Espacios Publicos - Wilwy Ludeña
Espacios Publicos - Wilwy Ludeña
Espacios Publicos - Wilwy Ludeña
Fotos
Silvio Assis, Jose Canziani, Veronica Crousse, A. Guillén, George Johnson, Wiley Ludeña Urquizo,
María Pía Monteverde, Antoni Remesar, Johanna Saavedra, Saira Salazar Márquez, Juan Tokeshi,
Alejandra Villanueva
Agradecimientos
Pontificia Universidad Católica del Perú, Facultad de Arte de la PUCP, Departamento Académico de Arte de la
PUCP; Marta Cisneros, coordinadora de la especialidad de Escultura; Veronica Crousse, Jose Canziani, Paulo
Dam, Evelyn Merino-Reyna, y un especial agradecimiento a Miguel Mora Donayre
Editora
Johanna Hamann Mazuré
Impresión
Forma e imagen de Billy Victor Odiaga Franco
Av. Arequipa 4558, Lima, Miraflores, Perú
ISBN: 978-6124206023
Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú No: 2013-12869
7 Espacios Públicos, Ar te Urbano y Diseño.
L a otra ciudad peruana
wile y ludeña urquizo
Wiley Ludeña Urquizo • Espacios Públicos, Arte Urbano y Diseño. La otra ciudad peruana 157
PARQUE DE LA EXPOSICIÓN 1872-1924. de arriba abajo: 1) Parque de La Exposición - Fuente China (2012). 2) Parque de La Exposición - Pabellón
Bizantino (1994). Fotografías: Wiley Ludeña Urquizo
Wiley Ludeña Urquizo • Espacios Públicos, Arte Urbano y Diseño. La otra ciudad peruana 159
El otro lado de esta historia, sin duda, lo constituye la otra cara de la modernidad: aquella que la
sociología peruana suele designar como la modernidad popular, migrante y espontánea. Se trata de
ese otro país que empezó a emerger desde mitad del siglo pasado con su indetenible ola de migrantes
y la creación de su principal alternativa de residencia urbana: la barriada. Ello ha significado una
auténtica revolución, trasgresión y creación de un nuevo paisaje urbano de nuestras ciudades como
no había acontecido desde los tiempos de la ciudad colonial. Hoy, por ejemplo, Lima ya no es más una
ciudad rodeada por una periferia precaria de barriadas, como solía definirse hace cuatro décadas. Es
una especie de mega barriada con pequeñas porciones de ciudad consolidada. En Lima, según diversas
estimaciones, el 60% de su área urbana está hecha de esta ciudad de barriadas permanentemente a medio
hacerse, con todo lo que ello significa en términos de concepción y diseño de los espacios públicos y
el arte urbano correspondiente (APOYO 2003; INEI 2008, 2009).
Habiéndose configurado desde hace más de medio siglo una sociedad con una economía
estructuralmente informal, con un Estado débil, una trama social no cohesionada, hiperindividualizada
sin conciencia de ciudadanía activa y tolerante, el drástico reajuste neoliberal impulsado por el gobierno
de Alberto Fujimori (1990-2000) no hizo sino acentuar negativamente estos rasgos estructurales de la
sociedad peruana. Si a esto se suma una rampante corrupción convertida en sistema y cultura cotidiana
jamás experimentada en tiempos de la República, se puede explicar el por qué la dramática inversión
de valores experimentados durante el fujimorato también tuvo su correlato en la institucionalización
u “oficialización” de una ética y estética impregnada de populismo escatológico, visualidad estridente,
miseria moral y manipulación estética.
Ética y estética del reajuste neoliberal y el “asalto popular” de los espacios
públicos
Si existe un ámbito de las distintas escalas de transformación del paisaje peruano reciente, que pudiera
reflejar de la mejor manera las motivaciones y tendencias del diseño paisajístico de los últimos 20 años,
este es, sin duda, el de la ciudad y los espacios públicos en todas sus versiones.
Tras los tiempos de terror experimentados durante gran parte de la década del ochenta del siglo
pasado, lo acontecido a partir de mediados de la década del noventa registra —como se ha mencionado—
una transformación acelerada y extensiva del rostro urbano del país teniendo a los espacios públicos
como unas de sus principales expresiones de cambio. Aquí las plazas, parques y todo el paisaje urbano
circundante se convertirían no solo en el principal receptáculo de todas las pulsiones y motivaciones
generadas por la dinámica neoliberal impuesta, sino también en su principal reflejo y expresión.
Son cuatro las causas que han producido desde hace 20 años una especie de boom de construcción
o reconstrucción extensiva de nuevos y viejos espacios públicos, así como de una impresionante
cantidad de monumentos y esculturas públicas creados para todos los gustos. Independientemente
de la calidad es posible que este capítulo de masificación del arte público no tenga parangón en la
historia de la ciudad peruana republicana, salvo con excepción del período del oncenio leguiísta
(1919-1930).
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Bajo estas coordenadas me he permitido identificar y reagrupar a las diferentes opciones en dos grandes
grupos: 1) Aquellas que se constituyen más como producto de una “tradición de gusto popular”. Esta es
la tendencia notoriamente mayoritaria: podría sostenerse que conforman el rostro oficial de la ciudad
peruana. 2) Aquellas que forman parte de una “tradición académica institucional”. Se trata de una
serie reducida, casi exclusiva a las ciudades más importantes del país. Cada una de estas tendencias se
estructura a su vez de una serie de variaciones particulares como se registra a continuación:
1) Tradición de “gusto popular” (diseñadores y/o artistas profesionales y/o aficionados)
• Neonacionalismo regional (lo propio como retórica)
• Huachafería aculturada (referentes múltiples: religioso, civil, militar y otros)
• Chicha popular (Temática: personajes, animales, objetos, plantas)
• Tradición naive (objetos y construcción artesanal)
2) Tradición académica institucional (diseñadores y/o artistas profesionales)
• Paisajismo de tradición académica internacional
La tradición del “gusto popular” la constituye un vasto grupo de obras que, más allá de las diferencias,
registra algunos rasgos que pueden hacerse extensivos a todas sus vertientes: Por un lado, poseer el
sentido y espíritu de lo huachafo y/o lo chicha más sus múltiples conjunciones. Y, por otro, ser obras que
se construyen no como expresiones de una cultura inconsciente de sí misma, para apelar a la categoría de
Christopher Alexander (1969), sino más bien —y esa es la singularidad del caso peruano— como obras que
han logrado convertirse casi en un lenguaje oficial, formalizado y con cánones establecidos y respetados.
En otros contextos son obras de excepción (casi un motivo turístico). Aquí son la regla extendida.
El paisajismo huachafo se expresa en un conjunto de obras que intentan ser lo que no son y no pueden
ser. Son obras que están hechas de una combinación arbitraria de materiales mayormente precarios, estilos
e intenciones sin contenido esencial y sin coherencia y pertinencia. Registran una falsa monumentalidad
o una patética miniaturización de los referentes. Encarnan un diseño que lo único que logra es revelar
nuestra propia precariedad cultural y tecnológica y nuestra propia miseria estética.
Pero aparte de estar impregnada de este espíritu huachafo, gran parte de las obras subsumidas
por el gusto popular se encuentran impregnadas de un sentido y espíritu chicha. Expresión cultural
generada en múltiples soportes y versiones a partir el encuentro entre el mundo andino y urbano
producido en Lima y las ciudades costeras del Perú desde mitad del siglo XX.
El arte chicha ha logrado consolidar un lenguaje y contenidos identificables en manifestaciones
como la música y la grafía popular. Pero no con esta categoría en el caso de la arquitectura o el arte
público (Pezo 2002, Toledo 2006). Sin embargo, es posible ya advertir que se ha producido una serie
de expresiones que reproducen igualmente en este terreno aquellos rasgos característicos de lo chicha:
una estética de revalorización de lo provinciano rural, autorreferencial, colorido, visualmente efectista
y de referencias literales. Un arte falsamente evocativo, de alegorías primarias y facilismo nostálgico.
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TRADICIÓN “GUSTO POPULAR”
NEONACIONALISMO REGIONAL
A diferencia de una noción unitaria de lo nacional desde el punto de vista de la identidad cultural del país, el
reconocimiento de nuestra condición plurinacional y multiétnica se ha traducido en la afirmación de identidades
regionales a través de una serie de versiones diferenciadas en el diseño y el arte público desarrollado en nuestras
ciudades.
Imágenes: de arriba a abajo, de izquierda a derecha. 1) Monumento a Pachacútec, Cuzco (1998). 2) Obelisco al cóndor, Cuzco (1998). 3) Paccha, Cuzco (1998).
4) Monumento a personaje inca (1998). 5) Plaza Leonardo Ortiz, Chiclayo (2002). 6) Monumento a personaje del mundo Sipán - Plaza Leonardo Ortiz (2002).
7) Monumento a personaje del mundo Sipán - Plaza Leonardo Ortiz (2002). 8) Anfiteatro - Plaza Leonardo Ortiz (2002). Fotografías: Wiley Ludeña Urquizo
Obras que se conceptúan y componen sobre la base de referentes que aluden a episodios, personajes, eventos
o hitos de la “alta cultura” occidental, nacional o regional. Son obras que intentan ser lo que no son y no pueden
ser en relación a los motivos de origen.
Imágenes: de arriba a abajo, de izquierda a derecha. 1) Paseo de las Musas, Chiclayo (1998). 2) Obelisco al cóndor, Cuzco (1998). 3) Conjunto
escultórico - Paseo de las Musas, Chiclayo (1998). 4) Pórtico - Paseo de las Musas (1998). 5) Escultura - Paseo de las Musas (1998). 6) Anfiteatro -
Plaza principal, Tumbes (2011). 7) Conjunto escultórico dedicado al sol, la llama y el cóndor - Eje Paseo de La Concordia calle San Martín, Tumbes
(2011). 8) Pabellón - Eje Paseo de La Concordia calle San Martín, Tumbes (2011). 9) Pabellón municipal - Eje Paseo de La Concordia calle San Martín,
Tumbes (2011). Fotografías: Wiley Ludeña Urquizo
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Si este nuevo ciclo histórico de búsqueda de lo propio frente a lo ajeno resulta una de las señales
estimulantes desde el punto de vista del autoreconocimiento social y cultural de cada sociedad regional,
no puede decirse lo mismo en relación a los resultados en materia urbanística y de arte público. Lo
producido bajo este neonacionalismo regional es esencialmente un arte de retórica falaz, de literalidad
primaria de los signos y símbolos, así como de un efectismo casi infantil e insustancial. Aquí la
teatralización de lo propio se transforma en gesto huachafo y referencia banal de la historia y la
tradición local.
Las acciones y obras de ornato público emprendidas en el Cuzco por la administración municipal del
alcalde Daniel Estrada desde mediados de la década de los ochenta del siglo pasado, pueden considerarse
como precursoras de este ciclo de neonacionalismo regional. Junto el renombramiento de las calles y
la propia ciudad (Qosqo por Cuzco) con su raíz quechua, se erigieron una serie de monumentos como
el dedicado a Pachacútec, el obelisco del cóndor “Apuchin”, así como una serie de Pacchas (fuentes de
agua) y esculturas públicas dedicadas a honrar a los personajes históricos del mundo inca.
El descubrimiento de las tumbas reales de Sipán se ha convertido, para Lambayeque y parte
del norte del Perú, en una fuente de orgullo regional y evocación permanente. Una de las primeras
obras en materia urbanística y arte público que conseguirá configurar un auténtico “estilo” de
inf luencia regional, es la plaza José Leonardo Ortiz en Chiclayo. La composición de la plaza y
sus diversos componentes se sostiene en un plano rebatido del rostro oficial del Señor de Sipán.
Aquí las orejeras se transforman en fuentes de agua, así como la nariz en un anfiteatro, entre
otros detalles.
Paisajismo de la huachafería aculturada
Como el paisajismo huachafo se expresa en un conjunto de obras que intentan ser lo que no son y no
pueden ser en relación a una serie de motivos de origen, existe un conjunto apreciable de obras que se
conceptúan y componen sobre la base de referentes que aluden a personajes, eventos o hitos de la “alta
cultura”, la política o del propio arte occidental. Ello con evocaciones rimbombantes pretenciosamente
refinadas del motivo de referencia. El resultado: no solo el develamiento patético de una sociedad y
cultura carente de cultura, sino la confirmación de nuestra propia miseria material y estética.
En la gran mayoría de obras impregnadas de esta especie de huachafería aculturada, el motivo
evocado deviene objeto transfigurado en toda su esencia hasta convertirse en simple caricatura o,
paradójicamente, en gesto burlesco de aquello que precisamente se pretende evocar y honrar. Aquí,
no solo se hace patente la ignorancia flagrante de los fundamentos y características esenciales de
aquello que se pretende evocar, sino también se revela el grado de irresponsabilidad y desidia de
los promotores o autores, así como la carencia (o exceso) de recursos, la falta de talento y destreza
artística y constructiva.
El Paseo de las Musas en Chiclayo es un extraordinario ejemplo que concentra en su contenido,
plano de expresión y manufactura todos estos rasgos. Se trata de una composición que reinterpreta
los códigos previsibles del arte y la construcción grecolatina. Pero sin la remisión a aquellos atributos
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Malecón Benavides, río Tumbes. Ciudad de Tumbes (2011). Fotografía: Wiley Ludeña Urquizo
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Escultura de La Madre, boulevard de la Madre. Ciudad de Tumbes (2011). Fotografía: Wiley Ludeña Urquizo
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ciudades grandes y pequeñas, ubicadas en la costa, la sierra o la Amazonía del Perú. Dentro de este
grupo, el dedicado a celebrar el universo de los objetos resulta el más extendido tanto que es posible
referirse a la existencia de una especie de fetichismo objetual que tiene diversas explicaciones.
Un cuarto motivo que alimenta la producción de la chicha popular en el arte público es el de las
obras ejecutadas en homenaje a determinados personajes (militares, religiosos o civiles). Se trata de
una serie contradictoria en la medida que procesa en su interior dos fenómenos opuestos: Primero,
la retracción visible de un arte celebratorio de “héroes” (militares, civiles o religiosos) hoy envueltos
muchos de ellos en un manto de desprestigio y descreimiento generalizado. Y, segundo, como respuesta
y compensación a este fenómeno, la profusión extensiva de obras con dos ámbitos de referencia: Por
un lado, la remisión a personajes populares anónimos (monumentos al campesino, al obrero, a los
músicos populares) presentados como arquetipos mistificados sin nombre y apellido. Y, por otro, la
advocación extensiva a las imágenes y personajes del santoral católico y la celebración mariana como
sostiene Rodrigo Quijano al referirse a la profusión de efigies de la Virgen María erigidas en las
ciudades del país (2003).
Ante la “muerte” de los héroes tradicionales sociedades inseguras como la peruana se refugian y
apelan a lo más primario y esencial que les permite su contexto: lo perdurable de los objetos cotidianos
que le dan sentido a una vida inestable y poco cohesionada. Por ello las esculturas o monumentos a
la papa, los sombreros, los jarrones o a la maca entre otros objetos, se han convertido en expresiones
de una especie de “fetichismo objetual” que exorciza el descreimiento y deslegitimación social del
valor de cualquier referente civil, militar o religioso. No existen más “héroes” que honrar. Es el reino
de los objetos desideologizados hasta la estridencia y literalidad figurativa que solo el arte chicha/
huachafo puede producir. Por ello, esta expresión cultural transformada en arte público produce objetos
descontextualizados y culturalmente degradados en su contenido y expresión. Aquí puede aplicarse
perfectamente la valoración de Rodrigo Quijano para el arte público peruano producido a inicios del
2000 “un arte deshistorizado, vaciado de contenidos cívicos, degradado culturalmente y producido
para la amnesia antes que para la memoria”. (Quijano 2003, pp. 193-201)
No existe duda de que la estética y ética chichas dominan el nuevo lenguaje de los espacios y
monumentos públicos en las ciudades del país. Y no solo eso: este lenguaje pareciera ya haberse
transformado en una especie de imagen oficial del país, a juzgar por las imágenes-símbolo que del
Perú se fabrica hoy en el mundo del negocio turístico.
Paisajismo naive
Sin omitir o desligarse de alguna notación huachafa o chicha, que es lo menos resaltante o
notorio, existe una especie paisajismo naive que puede registrarse en un conjunto importante
de obras producidas básicamente en la sierra centro del país o en aquellas ciudades de una
genuina tradición artesanal. En la mayoría de los casos se trata de intervenciones que no solo
parecen prolongar de manera casi natural esta tradición en escala urbana, sino que sirven
para revelar aquellos atributos que emanan de la mejor artesanía popular peruana: el trabajo
Imágenes: de arriba a abajo, de izquierda a derecha. 1-2) Conjunto escultórico en honor a Miguel Grau - Tumbes (2011). 3) Plaza principal -
monumento a Cristo, Huaraz (2003). 4) Boulevard Pastorita Huaracina, Huaraz (2003). 5) Conjunto escultórico - Boulevard Pastorita Huaracina,
Huaraz (2003). 6) Busto - Plaza Huamanmarca, Huancayo (1997). Fotografías: Wiley Ludeña Urquizo
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TRADICIÓN “GUSTO POPULAR”
HUACHAFERÍA ACULTURADA (3)
Imágenes: de arriba a abajo, de izquierda a derecha. 1) Catedral - Plaza Constitución, Huancayo (2003). 2) Arco y leones - Iglesia de Santiago León
de Chongos, Huancayo (2011). 3) Plaza Matriz - Plaza San Pedro, Chorrillos (1998). 4) Plaza Matriz - Monumento, Chorrillos (1998). 5) Óvalo Gutié-
rrez, Miraflores (2002). Fotografías: Wiley Ludeña Urquizo
Realizaciones articuladas a los sistemas de proyecto y lenguajes de referentes internacionales de notoria difusión
y prestigio en el campo profesional. Los creadores son arquitectos, urbanistas y artistas de formación académica.
Las obras se insertan en el sistema formal de gestión y ejecución.
Imágenes: de arriba a abajo, de izquierda a derecha. 1) Parque Central de Miraflores (1994). 2) Parque Central de Miraflores (1994). 3) Parque
Central de Miraflores (1994). 4) Alameda Chabuca Granda, Lima Cercado (1994). 5) Alameda Chabuca Granda, Lima Cercado (1994). 6) Alameda
Chabuca Granda, Lima Cercado (2005). 7) Parque Derteano, San Isidro (2005). 8) Larco Mar, Miraflores (2005). 9) Larco Mar, Miraflores (2005).
Fotografías: Wiley Ludeña Urquizo
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TRADICIÓN ACADÉMICO INTERNACIONAL (2)
Imágenes: de arriba a abajo, de izquierda a derecha. 1) Mirador de Ayacucho (2005). 2) Mirador de Ayacucho (2005). 3) Parque Las Begonias, San
Isidro (1994). 4) Plaza de Independencia - ex Parque de Los Rosarios, Huaraz (1994). 5) Plaza Huarupampa - ex Parque Simón Bolívar, Huaraz
(2011). 6) Parque de La Muralla, Lima Cercado (2011). 7) Paseo - Malecón de Agua Dulce, Chorrillos (2010). 8) Malecón El Chaco, Paracas (2010).
Fotografías: Wiley Ludeña Urquizo
Son obras impregnadas de un espíritu chicha/huachafo-chicha, la mayoría de las cuales encarnan un inocultable gesto
atávico, apego a la tierra y sus frutos, así como una notación figurativa literal de los motivos andino-urbanos sujetos
de evocación.
Imágenes: de arriba a abajo, de izquierda a derecha. 1) Leones - Iglesia de Santiago León de Chongos, Huancayo (2011). 2) Puma, valle sagrado
del Urubamba, Cuzco (2005). 3) Monumento al choclo, valle sagrado del Urubamba, Cuzco (1994). 4) Monumento a la Maca - Plaza Huayre, Junín.
Fotografía: José Gallo. Fotografías 1, 2 y 3: Wiley Ludeña Urquizo
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TRADICIÓN “GUSTO POPULAR”
CHICHA POPULAR - OBJETOS (1)
Imágenes: se arriba a abajo, de izquierda a derecha. 1) Mirador de Tambopata, Madre de Dios, Archivo Caretas. 2) Kiosko - Sombrero, Huancayo
(1994). 3) Mobiliario urbano, Huancayo (1994). 4) Monumento al árbitro, Tumbes (2011). 5) Plaza Huayucachi, Huancayo (2011). 6) Plaza Huayucachi,
Huancayo (2011). Fotografías 2, 3, 4, 5 y 6: Wiley Ludeña Urquizo
Imágenes: de arriba a abajo, de izquierda a derecha. 1) Mate norteño, Sullana (2011). 2) Parque de Los Sombreros, Huancayo Fotografía:
labrujadelazar. blogspot.com. 3) Boulevard Pastorita Huaracina, Huaraz (1994). 4) Boulevard Pastorita Huaracina, Huaraz (2005). Fotografías 1,
3 y 4: Wiley Ludeña Urquizo
Wiley Ludeña Urquizo • Espacios Públicos, Arte Urbano y Diseño. La otra ciudad peruana 179
Arco Morisco - Parque de La Amistad, Santiago de Surco (2012). Fotografía: Wiley Ludeña Urquizo
Imágenes: de arriba a abajo, de izquierda a derecha. 1) Monumento Al Labrador, valle Sagrado del Urubamba (2010). 2) Parque de Los Sombreros,
Huancayo. Fotografía: huarilindo.ning.com. 3) Monumento a personaje inca, valle sagrado del Urubamba, Cuzco (2010). 4) Monumento a
campesina, Talavera, ApurÍmac (2011). 5) Monumento a campesino, valle sagrado del Urubamba (2011). Fotografía: 1, 3, 4 y 5: Wiley Ludeña
Urquizo.
Wiley Ludeña Urquizo • Espacios Públicos, Arte Urbano y Diseño. La otra ciudad peruana 181
TRADICIÓN “GUSTO POPULAR”
CHICHA POPULAR - HIBRIDACIONES - PERSONAJES (2)
Imágenes: de arriba a abajo, de izquierda a derecha. 1) Monumento al Beso - Malecón Benavides, Tumbes (2011). 2) Monumento a danzante -
Plaza Huayucachi, Huancayo (2011). 3) Monumento - Paseo Malecón de Agua Dulce, Chorrillos (2010). Fotografías: Wiley Ludeña Urquizo
Wiley Ludeña Urquizo • Espacios Públicos, Arte Urbano y Diseño. La otra ciudad peruana 183
artístico minucioso y la celebración de motivos entrañables. Todo ello impregnado de destreza,
sencillez en los mensajes y de una predisposición por las imágenes lúdico románticas como
evocación de la tradición local.
Se trata de obras entre ingenuas en sus intenciones, con sentido de elaborada factura artesanal de
sus piezas y un apreciable sentido de síntesis entre artificio y paisaje local. El Parque de la Identidad
de Huancayo y otros de su género son un buen ejemplo de esta tradición del arte público peruano.
Paisajismo de tradición académica internacional
El registro de esta tradición académica reproducida por arquitectos, urbanistas o artistas formados
profesionalmente en tanto representantes conocidos de una institucionalidad oficial, no significa
que la obra de paisajismo y arte público producida como parte de la otra ciudad peruana sea obra
exclusivamente resuelta por artesanos o aficionados. Por el contrario, detrás de la mayor parte de las
obras pertenecientes a este segundo y vasto grupo identificado con la estética el “gusto popular”, se
encuentran arquitectos, ingenieros y artistas de escuela. Rasgo absolutamente sorprendente y revelador
del nivel de expansión e influencia al que han llegado los mandatos de esta tradición popular chicha,
huachafa o naive.
El paisajismo de la tradición académica internacional constituye un reducido grupo articulado en
su concepto y diseño a un sector de la producción internacional. Pertenece a este grupo un conjunto
de obras realizadas por arquitectos formados en un dialogo asimétrico de imitación (la mayoría de
las veces) o recusación crítica de la arquitectura europea especialmente de su matriz ítalo-ibérica.
Las deudas explícitas al urbanismo de superficie catalán de los años ochenta son más que directas en
obras como las del Parque Central de Miraflores y el Paseo Chabuca Granda. Los trabajos de Edgardo
Ramírez en Puno y Arequipa se encuentran en este grupo. Hay trabajos interesantes pertenecientes
a este grupo en Ayacucho y Huancavelica.
Puede considerarse la remodelación del Parque central de Miraflores (Parque Kennedy), impulsada
por el alcalde Alberto Andrade a partir de 1992, como una obra de inicio de época tras un largo
periodo de inacción y ausencia de obras análogas en las ciudades del país. El proyecto corresponde a
los arquitectos Juan Carlos Doblado, José Orrego y Javier Artadi.
Rápidamente, una obra cuestionada en sus fundamentos y motivaciones (atentado ecológico del
parque o ejemplo de embellecimiento fatuo en medio de la crisis económica: una afrenta a los pobres)
se convirtió en un auténtico catálogo que objetos-ícono que empezaron a reproducirse masivamente
en todas las plazas y parques del Perú. Las portadas abstractas, el anfiteatro, las bancas-objeto de
cemento, el piso adoquinado, esculturas funcionales, además de otros dispositivos fueron reapropiados
para expandirse por todos los espacios inimaginables, hasta su reconfiguración en una diversidad de
objetos análogos. La imitación de la imitación.
El paisajismo peruano de la tradición académica no ha construido aun un perfil propio, innovador y
creativo. Aunque resulte paradójico sus vicisitudes expresan el mismo signo que aquellos rasgos que caracterizan
también al paisajismo y el arte público de la otra ciudad peruana, que es casi ya el conjunto de la sociedad.
Wiley Ludeña Urquizo • Espacios Públicos, Arte Urbano y Diseño. La otra ciudad peruana 185
a un vacuo nacionalismo, cuando no adicta a las luces de esa estética de casino urbano y Disneylandia
de cartón. Esta es la ciudad del imperio del laisser faire y laissez passer neoliberal como parámetros del
diseño del paisaje.
En esta ciudad neoliberal la escultura de mármol de antaño se ha transformado en una escultura
de cemento a la que se le caen los dedos o brazos cada cierto tiempo. La única ciudad modelo es la que
la rodea en su más absoluta precariedad. ¿Qué se representa o puede simbolizar en esta ciudad que
no sea la exaltación a los símbolos de una alienada cotidianeidad? Ahí están los parques dedicados a
honrar con monumentos al choclo, a la papa, a las pelotas de fútbol y a los sombreros huancaínos, junto
a los monumentos de escala cada vez más liliputiense dedicados a algunos héroes militares y civiles.
Desde la década de los veinte del siglo pasado, si bien la vocación militarista no dejaría de estar
vigente como motivo preeminente de representación pública, las necesidades de simbolización urbana
se desprendieron de las oposiciones entre militarismo y civilidad, entre nacionalismo y universalidad,
entre lo urbano y lo andino, entre lo religioso y lo laico, entre la civilidad conservadora y la civilidad
popular y obrera. Cada cual con sus propios héroes y hechos que hacer memoria. Pero este ciclo
histórico parece ya haber llegado a su fin.
La ciudad del siglo XXI más que un escenario de referencias estables, se ha convertido en un
auténtico campo de batalla para galvanizar las múltiples demandas de representación y simbolización
provenientes de los diferentes grupos de presión social, económico y políticos. Todo ello en el marco
de una “vida pública” que al estar desprovista de valores de ciudadanía cohesionada y democrática se
presenta como un acto colectivo fragmentado, banal y subsumido por un paisaje objetual basado en la
celebración de una cotidianeidad doméstica, festiva y populista. Una de las causas: la reestructuración
posmoderna y neoliberal de la vida pública y privada. Por eso las estrategias de simbolización pasan
en la actualidad por una conversión de los “objetos” a referencias cotidianas y factores ilusivos de
cohesión social e identitaria, vaciadas de contenido esencial. Es el retorno a un arte autoreferencial,
“hiperepresentativo”, de literalidad primaria y manufactura precaria sin sentido de perennidad y
valor auténtico de lo público. Sin esfera de lo público desarrollado no existen espacios públicos. Lo
que existe son “espacios públicos” sin vida pública o espacios para actividades pseudopúblicas y un
diseño y arte pseudopúblicos.
La ciudad, en todas sus dimensiones de existencia, no sólo refleja a la sociedad que la produce,
sino que también produce a esta sociedad. Con el arte público que sobre ella se erige es escenografía
que representa, pero al mismo tiempo escenario y teatro que contiene lo representado.
Como he sostenido antes en este caso, desafortunadamente, la ausencia de una cohesión estable
entre los dominios de la sociedad y la ciudad, la preeminencia de los intereses individuales sobre los
de la colectividad, así como la ausencia de prácticas democráticas en la toma de decisiones de orden
proyectual, ha convertido a la ciudad y sus espacios en tierra de nadie donde puede perpetrarse de
todo sin consultar ni responder a nadie. En estas condiciones —y esta es la historia de la ciudad desde
que a mediados del siglo pasado la ideología del “ornato público” de raíz haussmanniana dejara de
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