Tarea Segundo Parcial

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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE

HONDURAS
“Nuestra Señora Reina De La Paz”

o Asignatura: Derecho Internacional Privado

o Asignación: Tarea Segundo Parcial

o Catedrático: Abog. Renato Lacayo

o Alumna: Alexandra Nicolle Diaz Acosta

o No. Cuenta: 0801200109037

o Sección: 1201

o Fecha: 19 / 03 / 2023
¿PUEDE EL GOBIERNO DE UN ESTADO, CANCELAR , LÍCITAMENTE , LA
NACIONALIDAD DE ORIGEN?

Para lograr contestar a esta interrogante considero esencial el definir algunos conceptos, por lo
que iniciare en definir ¿Qué es la nacionalidad de origen? La nacionalidad como tal es el vínculo
político y jurídico que une a una persona con su Estado. La nacionalidad permite a una persona
reclamar una serie de derechos y, a su vez, le impone una serie de obligaciones. Y la
nacionalidad de origen Es la nacionalidad que se atribuye a una persona en el momento de
su nacimiento. Existen dos criterios básicos para determinar la misma: el ius soli (cuando deba
otorgarse la nacionalidad del lugar de nacimiento) y el ius sanguinis (se atribuya
la nacionalidad en virtud del vínculo de filiación).

La nacionalidad es un concepto que existe desde el siglo XIX y que hoy en día es un derecho
humano fundamental, por lo que el artículo 15 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos establece que toda persona tiene derecho a una nacionalidad, y no deberá ser privado
arbitrariamente de ella ni de su derecho a cambiarla. Existen diversas maneras por las cuales
una persona adquiere su nacionalidad. Cada nación o país tiene sus principios sobre cómo
otorgar la nacionalidad. Y existe un marco jurídico internacional que hace que entre las naciones
se respeten los principios de cada nación para el otorgamiento de la nacionalidad.

El derecho internacional es una cosa curiosa: Como no hay un organismo superior que pueda
obligar a los estados a realizar ninguna acción (con excepciones concretas, como la de la Unión
Europea), las leyes internacionales son en realidad tratados entre los propios entes que van a
ser regulados, y que de forma más o menos común han alcanzado el grado de estándar básico.
Como ejemplo, pensemos en los pasaportes: Un documento que se encuentra estandarizado
para (casi) todos los países del planeta; cualquier persona sería capaz de reconocer un
pasaporte, aunque venga de un país que ni siquiera usa nuestro alfabeto; y sin embargo no es
una norma internacional la que regula su formato, si no que cada país por su cuenta lo ha
acercado al formato habitual para facilitarle la vida a todos.

De forma similar, los países se reconocen unos a otros, algunos con más reticencias que otros,
ciertas capacidades para determinar que una persona acaba de nacer es un ciudadano de su
país. España, por ejemplo, reconoce como españoles (es decir, persona que tiene la
nacionalidad española) a los recién nacidos con al menos un padre español, independientemente
del lugar donde hayan nacido. Otros, como Argentina o Francia, solo reconocen de forma directa
a los recién nacidos que hayan nacido dentro de sus fronteras; aunque por supuesto todos los
países cuentan con vías alternativas para adquirir la nacionalidad.
Esto supone que por ejemplo, un bebé de padres españoles nacido en territorio francés podrá
optar a las dos nacionalidades, que se excluyen de forma mutua: Este es un acuerdo tácito entre
países para (normalmente) respetar la elección de los padres de que su recién nacido sea
nacional de uno u otro país.
¿Y qué derechos le otorga esta decisión al menor? Como en casi todo lo que respecta al derecho:
Depende. Deberemos ver que dicen sobre ello las leyes del país, especialmente la Constitución.
Por ejemplo, en España le otorga el derecho a no ser expulsado de España nunca, a presentarse
a las elecciones, a tener un pasaporte español que le permita viajar, a recibir asistencia de las
autoridades españolas cuando está en el extranjero… Y la obligación de «guardar lealtad a la
Constitución», que en otras palabras quiere decir, por ejemplo, que si un español se convierte en
espía para un estado enemigo estaría incurriendo en un delito de traición.

En resumen: Tener una nacionalidad significa que ese país te reconoce una lista de derechos, y
que el resto de los países, por acuerdo tácito internacional, reconocen que cuando tengan algún
asunto que tratar con esa persona, el estado de la que es nacional estará involucrado como una
especie de representante o interesado.

El Estado de Honduras, en la Constitución de la República, garantiza a todos sus habitantes los


mismos derechos sin distinción, ni discriminación, incluidos los derechos de acceso a la
ciudadanía y la naturalización, en el Título I, Capítulo I ‟De la Organización del Estado”, Artículo
1 que establece: Honduras es un Estado de derecho, soberano, constituido como una república
libre, democrática e independiente para asegurar a sus habitantes el goce de la justicia, la
libertad, la cultura y el bienestar económico y social. En el Capítulo III ‟De los Tratados”, Artículos
15 y 16 referentes a la adopción de los principios y prácticas del derecho internacional que
propenden a la solidaridad humana, así como la obligatoriedad de los tratados suscritos una vez
que estos entran en vigor.

De igual manera, la Constitución de la República establece en el Título II ‟De la Nacionalidad y


Ciudadanía”, Capítulo I ‟De los hondureños” las dos formas para adquirir la nacionalidad en su
Artículo 22, y una de ellas es a través de la naturalización. En el Artículo 24 se indica quienes
pueden ser hondureños por naturalización y la condiciones para adquirirla. ‟Son hondureños por
naturalización: 1) Los centroamericanos por nacimiento que tengan un (1) año de residencia en
el país; 2) Los españoles e iberoamericanos por nacimiento que tengan dos (2) años
consecutivos de residencia en el país. 3) Los demás extranjeros que hayan resido en el país más
de tres (3) años consecutivos; 4) Los que obtengan carta de naturalización decretada por el
Congreso Nacional por servicios extraordinarios prestados a Honduras. 5) Los inmigrantes que
forman parte de grupos seleccionados traídos por el gobierno para fines científicos, agrícolas e
industriales después de un (1) año de residir en el país llenen los requisitos de Ley; y, 6) La
persona extranjera casada con hondureño por nacimiento.” Por su parte, la Ley de Migración y
Extranjería, Decreto No. 208-20031 y su Reglamento, Acuerdo No. 018-20042 ; indican los
requisitos para optar a la naturalización, los cuales no discriminan por aspectos de raza, color,
ascendencia, origen nacional o étnico y prueba de ello es que en el país residen y se han
naturalizado personas de distintas condiciones y países sin discriminación alguna.

El Reglamento de la Ley de Migración y Extranjería, en el Título VI De Los Hondureños Por


Naturalización, Capítulo Único De la Naturalización, establece el tiempo y requisitos para optar
a la naturalización; la solicitud y requisitos; de la juramentación y requisitos. El párrafo segundo
del Artículo 89 establece quienes pueden optar a la nacionalidad por naturalización: ‟Pueden
optar a la nacionalidad hondureña por naturalización los extranjeros que hayan residido
legalmente en el país durante el tiempo que de acuerdo a su nacionalidad exige la Constitución
de la República y además cumplan los requisitos siguientes: 1. Tener capacidad civil; 2. Poseer
patrimonio, profesión, oficio, actividad o industria lícitas, que le permitan vivir independientemente
o depender económicamente de sus padres o su cónyuge; 3. Haber observado buena conducta
y no haber sido sentenciado por delito antes y durante su permanencia en el país, o haber sido
requerido por las autoridades de otro Estado por la comisión de un delito común; y, 4. Aprobar el
examen de conocimientos generales de historia, geografía y de la Constitución de la República
de Honduras .

En la Constitución de la República, en su Artículo 60, se reconoce que todos los hombres nacen
libres e iguales en derechos y todos los hondureños son iguales ante la Ley. Asimismo, declara
punible toda discriminación por motivo de sexo, raza, clase y cualquier otra lesiva a la dignidad
humana.

Por lo general, no. Todas las personas deben tener al menos una nacionalidad. Las personas a
las que por algún motivo ningún país ha reconocido una nacionalidad son los llamados apátridas
(no deben confundirse con los refugiados, el asilo político o la protección internacional). Un
motivo por el que una persona podría ser apátrida sería, por ejemplo, que el país del que eran
nacionales sus padres aplique el ius soli (reconocimiento de la nacionalidad a los recién nacidos
dentro de sus fronteras), mientras que el país dentro del que ha nacido aplique el ius sanguini
(reconocimiento de la nacionalidad a los hijos de padres nacionales de ese país). Esto causaría
que ninguno de los dos países reconozca como ciudadano a esa persona. España, por ejemplo,
tiene un sistema para reconocer la situación de apátrida, concediendo documentos temporales
que permiten a realizar las gestiones habituales que realizaría un extranjero en el país.

Dicho esto, cuando una persona obtiene una nacionalidad extranjera generalmente deberá
renunciar a la nacionalidad española, o si el país del cual adquiere la nacionalidad no le obliga,
la perderá automáticamente a los tres años de estar fuera de España, a no ser que declare que
la quiere conservar. Por otro lado, cuando una persona extranjera obtiene la nacionalidad
española (por ejemplo, por motivo de residencia) en general estará obligada a renunciar a la
nacionalidad que tenía anteriormente.

¿Es obligatorio renunciar a la nacionalidad? Sí, siempre que la nacionalidad anterior sea de un
país que no tiene convenio de doble nacionalidad con España, es decir, países iberoamericanos,
Filipinas, Andorra, Portugal o, muy pronto, Francia. Si se trata de otro país, una vez obtenida la
nacionalidad se deberá poner en conocimiento del país originario, que anulará la nacionalidad
que se tenía hasta ese momento. Dicho esto, hay países a los que no les gusta perder
ciudadanos, como es el caso de Rusia o Marruecos, que siguen considerando a la persona como
ciudadana de su país, sometiéndola a los mismos derechos y obligaciones, sin aceptar que haya
obtenido una nueva nacionalidad.

A través de muchas de sus unidades fuera de la Sede, el ACNUDH proporciona asesoramiento


técnico sobre las leyes y políticas de nacionalidad, para que estas sean coherentes con la
normativa internacional de derechos humanos.
Especialmente en lo tocante al derecho de las mujeres a la nacionalidad, el ACNUDH promueve
la reforma de las leyes que discriminan a las mujeres y afectan al disfrute de derechos por parte
de sus hijos y esposos.
La Corte Internacional de Justicia ha definido la nacionalidad como "el lazo jurídico que tiene
como fundamento un hecho social que constituye un vínculo, una comunidad auténtica de vida,
intereses y sentimientos1". Por ende, se estima que la nacionalidad refleja una comunidad
auténtica, pero que también formaliza una relación de lealtad2. Cuando no existe esa comunidad
auténtica o ese vínculo de lealtad, o bien se debilita o se rompe, se puede dar pie a la extinción
de la nacionalidad. El número y la diversidad de motivos de dicha extinción varían enormemente
de un Estado a otro.

El artículo 15 de la Declaración Universal de Derechos Humanos protege no únicamente el


derecho a una nacionalidad sino también el derecho a cambiar de nacionalidad. Algunas
circunstancias, como la residencia de larga duración fuera del país del que se es nacional o el
matrimonio contraído con un extranjero, pueden hacer que las personas deseen cambiar de
nacionalidad y tengan la oportunidad de hacerlo, a menudo mediante la naturalización voluntaria.
Con vistas a evitar la doble nacionalidad, la legislación en la materia puede prever la pérdida
automática o la posibilidad de privación de la nacionalidad en respuesta a la adquisición
voluntaria de otra nacionalidad. En principio, ello no plantea ningún problema según el derecho
internacional3. Esta práctica no debe dar lugar a la apatridia si se establecen las salvaguardias
apropiadas en la legislación relativa a la nacionalidad y si, al retirar la nacionalidad, el Estado
ejerce la debida diligencia para determinar si la persona en cuestión ha adquirido efectivamente
una nueva nacionalidad. Tampoco impone a la persona en cuestión un cambio imprevisible en
su situación jurídica, en vista de que se trata de una respuesta a su adquisición voluntaria de una
nueva nacionalidad.

Los Estados vienen aceptando en mayor medida la legitimidad de la doble nacionalidad, por lo
que sus leyes sobre nacionalidad toleran cada vez más que sus ciudadanos adquieran
voluntariamente una nueva nacionalidad. Sin embargo, esa adquisición sigue siendo un motivo
común de pérdida o privación de la nacionalidad. Cuando los Estados aducen este motivo para
la pérdida o privación en respuesta a la adquisición de otra nacionalidad por uno de sus
ciudadanos, se puede poner en cuestión la seguridad jurídica y la continuidad de derechos. En
algunos casos, se puede otorgar a la persona de que se trate una nueva nacionalidad sin su
consentimiento o incluso sin su conocimiento, y esta persona puede convertirse en extranjero en
su país de nacionalidad originaria, situación que determinará significativamente si seguirá
disfrutando de sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.

Así que por lo entendido podemos concluir en que no, no puede lícitamente el gobierno cancelar
la nacionalidad de origen, se puede renunciar para obtener otra nacionalidad de diferente índole,
pero así como tal que el gobierno la cancele no es posible.

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