dando una
lección -de esa huella se puede deducir la talla de su dueño y otros datos.
-No te aflijás por eso. El criminal es gringo, más o menos una cuarta más alto que yo y dejuro que ha de
estar entre la peonada é la estancia´e los ingleses.
-¡Pero! -se asombró el oficial.
-Ya te lo explicaré más tarde, m´hijo. Estoy seguro que el tipo estuvo en la cancha´e taba y vio cómo el
tuerto se llenaba de plata, después se le adelantó y lo estuvo esperando en el rancho. Quedó un rato
vichando el camino desde la ventana y después se puso detrás de la puerta. Cuando el pobre dentró le encajó
una puñalada y en seguida dos más cuando lo vio caído.
-Asi es, don Frutos -asintió el cabo.- Se ve clarito por las pisadas.
-Al verlo muerto le revisó los bolsillos, le sacó tuitas las ganancias y se fue. Pero ya lo vamos a agarrar sin
la Jometría esa que decías.
En seguida, dirigiéndose al agente que lo acompañaba, ordenó:
-Andate a lo del carnicero y decile que te dea un cuero de vaca y te emprieste el carro. Lo traés al Aniceto
pa que te ayude, lo envuelven al finao y lo llevan a enterrar. El pobre no tiene a naides que lo llore. Cuando
venga el Paí Marcelo pa la Navidá, le haremos decir una misa.
-Está bien, comisario.
Inmediatamente se volvió al oficial y al cabo y dijo:
-Ahora vamos pa la estancia; se me hace que el infiel que hizo esta fechuría debe estar allí.
La estancia de los ingleses se encontraba más o menos a media legua del pueblo. Además del habitual
personal de servicio y peones había en ella una o dos docenas de obreros trabajando en la ampliación de
una de las alas del edificio.
Interiorizado el administrador del propósito que los llevaba hizo reunir, frente a una de las galerías, a
todo el personal. Hombres de todas clases y con los más diversos atavíos se encontraban allí. Algunos con el
torso desnudo brillante de sudor porque el sol ya empezaba a hacerse sentir, otros en camiseta, blusas,
camisas de colores chillones, un inglés con breeches, un español con boina, un italiano con saco de pana,
etc.
-Poné a un lado a los gringos y a los otros dejalos ir -dijo don Frutos al oficial, después de pasar su mirada
por el conjunto y se sentó con el dueño de casa a saborear un vaso de whisky.
Arzásola, a su vez, transmitió la orden.
-Los extranjeros que avancen dos pasos al frente.
Una decena de hombres se destacó de la masa. El oficial, entonces dirigiéndose a los otros exclamó:
-Ustedes pueden retirarse.
Correntinos, formoseños, misioneros y de algunas otras provincias del norte se alejaron murmurando
entre dientes o contentos de verse libres de la curiosidad policial.
De pronto el cabo Leiva se adelantó hacia un mocetón de pelo hirsuto y tez cobriza que había quedado
con los demás.
-Y vos, Gorgonio, ¿qué hacés aquí?
-El oficial dijo que quedásemos los extranjeros, pues...
-¡Qué pa vas a ser extranjero vos! Usté sos paraguayo como yo, chamigo. Extranjeros son los gringos, los
de las Uropas. ¡Andá de acá y no quieras darte corte!
Y así lo fue sacando a empellones de la fila.
Don frutos entonces, se acercó a los restantes y después de observarlos dijo:
-Los dos petisos de la esquina y ese otro de boina pueden irse nomás.
Frente a él quedaron el inglés, un par de italianos, dos españoles y un polaco.
-A ver -continuó-, muéstreme la cartera o la plata que tengan.
En cinco manos callosas aparecieron carteras grasientas o pesos arrugados. El inglés sin inmutarse,
advirtió:
-Mi no tener una moneda.
Al oírlo, Arzásola se acercó a don Frutos y le dijo suavemente:
-Está mintiendo, me parece. Debe ser él y seguro ha escondido lo robado. Lo habrá hecho para recobrar
sus esterlinas.
-No -le respondió el superior-. Este no puede ser mirale a los pieses.
El inglés permanecía firme y estático mientras los otros, inquietos se asentaban ahora sobre un pie, ahora
sobre el otro.
-¿Ves m´hijo? El “Míster’ puede estarse mucho tiempo sin moverse, mientras que el que estuvo allá dejó
el suelo como pisadero para hacer ladrillos se acercó a los hombres silenciosos y les revisó el dinero sin decir
palabra.
Se retiró unos pasos atrás y le dijo al oficial:
-El polaco, el italiano pelo e´choclo y los dos gallegos no han estado en la tabeada.
-¿Cómo lo puede asegurar? Si ni siquiera los ha interrogado.
-¿No viste que la plata de éstos estaba limpita y lisa? La de los otros estaba arrugada y sucia de tierra.
Cuando puedas observar una partidita vas a ver cómo los tabeadores estrujan los billetes, los hacen bollitos,
los doblan y los sostienen entre los dedos, los tiran al suelo, los pisan, los arrugan, etc. Uno de esos dos debe
ser.
Se acercó de nuevo a la fila y pasándose el pañuelo por la cara dijo:
-Está apretando el calor, ¿no?
Miró al italiano de saco de pana y le aconsejó con tono paternal;
-Ponéte cómodo sacate el saco.
-Estoy bien gracias.
-Sacate el saco he dicho -ordenó entonces con rudeza, y luego con aire protector:- te va a embromar el
calor si no lo hacés.
A regañadientes obedeció el otro.
Apenas lo hubo hecho cuando don Frutos indicó al cabo:
-¡Metelo preso! Ese es el criminal.
Dando un rugido de rabia, el indicado metió la mano en la cintura y la sacó empuñando un pequeño y
agudo cuchillo, pero el cabo, con rapidez felina, se lanzó sobre él y lo encerró entre sus fuertes brazos
mientras el oficial, prendiéndosele de la mano, se la retorció hasta hacer caer el arma. Enseguida, ayudado
por los otros peones, lo maniataron y lo arrojaron sobre un carro que le facilitó el administrador para llevarlo
al pueblo. Don Frutos recogió el saco del suelo, lo estrujó poco a poco como buscando algo y, luego, con el
mismo chuchillo le descosió el hombro y allí, entre el relleno, encontró escondidas las monedas de oro y el
anillo. Después volvió a la mesa a terminar su whisky y agradecer al dueño de casa su colaboración,
terminado lo cual la comisión montó a caballo y emprendió el regreso.
Una vez que el preso estuvo bien seguro en el calabozo, el comisario y el oficial se acomodaron en la
oficina. Arzásola, impaciente, preguntó:
-Perdón, comisario, pero ¿cómo hizo para descubrir al asesino?
-Muy fácil m´hijo. Apenas le vi las heridas al muerto supe que el culpable era forastero.
-¿Por qué?
-Porque las heridas eran pequeñas y aquí nadie usa cuchillo que no tenga, por lo menos, unos treinta
centímetros de hoja. Aquí el cuchillo es un instrumento de trabajo y sirve para carnear, para cortar yuyos,
para abrir picadas en el monte y adonde se clava deja un aujero como para mirar del otro lado y no unos
ojalitos como los que tenía el Tuerto. Después, cuando le metí el palito adentro, supe por la posición que el
golpe había venido de arriba para abajo y me dije: Gringo.
-Cierto, lo oí pero, ¿cómo pudo saberlo?
-¡Pero m´hijo! Porque el criollo agarra el cuchillo de otra manera y ensarta de abajo para arriba como
para levantarlo en el aire.
-¡Ah!
-Después medí la distancia de los pieses a la herida y marqué en la espalda del cabo, alcé el brazo y lo
bajé, pero daba más abajo. Entonces me puse en puntas de pie y me dio más o menos. Por eso supe que el
asesino era como cuatro dedos más alto que yo y como mi medida, asegún la papeleta, es de uno setenta,
le calculé uno y ochenta.
-Sí, ¿pero cómo adivinó que había escondido las monedas y el anillo en el saco?
-Porque con el calor que hacía no se lo sacaba de encima. Pensé que debía tener algo de valor para
cuidarlo tanto y más me convencí cuando empezó a sacárselo y le vi la camisa pegada al cuerpo por el sudor.
Servite m´hijo. Aquí vas a tener que tomarlo cimarrón.
Arzásola lo aceptó y dijo:
-Creo que voy a tener que aprender eso y otras cosas más.
Lo vació de tres o cuatro enérgicos sorbos y lo devolvió al milico; luego, como la mesa empezaba a
tambalear nuevamente, tomó el libro de psicología y lo puso por debajo de la pata renga.
1. ¿Qué tipo de cuento policial es? Justifica tu respuesta teniendo en cuenta el marco teórico y
ejemplifica con pasajes del cuento.
2. ¿Qué tipo de narrador cuenta la historia y en qué persona gramatical lo hace? Da dos
ejemplos.
3. En este cuento, se oponen dos tipos de investigadores: don Frutos Gómez y sus ayudantes,
por un lado, y Arzásola, por el otro. A continuación, completa el siguiente cuadro con las
características de cada uno:
4. Esa oposición también se manifiesta en el uso del lenguaje: por un lado, el dialecto rural y, por
el otro, un vocabulario técnico, científico. Busquen ejemplos de cada uno.
• Arzásola:
5. El cuento transcurre en un ambiente rural argentino. Por eso hay muchas palabras
relacionadas con el campo, por ejemplo “taba”. Busquen otros ejemplos en el texto y
cópienlos en la carpeta.
a)«¿gusta un amargo?»
b) «Lo han achurao sin asco»
c) «tuito lo hacemo a la que te criaste nomás…»
e) «lo envuelven al finao»
f) «el pobre no tiene a naides que lo llore…»
g) «te va a embromar la calor…»
h) «aquí vas a tener que aprender a tomarlo cimarrón…»
7. ¿Cuáles de los siguientes datos son pistas que le permiten a don Frutos Gómez descubrir al
culpable? Márquenlas y expliquen qué conclusiones extrae de cada una.
8. ¿Qué método utiliza el comisario para llevar adelante su investigación? ¿Qué conocimientos
posee para resolver sus casos? Justifiquen con citas del cuento.
a) ¿Cómo reacciona don Frutos cuando le piden ir al lugar del hecho? ¿Qué respuesta habría
esperado Arzásola?
b) ¿Qué efecto produce este diálogo en el lector? Busquen en el texto otros fragmentos que
muestren un tono humorístico.
11. ¿Por qué, al final del cuento, Arzázola usa el libro para sostener la mesa? ¿Qué significado
tiene ese gesto?
EN DEFENSA PROPIA
Rodolfo Walsh
- Yo, a lo último, no servía para comisario- dijo Laurenzi, tomando el café que se le había enfriado- Estaba
viendo las cosas, y no quería verlas. Los problemas en que se mete la gente, y la manera que tiene de
resolverlos, y la forma en que yo los habría resuelto. Eso, sobre todo. Vea, es mejor poner los zapatos sobre
el escritorio, como en el biógrafo, que las propias ideas. Yo notaba que me iba poniendo flojo, y era porque
quería pensar, ponerme en el lugar de los demás, hacerme cargo. Y así hice dos o tres macanas, hasta que
me jubilé. Una de esas macanas es la que le voy a contar.
Fue allá por el cuarenta, y en La Plata. Eso le indica - murmuró con sarcasmo, mirando la plaza llena de
sol a través de la ventana del café - que mi fortuna política estaba en ascenso, porque usted sabe cómo me
han tenido a mí, rodando por todos los destacamentos y comisarías de la provincia.
La fecha justa también se la puedo decir. Era la noche de San Pedro y San Pablo, el 29 de junio. ¿No le hace
gracia que aún hoy se prendan fogatas ese día?
- Es por el solsticio estival - expliqué modestamente.
- Usted quiere decir el verano. El verano de ellos que trajeron de Europa la fiesta y el nombre de la fiesta.
- Desconfíe también del nombre, comisario. Eran antiguos festivales celtas. Con el fuego ayudaban al sol
a mantenerse en el camino más alto de cielo.
- Será. La cuestión es que hacía un frío que no le cuento. Yo tenía un despacho muy grande y una estufita
de kerosén que daba risa. Fíjese, había momentos en que lo que más deseaba era ser de nuevo un simple
vigilante, como cuando empecé, tomar mate o café con ellos en la cocina, donde seguramente hacía calor y
no se pensaba en nada.
Serían las diez de la noche cuando sonó el teléfono. Era una voz tranquila, la voz del juez Reynal, diciendo
que acababa de matar un ladrón en su casa, y que si yo podía ir a ver. Así que me puse el perramus y fui a
ver.
Con los jueces, para qué lo voy a engañar, nunca me entendí. La ley de los jueces siempre termina por
enfrentarlo a uno con un malandra que esa noche tiene más suerte, o mejor puntería, o un poco más de
coraje que seis meses antes, o dos años antes, cuando uno lo vio por última vez con una vereda y una 45 de
por medio. Uno sabe cómo entran, cómo no va a saber, después de verlo llorando y, si se descuida, pidiendo
por su madre. Lo que no sabe, es cómo salen. Después hasta le piden fuego por la calle, y usted se calla y se
va a baraja porque se palpita que hay un chiste en alguna parte, y no vaya a resultar que el chiste es a costa
suya.
Iba pensado en estas cosas mientras caminaba entre las fogatas que la garúa no terminaba de apagar,
esquivando los buscapiés de la juventud que también festejaba, como dice usted, lo alto que andaba el sol
y, seguramente, la cosecha próxima, y los campos llenos de flores. Para distraerme, empecé a recordar lo
que sabía del doctor Reynal. Era el juez de instrucción más viejo de La Plata, un caballero inmaculado y todo
eso, viudo, solo e inaccesible.
Entré por un portoncito de fierro, atravesé el jardín mojado, recuerdo que había unas azaleas que
empezaban a florecer y unos pinos que chorreaban agua en la sombra. La cancel estaba abierta, pero había
luz en una ventana y seguí sin tocar el timbre. Conocía la casa, porque el doctor solía llamarnos cada tanto,
para ver cómo andaba un sumario o para darnos un sermón. Tenía ojos de lince para los vicios de
procedimiento, la sangre de sus venas pasaba por el código y no se cansaba de invocar la majestad de la
justicia, la de antes. Y yo que hasta tengo que cuidar la ortografía, y no hablo de los vicios de procedimiento
ya va a ver. Pero yo no era el único. Conozco algunos que pretendían tomarlo en farra, pero se les caían las
medias cuando tenían que enfrentarlo.
Y es que era un viejo imponente, con una gran cabeza de cadáver porque año a año la cara se le iba
chupando más y más, hasta que la piel parecía pegada a los huesos, como si no quisiera dejarle nada a la
muerte. Así lo recuerdo esa noche, vestido de negro y con un pañuelo de seda al cuello.
Con este hombre yo me guardaba un viejo entripado, porque una vez en la misma comisaría, adonde llegó
como bala me soltó al tuerto Landívar, que tenía dos muertes sin probar, y más tarde iba a tener otra. Nunca
olvidé lo que me dijo Es mejor que ande suelto un asesino, y no una ruedita de la justicia. ¿Y el peligro? - le
pregunté. El peligro lo corremos todos- dijo. Pero fui yo el que tuve que matarlo a Landívar, cuando al fin
hizo la pata ancha en los galpones de Tolosa, y yo me acordé del doctor, del doctor y de su madre.
El comisario se agarró el mentón y meneó la cabeza. Como si se riera de alguna ocurrencia secreta, y después
soltó una verdadera carcajada, una risa asmática y un poco dolorosa.
-Bueno, ahí estaba sentado ante su escritorio, como si nada hubiera pasado, absorto en uno de esos
libracos de filosofía, o vaya a saber qué, pero en todo caso algo importante, porque apenas alzó la cabeza al
verme en la puerta y siguió leyendo hasta que llegó al final de un párrafo que marcó con una uña afilada y
como de vidrio. Tuve tiempo de sacarme el sombrero mojado, de pensar dónde lo pondría, de ver el bulto
en el suelo, que era un hombre, de codearme con un jinete de bronce y, en general, de sentirme como un
auxiliar tercero que lo van a amonestar. Recién entonces el viejo cerró el libro, cruzó los dedos y se quedó
mirándome con esos ojos que siempre parecían estar haciendo la seña del as de espadas.
Le pregunté, de buen modo, qué quería que hiciera. Contestó que yo sabía cuál era mi deber, que yo conocía
o debía conocer el Código de Procedimientos, que desde ya su remplazante de turno era el doctor Fulano, y
que no lo tomara a mal si, ya que estaba, observaba con interés profesional la forma en que yo encauzaba
el sumario.
Le aseguré que no faltaba más. Le dije si estaba bien que le hiciera una inspección ocular. Hizo que sí con
la cabeza. ¿Y que le preguntara algunas cosas y que lo tuviese demorado hasta que el doctor fulano
dispusiera lo contrario? Entonces se echó a reír y comentó Muy bien, muy bien, eso me gusta.
Moví con el pie la cara del muerto, que estaba boca abajo frente al escritorio, y me encontré con un antiguo
conocido, Justo Luzati, por mal nombre El Jilguero, y también El Alcahuete, con fama de cantor y de otras
cosas que en su ambiente nadie apreciaba. Supe tratarlo bastante en un tiempo, hasta que lo perdí de vista
en un hospital, pobre tipo.
Pero resultaba bueno verlo muerto así, al fin con un gesto de hombre en la cara flaca donde parecía
faltarle unos huesos y sobrarle otros, y un 32 empuñado a lo hombre en la mano derecha, y todavía ese
gesto bravío de apretar el gatillo a quemarropa, cuando ya le iban a tirar, o le estaban tirando, y le tiraron
nomás y el plomo del 38 que el doctor sacó de algún cajón lo sentó de traste. Y entonces se acostó despacio
a lagrimear un poco y a morir.
Pero ese viejo, era cosa de ver, o de imaginar, la sangre fría, de ese viejo. Dejó el 38 sobre la mesa, con
cuidado porque era una prueba. Me llamó por teléfono, sin levantarse siquiera, porque no había que tocar
nada. Y siguió leyendo el libro que leía cuando entró Luzati.
-¿Lo conoce doctor?- le pregunté.
- Nunca lo había visto.
Entonces, mientras lo estaba mirando, descubrí ese estropicio en la biblioteca que tenía detrás de él.
- ¿Y de eso - señalé - no pensaba decirme nada?
- Usted tiene ojos - respondió.
Había una hilera de tomos encuadernados en azul, creo que era la colección de La Ley. Y uno estaba
medio destripado, le salían serpentinas y plumitas de papel, y al lado había un marco de plata boca abajo,
un retrato con la foto y el vidrio perforados.
- Quédese quieto, doctor, no se mueva- le previne y le di la vuelta al escritorio, me paré donde se había
parado Luzati, donde todavía estaba el agua de sus zapatos y desde allí miré al viejo, y luego detrás del viejo,
y nuevamente esa cara cadavérica y severa. Pero él me corrigió: - Un poquito más a la izquierda - dijo.
- ¿Qué se siente, doctor, cuando a uno le erran por tan poco?
- No se siente nada- contestó - y usted lo sabe.
Entonces me agaché, saqué el 32 de entre los dedos de Luzati, abrí el tambor y allí estaba la cápsula
picada y el resto de la carga completa, y hasta el olor de la pólvora fresca. Todo listo y empaquetado para el
gabinete Vucetich, donde seguramente iban a encontrar que el plomo de la biblioteca correspondía al 32, y
que el ángulo de tiro estaba bien, y todo estaba bien, y se lo iban a ilustrar con dibujitos y rayas coloradas,
verdes y amarillas para probar nomás que el doctor había matado en defensa propia.
Puse el 32 junto al otro, sobre el escritorio, y fue entonces cuando él me oyó decir Qué raro y me miró
sin moverse.
- ¿Qué raro doctor?- le dije caminando otra vez hacia la biblioteca - que usted, que solía tener tan buena
memoria, se haya olvidado de este pájaro cantor. Porque si a mí no me falla, hace cuatro años usted
sentenció en una causa Vallejo contra Luzati por tentativa de extorsión.
Él se echó a reír.
- ¿Y eso? - dijo -. Como si yo fuera a acordarme de todas las sentencias que dicto.
- Entonces tampoco recordará que en el treinta lo condenó por tráfico de drogas.
Me pareció que daba un brinco, que iba a pararse, pero se contuvo, porque era un viejo duro, y apenas
se pasó una mano por la frente.
- En el treinta - murmuró -. Puede ser. Son muchos años. Pero usted quiere decir que no vino a robar sino
a vengarse.
- Todavía no se lo quiero decir. Pero qué raro, doctor. Qué raro que este infeliz, que nunca asaltó a nadie,
porque era una rata, un pobre diablo que hoy se puso la mejor ropa para venir a verlo a usted - alguien que
vivía de la pequeña delación, del pequeño chantaje, del pequeño contrabando de drogas; alguien que si
llevaba un arma encima era para darse coraje -, que ese tipo, de golpe, se convierta en asaltante y venga a
asaltarlo a usted...
Entonces él cambió de postura por primera vez, giró con el sillón, y me vio con el retrato entre las manos,
ese retrato de una muchacha lejana, inocente y dulce, si no fuera por los ojos que eran los ojos oscuros y un
poco fanáticos del juez, esa cara que sonreía desde lejos aunque estaba destrozada de un tiro certero,
porque el vencido amor y la sombra del odio que le sigue tienen una infalible puntería.
Le devolví el retrato, le dije Guardeló. Esto no tiene por qué figurar aquí y me senté en cualquier parte sin
pedirle permiso, pero no porque le hubiera perdido el respeto, sino porque necesitaba pensar y hacerme
cargo y estar solo. Pensar, por ejemplo, en esa cara que yo había visto dos años antes en una comisaría de
Mar del Plata, esa cara devastada, ya no inocente, repetida en la foto de un prontuario donde decía
simplemente Alicia Reynal, toxicómana, etc. Pero cuando pasó un rato muy largo, lo único que se me ocurrió
decirle fue:
- ¿Hace mucho que no la ve?
- Mucho - dijo, y ya no habló más, y se quedó mirando algo que no estaba.
Entonces volví a pensar, y ahí debió ser cuando descubrí que ya no servía para comisario. Porque estaba
viendo todo, y no quería verlo. Estaba viendo cómo El Alcahuete había conocido a aquella mujer, y hasta le
había vendido marihuana o lo que sea, y de golpe, figúrese usted, había averiguado quién era. Estaba viendo
con qué facilidad se le ocurrió extorsionar al padre, que era un hombre inmaculado, un pilar de la sociedad,
y de paso cobrarse las dos temporadas que estuvo en Olmos. Estaba viendo cómo el viejo lo esperó con el
escenario listo, el tiro que él mismo disparó - un petardo más en esa noche de petardos - contra la biblioteca
y contra aquel fantasma del retrato. Estaba viendo el 32 descargado sobre el escritorio, para que Luzati lo
manoteara a último momento y hasta apretara el gatillo cuando el viejo le apuntó. Y lo fácil que fue después
abrir el tambor y volver a cargarlo, sin sacarlo de las manos del muerto, que era donde debía estar.
Estaba viendo todo, pero si pasaba un rato más ya no iba a ver nada, porque no quería ver nada.
Aunque al fin me paré y le dije:
- No sé lo que va a hacer usted, doctor, pero he estado pensando en lo difícil que es ser un comisario y lo
difícil que es ser un juez. Usted dice que este hombre quiso asaltarlo y que usted lo madrugó. Todo el mundo
le va a creer y, yo mismo, si mañana lo leo en el diario, es capaz que lo creo. Al fin y al cabo, es mejor que
ande suelto un asesino, y no una ruedita de la compasión.
Era inútil. Ya no me escuchaba. Al salir me agaché por segunda vez junto al Alcahuete y, de un bolsillo del
impermeable, saqué la pistola de pequeño calibre que sabía que iba a encontrar allí y me la guardé. Todavía
la tengo. Habría parecido raro, un muerto con dos armas encima.
El comisario bostezó y miró su reloj. Le esperaban a almorzar.
- ¿Y el juez? - pregunté.
- Lo absolvieron. Quince días después renunció, y al año se murió de una de esas enfermedades que
tienen los viejos.
La causa del crimen del juez es un robo / una venganza / un accidente. Por eso, es posible afirmar
que el asesino obró por emoción violenta / en defensa propia / premeditadamente. El título del
cuento se refiere al móvil del crimen / la estrategia del juez / la interpretación del comisario.
3. Describan a la víctima del asesinato y especifiquen cuáles eran sus antecedentes policiales.
4. Enumeren con qué pistas se encuentra el comisario para resolver el del asesinato.
Cosifíquenlas en verdaderas o preparadas. Justifiquen la clasificación
5. Expliquen con sus palabras la frase: "Es mejor que ande suelto un asesino y no una ruedita
de la justicia».
6. Completen una ficha sobre los verdaderos hechos del caso investigado. Consignen estos
datos: Delito- Sospechoso- Culpable-Móvil del delito
7. Indiquen cuáles son las verdaderas pistas que aparecen en relato de Walsh y que el detective
puede leer. ¿Cuáles son y qué sucede con las pistas falsas? El detective, ¿las ve como
verdaderas o como falsas? ¿Por qué?
8. “En defensa propia” tiene dos relatos: uno está incluido del otro. Identifíquenlos y
completen la tabla con las características de cada uno.
RELATO 1 RELATO 2
Narrador
Tipo de narrador
Acontecimientos
narrados
9. Escriban cuál es la resolución y cuál es la situación final del relato. ¿Se resuelve el crimen?
¿Por qué el comisario decidió no acusar al verdadero culpable? ¿Cómo se recupera el
equilibrio de fuerzas?
10. Expliquen a qué tipo de policial pertenece este cuento. Para ello tengan en cuenta el
escenario donde se desarrollan los hechos, la lectura de las pistas y el final del cuento.
ESCRIBIMOS UN CUENTO POLICIAL
===========================================
Pista 1: "El cerco"
Consigna: El último renglón debe ser igual al primero.
Incipit: Afuera, el sol ya había salido. Se sentaron y esperaron.
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Pista 2: "La carta"
Consigna: Cuando pocas líneas pueden cambiarte la vida.
Incipit: Tenía el corazón en la garganta: no había recibido nunca una carta similar.
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Pista 3: "El cine"
Consigna: Donde una pareja entra en una sala de cine de pueblo, en la que se proyecta una película de la que
nadie ha oído hablar.
Incipit: En la sala semivacía se apagaron las luces.
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Pista 4: "El concierto"
Consigna: Después del cual un fanático cambia de idea sobre su ídolo.
Incipit: Finalmente había llegado el momento esperado durante meses: era el día del gran concierto.
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Pista 5: "El retrato"
Consigna: De la bisabuela de Lory. Era muy bella, justo como Lory, a quien todos le dicen que se asemejan.
Incipit: Cada vez que Lory iba a ver al abuelo observaba el cuadro. No había entendido nunca qué cosa era lo
que no andaba bien en aquel retrato. Porque había algo que no encajaba.
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Pista 6: "La entrevista"
Consigna: Donde el entrevistado es nada menos que...
Incipit: Bien, esta es la primera pregunta:
Pablito clavó un clavito: una evocación del Petiso Orejudo
Mariana Enriquez
La primera vez que se le apareció fue en la salida de las nueve y media de la noche, la que se hacía en
ómnibus. Fue durante una pausa del relato, mientras recorrían el tramo que iba desde el restaurant que
había sido de Emilia Basil, descuartizadora, hasta el edificio donde solía vivir Yiya Murano, envenenadora. De
todos los tours por Buenos Aires que ofrecía la empresa para la que trabajaba, el de crímenes y criminales
era el más exitoso. Se hacía cuatro veces por semana: dos en ómnibus y dos caminando, dos en inglés y dos
en español. Pablo supo que cuando la empresa lo designó como guía del tour de crímenes le estaba dando
un ascenso, aunque el sueldo fuera el mismo (sabía que, tarde o temprano, si lo hacía bien, esa cifra también
iba a ascender). El cambio lo había alegrado mucho: antes hacía el tour "Arquitectura Art-Nouveau de
Avenida de Mayo", que era muy interesante, pero aburría después de un tiempo.
Había estudiado los diez crímenes del tour en todo detalle para poder contarlos bien, con gracia y
suspenso, y jamás había tenido miedo ni se había impresionado. Por eso, antes que terror, sintió sorpresa al
verlo. Era él, sin duda, inconfundible. Los ojos grandes y húmedos, que parecían llenos de ternura pero en
realidad eran un pozo oscuro de idiocia. El chaleco oscuro y la estatura baja, los hombros esmirriados y en
las manos esa soga fina -el piolín, como lo llamaban entonces- con que le había demostrado a la policía, sin
expresar emoción alguna, cómo había asfixiado y atado a sus víctimas. Y las orejas enormes, puntiagudas y
simpáticas, de Cayetano Santos Godino, el Petiso Orejudo, el criminal más célebre del tour, quizá el más
famoso de la crónica criminal argentina. Un asesino de niños y de animales pequeños. Un asesino que no
sabía leer ni sumar, que no distinguía los días de la semana y que bajo su cama guardaba una caja llena de
pájaros muertos.
Pero era imposible que estuviera ahí, donde Pablo lo estaba viendo. El Petiso Orejudo había muerto en
1944, en el ex presidio de Ushuaia, en Tierra del Fuego, el fin del mundo. ¿Qué podía hacer ahora mismo, en
la primavera de 2009, como pasajero fantasma de un ómnibus que recorría los escenarios de sus asesinatos
y sus varias tentativas? Porque sin duda era él, imposible confundirlo, el aparecido era idéntico a las
numerosas fotos de época que se conservaban. Además, había suficiente iluminación como para verlo bien:
el ómnibus llevaba las luces encendidas. Estaba parado casi al final del pasillo, haciendo la demostración con
su piolín, mirándolo a él, al guía, a Pablo, con cierta indiferencia pero con claridad. Hacía rato que Pablo había
contado su historia. Lo venía haciendo durante dos semanas, y le gustaba mucho, pero no le daba miedo. El
Petiso Orejudo había acechado una Buenos Aires tan lejana y tan distinta que resultaba difícil sugestionarse
con su figura. Y sin embargo algo debía haber impresionando vivamente a Pablo, porque el Petiso estaba allí
aunque nadie más lo veía -los pasajeros conversaban animadamente y le pasaban la mirada por encima sin
reparar en él-. Pablo sacudió la cabeza, cerró los ojos con fuerza, y al abrirlos, la figura del asesino con su
piolín había desaparecido. ¿Me estaré volviendo un poco loco?, pensó, y apeló a la psicología barata para
llegar a la conclusión de que el Petiso se le aparecía porque él acababa de tener un hijo, y eran los niños las
únicas víctimas de Godino. Los niños pequeños. Pablo contaba en el tour de dónde, creían los forenses de la
época, le venía esa saña: el primer hijo de los Godino, el hermano del Petiso, había muerto a los 10 meses de
edad en Calabria, Italia, antes de que la familia emigrara. El recuerdo de ese bebé yerto lo obsesionaba: en
muchos de los crímenes -y de los intentos, mucho más numerosos- repetía la ceremonia del entierro. A los
peritos que lo interrogaron después de ser atrapado les dijo: "Nadie vuelve de la muerte. Mi hermanito nunca
volvió. Simplemente se pudre bajo la tierra".
Pablo contaba el primer simulacro de entierro en una de las primeras paradas del tour: la intersección
de la calle Loria con San Carlos, donde el Petiso había atacado a Ana Neri, 18 meses de edad, vecina suya en
el conventillo de la calle Liniers -que ya no existía, pero de todos modos el solar donde alguna vez estuvo
seguía siendo una parada del recorrido, con una breve puesta en contexto donde se le explicaba a los turistas
las condiciones de vida de aquellos inmigrantes recién llegados que escapaban de la pobreza europea:
hacinados en inquilinatos mal ventilados, húmedos, sucios, ruidosos, promiscuos. El ambiente ideal para los
crímenes del Petiso, porque la incomodidad y el desorden acababan por mandar a los niños a la calle: vivir
en aquellas habitaciones era tan insoportable que la gente se la pasaba en la vereda, especialmente los hijos,
que correteaban por ahí.
Ana Neri, entonces. El Petiso la llevó al baldío, la golpeó con una piedra y una vez que la niña estuvo
inconsciente, trató de enterrarla. Un policía lo encontró en medio de la tarea y él rápidamente mintió una
coartada: le dijo que estaba intentando ayudar a la bebé, que había sido atacada por otra persona. El policía
le creyó, posiblemente porque el Petiso Orejudo también era un niño: tenía, entonces, nueve años. Ana tardó
seis meses en recuperarse del ataque.
No fue el único ataque con simulacro de entierro: en septiembre de 1908, poco después de dejar la
escuela -y de que comenzaran sus aparentes ataques de epilepsia: nunca se terminó de comprobar a qué se
debían las convulsiones que sufría el Petiso- se llevó al niño Severino González hasta un terreno baldío frente
al colegio Sagrado Corazón. En el terreno había un pequeño corral de caballos. El Petiso sumergió al niño en
la pileta donde tomaban agua los animales e intentó cubrirlo con una tapa de madera. Un simulacro más
sofisticado, la recreación del ataúd. Otra vez, un policía que pasaba impidió el crimen, y otra vez el Petiso
mintió diciendo que en realidad estaba ayudando al niño. Pero ese mes el Petiso estaba incontinente. El día
15 de septiembre atacó a un bebé de 20 meses, Julio Botte. Lo encontró en la puerta de su casa, Colombres
632. Le quemó el párpado de uno de los ojos con un cigarrillo que llevaba en la mano, encendido. Dos meses
después, los padres del Petiso no soportaron más su presencia ni sus acciones, y ellos mismo lo entregaron
a la policía. En diciembre acabó en la colonia penal para menores de Marcos Paz. Allí aprendió a escribir un
poco, pero se destacó sobre todo por echar gatos y botines a las ollas humeantes de la cocina, cuando los
cocineros se descuidaban. El Petiso cumplió tres años preso en el reformatorio de Marcos Paz.
Salió con más ganas de matar que nunca y pronto lograría el primer, deseado asesinato.
Pablo siempre terminaba el capitulo del Petiso con el interrogatorio que le hizo la policía tras su
detención. A los turistas parecía impresionarlos mucho. Lo leía, para que el efecto realista fuera mayor. La
noche en que el Petiso se apareció en el bus sintió cierta incomodidad antes de repetir sus palabras, pero
decidió decirlas igual. El Petiso sólo lo miraba y jugaba con la soga: no parecía moverse, ni lo amenazaba.
-¿No siente usted remordimientos de conciencia por los hechos que ha cometido?
-No, señores.
-¿Siente usted tristeza o pena por la muerte de los niñitos Giordano, Laurora y Vainikoff?
-No, señores.
-Porque me gustaba.
Esta última respuesta provocaba la desaprobación general de los pasajeros, que en general parecían
contentos cuando se cambiaba de criminal y se pasaba a la más comprensible Yiya Murano, envenedadora
de amigas que le debían dinero. Una asesina por ambición. Fácil de entender. El Petiso, en cambio,
incomodaba a todos.
Esa noche, cuando llegó a su casa, no le contó a su mujer que había visto el espectro del Petiso. Tampoco
a sus compañeros, pero eso era normal: no quería tener problemas en el trabajo. En cambio, le molestaba
no poder hablarle de la aparición a su mujer. Dos años atrás se lo hubiera contado todo. Dos años atrás,
cuando todavía podían confesarse cualquier cosa sin miedo, sin recelo. Era una de las tantas cosas que habían
cambiado desde el nacimiento del bebé. Se llamaba Joaquín, tenía seis meses, pero Pablo seguía diciéndole
"el bebé". Lo quería -al menos, eso le parecía- pero el bebé no le prestaba demasiada atención, aún estaba
demasiado aferrado a su madre, y ella no ayudaba, no ayudaba para nada. Se había convertido en otra
persona. Temerosa, desconfiada, obsesiva. A veces Pablo se preguntaba si estaba ante un caso de depresión
post-parto. Otras veces solamente se malhumoraba, y recordaba con nostalgia y algo - mucho- de enojo los
años previos al bebé. Tantas cosas habían cambiado que no sabía por dónde empezar. Ella ya no lo escuchaba,
por ejemplo. Fingía hacerlo, sonriendo y diciendo que sí con la cabeza, pero estaba pensando en comprar
zapallo y zanahoria para el bebé, o en si la irritación que el bebé tenía en la piel sobre las caderas podía haber
sido causada por el pañal descartable o si se trataba de alguna enfermedad eruptiva. Ni lo escuchaba ni
quería tener sexo porque estaba dolorida después de la episiotomía que no terminaba de cicatrizar, y para
colmo el bebé dormía con ellos en la misma cama: había un cuarto esperándolo, pero ella no se animaba a
dejarlo dormir solo, le tenía miedo al "síndrome de muerte súbita". Pablo había tenido que escuchar hablar
de esa muerte blanca durante horas, mientras trataba en vano de calmarle la ansiedad, a ella que nunca
había tenido miedo, que alguna vez lo había acompañado a escalar montañas y había dormido en refugios
mientras nevaba allá afuera, ella que había comido hongos con él, todo un fin de semana alucinando, esa
misma mujer ahora lloraba por una muerte que no había llegado y posiblemente no ocurriera nunca.
Pablo no recordaba por qué tener un hijo le había parecido una buena idea.
Ella tampoco hablaba de otra cosa. Se habían terminado las charlas sobre los vecinos, las películas, los
escándalos familiares, los trabajos, la política, la comida, los viajes. Ahora sólo hablaba del bebé y hacía como
que escuchaba otros temas. Lo único que parecía registrar, como si la despertara de un sopor, era el nombre
del Petiso Orejudo. Como si su mente abotargada se iluminara con la visión de los ojos del idiota asesino;
como si conociera sus dedos delgados que sostenían la cuerda. Decía que Pablo estaba obsesionado con el
Petiso. Él no creía que fuera así. Sucedía que los otros asesinos del tour macabro por Buenos Aires eran
aburridos. La ciudad no tenía grandes asesinos, si se exceptuaban los dictadores, no incluidos en el tour por
corrección política. Algunos de los asesinos de los que hablaba habían cometido crímenes atroces, pero
bastante comunes teniendo en cuenta cualquier catálogo de violencia patológica. El Petiso era distinto. Era
raro. No tenía más motivos que sus deseos y parecía una especie de metáfora, el lado oscuro de la orgullosa
Argentina del Centenario, un presagio del mal por venir, un anuncio de que había mucho más que palacios y
estancias, una cachetada al provincianismo de las elites argentinas que creían que sólo cosas buenas podían
llegar de la fastuosa y anhelada Europa. Lo más hermoso era que el Petiso era completamente inconsciente
de esto: a él sólo le gustaba atacar niños y encender hogueras -porque también era pirómano, le gustaba ver
arder y observar el trabajo de los bomberos, "sobre todo cuando se caían al fuego", como le había dicho a
uno de los policías interrogadores.
Era con fuego la historia que había hecho enojar rabiosamente a su esposa: ella acabó levantándose de
la mesa, gritándole que nunca más le hablara del Petiso, nunca más por ningún motivo. Se lo había gritado
mientras abrazaba al bebé, como si tuviera miedo de que el Petiso se materializara y lo atacara. Después se
había encerrado en la habitación, y lo dejó comiendo solo. Él la mandó a la mierda mentalmente. La historia
era impresionante en efecto, no para armar tanto escándalo, creía él, pero sí muy brutal. Ocurrió el 7 de
marzo de 1912. Una niña de cinco años, Reina Bonita Vainikoff, hija de inmigrantes judíos letones, estaba
mirando la vidriera de una zapatería, cerca de su casa sobre la avenida Entre Ríos 552. La niña llevaba un
vestido blanco. El Petiso se le acercó mientras ella estaba absorbida por la visión de los zapatos. Llevaba un
fósforo encendido en la mano. Tocó con la llama el vestido, que ardió con suma rapidez. El abuelo de la nena
la vio envuelta en llamas desde la vereda de enfrente. Cruzó la calle corriendo. No logró siquiera acercarse a
la niña. Trastornado, no se había fijado en el tráfico. Lo atropelló un auto y murió al instante. Un hecho
extrañísimo, dada la escasa velocidad de los vehículos en aquellos años.
Reina Bonita también murió, sólo que después de dieciséis días de dolorosa agonía.
Pero el asesinato por fuego de la pobre Reina Bonita no era su crimen favorito. A él le gustaba -esa era
la palabra, qué remedio- el de Jesualdo Giordano, de tres años. Sin duda era el que más horror le causaba a
los turistas, y a lo mejor por eso le gustaba: porque le resultaba placentero contarlo y esperar la reacción,
siempre espantada, de su auditorio. Había sido el crimen por el que atraparon al Petiso, además, porque
cometió un error fatal.
El Petiso, como era ya su costumbre, había llevado a Jesualdo hasta un baldío. Lo ahorcó con trece
vueltas de cuerda. El chico se resistió con fuerza, lloraba y gritaba. El Petiso declaró a la policía que intentó
hacerlo callar, porque no quería ser interrumpido como en otras oportunidades: "Al chico ese lo agarré con
los dientes aquí, cerca de la boca, y lo sacudí como hacen los perros con los gatos". (Esa imagen incomodaba
a los turistas que se revolvían en los asientos y decían "por Dios" en voz baja. Sin embargo, nunca le habían
pedido que detuviera el relato.). Una vez que ahorcó a Jesualdo, el petiso lo tapó con una chapa y salió a la
calle. Pero algo lo atormentaba, una idea que rumiaba y ardía. Así que al rato volvió a la escena del crimen.
Llevaba un clavo. Lo usó para clavarlo en la cabeza del niño, que ya estaba muerto.
Al día siguiente cometió su error fatal. Movido por quién sabe qué ansias, asistió al velorio del niño al
que había matado. Dijo, más tarde, que quería ver si todavía tenía el clavo en la cabeza. Confesó este deseo
cuando lo llevaron a presenciar la autopsia, después de la denuncia del padre del niño muerto. Cuando el
Petiso vio el cadáver hizo algo muy extraño: se tapó la nariz y escupió, como si le diera asco, aunque el cuerpo
aún no había entrado en estado de putrefacción. Los forenses, por algún motivo que la crónica policial de la
época no explica, lo hicieron desnudar. El Petiso tenía una erección de 18 centímetros. Acababa de cumplir
16 años.
Ese relato sí que no podía contárselo a su mujer. Una vez había intentado hablarle de las reacciones de
los turistas ante el último crimen del Petiso, y empezó a hacerlo, sorprendido porque ella no lo hacía callar.
Cuando ella abrió la boca, Pablo entendió: no lo estaba escuchando. Ella le reclamó que tenían que mudarse
a una casa más grande cuando el bebé creciera. No lo quería criar en un departamento. Quería patio, piscina,
sala de juegos y un barrio tranquilo donde el chico pudiera jugar en la calle. (Ella bien sabía que esto último
apenas existía en una ciudad del tamaño y la intensidad de Buenos Aires y mudarse a un suburbio rico y
apacible estaba muy lejos de sus posibilidades). Cuando terminó de enumerar sus deseos para el futuro, le
pidió que cambiara de trabajo. Eso no, dijo él. Soy licenciado en turismo, me va bien, no voy a renunciar, me
divierto, son pocas horas y estoy aprendiendo. El salario es una miseria. No, no es una miseria, se enojó Pablo,
ofendido. Creía estar ganando bien, lo suficiente para mantenerlos a los tres con decencia. ¿Quién era esta
mujer desconocida? Alguna vez ella le había jurado que, con él, era capaz de vivir en un hotel, en la calle,
bajo un árbol. Todo era culpa del bebé. La había cambiado por completo. ¿Y por qué? Si era un chico sin
gracia, aburrido, dormilón, que cuando estaba despierto lloraba casi todo el tiempo. Por qué no trabajás vos
si querés más plata, le dijo Pablo a su esposa. Y ella pareció erizarse, y gritó como si se hubiera vuelto loca.
Gritó que tenía que cuidar al bebé, qué pretendía él, abandonarlo con una niñera o con la loca de tu madre
(mi madre no está loca, pensó Pablo) y para no volver a pelear a los gritos salió a la vereda a fumar - esa era
otra cosa, desde el nacimiento del bebé ella no lo dejaba fumar en su departamento.
Al día siguiente de la discusión, el Petiso volvió al micro. Esta vez estaba más cerca de él, casi al lado del
conductor, que claramente no lo veía. Pablo no sentía que estuviera volviéndose loco. No se sentía diferente,
solamente algo inquieto; temía que alguno de los turistas también fuera capaz de ver al Petiso espectral y
causara histeria en el ómnibus.
Cuando apareció, con la soga en las manos, estaban en una de las últimas paradas del recorrido, la casa
de la calle Pavón. Allí había aparecido una de las víctimas grandes (de edad) del Petiso, uno de sus ataques
más extraños. Arturo Laurora, trece años, estrangulado con su camisa; apareció dentro de una casa
abandonada. No llevaba pantalones y tenía las nalgas lastimadas, pero no había sido violado. Al Petiso no se
le daba por ahí. Mientras Pablo contaba el caso Laurora, el Petiso espectral, parado a su lado, aparecía y
desaparecía, parecía temblar, desdibujarse, como si estuviera hecho de humo o niebla.
Por primera vez en muchas noches, alguien quiso hacer una pregunta. Pablo le sonrió al curioso con
toda la falsedad que era capaz de conjurar. El turista -que era colombiano- quería saber si el Petiso había
usado un clavo en la cabeza de sus víctimas en alguna otra oportunidad. No, le contestó Pablo. Que se sepa,
fue esa vez sola. Es muy extraño, dijo el colombiano. Y aventuró que, si la carrera criminal del Petiso hubiera
sido más larga, a lo mejor el clavo se convertía en su marca, en su firma. A lo mejor, le contestó Pablo con
amabilidad mientras veía cómo el Petiso espectral se terminaba de desvanecer. Pero nunca vamos a saberlo,
¿no es cierto? El colombiano se rascó el mentón, pensativo.
Pablo volvió a su casa pensando en el clavo, y en un trabalenguas que su madre le había enseñado
cuando era chico: "Pablito clavó un clavito. / ¿Qué clavito clavó Pablito?/ Un clavito chiquitito." Abrió la
puerta del departamento y se encontró con la escena habitual de los últimos meses: el televisor encendido,
un plato con dibujos de Ben 10 y restos de zapallo, una mamadera medio vacía y la luz de su habitación
encendida. Se asomó a la puerta. Su mujer y su hijo dormían en la cama, juntos. Sintió que no los conocía.
Quiso hacerlos desaparecer cerrando los ojos, pero cuando los abrió seguían allí. Pablo caminó hasta la
habitación que él mismo había decorado para su hijo antes de que naciera. Estaba tan vacía que le dio frío.
La cuna inmóvil estaba oscura. Parecía el cuarto de un chico muerto, mantenido intacto por una familia
de duelo. Pablo se preguntó qué pasaría si el chico se moría, como parecía temer su mujer. Sabía la respuesta.
Se apoyó en la pared vacía, donde varios meses atrás, siempre antes del nacimiento, antes de que su mujer
se transformara en otra persona, había planeado ubicar un colgante, un universo que giraría sobre la cuna
del bebé, para entretenerlo por la noche. La luna, el sol, Júpiter, Marte y Saturno, los planetas y los satélites
y las estrellas brillando en la oscuridad. Pero nunca lo había colgado, porque su mujer no quería que el bebé
durmiera ahí, y no había forma de convencerla.
Tocó la pared y se encontró con el clavo, que seguía
en la pared, esperando. Lo arrancó de un tirón seco
y se lo metió en el bolsillo. Pensó que resultaría un
gran golpe de efecto para su relato. Lo sacaría de su
bolsillo justo cuando contara el crimen del niño
Jesualdo Giordano y en el momento preciso,
cuando el Petiso volvía y lo clavaba en la cabeza del
chico ya muerto. A lo mejor algún turista ingenuo
hasta creía que se trataba del mismo clavo,
perfectamente conservado cien años después del
crimen. Sonrió pensando en su pequeño triunfo y
decidió acostarse en el sofá del living, lejos de su
mujer y su hijo, con el clavo entre los dedos.
Actividades
1. Imaginar que el tour de crímenes donde trabaja Pablo incorpora un nuevo criminal.
Escribir ese nuevo relato que se contaría en el paseo. Para ello tener como referencia la
descripción que se hace del Petiso Orejudo en este cuento de Enriquez.
El texto debe tener por lo menos 15 renglones y se recomienda incluir un momento gore,
es decir de impresión o miedo. El personaje del relato puede estar basado en un criminal
real o en uno creado por ustedes.
LOS CUENTOS DE TERROR
Desde hace miles de años, los seres humanos hemos inventado historias de terror como una manera
de explicar lo inexplicable y de "poner bajo control" nuestros miedos más profundos. Estos relatos
aparecen en culturas muy diversas como la egipcia, la griega, la india o la china. Sin embargo, el género
de terror se manifiesta como tal en novelas del siglo IXI como Frankenstein (1816) de Mary Shelley,
El extraño caso del Dr. Jekyll y el Sr. Hyde de Robert L. Stevenson (1886) y Drácula (1897) de Bram
Stoker.
Los cuentos de terror, por lo general, giran en torno a una sensación de incertidumbre sobre lo que no se
conoce. Esa incertidumbre busca generar miedo tanto en los personajes como en el lector. El miedo como
efecto de lectura se logra apelando a los temores más profundos de las personas: lo desconocido, lo
sobrenatural y lo inexplicable.
Respecto a esto, el escritor H.P. Lovecraft afirma: “El miedo es una de las emociones más antiguas y
poderosas de la humanidad, y el miedo más antiguo y poderoso es el temor a lo desconocido”.
Los cuentos de terror tienen algunas características en común con los cuentos fantásticos, ya que en ellos
también suele irrumpir lo inexplicable en medio de una realidad cotidiana. Por lo tanto, podemos
clasificarlos dentro de alguna de las siguientes categorías:
-Los que explican de una manera realista los hechos extraordinarios: Aquí entran aquellos relatos en los
que el autor opta por una explicación natural o seudocientífica de los acontecimientos. Éste es el caso
del cuento "El almohadón de plumas" de Quiroga donde la misteriosa muerte de la protagonista se
justifica por la presencia de un monstruoso insecto que habita dentro del almohadón.
-Los que explican de una manera sobrenatural los hechos extraordinarios: A esta categoría pertenecen
los relatos donde lo sobrenatural, diabólico o divino se da como explicación absoluta de los hechos. Por
ejemplo, en el cuento "La lluvia de fuego" de Lugones, la intervención divina arrasa la tierra como
castigo al mal.
Para lograr su efecto, los cuentos de terror suelen emplear recursos estilísticos (con respecto
al modo de narrar) y temáticos (en relación con la historia que cuentan).
➢ Recursos temáticos:
La creación de situaciones de encierro o riesgo en las que los protagonistas se sienten a merced de los
acontecimientos. La aparición de un agente conocido (seres humanos, animales, plantas, objetos, etc) que
se sale de control y pone en peligro a los personajes.
La aparición de un agente desconocdio (monstruos, fantasmas, seres extraterrestres, etc.) que amenaza la
seguridad de los personajes y los coloca en unestado de indefensión
CÓMO HACER UN CORTOMETRAJE
El primer paso antes de hacer una película es decidir qué queremos decir y en qué estilo o
género cinematográfico (documental, terror, comedia, thriller, melodrama...), para luego
plasmarlo en un guion, que es el argumento del film.
Que se pueda contar en pocos minutos: proponemos que los cortometrajesrealizados tengan una
duración de entre 3 y 6 minutos.
Hablar con imágenes: recomendamos aprovechar la imagen como elemento narrativo. Evitemos
abusar de las palabras.
El giro final: los cortometrajes tienen que cautivar al espectador con unahistoria muy corta. Una
buena manera de lograrlo es a través de un giro final quesorprenda al espectador.
Material técnico: ajustemos nuestro guion al material técnico del que dispongamos.
Días de rodaje: adaptemos nuestro guion a los días de rodaje de los que disponemos, teniendo
en cuenta el tiempo que necesitaremos para preparar las escenas y montar todo el equipo técnico
antes de rodar.
La manera más práctica será elaborar un storyboard y un plan de rodaje, o crear un documento
donde ambos se fusionen:
2.1 Storyboard
Son una serie de viñetas que ordenan la narración de los hechos de una película.Se utiliza como
planificación previa a la filmación de escenas y secuencias; es donde se determinan el tipo de
encuadre y el ángulo de visión que se utilizará.
Sirve como guía para el director o la directora, que puede así desglosar y segmentar la filmación
sin seguir estrictamente el orden lógico de la trama.
Necesitaremos también un plan de rodaje, un documento Word donde organizar todos los
elementos que intervendrán en el rodaje, como la distribución de lo quegrabaremos cada día,
localizaciones, vestuario y elementos de decoración, actores, equipo técnico, etc.
Antes de rodar, es importante saber quién se ocupará de cada una de las tareas descritas en el
plan de rodaje. Si son un grupo reducido, cada uno tendrá que desarrollar varias tareas... ¡o pedir
ayuda a amigos o familiares!
Director/a: organiza a todo el equipo para llevar a cabo el rodaje. ¡Luces, cámara… acción!
Ayudante de sonido: lleva los auriculares y controla que el sonido se grabe correctamente.
Operador/a de cámara: coloca la cámara, busca el encuadre, se asegura de que la imagen sea
correcta y graba cuando el director o la directora así lo indica.
Ayudante de cámara: se encarga de transportar y montar el trípode y ayuda en las funciones del
operador de cámara.
Actores y actrices: interpretan los personajes del cortometraje. Deben estudiar los diálogos del
guion, trabajar la personalidad del personaje, ensayar y actuar ante la cámara.
Figurantes: son las personas que aparecen en el plano como parte de un ambiente (en un bar, en
un aula, etc.).
Una vez iniciado el rodaje, todo el mundo debe tener claro su trabajo y hay que evitar
imprevistos.
A continuación. Les dejo algunos consejos técnicos importantes que hay que tener en cuenta:
3.1. Cámara
El poder narrativo de una imagen depende, en gran medida, del plano, que es elresultado de la
distancia de la cámara respecto al objeto o al sujeto filmado.
Plano detalle: plano muy cercano que destaca un objeto o capta la expresión deun personaje.
Primer plano: plano del rostro del personaje. Sirve para mostrar la intimidaddel personaje, la
expresión de sus sentimientos.
Plano medio: muestra a los personajes de cintura para arriba. Suele usarse enescenas con dos
personajes.
3.1.3. El trípode
Es el artefacto que ayuda a estabilizar la cámara. Nos permite elegir la altura y lainclinación del
plano y evitar los movimientos mientras se está rodando.
Una vez seleccionado el plano, el trípode se estabilizará (según la imagen que filmemos) para que
la imagen no aparezca inclinada. El trípode también nos ayuda a realizar planos con posiciones de
cámara más creativas.
3.2. La luz
• Luz natural: la fuente es la luz del sol. Aprovecharla es muy aconsejable,aunque debemos
tener en cuenta que cambia según la hora, el estado del tiempo o la estación del año.
• Luz artificial: la fuente es la luz eléctrica de una lámpara o una bombilla.La empleamos
sobre todo en escenas de interior. Debemos tener en cuentala tonalidad del blanco (sobre la piel
de los personajes) y evitar una luz plana o de fluorescente.
• Contraluz: si grabamos a un personaje que tiene una fuente de luz detrás,nos quedará
oscuro.
3.3. El sonido
Debemos prestar mucha atención a la grabación del sonido para poder captar correctamente
tanto los diálogos como el sonido ambiente.
Micrófono: tiene que estar posicionado en dirección a la fuente sonora que queremos grabar
(captará lo que tenga delante si trabajamos con micros direccionales). Debemos vigilar para que
no aparezca en la imagen y no interfieraen la acción de los personajes.
Percha: soporte para el micrófono. La usamos para situar el micro cerca de la fuente sonora. Tiene
tramos extensibles para adaptarse a distintas distancias.
Auriculares: van conectados a la cámara y nos sirven para controlar que el sonido se esté
captando correctamente.
4. Edición
Una vez finalizado el rodaje, es el momento de poner orden a las imágenes filmadas y dar sentido
narrativo a nuestro cortometraje.
Hay diferentes programas de edición que nos facilitarán el trabajo de seleccionar,cortar y unir los
planos. La edición es fundamental para generar una continuidadnarrativa a través de los planos
que hayamos podido rodar en distintos momentos.
Es el momento de introducir la banda sonora, así como músicas y efectos de sonido que
acompañarán al film.
Por lo tanto, cuando hagan la planificación y la distribución de tareas no olviden la importancia de
un buen montaje y todo el trabajo que supone.
Aquí tienen un pequeño listado con los mejores programas para hacer un cortometraje:
• Adobe premiere
• Final cut
• Filmora
• DaVinci
• iMovie para Mac
• VSDC Free Video Editor
• Windows Movie Maker
• Avid Media Composer
• Adobe After Effects
• Vegas Pro
• LightWorks
• Blender
• Avidemux
• Camtasia
• Pinnacle Studio 24
• Movavi
• OpenShot
• Shotcu
¿DÓNDE OCURREN LAS HISTORIAS QUE NARRA QUIROGA?
Tal vez conozcas la selva, sus plantas, los animales que la habitan y sus peligros; si no la conocés,
probablemente Quiroga exagera al presentar animales tan diferentes reunidos todos en una misma historia.
En esta unidad vas a encontrar notas periodísticas, artículos de enciclopedia y entradas de diccionario que
presentan la realidad de la selva y sus habitantes.
LECTURA
a) Leé la noticia "A 330 kilómetros de Posadas", un texto periodístico que se publicó hace unos años en el
diario Clarín, de Buenos Aires. No dejes de leer también la infografía titulada "Quince horas dramáticas".
b) Una vez que hayas terminado de leer el texto periodístico, reunite con tus compañeros y conversá con
ellos las respuestas a las siguientes preguntas. Para estar seguros, relean los fragmentos que necesiten.
Escriban en sus carpetas las respuestas.
1. En el mapa podrán observar que Andresito es una localidad de la provincia de Misiones. Comenten qué
sucedió en un yerbatal del lugar.
2. ¿Quiénes fueron los involuntarios protagonistas de estos hechos? Ubiquen en el mapa las ciudades donde
se detuvieron antes de llegar a Posadas. ¿Qué sucedió en cada una de ellas?
3. ¿Cuál fue la participación de Jorge Olivera y Víctor Chamula en los hechos que se presentan en la nota?
c) En la nota periodística se señalan al menos dos errores serios. Uno se refiere al tipo de suero antiofídico
utilizado y el otro, a la dosis o cantidad aplicada. Relean la nota y comenten en qué consistieron estos
errores.
2. La infografía
La infografía
Algunos periódicos suelen utilizar fotos, diagramas, mapas y esquemas para ilustrar y ampliar la
información proporcionada en el texto de la nota. Una especialidad dentro del periodismo, para la
que hay especialistas con una preparación específica, es el armado de infografías. Estas son una
combinación de texto, gráficos y dibujos organizados de modo que su lectura resulte rápida y directa.
Por un lado, ofrecen muchos datos en poco espacio, y por otro, complementan la información dada
en el cuerpo de la noticia a la que acompañan. Es frecuente que se usen cuando no hay fotografías
disponibles, o cuando la información proporcionada por ellas es insuficiente o poco clara. Se hacen
con programas de computación y pueden incluir dibujos hechos a mano.
Como ya viste, la nota periodística narra hechos reales ocurridos en un lugar y en un momento
perfectamente identificables. Para que no queden dudas del lugar donde tuvieron lugar los sucesos, en el
sector inferior derecho de la nota periodística aparece una infografía.
b) Observá la infografía: presenta la información de manera esquemática e incluye imágenes. ¿Qué tipo de
imagen aparece en este caso?
c) Releé el texto periodístico y la infografía y luego conversá con tus compañeros las respuestas a las
siguientes preguntas.
2. ¿Qué animales suelen ser presa de las serpientes de cascabel? ¿Cómo hacen estas serpientes
para inyectar el veneno? ¿Pueden quedarse sin veneno? ¿Por qué? ¿Pueden llegar a atacar a seres
humanos?
3. ¿En qué partes de América no hay serpientes de cascabel? ¿En qué partes de América hay
más? ¿En qué momento del día suelen atacar? ¿Cómo puede protegerse el hombre de eventuales
ataques?
a) Seguramente notaste que el artículo de la enciclopedia aporta una gran cantidad de información.
Releélo, identificá los párrafos y fijate cuál de estos títulos puede corresponder a cada uno.
4. El diccionario
Así como un artículo periodístico da a conocer hechos particulares e informa sobre los peligros y los
problemas que se viven en el lugar donde ocurren, otros textos permiten ampliar la información que se tiene
sobre distintos temas. En la actividad anterior leíste un artículo de enciclopedia. Ahora vas a trabajar con el
diccionario.
a) Fijate qué sucede si decidís buscar “serpiente de cascabel” en un diccionario. En el Diccionario de la Real
Academia Española, por ejemplo, encontrarás lo siguiente:
1. Según el fragmento del diccionario que acabás de leer, para encontrar la definición de “serpiente”
habría que buscar “culebra”. Y para encontrar específicamente “serpiente de cascabel” parecería
necesario buscar otra palabra: “crótalo”. En el mismo diccionario se encuentran las dos entradas que
aparecen en la página siguiente.
Glosario
culebra. (Del lat. colubra.) f. Reptil ofidio sin pies, de cuerpo aproximadamente cilíndrico y muy largo
respecto de su grueso; cabeza aplanada, boca grande y piel pintada simétricamente con colores
diversos, escamosa, y cuya parte externa o epidermis muda por completo el animal de tiempo en
tiempo. Hay muchas especies, diversas en tamaño, coloración y costumbres. || de cascabel. crótalo,
serpiente venenosa.
crótalo. (Del lat. crotalum) m. Instrumento músico de percusión usado antiguamente y semejante a
la castañuela. || 2. Serpiente venenosa de América, que tiene en el extremo de la cola unos anillos
óseos, con los cuales hace al moverse cierto ruido particular.
b) Buscá un diccionario en la biblioteca del aula y consultalo a partir de las siguientes consignas.
1. ¿Qué información te brinda sobre la serpiente de cascabel? ¿Habla de ella o sólo da información
sobre serpientes, en general?
2. Podés probar con la palabra cascabel: ¿se refiere el diccionario, en alguna de sus entradas, a las
serpientes que reciben este nombre?
2. ¿Qué clase de información pueden encontrar en una enciclopedia? ¿Y en un diccionario? ¿En qué
se diferencia la información proporcionada por la enciclopedia y el diccionario de la noticia que
ofrece un diario?
3. Pensá una situación en la que un diccionario puede ayudar a comprender mejor un artículo de
enciclopedia.
4.Pensá una situación en la que una enciclopedia puede ayudar a comprender mejor un texto
periodístico.
Un diccionario y una enciclopedia no son “lo mismo”. En ambos se accede a información. Sin
embargo, la primera diferencia salta a la vista: una enciclopedia es mucho más extensa que un
diccionario. La Gran Enciclopedia del Mundo, en la que figura el artículo acerca de la serpiente de
cascabel que leíste tiene veinte tomos. Otra enciclopedia muy conocida es la Enciclopedia Británica,
que tiene 34 tomos. Por otra parte, una enciclopedia proporciona explicaciones en cada uno de sus
artículos, además de información completa y detallada acerca del término que se buscó. En cambio,
un diccionario, aun uno completo, es mucho más breve y conciso ya que no desarrolla explicaciones
relacionadas con los temas: se limita a dar definiciones
ESCRITURA
En un río muy grande, en un país desierto donde nunca había estado el hombre, vivían muchos
yacarés. Eran más de cien o más de mil. Y algunos yacarés quisieron viajar por el mundo. Como
no podían nadar en el mar, decidieron construir una balsa. Y salieron al mar y parecía que todo
iba bien. Y el mar se puso muy tormentoso y tuvieron mucho miedo y no sabían que hacer. Y
tuvieron que volver...
Uno de sus compañeros lo ayudó a revisar la historia. Lo primero que notó era que se repetía mucho la palabra
“y”, pero no encontraban un sinónimo para esa palabra. El docente les explicó que podían reemplazar la “y”
por otros marcadores temporales y el cuento quedó así:
En un río muy grande, en un país desierto donde nunca había estado el hombre, vivían muchos yacarés. Eran
más de cien o más de mil. Entonces, algunos yacarés quisieron viajar por el mundo. Como no podían nadar en
el mar, decidieron construir una balsa. Cuando salieron al mar, al principio parecía que todo iba bien. Hasta
que, por la noche, el mar se puso muy tormentoso. En ese momento tuvieron mucho miedo, no sabían qué
hacer. Finalmente tuvieron que volver...
1. Hagan una lista con marcadores temporales. Pueden usar los del texto que acaban de leer y también
buscar otros en los cuentos que leyeron. Copien la lista en sus carpetas.
A veces, cuando tomás notas en el cuaderno o en la carpeta, hay textos que posiblemente
necesites volver a revisar más adelante .Para poder encontrarlos fácilmente es conveniente
resaltarlos. Podés hacerles un recuadro, escribirlos con un color que no sea el que usás
habitualmente o ponerles una marca en el margen.
b) Revisá tu cuento. Si escribiste muchas “y”, releé la lista y pensá en posibles marcadores para reemplazarlas
TEXTOS LITERARIOS
A la deriva
Horacio Quiroga
El hombre pisó algo blanduzco, y en seguida sintió la mordedura en el pie. Saltó adelante, y al volverse con
un juramento vio una yararacusú que arrollada sobre sí misma esperaba otro ataque.
El hombre echó una veloz ojeada a su pie, donde dos gotitas de sangre engrosaban dificultosamente, y sacó
el machete de la cintura. La víbora vio la amenaza, y hundió más la cabeza en el centro mismo de su espiral;
pero el machete cayó de lomo, dislocándole las vértebras.
El hombre se bajó hasta la mordedura, quitó las gotitas de sangre, y durante un instante contempló. Un
dolor agudo nacía de los dos puntitos violetas, y comenzaba a invadir todo el pie. Apresuradamente se ligó el
tobillo con su pañuelo y siguió por la picada hacia su rancho.
El dolor en el pie aumentaba, con sensación de tirante abultamiento, y de pronto el hombre sintió dos o
tres fulgurantes puntadas que como relámpagos habían irradiado desde la herida hasta la mitad de la
pantorrilla. Movía la pierna con dificultad; una metálica sequedad de garganta, seguida de sed quemante, le
arrancó un nuevo juramento.
Llegó por fin al rancho, y se echó de brazos sobre la rueda de un trapiche. Los dos puntitos violeta
desaparecían ahora en la monstruosa hinchazón del pie entero. La piel parecía adelgazada y a punto de ceder,
de tensa. Quiso llamar a su mujer, y la voz se quebró en un ronco arrastre de garganta reseca. La sed lo
devoraba.
—¡Dorotea! —alcanzó a lanzar en un estertor—. ¡Dame caña!
Su mujer corrió con un vaso lleno, que el hombre sorbió en tres tragos. Pero no había sentido gusto alguno.
—¡Te pedí caña, no agua! —rugió de nuevo—. ¡Dame caña!
—¡Pero es caña, Paulino! —protestó la mujer espantada.
—¡No, me diste agua! ¡Quiero caña, te digo!
La mujer corrió otra vez, volviendo con la damajuana. El hombre tragó uno tras otro dos vasos, pero no
sintió nada en la garganta.
—Bueno; esto se pone feo —murmuró entonces, mirando su pie lívido y ya con lustre gangrenoso. Sobre
la honda ligadura del pañuelo, la carne desbordaba como una monstruosa morcilla.
Los dolores fulgurantes se sucedían en continuos relampagueos, y llegaban ahora a la ingle. La atroz
sequedad de garganta que el aliento parecía caldear más, aumentaba a la par. Cuando pretendió incorporarse,
un fulminante vómito lo mantuvo medio minuto con la frente apoyada en la rueda de palo.
Pero el hombre no quería morir, y descendiendo hasta la costa subió a su canoa. Sentóse en la popa y
comenzó a palear hasta el centro del Paraná. Allí la corriente del río, que en las inmediaciones del Iguazú corre
seis millas, lo llevaría antes de cinco horas a Tacurú-Pucú.
El hombre, con sombría energía, pudo efectivamente llegar hasta el medio del río; pero allí sus manos
dormidas dejaron caer la pala en la canoa, y tras un nuevo vómito —de sangre esta vez—dirigió una mirada al
sol que ya trasponía el monte.
La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa. El hombre
cortó la ligadura y abrió el pantalón con su cuchillo: el bajo vientre desbordó hinchado, con grandes manchas
lívidas y terriblemente doloroso. El hombre pensó que no podría jamás llegar él solo a Tacurú-Pucú, y se decidió
a pedir ayuda a su compadre Alves, aunque hacía mucho tiempo que estaban disgustados.
La corriente del río se precipitaba ahora hacia la costa brasileña, y el hombre pudo fácilmente atracar. Se
arrastró por la picada en cuesta arriba, pero a los veinte metros, exhausto, quedó tendido de pecho.
—¡Alves! —gritó con cuanta fuerza pudo; y prestó oído en vano.
—¡Compadre Alves! ¡No me niegue este favor! —clamó de nuevo, alzando la cabeza del suelo. En el silencio
de la selva no se oyó un solo rumor. El hombre tuvo aún valor para llegar hasta su canoa, y la corriente,
cogiéndola de nuevo, la llevó velozmente a la deriva.
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan
fúnebremente el río. Desde las orillas bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro
también. Adelante, a los costados, detrás, la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se
precipita en incesantes borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo, y reina en él un silencio de muerte.
Al atardecer, sin embargo, su belleza sombría y calma cobra una majestad única.
El sol había caído ya cuando el hombre, semitendido en el fondo de la canoa, tuvo un violento escalofrío. Y
de pronto, con asombro, enderezó pesadamente la cabeza: se sentía mejor. La pierna le dolía apenas, la sed
disminuía, y su pecho, libre ya, se abría en lenta inspiración.
El veneno comenzaba a irse, no había duda. Se hallaba casi bien, y aunque no tenía fuerzas para mover la
mano, contaba con la caída del rocío para reponerse del todo. Calculó que antes de tres horas estaría en
Tacurú-Pucú.
El bienestar avanzaba, y con él una somnolencia llena de recuerdos. No sentía ya nada ni en la pierna ni en
el vientre. ¿Viviría aún su compadre Gaona en Tacurú-Pucú? Acaso viera también a su ex patrón mister
Dougald, y al recibidor del obraje.
¿Llegaría pronto? El cielo, al poniente, se abría ahora en pantalla de oro, y el río se había coloreado también.
Desde la costa paraguaya, ya entenebrecida, el monte dejaba caer sobre el río su frescura crepuscular, en
penetrantes efluvios de azahar y miel silvestre. Una pareja de guacamayos cruzó muy alto y en silencio hacia
el Paraguay.
Allá abajo, sobre el río de oro, la canoa derivaba velozmente, girando a ratos sobre sí misma ante el
borbollón de un remolino. El hombre que iba en ella se sentía cada vez mejor, y pensaba entretanto en el
tiempo justo que había pasado sin ver a su ex patrón Dougald. ¿Tres años? Tal vez no, no tanto. ¿Dos años y
nueve meses? Acaso. ¿Ocho meses y medio? Eso sí, seguramente.
De pronto sintió que estaba helado hasta el pecho. ¿Qué sería? Y la respiración también…
Al recibidor de maderas de mister Dougald, Lorenzo Cubilla, lo había conocido en Puerto Esperanza un
viernes santo… ¿Viernes? Sí, o jueves…
El hombre estiró lentamente los dedos de la mano.
—Un jueves…
Y cesó de respirar.
2. ¿En dónde se encontraba el protagonista? Subrayen en el texto cómo se describe el lugar. A medida que
avanza el relato ¿aparecen datos precisos de lugares? ¿Cuáles?
3. ¿Por qué piensan ustedes que el hombre le pide caña a su mujer? ¿Por qué la confunde con agua?
4. ¿La forma de hablar del protagonista es típica del lugar en que vive? ¿Por qué? Da ejemplos.
5. Con los datos que aparecen en el texto describan en la carpeta cómo es la vida del hombre. ¿En qué
trabaja? ¿Con quién vive? ¿Tiene vecinos cerca? ¿Qué medios de transporte usa? ¿Cuáles son algunas de
sus costumbres? ¿Qué se puede reconstruir de su pasado?
6. En el cuento se nombra dos veces al silencio. Busquen dónde aparece mencionado. Analicen entre todos
con qué se lo asocia y por qué. Escriban las conclusiones en la carpeta.
7.
7. En un momento del relato aparece la siguiente descripción:
El Paraná corre allí en el fondo de una inmensa hoya, cuyas paredes, altas de cien metros, encajonan fúnebremente
el río. Desde las orillas, bordeadas de negros bloques de basalto, asciende el bosque, negro también. Adelante, a
los costados, atrás, siempre la eterna muralla lúgubre, en cuyo fondo el río arremolinado se precipita en incesantes
borbollones de agua fangosa. El paisaje es agresivo y reina en él un silencio de muerte. Al atardecer, sin embargo,
su belleza sombría y calma cobra una majestad única.
b) Ubiquen dónde está ubicado este fragmento en el cuento y contesten: ¿qué relación se establece entre este
pasaje y lo que le está sucediendo al protagonista? ¿Qué relación hay entre el río y el hombre, entre e paisaje y
la situación del hombre?
a) el protagonista
b) un testigo que no participa de los hechos
c) un narrador que no participa en la historia
9. Quiroga, como casi siempre, elige dos momentos del día como testigos de la agonía de sus personajes, el
atardecer, como en este caso [A la deriva], o la hora del mediodía. Momentos en que el tiempo asume una
extraña dimensión estática, obsesiva. (María Kodama," Prólogo", en El salvaje, Madrid, Alianza Losada,
1993.)
¿A qué se refiere la autora con la última oración? ¿Qué les sugieren a ustedes esos dos momentos del
día? Debatan oralmente sus opiniones y escriban en la carpeta las conclusiones.
• “…dos o tres fulgurantes puntadas que, como relámpagos, habían irradiado desde la herida…”
• “La sed lo devoraba.”
• “La pierna entera, hasta medio muslo, era ya un bloque deforme y durísimo que reventaba la ropa.”
11. Explica la forma progresiva cómo se va extinguiendo la vida de Paulino. Ejemplifique con citas textuales.
12. Subrayar con lápiz en el texto, por lo menos, dos expresiones que remitan a la transformación corporal
provocada por la mordedura de la víbora.
13. Hacia el final, los recuerdos se acumulan en la mente del personaje. A partir de esos recuerdos, ¿qué se
puede reconstruir acerca de su vida?
14. Relean el final de "A la deriva" a partir de: "EI bienestar avanzaba y con él una somnolencia llena de
recuerdos...". Presten atención a las preguntas que allí aparecen y reflexionen:
15. ¿Quién se plantea esas preguntas? ¿Cuál es la persona gramatical de los pronombres y los verbos
empleados en ellas? Dichas preguntas plantean una relación de acercamiento entre el narrador y el protagonista.
Reflexionen acerca de esa relación y discutan sobre el efecto que genera y anoten las conclusiones.
16. ¿Qué relación crees que guarda el título del texto con la historia narrada?
La gallina degollada
Horacio Quiroga
Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz.
Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta.
El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros,
y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los
idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban;
se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría
bestial, como si fuera comida.
Otra veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes
sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero
casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco,
con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón.
El mayor tenía doce años y el menor, ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de
un poco de cuidado maternal.
Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados,
Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un porvenir mucho
más vital: un hijo. ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño,
libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin
esperanzas posibles de renovación?
Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida
su felicidad. La criatura creció bella y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero en el vigésimo mes
sacudiéronlo una noche convulsiones terribles, y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico
lo examinó con esa atención profesional que está visiblemente buscando las causas del mal en las
enfermedades de los padres.
Después de algunos días los miembros paralizados recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aun
el instinto, se habían ido del todo; había quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para
siempre sobre las rodillas de su madre.
—¡Hijo, mi hijo querido! —sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruina de su primogénito.
El padre, desolado, acompañó al médico afuera.
—A usted se le puede decir: creo que es un caso perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que le permita
su idiotismo, pero no más allá.
—¡Sí!… ¡Sí! —asentía Mazzini—. Pero dígame: ¿Usted cree que es herencia, que…?
—En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay allí un
pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar detenidamente.
Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota que pagaba
los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo
por aquel fracaso de su joven maternidad.
Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud y
limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho meses las convulsiones del
primogénito se repetían, y al día siguiente el segundo hijo amanecía idiota.
Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre, su amor estaban malditos! ¡Su amor,
sobre todo! Veintiocho años él, veintidós ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un átomo de
vida normal. Ya no pedían más belleza e inteligencia como en el primogénito; ¡pero un hijo, un hijo como
todos!
Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas del dolorido amor, un loco anhelo de redimir de una vez para
siempre la santidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el proceso de los dos
mayores.
Mas por encima de su inmensa amargura quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos. Hubo
que arrancar del limbo de la más honda animalidad, no ya sus almas, sino el instinto mismo, abolido. No sabían
deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra todo, por no
darse cuenta de los obstáculos. Cuando los lavaban mugían hasta inyectarse de sangre el rostro. Animábanse
sólo al comer, o cuando veían colores brillantes u oían truenos. Se reían entonces, echando afuera lengua y
ríos de baba, radiantes de frenesí bestial. Tenían, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudo obtener
nada más.
Con los mellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres años desearon de
nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera aplacado a la fatalidad.
No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba en razón de su infructuosidad, se
agriaron. Hasta ese momento cada cual había tomado sobre sí la parte que le correspondía en la miseria de
sus hijos; pero la desesperanza de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos echó afuera
esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores.
Iniciáronse con el cambio de pronombre: tus hijos. Y como a más del insulto había la insidia, la atmósfera se
cargaba.
—Me parece —díjole una noche Mazzini, que acababa de entrar y se lavaba las manos—que podrías tener más
limpios a los muchachos.
Berta continuó leyendo como si no hubiera oído.
—Es la primera vez —repuso al rato— que te veo inquietarte por el estado de tus hijos.
Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada:
—De nuestros hijos, ¿me parece?
—Bueno, de nuestros hijos. ¿Te gusta así? —alzó ella los ojos.
Esta vez Mazzini se expresó claramente:
—¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no?
—¡Ah, no! —se sonrió Berta, muy pálida— ¡pero yo tampoco, supongo!… ¡No faltaba más!… —murmuró.
—¿Qué no faltaba más?
—¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir.
Su marido la miró un momento, con brutal deseo de insultarla.
—¡Dejemos! —articuló, secándose por fin las manos.
—Como quieras; pero si quieres decir…
—¡Berta!
—¡Como quieras!
Éste fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitables reconciliaciones, sus almas se unían
con doble arrebato y locura por otro hijo.
Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre. Nada
acaeció, sin embargo, y los padres pusieron en ella toda su complaciencia, que la pequeña llevaba a los más
extremos límites del mimo y la mala crianza.
Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse casi del todo de los
otros. Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien
que en menor grado, pasábale lo mismo. No por eso la paz había llegado a sus almas. La menor indisposición
de su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores de su descendencia podrida. Habían
acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el veneno se
vertía afuera. Desde el primer disgusto emponzoñado habíanse perdido el respeto; y si hay algo a que el
hombre se siente arrastrado con cruel fruición es, cuando ya se comenzó, a humillar del todo a una persona.
Antes se contenían por la mutua falta de éxito; ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a sí
mismo, sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro habíale forzado a crear.
Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los vestía, les
daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban todo el día sentados
frente al cerco, abandonados de toda remota caricia. De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche,
resultado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposible negarle, la criatura tuvo algún
escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga.
Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fue, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini.
—¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio? ¿Cuántas veces…?
—Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito.
Ella se sonrió, desdeñosa: —¡No, no te creo tanto!
—Ni yo jamás te hubiera creído tanto a ti… ¡tisiquilla!
—¡Qué! ¿Qué dijiste?…
—¡Nada!
—¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre como el
que has tenido tú!
Mazzini se puso pálido.
—¡Al fin! —murmuró con los dientes apretados—. ¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías!
—¡Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio! ¡Yo hubiera
tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!
Mazzini explotó a su vez.
—¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la
mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!
Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus bocas.
A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con todos los
matrimonios jóvenes que se han amado intensamente una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más
efusiva cuanto infames fueran los agravios.
Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba escupió sangre. Las emociones y mala noche
pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella lloró desesperadamente, pero
sin que ninguno se atreviera a decir una palabra.
A las diez decidieron salir, después de almorzar. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sirvienta que
matara una gallina.
El día radiante había arrancado a los idiotas de su banco. De modo que mientras la sirvienta degollaba en la
cocina al animal, desangrándolo con parsimonia (Berta había aprendido de su madre este buen modo de
conservar la frescura de la carne), creyó sentir algo como respiración tras ella. Volvióse, y vio a los cuatro
idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando estupefactos la operación… Rojo… rojo…
—¡Señora! Los niños están aquí, en la cocina.
Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni aun en esas horas de pleno perdón, olvido y felicidad
reconquistada, podía evitarse esa horrible visión! Porque, naturalmente, cuando más intensos eran los raptos
de amor a su marido e hija, más irritado era su humor con los monstruos.
—¡Que salgan, María! ¡Échelos! ¡Échelos, le digo!
Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a dar a su banco.
Después de almorzar salieron todos. La sirvienta fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por las quintas.
Al bajar el sol volvieron; pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija escapóse
enseguida a casa.
Entretanto los idiotas no se habían movido en todo el día de su banco. El sol había traspuesto ya el cerco,
comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando los ladrillos, más inertes que nunca.
De pronto algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana, cansada de cinco horas paternales, quería
observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Quería trepar, eso no ofrecía
duda. Al fin decidióse por una silla desfondada, pero aun no alcanzaba. Recurrió entonces a un cajón de
kerosene, y su instinto topográfico hízole colocar vertical el mueble, con lo cual triunfó.
Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el
equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes.
Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse más.
Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No
apartaban los ojos de su hermana mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de
sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie iba ya a
montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella, los
ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.
—¡Soltáme! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.
—¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse
arrancada y cayó.
—Mamá, ¡ay! Ma. . . —No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si
fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había
desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo.
Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su hija.
—Me parece que te llama—le dijo a Berta.
Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento después se despidieron, y mientras
Berta iba dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio.
—¡Bertita!
Nadie respondió.
—¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada.
Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible
presentimiento.
—¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un
mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.
Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió
con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola:
—¡No entres! ¡No entres!
Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo
de él con un ronco suspiro.
1) Mencioná tres hechos que formen parte de la rutina de los hermanos idiotas. (Para esto tenés que
avanzar en las dos o tres primeras páginas del cuento. No empieces antes).
a: …………………………………………………………………………………………………………………………………………..
b: …………………………………………………………………………………………………………………………………………..
c: …………………………………………………………………………………………………………………………………………..
2) En el párrafo que empieza diciendo "Esos cuatro idiotas..." se plantea una interesante teoría sobre
el amor marital. Sintetizala en dos otros renglones.
3) ¿A qué atribuye el médico la enfermedad de los hijos? ¿A qué lo atribuirán más adelante los esposos
cuando se acusen mutuamente?
Médico:…………………………………………………………………………………………………………………………………………..
Marido: …………………………………………………………………………………………………………………………………………..
Mujer: …………………………………………………………………………………………………………………………………………..
4) En un pasaje se puede ver un juego muy interesante con los pronombres posesivos NUESTROS y TUS
cuando se refieren a los hijos. Copien frases del texto en las que encuentren este recurso y expliquen a
qué se debe.
5) Tempranamente en el relato se habla de "los excesos del abuelo". ¿A qué se refiere? (Lo mismo que en el
punto 1, tenés que avanzar en el relato para responder este punto).
6) ¿De qué manera intentan los esposos al principio superar la enfermedad de sus hijos?
8) Realicen un relevamiento de los sustantivos y adjetivos que se asocian con los hijos enfermos,
¿encuentran alguno que se refiera a algo positivo?
9) En un momento el narrador dice que los hijos "Tenían (...) cierta facultad imitativa". Eso es una
anticipación del desenlace final. ¿Por qué?
10) Poco después, se habla de la "aterradora descendencia". ¿De qué otra manera despectiva se hablará de
los hijos más adelante?
12) ¿Qué pasa finalmente con ella? (Respondé en no menos de cuatro renglones)
13) Averiguá en qué forma la vida del autor de este cuento se puede relacionar con algunos temas que
aparecen en sus relatos, por ejemplo, en el que acabás de leer
El hijo
Horacio Quiroga
Es un poderoso día de verano en Misiones, con todo el sol, el calor y la calma que puede deparar la estación.
La naturaleza plenamente abierta, se siente satisfecha de sí.
Como el sol, el calor y la calma ambiente, el padre abre también su corazón a la naturaleza.
—Ten cuidado, chiquito —dice a su hijo; abreviando en esa frase todas las observaciones del caso y que su
hijo comprende perfectamente.
—Si, papá —responde la criatura mientras coge la escopeta y carga de cartuchos los bolsillos de su camisa,
que cierra con cuidado.
—Vuelve a la hora de almorzar —observa aún el padre.
—Sí, papá —repite el chico.
Equilibra la escopeta en la mano, sonríe a su padre, lo besa en la cabeza y parte.
Su padre lo sigue un rato con los ojos y vuelve a su quehacer de ese día, feliz con la alegría de su pequeño.
Sabe que su hijo es educado desde su más tierna infancia en el hábito y la precaución del peligro, puede
manejar un fusil y cazar no importa qué. Aunque es muy alto para su edad, no tiene sino trece años. Y parecía
tener menos, a juzgar por la pureza de sus ojos azules, frescos aún de sorpresa infantil.
No necesita el padre levantar los ojos de su quehacer para seguir con la mente la marcha de su hijo.
Ha cruzado la picada roja y se encamina rectamente al monte a través del abra de espartillo.
Para cazar en el monte —caza de pelo— se requiere más paciencia de la que su cachorro puede rendir. Después
de atravesar esa isla de monte, su hijo costeará la linde de cactus hasta el bañado, en procura de palomas,
tucanes o tal cual casal de garzas, como las que su amigo Juan ha descubierto días anteriores.
Sólo ahora, el padre esboza una sonrisa al recuerdo de la pasión cinegética de las dos criaturas.
Cazan sólo a veces un yacútoro, un surucuá —menos aún— y regresan triunfales, Juan a su rancho con el fusil
de nueve milímetros que él le ha regalado, y su hijo a la meseta con la gran escopeta Saint-Étienne, calibre 16,
cuádruple cierre y pólvora blanca. Él fue lo mismo. A los trece años hubiera dado la vida por poseer una
escopeta. Su hijo, de aquella edad, la posee ahora y el padre sonríe...
No es fácil, sin embargo, para un padre viudo, sin otra fe ni esperanza que la vida de su hijo, educarlo como
lo ha hecho él, libre en su corto radio de acción, seguro de sus pequeños pies y manos desde que tenía cuatro
años, consciente de la inmensidad de ciertos peligros y de la escasez de sus propias fuerzas.
Ese padre ha debido luchar fuertemente contra lo que él considera su egoísmo. ¡Tan fácilmente una criatura
calcula mal, sienta un pie en el vacío y se pierde un hijo!
El peligro subsiste siempre para el hombre en cualquier edad; pero su amenaza amengua si desde pequeño
se acostumbra a no contar sino con sus propias fuerzas.
De este modo ha educado el padre a su hijo. Y para conseguirlo ha debido resistir no sólo a su corazón, sino
a sus tormentos morales; porque ese padre, de estómago y vista débiles, sufre desde hace un tiempo de
alucinaciones.
Ha visto, concretados en dolorosísima ilusión, recuerdos de una felicidad que no debía surgir más de la nada
en que se recluyó. La imagen de su propio hijo no ha escapado a este tormento. Lo ha visto una vez rodar
envuelto en sangre cuando el chico percutía en la morsa del taller una bala de parabellum, siendo así que lo
que hacía era limar la hebilla de su cinturón de caza.
Horrible caso... Pero hoy, con el ardiente y vital día de verano, cuyo amor a su hijo parece haber heredado,
el padre se siente feliz, tranquilo, y seguro del porvenir.
En ese instante, no muy lejos suena un estampido.
—La Saint-Étienne... —piensa el padre al reconocer la detonación. Dos palomas de menos en el monte...
Sin prestar más atención al nimio acontecimiento, el hombre se abstrae de nuevo en su tarea.
El sol, ya muy alto, continúa ascendiendo. Adónde quiera que se mire —piedras, tierra, árboles—, el aire
enrarecido como en un horno, vibra con el calor. Un profundo zumbido que llena el ser entero e impregna el
ámbito hasta donde la vista alcanza, concentra a esa hora toda la vida tropical.
El padre echa una ojeada a su muñeca: las doce. Y levanta los ojos al monte.
Su hijo debía estar ya de vuelta. En la mutua confianza que depositan el uno en el otro —el padre de sienes
plateadas y la criatura de trece años—, no se engañan jamás. Cuando su hijo responde: “Sí, papá”, hará lo que
dice. Dijo que volvería antes de las doce, y el padre ha sonreído al verlo partir.
Y no ha vuelto.
El hombre torna a su quehacer, esforzándose en concentrar la atención en su tarea. ¿Es tan fácil, tan fácil
perder la noción de la hora dentro del monte, y sentarse un rato en el suelo mientras se descansa inmóvil...?
El tiempo ha pasado; son las doce y media. El padre sale de su taller, y al apoyar la mano en el banco de
mecánica sube del fondo de su memoria el estallido de una bala de parabellum, e instantáneamente, por
primera vez en las tres transcurridas, piensa que tras el estampido de la Saint-Étienne no ha oído nada más.
No ha oído rodar el pedregullo bajo un paso conocido. Su hijo no ha vuelto y la naturaleza se halla detenida a
la vera del bosque, esperándolo.
¡Oh! no son suficientes un carácter templado y una ciega confianza en la educación de un hijo para
ahuyentar el espectro de la fatalidad que un padre de vista enferma ve alzarse desde la línea del monte.
Distracción, olvido, demora fortuita: ninguno de estos nimios motivos que pueden retardar la llegada de su
hijo halla cabida en aquel corazón.
Un tiro, un solo tiro ha sonado, y hace mucho. Tras él, el padre no ha oído un ruido, no ha visto un pájaro,
no ha cruzado el abra una sola persona a anunciarle que al cruzar un alambrado, una gran desgracia...
La cabeza al aire y sin machete, el padre va. Corta el abra de espartillo, entra en el monte, costea la línea
de cactus sin hallar el menor rastro de su hijo.
Pero la naturaleza prosigue detenida. Y cuando el padre ha recorrido las sendas de caza conocidas y ha
explorado el bañado en vano, adquiere la seguridad de que cada paso que da en adelante lo lleva, fatal e
inexorablemente, al cadáver de su hijo.
Ni un reproche que hacerse, es lamentable. Sólo la realidad fría terrible y consumada: ha muerto su hijo al
cruzar un...
¡Pero dónde, en qué parte! ¡Hay tantos alambrados allí, y es tan, tan sucio el monte! ¡Oh, muy sucio Por
poco que no se tenga cuidado al cruzar los hilos con la escopeta en la mano...
El padre sofoca un grito. Ha visto levantarse en el aire... ¡Oh, no es su hijo, no! Y vuelve a otro lado, y a otro
y a otro...
Nada se ganaría con ver el color de su tez y la angustia de sus ojos. Ese hombre aún no ha llamado a su hijo.
Aunque su corazón clama par él a gritos, su boca continúa muda. Sabe bien que el solo acto de pronunciar su
nombre, de llamarlo en voz alta, será la confesión de su muerte.
—¡Chiquito! —se le escapa de pronto. Y si la voz de un hombre de carácter es capaz de llorar, tapémonos
de misericordia los oídos ante la angustia que clama en aquella voz.
Nadie ni nada ha respondido. Por las picadas rojas de sol, envejecido en diez años, va el padre buscando a
su hijo que acaba de morir.
—¡Hijito mío..! ¡Chiquito mío..! —clama en un diminutivo que se alza del fondo de sus entrañas.
Ya antes, en plena dicha y paz, ese padre ha sufrido la alucinación de su hijo rodando con la frente abierta
por una bala al cromo níquel. Ahora, en cada rincón sombrío del bosque ve centellos de alambre; y al pie de
un poste, con la escopeta descargada al lado, ve a su...
—¡Chiquito..! ¡Mi hijo!
Las fuerzas que permiten entregar un pobre padre alucinado a la más atroz pesadilla tienen también un
límite. Y el nuestro siente que las suyas se le escapan, cuando ve bruscamente desembocar de un pique lateral
a su hijo.
A un chico de trece años bástale ver desde cincuenta metros la expresión de su padre sin machete dentro
del monte para apresurar el paso con los ojos húmedos.
—Chiquito... —murmura el hombre. Y, exhausto se deja caer sentado en la arena albeante, rodeando con
los brazos las piernas de su hijo.
La criatura, así ceñida, queda de pie; y como comprende el dolor de su padre, le acaricia despacio la cabeza.
—Pobre papá...
En fin, el tiempo ha pasado. Ya van a ser las tres...
Juntos ahora, padre e hijo emprenden el regreso a la casa.
—¿Cómo no te fijaste en el sol para saber la hora..? —murmura aún el primero.
—Me fijé, papá... Pero cuando iba a volver vi las garzas de Juan y las seguí...
—¡Lo que me has hecho pasar, chiquito!
—Piapiá... —murmura también el chico.
Después de un largo silencio:
—Y las garzas, ¿las mataste? —pregunta el padre.
—No.
Nimio detalle, después de todo. Bajo el cielo y el aire candentes, a la descubierta por el abra de espartillo, el
hombre devuelve a casa con su hijo, sobre cuyos hombros, casi del alto de los suyos, lleva pasado su feliz brazo
de padre. Regresa empapado de sudor, y aunque quebrantado de cuerpo y alma, sonríe de felicidad.
***
Sonríe de alucinada felicidad... Pues ese padre va solo.
A nadie ha encontrado, y su brazo se apoya en el vacío. Porque tras él, al pie de un poste y con las piernas
en alto, enredadas en el alambre de púa, su hijo bienamado yace al sol, muerto desde las diez de la mañana.
La lluvia sabe por qué
3. Respondan:
B. Mirando la estructura de la novela “La lluvia sabe por qué”, ¿las novelas son más largas o más
breves que los cuentos?, ¿cómo están organizadas?
4. ¿En qué tiempo transcurre la acción? ¿Qué elementos de la narración te han permitido
responder?
5. ¿En qué lugares se desarrolla la trama? ¿Cuáles son para los protagonistas “espacios amigables”
y cuáles “espacios agresivos”?
6. ¿Consideras que se trata de un relato realista? ¿Por qué?
7. ¿En qué se parecen el mundo en el que viven Lucía y Antonio al tuyo? ¿En qué se
diferencia? ¿Qué te aleja de estos personajes?
8. Explicar: de qué se trata el taller al que concurren, con qué elementos trabajan, que productos
realizan, etc. Extraé y transcribí algún fragmento de la novela donde se hable de esta práctica.
9. Realizá una fotografía que represente algún contenido, hecho, suceso, personaje, etc. de la
novela. La foto debe ser original y de producción personal, y debe estar acompañada por una
frase extraída de la novela.
10. Elabora un breve retrato de cada personaje. Incluye qué posición adopta ante las
situaciones de acoso o violencia.
Antonio
Delfina
Leo
Alba
Norberto
Beatriz
Álvaro
Bárbara
11. Lucía y Cecilia cumplen un rol bien distinto dentro del grupo de amigas, y hasta cierto punto se
convierten en víctimas de esa imagen. ¿Cumplís vos un papel dentro de ese grupo de amigos (la/el
atrevido, la/el gracioso, la/el inteligente, etc)? ¿cuál?, ¿te identificas con ese papel o en cambio
consideras que es ajeno a ti?. ¿Alguna vez te ha supuesto un problema la visión de ti que tienen los
demás?
12. ¿Cómo es la relación entre los adultos y adolescentes del relato? ¿Qué sentimientos la marcan?
13. ¿Qué adultos del relato plantean un modelo positivo y cuáles un modelo negativo de
comportamiento? ¿Crees que este tipo de modelos es el habitual?
14. Según tu interpretación: ¿Puede considerarse un abandono la decisión de la madre de Antonio
de dejarlo con su hermana?
15. Relea el fragmento donde, luego de la discusión Antonio golpea a su tío. ¿Fue justificada o
injustificada la reacción del chico? Fundamentar.
16. Separa entre corchetes las oraciones que forman parte del siguiente fragmento de la novela y
analízalas sintácticamente:
Esa tarde, durante el entrenamiento, Antonio recordó el rostro de Norberto. En su mente aún estaban
frescas las imágenes del día anterior y en sus ojos vidriosos, su gesto de desprecio.
Antonio se lanzó a la piscina y en cada brazada imaginó los golpes; tomó aire y lo contuvo por mala
costumbre. Dio vuelta y se impulsó con los pies para llegar al otro lado.
Norberto era su motor para el odio por lo tanto la imagen de su tío le recordaba el mal momento vivido
El mal momento fue superado por el recuerdo de su madre y la promesa de tiempos felices.
Llegó a casa pasada las seis de la tarde. Entró sin hacer ruido para no encontrarse con nadie, pero Leo y a Beatriz
lo esperaban en la habitación. Ella sostenía en una mano un vaso de agua y en la otra una aspirina; estaba sentada
Unas disculpas poco sinceras fueron pronunciadas por su boca, pero él no aceptó las disculpas a Beatriz. La mujer
Beatriz se retiró a descansar a causa de dolor de cabeza y los dos muchachos se quedaron solos en su cuarto. Leo
mostró un gesto de vergüenza a su primo, no obstante sabía que su primo no era responsable de las acciones de
su padre.
La lluvia sabe por qué- Parte 2
1. Lucía y Antonio son dos adolescentes que se enfrentan a la soledad hasta que se cruzan sus caminos. Así se
interpreta en la novela este hecho:
La magia no está en un conejo dentro de un sombrero o en un pañuelo que se convierte en ramillete de flores.
La magia está a veces en un camión que te rompe la patineta y te obliga a subir a un autobús donde el corazón
sentirá que le salen alas (pág. 78).
2. Escribe sobre una casualidad que haya sido clave en tu vida y que pueda ser –por qué no– el principio de una
novela.
3. La autora utiliza distintos recursos del lenguaje figurado para enriquecer la narración. Identifica cuáles se
emplean en los siguientes pasajes y explícalos.
a) [...] la sonrisa era un buen salvavidas, […] la ilusión era un motor más fuerte que el de un cohete espacial»
(pág. 13).
b) «La tecla Enviar es como el gatillo de un revólver» (pág. 23).
c) [...] un aguacero tan fuerte que la carpa naufragó como el Titanic» (pág. 23).
d) «Norberto era su motor para el odio» (pág. 30).
e) «Estás muy guapa, pareces un payaso de circo» (pág. 36).
f) «Se sentía como un insecto atrapado en un charco de aceite, con las alas pesadas y la mirada turbia» (pág.
39).
g) «Sus labios se negaron. Su alma, también» (pág. 42).
h) [...] más de una mano grosera decidió tocarla con la cómplice cobardía del tumulto» (pág. 44).
i) [...] su cabeza se parecía demasiado a la ciudad en hora punta: ambas estaban a punto de estallar» (pág. 58).
4. ¿Qué papel representa la lluvia en el relato? ¿Qué simboliza, en tu opinión, el fin de la tormenta?
5. Explica, en tus propias palabras, a qué se refiere Delfina cuando le dice a Antonio que la vida se parece a la
experiencia de hacer pulseras con hilo. ¿Qué representarían en este sentido los nudos? ¿Por qué dice que es
precisamente a través de ellos que se va tejiendo la vida?
6. En la página 51, aunque esta es una novela realista, la autora introduce también un elemento fantástico y
misterioso en el momento en que Lucía decide escaparse del colegio. ¿Será que está escuchando realmente a
su abuela o son solo su imaginación y sus nervios? ¿Qué más podría estar sucediendo en este pasaje? Analice
lo que se dice a lo largo del libro acerca de la relación que tenían Lucía y su abuela antes de que esta muriera.
¿De qué manera afecta al personaje el saber que su abuela ya no está? ¿Por qué son tan importantes las
conversaciones que tiene con ella en los capítulos 8 y 16 del libro? ¿Qué pasa en las dos ocasiones en que
Lucía está a punto de saltar del puente? ¿Por qué desaparece su abuela al final?
7. En la página 191, cuando Antonio le cuenta a Lucía y a Delfina todo lo que le ha pasado, les dice que más que
las bofetadas y los golpes lo que más le duele son las palabras y burlas que le lanza su tío diariamente. ¿Alguna
vez habían oído hablar de la llamada violencia o maltrato psicológico? ¿Sabían que, de acuerdo a estudios
recientes, un gran porcentaje de personas ha sufrido en un momento u otro este tipo de abusos en su hogar?
8. Investiguen, en libros y en Internet, acerca de la violencia doméstica o intrafamiliar en el país. ¿Existe alguna
estadística de cuántos casos de este tipo se presentan al año? ¿Quiénes son las personas más afectadas?
Averigüen qué campañas y políticas se han implementado recientemente en nuestro país para enfrentar este
tipo de situaciones.
9. Vean el siguiente video y luego respondan. ¿Qué relación encuentran entre lo que narra el audiovisual y lo que
leyeron en la novela?
VIDEO: https://www.youtube.com/watch?v=n_q-HJQe4rM
b. Una vez tengan listo el cuestionario, podrán proceder a hacer la encuesta entre sus compañeros, tratando
de involucrar al mayor número de personas posible. No olviden llevar un registro minucioso de las
respuestas, de manera que puedan analizarlas al final. ¿Qué tal si preparan, con la ayuda del profesor de
matemáticas, algunas tablas y gráficos para compartir los resultados con sus compañeros?
3. ¿Conocen algo acerca de la historia de las telecomunicaciones? ¿Sabían por ejemplo que el primer
dispositivo para enviar señales por medios electromagnéticos fue el telégrafo, inventado a comienzos del
siglo XIX en Europa? Investiguen, por grupos, acerca de este y otros avances tecnológicos en el área de las
comunicaciones. ¿Alguna vez habían oído hablar de Sir Timothy Berners-Lee el llamado “padre de
Internet”
4. Vean la película Red Social (The Social Network) del director norteamericano David Fincher. ¿De qué
manera presenta esta cinta a los creadores de Facebook? ¿Por qué decide Mark Zuckerberg, en un primer
momento, crear esta red social? ¿Qué reflexión se plantea en la película acerca de esta tecnología y la
manera cómo ha cambiado la forma en que muchas personas se relacionan entre sí?
5. Reflexione acerca de cómo, a pesar de todas las ventajas y facilidades que nos brinda, la tecnología
también trae consigo riesgos y desventajas. ¿Qué implicaciones tiene, por ejemplo, en nuestra vida diaria,
el uso excesivo de teléfonos y computadores? ¿Será verdad que este tipo de inventos han vuelto más
perezosas a las nuevas generaciones?
1. ¿Qué piensan de la manera como la foto de Lucía se riega por Internet al comienzo del texto? ¿Podría
haber sucedido algo así hace algunos años cuando el uso de las redes sociales no era tan extendido? ¿Qué
reflexión plantea la historia acerca de esta tecnología?
a. Lean de nuevo los capítulos 4 y 6 del libro, en los que se relata el momento en que las amigas de Lucía le
toman la foto mientras se está cambiando y la envían por accidente a través de su celular. ¿Cómo saben
las demás niñas que a Lucía le gusta Álvaro? ¿Por qué le dicen que debería ser más atrevida? ¿Qué opinan
de la manera como Lucía reacciona cuando se da cuenta de lo que ha pasado?
b. Observen cómo la foto de Lucía se vuelve rápidamente del domino público. ¿Alguna vez se habían
detenido a pensar cómo ha cambiado la idea de lo público y lo privado con Internet, las redes sociales y
los teléfonos celulares con cámaras integradas? Escriban un texto corto reflexionando al respecto.
c. A lo largo del libro, Lucía y su hermana reciben varios mensajes con burlas y comentarios vulgares. ¿A
alguno de ustedes le ha sucedido algo similar? ¿Cómo reaccionaron en ese momento?
d. ¿Cuáles son los sitios o páginas que más visitan? ¿Alguna vez han visitado una página con contenido
inapropiado, peligroso o vulgar? Preparen, por grupos, una serie de recomendaciones dirigidas a personas
de su edad para hacer más segura la manera en que navegamos diariamente por Internet. ¿Será seguro,
por ejemplo, publicar la dirección y el teléfono de nuestra casa en una red social pública? ¿Qué tan
seguros son los sitios de compras por Internet? ¿A quién podemos recurrir si tenemos un problema
mientras estamos navegando?
e. Observe de qué manera servicios como Twitter, Instagram, Whatsapp e incluso el mismo correo
electrónico han cambiado la manera en que la gente escribe normalmente. ¿Qué tipo de abreviaturas y
expresiones utilizan cuando envían este tipo de mensajes? Antonio y su mamá, por ejemplo, se cuentan lo
que les ha pasado cada día utilizando tan solo 3 palabras. Cuenten lo que les pasó en los dos últimos días
utilizando el mismo método que Antonio y su madre.
f. ¿Se imaginan lo que sucedería si de repente dejaran de funcionar los teléfonos y las telecomunicaciones
como sucede en el libro con la tormenta? ¿Qué impacto tendría esto alrededor del mundo? ¿Cómo creen
que reaccionaría la gente en un primer momento? ¿Qué pasaría si después de algunos días las
comunicaciones no volvieran a restablecerse?
Construcción colectiva
2. Analicen la manera cómo las directivas y profesores del colegio reaccionan cuando se enteran del asunto
de la foto. ¿Por qué está tan interesada la psicóloga en saber acerca de la familia de Lucía? ¿Qué piensan
de la forma cómo la maestra la acusa de haber escrito ella misma la nota que encuentra en su cuaderno?
¿Por qué le duele tanto a Lucía que la obliguen a disculparse frente a todos?
3. ¿Existe en el reglamento o manual de convivencia de su colegio alguna norma o política relacionada con el
matoneo o acoso escolar? ¿Alguno de ustedes ha sido testigo de un caso como estos en el salón? ¿Cómo
se resolvió finalmente la situación? ¿Bastará con tener reglas y sanciones al respecto o será necesario un
cambio más profundo en la manera en que pensamos?
4. ¿Qué habrían hecho ustedes si Lucía fuera una de sus compañeras? ¿Habrá Álvaro Herreros actuado de
buena fe cuando difundió su foto a través de Internet? ¿Qué opinan finalmente de la forma como
amenaza y extorsiona a Lucía?
5. Lean de nuevo el capítulo 8 del libro, donde se describe la reacción de Lucía frente al acoso de sus
compañeros. ¿Alguno de ustedes se ha sentido así alguna vez? ¿A qué se refiere cuando dice que su
cuerpo no es capaz de soportar la carga que lleva encima? Reflexionen acerca de la decisión que parece
tomar cuando se imagina cayendo del puente. ¿Será esta la solución a sus problemas?
6. Preparemos entre todos una campaña en contra de la violencia escolar en el colegio. ¿Qué tal si diseñan,
por ejemplo, una serie de afiches para pegar en los cursos, utilizando testimonios de personas que han
sufrido este tipo de situaciones?
EL VERBO
Como ya vimos, los verbos son palabras que expresan acciones (actividades, movimientos), estados
(situaciones que permanecen en el tiempo) y procesos (cambios de estado) que realizan o experimentan
los seres, objetos y lugares que nombran los sustantivos. Por ejemplo:
En la oración, el verbo cumple la función de núcleo del predicado verbal y concuerda en persona y número
con el núcleo del sujeto.
En los verbos podemos identificar una raíz (que contiene el significado) y una desinencia (que indica la
persona, el número, el tiempo y el modo), Para saber cuál es la raíz de un verbo, se busca su infinitivo y se
suprime la terminación (-ar, er o -ir). Por ejemplo:
Para nombrar los verbos, se utiliza el infinitivo. Según cuál sea la desinencia del infinitivo, los verbos
pertenecerán a la primera conjugación, a la segunda o a la tercera.
Los verbos son palabras variables, ya que varían su forma al cambiar de modo, tiempo, persona y número.
Esas variaciones constituyen los accidentes gramaticales del verbo.
cantabas
Según la forma que adopten durante la conjugación, pueden presentar características regulares o
irregulares.
Los verbos que conservan la raíz de su infinitivo y mantienen las desinencias de los verbos del paradigma
de la conjugación regular —amar para los de la primera conjugación, temer para los de la segunda y partir
para los de la tercera- son regulares. Por ejemplo, el verbo cantar mantiene su raíz en todas sus conjugaciones
y utiliza las mismas desinencias que el verbo modelo de su conjugación (amar).
Las formas verbales expresan -mediante su desinencia- los accidentes de número (singular/ plural) y persona
(primera/ segunda/ tercera). Por ejemplo, la forma interpretaba indica la acción que realiza una sola persona (yo
/ él / ella), está en singular. En cambio, interpretábamos designa la acción que realizan varias personas (nosotros
/ nosotras), está en plural.
Número
Persona Singular Plural
Primera yo Nosotras/os
Segunda vos/ tú/ usted ustedes/ vosotros
Tercera él/ ella ellas/os
Para indicar distintas actitudes del hablante (informar, pedir, rogar, dar una orden, expresar una duda), se
utilizan los verbos en diferentes modos.
Los tiempos pueden ser simples -formados por una sola palabra- o compuestos -formados por el verbo auxiliar
haber conjugado más un verboide—. Por ejemplo, entre los tiempos simples encontramos los siguientes: tocara
(pretérito imperfecto del subjuntivo); grabarían (condicional simple); afinabas (pretérito imperfecto del indicativo);
entre los tiempos compuestos, han estrenado (pretérito perfecto compuesto del indicativo), hubiera compuesto
(pretérito pluscuamperfecto del subjuntivo), hayan actuado (pretérito perfecto compuesto del subjuntivo).
1era CONJUGACIÓN- Verbos terminados en -AR- Verbo modelo: AMAR
2da CONJUGACIÓN- Verbos terminados en -ER- Verbo modelo: TEMER
3ra CONJUGACIÓN- Verbos terminados en -IR- Verbo modelo: PARTIR
ACTIVIDADES
a) obstruís
b) leemos
c) saliera
d) sean
a) preveyendo
b) preveyera
c) preveyó
d) previó
a) conducí
b) previendo
c) anduve
d) entibio
8.- Señale cuál de las siguientes formas del verbo producir es incorrecta:
c) condicional compuesto
12.- Elige el tiempo verbal necesario para completar correctamente esta oración: “Ese es el chico más
alto que __________ en toda mi vida”.
a) conociera
b) haya conocido
c) he conocido
d) conozco
B. Señala el número, la persona, el tiempo, el modo de las formas verbales que encuentres en las siguientes
oraciones:
G. Completa el crucigrama
¿Qué son los verbos copulativos?
Los verbos copulativos o atributivos son aquellos que enlazan sujeto y predicado sin aportar información
acerca de la acción, es decir, que funcionan como cópula o vínculo, tal como su nombre indica.
Los verbos copulativos expresan un estado o una condición, pero no lo hacen de forma plena. Al no expresar
la totalidad de la acción, los verbos copulativos exigen la presencia de una estructura denominada predicativo
subjetivo obligatorio, que le completa el sentido.
Este tipo de verbos aparecen en oraciones atributivas, las que llevan un complemento atributo que expresa
cualidades del sujeto y nunca complemento directo. Siempre habrá concordancia de género y número entre
el sujeto y el complemento atributo.
Este puede detectarse preguntando al verbo "cómo es" o "cómo está" el sujeto, aunque no deben confundirse
con los complementos circunstanciales de modo.
En español, el orden habitual de la oración es sujeto- predicado; sin embargo, este orden puede ser alterado
para atraer la atención del receptor sobre alguna parte de la oración, ya que ubicar palabras al inicio es un
modo de resaltarlas. La voz pasiva permite destacar el objeto sobre el cual recae la acción o el proceso que
expresa el verbo, o al verbo mismo, y poner en segundo plano el agente (o incluso eliminarlo de la oración).
La pasiva permite enfatizar una acción y a quién ha afectado, dejando en segundo plano quién la ha
ejecutado, lo cual se desconoce o se considera irrelevante, en la mayoría de los casos.
FORMA
Ejemplo:
S.E.S P.V.S
Voz activa Picasso pintó el cuadro más famoso.
NS NV OD
S.E.S P.V.S.
Voz pasiva El cuadro más famoso fue pintado por Picasso.
MD NS MD MD F.V.P C. Agente
Es de muy fácil construcción, y se basa en una combinación entre el verbo SER en el tiempo que corresponda;
más el participio pasado del verbo que conjugamos, este tendrá concordancia en género y en número con el
nuevo sujeto; y el sujeto de la frase activa pasa a estar precedido por la preposición “por”.
Sujeto O.D.
.
PRONOMBRES
Los pronombres son una clase de palabras cuyo referente no es fijo sino quese determina en relación a otras
palabras que ya se han utilizado en la situación comunicativa. A esta propiedad de referirse a otros elementos
tanto lingüísticos como extralingüísticos se la denomina deíxis y se considera deícticos a los pronombres.
Ejemplos:
El referente del pronombre es lingüístico, es el sustantivo Laura. Sabemos que “Ella” es “Laura” porque se
menciona en la oración anterior.
El referente del pronombre yo sólo se pude aclarar en la situación comunicativa. Sabemos a quién se refiere el
pronombre “yo” cuando identificamos al emisor del enunciado.
Por esta característica deíctica los pronombres son elementosindispensables para la correcta escritura de un
texto. Su utilización permiteevitar la repetición excesiva de un mismo sustantivo. Ejemplo:
Los alumnos entraron a clase. Los profesores esperaban a los alumnos en las aulas. Los alumnos y profesores se
conocieron y empezaron el año.
Los alumnos entraron a clase. Los profesores los esperaban en las aulas. Ellos se conocieron y empezaron el año.
En su morfología, los pronombres poseen persona y la mayor parte de las veces género, número y caso. Este
último accidente morfológico se daúnicamente en los pronombres personales.
1) PRONOMBRES PERSONALES
Hacen referencia a un sustantivo ya mencionado en el discurso o a una persona que interviene en una situación
comunicativa.
Manifiestan persona, número, caso y en algunas formas de la segunda y tercera persona también género. El caso
es un accidente que quedó del latín y significa que la palabra cambia su forma según la función sintáctica que
cumpla
2) PRONOMBRES POSESIVOS
Persona Pronombres
1 sing mi/mis/mío/mía/míos/mías
2 sing tu/tus/tuyo/tuya/tuyos/tuyas
3 sing su/sus/suyo/suya/suyos/suyas
1 plural nuestro/nuestra/nuestros/nuestras
2 plural vuestro/vuestra/vuestros/vuestras
3 plural su/sus/suyo/suya/suyos/suyas
3) PRONOMBRES DEMOSTRATIVOS
EJERCITACIÓN
A) Señalá en las oraciones siguientes los pronombres personales que encuentres. Analizá su
morfología: persona, número, caso y género (cuando lo manifiestan).
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3) Compramos unas cortinas preciosas en el negocio que ustedes nos recomendaron. Las
compramos ayer. Les pusimos una cinta para atarlas.
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B) Leé el texto atentamente y subrayá todos los pronombres que encuentres. Completá el cuadro.
Bruscamente siente gran deseo de ver a su tío y se apresura por callejuelas retorcidas y empinadas,
que parecen esforzarse por alejarlo de la vieja casasolariega. Después de largo andar (pero es como
sí tuviera los zapatos pegados al suelo) ve el portal y oye vagamente ladrar un perro, si eso es un
perro. En el momento de subir los cuatro gastados peldaños, y cuando alargala mano hacia el
llamador, que es otra mano que aprieta una esfera de bronce, los dedos del llamador se mueven,
primero el meñique y poco a poco los otros, que van soltando interminablemente la bola de bronce.
La bola cae como si fuera de plumas, rebota sin ruido en el umbral y le salta hasta el pecho, pero
ahora es una gorda araña negra. La rechaza con un manotón desesperado, y en ese instante se
abre la puerta: el tío está de pie, sonriendo detrás de la puerta cerrada. Cambian algunas frases
que parecenpreparadas, un ajedrez elástico.
C) El siguiente texto tiene repeticiones excesivas: subrayalas. Corregilo utilizando pronombres de todo
tipo.
Ejemplo de lo que aconteció a una mujer a la que le decían Doña TruhanaInfante Don Juan Manuel, El
Conde Lucanor. (adaptación)
Hubo una mujer que tenía por nombre Doña Truhana, la mujer era más pobre querica. Un día iba al mercado
y llevaba una olla de miel en la cabeza.
Yendo por el camino, comenzó a pensar que vendería la olla de miel, que compraría una partida de huevos,
que de los huevos nacerían gallinas y vendería las gallinas, y que con aquellos dineros compraría ovejas. Y así
fue comprando con las ganancias que haría, hasta que se halló más rica que ninguna de sus vecinas.
Con aquella riqueza que la mujer pensaba que tenía, discurrió cómo casaría a los hijos e hijas de la mujer, y
cómo iría por la calle rodeada de yernos y nueras, y cómo dirían de la mujer cuán venturosa fuera en llegar a
tan gran riqueza de tan pobre como solía ser.
Creyendo en esto, comenzó a reír por el placer que tenía de su bienandanza, y alreír golpeó con la mano su
cabeza y su frente, y entonces cayó la olla de miel al suelo y se quebró.
Cuando la olla de miel estuvo quebrada, empezó a hacer muy gran duelo: ¡ay! ¡ay de mí!, se quejaba,
juzgando que había perdido todo lo que creía que tendría si la olla no se quebrara.
Y porque puso todo su pensamiento en aquella esperanza vana, al cabo no se hizo nada de lo que la mujer
soñó.
Juan José propuso a sus amigos hacer volantines ese fin de semana porque hacía buena brisa. Él dijo que
necesitaba piolín, engrudo, tijera y varios papeles de colores. La pandilla se entusiasmó y consiguió de aquí y de
allá los elementos. Sin embargo les faltaba lo principal: que Paco lo ayudara. Pues aquel era campeón en la
confección de cometas. El promotor de la idea iba a conseguir la ayuda ese mismo día porque él sabía que si de
hacer volar papalotes se trataba lo fácil era lo más difícil: cortar las medidas justas de los materiales.
2. Las estrellas
Las estrellas son astros en estado incandescente. Ellas parecen inmensos globos que brillan con luz propia. Sus
elevadas temperaturas varían entre tres mil y veintidós mil grados en su superficie. Pero en el interior de éstas
llegan a millones de grados. Por eso las vemos titilar desde la tierra. Esto las distingue de los demás astros. Su
número es incalculable. Las de mayor temperatura son blanco-azuladas. Posee movimientos muy rápidos,
El tamaño de éstas es muy variado; algunas de ellas forman constelaciones. Tenemos en el hemisferio sur la
Cruz del Sur, y en el hemisferio norte la Osa Menor y la Osa Mayor. También entre éstas están las doce
Toda palabra o construcción puede relacionarse con otra palabra o construcción de dos
maneras distintas: por coordinación o por subordinación.
Tipos de coordinación:
ACTIVIDADES
La clase está tranquila _______________ la maestra está feliz de ver los chicos trabajando.
Cuando los alumnos entregaron sus trabajos, la maestra comprobó que estaban muy bien
hechos, ________________ les puso muy buena nota, ________________ los chicos estaban
felices ______________ otros reían de contentos. Cuando se tranquilizaron, la maestra los
felicitó ________________ los chicos la escuchaban atentamente.
2. Según lo explicado en clases, indica cuáles de las siguientes oraciones son compuestas.
Especifica el tipo de relación que se da entre sus proposiciones (coordinación o
yuxtaposición).
b. El dueño de la finca denunció a su vecino; sin embargo, este fue declarado inocente.
c. Ya se ha presentado el proyecto de ley; pronto será publicado por los medios de comunicación.
d. Este verano ha hecho un calor excesivo y las medusas se han instalado en las playas del Levante.
e. ¿Te has lavado ya los dientes o tienes que entrar al baño ahora?
h. Se volvió muy prepotente tras su ascenso laboral y muchos de sus viejos amigos lo olvidaron.
i. Unos días tiene buen carácter, otros días está malhumorada; pero siempre cumple con su
trabajo.
¡MÁS ACTIVIDADES!
[( )y( )] O.C.
[( ),( )] O.C.
[( ), pero ( )] O.C.
[( )o( )] O.C.
[( );( )] O.C.
2. Leé el siguiente texto. Encerrá las oraciones entre corchetees e indicá si son bimembres,
unimembres o compuestas.
La trama transcurre durante una estadía en la casa de campo de los abuelos de Mariana. Ella es la
protagonista de la historia y Mónica es su tía. Mariana no la conoce mucho y no le tiene mucha
confianza, pero con el tiempo se van a llevar muy bien. Dos generaciones tan distintas… ¿Qué cosas
podrán compartir? No vamos a contar el final, pero la juventud de una y la experiencia de la otra les
permitirán vivir momentos especiales.
3. Completá las siguientes oraciones de forma que resulten oraciones compuestas. Tené en
cuenta el sentido del nexo.
b) José debía llegar temprano a la estancia o su empleado comenzaría el trabajo sin él.
c) El sendero estaba lleno de flores silvestres pero el viajero no sentía las dulces
fragancias.
f) A pocos pasos, la galera vibra, lista para salir; ya se acomodaron el correo, el fraile franciscano, el
g) El fantasma de su hermana Lucrecia se suma al grupo de pasajeros, pero nadie le prestó atención.
2. Elabora las siguientes oraciones compuestas en relación a la novela:
a) La pijamada de las chicas había sido planeada por Lucía ese fin de semana.
b) En medio de la reunión, Cecilia desafió a Lucía para responder una pregunta personal.
c) Lucía, con los audífonos en las orejas, marcaba una distancia de hielo.
d) Las peores experiencias han sido vividas por aquellos jóvenes durante esos días
PROPOSICIONES SUBORDINADAS ADJETIVAS
Oraciones Subordinadas:
Una oración o proposición subordinada (PS) es una oración que depende estructuralmente del núcleo de
otra oración, llamada proposición principal (PP).
Para identificar una proposición subordinada es necesario que existan por lo menos 2 verbos, 1 en la PP y 1
un verbo en la PS. También debe haber 1 nexo subordinante.
Nexos: que- el que- la que- cual- el cual- la cual- donde- cuando- cuyo- quien- a quien- etc.
Funciones: Explicativa si está entre comas o especificativa cuando NO está entre comas.
PP PSAdj. Espec. PP
PP PSAdj. Explicat. PP
[El actor de cine, (quien había nacido en París), estrenó su primera película ayer].
PP PSAdj. Espec.
PP PSAdj. Espec.
[El sol se veía hermoso en esa casa (donde vivimos los mejores años de nuestras vidas)].
1. Sustituye las proposiciones subordinadas adjetivas subrayadas por alguno de los adjetivos del recuadro. Recuerda
que debes poner el adjetivo en el género y el número que correspondan.
2. Siguiendo el modelo, construye a partir de cada par de oraciones simples, oraciones compuestas que incluyan una
subordinada adjetiva. Puedes emplear cualquiera de nexos que has estudiado.
a) Ayer vimos una película americana./ En esa película sale mi actor favorito.
c) A un coche rojo le pusieron una multa. / El coche había aparcado bajo mi ventana.
e) El sol volvió a calentar con fuerza. / El sol llevaba escondido una semana.
f) En Madrid visitaremos un viejo café. / En ese café hay una tertulia literaria desde principio de siglo.