Teóricos de Adultos

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CLÍNICA DE ADULTOS

TEÓRICO NÚMERO 1
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 01-04-03
NOTAS: ROCÍO MAYORGA

PSICOLOGÍA CLÍNICA Y CLÍNICA PSICOANALÍTICA


Diferenciamos las psicoterapias de la clínica psicoanalítica. Antes el
psicoanálisis era ejercido por médicos.
Todas las clínicas, incluso el cognitivismo, son deudoras el psicoanálisis. El
psicoanálisis no se trasmite como una acumulación de saber. No existe la
transmisión sin conflicto. El débil mental se define como aquel que no puede atacar
el discurso del A, no puede cuestionar
La transmisión del psicoanálisis no puede ser evaluada por mecanismos del
psicoanálisis que priorizan la acumulación del saber.
Cuando uno relata un caso hay algo de lo particular de cada caso que lo
coloca como un nuevo caso. El psicoanálisis es un saber en constitución.
También es un saber fundamental el que se extrae del propio análisis: no
puede haber analista que no haya experimentado su propio inconciente.
El primer punto del programa trata sobre la ética del psicoanálisis. El
psicoanálisis parte de una ética. Esta ética se opone en Anna Freud y en Lacan. En
Anna Freud la ética era la contratransferencia, y en Lacan es el deseo del analista.
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NOTAS: MARÍA INÉS MACHADO

¿Hay una Psicología clínica? Esta es una clínica psicoanalítica de adultos.


Los que dicen hacer psicología clínica sólo lo hacen desde una referencia
teórica porque no hay consenso científico sobre la psicología.
- en 1890 la referencia, era el conductismo.
- en el ´59 la clínica eran los test y las entrevistas diagnósticas.
- en el ´62 Bleger “Psicohigiene y salud mental”. Ligado a la prevención.
- ´63 las promociones que egresan empiezan a practicar psicoterapias porque
estaba prohibido ser psicoanalista sin ser médico.
- Cuando las carreras de Psicología empiezan a crecer , la A.P.A. crea “Escuela de
psicoterapia para profesionales graduados (psicólogos)” Se enseña psicoanálisis a
los graduados.
- Hoy la APA perdió prestigio desde la llegada del lacanismo. Y las facultades son de
orientaciones psicoanalítica, exceptuando San Luis (conductista).
No hay clínica que no sea psicoanalítica porque todas las demás
consideradas psicoterapias (clínica por lo verbal)son deudoras del psicoanálisis.

Concepto de clínica:
No hay en la carrera especialidad en psicología clínica, lo que hay es clínica
psicoanalítica, sistémica, etc.
La psicología es multicausal y pluridimensional.

El psicoanálisis provoca transferencia, porque IMPLICA a quien escucha


cuando es transmitido. Por ello se habla de transmisión y no de enseñanza
universitaria. Es decir, no es posible la transmisión universitaria, que tiende a ser
un saber completo sin fallas. Lacan enseña “ que el saber del otro no esta
completo”, no hay corpus teórico psicoanalítico que de cuenta del saber total.
¿Qué es lo que hace que el sujeto se implique? El niño cuando encuentra
una falla en el discurso del padre, es cuando puede inscribirse en el lenguaje,
preguntarse. La orden por el contrario no deja lugar a la pregunta, se muestra
completa, así es imposible implicarse.

1
La evaluación universitaria es incompatible con la transmisión del PSA,
porque evalúa un saber acumulado. El psicoanálisis es siempre un saber a
constituirse, la incertidumbre ante cada caso nuevo es inevitable.
Un saber que se extrae también del propio análisis. No hay analista sin ser
analizado
Lo más importante es “hacer experiencia del inconciente” tener lapsus,
sueños, saber que uno esta dividido, efectos de sorpresa, uno no se la ahorra por
más experiencia que se tenga.
La cátedra apunta a una transmisión desde un psicoanalista y no desde un
psicólogo.
Problema: ¿Cómo se estudia clínica sin un paciente? Necesidad de la
presencia corporal del otro, para poner en juego la castración (la falta de cada uno)
El encuentro con el otro es un encuentro real, es ese momento y nada más allí no
se ahorra nada, esto es lo que implica estar frente a un paciente.

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 2
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 08-04-03
NOTAS: ALDANA DUARTE

RELACIÓN DEL PSICOANÁLISIS CON LA CIENCIA

Vamos a plantear algunos parámetros para pensar la clínica psicoanalítica.


Vamos a empezar por la cuestión del psicoanálisis y la ciencia.
Un determinante importante en nuestra época es el discurso científico, que
ha sustituido como creencia a la creencia de las ideologías y la religión. El
posmodernismo se caracteriza por la entronización de ciencia como un discurso
globalizado. El discurso 1 pasa por la ciencia. Lo que define a nivel del sujeto la
ciencia es el “se debe”; no va por el lado de la moral: no tiene ningún sujeto.
La ciencia se desarrolla a partir de suprimir el sujeto de su propio discurso.
Un ejemplo de esto es el tema de que hay leyes científicas y no importa quién las
haya descubierto.
La ciencia es una creencia que sustituye a otra, tal como lo era la ideología o
como era Dios. La ciencia busca en un ratón los marcadores genéticos que permitan
explicar la conducta del sujeto parlante. Entonces se habla de que “se demostró”,
“se descubrió”. En la ciencia no hay sujeto en este “se...”. La ciencia en la
actualidad es un sustituto de la religión. Cuando se dice de algo que “es científico”,
este “ser científico” aparece como portador de la verdad.
La clínica psicoanalítica no entra en la ciencia; podemos llamarla “disciplina”.
La psicología debió separarse del psicoanálisis para ser considerada como ciencia.
Psicología es por ej. El cognitivismo: las investigaciones cognitivistas quieren
demostrar con el sentido común si existe el sentido común. Por ej.: decir que la
mayor parte de los esquizofrénicos nacen en otoño o decir que los colores oscuros y
grises precipitan la depresión. ¿Hace falta gastar miles de dólares en lo que ya se
decía hace miles de años?
La ciencia psicoanalítica no constituye un discurso dominante; más bien todo
lo contrario. En un hospital se le deriva a un psicólogo un paciente cuando no se
comprueba nada orgánico.
En el tratamiento con farmacología, lo que se deja afuera en esto, la causa,
es lo interesante. Nosotros podemos encontrar mediadores del insomnio; por ej.:
con dopamina escasa cuesta dormirse, por lo tanto: con dopamina curamos el
insomnio, cuando sabemos que el insomnio no está en el propio cuerpo sino en el
Otro. Podemos dormirnos cuando podemos abandonarnos en los brazos del Otro. El
sujeto se duerme en la escena. Hay una causa del dormir y el despertar que está
en el Otro.
La ciencia confunde el mediador con la causa. Esto mismo ocurre con los
trastornos psicosomáticos, por ej. con las alergias; la determinación está fuera del
cuerpo.
Lacan planteó en 1938 el concepto de “nombre del padre”. La declinación del
nombre del padre la piensa por primera vez desde aquí, y estudió los efectos de
esta declinación. Parece que los psicoanalistas fuesen partidarios a una sociedad
patriarcal en donde la ley se imponga. Esto corresponde a una nostalgia del nombre
del padre. Pero esto sería buscar una sociedad medieval.
El nombre del padre define una posición de goce frente al Edipo. No se lo
debe confundir con una posición familiar, porque es una función. Por ej.: los grupos
de mujeres golpeadas, donde piensan: “Esta mujer está degradada por dejarse
golpear durante 10 años”. Se parte de una recomposición narcisista vía la
identificación, donde el enemigo es el hombre. Esto reduce la subjetividad. Este
tipo de terapias se suele hacer con alcohólicos, bulimia, droga, etc. Esto es de lo

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peor, produce identificaciones y el que se va se transforma en traidor, y entonces
se dice: “Que se joda, porque le gusta que le peguen”. Acá los psicoanalistas
tenemos mucho para hacer. Fuera del concepto de goce, fuera del psicoanálisis no
es posible estudiar esto. Hay algo que regula que está por fuera del placer-
displacer.
Lo que marca el paso del modernismo al posmodernismo es la caída de las
grandes ideologías.
El canalla es diferente del perverso. Hay un artículo de Zanghellini sobre
esto: El canalla no se guía por ningún ideal. Un ejemplo sería Menem. En relación a
lo que sería la clínica con Menem: vemos que la creencia en el valor de la palabra
es diferente antes y después del ´90. Menem decía: “Yo digo esto” y al otro día
decía: “Yo nunca dije eso”. Esta banalización de la palabra es un efecto en el
gobierno de Menem; es como separar el acto de la palabra.
Hay una tesis lacaniana que es una interpretación de cuando la palabra hace
acto. Lacan habla del algoritmo de entrada al análisis: hay un significante de
entrada en análisis; es un significante cualquiera que representa al analista, que se
pone en relación a un significante cualquiera que representa al sujeto. Algo
significante del analista está en relación con algo significante del sujeto.

${ S  Sq (ste. Cualquiera)
S(s, s, s, s...)

Recordemos acá que el signo representa algo para alguien. Por ej.: el rojo
del semáforo: Nunca entendemos, sin la noción de goce, el hecho de que alguien
frente al semáforo rojo apriete el acelerador.
El psicoanálisis es un hecho de discurso y cura por la palabra; lo que son los
efectos de la palabra. Y como hablábamos de banalización de la palabra, de falta de
creencia, el “que se vayan todos”, esto nos está indicando que no son buenos
tiempos para el psicoanálisis.
Todo incide en la clínica psicoanalítica, incluida la política. No es la misma la
demanda que atiende Freud a principios del siglo pasado, ya que es una demanda
que se dirige a alguien consistente, el médico, que no era un semejante: era el
médico, con una importante transferencia previa y un importante poder sugestivo.
Los pacientes en cambio hoy pasan por una degradación de la figura del Otro,
cuando la hay. ¿Hay alguien que le responda al viejito de PAMI?
La consulta psicoanalítica es uno de los pocos lugares donde se puede
constituir un Otro: el que escucha. Sobre esto se sostiene la transferencia; no hay
transferencia si no hay un Otro.
Cuando se habla de borderlines es porque hay neurosis, por el mecanismo
de represión, pero que sin embargo no están adecuados a la constitución de un
Otro simbólico, lo que imposibilita la entrada a la transferencia. En la consulta, ante
la demanda de amor, responder con amor es responder con la impotencia, lo que
no posibilita la constitución del sujeto.
En la época menemista, entonces, se ha banalizado el nivel de la palabra, no
se constituye un nuevo ideal sino una degradación del ideal. Si no se responde con
el ideal se responde con el yo ideal, es decir, con el narcisismo. En relación al
narcisismo Collete Soler habla de un neologismo: un narcisismo clínico, porque
rechaza todo ideal como regulador. Por ej. quien dice: “A mí lo único que me
importa es que me vaya bien. Si vos querés compartirlo conmigo no hay problema;
mientras no me limites está todo bien”. Deja de funcionar el ideal para hacer lugar
al narcisismo: “Está todo bien mientras no me jodas y limites”. Acá se ve que no
están los valores de antes.
El psicoanálisis da cierto albergue al amor en el amor de transferencia. El
amor de transferencia tiene que ver con el que supone cierta creencia en el otro, el
otro del amor. Si no hay un otro a quien amar tampoco hay un otro ante quien
quejarse: Hoy día es diferente una huelga y un piquete: La huelga se hacía en

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relación a la creencia subjetiva en un Otro, teniendo en el cálculo que le hace falta
al Otro que yo trabaje. En los ´90 se desarticuló el movimiento gremial, porque le
faltó un Otro ante quien provocar falta. En la huelga docente por ej.: ¿A quién le
hace falta no dar clase? Sólo al estudiante le hace falta, y perjudica al que colabora
con la huelga docente. El piquete en cambio apunta al otro semejante, al otro con
minúscula. Por ej.: el corte de tránsito está dirigido a nosotros; dicen: “Nosotros
estamos peor”. Es muy diferente a la lógica de la huelga.
Cuando escuchamos a alguien debemos ver a qué falta del otro se dirige el
demandante.

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NOTAS: MARÍA INÉS MACHADO

Relación del PSA con la ciencia


El discurso científico es el mayor determinante de nuestra época. Por
ejemplo se lee: “Se encontró el gen del alcoholismo, la sustancia de la
homosexualidad”. El discurso científico no es más que una creencia que sustituye a
otras (la religión, las ideologías, etc.) Propio de la posmodernidad. Algo del discurso
imperativo pasa por la ciencia, a partir de un “se debe”, pero no ligado a la moral.
Funciona por leyes que son independientes, deja de lado al sujeto, son leyes no
determinadas por nadie.
La clínica funciona por la demanda. No es científica, en tanto no entra de los
cánones de lo que se considera tal. La psicología debió despojarse del PSA para
poder considerarse científica.
Hay que contextuar esta clínica dentro de los discursos imperantes (hoy la
base química de todas las conductas), porque por ejemplo se deriva a un psicólogo
cuando no se comprueba nada orgánico.
Lo importante es que siempre dejan de lado la causa, es decir puede haber
realmente problemas orgánicos pero cuál fue la causa se deja de lado. Por ejemplo
la causa del insomnio no está en una sustancia, sino en que no puede abandonarse
a los brazos del otro, cada uno tiene un ritual para dormir.
La ciencia confunde la causa con el mediador, esto se ve claro en los
trastornos psicosomáticos (asmas, alergias, etc.) la determinación esta por fuera
del cuerpo, si bien este está afectado y se lo trata medicamente, no hay que olvidar
la causa.
En el ´38 Lacan nombra por primera vez en “La Familia” la función del
nombre del padre, habla de que partir de la “declinación del nombre del padre”
pudo surgir el psicoanálisis. El nombre del padre. actúa como ordenador, como
ideal viene fallando en nuestra cultura hace mucho. El nombre del padre define un
lugar del goce en el Edipo.

Pareja: cada uno es para el otro objeto de su fantasma. Violencia en una pareja
cuando el fantasma no logra regularla, cuando no se puede responde con palabras
a las demandas del otro. Falla en la regulación.
Tratamiento de mujeres golpeadas, se basan en la identificación entre ellas “
soy una mujer golpeada” y el enemigo es el hombre. Es un error porque la
identificación a un ideal implica reducción de la subjetividad. Terapias por vías del
género son malas porque él es el enemigo y la que se sale del grupo una traidora.
Pasaje a la postmodernidad, caída de ideologías que agrupaban.

El perverso es diferente del canalla: Aquel que no se regula por ningún ideal,
no hay ideal que lo limite. Por ejemplo, Menem, primero dijo que había que ir a la
guerra después que no por la paz, para él no tiene valor la palabra, la banaliza, es

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sólo decir, nada más, es como separar el acto de la palabra. Para Lacan la
interpretación “es cuando la palabra hace acto”.
Para llegar a esto es necesario un tiempo de preparación, preeliminar.
¿Cómo entrar en transferencia?: El significante de entrada en análisis en un
significante cualquiera que represente al analista y que se pone en relación a otro
significante cualquiera que representa al paciente.
Algoritmo de la transferencia (de entrada en análisis):

S1 Sq
S (s,s,s,s)

Algo significante del analista se pone en relación con algo significante del
sujeto. Por ejemplo, cuando el analista es soñado (significante) por el sujeto. Para
la entrada es necesaria la relación entre dos significante, que ya supone entonces,
un discurso.
El psicoanálisis es un hecho de discurso y una cura por la palabra (efectos de
la palabra). Hoy no es buen momento para el psicoanálisis porque hay una
desvalorización de la palabra en forma general. Los pacientes actuales son S que
pasan por la degradación, el desdibujamiento del Otro, no encuentran otro que los
escuche. El espacio analítico permitiría esto pero este Otro debe constituirse, sino
se constituye ese Otro no hay transferencia. Cuando no ocurre “Neurosis no
transferenciales”, clínica del acto.
Constituir otro para el cual la palabra propia tiene un valor, desconocido
para el sujeto sino sería demanda y respuesta de amor. Si uno a la demanda de
amor responde con amor, es responder con impotencia, porque amar es “dar lo que
no se tiene”.
Las culturas se han constituido en función de un ideal, si hoy no hay ideales
se responde desde el yo ideal, cada uno vive su camino, su vida y el otro es
compañero de viaje.
Collete Soler habla de “narcisismo” implica el narcisismo de la época, que es
cínico, descree de todo ideal: “Lo importante es que a mí me vaya bien, si quéres
acompañame, pero no me jodas”.
Hoy en las parejas hay mucho de esto también, son equidistantes: “cuanto
me das, cuánto te doy”. Es más saludable si los dos pueden estar regulados por
algo exterior a ellos, un ideal.
Amor de transferencia, supone creencia en el Otro de amor, si no hay otro a
quien amar no hay otro a quien quejarse.

Dos lógicas distintas: la de la huelga y la del piquete. La primera se basa en la


creencia de que si yo no trabajo le provoco una falta en el Otro. El piquete apunta
al otro semejante, justamente ya la huelga no tiene efecto porque no hay Otro, por
ejemplo la huelga docente a quien le hace falta eso? Se termina perjudicando
finalmente a los alumnos.
Conceptualización del Otro propio de cada época. Ante cada paciente ver a
qué otro se dirige. Hoy generalmente, es otro impotente.

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 3
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 15-04-03
ÉTICA Y MORAL
El tema de hoy es ética y moral.
El tema de la normalidad y la anormalidad se plantea en el seno de cualquier
relación de pareja. La anormalidad es una referencia tercera en relación al plano de
la pareja.
-“¿Está bien lo que él hace, etc.?” Se le suele preguntar al analista quién
tiene razón, y quién necesita tratamiento.
Esta cuestión de la normalidad se articula a la moralidad y a la ética. La
moralidad es aquello que tiende a normalizar la conducta: lo que uno hace está
bien o mal. En la moral cristiana, si uno no la cumple cae en el pecado. El pecado
es aquello en lo que se está a distancia respecto del deber ser.
En alguien que viene a consultar muchas veces hay una demanda de sanción
moral respecto a lo que hace. Por ej.: Una persona que viene diciendo: “Yo toqué a
una nena de 12 años, le toqué los pechos y no sé por qué lo hice, luego pensé que
estaba mal y se lo conté a mi mujer y ella me dijo que consulte a un psicólogo”.
Una cosa es lo bien o mal y otra lo entendible o lo inentendible. Este era un
sujeto muy religioso, y en determinado momento dice: “Por algo debe ser que
tantos sacerdotes cometen este tipo de actos con menores”. Es decir que eso, de
alguna forma lo haría más normal, dentro de ciertas normas.
La explicación sería: ¿Cómo puede ser que personas que son transmisoras
de moral realicen actos transgrediendo esa moral que trasmiten?
Este sujeto venía a demandar cierto entendimiento ligado al perdón. Porque
dentro de una estructura religiosa la demanda es de perdón. El perdón permite unir
nuevamente al creyente, penitente a Dios. El pecado tiene una función fundamental
en la relación del creyente con Dios. No hay creyente si no hay culpa.
La función de la culpa tiene que ver con la forma de presentación con la cual
el sujeto demanda en la cultura. La cuestión de la culpa, la sanción es algo que
aparece en toda demanda. El sujeto que demanda muchas veces está en relación a
la culpa.
Ahora, la culpa es deudora de una presencia, de una creencia en el Otro, de
una creencia en Dios.
La culpa se desplaza a la ciencia. Se pasa de no cumplir con Dios a no
cumplir con los procedimientos o tratamientos médicos. No cumplir el orden, y el
orden ¿qué es? La normalidad. Para la medicina hay normalidad. Por eso hay una
sexología: Una disciplina médica que regula las relaciones sexuales.
Hay gran diferencia con el psicoanálisis. Freud decía: “No hay una
normalidad sexual”; “No hay objeto para la pulsión”; “No hay ciertas prácticas
sexuales que son normales y otras que no”.
O sea, Freud no puede partir de la normalidad para explicar la
homosexualidad, la perversión, el fetichismo, el masoquismo. Supone eso una
posición subjetiva frente al objeto sexual y no solamente por la índole de la práctica
sexual. Decir que alguien es homosexual no nos dice nada de si es perverso o no.
No podemos plantear a la “normalidad” para construir una moral
psicoanalítica.
El tema es cómo escuchar el analista con un oído que no aparezca
perturbado por su moral.
Cada analista tiene sus límites acerca de lo que puede escuchar. Pero eso no
es sin su análisis particular. No puede haber analista antes de que haya análisis, el
primero es una consecuencia del análisis.
Cuando uno escucha escucha significantes. Cuando los analistas escuchan,
escuchan la particularidad discursiva, del discurso del demandante. Cuando Freud
decía que había que escuchar con atención flotante, es decir, no quedarse prendado

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del sentido que el paciente trae: “Hoy no tengo nada importante para hablar”. Esto
de lo “importante” tiene que ver con el sentido que el paciente le da a lo que
cuenta. No es el sentido lo que hay que escuchar.
El analista es todo el tiempo analista, pero esto no quiere decir que el
analista siempre escucha como analista. A veces lo hace. La posición de analista
tiene que ver con estar siempre ocupando un determinado lugar respecto al
paciente, y eso no siempre pasa así. El analista debe apuntar a escuchar el
significante, pero a veces escucha el sentido. Porque el analista es un lugar al que
el analista debe apuntar, pero en el cual no puede estar siempre.
Es como decir: La asociación libre es condición de análisis. Pero pueden
haber una o varias sesiones sin que haya asociación libre.
La moral tiene que ver con el sentido, con el bien y el mal, es aquello que
permite despejar lo que es de un lado y lo que es del otro, la moral tiene que ver
con la normalidad, la forma en que se considera lo normal y lo anormal.
La moral propia de cada época hace que se midan las conductas en forma
diferente.
La moral tiene que ver con una determinada época, con perceptos: “La
moral media de determinada época”, se llama.
Cuando uno recibe un paciente uno puede preguntarse: “¿Puedo escuchar a
alguien que abusa de niños?” Es decir, si uno lo puede escuchar sin repudiar. No es
que no sea repudiable o punible. Esta es una cuestión para no tomarlo en
tratamiento.
Por ej.: Una familia que viene y dice que el padre (presente) abusa de la
hijastra. ¿Qué hace el analista? Porque atenderlos implica decir que el problema es
psicológico, porque venían al psicólogo o iban al tribunal. Pero uno puede ponerlo
en relación a la ley, y decir por ej.: “Bueno, yo recibo al paciente pero que también
haya una intervención de un tribunal de menores”. Porque no es sólo lo psíquico del
paciente, también está la chica.
Acá no es lo que está bien o lo que está mal, con el sentido sino con aquello
que está en relación a la ley. No es una cuestión moral, etc., sino ética.
La mayor cantidad de abusos se da dentro de las familias, justamente allí
donde se más difícil que la ley entre.
Si nosotros tomamos el paciente sin que la ley haya operado, ¿no estamos
en la misma posición de que alguien que mata y está loco es inimputable? Hay ahí
una responsabilidad del analista.
Caso de una chica que acusó al padre de haber matado a la madre, eso fue
dentro de un tratamiento, que la chica dijo haber recordado eso.
Hace unos 20 años, en hospitales empezaron a consultar personas ligadas a
la represión de 1976-1983. Personas que habían colaborado, participado de
torturas, matado gente. Se planteó en los servicios de salud mental qué se hacía
frente a estas circunstancias.
Desde el punto de vista de la moral médica uno debe recibir a todo paciente
que viene a consultar.
El código de ética del psicólogo está copiado del médico (del código se
pregunta en el final). Uno está obligado a atender a alguien que viene a pedir
ayuda.
Entonces se planteó aquello, no porque esta gente no padeciera: venían con
martirios, delirios, sufrimiento, etc.
El Hospital de Lomas fue el primer servicio, creado en el ´67, con esta
condición contemporánea, el primer servicio moderno, en el área de Salud Mental
(psicólogos y psiquiatras).
En el ´84, por primera vez en Argentina el director de Salud Mental era un
psicoanalista. Entonces se juntaron los psicólogos y psiquiatras y se decide no
atender a las personas que habían sido torturadores, quienes no fueron condenados
porque por la ley de Obediencia Debida sólo se juzgó a los comandantes. Es decir
que eran personas sobre quienes el Estado no había establecido sanción penal.

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Se resolvió no atender. Dos años después de esto apareció en una
supervisión de hospital un caso de un torturador, que no era eso por lo que
consultaba sino por otras cuestiones. El analista que lo estaba atendiendo lo hacía
desde hace un año y medio. Entonces se planteó si se lo sancionaba a ese
terapeuta o no.
Y apareció ahí el caso “Lobo”, un terapeuta de Brasil que supervisaba con
otro analista de Brasil, que se descubrió que éste analista no sólo atendía pacientes
sino que había participado de torturas en San Pablo.
Esto leva a pensar si el psicoanálisis tiene una moral propia: ¿Es analista
alguien que tortura?
Esto lleva a la cuestión del límite, si podemos pensar que el analista debe
tener una determinada moral. Por ej.: pensar que los analistas deben ser ateos, de
centro izquierda y liberales en las cuestiones sexuales. Pero eso no hace al analista;
el análisis no es una concepción del mundo. La moral de uno no es la moral del
psicoanálisis. El tema es cómo escuchar al otro, a lo heterónomo, a lo diferente sin
la propia moral. ¿Cómo el analista hace para pagar con su propia persona la
escucha? La propia persona serían los propios ideales: políticos, religiosos, etc.
¿Cómo uno siendo ateo puede escuchar a un creyente? Sin duda uno debe poner en
cuestión todas las investiduras en psicoanálisis, pero eso no quiere decir que el
psicoanálisis sea un convertidor de ateos.
El sujeto advertido, es decir, después del análisis, ha podido poner en su
propia escala la propia personalidad.

El analista es analista aún a pesar de sus propias identificaciones. Cuando


uno pone en marcha el dispositivo, si éste funciona, éste es analista. Es más allá de
lo que él crea, de sus identificaciones y su ideología.
Esta cuestión de cómo escuchar lo diferente es la gran cuestión en la clínica
psicoanalítica. ¿Cómo el analista soporta lo hetero del otro? El psicoanálisis, como
dispositivo, es uno de los pocos lugares en el mundo que permite escuchar lo
hétero del otro. Lo hétero es lo radicalmente diferente.
El análisis apunta a lo particular del otro. Lo histérico o lo obsesivo es lo que
permite reconocer, encontrar o sea, lo mismo en el otro. Por eso el psicoanálisis no
es escuchar eso sino qué histérico, qué obsesivo. Cuando uno escucha la tipología
clínica no escucha lo diferente del otro. Lo que puede escuchar del sujeto es cuando
escucha algo de lo particular del sujeto, de lo que se contrapone a lo histérico.
La clínica apunta a encontrar lo general en lo particular: la estructura
histérica en tal, o la obsesiva en tal otro.
Ahora, todo ese saber sirve para analizar lo mismo en lo diferente. Pero ahí
estamos hablando de la tranquilización del analista y no desde la particularidad del
caso.
Por eso tantas veces Lacan decía que el diagnóstico a veces se pude hacer al
final de un análisis.
Ahora: ¿El diagnóstico sirve para la clínica? En una época el psicoanálisis
partía del diagnóstico. Es más, la formación del psicólogo era en técnicas
proyectivas, y el analista le mandaba a un psicólogo el caso, éste le devolvía un
psicodiagnóstico, y con eso empezaba el tratamiento. Es decir que eran analistas
que no querían escuchar. El problema es cómo ese diagnóstico organizaba su
escucha. Es un diagnóstico fuera de la palabra. Estamos hablando de psicoanalistas
de la A.P.A. en los años ‘50 y ’60. Se integraba el psicodiagnóstico a un análisis.
Hoy en día ningún analista deriva a un psicodiagnóstico. Éstos se usan en el
ámbito forense.
Pero, es una costumbre que ya no se acostumbra.

Cada caso tiene una lógica propia, la dirección de la cura con sus cuestiones,
una lógica del Otro. En un ateneo se trata de esto. Otra cosa es centrar el ateneo

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en el diagnóstico, como pasa en los ateneos médicos. Con lo cual puede servir ese
ateneo para otros casos.
Ahora, a un ateneo psicoanalítico se va en función de poder dirimir ahí la
particularidad de ese caso. No es el diagnóstico o la estructura psicopatológica lo
central sino la particularidad, y en esa particularidad entra el analista.
En la casuística médica aparecen 50 casos, 100 casos. En cambio Freud
publicó 5 o 6 casos. ¿Qué grado de cientificidad tiene la particularidad del Hombre
de las ratas, si lo que se transmite en ese caso es la particularidad el Hombre de las
ratas? Lo que se transmite es esa particularidad tan rica que expone Freud, aunque
se puede poner en cuestión si fue un éxito o un fracaso terapéutico, por ej. en el
caso del Hombre de los lobos.
La lógica con la cual uno puede poner en consideración un psicoanálisis es
muy diferente a la lógica de la práctica científica.
Para un científico contemporáneo el psicoanálisis se parece a una religión, a
una creencia. Es cierto, hay una cuestión de creencia en la palabra, en el
inconciente, y si eso no está no se puede poner en transferencia a un síntoma. En
el ámbito psicoanalítico de la clínica eso está en primer lugar. Sino para qué alguien
va a consultar a un analista, si no lo va a medicar.
La transferencia es la construcción de esa ficción donde el analista entra en
la serie de las formaciones del inconciente. Esto no quiere decir que eso sea lo
único que había que interpretar, como hacían los kleinianos.
Eso es llevar en el terreno de yo a yo (a – a´), lo imaginario, la relación
dual, lo que son las obsesiones... Pero con Lacan aprendimos que no sólo eso no
hace a la transferencia, sino que además de la imagen, idealizado, hay además una
“suposición de saber”, lo que quiere decir que el analista se introduce como un
término en el discurso del analizante; como un término quiere decir como un
significante que remite a otro significante.

(La asociación libre hace que un significante llama a otro significante; el


inconciente está estructurado como un lenguaje. Pero esa asociación debe ir
dirigida a un analista).

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 4
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 22-04-03

LA CONSULTA Y LOS TIEMPOS LÓGICOS

Cuando uno consulta hay una castración imaginaria, porque quien consulta
es alguien que acepta que no puede solucionar su problema solo, que necesita de la
ayuda de otro. Y esto no es lo mismo que consultar a un médico por un pulmón. No
es lo mismo que uno no sepa manejarse con su propia vida, eso supone una
castración imaginaria, que cuanto mayor identificación fálica más penosa es. Por
eso hay más consultantes mujeres que hombres. Hay una dominancia de mujeres
consultantes. Y esto es porque para el hombre resignar esta prestancia fálica de
pedir ayuda a otro es penoso, para algunos hombres. Se escucha: “Si no me ayudo
yo mismo quién me va a ayudar, etc.” Es un apego al yo que se resigna de algún
modo en el momento de la demanda.
¿Qué lleva a alguien a consultar? Que algo en su relación con la realidad ha
producido un quiebre, se ha abierto una grieta, y demanda una reparación de esa
grieta.
Lacan en uno de sus primeros escritos, El tiempo lógico y el aserto de
certidumbre anticipada, planteó una lógica que la podemos desarrollar en relación a
la consulta, y también otros desarrollos en relación a la dirección de la cura.
Lacan tomó tres tiempos lógicos: El director de una prisión les propone un
juego a tres presidiarios, que quien lo gane saldrá. Se trata de cinco discos: tres
blancos y dos negros. Cada uno de los tres tiene un disco en su espalda, y no lo
puede ver. Quien salga primero diciendo qué color tiene y por qué, saldrá libre.
Lacan utilizó este juego para poder incluir al otro, la dimensión del otro en
una conclusión lógica.
Podemos decir que cada uno sabe los discos de los otros y desconoce el
propio, pero tiene que poder leer en los otros qué disco tiene. Cada uno depende de
lo que haga el otro para saber qué disco tiene.
Los tres tenían discos blancos. En un momento cada uno fue hacia la puerta,
y se detuvo para pensar: Si los otros dos pensaran que él tiene un disco negro, y
ellos blancos, podría anticipar, por la mirada de los otros, que si hay dos negros, el
otro saldría corriendo, entonces concluyen que lo tienen blanco. Sólo pueden
concluir por su desarrollo lógico qué disco tiene en la espalda por la vacilación de
los otros. Si el otro actuaría con certeza no pasa eso. Es la vacilación del otro lo que
le permite la propia vacilación y concluir que lo tiene blanco.
El fin del juego es la explicación del color blanco por la vacilación de los
otros.
¿Qué tiene que ver esto con la clínica? Cuando se juega al poker tiene
mucho que ver el azar. Pero quien mejor juega es aquel que puede calcular en el
otro la posición que el otro tiene frente a sus propias cartas.
Un paciente busca en la cara de poker del analista una confirmación bien o
mal de aquello que está diciendo.
¿Cómo poder leer en la cara de un profesor en un final que uno va bien
orientado?
El mayor gasto de un profesor es el poder soportar esa mirada. Es la
búsqueda del signo de si está siendo aprobado o desaprobado. Es lo mismo que el
signo de amor: Cuando uno nos dice: “Tenemos que hablar”, ¿nos va a patear o
pedirnos que nos casemos? Todo esto tiene que ver con cómo leer en el otro el
signo (en el caso de amor la demanda de amor, el signo de amor).
Planteamos situaciones diversas: el juego; el examen; una situación
amorosa. En todos estos momentos lo que está en juego para el sujeto es el paso
de su deseo por el otro.

11
Cuando se juega poker hay que leer que en muchos casos uno realiza gestos
inconcientes: por ej. alguien reprime todos los gestos, pero se toca la oreja cuando
tiene dos ases. Hay en poker toda una serie de partidas preliminares en las que uno
lo que hace es aprender cómo juega el otro, para poder ganar. Hay signos que
aparecen en la cara o el cuerpo del otro: por ej. ruidos en el estómago cuando tiene
cartas. Signos en el cuerpo que se pueden leer.
Bueno, a Lacan este juego le permitió plantear TIEMPOS LÓGICOS: la
sucesión se debe a un encadenamiento, con intervalos, que precipitan el paso de un
momento al otro: Instante de ver, tiempo de comprender y momento de concluir.
Este es diferente a los tiempos cronológicos.
A veces el paciente pregunta: ¿Esto que me pasa es normal o no? El
neurótico se mueve en el mundo con cierto grado de pesadez y sufrimiento que
está normalizado, y por eso no va a consultar. A veces consulta un médico por
dolor de cabeza, pero que nada tiene que ver con él subjetivamente.
Cuando consulta, Lacan lo llama a ese momento el instante de ver, y es un
momento de quiebre subjetivo: el neurótico se da cuenta de que es un “neurótico
de mierda”.
La histérica y el obsesivo, lo que menos soportan es anidar el síntoma en sí
mismo. Se resignan al padecimiento. Protestan, pero se resignan a que “es lo que
me toca vivir”, o hacen de eso un valor: “A mí todo me cuesta el doble, y así me la
banco”.
Eso es cuando se hace un rasgo de un síntoma. El rasgo funciona de forma
acompasada al yo. Eso es del orden del ser: “Soy muy teatrera”, etc.
Esos tipos que son insoportables, y se dan cuenta en el fondo, pero bueno:
“Es así como se hacen las cosas”.
Otra cuestión es cuando ese rasgo se trastoca en un síntoma: Se hace
desconocido, extraño: “Pero yo no debería ser así, no es algo que yo domino, ¿por
qué soy así?” Ahí el sujeto empieza a subjetivar algo del orden del propio
padecimiento.
Eso que Lacan llama el instante de ver, en el juego supone ver que los otros
tienen un disco blanco y que no se precipitan a la puerta, entonces eso supone para
el sujeto que tiene un disco blanco. El momento clínico de este instante de ver es
cuando el sujeto se ve con una mirada diferente, trastocada. Como cuando en la
repetición uno vuelve y vuelve y el sujeto de repente puede ver desde afuera:
“¿Pero por qué me estoy golpeando siempre la cabeza con lo mismo?”. O cuando el
sujeto ve que hay algo que no está en el mundo, etc., sino que hay algo en él que
no funciona.
Ese momento no en que se hace cargo de lo que le pasa, sino en ver que
tiene algo que ver en lo que le pasa : “Yo estudio, pero algo me pasa porque voy,
me siento ahí y no me sale nada”. O: “Me volvió a pasar un fenómeno de
impotencia con mi novia”; “La primera vez era porque tome mucho”, “la segunda
porque no tenía ganas”, pero de repente hay un momento en que el sujeto
vislumbra algo de sí que es un quiebre: “Algo me pasa”.
Lo más frecuente es que primero se practiquen otro tipo de respuestas antes
de consultar a un analista. Va a ver un médico; a ver si tiene un problema
circulatorio con un urólogo.
Quien más deriva problemas de impotencia es un urólogo, porque van a
descartar un problema orgánico. Es más tranquilizador que sea un problema
orgánico; el problema es cuando es algo que le concierne, por eso al último que
consultan es al analista.
Es notable porque los problemas de erección se curan muy rápidamente en
la consulta analítica, cuando alguien pudo hablar de eso. Esta forma de curación es
bastante enigmática, pero el poder plantearlo como problema ya supone un alivio.
El tema de la erección supone siempre una creencia de la mujer, porque la
mujer tiene que participar en la erección. Muchas veces es la mujer la que
impotentiza: "vamos a ver cómo te portás hoy”, por ej. con un comentario.

12
Entonces el sujeto trata a su pene como si fuera otro, y piensa en otra cosa para
lograr que él se pare.
El instante de ver supone esa precipitación como una imagen, como una
gestalt, y de pronto lo que uno ve como fondo se hace figura.
Por ej. uno busca un anillo que perdió, ya pasa varias veces hasta que de
pronto lo ve en el piso por donde pasaba. Lacan dice que ese tiempo pasa luego al
TIEMPO DE COMPRENDER: es el tiempo de la asociación, de la trama simbólica,
de la trama significante: “Bueno, pasa que pensé en sacarme el anillo, etc.”
Ahora, si no hubiera un tiempo de corte, el psicoanálisis sería
indeterminado. Si uno no pudiese decir: “Sí, se me cayó el anillo porque no quiero
estar casado”. Y luego va a hablar con un analista o con la mujer, etc.
Entonces supone un MOMENTO DE CONCLUIR, de pasar a otra cosa. Hay
entonces entre los tres tiempos (ver, comprender y concluir) dos vacilaciones, que
suponen un corte, que no es una decisión yoica sino que pasa por la relación del
sujeto con el otro.
El instante de ver en el poker es por ej. que un tipo se rasca cada tanto en
la oreja. Tiempo de comprender: “Se rasca cuando tiene cartas o cuando no, etc.”
Este tiempo de comprender es el tiempo necesario en que el sujeto tiene que estar
dispuesto a perder tiempo -plata en el poker-, pero en aras de poder comprender al
otro. Pero el tiempo de comprender es el que sabe que “se rasca cuando tiene
miedo de perder”.
Lacan dice: certidumbre anticipada, que no es certeza, que eso sería
psicótico: “Una señora que me indica que se están pasando la información uno al
otro acerca de lo que estoy haciendo yo”. O el canillita se ríe cuando me da el
diario: “Lo hace porque ese diario en verdad está armado para mí. Todos los demás
están puestos a prueba, porque son para ponerme a prueba a mí, porque soy el
verdadero hijo de Dios”.
La certidumbre anticipada supone el MOMENTO DE CONCLUIR, pero sólo
llego a esa conclusión pasando por el otro. Pero yo leo eso, sé de que se trata, y
apuesto la plata. Pero esa apuesta la puedo perder. Ahora, lo importante de la
certidumbre es que yo concluyo: hay un acto en lo real.

Está el tiempo de ver, después el de saber, el del despliegue del saber, que
es el de comprender.
Los obsesivos tienen problema para concluir: “¿A ella le gustaría comer
mucho o no?” El tiempo de comprender, de desplegar un saber es para poder
“decirle luego de irnos a vivir juntos”. Yo puedo leer su currículum, cartas con sus
exnovios, etc., pero en el momento de precipitar el acto (decírselo) no hay
seguridad, sí puede haber certidumbre. Es la procastinación obsesiva: diferir el acto
indefinidamente hacia el futuro. Aplaza el acto para el futuro, para cuando esté
seguro.
El tinte de nuestra época es que en relación a una pareja los actos escasean.
Se puede vivir hoy como dos estudiantes, nada más que se comparte la cama, los
gastos, etc.
El tema es cuando se trata de un acto, porque el acto psicoanalítico es lo
que hace irremediable el antes y el después, produce una transformación (por ej.:
decidir tener un hijo). Y a veces un acto puede ser por ej. ponerse un anillito; a
veces para el tipo que no cree en los anillos “pero tampoco me lo quiero poner”. Es
para quitarle esta cuestión de lo irremediable.
El momento de concluir supone el momento en el cual el sujeto apuesta.

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 5
PROF.: JORGE ZANGHELLINI

LOS CUATRO DISCURSOS

Hoy vamos a hablar de los discursos lacanianos. Los cuatro discursos


lacanianos permiten ubicar la forma de relación al Otro que se da en cualquier tipo
de situación.
En el Seminario 17 Lacan presenta los cuatro discursos. El discurso del amo
es:

S1 S2
$ a [objeto a]

Lacan presenta estos cuatro discursos en los famosos sucesos de mayo del
‘68 en París. Lacan lo llamó a este seminario “El anverso del psicoanálisis”. Los
sucesos que pasaban en París lo conmovieron: los estudiantes universitarios y los
obreros unieron ciertas reivindicaciones, y durante unos días coparon las calles, las
universidades, y París fue una fiesta, con frases como: “Pidamos lo imposible”, etc.,
que quizás podamos ligar al discurso histérico. Y Lacan tomó esos vientos de la
época; había muchos estudiantes inspirados por la revolución China. Y a lo que se
opuso fue al poder. En ese momento el presidente era De Gall, ligado al viejo poder
del ejército. Se cuestionaba a los amos del poder: presidente, jueces, profesores,
etc.
Hay un frase famosa de Lacan, porque lo cuestionaban mucho, y dice: “Que
levante la mano aquel que no tiene amo”. Alguien levantó la mano y le dijo:
“Bueno, acaba de adquirir un amo: respondió a mi palabra”.
En el discurso del amo hay cuatro lugares. Arriba a la izquierda el agente del
discurso, el que lo promueve (S1). El S2 es el lugar del otro, aquel a quien va
dirigida la acción, el otro del lazo.
En el S1 – S2 se trata del significante binario, que son los elementos básicos
del discurso. Se los llama 1 y 2 porque están en ese orden. Debajo de la barra
escribe aquello que está excluido de la cadena significante: el sujeto y el objeto. El
sujeto en tanto sólo puede hacerse representar por un significante (unario) frente a
otro significante, pero el sujeto está excluido de la cadena como tal, porque no es
un significante. Por eso uno dice: En un sueño se hace representar por toda una
serie de representaciones. El personaje que me representa no es más que algo que
me representa, para el cual soy sólo un sueño. El sujeto está todo a lo largo de la
cadena del sueño, aparece en una y otra representación.
Y por otro lado, el objeto (a) es lo que también está excluido de la cadena:
el objeto causa, el objeto a, el objeto de deseo: distintas denominaciones que no
son lo mismo exactamente. El objeto a representa un agujero al cual vendrán los
diferentes objetos del mundo a llenar. Es un objeto que no es de este mundo, por
eso Lacan dice que es inconmensurable: no es mensurable. Dicho freudianamente:
Una cosa es los anhelos y otra la imagen de la madre [?].
El objeto siempre es una forma de producto, porque no es de orden
simbólico, no se hace representar, sino que cae, queda como residuo, es de lo real,
no es ni simbólico ni imaginario.
Al escribir “objeto a” estamos tratando de formalizar algo que no tiene
representación. Lo que se representa del objeto a es justamente lo que lo simbólico
no cubre, aquello que queda por fuera de lo simbólico, no es representable.
En el esquema Z, la relación a – a´ es la relación especular, entre el yo y la
imagen del yo. De esto toma Lacan la nomenclatura a, como la relación con otro.
Lo que está por debajo de la barra es cómo toma Lacan al fantasma: $ a

14
a es el objeto que causa el discurso (una falta), y por otro lado es aquello a
lo que se dirige el discurso ( eso está más ligado al deseo).
Falta, pero la falta que uno tiene no es el orden simbólico. Pero puede decir
uno: “Deseo tener tal cosa”; eso es un señuelo. Porque lo que está por debajo de la
barra es lo que no puede ser simbolizado, pero eso no significa que el sujeto no
realice algún tipo de demanda en relación a esa falta, por eso hablamos. La falta se
engendra en la articulación del cuerpo y del discurso, que es como se habla.
La demanda viene del Otro, por eso es que la pulsión viene del Otro, nos
hablan para que podamos hablar.
El objeto a es lo que aparece como producción, como producto del discurso.
Lacan lo llama discurso del amo. También lo llama discurso del maestro. También
discurso originario. Si no nos hablan nosotros no hablamos, porque estabamos
colocados en relación a otro que nos hablaba es que podemos hablar, es decir que
es fundante el discurso del amo en relación a uno.
Lacan habla del amo antiguo (que supone un esclavo). El amo no era aquel
que sabía, era aquel que decía, ordenaba, era aquel que mandaba. Y el saber
estaba del lado del esclavo. Por eso Lacan lo llama “el saber hacer del lado del
esclavo”. Eran esclavos que sabían hacer.
De ahí que esta forma de relación amo – esclavo supone que el saber queda
del lado del esclavo. Porque el significante binario representa el saber, así como el
unario es el amo, el primero, del que se parte.
Y el producto (objeto a) queda del lado del otro, del lado del esclavo. Este es
el concepto de plusvalía. Para Marx, dice Lacan, la plusvalía era la diferencia entre
la fuerza productiva (el trabajo de la maquinaria) más el trabajo del obrero, eso
daba el valor de la mercancía. De eso se puede desprender:
 El trabajo del obrero, su valor.
 El capital.
 La plusvalía, un tercer valor que se queda el capitalista, y es lo que engendra el
capital. Es algo que le arranca al obrero.
La diferente entre el valor de su trabajo y el salario (que no se le da el que
corresponde) es la plusvalía. Esto descubrió Marx.
Pero, aquí viene la lectura de Lacan. Dice que la plusvalía queda del lado del
obrero. Sí hay una diferencia, pero queda del lado, digamos, del esclavo.
En la lógica marxista la diferencia entre el valor del trabajo y el salario
llevará a que el obrero derroque al capitalismo.
Bueno, eso al menos nuestra época nos dice que no fue así. Lo que descubre
acá Lacan es que hay algo que queda del lado del esclavo, del objeto, pero Lacan lo
va a llamar plus de goce. Una plusvalía no de riqueza sino de goce. Lo interesante
de esto es que este plus de goce es lo que queda y lo que sostiene a esta
estructura, que hay una ganancia del lado del obrero. Porque el problema para
Lacan a partir del Seminario 17 del psicoanálisis es el campo del goce: ¿Qué es lo
que sostiene a cada uno en un lugar? ¿Qué es aquello de lo cual se goza?
¿Qué de lo simbólico puede tener intervención en lo real, qué es lo real del
goce?
El objeto a aparece en el Seminario 10, de la angustia, pero su valor real
aparece en el Seminario 17 (o en el 16), donde lo que está en juego es una
ganancia que se obtiene en el cuerpo y que sostiene a alguien en su lugar. Un
descubrimiento de qué es lo que hace que el esclavo siga siendo esclavo. Hoy
diríamos por ej.: Qué es lo que hace que el pobre vote a quien lo empobrece.
Uno podría decir: “Se equivoca la gente”, pero tenemos este instrumento
para entender ciertas cosas, que se dan por ej. en la política.
¿Qué es lo que hace que alguien se identifique con otro a quien sólo le
interesa gozar, por ej. Menem? Hay algo ahí de la identificación, que Freud nos
enseñó: La identificación con el líder para el cual no hay castración. Menem nos
dice: “No hay castración para mí, donde voy gano, la muerte no existe para mí

15
(tengo un hijo a los 70 años)”. Es la imagen del padre de la horda primitiva, es esa
seducción que provoca.
Pagamos un precio por nuestro malestar en la cultura, por el pasaje por la
castración, que en los neuróticos, psicóticos y perversos funciona, y la cultura
misma se organiza por lo que está en el corte.
Produce cierta fascinación, cierta victoria sobre la castración el hecho de que
haya alguien para quien la castración no existe. Este es un efecto que puede
generar la relación al Otro. Es interesante el fenómeno que causa. Nos viene a
decir, por otro lado, que la palabra no tiene ningún valor: digo una cosa y otra a los
cinco minutos, porque no me regula ningún ideal, no hago más que regularme por
mi propio interés de goce –la posición del canalla, dice Lacan. Y la gente dice: “Es
un maestro”.
Lacan introduce con el discurso del amo que hay una ganancia que queda
del lado del esclavo: el goce del buen servir. ¿Qué es lo que hace que alguien
obedezca una orden? Por ej. en el ejército, el que obedece no está para interrogar
la orden, está para cumplirla. Qué es lo que hace que se vaya cierta felicidad con el
deber cumplido. Freud nos dice algo del superyó. Pero Lacan dice que esto está en
el lazo social, hay algo que obtiene aquel que cumple la orden.

Se busca un amo, porque el amo ordena. Cómo vamos nosotros, iguales, a


gobernarnos si el amo no nos ordena. Eso nos da algo que hacer.
Lacan habla de los cuatro discursos con las cuatro letras, y si ponemos al
sujeto (barrado) en el lugar del agente, tenemos al significante unario en el lugar
del otro, y al significante binario en el del producto.
Y acá está el discurso más popular en la facultad, el de la histérica. Lo llama
así porque lo que permitió a Freud construir el psicoanálisis es la demanda de la
histérica, y que haya del otro lado alguien que pueda escuchar y arrancar de eso un
saber.
$ - S1
a S2

Freud escuchó que ese síntoma tenía una significación. En este discurso, lo
que está como agente es el sujeto barrado ($), el síntoma, la demanda. La histérica
se dirige a un amo (sujeto de supuesto saber, objeto de idealización de la
histérica). La histérica siempre busca amos para poder barrarlos, hacerlos caer,
pero en principio busca amos. Lo interesante de esto es que se extrae un saber.
Podríamos llamarlo también la asociación libre, que supone algo dirigido al otro, y
del que espera obtener un saber.
Este discurso de la histérica tiene que ver con una forma de lazo social (no
con la estructura de la histeria). También lo podemos llamar “el discurso de la
demanda”. También: “el discurso del alumno”, que por ej. piden que se pase la
correlatividad a mayo, cuando se llega a mayo se pide que se pase a julio, etc.
Esto tiene que ver con una estructura propia de la posición del alumno. La
misma posición del alumno, por estructura en la facultad, es la de aquel que tiene
demandas en relación al otro. Es una forma de relación al otro, de lazo al otro, que
va por la demanda. En la correlatividad, por ej., es una demanda a que el otro
otorgue la extensión. La lógica del movimiento estudiantil es una lógica
reivindicativa: “Queremos cuatro turnos de examen al año; queremos cinco;
queremos 6”. Se trata de una lógica donde hay una reivindicación. Pensemos en la
demanda de la histérica a un marido: La histérica formula desde su demanda algo,
algo que la causa en su deseo, un objeto, una causa, que causa su demanda, su
posición. Pero la causa no es algo simbolizado sino más bien un intento de decir el
deseo, un anhelo. Por eso es que la estructura del deseo es histérica. Busca algo
que colme su demanda, pero eso no existe.

16
Por eso una respuesta del otro, que sería la respuesta por ej. del obsesivo,
nunca la colma. El obsesivo quiere trabajar, quiere responderle, pero no puede
colmarla.
El discurso histérico da la forma de todo lazo social que implique una
demanda. Por eso la forma de demanda de mayo del ’68: “Seamos realistas,
pidamos lo imposible”. Poder escapar de la lógica de la reivindicación es esta
respuesta de “pedir lo imposible”. Cuando uno pide lo que le pueden dar, queda
atrapado en lo que le dan. Si uno pide 50 pesos y se los dan, ¿qué son 50 pesos?,
no sirven lo mismo.
Tomando estos dos discursos, dan cuenta de posiciones en las relaciones
sociales.
Otra cosa es cuando es el saber que comanda:

S2 a
S1 $

A esto se lo llama discurso universitario. El saber es el agente. El significante


amo, unario (S1) está en el lugar de la verdad. El otro es el objeto. Y el producto es
la división subjetiva del síntoma. Lacan lo llama también “el amo moderno”.
Luis XIV es el prototipo del amo antiguo (en Francia): Todo se caracterizaba
por ser para el goce del amo. Luis XIV de nada sabía, estaba para gozar.
Esa forma de amo antiguo se cambió por el capitalismo. El amo actual es un
amo que tiene que saber. Menem y Bush son formas de amo antiguo. El amo
moderno es el tecnócrata, aquel que tiene un saber y ejerce el poder a partir de su
saber, es porque sabe que está ahí. Alguien que se presenta vendiéndose como un
gerente, alguien que no plantea ni utopías ni formas de posesión de poder, sino que
está ahí porque sabe.
Lacan dice entonces que la verdad del tecnócrata, del universitario, es el
amo (que lleva en sí). Ahora, el discurso universitario objetaliza, atonta, porque el
universitario se dirige a un objeto. Cuanto más saber hay de un lado, más tonto se
siente el que escucha. Hay que poder barrarlo un poquito. Porque el saber, su
producto es la división subjetiva, síntoma. Se dirige a alguien objetalizado y
produce síntoma.
Por eso es que en la universidad, no por mucho saber que se tenga de un
lado, produce saber del otro: produce síntoma.
La prevención médica supone transmitir un saber a alguien que no lo sabe.
Explicar por ej. los males del tabaco. Se le da a alguien un saber que se supone
que no lo tiene. Pero lo que produce es que, al chico por ej. se le dice que use
preservativo: produce que se lo olvide, lo coloque mal, etc., que pasen todas esas
cosas a nivel del acto fallido. Pero la campaña del saber no produce sino idiotas.
Una campaña por ej. que mostraba el sufrimiento de un heroinómano en
abstinencia, lo que produjo eran ganas de tomar algo o inyectarse. Produce un
efecto de división subjetiva.
Cuando uno aguza, aumenta la cuestión del saber, lo que produce no es
saber: es división subjetiva.

17
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 6
PROF.: JORGE ZANGHELLINI

EL DISCURSO DEL ANALISTA

Estuvimos viendo los diferentes discursos lacanianos. El discurso del amo


era:

CAMPO DEL SUETO CAMPO DEL A

S1 S2
$ a

Hablamos de las formas de discursos, las cuales siempre suponen el sujeto y


el otro. El agente, el otro, el producto y la verdad. Separamos el campo del sujeto y
el campo del otro. La clínica psicoanalítica es una clínica del sujeto del otro.
Se puso en cuestión en algún momento si el objeto de estudio del
psicoanálisis es el sujeto o si es la relación del sujeto al otro.
Cuando uno hace referencia al síntoma, aquello que vectorializa un análisis,
tenemos que pensar que no hay clínica psicoanalítica sin síntoma, pero se trata de
un síntoma puesto en transferencia. La transferencia es esa estructura de ficción
que permite hacer presente el síntoma. Pero el síntoma dirigido al otro.
Hoy vamos a puntualizar lo que Lacan llama el “discurso del analista”, que
es el inverso al discurso del amo, donde es el objeto lo que está en función del
agente:

a $
S2 S1

El lazo del discurso psicoanalítico (primeros cinco caps. del Seminario 17)
supone siempre de un lado el semblante de objeto y del otro el sujeto barrado (que
es el sujeto del inconciente).
Lacan hace estas letras tratando de hacer inequívoca la transmisión del
psicoanálisis. Esto no quiere decir que no sea equívoca su transmisión, pero sí hay
un intento de trasmitirlo en signos, la matematización. La lengua materna, en tanto
traduce, traiciona.
Esto intenta sostener cierta formalización que tiene que ver con la
transmisión. Es un intento lacaniano por la demostración de que, si bien el
psicoanálisis tiene mucho que ver con la poesía, la interpretación es poesía,
también hay un gran esfuerzo por la formalización.
Lo interesante de esta formalización es que permite cierta visualización y
precisión.
Lacan dice desde siempre que no hay comunicación posible en el sentido
literal, como lo planteaba la teoría de la comunicación. Lacan plantea que todo
mensaje es fallado, porque hay ahí una falta de simetría, y esto es lo que los
discursos vienen a sostener.
En los discursos que vimos, en la parte de arriba tenemos S1 – S2 y a - $,
es decir que no hay simetría de uno y otro lado. Esto es que “no hay relación
sexual”. A nivel del discurso no hay un sujeto y otro sujeto sino que, según del
discurso que se trate, cambia el agente y cambia el otro. Lacan sostiene que
entonces ni el sujeto ni el objeto estarán a nivel del discurso. El discurso amo es el
discurso fundante.
Queda tanto fuera el sujeto como el objeto. Y cuando tanto uno como otro
funcionan a nivel del agente, representan algo diferente. Cuando el sujeto funciona

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a nivel del agente es el sujeto barrado; Lacan lo llama “sujeto de la demanda”, y se
trata de un reclamo, de un pedido al otro. Es una forma discursiva que Lacan toma
de la relación inaugural de la histérica a Freud, que lo que produce es saber. Pero
saber no de la histérica sino del que queda del lado del Otro, de la teoría
psicoanalítica. En el discurso del amo ese saber funciona como verdad, porque tiene
esa forma como saber inconciente, porque sino sería discurso universitario y sería
el saber de alguien puesto en función de objeto.
Esto tiene que ver con el por qué no puede haber analista que no pase por
un análisis. El tema es cómo la neurosis del analista incide, y el analista no puede
estar ahí como neurótico. Sino, por ej., cuando uno escucha un psicótico, lo más
frecuente es que uno le tienda a dar sentido. Es decir: Se escucha al psicótico
neuróticamente. O sea que para poder escuchar la particularidad del psicótico, ese
discurso que no sigue el sentido común (del neurótico), que no tiene fantasma –el
fantasma no está entre él y el otro-, tendemos a fantasmatizarlo al psicótico.
Lo que se dio en llamar la Antipsiquiatría partió de una identificación al loco,
una crítica a la posición objetalizante de la psiquiatría, pero no poniendo una
posición, como hace el psicoanálisis, sino pensándolo como un emergente de una
conflictiva familiar, lo que lo hace al psicótico un semejante.
Desde los Derechos Humanos hay paridad. Sin duda que la hay, a partir del
falo. La sociedad nuestra se organiza en función del falo simbólico. El psicótico es
ajeno al falo, por esta cuestión de estar fuera del discurso, porque no se inscribió el
nombre del padre, que es el lazo del falo con el discurso. Al nombre del padre
Lacan lo llamó “el cero de la cadena”, porque no hay uno sin referencia a un cero.
Se cuenta uno a partir de una nada, desde la cual uno puede afirmar una
presencia. Si no hay cero no hay cuenta.
A este cero Lacan lo hace homólogo de la función del significante fálico en la
cadena. Por eso dice que es un significante que representa la nada, la castración:
porque el sujeto para introducirse en el discurso supone un pago en pérdida de
goce: la castración.

Entonces, decíamos que era necesario que el saber esté por debajo de la
barra y no como agente. Esto marca que la interpretación no es un fruto del saber,
y da una idea del lugar del analista. Si no escucha cada caso como un nuevo caso
el saber debe estar entre paréntesis, o sea, puesto debajo de la barra. Excepto
cuando llega alguien por ej. con riesgo de suicidio, y uno le dice que se junte con
gente, que no esté solo, etc. Esto parte del saber, es un saber. Y la interpretación
no parte del saber.
La contribución de Anna Freud al psicoanálisis fue la del análisis de niños, y
la otra la de los mecanismos de defensa del yo. Por eso se hace una lectura desde
la cual el yo pasa a ser como una resistencia desde la conciencia al inconciente;
restablece cierto centro de la personalidad.
De ahí que surgieron autores como Kernberg o Kohut a sostener que la
interpretación tiene dos tiempos: la comprensión (estar en el lugar del otro) y la
interpretación.
Lo que viene a decir Lacan es que nunca la interpretación puede funcionar si
lo que manda es el saber. Que el saber lo que deja de lado es el objeto. Por mucho
saber de un lado no lo hay del otro. Es más, todo lo contrario, lo que se produce es
síntoma. Cuanto más saber se da al objeto más se lo divide como sujeto. El
producto es un sujeto dividido. En relación al saber: dividido entre lo que escuchó,
que son las palabras del otro, y sus propias palabras que no hacen lazo con las
palabras del otro. Mientras uno copia, la comprensión queda afuera. Lo que uno
hace es tomar las palabras del otro.
Cuando uno está anotando generalmente está puesto en la mano que
escribe, para luego poder comprender. En eso no hay analista. Cuando uno está
dividido entre lo que escucha y lo que anota no hay analista. Este es el valor de que

19
el saber opere debajo de la barra del inconciente. ¿De qué saber se trata? Lacan
habla de dos saberes:
 El textual: el saber propio del texto de un análisis. Es el saber textual del
inconciente.
 El referencial: es el saber de la teoría psicoanalítica, de Freud, de Lacan, etc.
Ahora, el analista, si no estructura su saber referencial y lo hace pasar por
su propio inconciente, no hay analista. Si el analista usa el saber referencial
dividido en dos partes no hay analista.
Para que funcione este saber inconciente es necesario hacer pasar la teoría
por el propio inconciente. Esto es lo que quiere decir el análisis didáctico. Un
análisis donde se pone en juego el deseo de alguien que va a devenir un analista.

a $
S2 S1

Acá, en el S2, este saber que funciona acá es la teoría que pasa, se produce
por el propio inconciente del analista. ¿Qué quiere decir que la teoría pase por el
inconciente? Un efecto lo podemos tener nosotros estudiando psicoanálisis: con esa
sensación de extravío que uno siente cuando se va encontrando en Dora o en el
Hombre de las ratas. Éste es un proceso necesario. La teoría debe pasar por la
propia vida, por el propio inconciente. Todo ese circuito es un trabajo necesario;
necesario i después se articula a un análisis. Hay quienes sostienen que se hace
con un autoanálisis, pero “están locos”. El análisis es con el lugar del analista.
Quienes quieren hacer un análisis leyendo a Freud o a Lacan quieren hacer un
análisis sin pasar por la castración. La presencia real decimos, porque el analista es
alguien que es tan o igual de idiota que cualquiera, en relación a la castración.
El neurótico es alguien que está envuelto en sí mismo. Por eso que no es lo
mismo analizarse por internet o leyendo un libro que si se pone en juego la
presencial real, el cuerpo del otro. Del mismo modo que no es lo mismo la
masturbación que estar con una mujer. Estar con una mujer supone un encuentro
con la castración, con todos los avatares que supone el encuentro con el cuerpo del
otro, con saber que a veces puede no ser un buen encuentro. En la masturbación
no hay ningún riesgo: la mano espera todo lo que sea. Por eso no es lo mismo el
otro imaginario (la fantasía), al otro simbólico, al otro real.
Hablamos entonces del otro como analista, la transferencia real.
A partir del Seminario 17 el semblante de objeto era el objeto a. Después va
a hablar siempre de semblante.
Cuando decimos “semblantea” lo ligamos a la expresión del otro: “Tenés un
semblante de dormido”, etc. En francés, el semblant es “hacer el semblante”,
constituir no sólo “expresión” sino constituir una “ficción de la expresión”. Se dice
en francés: faire semblant, hacer semblante de algo, no expresar. Faire semblant
es construir algo, que supone cierto velo, cierta ficción entre el sujeto y el otro.
Entonces un discurso del semblante tiene más que ver con lo ligado a la
expresión. Acá decimos: “Tener semblante”, tener una expresión.
Lo interesante de la función del semblante es que se popularizó, a partir de
los años ’40, una especie de “semblante oficial de analista”. Los analistas de la
A.P.A. tenían por ej. su traje de analista: gris, opaco, de forma que sea tan neutro
que pudiera reflejar todo lo que pasaba en el paciente. La idea era del analista
como neutral, lugar de proyección. Y la idea era que todo lo que pasaba era del
paciente. Es el analista al que nada le pasa.
Esto tiene que ver con una dirección de la cura dominante en la época: todo
lo que viene del paciente es proyección.
Lo que tiene que ver con el paciente es aquello que dice y uno escucha. Y no
tiene que ver con si es un error o una verdad. Nosotros no somos el amo de la
realidad para decidir. Entonces, en esa posición del ’40 el analista era siempre

20
igual, si el paciente decía que le dio el analista la mano fuerte era que él la puso
débil.
Bueno, nada de esto tiene que ver con el semblante. Lacan dice: “Semblante
de objeto a, de objeto causa”. El analista está en el lugar del objeto causa, de
cubrir, velar el objeto causa para ese paciente. Esto es otra dimensión de la
transferencia. No como sujeto supuesto saber, no como saber imaginario, sino
como semblante de objeto real, de esa nada que causa, que es el objeto.
Y Lacan decía: “El analista debe ser un buen arrancador de causa, un
causador”.
Se supone que cuanto mejor analista es cuando más puede ser para
diferentes pacientes causa. Cuando esto funciona, el otro que el analista funciona
para un paciente es muy diferente que el otro para otro paciente. Cuando eso
funciona es la palabra que el analista capta, y que la capta más allá de su yo, desde
este saber inconciente.
Nada tiene que ver con ese analista de hábito, de traje gris, que está seguro
de que hace siempre lo mismo con todos. Ese es un burócrata, y con el burócrata
es el saber universitario el que manda, no el saber del analista.
Un analista es aquel que puede aprovechar la particularidad de cada
paciente, que la puede poner en causa, encausar, y no quien va a convertir a un
paciente en un militante de algo.

21
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 7
PROF.: EDUARDO SUÁREZ
EL DISCURSO ANALÍTICO (CONTINUACIÓN)

La clase de hoy era del discurso analítico. El discurso del que parte Lacan es
el del amo, el discurso a partir del cual se deducen los otros tres, a partir de una
rotación, “de un cuarto de vuelta”, dice Lacan, en el sentido de las agujas del reloj.
Cuatro modalidades de estructuración del vínculo social, que a Lacan le parece que
son reales.
La combinación de esos elementos va a determinar cada uno de los tipos de
lazo social. Habría cuatro formas de establecer los lazos sociales.
Para ver el tipo de lazo social del dispositivo analítico hay que partir del
discurso del amo por dos razones:
 Porque de él parten los otros;
 Porque Lacan dice que el discurso analítico es el discurso del amo al revés. Esta
razón es más específica.

DISCURSO DEL AMO DISCURSO DEL ANALISTA

S1 S2 a $
$ a S2 S1

Lacan dijo que el discurso del inconciente es el discurso del amo; es decir
que el inconciente funciona igual que el discurso del amo. Eso lo dijo cuando se
podría haber esperado que diga que el discurso del inconciente es el discurso
analítico.
Es decir que habría una comunidad en cuanto al lazo entre los elementos
que componen el discurso entre el inconciente y el discurso de la orden, un discurso
que se estructura a partir de colocar la orden como primer término (discurso del
amo); en lugar de S1 tenemos la orden, el mando, el mandato, en el lugar de lo
que Lacan llama el agente. Ahí tenemos una orden, que se dirige al lugar del otro,
que está en el lugar del saber.
Si yo les doy una orden les supongo que sabrán ejecutar esa orden, sino,
sino la orden quedaría en el vacío y no funcionaría el discurso del amo.
Efectivamente hay ciertas estructuras psicopatológicas que se sitúan fuera
del discurso, del discurso del amo, es decir que no están en condiciones de
obedecer ninguna orden.
Parece ser que ésta es una patología creciente, lo cual genera un gran
problema para el establecimiento del vínculo social: Cómo ordenar sujetos si no es
con una orden.
Parece que hay un problema a nivel del vínculo social porque cada vez más
se producen sujetos así, y desde el psicoanálisis se pregunta si han atravesado el
Edipo, si tienen inconciente, si tienen algún elemento forcluido, etc.
De manera que no sólo se dirige al otro como esclavo, aquel que va a
obedecer la orden, sino que además el esclavo tendrá el saber para cumplir esa
orden.
Y esa orden implica que el esclavo, mediante la puesta en ejercicio del
saber, podrá producir un objeto. El ejercicio de ese saber dejará en el lugar del
producto un objeto que sutura, completa, complementa lo que aparece en ese
discurso como reprimido, que es la división subjetiva.
La parte de abajo es equivalente a la fórmula del fantasma, ahí vamos a
enganchar al inconciente:

S1 → S2 ↓

22
$ ◊ a

En el lugar del producto puede estar la milanesa con papas fritas a esta
hora. Bueno, el inconciente actúa de la misma manera. Tenemos toda la línea
freudiana del inconciente como trabajador para el principio del placer. El
inconciente es un saber que trabaja para el placer. Por supuesto que el inconciente
no va a ser milanesas con papas fritas, pero si nos acostamos con hambre podemos
soñar con ellas. Desde el punto de vista del saber aparece la producción de un
objeto. Un objeto como aquello que aporta una satisfacción en un cuerpo. Se trata
de la producción de placer; no es el trabajo de las cadenas significantes a lo que le
llamamos objeto, sino que eso decanta en un objeto. Ahí podemos poner una
imagen, pero es una imagen diferente de lo imaginario, porque es una imagen que
aporta una satisfacción, es desde ese sentido una imagen con un sentido positivo
que no tiene en lo imaginario. Hay un trabajo que se ubica en la producción de un
objeto.
¿Qué es lo que quiere el amo? Que todo funcione en pos de un principio de
placer. El funcionamiento de las leyes y las normas en la sociedad es el
funcionamiento del discurso del amo, nosotros obedecemos a una ley que está
inscripta en el inconciente. Las leyes en lo social, que organizan los vínculos, en el
consultorio de un analista se puede escuchar un sueño que tiene esa misma
organización. Y los sujetos que se dice que no siguen ninguna ley, esos sujetos no
asocian en un análisis.
Otro es el sujeto eficaz, que es en relación a una orden, pero en relación a la
cual se encuentra sometimiento. Freud hablaba de un comportamiento que el
sujeto desconocía, compulsivo, y una vía para demostrar esto era la sugestión
poshipnótica: el funcionamiento del inconciente es igual a una orden poshipnótica.
Y el sujeto obedecía a esa orden sin saber que estaba obedeciendo a una orden. Y
Freud decía que el inconciente funciona más o menos como esto. Esto sería el
inconciente como el discurso del amo.
Esta es la condición para pensar el discurso analítico.

Cuando hablamos de la falta en ser hablamos de que no hay un significante


que nomine al ser. La falta de un significante que lo represente. Del otro lado, el
objeto, tampoco es significante, como tampoco es imagen, pero tiene una cierta
tendencia a forrarse en una imagen (el objeto) y a nombrarse por un significante.
O sea que uno no puede plantear a nivel de la cadena del inconciente sólo el
significante, ya que por un lado tiene una relación con el objeto y por otro una
relación con el sujeto.
El inconciente es una estructura de lenguaje articulada a la noción de sujeto
y a la noción de objeto; dos elementos que Lacan trabaja en una polaridad.

Cuando se da una orden se suponen dos cosas:


- Que van a obedecer;
- Que el otro tiene los elementos para cumplirla a esa orden.
Sin estos dos elementos no tenemos el discurso del amo. El discurso del
amo no es superyoico, porque supone que el esclavo puede llevar a cabo algo, no le
ordena lo imposible. No se trata de una exigencia que lleve más allá del principio
del placer. Además, no plantea nada del esclavo que sufre. Lacan dice que el
esclavo goza, primeramente en su trabajo.
El amo tiene una relación de insuficiencia respecto del saber, por eso
necesita del esclavo.
Y en la dialéctica hegeliana el amo está dispuesto a morir, mientras que el
esclavo le saca del cuerpo a la muerte para quedarse con el goce. Mientras que el
amo ya por estructura es mortificado.

23
Así que la noción de superyó no entrará en la categoría del discurso del
amo: porque esa orden está articulada en el superyó primero a un imposible y
después a un todo. Sería la universalización planteada en la realización de una
orden: “Júntenme todos los juguetes”. Y ese “todo” es relativo, porque siempre se
acepta alguna excepción, algún juguete que queda sin juntar; se obedece, pero no
del todo. Porque si uno tiene que obedecer a una orden del todo se va a sentir mas
bien objeto y no un sujeto. Un superyó sería alguien que quiere que no quede
ningún juguete sin juntar.
La que se articula es la neurosis obsesiva con el superyó. Mas bien al amo la
que se engancha es la histeria. El amo de la histeria es un amo de pacotilla. Está
entonces el amo de pacotilla y el amo que realmente sería un amo, que asusta, si
bien tampoco existe realmente.

Bueno, ¿cómo funcionan entonces estos elementos a nivel del discurso del
analista? ¿Cómo hacen funcionar a esto que se nos demanda: la felicidad? Un
sujeto entra al consultorio como un amo: “Vengo para que Ud., en el lugar del
esclavo, aplique su saber y me restituya el objeto, el orden perdido: me consiga
una novia; laburo”. Y se entra en relación a ese discurso. Alguna modificación se
tiene que hacer a eso.
El discurso psicoterapéutico aplica técnicas para devolver al amo el orden
perdido, en las distintas encarnaduras que podemos tener del lugar del amo.
Hay una operación freudiana que es la que inaugura este otro modo de
vínculo social, el analítico. ¿Cuál es el truco de Freud para inaugurar este vínculo
social, y qué debe reeditarse en cada análisis? La entrada se produce cuando no
hay discurso del amo. La histérica que dice: “Su saber no me satisface” una y otra
vez está en el lugar del amo.
La histeria tiene especial tendencia a hacer trabajar al otro. Es otro discurso,
pero no está un S1 en el lugar de la orden, no es “hágame milanesas”, pero es:
“Estoy muy mal, no sé qué me pasa”, y ofrece su división subjetiva al otro.
Pero esa división subjetiva, dice Lacan, está en lugar de la orden. Y está
ordenando que el otro produzca un saber.
Por eso es que la entrada en análisis en la histeria es más fácil que en la
obsesión, pero después tiene el obstáculo la histeria de que hace trabajar al otro, la
producción del saber la deposita en el otro, así que sueña, pero para que lo descifre
el otro. Y esto causa. (Esto lo suele preguntar Suárez en los finales).
Y el artilugio freudiano es, allí donde el amo se presenta con su cuestión, es
decirle: “¿A Ud. Qué se le ocurre?” Ese es el truquito que arma otro discurso, al que
podríamos llamar “inconciente”.

a $
S2 S1

El artilugio “¿qué se le ocurre?” es porque supongo que se le va a ocurrir


algo, hay un saber que determina eso que le pasa. El saber en el lugar de la
verdad. No es un saber universitario, que se pueda exponer.
El S2 ahí, en el lugar de la verdad, sería el sujeto supuesto saber. El sujeto
se articula a la asociación libre, como tal. Eso quiere decir que estarán más o
menos latentes los significantes que determinan su síntoma.
Yo voy con un sueño: “Sueño con una pecera, yo me tiro adentro y nado con
los peces, etc.” Hay quienes hacen con esto asociaciones simbólicas, y te dicen:
“Peces es tal cosa”, etc. Pero podés tener una x en ese lugar, es decir: no sé qué
significa. Freud pone a asociar los significantes en relación a ese sueño; el discurso
analítico pone a trabajar un saber, pone al sujeto a trabajar para producir mediante
ese trabajo un saber.

24
En el discurso analítico el sujeto dividido, la división va al trabajo. Miller dice
que en el discurso del amo el sujeto dividido descansa y otros trabajan para suturar
su división.
Hablamos del discurso del inconciente como el discurso del amo. ¿Cómo
interviene allí el analista? Le dice, según Miller: “Basta de holgazanear; a trabajar”.
-“Sabés sin saber que sabés”. Y le dice: “Es suficiente con que sepas hablar”. Poner
al trabajo eso es poner la división subjetiva a los fines de la producción del saber.
El saber ese está en el lugar de la suposición, porque ponemos al sujeto a
trabajar para producir un saber sobre la base de que hay saber. Esto Lacan lo ha
homologado al dispositivo de la ciencia: Para que un científico ponga un saber a
trabajar, por ej.: “¿Por qué todas las manzanas caen?”, supone una ley que las
lleva a eso. El científico también supone un saber entonces. Y así se empieza a
extraer y a formular ese saber que estaba inmanente.
Es decir, mediante ese trabajo aparecerá el saber. Pero una cosa es el saber
supuesto, las leyes del inconciente que producen el síntoma, el saber inconciente, y
otra cosa es el saber que produce el dispositivo analítico, que es el S1. Es un saber,
la ganancia de saber que produce un análisis, es el saber del significante que te
comandaba, que te daba la orden de enamorarte siempre del mismo tarado. Que
funcionando en el discurso del amo te funciona como una orden inconciente.: Por
ej. el rasgo de la madre que él siempre elige y después tiene impotencia. Es el
rasgo que comandaba la elección inconciente. El resto de saber, el producto del
trabajo del sujeto es el S1, la orden, el significante que determina al sujeto; los
significantes de la determinación subjetiva.
El sujeto, en el discurso del amo lo tenemos marcado por la palabra: la
marca del recuerdo, de la familia, etc., marcas que le son inconcientes y que por
eso mismo responde a ellas. Con un recorrido el sujeto podrá saber sobre esas
marcas, y de esa forma será posible poder responder a ellas de otra manera. Podrá
no sólo producir la marca, sino fundamentalmente separarse de esa marca. Esa es
la idea: separarse de esa marca.
Hay un problemita con el objeto en el lugar del agente. Es una instancia no
significante. El objeto en el lugar del agente, del comando.
La fórmula de la división subjetiva es:

S1
$

La definición misma del sujeto tiene que ver con el hiato entre los
significantes. Un síntoma producido en un sujeto puede ser como un hiato que lo
divide, en el sentido de que ignora la cadena de representaciones que lo ubicaría
como algo que tiene una explicación causal. Ignoramos la causa.
Por ej.: Los desmayos histéricos. –“Veo sangre y me desmayo”. La sangre
está en el lugar del S1, y el sujeto se hace vacío de ese significante. Es un
significante que, cuando aparece, desaparece el sujeto. Esta es una de las
causaciones del sujeto dividido; el sujeto dividido es un efecto del significante; la
división subjetiva como efecto del significante.
Tenemos por ej. la división subjetiva por un significante encarnado en el
analista: Una tos porque el analista recuerda al padre por ej. Pero la división
subjetiva también puede ser producida por una instancia no significante: un objeto.
Por ej.: Vas al consultorio del analista y te perdés; 40 lapsus en dos minutos. Ahí
“su presencia me divide”; “Me pongo tonto cuando lo veo”. Se tiene la experiencia
de una división por una presencia, una división subjetiva.
En el discurso analítico vamos a privilegiar la división subjetiva producida
por el analista en el lugar del objeto.

Ej.: Un paciente adicto, joven, enviado por sus padres porque se enteran de
que tiene problemas con las drogas. Una dificultad se presenta ahí porque el

25
paciente es enviado, además por drogas, y con una presentación no por la falta en
ser sino por el ser: “Soy adicto porque soy bien macho y me la banco” o “porque
me encanta la joda; esta sociedad no me ofrece nada”. Esta es la posición
refractaria al inconciente, porque no hay allí la causación de una pregunta.
El analista conservaba el silencio. Así sostenía el dispositivo. El analista
conserva el silencio varias entrevistas, hasta que de pronto él sueña que está
preparándose, peinándose, con su campera, sus símbolos (del ser), su pelo (que te
va ubicando como un rasgo del ideal en un ser: un viernes a la noche sos un
cabeza rapada: salís y no te para nadie). El sujeto soñaba esto, y de repente siente
como una presencia extraña, mira detrás suyo y ve un gato arriba de un escritorio
que lo mira como diciéndole: “¿Y vos quién te creés que sos?” La primera
asociación es que el gato era el analista, que sostenía su silencio. Y luego de contar
este sueño el analista le dice: “¿Y vos quién te creés que sos?” Esto remitió a:
“¿Vos a quién querés engañar?”, y de ahí fue a los engaños que hizo para conseguir
droga, etc. O sea, entró ahí en análisis. No fue inmediato, sino que este sujeto
vuelve a su mundo, engaña, consigue plata, compra la droga, y ahí entra en un
estado de angustia.
Se fragmenta todo el campo de sus emblemas, es atravesado, porque lo que
sutura la división subjetiva es el ideal del yo. Y cuanto más fuerte ha sido la división
subjetiva (en la adolescencia) más fuerte es el lazo con los ideales que te ubican.
Esta mirada, entonces, produce una perforación de las insignias que
sostienen al ser de ese sujeto. Pero no es una perforación total lo que produce, sino
se mata o produce un acting out: hay un temblor de sus insignias, de su ser.
Acá no aparece eso sino una pregunta. El sujeto se reubica con una
pregunta. Todo lo otro puede caer, pero él se sostiene con esa pregunta. Él es eso
que no sabe qué es, y producido por el sueño además. Porque no es que el analista
se lo dijo en la primera entrevista o que se puso a decirle cosas a nivel superyoico:
“¿Pero vos te planteaste que a los 20 años haces esto?”
Pero sabemos que la mirada es uno de los nombres del objeto a. El objeto a
se produce en algunos de los objetos pulsionales; uno es la mirada. Esta mirada de
este gato no da signos especulares, no da reflejos. Bueno, así es el analista. El gato
no es un perro que nos mueve la cola y nos perdemos en lo especular.
Esta mirada tarde o temprano pone la pregunta de: “¿Y éste qué carajo
quiere?”, y esto fundamentalmente en alguien que viene por el lado del ser.
En el sujeto que ya viene dividido no se necesita encarnar esa presencia
para dividirlo.
Hay un libro: Una temporada con Lacan, y es interesante, porque el escritor
cuenta –es un análisis con Lacan- que al principio Lacan era un señor (él también
era un señor, era un jugador), que le resulta simpático, muy parecido a los tipos
con los que él jugaba, con el único elemento de que Lacan le cobra y muchísimo.
Todo esto es al principio, y de a poquito Lacan empieza a entrar en una
especie de silencio cada vez mayor, y cada vez se juega menos el reflejo especular.

26
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 8
LA ÉTICA Y LA SUPERVISIÓN

Hoy concluimos con el primer punto del programa. Vamos a tomar la


cuestión de la ética y la supervisión.
Hay psicólogos que atienden -no digamos psicoanalistas-, digamos
psicólogos psicoterapeutas o psicoanalistas que atienden y digamos que creen que
el inconciente no es algo que les atañe: es de los otros, y por tanto no necesitan de
ningún análisis propio.
Creen que el inconciente existe, es operativo, eficaz, pero que ellos no
tienen inconciente o que se autoanalizan, como lo hizo Freud. Desde el punto de
vista ético habría que prohibirles trabajar. Y lo decimos no desde la ética del
psicoanálisis sino desde la ética profesional: El Colegio de Psicólogos tiene un
código de ética en el que prescribe lo que es un profesional. Es un código que tiene
mucho del código de ética médico, porque nuestra profesión tiene mucho de la
medicina, porque viene de ella. Fue una extracción de la medicina.
La medicina mantiene una relación con la ciencia absolutamente
contradictoria para lo que es el psicoanálisis. Si hay una profesión hoy día que se
acerca a la del psicoanalista es la del psicólogo. Por eso damos esta materia en esta
facultad. Ahora, lo que aquí adquirimos es una formación de orden teórico, a partir
de la cual extraemos algo en relación al saber psicoanalítico. Pero lo que no puede
ser para una profesión es hacer pasar la vía de formación profesional por el
autoanálisis. Si no se hace experiencia del inconciente por el análisis propio se
encuentra un yo inteligente, que puede estudiar mucho, pero incapaz de escuchar.
La escucha psicoanalítica primeramente pasa por el propio diván, sino lo que se
escucha son signos, como en la psiquiatría.
En un momento se sostuvo la obligatoriedad de que todo alumno de la
carrera pase por un análisis propio. Eso es un disparate. Hay muchos alumnos que
no se van a dedicar ni siquiera a la psicoterapia. Por supuesto que es fundamental
el paso por el diván, pero eso no quiere decir que sea necesario. Si no se pasa por
un diván uno se puede llegar a convertir en un profesor, pero nunca en un
psicoanalista.
En el psicoanalista el saber es un saber que lo debe atravesar. Un
psicoanalista puede ser caprichoso, etc., pero es de esperar que alguien que ha
pasado por una buena experiencia de análisis tenga respecto de eso un cierto
distanciamiento, que no se encandile con todos los brillitos fálico, propios de
nuestra cultura.
Es necesario que ese alguien que ha pasado por su creencia del Otro, la
inexistencia del Otro, que su existencia se ponga en cuestión: o sea, que es otro del
código. Porque uno se la pasa buscando en los semejantes otro con mayúscula: un
líder, etc. Lo importante es que a través de la experiencia del análisis uno se de
cuenta que el otro es un poco más o menos pelotudo que uno.
Lacan insiste en que es en el final de análisis de donde se puede extraer un
psicoanalista, porque para que pueda escuchar tiene que haber cierta experiencia
de la inexistencia del Otro.
Lacan, con EL PASE, lo que propone es poder dar testimonio de lo que es el
final de análisis o lo que es un psicoanalista. Porque no sabemos lo que son; sí lo
que no son. Un analista es aquel que tiene esa experiencia de la castración, por la
cual puede dejar de hacer pesar su persona, sus ideales, y escuchar la singularidad
del otro. Se trata de la castración del Otro, eso que le falta al Otro.
Hay diferentes formas de sostener la religión del Otro. Se lo puede hacer
grabando todo lo que alguien habló y después írselo a mostrar al supervisor o
teniendo un cuadro de Freud.

27
Bonavena, el boxeador, decía que “cuando uno entra al ring te sacan hasta
el banquito”. Es una cita ingeniosa para pensar lo que es el que no haya otro que
ampare al estar como analista. “Como analista” decimos, porque en realidad no
sabemos lo que es un analista, porque no hay esencia del analista. Por eso no hay
analista antes del acto. Sí podemos decir que hubo analista después del acto, de la
interpretación. Entonces el momento del analista es un instante.
Pero sí cuando nos enfrentamos hay un momento en que uno hace de
semblante cuando alguien viene a consultar a un psicoanalista.

Nos encontramos en un campo donde la garantía es poco consistente. En


nuestro campo no hay garantía. El Colegio de Psicólogos debería garantizar por
aquellos que trabajan en el campo de la psicología, pero de hecho no está en
condiciones el Colegio de fiscalizar cómo trabaja cada psicólogo.
El grado de variedad que hay en nuestra profesión es muy grande en
relación a la medicina. En el Colegio de Psicólogos funciona un Comité de Ética, a
donde se presenta alguien que se atiende con un psicólogo si tiene alguna denuncia
de mala praxis; pero en realidad el Comité la toma para buscar la forma de que
esto no llegue a tribunales, es decir, no fiscaliza. Es un control absolutamente
ineficaz.
El único control es el de pago de la matrícula. Entonces, eso no controla.
¿Qué garantiza, qué controla que un psicólogo cumpla ciertas formas mínimas en
relación a la ética con la cual trabaja? No hay nada.
Lo único que regula para los psicoanalistas es la pertenencia a una
institución, en la cual uno está conminado a dar cuenta de la forma en la que
trabaja: con charlas, ateneos, etc. Pero no hay nadie que se meta en el consultorio;
pero hay ahí alguna forma de control.
El mayor trastorno de un psicólogo es cuando se queda solo, no mediatiza lo
que hace con nadie.

El otro tema es la supervisión, que es la otra garantía. El hecho de tener a


alguien con quien poder hablar de lo que uno hace. Esta es una forma de regulación
y de cierta garantía en tanto lo que uno hace está de algún modo puesto en
cuestión.
El mayor problema de algunos psicólogos es el solipsismo en el que se
encierran en cuanto se reciben. Por el hecho de tener pacientes, eso no marca la
garantía del trabajo que uno hace, porque al paciente se lo puede seducir,
enamorar; hay diferentes formas de tener pacientes, eso no da garantía de lo que
uno hace.
Porque alguien así podría decir que sin embargo les “hace bien” a los
pacientes. ¿Pero qué quiere decir “hacer bien”?, salvo que uno crea que la
psicología es una especie de sacerdocio.

Ese es uno de los problemas que tiene nuestra profesión. En medicina hay lo
que se llama el procedimiento necesario y acostumbrado. Quizás éste no salve la
vida de un paciente, pero si el médico lo siguió al procedimiento aceptado, no
puede ser acusado de mala praxis.
En nuestra práctica el problema del procedimiento es mucho más
complicado. Quizás haya dos, tres o cuatro formas de procedimiento adecuado,
considerado necesario. Por ej. en el caso de riesgo de suicidio hay un procedimiento
que sería el necesario.
En el médico puede haber una gripe, pero en nuestro caso trabajamos con
un sujeto. Por ej. en una depresión aguda el psicólogo debe derivar a un psiquiatra,
si no lo hizo puede ser acusado de mala praxis. Pero son muy pocos los casos.
¿Cómo decir que el procedimiento adecuado frente a un obsesivo muy angustiado
es adecuado? No hay una sola forma adecuada. Lo que hay son intervenciones que
pueden tener eficacia o no.

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Por ej.: Un paciente obsesivo, con una idea obsesiva por la cual cree que al
tirarse en una pileta contagia a todos de S.I.D.A. porque “él puede llegar a tener
S.I.D.A.” dice, y que a quien le da la mano también lo contagia. Y llega al punto de
que quiere o matar a alguien o suicidarse, por esta idea obsesiva. ¿Cuál es el
procedimiento adecuado ahí? Así no se lo podría dejar irse del consultorio, con este
gran estado de angustia. Hasta que dice algo que el “creía”. Entonces se le dijo que
“una cosa es una creencia y otra una verdad”. Y eso sirvió para desarticularlo,
empezó a decir “no entiendo”, y se le dio la explicación de la diferencia entre
creencia y acto: “Una cosa es pensar y otra hacer”. Esto a este tipo lo tranquilizó, y
a partir de ahí surgió la idea de que -él tenía que competir en una carrera junto con
otros nadadores, y por alguna razón lo excluyen-, y le apareció la idea de que “si
tirase una gotita de virus en esa pileta mataría todos esos hijos de puta”. Es un
pensamiento, no acto, y tiene otro valor.
En la urdimbre obsesiva acto y pensamiento no tienen diferenciación. De acá
la idea de que una gotita de S.I.D.A. podría matar a todos. Este fue el comienzo de
esta idea, que es una idea claramente obsesiva y omnipotente.
Ahora, no podemos decir que en todo obsesivo hay que poner en claro la
confrontación entre idea y acto. Esto es para este obsesivo. No hay un
procedimiento adecuado para todos los casos. ¿Entonces, cómo se puede analizar la
buena o mala praxis?
Para un juez, si uno lo puede fundamentar al procedimiento que siguió, y si
no es absolutamente contrario a toda práctica, entonces lo que uno hace no es
mala praxis. Por eso hay pocos juicios de mala praxis: es muy difícil sostenerlo,
salvo que haya un paso de propiedad del paciente al analista o una relación sexual.
La relación sexual es un claro elemento de mala praxis, ahí no hubo práctica
profesional. Pero es muy difícil este punto. Ha habido denuncias acá en el Colegio y
han sido contenidas por el Comité de Ética Profesional.

Todos sabemos que cuando Freud trabaja el amor de transferencia y el real


no encuentra nada que le permita diferenciarlos bien, excepto el hecho de si hay
analista o no. El tema es que uno esté en la posición de analista o no. En Freud no
hay una diferencia tajante entre uno y otro, lo que sí hace la diferencia es que del
otro lado haya analista o no. Y el que haya analista es que no responda a la
demanda de amor. Cuando Freud habla de analista es que no responda a la
demanda de amor.

29
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 9
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
TRASMISIÓN DE LA CLÍNICA PSICOANALÍTICA
El tema de hoy es la transmisión de la clínica psicoanalítica.
Lacan demostró que el psicoanálisis no podría ser una especie de discurso
con un discurso conciente determinado por uno inconciente, una relación de causa
– efecto. Es en el texto de lo dicho donde aparecen las formaciones del inconciente.
Pero esto no quiere decir que haya un texto inconciente. Esto en última instancia
quiere decir que no hay Otro del Otro, no hay metalenguaje, no hay texto
inconciente.
Con el supervisor el practicante que recién comienza intenta tener esta
posición de garante, este Otro del Otro a quien llevarle lo que escuchamos. El
supervisor puede escuchar los problemas que nosotros tenemos pero sobre la
trama de lo que escuchamos.
Es otra perspectiva en la Teoría de la Comunicación, con el mensaje en lo
dicho, con filmaciones. Hay películas de psicoanalistas norteamericanos donde
graban todo lo que los pacientes le dicen. Generalmente la grabación suele servir
en las películas policiales. Sirve para encontrar ahí algo del orden de una verdad
que no es la verdad del inconciente.
¿De qué verdad se trata? Hay cuatro especies de verdad: Hay una verdad
que tiene que ver con la verdad del arte. Uno puede decir que una pintura
representa una forma de la verdad que no es la verdad científica, es de otro orden.
Lacan dice que la poesía es aquello del arte que más se acerca a dar cuenta de lo
real, mucho más que la ciencia. Por eso habla de la interpretación como poética.
La verdad del arte es muy diferente a la verdad de la ciencia, y también es
muy diferente a la verdad del amor. Y otra forma de verdad es la verdad política,
que es una dimensión de verdad muy diferente a las otras verdades.
Con esto hablamos de cuatro versiones de la verdad. Cuando hablamos de la
verdad del inconciente, en parte al menos tiene que ver con la verdad de la ciencia,
porque el psicoanálisis tiene una aspiración científica, aunque no sea de la ciencia
clásica. Apunta a una realidad, un real de goce en el sujeto, eso es lo que localiza.
Y la verdad tiene una “estructura de ficción” dice Lacan, por eso la clínica
también tiene estructura de ficción: es una forma de construir la verdad de la
experiencia.
Ahora, si filmamos la sesión, eso está muy bien para el psicólogo sistémico,
que va a leer ahí los fenómenos de comunicación, de mensaje y metamensaje, de
mensajes contradictorios, pero eso quiere decir que está fuera de la que es la
concepción fundamental del psicoanálisis que es la de la transferencia, y la clínica
psicoanalítica es una clínica en transferencia, es un análisis del mensaje por fuera
de la transferencia.

Nasio siempre se ocupó por poder definir la clínica en transferencia. Pero


ahora parece estar por fuera de lo que es el psicoanálisis, porque pone en el campo
de lo imaginario la interpretación: dice que el analista fantasea la posible
interpretación.
Pero siempre se preocupó por analizar esa resonancia transferencial que se
da entre analista y paciente. Hay cierto acompasamiento entre el decir del
analizante y la escucha del analista; cuando se produce este acompasamiento es
cuando hablamos de transferencia.
Plantea una clínica por fuera de eso, una clínica de hecho. El hecho de la
filmación supone un armazón, una ficción: elegir qué cámara va y cuál no, etc. Y
eso nos aleja de poder presentar el hecho tal como se presenta el hecho en sí.
Todo film es la construcción de una ficción, cómo se organiza esa imagen en
grupo. En una filmación así todo lo que se dice va a pasar a la cinta. Ahora, para
nosotros, los analistas, lo que escuchamos en la resonancia transferencial poco

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tiene que ver con la visión de un tercero de la escena. La clínica que hace el
psicoanálisis es en la escena, no por fuera de la escena. El psiquiatra se coloca por
fuera de la escena, se ocupa del paciente y su síntoma, la locura está toda del lado
del paciente. La clínica psicoanalítica es diferente, supone entrar en una escena, y
esta es irreductible a una tercer mirada.
Es muy pobre lo que puede hacer una cinta en relación a lo que es la
dirección de la cura. La cinta es otro relato, es el relato del observador, y eso
supone que de lo que habla es de lo que escucha el observador, y no hay Otro del
Otro.
Lo que quiere decir la palabra supervisor: alguien que mira desde arriba,
como un panóptico. Una expresión más acertada sería análisis de control.
Es totalmente inadecuado que alguien cumpla ambas funciones, la de
analista y supervisor con un analizante psicólogo.
El análisis uno lo puede hacer con un analista durante un recorrido de años.
Pero una supervisión, es mejor tener diferentes supervisiones: un tiempo con uno y
otro con otro, e ir viendo cómo es con uno y cómo es con otro.
Es muy importante que las supervisiones permitan tener cierta amplitud,
varios supervisores. No es lo mismo con un analista, porque la relación
transferencial que se establece en un análisis es diferente a la de una supervisión.
Lo cual no quiere decir que el supervisor a veces haga una intervención que sea
una interpretación, en relación al deseo del analista. Para eso sirve la supervisión,
para cuando hay algo determinado que uno no puede escuchar. Y esto pasa por dar
cuenta de qué nudo hay ahí del analista en lo que no puede escuchar: el punto
ciego, aquello que no puede escuchar.
Annie Reich, una psicoanalista posfreudiana fue la que introdujo
específicamente el concepto de contratransferencia, que apuntaba ahí donde el
analista respondía con su propio inconciente, con su propio deseo, y eso impedía
escuchar la particularidad de ese paciente.
De ahí que Lacan, para decir algo tajante en relación a la
contratransferencia, comenzó haciendo esta fórmula de Annie Reich y después
terminó haciendo cierta orientación en la interpretación. Es decir, lo que hizo fue
introducir la cuestión contratrasferencial como orientadora de la interpretación.
Todo lo que se juega alrededor de la interpretación como acto del analista
apunta a lo fundamental de la dirección de la cura. Para algunos autores la
interpretación surge en principio de la contratrasferencia.
Entonces, esa fórmula lacaniana de que no hay Otro del Otro supone que no
hay Otro que garantice la verdad. La verdad siempre tiene estructura de ficción.
El caso clínico es la producción de un texto sobre la experiencia clínica,
cuando se presenta un caso clínico. De ahí que muchas veces tengan la estructura
de un cuento o un relato. Como los casos freudianos, y en esa época, y ahora, hay
gente que los sigue leyendo como un relato.
El caso supone el punto de referencia de la transmisión en clínica. Ahora,
llevar las entrevistas a que construyan un caso quiere decir articular la teoría
también. Un caso no es una yuxtaposición o suma de las entrevistas, siempre
supone una construcción en la que interviene algo de la teoría.
Es interesante, porque uno escucha por ej. una entrevista y para uno puede
ser un claro caso de un perverso, para otro de una neurosis obsesiva y para otro de
una psicosis. Entonces, ¿quién garantiza que se trate de uno u otra? Muchas veces,
el que funciona como Otro del Otro es el que tiene más prestigio en un ateneo
clínico. Por ej. el profesor titular funciona como quien tiene la verdad. Pero ese
peso es el de la transferencia, no es el peso de la verdad. ¿Y cómo se demuestra la
verdad? En la confrontación; pero no hay un árbitro. Pero lo que se juega ahí es la
transferencia, la suposición de saber, no la verdad. Esto quiere decir también, es
otra forma de decir: “No hay Otro del Otro”. No hay Otro que garantice la verdad.

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El terreno de la clínica es el terreno de la confrontación. Por ej. en un ateneo se
organizan las entrevistas para demostrar de qué se trata claramente, por ej. de una
obsesión; es la puesta en juego de una ficción.
Los ateneos más interesantes es cuando se pone en juego la confrontación: Uno
dice que es una cosa y otro otra. Por ej. decir que un neologismo se caracteriza por
estar fuera del discurso, un significante que no remite a otro, eso no es una
evidencia. Cuando alguien dice una palabra sobre la cual no puede asociar. Para
eso habrá que hacer todo un desarrollo teórico para decir que es una psicosis o una
neurosis obsesiva.
Un problema que suelen tener los analistas lacanianos es que la mayoría de los
casos suelen ser tan armados que no dejan hacer ninguna forma de interpretación,
porque están armados para demostrar una teoría o un concepto. Con lo cual es
imposible trabajar clínicamente.
No es fácil para un analista hablar de lo que hace. Mucho menos exponerlo
clínicamente.
La clínica, cuando uno habla de la clínica está en la posición de un analizante,
porque uno habla de lo que hace y de las equivocaciones. Cuando uno habla
comete fallidos, etc., está en posición de analizante, entonces supone del lado del
que escucha una cierta consideración.
Pasa con los alumnos, cuando uno escucha un error en lo que dice el profesor pudo
encontrar un lugar en el Otro.
Por eso, cuando es entre analistas, hay cierto respeto y cierta consideración que
hay que lograrla y que tiene que ver con la propia práctica Cuando uno es
estudiante quizá lo que puede escuchar es el error.
No hay garantía cuando uno habla de la clínica. Transmitir la clínica de lo que hace
cada uno es transmitir los tropiezos. Por eso lo mejor es cuando uno puede
presentar un caso donde se lo puede escuchar al analista.
El analista a veces se enoja en un análisis, y eso se ve en la intervención
superyoica que realiza. Eso después se lo puede leer en la supervisión. No es que
no haya contratransferencia o sentimientos propios, el tema es que Lacan nos
enseñó que eso no puede dirigir la cura. Pero esto no quiere decir que esto no
exista.
Lacan, para revertir el posfreudismo de trabajar con la trasferencia positiva, dice
que uno escucha mejor cuando no le cae tan bien, porque ahí escucha el agujero,
porque si está fascinado con el paciente no escucha nada. Lacan decía por eso que
era bueno algo de transferencia negativa.
El analista debe poder actuar sin que esos sentimientos que tiene interrumpan la
escucha.
La cuestión en relación al diagnóstico: hicimos referencia a que el psicodiagnóstico
en los años ’60 tuvo un lugar -la batería de tests- en relación al psicoanálisis,
porque era como que el analista orientara su cura a partir de elementos objetivos
como ser los tests de personalidad: Rorschach, T.A.T.
Esa batería de tests, desde los que eran para ver algún trastorno neurológico a C.I.
a organización de la personalidad, es lo que podía orientar la cura para los analistas
kleinianos de los años ’60. Esto supone dejar fuera de la transferencia lo que es la
conducción de la cura.
En esas épocas al paciente se le hacían dos a tres entrevistas cara a cara, luego del
psicodiagnóstico, y a la cuarta se le indicaba el diván. El diván es siempre una
intervención: Es decir que el análisis está en curso, pero también puede ser el
precipitar la entrada en análisis.
El diván tiene varias implicaciones: Una puede ser cortar esa forma de discurso
imaginario que trae el paciente. Un paciente busca siempre alguna forma de
aprobación o de correspondencia imaginaria. Si a uno le sonríen en una situación
social tiende uno a sonreír, es decir, realizar especularmente lo que el otro espera
de uno. Es decir que siempre hay en lo especular, de la mirada, una tendencia a lo
recíproco. También por ej. si nos miran con cara de odio.

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Bueno, esto Lacan lo demostraba con los pecesitos de combate, que las señales de
uno levantaban las señales de ataque del otro. Y lo mismo en las cuestiones de
amor.
Esto es lo que el diván trata de cortar, esta correspondencia biunívoca.
Pero esto significa que no se puede indicar diván a todos, porque hay algunos a
quienes la angustia los devoraría. La indicación de diván no es para todos, se puede
hacer psicoanálisis cara a cara.
La indicación de diván en muchos casos se convierte en un obstáculo, sobre todo en
histerias, en esta demanda de lo imaginario especular.
Uno en la vida aprende a poder leer en los gestos del otro la aprobación de los
dichos de uno. Entonces, si vio una mueca de desaprobación, va a intentar de
hacerlo reír por la seducción. En esos casos es importante poner un corte. Porque
además para un psicoanalista es bastante insoportable no hacer gestos: la cara de
poker. Este semblante tiene su peso poder realizarlo, uno lo puede hacer no por
mucho tiempo.
Muchas veces reírse con un chiste no tiene consecuencias en la dirección de la cura,
pero otras veces sí: Cuando eso suele ser un instrumento para que el otro no
escuche. Y la posición del neurótico es la de ser lo que al otro le falta, y se han
dedicado a hacer encantar al otro. Ahí se debe indicar diván. Y todo lo contrario en
los casos en que lo imaginario o lo especular es un soporte indispensable para
poder sostener la palabra. Por eso a veces en casos de extrema angustia se le pone
cierto dique a la angustia con el cara a cara.
Y ni hablar en los casos de psicosis, el cara a cara es una condición esencial, por las
desarticulaciones de lo imaginario que se dan en la psicosis. La indicación de diván
en un prepsicótico (no desencadenado) hace desencadenar el delirio.
En estos casos, claro, el diagnóstico es fundamental. Ahora, ¿qué diagnóstico? No
el que nos puede dar el Rorschach, porque los tests de personalidad plantean la
generalidad en lo particular del sujeto, o sea, un camino contrario a un análisis,
donde lo que uno puede escuchar es lo particular del sujeto.
Por ej. hay obsesivos donde lo particular es aquello que rechazan: “Nada particular,
lo de siempre”, “Como la vida de todos, a todos le pasa lo mismo”. Este es el
recurso obsesivo: “A todos nos pasa lo mismo”. Nada de donde poder asirlo, todo
está bien, el problema es del otro: “Si Ud. Me dice qué desea yo respondo a la
demanda”. Un paciente así por ej. cambió cuando estaba diciendo lo que hacía:
“Los sábados fútbol”. Entonces el analista preguntó cómo era jugando al fútbol:
“No; ahí soy otro, puteo al que no tiene la suficiente voluntad”. Y luego dice: “A mí
me gustaría ser como soy en el partido de fútbol”. Lo interesante es que pudo
percibir que es en el fútbol en donde no es “todo lo mismo” para él.
En este paciente no había matices, variedad, “todo era lo mismo”. Hasta que pudo
subjetivar que la crisis con su mujer que lo había traído al análisis era porque él
tenía ya de antes cierto malestar en relación a su mujer, malestar que él actuó:
Apareció cierta mujer y él se fue con ella, y cuando volvió la mujer se lo
reprochaba, y si no era por eso “él no tenía problema”.
Para un buen burócrata, como es el obsesivo, porque cumple la ley, el tema de que
el otro insista es un problema, y él puede localizar la solución en el futuro.
Esta persona pudo localizar algo de su deseo: de donde su palabra apunta a algo de
su deseo es justamente jugando al fútbol.

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 10
PROF.: JORGE ZANGUELLINI

ACTING OUT Y PASAJE AL ACTO


Hoy vamos a ver acting out y pasaje al acto.

dificultad

mo Inhibición Impedimento Embarazo


vi
mien Emoción Síntoma Pasaje al acto
to
Turbación Acting out Angustia

Esto aparece, tiene que ver con la clase 6 del seminario de la angustia; un
seminario fundamental en la obra lacaniana.
Este eje es una lectura del texto de Freud Inhibición, síntoma y angustia, que lo
ubica del menor al mayor movimiento y de la menor a la mayor dificultad.
Entre la inhibición, que es el punto mínimo, y la angustia, que es el máximo, hay
términos intermedios. La angustia representa así la mayor dificultad y el mayor
movimiento, de ahí que sea el punto más difícil en el dolor psíquico.
Por el lado del movimiento, Lacan en el lado de la inhibición coloca luego la
emoción y la turbación, que implican diferentes movimientos pero igual dificultad.
Primero la inhibición: es la retención de toda respuesta. Freud coloca a la inhibición
como previa al síntoma en Inhibición, síntoma y angustia; luego hace síntoma, por
tanto la inhibición es reconocible pero no interpretable. O sea que no hay de esto
señales. La inhibición es exitosa en tanto no hay resto de este acto detenido que es
la inhibición.
En la fobia lo que hay es un temor, miedo, no hay inhibición. La evitación fóbica
implica que el sujeto realiza conductas evitativas, hasta la mayor que es la
claustrofobia. Pero ahí no se inhibe sino que surge el miedo como un ciclo. Un
fóbico transpira, etc.: hay respuestas corporales. En la inhibición lo que hay es una
ausencia de respuesta, que no es lo mismo que la emoción. La emoción es un
concepto que viene de la psicología de las emociones, como una especie de
sentimiento pero de orden más bien corporal, que tiene que ver con un compromiso
corporal. Y Lacan lo relaciona con eso que surge que en la psicología se llama “la
mancha”: la mancha de Rorschach. Eso de que el sujeto al ver la mancha y
encontrar ahí algo surge la emoción. Ésta es del mismo orden que encontrar en el
dibujo una mancha. Es algo tenue en relación a lo que podría ser la turbación.
La inhibición es la ausencia total de respuesta. No es el obsesivo que tiene la duda
de “¿le digo o no le digo?”, sino que es un grado anterior, una ausencia de
pensamiento, y que no puede decir nada: En el momento no me surgió nada,
después me di cuenta de todo lo que le pude haber dicho”. Esto es del orden de la
inhibición: no tiene pensamiento, no hay ningún contenido en ese momento, no
surge nada. El pensamiento es un acto, no en el sentido simbólico pero sí en el
real.
La emoción, dice Lacan, produce no saber de qué se trata eso, como la mancha, no
saber de qué se trata eso que se encontró, pero hay ahí un saber, pero de alguna
forma concernido.
Y cuando uno está turbado aparecen rasgos de esa turbación. La turbación a veces
se relaciona con cierta construcción. Lacan lo define como “la evocación de un
poder pero que no se presenta”. Es decir, se busca algo que realizar, en relación al
acto, pero no hay poder para realizarlo, entonces podemos decir que está turbado.

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En la misma dimensión de la inhibición, en relación a la dificultad está el
impedimento y luego el embarazo.
El impedimento, impedir, es la dificultad en retener: retener su deseo. Y esto en
relación al obsesivo se llama “compulsión”: es la compulsión obsesiva, lo que lo
lleva al obsesivo a realizar actos que quisiera detener. Lacan lo ubica a nivel del
impedimento.
En cambio el embarazo, que supone una mayor dificultad: embarazo tiene la
acepción de llevar algo dentro, pero a su vez supone primero que es un embarazo
en relación al otro, por ej. con el enrojecimiento que sucede a un acto fallido. El
embarazo es cierto desnudamiento frente al otro, cuando uno dice más de lo que
quería decir. Está en relación con la causa. ¿Qué diferencia hay entre un acto fallido
que es una equivocación y un acto fallido en relación al sujeto? El embarazo; ahí se
escucha cuando es en relación a una causa.
Luego Lacan incluye el pasaje al acto: mediano movimiento y mayor dificultad; y el
acting out: mediana dificultad y mayor movimiento.
En otro lugar Lacan dice que el análisis transcurre, se desarrolla a partir de la
formalización de un síntoma en transferencia, porque es interpretable. Lacan dice
que el análisis se desarrolla entre la inhibición y el acting out. Porque la inhibición
no es interpretable y el acting out tampoco.
El síntoma se hace interpretable en el análisis. Sino es del mismo orden que
interpretar el asma o cualquier fenómeno psicosomático. Es en el discurso donde
uno puede operar por ej. una impotencia. Sino queda en el discurso sugestivo,
como hacen los terapistas sexuales: Ese es un trastorno sexual por fuera de la
transferencia. Esto es del orden del saber, no del saber supuesto sino del saber
efectivo.
Y un analista trabaja sólo en transferencia. ¿Por qué una sucesión de vómitos son
sensibles a un psicoanálisis? No por lo que hace un conductista, que indica qué se
debe hacer, funciona a través de la indicación y sugestión en base a un saber
efectivo, y que responde a lo general, por tanto no al sujeto. Entonces, estas
técnicas que llevan lo particular a lo general lo que hacen es desubjetivar.
Ej.: Una paciente que se presenta con una serie de vómitos aparentemente
involuntarios, que se le aparecen en forma más o menos diaria desde los 15 años.
En ese momento tenía 19. Cuando ella entra en análisis los vómitos cesaron. Habló
de los vómitos en la primer entrevista, luego se quejaba cada tanto. Y al entrar en
análisis dejó de vomitar.
Ese síntoma fuera de transferencia fue tocado por algo que sí sucedió en
transferencia, en donde ese vómito tenía que ver con la relación que ella tenía con
su madre, de sentirse no catectizada por la mirada de la madre, y que se
catectizaba con cada varón que encontraba.
Es una cuestión de que lo que se arma de orden simbólico es desatable por la
palabra. Pero si nos hubiésemos metido con la realidad del vómito, ese vómito no
es tratable por la palabra. El acento no hay que ponerlo ahí sino en lo
transferencial, en la organización de un síntoma a nivel transferencial.

Los neuróticos tienen como cierta “creencia”, digamos, en el valor de la palabra.


Eso un asmático o un bulímico o un anoréxico no lo tiene. Menos que todo un
asmático. El neurótico mayormente tiene cierta creencia en la palabra, la palabra
que evoca, que hace sentir. Los anoréxicos o los bulímicos tiene más creencia en el
acting o en el pasaje al acto. Por eso en estos últimos casos no podemos hablar de
síntoma. El síntoma es algo a construir en el análisis.
En el psicosomático la transferencia está obstaculizada por la falta de creencia en el
valor de la palabra. El psicosomático responde más a la medicina. Y responde
tardíamente al psicoanálisis. La demanda es a la medicina, porque es a una
solución general. Por eso la medicina objetaliza y dice: “Se trata de un estómago”;
porque eso es lo que generaliza: Hay 10 tipos de úlcera, no tantas úlceras como
sujetos hay.

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Y también el adicto es alguien que cree más en el valor de la sensación del goce de
la sustancia que en el valor de la palabra. El adicto dice: “Me trae consecuencias,
pero el goce es irrenunciable e inmediato”.
En un momento el ataque de asma era interpretado en relación a la madre, en la
época de los posfredianos; pero en Klein todo era en relación a la madre.
Los desórdenes PSICOSOMÁTICOS no son del orden de la interpretación, y la
dirección de la cura pasa por una somatización en otro lugar. Porque los trastornos
psicosomáticos producen un goce que está por fuera del valor fálico, del orden
fálico, y esto los hace inoperables.
Lo mismo que EL TOXICÓMANO, cuya demanda en relación a la droga no pasa por
el otro, por tanto la adicción por esta vía no es sintomatizable. Un adicto no dice:
“No sé por qué me aspiro una línea”. No; ahí generalmente hay un saber: sabe
sobre el goce, en el cuerpo. Es un goce del orden de lo inmediato, y por tanto no
pasa por una demanda al otro. No hay Otro.

Retomemos la cuestión del acting out y el pasaje al acto. Dijimos que la clínica
psicoanalítica se da entre la inhibición y el acting out, es decir que entre la
inhibición y el acting out se da el síntoma. La angustia está más allá del acting out,
no hace enigma, es un dolor sin causa, por eso Lacan dice que no es interpretable.
La angustia es algo que está por fuera de lo interpretable en tanto comporta el
mayor dolor, y hay ahí una falla del síntoma; porque el síntoma anuda, es entonces
cuando el síntoma no opera. Lacan coloca a el sinthome como lo que anuda, lo que
sostiene, y es por esta falla de su función de anudamiento la aparición de la
angustia. La angustia no es sin objeto. La angustia siempre supone la cercanía del
objeto. Cercanía del objeto que tiene que ver con una identificación, con ser objeto
frente al otro.
Y Lacan refiere el goce incestuoso o el goce del Otro como ese goce imposible, que
es el de ser un puro objeto a merced del Otro. Y es cuando este goce está a punto
de irrumpir, la inminencia de este goce, cuando aparece la angustia.
Es cuando deja de haber parámetros. Porque uno se sostiene frente al otro por
ciertas reglas, parámetros, que me hacen no ser un objeto frente a la boca del
cocodrilo: frente a esta se pone el falo. El falo es lo que impide este goce del Otro.
La angustia brota en la inminencia de este goce del Otro. Aunque puede haber
niveles de angustia, en general uno dice “estoy angustiado” para decir que está
ansioso, conmovido, etc.
Pero la angustia es un concepto muy preciso: supone la pérdida momentánea de
todo parámetro: no hay lugar en el mundo donde ponerse en la angustia, porque
no hay lugar donde estar a salvo de la angustia, uno no sabe dónde ir. Por eso
hablamos del máximo movimiento y la mayor dificultad. Uno se siente un objetito
en la boca del cocodrilo.
La angustia es inequívoca: uno no tiene dudas de que se está angustiado. No es tan
frecuente estar angustiado. Y no alcanza con que el sujeto diga que está
angustiado. En la vida cotidiana uno se dice angustiado por muchas cosas, pero
este es un valor banal de la angustia.
Es cuando el síntoma falla que se produce. El síntoma liga algo del orden del goce
(cuerpo) con algo del orden del significante (inconciente). No es así en la angustia:
en la angustia hay una separación del inconciente.
Pensemos que el inconciente es un sistema de control, de transformación del dolor
corporal. Es una estructura que permite procesar la excitación que nos viene del
cuerpo. Produce anudamiento entre lo que es del orden del cuerpo y de la
representación, decía Freud. Por eso es tan importante entender el esquema del
peine.
El esquema del peine es fundamental para entender el procesamiento que realiza el
inconciente de las excitaciones corporales. Permite traducir la excitación con alguna
forma de representación, que le da alguna forma de salida. Por eso el inconciente
está entre la percepción y el polo motor. Este inconciente es lo propio del ser

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parlêtre, lo que nos diferencia del polo animal. Y que es justamente por la vía de la
palabra, porque tenemos inconciente en tanto nos hablen.
El sujeto es una respuesta por la vía del cuerpo ante la palabra. Es una respuesta
de lo real del cuerpo ante la insistencia de la palabra. Porque si no hay cuerpo
(cuerdas vocales, cerebro) no hay posibilidad de respuesta subjetiva, pero tampoco
la hay si no hay otro. La respuesta subjetiva es ante la incidencia del otro, del
discurso.
Entonces, entre el síntoma y la angustia, por otro lado, Lacan incluye al acting out
y al pasaje al acto. Son dos formas de respuesta: el acting out es una respuesta y
el pasaje al acto es una reacción.
El acting out es una respuesta salvaje a la demanda del Otro. En tanto no es por el
orden de la palabra sino por el orden de la actuación, de la respuesta corporal. El
acting no es algo del orden de lo interpretable ni del orden de lo prohibido; ni
tampoco es interpretable, porque no es del orden del síntoma, es decir, articulado a
la palabra. Justamente, si alguien lo interpreta lo que se hace es darle un sentido a
la actuación, sea la conducta que sea que suponga cierta mostración. Es decir,
conductas en las que lo que caracteriza es la mostración. No es lo mismo la
mostración que el mensaje, el discurso al otro. Lo que se muestra es una conducta,
una forma de actuación.
A veces también las palabras funcionan mostrativamente: Por ej. uno puede
insultar a alguien que nos dice algo. El insultar muchas veces tiene el valor de
acting, porque a veces tiene el valor de odio, no de decir algo, muestra. Otras
veces no.
Hay un uso mostrativo de las palabras y también hay un uso evocativo, referencial,
indicativo de la palabra.
El acting out es una conducta mostrativa que busca hacerse un lugar en el Otro. Se
muestra algo que supone abrir una falla en el otro: “Viste, me podés perder”.
Muchas veces en relación al acting out, en relación al intento de suicidio, que
muchas veces son dramáticos y otras del orden de la parodia: Cuando es muy
grueso. Pero también hay otro orden del acting out en que el sujeto, en la sucesión,
puede realizar apuestas cada vez más mostrativas.
Lacan al “caso de los sesos frescos” lo planteó en lo que no entendía el analista:
que el acting out es una respuesta frente a la sordera del otro.
A veces esto es escuchado por el otro (sea el padre, madre, novio) y el acting out
precipita cierta modificación de la posición del otro. Por lo menos a esto apunta
cierta clínica del acting out de los intentos de suicidio: apuntar a que haya cierto
movimiento del otro.
Se trata de respuesta en una escena. En el acting está el sujeto y está el otro en la
escena, y el sujeto procura sustraerse para producir una falla en el otro. Por ej. en
el intento de suicidio: “Puedo desaparecer”. Son comunes las internaciones por
intento de suicidio en jóvenes y adolescentes por problemas familiares. Por ej. una
hija que intentó suicidarse porque la madre no escuchaba que su pareja intentaba
violarla. Y el intento de suicidio fue la vía para que la escuche y la mande a vivir
con su hermana.
La sordera del otro es lo que causa un acting. El acting lo causa el no encontrar
lugar en el otro, sea responsabilidad del otro o sea del sujeto.
Muchas veces hay gente que opera siempre por la vía del acting, porque es la
forma de tirarle toda la responsabilidad al otro: lo podemos ver en un obsesivo, en
una histeria.
Hay toda una clínica en relación al acting; no es una estructura porque puede estar
tanto en la perversión como en la neurosis. Hay una falla en la relación al Otro.
Lacan lo ubica en relación a la separación al otro, en el “puedes perderme”. El Otro
es significante, el lugar del discurso. En el cual el sujeto va encarnando a lo largo
de su vida a distintos otros.
Es porque se le habla al cuerpo que responde un sujeto.

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Hay sujetos que viven en actings constantes, que son incapaces de sostener en su
propio seno un síntoma: enseguida se lo arrojan al otro y le enrostran al otro
siempre la responsabilidad de su dolor, de lo que les pasa. La cuestión es siempre
el otro. Hay toda una clínica y maniobras para hacer ese sujeto analizable, pero no
por la vía de la interpretación del acting out sino de la sintomatización.
Y la transferencia también es del orden de una escena, pero de una escena en
donde juega la palabra.

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 11
PROF.: JORGE ZANGUELLINI

GOCE
Hoy vamos a plantear un tema que es discontinuo en relación a lo que veníamos
trabajando, que es la cuestión del goce.
La doctrina lacaniana acerca del goce, si bien aparece en el Seminario 10, es recién
en el Seminario 20 donde Lacan hace mayores precisiones y delimita goces.
Hablamos de esto para poder articularlo con lo que comporta de goce... plantearlo
porque es un concepto oscuro y no puede ser de otra forma. Porque uno puede
decir:
“El goce es del cuerpo”
“El goce es lo real”
“Todo síntoma tiene una cara gozosa”
Podemos plantearlo en Freud, sobre todo en la última parte de su obra, en relación
a:
La reacción terapéutica negativa.
La tipología de los que fracasan al triunfar.
Si bien Freud habla de displacer para un sistema y placer par otro, lo vemos hoy
como goce.
La reacción terapéutica negativa es: ¿Qué es lo que hace que alguien decida
abandonar un tratamiento en un punto determinado?, se pregunta Freud. Freud
dice: La reacción terapéutica negativa es aquello que hace que se elija el síntoma
a la cura. La reacción terapéutica negativa apunta a eso indiferenciado pero
insistente de la pulsión, de la satisfacción pulsional. Esa adherencia patológica al
síntoma que se prefiere en relación a la cura. ¿Qué quiere decir “en relación a la
cura”? En relación a la cura en tanto se elige no dejar de gozar.
LACAN DICE QUE LA CURA PSICOANALÍTICA ES PASAR DEL GOCE AL DESEO. Ahí
donde se deseaba el sujeto debe advenir, pero el sujeto barrado.
En la tipología de los que fracasan al triunfar Freud habla de sujetos que cuando
ganan algo, le hace perder eso. Por tanto se ve que hay una satisfacción en la
pérdida, que va por el lado del anhelo.
Estamos hablando de la clínica freudiana cuando Freud plantea que la cuestión no
pasa sólo por un placentero y un displacentero sino por un más allá: otra forma de
satisfacción pulsional.
En la clínica vemos cómo muchos sujetos persisten en la elección de aquello que les
duele: dolor psíquico.
Porque las interpretaciones tiene dos caras: Uno a veces interpreta el lado
deseante, pero queda fuera el gozoso. Si uno no toma ambas vertientes el síntoma
queda inmutable.
Por ej.: Una mujer que mantiene una relación amorosa con un hombre; él viene
cada mucho tiempo. Y sobre eso ella no le puede preguntar nada: ni por qué viene,
ni dónde vive, etc. Una relación así le produce a ella sufrimiento, supongamos. El
problema de hablar. “El hablar reduce el goce”, dice Lacan en el Seminario 20.
Lacan dice: “La sublimación se trata de esto: yo no cojo, hablo”.
Lacan dice que la palabra supone algo del orden sublimatorio. La sublimación es un
destino pulsional que supone el orden de una satisfacción no sexual.

Entonces, en Freud, si la reacción terapéutica negativa supone una adhesión a la


parte gozosa del síntoma, porque el goce no habla -ello goza, el cuerpo goza- no
hay un goce que no sea del cuerpo.
Y por esta definición tenemos lo más paradójico: el goce fálico, o sea el goce
articulado al significante. El goce fálico es la consecuencia de la demanda invocada
sobre el cuerpo. La respuesta de eso es el sujeto, y la consecuencia es el cuerpo
penetrado por el falo, es decir, es el cuerpo penetrado por el significante.

39
En la salida del Edipo, el niño elige su pene a su madre: por eso es una renuncia,
por eso el falo es el significante de la castración, y a partir de ahí podemos hablar
de falo, porque falo supone castración. El valor de falo es la castración (hablamos
del FALO SIMBÓLICO). El falo es lo que ordena la cadena significante, ordena el
mundo.
El falo es el concepto de castración. Si hay falo es porque operó la castración, y
esto es una perdida de goce: Falo supone pérdida de goce.
Falo es función de pérdida de goce, de castración operada por el significante, si
bien tiene su inserción real en la diferencia anatómica entre los sexos.
Lo que se desdobla, lo que producen los monumentos fálicos, etc., ése se trata del
falo imaginario. Por ej. los obeliscos que están para marcar el centro de la
referencia: a partir de él se pone uno a contar. Eso supone valor de referencia. Hay
un uso significante, simbólico del falo imaginario, que de eso se trata el obelisco.
Pero también, en la representación fantasmática, para el muchacho la niña fálica es
lo que le produce la excitación.
Lacan agrega a la oposición entre fálico – castrado la posición de ser (femenina: ser
falo para el otro) o de tener (masculina). Por ej., en la posición que supone el ser
ídolo (de fútbol por ej.), que da lo mismo si se es hombre o mujer; es la posición
frente al falo lo que juega.

Retomemos falo como valor de castración. Que se hable no supone hacerse


representar en el discurso. De hecho, los psicóticos hablan pero no se pueden hacer
representar por un significante ante otro significante. Generalmente cuando se
conmina a un psicótico a hacerse representar entra en el delirio. De eso habla
Lacan con la aparición de un padre: es cuando se conmina a alguien a hacerse
representar con un significante fálico.
Si hay condiciones que al cambiar –de vida, por ej. una inmigración-, que provocan
el brote, para muchos psiquiatras se revierte eso volviendo a su lugar de origen,
pero ellos no piensan en estructura.
Hay sujetos que se brotan por el cambio de condiciones. El cambio de la lengua por
ej. es un trastocamiento fuerte para un sujeto. Se paga un precio por ser
inmigrante: historia, lengua; que sin duda produce dolor. Esto en alguien que tiene
una estructura prepsicótica sin duda desencadena.
El tema en el cambio en la lengua es que se pierden las referencias fálicas y hay
que reconstituirlas. Las referencias fálicas tienen según la cultura otras formas de
precipitación. Hay una modificación de las referencias fálicas cuando uno se muda
de un lugar a otro. En cuanto a esta cuestión que tiene que ver con el falo
imaginario pero que tiene un valor simbólico.
El FALO IMAGINARIO es aquello que se desprende del cuerpo. Pero esto tiene valor
sexual, de excitación sexual, pero supone también lo que orienta: la mujer falo es
lo que produce justamente excitación.
No hay lo que produce excitación que no pasa por esta diferencia entre lo fálico y lo
castrado. De ahí que el falo sea siempre un indicador.
El sujeto es una respuesta de lo real. El sujeto no es ni el yo ni la personalidad ni la
conciencia ni el inconciente: una definición de SUJETO de Lacan es: “Es lo que
representa un significante en relación a otro significante”. Y que esta función de
representación está signada por el valor fálico. La psicosis es esa imposibilidad de
hacerse representar por un significante en relación a otro significante. En la psicosis
es la posición de “fuera del discurso” lo que la define.
En sentido estricto no hay sujeto sin esta posibilidad de representación.
Pero, por otro lado, si tomamos esta definición de Lacan de que el sujeto es la
respuesta de lo real, lo es en tanto el encuentro entre un significante y otro. Este
cuerpo al que se le habla responde con un sujeto. El sujeto es una respuesta de lo
simbólico a lo que proviene de lo real.

40
Y tenemos referencia de sujeto: la primera aparición subjetiva es la negación a la
demanda del otro. Y todo el sufrimiento que supone siempre la aparición subjetiva
es porque supone un “no”.
Cuando hablamos de la clínica psicoanalítica como una clínica de la particularidad
subjetiva es cuando hay sujetos que dicen “no” al diagnóstico, a la clasificación. Ahí
leemos algo de la aparición subjetiva.
Retomamos el concepto de goce. Lacan en el Seminario 20 introduce FORMAS DE
GOCE:
1-Goce del Otro.
2-Goce femenino.
3-Goce místico.

Al GOCE FEMENINO lo llama en la fórmula como el significante de la falta en el


Otro: $(A). Ahí no se lee como el significante que falta sino como lo que falta, lo
que ahueca al Otro, lo que descompleta al Otro. Y Lacan ahí hace referencia al goce
femenino como goce de todo el cuerpo, es decir, no fálico.
El GOCE FÁLICO está producido por la hiancia que produce el significante en lo real,
que lo divide.
Lacan se pregunta cómo la palabra, el significante, opera en relación al goce.
Porque sabemos la implicancia del significante en lo simbólico. El tema es cómo
opera en lo real.
El goce fálico es el goce organizado, escandido por el falo. De ahí la secuencia entre
la erección y la caída. También podemos hacer referencia en el goce fálico a la
búsqueda del goce clitorideano, que opera como centro del goce fálico.

Freud decía que la mujer debía pasar del clítoris a la vagina, y que esa era una
forma de asumir la femineidad. Y esto estaba ligado a la salida normal que Freud le
daba a la mujer que era la maternidad: ligada al goce vaginal.
Con Lacan leemos esto de modo muy diferente. Es una tontería plantear el goce
como referido al clítoris o a la vagina. A partir del Seminario 20 esto se entiende
cuando Lacan plantea un goce particular, el femenino, que es un goce no fálico. La
mujer está en relación a dos goces:
Uno fálico, que busca con su pareja.
Un goce no fálico, no referenciado por el falo, de todo el cuerpo, pero que también
es un goce que enloquece.
Por eso la defensa histérica frente al goce femenino es la recurrencia al
falo. Las histéricas mantienen identificaciones masculinas, de ahí esa posición de
Dora frente al hombre y la mujer, pero supone identificarse a un hombre frente a
una mujer.
La forma de goce femenino es terriblemente angustiosa para la histérica, porque
son experiencias de despersonalización, la falta de referencia fálica; el falo supone
siempre un límite.
En el hombre no pasa esto: está superpuesto el orgasmo con una eyaculación.
La histérica organiza su goce a partir del falo.

El goce sexual es un goce que rodeando el cuerpo del otro estala en el propio
cuerpo. Eso es el “goce sexual”.

En el obsesivo por ej. no hay una pregunta por su propio goce; el goce de ella es lo
que lo hace gozar a él. Por eso dice: “¿Estuve bien?”; “¿Tuviste un orgasmo?”;
“¿Qué puedo mejorar?”.

Lacan introduce entonces esta versión del goce femenino. Otro goce aparece
definido en el femenino. Y goce del Otro es el que aparece siempre en el horizonte
de la angustia, porque la angustia supone la objetalización frente al goce del Otro.

41
Entonces aparecen tres variedades de goce:
El fálico.
El femenino.
El del Otro.
Después introduce el GOCE MÍSTICO (muy ligado al femenino), que es la exaltación
de ser todo tomado por el Otro, que lo lleva a desaparecer en el Otro. El interés de
este goce místico es que permite referenciar el goce femenino, ese goce no fálico,
no secuenciado por el falo.
Ahí Lacan termina diciéndole al goce fálico “el goce del idiota” cuando la
importancia está en la masturbación, el goce masturbatorio.
Tanto en el goce masturbatorio como en el sexual – genital el punto es lo fálico,
nada más que en el genital hay un paso por el otro, que supone una espera,
mientras que el masturbatorio es inmediato. De ahí que en Freud la masturbación
aparece a la base de toda ficción. Es como el adicto que no soporta esperar a tener
dentro suyo la sustancia. Es un goce de no espera.
En el goce masturbatorio está la fantasía, en el adicto no.
En el genital el otro está ahí como otro real, entonces supone una espera.

La masturbación produce culpa justamente por esa no presencia del otro: no da esa
vuelta por el otro. Mientras que en el encuentro con el cuerpo del otro siempre hay
algo ligado con la angustia: por el tema de la impotencia; por el tema de el no buen
arribo al placer mutuo. Esto porque no hay relación sexual: no hay encastre justo,
no hay complementariedad, porque el encuentro no es sólo del cuerpo, son los
fantasmas que se entrecruzan los que tienen que ver con el goce.

Retomamos ahora pasaje al acto. Lacan escribe en el esquema de la clase anterior


que el pasaje al acto está en el punto de máximo movimiento y dificultad
intermedia. Es decir que por definición supone un movimiento, la acción, pero que
supone que el sujeto no puede ser inscripto ahí. Esto diferencia al acto del pasaje al
acto. El pasaje al acto apunta a la constitución de otro, pero es una caída del Otro.
Es sin Otro el pasaje al acto.
El acto también produce un sujeto, mientras que el pasaje al acto produce un
desecho.
Acá está ese ej. clásico que da Miller sobre Julio Cesar y Rubicón. Miller para hablar
de acto da el ej. del Rubicón: un pequeño arroyo que estaba cerca de Roma. El
Rubicón suponía una ley para todos los generales victoriosos romanos de que no
podían pasar ese Rubicón con su ejército. Esto quiere decir que Roma no soportaba
a los generales victoriosos dentro de Roma, por su poder.
Julio Cesar vuelve victorioso y se encuentra con esa transgresión: era asumir una
transgresión pasarlo. Y ahí lo cruza, destituye al senado y es emperador.
Todo acto supone una transgresión de lo normativo para el sujeto. Un acto es
contra lo habitual.
Julio Cesar sabía que si lo pasaba, esto iba a producir grandes cambios en él y en
Roma. Pero en el momento en que está operando el acto ya no hay garantías, no
hay Otro, y supone que “ya se efectuó” y que no hay vuelta atrás, supone un antes
y un después. Y eso produce un sujeto: Julio Cesar ya no es un general victorioso
sino el emperador.
Un ej. de acto es lo que hace el niño cuando se tira por primera vez por un
tobogán: es zambullirse en algo para él desconocido, para su cuerpo. Sabe que en
eso no hay garantía: puede aparecer el clavito que no vio la madre.
Esto es lo que quiere decir que es sin Otro el acto: En el momento en que se
tira no hay garantía. Y cuando cayó del tobogán ya es otro Otro.

En ambos ejemplos hay un otro sujeto, hay algo que cambia de la posición del
sujeto.

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Todo acto sexual pone en juego de alguna forma la castración, por eso la angustia.
De ahí que muchos obsesivos tratan de no estar ahí en el momento en que ponen
en juego su pene. Dice Lacan: “El obsesivo está en la cancha pero mirándolo desde
afuera”. Es decir que el que pierde es otro. Para no poner en juego la castración.

En el pasaje al acto está muy implicada la cuestión del goce. El pasaje al acto
bulímico por excelencia es el atracón: comer sin brillo fálico. La ingesta del
bulímico no tiene corte, puede llegar a comerse todo lo que hay en la heladera;
hasta puede llegar a comer pollo del freezer congelado.
En el atracón podemos decir: es un goce sin sujeto; el sujeto desaparece. Tanto es
así que en muchos casos hay amnesia: el bulímico no recuerda lo que pasó. Esto es
un goce no regulado por el falo. Eso es el atracón, es decir, el pasaje al acto, y es
sin Otro.
El acto es sin Otro pero se busca otro. Por ej.: Julio Cesar emperador de Roma.
Roma es el Otro.
En el bulímico, ¿dónde estaba el sujeto? En ningún lado.

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 12
PROF.: JORGE ZANGHELLINI

EL DESEO DEL ANALISTA


Vamos a trabajar el deseo del analista, que es trabajado en el Seminario 6
de Lacan, en la última clase. Menciona una máxima kantiana del lado de Sade:
habla de la voluntad de goce; habla de aquello que posiciona al perverso en una
posición por un lado en una posición del yo de la voluntad, y por otro lado el ser
instrumento del goce del otro. El perverso se identifica con el código, con el
instrumento. Esto se lo ve en Sade.
Lacan invierte la moral kantiana. El supremo mal en lugar del supremo bien.
Esto es el fundamentalismo: un significante al extremo. La moral kantiana de llevar
todo al ideal lleva a producir el otro como resto, y esto termina en el nazismo.
Entonces Lacan diferencia la moral kantiana del deseo del analista. Lacan
sostiene al deseo del analista diferenciándolo de la contratrasferencia de la que
hablaban los posfreudianos: la contratrasferencia entendida como aquella que
siente el analista. El problema con la contratrasferencia es que pasaba a dirigir la
cura. No se trata de que no exista la contratrasferencia, sino de que cuando uno
responde como analista no responde como sujeto, porque el analista es una
función, no un ser.
Colette Soler, que pertenece a la escuela psicoanalítica del Campo
Lacaniano, dice que al analizante lo define el deseo del analista. La diferencia entre
el amor de transferencia y el amor real es la que tiene que ver con una posición de
abstinencia dice Freud, y Lacan llama a eso “deseo del analista”. El deseo del
analista es el que anuda a la falta, se trata de soportar la falta. La falta es ese
objeto del que el analista es semblante; objeto a como agente de discurso. El
analista en esa posición funciona como analista. El ser del analista en último caso
es el deseo del analista, y eso entonces es la falta.
Tiene más que ver con una posición que tiene eficacia; provoca un acto, pero que
es a posteriori. No hay algo definible como “ser del analista”, puesto que es algo
que funciona en determinado momento en que la eficacia se ve en el acto. Decimos
“acto” porque es a partir de que inscribe algo. La interpretación es la anticipación
de un algo, como acto, pero siempre es a posteriori: Podemos decirle la mayor de
las verdades a un paciente, pero eso no es interpretar. El acto permite inscribir la
castración y deja como resto un significante, produce un significante que es el
discurso. No se trata solamente de mostrar la falta el funcionar como analista; esa
falta es la que permite arribar a un objeto. Por eso Lacan llama a la función del
analista “semblante de objeto”.
Porque si no el histérico podría ser un analista bárbaro, porque muestra su falta
para arrojársela al Otro. Margarette Little, en el caso que vemos en la cursada, dio
lugar para ubicar el objeto. Muchas veces los pacientes que se relacionan por
actings pueden estar en relación al deseo que se juega en el analista. A veces hay
que señalarlo y otras veces hay que prohibir.
El analista frente al acting out se encuentra con una gran impotencia, porque la
palabra es impotente. ¿Cómo hacer que este acting pase por el desfiladero del
significante? Ej.: Un paciente que pidió en el medio de la sesión un vaso de agua
varias veces. El analista se daba cuenta que era un acting pero no sabía cómo
incorporarlo al discurso. Un día el analista, cuando la paciente preguntó cuánto era,
que si preguntaba cuánto era “con o sin vaso de agua”, y la paciente indignada
empezó a hablar.
Se trata de chocar con lo imposible, lo que no cesa de no inscribirse, es decir: lo
real. La posición del analista toca el acting out cuando surge algo de lo real.
Entonces, respecto de la posición del analista: todo depende de la posición del
analista en cuanto hará muestra de su deseo. Esto no es una fórmula.

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Otro ej.: Una paciente que interrumpía la sesión levantándose para ir al baño
siempre, hasta que un día el analista le dijo que o bien iba antes o bien después, y
que si no se iba. La paciente iba al baño para vomitar, entonces ahí surgió la
dimensión bulímica como un síntoma en transferencia. Lo que transmite el deseo
del analista cuando está funcionando es la castración, transmite la castración. No
transmite saber ni síntomas ni ideales, como los otros discursos terapéuticos. Por
eso es tan importante que el analista pase por su propia castración: hasta que no
se confronte con la presencia real del analista no puede analizar.
El analista como otro, como cuerpo no se puede ubicar, porque se pone en juego la
castración, y en análisis esto es fundamental.
No hay analista si no pasó por la castración propia, porque no hay deseo del
analista. Podrá haber voluntad de saber, pero no analista. Un análisis apunta a la
subjetividad. Como efecto de un análisis puede producirse un analista. Es decir, es
importante el pasaje por la castración, la no existencia del Otro.

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NOTAS: MARÍA INÉS MACHADO

Máxima kantiana del lado de Sade: Voluntad de goce: aquella que posición al
perverso en una posición. Por un lado a yo de voluntad y por el otro, al ser
instrumento del goce del A. El perverso se identifica con el látigo, con el
instrumento.
Lacan invierte la moral kantiana el supremo mal en lugar del supremo bien (esto
también en el fundamentalismo, significante amo al extremo ). La moral kantiana
de llevar todo al ideal, lleva a producirla otro como resto, termino en el nazismo.
La moral kantiana ≠ al deseo del analista, y este distinto a la
contratransferencia (psotfreudianos). No es que ella no exista, sino que el
problema es que cuando se dirige la cura desde ahí, el analista no debe responder
como sujeto. El analista es una función y no un ser.

C. Soler: Al analizante lo define el deseo del analista.

La diferencia entre el amor de transferencia y el amor real es que tiene que


ver con la posición de abstinencia dice Freud, Lacan dice que tiene que ver con el
deseo del analista.
El deseo del analista es el que anuda a la falta. Soportan la falta. La falta,
ese objeto del que el analista es semblante (objeto a como agente del discurso). En
suma, el ser del analista es el deseo del analista ,y así la falta.
Tiene que ver con una posición con eficacia, provoca un acto pero que es a
posteriori. El ser del analista funciona en distintos momentos, no es algo continuo,
se ve sólo cuando hay actos.
Acto: a partir de que inscribe algo, algo de la castración y deja como resto un
significante.
Interpretación como acto: Anticipación de un tiempo.

No es solamente mostrar la falta, funcionar como analista. Esa falta es la


que permite anidar un objeto, semblante de objeto (Lacan llama así a la función del
analista). Sino el histérico podría ser excelente analista: muestra su falta para
arrojársela al A.
M. Little dio lugar para ubicar el objeto : Muchas veces paciente que se
relacionan por acting puede estar en relación al deseo que se juega en el analista.
El analista ante el acting esta en impotencia, porque la palabra es impotente
¿Cómo hacer que este acting pase por el desfiladero significante?

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Lo que transmite el deseo del analista cuando está funcionando, es la
castración: no un saber, no síntomas ni ideales. por eso es importante que el
analista pase por su castración. La presencia real del analista pone en juego la
castración. El deseo del analista solo es posible cuando éste pasó por su propia
castración.
Como efecto de un análisis puede producirse un analista, no antes. Es
importante el pasaje por la castración, por la no existencia del Otro.

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 13
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 15-07-03
NOTAS: ROCÍO MAYORGA

EL FANTASMA EN RELACIÓN AL COMIENZO Y AL FIN DE ANÁLISIS

El tema de hoy es el fantasma en relación al comienzo y al fin de análisis.


Un sujeto se constituye en el campo del Otro. Algo va a representar la falta
tanto para el sujeto como para el Otro. La falta es el objeto a. El objeto a es
inmensurable, es una falta lo que va a representar, algo que no es ni el sujeto ni el
otro, una falta en ambos. La fórmula del fantasma es la siguiente: $ ◊ a
El sujeto es en el objeto a y al mismo tiempo se separa del objeto a. La
causa separa y une al sujeto con el Otro.
El fantasma es una escena. Este rombo, en la fórmula del fantasma,
constituye los límites de la escena en la cual el sujeto barrado está en relación al
objeto a.
Freud habla de fantasía tanto en el caso de las fantasías preconcientes (los
ensueños) como de las inconcientes.
Cuando se introduce la clínica lacaniana era un momento en que la clínica
kleiniana predominaba, y en ella era todo fantasía. En español fantasía es escena.
Fantasía es un objeto imaginario.
Algunos autores hablan del fantasma como de la fantasía.

La fórmula entonces es: $ ◊ a; lo escribimos así porque la fantasía fundamental es


aquella que se constituye al final del análisis, es una escena con la cual el sujeto
responde al deseo del Otro.
Fantasías, en plural, tiene que ver más con las ensoñaciones, están más
relacionadas con los anhelos. El sueño se ha dicho que es una realización de
anhelos que apunta al deseo. Hay una trama de fantasías que remiten a una escena
a construirse en el análisis: el fantasma o la fantasía fundamental. En todo síntoma
está en juego la fantasía fundamental. Hablar de fantasía fundamental es más
apropiado que hablar de fantasma, porque la primera remite a una escena.
Identificarse por ej. con un personaje en una película supone poner en juego una
fantasía.
La fantasía es más difícil de transmitir en el marco de un análisis, cada uno
la tiene como más propia. Es esa relación al objeto, mientras que el sujeto está
más en el campo del objeto. La fantasía es una respuesta al deseo del Otro: ¿qué
soy para el Otro? El atravesamiento del fantasma supone entonces que no hay
Otro: resulta que no hay Otro que desee. Nos pasamos la vida poniendo a los
semejantes en el lugar del Otro.
La fantasía neurótica tiene que ver con qué quiere el Otro de mí, qué lugar
ocupo para el Otro. Es una fantasía de hacer consistir al Otro. Alguien que atravesó
un análisis también busca alguna forma de Otro.
Lacan habló respecto de quienes habían atravesado un análisis de una
posición de deseo advertido; quedaría una ética de la castración. El análisis
transmite castración.
El neurótico lo que más teme es la falta del Otro, porque si es neurótico es o
porque asumió la castración o porque la reprimió. Encontrarse con la inexistencia
del Otro puede deprimir, puede angustiar. Tampoco se trata de pretender que el
sujeto quede despojado de todo ideal. Hay que ver muy bien hasta dónde conducir
la cura, porque hay sujetos que no están en condiciones de encontrarse con la
inexistencia del Otro. No se trata de una exigencia moral en la que el análisis le
debe mostrar la inexistencia del Otro, es una cuestión ética. Por eso cada sujeto
debe ser conducido según su propio deseo, no según el deseo del analista. No se

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debe conducir al sujeto a pesar de su deseo; no se debe dejar al sujeto sin
recursos; no se lo debe dejar deprimido.
Algunos analistas suponen que la posición del analista se asemeja a la moral
kantiana, es decir, llevar al paciente hasta el máximo. Pero la posición del analista
tampoco se trata de responder a la demanda, porque muchas veces el sujeto no
quiere saber nada, pero se angustia ante eso. El analista debe respetar el deseo del
paciente.
El final de análisis supone la identificación con el sinthome. El sujeto se las
arregla con aquello que lo marcó. El análisis apunta a ahuecar lo que no falta. Hay
un goce en exceso que le impide al sujeto arreglarse con su falta, es decir: muchos
neuróticos demandan porque sienten que les falta algo, y quieren a través del
análisis conseguir algo.

..........................................................................................................

NOTAS: MARÍA INÉS MACHADO

El tema de hoy es: Fantasma en relación al comienzo y fin de análisis.


El sujeto se constituye en el campo del Otro. Algo va a representar la falta
tanto para el sujeto como para le Otro = es el objeto a que es inconmensurable, es
una falta lo que va a representar no es ni el sujeto ni el Otro (falta en ambos).
Fantasma: S ◊ a
El S es en el a (lo que lo une al Otro) y al mismo tiempo se separa del
mismo.
El fantasma es una escena. El rombo implica la clínica de la escena donde el
sujeto esta relacionado al a. Freud habló de fantasía, tanto preconciente como
inconciente. Para la clínica kleiniana todo era fantasía.
Para el español, fantasía es una escena y fantasma es un objeto imaginario.
Alguno autores hablan del fantasma como “la fantasía” porque la fantasía
fundamental es aquella que se constituye hacia el final del análisis, es una escena
por la cual el sujeto responde al deseo del Otro.
Fantasías en plural son las ensoñaciones, relacionadas más con los anhelos.
Trama de fantasía que remiten a una escena a constituirse en el análisis
(fantasma o fantasía fundamental) En todo síntoma está en juego la fantasía
fundamental.
Si es una escena por la cual el sujeto responde al deseo del Otro. En este
punto atravesar el fantasma implicaría quedarse sin Otro, porque: ¿no hay Otro que
me desee?. Nos pasamos la vida poniendo semejantes en el lugar del Otro.
Fantasía neurótica: el otro quiere de mi, me quiere. El lugar que ocupo en el Otro.
Fantasía de hacer consistir al Otro.
Aún terminado el análisis se busca otro, pero ahora la posición es otra, es un
sujeto advertido. Quedaría una ética de la castración, el análisis transmite la
castración. El neurótico lo que más teme es la falta del Otro, encontrase con la
inexistencia del Otro puede angustiar, deprimir. Tampoco se puede pretender que
el sujeto quede despojado de todo ideal. Hay que ver hasta donde conducir la cura,
porque hay sujetos que no están en condiciones de encontrarse con la inexistencia
del Otro. Es una cuestión ética hasta donde llegar, es según el caso.
La posición del analista no remite a la ética kantiana de llevar todo al
máximo. Tampoco se trata de responder a la demanda.
El final de análisis tiene que ver con el sinthome. El sujeto se las arregla con
aquello que lo marca.
El análisis apunta a ahuecar lo que no falta, hay un goce en exceso que le
impide arreglarse con su falta. Es decir, muchos neuróticos demanda porque siente
que les falta algo, quieren a través del análisis conseguir algo.

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 14
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 12-08-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE

LA INTERVENCIÓN COMO CORTE SIGNIFICATIVO

Cuando uno dice: “El inconciente interpreta”, ya supone una interpretación


el inconciente. Entonces, ¿es necesario que el analista interprete? Eso trata
Zanguellini en los artículos de su libro.
Pero hoy vamos a hablar de otro aspecto, de la intervención como corte
significativo, aunque no sea significante.
Se planteo un ej. de Colette Soler que en el seminario ¿Qué es el
psicoanálisis?, cap. 1, da un ej. de una interpretación winnicottiana. A esta altura,
con lo que tenemos de Lacan, Winnicot nos parece casi prefreudiano. Pero ahí
Colette Soler lo que planteaba es que las formas de interpretar tienen ya que ver
con una teoría del inconciente.
Winnicott, como todo kleiniano, hace una interpretación donde le dice al
paciente, el paciente le dijo que luego de una relación sexual con una amiga había
quedado insatisfecho. Entonces Winnicott llevaba la interpretación a escena del yo
de él, del yo – yo´, hacía una escena especular y en ese marco él interpretaba.
Toda referencia la hacía a ese marco especular.
Tenemos por un lado una teoría del inconciente del síntoma en transferencia
donde sostenemos que aquello interpretable es lo que está en el orden de la
transferencia. El síntoma no es interpretable porque no es operable por fuera de la
transferencia. Por eso no podemos interpretar un fenómeno psicosomático, porque
no se formaliza en transferencia, no está puesto en relación al Otro que es la
suposición de saber que está al comienzo de un análisis.
Lo mismo, una impotencia sexual se hace interpretable cuando pasa a
campo del discurso, en relación al Otro. Esto supone una teoría del inconciente, que
parte de la afirmación lacaniana de que el inconciente se estructura como un
lenguaje.
Winnicott, que retoma a Melanie Klein, tiene una teoría del inconciente de
traducción simultánea: a un renglón que habla un paciente le responde con tres
renglones. Habla más el analista winnicottiano que el paciente, y todo lo que habla
es interpretación, porque supone que todo dicho de un paciente es interpretable,
todo dicho es remitido a otro texto. Es decir, la teoría del inconciente que hay aquí
no es del lenguaje sino que el inconciente son objetos que se juegan en la relación
dual con la madre, y a esa escena remite toda interpretación.
Winnicott además sostiene que hay una “verdadera interpretación”: ésta
alude a que el analista interpreta poniendo palabras a una escena que es del orden
inconciente, fantasmático.
Entre el ’55 y el ’60 entra el trabajo lacaniano a Argentina a través de
Masotta y alguno discípulos de Lacan como Laplanche y Pontalis.
La teoría kleiniana es muy sencilla porque está en relación a un esquema de
dos posiciones, tipos de objeto (falo, pecho), interior – exterior y envidia y gratitud.
Estos conceptos son los que están presentes para realizar una interpretación.
En otros años se trabajaba un texto de Kohut, que fue presidente de la
I.P.A. Es uno de los dos referentes norteamericanos del psicoanálisis. Kohut tiene
una teoría del yo un poco más desarrollada que la clásica teoría del yo
norteamericana. Su concepto fundamental es el del falso self, que es una respuesta
a la madre carente de afecto, una madre de orden abandónico, que no toca a su
hijo, fría y distante.

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Entonces, Kohut da un ej. de una analista kleiniana argentina que presenta
un caso en un congreso de la I.P.A., y que trataba de una analista mujer que le
dice a su paciente mujer que la va a dejar de atender por dos semanas porque se
va a tomar unas vacaciones. Después de esto la paciente no responde nada en toda
la sesión. Luego de las vacaciones sigue igual y dice que le molesta algo en el
cuello. Y la analista le interpreta que es por el abandono que ella se llenó de
angustia, y que este abandono tiene que ver con la relación mala con la madre y
por la envidia: el orden de la envidia es cuando alguien tiene algo que el sujeto le
quería arrancar, por ej. la envidia del pene. Pero hay algo del orden de lo real,
pulsional, que el concepto de envidia puede evocar.
Bueno, entonces le analiza la envidia, sale el dolor de la garganta, y le dice
que tenía como la boca muy cerrada. Y la interpretación tiene que ver con el pecho,
morder el pecho de la madre, el objeto malo, etc.
Entonces Kohut dice que a pesar de que le dijo todo este disparate se le fue
el nudo de la garganta y puedo hablar. A pesar de que la interpretación era errada
en su teoría, tuvo un efecto en levantar el síntoma.
Entonces él dice que Anna Freud en la misma situación diría: “Ud. está con
odio de la misma manera que cuando su madre le cerraba la puerta de su
habitación y se quedaba con su padre y Ud. afuera”. La interpretación clásica
edípica, que acá también es errónea. Pero pudiera haber provocado un efecto
también.
Y dice que para una interpretación kohutiana, que sería la verdadera, se le
diría: “Ud. se sintió sin la base de reconocimiento necesaria cuando yo le dije que
me iba de vacaciones, de la misma manera que cuando Ud. le extendía sus brazos
a su madre, que no la tomaba”.
Entonces, las tres tiene efecto dice Kohut, pero qué tiene valor dice Kohut:
¿Tiene valor lo que se dice? Evidentemente no.
Bueno, Lacan, en el último trabajo que él hace sobre la interpretación dice:
“El decir es lo que se pierde tras el dicho después que eso fue consumado”. Es decir
que el decir, como acto, enunciación, se pierde tras el enunciado en la significación
que tiene para aquel que lo escucha. Es decir que Lacan se juega por el valor de la
enunciación por sobre el enunciado.
Y Kohut, con las limitaciones de su formación pragmática, dice que no tiene
tanto valor lo que se dice sino el acto de decirlo.
Y agregamos nosotros: No sólo el acto, sino el lugar en que se pone el
analista cuando dice, haciéndole lugar a lo que dice, es decir que eso tiene valor de
síntoma y eso está en relación al analista.
Kohut dice que lo que se dice tiene un valor banal en relación al acto en que
se dice. La diferencia con Lacan es que para Kohut la interpretación es una
explicación, que tiene dos tiempos: Un primer tiempo en que el analista se
identifica y asimila lo que le está pasando al paciente, y un segundo tiempo en que
se separa y le da la significación de eso. Acá está la brecha entre Lacan y la escuela
norteamericana.
Entonces, si decimos que “el dicho es lo que oculta el decir”, es una
experiencia de la clínica, del primer tiempo de diván, que el analista de pronto dice
algo que dijo un amigo. Por ej. un paciente de 19 años que dice que está muy mal
porque su novia lo dejó. Lo dejó el viernes. El miércoles le dijo que lo amaba, que
no podía vivir sin él, “el jueves fue a una fiesta con una amiga y no me extrañó;
entonces el viernes me dijo que se dio cuenta que no me amaba porque no me
extrañó”. Acá vemos, desde ya, una puerilidad carente de todo espesor; esto en
relación al diagnóstico.
Pero dice que esa mujer era el sentido de su vida, y que él quería darle todo
y esperaba que ella le diera todo a él. Entonces el analista le dice: “No es
demasiado para una chica de 19 años querer que sea todo el sentido de tu vida
ahora”, tratando de descompletar al objeto, como que quizás no es que ella no
quiera sino que por ahí es que no pueda; esta intervención en relación a este

50
sujeto. Entonces, le dice aquello el analista, y al rato le dice el paciente que sí, que
le parece que es demasiado, que quizás el problema es suyo, que eso se lo había
dicho un amigo.
Esto marca la diferencia entre que se lo diga un amigo y que esto venga de
una posición diferenciada.

Un efecto de fin de análisis tiene que ver con poder hacer un


desprendimiento entre el gran Otro y el otro semejante. Esto no quiere decir que no
se vaya a enamorar, pero no es el amor a Dios (el gran Otro) la única forma de
pensar el amor. Por eso Zanguellini alguna vez lo llamó “un enamoramiento” y no
“el enamoramiento”. El Otro del código es alguien que no existe, es un lugar.

Entonces, íbamos a tomar el concepto de interpretación en relación a que su


valor no todo se juega en el valor simbólico sino también en la vertiente real de la
interpretación.
En La interpretación aún, Lacan dice que la interpretación toma las dos
vertientes del fantasma, como en la banda de Moebius. Y Lacan plantea que la
realidad y la fantasía tienen la estructura de la cinta de Moebius: uno se puede
deslizar de una a otro de una manera que no es muy diferenciada para el sujeto. La
realidad como lo compartido y la fantasía como un terreno propio.
El otro muchas veces juega un lugar en el imaginario propio como agresivo,
perseguidor, por ahí el otro tocó el espejo de mi auto, pero de ahí a todo lo que el
sujeto piensa que le quiso hacer está todo lo imaginario del sujeto. En esto lo que
Lacan dice cuando habla de la realidad compartida y de la fantasía propia, donde
cada uno de nosotros responde muchas veces con su fantasía, y todo eso se
descarga, por ej. a las piñas o a los tiros.
Esta prolongación entre la fantasía y la realidad hace que no haya corte
entre una y otra, y hace que cuando aparece una la otra está en la cara oculta.
Por ej. el cómo se siente excluido de su familia, etc. Está en la cara oculta
de esa cinta de Moebius, y en la cara manifiesta está que el otro me dijo: “Andate a
la mierda”, y lo que determina la respuesta es la cara oculta.
Entonces, la interpretación apunta a poner en relación estas dos caras, lo
que está en la cara oculta, que no es lo inconciente, porque no es que no esté
presente en su discurso, sino que no lo puede articular. La interpretación es lo que
puede unir estos dos tiempos de la fantasía y la realidad.
Lo que hace el obsesivo es justamente aislar los términos. Es lo que hace
continuamente el neurótico obsesivo: “Una cosa es una cosa y otra cosa es otra
cosa”; “Una cosa es que yo haya estado con esta mujer en la cama y otra que yo la
ame”. La histérica en cambio une todo: “Porque vos en el ’86 hiciste tal cosa”. Son
dos lógicas diferentes: la del todo fálico y la del no todo. La interpretación entonces
en el neurótico obsesivo apunta al nexo. Freud decía que en el neurótico obsesivo
la represión no aparece como en la histeria, sino que su mecanismo fundamental es
aislar la conexión entre dos sucesos o fenómenos.
Hasta acá la vertiente simbólica de la interpretación. Todo el último tiempo
de Lacan, del ’72 en adelante, tiene que ver con la eficacia de lo simbólico en lo
real, cómo interviene en lo real, que dio en llamarse, a fines de los ’80, como “la
clínica de lo real”, con una bandera mileriana de aquellos que se ocupaban de la
última parte de Lacan, y los que seguían sosteniendo el valor de lo simbólico sin
dejar de lado lo real. De este otro lado, en oposición a los milerianos, quedó por ej.
la Escuela Freudiana de Buenos Aires, porque Lacan al principio de su obra decía
que lo simbólico predominaba sobre lo real, y después dijo que lo real sobre lo
simbólico, pero todo es relativo y tiene que ver con a qué se apunte: Si apuntamos
al goce, el efecto debe ser de corte. Todo corte es un corte de goce. Hay sujetos en
que la palabra actúa como corte.
El corte, la escansión, apunta no a hacer un acto significante sino a tener la
eficacia del significante, a hacer un corte en lo real. El significante es lo que permite

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escandir. Por ej.: está en Génesis, en la Biblia, que había día y noche, pero hasta
que Dios no los nombró así eso era un continuo. El significante permite escandir el
real de esta variación lumínica, y uno puede decir que al día se opone la noche,
pero en realidad hay un continuo. El lenguaje, la lengua es una intervención
simbólica sobre lo real, entonces uno puede decir que conoce tanto como palabras
tiene.
Entonces, la palabra tiene el valor de nominar, y la nominación es lo que
permite sostener la diferencia, la oposición. No hay diferencia sin la oposición. Al
punto que el sujeto se sustenta en el primer “no” a la demanda del Otro. Ahí
podemos hablar de posición subjetiva: Hay algo del sujeto cuando algo dice “no”.
Hay un elemento diferenciador que permite decir un no al otro: No soy el otro; hay
una diferencia entre el interior y el exterior –esto que Freud trabaja en relación al
yo.
El significante entonces permite escandir, nominar, pero esto no quiere decir
que toda intervención pase por la palabra. Y en muchas ocasiones la intervención
del analista es decir: “Basta, terminemos, no lo voy a escuchar más”. Esto no es
una interpretación, pero puede llegar a tener un valor de corte. Muy diferente es
decir: “Vamos a interrumpir la sesión porque Ud. está diciendo muchas boludeces”.
Eso entraría en el juego de yo a yo. Cuando uno dice “basta” se posiciona desde
otro lugar, no está como analista, muy probablemente como Amo, pero ese “basta”
puede llegar a funcionar como una interpretación enigmática: “¿Por qué me dijo
basta?”. El acto de nominación tiene que ver con la posición de Amo.
Muchas veces las intervenciones de un analista van por la vertiente del corte
al goce. Cuando alguien habla no en función de decir algo sino de descargar, esa
descarga tiene que ver con un goce del cual le resulta muy difícil al sujeto poder
abstenerse. Esto por ej. se da cuando alguien no puede dejar de contar algo,
penoso o feliz, el contar remite al goce fálico. La cuestión es cuando este goce une
y no permite que haya intervalo en el discurso. Siempre las intervenciones de corte
apuntan al intervalo, a que el paciente se vaya con algún significante que ha
quedado ahí.
El tema es que uno apunta a un intervalo. El tema es cuando esto se hace
una escena.
De cualquier clínica uno pude hacer clisé, como cuando la intervención se
repite como recurso. Si uno no está, como analista, en análisis –sea con un analista
o no- es muy fácil pasarse a la posición de profesor. No es fácil después de 30 años
de hacer análisis escuchar a un paciente como si fuese el primero. Ahí hay que
tener una determinada posición frente a la castración: Uno no sabe todo sobre ese
paciente. El saber es el que está en juego.
Si el psicoanálisis tiene una singularidad es que trasmite la castración, la
falta en ser. Es un discurso acerca de la falta en ser, y en ésta está también en
juego la falta en ser del analista, y esto es algo en lo que el analista no está
siempre bien ubicado. El analista debe siempre estar poniendo en juego esta
cuestión de la falta en ser, y si uno no pasó por un análisis no es muy posible.
La posición del canalla es la de quien se presenta como siendo el Otro, no
representando el Otro. Un ej. de esto es los analistas que no hicieron su propio
análisis, como si la represión no es para ellos, la castración no los afecta. Y así no
se puede trasmitir la castración. No puede haber analistas que rechacen la
castración, porque justamente el dispositivo analítico supone la trasmisión de la
falta en ser, y la trasmisión de la falta en ser es lo que porta la interpretación.

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 15
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 26-08-03
NOTAS: ROCÍO MAYORGA

LA CLÍNICA DE LA HISTERIA

Clínica de la histeria. El psicoanálisis surge como una teoría de la clínica de


la histeria. Maleval trabajó muy intensamente para diferenciar la histeria y la
psicosis histérica. Muchos psicoanalistas trabajaron sobre histeria. Hoy en día la
histeria ya no es tan investigada. La pregunta es: ¿Cómo hablar hoy de histeria?
Vamos a trabajar el tema de “la otra” en relación a la histeria. Cuando
hablamos de los distintos discursos, cada uno está dirigido a gobernar, educar y
analizar el discurso de la histeria. Se define como el de la demanda; le demanda al
Otro puesto en posición de amo. Esto es una deducción lógica, ya que la demanda
siempre se dirige a un amo. Hay una esperanza de respuesta.
Señalamos la diferencia entre “la huelga”, que es una demanda al Otro, y “el
piquetero”, que es una demanda al semejante.
Vamos a ver un poco la presentación contemporánea de la histeria. Dora y
su presentación actual. La histeria es una respuesta fálica a la feminidad.
Diferenciamos entre histeria y feminidad: La histérica responde por identificación
fálica, pregunta del goce femenino. Hay algo muy en común entre 1895 a 1915:
Suponía una forma de presentación histérica que implicaba un rechazo de la
genitalidad. Los síntomas histéricos presentaban una inversión simbólica. A partir
de aquí el psicoanálisis pudo hacer una teoría y una clínica eficaz. La presentación
actual difiere bastante en relación a la genitalidad. Hacemos una aclaración en
relación al sentido común que se creía que al hablar más libremente de lo sexual se
levantarían o no habría más histéricas; no es así.
Entonces, ¿qué forma toma la histeria? La histeria es una forma de
respuesta neurótica, vía identificación fálica, al enigma del goce femenino. Este es
el nudo de la histeria. Collete Soler habla de que lo que caracteriza a nuestra
cultura es la performance fálica: hombre y mujer se rigen por lo fálico. Freud habla
de la salida femenina del Edipo en términos de la salida por el hijo; y de la salida
masculina por el falo y su valor. En ambos son salidas por el falo. Hay una
plurisexualidad: se aplacan las diferencias y aparecen muchos sentidos o
significados. Hay una amplia gama de sexos. Se ha precipitado a partir de la
diferencia sexual que hace al otro del sexo. El otro del sexo es aquel radicalmente
diferente. Nuestra cultura intenta aplacar esta diferencia a todo nivel, y por otro
lado hay que plantear una disparidad radical. La paradoja se plantea entre la
paridad en cuanto a los derechos y la disparidad en cuanto al otro del sexo. La
solución histérica va por vía de lo unisex, no quiere tener un hombre que le corte
su carrera profesional. Para esto está buena le película La otra mujer. Elija lo que
sea siempre se priva de algo. En la histeria es central la identificación de la otra
mujer; la histérica se identifica al hombre y por esta vía se acerca a la mujer.
Presentación histérica por excelencia es la que surge justamente en la película: los
problemas en relación al otro sexo y lo difícil de poder situar la diferencia. Y se da
más por el lado del sujeto de derecho y ya no por el otro del sexo. La presentación
alude al exceso de la demanda masculina: “No me permite ser”; o la otra: “No hay
hombre que quiera sostenerse”, queja acerca del hombre: El hombre histérico, el
que seduce y luego... nada. De uno u otro lado hay una histeria reducidora de toda
diferencia. Hay muchas patologías actuales en donde tanto el hombre como la
mujer no pueden o no quieren postergar nada por el otro. Collete Soler habla de la
“salida narcisista”.

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 16
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 02-09-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE

LA DIRECCIÓN DE LA CURA

Así como hay una clínica de la histeria y una de la neurosis obsesiva, hay
también una dirección de la cura histérica y una obsesiva; nos referimos a cuando
el analista dirige la cura según su fantasma. Cuando el analista se encuentra o en
la rivalidad o en cuestiones que le hacen perder la dirección del tratamiento, y que
es justamente cuando hay que hacer una supervisión.
Uno puede leer muchas veces tanto en supervisiones como en esos
pacientes que vienen de otros analistas, uno puede leer ahí cómo las intervenciones
se organizan muchas veces, cuando el analista deja de ser analista, porque el
analista es una posición dentro del discurso. Entonces, muchas veces se puede
conducir un tratamiento siguiendo la impronta del fantasma histérico: el fantasma
histérico es la cuestión de la otra. Por ej. un analista que analizó a un paciente
neurótico obsesivo sosteniéndole otra como ideal en contraposición con la novia
que tenía. Donde le sostenía una especie de mujer ideal. A este hombre el próximo
analista le empezó a buscar la responsabilidad: “¿Qué tenés vos que ver con eso de
esa mujer?” Y de pronto apareció una dimensión de una mujer muy diferente a la
del otro análisis. Entonces mucho tuvo que ver con la dirección de la cura, que le
cuestionaba a la novia como objeto poniéndola en relación a una mujer ideal. Esa
es la dirección de la cura histérica.
La cura obsesiva sería dirigir toda una cura por lo razonable, no tocando lo
real. Lo razonable es aquello que es coherente de pensamiento a pensamiento.
Cuando se hace la modificación en la clínica contemporánea de la clínica del
significante terminó siendo un juego significante. Y toda clínica termina siendo una
teoría de la técnica, porque no hay clínica que no se haga en relación a la cuestión
de la posición. En cuanto uno privilegia la técnica se degrada la clínica, porque esto
tiene que ver con la posición y no con un arsenal técnico. Llega un momento en que
no se sabe qué se debe hacer, se trata de una posición.
Después vino la clínica de lo real.
Otra corriente plantea una clínica de la angustia: hacer surgir la angustia en
el sujeto, una clínica que parecería perversa.
Lo que sacamos es que lo que no hay que hacer es una estandarización de la
clínica, porque ahí perdemos el punto de vista. Lo que define a la clínica es una
posición ética, no técnica.
Se trata de apuntar al deseo, la particularidad subjetiva, la intervención;
llevar al sujeto hasta el punto de lo imposible de decir. Y ahí está la particularidad
de cada uno en ese imposible de decir. El imposible de decir es cuando se toca lo
real.
Al hablar de las formas de intervención a lo que se apunta es a tocar ese
imposible de decir.
Después hay particularidades. Si bien la clínica psicoanalítica es una clínica
de la histeria, no se va a trabajar igual con un obsesivo.
El problema de la obsesión es que el sujeto es muy paciente para ir
acumulando saber, porque el llegar a algo es como la infinitud del deseo: siempre
está mucho más allá.
Por eso la particularidad de la clínica de la histeria hace a esta demarcación
que le hizo la histérica a Freud: “No hable, no me toque”, que apuntaba a la
asociación libre diferenciándose a la clínica médica.

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El síntoma histérico es el que más se aviene a la particularidad de cada
época. Hay luego clasificaciones de la histeria que hacen a la clasificación, pero no
a la estructura de la histeria.
Porque si lo pensamos desde la clínica del discurso y no de la estructura,
esta clínica del discurso es que se trata de sostener una posición en relación a
alguien puesto como agente a quien se le dirige una demanda. Está dirigida la
demanda a otro puesto en posición de amo por la histérica, y lo que se produce es
un saber.
La clínica psicoanalítica es histerizante porque sólo desde esa posición hay
demanda de saber: se hace desde un sujeto dividido. De ahí que al obsesivo le
cueste tanto esa posición, porque rechaza la división desde la unificación yoica. Su
demanda es la de completar un saber en el Otro. De ahí que la dirección de la cura
en la neurosis obsesiva pasa por histerizar al obsesivo.
En la histérica se trata de ponerla en transferencia a una determinada forma
de saber, que es la suposición de saber.
Si decimos que toda histérica dirige su demanda al Otro puesto en una
posición de amo pero para barrarlo y ser su falta, es decir, ocupar el lugar en la
falta del Otro, esto es ser el falo para el Otro; de ahí la posición histérica de ser la
excepción: en la fila, en el examen, en la pareja, etc.; “Eso para mí no, para el
otro”. Esto es sostener la excepción, porque es la forma de localizarse siendo la
falta en el Otro: “No soy como cualquiera, soy lo que te falta”. Además: “Ni quiero
ser lo que te falta, pero lo soy”. La excepción supone que al mismo tiempo se
convierte eso en una amenaza, la objetalización es una amenaza, de ahí que se
libera. Ahí es lo contrario a la obsesión.
El horror de la histérica es quedar objetalizada para el otro. Esto es
angustioso: Al mismo tiempo de localizarse como objeto le viene el aplastamiento
subjetivo, y necesita en ese segundo tiempo desembarazarse del Otro. Se ofrece
como objeto privilegiado para el Otro, pero en cuanto este la acepta, la objetaliza.
De ahí el movimiento de seducir y escapar. Y la histérica lo hace porque en ese
punto es donde se angustia, al quedar objetalizada por el Otro. De ahí que la
violación sea un fantasma de toda histérica, porque ahí queda objetalizada para el
Otro.
Esto supone ese movimiento de: “Me ofrezco, no quiero”. Y después de la
señal del Otro no puede quedarse en ese lugar.
Este juego termina en una medida violenta cuando el hombre no es capaz de
soportarlo (una violación por ej.). Esto se juega en el análisis.
Hay un tiempo del “idilio”, donde el analista lo que dice es maravilloso.
Ahora, en el mismo momento en que el analista responde a ese idilio lo barra.
Si en la histérica hay un movimiento hacia la identificación fálica, ponerse
como hombre en relación a otra mujer, a esto se lo confunde muchas veces con
una homosexualidad, pero no es una cuestión de relación objetal sino de qué es ser
una mujer para un hombre. En el caso del varón histérico es también aquel que
quiere ser tomado como la excepción: ser la excepción, y hay cierto movimiento
hacia la feminización, porque es poner en juego la seducción: quiere ser tomado
por el otro como un objeto de seducción.
A esto no hay que confundirlo con “querer ser el mejor”, como el obsesivo.
EL obsesivo está en la cadena, no es excepción, está siempre en competencia:
tener más, menos, etc. En cambio la excepción está por fuera de la rivalidad:
quiere ser querido por lo que es y no por lo que tiene como el obsesivo. El obsesivo
cuenta quién tiene más, quién menos, etc.
La histérica muchas veces se presenta por eso también dirimiendo de
posesiones. Hay cuadros virilizados que van por ese orden, por el orden del tener.
La eyaculación precoz y la impotencia son del orden de la histeria masculina.
El histérico, tal como la histérica, quiere ser tomado por ser la excepción,
por lo cual en la relación sexual con una mujer su identidad no pasa por lo que

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tiene sino por lo que es, entonces su posición no pasa por tener un pene erecto sino
que quiere ser un pene erecto: quiere todo el tiempo encandilar, deslumbrar.
Para una mujer histérica no pasa por ser un falo, mientras que para el varón
sí pasa, y de ahí que en todo momento tiene que deslumbrar a la mujer, y cuando
se encuentra con una histérica puede que ella rechace ese deslumbramiento
barrándolo, y ahí aparece la impotencia.
En el varón la histeria no es una posición imaginaria a qué es una mujer sino
que se trata del ser. El ser siempre está en relación al Otro como tener, es decir:
ser para el Otro el falo, que no es lo mismo que tenerlo. La pregunta no es “¿qué es
ser una mujer”, sino “¿qué es ser el falo para el Otro?”; esa es la pregunta
histérica. Esto deviene muy cercano a ponerse como objeto.
La mascarada femenina, el pintarse los ojos, las uñas, tiene que ver con una
posición frente al Otro.
Es propio de nuestra época que el hombre también puede hacer una
mascarada, sin ser maricón, manteniendo ciertos rasgos masculinos: aparecen
frente al Otro como un objeto, frente a la mujer. Y son formas de mascarada que
tienen que ver con la posición histérica. Más allá de la estructura, la forma de
aparición es tomando la posición del “ser para”. La pregunta de un hombre histérico
es: ¿Qué es ser objeto para el Otro?; ¿Qué es ser falo? El falo es ese significante
que es a la vez objeto. Tiene su doble vertiente: una vertiente objeto y una
significante.
En el caso del hombre es diferente por una cuestión de posición postedípica:
porque acceder a la masculinidad es pasar de la pasividad frente al otro –objeto
frente al otro en el Edipo; la feminización del niño frente al padre, de ahí que la
gran agresividad en el varón esté puesta en relación a otro hombre- a la actividad.
Hay entonces una dificultad, vemos lo que supone arribar a la posición
masculina. Lo mismo pasa con la homosexualidad: A muchos hombres la
homosexualidad masculina les produce agresividad, porque pone en cuestión el
hecho de que ser hombre no es una cuestión de naturaleza, y que la elección de
objeto no es algo fijo, no hay objeto preciso, definido para la pulsión. De ahí esa
agresividad que aparece en ciertos hombres aún a partir de estar en una posición
pasiva frente a una mujer.
Para Freud la pasividad y la actividad es la única posición inconciente que
puede diferenciar los sexos. Y Lacan dice, con ironía, que en una relación sexual no
se puede diferenciar quién es el pasivo y quién el activo. Esto a algunos hombres
los llena de angustia, les hace tambalear el fantasma de en qué posición están en
relación a los otros.
La posición de la virilidad, el arribar a la masculinidad, supone un esfuerzo
del salir de ser pasivo frente al padre a ser activo frente a otros.
Freud hablaba de que tanto en la neurosis obsesiva como en la paranoia se
trataba de formas de defensas en relación a la elección homosexual. Lo podemos
rectificar así: No se trata de la elección homosexual sino de la pasividad frente a
otros. Esto aparece muchas veces en la adolescencia.
El ser objeto respecto al Otro no es identificante, no lo identifica como
hombre al histérico; de ahí lo angustioso de la cuestión. No es como en la neurosis
obsesiva, donde se rebaja el deseo a la demanda y se puede responder con lo que
se tiene. Pero en el histérico, ser un objeto para el Otro no lo identifica como varón
frente al Otro.

Muchas veces lo que angustia es la diferencia sexual: pone en juego la


castración. No es lo mismo que el otro sea igual a que sea diferente.
En una relación heterosexual entre un hombre y una mujer se pone en juego
la castración; de ahí que aparezcan ahí los síntomas sexuales. Esto no aparece
cuando el otro es igual. En una relación entre dos homosexuales, ahí es donde se
pone en juego lo mismo.

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La posición frente a la histérica en la clínica: Hay que soportar por
momentos ser el hijo de puta y en otros ser el boludo. Tiene que ver con la queja
histérica. Porque si se espera ser el hombre amado siendo marido de una histérica
se va por mal camino. Porque lo que está en juego es la objetalización y en eso
mismo el aplastamiento subjetivo, por ese mismo al cual desea. Por eso se pasa de
boludo a hijo de puta: es boludo cundo ella lo puede barrar.
Ahora, si esto está en juego en la relación amorosa, la transferencia es una
relación amorosa, con la diferencia de que el otro no es un amante sino un analista,
y la posición del analista no es técnica sino ética. Es esto que Freud medio
ingenuamente llamaba “abstinencia”. La abstinencia es una posición ética.
Hay una oposición entre la técnica y la ética, al igual que se opone
psicoterapia y psicoanálisis. La psicoterapia ha apuntado a dar una respuestas por
el lado de la técnica: apuntan a la culpa. Si apuntan a la reducción de la culpa es
una psicoterapia. El psicoanálisis no apunta a la disminución de la culpa sino al
ejercicio de la responsabilidad subjetiva; a eso apunta la dirección del análisis.
Trabajar contra el superyó es a reducir la culpa. Hablar de responsabilidad
no es sin el otro: supone hacerse cargo de uno, de su acto, pero no sin el otro. Es
importante para pensar la clínica esta dicotomía entre lo que va por la vía de la
culpa y lo que va por la de la responsabilidad: La culpa es una forma imaginaria de
lidiar con el otro; la salida es que pueda hacerse responsable.

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 17
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 09-09-03
NOTAS: ALDANA DUARTE

NEUROSIS OBSESIVA

Vamos a empezar con neurosis obsesiva. En el Seminario 5 Lacan hace


referencia al obsesivo: Por un lado, como una posición en relación al deseo; y por
otro, como una estrategia respecto al deseo, y por lo tanto, respecto a la
castración.
El obsesivo es un enamorado del tapón, lo que cubre, lo que no falta, en el
terreno de la lógica fálica. El obsesivo está en su salsa en la lógica fálica, donde se
juega el tener.
En el Seminario 5 Lacan introduce la hazaña obsesiva, que tiene que ver con
la cuenta. La hazaña obsesiva tiene en juego tres personajes:
1) El sujeto de la hazaña
2) Aquel para quien se realiza
3) Aquel para quien se relata la hazaña; acá el obsesivo localiza al analista.
El obsesivo se mueve en la lógica fálica del tener, del cerrar. Hace del deber
ser la orientación de su vida. Igual los obsesivos esperan que se los premien por
esto. Orientación que se hace siempre del ser, el deber ser. Hay en esto un
imperativo kantiano: llevar la conducta particular al arreglo universal. Y da
ejemplos éticos. Hay una sola manera de actuar, lo que implica que no hay elección
posible. Hay una lógica de la voluntad obsesiva: La voluntad es la creencia de que
“hay que poner un poco más de voluntad”. La voluntad está en el lugar del deseo,
porque encontrarse con el deseo del Otro es la confrontación con la falta, y de ahí
su estrategia: “Ya sé que algo falta, pero tené paciencia, que de a poco te voy a ir
satisfaciendo”. La hazaña tiende a la enumeración de conquistas o de lo que sea.
Son enumeraciones fálicas.
Lo masculino, cuando se neurotiza, es obsesivo. Obsesión es una posición
frente al acto, en referencia a la posición masculina; se defiende del acto, el acto
que de alguna manera define lo masculino, con la procastinación. Se pone a
distancia del acto porque en él se juega la estrategia. Todo acto verdadero pone en
juego la castración. Aparece la postergación: No toma decisiones hasta que el ají le
llega a los ojos, porque siempre la elección pone en juego la castración, porque lo
que se elige hace que se pierda lo que no se elige, y acá entra en la duda obsesiva:
“¿No me habría convenido elegir a otra y no a esta novia?”
Para el hombre, hacer de una mujer su mujer supone perder a las otras. Y
elegir una mujer supone enfrentarse con la castración. La hazaña tiene el lugar de
la enumeración: “¿Cuántas personas atendí en mi vida?”, porque la serie es lo que
va en un orden diferente a la falta. La lógica obsesiva es que cuando más hay más
lejos se está de la falta. El tema es encontrarse con lo que falta, porque remite a la
falta; por eso, mejor que sobre y no que falte, en el rubro que sea: mujeres,
comidas, bebidas, hombres. En relación a la hazaña es necesario que haya tres:
Siempre está dirigido a otro, ese otro sobre el cual se cumple la hazaña, es el
mismo obsesivo, no es diferente de él, por eso no pone en juego la falta, la
renuncia o la pérdida. No pone en juego la falta por esta particular escena donde el
otro es el propio obsesivo, se identifica con el otro. El otro no es lo diferente porque
si no lo pondría en relación con la falta.
La clínica psicoanalítica es una clínica de la diferencia. El obsesivo se rige por
la medida de la obliteridad: “Tanto me das, tanto te doy; si yo no te pido, ¿por qué
vos me pedís?” Toda la piedad del semejante se basa en el pequeño otro. Esta
lógica de la obliteridad la lleva a toda escena donde él participa. Por eso lo

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descentra el amor: El amor es dar lo que no se tiene, y acá el obsesivo no puede, él
sólo puede dar lo que tiene; en la pronunciación “te amo” no está dando nada, vale
sólo por la propia enunciación. Porque ¿qué significa “te amo”? Podríamos decir que
es una demanda: esperar un “te amo” del otro lado, en la histeria. Pero el obsesivo
no sabe qué promete al decir “te amo”: “¿En qué me comprometo cuando lo digo?”
Te amo es diferente de decir te quiero. Te amo no remite a ningún objeto, significa
nada. Te amo porta el dar lo que no se tiene. Te quiero en cambio tiene un valor de
significación. Esta locución produce mucha dificultad a la mayor parte de los
obsesivos, no lo puede decir por lo que porta en falta el te amo.
Todo esto es la posición del obsesivo en relación al deseo. En la histeria
tenemos el deseo insatisfecho: el deseo de deseo; en el obsesivo el deseo, que lo
confronta con la castración, es siempre rebajamiento a la demanda. Quiere decir
que escucha en la demanda la respuesta a esa demanda sin que eso remita a nada
más: “Quiero que me digas qué querés y qué no”. El otro significante toma la
posición de Otro, con mayúscula, y la aparición de su deseo, que el obsesivo no
puede cubrir. El obsesivo se defiende de la castración del gran Otro, no de la
propia, muchas veces se presenta como en falta, en pérdida, como castrado. Puede
posicionarse como el que tiene o como el que no tiene, pero ambos se cuidan de la
castración del Otro: No tiene pero va a aprender, va a saber, con el trabajo va a
cubrir lo que le falta, pero lo que nunca deja de sostener es la suposición de saber
en el Otro.
El obsesivo le da al analista el saber que no tiene, trata de calcular o prever
las formaciones del inconciente: un fallido o un lapsus. Toma al analista como a
alguien a completar; siempre hay algo que no fue dicho y debe serlo, pero siempre
del lado del saber, no del no saber. Eso es la lógica fálica. La lógica fálica trasmite
tanto la presencia como la ausencia; siempre remite a lo que falta. El obsesivo
remite a la lógica fálica en la escena del tener. De aquí el valor del fantasma
obsesivo. El obsesivo es aquel que atraviesa los fantasmas paso a paso a lo largo
de su vida. Son atravesamientos del fantasma. Hay una posición frente al fantasma
donde el fantasma irrumpe como impulso o con ideas obsesivas. Por ej.: “Si pienso
en mi novia desnuda le va a pasar algo”. Son ideas que se desprenden de los
fantasmas que lo acechan. Los fantasmas siempre tienen que ver con el sexo y la
muerte; son de sexo o muerte del otro son siempre. El fantasma es lo que permite
organizar la realidad, pero al mismo tiempo hace de la realidad una continuidad de
lo imaginario. El fantasma es la forma como organiza lo real, lo cual es diferente a
lo real.
El obsesivo organiza la realidad paranoidemente por esta cuestión de su
posición en relación al falo, y lo disputa con el otro por el tener. Siempre se juega
en esta competencia que supone que el otro no tenga. Esto hace que su realidad se
construya paranoidemente.
La relación entre paranoia y obsesión en Freud tiene que ver con la
homosexualidad reprimida. Esta homosexualidad tiene que ver con la rivalidad
fálica en relación al Otro, con mayúscula, fundamentalmente al padre. De ahí que el
obsesivo se pase su vida midiendo su pene con el del padre, y donde siempre
queda en falta. De aquí la hazaña. La realidad fantasmática está puesta en relación
al otro respecto a la competencia fálica en donde perder supone la pasividad frente
al otro. Que el otro le gane es colocarlo en un lugar de pasividad que lo angustia, y
puede llegar a matarse por eso en la competencia: Por ej. querer pasar a un auto
que lo pasó por la derecha, y lo busca y no se queda tranquilo hasta que él le hace
lo mismo. Siempre la culpa es del otro que inicia el juego, siempre espera la
demanda del otro, porque su posición es de responder a lo que le piden. Deja su
deseo para el momento en que pueda desear; ¿cuándo? Cuando el otro esté
efectivamente muerto, y eso nunca llega aunque ese otro padre esté muerto. El
padre le sigue diciendo y sigue estando en disputa con ese padre. Lo que va más
allá de lo finito. Esa es la lógica en juego; es la lógica de esperar el momento en
que el otro lo reconozca, que el otro reconozca su posición excepcional; tiempo de

59
lo transfinito: siempre esperando a los 80 años a que el padre reconozca que él
tiene méritos para trabajar. Espera que el Otro le pida que él viva, que actúe, sólo
puede actuar si el Otro se lo pide. El obsesivo es un esclavo perfecto del Otro.
¿Por qué duda el obsesivo? Porque espera encontrarse con la certeza, pero
ningún acto garantiza la certeza. Para que un acto lo sea supone cierta dignidad
que para el otro tiene significación. En la vida uno tiene actos que suponen un
antes y un después. No hay muchas cosas en la vida que tienen este valor.
El acto también está en relación a una escena, en el dispositivo analítico, en
la escena trasferencial la palabra tiene un valor diferente al que tiene fuera de
análisis: una equivocación tiene valor de acto fallido. El análisis sostiene una escena
que le da a la palabra dignidad. Si para el obsesivo algo tiene valor de acto, eso lo
confronta con la castración.
La obsesión es entonces una posición frente al acto. El discurso obsesivo
tiene la forma del discurso universitario.

60
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 18
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 16-09-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE

LA RELIGIÓN OBSESIVA

Hay una idea freudiana de que la estructura obsesiva tiene la estructura de


la religión. Vamos a hablar de la religión obsesiva.
Si partimos de que el obsesivo es alguien que intenta prever el deseo del
Otro, es justamente porque el Otro está vivo. El obsesivo hace del Otro un muerto,
sólo que no termina de morir. La religión es una religión de un padre muerto, de
ahí que el deseo de Dios sea incognoscible.
Basta ver las religiones particulares que tienen los obsesivos. Es interesante
por ej. ver las cábalas y la creencia en cábalas que tiene Bilardo. Por ej. cree que
darle la mano al técnico del otro equipo tiene esa consistencia que hace vivir al
Otro.
Uno puede ver cómo tienen religiones donde la magia, la creencia tiene un
papel estelar en sus vidas. Por ej. el tipo que va llegando a la esquina y dice: “Si
está la luz amarilla ella me quiere”. El hombre en cada esquina encuentra una
prueba de su relación, del signo del Otro.
Todos los rituales y las creencias que estas personas tienen en el Otro, por
eso Freud les da el carácter de religión privada.
El obsesivo siempre trata de anticiparse un paso al Otro para prevenir lo que
venga del Otro, porque la angustia es el deseo del Otro, entonces dice: “Si lo sé, ya
no me afecta”. De ahí su creencia en el propio pensamiento.
Por ej.: Un paciente salido de una clínica psiquiátrica con la idea de que él
tenía S.I.D.A. Cuando se le pregunta por qué piensa eso, dice que porque un día en
un hotel una sábana por ahí tenía el germen, y no habían cambiado la sábana. El
obsesivo está en relación a la contaminación, la contaminación de una idea que le
aparece como intrusa, como parásita.
El analista le dice que él no podía diferenciar la idea, el pensamiento, del
acto. Esto lo alivió muchísimo, y dice que él pensó que en la clínica estaba
desparramando de S.I.D.A. a todos, que al darle la mano al analista lo había
contagiado por ej.
A lo largo del tratamiento aparece el origen de esta idea: Él entrenaba con
un equipo de natación y lo dejan afuera, y él piensa que si el tuviese S.I.D.A.
podría tirar una gotita de agua en la pileta y todos morirían. Esa idea da cuanta del
origen.
De lo que da cuenta siempre el obsesivo es que su creencia en la solidez del
Otro está presente en todo momento, y hay que ver las estrategias que él realiza
para poder separarse del Otro, o lo que es la solidez del Otro.
“Se está configurando la idea de una separación”, decía un paciente que se
estaba por separar de su mujer. En el “se está” él queda afuera.
El obsesivo trata siempre en su estrategia de separarse del discurso del
Otro.
El discurso científico sostiene que se va a llegar al saber. Es lo mismo que
creer en Dios o en Alá el cientificismo. Se hace una aseveración de la ciencia como
ante la presencia de Dios: “Tal cosa es científica”.
Por ej. un paciente alcohólico que había consultado a un psiquiatra que le
sacó la adicción pero le dio un “cóctel” de pastillas, decía él. El problema es que al
sustituir un “cóctel” por otro el problema es que no se le dé medicación, y no tiene
nada que ver el sujeto. A veces es preferible que sea borracho pero se
responsabilice.

61
Es muy difícil sostener la cura de un alcohólico en un psicoanálisis, pero eso
es una cosa y otra es decir que “la cura es ésta”, como dice la psiquiatría.
Otro problema es cuando se les da la pastilla que toman y si beben
devuelven. El problema es que el alcohólico enseguida se da cuenta de que no tiene
que tomar la pastilla. El problema es que la psiquiatría apunta a la voluntad del
paciente, es decir, apunta al tema desde una carencia, una lógica deficitaria.
El matrimonio entre el alcohólico y la botella deja afuera al Otro, no se pone
en juego la castración.
En el Seminario 24 Lacan dice que la interpretación une significante y voz.
La voz es la parte real de la interpretación.
Un análisis vía mail pone en juego que no hay ahí paso por lo real del otro,
lo sexual del Otro. Para el psicoanálisis el otro que existe es el Otro del sexo,
porque se pone en juego justamente la castración. El chateo es una buena defensa
contra la castración, porque está en juego lo imaginario y lo simbólico del Otro,
pero no lo real.
La voz es lo real de la interpretación, de ahí que no podemos pensar en una
interpretación que sea de letra, de carta. Lacan dice que lo real tiene que ver con el
tiempo en que se da la interpretación, y el tiempo es aquello que está trastocado
en una relación de chat o de mail.
Entonces, la religión es algo que hace consistir al Otro, y hay una cuestión
que Lacan habla en el Seminario 23: que la religión supone dar sentido. Se trata de
un sentido inmanente a todo acto. De ahí que el sentido religioso puede marcar
hasta los actos más íntimos, como el acto sexual: de ahí que para los creyentes el
acto sexual tiene el sentido de la comunión con Dios.
El sentido es algo que cubre el goce. El sentido tiene que ver con la muerte.
Es la muerte lo que da sentido a la religión. Lacan decía que todo analista debe ser
ateo, porque para ser analista, la operación analítica –la interpretación- supone una
operación sin Otro, sin Dios, sino sería dar sentido, como lo hacen los
psicoterapeutas.
De ahí que para el obsesivo estos rituales dan sentido a su vida. Por ej. un
paciente que consulta porque no puede decidir entre su novia de toda la vida y su
amante. Con su novia convivía, pero no la deseaba; era su compañera, y la
histérica de su amante le decía: “Mi vagina es mía y yo hago con ella lo que
quiero”. El paciente consulta entonces porque no puede decidir entre una mujer y la
otra: esta que desea o su compañera. La novia era una chica bárbara, pero no tenía
deseo con ella. Esto era en el año ’77, época de la dictadura militar. Este joven
empieza a entrar en cada vez mayor desorganización y dista mucho de elegir entre
una mujer y otra, cuando algo de lo real comienza a angustiarlo. De ahí empezó a
desarrollar una religión íntima: rituales que tenía para entrar a la casa, para subir a
la cama, pero no terminaba ahí: Él, cuando se acostaba, empezaba un rezo, en
silencio, donde pedía por todos sus afectos. Pero el problema es que en esa ocasión
se le introdujera un interrogante. El interrogante es donde aparece el demonio,
porque es el deseo del Otro: Dios es consistente. Entonces, ese temor hacía que
ese intervalo desaparezca, y era una sola palabra en la que nominaba a todos y que
si no nombraba a alguien algo malo le pasaba. Pensemos que la vida que se vivía
en ese entonces hacia que esto esté muy anclado en lo real: todos vivían
angustiados por gente que podía desaparecer.
Él hacía cada vez más grande esa frase, porque al que quedase afuera algo
malo le iba a pasar. Esto era una convicción que nada tenía que ver con la realidad
compartida, pero encontraba sustento en ella. Esta frase él debía repetirla tres,
trece, veintiuna, hasta treinta y tres veces. Cuando se interponía por ej. “culo”
entre una palabra y otra debía reforzar la frase repitiéndola tantas veces.
Él creía que “algo malo podía pasar”, y esta religión que fue introduciendo
era para ponerle algún coto a esta idea obsesiva. Luego empezó a ir a la iglesia; no
era creyente pero iba “por las dudas”, y se sentía a salvo en la iglesia.

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Esto es lo que supone la intromisión de ese pensamiento parásito,
acusándolo. Él no era creyente de Dios pero era un creyente absoluto de esta
religión privada.
El obsesivo intenta siempre prever lo inesperado.
Un obsesivo por ej. no pasa por una esquina porque teme encontrarse con
su novia con un tipo, cosa que ya pasó en esa esquina. O sea, el obsesivo teme
encontrarse con lo mismo. En cambio Barreda, por ej., psicótico, al ser preguntado
si lo volvería a hacer dijo: “No; si ya lo hice”.
El obsesivo teme encontrarse con una castración que ya sufrió. Esto es la
represión de la castración. Todo lo que hace es para poner a la castración en el
infinito, lo que está más allá de lo enumerable, lo que no se puede enumerar. Esto
está en relación con la procastinación: el remitir a lo infinito. Todo obsesivo
demanda, pero espera completar el saber del analista. Intenta sostener con el Otro
como si se tratase de poner información en una computadora, porque la
computadora no desea. De ahí la buena relación del obsesivo con la computadora.
Esto no es un síntoma, es justamente uno de los rasgos: obtiene ahí un plus de
gozar. Pero este goce no es con el Otro, tiene un valor aproximado a una
masturbación, digamos que es un casamiento con su propio pene. La dirección de
la cura es sustraer ese goce.
O también en el trabajo encuentran ese goce: “Tendría que encontrarme con
vos”, le dice a la esposa, “es lo que más quiero verte hoy a la tarde, pero no puedo,
me surgió una reunión”.
Son formas de no encontrarse con la castración. Es lo que Lacan trabaja con
Hamlet en el Seminario 5. Hamlet es un personaje, Lacan no dice que es un
obsesivo pero la construcción de un caso clínico también es del orden de una
ficción, porque deja algunas cosas afuera, escucha algunas cosas, y hay por tanto
también un personaje.
Entonces, en Hamlet lo que analiza Lacan es todos los vericuetos que hace
para no encontrarse con un acto: matar a su tío, que él lo sabe desde el comienzo
de la obra cuando el espectro de su padre le dice que su propio hermano lo asesinó
y se va a casar con su madre, entonces le pide a él que realice la venganza.
Hamlet lo sabe desde el primer acto, pero llega al último acto haciendo
desastres, en forma de malos entendidos, pero no puede dar en el blanco.
Lacan analiza ahí lo que hace el obsesivo para no dar en el acto. Todo acto
está en contra de la reglamentación corriente, por eso el obsesivo lo que hace es
arreglar su acto para que esté en correlación con la ley. “Hay una norma, que es
caprichosa, pero yo estoy para hacerla cumplir”. Es una posición de impotencia
frente al capricho de la ley. Realizar un acto tiene que ver con transgredir esa
norma –no decimos quebrar la ley. En el acto lo que se pone en juego, lo que se
trasgrede es un determinado dicho del Otro: “Papá me decía que antes de casarme
tengo que estar muy seguro de con quién me voy a casar”. El acto es sin garantías,
porque el acto es sin Otro. Por eso que el obsesivo dice: “Bueno, ¿qué hago?, ¿está
todo bien?” Pero el acto supone este desvanecimiento del Otro, por lo tanto hay un
desvanecimiento subjetivo: deja al sujeto con un antes y un después. La
interpretación es un decir del analista que hace acto.

63
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 19
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 23-09-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE

LA POSICIÓN OBSESIVA. LA ESTRUCTURA DEL PASE.

Hoy es la última clase de neurosis obsesiva.


Tomando la posición del obsesivo podemos localizar esa forma particular de
relación al Otro que tiene el obsesivo, que está por fuera de la escena, que se sitúa
como observador. Por eso frecuentemente el obsesivo se presente hablando de
aquello que pasó en la otra escena sin entrar en la escena de la transferencia. Son
necesarias una serie de apuestas y maniobras del analista para que el obsesivo
entre en la escena. Porque el obsesivo habla ahí donde no está, ahí donde no
habita el cuerpo. En un momento hace los trabajos administrativos en relación a
determinado hecho y en otro momento habla de eso; puede hablar de eso cuando
ya pasó. El obsesivo por eso siempre llega tarde ahí donde tiene que estar: Llega a
declararse cuando ella ya se fue con otro; llega a matarla cuando ella ya se murió.
La respuesta del obsesivo es siempre retardada, porque en el momento donde tiene
que responder se queda mudo. La queja del obsesivo es siempre que todo lo que se
le ocurrió se le ocurrió después de lo que pasó. Esto no es algo de orden
intelectual, tiene que ver con el no estar en la escena.
En cambio, la histérica está siempre puesta en la escena, mientras que el
obsesivo está fuera. ¿Por qué? Porque es una posición frente a la castración.
Hicimos referencia a la oblatividad como uno de los rasgos de la cuestión del
obsesivo.
Mayormente, por la tenencia del órgano, se liga al varón por el lado de la
obsesión, y por la carencia de pene se liga la histeria a la mujer.
Con las mujeres obsesivas el problema pasa porque estando del lado de la
posición femenina, en relación al Otro, no podemos hablar de que haya “la otra
mujer”, un elemento fundamental que hace a la condición histérica. Tanto como en
el obsesivo, el Otro es la muerte, ante el cual está siempre en relación. ¿Qué quiere
decir esto? Que su posición frente al otro es estar no – muerto y no – vivo. Una
fantasía básica de la obsesión es aquel que se hace el muerto para que no lo
maten. ¿Qué quiere decir “hacerse el muerto”? No desear. Es esto de que el
obsesivo al deseo lo sostiene como imposible, porque hace imposible al deseo
trabajando para la demanda. La demanda es lo que puede entrar en lo oblativo: Te
doy tanto, me das tanto. Es el ojo por ojo, diente por diente. Lo oblativo es una ley
feroz, no regulada por un tercero: por el Otro. Lo que regula la ley justamente es el
plano de la oblatividad: Si me sacaron el ojo pido condena para el otro, no le saco
el ojo. Es lo que llamaríamos la ley anal: Aquella regulada por la demanda del Otro;
sería la madre que pide: “Haceme caca”.
Esto también hace a la particular posición de la mujer obsesiva. La mujer
obsesiva, en relación al otro, a diferencia de la histérica, no busca barrar al Otro
sino completarlo. El obsesivo mas bien tiende siempre a completar al otro: que no
aparezca la falta en el Otro, que generalmente el obsesivo lo pone en el nivel de la
oblatividad: “Yo no busco lo que a vos te falta, vos no indagues lo que a mí me
falta”. La lógica de la oblatividad es la responsabilidad recíproca.

La histérica busca completar al Otro, pero le hace la barra al otro para poder
en esa falta del Otro localizarse. Es por lo que al otro le falta por lo cual yo me
aseguro ocupar un determinado lugar: “Vos sos tan idiota que necesitás una mujer
como yo para que te avive”.

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La mujer obsesiva sostiene al Otro pero taponándole la falta. La histérica
puede hacer una división al Otro; la mujer obsesiva va a sostener al Otro como
completo. UN rasgo diferencial de la histeria y la obsesión de cómo la mujer
sostiene en la pareja: Si ella dice que su novio es divino, lo otro y lo otro,
seguramente es una obsesiva, porque la histérica puede decir: “Es divino, ¡pero se
viste tan mal!” Esto es la estrategia en relación al Otro: Una cosa es barrarlo y ser
su falta y otra cosa es taponar su falta.
Por otro lado, lo que hace la histérica en relación a su segundo tiempo le
permite tener una visión del Otro que pasa por la castración. En cambio, la
obsesiva se puede sumar a la admiración por el falo.
Cuando uno habla de la indicación fundamental de las intervenciones en la
clínica, se podría decir que no es la misma la posición del analista en relación a la
histérica y a la obsesión. Si el analista no hace determinadas intervenciones se
corre el riesgo de que el obsesivo quede años fuera de la escena, sin que nada de
lo que se diga ahí se toque.
Una interpretación, para ser interpretación, debe tocar el cuerpo. Algo del
cuerpo debe resonar, sino estamos hablando de pura especulación significante, sino
es un juego de palabras. Poder hablar de la eficacia en la interpretación, es porque
no es un juego de palabras.
En cierta época en Argentina el psicoanálisis se orientaba sobre el juego de
palabras, a principios de los ’80, y todas las interpretaciones eran de significantes
sobre significantes.
Mas bien Lacan habló de que el analista debía ser amplio en relación a la
táctica, que la interpretación como intervención no puede quedar reducida a un
simple juego significante.
El tema es cuando en lo que el analizante dice hay algo ahí que permite
separar significante de goce, eso es la interpretación, y si se separa significante de
goce algo del cuerpo se toca.
La interpretación tiene un valor sustractivo: sustrae identidad, peso, por eso
aliviana la interpretación, porque todo goce es goce de cuerpo. La interpretación es
lo que permite descristalizar una relación privilegiada entre el significante y el goce.
Si tiene valor de corte la interpretación, es que separa aquello que es del
orden de lo real –el goce- de aquello que es del orden de lo simbólico -el
significante. No es un efecto de lo significante sobre lo significante. No es que
alguien hace de un analizante alguien muy apto para hacer palabras cruzadas.
Freud a partir de los años ’20 se encuentra que no todo es simbólico sobre lo
simbólico. La clínica se encuentra ahí con un rechazo del sujeto a desembarazarse
de lo ligado a un goce. También lo leemos en el Lacan de los años ’70: cómo una
interpretación toca algo de lo real.
Una interpretación de un caso de neurosis obsesiva: Un pibe de 28 años que
su problema tenía que ver con la idea obsesiva de tener el pene chico, y realizó
mediciones, comparaciones, etc. Ligado a que él podía concluir con esto que su
pene era normal, pero al mismo tiempo sostenía la idea de que su pene era chico.
Esa idea giraba a lo largo de varios aspectos de su vida, tenía un profundo sentido
no sólo en el plano sexual sino también en el laboral, etc., donde lo que tenía era
demasiado chico. En un momento el analista dice que si ha podido comprobar que
no era así: ¿por qué tanta insistencia? Y él dice: “Sí; pero esto me impide tener un
lugar en mi profesión”. La analista le dice que si le impide tener un lugar en su
profesión, entonces “es pequeñísimo”. Digamos que ahí le completó el dicho,
porque podríamos pensar que iba en esa dirección lo pequeño de su pene. Esta
intervención lo dejó perplejo, porque era él quien todo el tiempo decía que era
pequeño, y escucharlo del lado del otro lo llevó a que a partir de la siguiente sesión
no habló nunca más del tema del pene, y más tarde dijo que ya no le importaba
más. Había olvidado de que eso había sido una interpretación, y aquí otro rasgo de
la interpretación: la buena interpretación es la que se olvida.

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En el ’67 Lacan trata de hacer una escuela que responda al discurso del
analista, dados los fracasos de la I.P.A. en sostener el discurso analítico. Porque la
I.P.A. quedaba siempre en una estructura muy piramidal. Lo mismo que las
asociaciones nacionales del psicoanálisis: Cuando uno entra debe tener más de 30
años, por la experiencia de vida que se tiene, porque ya se ha tenido seguro alguna
pérdida amorosa importante, etc. Esto se supone para entrar a estas asociaciones.
La estructura de la A.P.A. es así: Un candidato pide la entrada, y pasa a ser
“candidato” para entrar en la escuela. Se le adjudican dos psicoanalistas didactas, y
deben elegir uno y lograr determinadas horas con él, que son entre tres y cuatro
años de cuatro a cinco sesiones semanales. Cuando terminaba ese análisis
presentaba su pedido para ser nombrado miembro titular.
Después de determinados años como miembro titular, la institución
introducía la figura del “didacta”, algo que se solicitaba para estar en la parte más
alta de la pirámide: aquel que puede hacer psicoanálisis didáctico, que es quien
aspira a ser psicoanalista.
Lacan dice que en esto no se juega el deseo de analizar sino que parece la
universidad. Por eso Freud decía que el psicoanálisis no se podía aprender en la
universidad: ¿Cómo medir el deseo de cada uno? No hay un examen; de eso
alguien se hace cargo o no.
En la A.P.A. se lleva al psicoanálisis al discurso universitario, como si la
cantidad de horas sirviese para decir que uno puede ser analista.
Lacan, frente a ese terrible desvío del psicoanálisis a convertirse en una
práctica burocrática, contra todo eso aparece la pregunta de qué es ser un analista.
Es lo que Lacan trata de investigar cuando propone la estructura del pase.
La estructura del pase es una invención para que un analizante pueda hablar
de su análisis. Está la figura del “pasante” y el “jurado pasador” que elige cierto
analista de la escuela (que por lo menos haya realizado un análisis, que la escuela
garantiza que estos son analistas). No hay analista si no es en relación a una
institución: Los analistas que trabajan solos o con estudiantes no son analistas:
aquellos que no pueden confrontar con colegas su trabajo. No puede haber analista
que no ponga en juego su clínica frente a pares.
Entonces Lacan propone esta estructura del pase: El pasante, el pasador –
un A.M.E.: analista de la institución- y el jurado de pase. El pasante le cuenta al
pasador lo que fue su análisis, y le cuenta de su final de análisis. El pasador, que
tiene función de bisagra, le dice al jurado si hubo o no final de pase. Si lo hubo, se
lo nomina A.E. por un par de años; no es que ya está, porque Lacan propone que
sea siempre una dinámica, que lleva siempre a alguien a confrontarse, porque no
puede darse a alguien por terminado.
Esta es la estructura del pase. Y es ahí donde se puede investigar el tema de
qué es un analista.
Sabemos que uno es analista en tal situación, en el acto: la interpretación.
Lacan habla en el Seminario 11 del deseo del analista. Pero el pase es la forma de
investigar qué es un analista: haber concluido un análisis. Lo interesante es que en
todo testimonio de pase nunca hay registro de interpretaciones. Esto es lo que pasa
cuando la interpretación es eficaz. La interpretación que es eficaz no queda del lado
del analista: “¡Qué bueno que es lo que me dijo mi analista!” Si uno quiere ser
brillante, no es del lado del paciente que uno lo debe ser. Justamente uno es
brillante cuando la brillantez se olvida.
Entonces, la escuela lacaniana tiene estas dos características:
 Cártel: Grupos de por lo menos cuatro en donde cada uno habla sobre su
trabajo ante los demás, con un tema elegido previamente y un participante
externo que interviene cuando ve que hay conflictos en el trabajo.
 Pase.

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 20
PROF.: JORGE ZANGHELLINI
FECHA: 30-09-03
NOTAS: ALDANA DUARTE

FOBIA

Hoy vamos a ver fobia. La posición fóbica tiene que ver con el deseo
prevenido.
También el obsesivo se previene del deseo: “Por suerte ya lo sabía”. La
psicología preventiva es del orden de la neurosis obsesiva.
Pero esto es diferente el fóbico, que no busca saber de lo que va a pasar
sino que busca evitar.
El discurso de la prevención es discurso universitario: transmite un saber
para que algo no pase.
El discurso universitario se opone al psicoanalítico ya que este último apunta
a la particularidad. El discurso psicoanalítico apunta a lo subjetivo de lo subjetivo,
es decir a la nada, pero a una nada muy particular.
La poesía es una organización simbólica que rodea lo innombrable. La
verdad de lo dicho tiene una dimensión poética.
La fobia tiene el deseo prevenido; diferente al obsesivo que busca saber
para no encontrarse con la sorpresa.
En la fobia el tema no es la sorpresa sino la presencia del objeto de lo que
se previene, si bien tiene una dimensión de sorpresa. La castración opera siempre
con la presencia del objeto. En la presentación fóbica se da la dimensión de que es
inespecífico el objeto, a veces la sustracción del objeto es un trabajo clínico.
Muchos aparecen con agorafobia: fobia fundamental, fobia que no puede precisar
un objeto: todo el afuera se convierte en un motivo de temor.
El objeto estabiliza a la fobia. Es una estabilidad no tan estable como el
obsesivo o el síntoma histérico, porque el objeto es menos regulado que un síntoma
en el cuerpo (universo significante). El objeto tiene una movilidad propia para el
fóbico. Si bien es un objeto que opera como significante no deja de tener lugar de
objeto.
La derivación tiene que ver con cuando el objeto caballo se traslada también
a la palabra caballo: ahí está el efecto metonímico.
Es un tipo de neurosis, de su estructura, si es que se trata de tal, pero si
hablamos de lo clínico se justifica un lugar propio.
Lacan habla de placa giratoria como que gira entre otras estructuras, porque
la angustia es lo que la caracteriza: la angustia flotante apenas controlada, y esto
es importante en las formas de presentación de una fobia. Hay que hacer un
dispositivo hospitalario para la fobia. Éste supone cierta escena con límites precisos,
simbólicos, para que pueda tener lugar la transferencia de orden simbólico. Porque
la suposición de saber está ocluida por la angustia flotante. El paradigma de esto es
el ataque de pánico.
El ataque de pánico es el temor angustioso, donde la angustia no tiene
ningún límite: irrumpe la pulsión en forma de angustia y pasa algo diferente a estar
triste o nervioso. No se trata de eso, sino que no puede estar, no hay lugar para
poder estar, no puede estar en un lugar y salir corriendo, y no pueden estar. Se
busca algo que pueda poner un límite.
El desborde angustioso es la imposibilidad de localizarse frente al Otro, por
eso no encuentra un lugar.
El niño con fobia busca construir un lugar a salvo de la mirada del Otro, por
ejemplo se hace una casita abajo de la mesa para buscar un lugar en donde pueden
mirar a salvo de la mirada del otro. Y los gestálticos usan este recurso con los

67
fónicos, lo trabajan desde lo imaginario. Porque en el desborde de angustia no hay
interpretación, hacerlo es empeorarla. Porque en su aplastamiento no puede
sostener la división de la interpretación. Lo que hay que hacer en ese momento es
alojar.
Con el fóbico hay que ser muy cuidadoso con la interpretación. La
interpretación es un decir con la forma de un dicho. El decir produce una operación.
El fóbico no quiere saber nada del decir, quiere un dicho que le permite dar
sentido, y es el fuera de sentido lo que angustia.
Hay clínicos (lacanianos) que ven la angustia como algo a lo que hay que
apuntar siempre por su valor desestructurante: es un estropicio porque la clínica
psicoanalítica no es una “para todos”. Hacer siempre angustiarse al otro es
perversión y no análisis.
El objeto fóbico tiene más valor como significante que como objeto. Es
diferente al objeto fetiche, que tiene que ver con la metonimia del objeto, no del
significante. De ahí el valor inamovible de condición del goce del fetiche.
La muralla fóbica establece barreras de orden simbólico para que no haya
grietas por donde aparezca lo metafórico de lo fóbico.
La fobia está cercana a las patologías del acto, porque el fóbico en la
irrupción de la angustia aparece como proclive al acting out y el pasaje al acto. Por
ej.: Corre para salir de la escena donde perdió toda localización.
Las terapéuticas cognitivas y conductistas tienen mayor penetración a la
fobia: por ej. en el acercamiento en espiral al objeto, por lo que la superación de la
fobia es igual a tocar el objeto fóbico. Esto no es casual, porque son terapias que
trabajan con la realidad.
Tenemos un supuesto: el sujeto ignora la realidad ya que se sobrepone la
fantasía, por lo que intenta separarla.
Fantasía y realidad se interconectan continuamente, es muy difícil en el
relato diferenciar realidad y fantasía, porque cualquier hecho es interpretado desde
el propio fantasma. Toda la realidad se organiza fantasmáticamente.
Las terapias intentan separar lo fantasmático del objeto fóbico de la
realidad: esto es establecer la sugestión. Establecen un S1: significante uno por el
cual organizar la realidad. –“¿Qué dice la estadística?”; “y entonces, ¿de qué tienes
miedo?”. Establecen asideros (S1) para tranquilizar al fóbico. Es lo mismo que
alcohólicos anónimos o neuróticos anónimos o tímidos anónimos.
Una cosa es identificarse con el síntoma vaciado de goce: fin de análisis, y
otra identificarse con ser un extímido. Ej.: Muchos actores que superan la timidez y
luego pueden ser el centro de la escena.
La inhibición es no significante a la fobia antes que se constituye la fobia
como síntoma. La inhibición aparece como un rasgo de personalidad a diferencia
del síntoma fóbico.
El rasgo de personalidad aparece como el “yo soy así”. En un momento deja
de contener la angustia, se deshace la inhibición y aparece el síntoma fóbico. La
conversión del tímido al exhibicionista va todo por el lado del rasgo y modos ligados
al goce.
El rasgo de carácter es un signo de goce pare el sujeto. En la neurosis
obsesiva el rasgo de carácter aparece como síntoma que no produce dolor, al cual
el sujeto se identifica. Esto a veces hace a muchos sujetos inanalizables, porque el
rasgo opera como la gotita mágica que tapa: “Yo no soy obsesivo, soy cuidadoso”.
El rasgo pone en el cuerpo del otro el trastorno: “Yo soy ordenado, si te
molesta el problema es tuyo”. La histeria, la exhibición, la seducción también son
rasgos de carácter.
El fóbico está más acá de poder constituir rasgos de carácter, por lo que
está más ligado a la inhibición, por lo que un viaje en el ascensor puede ser
terrible.
En la clínica el tema es propiciar un lugar; acá hacemos una casita en donde
podemos jugar con el significante. El tema del fóbico es que el significante arrastra

68
lo real de la angustia, puede asustarse de la palabra araña y no de la araña: “No
puedo hablar de eso porque hablar del terror nocturno hace que este aparezca en la
escena”. Hay palabras en la lengua que tienen mayor convocatoria sobre lo real que
otras. La injuria en toda lengua tiene poder de convocatoria de lo real. Por ej., “hijo
de puta” ahora no quiere decir ser hijo de una madre puta. Se van modificando a
partir que se banalizan y van perdiendo convocatoria.
Hoy el “boludo” no es un insulto sino que convoca a un semejante. En el
fóbico las palabras tienen grietas por donde se introduce lo real. El manejo de la
lengua del fóbico es contrario al del obsesivo, que puede hablar de todo (por el
aislamiento), que para él son sólo palabras relacionadas con otras palabras.
El discurso obsesivo tiene que ver con la banalización de las palabras, con el
discurso universitario.
En el caso de los fóbicos, lo cuidadosos que son con las palabras responde a
eso, y ni hablar de un lapsus, que para el obsesivo es: “Bueno, no es para tanto”.
El manejo clínico de la palabra debe ser muy cuidadoso. Siempre busca
reaseguramientos: “Voy a hablar de esto si es que esto no me deja en mi posición
de vulnerabilidad”.
El fóbico tienen un tiempo donde la angustia tiene una lábil estabilización.
El objeto fóbico permite mayor estabilidad.
Después hay una segunda vuelta al síntoma fóbico, que es cuando ponen
distancia al miedo, aparece el miedo a tener miedo que le pase el ataque de
angustia.
El temor tiene como característica lo poco que es significante, que pone
límite a lo real. En esto el temor se parece a la psicosis. El significante tienen poco
valor instrumental a la irrupción del goce del Otro (en el psicótico).
Hay que poder ver lo positivo de la presentación delirante para diferenciar la
esquizofrenia de la agorafobia.

..........................................................................................................

NOTAS: MARÍA INÉS MACHADO


Fobia: Deseo prevenido.
El obsesivo también se previene del deseo, pero apuntando a un saber para
evitar encontrarse con la sorpresa, distinto el fóbico que evita.

El discurso de la prevención es el universitario en tanto transmisión de un


saber para evitar que algo ocurra.
El psicoanálisis pone en cuestión el síntoma porque apunta a la
particularidad , no a lo universal.

El obsesivo delira por decir “ya lo sabia”, se sostiene así en una


identificación al otro.
 Fobia: Presencia del objeto.
 N.O.: evita, aísla el objeto.
En la representación fóbica se da la dimensión de que es inespecífica el
objeto. La sustancialización del objeto es un trabajo clínico porque muchas fobias
aparecen bajo la forma de una agorofobia (fobia fundamental que no puede
precisar un objeto, todo el afuera se convierte en motivo de temor).
El objeto estabiliza a la fobia, no es tan estable como el síntoma obsesivo ni
el histérico porque el objeto es menor regulado que un significante en el cuerpo. El
objeto tiene movilidad propia para el fóbico de ahí que la araña puede aparecer por
cualquier parte.
El objeto fóbico es un objeto que opera como significante pero sin dejar de
tener una raíz de objeto.

69
Placa giratoria: por ser un “entre” entre las estructuras. La angustia flotante es lo
que la caracteriza, su inestabilidad.
Hay que hacer dispositivo hospitalario con la fobia, es decir, crear cierta
escena con limites precisos, simbólicos para que pueda tener lugar la transferencia
simbólica porque la suposición de saber esta ocluida por la angustia flotante. El
paradigma de esto es el “panic-atack”: desborde de angustia cuando la angustia
no tiene ningún limite, cuando irrumpe la pulsión en forma de angustia y pasa lo
que a todo angustiado “no hay lugar para poder estar”, por lo general, salen
corriendo de donde están.
Imposibilidad de localizarse frente al otro, el otro se va de la escena por lo
que no encuentra un lugar.
En el desborde de la angustia no hay interpretación, sería como echarle
nafta a alguien que se esta quemando, no puede alojar la división porque está
aplastado por la angustia. Lo que hay que hacer es darle un lugar, hospitalario.
Con el fóbico hay que ser cuidadoso con la escansión interpretante entonces
es necesario ponerse en condiciones para poder hacerlo.
La interpretación es un decir que tiene la forma de un dicho pero es en
tanto decir que produce una operación.
El fóbico no quiere nada del decir del deseo, el dicho en cambio, le permite
dar sentido, el fuera de sentido ligado a la angustia, al decir.

Hay lacanianos que apuntan a la angustia, a su valor desestructurante


siempre. Mal porque la clínica PSA no es para todos. Hacer angustiar al Otro es
propio del perverso, para presentarse fuerte frente al otro, indiviso, con un saber
hacer con la castración (fetiche herramienta para hacer con el goce). La angustia
orienta en relación a la N.O. o la histeria, pero no en relación a la fobia o en la
clínica del acto.

Fetiche: objeto metonímico, valor inamovible para el perverso como condición de


goce.
Objeto fóbico: más del lado significante. Es presentificador de la angustia y también
la organiza. La “muralla fóbica” establece una barrera de orden simbólico para que
no aparezca la metáfora del objeto.
La fobia tiene un costado más cercano a la patología del acto porque el
fóbico, en la irrupción de la angustia aparece más proclive a las patologías del acto
(acting y pasaje al acto).
El sujeto corre para salir de la escena, el acto donde se perdió toda
localización es el panic atack (ataque de pánico).
La psicoterapias cognitivas y psicoterapias son más eficientes en las fobias.
Terapias que trabajan con el concepto de realidad. El sujeto desconoce la realidad a
la que superpone la fantasía, intenta separar la realidad de la fantasía. Esto implica
que la realidad es la que yo te presento, la estadística no la fantasmática. Distinto a
Lacan, que ubica a las dos en la cinta de Moebius. Se interpenetran por eso es tan
difícil de separar.

La fobia puede representarse a partir de la inhibición como respuesta, la


inhibición aparece como rasgo de personalidad y luego el síntoma fóbico que suele
aparecer después como egodistónico.
Cuando la inhibición desaparece (deja de contener la angustia) aparece el
síntoma. El rasgo de carácter es signo de goce para el sujeto (muy descripto en la
N.O.) aquel síntoma que no es enigmático adonde el sujeto se identifica. Esto hace
a muchos sujetos inanalizables porque el rasgo tapara toda angustia. Aparece así:
“yo soy así, yo soy cuidadoso, no obsesivo”(en la histeria hay también rasgo de
carácter).
La clínica debe propiciar un lugar.

70
Fóbico: el significante arrastra lo real de la angustia, él puede asustarse de una
palabra (araña) y no del objeto solamente. No puede muchas veces, hablar de ello
porque hablar implica que aparezca allí el temor en la escena analítica.
En toda lengua la injuria convoca a lo real, si esas palabras se banalizan
pierden este poder de convocatoria, por ejemplo: “hijo de puta”, banalizado, como
saludo, pierde sentido y poder insultante sobre la madre.
En el fóbico las palabras tienen cierta grieta por donde se introduce lo real.
El manejo de la lengua para el fóbico es distinto al N.O. porque puede usarla sin
convocar a la angustia por el mecanismo del aislamiento, en cambio, para el fóbico
las palabras lo llevan a la angustia por eso le cuestan las palabras y el lapsus. Por
ello apuntan a ser cuidadoso con las palabras.

 1er tiempo del síntoma: cuando la angustia tiene lábil localización.


 2do tiempo: cuando se estabiliza localizándola en un objeto.
 3er tiempo: miedo a tener miedo, miedo a estar fuera de casa por temor a que
le vuelva el miedo, entonces, se distancia del objeto.
Lo poco que el significante puede poner limite a la irrupción de lo real, al
goce del Otro, por eso muchas veces, difícil de diferenciar de la psicosis.

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CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 21
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 14-10-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE

ANOREXIA

La patología del síntoma autista se refiere al síntoma que no hace lazo


social. Y la medicación psiquiátrica suele ser algo complementario a la dirección de
un tratamiento. Pero en algunas prácticas hay una solución medicamentosa. Lo que
se medica es la depresión que está por debajo de la bulimia, anorexia, etc.
Hay efectos que produce en algún paciente la sustitución del goce ligado al
síntoma.
Es un problema cuando la medicación se ofrece como sustituto de algo que
falta en el sujeto, hasta llegar a sostener muchas veces que ese esa sustancia lo
que le falta. La medicación, además del efecto químico que funciona en lo real del
cuerpo, tiene un efecto simbólico y uno imaginario, que patentiza una eficiencia con
la práctica médica, para la cual va a ser el sustituto, ese saber definido de la
medicina, va a funcionar operando ahí donde aparece la formación del inconciente.
La medicación sustituye y cristaliza la formación sintomática. De ahí que
podamos encontrar dependientes del alcohol o de una droga, etc.
La religión que no se cree religión es el cientificismo, que es lo que viene a
operar produciendo rechazo del inconciente.
Buscar la inteligencia en las moscas, como hacen los cognitivistas en una
investigación, supone que el inconciente no existe, no hay valor de la palabra.
O psiquiatras que dicen que gran parte de las esquizofrenias se originan en
un problema cerebral. Van por ahí hoy día las investigaciones y las soluciones.
La industria de la salud mental va por un camino diametralmente opuesto al
psicoanálisis.
Los psiquiatras venden que se es esquizofrénico por la falta de una
sustancia, y que la solución es proveérsela.
Una cosa es decirle a una madre que lo que le pasa a su hija anoréxica tiene
que ver con la relación que tiene con ella, y otra decirle que lo que le falta es “esta
pastilla”. Y la otra es Aluba, donde el ideal es que la anoréxica llegue a reconocerse
como “exanoréxica”. Es decir, plantean un tratamiento moral, porque va por la vía
del premio y el castigo: es moral.
Aquel que consulta por su histeria, por su neurosis obsesiva o por su fobia,
es dentro del que podríamos decir: “aquel que se quiere analizar”; y después hay
diferentes opciones: psicoanálisis; gestáltica; sistémica; etc.
El problema aparece con estas patologías que se inventan en la misma
estructura social: adicciones, alcohol, bulimia y anorexia. Es el gran campo de
batalla de los planes educativos y preventivos.
Aluba fue la gran transmisora de la anorexia y la bulimia: “Hagamos de los
jóvenes anoréxicos y bulímicos para tratarlos”.
Es decir que este campo está muy surcado por propuestas político –
institucionales eje de todos los planes de prevención, los cuales se dirigen a alguna
forma que tenga inscripción política, sin duda.
Los planes de prevención tendrían que ver con algo que convoque la
castración, no el saber.
Justamente en la década del narcogobierno en la Argentina fue cuando más
campañas con la droga como la de Fleco de Mirolli hubieron. ¿Qué previnieron?
No es que la información o la enseñanza no sirva para nada, pero cuando se
pone todo en un saber que tiene que seguir... Fíjense que el saber universitario lo
que produce es división subjetiva entre lo que sabe y lo que no.

72
Pero en las campañas no hay sujeto, en las campañas se dirige a un otro
que es una esponja que uno pudiera empaparla de saber. Es un saber dividido,
separado del sujeto, y los únicos que tiene rédito en esa campañas son quienes las
diseñan y pueden sacar un rédito político.
No se puede transmitir saber sin fisura; hay que dejarle lugar al otro que
escucha, y eso implica que no se puede hacer una campaña para todos.
Por ej.: “El tabaco es malo”. Está bien, pero no es malo para todos; por ahí
a alguien lo está salvando de hacer un brote. El tabaco es malo para el pulmón.
Hay un imperativo de goce, que cuando el nombre del padre, como en
nuestra época, no discrimina lo suficiente, es puesto en cuestión su lugar, hace que
este goce sea más vociferante en su imperativo. Hay un imperativo de goce, pero
que no es algo del capitalismo, es algo de lo que Freud ya hablaba como el
malestar en la cultura.
Bueno, no vivimos el mismo tiempo del malestar en la cultura propio de
nuestra época.
¿Cómo diferenciar el suicidio de un adolescente que se saca una mala nota
en la universidad y el de aquel de la villa que roba un revolver y se enfrente a diez
policías? No es demasiado diferente. Esa cuestión de que el goce es imperativo: “No
hay tiempo para nada”, apunta a la inmediatez.
¿Qué es lo que hace el amor con el goce? Lo ahueca, porque permite la
espera. Porque el goce como goce es imperativo: gozar más inmediatamente.
Los problemas que pasan a nivel de la violencia en la cual vivimos no son
diferentes a los de una clase media – alta donde un chico se suicida porque lo dejó
la novia. ¿Qué es lo que permite ante una falta en lo real construir un duelo? La
referencia fálica. Pero una cosa es que esté fallada y otra que esté limitada en la
misma cultura para su operación. Y el adolescente es alguien que está en un
tiempo de caída de identificaciones y tiene que hacer un trabajo que le permita
construir un lazo social.
Si el nombre del padre no opera en nuestras culturas latinoamericanas,
donde hacerse un lugar para el otro es muy difícil para cada uno, después cada uno
tiene que hacer un trabajo para construirse un lugar para el otro, no le es facilitado.
El sujeto tiene determinadas condiciones imaginarias y simbólicas donde el
sujeto se ubica respecto al otro.
Acá en Argentina para la gente no hay Otro, y eso tiene consecuencias en
las formas de presentación clínica, y cada uno tiene que ser tratado a veces casi
como un psicótico: Está puesto en el lugar de construir algún tipo de sinthome para
construir un lazo al Otro.
La degradación de las relaciones tiene efectos clínicos. Hay un aumento de
suicidios en el gran La Plata año a año. Nosotros leemos el caso por caso, pero no
hay que dejar de ver cómo ese caso está ubicado en la trama social.
Hoy día si algo caracteriza las consultas en el hospital es la gente descreída
del Otro, que le agradece a uno por haberlo escuchado cinco minutos.
Bueno, en estas patologías que llamamos síntomas autistas, o sea, síntomas
que no hacen lazo social, síntomas fuera del Otro, que no hacen transferencia –eso
es síntoma autista-, por eso vemos una profusión de este tipo de patología. Es
estos casos no se puede interpretar si no hay metáfora. Porque la transferencia es
la construcción de una escena que hace referencia a la otra escena, la del
inconciente. Entonces lo primero es construir una escena.
A veces se puede pensar a estos casos como si fuesen una psicosis, y darle
lugar a que pueda hacer algo con su síntoma planteándole la escena sobre la cual
eso puede ser hecho.
En cambio, Aluba apuesta a la reducción subjetiva, a alguien que responda
adaptándose a las condiciones que proponen mediante premios y castigos
regularizados y sistematizados.
¿Cómo hacer con alguien que está en esos bordes de la necesidad, y que si
sigue una semana más puede morirse? Por ej. sujetos que dicen: “Como más allá

73
del hambre”; ese goce que va más allá de la saciedad, algo que lo impulsa a seguir
comiendo. Es diferente del atracón, que no hay un límite que uno diga: “Más allá de
acá”. El límite para el bulímico es la falta de comida en la heladera.

Cuando no se puede comer uno se constituye de otra manera, en relación a


algo que falta en lo real (esto con la gran indigencia en Argentina).

En los servicios hospitalarios con grupos por ej. anoréxicos y bulímicos es un


problema porque nominan al ser: o se es bulímico o exbulímico. Es importante no
legaliza la denominación, si bien no es que no sigan habiendo los grupos
especializados. El problema es que la especialización es algo del orden médico.

Lo que llaman la “depresión básica” es efecto de la posición de algunas


anoréxicas frente al Otro, donde hacerse algo por la vía del Otro..., cuando no
opera algo en relación al goce materno. El goce materno es: “Que la niña le coma”.
Es una forma primitiva de rechazo cuando no termina de operar eso que
llamamos la ley paterna. En el caso particular de la anoréxica decimos que esto le
impidió construir un fantasma que le dé cierta ubicación frente al Otro. Porque el
fantasma le permite al sujeto ubicarse frente al goce del Otro; el fantasma opera
con la realidad. Por eso en el psicótico si la realidad se trastoca el psicótico pierde
toda forma de localización.
Esto le pasa a veces a algunas anoréxicas, donde el significante no opera a
veces con el suficiente peso para producir un corte; se ubican haciendo un rechazo
claro de la palabra. Cuando este rechazo de la palabra opera, esto es lo que hace
consonancia con la práctica de Aluba. Aluba le sostiene esto y le dice que no hay
sujeto, no hay inconciente, y que ella lo que no tiene es suficientemente
internalizadas las normas institucionales, y que no tiene un Otro suficientemente
fuerte que se las sostenga. Por eso Aluba tiene éxito, porque es complementario del
síntoma anoréxico.
La anoréxica descree que haya algo del orden simbólico que le pueda poner
límite al orden pulsional.
Pasa a veces cuando los padres dicen: “Bueno, hacé lo que diga tu madre”.
La madre puede tener la mejor de las intenciones pero la perversión de su goce
sólo se limita con algo que la castre. Sino el único límite es en lo imaginario: El
decirle que no a lo que la madre le pide. Por eso Lacan dice: “Paga con su propio
cuerpo”.
Entonces las anoréxicas sostienen que el agua tiene grosor, sustancia, y
pueden diferenciar el sabor de agua mineralizada de otra. Uno podría decir que el
agua es lo que menos sustancia tiene de lo que uno ingiere. Bueno, la anoréxica
puede rechazar un agua y otra no. Por eso, el horizonte es sacar sustancia a este
deseo materno. Es como si fueran a existir a condición de no tener cuerpo.
Por ej. chicas donde toda sustancia del cuerpo la hace caer, le da rigidez,
etc.: quieren sacarle a su cuerpo la masa como para poder ser un “espíritu
bailarín”. Están locas en estos casos, pero no en el sentido de la psicosis sino en el
de llevar la lógica hasta sus últimas consecuencias. Esta es la forma como puede
localizarse como siendo un puro espíritu frente a este deseo materno.

74
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 22
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 28-10-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE

PERVERSIÓN

Una pregunta: ¿La perversión es una patología que pueda estar en el orden
de lo ilegal, ya que su posición en relación a la ley es la de la transgresión? Lo
importante es diferenciar lo que es el perverso como posición frente a la castración
de lo que es el canalla como posición frente al otro. Esto es lo importante, y no
responder a esa pregunta.
En el siglo XIX empiezan a salir las enciclopedias de las perversiones, donde
la perversión era toda aquella práctica sexual que no es natural y del orden de la
genitalidad católica, lo que se llama “la posición del misionero”. Y Freud hace como
una respuesta a estas enciclopedias. Esto de la “posición del misionero” viene de la
India, que descubren, cuando invaden los ingleses, que los “misioneros” ingleses
creían que esa era la única forma de realizar el coito, y todo lo que difería era
perverso.
El tratado freudiano sobre la sexualidad pone en juego la cuestión de la
“sexualidad normal”, y pone en juego lo que es definir la sexualidad y su
problemática: lo que hace al objeto, lo que hace al deseo, etc.
La perversión desde el punto de vista de la época –principios del siglo XX-
estaba planteada desde una posición renegatoria en relación a la castración
(Fetichismo: lo que está en lugar de la falta: el fetiche). De ahí que decimos que
toda la sexualidad masculina es fetichista, porque buscan el pene en el partenaire,
en el lugar de atestiguar que no hay falta.
Esto es una cosa, y otra cosa es la homosexualidad en relación a la
ilegalidad. Siempre las prácticas sexuales se nominaron desde la moral sexual
propia de cada época. La sexualidad del cuerpo es algo abominable y demoníaco
para el fascismo católico por ej.
Le debemos a Lacan el trabajar a partir del “goce femenino” esto de lo
demoníaco propio de la mujer: aquello que escapa del falo, de la vara fálica –vara
fálica porque supone una norma).
La sexualidad Lacan la escribe en relación a dos elementos fundamentales:
 En relación al falo
 La relación al significante de la falta, es decir: de lo que falta, que es la forma
de escribir el goce femenino. Lacan lo escribe así: S (A)

Escribe la mujer tachada (a), y en relación al falo y al Otro:

S (A)
a

El goce femenino es aquello que está más allá de la falta. Un goce no


localizado.
El goce masculino es un cuerpo que tiene a Roma: ahí donde todos los
caminos conducen. Su pene es el corte de todo goce. No hay un punto así en la
mujer, más allá de que los sexólogos busquen el punto G. No hay en la mujer un
organizador del goce.
El goce fálico es un goce cortado, un goce secuencial. La cultura está
organizada fálicamente.

75
Hay corto tiempo para el duelo en la cultura. No se duela o se pasa de una
relación a otra. Ese tiempo del duelo que es el trabajo simbólico acerca de la falta
(los tres tiempos del duelo).
Freud en Duelo y melancolía habla de un primer tiempo del duelo que es la
constatación de la realidad de la pérdida del objeto. Esto es tanto para una relación
de pareja como para la muerte de alguien. Y dice Freud que el sujeto debe
constatar cada vez la pérdida del objeto, ubicar que ahí es el lugar de la ausencia
como sujeto (real): lo que tiene es una presencia simbólica (el nombre). Y no es
sólo en el cementerio sino en cada uno de los lugares donde el sujeto estaba con el
objeto. Ese trabajo del duelo Freud lo llama “trabajo de replegamiento libidinal”: es
en cada lugar encontrarse con la pérdida; es un trabajo de constatación.

El análisis supone un corte a la intersubjetividad; el analista no está ahí


como semejante -“A mí me pasó e hice tal cosa”- sino en el lugar del Otro. Ahora,
los grupos de la okeidad –que apuntan a: “está O.K.”-, conductistas, ponen al
analista como semejante. Estos tratamientos tienden a asegurar al yo, son todos
pasos que se siguen, por ej. son siete pasos para un duelo.
Todo esto que hacen los conductistas es trabajar con la realidad con la idea
de la realidad compartida. Adecuan el yo a la realidad.

Freud, entonces, decía que en el segundo momento el sujeto debe constituir


en su interioridad la falta del Otro. Hay mucha gente que rechaza este segundo
momento, porque supone volver a matarlo nuevamente, matarlo subjetivamente.
Y recién el tercer tiempo del duelo es el que supone reconectarse con la
realidad (por ej. con otro objeto).
Supone entonces una serie de pasos necesarios en el trabajo de lo
simbólico. El duelo es el trabajo, la escritura, en el borde del objeto.
El goce fálico, entonces, es el goce al cual el significante ha cortado,
escandido. Goce fálico es el efecto del encuentro entre el goce y el significante; es
el goce afectado por el significante. Por eso la modalidad es la erección y la caída
del pene en el varón, que supone un goce corto. Esta abrupta caída del pene marca
la modalidad del goce fálico: es el goce discontinuado.
En la mujer remite en realidad a un goce más allá del cuerpo, un goce que
no se localiza en ningún punto particular. El goce fálico es un goce puntual.
Lacan en el Seminario 10 dice que el poner como un ideal al orgasmo
vaginal en la sexualidad femenina tiene más que ver con el orden de la moral que
de la clínica, porque lo que se privilegia en la mujer es su capacidad de ser madre,
porque los hijos son falos. Esto regula a la feminidad: la maternidad, porque regula
el goce femenino.
En las mujeres que no son madres puede venir a ese lugar otra cosa que no
sean hijos, como un trabajo, una profesión, etc. Para la moral cristiana lo que
regula a la mujer es la maternidad. El hijo es la forma en que se puede localizar el
goce femenino. La mujer es “para” tener hijos.
Lacan dice que el tema es que el goce femenino angustia: angustia a la
cultura. De ahí el sesgo demoníaco que le daba la edad media.
Las dos vertientes de la cultura son: la madre y la puta. La puta en tanto
aquella desregulada por todo goce fálico; cosa que angustia a muchos hombres.
Es decir que ese goce femenino es un goce que subvierte. Subvierte al goce
fálico, porque está más allá del corte fálico.
El amor es lo que permite regular, disfrazar lo desidentificante del goce
femenino. Y eso se ve en muchas histéricas que tienen un rechazo al orgasmo,
porque este es desidentificante para ellas: es decir que pierde toda identidad frente
al otro, todo límite, por lo que es un goce angustioso: Ese goce de ser un puro
objeto para un hombre.
El síntoma histérico muchas veces se organiza como una forma de
acotamiento de este goce femenino. Esto se ve por ej. en la anorgasmia, en los

76
dolores vaginales. El síntoma regula, produce una regulación, es una respuesta del
sujeto a lo imposible del goce, que es desidentificante.
Para el hombre el goce sexual no es desidentificante, porque la referencia
fálica es identificante.
El amor es lo que permite –el amor con la concepción de Lacan del
Seminario 20-, es la única forma de relación que pone en juego a dos sujetos: es
intersubjetivo, por lo tanto es identificante. Es lo que permite identificarse y
allanarse al goce. Y fuera del amor, el goce, cuando no está regulado fálicamente
puede ser angustioso, porque ahí aparece el punto de la degradación frente al Otro:
el ser un puro objeto.
El amor es justamente lo que impide: esa demanda que aparece en la mujer
insistente de: “¿Me querés?”, “¿no me querés?”. El amor es lo que permite que en
la escena amorosa se pueda jugar libremente, porque el amor es el que pone los
bordes a esa escena.
A veces las parejas consultan cuando esa construcción de esa escena se
movió de un lado. Las condiciones de goce que hay en los sujetos son
innumerables: no se puede decir cómo hay que gozar.
Lacan dice que una pareja se arma en la medida en que cada uno es para el
otro el objeto de su fantasma; en la medida en que logran esto esa pareja hace una
escena en común.
¿las personas que prostituyen niños son perversos? No necesariamente. Esto
tiene que ver con una posición frente al Otro. Uno puede ser perverso y tener cierta
consideración en relación al otro que un canalla no pone en juego. Son dos cosas
diferentes: una patología y una posición ética.
Lo que caracteriza a la perversión es la fetichización. Todo hombre tiene una
relación de rasgos perversos frente a la mujer, porque el deseo masculino es
fetichizante: recorta el cuerpo de la mujer; puede dispararse con un pedazo del
cuerpo de la mujer.
Los encantos femeninos (ponerse silicona, etc.) tienen que ver con aquello
en donde la mujer trata de capturar la mirada del Otro. La mujer viste su cuerpo
para la mirada del Otro del sexo, no sólo del hombre. Porque Lacan dice que para
una mujer toda mujer es otra, en tanto organizan su cuerpo en relación a otras
mujeres, que es distinto a cómo un hombre vestiría a una mujer. La ropa interior
femenina tiene que ver con lo que corta el cuerpo de la mujer; el cuerpo tapado y
mostrado.
El deseo masculino es un deseo fetichizante, pero no es lo mismo que el
perverso. Una cosa son los rasgos perversos y otra la posición perversa frente a la
castración.
Una cosa es que el hombre se excite con cierto velo puesto en el lugar de la
diferencia sexual y otra cosa es tener una relación sexual con una bombacha,
donde el género, la prenda, ocupa el lugar del objeto. Ahí marca la diferencia entre
una posición perversa y el rasgo perverso. Porque podemos decir que ningún
neurótico se aviene bien con la falta en el Otro. De ahí que los monumentos sean a
los obeliscos, no a las vaginas.
Encontrarse con la diferencia remite a la propia falta.
Lacan plantea lo que llama la “voluntad de goce”, que es el punto en el cual
el sujeto decide identificar el goce del Otro con un instrumento del goce del Otro.
Lacan define al canalla como “el señor todo el mundo”, el que se hace el
Otro, que define a la realidad. Suele ser el rasgo de algunos políticos de derecha.
Un ej. es Menem: alguien que está fuera de toda regulación; alguien que no está
regulado por un ideal. Una cosa es un fascista que tiene el ideal del odio racial y
otra cosa es la posición del canalla, que no tiene regulación del ideal. Se manejan
no regulados por nada.
No hay por qué responsabilizar a la perversión de la trasgresión del otro. No
eran perversos los que torturaban tampoco: muchos de ellos eran neuróticos. Tiene
que ver esto con la degradación y la desidentificación con el otro.

77
Freud habla del reconocimiento del otro, porque es reflejo propio. El nazismo
puso un corte en esto. Los nazis sólo se reconocían consigo mismos, no con los
judíos.
Muchas veces la cocaína por ej. propone en un delincuente la
desconsideración del otro, porque si lo ven como un semejante no lo pueden matar.
Lo interesante del nazismo es cómo llegó a esa desconsideración del otro
que se ve en los pequeños gestos, las pequeñas historias, y que hablan del grado
de desemejanza con que se manejaban los nazis para con los prisioneros.
Este fenómeno de desemejanza del otro a veces aparece en las culturas, con
lo cual se puede hacer del otro un puro residuo donde no está en juego nada del
semejante. Es la posición del canalla: aquel que se hace el Otro, el que nos dice
cuál es la realidad.
El pensar algo no hace a un canalla; lo que hace a un canalla es que haga
del otro un objeto al cual le aplica la única realidad. El canalla es aquel que nos
define la realidad.
Lacan acá toma a Kant, y dice que es llevar el imperativo kantiano a sus
últimas consecuencias, que hace del otro un puro resto, mostrando el universal.
Sade hace lo opuesto a esto.

78
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 23
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 04-11-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE

EL ACTO PSICOANALÍTICO

El acto lo que comporta es lo particular del sujeto. En el acto el sujeto está


implicado, se hace representar. De ahí que no pueda pensarse en un acto grupal en
términos psicoanalíticos. El acto marca la particularidad del sujeto, y en él está en
juego la castración.
Badieu, en relación al acto político, plantea que el acto tuerce algo en la
fractura de un determinado acto político. Esto es otra concepción del acto, si bien lo
toma de Lacan, de que el acto es algo simbólico con consecuencia en lo real. Si no
hay consecuencias en lo real no hay acto. Por eso no se puede hablar de acto
masturbatorio, porque siempre comporta algo de la castración el acto, algo de la
falta en ser, no del ser.
Cuando hablamos del acto de la clínica psicoanalítica hablamos del acto que
tiene que ver con la transmisión de la clínica psicoanalítica. El acto de la clínica
psicoanalítica es: qué se transmite de la clínica psicoanalítica.
Con Lacan, leyendo la “Proposición del ’67”, ahí Lacan sostiene que todo
analista se autoriza a sí mismo. No hay garantía del analista por la institución, sin
embargo no hay analista sin institución, porque es en la institución psicoanalítica
donde el analista puede dar cuenta de si hubo ahí acto psicoanalítico, y si lo hubo o
no, no puede darlo por cuenta en la clínica.
El pase es aquello que alguien propone darlo para dar testimonio de su paso
por el análisis, y de si su análisis ha terminado. El pase es testimonio entre su
análisis y los A.M.E. –analistas miembros de la escuela, que han realizado algún
análisis.

Hacia 1967 hay una crisis en la Escuela Freudiana de París, que Lacan había
creado en 1963 yéndose de la I.P.A.

¿Qué es ser un analista? En vida de Freud un analista era lo que él decía:


“Este es o no”. La I.P.A. toma una respuestas que es que se respeten ciertas
convenciones: Que duren 50 minutos las sesiones; que tenga en su haber 300
horas de análisis didáctico. La garantía para los analistas de A.P.A. y A.P.E.B.A. es
la duración, la cantidad –50 minutos de sesión. Es decir, son burócratas obsesivos.
Y si uno pudo pagar a un analista didáctico cinco sesiones semanales, uno es un
analista. Es tan estúpido como esto. Para estar a la altura de la admisión de A.P.A.
o A.P.E.B.A. uno tiene que tener cierto nivel económico. Pero encima arreglan para
pagar tres sesiones y tener tres sesiones y que les hagan figurar cinco. Estas
instituciones se vaciaron, en resumen, de psicoanálisis.
Es una forma marketinera –en relación al marketing- de lo que es el
psicoanálisis. Este juego entre la institución y el marketing iba vaciando el
psicoanálisis. El futuro del psicoanálisis no pasa por la A.P.A. entonces sino por las
instituciones lacanianas.

Entonces, en el ’63 Lacan se separa de la I.P.A. y crea la Escuela Freudiana


de Francia. En el ’67 propone el cártel, como grupo de investigación, donde cada
uno da cuenta de su trabajo en relación a los otros (4 o 5 personas). Es una idea de
trabajo no grupal sino de trabajo de cada uno en relación a los otros.
En el ’67 propone el pase, con dos formas: El A.M.E. –analista miembro de
la escuela- y otra que es el A.E., que es temporal (analista de la escuela). Se es

79
analista de la escuela cuando se ha trascurrido el pase. Pero ese analista de la
escuela no es para siempre: Lacan propone un período de cinco años. Lo
importante es que para ser A.E. alguien pide serlo. En cambio el A.M.E. no es por
pedido personal sino que se lo nomina desde la escuela.
Lacan rompe con la I.P.A., y está todo el proceso de críticos, y luego Lacan
rompe con la Escuela Freudiana de París, porque dice que ha fracasado en el cártel
y el pase.
Lacan entonces dice: “Yo la fundé, yo la disuelvo”. Lacan la disuelve y dice
que funda la Escuela de la causa freudiana, y que quienes quieran ingresar a ésta
deben pedir admisión o a Colette Soler o a Jacques Alain Miller.
Algunos analistas le hacen juicio a Lacan, porque se niegan a que él pueda
disolver la escuela. Fue un juicio (legal) contra aquel con quien estaban en
transferencia de trabajo, o sea que fue difícil hacerlo. Le inician un juicio, que es
muy público: salía todos los días en Le Monde. Esta gente pierde el juicio. Varios de
ellos, que entraron en esta colisión con Lacan, formaron ahí lo que se dio en llamar
luego el Lacano Americano, estuvo muy ligado a los que se enfrentaron en ese
momento con Lacan: son los que en Latinoamérica fundaron lo que se llamó el
Lacano Americano. Hicieron una forma de organización que es en cierta manera
anti institucional.
Entonces, los lacano americanos mantienen esta posición, con cierta crítica a
la figura de Lacan, despegando la figura de Lacan al Lacan escritor.
En cambio los de la E.O.L., los millerianos, jamás lo critican.

Entonces, el acto de la clínica psicoanalítica... no hay acto que uno no lo


tiene que poner en cuestión en la escuela, en la institución. Por tanto no hay acto
que se precie de ser tal sin esto.
No puede sostenerse un analista como maestro, en la enseñanza a los
alumnos: Un analista es aquel que pone en cuestión su clínica con sus pares.
Supone poner en cuestión la clínica que uno hace, y uno no pone en cuestión la
clínica que uno hace con los alumnos que están en transferencia con uno.
Es ahí donde a uno le cuestionan todo, donde se puede poner en juego la
cuestión de si uno es analista o no. El propio análisis o la supervisión es en la
esfera de lo privado. La escuela es a nivel de lo público, y es ahí donde el analista
da cuenta de si está a la altura del acto. No hay analista sin escuela, sin institución.
El analista se prueba a partir de la clínica que hace, a partir de la
presentación de casos que analiza.
Lacan, cuando eligió el A.M.E., dice: “que por lo menos no hace grandes
disparates”, y que se puede decir que por lo menos ha hecho un análisis.
La posición de Zanghellini es de lo hetero: en oposición a lo uni –lo uni-
versitario-, que tiene que ver con una sola posición.
El elemento fundamental, en principio, es el análisis personal. Un elemento
fundamental de la formación es que esta es en la institución (el seminario, la
discusión, la actividad de trabajo clínico), y las instituciones no pueden ser en las
universidades, que son de grado o de posgrado: titular, mientras que las
instituciones psicoanalistas no titulan; mas bien tienen que ver con cierta posición
en relación a la formación.

El analista tiene que poner en cuestión lo que hace, porque siempre está en
juego su propio goce. Y si no goza en otro lado goza con sus pacientes. Y ser
analista tiene que ver con el deseo del analista y no con prácticas gozosas. Esto es
una posición ética: si hay análisis es porque el paciente no encuentra un objeto en
el fantasma, sino es otra cosa.

El canalla es aquel que efectivamente se hace el Otro, y bueno, hay


analistas canallas también.

80
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 24
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 11-11-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE

CLÍNICA DE LA PAREJA

El obsesivo busca siempre el punto medio, que es responder a la demanda


del Otro.

Clínica de la pareja: Quienes hacen psicoterapia de pareja o suelen tener


una orientación psicoanalítica de relaciones vinculares, que toman la cuestión de “lo
que vincular”, es decir, lo que cada uno pone en el otro en la relación de una
pareja. También toman algo sistémico: toman la pareja como un sistema de
relaciones en donde hay repartos, como por ej. la cuestión de los roles. Los
sistémicos trabajan con la pareja leyendo la descompensación del sistema como tal.
De ahí que sean funcionalistas. Las intervenciones que hacen suelen ser directivas y
paradojales. Pero creen en la comunicación. Justamente Lacan pone en cuestión
que haya comunicación y que haya posibilidad de complementariedad, lo que
quiere decir que “no hay relación sexual”.
Por eso, pensar una clínica lacaniana de pareja es tan absurdo como pensar
una clínica lacaniana del grupo –esto que planteaba Pacho Donell de “poner a rodar
el significante.
Lacan no era muy afecto al grupo o a la clínica grupal, llegando tener
afirmaciones como que “lo grupal lleva a lo obsceno”. Hablaba de la obscenidad en
relación al fuera de escena para el sujeto que produce el grupo, porque lo que
funda al grupo es la identificación. Esto es freudiano: cada uno pone el ideal del yo
fuera. De ahí que sostenga que lleva a lo obsceno cuando no da lugar a la
diferencia subjetiva sino a la particularidad personal, lo que lleva a los roles. Esto
no da lugar a la particularidad subjetiva, mas bien el grupo juega por el lado del
ideal del yo, y el grupo crea un ideal del yo.
El grupo permite cierta clínica grupal, pero ésta dista de ser una clínica
psicoanalítica, entendiendo por clínica psicoanalítica aquella que apunta al deseo
subjetivo.
Del mismo modo no puede haber clínica psicoanalítica de la pareja. Sin
embargo, Zanghellini trabaja con parejas.
Cada pareja logra –o no logra- cierta forma de sostener una determinada
escena donde cada uno se ubica en relación al otro. Y eso tiene que ver con la
posición propia del amor. El amor es lo que permite hacer suplencia del “no hay
relación sexual”. Y esta suplencia es inestable. Lacan habla de la “valentía del
amor”. Eso que hace suplencia mantiene cierta estabilidad y cierta invulnerabilidad.
Cuando hablamos de amor no hablamos ni de monogamia ni de deseo ni de
goce:
 La monogamia es una forma de relación normatizada en una cultura.
 Goce es aquello que se obtiene en relación al cuerpo del otro.
 Deseo es lo que extrae, lo que hace del otro un objeto parcial.

El sujeto se relaciona con el objeto parcial que es el objeto de deseo. Es el


amor lo que permite la relación intersubjetiva. Es la única forma en que Lacan
plantea la relación intersubjetiva.
El amor es el lugar donde se denuncia la diferencia, es la escena donde se
negocia la diferencia del “no hay relación sexual”. Y una pareja, cuando consulta es
porque está en crisis en esa negociación.

81
Hay una diferencia entre una pareja en la que surgen modificaciones y
brotan como crisis a una pareja que no se ha podido armar como tal.
Hay movimientos de constitución de la iniciación de una pareja que tienen
que ver con cómo se aceptan las diferencias del otro, en relación a los ideales y
también en relación a los fantasmas. Porque si no hay entrecruzamiento entre los
fantasmas difícilmente puedan estar.
Esto no quiere decir que no haya otras formas de dirimir la cuestión: A veces
hay parejas que no se arman en relación a lo sexual, donde lo sexual es una
cuestión secundaria.

¿Entonces para qué sirven estas “entrevistas de pareja”? Zanghellini las


llama así porque no piensa que haya un análisis, sino que les permite una forma de
arreglo que les permita seguir o no.
A veces es posible encontrar cierta forma de arreglo, por ej. cuando una
pareja viene agobiada por la agresividad especular: se pelean todo el tiempo.
No podemos hablar de: “toda pareja tal cosa”.
Sabemos que uno no puede ser todo para el otro: eso tiene que ver con un
ideal. Hay que poder soportar los puntos de imposibilidad, es decir, soportar la
castración dentro de la pareja. A veces uno necesita que en todo el otro siempre
esté, es decir, esto es no soportar la castración.
El otro puede ser un acompañante fóbico, un remedio contra la castración,
etc., etc.
Estas entrevistas de pareja, entonces, tienden a darles una escena para la
negociación de la diferencia.
Pero es un campo interesante. Nadie como nosotros los psicoanalistas están
tan capacitados para trabajarlo, pero siempre y cuando no se tome a la pareja
como una unidad sino como una escena en donde se juegan cuestiones libidinales.
Cuando hay una situación de estrago, no siempre la salida es el cambio de
pareja. Porque además están en juego en la pareja todos los ideales.
Los arreglos son tantos como las parejas que hay, y en eso hay que saber
sostener la diferencia. Si hicieron un arreglo de x manera, bueno, eso está por
encima de lo que a nosotros nos parezca bien.
En el caso de la violencia en la pareja, hay que ver también la propia
particularidad que tiene la violencia en esa pareja. En las parejas, en relación a la
violencia no se juega el tema de la víctima o el victimario sino otras cosas. Hay que
entender la lógica de una pareja, ver si esa es la única forma de relación que
tienen, ver si esto genera sufrimiento o no, etc.
En una pareja uno no puede decir desde afuera lo que está bien y lo que
está mal.
El enfoque de la víctima y el victimario supone ya una orientación ideológica.
Más allá de que esté bien o mal, pero supone una orientación ideológica.
No hay en esto una forma de operar que vaya por la vía de la generalidad.

Lacan habla de que la canallada es uno de los límites éticos en relación al


psicoanálisis: Por ej. no se atiende a un torturador, a un asesino inmune. Hay un
límite en la clínica a la hora de atender a alguien que transgredió la ley y no pasó
por sus límites. La canallada no define ni perversión ni psicosis ni neurosis: es una
posición ética en relación al otro.
Los perversos son sujetos con grandes problemas en relación a la
constitución de la relación al otro, pero esto no los hace canallas. El canalla tiene
una consideración del otro como puro resto.
La posición en relación al otro no es propia de una estructura.

Los neuróticos siempre esperamos que al menos el otro se arrepienta, que


haya conciencia de que cometió un transgresión. Se espera que haya cierta
conciencia de la transgresión, de que se hizo algo malo.

82
Uno puede llegar a perdonar a alguien que dice que se equivocó en mucho,
alguien que muestre cierta consideración en relación al otro.
Cada uno de los integrantes de la pareja espera que el otro le de alguna
razón en la conminación de su demanda.

El amor produce familiaridad en relación al otro; a partir de la radical


diferencia que hay, produce familiaridad en relación al otro. Está en juego la
localización de su ser en relación al otro.
No se trata del acto lo que se pone en juego: si está mal mirar a otra mina o
si está mal acostarse con otra mina. No se trata del acto.

83
CLÍNICA DE ADULTOS
TEÓRICO NÚMERO 25
PROF.: JORGE ZANGUELLINI
FECHA: 25-11-03
NOTAS: NAHUEL PÉREZ BELMONTE

PSICOSIS

La holofrase es lo que impide localizar al sujeto en relación al discurso.


Si uno está enfrente a un saber (S2, una estructura significante), si no es
posible localizar un intervalo, si el sujeto no se hace ahí como falta (en el intervalo
entre dos significantes), es ahí donde puede localizarse el sujeto. Eso quiere decir
que el Otro no lo dice todo; cuando el Otro no lo dice todo es posible interrogar lo
que el Otro dice.
Eso no pasa en el discurso universitario, en el que se termina repitiendo lo
que el Otro dice.
Si uno dice: “No hay relación sexual”, y eso funciona como una holofrase, no
quiere decir nada más allá de que “no hay relación sexual”. Es eso que pasa para
dar cuenta de un neologismo.
Un psicótico exige del analista algo que el neurótico no exige –no de la
misma manera- y que es responsabilizarse por ellos.
Uno puede pensar: “aquel que pide ser atendido es un neurótico porque
demanda”; no es así. Cuando alguien demanda no por eso es posible hacer un
diagnóstico. Hay que ver cuál es el pedido que trae. Lo raro en un neologismo no es
porque sea una palabra rara, lo raro es la posición discursiva.
A veces una intervención desata un brote. ¿Por qué? En general, nosotros
una y otra vez tendemos a pensar al otro como semejante. Uno tiende al
reconocimiento –en función de su imagen especular- y un desconocimiento –en
relación a las diferencias.
Esto funciona siempre. Cuando uno lo reconoce a alguien, lo desconoce. Esta
función de reconocimiento y desconocimiento es habitual que se juegue en los
comienzos de un análisis, si no, no lo podríamos tratar. Este reconocimiento: darle
la mano, tener la misma lengua, etc., tiene que ver con una dimensión imaginaria.
Y a partir del reconocimiento del otro es que podemos apuntar a la diferencia del
otro.
Ese reconocimiento que uno lo puede ver cuando el otro no funciona de la
misma manera. En muchos casos el psicótico no funciona de la misma manera en lo
que hace al reconocimiento del semejante.
Este orden en el que creemos estar, este orden universal, es el fantasma.
Cuando se sale de esto algo aparece: la angustia, etc. Uno va haciendo esta
especie de tejido imaginario.
Nosotros como analistas tendemos a escuchar la particularidad y a poderla
soportar. Por ej. cuando alguien se brota, y en la cuestión de lo semejante aparece
el desborde imaginario propio de la psicosis.
El mal llamado “prepsicótico”, es decir, el psicótico no desencadenado; ya
que es el falo el que regula la diferencia...
La vertiente imaginaria del falo es por ej. tomar todo por “más o menos”:
más grande, más chico, etc.; es pensar que eso se comporte.
El psicótico no desencadenado es el que se presenta y no se ha presentado
en su vida lo que Lacan llama la falta en lo real, de lo que regula.

El erotomaníaco es la condición delirante de: “El otro me ama”.

La dirección de la cura en un neurótico apunta a la separación (entre


significantes) y en un psicótico no.

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Un rasgo de la psicosis es lo no dialectizable: supone no dialectizar su
discurso en relación a los otros.

La estabilización de la que hablamos no es algo normativizado para el otro.


La clínica de la psicosis es apuntar a una estabilización, no a un cambio de
estructura. Colette Soler dice cómo la separación no es el final de análisis propio de
la psicosis. En un neurótico, si fue un buen análisis le permitió separarse, y es que
el analista estuvo ahí diciéndola algunas cosas que se las decía un poquito antes de
que él se las pudiera dar cuenta. En un buen análisis el paciente dice: “Dijo justo lo
que yo estaba pensando”, porque sino queda del lado del analista.
La verdad tirada a la cara puede doler, dar bronca, etc., pero nunca uno lo
va a escuchar como una verdad propia, es un delirio del otro.
La psicosis es una clínica de la finalización –el tratamiento finaliza-, pero no
de la separación.
Es diferente el sujeto advertido al de la neurosis: -“Hay ciertas condiciones
en que yo me enloquezco: cuando me doy cuenta que estoy fumando muchos
cigarrillos, etc.” O sea, hay signos, es decir que de alguna manera no hay
separación. La clínica de la neurosis es la clínica de la separación.

La última parte de la clínica de la psicosis es lo que tiene que ver con la


sublimación, que es tan importante y es porque la sublimación le permite tener un
cierto acotamiento gozoso.

“No retroceder ante la psicosis” es una cuestión que se tornó en como una
épica, pero la cuestión no es ni retroceder ni avanzar, porque la clínica
psicoanalítica es muy eficaz tanto en la psicosis como en la neurosis. De hecho, es
la más eficaz para la psicosis: de hecho los tratamientos psicofarmacológicos dicen
que son eficaces en el 12% de los casos psicóticos, más allá de que sin duda
moderan, etc.
Un psicótico puede vivir una vida, quizás con ciertas dificultades en relación
a la de un neurótico, pero una vida estabilizada. Y con un psicoanálisis uno puede
darle ciertas suplencias de borde.

85
TEORICOS:

CLÍNICA DE

ADULTOS

86

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