Teóricos de Adultos
Teóricos de Adultos
Teóricos de Adultos
TEÓRICO NÚMERO 1
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 01-04-03
NOTAS: ROCÍO MAYORGA
Concepto de clínica:
No hay en la carrera especialidad en psicología clínica, lo que hay es clínica
psicoanalítica, sistémica, etc.
La psicología es multicausal y pluridimensional.
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La evaluación universitaria es incompatible con la transmisión del PSA,
porque evalúa un saber acumulado. El psicoanálisis es siempre un saber a
constituirse, la incertidumbre ante cada caso nuevo es inevitable.
Un saber que se extrae también del propio análisis. No hay analista sin ser
analizado
Lo más importante es “hacer experiencia del inconciente” tener lapsus,
sueños, saber que uno esta dividido, efectos de sorpresa, uno no se la ahorra por
más experiencia que se tenga.
La cátedra apunta a una transmisión desde un psicoanalista y no desde un
psicólogo.
Problema: ¿Cómo se estudia clínica sin un paciente? Necesidad de la
presencia corporal del otro, para poner en juego la castración (la falta de cada uno)
El encuentro con el otro es un encuentro real, es ese momento y nada más allí no
se ahorra nada, esto es lo que implica estar frente a un paciente.
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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 2
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 08-04-03
NOTAS: ALDANA DUARTE
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peor, produce identificaciones y el que se va se transforma en traidor, y entonces
se dice: “Que se joda, porque le gusta que le peguen”. Acá los psicoanalistas
tenemos mucho para hacer. Fuera del concepto de goce, fuera del psicoanálisis no
es posible estudiar esto. Hay algo que regula que está por fuera del placer-
displacer.
Lo que marca el paso del modernismo al posmodernismo es la caída de las
grandes ideologías.
El canalla es diferente del perverso. Hay un artículo de Zanghellini sobre
esto: El canalla no se guía por ningún ideal. Un ejemplo sería Menem. En relación a
lo que sería la clínica con Menem: vemos que la creencia en el valor de la palabra
es diferente antes y después del ´90. Menem decía: “Yo digo esto” y al otro día
decía: “Yo nunca dije eso”. Esta banalización de la palabra es un efecto en el
gobierno de Menem; es como separar el acto de la palabra.
Hay una tesis lacaniana que es una interpretación de cuando la palabra hace
acto. Lacan habla del algoritmo de entrada al análisis: hay un significante de
entrada en análisis; es un significante cualquiera que representa al analista, que se
pone en relación a un significante cualquiera que representa al sujeto. Algo
significante del analista está en relación con algo significante del sujeto.
${ S Sq (ste. Cualquiera)
S(s, s, s, s...)
Recordemos acá que el signo representa algo para alguien. Por ej.: el rojo
del semáforo: Nunca entendemos, sin la noción de goce, el hecho de que alguien
frente al semáforo rojo apriete el acelerador.
El psicoanálisis es un hecho de discurso y cura por la palabra; lo que son los
efectos de la palabra. Y como hablábamos de banalización de la palabra, de falta de
creencia, el “que se vayan todos”, esto nos está indicando que no son buenos
tiempos para el psicoanálisis.
Todo incide en la clínica psicoanalítica, incluida la política. No es la misma la
demanda que atiende Freud a principios del siglo pasado, ya que es una demanda
que se dirige a alguien consistente, el médico, que no era un semejante: era el
médico, con una importante transferencia previa y un importante poder sugestivo.
Los pacientes en cambio hoy pasan por una degradación de la figura del Otro,
cuando la hay. ¿Hay alguien que le responda al viejito de PAMI?
La consulta psicoanalítica es uno de los pocos lugares donde se puede
constituir un Otro: el que escucha. Sobre esto se sostiene la transferencia; no hay
transferencia si no hay un Otro.
Cuando se habla de borderlines es porque hay neurosis, por el mecanismo
de represión, pero que sin embargo no están adecuados a la constitución de un
Otro simbólico, lo que imposibilita la entrada a la transferencia. En la consulta, ante
la demanda de amor, responder con amor es responder con la impotencia, lo que
no posibilita la constitución del sujeto.
En la época menemista, entonces, se ha banalizado el nivel de la palabra, no
se constituye un nuevo ideal sino una degradación del ideal. Si no se responde con
el ideal se responde con el yo ideal, es decir, con el narcisismo. En relación al
narcisismo Collete Soler habla de un neologismo: un narcisismo clínico, porque
rechaza todo ideal como regulador. Por ej. quien dice: “A mí lo único que me
importa es que me vaya bien. Si vos querés compartirlo conmigo no hay problema;
mientras no me limites está todo bien”. Deja de funcionar el ideal para hacer lugar
al narcisismo: “Está todo bien mientras no me jodas y limites”. Acá se ve que no
están los valores de antes.
El psicoanálisis da cierto albergue al amor en el amor de transferencia. El
amor de transferencia tiene que ver con el que supone cierta creencia en el otro, el
otro del amor. Si no hay un otro a quien amar tampoco hay un otro ante quien
quejarse: Hoy día es diferente una huelga y un piquete: La huelga se hacía en
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relación a la creencia subjetiva en un Otro, teniendo en el cálculo que le hace falta
al Otro que yo trabaje. En los ´90 se desarticuló el movimiento gremial, porque le
faltó un Otro ante quien provocar falta. En la huelga docente por ej.: ¿A quién le
hace falta no dar clase? Sólo al estudiante le hace falta, y perjudica al que colabora
con la huelga docente. El piquete en cambio apunta al otro semejante, al otro con
minúscula. Por ej.: el corte de tránsito está dirigido a nosotros; dicen: “Nosotros
estamos peor”. Es muy diferente a la lógica de la huelga.
Cuando escuchamos a alguien debemos ver a qué falta del otro se dirige el
demandante.
..........................................................................................................
Pareja: cada uno es para el otro objeto de su fantasma. Violencia en una pareja
cuando el fantasma no logra regularla, cuando no se puede responde con palabras
a las demandas del otro. Falla en la regulación.
Tratamiento de mujeres golpeadas, se basan en la identificación entre ellas “
soy una mujer golpeada” y el enemigo es el hombre. Es un error porque la
identificación a un ideal implica reducción de la subjetividad. Terapias por vías del
género son malas porque él es el enemigo y la que se sale del grupo una traidora.
Pasaje a la postmodernidad, caída de ideologías que agrupaban.
El perverso es diferente del canalla: Aquel que no se regula por ningún ideal,
no hay ideal que lo limite. Por ejemplo, Menem, primero dijo que había que ir a la
guerra después que no por la paz, para él no tiene valor la palabra, la banaliza, es
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sólo decir, nada más, es como separar el acto de la palabra. Para Lacan la
interpretación “es cuando la palabra hace acto”.
Para llegar a esto es necesario un tiempo de preparación, preeliminar.
¿Cómo entrar en transferencia?: El significante de entrada en análisis en un
significante cualquiera que represente al analista y que se pone en relación a otro
significante cualquiera que representa al paciente.
Algoritmo de la transferencia (de entrada en análisis):
S1 Sq
S (s,s,s,s)
Algo significante del analista se pone en relación con algo significante del
sujeto. Por ejemplo, cuando el analista es soñado (significante) por el sujeto. Para
la entrada es necesaria la relación entre dos significante, que ya supone entonces,
un discurso.
El psicoanálisis es un hecho de discurso y una cura por la palabra (efectos de
la palabra). Hoy no es buen momento para el psicoanálisis porque hay una
desvalorización de la palabra en forma general. Los pacientes actuales son S que
pasan por la degradación, el desdibujamiento del Otro, no encuentran otro que los
escuche. El espacio analítico permitiría esto pero este Otro debe constituirse, sino
se constituye ese Otro no hay transferencia. Cuando no ocurre “Neurosis no
transferenciales”, clínica del acto.
Constituir otro para el cual la palabra propia tiene un valor, desconocido
para el sujeto sino sería demanda y respuesta de amor. Si uno a la demanda de
amor responde con amor, es responder con impotencia, porque amar es “dar lo que
no se tiene”.
Las culturas se han constituido en función de un ideal, si hoy no hay ideales
se responde desde el yo ideal, cada uno vive su camino, su vida y el otro es
compañero de viaje.
Collete Soler habla de “narcisismo” implica el narcisismo de la época, que es
cínico, descree de todo ideal: “Lo importante es que a mí me vaya bien, si quéres
acompañame, pero no me jodas”.
Hoy en las parejas hay mucho de esto también, son equidistantes: “cuanto
me das, cuánto te doy”. Es más saludable si los dos pueden estar regulados por
algo exterior a ellos, un ideal.
Amor de transferencia, supone creencia en el Otro de amor, si no hay otro a
quien amar no hay otro a quien quejarse.
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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 3
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 15-04-03
ÉTICA Y MORAL
El tema de hoy es ética y moral.
El tema de la normalidad y la anormalidad se plantea en el seno de cualquier
relación de pareja. La anormalidad es una referencia tercera en relación al plano de
la pareja.
-“¿Está bien lo que él hace, etc.?” Se le suele preguntar al analista quién
tiene razón, y quién necesita tratamiento.
Esta cuestión de la normalidad se articula a la moralidad y a la ética. La
moralidad es aquello que tiende a normalizar la conducta: lo que uno hace está
bien o mal. En la moral cristiana, si uno no la cumple cae en el pecado. El pecado
es aquello en lo que se está a distancia respecto del deber ser.
En alguien que viene a consultar muchas veces hay una demanda de sanción
moral respecto a lo que hace. Por ej.: Una persona que viene diciendo: “Yo toqué a
una nena de 12 años, le toqué los pechos y no sé por qué lo hice, luego pensé que
estaba mal y se lo conté a mi mujer y ella me dijo que consulte a un psicólogo”.
Una cosa es lo bien o mal y otra lo entendible o lo inentendible. Este era un
sujeto muy religioso, y en determinado momento dice: “Por algo debe ser que
tantos sacerdotes cometen este tipo de actos con menores”. Es decir que eso, de
alguna forma lo haría más normal, dentro de ciertas normas.
La explicación sería: ¿Cómo puede ser que personas que son transmisoras
de moral realicen actos transgrediendo esa moral que trasmiten?
Este sujeto venía a demandar cierto entendimiento ligado al perdón. Porque
dentro de una estructura religiosa la demanda es de perdón. El perdón permite unir
nuevamente al creyente, penitente a Dios. El pecado tiene una función fundamental
en la relación del creyente con Dios. No hay creyente si no hay culpa.
La función de la culpa tiene que ver con la forma de presentación con la cual
el sujeto demanda en la cultura. La cuestión de la culpa, la sanción es algo que
aparece en toda demanda. El sujeto que demanda muchas veces está en relación a
la culpa.
Ahora, la culpa es deudora de una presencia, de una creencia en el Otro, de
una creencia en Dios.
La culpa se desplaza a la ciencia. Se pasa de no cumplir con Dios a no
cumplir con los procedimientos o tratamientos médicos. No cumplir el orden, y el
orden ¿qué es? La normalidad. Para la medicina hay normalidad. Por eso hay una
sexología: Una disciplina médica que regula las relaciones sexuales.
Hay gran diferencia con el psicoanálisis. Freud decía: “No hay una
normalidad sexual”; “No hay objeto para la pulsión”; “No hay ciertas prácticas
sexuales que son normales y otras que no”.
O sea, Freud no puede partir de la normalidad para explicar la
homosexualidad, la perversión, el fetichismo, el masoquismo. Supone eso una
posición subjetiva frente al objeto sexual y no solamente por la índole de la práctica
sexual. Decir que alguien es homosexual no nos dice nada de si es perverso o no.
No podemos plantear a la “normalidad” para construir una moral
psicoanalítica.
El tema es cómo escuchar el analista con un oído que no aparezca
perturbado por su moral.
Cada analista tiene sus límites acerca de lo que puede escuchar. Pero eso no
es sin su análisis particular. No puede haber analista antes de que haya análisis, el
primero es una consecuencia del análisis.
Cuando uno escucha escucha significantes. Cuando los analistas escuchan,
escuchan la particularidad discursiva, del discurso del demandante. Cuando Freud
decía que había que escuchar con atención flotante, es decir, no quedarse prendado
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del sentido que el paciente trae: “Hoy no tengo nada importante para hablar”. Esto
de lo “importante” tiene que ver con el sentido que el paciente le da a lo que
cuenta. No es el sentido lo que hay que escuchar.
El analista es todo el tiempo analista, pero esto no quiere decir que el
analista siempre escucha como analista. A veces lo hace. La posición de analista
tiene que ver con estar siempre ocupando un determinado lugar respecto al
paciente, y eso no siempre pasa así. El analista debe apuntar a escuchar el
significante, pero a veces escucha el sentido. Porque el analista es un lugar al que
el analista debe apuntar, pero en el cual no puede estar siempre.
Es como decir: La asociación libre es condición de análisis. Pero pueden
haber una o varias sesiones sin que haya asociación libre.
La moral tiene que ver con el sentido, con el bien y el mal, es aquello que
permite despejar lo que es de un lado y lo que es del otro, la moral tiene que ver
con la normalidad, la forma en que se considera lo normal y lo anormal.
La moral propia de cada época hace que se midan las conductas en forma
diferente.
La moral tiene que ver con una determinada época, con perceptos: “La
moral media de determinada época”, se llama.
Cuando uno recibe un paciente uno puede preguntarse: “¿Puedo escuchar a
alguien que abusa de niños?” Es decir, si uno lo puede escuchar sin repudiar. No es
que no sea repudiable o punible. Esta es una cuestión para no tomarlo en
tratamiento.
Por ej.: Una familia que viene y dice que el padre (presente) abusa de la
hijastra. ¿Qué hace el analista? Porque atenderlos implica decir que el problema es
psicológico, porque venían al psicólogo o iban al tribunal. Pero uno puede ponerlo
en relación a la ley, y decir por ej.: “Bueno, yo recibo al paciente pero que también
haya una intervención de un tribunal de menores”. Porque no es sólo lo psíquico del
paciente, también está la chica.
Acá no es lo que está bien o lo que está mal, con el sentido sino con aquello
que está en relación a la ley. No es una cuestión moral, etc., sino ética.
La mayor cantidad de abusos se da dentro de las familias, justamente allí
donde se más difícil que la ley entre.
Si nosotros tomamos el paciente sin que la ley haya operado, ¿no estamos
en la misma posición de que alguien que mata y está loco es inimputable? Hay ahí
una responsabilidad del analista.
Caso de una chica que acusó al padre de haber matado a la madre, eso fue
dentro de un tratamiento, que la chica dijo haber recordado eso.
Hace unos 20 años, en hospitales empezaron a consultar personas ligadas a
la represión de 1976-1983. Personas que habían colaborado, participado de
torturas, matado gente. Se planteó en los servicios de salud mental qué se hacía
frente a estas circunstancias.
Desde el punto de vista de la moral médica uno debe recibir a todo paciente
que viene a consultar.
El código de ética del psicólogo está copiado del médico (del código se
pregunta en el final). Uno está obligado a atender a alguien que viene a pedir
ayuda.
Entonces se planteó aquello, no porque esta gente no padeciera: venían con
martirios, delirios, sufrimiento, etc.
El Hospital de Lomas fue el primer servicio, creado en el ´67, con esta
condición contemporánea, el primer servicio moderno, en el área de Salud Mental
(psicólogos y psiquiatras).
En el ´84, por primera vez en Argentina el director de Salud Mental era un
psicoanalista. Entonces se juntaron los psicólogos y psiquiatras y se decide no
atender a las personas que habían sido torturadores, quienes no fueron condenados
porque por la ley de Obediencia Debida sólo se juzgó a los comandantes. Es decir
que eran personas sobre quienes el Estado no había establecido sanción penal.
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Se resolvió no atender. Dos años después de esto apareció en una
supervisión de hospital un caso de un torturador, que no era eso por lo que
consultaba sino por otras cuestiones. El analista que lo estaba atendiendo lo hacía
desde hace un año y medio. Entonces se planteó si se lo sancionaba a ese
terapeuta o no.
Y apareció ahí el caso “Lobo”, un terapeuta de Brasil que supervisaba con
otro analista de Brasil, que se descubrió que éste analista no sólo atendía pacientes
sino que había participado de torturas en San Pablo.
Esto leva a pensar si el psicoanálisis tiene una moral propia: ¿Es analista
alguien que tortura?
Esto lleva a la cuestión del límite, si podemos pensar que el analista debe
tener una determinada moral. Por ej.: pensar que los analistas deben ser ateos, de
centro izquierda y liberales en las cuestiones sexuales. Pero eso no hace al analista;
el análisis no es una concepción del mundo. La moral de uno no es la moral del
psicoanálisis. El tema es cómo escuchar al otro, a lo heterónomo, a lo diferente sin
la propia moral. ¿Cómo el analista hace para pagar con su propia persona la
escucha? La propia persona serían los propios ideales: políticos, religiosos, etc.
¿Cómo uno siendo ateo puede escuchar a un creyente? Sin duda uno debe poner en
cuestión todas las investiduras en psicoanálisis, pero eso no quiere decir que el
psicoanálisis sea un convertidor de ateos.
El sujeto advertido, es decir, después del análisis, ha podido poner en su
propia escala la propia personalidad.
Cada caso tiene una lógica propia, la dirección de la cura con sus cuestiones,
una lógica del Otro. En un ateneo se trata de esto. Otra cosa es centrar el ateneo
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en el diagnóstico, como pasa en los ateneos médicos. Con lo cual puede servir ese
ateneo para otros casos.
Ahora, a un ateneo psicoanalítico se va en función de poder dirimir ahí la
particularidad de ese caso. No es el diagnóstico o la estructura psicopatológica lo
central sino la particularidad, y en esa particularidad entra el analista.
En la casuística médica aparecen 50 casos, 100 casos. En cambio Freud
publicó 5 o 6 casos. ¿Qué grado de cientificidad tiene la particularidad del Hombre
de las ratas, si lo que se transmite en ese caso es la particularidad el Hombre de las
ratas? Lo que se transmite es esa particularidad tan rica que expone Freud, aunque
se puede poner en cuestión si fue un éxito o un fracaso terapéutico, por ej. en el
caso del Hombre de los lobos.
La lógica con la cual uno puede poner en consideración un psicoanálisis es
muy diferente a la lógica de la práctica científica.
Para un científico contemporáneo el psicoanálisis se parece a una religión, a
una creencia. Es cierto, hay una cuestión de creencia en la palabra, en el
inconciente, y si eso no está no se puede poner en transferencia a un síntoma. En
el ámbito psicoanalítico de la clínica eso está en primer lugar. Sino para qué alguien
va a consultar a un analista, si no lo va a medicar.
La transferencia es la construcción de esa ficción donde el analista entra en
la serie de las formaciones del inconciente. Esto no quiere decir que eso sea lo
único que había que interpretar, como hacían los kleinianos.
Eso es llevar en el terreno de yo a yo (a – a´), lo imaginario, la relación
dual, lo que son las obsesiones... Pero con Lacan aprendimos que no sólo eso no
hace a la transferencia, sino que además de la imagen, idealizado, hay además una
“suposición de saber”, lo que quiere decir que el analista se introduce como un
término en el discurso del analizante; como un término quiere decir como un
significante que remite a otro significante.
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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 4
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 22-04-03
Cuando uno consulta hay una castración imaginaria, porque quien consulta
es alguien que acepta que no puede solucionar su problema solo, que necesita de la
ayuda de otro. Y esto no es lo mismo que consultar a un médico por un pulmón. No
es lo mismo que uno no sepa manejarse con su propia vida, eso supone una
castración imaginaria, que cuanto mayor identificación fálica más penosa es. Por
eso hay más consultantes mujeres que hombres. Hay una dominancia de mujeres
consultantes. Y esto es porque para el hombre resignar esta prestancia fálica de
pedir ayuda a otro es penoso, para algunos hombres. Se escucha: “Si no me ayudo
yo mismo quién me va a ayudar, etc.” Es un apego al yo que se resigna de algún
modo en el momento de la demanda.
¿Qué lleva a alguien a consultar? Que algo en su relación con la realidad ha
producido un quiebre, se ha abierto una grieta, y demanda una reparación de esa
grieta.
Lacan en uno de sus primeros escritos, El tiempo lógico y el aserto de
certidumbre anticipada, planteó una lógica que la podemos desarrollar en relación a
la consulta, y también otros desarrollos en relación a la dirección de la cura.
Lacan tomó tres tiempos lógicos: El director de una prisión les propone un
juego a tres presidiarios, que quien lo gane saldrá. Se trata de cinco discos: tres
blancos y dos negros. Cada uno de los tres tiene un disco en su espalda, y no lo
puede ver. Quien salga primero diciendo qué color tiene y por qué, saldrá libre.
Lacan utilizó este juego para poder incluir al otro, la dimensión del otro en
una conclusión lógica.
Podemos decir que cada uno sabe los discos de los otros y desconoce el
propio, pero tiene que poder leer en los otros qué disco tiene. Cada uno depende de
lo que haga el otro para saber qué disco tiene.
Los tres tenían discos blancos. En un momento cada uno fue hacia la puerta,
y se detuvo para pensar: Si los otros dos pensaran que él tiene un disco negro, y
ellos blancos, podría anticipar, por la mirada de los otros, que si hay dos negros, el
otro saldría corriendo, entonces concluyen que lo tienen blanco. Sólo pueden
concluir por su desarrollo lógico qué disco tiene en la espalda por la vacilación de
los otros. Si el otro actuaría con certeza no pasa eso. Es la vacilación del otro lo que
le permite la propia vacilación y concluir que lo tiene blanco.
El fin del juego es la explicación del color blanco por la vacilación de los
otros.
¿Qué tiene que ver esto con la clínica? Cuando se juega al poker tiene
mucho que ver el azar. Pero quien mejor juega es aquel que puede calcular en el
otro la posición que el otro tiene frente a sus propias cartas.
Un paciente busca en la cara de poker del analista una confirmación bien o
mal de aquello que está diciendo.
¿Cómo poder leer en la cara de un profesor en un final que uno va bien
orientado?
El mayor gasto de un profesor es el poder soportar esa mirada. Es la
búsqueda del signo de si está siendo aprobado o desaprobado. Es lo mismo que el
signo de amor: Cuando uno nos dice: “Tenemos que hablar”, ¿nos va a patear o
pedirnos que nos casemos? Todo esto tiene que ver con cómo leer en el otro el
signo (en el caso de amor la demanda de amor, el signo de amor).
Planteamos situaciones diversas: el juego; el examen; una situación
amorosa. En todos estos momentos lo que está en juego para el sujeto es el paso
de su deseo por el otro.
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Cuando se juega poker hay que leer que en muchos casos uno realiza gestos
inconcientes: por ej. alguien reprime todos los gestos, pero se toca la oreja cuando
tiene dos ases. Hay en poker toda una serie de partidas preliminares en las que uno
lo que hace es aprender cómo juega el otro, para poder ganar. Hay signos que
aparecen en la cara o el cuerpo del otro: por ej. ruidos en el estómago cuando tiene
cartas. Signos en el cuerpo que se pueden leer.
Bueno, a Lacan este juego le permitió plantear TIEMPOS LÓGICOS: la
sucesión se debe a un encadenamiento, con intervalos, que precipitan el paso de un
momento al otro: Instante de ver, tiempo de comprender y momento de concluir.
Este es diferente a los tiempos cronológicos.
A veces el paciente pregunta: ¿Esto que me pasa es normal o no? El
neurótico se mueve en el mundo con cierto grado de pesadez y sufrimiento que
está normalizado, y por eso no va a consultar. A veces consulta un médico por
dolor de cabeza, pero que nada tiene que ver con él subjetivamente.
Cuando consulta, Lacan lo llama a ese momento el instante de ver, y es un
momento de quiebre subjetivo: el neurótico se da cuenta de que es un “neurótico
de mierda”.
La histérica y el obsesivo, lo que menos soportan es anidar el síntoma en sí
mismo. Se resignan al padecimiento. Protestan, pero se resignan a que “es lo que
me toca vivir”, o hacen de eso un valor: “A mí todo me cuesta el doble, y así me la
banco”.
Eso es cuando se hace un rasgo de un síntoma. El rasgo funciona de forma
acompasada al yo. Eso es del orden del ser: “Soy muy teatrera”, etc.
Esos tipos que son insoportables, y se dan cuenta en el fondo, pero bueno:
“Es así como se hacen las cosas”.
Otra cuestión es cuando ese rasgo se trastoca en un síntoma: Se hace
desconocido, extraño: “Pero yo no debería ser así, no es algo que yo domino, ¿por
qué soy así?” Ahí el sujeto empieza a subjetivar algo del orden del propio
padecimiento.
Eso que Lacan llama el instante de ver, en el juego supone ver que los otros
tienen un disco blanco y que no se precipitan a la puerta, entonces eso supone para
el sujeto que tiene un disco blanco. El momento clínico de este instante de ver es
cuando el sujeto se ve con una mirada diferente, trastocada. Como cuando en la
repetición uno vuelve y vuelve y el sujeto de repente puede ver desde afuera:
“¿Pero por qué me estoy golpeando siempre la cabeza con lo mismo?”. O cuando el
sujeto ve que hay algo que no está en el mundo, etc., sino que hay algo en él que
no funciona.
Ese momento no en que se hace cargo de lo que le pasa, sino en ver que
tiene algo que ver en lo que le pasa : “Yo estudio, pero algo me pasa porque voy,
me siento ahí y no me sale nada”. O: “Me volvió a pasar un fenómeno de
impotencia con mi novia”; “La primera vez era porque tome mucho”, “la segunda
porque no tenía ganas”, pero de repente hay un momento en que el sujeto
vislumbra algo de sí que es un quiebre: “Algo me pasa”.
Lo más frecuente es que primero se practiquen otro tipo de respuestas antes
de consultar a un analista. Va a ver un médico; a ver si tiene un problema
circulatorio con un urólogo.
Quien más deriva problemas de impotencia es un urólogo, porque van a
descartar un problema orgánico. Es más tranquilizador que sea un problema
orgánico; el problema es cuando es algo que le concierne, por eso al último que
consultan es al analista.
Es notable porque los problemas de erección se curan muy rápidamente en
la consulta analítica, cuando alguien pudo hablar de eso. Esta forma de curación es
bastante enigmática, pero el poder plantearlo como problema ya supone un alivio.
El tema de la erección supone siempre una creencia de la mujer, porque la
mujer tiene que participar en la erección. Muchas veces es la mujer la que
impotentiza: "vamos a ver cómo te portás hoy”, por ej. con un comentario.
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Entonces el sujeto trata a su pene como si fuera otro, y piensa en otra cosa para
lograr que él se pare.
El instante de ver supone esa precipitación como una imagen, como una
gestalt, y de pronto lo que uno ve como fondo se hace figura.
Por ej. uno busca un anillo que perdió, ya pasa varias veces hasta que de
pronto lo ve en el piso por donde pasaba. Lacan dice que ese tiempo pasa luego al
TIEMPO DE COMPRENDER: es el tiempo de la asociación, de la trama simbólica,
de la trama significante: “Bueno, pasa que pensé en sacarme el anillo, etc.”
Ahora, si no hubiera un tiempo de corte, el psicoanálisis sería
indeterminado. Si uno no pudiese decir: “Sí, se me cayó el anillo porque no quiero
estar casado”. Y luego va a hablar con un analista o con la mujer, etc.
Entonces supone un MOMENTO DE CONCLUIR, de pasar a otra cosa. Hay
entonces entre los tres tiempos (ver, comprender y concluir) dos vacilaciones, que
suponen un corte, que no es una decisión yoica sino que pasa por la relación del
sujeto con el otro.
El instante de ver en el poker es por ej. que un tipo se rasca cada tanto en
la oreja. Tiempo de comprender: “Se rasca cuando tiene cartas o cuando no, etc.”
Este tiempo de comprender es el tiempo necesario en que el sujeto tiene que estar
dispuesto a perder tiempo -plata en el poker-, pero en aras de poder comprender al
otro. Pero el tiempo de comprender es el que sabe que “se rasca cuando tiene
miedo de perder”.
Lacan dice: certidumbre anticipada, que no es certeza, que eso sería
psicótico: “Una señora que me indica que se están pasando la información uno al
otro acerca de lo que estoy haciendo yo”. O el canillita se ríe cuando me da el
diario: “Lo hace porque ese diario en verdad está armado para mí. Todos los demás
están puestos a prueba, porque son para ponerme a prueba a mí, porque soy el
verdadero hijo de Dios”.
La certidumbre anticipada supone el MOMENTO DE CONCLUIR, pero sólo
llego a esa conclusión pasando por el otro. Pero yo leo eso, sé de que se trata, y
apuesto la plata. Pero esa apuesta la puedo perder. Ahora, lo importante de la
certidumbre es que yo concluyo: hay un acto en lo real.
Está el tiempo de ver, después el de saber, el del despliegue del saber, que
es el de comprender.
Los obsesivos tienen problema para concluir: “¿A ella le gustaría comer
mucho o no?” El tiempo de comprender, de desplegar un saber es para poder
“decirle luego de irnos a vivir juntos”. Yo puedo leer su currículum, cartas con sus
exnovios, etc., pero en el momento de precipitar el acto (decírselo) no hay
seguridad, sí puede haber certidumbre. Es la procastinación obsesiva: diferir el acto
indefinidamente hacia el futuro. Aplaza el acto para el futuro, para cuando esté
seguro.
El tinte de nuestra época es que en relación a una pareja los actos escasean.
Se puede vivir hoy como dos estudiantes, nada más que se comparte la cama, los
gastos, etc.
El tema es cuando se trata de un acto, porque el acto psicoanalítico es lo
que hace irremediable el antes y el después, produce una transformación (por ej.:
decidir tener un hijo). Y a veces un acto puede ser por ej. ponerse un anillito; a
veces para el tipo que no cree en los anillos “pero tampoco me lo quiero poner”. Es
para quitarle esta cuestión de lo irremediable.
El momento de concluir supone el momento en el cual el sujeto apuesta.
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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 5
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
S1 S2
$ a [objeto a]
Lacan presenta estos cuatro discursos en los famosos sucesos de mayo del
‘68 en París. Lacan lo llamó a este seminario “El anverso del psicoanálisis”. Los
sucesos que pasaban en París lo conmovieron: los estudiantes universitarios y los
obreros unieron ciertas reivindicaciones, y durante unos días coparon las calles, las
universidades, y París fue una fiesta, con frases como: “Pidamos lo imposible”, etc.,
que quizás podamos ligar al discurso histérico. Y Lacan tomó esos vientos de la
época; había muchos estudiantes inspirados por la revolución China. Y a lo que se
opuso fue al poder. En ese momento el presidente era De Gall, ligado al viejo poder
del ejército. Se cuestionaba a los amos del poder: presidente, jueces, profesores,
etc.
Hay un frase famosa de Lacan, porque lo cuestionaban mucho, y dice: “Que
levante la mano aquel que no tiene amo”. Alguien levantó la mano y le dijo:
“Bueno, acaba de adquirir un amo: respondió a mi palabra”.
En el discurso del amo hay cuatro lugares. Arriba a la izquierda el agente del
discurso, el que lo promueve (S1). El S2 es el lugar del otro, aquel a quien va
dirigida la acción, el otro del lazo.
En el S1 – S2 se trata del significante binario, que son los elementos básicos
del discurso. Se los llama 1 y 2 porque están en ese orden. Debajo de la barra
escribe aquello que está excluido de la cadena significante: el sujeto y el objeto. El
sujeto en tanto sólo puede hacerse representar por un significante (unario) frente a
otro significante, pero el sujeto está excluido de la cadena como tal, porque no es
un significante. Por eso uno dice: En un sueño se hace representar por toda una
serie de representaciones. El personaje que me representa no es más que algo que
me representa, para el cual soy sólo un sueño. El sujeto está todo a lo largo de la
cadena del sueño, aparece en una y otra representación.
Y por otro lado, el objeto (a) es lo que también está excluido de la cadena:
el objeto causa, el objeto a, el objeto de deseo: distintas denominaciones que no
son lo mismo exactamente. El objeto a representa un agujero al cual vendrán los
diferentes objetos del mundo a llenar. Es un objeto que no es de este mundo, por
eso Lacan dice que es inconmensurable: no es mensurable. Dicho freudianamente:
Una cosa es los anhelos y otra la imagen de la madre [?].
El objeto siempre es una forma de producto, porque no es de orden
simbólico, no se hace representar, sino que cae, queda como residuo, es de lo real,
no es ni simbólico ni imaginario.
Al escribir “objeto a” estamos tratando de formalizar algo que no tiene
representación. Lo que se representa del objeto a es justamente lo que lo simbólico
no cubre, aquello que queda por fuera de lo simbólico, no es representable.
En el esquema Z, la relación a – a´ es la relación especular, entre el yo y la
imagen del yo. De esto toma Lacan la nomenclatura a, como la relación con otro.
Lo que está por debajo de la barra es cómo toma Lacan al fantasma: $ a
14
a es el objeto que causa el discurso (una falta), y por otro lado es aquello a
lo que se dirige el discurso ( eso está más ligado al deseo).
Falta, pero la falta que uno tiene no es el orden simbólico. Pero puede decir
uno: “Deseo tener tal cosa”; eso es un señuelo. Porque lo que está por debajo de la
barra es lo que no puede ser simbolizado, pero eso no significa que el sujeto no
realice algún tipo de demanda en relación a esa falta, por eso hablamos. La falta se
engendra en la articulación del cuerpo y del discurso, que es como se habla.
La demanda viene del Otro, por eso es que la pulsión viene del Otro, nos
hablan para que podamos hablar.
El objeto a es lo que aparece como producción, como producto del discurso.
Lacan lo llama discurso del amo. También lo llama discurso del maestro. También
discurso originario. Si no nos hablan nosotros no hablamos, porque estabamos
colocados en relación a otro que nos hablaba es que podemos hablar, es decir que
es fundante el discurso del amo en relación a uno.
Lacan habla del amo antiguo (que supone un esclavo). El amo no era aquel
que sabía, era aquel que decía, ordenaba, era aquel que mandaba. Y el saber
estaba del lado del esclavo. Por eso Lacan lo llama “el saber hacer del lado del
esclavo”. Eran esclavos que sabían hacer.
De ahí que esta forma de relación amo – esclavo supone que el saber queda
del lado del esclavo. Porque el significante binario representa el saber, así como el
unario es el amo, el primero, del que se parte.
Y el producto (objeto a) queda del lado del otro, del lado del esclavo. Este es
el concepto de plusvalía. Para Marx, dice Lacan, la plusvalía era la diferencia entre
la fuerza productiva (el trabajo de la maquinaria) más el trabajo del obrero, eso
daba el valor de la mercancía. De eso se puede desprender:
El trabajo del obrero, su valor.
El capital.
La plusvalía, un tercer valor que se queda el capitalista, y es lo que engendra el
capital. Es algo que le arranca al obrero.
La diferente entre el valor de su trabajo y el salario (que no se le da el que
corresponde) es la plusvalía. Esto descubrió Marx.
Pero, aquí viene la lectura de Lacan. Dice que la plusvalía queda del lado del
obrero. Sí hay una diferencia, pero queda del lado, digamos, del esclavo.
En la lógica marxista la diferencia entre el valor del trabajo y el salario
llevará a que el obrero derroque al capitalismo.
Bueno, eso al menos nuestra época nos dice que no fue así. Lo que descubre
acá Lacan es que hay algo que queda del lado del esclavo, del objeto, pero Lacan lo
va a llamar plus de goce. Una plusvalía no de riqueza sino de goce. Lo interesante
de esto es que este plus de goce es lo que queda y lo que sostiene a esta
estructura, que hay una ganancia del lado del obrero. Porque el problema para
Lacan a partir del Seminario 17 del psicoanálisis es el campo del goce: ¿Qué es lo
que sostiene a cada uno en un lugar? ¿Qué es aquello de lo cual se goza?
¿Qué de lo simbólico puede tener intervención en lo real, qué es lo real del
goce?
El objeto a aparece en el Seminario 10, de la angustia, pero su valor real
aparece en el Seminario 17 (o en el 16), donde lo que está en juego es una
ganancia que se obtiene en el cuerpo y que sostiene a alguien en su lugar. Un
descubrimiento de qué es lo que hace que el esclavo siga siendo esclavo. Hoy
diríamos por ej.: Qué es lo que hace que el pobre vote a quien lo empobrece.
Uno podría decir: “Se equivoca la gente”, pero tenemos este instrumento
para entender ciertas cosas, que se dan por ej. en la política.
¿Qué es lo que hace que alguien se identifique con otro a quien sólo le
interesa gozar, por ej. Menem? Hay algo ahí de la identificación, que Freud nos
enseñó: La identificación con el líder para el cual no hay castración. Menem nos
dice: “No hay castración para mí, donde voy gano, la muerte no existe para mí
15
(tengo un hijo a los 70 años)”. Es la imagen del padre de la horda primitiva, es esa
seducción que provoca.
Pagamos un precio por nuestro malestar en la cultura, por el pasaje por la
castración, que en los neuróticos, psicóticos y perversos funciona, y la cultura
misma se organiza por lo que está en el corte.
Produce cierta fascinación, cierta victoria sobre la castración el hecho de que
haya alguien para quien la castración no existe. Este es un efecto que puede
generar la relación al Otro. Es interesante el fenómeno que causa. Nos viene a
decir, por otro lado, que la palabra no tiene ningún valor: digo una cosa y otra a los
cinco minutos, porque no me regula ningún ideal, no hago más que regularme por
mi propio interés de goce –la posición del canalla, dice Lacan. Y la gente dice: “Es
un maestro”.
Lacan introduce con el discurso del amo que hay una ganancia que queda
del lado del esclavo: el goce del buen servir. ¿Qué es lo que hace que alguien
obedezca una orden? Por ej. en el ejército, el que obedece no está para interrogar
la orden, está para cumplirla. Qué es lo que hace que se vaya cierta felicidad con el
deber cumplido. Freud nos dice algo del superyó. Pero Lacan dice que esto está en
el lazo social, hay algo que obtiene aquel que cumple la orden.
Freud escuchó que ese síntoma tenía una significación. En este discurso, lo
que está como agente es el sujeto barrado ($), el síntoma, la demanda. La histérica
se dirige a un amo (sujeto de supuesto saber, objeto de idealización de la
histérica). La histérica siempre busca amos para poder barrarlos, hacerlos caer,
pero en principio busca amos. Lo interesante de esto es que se extrae un saber.
Podríamos llamarlo también la asociación libre, que supone algo dirigido al otro, y
del que espera obtener un saber.
Este discurso de la histérica tiene que ver con una forma de lazo social (no
con la estructura de la histeria). También lo podemos llamar “el discurso de la
demanda”. También: “el discurso del alumno”, que por ej. piden que se pase la
correlatividad a mayo, cuando se llega a mayo se pide que se pase a julio, etc.
Esto tiene que ver con una estructura propia de la posición del alumno. La
misma posición del alumno, por estructura en la facultad, es la de aquel que tiene
demandas en relación al otro. Es una forma de relación al otro, de lazo al otro, que
va por la demanda. En la correlatividad, por ej., es una demanda a que el otro
otorgue la extensión. La lógica del movimiento estudiantil es una lógica
reivindicativa: “Queremos cuatro turnos de examen al año; queremos cinco;
queremos 6”. Se trata de una lógica donde hay una reivindicación. Pensemos en la
demanda de la histérica a un marido: La histérica formula desde su demanda algo,
algo que la causa en su deseo, un objeto, una causa, que causa su demanda, su
posición. Pero la causa no es algo simbolizado sino más bien un intento de decir el
deseo, un anhelo. Por eso es que la estructura del deseo es histérica. Busca algo
que colme su demanda, pero eso no existe.
16
Por eso una respuesta del otro, que sería la respuesta por ej. del obsesivo,
nunca la colma. El obsesivo quiere trabajar, quiere responderle, pero no puede
colmarla.
El discurso histérico da la forma de todo lazo social que implique una
demanda. Por eso la forma de demanda de mayo del ’68: “Seamos realistas,
pidamos lo imposible”. Poder escapar de la lógica de la reivindicación es esta
respuesta de “pedir lo imposible”. Cuando uno pide lo que le pueden dar, queda
atrapado en lo que le dan. Si uno pide 50 pesos y se los dan, ¿qué son 50 pesos?,
no sirven lo mismo.
Tomando estos dos discursos, dan cuenta de posiciones en las relaciones
sociales.
Otra cosa es cuando es el saber que comanda:
S2 a
S1 $
17
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 6
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
S1 S2
$ a
a $
S2 S1
El lazo del discurso psicoanalítico (primeros cinco caps. del Seminario 17)
supone siempre de un lado el semblante de objeto y del otro el sujeto barrado (que
es el sujeto del inconciente).
Lacan hace estas letras tratando de hacer inequívoca la transmisión del
psicoanálisis. Esto no quiere decir que no sea equívoca su transmisión, pero sí hay
un intento de trasmitirlo en signos, la matematización. La lengua materna, en tanto
traduce, traiciona.
Esto intenta sostener cierta formalización que tiene que ver con la
transmisión. Es un intento lacaniano por la demostración de que, si bien el
psicoanálisis tiene mucho que ver con la poesía, la interpretación es poesía,
también hay un gran esfuerzo por la formalización.
Lo interesante de esta formalización es que permite cierta visualización y
precisión.
Lacan dice desde siempre que no hay comunicación posible en el sentido
literal, como lo planteaba la teoría de la comunicación. Lacan plantea que todo
mensaje es fallado, porque hay ahí una falta de simetría, y esto es lo que los
discursos vienen a sostener.
En los discursos que vimos, en la parte de arriba tenemos S1 – S2 y a - $,
es decir que no hay simetría de uno y otro lado. Esto es que “no hay relación
sexual”. A nivel del discurso no hay un sujeto y otro sujeto sino que, según del
discurso que se trate, cambia el agente y cambia el otro. Lacan sostiene que
entonces ni el sujeto ni el objeto estarán a nivel del discurso. El discurso amo es el
discurso fundante.
Queda tanto fuera el sujeto como el objeto. Y cuando tanto uno como otro
funcionan a nivel del agente, representan algo diferente. Cuando el sujeto funciona
18
a nivel del agente es el sujeto barrado; Lacan lo llama “sujeto de la demanda”, y se
trata de un reclamo, de un pedido al otro. Es una forma discursiva que Lacan toma
de la relación inaugural de la histérica a Freud, que lo que produce es saber. Pero
saber no de la histérica sino del que queda del lado del Otro, de la teoría
psicoanalítica. En el discurso del amo ese saber funciona como verdad, porque tiene
esa forma como saber inconciente, porque sino sería discurso universitario y sería
el saber de alguien puesto en función de objeto.
Esto tiene que ver con el por qué no puede haber analista que no pase por
un análisis. El tema es cómo la neurosis del analista incide, y el analista no puede
estar ahí como neurótico. Sino, por ej., cuando uno escucha un psicótico, lo más
frecuente es que uno le tienda a dar sentido. Es decir: Se escucha al psicótico
neuróticamente. O sea que para poder escuchar la particularidad del psicótico, ese
discurso que no sigue el sentido común (del neurótico), que no tiene fantasma –el
fantasma no está entre él y el otro-, tendemos a fantasmatizarlo al psicótico.
Lo que se dio en llamar la Antipsiquiatría partió de una identificación al loco,
una crítica a la posición objetalizante de la psiquiatría, pero no poniendo una
posición, como hace el psicoanálisis, sino pensándolo como un emergente de una
conflictiva familiar, lo que lo hace al psicótico un semejante.
Desde los Derechos Humanos hay paridad. Sin duda que la hay, a partir del
falo. La sociedad nuestra se organiza en función del falo simbólico. El psicótico es
ajeno al falo, por esta cuestión de estar fuera del discurso, porque no se inscribió el
nombre del padre, que es el lazo del falo con el discurso. Al nombre del padre
Lacan lo llamó “el cero de la cadena”, porque no hay uno sin referencia a un cero.
Se cuenta uno a partir de una nada, desde la cual uno puede afirmar una
presencia. Si no hay cero no hay cuenta.
A este cero Lacan lo hace homólogo de la función del significante fálico en la
cadena. Por eso dice que es un significante que representa la nada, la castración:
porque el sujeto para introducirse en el discurso supone un pago en pérdida de
goce: la castración.
Entonces, decíamos que era necesario que el saber esté por debajo de la
barra y no como agente. Esto marca que la interpretación no es un fruto del saber,
y da una idea del lugar del analista. Si no escucha cada caso como un nuevo caso
el saber debe estar entre paréntesis, o sea, puesto debajo de la barra. Excepto
cuando llega alguien por ej. con riesgo de suicidio, y uno le dice que se junte con
gente, que no esté solo, etc. Esto parte del saber, es un saber. Y la interpretación
no parte del saber.
La contribución de Anna Freud al psicoanálisis fue la del análisis de niños, y
la otra la de los mecanismos de defensa del yo. Por eso se hace una lectura desde
la cual el yo pasa a ser como una resistencia desde la conciencia al inconciente;
restablece cierto centro de la personalidad.
De ahí que surgieron autores como Kernberg o Kohut a sostener que la
interpretación tiene dos tiempos: la comprensión (estar en el lugar del otro) y la
interpretación.
Lo que viene a decir Lacan es que nunca la interpretación puede funcionar si
lo que manda es el saber. Que el saber lo que deja de lado es el objeto. Por mucho
saber de un lado no lo hay del otro. Es más, todo lo contrario, lo que se produce es
síntoma. Cuanto más saber se da al objeto más se lo divide como sujeto. El
producto es un sujeto dividido. En relación al saber: dividido entre lo que escuchó,
que son las palabras del otro, y sus propias palabras que no hacen lazo con las
palabras del otro. Mientras uno copia, la comprensión queda afuera. Lo que uno
hace es tomar las palabras del otro.
Cuando uno está anotando generalmente está puesto en la mano que
escribe, para luego poder comprender. En eso no hay analista. Cuando uno está
dividido entre lo que escucha y lo que anota no hay analista. Este es el valor de que
19
el saber opere debajo de la barra del inconciente. ¿De qué saber se trata? Lacan
habla de dos saberes:
El textual: el saber propio del texto de un análisis. Es el saber textual del
inconciente.
El referencial: es el saber de la teoría psicoanalítica, de Freud, de Lacan, etc.
Ahora, el analista, si no estructura su saber referencial y lo hace pasar por
su propio inconciente, no hay analista. Si el analista usa el saber referencial
dividido en dos partes no hay analista.
Para que funcione este saber inconciente es necesario hacer pasar la teoría
por el propio inconciente. Esto es lo que quiere decir el análisis didáctico. Un
análisis donde se pone en juego el deseo de alguien que va a devenir un analista.
a $
S2 S1
Acá, en el S2, este saber que funciona acá es la teoría que pasa, se produce
por el propio inconciente del analista. ¿Qué quiere decir que la teoría pase por el
inconciente? Un efecto lo podemos tener nosotros estudiando psicoanálisis: con esa
sensación de extravío que uno siente cuando se va encontrando en Dora o en el
Hombre de las ratas. Éste es un proceso necesario. La teoría debe pasar por la
propia vida, por el propio inconciente. Todo ese circuito es un trabajo necesario;
necesario i después se articula a un análisis. Hay quienes sostienen que se hace
con un autoanálisis, pero “están locos”. El análisis es con el lugar del analista.
Quienes quieren hacer un análisis leyendo a Freud o a Lacan quieren hacer un
análisis sin pasar por la castración. La presencia real decimos, porque el analista es
alguien que es tan o igual de idiota que cualquiera, en relación a la castración.
El neurótico es alguien que está envuelto en sí mismo. Por eso que no es lo
mismo analizarse por internet o leyendo un libro que si se pone en juego la
presencial real, el cuerpo del otro. Del mismo modo que no es lo mismo la
masturbación que estar con una mujer. Estar con una mujer supone un encuentro
con la castración, con todos los avatares que supone el encuentro con el cuerpo del
otro, con saber que a veces puede no ser un buen encuentro. En la masturbación
no hay ningún riesgo: la mano espera todo lo que sea. Por eso no es lo mismo el
otro imaginario (la fantasía), al otro simbólico, al otro real.
Hablamos entonces del otro como analista, la transferencia real.
A partir del Seminario 17 el semblante de objeto era el objeto a. Después va
a hablar siempre de semblante.
Cuando decimos “semblantea” lo ligamos a la expresión del otro: “Tenés un
semblante de dormido”, etc. En francés, el semblant es “hacer el semblante”,
constituir no sólo “expresión” sino constituir una “ficción de la expresión”. Se dice
en francés: faire semblant, hacer semblante de algo, no expresar. Faire semblant
es construir algo, que supone cierto velo, cierta ficción entre el sujeto y el otro.
Entonces un discurso del semblante tiene más que ver con lo ligado a la
expresión. Acá decimos: “Tener semblante”, tener una expresión.
Lo interesante de la función del semblante es que se popularizó, a partir de
los años ’40, una especie de “semblante oficial de analista”. Los analistas de la
A.P.A. tenían por ej. su traje de analista: gris, opaco, de forma que sea tan neutro
que pudiera reflejar todo lo que pasaba en el paciente. La idea era del analista
como neutral, lugar de proyección. Y la idea era que todo lo que pasaba era del
paciente. Es el analista al que nada le pasa.
Esto tiene que ver con una dirección de la cura dominante en la época: todo
lo que viene del paciente es proyección.
Lo que tiene que ver con el paciente es aquello que dice y uno escucha. Y no
tiene que ver con si es un error o una verdad. Nosotros no somos el amo de la
realidad para decidir. Entonces, en esa posición del ’40 el analista era siempre
20
igual, si el paciente decía que le dio el analista la mano fuerte era que él la puso
débil.
Bueno, nada de esto tiene que ver con el semblante. Lacan dice: “Semblante
de objeto a, de objeto causa”. El analista está en el lugar del objeto causa, de
cubrir, velar el objeto causa para ese paciente. Esto es otra dimensión de la
transferencia. No como sujeto supuesto saber, no como saber imaginario, sino
como semblante de objeto real, de esa nada que causa, que es el objeto.
Y Lacan decía: “El analista debe ser un buen arrancador de causa, un
causador”.
Se supone que cuanto mejor analista es cuando más puede ser para
diferentes pacientes causa. Cuando esto funciona, el otro que el analista funciona
para un paciente es muy diferente que el otro para otro paciente. Cuando eso
funciona es la palabra que el analista capta, y que la capta más allá de su yo, desde
este saber inconciente.
Nada tiene que ver con ese analista de hábito, de traje gris, que está seguro
de que hace siempre lo mismo con todos. Ese es un burócrata, y con el burócrata
es el saber universitario el que manda, no el saber del analista.
Un analista es aquel que puede aprovechar la particularidad de cada
paciente, que la puede poner en causa, encausar, y no quien va a convertir a un
paciente en un militante de algo.
21
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 7
PROF.: EDUARDO SUÁREZ
EL DISCURSO ANALÍTICO (CONTINUACIÓN)
La clase de hoy era del discurso analítico. El discurso del que parte Lacan es
el del amo, el discurso a partir del cual se deducen los otros tres, a partir de una
rotación, “de un cuarto de vuelta”, dice Lacan, en el sentido de las agujas del reloj.
Cuatro modalidades de estructuración del vínculo social, que a Lacan le parece que
son reales.
La combinación de esos elementos va a determinar cada uno de los tipos de
lazo social. Habría cuatro formas de establecer los lazos sociales.
Para ver el tipo de lazo social del dispositivo analítico hay que partir del
discurso del amo por dos razones:
Porque de él parten los otros;
Porque Lacan dice que el discurso analítico es el discurso del amo al revés. Esta
razón es más específica.
S1 S2 a $
$ a S2 S1
Lacan dijo que el discurso del inconciente es el discurso del amo; es decir
que el inconciente funciona igual que el discurso del amo. Eso lo dijo cuando se
podría haber esperado que diga que el discurso del inconciente es el discurso
analítico.
Es decir que habría una comunidad en cuanto al lazo entre los elementos
que componen el discurso entre el inconciente y el discurso de la orden, un discurso
que se estructura a partir de colocar la orden como primer término (discurso del
amo); en lugar de S1 tenemos la orden, el mando, el mandato, en el lugar de lo
que Lacan llama el agente. Ahí tenemos una orden, que se dirige al lugar del otro,
que está en el lugar del saber.
Si yo les doy una orden les supongo que sabrán ejecutar esa orden, sino,
sino la orden quedaría en el vacío y no funcionaría el discurso del amo.
Efectivamente hay ciertas estructuras psicopatológicas que se sitúan fuera
del discurso, del discurso del amo, es decir que no están en condiciones de
obedecer ninguna orden.
Parece ser que ésta es una patología creciente, lo cual genera un gran
problema para el establecimiento del vínculo social: Cómo ordenar sujetos si no es
con una orden.
Parece que hay un problema a nivel del vínculo social porque cada vez más
se producen sujetos así, y desde el psicoanálisis se pregunta si han atravesado el
Edipo, si tienen inconciente, si tienen algún elemento forcluido, etc.
De manera que no sólo se dirige al otro como esclavo, aquel que va a
obedecer la orden, sino que además el esclavo tendrá el saber para cumplir esa
orden.
Y esa orden implica que el esclavo, mediante la puesta en ejercicio del
saber, podrá producir un objeto. El ejercicio de ese saber dejará en el lugar del
producto un objeto que sutura, completa, complementa lo que aparece en ese
discurso como reprimido, que es la división subjetiva.
La parte de abajo es equivalente a la fórmula del fantasma, ahí vamos a
enganchar al inconciente:
S1 → S2 ↓
22
$ ◊ a
←
En el lugar del producto puede estar la milanesa con papas fritas a esta
hora. Bueno, el inconciente actúa de la misma manera. Tenemos toda la línea
freudiana del inconciente como trabajador para el principio del placer. El
inconciente es un saber que trabaja para el placer. Por supuesto que el inconciente
no va a ser milanesas con papas fritas, pero si nos acostamos con hambre podemos
soñar con ellas. Desde el punto de vista del saber aparece la producción de un
objeto. Un objeto como aquello que aporta una satisfacción en un cuerpo. Se trata
de la producción de placer; no es el trabajo de las cadenas significantes a lo que le
llamamos objeto, sino que eso decanta en un objeto. Ahí podemos poner una
imagen, pero es una imagen diferente de lo imaginario, porque es una imagen que
aporta una satisfacción, es desde ese sentido una imagen con un sentido positivo
que no tiene en lo imaginario. Hay un trabajo que se ubica en la producción de un
objeto.
¿Qué es lo que quiere el amo? Que todo funcione en pos de un principio de
placer. El funcionamiento de las leyes y las normas en la sociedad es el
funcionamiento del discurso del amo, nosotros obedecemos a una ley que está
inscripta en el inconciente. Las leyes en lo social, que organizan los vínculos, en el
consultorio de un analista se puede escuchar un sueño que tiene esa misma
organización. Y los sujetos que se dice que no siguen ninguna ley, esos sujetos no
asocian en un análisis.
Otro es el sujeto eficaz, que es en relación a una orden, pero en relación a la
cual se encuentra sometimiento. Freud hablaba de un comportamiento que el
sujeto desconocía, compulsivo, y una vía para demostrar esto era la sugestión
poshipnótica: el funcionamiento del inconciente es igual a una orden poshipnótica.
Y el sujeto obedecía a esa orden sin saber que estaba obedeciendo a una orden. Y
Freud decía que el inconciente funciona más o menos como esto. Esto sería el
inconciente como el discurso del amo.
Esta es la condición para pensar el discurso analítico.
23
Así que la noción de superyó no entrará en la categoría del discurso del
amo: porque esa orden está articulada en el superyó primero a un imposible y
después a un todo. Sería la universalización planteada en la realización de una
orden: “Júntenme todos los juguetes”. Y ese “todo” es relativo, porque siempre se
acepta alguna excepción, algún juguete que queda sin juntar; se obedece, pero no
del todo. Porque si uno tiene que obedecer a una orden del todo se va a sentir mas
bien objeto y no un sujeto. Un superyó sería alguien que quiere que no quede
ningún juguete sin juntar.
La que se articula es la neurosis obsesiva con el superyó. Mas bien al amo la
que se engancha es la histeria. El amo de la histeria es un amo de pacotilla. Está
entonces el amo de pacotilla y el amo que realmente sería un amo, que asusta, si
bien tampoco existe realmente.
Bueno, ¿cómo funcionan entonces estos elementos a nivel del discurso del
analista? ¿Cómo hacen funcionar a esto que se nos demanda: la felicidad? Un
sujeto entra al consultorio como un amo: “Vengo para que Ud., en el lugar del
esclavo, aplique su saber y me restituya el objeto, el orden perdido: me consiga
una novia; laburo”. Y se entra en relación a ese discurso. Alguna modificación se
tiene que hacer a eso.
El discurso psicoterapéutico aplica técnicas para devolver al amo el orden
perdido, en las distintas encarnaduras que podemos tener del lugar del amo.
Hay una operación freudiana que es la que inaugura este otro modo de
vínculo social, el analítico. ¿Cuál es el truco de Freud para inaugurar este vínculo
social, y qué debe reeditarse en cada análisis? La entrada se produce cuando no
hay discurso del amo. La histérica que dice: “Su saber no me satisface” una y otra
vez está en el lugar del amo.
La histeria tiene especial tendencia a hacer trabajar al otro. Es otro discurso,
pero no está un S1 en el lugar de la orden, no es “hágame milanesas”, pero es:
“Estoy muy mal, no sé qué me pasa”, y ofrece su división subjetiva al otro.
Pero esa división subjetiva, dice Lacan, está en lugar de la orden. Y está
ordenando que el otro produzca un saber.
Por eso es que la entrada en análisis en la histeria es más fácil que en la
obsesión, pero después tiene el obstáculo la histeria de que hace trabajar al otro, la
producción del saber la deposita en el otro, así que sueña, pero para que lo descifre
el otro. Y esto causa. (Esto lo suele preguntar Suárez en los finales).
Y el artilugio freudiano es, allí donde el amo se presenta con su cuestión, es
decirle: “¿A Ud. Qué se le ocurre?” Ese es el truquito que arma otro discurso, al que
podríamos llamar “inconciente”.
a $
S2 S1
24
En el discurso analítico el sujeto dividido, la división va al trabajo. Miller dice
que en el discurso del amo el sujeto dividido descansa y otros trabajan para suturar
su división.
Hablamos del discurso del inconciente como el discurso del amo. ¿Cómo
interviene allí el analista? Le dice, según Miller: “Basta de holgazanear; a trabajar”.
-“Sabés sin saber que sabés”. Y le dice: “Es suficiente con que sepas hablar”. Poner
al trabajo eso es poner la división subjetiva a los fines de la producción del saber.
El saber ese está en el lugar de la suposición, porque ponemos al sujeto a
trabajar para producir un saber sobre la base de que hay saber. Esto Lacan lo ha
homologado al dispositivo de la ciencia: Para que un científico ponga un saber a
trabajar, por ej.: “¿Por qué todas las manzanas caen?”, supone una ley que las
lleva a eso. El científico también supone un saber entonces. Y así se empieza a
extraer y a formular ese saber que estaba inmanente.
Es decir, mediante ese trabajo aparecerá el saber. Pero una cosa es el saber
supuesto, las leyes del inconciente que producen el síntoma, el saber inconciente, y
otra cosa es el saber que produce el dispositivo analítico, que es el S1. Es un saber,
la ganancia de saber que produce un análisis, es el saber del significante que te
comandaba, que te daba la orden de enamorarte siempre del mismo tarado. Que
funcionando en el discurso del amo te funciona como una orden inconciente.: Por
ej. el rasgo de la madre que él siempre elige y después tiene impotencia. Es el
rasgo que comandaba la elección inconciente. El resto de saber, el producto del
trabajo del sujeto es el S1, la orden, el significante que determina al sujeto; los
significantes de la determinación subjetiva.
El sujeto, en el discurso del amo lo tenemos marcado por la palabra: la
marca del recuerdo, de la familia, etc., marcas que le son inconcientes y que por
eso mismo responde a ellas. Con un recorrido el sujeto podrá saber sobre esas
marcas, y de esa forma será posible poder responder a ellas de otra manera. Podrá
no sólo producir la marca, sino fundamentalmente separarse de esa marca. Esa es
la idea: separarse de esa marca.
Hay un problemita con el objeto en el lugar del agente. Es una instancia no
significante. El objeto en el lugar del agente, del comando.
La fórmula de la división subjetiva es:
S1
$
La definición misma del sujeto tiene que ver con el hiato entre los
significantes. Un síntoma producido en un sujeto puede ser como un hiato que lo
divide, en el sentido de que ignora la cadena de representaciones que lo ubicaría
como algo que tiene una explicación causal. Ignoramos la causa.
Por ej.: Los desmayos histéricos. –“Veo sangre y me desmayo”. La sangre
está en el lugar del S1, y el sujeto se hace vacío de ese significante. Es un
significante que, cuando aparece, desaparece el sujeto. Esta es una de las
causaciones del sujeto dividido; el sujeto dividido es un efecto del significante; la
división subjetiva como efecto del significante.
Tenemos por ej. la división subjetiva por un significante encarnado en el
analista: Una tos porque el analista recuerda al padre por ej. Pero la división
subjetiva también puede ser producida por una instancia no significante: un objeto.
Por ej.: Vas al consultorio del analista y te perdés; 40 lapsus en dos minutos. Ahí
“su presencia me divide”; “Me pongo tonto cuando lo veo”. Se tiene la experiencia
de una división por una presencia, una división subjetiva.
En el discurso analítico vamos a privilegiar la división subjetiva producida
por el analista en el lugar del objeto.
Ej.: Un paciente adicto, joven, enviado por sus padres porque se enteran de
que tiene problemas con las drogas. Una dificultad se presenta ahí porque el
25
paciente es enviado, además por drogas, y con una presentación no por la falta en
ser sino por el ser: “Soy adicto porque soy bien macho y me la banco” o “porque
me encanta la joda; esta sociedad no me ofrece nada”. Esta es la posición
refractaria al inconciente, porque no hay allí la causación de una pregunta.
El analista conservaba el silencio. Así sostenía el dispositivo. El analista
conserva el silencio varias entrevistas, hasta que de pronto él sueña que está
preparándose, peinándose, con su campera, sus símbolos (del ser), su pelo (que te
va ubicando como un rasgo del ideal en un ser: un viernes a la noche sos un
cabeza rapada: salís y no te para nadie). El sujeto soñaba esto, y de repente siente
como una presencia extraña, mira detrás suyo y ve un gato arriba de un escritorio
que lo mira como diciéndole: “¿Y vos quién te creés que sos?” La primera
asociación es que el gato era el analista, que sostenía su silencio. Y luego de contar
este sueño el analista le dice: “¿Y vos quién te creés que sos?” Esto remitió a:
“¿Vos a quién querés engañar?”, y de ahí fue a los engaños que hizo para conseguir
droga, etc. O sea, entró ahí en análisis. No fue inmediato, sino que este sujeto
vuelve a su mundo, engaña, consigue plata, compra la droga, y ahí entra en un
estado de angustia.
Se fragmenta todo el campo de sus emblemas, es atravesado, porque lo que
sutura la división subjetiva es el ideal del yo. Y cuanto más fuerte ha sido la división
subjetiva (en la adolescencia) más fuerte es el lazo con los ideales que te ubican.
Esta mirada, entonces, produce una perforación de las insignias que
sostienen al ser de ese sujeto. Pero no es una perforación total lo que produce, sino
se mata o produce un acting out: hay un temblor de sus insignias, de su ser.
Acá no aparece eso sino una pregunta. El sujeto se reubica con una
pregunta. Todo lo otro puede caer, pero él se sostiene con esa pregunta. Él es eso
que no sabe qué es, y producido por el sueño además. Porque no es que el analista
se lo dijo en la primera entrevista o que se puso a decirle cosas a nivel superyoico:
“¿Pero vos te planteaste que a los 20 años haces esto?”
Pero sabemos que la mirada es uno de los nombres del objeto a. El objeto a
se produce en algunos de los objetos pulsionales; uno es la mirada. Esta mirada de
este gato no da signos especulares, no da reflejos. Bueno, así es el analista. El gato
no es un perro que nos mueve la cola y nos perdemos en lo especular.
Esta mirada tarde o temprano pone la pregunta de: “¿Y éste qué carajo
quiere?”, y esto fundamentalmente en alguien que viene por el lado del ser.
En el sujeto que ya viene dividido no se necesita encarnar esa presencia
para dividirlo.
Hay un libro: Una temporada con Lacan, y es interesante, porque el escritor
cuenta –es un análisis con Lacan- que al principio Lacan era un señor (él también
era un señor, era un jugador), que le resulta simpático, muy parecido a los tipos
con los que él jugaba, con el único elemento de que Lacan le cobra y muchísimo.
Todo esto es al principio, y de a poquito Lacan empieza a entrar en una
especie de silencio cada vez mayor, y cada vez se juega menos el reflejo especular.
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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 8
LA ÉTICA Y LA SUPERVISIÓN
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Bonavena, el boxeador, decía que “cuando uno entra al ring te sacan hasta
el banquito”. Es una cita ingeniosa para pensar lo que es el que no haya otro que
ampare al estar como analista. “Como analista” decimos, porque en realidad no
sabemos lo que es un analista, porque no hay esencia del analista. Por eso no hay
analista antes del acto. Sí podemos decir que hubo analista después del acto, de la
interpretación. Entonces el momento del analista es un instante.
Pero sí cuando nos enfrentamos hay un momento en que uno hace de
semblante cuando alguien viene a consultar a un psicoanalista.
Ese es uno de los problemas que tiene nuestra profesión. En medicina hay lo
que se llama el procedimiento necesario y acostumbrado. Quizás éste no salve la
vida de un paciente, pero si el médico lo siguió al procedimiento aceptado, no
puede ser acusado de mala praxis.
En nuestra práctica el problema del procedimiento es mucho más
complicado. Quizás haya dos, tres o cuatro formas de procedimiento adecuado,
considerado necesario. Por ej. en el caso de riesgo de suicidio hay un procedimiento
que sería el necesario.
En el médico puede haber una gripe, pero en nuestro caso trabajamos con
un sujeto. Por ej. en una depresión aguda el psicólogo debe derivar a un psiquiatra,
si no lo hizo puede ser acusado de mala praxis. Pero son muy pocos los casos.
¿Cómo decir que el procedimiento adecuado frente a un obsesivo muy angustiado
es adecuado? No hay una sola forma adecuada. Lo que hay son intervenciones que
pueden tener eficacia o no.
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Por ej.: Un paciente obsesivo, con una idea obsesiva por la cual cree que al
tirarse en una pileta contagia a todos de S.I.D.A. porque “él puede llegar a tener
S.I.D.A.” dice, y que a quien le da la mano también lo contagia. Y llega al punto de
que quiere o matar a alguien o suicidarse, por esta idea obsesiva. ¿Cuál es el
procedimiento adecuado ahí? Así no se lo podría dejar irse del consultorio, con este
gran estado de angustia. Hasta que dice algo que el “creía”. Entonces se le dijo que
“una cosa es una creencia y otra una verdad”. Y eso sirvió para desarticularlo,
empezó a decir “no entiendo”, y se le dio la explicación de la diferencia entre
creencia y acto: “Una cosa es pensar y otra hacer”. Esto a este tipo lo tranquilizó, y
a partir de ahí surgió la idea de que -él tenía que competir en una carrera junto con
otros nadadores, y por alguna razón lo excluyen-, y le apareció la idea de que “si
tirase una gotita de virus en esa pileta mataría todos esos hijos de puta”. Es un
pensamiento, no acto, y tiene otro valor.
En la urdimbre obsesiva acto y pensamiento no tienen diferenciación. De acá
la idea de que una gotita de S.I.D.A. podría matar a todos. Este fue el comienzo de
esta idea, que es una idea claramente obsesiva y omnipotente.
Ahora, no podemos decir que en todo obsesivo hay que poner en claro la
confrontación entre idea y acto. Esto es para este obsesivo. No hay un
procedimiento adecuado para todos los casos. ¿Entonces, cómo se puede analizar la
buena o mala praxis?
Para un juez, si uno lo puede fundamentar al procedimiento que siguió, y si
no es absolutamente contrario a toda práctica, entonces lo que uno hace no es
mala praxis. Por eso hay pocos juicios de mala praxis: es muy difícil sostenerlo,
salvo que haya un paso de propiedad del paciente al analista o una relación sexual.
La relación sexual es un claro elemento de mala praxis, ahí no hubo práctica
profesional. Pero es muy difícil este punto. Ha habido denuncias acá en el Colegio y
han sido contenidas por el Comité de Ética Profesional.
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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 9
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
TRASMISIÓN DE LA CLÍNICA PSICOANALÍTICA
El tema de hoy es la transmisión de la clínica psicoanalítica.
Lacan demostró que el psicoanálisis no podría ser una especie de discurso
con un discurso conciente determinado por uno inconciente, una relación de causa
– efecto. Es en el texto de lo dicho donde aparecen las formaciones del inconciente.
Pero esto no quiere decir que haya un texto inconciente. Esto en última instancia
quiere decir que no hay Otro del Otro, no hay metalenguaje, no hay texto
inconciente.
Con el supervisor el practicante que recién comienza intenta tener esta
posición de garante, este Otro del Otro a quien llevarle lo que escuchamos. El
supervisor puede escuchar los problemas que nosotros tenemos pero sobre la
trama de lo que escuchamos.
Es otra perspectiva en la Teoría de la Comunicación, con el mensaje en lo
dicho, con filmaciones. Hay películas de psicoanalistas norteamericanos donde
graban todo lo que los pacientes le dicen. Generalmente la grabación suele servir
en las películas policiales. Sirve para encontrar ahí algo del orden de una verdad
que no es la verdad del inconciente.
¿De qué verdad se trata? Hay cuatro especies de verdad: Hay una verdad
que tiene que ver con la verdad del arte. Uno puede decir que una pintura
representa una forma de la verdad que no es la verdad científica, es de otro orden.
Lacan dice que la poesía es aquello del arte que más se acerca a dar cuenta de lo
real, mucho más que la ciencia. Por eso habla de la interpretación como poética.
La verdad del arte es muy diferente a la verdad de la ciencia, y también es
muy diferente a la verdad del amor. Y otra forma de verdad es la verdad política,
que es una dimensión de verdad muy diferente a las otras verdades.
Con esto hablamos de cuatro versiones de la verdad. Cuando hablamos de la
verdad del inconciente, en parte al menos tiene que ver con la verdad de la ciencia,
porque el psicoanálisis tiene una aspiración científica, aunque no sea de la ciencia
clásica. Apunta a una realidad, un real de goce en el sujeto, eso es lo que localiza.
Y la verdad tiene una “estructura de ficción” dice Lacan, por eso la clínica
también tiene estructura de ficción: es una forma de construir la verdad de la
experiencia.
Ahora, si filmamos la sesión, eso está muy bien para el psicólogo sistémico,
que va a leer ahí los fenómenos de comunicación, de mensaje y metamensaje, de
mensajes contradictorios, pero eso quiere decir que está fuera de la que es la
concepción fundamental del psicoanálisis que es la de la transferencia, y la clínica
psicoanalítica es una clínica en transferencia, es un análisis del mensaje por fuera
de la transferencia.
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tiene que ver con la visión de un tercero de la escena. La clínica que hace el
psicoanálisis es en la escena, no por fuera de la escena. El psiquiatra se coloca por
fuera de la escena, se ocupa del paciente y su síntoma, la locura está toda del lado
del paciente. La clínica psicoanalítica es diferente, supone entrar en una escena, y
esta es irreductible a una tercer mirada.
Es muy pobre lo que puede hacer una cinta en relación a lo que es la
dirección de la cura. La cinta es otro relato, es el relato del observador, y eso
supone que de lo que habla es de lo que escucha el observador, y no hay Otro del
Otro.
Lo que quiere decir la palabra supervisor: alguien que mira desde arriba,
como un panóptico. Una expresión más acertada sería análisis de control.
Es totalmente inadecuado que alguien cumpla ambas funciones, la de
analista y supervisor con un analizante psicólogo.
El análisis uno lo puede hacer con un analista durante un recorrido de años.
Pero una supervisión, es mejor tener diferentes supervisiones: un tiempo con uno y
otro con otro, e ir viendo cómo es con uno y cómo es con otro.
Es muy importante que las supervisiones permitan tener cierta amplitud,
varios supervisores. No es lo mismo con un analista, porque la relación
transferencial que se establece en un análisis es diferente a la de una supervisión.
Lo cual no quiere decir que el supervisor a veces haga una intervención que sea
una interpretación, en relación al deseo del analista. Para eso sirve la supervisión,
para cuando hay algo determinado que uno no puede escuchar. Y esto pasa por dar
cuenta de qué nudo hay ahí del analista en lo que no puede escuchar: el punto
ciego, aquello que no puede escuchar.
Annie Reich, una psicoanalista posfreudiana fue la que introdujo
específicamente el concepto de contratransferencia, que apuntaba ahí donde el
analista respondía con su propio inconciente, con su propio deseo, y eso impedía
escuchar la particularidad de ese paciente.
De ahí que Lacan, para decir algo tajante en relación a la
contratransferencia, comenzó haciendo esta fórmula de Annie Reich y después
terminó haciendo cierta orientación en la interpretación. Es decir, lo que hizo fue
introducir la cuestión contratrasferencial como orientadora de la interpretación.
Todo lo que se juega alrededor de la interpretación como acto del analista
apunta a lo fundamental de la dirección de la cura. Para algunos autores la
interpretación surge en principio de la contratrasferencia.
Entonces, esa fórmula lacaniana de que no hay Otro del Otro supone que no
hay Otro que garantice la verdad. La verdad siempre tiene estructura de ficción.
El caso clínico es la producción de un texto sobre la experiencia clínica,
cuando se presenta un caso clínico. De ahí que muchas veces tengan la estructura
de un cuento o un relato. Como los casos freudianos, y en esa época, y ahora, hay
gente que los sigue leyendo como un relato.
El caso supone el punto de referencia de la transmisión en clínica. Ahora,
llevar las entrevistas a que construyan un caso quiere decir articular la teoría
también. Un caso no es una yuxtaposición o suma de las entrevistas, siempre
supone una construcción en la que interviene algo de la teoría.
Es interesante, porque uno escucha por ej. una entrevista y para uno puede
ser un claro caso de un perverso, para otro de una neurosis obsesiva y para otro de
una psicosis. Entonces, ¿quién garantiza que se trate de uno u otra? Muchas veces,
el que funciona como Otro del Otro es el que tiene más prestigio en un ateneo
clínico. Por ej. el profesor titular funciona como quien tiene la verdad. Pero ese
peso es el de la transferencia, no es el peso de la verdad. ¿Y cómo se demuestra la
verdad? En la confrontación; pero no hay un árbitro. Pero lo que se juega ahí es la
transferencia, la suposición de saber, no la verdad. Esto quiere decir también, es
otra forma de decir: “No hay Otro del Otro”. No hay Otro que garantice la verdad.
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El terreno de la clínica es el terreno de la confrontación. Por ej. en un ateneo se
organizan las entrevistas para demostrar de qué se trata claramente, por ej. de una
obsesión; es la puesta en juego de una ficción.
Los ateneos más interesantes es cuando se pone en juego la confrontación: Uno
dice que es una cosa y otro otra. Por ej. decir que un neologismo se caracteriza por
estar fuera del discurso, un significante que no remite a otro, eso no es una
evidencia. Cuando alguien dice una palabra sobre la cual no puede asociar. Para
eso habrá que hacer todo un desarrollo teórico para decir que es una psicosis o una
neurosis obsesiva.
Un problema que suelen tener los analistas lacanianos es que la mayoría de los
casos suelen ser tan armados que no dejan hacer ninguna forma de interpretación,
porque están armados para demostrar una teoría o un concepto. Con lo cual es
imposible trabajar clínicamente.
No es fácil para un analista hablar de lo que hace. Mucho menos exponerlo
clínicamente.
La clínica, cuando uno habla de la clínica está en la posición de un analizante,
porque uno habla de lo que hace y de las equivocaciones. Cuando uno habla
comete fallidos, etc., está en posición de analizante, entonces supone del lado del
que escucha una cierta consideración.
Pasa con los alumnos, cuando uno escucha un error en lo que dice el profesor pudo
encontrar un lugar en el Otro.
Por eso, cuando es entre analistas, hay cierto respeto y cierta consideración que
hay que lograrla y que tiene que ver con la propia práctica Cuando uno es
estudiante quizá lo que puede escuchar es el error.
No hay garantía cuando uno habla de la clínica. Transmitir la clínica de lo que hace
cada uno es transmitir los tropiezos. Por eso lo mejor es cuando uno puede
presentar un caso donde se lo puede escuchar al analista.
El analista a veces se enoja en un análisis, y eso se ve en la intervención
superyoica que realiza. Eso después se lo puede leer en la supervisión. No es que
no haya contratransferencia o sentimientos propios, el tema es que Lacan nos
enseñó que eso no puede dirigir la cura. Pero esto no quiere decir que esto no
exista.
Lacan, para revertir el posfreudismo de trabajar con la trasferencia positiva, dice
que uno escucha mejor cuando no le cae tan bien, porque ahí escucha el agujero,
porque si está fascinado con el paciente no escucha nada. Lacan decía por eso que
era bueno algo de transferencia negativa.
El analista debe poder actuar sin que esos sentimientos que tiene interrumpan la
escucha.
La cuestión en relación al diagnóstico: hicimos referencia a que el psicodiagnóstico
en los años ’60 tuvo un lugar -la batería de tests- en relación al psicoanálisis,
porque era como que el analista orientara su cura a partir de elementos objetivos
como ser los tests de personalidad: Rorschach, T.A.T.
Esa batería de tests, desde los que eran para ver algún trastorno neurológico a C.I.
a organización de la personalidad, es lo que podía orientar la cura para los analistas
kleinianos de los años ’60. Esto supone dejar fuera de la transferencia lo que es la
conducción de la cura.
En esas épocas al paciente se le hacían dos a tres entrevistas cara a cara, luego del
psicodiagnóstico, y a la cuarta se le indicaba el diván. El diván es siempre una
intervención: Es decir que el análisis está en curso, pero también puede ser el
precipitar la entrada en análisis.
El diván tiene varias implicaciones: Una puede ser cortar esa forma de discurso
imaginario que trae el paciente. Un paciente busca siempre alguna forma de
aprobación o de correspondencia imaginaria. Si a uno le sonríen en una situación
social tiende uno a sonreír, es decir, realizar especularmente lo que el otro espera
de uno. Es decir que siempre hay en lo especular, de la mirada, una tendencia a lo
recíproco. También por ej. si nos miran con cara de odio.
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Bueno, esto Lacan lo demostraba con los pecesitos de combate, que las señales de
uno levantaban las señales de ataque del otro. Y lo mismo en las cuestiones de
amor.
Esto es lo que el diván trata de cortar, esta correspondencia biunívoca.
Pero esto significa que no se puede indicar diván a todos, porque hay algunos a
quienes la angustia los devoraría. La indicación de diván no es para todos, se puede
hacer psicoanálisis cara a cara.
La indicación de diván en muchos casos se convierte en un obstáculo, sobre todo en
histerias, en esta demanda de lo imaginario especular.
Uno en la vida aprende a poder leer en los gestos del otro la aprobación de los
dichos de uno. Entonces, si vio una mueca de desaprobación, va a intentar de
hacerlo reír por la seducción. En esos casos es importante poner un corte. Porque
además para un psicoanalista es bastante insoportable no hacer gestos: la cara de
poker. Este semblante tiene su peso poder realizarlo, uno lo puede hacer no por
mucho tiempo.
Muchas veces reírse con un chiste no tiene consecuencias en la dirección de la cura,
pero otras veces sí: Cuando eso suele ser un instrumento para que el otro no
escuche. Y la posición del neurótico es la de ser lo que al otro le falta, y se han
dedicado a hacer encantar al otro. Ahí se debe indicar diván. Y todo lo contrario en
los casos en que lo imaginario o lo especular es un soporte indispensable para
poder sostener la palabra. Por eso a veces en casos de extrema angustia se le pone
cierto dique a la angustia con el cara a cara.
Y ni hablar en los casos de psicosis, el cara a cara es una condición esencial, por las
desarticulaciones de lo imaginario que se dan en la psicosis. La indicación de diván
en un prepsicótico (no desencadenado) hace desencadenar el delirio.
En estos casos, claro, el diagnóstico es fundamental. Ahora, ¿qué diagnóstico? No
el que nos puede dar el Rorschach, porque los tests de personalidad plantean la
generalidad en lo particular del sujeto, o sea, un camino contrario a un análisis,
donde lo que uno puede escuchar es lo particular del sujeto.
Por ej. hay obsesivos donde lo particular es aquello que rechazan: “Nada particular,
lo de siempre”, “Como la vida de todos, a todos le pasa lo mismo”. Este es el
recurso obsesivo: “A todos nos pasa lo mismo”. Nada de donde poder asirlo, todo
está bien, el problema es del otro: “Si Ud. Me dice qué desea yo respondo a la
demanda”. Un paciente así por ej. cambió cuando estaba diciendo lo que hacía:
“Los sábados fútbol”. Entonces el analista preguntó cómo era jugando al fútbol:
“No; ahí soy otro, puteo al que no tiene la suficiente voluntad”. Y luego dice: “A mí
me gustaría ser como soy en el partido de fútbol”. Lo interesante es que pudo
percibir que es en el fútbol en donde no es “todo lo mismo” para él.
En este paciente no había matices, variedad, “todo era lo mismo”. Hasta que pudo
subjetivar que la crisis con su mujer que lo había traído al análisis era porque él
tenía ya de antes cierto malestar en relación a su mujer, malestar que él actuó:
Apareció cierta mujer y él se fue con ella, y cuando volvió la mujer se lo
reprochaba, y si no era por eso “él no tenía problema”.
Para un buen burócrata, como es el obsesivo, porque cumple la ley, el tema de que
el otro insista es un problema, y él puede localizar la solución en el futuro.
Esta persona pudo localizar algo de su deseo: de donde su palabra apunta a algo de
su deseo es justamente jugando al fútbol.
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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 10
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
dificultad
Esto aparece, tiene que ver con la clase 6 del seminario de la angustia; un
seminario fundamental en la obra lacaniana.
Este eje es una lectura del texto de Freud Inhibición, síntoma y angustia, que lo
ubica del menor al mayor movimiento y de la menor a la mayor dificultad.
Entre la inhibición, que es el punto mínimo, y la angustia, que es el máximo, hay
términos intermedios. La angustia representa así la mayor dificultad y el mayor
movimiento, de ahí que sea el punto más difícil en el dolor psíquico.
Por el lado del movimiento, Lacan en el lado de la inhibición coloca luego la
emoción y la turbación, que implican diferentes movimientos pero igual dificultad.
Primero la inhibición: es la retención de toda respuesta. Freud coloca a la inhibición
como previa al síntoma en Inhibición, síntoma y angustia; luego hace síntoma, por
tanto la inhibición es reconocible pero no interpretable. O sea que no hay de esto
señales. La inhibición es exitosa en tanto no hay resto de este acto detenido que es
la inhibición.
En la fobia lo que hay es un temor, miedo, no hay inhibición. La evitación fóbica
implica que el sujeto realiza conductas evitativas, hasta la mayor que es la
claustrofobia. Pero ahí no se inhibe sino que surge el miedo como un ciclo. Un
fóbico transpira, etc.: hay respuestas corporales. En la inhibición lo que hay es una
ausencia de respuesta, que no es lo mismo que la emoción. La emoción es un
concepto que viene de la psicología de las emociones, como una especie de
sentimiento pero de orden más bien corporal, que tiene que ver con un compromiso
corporal. Y Lacan lo relaciona con eso que surge que en la psicología se llama “la
mancha”: la mancha de Rorschach. Eso de que el sujeto al ver la mancha y
encontrar ahí algo surge la emoción. Ésta es del mismo orden que encontrar en el
dibujo una mancha. Es algo tenue en relación a lo que podría ser la turbación.
La inhibición es la ausencia total de respuesta. No es el obsesivo que tiene la duda
de “¿le digo o no le digo?”, sino que es un grado anterior, una ausencia de
pensamiento, y que no puede decir nada: En el momento no me surgió nada,
después me di cuenta de todo lo que le pude haber dicho”. Esto es del orden de la
inhibición: no tiene pensamiento, no hay ningún contenido en ese momento, no
surge nada. El pensamiento es un acto, no en el sentido simbólico pero sí en el
real.
La emoción, dice Lacan, produce no saber de qué se trata eso, como la mancha, no
saber de qué se trata eso que se encontró, pero hay ahí un saber, pero de alguna
forma concernido.
Y cuando uno está turbado aparecen rasgos de esa turbación. La turbación a veces
se relaciona con cierta construcción. Lacan lo define como “la evocación de un
poder pero que no se presenta”. Es decir, se busca algo que realizar, en relación al
acto, pero no hay poder para realizarlo, entonces podemos decir que está turbado.
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En la misma dimensión de la inhibición, en relación a la dificultad está el
impedimento y luego el embarazo.
El impedimento, impedir, es la dificultad en retener: retener su deseo. Y esto en
relación al obsesivo se llama “compulsión”: es la compulsión obsesiva, lo que lo
lleva al obsesivo a realizar actos que quisiera detener. Lacan lo ubica a nivel del
impedimento.
En cambio el embarazo, que supone una mayor dificultad: embarazo tiene la
acepción de llevar algo dentro, pero a su vez supone primero que es un embarazo
en relación al otro, por ej. con el enrojecimiento que sucede a un acto fallido. El
embarazo es cierto desnudamiento frente al otro, cuando uno dice más de lo que
quería decir. Está en relación con la causa. ¿Qué diferencia hay entre un acto fallido
que es una equivocación y un acto fallido en relación al sujeto? El embarazo; ahí se
escucha cuando es en relación a una causa.
Luego Lacan incluye el pasaje al acto: mediano movimiento y mayor dificultad; y el
acting out: mediana dificultad y mayor movimiento.
En otro lugar Lacan dice que el análisis transcurre, se desarrolla a partir de la
formalización de un síntoma en transferencia, porque es interpretable. Lacan dice
que el análisis se desarrolla entre la inhibición y el acting out. Porque la inhibición
no es interpretable y el acting out tampoco.
El síntoma se hace interpretable en el análisis. Sino es del mismo orden que
interpretar el asma o cualquier fenómeno psicosomático. Es en el discurso donde
uno puede operar por ej. una impotencia. Sino queda en el discurso sugestivo,
como hacen los terapistas sexuales: Ese es un trastorno sexual por fuera de la
transferencia. Esto es del orden del saber, no del saber supuesto sino del saber
efectivo.
Y un analista trabaja sólo en transferencia. ¿Por qué una sucesión de vómitos son
sensibles a un psicoanálisis? No por lo que hace un conductista, que indica qué se
debe hacer, funciona a través de la indicación y sugestión en base a un saber
efectivo, y que responde a lo general, por tanto no al sujeto. Entonces, estas
técnicas que llevan lo particular a lo general lo que hacen es desubjetivar.
Ej.: Una paciente que se presenta con una serie de vómitos aparentemente
involuntarios, que se le aparecen en forma más o menos diaria desde los 15 años.
En ese momento tenía 19. Cuando ella entra en análisis los vómitos cesaron. Habló
de los vómitos en la primer entrevista, luego se quejaba cada tanto. Y al entrar en
análisis dejó de vomitar.
Ese síntoma fuera de transferencia fue tocado por algo que sí sucedió en
transferencia, en donde ese vómito tenía que ver con la relación que ella tenía con
su madre, de sentirse no catectizada por la mirada de la madre, y que se
catectizaba con cada varón que encontraba.
Es una cuestión de que lo que se arma de orden simbólico es desatable por la
palabra. Pero si nos hubiésemos metido con la realidad del vómito, ese vómito no
es tratable por la palabra. El acento no hay que ponerlo ahí sino en lo
transferencial, en la organización de un síntoma a nivel transferencial.
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Y también el adicto es alguien que cree más en el valor de la sensación del goce de
la sustancia que en el valor de la palabra. El adicto dice: “Me trae consecuencias,
pero el goce es irrenunciable e inmediato”.
En un momento el ataque de asma era interpretado en relación a la madre, en la
época de los posfredianos; pero en Klein todo era en relación a la madre.
Los desórdenes PSICOSOMÁTICOS no son del orden de la interpretación, y la
dirección de la cura pasa por una somatización en otro lugar. Porque los trastornos
psicosomáticos producen un goce que está por fuera del valor fálico, del orden
fálico, y esto los hace inoperables.
Lo mismo que EL TOXICÓMANO, cuya demanda en relación a la droga no pasa por
el otro, por tanto la adicción por esta vía no es sintomatizable. Un adicto no dice:
“No sé por qué me aspiro una línea”. No; ahí generalmente hay un saber: sabe
sobre el goce, en el cuerpo. Es un goce del orden de lo inmediato, y por tanto no
pasa por una demanda al otro. No hay Otro.
Retomemos la cuestión del acting out y el pasaje al acto. Dijimos que la clínica
psicoanalítica se da entre la inhibición y el acting out, es decir que entre la
inhibición y el acting out se da el síntoma. La angustia está más allá del acting out,
no hace enigma, es un dolor sin causa, por eso Lacan dice que no es interpretable.
La angustia es algo que está por fuera de lo interpretable en tanto comporta el
mayor dolor, y hay ahí una falla del síntoma; porque el síntoma anuda, es entonces
cuando el síntoma no opera. Lacan coloca a el sinthome como lo que anuda, lo que
sostiene, y es por esta falla de su función de anudamiento la aparición de la
angustia. La angustia no es sin objeto. La angustia siempre supone la cercanía del
objeto. Cercanía del objeto que tiene que ver con una identificación, con ser objeto
frente al otro.
Y Lacan refiere el goce incestuoso o el goce del Otro como ese goce imposible, que
es el de ser un puro objeto a merced del Otro. Y es cuando este goce está a punto
de irrumpir, la inminencia de este goce, cuando aparece la angustia.
Es cuando deja de haber parámetros. Porque uno se sostiene frente al otro por
ciertas reglas, parámetros, que me hacen no ser un objeto frente a la boca del
cocodrilo: frente a esta se pone el falo. El falo es lo que impide este goce del Otro.
La angustia brota en la inminencia de este goce del Otro. Aunque puede haber
niveles de angustia, en general uno dice “estoy angustiado” para decir que está
ansioso, conmovido, etc.
Pero la angustia es un concepto muy preciso: supone la pérdida momentánea de
todo parámetro: no hay lugar en el mundo donde ponerse en la angustia, porque
no hay lugar donde estar a salvo de la angustia, uno no sabe dónde ir. Por eso
hablamos del máximo movimiento y la mayor dificultad. Uno se siente un objetito
en la boca del cocodrilo.
La angustia es inequívoca: uno no tiene dudas de que se está angustiado. No es tan
frecuente estar angustiado. Y no alcanza con que el sujeto diga que está
angustiado. En la vida cotidiana uno se dice angustiado por muchas cosas, pero
este es un valor banal de la angustia.
Es cuando el síntoma falla que se produce. El síntoma liga algo del orden del goce
(cuerpo) con algo del orden del significante (inconciente). No es así en la angustia:
en la angustia hay una separación del inconciente.
Pensemos que el inconciente es un sistema de control, de transformación del dolor
corporal. Es una estructura que permite procesar la excitación que nos viene del
cuerpo. Produce anudamiento entre lo que es del orden del cuerpo y de la
representación, decía Freud. Por eso es tan importante entender el esquema del
peine.
El esquema del peine es fundamental para entender el procesamiento que realiza el
inconciente de las excitaciones corporales. Permite traducir la excitación con alguna
forma de representación, que le da alguna forma de salida. Por eso el inconciente
está entre la percepción y el polo motor. Este inconciente es lo propio del ser
36
parlêtre, lo que nos diferencia del polo animal. Y que es justamente por la vía de la
palabra, porque tenemos inconciente en tanto nos hablen.
El sujeto es una respuesta por la vía del cuerpo ante la palabra. Es una respuesta
de lo real del cuerpo ante la insistencia de la palabra. Porque si no hay cuerpo
(cuerdas vocales, cerebro) no hay posibilidad de respuesta subjetiva, pero tampoco
la hay si no hay otro. La respuesta subjetiva es ante la incidencia del otro, del
discurso.
Entonces, entre el síntoma y la angustia, por otro lado, Lacan incluye al acting out
y al pasaje al acto. Son dos formas de respuesta: el acting out es una respuesta y
el pasaje al acto es una reacción.
El acting out es una respuesta salvaje a la demanda del Otro. En tanto no es por el
orden de la palabra sino por el orden de la actuación, de la respuesta corporal. El
acting no es algo del orden de lo interpretable ni del orden de lo prohibido; ni
tampoco es interpretable, porque no es del orden del síntoma, es decir, articulado a
la palabra. Justamente, si alguien lo interpreta lo que se hace es darle un sentido a
la actuación, sea la conducta que sea que suponga cierta mostración. Es decir,
conductas en las que lo que caracteriza es la mostración. No es lo mismo la
mostración que el mensaje, el discurso al otro. Lo que se muestra es una conducta,
una forma de actuación.
A veces también las palabras funcionan mostrativamente: Por ej. uno puede
insultar a alguien que nos dice algo. El insultar muchas veces tiene el valor de
acting, porque a veces tiene el valor de odio, no de decir algo, muestra. Otras
veces no.
Hay un uso mostrativo de las palabras y también hay un uso evocativo, referencial,
indicativo de la palabra.
El acting out es una conducta mostrativa que busca hacerse un lugar en el Otro. Se
muestra algo que supone abrir una falla en el otro: “Viste, me podés perder”.
Muchas veces en relación al acting out, en relación al intento de suicidio, que
muchas veces son dramáticos y otras del orden de la parodia: Cuando es muy
grueso. Pero también hay otro orden del acting out en que el sujeto, en la sucesión,
puede realizar apuestas cada vez más mostrativas.
Lacan al “caso de los sesos frescos” lo planteó en lo que no entendía el analista:
que el acting out es una respuesta frente a la sordera del otro.
A veces esto es escuchado por el otro (sea el padre, madre, novio) y el acting out
precipita cierta modificación de la posición del otro. Por lo menos a esto apunta
cierta clínica del acting out de los intentos de suicidio: apuntar a que haya cierto
movimiento del otro.
Se trata de respuesta en una escena. En el acting está el sujeto y está el otro en la
escena, y el sujeto procura sustraerse para producir una falla en el otro. Por ej. en
el intento de suicidio: “Puedo desaparecer”. Son comunes las internaciones por
intento de suicidio en jóvenes y adolescentes por problemas familiares. Por ej. una
hija que intentó suicidarse porque la madre no escuchaba que su pareja intentaba
violarla. Y el intento de suicidio fue la vía para que la escuche y la mande a vivir
con su hermana.
La sordera del otro es lo que causa un acting. El acting lo causa el no encontrar
lugar en el otro, sea responsabilidad del otro o sea del sujeto.
Muchas veces hay gente que opera siempre por la vía del acting, porque es la
forma de tirarle toda la responsabilidad al otro: lo podemos ver en un obsesivo, en
una histeria.
Hay toda una clínica en relación al acting; no es una estructura porque puede estar
tanto en la perversión como en la neurosis. Hay una falla en la relación al Otro.
Lacan lo ubica en relación a la separación al otro, en el “puedes perderme”. El Otro
es significante, el lugar del discurso. En el cual el sujeto va encarnando a lo largo
de su vida a distintos otros.
Es porque se le habla al cuerpo que responde un sujeto.
37
Hay sujetos que viven en actings constantes, que son incapaces de sostener en su
propio seno un síntoma: enseguida se lo arrojan al otro y le enrostran al otro
siempre la responsabilidad de su dolor, de lo que les pasa. La cuestión es siempre
el otro. Hay toda una clínica y maniobras para hacer ese sujeto analizable, pero no
por la vía de la interpretación del acting out sino de la sintomatización.
Y la transferencia también es del orden de una escena, pero de una escena en
donde juega la palabra.
38
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 11
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
GOCE
Hoy vamos a plantear un tema que es discontinuo en relación a lo que veníamos
trabajando, que es la cuestión del goce.
La doctrina lacaniana acerca del goce, si bien aparece en el Seminario 10, es recién
en el Seminario 20 donde Lacan hace mayores precisiones y delimita goces.
Hablamos de esto para poder articularlo con lo que comporta de goce... plantearlo
porque es un concepto oscuro y no puede ser de otra forma. Porque uno puede
decir:
“El goce es del cuerpo”
“El goce es lo real”
“Todo síntoma tiene una cara gozosa”
Podemos plantearlo en Freud, sobre todo en la última parte de su obra, en relación
a:
La reacción terapéutica negativa.
La tipología de los que fracasan al triunfar.
Si bien Freud habla de displacer para un sistema y placer par otro, lo vemos hoy
como goce.
La reacción terapéutica negativa es: ¿Qué es lo que hace que alguien decida
abandonar un tratamiento en un punto determinado?, se pregunta Freud. Freud
dice: La reacción terapéutica negativa es aquello que hace que se elija el síntoma
a la cura. La reacción terapéutica negativa apunta a eso indiferenciado pero
insistente de la pulsión, de la satisfacción pulsional. Esa adherencia patológica al
síntoma que se prefiere en relación a la cura. ¿Qué quiere decir “en relación a la
cura”? En relación a la cura en tanto se elige no dejar de gozar.
LACAN DICE QUE LA CURA PSICOANALÍTICA ES PASAR DEL GOCE AL DESEO. Ahí
donde se deseaba el sujeto debe advenir, pero el sujeto barrado.
En la tipología de los que fracasan al triunfar Freud habla de sujetos que cuando
ganan algo, le hace perder eso. Por tanto se ve que hay una satisfacción en la
pérdida, que va por el lado del anhelo.
Estamos hablando de la clínica freudiana cuando Freud plantea que la cuestión no
pasa sólo por un placentero y un displacentero sino por un más allá: otra forma de
satisfacción pulsional.
En la clínica vemos cómo muchos sujetos persisten en la elección de aquello que les
duele: dolor psíquico.
Porque las interpretaciones tiene dos caras: Uno a veces interpreta el lado
deseante, pero queda fuera el gozoso. Si uno no toma ambas vertientes el síntoma
queda inmutable.
Por ej.: Una mujer que mantiene una relación amorosa con un hombre; él viene
cada mucho tiempo. Y sobre eso ella no le puede preguntar nada: ni por qué viene,
ni dónde vive, etc. Una relación así le produce a ella sufrimiento, supongamos. El
problema de hablar. “El hablar reduce el goce”, dice Lacan en el Seminario 20.
Lacan dice: “La sublimación se trata de esto: yo no cojo, hablo”.
Lacan dice que la palabra supone algo del orden sublimatorio. La sublimación es un
destino pulsional que supone el orden de una satisfacción no sexual.
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En la salida del Edipo, el niño elige su pene a su madre: por eso es una renuncia,
por eso el falo es el significante de la castración, y a partir de ahí podemos hablar
de falo, porque falo supone castración. El valor de falo es la castración (hablamos
del FALO SIMBÓLICO). El falo es lo que ordena la cadena significante, ordena el
mundo.
El falo es el concepto de castración. Si hay falo es porque operó la castración, y
esto es una perdida de goce: Falo supone pérdida de goce.
Falo es función de pérdida de goce, de castración operada por el significante, si
bien tiene su inserción real en la diferencia anatómica entre los sexos.
Lo que se desdobla, lo que producen los monumentos fálicos, etc., ése se trata del
falo imaginario. Por ej. los obeliscos que están para marcar el centro de la
referencia: a partir de él se pone uno a contar. Eso supone valor de referencia. Hay
un uso significante, simbólico del falo imaginario, que de eso se trata el obelisco.
Pero también, en la representación fantasmática, para el muchacho la niña fálica es
lo que le produce la excitación.
Lacan agrega a la oposición entre fálico – castrado la posición de ser (femenina: ser
falo para el otro) o de tener (masculina). Por ej., en la posición que supone el ser
ídolo (de fútbol por ej.), que da lo mismo si se es hombre o mujer; es la posición
frente al falo lo que juega.
40
Y tenemos referencia de sujeto: la primera aparición subjetiva es la negación a la
demanda del otro. Y todo el sufrimiento que supone siempre la aparición subjetiva
es porque supone un “no”.
Cuando hablamos de la clínica psicoanalítica como una clínica de la particularidad
subjetiva es cuando hay sujetos que dicen “no” al diagnóstico, a la clasificación. Ahí
leemos algo de la aparición subjetiva.
Retomamos el concepto de goce. Lacan en el Seminario 20 introduce FORMAS DE
GOCE:
1-Goce del Otro.
2-Goce femenino.
3-Goce místico.
Freud decía que la mujer debía pasar del clítoris a la vagina, y que esa era una
forma de asumir la femineidad. Y esto estaba ligado a la salida normal que Freud le
daba a la mujer que era la maternidad: ligada al goce vaginal.
Con Lacan leemos esto de modo muy diferente. Es una tontería plantear el goce
como referido al clítoris o a la vagina. A partir del Seminario 20 esto se entiende
cuando Lacan plantea un goce particular, el femenino, que es un goce no fálico. La
mujer está en relación a dos goces:
Uno fálico, que busca con su pareja.
Un goce no fálico, no referenciado por el falo, de todo el cuerpo, pero que también
es un goce que enloquece.
Por eso la defensa histérica frente al goce femenino es la recurrencia al
falo. Las histéricas mantienen identificaciones masculinas, de ahí esa posición de
Dora frente al hombre y la mujer, pero supone identificarse a un hombre frente a
una mujer.
La forma de goce femenino es terriblemente angustiosa para la histérica, porque
son experiencias de despersonalización, la falta de referencia fálica; el falo supone
siempre un límite.
En el hombre no pasa esto: está superpuesto el orgasmo con una eyaculación.
La histérica organiza su goce a partir del falo.
El goce sexual es un goce que rodeando el cuerpo del otro estala en el propio
cuerpo. Eso es el “goce sexual”.
En el obsesivo por ej. no hay una pregunta por su propio goce; el goce de ella es lo
que lo hace gozar a él. Por eso dice: “¿Estuve bien?”; “¿Tuviste un orgasmo?”;
“¿Qué puedo mejorar?”.
Lacan introduce entonces esta versión del goce femenino. Otro goce aparece
definido en el femenino. Y goce del Otro es el que aparece siempre en el horizonte
de la angustia, porque la angustia supone la objetalización frente al goce del Otro.
41
Entonces aparecen tres variedades de goce:
El fálico.
El femenino.
El del Otro.
Después introduce el GOCE MÍSTICO (muy ligado al femenino), que es la exaltación
de ser todo tomado por el Otro, que lo lleva a desaparecer en el Otro. El interés de
este goce místico es que permite referenciar el goce femenino, ese goce no fálico,
no secuenciado por el falo.
Ahí Lacan termina diciéndole al goce fálico “el goce del idiota” cuando la
importancia está en la masturbación, el goce masturbatorio.
Tanto en el goce masturbatorio como en el sexual – genital el punto es lo fálico,
nada más que en el genital hay un paso por el otro, que supone una espera,
mientras que el masturbatorio es inmediato. De ahí que en Freud la masturbación
aparece a la base de toda ficción. Es como el adicto que no soporta esperar a tener
dentro suyo la sustancia. Es un goce de no espera.
En el goce masturbatorio está la fantasía, en el adicto no.
En el genital el otro está ahí como otro real, entonces supone una espera.
La masturbación produce culpa justamente por esa no presencia del otro: no da esa
vuelta por el otro. Mientras que en el encuentro con el cuerpo del otro siempre hay
algo ligado con la angustia: por el tema de la impotencia; por el tema de el no buen
arribo al placer mutuo. Esto porque no hay relación sexual: no hay encastre justo,
no hay complementariedad, porque el encuentro no es sólo del cuerpo, son los
fantasmas que se entrecruzan los que tienen que ver con el goce.
En ambos ejemplos hay un otro sujeto, hay algo que cambia de la posición del
sujeto.
42
Todo acto sexual pone en juego de alguna forma la castración, por eso la angustia.
De ahí que muchos obsesivos tratan de no estar ahí en el momento en que ponen
en juego su pene. Dice Lacan: “El obsesivo está en la cancha pero mirándolo desde
afuera”. Es decir que el que pierde es otro. Para no poner en juego la castración.
En el pasaje al acto está muy implicada la cuestión del goce. El pasaje al acto
bulímico por excelencia es el atracón: comer sin brillo fálico. La ingesta del
bulímico no tiene corte, puede llegar a comerse todo lo que hay en la heladera;
hasta puede llegar a comer pollo del freezer congelado.
En el atracón podemos decir: es un goce sin sujeto; el sujeto desaparece. Tanto es
así que en muchos casos hay amnesia: el bulímico no recuerda lo que pasó. Esto es
un goce no regulado por el falo. Eso es el atracón, es decir, el pasaje al acto, y es
sin Otro.
El acto es sin Otro pero se busca otro. Por ej.: Julio Cesar emperador de Roma.
Roma es el Otro.
En el bulímico, ¿dónde estaba el sujeto? En ningún lado.
43
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 12
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
44
Otro ej.: Una paciente que interrumpía la sesión levantándose para ir al baño
siempre, hasta que un día el analista le dijo que o bien iba antes o bien después, y
que si no se iba. La paciente iba al baño para vomitar, entonces ahí surgió la
dimensión bulímica como un síntoma en transferencia. Lo que transmite el deseo
del analista cuando está funcionando es la castración, transmite la castración. No
transmite saber ni síntomas ni ideales, como los otros discursos terapéuticos. Por
eso es tan importante que el analista pase por su propia castración: hasta que no
se confronte con la presencia real del analista no puede analizar.
El analista como otro, como cuerpo no se puede ubicar, porque se pone en juego la
castración, y en análisis esto es fundamental.
No hay analista si no pasó por la castración propia, porque no hay deseo del
analista. Podrá haber voluntad de saber, pero no analista. Un análisis apunta a la
subjetividad. Como efecto de un análisis puede producirse un analista. Es decir, es
importante el pasaje por la castración, la no existencia del Otro.
..........................................................................................................
Máxima kantiana del lado de Sade: Voluntad de goce: aquella que posición al
perverso en una posición. Por un lado a yo de voluntad y por el otro, al ser
instrumento del goce del A. El perverso se identifica con el látigo, con el
instrumento.
Lacan invierte la moral kantiana el supremo mal en lugar del supremo bien (esto
también en el fundamentalismo, significante amo al extremo ). La moral kantiana
de llevar todo al ideal, lleva a producirla otro como resto, termino en el nazismo.
La moral kantiana ≠ al deseo del analista, y este distinto a la
contratransferencia (psotfreudianos). No es que ella no exista, sino que el
problema es que cuando se dirige la cura desde ahí, el analista no debe responder
como sujeto. El analista es una función y no un ser.
45
Lo que transmite el deseo del analista cuando está funcionando, es la
castración: no un saber, no síntomas ni ideales. por eso es importante que el
analista pase por su castración. La presencia real del analista pone en juego la
castración. El deseo del analista solo es posible cuando éste pasó por su propia
castración.
Como efecto de un análisis puede producirse un analista, no antes. Es
importante el pasaje por la castración, por la no existencia del Otro.
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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 13
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 15-07-03
NOTAS: ROCÍO MAYORGA
47
debe conducir al sujeto a pesar de su deseo; no se debe dejar al sujeto sin
recursos; no se lo debe dejar deprimido.
Algunos analistas suponen que la posición del analista se asemeja a la moral
kantiana, es decir, llevar al paciente hasta el máximo. Pero la posición del analista
tampoco se trata de responder a la demanda, porque muchas veces el sujeto no
quiere saber nada, pero se angustia ante eso. El analista debe respetar el deseo del
paciente.
El final de análisis supone la identificación con el sinthome. El sujeto se las
arregla con aquello que lo marcó. El análisis apunta a ahuecar lo que no falta. Hay
un goce en exceso que le impide al sujeto arreglarse con su falta, es decir: muchos
neuróticos demandan porque sienten que les falta algo, y quieren a través del
análisis conseguir algo.
..........................................................................................................
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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 14
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 12-08-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE
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Entonces, Kohut da un ej. de una analista kleiniana argentina que presenta
un caso en un congreso de la I.P.A., y que trataba de una analista mujer que le
dice a su paciente mujer que la va a dejar de atender por dos semanas porque se
va a tomar unas vacaciones. Después de esto la paciente no responde nada en toda
la sesión. Luego de las vacaciones sigue igual y dice que le molesta algo en el
cuello. Y la analista le interpreta que es por el abandono que ella se llenó de
angustia, y que este abandono tiene que ver con la relación mala con la madre y
por la envidia: el orden de la envidia es cuando alguien tiene algo que el sujeto le
quería arrancar, por ej. la envidia del pene. Pero hay algo del orden de lo real,
pulsional, que el concepto de envidia puede evocar.
Bueno, entonces le analiza la envidia, sale el dolor de la garganta, y le dice
que tenía como la boca muy cerrada. Y la interpretación tiene que ver con el pecho,
morder el pecho de la madre, el objeto malo, etc.
Entonces Kohut dice que a pesar de que le dijo todo este disparate se le fue
el nudo de la garganta y puedo hablar. A pesar de que la interpretación era errada
en su teoría, tuvo un efecto en levantar el síntoma.
Entonces él dice que Anna Freud en la misma situación diría: “Ud. está con
odio de la misma manera que cuando su madre le cerraba la puerta de su
habitación y se quedaba con su padre y Ud. afuera”. La interpretación clásica
edípica, que acá también es errónea. Pero pudiera haber provocado un efecto
también.
Y dice que para una interpretación kohutiana, que sería la verdadera, se le
diría: “Ud. se sintió sin la base de reconocimiento necesaria cuando yo le dije que
me iba de vacaciones, de la misma manera que cuando Ud. le extendía sus brazos
a su madre, que no la tomaba”.
Entonces, las tres tiene efecto dice Kohut, pero qué tiene valor dice Kohut:
¿Tiene valor lo que se dice? Evidentemente no.
Bueno, Lacan, en el último trabajo que él hace sobre la interpretación dice:
“El decir es lo que se pierde tras el dicho después que eso fue consumado”. Es decir
que el decir, como acto, enunciación, se pierde tras el enunciado en la significación
que tiene para aquel que lo escucha. Es decir que Lacan se juega por el valor de la
enunciación por sobre el enunciado.
Y Kohut, con las limitaciones de su formación pragmática, dice que no tiene
tanto valor lo que se dice sino el acto de decirlo.
Y agregamos nosotros: No sólo el acto, sino el lugar en que se pone el
analista cuando dice, haciéndole lugar a lo que dice, es decir que eso tiene valor de
síntoma y eso está en relación al analista.
Kohut dice que lo que se dice tiene un valor banal en relación al acto en que
se dice. La diferencia con Lacan es que para Kohut la interpretación es una
explicación, que tiene dos tiempos: Un primer tiempo en que el analista se
identifica y asimila lo que le está pasando al paciente, y un segundo tiempo en que
se separa y le da la significación de eso. Acá está la brecha entre Lacan y la escuela
norteamericana.
Entonces, si decimos que “el dicho es lo que oculta el decir”, es una
experiencia de la clínica, del primer tiempo de diván, que el analista de pronto dice
algo que dijo un amigo. Por ej. un paciente de 19 años que dice que está muy mal
porque su novia lo dejó. Lo dejó el viernes. El miércoles le dijo que lo amaba, que
no podía vivir sin él, “el jueves fue a una fiesta con una amiga y no me extrañó;
entonces el viernes me dijo que se dio cuenta que no me amaba porque no me
extrañó”. Acá vemos, desde ya, una puerilidad carente de todo espesor; esto en
relación al diagnóstico.
Pero dice que esa mujer era el sentido de su vida, y que él quería darle todo
y esperaba que ella le diera todo a él. Entonces el analista le dice: “No es
demasiado para una chica de 19 años querer que sea todo el sentido de tu vida
ahora”, tratando de descompletar al objeto, como que quizás no es que ella no
quiera sino que por ahí es que no pueda; esta intervención en relación a este
50
sujeto. Entonces, le dice aquello el analista, y al rato le dice el paciente que sí, que
le parece que es demasiado, que quizás el problema es suyo, que eso se lo había
dicho un amigo.
Esto marca la diferencia entre que se lo diga un amigo y que esto venga de
una posición diferenciada.
51
escandir. Por ej.: está en Génesis, en la Biblia, que había día y noche, pero hasta
que Dios no los nombró así eso era un continuo. El significante permite escandir el
real de esta variación lumínica, y uno puede decir que al día se opone la noche,
pero en realidad hay un continuo. El lenguaje, la lengua es una intervención
simbólica sobre lo real, entonces uno puede decir que conoce tanto como palabras
tiene.
Entonces, la palabra tiene el valor de nominar, y la nominación es lo que
permite sostener la diferencia, la oposición. No hay diferencia sin la oposición. Al
punto que el sujeto se sustenta en el primer “no” a la demanda del Otro. Ahí
podemos hablar de posición subjetiva: Hay algo del sujeto cuando algo dice “no”.
Hay un elemento diferenciador que permite decir un no al otro: No soy el otro; hay
una diferencia entre el interior y el exterior –esto que Freud trabaja en relación al
yo.
El significante entonces permite escandir, nominar, pero esto no quiere decir
que toda intervención pase por la palabra. Y en muchas ocasiones la intervención
del analista es decir: “Basta, terminemos, no lo voy a escuchar más”. Esto no es
una interpretación, pero puede llegar a tener un valor de corte. Muy diferente es
decir: “Vamos a interrumpir la sesión porque Ud. está diciendo muchas boludeces”.
Eso entraría en el juego de yo a yo. Cuando uno dice “basta” se posiciona desde
otro lugar, no está como analista, muy probablemente como Amo, pero ese “basta”
puede llegar a funcionar como una interpretación enigmática: “¿Por qué me dijo
basta?”. El acto de nominación tiene que ver con la posición de Amo.
Muchas veces las intervenciones de un analista van por la vertiente del corte
al goce. Cuando alguien habla no en función de decir algo sino de descargar, esa
descarga tiene que ver con un goce del cual le resulta muy difícil al sujeto poder
abstenerse. Esto por ej. se da cuando alguien no puede dejar de contar algo,
penoso o feliz, el contar remite al goce fálico. La cuestión es cuando este goce une
y no permite que haya intervalo en el discurso. Siempre las intervenciones de corte
apuntan al intervalo, a que el paciente se vaya con algún significante que ha
quedado ahí.
El tema es que uno apunta a un intervalo. El tema es cuando esto se hace
una escena.
De cualquier clínica uno pude hacer clisé, como cuando la intervención se
repite como recurso. Si uno no está, como analista, en análisis –sea con un analista
o no- es muy fácil pasarse a la posición de profesor. No es fácil después de 30 años
de hacer análisis escuchar a un paciente como si fuese el primero. Ahí hay que
tener una determinada posición frente a la castración: Uno no sabe todo sobre ese
paciente. El saber es el que está en juego.
Si el psicoanálisis tiene una singularidad es que trasmite la castración, la
falta en ser. Es un discurso acerca de la falta en ser, y en ésta está también en
juego la falta en ser del analista, y esto es algo en lo que el analista no está
siempre bien ubicado. El analista debe siempre estar poniendo en juego esta
cuestión de la falta en ser, y si uno no pasó por un análisis no es muy posible.
La posición del canalla es la de quien se presenta como siendo el Otro, no
representando el Otro. Un ej. de esto es los analistas que no hicieron su propio
análisis, como si la represión no es para ellos, la castración no los afecta. Y así no
se puede trasmitir la castración. No puede haber analistas que rechacen la
castración, porque justamente el dispositivo analítico supone la trasmisión de la
falta en ser, y la trasmisión de la falta en ser es lo que porta la interpretación.
52
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 15
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 26-08-03
NOTAS: ROCÍO MAYORGA
LA CLÍNICA DE LA HISTERIA
53
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 16
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 02-09-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE
LA DIRECCIÓN DE LA CURA
Así como hay una clínica de la histeria y una de la neurosis obsesiva, hay
también una dirección de la cura histérica y una obsesiva; nos referimos a cuando
el analista dirige la cura según su fantasma. Cuando el analista se encuentra o en
la rivalidad o en cuestiones que le hacen perder la dirección del tratamiento, y que
es justamente cuando hay que hacer una supervisión.
Uno puede leer muchas veces tanto en supervisiones como en esos
pacientes que vienen de otros analistas, uno puede leer ahí cómo las intervenciones
se organizan muchas veces, cuando el analista deja de ser analista, porque el
analista es una posición dentro del discurso. Entonces, muchas veces se puede
conducir un tratamiento siguiendo la impronta del fantasma histérico: el fantasma
histérico es la cuestión de la otra. Por ej. un analista que analizó a un paciente
neurótico obsesivo sosteniéndole otra como ideal en contraposición con la novia
que tenía. Donde le sostenía una especie de mujer ideal. A este hombre el próximo
analista le empezó a buscar la responsabilidad: “¿Qué tenés vos que ver con eso de
esa mujer?” Y de pronto apareció una dimensión de una mujer muy diferente a la
del otro análisis. Entonces mucho tuvo que ver con la dirección de la cura, que le
cuestionaba a la novia como objeto poniéndola en relación a una mujer ideal. Esa
es la dirección de la cura histérica.
La cura obsesiva sería dirigir toda una cura por lo razonable, no tocando lo
real. Lo razonable es aquello que es coherente de pensamiento a pensamiento.
Cuando se hace la modificación en la clínica contemporánea de la clínica del
significante terminó siendo un juego significante. Y toda clínica termina siendo una
teoría de la técnica, porque no hay clínica que no se haga en relación a la cuestión
de la posición. En cuanto uno privilegia la técnica se degrada la clínica, porque esto
tiene que ver con la posición y no con un arsenal técnico. Llega un momento en que
no se sabe qué se debe hacer, se trata de una posición.
Después vino la clínica de lo real.
Otra corriente plantea una clínica de la angustia: hacer surgir la angustia en
el sujeto, una clínica que parecería perversa.
Lo que sacamos es que lo que no hay que hacer es una estandarización de la
clínica, porque ahí perdemos el punto de vista. Lo que define a la clínica es una
posición ética, no técnica.
Se trata de apuntar al deseo, la particularidad subjetiva, la intervención;
llevar al sujeto hasta el punto de lo imposible de decir. Y ahí está la particularidad
de cada uno en ese imposible de decir. El imposible de decir es cuando se toca lo
real.
Al hablar de las formas de intervención a lo que se apunta es a tocar ese
imposible de decir.
Después hay particularidades. Si bien la clínica psicoanalítica es una clínica
de la histeria, no se va a trabajar igual con un obsesivo.
El problema de la obsesión es que el sujeto es muy paciente para ir
acumulando saber, porque el llegar a algo es como la infinitud del deseo: siempre
está mucho más allá.
Por eso la particularidad de la clínica de la histeria hace a esta demarcación
que le hizo la histérica a Freud: “No hable, no me toque”, que apuntaba a la
asociación libre diferenciándose a la clínica médica.
54
El síntoma histérico es el que más se aviene a la particularidad de cada
época. Hay luego clasificaciones de la histeria que hacen a la clasificación, pero no
a la estructura de la histeria.
Porque si lo pensamos desde la clínica del discurso y no de la estructura,
esta clínica del discurso es que se trata de sostener una posición en relación a
alguien puesto como agente a quien se le dirige una demanda. Está dirigida la
demanda a otro puesto en posición de amo por la histérica, y lo que se produce es
un saber.
La clínica psicoanalítica es histerizante porque sólo desde esa posición hay
demanda de saber: se hace desde un sujeto dividido. De ahí que al obsesivo le
cueste tanto esa posición, porque rechaza la división desde la unificación yoica. Su
demanda es la de completar un saber en el Otro. De ahí que la dirección de la cura
en la neurosis obsesiva pasa por histerizar al obsesivo.
En la histérica se trata de ponerla en transferencia a una determinada forma
de saber, que es la suposición de saber.
Si decimos que toda histérica dirige su demanda al Otro puesto en una
posición de amo pero para barrarlo y ser su falta, es decir, ocupar el lugar en la
falta del Otro, esto es ser el falo para el Otro; de ahí la posición histérica de ser la
excepción: en la fila, en el examen, en la pareja, etc.; “Eso para mí no, para el
otro”. Esto es sostener la excepción, porque es la forma de localizarse siendo la
falta en el Otro: “No soy como cualquiera, soy lo que te falta”. Además: “Ni quiero
ser lo que te falta, pero lo soy”. La excepción supone que al mismo tiempo se
convierte eso en una amenaza, la objetalización es una amenaza, de ahí que se
libera. Ahí es lo contrario a la obsesión.
El horror de la histérica es quedar objetalizada para el otro. Esto es
angustioso: Al mismo tiempo de localizarse como objeto le viene el aplastamiento
subjetivo, y necesita en ese segundo tiempo desembarazarse del Otro. Se ofrece
como objeto privilegiado para el Otro, pero en cuanto este la acepta, la objetaliza.
De ahí el movimiento de seducir y escapar. Y la histérica lo hace porque en ese
punto es donde se angustia, al quedar objetalizada por el Otro. De ahí que la
violación sea un fantasma de toda histérica, porque ahí queda objetalizada para el
Otro.
Esto supone ese movimiento de: “Me ofrezco, no quiero”. Y después de la
señal del Otro no puede quedarse en ese lugar.
Este juego termina en una medida violenta cuando el hombre no es capaz de
soportarlo (una violación por ej.). Esto se juega en el análisis.
Hay un tiempo del “idilio”, donde el analista lo que dice es maravilloso.
Ahora, en el mismo momento en que el analista responde a ese idilio lo barra.
Si en la histérica hay un movimiento hacia la identificación fálica, ponerse
como hombre en relación a otra mujer, a esto se lo confunde muchas veces con
una homosexualidad, pero no es una cuestión de relación objetal sino de qué es ser
una mujer para un hombre. En el caso del varón histérico es también aquel que
quiere ser tomado como la excepción: ser la excepción, y hay cierto movimiento
hacia la feminización, porque es poner en juego la seducción: quiere ser tomado
por el otro como un objeto de seducción.
A esto no hay que confundirlo con “querer ser el mejor”, como el obsesivo.
EL obsesivo está en la cadena, no es excepción, está siempre en competencia:
tener más, menos, etc. En cambio la excepción está por fuera de la rivalidad:
quiere ser querido por lo que es y no por lo que tiene como el obsesivo. El obsesivo
cuenta quién tiene más, quién menos, etc.
La histérica muchas veces se presenta por eso también dirimiendo de
posesiones. Hay cuadros virilizados que van por ese orden, por el orden del tener.
La eyaculación precoz y la impotencia son del orden de la histeria masculina.
El histérico, tal como la histérica, quiere ser tomado por ser la excepción,
por lo cual en la relación sexual con una mujer su identidad no pasa por lo que
55
tiene sino por lo que es, entonces su posición no pasa por tener un pene erecto sino
que quiere ser un pene erecto: quiere todo el tiempo encandilar, deslumbrar.
Para una mujer histérica no pasa por ser un falo, mientras que para el varón
sí pasa, y de ahí que en todo momento tiene que deslumbrar a la mujer, y cuando
se encuentra con una histérica puede que ella rechace ese deslumbramiento
barrándolo, y ahí aparece la impotencia.
En el varón la histeria no es una posición imaginaria a qué es una mujer sino
que se trata del ser. El ser siempre está en relación al Otro como tener, es decir:
ser para el Otro el falo, que no es lo mismo que tenerlo. La pregunta no es “¿qué es
ser una mujer”, sino “¿qué es ser el falo para el Otro?”; esa es la pregunta
histérica. Esto deviene muy cercano a ponerse como objeto.
La mascarada femenina, el pintarse los ojos, las uñas, tiene que ver con una
posición frente al Otro.
Es propio de nuestra época que el hombre también puede hacer una
mascarada, sin ser maricón, manteniendo ciertos rasgos masculinos: aparecen
frente al Otro como un objeto, frente a la mujer. Y son formas de mascarada que
tienen que ver con la posición histérica. Más allá de la estructura, la forma de
aparición es tomando la posición del “ser para”. La pregunta de un hombre histérico
es: ¿Qué es ser objeto para el Otro?; ¿Qué es ser falo? El falo es ese significante
que es a la vez objeto. Tiene su doble vertiente: una vertiente objeto y una
significante.
En el caso del hombre es diferente por una cuestión de posición postedípica:
porque acceder a la masculinidad es pasar de la pasividad frente al otro –objeto
frente al otro en el Edipo; la feminización del niño frente al padre, de ahí que la
gran agresividad en el varón esté puesta en relación a otro hombre- a la actividad.
Hay entonces una dificultad, vemos lo que supone arribar a la posición
masculina. Lo mismo pasa con la homosexualidad: A muchos hombres la
homosexualidad masculina les produce agresividad, porque pone en cuestión el
hecho de que ser hombre no es una cuestión de naturaleza, y que la elección de
objeto no es algo fijo, no hay objeto preciso, definido para la pulsión. De ahí esa
agresividad que aparece en ciertos hombres aún a partir de estar en una posición
pasiva frente a una mujer.
Para Freud la pasividad y la actividad es la única posición inconciente que
puede diferenciar los sexos. Y Lacan dice, con ironía, que en una relación sexual no
se puede diferenciar quién es el pasivo y quién el activo. Esto a algunos hombres
los llena de angustia, les hace tambalear el fantasma de en qué posición están en
relación a los otros.
La posición de la virilidad, el arribar a la masculinidad, supone un esfuerzo
del salir de ser pasivo frente al padre a ser activo frente a otros.
Freud hablaba de que tanto en la neurosis obsesiva como en la paranoia se
trataba de formas de defensas en relación a la elección homosexual. Lo podemos
rectificar así: No se trata de la elección homosexual sino de la pasividad frente a
otros. Esto aparece muchas veces en la adolescencia.
El ser objeto respecto al Otro no es identificante, no lo identifica como
hombre al histérico; de ahí lo angustioso de la cuestión. No es como en la neurosis
obsesiva, donde se rebaja el deseo a la demanda y se puede responder con lo que
se tiene. Pero en el histérico, ser un objeto para el Otro no lo identifica como varón
frente al Otro.
56
La posición frente a la histérica en la clínica: Hay que soportar por
momentos ser el hijo de puta y en otros ser el boludo. Tiene que ver con la queja
histérica. Porque si se espera ser el hombre amado siendo marido de una histérica
se va por mal camino. Porque lo que está en juego es la objetalización y en eso
mismo el aplastamiento subjetivo, por ese mismo al cual desea. Por eso se pasa de
boludo a hijo de puta: es boludo cundo ella lo puede barrar.
Ahora, si esto está en juego en la relación amorosa, la transferencia es una
relación amorosa, con la diferencia de que el otro no es un amante sino un analista,
y la posición del analista no es técnica sino ética. Es esto que Freud medio
ingenuamente llamaba “abstinencia”. La abstinencia es una posición ética.
Hay una oposición entre la técnica y la ética, al igual que se opone
psicoterapia y psicoanálisis. La psicoterapia ha apuntado a dar una respuestas por
el lado de la técnica: apuntan a la culpa. Si apuntan a la reducción de la culpa es
una psicoterapia. El psicoanálisis no apunta a la disminución de la culpa sino al
ejercicio de la responsabilidad subjetiva; a eso apunta la dirección del análisis.
Trabajar contra el superyó es a reducir la culpa. Hablar de responsabilidad
no es sin el otro: supone hacerse cargo de uno, de su acto, pero no sin el otro. Es
importante para pensar la clínica esta dicotomía entre lo que va por la vía de la
culpa y lo que va por la de la responsabilidad: La culpa es una forma imaginaria de
lidiar con el otro; la salida es que pueda hacerse responsable.
57
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 17
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 09-09-03
NOTAS: ALDANA DUARTE
NEUROSIS OBSESIVA
58
descentra el amor: El amor es dar lo que no se tiene, y acá el obsesivo no puede, él
sólo puede dar lo que tiene; en la pronunciación “te amo” no está dando nada, vale
sólo por la propia enunciación. Porque ¿qué significa “te amo”? Podríamos decir que
es una demanda: esperar un “te amo” del otro lado, en la histeria. Pero el obsesivo
no sabe qué promete al decir “te amo”: “¿En qué me comprometo cuando lo digo?”
Te amo es diferente de decir te quiero. Te amo no remite a ningún objeto, significa
nada. Te amo porta el dar lo que no se tiene. Te quiero en cambio tiene un valor de
significación. Esta locución produce mucha dificultad a la mayor parte de los
obsesivos, no lo puede decir por lo que porta en falta el te amo.
Todo esto es la posición del obsesivo en relación al deseo. En la histeria
tenemos el deseo insatisfecho: el deseo de deseo; en el obsesivo el deseo, que lo
confronta con la castración, es siempre rebajamiento a la demanda. Quiere decir
que escucha en la demanda la respuesta a esa demanda sin que eso remita a nada
más: “Quiero que me digas qué querés y qué no”. El otro significante toma la
posición de Otro, con mayúscula, y la aparición de su deseo, que el obsesivo no
puede cubrir. El obsesivo se defiende de la castración del gran Otro, no de la
propia, muchas veces se presenta como en falta, en pérdida, como castrado. Puede
posicionarse como el que tiene o como el que no tiene, pero ambos se cuidan de la
castración del Otro: No tiene pero va a aprender, va a saber, con el trabajo va a
cubrir lo que le falta, pero lo que nunca deja de sostener es la suposición de saber
en el Otro.
El obsesivo le da al analista el saber que no tiene, trata de calcular o prever
las formaciones del inconciente: un fallido o un lapsus. Toma al analista como a
alguien a completar; siempre hay algo que no fue dicho y debe serlo, pero siempre
del lado del saber, no del no saber. Eso es la lógica fálica. La lógica fálica trasmite
tanto la presencia como la ausencia; siempre remite a lo que falta. El obsesivo
remite a la lógica fálica en la escena del tener. De aquí el valor del fantasma
obsesivo. El obsesivo es aquel que atraviesa los fantasmas paso a paso a lo largo
de su vida. Son atravesamientos del fantasma. Hay una posición frente al fantasma
donde el fantasma irrumpe como impulso o con ideas obsesivas. Por ej.: “Si pienso
en mi novia desnuda le va a pasar algo”. Son ideas que se desprenden de los
fantasmas que lo acechan. Los fantasmas siempre tienen que ver con el sexo y la
muerte; son de sexo o muerte del otro son siempre. El fantasma es lo que permite
organizar la realidad, pero al mismo tiempo hace de la realidad una continuidad de
lo imaginario. El fantasma es la forma como organiza lo real, lo cual es diferente a
lo real.
El obsesivo organiza la realidad paranoidemente por esta cuestión de su
posición en relación al falo, y lo disputa con el otro por el tener. Siempre se juega
en esta competencia que supone que el otro no tenga. Esto hace que su realidad se
construya paranoidemente.
La relación entre paranoia y obsesión en Freud tiene que ver con la
homosexualidad reprimida. Esta homosexualidad tiene que ver con la rivalidad
fálica en relación al Otro, con mayúscula, fundamentalmente al padre. De ahí que el
obsesivo se pase su vida midiendo su pene con el del padre, y donde siempre
queda en falta. De aquí la hazaña. La realidad fantasmática está puesta en relación
al otro respecto a la competencia fálica en donde perder supone la pasividad frente
al otro. Que el otro le gane es colocarlo en un lugar de pasividad que lo angustia, y
puede llegar a matarse por eso en la competencia: Por ej. querer pasar a un auto
que lo pasó por la derecha, y lo busca y no se queda tranquilo hasta que él le hace
lo mismo. Siempre la culpa es del otro que inicia el juego, siempre espera la
demanda del otro, porque su posición es de responder a lo que le piden. Deja su
deseo para el momento en que pueda desear; ¿cuándo? Cuando el otro esté
efectivamente muerto, y eso nunca llega aunque ese otro padre esté muerto. El
padre le sigue diciendo y sigue estando en disputa con ese padre. Lo que va más
allá de lo finito. Esa es la lógica en juego; es la lógica de esperar el momento en
que el otro lo reconozca, que el otro reconozca su posición excepcional; tiempo de
59
lo transfinito: siempre esperando a los 80 años a que el padre reconozca que él
tiene méritos para trabajar. Espera que el Otro le pida que él viva, que actúe, sólo
puede actuar si el Otro se lo pide. El obsesivo es un esclavo perfecto del Otro.
¿Por qué duda el obsesivo? Porque espera encontrarse con la certeza, pero
ningún acto garantiza la certeza. Para que un acto lo sea supone cierta dignidad
que para el otro tiene significación. En la vida uno tiene actos que suponen un
antes y un después. No hay muchas cosas en la vida que tienen este valor.
El acto también está en relación a una escena, en el dispositivo analítico, en
la escena trasferencial la palabra tiene un valor diferente al que tiene fuera de
análisis: una equivocación tiene valor de acto fallido. El análisis sostiene una escena
que le da a la palabra dignidad. Si para el obsesivo algo tiene valor de acto, eso lo
confronta con la castración.
La obsesión es entonces una posición frente al acto. El discurso obsesivo
tiene la forma del discurso universitario.
60
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 18
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 16-09-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE
LA RELIGIÓN OBSESIVA
61
Es muy difícil sostener la cura de un alcohólico en un psicoanálisis, pero eso
es una cosa y otra es decir que “la cura es ésta”, como dice la psiquiatría.
Otro problema es cuando se les da la pastilla que toman y si beben
devuelven. El problema es que el alcohólico enseguida se da cuenta de que no tiene
que tomar la pastilla. El problema es que la psiquiatría apunta a la voluntad del
paciente, es decir, apunta al tema desde una carencia, una lógica deficitaria.
El matrimonio entre el alcohólico y la botella deja afuera al Otro, no se pone
en juego la castración.
En el Seminario 24 Lacan dice que la interpretación une significante y voz.
La voz es la parte real de la interpretación.
Un análisis vía mail pone en juego que no hay ahí paso por lo real del otro,
lo sexual del Otro. Para el psicoanálisis el otro que existe es el Otro del sexo,
porque se pone en juego justamente la castración. El chateo es una buena defensa
contra la castración, porque está en juego lo imaginario y lo simbólico del Otro,
pero no lo real.
La voz es lo real de la interpretación, de ahí que no podemos pensar en una
interpretación que sea de letra, de carta. Lacan dice que lo real tiene que ver con el
tiempo en que se da la interpretación, y el tiempo es aquello que está trastocado
en una relación de chat o de mail.
Entonces, la religión es algo que hace consistir al Otro, y hay una cuestión
que Lacan habla en el Seminario 23: que la religión supone dar sentido. Se trata de
un sentido inmanente a todo acto. De ahí que el sentido religioso puede marcar
hasta los actos más íntimos, como el acto sexual: de ahí que para los creyentes el
acto sexual tiene el sentido de la comunión con Dios.
El sentido es algo que cubre el goce. El sentido tiene que ver con la muerte.
Es la muerte lo que da sentido a la religión. Lacan decía que todo analista debe ser
ateo, porque para ser analista, la operación analítica –la interpretación- supone una
operación sin Otro, sin Dios, sino sería dar sentido, como lo hacen los
psicoterapeutas.
De ahí que para el obsesivo estos rituales dan sentido a su vida. Por ej. un
paciente que consulta porque no puede decidir entre su novia de toda la vida y su
amante. Con su novia convivía, pero no la deseaba; era su compañera, y la
histérica de su amante le decía: “Mi vagina es mía y yo hago con ella lo que
quiero”. El paciente consulta entonces porque no puede decidir entre una mujer y la
otra: esta que desea o su compañera. La novia era una chica bárbara, pero no tenía
deseo con ella. Esto era en el año ’77, época de la dictadura militar. Este joven
empieza a entrar en cada vez mayor desorganización y dista mucho de elegir entre
una mujer y otra, cuando algo de lo real comienza a angustiarlo. De ahí empezó a
desarrollar una religión íntima: rituales que tenía para entrar a la casa, para subir a
la cama, pero no terminaba ahí: Él, cuando se acostaba, empezaba un rezo, en
silencio, donde pedía por todos sus afectos. Pero el problema es que en esa ocasión
se le introdujera un interrogante. El interrogante es donde aparece el demonio,
porque es el deseo del Otro: Dios es consistente. Entonces, ese temor hacía que
ese intervalo desaparezca, y era una sola palabra en la que nominaba a todos y que
si no nombraba a alguien algo malo le pasaba. Pensemos que la vida que se vivía
en ese entonces hacia que esto esté muy anclado en lo real: todos vivían
angustiados por gente que podía desaparecer.
Él hacía cada vez más grande esa frase, porque al que quedase afuera algo
malo le iba a pasar. Esto era una convicción que nada tenía que ver con la realidad
compartida, pero encontraba sustento en ella. Esta frase él debía repetirla tres,
trece, veintiuna, hasta treinta y tres veces. Cuando se interponía por ej. “culo”
entre una palabra y otra debía reforzar la frase repitiéndola tantas veces.
Él creía que “algo malo podía pasar”, y esta religión que fue introduciendo
era para ponerle algún coto a esta idea obsesiva. Luego empezó a ir a la iglesia; no
era creyente pero iba “por las dudas”, y se sentía a salvo en la iglesia.
62
Esto es lo que supone la intromisión de ese pensamiento parásito,
acusándolo. Él no era creyente de Dios pero era un creyente absoluto de esta
religión privada.
El obsesivo intenta siempre prever lo inesperado.
Un obsesivo por ej. no pasa por una esquina porque teme encontrarse con
su novia con un tipo, cosa que ya pasó en esa esquina. O sea, el obsesivo teme
encontrarse con lo mismo. En cambio Barreda, por ej., psicótico, al ser preguntado
si lo volvería a hacer dijo: “No; si ya lo hice”.
El obsesivo teme encontrarse con una castración que ya sufrió. Esto es la
represión de la castración. Todo lo que hace es para poner a la castración en el
infinito, lo que está más allá de lo enumerable, lo que no se puede enumerar. Esto
está en relación con la procastinación: el remitir a lo infinito. Todo obsesivo
demanda, pero espera completar el saber del analista. Intenta sostener con el Otro
como si se tratase de poner información en una computadora, porque la
computadora no desea. De ahí la buena relación del obsesivo con la computadora.
Esto no es un síntoma, es justamente uno de los rasgos: obtiene ahí un plus de
gozar. Pero este goce no es con el Otro, tiene un valor aproximado a una
masturbación, digamos que es un casamiento con su propio pene. La dirección de
la cura es sustraer ese goce.
O también en el trabajo encuentran ese goce: “Tendría que encontrarme con
vos”, le dice a la esposa, “es lo que más quiero verte hoy a la tarde, pero no puedo,
me surgió una reunión”.
Son formas de no encontrarse con la castración. Es lo que Lacan trabaja con
Hamlet en el Seminario 5. Hamlet es un personaje, Lacan no dice que es un
obsesivo pero la construcción de un caso clínico también es del orden de una
ficción, porque deja algunas cosas afuera, escucha algunas cosas, y hay por tanto
también un personaje.
Entonces, en Hamlet lo que analiza Lacan es todos los vericuetos que hace
para no encontrarse con un acto: matar a su tío, que él lo sabe desde el comienzo
de la obra cuando el espectro de su padre le dice que su propio hermano lo asesinó
y se va a casar con su madre, entonces le pide a él que realice la venganza.
Hamlet lo sabe desde el primer acto, pero llega al último acto haciendo
desastres, en forma de malos entendidos, pero no puede dar en el blanco.
Lacan analiza ahí lo que hace el obsesivo para no dar en el acto. Todo acto
está en contra de la reglamentación corriente, por eso el obsesivo lo que hace es
arreglar su acto para que esté en correlación con la ley. “Hay una norma, que es
caprichosa, pero yo estoy para hacerla cumplir”. Es una posición de impotencia
frente al capricho de la ley. Realizar un acto tiene que ver con transgredir esa
norma –no decimos quebrar la ley. En el acto lo que se pone en juego, lo que se
trasgrede es un determinado dicho del Otro: “Papá me decía que antes de casarme
tengo que estar muy seguro de con quién me voy a casar”. El acto es sin garantías,
porque el acto es sin Otro. Por eso que el obsesivo dice: “Bueno, ¿qué hago?, ¿está
todo bien?” Pero el acto supone este desvanecimiento del Otro, por lo tanto hay un
desvanecimiento subjetivo: deja al sujeto con un antes y un después. La
interpretación es un decir del analista que hace acto.
63
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 19
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 23-09-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE
La histérica busca completar al Otro, pero le hace la barra al otro para poder
en esa falta del Otro localizarse. Es por lo que al otro le falta por lo cual yo me
aseguro ocupar un determinado lugar: “Vos sos tan idiota que necesitás una mujer
como yo para que te avive”.
64
La mujer obsesiva sostiene al Otro pero taponándole la falta. La histérica
puede hacer una división al Otro; la mujer obsesiva va a sostener al Otro como
completo. UN rasgo diferencial de la histeria y la obsesión de cómo la mujer
sostiene en la pareja: Si ella dice que su novio es divino, lo otro y lo otro,
seguramente es una obsesiva, porque la histérica puede decir: “Es divino, ¡pero se
viste tan mal!” Esto es la estrategia en relación al Otro: Una cosa es barrarlo y ser
su falta y otra cosa es taponar su falta.
Por otro lado, lo que hace la histérica en relación a su segundo tiempo le
permite tener una visión del Otro que pasa por la castración. En cambio, la
obsesiva se puede sumar a la admiración por el falo.
Cuando uno habla de la indicación fundamental de las intervenciones en la
clínica, se podría decir que no es la misma la posición del analista en relación a la
histérica y a la obsesión. Si el analista no hace determinadas intervenciones se
corre el riesgo de que el obsesivo quede años fuera de la escena, sin que nada de
lo que se diga ahí se toque.
Una interpretación, para ser interpretación, debe tocar el cuerpo. Algo del
cuerpo debe resonar, sino estamos hablando de pura especulación significante, sino
es un juego de palabras. Poder hablar de la eficacia en la interpretación, es porque
no es un juego de palabras.
En cierta época en Argentina el psicoanálisis se orientaba sobre el juego de
palabras, a principios de los ’80, y todas las interpretaciones eran de significantes
sobre significantes.
Mas bien Lacan habló de que el analista debía ser amplio en relación a la
táctica, que la interpretación como intervención no puede quedar reducida a un
simple juego significante.
El tema es cuando en lo que el analizante dice hay algo ahí que permite
separar significante de goce, eso es la interpretación, y si se separa significante de
goce algo del cuerpo se toca.
La interpretación tiene un valor sustractivo: sustrae identidad, peso, por eso
aliviana la interpretación, porque todo goce es goce de cuerpo. La interpretación es
lo que permite descristalizar una relación privilegiada entre el significante y el goce.
Si tiene valor de corte la interpretación, es que separa aquello que es del
orden de lo real –el goce- de aquello que es del orden de lo simbólico -el
significante. No es un efecto de lo significante sobre lo significante. No es que
alguien hace de un analizante alguien muy apto para hacer palabras cruzadas.
Freud a partir de los años ’20 se encuentra que no todo es simbólico sobre lo
simbólico. La clínica se encuentra ahí con un rechazo del sujeto a desembarazarse
de lo ligado a un goce. También lo leemos en el Lacan de los años ’70: cómo una
interpretación toca algo de lo real.
Una interpretación de un caso de neurosis obsesiva: Un pibe de 28 años que
su problema tenía que ver con la idea obsesiva de tener el pene chico, y realizó
mediciones, comparaciones, etc. Ligado a que él podía concluir con esto que su
pene era normal, pero al mismo tiempo sostenía la idea de que su pene era chico.
Esa idea giraba a lo largo de varios aspectos de su vida, tenía un profundo sentido
no sólo en el plano sexual sino también en el laboral, etc., donde lo que tenía era
demasiado chico. En un momento el analista dice que si ha podido comprobar que
no era así: ¿por qué tanta insistencia? Y él dice: “Sí; pero esto me impide tener un
lugar en mi profesión”. La analista le dice que si le impide tener un lugar en su
profesión, entonces “es pequeñísimo”. Digamos que ahí le completó el dicho,
porque podríamos pensar que iba en esa dirección lo pequeño de su pene. Esta
intervención lo dejó perplejo, porque era él quien todo el tiempo decía que era
pequeño, y escucharlo del lado del otro lo llevó a que a partir de la siguiente sesión
no habló nunca más del tema del pene, y más tarde dijo que ya no le importaba
más. Había olvidado de que eso había sido una interpretación, y aquí otro rasgo de
la interpretación: la buena interpretación es la que se olvida.
65
En el ’67 Lacan trata de hacer una escuela que responda al discurso del
analista, dados los fracasos de la I.P.A. en sostener el discurso analítico. Porque la
I.P.A. quedaba siempre en una estructura muy piramidal. Lo mismo que las
asociaciones nacionales del psicoanálisis: Cuando uno entra debe tener más de 30
años, por la experiencia de vida que se tiene, porque ya se ha tenido seguro alguna
pérdida amorosa importante, etc. Esto se supone para entrar a estas asociaciones.
La estructura de la A.P.A. es así: Un candidato pide la entrada, y pasa a ser
“candidato” para entrar en la escuela. Se le adjudican dos psicoanalistas didactas, y
deben elegir uno y lograr determinadas horas con él, que son entre tres y cuatro
años de cuatro a cinco sesiones semanales. Cuando terminaba ese análisis
presentaba su pedido para ser nombrado miembro titular.
Después de determinados años como miembro titular, la institución
introducía la figura del “didacta”, algo que se solicitaba para estar en la parte más
alta de la pirámide: aquel que puede hacer psicoanálisis didáctico, que es quien
aspira a ser psicoanalista.
Lacan dice que en esto no se juega el deseo de analizar sino que parece la
universidad. Por eso Freud decía que el psicoanálisis no se podía aprender en la
universidad: ¿Cómo medir el deseo de cada uno? No hay un examen; de eso
alguien se hace cargo o no.
En la A.P.A. se lleva al psicoanálisis al discurso universitario, como si la
cantidad de horas sirviese para decir que uno puede ser analista.
Lacan, frente a ese terrible desvío del psicoanálisis a convertirse en una
práctica burocrática, contra todo eso aparece la pregunta de qué es ser un analista.
Es lo que Lacan trata de investigar cuando propone la estructura del pase.
La estructura del pase es una invención para que un analizante pueda hablar
de su análisis. Está la figura del “pasante” y el “jurado pasador” que elige cierto
analista de la escuela (que por lo menos haya realizado un análisis, que la escuela
garantiza que estos son analistas). No hay analista si no es en relación a una
institución: Los analistas que trabajan solos o con estudiantes no son analistas:
aquellos que no pueden confrontar con colegas su trabajo. No puede haber analista
que no ponga en juego su clínica frente a pares.
Entonces Lacan propone esta estructura del pase: El pasante, el pasador –
un A.M.E.: analista de la institución- y el jurado de pase. El pasante le cuenta al
pasador lo que fue su análisis, y le cuenta de su final de análisis. El pasador, que
tiene función de bisagra, le dice al jurado si hubo o no final de pase. Si lo hubo, se
lo nomina A.E. por un par de años; no es que ya está, porque Lacan propone que
sea siempre una dinámica, que lleva siempre a alguien a confrontarse, porque no
puede darse a alguien por terminado.
Esta es la estructura del pase. Y es ahí donde se puede investigar el tema de
qué es un analista.
Sabemos que uno es analista en tal situación, en el acto: la interpretación.
Lacan habla en el Seminario 11 del deseo del analista. Pero el pase es la forma de
investigar qué es un analista: haber concluido un análisis. Lo interesante es que en
todo testimonio de pase nunca hay registro de interpretaciones. Esto es lo que pasa
cuando la interpretación es eficaz. La interpretación que es eficaz no queda del lado
del analista: “¡Qué bueno que es lo que me dijo mi analista!” Si uno quiere ser
brillante, no es del lado del paciente que uno lo debe ser. Justamente uno es
brillante cuando la brillantez se olvida.
Entonces, la escuela lacaniana tiene estas dos características:
Cártel: Grupos de por lo menos cuatro en donde cada uno habla sobre su
trabajo ante los demás, con un tema elegido previamente y un participante
externo que interviene cuando ve que hay conflictos en el trabajo.
Pase.
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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 20
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 30-09-03
NOTAS: ALDANA DUARTE
FOBIA
Hoy vamos a ver fobia. La posición fóbica tiene que ver con el deseo
prevenido.
También el obsesivo se previene del deseo: “Por suerte ya lo sabía”. La
psicología preventiva es del orden de la neurosis obsesiva.
Pero esto es diferente el fóbico, que no busca saber de lo que va a pasar
sino que busca evitar.
El discurso de la prevención es discurso universitario: transmite un saber
para que algo no pase.
El discurso universitario se opone al psicoanalítico ya que este último apunta
a la particularidad. El discurso psicoanalítico apunta a lo subjetivo de lo subjetivo,
es decir a la nada, pero a una nada muy particular.
La poesía es una organización simbólica que rodea lo innombrable. La
verdad de lo dicho tiene una dimensión poética.
La fobia tiene el deseo prevenido; diferente al obsesivo que busca saber
para no encontrarse con la sorpresa.
En la fobia el tema no es la sorpresa sino la presencia del objeto de lo que
se previene, si bien tiene una dimensión de sorpresa. La castración opera siempre
con la presencia del objeto. En la presentación fóbica se da la dimensión de que es
inespecífico el objeto, a veces la sustracción del objeto es un trabajo clínico.
Muchos aparecen con agorafobia: fobia fundamental, fobia que no puede precisar
un objeto: todo el afuera se convierte en un motivo de temor.
El objeto estabiliza a la fobia. Es una estabilidad no tan estable como el
obsesivo o el síntoma histérico, porque el objeto es menos regulado que un síntoma
en el cuerpo (universo significante). El objeto tiene una movilidad propia para el
fóbico. Si bien es un objeto que opera como significante no deja de tener lugar de
objeto.
La derivación tiene que ver con cuando el objeto caballo se traslada también
a la palabra caballo: ahí está el efecto metonímico.
Es un tipo de neurosis, de su estructura, si es que se trata de tal, pero si
hablamos de lo clínico se justifica un lugar propio.
Lacan habla de placa giratoria como que gira entre otras estructuras, porque
la angustia es lo que la caracteriza: la angustia flotante apenas controlada, y esto
es importante en las formas de presentación de una fobia. Hay que hacer un
dispositivo hospitalario para la fobia. Éste supone cierta escena con límites precisos,
simbólicos, para que pueda tener lugar la transferencia de orden simbólico. Porque
la suposición de saber está ocluida por la angustia flotante. El paradigma de esto es
el ataque de pánico.
El ataque de pánico es el temor angustioso, donde la angustia no tiene
ningún límite: irrumpe la pulsión en forma de angustia y pasa algo diferente a estar
triste o nervioso. No se trata de eso, sino que no puede estar, no hay lugar para
poder estar, no puede estar en un lugar y salir corriendo, y no pueden estar. Se
busca algo que pueda poner un límite.
El desborde angustioso es la imposibilidad de localizarse frente al Otro, por
eso no encuentra un lugar.
El niño con fobia busca construir un lugar a salvo de la mirada del Otro, por
ejemplo se hace una casita abajo de la mesa para buscar un lugar en donde pueden
mirar a salvo de la mirada del otro. Y los gestálticos usan este recurso con los
67
fónicos, lo trabajan desde lo imaginario. Porque en el desborde de angustia no hay
interpretación, hacerlo es empeorarla. Porque en su aplastamiento no puede
sostener la división de la interpretación. Lo que hay que hacer en ese momento es
alojar.
Con el fóbico hay que ser muy cuidadoso con la interpretación. La
interpretación es un decir con la forma de un dicho. El decir produce una operación.
El fóbico no quiere saber nada del decir, quiere un dicho que le permite dar
sentido, y es el fuera de sentido lo que angustia.
Hay clínicos (lacanianos) que ven la angustia como algo a lo que hay que
apuntar siempre por su valor desestructurante: es un estropicio porque la clínica
psicoanalítica no es una “para todos”. Hacer siempre angustiarse al otro es
perversión y no análisis.
El objeto fóbico tiene más valor como significante que como objeto. Es
diferente al objeto fetiche, que tiene que ver con la metonimia del objeto, no del
significante. De ahí el valor inamovible de condición del goce del fetiche.
La muralla fóbica establece barreras de orden simbólico para que no haya
grietas por donde aparezca lo metafórico de lo fóbico.
La fobia está cercana a las patologías del acto, porque el fóbico en la
irrupción de la angustia aparece como proclive al acting out y el pasaje al acto. Por
ej.: Corre para salir de la escena donde perdió toda localización.
Las terapéuticas cognitivas y conductistas tienen mayor penetración a la
fobia: por ej. en el acercamiento en espiral al objeto, por lo que la superación de la
fobia es igual a tocar el objeto fóbico. Esto no es casual, porque son terapias que
trabajan con la realidad.
Tenemos un supuesto: el sujeto ignora la realidad ya que se sobrepone la
fantasía, por lo que intenta separarla.
Fantasía y realidad se interconectan continuamente, es muy difícil en el
relato diferenciar realidad y fantasía, porque cualquier hecho es interpretado desde
el propio fantasma. Toda la realidad se organiza fantasmáticamente.
Las terapias intentan separar lo fantasmático del objeto fóbico de la
realidad: esto es establecer la sugestión. Establecen un S1: significante uno por el
cual organizar la realidad. –“¿Qué dice la estadística?”; “y entonces, ¿de qué tienes
miedo?”. Establecen asideros (S1) para tranquilizar al fóbico. Es lo mismo que
alcohólicos anónimos o neuróticos anónimos o tímidos anónimos.
Una cosa es identificarse con el síntoma vaciado de goce: fin de análisis, y
otra identificarse con ser un extímido. Ej.: Muchos actores que superan la timidez y
luego pueden ser el centro de la escena.
La inhibición es no significante a la fobia antes que se constituye la fobia
como síntoma. La inhibición aparece como un rasgo de personalidad a diferencia
del síntoma fóbico.
El rasgo de personalidad aparece como el “yo soy así”. En un momento deja
de contener la angustia, se deshace la inhibición y aparece el síntoma fóbico. La
conversión del tímido al exhibicionista va todo por el lado del rasgo y modos ligados
al goce.
El rasgo de carácter es un signo de goce pare el sujeto. En la neurosis
obsesiva el rasgo de carácter aparece como síntoma que no produce dolor, al cual
el sujeto se identifica. Esto a veces hace a muchos sujetos inanalizables, porque el
rasgo opera como la gotita mágica que tapa: “Yo no soy obsesivo, soy cuidadoso”.
El rasgo pone en el cuerpo del otro el trastorno: “Yo soy ordenado, si te
molesta el problema es tuyo”. La histeria, la exhibición, la seducción también son
rasgos de carácter.
El fóbico está más acá de poder constituir rasgos de carácter, por lo que
está más ligado a la inhibición, por lo que un viaje en el ascensor puede ser
terrible.
En la clínica el tema es propiciar un lugar; acá hacemos una casita en donde
podemos jugar con el significante. El tema del fóbico es que el significante arrastra
68
lo real de la angustia, puede asustarse de la palabra araña y no de la araña: “No
puedo hablar de eso porque hablar del terror nocturno hace que este aparezca en la
escena”. Hay palabras en la lengua que tienen mayor convocatoria sobre lo real que
otras. La injuria en toda lengua tiene poder de convocatoria de lo real. Por ej., “hijo
de puta” ahora no quiere decir ser hijo de una madre puta. Se van modificando a
partir que se banalizan y van perdiendo convocatoria.
Hoy el “boludo” no es un insulto sino que convoca a un semejante. En el
fóbico las palabras tienen grietas por donde se introduce lo real. El manejo de la
lengua del fóbico es contrario al del obsesivo, que puede hablar de todo (por el
aislamiento), que para él son sólo palabras relacionadas con otras palabras.
El discurso obsesivo tiene que ver con la banalización de las palabras, con el
discurso universitario.
En el caso de los fóbicos, lo cuidadosos que son con las palabras responde a
eso, y ni hablar de un lapsus, que para el obsesivo es: “Bueno, no es para tanto”.
El manejo clínico de la palabra debe ser muy cuidadoso. Siempre busca
reaseguramientos: “Voy a hablar de esto si es que esto no me deja en mi posición
de vulnerabilidad”.
El fóbico tienen un tiempo donde la angustia tiene una lábil estabilización.
El objeto fóbico permite mayor estabilidad.
Después hay una segunda vuelta al síntoma fóbico, que es cuando ponen
distancia al miedo, aparece el miedo a tener miedo que le pase el ataque de
angustia.
El temor tiene como característica lo poco que es significante, que pone
límite a lo real. En esto el temor se parece a la psicosis. El significante tienen poco
valor instrumental a la irrupción del goce del Otro (en el psicótico).
Hay que poder ver lo positivo de la presentación delirante para diferenciar la
esquizofrenia de la agorafobia.
..........................................................................................................
69
Placa giratoria: por ser un “entre” entre las estructuras. La angustia flotante es lo
que la caracteriza, su inestabilidad.
Hay que hacer dispositivo hospitalario con la fobia, es decir, crear cierta
escena con limites precisos, simbólicos para que pueda tener lugar la transferencia
simbólica porque la suposición de saber esta ocluida por la angustia flotante. El
paradigma de esto es el “panic-atack”: desborde de angustia cuando la angustia
no tiene ningún limite, cuando irrumpe la pulsión en forma de angustia y pasa lo
que a todo angustiado “no hay lugar para poder estar”, por lo general, salen
corriendo de donde están.
Imposibilidad de localizarse frente al otro, el otro se va de la escena por lo
que no encuentra un lugar.
En el desborde de la angustia no hay interpretación, sería como echarle
nafta a alguien que se esta quemando, no puede alojar la división porque está
aplastado por la angustia. Lo que hay que hacer es darle un lugar, hospitalario.
Con el fóbico hay que ser cuidadoso con la escansión interpretante entonces
es necesario ponerse en condiciones para poder hacerlo.
La interpretación es un decir que tiene la forma de un dicho pero es en
tanto decir que produce una operación.
El fóbico no quiere nada del decir del deseo, el dicho en cambio, le permite
dar sentido, el fuera de sentido ligado a la angustia, al decir.
70
Fóbico: el significante arrastra lo real de la angustia, él puede asustarse de una
palabra (araña) y no del objeto solamente. No puede muchas veces, hablar de ello
porque hablar implica que aparezca allí el temor en la escena analítica.
En toda lengua la injuria convoca a lo real, si esas palabras se banalizan
pierden este poder de convocatoria, por ejemplo: “hijo de puta”, banalizado, como
saludo, pierde sentido y poder insultante sobre la madre.
En el fóbico las palabras tienen cierta grieta por donde se introduce lo real.
El manejo de la lengua para el fóbico es distinto al N.O. porque puede usarla sin
convocar a la angustia por el mecanismo del aislamiento, en cambio, para el fóbico
las palabras lo llevan a la angustia por eso le cuestan las palabras y el lapsus. Por
ello apuntan a ser cuidadoso con las palabras.
71
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 21
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 14-10-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE
ANOREXIA
72
Pero en las campañas no hay sujeto, en las campañas se dirige a un otro
que es una esponja que uno pudiera empaparla de saber. Es un saber dividido,
separado del sujeto, y los únicos que tiene rédito en esa campañas son quienes las
diseñan y pueden sacar un rédito político.
No se puede transmitir saber sin fisura; hay que dejarle lugar al otro que
escucha, y eso implica que no se puede hacer una campaña para todos.
Por ej.: “El tabaco es malo”. Está bien, pero no es malo para todos; por ahí
a alguien lo está salvando de hacer un brote. El tabaco es malo para el pulmón.
Hay un imperativo de goce, que cuando el nombre del padre, como en
nuestra época, no discrimina lo suficiente, es puesto en cuestión su lugar, hace que
este goce sea más vociferante en su imperativo. Hay un imperativo de goce, pero
que no es algo del capitalismo, es algo de lo que Freud ya hablaba como el
malestar en la cultura.
Bueno, no vivimos el mismo tiempo del malestar en la cultura propio de
nuestra época.
¿Cómo diferenciar el suicidio de un adolescente que se saca una mala nota
en la universidad y el de aquel de la villa que roba un revolver y se enfrente a diez
policías? No es demasiado diferente. Esa cuestión de que el goce es imperativo: “No
hay tiempo para nada”, apunta a la inmediatez.
¿Qué es lo que hace el amor con el goce? Lo ahueca, porque permite la
espera. Porque el goce como goce es imperativo: gozar más inmediatamente.
Los problemas que pasan a nivel de la violencia en la cual vivimos no son
diferentes a los de una clase media – alta donde un chico se suicida porque lo dejó
la novia. ¿Qué es lo que permite ante una falta en lo real construir un duelo? La
referencia fálica. Pero una cosa es que esté fallada y otra que esté limitada en la
misma cultura para su operación. Y el adolescente es alguien que está en un
tiempo de caída de identificaciones y tiene que hacer un trabajo que le permita
construir un lazo social.
Si el nombre del padre no opera en nuestras culturas latinoamericanas,
donde hacerse un lugar para el otro es muy difícil para cada uno, después cada uno
tiene que hacer un trabajo para construirse un lugar para el otro, no le es facilitado.
El sujeto tiene determinadas condiciones imaginarias y simbólicas donde el
sujeto se ubica respecto al otro.
Acá en Argentina para la gente no hay Otro, y eso tiene consecuencias en
las formas de presentación clínica, y cada uno tiene que ser tratado a veces casi
como un psicótico: Está puesto en el lugar de construir algún tipo de sinthome para
construir un lazo al Otro.
La degradación de las relaciones tiene efectos clínicos. Hay un aumento de
suicidios en el gran La Plata año a año. Nosotros leemos el caso por caso, pero no
hay que dejar de ver cómo ese caso está ubicado en la trama social.
Hoy día si algo caracteriza las consultas en el hospital es la gente descreída
del Otro, que le agradece a uno por haberlo escuchado cinco minutos.
Bueno, en estas patologías que llamamos síntomas autistas, o sea, síntomas
que no hacen lazo social, síntomas fuera del Otro, que no hacen transferencia –eso
es síntoma autista-, por eso vemos una profusión de este tipo de patología. Es
estos casos no se puede interpretar si no hay metáfora. Porque la transferencia es
la construcción de una escena que hace referencia a la otra escena, la del
inconciente. Entonces lo primero es construir una escena.
A veces se puede pensar a estos casos como si fuesen una psicosis, y darle
lugar a que pueda hacer algo con su síntoma planteándole la escena sobre la cual
eso puede ser hecho.
En cambio, Aluba apuesta a la reducción subjetiva, a alguien que responda
adaptándose a las condiciones que proponen mediante premios y castigos
regularizados y sistematizados.
¿Cómo hacer con alguien que está en esos bordes de la necesidad, y que si
sigue una semana más puede morirse? Por ej. sujetos que dicen: “Como más allá
73
del hambre”; ese goce que va más allá de la saciedad, algo que lo impulsa a seguir
comiendo. Es diferente del atracón, que no hay un límite que uno diga: “Más allá de
acá”. El límite para el bulímico es la falta de comida en la heladera.
74
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 22
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 28-10-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE
PERVERSIÓN
Una pregunta: ¿La perversión es una patología que pueda estar en el orden
de lo ilegal, ya que su posición en relación a la ley es la de la transgresión? Lo
importante es diferenciar lo que es el perverso como posición frente a la castración
de lo que es el canalla como posición frente al otro. Esto es lo importante, y no
responder a esa pregunta.
En el siglo XIX empiezan a salir las enciclopedias de las perversiones, donde
la perversión era toda aquella práctica sexual que no es natural y del orden de la
genitalidad católica, lo que se llama “la posición del misionero”. Y Freud hace como
una respuesta a estas enciclopedias. Esto de la “posición del misionero” viene de la
India, que descubren, cuando invaden los ingleses, que los “misioneros” ingleses
creían que esa era la única forma de realizar el coito, y todo lo que difería era
perverso.
El tratado freudiano sobre la sexualidad pone en juego la cuestión de la
“sexualidad normal”, y pone en juego lo que es definir la sexualidad y su
problemática: lo que hace al objeto, lo que hace al deseo, etc.
La perversión desde el punto de vista de la época –principios del siglo XX-
estaba planteada desde una posición renegatoria en relación a la castración
(Fetichismo: lo que está en lugar de la falta: el fetiche). De ahí que decimos que
toda la sexualidad masculina es fetichista, porque buscan el pene en el partenaire,
en el lugar de atestiguar que no hay falta.
Esto es una cosa, y otra cosa es la homosexualidad en relación a la
ilegalidad. Siempre las prácticas sexuales se nominaron desde la moral sexual
propia de cada época. La sexualidad del cuerpo es algo abominable y demoníaco
para el fascismo católico por ej.
Le debemos a Lacan el trabajar a partir del “goce femenino” esto de lo
demoníaco propio de la mujer: aquello que escapa del falo, de la vara fálica –vara
fálica porque supone una norma).
La sexualidad Lacan la escribe en relación a dos elementos fundamentales:
En relación al falo
La relación al significante de la falta, es decir: de lo que falta, que es la forma
de escribir el goce femenino. Lacan lo escribe así: S (A)
S (A)
a
75
Hay corto tiempo para el duelo en la cultura. No se duela o se pasa de una
relación a otra. Ese tiempo del duelo que es el trabajo simbólico acerca de la falta
(los tres tiempos del duelo).
Freud en Duelo y melancolía habla de un primer tiempo del duelo que es la
constatación de la realidad de la pérdida del objeto. Esto es tanto para una relación
de pareja como para la muerte de alguien. Y dice Freud que el sujeto debe
constatar cada vez la pérdida del objeto, ubicar que ahí es el lugar de la ausencia
como sujeto (real): lo que tiene es una presencia simbólica (el nombre). Y no es
sólo en el cementerio sino en cada uno de los lugares donde el sujeto estaba con el
objeto. Ese trabajo del duelo Freud lo llama “trabajo de replegamiento libidinal”: es
en cada lugar encontrarse con la pérdida; es un trabajo de constatación.
76
dolores vaginales. El síntoma regula, produce una regulación, es una respuesta del
sujeto a lo imposible del goce, que es desidentificante.
Para el hombre el goce sexual no es desidentificante, porque la referencia
fálica es identificante.
El amor es lo que permite –el amor con la concepción de Lacan del
Seminario 20-, es la única forma de relación que pone en juego a dos sujetos: es
intersubjetivo, por lo tanto es identificante. Es lo que permite identificarse y
allanarse al goce. Y fuera del amor, el goce, cuando no está regulado fálicamente
puede ser angustioso, porque ahí aparece el punto de la degradación frente al Otro:
el ser un puro objeto.
El amor es justamente lo que impide: esa demanda que aparece en la mujer
insistente de: “¿Me querés?”, “¿no me querés?”. El amor es lo que permite que en
la escena amorosa se pueda jugar libremente, porque el amor es el que pone los
bordes a esa escena.
A veces las parejas consultan cuando esa construcción de esa escena se
movió de un lado. Las condiciones de goce que hay en los sujetos son
innumerables: no se puede decir cómo hay que gozar.
Lacan dice que una pareja se arma en la medida en que cada uno es para el
otro el objeto de su fantasma; en la medida en que logran esto esa pareja hace una
escena en común.
¿las personas que prostituyen niños son perversos? No necesariamente. Esto
tiene que ver con una posición frente al Otro. Uno puede ser perverso y tener cierta
consideración en relación al otro que un canalla no pone en juego. Son dos cosas
diferentes: una patología y una posición ética.
Lo que caracteriza a la perversión es la fetichización. Todo hombre tiene una
relación de rasgos perversos frente a la mujer, porque el deseo masculino es
fetichizante: recorta el cuerpo de la mujer; puede dispararse con un pedazo del
cuerpo de la mujer.
Los encantos femeninos (ponerse silicona, etc.) tienen que ver con aquello
en donde la mujer trata de capturar la mirada del Otro. La mujer viste su cuerpo
para la mirada del Otro del sexo, no sólo del hombre. Porque Lacan dice que para
una mujer toda mujer es otra, en tanto organizan su cuerpo en relación a otras
mujeres, que es distinto a cómo un hombre vestiría a una mujer. La ropa interior
femenina tiene que ver con lo que corta el cuerpo de la mujer; el cuerpo tapado y
mostrado.
El deseo masculino es un deseo fetichizante, pero no es lo mismo que el
perverso. Una cosa son los rasgos perversos y otra la posición perversa frente a la
castración.
Una cosa es que el hombre se excite con cierto velo puesto en el lugar de la
diferencia sexual y otra cosa es tener una relación sexual con una bombacha,
donde el género, la prenda, ocupa el lugar del objeto. Ahí marca la diferencia entre
una posición perversa y el rasgo perverso. Porque podemos decir que ningún
neurótico se aviene bien con la falta en el Otro. De ahí que los monumentos sean a
los obeliscos, no a las vaginas.
Encontrarse con la diferencia remite a la propia falta.
Lacan plantea lo que llama la “voluntad de goce”, que es el punto en el cual
el sujeto decide identificar el goce del Otro con un instrumento del goce del Otro.
Lacan define al canalla como “el señor todo el mundo”, el que se hace el
Otro, que define a la realidad. Suele ser el rasgo de algunos políticos de derecha.
Un ej. es Menem: alguien que está fuera de toda regulación; alguien que no está
regulado por un ideal. Una cosa es un fascista que tiene el ideal del odio racial y
otra cosa es la posición del canalla, que no tiene regulación del ideal. Se manejan
no regulados por nada.
No hay por qué responsabilizar a la perversión de la trasgresión del otro. No
eran perversos los que torturaban tampoco: muchos de ellos eran neuróticos. Tiene
que ver esto con la degradación y la desidentificación con el otro.
77
Freud habla del reconocimiento del otro, porque es reflejo propio. El nazismo
puso un corte en esto. Los nazis sólo se reconocían consigo mismos, no con los
judíos.
Muchas veces la cocaína por ej. propone en un delincuente la
desconsideración del otro, porque si lo ven como un semejante no lo pueden matar.
Lo interesante del nazismo es cómo llegó a esa desconsideración del otro
que se ve en los pequeños gestos, las pequeñas historias, y que hablan del grado
de desemejanza con que se manejaban los nazis para con los prisioneros.
Este fenómeno de desemejanza del otro a veces aparece en las culturas, con
lo cual se puede hacer del otro un puro residuo donde no está en juego nada del
semejante. Es la posición del canalla: aquel que se hace el Otro, el que nos dice
cuál es la realidad.
El pensar algo no hace a un canalla; lo que hace a un canalla es que haga
del otro un objeto al cual le aplica la única realidad. El canalla es aquel que nos
define la realidad.
Lacan acá toma a Kant, y dice que es llevar el imperativo kantiano a sus
últimas consecuencias, que hace del otro un puro resto, mostrando el universal.
Sade hace lo opuesto a esto.
78
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 23
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 04-11-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE
EL ACTO PSICOANALÍTICO
Hacia 1967 hay una crisis en la Escuela Freudiana de París, que Lacan había
creado en 1963 yéndose de la I.P.A.
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analista de la escuela cuando se ha trascurrido el pase. Pero ese analista de la
escuela no es para siempre: Lacan propone un período de cinco años. Lo
importante es que para ser A.E. alguien pide serlo. En cambio el A.M.E. no es por
pedido personal sino que se lo nomina desde la escuela.
Lacan rompe con la I.P.A., y está todo el proceso de críticos, y luego Lacan
rompe con la Escuela Freudiana de París, porque dice que ha fracasado en el cártel
y el pase.
Lacan entonces dice: “Yo la fundé, yo la disuelvo”. Lacan la disuelve y dice
que funda la Escuela de la causa freudiana, y que quienes quieran ingresar a ésta
deben pedir admisión o a Colette Soler o a Jacques Alain Miller.
Algunos analistas le hacen juicio a Lacan, porque se niegan a que él pueda
disolver la escuela. Fue un juicio (legal) contra aquel con quien estaban en
transferencia de trabajo, o sea que fue difícil hacerlo. Le inician un juicio, que es
muy público: salía todos los días en Le Monde. Esta gente pierde el juicio. Varios de
ellos, que entraron en esta colisión con Lacan, formaron ahí lo que se dio en llamar
luego el Lacano Americano, estuvo muy ligado a los que se enfrentaron en ese
momento con Lacan: son los que en Latinoamérica fundaron lo que se llamó el
Lacano Americano. Hicieron una forma de organización que es en cierta manera
anti institucional.
Entonces, los lacano americanos mantienen esta posición, con cierta crítica a
la figura de Lacan, despegando la figura de Lacan al Lacan escritor.
En cambio los de la E.O.L., los millerianos, jamás lo critican.
El analista tiene que poner en cuestión lo que hace, porque siempre está en
juego su propio goce. Y si no goza en otro lado goza con sus pacientes. Y ser
analista tiene que ver con el deseo del analista y no con prácticas gozosas. Esto es
una posición ética: si hay análisis es porque el paciente no encuentra un objeto en
el fantasma, sino es otra cosa.
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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 24
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 11-11-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE
CLÍNICA DE LA PAREJA
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Hay una diferencia entre una pareja en la que surgen modificaciones y
brotan como crisis a una pareja que no se ha podido armar como tal.
Hay movimientos de constitución de la iniciación de una pareja que tienen
que ver con cómo se aceptan las diferencias del otro, en relación a los ideales y
también en relación a los fantasmas. Porque si no hay entrecruzamiento entre los
fantasmas difícilmente puedan estar.
Esto no quiere decir que no haya otras formas de dirimir la cuestión: A veces
hay parejas que no se arman en relación a lo sexual, donde lo sexual es una
cuestión secundaria.
82
Uno puede llegar a perdonar a alguien que dice que se equivocó en mucho,
alguien que muestre cierta consideración en relación al otro.
Cada uno de los integrantes de la pareja espera que el otro le de alguna
razón en la conminación de su demanda.
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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 25
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 25-11-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE
PSICOSIS
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Un rasgo de la psicosis es lo no dialectizable: supone no dialectizar su
discurso en relación a los otros.
“No retroceder ante la psicosis” es una cuestión que se tornó en como una
épica, pero la cuestión no es ni retroceder ni avanzar, porque la clínica
psicoanalítica es muy eficaz tanto en la psicosis como en la neurosis. De hecho, es
la más eficaz para la psicosis: de hecho los tratamientos psicofarmacológicos dicen
que son eficaces en el 12% de los casos psicóticos, más allá de que sin duda
moderan, etc.
Un psicótico puede vivir una vida, quizás con ciertas dificultades en relación
a la de un neurótico, pero una vida estabilizada. Y con un psicoanálisis uno puede
darle ciertas suplencias de borde.
85
TEORICOS:
CLÍNICA DE
ADULTOS
86