Teoría Física Moderna
Teoría Física Moderna
Teoría Física Moderna
Al final del siglo XIX la física parecía estar a punto de completarse. Dos interacciones
gobernaban la naturaleza: la gravedad y el electromagnetismo. Además, se disponía de
una teoría satisfactoria para cada una de ellas: la teoría de la gravitación universal de
Newton desde 1666 y la teoría electromagnética de Maxwell desde 1864.
Existían, es cierto, algunos problemas “menores” cuyos detalles aún no se habían acla-
rado, como el avance anómalo del perihelio de Mercurio o los detalles de la interacción
entre la materia y la radiación. Entre este último grupo de problemas se encontraba el
problema de la radiación del cuerpo negro, que parecía intratable. De hecho lo era con
las leyes físicas conocidas entonces. El problema de la radiación del cuerpo negro reveló
la insuficiencia de la física clásica y desencadenó una de las mayores revoluciones cien-
tíficas de la historia, que desembocaría en la creación de un nuevo lenguaje para la físi-
ca: la física cuántica. Hoy día la física cuántica y la teoría de la relatividad constituyen
los dos pilares teóricos sobre los que se sustenta la física.
I- FÍSICA CUÁNTICA
Realmente, el problema del cuerpo negro fue el primero de una serie, ninguno de los
cuales se podía resolver utilizando las leyes de la física clásica. Enseguida llegarían el
efecto fotoeléctrico, el efecto Compton, la interpretación de las líneas de los espectros
de emisión y absorción y muchos otros. Al principio se trataba de problemas individuales
que se resolvían aplicando la misma receta que había aplicado Planck al problema del
cuerpo negro pero, poco a poco, durante la década de los 20 del siglo pasado, se fue
consolidando una teoría física coherente.
La física cuántica, sin embargo, no representa un mero ajuste en las fórmulas. Constitu-
ye un cambio radical en nuestra manera de entender la realidad física. Pasamos del
mundo determinista a un mundo en el que las magnitudes físicas se representan por
medio de variables aleatorias, en el que solamente los valores medios de las magnitu-
des físicas son gobernados por leyes deterministas clásicas.
Que toda esta física haya permanecido oculta hasta principios del siglo XX se debe a que
las leyes de la física cuántica y de la física clásica coinciden cuando se estudia un siste-
ma macroscópico. Los fenómenos puramente cuánticos sólo se manifiestan claramente a
escala atómica.
Paradójicamente, cien años después de sus inicios, la física cuántica sigue siendo una
gran desconocida para el público en general.
Todos los cuerpos, por el hecho de estar a una determinada temperatura emiten ondas
electromagnéticas. A esta radiación se la conoce como radiación térmica.
Por ejemplo, los seres humanos estamos a una temperatura de unos 310 K (37ºC). A
esta temperatura emitimos radiación infrarroja.
En Física, un cuerpo negro es aquél que no refleja ninguna radiación que incide sobre
él, sino que la absorbe. En cierto modo es justo lo contrario a un espejo ideal.
Un cuerpo negro sólo emite su propia radiación térmica. El nombre “cuerpo negro “es a
veces confuso. No tiene nada que ver con el color. Por ejemplo, un cuerpo negro que
esté a 4000 K se verá rojo. Este color rojo corresponde a la longitud de onda dominante
de la radiación térmica.
Lo que hace interesante el estudio de los cuerpos negros es que cuando se observa la
radiación que emiten, sólo se está observando la radiación térmica propia de dicho
cuerpo. Esta radiación no está “contaminada” con radiación que proceda de otro cuerpo
y que se haya reflejado en él.
La radiación térmica de un cuerpo negro no posee una única longitud de onda, un solo
color, sino todo lo contrario, emite en todas las longitudes de onda, desde ondas de
radio hasta rayos gamma. Pero hay una longitud de onda en la que se emite la mayor
cantidad de energía, éste será el “color” predominante. Por ello, cuando se dice que un
cuerpo negro a 4000 K se ve rojo, lo que estamos diciendo es que la longitud de onda a
la que se emite mayor cantidad de radiación corresponde al rojo. La longitud de onda
predominante disminuye al aumentar la temperatura.
Por otra parte, la cantidad total de energía que emite un cuerpo negro cada segundo
(potencia) es tanto mayor cuanto más caliente se encuentre.
La aplicación de las ecuaciones de la física clásica no podía justificar de ninguna forma
los resultados obtenidos experimentalmente para la energía emitida a las longitudes de
onda de la zona de la luz ultravioleta. Este problema recibe el nombre de Catástrofe
Ultravioleta. La conclusión inevitable es que la Física Clásica es incapaz de explicar el
problema del cuerpo negro.
Max Planck, en 1900, halló la solución al problema del cuerpo negro, admitiendo que la
energía de las ondas electromagnéticas se emite de manera discontinua por el cuerpo
negro, esto es, la energía se emite por paquetes, por unidades elementales. En física se
dice que la energía se emite en cuantos. Esta solución del problema contradecía al
electromagnetismo clásico. El propio Planck la admitió, al principio, a regañadientes y
como una solución transitoria a la espera de otra mejor. Sin embargo, no apareció nin-
guna solución mejor ya que la hipótesis de Planck era correcta. Comenzaba una nueva
manera de ver a cosas en la física, que se desarrollaría a lo largo de los siguientes trein-
ta años, y que es conocida como Física Cuántica.
Para evitar la catástrofe ultravioleta Planck supuso que la energía se emitía en paquetes
discretos o cuantos. Pero no sólo esto, sino que también supuso que la energía de los
cuantos no era igual para todos, sino directamente proporcional a la frecuencia ν.
E = h·ν
-34
Donde h=6,63·10 J·s es la constante de Planck, una de las constantes fundamenta-
les de la naturaleza y ν es la frecuencia del cuanto.
Los resultados obtenidos a partir de esta hipótesis se adaptan perfectamente a los datos
experimentales, justificando la distribución espectral de un cuerpo negro.
A finales del siglo XIX Hertz había observado que ciertos metales, al ser iluminados,
emiten electrones, lo que se denomina efecto fotoeléctrico. Para arrancar un electrón de
la red metálica es necesario comunicar una energía W0, característica de cada metal,
llamada trabajo de extracción o función trabajo. Por ello, para arrancar un electrón,
habría que enviar la energía luminosa correspondiente para superar el trabajo de ex-
tracción. Según la física clásica, cuanto mayor fuese la intensidad luminosa (W/m2),
mayor cantidad de energía llegaría a la superficie del metal, de modo que sería mayor el
número de electrones emitidos, independientemente de la frecuencia de la radiación.
Sin embargo, los resultados experimentales no estaban en absoluto de acuerdo con esta
predicción, pues se observa que:
a) Existe una frecuencia umbral ν0 para cada metal, por debajo de la cual no se produce
emisión fotoeléctrica, por mucho que se aumente la intensidad.
b) Cuando hay emisión, un aumento de la intensidad no hace que los electrones salgan
con mayor energía cinética, sino un mayor número de electrones emitidos.
c) Al aumentar la frecuencia de la luz, los electrones emitidos aumentan su energía ci-
nética.
Cuando se hace pasar radiación electromagnética a través de una muestra que contiene
determinado elemento, se puede observar que dicha muestra “captura” la radiación de
determinadas frecuencias, concretamente las
mismas que aparecen en su espectro de emisión. Por
tanto la radiación, después de atravesar la muestra,
contiene todas las frecuencias de la radiación
incidente, a excepción de las que ha capturado la
muestra. El espectro correspondiente a esta
radiación se denomina espectro de absorción. La figura representa el espectro de
absorción de un elemento cuando la muestra es irradiada con luz blanca; las rayas
negras corresponden a las frecuencias que ha absorbido la muestra y que, por tanto,
aparecen en el espectro de emisión; así el espectro de absorción es complementario al
espectro de emisión y contiene el conjunto de frecuencias correspondientes a la
radiación incidente, excepto las que ha absorbido el elemento; estas últimas son,
precisamente, las que aparecen en el espectro de emisión. Ello quiere decir que si
sumamos las líneas que aparecen en el espectro de emisión con las del espectro de
absorción, aparece el espectro completo de la radiación incidente.
El espectro de emisión del hidrógeno, el átomo más sencillo, presenta muchas líneas
correspondientes a frecuencias distintas, desde el ultravioleta (radiaciones no visibles,
de frecuencia mayor que el violeta) hasta el infrarrojo (radiaciones no visibles, de fre-
cuencia menor que el rojo).
A principios del siglo XX, el modelo atómico de Rutherford suponía que un átomo está
constituido por un núcleo donde se concentra la carga positiva debida a los protones y
una corteza electrónica en la que los electrones se hallan girando en órbitas circulares
alrededor del núcleo, de modo semejante a como lo hacen los planetas en torno al Sol,
con la diferencia de que en el Sistema Solar la fuerza implicada es la gravitatoria y en el
caso de los átomos, la electrostática. De este modo, para un electrón, la fuerza eléctrica
actúa como fuerza centrípeta. Ni el modelo de Rutherford ni ninguno de los precedentes
habían podido explicar los espectros atómicos.
Böhr, discípulo de Rutherford, para solucionar las deficiencias del modelo de su maestro,
supuso que efectivamente los electrones giran en torno al núcleo en órbitas circulares,
pero éstas no pueden ser cualesquiera, sino que existen ciertas órbitas permitidas o es-
tacionarias en las cuales el electrón no emite energía; en consecuencia, mientras los
electrones giren en ellas, el átomo será estable.
Además Bohr supone que el electrón del átomo de hidrógeno, habitualmente en el nivel
n=1, puede alcanzar niveles de superior energía (n=2, 3, etc) al calentarse o absorber
radiación, pero en ese estado “excitado” es inestable y acaba regresando al nivel n=1.
Este exceso de energía se devuelve en forma de radiación electromagnética, visible o
no. El éxito de la teoría de Böhr fue la justificación precisa del espectro de emisión del
hidrógeno, asumiendo la hipótesis de Plank (E=hν) y suponiendo que la pérdida de
energía del electrón en cada salto de una órbita superior a otra inferior da lugar a la
emisión de un fotón de una frecuencia concreta. Por ejemplo, en el salto del nivel 3 al
E3 − E1
nivel 1 se emite un fotón de frecuencia: ν=
h
Así queda patente que la hipótesis de Plank sobre los cuantos de energía no es algo ais-
lado, necesario sólo para explicar la radiación del cuerpo negro, sino una descripción
general de la radiación electromagnética.
Cuando una onda electromagnética atraviesa una zona donde hay electrones libres,
aquélla disminuye su frecuencia. Este resultado experimental no puede justificarlo la
física clásica. El modelo cuántico lo hace suponiendo que se producen choques elásticos
entre fotones y electrones, en los que se conservan la cantidad de movimiento y la
energía. Como consecuencia de ellos, los fotones pierden parte de su energía, que es
ganada por los electrones. Así la longitud de onda de la radiación tras el choque, au-
menta.
Los cuatro resultados expuestos previamente ponen de manifiesto que la luz presenta
comportamiento “corpuscular” (como un haz de partículas) en algunos casos, pero en
muchos otros su comportamiento es ondulatorio. Ello supone un doble comportamiento
de la luz, una dualidad onda-partícula. La interpretación es bastante compleja, pero se
puede observar que, aunque la luz tiene siempre este doble comportamiento, manifiesta
uno u otro según cuáles son las circunstancias: cuando se propaga su comportamiento
es ondulatorio, pero es corpuscular cuando interacciona con la materia.
El siguiente paso lo dio el francés Louis de Broglie, planteando que si las ondas presen-
taban comportamiento corpuscular, ¿por qué no habían de presentar las partículas com-
portamiento ondulatorio? Según la expresión anterior, a una partícula de masa m le co-
rrespondería una longitud de onda:
h h
λ= =
p m·v
La confirmación de esta hipótesis vino a través del experimento de la difracción de elec-
trones, en el que se observa que los electrones, partículas materiales, experimentan el
fenómeno de la difracción, propio de las ondas, y además la longitud de onda asociada
corresponde a la expresión anterior.
Este comportamiento ondulatorio del electrón se puede extrapolar a todas las partículas
materiales, pero no se observa en la materia habitualmente porque para los cuerpos
materiales grandes, la longitud de onda asociada (m está en el denominador) es muy
pequeña y es despreciable respecto al tamaño del objeto.
La conclusión es que la dualidad onda-corpúsculo afecta a toda la materia, pero sólo es
apreciable en partículas suficientemente pequeñas, como los electrones; en el resto de
los casos no es observable.
Como sucede con la dualidad onda-corpúsculo, aunque afecta a toda la materia, sólo se
pone de manifiesto en los cuerpos de pequeñas dimensiones, electrones y partículas
subatómicas, como puedes observar en el ejemplo siguiente:
Imagina un electrón, de masa 9,1·1031 kg, que se mueve a 107 m/s. Si conocemos su
velocidad con una indeterminación (error) del 10%, esto es 106 m/s, la indeterminación
en su posición es:
6,62·10−34
Δx ≥ −31 6
≈ 7·10−10 m
9,1·10 ·10
Esta indeterminación es muy grande en comparación con el tamaño del electrón, a pe-
sar de que el error en la velocidad ya era grande. Por ejemplo, es más de diez veces
mayor que el radio de la primera órbita permitida para el electrón del átomo de hidró-
geno del modelo de Böhr.
Sea ahora una persona de 70 kg que se desplaza a 1 m/s. Supongamos que hemos me-
dido la velocidad con mucha precisión, un 0,01%, esto es un error de 10-4 m/s. Veremos
que a pesar de esta gran precisión, la indeterminación en la posición es despreciable
respecto al tamaño de la persona:
6,62·10−34
Δx ≥ −4
≈ 9·10−32 m
70·10
II- RELATIVIDAD
La teoría de la relatividad se compone de dos teorías bastante diferentes, la teoría espe-
cial y la teoría general. La teoría especial, desarrollada por Einstein y otros científicos en
1905, se refiere esencialmente a la comparación entre las medidas realizadas en distin-
tos sistemas de referencia inerciales que se mueven con velocidad constante unos con
respecto a otros. Sus consecuencias, que pueden deducirse con un mínimo cálculo ma-
temático, son aplicables en una gran diversidad de situaciones que aparecen en la cien-
cia y en la técnica. Por otra parte, la teoría general, también desarrollada por Einstein y
otros investigadores en 1916, trata de sistemas de referencia acelerados y de la grave-
dad. Una comprensión completa de la teoría general exige el empleo de matemáticas
avanzadas y muy complejas y las aplicaciones de esta teoría se enmarcan principalmen-
te en el área de la gravitación. Tiene una gran importancia en cosmología, pero se nece-
sita raramente en otras áreas de la física o la ingeniería. No obstante, la explicación del
fundamento del GPS requiere el uso de la teoría general.
La primera ley de Newton no distingue entre una partícula en reposo y otra que se está
moviendo con velocidad constante. Si no existe ninguna fuerza neta actuando sobre
ella, la partícula permanecerá en su estado inicial, bien en reposo o bien moviéndose
con su velocidad inicial. Si una partícula se halla en reposo respecto a nosotros, pero se
mueve con velocidad constante respecto a un observador que se está moviendo con ve-
locidad constante respecto a nosotros, no podemos distinguir si somos nosotros y la
partícula los que estamos es reposo mientras que el segundo observador se mueve con
velocidad constante, o es ese segundo observador quien permanece en reposo y esta-
mos en movimiento tanto nosotros como la partícula. Este resultado se conoce como
principio de relatividad newtoniana, que puede enunciarse como: “No puede detectarse
el movimiento absoluto”.
En 1905, a la edad de 26 años, Albert Einstein publicó un artículo donde postulaba, co-
mo Newton que el movimiento absoluto no podía detectarse mediante ningún experi-
mento. Su teoría especial de la relatividad puede deducirse de dos postulados, que
enunciados de forma sencilla son:
1) “No puede detectarse el movimiento absoluto uniforme”.
2) “La velocidad de la luz es independiente del movimiento de la fuente”, que de forma
alternativa puede enunciarse como: “Todo observador mide el mismo valor c para la
velocidad de la luz”.
El postulado 2 describe una propiedad común a todas las ondas. Por ejemplo, la veloci-
dad de las ondas sonoras no depende del movimiento de la fuente sonora. Sin embargo,
el enunciado alternativo contradice nuestras ideas intuitivas acerca de las velocidades
relativas. Si un coche se aleja de un observador a 20 m/s y otro coche se mueve a 30
m/s en la misma dirección y sentido, la velocidad del segundo coche respecto al primero
es 10 m/s. Este resultado es fácilmente comprobable y está de acuerdo con nuestra in-
tuición. Sin embargo, según con los postulados de Einstein, si un haz de luz se está mo-
viendo en la misma dirección y sentido que los coches, los observadores situados en
ellos medirán la misma velocidad para el haz luminoso. Nuestras ideas intuitivas acerca
de la composición de velocidades son aproximaciones sólo válidas cuando las velocida-
des son muy pequeñas comparadas con la velocidad de la luz.
El experimento de Michelson y Morley
A finales del siglo XIX se creía que la luz necesitaba, al igual que las ondas materiales
como el sonido, un medio material para propagarse. A este medio se le denominaba
éter. Michelson y Morley diseñaron su experimento para medir la velocidad relativa de la
Tierra con respecto al éter.
Este movimiento de la Tierra respecto al éter provocaría un “viento del éter”, cuya di-
rección y sentido dependerían del momento del año, considerando el giro de la Tierra
alrededor del Sol.
Sabemos que la velocidad de un nadador respecto a la orilla del río depende de si el tra-
yecto es a favor o en contra de la corriente. Del mismo modo, el viento del éter modifi-
caría la velocidad de la luz respecto a la Tierra. Para medir la velocidad del éter, Michel-
son ideó un aparato, denominado interferómetro de Michelson. El resultado del experi-
mento fue que no se apreció ninguna modificación en la velocidad de la luz, como si no
existiera el viento del éter, lo que no podía ser explicado por la teoría acerca de las on-
das que se conocía en ese momento.
Por otra parte, la masa relativista m de un objeto aumenta con su velocidad según la
expresión
m0
m=
v2
1− 2
c
Donde m0 es la masa en reposo de la partícula. Consecuencia de de este resultado es
que ninguna partícula que posea masa en reposo puede alcanzar la velocidad de la luz,
ya que la fuerza necesaria para acelerarla hasta esta velocidad, al hacerse la masa infi-
nito, también sería infinita.
Los núcleos atómicos están constituidos por dos tipos de partículas, los protones y los
neutrones, cuyas propiedades resumimos en la siguiente tabla.
A escala nuclear, la unidad de masa más cómoda y habitual es la unidad de masa ató-
mica (uma), que se define como 1/12 de la masa del átomo de 126 C y equivale a
1,6605·10-27 kg
A
La composición del núcleo se resume simbólicamente como: Z X
donde X representa el símbolo del elemento químico del que se trata.
Dos núcleos que contienen el mismo número de protones pero diferente número de
neutrones se dice que son isótopos. Por ejemplo, 22
11Na
y 23
11Na
son isótopos.
¿Cómo es posible que el núcleo atómico no se desintegre si está formado por protones
positivos que se repelen entre sí? La razón es que en el universo no sólo actúan la gra-
vedad y el electromagnetismo sino que existen dos interacciones más: la fuerza nu-
clear fuerte, y la fuerza nuclear débil.
La fuerza nuclear fuerte es atractiva, de muy corto alcance, y actúa sobre los protones y
sobre los neutrones. En distancias del orden del tamaño del núcleo (10-15 m), esta fuer-
za es muy intensa, pero decrece muy rápidamente con la distancia. Así, en el interior
del núcleo intervienen dos fuerzas: la repulsión eléctrica y la atracción producida por la
fuerza fuerte. La segunda es unas cien veces más intensa en el interior del núcleo; por
ello el núcleo es estable y los protones y neutrones permanecen unidos.
La fuerza nuclear fuerte es, dentro del núcleo, unas cien veces más intensa que la elec-
tromagnética; por ello las energías de enlace entre los nucleones son mucho más inten-
sas que, por ejemplo, las energías que ligan eléctricamente un electrón en un átomo.
¿De dónde sale la energía de enlace entre los nucleones? Un nucleón posee una masa
mayor cuando se encuentra aislado que cuando forma parte de un núcleo atómico. La
masa que falta se ha convertido en energía de enlace entre los nucleones, de acuerdo
con la expresión relativista E=m·c2.
Para calcular la energía media de enlace por nucleón se usan las masas isotópicas (son
las que aparecen en las tablas de masas atómicas), que incluyen la masa del núcleo
más la de los electrones de la corteza. Por eso en la expresión anterior aparece la masa
del átomo de hidrógeno 11H . Así se compensa la masa de los electrones, ya que:
mprotón + melectrón = mH Mnúcleo+Z·melectron = Misótopo
III.2.3- Estabilidad de los núcleos. Energía de enlace por nucleón, fusión y fisión nuclear.
b. Fisión nuclear.
Si rompemos un núcleo pesado (A>85), obtenemos productos más estables que el nú-
cleo de partida (mayor energía de enlace por nucleón), por lo tanto la energía total del
núcleo pesado es mayor que la de los dos núcleos que quedan, es decir, la rotura o fi-
sión de núcleos pesados genera energía. Este mecanismo es el que se utiliza en los
reactores nucleares.
Por ejemplo, cuando 235
92 U se fisiona en dos núcleos, según la reacción:
1
0
n + 235
92
U → 141
56
Ba + 36
92
Kr + 310 n
podemos calcular la energía liberada en el proceso del modo siguiente:
Las masas de los núcleos que participan en la reacción son:
(
m 235 )
92 U = 235,043 u _______ m 141 (
56 Ba = 140,914 ) 92
u ________ m 36 Kr = 91,939 u ( )
Para calcular la energía de la reacción hallaremos la diferencia de masas entre produc-
tos y reactivos y multiplicaremos por c2.
1 _ eV
E = (Δm)·c2 = 2,89·10-28·(3·108)2 = 2,60·10-11 J −19
=1,62·108 eV=162 MeV
1,6·10 _ J
Desde hace décadas se utilizan centrales nucleares basadas en la fisión para la obten-
ción de energía. La principal ventaja de la energía de fisión respecto a los combustibles
tradicionales es el rendimiento energético. La fisión del uranio 235 produce una energía
por unidad de masa 2,5·106 veces superior a la combustión del carbón. Además, el ura-
nio es un combustible relativamente abundante en la corteza terrestre (unas 800 veces
más abundante que el oro y tan abundante como el plomo).
La energía nuclear de fisión tiene, sin embargo, un grave problema: los residuos radiac-
tivos. Desde la extracción del mineral de las minas hasta la retirada de las barras de
combustible gastadas del reactor, en todos los pasos del proceso se producen residuos
radiactivos.
No ha existido hasta ahora una solución satisfactoria al problema de los residuos radiac-
tivos de vida larga, que siguen manteniendo una actividad apreciable miles de años. La
solución más empleada consiste en almacenarlos en piscinas que se encuentran en el
interior de las centrales nucleares. Posteriormente se colocan en el interior de bidones
metálicos rellenos de hormigón y se transportan a depósitos subterráneos en lugares
geológicamente estables.
c. Fusión nuclear.
Si unimos dos núcleos ligeros para obtener uno más pesado se obtienen núcleos más
estables y se desprende energía. Este proceso recibe el nombre de fusión nuclear. La
fusión nuclear es todavía más exotérmica que la fisión (basta comparar las pendientes
de la gráfica a ambos lados de A=56).
El ejemplo más importante de reacción de fusión son las reacciones nucleares que ocu-
rren en las estrellas. Uno de los mecanismos de fusión nuclear en las estrellas parte de
cuatro protones para dar un núcleo de helio y dos positrones. Recibe el nombre de ca-
dena protón-protón:
411H → 42He + 2e10 + 25,7 MeV
La fusión nuclear puede ser en el futuro la fuente de energía definitiva. Desde hace va-
rias décadas se está trabajando en la construcción de un reactor de fusión. Las dificul-
tades técnicas son enormes ya que se trata de reproducir los procesos que ocurren en el
núcleo de las estrellas a una temperatura de unos 108 K.
Por último, una ventaja de la energía nuclear, sea de fisión o de fusión, que está plan-
teando la reactivación de su uso en países desarrollados, es que su producción no emite
gases de efecto invernadero, lo que dadas las circunstancias no es una ventaja menor.
Si el consumo energético se sigue satisfaciendo por medio de combustibles fósiles o sis-
temas que emitan gases generadores de efecto invernadero, las consecuencias pueden
ser inimaginables.
III.3- Radiactividad.
La mayor parte de los núcleos atómicos son núcleos estables. Esto significa que su
estructura no varía. Existen, sin embargo, núcleos cuya estructura varía espontánea-
mente; reciben el nombre de núcleos radiactivos. Los núcleos radiactivos varían su
estructura por medio de tres procesos llamados desintegración α, β y γ.
La primera evidencia acerca de los procesos radiactivos tuvo lugar en 1896 cuando H.
Becquerel descubrió accidentalmente que el uranio emite cierta radiación similar a los
rayos X que ya se conocían. Hacia 1904, gracias a las investigaciones de Pierre y Marie
Curie, E.Rutherford, y F.Soddy, se habían descubierto una veintena de elementos ra-
diactivos.
La radiactividad se conoce antes que el núcleo atómico, ya que el modelo nuclear de
Rutherford se establece entre 1909 y 1911. Por lo tanto, el conocimiento de que los
procesos α y β cambien la composición del núcleo es un hecho posterior.
a. Desintegración α
b. Desintegración β :
La desintegración β consiste en la emisión de un electrón por parte del núcleo. Se pro-
duce cuando la relación entre protones y neutrones en un núcleo es muy diferente de la
unidad. En este caso un neutrón se convierte en un protón según el siguiente proceso:
n→p+e
La reacción anterior indica que un neutrón se descompone en un protón, que queda en
el núcleo, y otras dos partículas que salen del núcleo, un electrón, partícula β, y un anti-
neutrino electrónico. La desintegración β también cambia la composición del núcleo ya
que el efecto neto es que un neutrón se transforma en un protón:
Z’=Z+1 A’=A
228
El 88 Ra experimenta dos desintegraciones β . Las reacciones nucleares implicadas y los
228 β β
núcleos hijos son: 88 Ra ⎯⎯⎯→ 228
89 Ac ⎯⎯⎯→ 228
90Th
c. Desintegración γ:
Consiste en la emisión de un fotón desde un núcleo en estado excitado, que pasa a otro
estado de menor energía. Los núcleos radiactivos suelen experimentar varias desinte-
graciones sucesivas. En ocasiones el núcleo hijo queda en un estado excitado (fenó-
meno semejante al de los electrones de la corteza). Al cabo de cierto tiempo, el núcleo
se desexcita, y el exceso de energía se emite en forma de un fotón. En el caso de la
desexcitación de un electrón de la corteza, el fotón emitido puede estar en el visible, en
el ultravioleta e incluso en rayos X. En el caso de la desexcitación de un núcleo, la ener-
gía del fotón emitido es mayor y se trata de fotones γ. En los procesos γ, no cambia la
composición del núcleo.
N
La ecuación nos indica el número de núcleos que 5·10 22
quedan sin desintegrar al cabo de un cierto tiempo t,
4·10 22
si inicialmente tenemos N0 . Se trata de una dismi-
nución exponencial. Al principio el número de nú- 3·10 22
cleos por unidad de tiempo que se desintegran es
2·10 22
muy elevado, pero va disminuyendo.
En la figura se representa la desintegración de 1 g
de 146 C . t (años )
Ejemplo: El 224
88 Ra posee una constante de desintegración radiactiva λ=0,19 días-1. Te-
224
nemos una muestra que contiene 100 g de 88 Ra . ¿ Cuántos núcleos quedan sin desin-
tegrar al cabo de una semana?
El número de núcleos que quedan sin desintegrar viene dado por: N(t) = N0e−λt . Para co-
nocer el número de núcleos que quedarán al cabo de una semana, debemos calcular el
número de núcleos que tenemos al principio N0 , y sustituir el tiempo en dicha expre-
sión teniendo en cuenta que debe ir en unidades inversas a las de la constante radiacti-
va (es decir en días).
224
Cálculo del número inicial de núcleos: Como tenemos 100 g de 88 Ra , y un mol de dicho
núcleo tiene una masa de 224 g , entonces:
100
N0 = 6,02 ⋅ 1023 = 2,69 ⋅ 1023 núcleos
224
Cálculo del número de núcleos sin desintegrar al cabo de una semana:
N ( t ) = N0e−λt = 2,69·1023·e−3,64·7 = 7,09·1022
Es decir, al cabo de una semana queda el 26,4 % de los núcleos iniciales.
b. Actividad.
El número de núcleos que se desintegran por unidad de tiempo dN/dt recibe el nombre
de actividad:
A ( t ) = λ·N ( t )
La actividad se mide en Becquerel (1 Bequerel = 1 desintegración/ segundo)
241
Ejemplo: Calculemos la actividad de una muestra de 50g 94 Pu en el instante inicial y al
cabo de un año, sabiendo que su constante de desintegración radiactiva vale 0,053
años-1.
Cálculo de la actividad en el instante inicial: Basta con calcular el número inicial de nú-
cleos y multiplicarlo por la constante de desintegración.
- Número inicial de núcleos:
1 mol 6,02 ⋅ 1023 núcleos
N0 = 50 g = 1,25 ⋅ 1023 núcleos Pu
241 g 1 mol
- Actividad en el instante inicial: A (0 ) = λ·N0 = 1,69·10−9·1,25·1023 = 2,11·1014 Bq
La constante de desintegración se ha escrito en s-1, para obtener la actividad en Bec-
querel.
• Se utiliza también el tiempo que tarda la muestra en reducirse en un factor 1/e, que
es la media de vida determinado núcleo, y que recibe el nombre de vida media, se
representa por τ y se puede calcular a partir de la expresión (t)=N0·e-λt, haciendo
N(t) = N0/e. Obtenemos:
1
τ=
λ
El método del carbono-14 es muy conocido y utilizado para la datación de restos vivos.
El carbono-14 es un isótopo radiactivo del carbono, que se desintegra según el proceso:
14 14 0
6 C→ 7 N+ −1 β
Su período de semidesintegración es aproximadamente de 5730 años. Una pequeña
parte de los átomos de carbono de los seres vivos es 146 C . La proporción entre el car-
bono-12 y el carbono-14 en un ser vivo se mantiene constante durante su vida. Al mo-
rir, el carbono-14 se va desintegrando, y midiendo su actividad en unos restos fósiles
podemos estimar la fecha de la muerte de dicho ser vivo.