Democracia y Ciudadanía
Democracia y Ciudadanía
Democracia y Ciudadanía
Introducción
La democracia “es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Abraham Lincoln.
El término “democracia” proviene del griego antiguo. Fue acuñado en Atenas en el siglo V antes de
Cristo a partir de las palabras “demos” (pueblo, población) y “kratos” (gobierno, poder, autoridad), es
decir, un gobierno del pueblo.
Hoy entendemos a la democracia como un régimen político donde la titularidad del poder la ejerce el
pueblo a través de mecanismos institucionales . En el mundo contemporáneo, existen una pluralidad de
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ideas, concepciones y usos para el concepto de democracia. En la mayoría de los casos, la palabra
“democracia” es usada no solo como forma de gobierno, sino como sinónimo de libertad, de igualdad,
de gobierno de mayoría, de justicia social, de fraternidad, de participación, de respeto a las minorías,
etc.
Por otro lado, la democracia constituye un régimen político que implica no solo una forma de gobierno y
estructura económica social en el que todos los miembros de la nación están llamados a intervenir en
su dirección, en pro del interés común. La idea de democracia implica también valores, actitudes y
conductas democráticas. Esto se entiende así, pues el fundamento de la democracia es el
reconocimiento de la dignidad de la persona humana. Como todas las personas son merecedoras de
respeto y consideración, la forma en que nos conducimos como sociedad debe respetar la opinión de
todos. Las personas son libres, lo que implica que tienen la facultad de decidir y elegir, esta libertad
permite tomar decisiones en forma responsable.
La democracia es reconocida también como la forma de organización social y política que mejor
garantiza el respeto, el ejercicio y promoción de los derechos humanos (Robinson y Zalaquett, 2008).
Relación que puede verse en el artículo 21(3) de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:
“La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se debe expresar mediante elecciones auténticas
que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que
garantice la libertad del voto”.
1. Por lo mismo, la antigua democracia griega hoy no sería considerada un modelo democrático,
pues excluía a parte importante de la población como mujeres, esclavos y otros grupos.
Elecciones libres, periódicas y limpias: Los ciudadanos pueden participar en ellas tanto en
calidad de votantes como de candidatos (si bien pueden imponerse restricciones en términos de
edad y residencia).
Libertad de expresión: Los ciudadanos pueden expresarse en público sobre una amplia gama de
temas políticamente relevantes sin temor al castigo.
Fuentes de información independientes: Existen fuentes de información política que no se hallan
bajo control del gobierno ni de un grupo único y cuyos derechos a publicar información o
difundirla de otro modo están protegidos por ley; es más, todos los ciudadanos tienen derecho a
buscar y emplear dichas fuentes de información.
Libertad de asociación: Los ciudadanos tienen el derecho de formar organizaciones políticas
independientes y participar en ellas, incluidos los partidos y los grupos de interés.
Asimismo, existen elementos o dimensiones que contribuyen a la calidad de la democracia (O’ Donnell,
2008):
a. Participación: Un régimen no puede ser democrático a menos que garantice a sus ciudadanos los
derechos de participación política, incluyendo el derecho a voto. Sin embargo, una buena
democracia debe asegurarse de que todos ciudadanos estén en la condición de hacer uso de
estos derechos formales, permitiéndoles votar, organizarse, realizar asambleas, protestas, lobby
por sus intereses, y otras maneras de influir en el proceso de toma de decisión.
b. Estado de Derecho: Los ciudadanos son iguales ante la ley, las leyes son conocidas
públicamente, universales, estables, no retroactivas (salvo excepciones), y aplicadas de manera
justa y consistente a todos los ciudadanos por un poder judicial independiente.
c. Competencia: Debe existir competencia regular, gratuita y justa entre los distintos partidos
políticos. Dependiendo del tipo de sistema electoral, existirá mayor o menor alternancia en el
poder.
d. Rendición de cuentas o accountability vertical: La obligación de los líderes electos a responder
por sus decisiones políticas, tanto a los electores como a otros cuerpos constitucionales.
e. Existencia de un sistema de contrapesos: Quienes han sido electos deben responder a otros
actores e instituciones que tengan la experticia y autoridad legal para controlar y sancionar su
comportamiento. Se manifiesta generalmente como monitorear, investigar y hacer cumplir la ley
por una serie de agencias gubernamentales independientes; por ejemplo: la oposición en el
parlamento, los comités investigativos parlamentarios, cortes constitucionales, agencias de
auditoría, comisiones contra la corrupción, banco central, administración electoral independiente,
entre otros.
f. Libertad: Parte de las dimensiones sustantivas de la democracia. Puede verse como
constituyente de tres tipos de derechos: políticos, civiles y sociales. Los derechos políticos
incluyen el derecho a voto, a ser electo, a realizar campaña y a organizar partidos políticos. Los
derechos civiles esenciales incluyen la libertad personal, seguridad, privacidad, libertad de
pensamiento, expresión e información, libertad de credo, de asamblea, de asociación y
organización, incluyendo el derecho de formar y ser parte de sindicatos y partidos políticos;
libertad de movimiento y residencia; y el derecho a defensa legal y al debido proceso (O’ Donnell,
2008). Finalmente, los sociales y culturales incluyen el derecho a la propiedad, al trabajo digno y
libre, a la salud, a la seguridad social, a la educación, a sindicarse libremente, a la vivienda, al
matrimonio, a la alimentación, entre otros.
Los Estados Americanos, por su parte, han suscrito la Carta Democrática Interamericana que en su
artículo 1 dispone:
“Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla.
La democracia es esencial para el desarrollo social, político y económico de los pueblos de las Américas”.
Formas de gobierno
Gobierno presidencialista o presidencial
Surgió en los Estados Unidos en 1787, cuya Constitución creó el cargo de Presidente de los
Estados Unidos de América, el cual no era elegido por el Congreso, sino electo por votación. Este
sistema forma parte de la tradición de los países de América Latina y se caracteriza por un Poder
Ejecutivo fuerte, en comparación con los otros poderes del Estado.
Chile es un ejemplo de gobierno presidencialista. La Constitución Política dedica su Capítulo IV al Gobierno, y en especial al
Presidente de la República (artículos 24 y siguientes). Así se dispone: “El gobierno y la administración del Estado
corresponden al Presidente de la República, quien es el Jefe de Estado” (artículo 24).
En nuestro país, la Constitución Política establece que el Presidente “será elegido por votación
directa y por mayoría absoluta de los sufragios válidamente emitidos” (artículo 26).
Gobierno parlamentario
En estos sistemas existe un Jefe de Gobierno y un Jefe de Estado. El primero recibe distintas
denominaciones (Primer Ministro, Canciller). Así como los Ministros es elegido entre sus pares
en el Parlamento. Por su parte el Jefe de Estado (Rey o un Presidente de la República) carece de
facultades decisorias en el proceso político, aunque representa internacionalmente al Estado,
además de cumplir un papel simbólico como factor de integración nacional, como, por ejemplo:
La Reina Isabel II del Reino Unido, que tiene funciones constitucionales, representa al Reino
Unido ante el mundo y es gobernadora suprema de la Iglesia de Inglaterra.
o Gobierno parlamentario monárquico: Sistema que ocurre en los Estados donde un Rey,
Emperador o Príncipe es el Jefe de Estado. Su permanencia en el cargo está determinada
a partir de las normas de sucesión al trono. Ejemplo: El Reino Unido de Gran Bretaña o el
Reino de España.
o Gobierno parlamentario republicano: El Jefe de Estado es un ciudadano que asume como
Presidente de la República por medio de una elección realizada en el Parlamento, por un
período determinado de tiempo. Ejemplos: Italia y Grecia.
Gobierno semipresidencial
Es una modalidad de presidencialismo atenuado, puesto que no todos los regímenes pueden ser
encuadrados perfectamente en una u otra categorización. Surgen históricamente en el siglo XX
en particular en la Europa continental, como, por ejemplo: La República Francesa, la República de
Portugal y la República de Austria.
Se caracteriza por un Poder Ejecutivo que reside el Presidente de la República electo por sufragio
universal, así como también por un Primer Ministro elegido por el Parlamento. Ambas figuras
poseen igual autoridad dentro de las decisiones de Gobierno, por lo que se le denomina Ejecutivo
Dual.
La Ciudadanía
a. La Ciudadanía en la Constitución
Nuestra Constitución Política define quienes son ciudadanos, disponiendo:
Artículo 13.- Son ciudadanos los chilenos que hayan cumplido dieciocho años de edad y que no hayan sido condenados a
pena aflictiva.
La calidad de ciudadano otorga los derechos de sufragio, de optar a cargos de elección popular y los demás que la
Constitución o la ley confieran.
Los ciudadanos con derecho a sufragio que se encuentren fuera del país podrán sufragar desde el extranjero en las
elecciones primarias presidenciales, en las elecciones de Presidente de la República y en los plebiscitos nacionales. Una ley
orgánica constitucional establecerá el procedimiento para materializar la inscripción en el registro electoral y regulará la
manera en que se realizarán los procesos electorales y plebiscitarios en el extranjero, en conformidad con lo dispuesto en los
incisos primero y segundo del artículo 18.
Tratándose de los chilenos a que se refieren los números 2º y 4º del artículo 10, el ejercicio de los derechos que les confiere
la ciudadanía estará sujeto a que hubieren estado avecindados en Chile por más de un año.
Hay que señalar que la calidad de ciudadanos se vincula con la de nacionalidad, existiendo
reglas especiales, de acuerdo con el último inciso del artículo 13 transcrito, para los hijos de
padre o madre chilenos, nacidos en territorio extranjero y quienes obtienen la nacionalidad
chilena por gracia, quienes pueden ejercer sus derechos de ciudadanos si llevan más de un año
viviendo en Chile.
Es la Ley Nº 18.556 la que regula las materias las vinculadas con el ejercicio del derecho de
sufragio y en particular las que dicen relación con la inscripción automática de los mayores de 18
años en el registro electoral y el l voto de chilenos en el extranjero.
Ahora bien, nuestra Constitución no solo otorga el derecho de votar a los chilenos, sino que
también a los extranjeros. Así, en relación con el derecho a sufragio, el artículo 14 de la
Constitución dispone que los extranjeros avecindados en Chile por más de cinco años, mayores
de 18 años y que no han sido condenados a pena aflictiva, tienen derecho a sufragio en los casos
y formas que determine la ley.
En todo caso, para poder optar a cargos de elección popular se requiere que los extranjeros
hayan obtenido la nacionalidad chilena y además que hayan transcurrido cinco años desde esa
fecha. Sin embargo, las personas nacionalizadas de esta forma no pueden postularse para
Presidente de la República, por impedirlo el artículo 25 de la Constitución Política.
El concepto de ciudadanía está unido al de ciudadano, que el mismo diccionario define como
“Persona considerada como miembro activo de un Estado, titular de derechos políticos y
sometido a sus leyes.”. Es esta relación entre ciudadanía y ciudadano la que nos sirve como
punto de partida para fijar un origen del concepto, esto es, la necesidad de los individuos de vivir
en sociedad y la existencia de una interdependencia entre todos aquellos que la conforman.
Según Juan Antonio Horrach (2009) , en la antigua Grecia, el modelo Ateniense de ciudadanía se
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construye a partir de los cambios en la forma de gobierno de esa Ciudad-Estado: en ella se pasó
de un sistema jerárquico, en que los gobernantes debían rendir cuenta a los ciudadanos, a un
sistema de ejercicio directo del poder por parte de estos últimos, ello producto de una serie de
cambios en la forma en que se ejercía el poder.
Aristóteles respalda esta inédita noción de ciudadanía al plantear la idea que el hombre es un ser
político (zoon politikón) lo quiere decir que éste solo se puede desarrollar plenamente al interior
de su comunidad social y política. Así, el ciudadano se define por su participación, tanto en la
administración de justicia como en el gobierno.
El otro modelo de ciudadanía que conocieron los griegos fue el de la Ciudad-Estado de Esparta,
la que puso énfasis en el entrenamiento militar de quienes eran sus ciudadanos. A partir de ello,
se valoraban virtudes militares tales como la lealtad con la polis y la camaradería.
Con la caída del Imperio Romano y el aumento de la influencia y poder del cristianismo se
produce un cambio en relación con el concepto de ciudadanía, pues la vida terrenal era
considerada un medio para alcanzar la vida eterna. Es con Santo Tomás de Aquino, a partir del
pensamiento de Aristóteles, que se vuelve a dar importancia a la vida terrenal, pues se
consideraba que era una manifestación del poder divino.
“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de
ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos
derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los
gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene el derecho
a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma
que a su juicio ofrecerá las mayores probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad.”
De manera similar, la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (Francia, 1789), se
puede leer:
“Los Representantes del Pueblo Francés, constituidos en Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, el olvido o el
menosprecio de los derechos del Hombre son las únicas causas de las calamidades públicas y de la corrupción de los
Gobiernos, han resuelto exponer, en una Declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del Hombre,
para que esta declaración, constantemente presente para todos los Miembros del cuerpo social, les recuerde sin cesar sus
derechos y sus deberes; para que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo, al poder cotejarse en todo momento
con la finalidad de cualquier institución política, sean más respetados y para que las reclamaciones de los ciudadanos,
fundadas desde ahora en principios simples e indiscutibles, redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la
Constitución y de la felicidad de todos.”.
“Todo hombre en sociedad, para afianzar sus derechos y fortuna, debe una completa sumisión a la Constitución del Estado,
sus estatutos y leyes, haciendo lo que ellos prescriben, y huyendo de lo que prohíben.”
El desarrollo moderno del concepto de ciudadanía está vinculado a la consolidación del Estado
Nación y la definición de derechos y deberes contenidos en las constituciones, el arreglo
institucional-administrativo y la propia responsabilidad de las personas con su comunidad
política. Claudia Serrano (1998) , hace suyas las ideas de otros autores y señala:
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“Los derechos ciudadanos nacen a la par que el capitalismo, junto con el desmoronamiento del antiguo régimen feudal (…) se
propagan nuevas ideas igualitarias y surgen demandas no solo de atención a las necesidades materiales insatisfechas de los
trabajadores o la plebe, sino de inclusión en el nuevo orden político (…) Se extendió́ la ciudadanía, se formó́ la comunidad
política y se profesionalizó el ejercicio de las funciones públicas, dando paso a la formación de los Estados Nacionales.”.
Una primera tensión que sufre el concepto de ciudadanía en su desarrollo se produce con las
movilizaciones de los trabajadores y la falta de reconocimiento y garantía de sus derechos. A
partir de esto se producirá una ampliación de los derechos políticos y sociales, tal como sucedió
en nuestro país tras las demandas del movimiento obrero y de clase media en la primera mitad
del siglo XX.
Así, el concepto de ciudadanía irá transitando, en algunos países más rápidamente que en otros,
desde un concepto vinculado al desempeño de derechos y deberes en el contexto del estado-
nación a un concepto que tendría su base en el desarrollo de la propia sociedad civil y el
fenómeno de la globalización.
Según Amancio Vásquez se trata de un concepto construido en una lógica contractualista y con
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De manera más actual John Rawls a través de sus escritos desarrolla una idea que busca
equilibrar libertad individual e igualdad. Este autor en su libro “Teoría de la justicia” (1971)
establece los dos principios de la justicia:
Principio primero: Principio de igualdad: cada persona ha de tener un derecho igual al más amplio sistema total de las
libertades básicas, compatible con un sistema similar de libertades para todos –igual libertad–. Estas libertades básicas se
refieren a: “la libertad de pensamiento y libertad de conciencia; las libertades políticas y la libertad de asociación; así como
las libertades que especifican la libertad y la integridad de la persona; y, finalmente, los derechos y libertades que protegen
las reglas de la ley.
Principio segundo: Principio de las justas diferencias: a) Las desigualdades económicas y sociales han de ser estructuradas
de manera que sean para mayor beneficio de los menos aventajados, de acuerdo con un principio de ahorro justo –principio
de diferencia–, y b) Los cargos y las funciones deben ser asequibles a todos, bajo condiciones de justa igualdad de
oportunidades.
Según Rawls la persona “es alguien que puede ser un ciudadano, esto es, un miembro normal y
plenamente cooperante de la sociedad a lo largo del ciclo completo de su vida”. Dicho así las
instituciones democráticas deberían favorecer la libertad y la igualdad de los ciudadanos,
mediante el principio de justicia.
Es sobre estas ideas que se construyen las teorías liberales de la ciudadanía más actuales. Su
concepto de la “justicia como equidad”, en tanto principio compartido por los ciudadanos, se
sustenta en las virtudes de civilidad, de tolerancia, de razonabilidad y del sentido de equidad, a
las que todas las personas adhieren.
Enfoque comunitario
Siendo el enfoque liberal una de las formas de la filosofía política más influyente en el mundo
occidental, y por extensión su concepto de ciudadanía, esta visión que pone hincapié en el
individuo y su libertad también ha recibido críticas y cuestionamientos. Como respuesta crítica a
la teoría liberal de la justicia de Rawls, se plantea que no existiría la neutralidad de la concepción
moral de justicia (“vida buena”) sobre la que ella se sustenta. En ese sentido, el modelo liberal de
ciudadanía tendría deficiencias para crear adhesión de los ciudadanos, no crearía un sentido de
pertenencia y promovería un individualismo desarraigado.
Una visión distinta es la que propone el modelo de ciudadanía comunitario, que reivindica
políticamente el concepto de comunidad y la idea de bien sobre la idea de lo justo. Para los
comunitarios, la ciudadanía no sólo responde a valores políticos universales, sino también a
identificaciones culturales específicas (multiculturalismo) y a una idea concreta de bien.
Liderados por el filósofo Charles Taylor se promueve el regreso a una sociedad cohesionada bajo
una idea determinada de bien que dé sentido y oriente la acción social. Taylor plantea una
necesaria vuelta a una ética “sustantiva”, por sobre una ética procedimental, cuya sustancia es lo
que denomina el "ideal de autenticidad". La identidad personal es una identidad que se va
haciendo y constituyendo en diálogo continuo con otros actores significativos y en un
determinado contexto social-comunitario. Por ende, la identidad individual (y colectiva) no se
construye de forma aislada, independientemente de sus relaciones con otros. Por el contrario, se
necesita de los otros, de su mirada y reconocimiento para construir la propia identidad.
Para llegar a ser ciudadano activo en una determinada comunidad uno debe estar motivado,
formado cívicamente y gozar de oportunidades de participación en la construcción del bien
común y el cumplimiento de los deberes cívicos desde un ideal moral de servicio a la comunidad.
Enfoque republicano
Este tercer enfoque considera las dos posturas: por una parte, se nutre del liberalismo en
relación con la concepción de los derechos, pero le suma la idea de que este se identifica con su
comunidad política y se compromete con el bien común, sin que esto implique sumarse a una
visión unívoca del mismo.
El principal referente de este enfoque es el filósofo y sociólogo alemán, Jürgen Habermas, quien
plantea un especial énfasis en la vida pública y activa de los ciudadanos, lo que necesariamente
releva los deberes de la ciudadanía. Según Habermas, para ser verdaderamente libres, además
de poder regir nuestra vida en el ámbito privado, también hemos de poder regir nuestra vida en la
esfera pública:
“el modelo republicano de la ciudadanía nos recuerda que las instituciones de la libertad, aseguradas en términos de derecho
constitucional, tendrán o no valor, conforme a lo que haga de ellas una población acostumbrada a la libertad, acostumbrada a
ejercitarse en la perspectiva de primera persona del plural, de la práctica de la autodeterminación. El papel del ciudadano
institucionalizado jurídicamente ha de quedar inserto en el contexto de una cultura política habituada al ejercicio de las
libertades”.
Habermas afirma que surge una “concepción procedimental” del derecho, según la cual el
proceso democrático debe asegurar simultáneamente la autonomía privada y la autonomía
pública tanto del individuo como del grupo social. En este sentido, no son suficientes los
derechos liberales, sino que deben completarse con derechos de participación y comunicación
en la esfera pública, de tal forma que se pueda ir constituyendo el propio medio de vida social.
Así se consolida en este enfoque la idea de que los derechos garantizados son el pilar
fundamental para la responsabilidad política y la participación de los ciudadanos.
“Solo una democracia entendida en términos de la teoría de la comunicación es también posible bajo las condiciones de las
sociedades complejas (...) son los flujos de comunicación de un espacio público activo que se halle inserto en una cultura
política liberal los que soportan la carga de la expectativa normativa”.
Así aparece conceptualmente el ciudadano activo y participativo, contrario el ciudadano que solo
“participa” (de manera pasiva) en las elecciones. El desplazamiento se da desde una ciudadanía
de espectadores a una de actores, en un contexto que garantiza condiciones jurídico-políticas de
convivencia basados en el diálogo y la deliberación.
Se trata de una ciudadanía basada en deberes, los que sirven de base a los derechos pues los
ciudadanos tienen el deber de comprometerse con lo público, como también el de respetar la
esfera de acción libre que corresponde a los demás ciudadanos.
“En efecto, se podría superar la disputa liberalismo-comunitarismo comprendiendo que no existe una contradicción esencial
entre individuo y comunidad; que solo se es diferente y se puede armar la individualidad estando con otros (…) Por esto, una
noción de ciudadanía que busque superar esta dicotomía debería poner en un mismo plano de importancia el resguardo de la
autonomía del individuo con la necesidad de establecer y rearmar los lazos comunes en la sociedad.”
En suma, la ciudadanía puede aludir a diversas condiciones, características y procesos, desde las
percepciones que los sujetos tienen acerca de sus derechos, deberes y responsabilidades o su
participación (a través de canales democráticos formales u otras formas de participación
relacionadas a la vida en comunidad), así como temas sobre tolerancia o discriminación
asociados a principios y normas democráticas de convivencia social.
d. Nuevos enfoques de Ciudadanía
Un mundo cada vez más interdependiente plantea interrogantes acerca de lo que constituye una
ciudadanía con sentido, así como sus dimensiones mundiales. La noción de una ciudadanía que
va más allá del Estado-nación, no es nueva, sin embargo los cambios en el contexto mundial
tienen importantes consecuencias para este concepto, expresados en ejemplos como el
establecimiento de convenciones jurídicas y tratados internacionales, la alta penetración de la
tecnología en la convivencia social y cultural, el crecimiento de las organizaciones, empresas y
movimientos de la sociedad civil transnacionales, o el desarrollo de los marcos internacionales
de derechos humanos.
UNICEF4 define al “ciudadano global” como alguien que entiende la interconectividad, respeta y valora la diversidad, tiene la
habilidad de oponerse a la injusticia y actúa en formas personalmente significativas. La actual educación para la ciudadanía
global busca entregar a los estudiantes el poder para entender y ejercer sus derechos humanos en formas que manifiestan su
solidaridad con los seres humanos del mundo entero y tienen un impacto positivo en el mundo.
La superposición de niveles territoriales (local, regional, nacional, global) permite diversificar los
ámbitos de acción suponiendo varios tipos de ciudadanía. Esto genera distintos escenarios y
propuestas de educación ciudadana gracias a dos motivos fundamentales:
1. Incorporar la educación no formal permite completar los proyectos educativos fuera del
centro escolar.
2. La ciudadanía es un proceso que requiere un aprendizaje a lo largo del ciclo vital.
El documento “Global Citizenship Education: Preparing learners for the challenges of the 21st
century” , propone los siguientes objetivos para la educación para la ciudadanía mundial:
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La educación para la ciudadanía mundial puede contribuir a la igualdad entre hombres y mujeres,
y a superar otras brechas de participación de todos los actores sociales, pues ella permite
revisar supuestos, visiones del mundo y relaciones de poder en los discursos prevalecientes, y
tomar en cuenta a las personas o grupos que sistemáticamente están insuficientemente
representados o marginados a través de acciones individuales y colectivas para lograr los
cambios deseados involucrando a muchas partes interesadas.
La Ciudadanía Digital
Podemos entender la ciudadanía digital como un marco común de derechos y deberes para los usuarios de TIC, esto es, la
construcción de pautas de convivencia y comportamiento en el mundo virtual, así como la responsabilidad y el compromiso
de los actores sociales que interactúan en él. Supone la comprensión de asuntos humanos, culturales y sociales relacionados
con el uso de las TIC, así como la aplicación de conductas pertinentes y a los principios que la orientan: ética, legalidad,
seguridad y responsabilidad en el uso del Internet, las redes sociales y las tecnologías disponibles.
Un ciudadano digital, para ser tal, debe tener acceso a las TIC y a su apropiación, al desarrollo de
habilidades digitales, al acceso a la información en línea de forma segura, transparente y privada,
así como a la participación a través de medios tecnológicos. La alfabetización digital es el
primer paso en la integración a la comunidad digital y la participación como ciudadano digital,
pero que debe vincularse con cuestiones más profundas, vinculadas con derechos y deberes y su
ejercicio en el mundo digital.
El Gobierno Abierto, doctrina política que tiene por objetivo que la ciudadanía colabore en la
creación y mejora de servicios públicos y en el robustecimiento de la transparencia y la rendición
de cuentas, se caracteriza por la fluida comunicación e interacción entre gobierno y ciudadanía a
partir de la tecnología disponible; la necesidad de que los gobiernos abran y mantengan un
dialogo fluido para aprovechar su potencial de contribución en el proceso decisorio sobre el bien
común; y finalmente el uso efectivo y consciente por parte de la ciudadanía ante estos nuevos
canales participativos, asumiendo sus nuevos roles y responsabilidades.
Asociado al concepto de ciudadanía digital han surgido los conceptos de e-gobierno y democracia digital. Se trata de
oportunidades que pueden permitir:
Esta visión ha sido superada por las definiciones curriculares vigentes en las últimas dos
décadas, tanto en Chile como en los países de la región. La evolución de “educación cívica” a
“formación ciudadana” implica una triple ampliación:
El concepto de competencia supone el paso de obtener únicamente conocimientos, a desarrollar además habilidades y
actitudes. Se trata de la evolución del enfoque tradicional o más “estrecho”, al que algunos autores se refieren como
“educación cívica” -que se concentra más en la trasmisión de conocimientos sobre el sistema de gobierno y la historia de un
país-, hacia un enfoque más “amplio” o “formación ciudadana”, mediante el cual se desarrollan habilidades y actitudes
destinadas a perfeccionar la capacidad de actuar de manera informada. Este cambio de paradigma en nuestro país tuvo un
punto de inflexión al conformarse la Comisión Nacional de Formación Ciudadana7 , cuyos principales logros fueron:
Las recomendaciones de la Comisión Nacional dieron paso a una serie de reformas curriculares. En 2009 se dio inicio a un
proceso de ajuste y renovación curricular que ha significado la inclusión de estas competencias en forma transversal al
currículum, pero también en la asignatura obligatoria de Historia, Geografía y Ciencias Sociales, que incorpora como uno de
sus tres ejes temáticos la Formación Ciudadana. El mismo año, MINEDUC publica un Mapa de Progreso denominado
“Democracia y Desarrollo”, que orienta en forma nítida los aprendizajes que, desde primero básico a cuarto medio, cada
estudiante chileno debe lograr en el ámbito de la formación ciudadana. Define de forma explícita que la formación ciudadana
se entiende como la valoración de la democracia y desarrollo de habilidades que favorecen la participación.
El informe del Consejo Asesor Presidencial Contra los Conflictos de Interés, el Tráfico de
Influencias y la Corrupción de 2015 , creado con el fin de aportar en la construcción de una
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democracia más sólida a través del desarrollo de una cultura y una ética de la transparencia,
expresó la necesidad de que la prevención y disminución de los actos de corrupción y faltas a la
probidad requieren “un sistema educacional que forme en valores cívicos de respeto a la
convivencia y fomento del bienestar común. Una educación para los desafíos que enfrenta el
país debe poner la formación cívica como un eje transversal que permita preparar a niño/as y
jóvenes para enfrentar dilemas éticos a lo largo de sus vidas”.
Así, se instó al Gobierno a presentar un proyecto de ley que garantizare que todos los
establecimientos educacionales reconocidos por el Estado cuenten con un plan explícito para
abordar la formación ciudadana de sus estudiantes. Resultado de lo anterior es la Ley Nº 20.911
que estableció el deber para los establecimientos educacionales de contar con un Plan de
Formación Ciudadana en los niveles de enseñanza parvularia, básica y media.
De acuerdo a la ley el objetivo de este plan es brindar a los estudiantes “la preparación necesaria para asumir una vida
responsable en una sociedad libre y de orientación hacia el mejoramiento integral de la persona humana, como fundamento
del sistema democrático, la justicia social y el progreso.”. Lo planes deben propender a la formación de ciudadanos con
“valores y conocimientos para fomentar el desarrollo del país, con una visión del mundo centrada en el ser humano, como
parte de un entorno natural y social”. Los objetivos que la ley fija son:
De este modo, como hemos enunciado, existen múltiples razones por las cuales la transparencia
y la probidad son objetivos deseables y necesarios en un Estado de derecho.
Con todo, a nivel comparado adquiere fisonomía como derecho a partir de la década de 1950,
referido a solicitudes de información respecto del presupuesto militar norteamericano, pues los
ciudadanos tienen derecho a saber cómo se gastan sus impuestos. Estos casos motivaron la
Freedom Information Act de 1966 durante el gobierno demócrata del presidente Johnson.
b. La situación en Chile
Históricamente no hubo reglamentación, sobre esta materia hasta el regreso a la democracia (11
de marzo de 1990). Esto no solamente se debió a los abusos cometidos durante la dictadura
cívico-militar, al hermetismo de las instituciones armadas, y a la corrupción que se percibía; sino
también fue una respuesta ante los problemas de falta de transparencia de las instituciones
públicas, en el contexto de un Estado que desempeñaba funciones productivas en la economía,
lo que caracterizó el período 1925-1973.
El primer antecedente, entonces, surge con la llamada Comisión para la Ética Pública, creada en
1994 en el cual el Presidente Patricio Aylwin solicitó a un grupo de expertos proponer cambios a
la manera de administrar el Estado. Sus sugerencias fueron permitir el acceso a la información
de ciertos órganos del Estado (Comisión Nacional de Ética Pública, 1994).
Este derecho solo vino a ser reconocido con la Ley Nº 19.653 sobre Probidad Administrativa del
año 1999, estableciéndose la posibilidad de requerir información a la Administración, con la
posibilidad de reclamar ante los tribunales mediante una acción denominada “Amparo de Acceso
a la Información Pública”. Sin embargo, “quedaron excluidos los otros Poderes del Estado. No
obstante, las buenas intenciones, mediante el Decreto Supremo Nº 26 de 2001 se facultó a los
jefes de servicio a declarar la reserva o secreto de documentos mediante meras resoluciones
exentas, matando en los hechos el derecho de acceder a la información pública” (Jara Villalobos
y otra, 2013).
La Ley Nº 20.285 en el artículo 3º (del artículo primero) dispone que “La función pública se ejerce
con transparencia, de modo que permita y promueva el conocimiento de los procedimientos,
contenidos y decisiones que se adopten en ejercicio de ella.”.
“Toda persona tiene derecho a solicitar y recibir información de cualquier órgano de la Administración del Estado”,
Específicamente este derecho permite “acceder a las informaciones contenidas en actos, resoluciones, actas, expedientes,
contratos y acuerdos, así como a toda información elaborada con presupuesto público, cualquiera sea el formato o soporte en
que se contenga, salvo las excepciones legales.”
En cuanto a los órganos obligados a proporcionar información y cumplir con el principio de
publicidad, conforme con el mandato constitucional son todos los órganos del Estado, existiendo
a nivel legal diferencias en cuanto a si se trata del Poder Ejecutivo, del Congreso Nacional o del
Poder Judicial. Eso sí, existen diferencias entre ellos en cuanto a qué tipo de información es la
que deben poner a disposición del público (transparencia activa) y cual deben entregar solicitud
(transparencia pasiva).
La ley señala “es pública la información elaborada con presupuesto público y toda otra
información que obre en poder de los órganos de la Administración, cualquiera sea su formato,
soporte, fecha de creación, origen, clasificación o procesamiento, a menos que esté sujeta a las
excepciones señaladas” (artículo 5º, inciso segundo). Por otro lado, la Constitución sólo entrega
un límite: “Son públicos los actos y resoluciones de los órganos del Estado, así como sus
fundamentos y los procedimientos que utilicen. Sin embargo, sólo una ley de quórum calificado
podrá establecer la reserva o secreto de aquéllos o de éstos, cuando la publicidad afectare el
debido cumplimiento de las funciones de dichos órganos, los derechos de las personas, la
seguridad de la Nación o el interés nacional” (artículo 8º de la Constitución).
La Ley Nº 20.285 de Transparencia y Acceso a la información Pública permite acceder por regla
general a cualquier tipo de información por existir una presunción de publicidad respecto de la
misma, a menos que esté sujeta a las excepciones legales (artículo 11, letra c).
e. Causales de reserva
Una vez solicitada la información existen tres hipótesis de incumplimiento: (i) la no entrega de la
misma, en el plazo de 20 días hábiles o en su defecto, con la prórroga de 10 días que puede
solicitarse; (ii) la denegación por un motivo ilegal; y (iii) la entrega de información impertinente.
A este respecto, se puede hacer la reclamación sea en papel o electrónicamente en el sitio web
del Consejo para la Transparencia, dentro de un plazo de quince días (inciso 3º del artículo 24), el
cual tiene un plazo de cinco días hábiles para pronunciarse acerca de la reclamación. En caso de
acogerla deberá fijar un plazo prudencial para entregar la información y, eventualmente, el
Consejo podrá señalar la necesidad de iniciar un procedimiento disciplinario para establecer si
algún funcionario o autoridad ha incurrido en alguna de las infracciones por incumplimiento de la
ley. En la página web del Consejo para la Transparencia es posible conocer de los amparos por
acceso a la información presentados, y los motivos de su aprobación o rechazo.
Probidad
a. Antecedentes
La palabra tiene su origen en la voz latina “probitas” (bondad, rectitud, integridad, honradez en el
obrar). Esta palabra ha llegado hasta nuestros días con un significado casi idéntico, y es posible
predicarla de todas las personas, sean actores públicos o privados; sin embargo, al igual que la
transparencia, cobra relevancia respecto de los servidores públicos.
A nivel Constitucional, el artículo 8º inciso primero de la Constitución dispone que “El ejercicio de
las funciones públicas obliga a sus titulares a dar estricto cumplimiento al principio de probidad
en todas sus actuaciones.”. En tanto, el artículo 52 inciso segundo de la Ley Orgánica
Constitucional de Bases Generales de la Administración del Estado prescribe “El principio de la
probidad administrativa consiste en observar una conducta funcionaria intachable y un
desempeño honesto y leal de la función o cargo, con preeminencia del interés general sobre el
particular.”.
b. Declaración de intereses
A partir de la Ley Nº 20.414 de reforma constitucional del año 2010, el artículo 8º inciso tercero
de la Constitución dispone la obligación de presentar una declaración de intereses y patrimonio
de forma pública para el Presidente de la República, los Ministros de Estado, los senadores,
diputados y las demás autoridades y funcionarios que la ley determine.
Estas medidas buscan resguardar los principios de probidad y transparencia al obligar a las
autoridades a informar periódicamente sobre sus bienes e intereses patrimoniales (incluyendo
deudas) para determinar si están afectos a causales de inhabilidad o incompatibilidad, así como
para determinar si se han enriquecido ilícitamente. Debe ser presentada dentro del plazo de 30
días contados desde la fecha de asunción del cargo público. La declaración es pública y debe
actualizarse cada cuatro años, y cada vez que ocurra un hecho relevante que la modifique, esto
es, cada vez que se verifique un cambio en las circunstancias económicas y profesionales
descritas en la declaración original.
Respecto de senadores y diputados, la Ley Nº 20.880 también introduce cambios a la Ley
Orgánica del Congreso Nacional (Ley Nº 18.918), en particular, el artículo 5º D establece la
obligación para senadores y diputados de presentar una declaración de patrimonio y, además,
establece multas para el caso de no presentación oportuna de la decl<="" p="" style="box-sizing:
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c. Deber de abstención
En estos casos, como indica el nombre, los funcionarios no deben participar en la decisión,
actuación o actuación determinada, para salvaguardar la confianza en el sistema.
De este modo, existe un procedimiento para velar por la probidad de los funcionarios públicos,
sino también de nuestros representantes en las Cámaras.
Una de las medidas concretas adoptadas recientemente en Chile, cuyo objeto directo es dotar de
mayor eficacia a los principios de transparencia y probidad en el actuar de los poderes públicos
consagrados en la Constitución, dice relación con la dictación de la Ley N° 20.730 el año 2014,
conocida como Ley del Lobby.
Con esta normativa se pretende generar un entorno más probo y trasparente en el proceso de
toma de decisiones, ya que, al estar sujeta la actividad a una reglamentación, se impide o
restringe la utilización de intereses personales por parte de la autoridad en la toma de decisiones
y, además, se facilita el acceso a la información por parte de los ciudadanos respecto de qué y
cómo se tomaron tales decisiones, lo que beneficia directamente la confiabilidad en sus propias
autoridades.
Los aspectos más relevantes que se consagran en su articulado son un concepto de lobbista y
gestión de intereses particulares. Si bien ambos roles buscan influir en las decisiones de la
autoridad, en el primer caso la actividad es remunerada y en el segundo no lo es. Asimismo, se
consagran una serie de registros, tales como el Registro de Audiencias o Reuniones, Registros de
Viajes, Registros de Donativos y Registro de Lobbistas.
Se trata del informe “La corrupción y sus repercusiones en el pleno disfrute de los Derechos
humanos, en particular los derechos económicos, sociales y culturales” (Comisión de Derechos
Humanos de Naciones Unidas. La corrupción y sus repercusiones en el disfrute de los derechos
humanos, en particular los derechos económicos, sociales y culturales. Documento de trabajo
presentado por la Sra. Christy Mbonu, 2003). Luego de varias conferencias internacionales ha
existido una influencia recíproca entre las organizaciones dedicadas a los derechos humanos
(que surgieron clásicamente en el contexto de las dictaduras militares o en gobiernos
autoritarios) y aquellas enfocadas en la transparencia, la rendición de cuentas y la lucha contra la
corrupción (caracterizadas por una óptica más liberal).
Un punto de acercamiento entre estos objetivos han sido los derechos económicos, sociales y
culturales de grupos en condiciones de vulnerabilidad, puesto que uno de los aspectos donde la
corrupción tiene mayor incidencia en las vidas de millones de personas en todo el mundo. Los
derechos económicos, sociales y culturales, si bien, tienen diversas modalidades de
cumplimiento (por ejemplo mediante abstenciones, u obligaciones de evitar que terceros
interfieran en los mismos), se asocian principalmente a prestaciones por parte de los Estados, es
decir, a conductas activas las cuales requieren desembolsos financieros importantes dentro de
los presupuestos de los Estados, por lo cual la corrupción en estos ámbitos incide en la lucha
contra la pobreza y la garantía y protección de estos derechos respecto de los sectores más
vulnerables de la población.
Es posible argumentar que en casos de corrupción, “se produce una regresividad [desmejorar la
situación existente] en la garantía de los DESC (derechos económicos, sociales y culturales),
puesto que los recursos que inicialmente estaban destinados a satisfacer derechos sociales
terminan siendo desviados. Si frente a situaciones como estas el Estado no toma medidas
enérgicas para detener los actos de corrupción, prevenir la repetición de los mismos y sancionar
a los responsables, de podría decir que está permitiendo la existencia de medidas regresivas en
materia de DESC, las que, por lo demás difícilmente podrían justificarse por “razones de
suficiente peso” o con “referencia a la totalidad de los Derechos previstos en el Pacto
[Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales] y en el contexto del
aprovechamiento pleno del máximo de los recursos de que [el Estado] disponga”, que son los
motivos que la Corte consideraría como justificaciones a la adopción de medidas regresivas.