El Fantasma de Canterville - Oscar Wilde

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EL FANTASMA DE

CANTERVILLE
Autor: Wilde, Oscar
ISBN: 9788467828887
Generado con: QualityEbook v0.44
Generado por: Faku, 08/10/2012
Oscar Wilde El fantasma de Canterville
escandalizándolo, que se llevan los mejores actores de ustedes, y sus mejores
prima donnas, estoy seguro de que si queda todavía un verdadero fantasma
en Europa, vendrán a buscarlo en seguida para colocarle en uno de nuestros
museos públicos o para pasearle por los caminos como un fenómeno.
—El fantasma existe; me lo temo —dijo lord Canterville, sonriendo—,
aunque quizá se resista a las ofertas de sus intrépidos empresarios. Hace más
I de tres siglos que se le conoce. Data, con precisión, de 1574, y nunca deja de
mostrarse cuando está a punto de ocurrir alguna defunción en la familia.
Capítulo —¡Bah! Los médicos de cabecera hacen lo mismo, lord Canterville.
Amigo mío, un fantasma no puede existir y no creo que las leyes de la
Naturaleza admitan excepciones en favor de la aristocracia inglesa.
—Realmente —dijo lord Canterville, que no acababa de comprender la
CUANDO míster Hiram B. Otis, ministro de los Estados Unidos de última observación de míster Otis—, ustedes son muy sencillos en América.
Ahora bien, si le gusta a usted tener un fantasma en casa, mejor que mejor.
América, compró Canterville Chase, todo el mundo le dijo que cometía una Acuérdese únicamente que yo le previne.
gran locura, porque la finca estaba embrujada. Algunas semanas después se cerró el trato, y a fines de la estación el
Hasta el mismo lord Canterville, como hombre de la más escrupulosa ministro y su familia emprendieron el viaje hacia Canterville Chase.
honradez, se creyó en el deber de participárselo a míster Otis, cuando La señora Otis, que con el nombre de miss Lucrecía R. Táppan, de la
llegaron a discutir las condiciones. calle West 53, había sido una célebre beldad de Nueva York, era todavía una
—Nosotros mismos —dijo lord Canterville— nos hemos resistido en mujer muy bella, de edad regular, con unos ojos hermosos y un perfil
absoluto a vivir en ese sitio desde la época en que mi tía abuela, la duquesa magnífico.
de Bolton, tuvo un ataque de nervios, del que nunca se repuso por completo, Muchas damas americanas, cuando abandonan su país natal, adoptan aires
motivado por el espanto que experimentó al sentir que las manos de un de persona atacada de una enfermedad crónica y se figuran que eso es uno de
esqueleto se posaban sobre sus hombros, estando vistiéndose para cenar. Me los sellos de distinción europea; pero la señora Otis no cayó nunca en ese
creo en el deber de decirle, míster Otis, que el fantasma ha sido visto por error.
varios miembros de mi familia, que viven actualmente; así como por el rector
Tenía una naturaleza espléndida y una abundancia extraordinaria de
de la parroquia, el reverendo Augusto Dampier, agregado del King’s College
vitalidad.
de Oxford. Después del trágico accidente ocurrido a la duquesa, ninguna de
A decir verdad, era completamente inglesa en muchos aspectos y era un
las doncellas quiso quedarse en casa, y lady Canterville no pudo ya conciliar
ejemplo excelente para sostener la tesis de que lo tenemos todo en común con
el sueño a causa de los ruidos misteriosos que llegaban del corredor y de la
América hoy día excepto la lengua, como es de suponer. Su hijo mayor,
biblioteca.
bautizado con el nombre de Washington por sus padres, en un momento de
—Milord —respondió el ministro—, también me quedaré con los
patriotismo que él no cesaba de lamentar, era un muchacho rubio, de bastante
muebles y el fantasma bajo inventario. Llego de un país moderno, en el que
buena figura, que había logrado que se le considerase candidato a la
podemos tener todo cuanto el dinero es capaz de proporcionar, y esos mozos
diplomacia, dirigiendo al grupo alemán en los festivales del casino de
nuestros, jóvenes y turbulentos, que recorren el Viejo Continente
Newport durante tres temporadas seguidas, y aun en Londres pasaba por ser
un bailarín excepcional. La siguieron, atravesando un hermoso hall, de estilo Tudor, hasta la
Sus únicas debilidades eran las gardenias y la nobleza; aparte de eso, era biblioteca, largo salón espacioso con las paredes cubiertas por madera de
perfectamente sensato. roble oscuro que terminaba en un ancho ventanal de cristales. Estaba
Miss Virgina E. Otis era una muchachita de quince años, esbelta y preparado el té.
graciosa como un cervatillo, con mirada francamente encantadora en sus Luego, una vez que se quitaron los abrigos, ya sentados se pusieron a
grandes ojos azules. Amazona maravillosa, sobre su poney derrotó una vez en curiosear en torno suyo, mientras la señora Umney iba de un lado para otro.
carreras al viejo lord Bilton, dando dos veces la vuelta al parque, ganándole De pronto, la mirada de la señora Otis cayó sobre una mancha de un rojo
por caballo y medio, precisamente frente a la estatua de Aquiles, lo cual oscuro que había sobre el pavimento, precisamente al lado de la chimenea, y,
provocó un entusiasmo tan grande en el joven duque de Cheshire, que le sin darse cuenta de sus palabras, dijo a la señora Umney:
propuso matrimonio allí mismo, y sus tutores tuvieron que mandarle aquella —Creo que han vertido algo en ese sitio.
misma noche a Eton, bañado en lágrimas. Después de Virginia venían dos —Sí, señora —contestó la señora Umney en voz baja—. En ese lugar se
gemelos, a quienes llamaban Estrellas y Rayas1 porque se les encontraba ha vertido sangre.
siempre juntos. Eran unos niños encantadores y, con el ministro, los únicos —¡Qué horror! —exclamó la señora Otis—. No quiero manchas de
verdaderos republicanos de la familia. sangre en un salón. Es preciso quitar eso inmediatamente.
Como Canterville Chase está a siete millas de Ascot, la estación más La vieja sonrió y con voz misteriosa repuso:
próxima, míster Otis telegrafió que fueran a buscarle en coche descubierto, y —Es sangre de lady Leonor de Canterville, que fue muerta en ese mismo
emprendieron la marcha en medio de la mayor alegría. Era una noche sitio por su propio marido, sir Simon de Canterville, en 1565. Sir Simon la
encantadora de julio, y el aire estaba impregnado por el aroma de los pinos. sobrevivió nueve años, desapareciendo de repente en circunstancias
De vez en cuando se oía una paloma arrullándose dulcemente, o se misteriosísimas. Su cuerpo no se encontró nunca, pero su alma culpable sigue
vislumbraba entre los helechos, la pechuga de oro bruñido de algún faisán. embrujando la casa. La mancha de sangre ha sido muy admirada por los
Ligeras ardillas les espiaban desde lo alto de las hayas a su paso; unos turistas y otras personas y no puede quitarse.
conejos corrían como exhalaciones a través de los matorrales o sobre los —Todo eso son tonterías —exclamó Washington Otis—. El producto
collados cubiertos de musgo, levantando su rabo blanco. quitamanchas, el limpiador incomparable Campeón, marca Pinkerton, y el
Sin embargo, no bien entraron en la avenida de Canterville Chase, el cielo detergente Paragon harán desaparecer eso en un instante.
se cubrió repentinamente de nubes. Un extraño silencio pareció invadir toda
Y sin dar tiempo a que el ama de gobierno, aterrada, pudiese intervenir,
la atmósfera, una gran bandada de cornejas cruzó calladamente por encima de
ya se había arrodillado y frotaba rápidamente el entarimado con una barrita
sus cabezas, y antes de que llegasen a la casa ya habían caído algunas gotas
de una sustancia parecida al cosmético negro. A los pocos instantes la
de lluvia.
mancha había desaparecido sin dejar rastro.
En los escalones se hallaba para recibirles una anciana, pulcramente —Ya sabía yo que el Pinkerton la borraría —exclamó en tono triunfal,
vestida de seda negra, con cofia y delantal blancos. Era la señora Umney, el paseando la mirada sobre su familia llena de admiración.
ama de gobierno que la señora Otis, por vehementes requerimientos de lady
Pero apenas había pronunciado aquellas palabras cuando un relámpago
Canterville, accedió a conservar en su puesto.
iluminó la estancia sombría y el retumbar del trueno levantó a todos, menos a
Hizo una profunda reverencia a cada uno de la familia cuando echaron pie la señora Umney, que se desmayó.
a tierra y dijo, con la singular cortesía de los buenos tiempos antiguos:
—¡Qué clima más atroz! —dijo tranquilamente el ministro, encendiendo
—Les doy la bienvenida a Canterville Chase.
un largo veguero—. Creo que el país de los abuelos está tan lleno de gente,
que no hay buen tiempo bastante para todos. Siempre opiné que lo mejor que
pueden hacer los ingleses es emigrar.
—Querido Hiram —replicó la señora Otis—, ¿qué podemos hacer con
una mujer que se desmaya?
—Descontaremos eso de su salario. Así no se volverá a desmayar. En
efecto, la señora Umney no tardó en volver en sí. Sin embargo, veíase que
estaba conmovida hondamente, y con voz solemne advirtió a la señora Otis
que algún contratiempo iba a ocurrir en la casa.
II
—Señores, he visto con mis propios ojos unas cosas… que pondrían los Capítulo
pelos de punta a un cristiano. Y durante noches y noches no he podido pegar
los ojos a causa de las cosas terribles que pasaban aquí.
A pesar de lo cual, míster Otis y su esposa aseguraron a la buena mujer
que no tenían miedo ninguno de los fantasmas.
La vieja ama de llaves, después de haber impetrado la bendición de la
LA tempestad se desencadenó durante toda la noche, pero no produjo nada
extraordinario.
Providencia sobre sus nuevos amos y de discutir la posibilidad de un aumento
de salario, se retiró a su habitación renqueando. Al día siguiente, por la mañana, cuando bajaron a almorzar, encontraron
de nuevo la terrible mancha sobre el entarimado.
—No creo —dijo Washington—, que tenga la culpa el limpiador
Paragon; lo he ensayado sobre toda clase de manchas. Debe ser cosa del
fantasma.
En consecuencia, borró la mancha, después de frotar un poco, pero al otro
día, por la mañana, había reaparecido. A la tercera mañana volvió a estar allí,
y, sin embargo, la biblioteca permaneció cerrada la noche anterior, llevándose
arriba la llave la señora Otis.
Desde entonces la familia empezó a interesarse por aquello. Míster Otis
se hallaba a punto de creer que había estado demasiado dogmático negando la
existencia de los fantasmas.
La señora Otis expresó su intención de afiliarse a la Sociedad Psíquica, y
Washington preparó una larga carta a Myers y Podmore2 basado en la
persistencia de las manchas de sangre cuando provienen de un crimen.
Aquella noche disipó todas las dudas sobre la existencia objetiva de los
fantasmas.
La familia había aprovechado la frescura de la tarde para dar un paseo en
coche. Regresaron a las nueve, tomando una ligera cena. La conversación no
recayó ni un momento sobre los fantasmas, de manera que faltaban hasta las
condiciones más elementales de espera y de receptibilidad que preceden tan a una mesa de mármol, cerró la puerta y se volvió a meter en la cama.
menudo a los fenómenos psíquicos. El fantasma de Canterville permaneció algunos minutos inmóvil de
Los asuntos que discutieron, por lo que luego he sabido por la señora indignación.
Otis, fueron simplemente los habituales en la conversación de los americanos Después tiró, lleno de rabia, la aceitera contra el suelo encerado y huyó
cultos que pertenecen a las clases elevadas, como, por ejemplo, la inmensa por el corredor, lanzando gruñidos cavernosos y despidiendo una extraña luz
superioridad de miss Fanny Davenport sobre Sarah Bernhardt, como actriz; la verde.
dificultad para encontrar maíz verde, galletas de trigo sarraceno y el hominy3 Sin embargo, cuando llegaba a la gran escalera de roble, se abrió de
aun en las mejores casas inglesas, la importancia de Boston en el repente una puerta. Aparecieron dos siluetas infantiles, vestidas de blanco, y
desenvolvimiento del alma universal; las ventajas del sistema que consiste en una voluminosa almohada le rozó la cabeza. Evidentemente, no había tiempo
anotar los equipajes de los viajeros y la dulzura del acento neoyorquino, que perder, así es que, utilizando como medio de fuga la cuarta dimensión del
comparado con el dejo de Londres. No se trató para nada de lo sobrenatural, espacio, se desvaneció a través del estuco, y la casa, de nuevo, recobró su
no se hizo ni la menor alusión indirecta a sir Simon de Canterville. tranquilidad.
A las once la familia se retiró, y a las once y media estaban apagadas Llegado a un cuartito secreto del ala izquierda, se adosó a un rayo de luna
todas las luces. para tomar aliento y se puso a reflexionar para darse cuenta de su situación.
Poco después, míster Otis se despertó con un ruido singular en el Jamás en toda su brillante carrera, que duraba ya trescientos años, fue
corredor, fuera de su habitación. Parecía un ruido de hierros viejos, y se injuriado tan groseramente.
acercaba cada vez más. Se acordó de la duquesa viuda, en quien provocó una crisis de terror,
Se levantó en el acto, encendió una luz y miró la hora. Era la una en cuando estaba mirándose en el espejo, cubierta de brillantes y de encajes; de
punto. Míster Otis estaba perfectamente tranquilo. Se tomó el pulso y no lo las cuatro doncellas a quienes había enloquecido, produciéndoles
encontró nada alterado. convulsiones histéricas sólo con hacerles visajes entre las cortinas de una de
El ruido extraño continuaba, al mismo tiempo que se oía claramente el las habitaciones destinadas a invitados; del rector de la parroquia, cuya vela
sonar de unos pasos. Míster Otis se puso las zapatillas, cogió una aceitera apagó de un soplo cuando volvía el buen señor de la biblioteca a una hora
alargada de su tocador y abrió la puerta, y vio frente a él, en el pálido claro de avanzada, y que desde entonces tuvo que estar bajo el cuidado de sir William
luna, a un viejo de aspecto terrible. Gull convertido en mártir de toda clase de alteraciones nerviosas; de la vieja
Sus ojos parecían carbones encendidos. Una larga cabellera gris caía en señora de Tremouillac, que, al despertarse al amanecer y descubrir un
mechones revueltos sobre sus hombros. Sus ropas, de corte anticuado, esqueleto sentado en un sillón, al lado de la lumbre, entretenido en leer su
estaban manchadas y en jirones. De sus muñecas y de sus tobillos colgaban diario, tuvo que guardar cama durante seis meses, víctima de un ataque
unas pesadas cadenas y unos grilletes herrumbrosos. cerebral. Una vez curada se reconcilió con la Iglesia y rompió sus relaciones
—Mi distinguido señor —dijo míster Otis—, permítame que le ruegue con el señalado escéptico Voltaire. Recordó también la noche terrible en que
vivamente que engrase esas cadenas. Le he traído para ello el engrasador el bribón de lord Canterville fue hallado ahogándose en su vestidor, con una
Tammany Sol Naciente. Dicen que es eficacísimo, y que basta una sola sota de espadas hundida en la garganta, viéndose obligado a confesar antes de
aplicación. En la etiqueta hay varios certificados de nuestros adivinos más morir que por medio de aquella carta había timado la suma de cincuenta mil
ilustres que dan fe de ello. Voy a dejársela aquí, al lado de las velas, y tendré libras a Jaime Fox, en casa de Grookford. Y juró que aquella carta se la hizo
un verdadero placer en proporcionarle más, si así lo desea. tragar el fantasma.
Dicho lo cual, el ministro de los Estados Unidos dejó la aceitera sobre Todas sus grandes hazañas le volvían a la memoria.
Vio desfilar al mayordomo que se levantó la tapa de los sesos por haber
visto una mano verde tamborilear sobre los cristales; y a la bella lady
Steelfield, condenada a llevar alrededor del cuello un collar de terciopelo
negro para tapar la señal de cinco dedos, impresos como con un hierro
candente sobre su blanca piel, y que terminó por ahogarse en el vivero que
había al extremo de la Avenida Real.
Y, lleno del entusiasmo ególatra del verdadero artista, pasó revista a sus
creaciones más célebres. Se dedicó una amarga sonrisa al evocar su última
III
aparición en el papel de «Rubén el Rojo, o el niño estrangulado», su debut Capítulo
como «Gibeón el Flaco, o el vampiro del páramo de Bexley» y el furor que
causó una noche solitaria de junio jugando a los bolos con sus propios huesos
sobre el campo de tenis.
¡Y después de todo para que unos miserables americanos le ofreciesen el
engrasador marca Sol Naciente y le tirasen almohadas a la cabeza! Era
CUANDO a la mañana siguiente la familia Otis se reunió para el desayuno,
realmente intolerable. Además, la historia nos enseña que jamás fue tratado la conversación sobre el fantasma fue extensa.
ningún fantasma de manera semejante. Llegó a la conclusión de que era El ministro de los Estados Unidos estaba, como era natural, un poco
preciso tomarse la revancha y permaneció hasta el amanecer en actitud de ofendido al ver que su ofrecimiento no había sido aceptado.
profunda meditación. —No quisiera en modo alguno injuriar personalmente al fantasma —dijo
—, y reconozco que, dada la larga duración de su estancia en la casa, era
correcto tirarle una almohada a la cabeza…
Siento tener que decir que esta observación tan justa provocó una
explosión de risa en los gemelos.
—Pero, por otro lado —prosiguió míster Otis—, si se empeña, sin más ni
más, en no hacer uso del engrasador marca Sol Naciente, nos veremos
precisados a quitarle las cadenas. No podremos dormir con todo ese ruido a la
puerta de las alcobas.
Pero, sin embargo, en el resto de la semana no fueron molestados. Lo
único que les llamó la atención fue la reaparición continua de la mancha de
sangre sobre el piso de la biblioteca. Era realmente muy extraño, ya que la
señora Otis cerraba la puerta con llave por la noche, y las ventanas
permanecían con las rejas cerradas. Los cambios de color que sufría la
mancha, comparables a los de un camaleón, produjeron también frecuentes
comentarios en la familia. Una mañana era de un rojo índigo oscuro, otras
veces era bermellón, luego de un púrpura intenso y un día, cuando bajaron a
rezar, según los ritos sencillos de la libre Iglesia episcopal reformada de
América, la encontraron de un hermoso verde esmeralda. Como es natural, atribuía el médico de la familia la idiotez incurable del tío de lord Canterville,
estos cambios caleidoscópicos divirtieron grandemente a la reunión y el honorable4 Tomás Horton. Pero un ruido de pasos que se acercaba le hizo
hacíanse apuestas todas las noches con entera tranquilidad. vacilar en su cruel determinación y se contentó con volverse un poco
La única persona que no tomó parte en la broma fue la joven Virginia. fosforescente. En seguida se desvaneció, después de lanzar un gemido
Por razones ignoradas, sentíase siempre impresionada ante la mancha de sepulcral, porque los gemelos iban a darle alcance.
sangre y estuvo a punto de llorar la mañana que apareció verde esmeralda. Una vez en su habitación sintióse destrozado, presa de la agitación más
La segunda aparición del fantasma fue un domingo por la noche. Al poco violenta.
tiempo de estar todos acostados, les alarmó un enorme estrépito que se oyó La ordinariez de los gemelos, el grosero materialismo de la señora Otis,
en el hall. Bajaron, apresuradamente y se encontraron con que una armadura todo aquello resultaba realmente vejatorio; pero lo que más le humillaba era
completa se había desprendido de su soporte, cayendo sobre las losas, no tener ya fuerzas para llevar una armadura. Contaba con hacer impresión
mientras, sentado en un sillón de alto respaldo, el fantasma de Canterville se aun en unos americanos modernos, hacerles estremecer a la vista de un
restregaba las rodillas, con una expresión de agudo dolor sobre su rostro. espectro acorazado, si no ya, por motivos razonables al menos por deferencia
Los gemelos, que se habían provisto de sus cerbatanas, le lanzaron hacia su poeta nacional Longfellow5, cuyas poesías, delicadas y atrayentes, le
inmediatamente dos proyectiles, con esa seguridad de puntería que sólo se habían ayudado con frecuencia a matar el tiempo mientras los Canterville
adquiere a fuerza de una larga y cuidadosa práctica sobre un profesor de estaban en Londres. Además, era su propia armadura. La llevó con éxito en el
caligrafía. Mientras tanto, el ministro de los Estados Unidos mantenía al torneo de Kenilworth, siendo felicitado calurosamente por la Reina Virgen en
fantasma bajo la amenaza de su revólver y, conforme a la etiqueta persona. Pero cuando quiso ponérsela quedó aplastado por completo con el
californiana, le intimaba a levantar los brazos. peso de la enorme coraza y del yelmo de acero. Y se desplomó pesadamente
El fantasma se alzó bruscamente, lanzando un grito de furor salvaje, y sobre las losas de piedra, despellejándose las rodillas y contusionándose la
pasó en medio de ellos, como una nube, apagando de paso la vela de muñeca derecha.
Washington Otis y dejándoles a todos en la mayor oscuridad. Durante varios días estuvo malísimo y no pudo salir de su morada más
Cuando llegó a lo alto de la escalera, una vez dueño de sí, se decidió a que lo necesario para mantener en buen estado la mancha de sangre.
lanzar su célebre repique de carcajadas satánicas. No obstante, a fuerza de cuidados acabó por restablecerse y decidió hacer
Contaba la gente que aquello hizo encanecer en una sola noche el una tercera tentativa para aterrorizar al ministro de los Estados Unidos y a su
peluquín de lord Raker. Y que tres sucesivas amas de llaves, francesas, familia.
dejaron su empleo antes de terminar el primer mes. Por consiguiente, lanzó Eligió para su reaparición en escena el viernes 17 de agosto, consagrando
su carcajada más horrible, despertando paulatinamente los ecos en las gran parte del día a pasar revista a sus trajes.
antiguas bóvedas, pero al extinguirse, se abrió una puerta y apareció, vestida Su elección recayó al fin en un sombrero de ala levantada por un lado y
de azul claro, la señora Otis. caída del otro, con una pluma roja; en un sudario deshilachado en las mangas
—Me temo —dijo la dama— que esté usted indispuesto y aquí le traigo y el cuello y, por último, en un puñal mohoso.
un frasco de la tintura del doctor Dobell. Si se trata de una indigestión, podrá Al atardecer estalló una gran tormenta. El viento era tan fuerte que
comprobar que éste es un remedio excelente. sacudía y cerraba violentamente las puertas y ventanas de la vetusta casa.
El fantasma la miró con ojos llameantes de furor y se creyó en el deber de Realmente aquél era el tiempo que le convenía. He aquí lo que pensaba hacer:
metamorfosearse en un gran perro negro. iría sigilosamente a la habitación de Washington Otis, le musitaría unas frases
Era un truco que le había dado una reputación merecidísima, y al cual ininteligibles, quedándose al pie de la cama, y le hundiría tres veces seguidas
el puñal en la garganta, a los sones de una música apagada. ministro de los Estados Unidos, que dominaban el ruido de la lluvia y de la
Odiaba sobre todo a Washington, porque sabía perfectamente que era él tormenta.
quien acostumbraba quitar la famosa mancha de sangre de Canterville, Se deslizó furtivamente a través del estuco. Una sonrisa perversa se
empleando el detergente Paragon de Pinkerton. Después de reducir al dibujaba sobre su boca cruel y arrugada, y la luna escondió su rostro tras una
temerario y despreocupado joven a una condición de terror abyecto, entraría nube cuando pasó delante de la gran ventana ojival, sobre la que estaban
en la habitación que ocupaban el ministro de los Estados Unidos y su mujer. representadas, en azul y oro, sus propias armas y las de su esposa asesinada.
Una vez allí, colocaría una mano viscosa sobre la frente de la señora Otis y al Seguía andando siempre, deslizándose como una sombra funesta, que
mismo tiempo murmuraría, con voz sorda, al oído del ministro tembloroso, hacía que hasta las tinieblas le maldijesen a su paso.
los secretos terribles del osario. Hubo un momento en que le pareció oír que alguien le llamaba; se
En cuanto a la pequeña Virginia aún no tenía decidido nada. No le había detuvo, pero era tan sólo un perro, que ladraba en la Granja Roja. Prosiguió
insultado nunca. Era bonita y cariñosa. Unos cuantos gruñidos sordos, que su marcha, mascullando extraños juramentos del siglo XVI, y blandiendo de
saliesen del armario, le parecían más que suficientes, y si no bastaban para vez en cuando el puñal enmohecido en el aire de medianoche. Por fin llegó a
despertarla, llegaría hasta tirarle de la puntita de la nariz con sus dedos la esquina del pasillo que conducía a la habitación del infortunado
rígidos por la parálisis. Washington.
A los gemelos estaba resuelto a darles una lección: lo primero que haría Allí hizo una breve parada.
sería sentarse sobre sus pechos, con objeto de producirles la sensación de la El viento agitaba en torno de su cabeza sus largos mechones grises y
pesadilla. Luego, aprovechando que sus camas estaban muy juntas, se alzaría ceñía en pliegues grotescos y fantásticos el horror indecible del fúnebre
en el espacio libre entre ellas, con el aspecto de un cadáver verde y frío como sudario. Sonó entonces el cuarto en el reloj. Comprendió que había llegado el
el hielo, hasta que se quedasen paralizados de terror. En seguida, tirando momento.
bruscamente su sudario, daría la vuelta al dormitorio en cuatro patas, como Con una risa maligna dio la vuelta al ángulo del corredor. Pero apenas lo
un esqueleto blanqueado por el tiempo, moviendo el globo de un solo ojo en hizo, retrocedió lanzando un gemido lastimero de terror y escondiendo su
su órbita, como el personaje de «Daniel el mudo, o el esqueleto del suicida», cara lívida entre sus largas manos huesudas.
papel en el cual hizo un gran efecto en varias ocasiones. Creía estar tan bien Frente a él había un horrible espectro, inmóvil como una estatua,
en éste, como en su otro papel de «Martín el demente, o el misterio monstruoso como la pesadilla de un demente. Tenía la cabeza pelada y
enmascarado». reluciente; faz redonda, carnosa y blanca; una risa horrorosa parecía retorcer
A las diez y media oyó subir a la familia a acostarse. sus rasgos en una mueca eterna; por los ojos brotaba a oleadas una luz
Durante algunos instantes le inquietaron las estrepitosas carcajadas de los escarlata; la boca semejaba un ancho pozo de fuego, y una vestidura horrible,
gemelos, que se divertían indudablemente, con su loca alegría de colegiales, como la de él, como la del mismo Simon, envolvía con su nieve silenciosa
antes de meterse en la cama. aquella forma gigantesca.
Pero a las once y cuarto todo quedó nuevamente en silencio, y cuando Sobre el pecho llevaba colgado un cartel con una inscripción en extraños
sonaron las doce se puso en camino. caracteres antiguos. Quizá era un rótulo infamante, donde estaban escritos
La lechuza chocaba contra los cristales de la ventana. El cuervo graznaba delitos espantosos, una terrible lista de crímenes. Tenía, por último, en su
en el hueco de un tejo centenario y el viento gemía vagando alrededor de la mano derecha una cimitarra de acero resplandeciente.
casa, como un alma en pena; pero la familia Otis dormía, sin sospechar la Como no había visto nunca fantasmas hasta aquel día, sintió un pánico
suerte que le esperaba. Oía con toda claridad los ronquidos regulares del terrible, y después de lanzar rápidamente una segunda mirada sobre el
espantoso fantasma, regresó a su habitación, enredándose los pies en el perpetrarían crímenes sangrientos y que el asesinato, de callado paso, saldría
sudario que le envolvía. Cruzó la galería corriendo y acabó por dejar caer el entonces de su retiro».
puñal enmohecido en las botas de montar del ministro, donde lo encontró el No había terminado de formular este juramento terrible cuando de una
mayordomo al día siguiente. alquería lejana, de tejado de ladrillo rojo, salió el canto de un gallo. Lanzó
Una vez refugiado en su retiro, se desplomó sobre un reducido catre de una larga risotada, lenta y amarga, y esperó. Esperó una hora y después otra;
tijera, tapándose la cabeza con las sábanas. Pero al cabo de un momento el pero por alguna razón misteriosa no volvió a cantar el gallo.
valor indomable de los antiguos Canterville se despertó en él y tomó la Por fin, a eso de las siete y media, la llegada de las criadas le obligó a
resolución de hablar al otro fantasma en cuanto amaneciese. Por consiguiente, abandonar su terrible guardia y regresó a su morada, con altivo paso,
no bien el alba plateó las colinas con su luz, volvió al sitio en que había visto pensando en su vana esperanza y proyecto fracasado.
por primera vez al horroroso fantasma. Pensaba que, después de todo, dos Una vez allí consultó varios libros de caballería, cuya lectura le interesaba
fantasmas valían más que uno solo y que con ayuda de su nuevo amigo extraordinariamente, y pudo comprobar que el gallo cantó siempre dos veces
podría contender victoriosamente con los gemelos. Pero cuando llegó al sitio en cuantas ocasiones se tuvo que recurrir a aquel juramento.
fue para encontrarse en presencia de un espectáculo terrible. —¡Que el diablo se lleve a ese infame volátil! —murmuró—. En otro
Algo le sucedía indudablemente al espectro, porque la luz había tiempo hubiese caído sobre él con mi gran lanza, atravesándole el gañote y
desaparecido por completo de sus órbitas. La cimitarra centelleante obligándole a cantar otra vez para mí aunque reventara.
deslizándose de su mano, estaba recostada sobre la pared en una actitud Y dicho esto se retiró a su confortable ataúd de plomo y allí permaneció
forzada e incómoda. hasta la noche.
Simon se precipitó hacia adelante y le cogió en sus brazos; pero cuál no
sería su terror viendo desprenderse la cabeza y rodar por el suelo, mientras el
cuerpo tomaba la posición supina, y notó que abrazaba una cortina blanca de
algodón grueso y que yacían a sus pies una escoba, un machete de cocina y
una calabaza vacía. Sin poder comprender aquella curiosa transformación,
cogió con mano febril el cartel, leyendo a la claridad grisácea de la mañana
estas palabras terribles:

HE AQUÍ EL FANTASMA OTIS EL ÚNICO ESPÍRITU AUTÉNTICO Y


VERDADERO ¡CUIDADO CON LAS IMITACIONES! TODOS LOS
DEMÁS ESTÁN FALSIFICADOS

Y la entera verdad se le apareció como un relámpago. ¡Había sido


burlado, chasqueado, engañado!
La expresión característica de los Canterville reapareció en sus ojos,
apretó las encías desdentadas y, levantando por encima de su cabeza sus
manos amarillas, juró, según la fraseología pintoresca de la antigua escuela
«que cuando el gallo tocase por dos veces el cuerno de su alegre llamada se
en una gran capa de terciopelo negro y no dejaba de usar el engrasador Sol
Naciente para engrasar sus cadenas. Me veo precisado a reconocer que sólo
después de muchas vacilaciones se decidió a adoptar esta última forma de
protegerse. Pero, al fin, una noche, mientras cenaba la familia, se deslizó en
el dormitorio del señor Otis y se llevó el frasquito. Al principio se sintió un
poco humillado, pero después fue suficientemente razonable para comprender
IV que aquel invento merecía grandes elogios y que cooperaba, en cierto modo,
a la realización de sus proyectos.
Capítulo A pesar de todo, no se vio a cubierto de molestias.
No dejaban nunca de tenderle cuerdas de lado a lado del corredor para
hacerle tropezar en la oscuridad, y una vez que se había disfrazado para el
papel de «Isaac el Negro, o el cazador del bosque de Hogsley», cayó de
AL día siguiente el fantasma se sintió muy débil y cansado. Las terribles bruces al poner el pie sobre una plancha de maderas enjabonadas que habían
colocado los gemelos desde el umbral del salón de tapices hasta la parte alta
emociones de las cuatro últimas semanas empezaban a producir su efecto. de la escalera de roble.
Tenía el sistema nervioso completamente alterado y temblaba al más ligero Esta última afrenta le dio tal rabia que decidió hacer un esfuerzo para
ruido. imponer su dignidad y consolidar su posición social, y formó el proyecto de
No salió de su habitación en cinco días y concluyó por hacer una visitar a la noche siguiente a los insolentes chicos de Eton, en su célebre
concesión en lo relativo a la mancha de sangre del salón de la biblioteca. papel de «Ruperto el temerario, o el conde sin cabeza».
Puesto que la familia Otis no quería verla, era indudablemente que no la No se había mostrado con aquel disfraz desde hacía setenta años, es decir,
merecía. Aquella gente estaba colocada a ojos vistas en un plano inferior de desde que causó con él tal pavor a la bella lady Bárbara Modish, que ésta
vida material y era incapaz de apreciar el valor simbólico de los fenómenos retiró su consentimiento al abuelo del actual lord Canterville y se fugó a
sensibles. Gretna Green con el arrogante Jack Castletown, jurando que por nada del
La cuestión de las apariciones de fantasmas y el desenvolvimiento de los mundo consentiría en emparentar con una familia que toleraba los paseos de
cuerpos astrales eran realmente para él una cosa muy distinta e un fantasma tan horrible por la terraza al atardecer. El pobre Jack fue al poco
indiscutiblemente fuera de su gobierno. Pero, por lo menos, constituía para él tiempo muerto en duelo con arma de fuego por lord Canterville en terrenos de
un deber ineludible mostrarse en el corredor una vez a la semana y farfullar Wandsworth y lady Bárbara murió de pena en Tumbridge Wells antes de
por la gran ventana ojival el primero y el tercer miércoles de cada mes. No terminar el año; así es que fue un gran éxito en todos sentidos.
veía ningún medio digno de sustraerse a aquella obligación. Sin embargo, fue, permitiéndome emplear un término teatral para
Verdad es que su vida estuvo llena de crímenes, pero quitado eso era aplicarle a uno de los mayores misterios del mundo sobrenatural o, en
hombre muy concienzudo en todo cuanto se relacionaba con lo sobrenatural. lenguaje más científico, del mundo superior a la Naturaleza, una creación de
Así, pues, los tres sábados siguientes atravesó, como de costumbre, el las más difíciles y necesitó sus tres buenas horas para terminar los
corredor entre doce de la noche y tres de la madrugada, tomando todas las preparativos.
precauciones posibles para no ser visto ni oído. Se quitaba las botas, pisaba lo Por fin todo estuvo listo y él contentísimo de su disfraz. Las grandes
más ligeramente que podía sobre las viejas maderas carcomidas, envolvíase botas de montar, que hacían juego con el traje, eran, eso sí, un poco holgadas
para él, y no pudo encontrar más que una de las dos pistolas de arzón; pero, hacia él, desde un rincón sombrío, dos siluetas, agitando locamente sus
en general, quedó satisfechísimo, y a la una y cuarto pasó a través del estuco brazos sobre sus cabezas, mientras gritaban a su oído:
y bajó al corredor. —¡Uú! ¡Uú! ¡Uú!
Cuando estuvo cerca de la habitación ocupada por los gemelos, y a la que Lleno de pánico, cosa muy natural en aquellas circunstancias, se precipitó
se llamaba el dormitorio azul por el color de sus cortinajes, se encontró con la hacia la escalera, pero entonces se encontró frente a Washington Otis, que le
puerta entreabierta. esperaba armado con la gran regadera del jardín; de tal modo, que cercado
A fin de hacer una entrada efectista, la abrió de par en par con violencia, por sus enemigos, casi acorralado, tuvo que evaporarse en la gran estufa de
pero se le vino encima una jarra de agua que le empapó hasta los huesos, no hierro colado, que felizmente para él, no estaba encendida, y abrirse paso
dándole en el hombro por unos milímetros. Al mismo tiempo oyó unas risas hasta sus habitaciones por entre los cañones de las chimeneas, llegando a su
sofocadas que partían de la doble cama con dosel. refugio en el lamentable estado en que lo pusieron la agitación, el hollín y la
Su sistema nervioso sufrió tal conmoción que regresó a sus habitaciones a desesperación.
toda prisa y al día siguiente tuvo que permanecer en la cama con un fuerte Desde aquella noche no volvió a vérsele nunca en expediciones
catarro. El único consuelo que tuvo fue el de no haber llevado su cabeza nocturnas. Los gemelos se quedaron muchas veces en acecho para
sobre los hombros, pues de lo contrario las consecuencias hubieran podido sorprenderle, sembrando de cáscaras de nuez los corredores todas las noches,
ser más graves. Desde entonces renunció para siempre a espantar a aquella con gran enojo de sus padres y de los criados. Pero fue inútil. Su amor propio
recia familia de americanos, y se contentó, por regla general, con vagar por el estaba profundamente herido sin duda y no quería mostrarse.
corredor, en zapatillas de fieltro, envuelto el cuello en una gruesa bufanda, En vista de ello, míster Otis reanudó de nuevo el trabajo en su gran obra
por temor a las corrientes de aire, y provisto de un pequeño arcabuz, para el sobre la historia del partido demócrata, obra que había empezado tres años
caso en que fuese atacado por los gemelos. antes.
Hacia el 19 de septiembre fue cuando recibió el golpe de gracia. Había La señora Otis organizó un clambake7 extraordinario, que dejó muy
bajado por la escalera hasta el espacioso hall, seguro de que en aquel sitio por impresionados a todos los de la comarca.
lo menos nadie le iba a molestar, y se entretenía en hacer observaciones Los niños se dedicaron a jugar a la barra, al écarté, al póker y a otros
satíricas sobre las grandes fotografías del ministro de los Estados Unidos y de juegos típicos de América.
su mujer, hechas en casa por Saroni6 y que ahora ocupaban el lugar de los Virginia dio paseos a caballo por caminos y veredas, en compañía del
retratos de la familia Canterville. duque de Cheshire, que se hallaba en Canterville pasando su última semana
Iba vestido, sencilla pero decentemente, con un largo sudario salpicado de de vacaciones.
moho de cementerio. Se había atado la quijada con una tira de tela amarilla y Todo el mundo se figuraba que el fantasma había desaparecido, y en
llevaba una linternita y un azadón de sepulturero. En una palabra, iba consecuencia, míster Otis escribió una carta a lord Canterville para
disfrazado de «Jonás el desenterrador, o el ladrón de cadáveres de Chertsey comunicárselo, y recibió en contestación otra carta en la que éste le
Barn». Era una de sus creaciones más notables y de la que guardaban testimoniaba el placer que le producía la noticia y enviaba sus más sinceras
recuerdo, con más motivo, los Canterville, ya que fue la verdadera causa de felicitaciones a la digna esposa del ministro.
su riña con lord Rufford, vecino suyo. Pero los Otis se equivocaban.
Serían próximamente las dos y cuarto de la madrugada, y a su juicio, no El fantasma seguía en la casa, y aunque se hallaba muy delicado, no
se movía nadie en la casa. Pero cuando se dirigía tranquilamente hacia la estaba dispuesto a retirarse, sobre todo después de saber que figuraba entre
biblioteca, para ver lo que quedaba de la mancha de sangre, se abalanzaron los invitados el duque de Cheshire, cuyo tío, lord Francis Stilton, apostó una
vez cien guineas con el coronel Carbury a que jugaría a los dados con el
fantasma de Canterville.
A la mañana siguiente se encontraron a lord Stilton tendido sobre el suelo
del salón de juego en un estado de parálisis tal, que, a pesar de la edad
avanzada que alcanzó, no pudo ya nunca pronunciar más palabra que ésta:
—¡Seis dobles!
Esta historia era muy conocida en su tiempo, aunque, en atención a los V
sentimientos de las dos nobles familias, se hiciera todo lo posible por
ocultarla, y existe un relato detallado de todo lo referente a ella en el tomo Capítulo
tercero de las Memorias de lord Tattle sobre el príncipe regente y sus
amigos.
Desde entonces el fantasma deseaba vehementemente probar que no
había perdido su influencia sobre los Stilton, con los que además estaba
emparentado, pues una prima hermana suya se casó en Secondes noces con el
UNOS días después, Virginia y su adorador de cabello rizado dieron un
señor Bulkeley, del que descienden en línea directa, como todo el mundo paseo a caballo por los prados de Brockley, paseo en el que ella se desgarró
sabe, los duques de Cheshire. su vestido de amazona al saltar un seto, y de vuelta a su casa, entró por la
escalera de detrás para que no la viesen.
Por consiguiente, hizo sus preparativos para mostrarse al joven
enamorado de Virginia en su famoso papel del «Fraile vampiro, o el Al pasar corriendo por delante de la puerta del salón de tapices, que
estaba abierta de par en par, le pareció ver a alguien dentro. Pensó que sería
benedictino sin sangre».
la doncella de su madre, que iba con frecuencia a trabajar a esa habitación.
Era un espectáculo tan espantoso que cuando la vieja lady Startup se lo
Asomó la cabeza para encargarle que le cosiese el vestido.
vio representar, es decir, la víspera del Año Nuevo de 1764, empezó a lanzar
chillidos agudos, que le provocaron un fuerte ataque de apoplejía y su ¡Pero con gran sorpresa suya quien estaba allí era el fantasma de
fallecimiento al cabo de tres días, no sin que desheredara antes a los Canterville en persona!
Canterville que eran sus parientes más cercanos y legase todo su dinero a su Estaba sentado junto a la ventana contemplando las hojas doradas, que
farmacéutico de Londres. danzaban en el aire, desprendidas de los árboles amarillentos, y las hojas
Pero, a última hora, el terror que le inspiraban los gemelos le retuvo en su bermejas que bailaban locamente a lo largo de la gran avenida.
habitación y el joven duque durmió tranquilo en el gran lecho con dosel Tenía la cabeza apoyada en una mano y toda su actitud revelaba el
coronado de plumas del dormitorio real, soñando con Virginia. desaliento más profundo.
Realmente presentaba un aspecto tan desamparado, tan abatido, que la
pequeña Virginia, en vez de ceder a su primer impulso, que fue echar a correr
y encerrarse en su cuarto, se sintió llena de compasión y se decidió a ir a
consolarle.
Tenía la muchacha un paso tan ligero y él una melancolía tan honda, que
no se dio cuenta de su presencia hasta que le habló.
—Lo he sentido mucho por usted —dijo—, pero mis hermanos regresan
mañana a Eton y entonces, si se porta usted bien, nadie le atormentará. puedo pintar escenas de claro de luna, que siempre son tristes y nada fáciles
—Es absurdo pedirme que me porte bien —le respondió contemplando de pintar. Nunca lo acusé aunque ello me hacía sentir furiosa, y todo
estupefacto a la jovencita que tenía la audacia de dirigirle la palabra—. resultaba grotesco, porque, ¿quién ha oído decir que exista la sangre de color
Perfectamente inconcebible. Me es necesario arrastrar mis cadenas, gruñir a verde esmeralda?
través de las cerraduras, y deambular en la noche. Si es a eso a lo que se —Bueno, en verdad —dijo el fantasma, con cierta dulzura—, ¿qué iba yo
refiere, le diré que todo ello es la única razón de mi existencia. a hacer? Es dificilísimo en los tiempos actuales agenciarse sangre de verdad,
—Ésa no es una razón para vivir molestando a la gente. En sus tiempos y ya que su hermano empezó todo esto con su detergente Paragon, no veo
fue usted muy malo, ¿sabe? La señora Umney nos contó el mismo día en que por qué no iba yo a usar sus colores para defenderme. En cuanto al tono, es
llegamos, que usted mató a su esposa. cuestión de gusto. Así, por ejemplo, los Canterville tienen sangre azul, la
—Sí, lo reconozco —respondió petulante el fantasma—. Pero fue un sangre más azul que existe en Inglaterra… Aunque ya sé que ustedes los
asunto de familia que a nadie le importa. americanos no hacen el menor caso de esas cosas.
—Está muy mal eso de matar a alguien —replicó Virginia, que a veces —No sabe usted nada, y lo mejor que puede hacer es emigrar y así se
adoptaba una dulce actitud puritana, heredada posiblemente de alguno de sus desarrollará su mentalidad. Mi padre tendrá un verdadero gusto en
antepasados de la vieja Nueva Inglaterra. proporcionarle un pasaje gratuito, y aunque haya derechos arancelarios
—¡Oh, detesto la ramplona severidad de la ética abstracta! Mi esposa era elevadísimos sobre toda clase de cosas espirituosas a usted no le pondrán
muy poco agraciada y simplona. Nunca pudo almidonar bien mis puños, y no trabas en la aduana. Y una vez en Nueva York puede usted contar con un
sabía nada de cocina. Vea usted, un día cacé un magnífico cervatillo en los gran éxito. Conozco infinidad de personas que darían cien mil dólares por
bosques de Hogley, un espléndido gamo, ¿y sabe usted cómo me lo sirvió en tener antepasados y que sacrificarían mayor cantidad aún por tener un
la mesa? Bueno…, eso ahora no importa, ya pasó; pero sin embargo, no hallo fantasma en la familia.
nada bien que sus hermanos me dejasen morir de hambre, aunque yo la —Creo que no me gustaría América.
hubiese matado. —Quizá se deba a que allí no tenemos ni ruinas ni curiosidades —dijo
—¡Le dejaron morir de hambre! ¡Ay, señor fantasma! ¡Quiero decir, don burlonamente Virginia.
Simon! ¿Tiene usted hambre? Tengo un sándwich en mi costurero, ¿no lo —¡Qué curiosidades ni qué ruinas! —contestó el fantasma—. Tienen
quiere? ustedes su marina y sus modales.
—No, gracias, ahora ya no necesito comer; pero de todas maneras, es —Buenas noches; voy a pedir a papá que conceda a los gemelos una
usted muy amable. Es usted mucho más fina y atenta que el resto de su semana más de vacaciones.
familia que es tan ordinaria, horrorosa, vulgar, y que se conducen como —¡No se vaya, miss Virginia, se lo suplico! —exclamó el fantasma—.
bandoleros. Estoy tan solo y soy tan desgraciado que no sé qué hacer. Quisiera irme a
—¡Basta! —exclamó Virgina dando con el pie en el suelo—. El brutal, dormir y no puedo.
horrible y ordinario es usted. En cuanto a lo de bandolero y ladrón, usted bien —Es inconcebible: no tiene usted más que meterse en la cama y apagar la
sabe que me ha robado las pinturas de mi caja para restaurar esa ridícula vela. Algunas veces es dificilísimo permanecer despierto, sobre todo en una
mancha de sangre en la biblioteca. Primero me robó todos los rojos, iglesia, pero, en cambio, dormir es muy sencillo, hasta los niños saben dormir
incluyendo el bermellón, y ya no pude seguir pintando las puestas de sol; admirablemente, y no son nada ilustrados.
después se llevó el verde esmeralda y el amarillo cromo; y por último no me —Hace trescientos años que no duermo —dijo el anciano tristemente,
han quedado más que el azul añil y el blanco de China, de manera que sólo haciendo que Virginia abriese mucho sus hermosos ojos azules llenos de
asombro—. Hace ya trescientos años que no duermo, y me siento tan una oración de los labios del pecador,
cansado… cuando el almendro estéril dé fruto
Virginia adoptó un grave continente y sus finos labios temblaron como y un pequeño deje correr su llanto,
pétalos de rosa. entonces, toda la casa quedará tranquila
Se acercó y, arrodillándose al lado del fantasma, contempló su viejo y volverá la paz a Canterville.
rostro marchito. Pero no sé lo que significan.
—Pobre, pobre fantasma —murmuró—, ¿y no hay ningún lugar donde
pueda usted dormir? —Significan que tiene usted que llorar conmigo mis pecados, porque no
—Allá lejos, pasado el pinar —respondió él en voz baja y soñadora—, tengo lágrimas, y que tiene usted que rezar conmigo por mi alma, porque no
hay un jardincito. La hierba crece en él alta y espesa; allí pueden verse las tengo fe, y entonces, si ha sido usted siempre dulce, buena y cariñosa, el
grandes estrellas blancas de la cicuta, allí el ruiseñor canta toda la noche. ángel de la muerte se compadecerá de mí. Verá usted seres terribles en las
Canta toda la noche, y la luna de cristal gélido deja caer su mirada y el tejo tinieblas y voces malignas susurrarán en sus oídos, pero no podrán hacerle
extiende sus brazos de gigante sobre los durmientes. ningún daño, porque contra la pureza de una niña no pueden nada las
Los ojos de Virginia se empañaron de lágrimas y ocultó la cara entre sus potencias infernales.
manos. Virginia no contestó y el fantasma se retorció las manos en la violencia de
—Se refiere usted al jardín de la muerte —murmuró. su desesperación, sin dejar de mirar la rubia cabeza inclinada.
—Sí, de la muerte, ¡la muerte debe ser hermosa! ¡Descansar en la blanda De pronto se irguió la joven, muy pálida, con un fulgor extraño en los
tierra oscura, mientras las hierbas se balancean encima de nuestra cabeza, y ojos.
escuchar el silencio! No tener ni ayer ni mañana. Olvidarse del tiempo y los —No tengo miedo —dijo con voz firme— y rogaré al ángel que se apiade
males de la vida, quedar en paz. Usted puede ayudarme; usted puede abrirme de usted.
el portal de la morada de la muerte, porque el amor le acompaña a usted El fantasma, levantándose de su asiento y lanzando un débil grito de
siempre, y el amor es más fuerte que la muerte. alegría, tomó su mano, e inclinándose sobre ella con la gracia de los viejos
Virginia tembló. Un estremecimiento helado recorrió todo su ser y tiempos, la besó.
durante unos instantes hubo un gran silencio. Le parecía vivir en un sueño Sus dedos estaban fríos como el hielo y sus labios abrasaban como el
terrible. fuego, pero Virginia no flaqueó; después la hizo atravesar la estancia
Entonces el fantasma habló de nuevo con una voz que resonaba como los sombría.
suspiros del viento: Sobre el tapiz de un verde apagado estaban bordados unos pequeños
—¿Ha leído usted alguna vez la antigua profecía que hay sobre las cazadores. Soplaban en sus cuernos adornados con borlas y con sus lindas
vidrieras de la biblioteca? manos le hacían señas de que retrocediese.
—¡Oh, muchas veces! —exclamó la muchacha levantando los ojos—. La —Vuelve sobre tus pasos, Virginia. No sigas. ¡Vete, vete! —gritaban.
conozco muy bien. Está pintada con unas curiosas letras negras y se lee con Pero el fantasma le apretaba en aquel momento la mano con más fuerza, y
dificultad. No tiene más que estos seis versos: ella cerró los ojos para no verlos.
Horribles alimañas de colas de lagarto y de ojos saltones hacían guiños
Cuando una joven rubia logre hacer brotar maliciosos en las esquinas de la chimenea, mientras le decían en voz baja:
—Ten cuidado, Virginia, ten cuidado. Podríamos no volver a verte. Pero
el fantasma apresuró entonces el paso y Virginia no oyó nada.
Cuando llegaron al extremo de la estancia, el viejo se detuvo,
murmurando unas palabras que ella no pudo comprender. Volvió Virginia a
abrir los ojos y vio disiparse el muro lentamente, como una neblina, y abrirse
una negra caverna.
Un áspero y helado viento les azotó, sintiendo la muchacha que alguien
tiraba de su vestido.
VI
—Deprisa, deprisa —gritó el fantasma—, o será demasiado tarde. Y en el Capítulo
mismo momento el muro se cerró de nuevo detrás de ellos y el salón de
tapices quedó desierto.

DIEZ minutos después sonó la campana para el té y Virginia no bajó. La


señora Otis envió a uno de los criados a buscarla.
No tardó en volver diciendo que no había podido encontrar a miss
Virginia por ninguna parte.
Como la muchacha tenía la costumbre de ir todas las tardes al jardín a
coger flores para la cena, la señora Otis no se preocupó en lo más mínimo.
Pero sonaron las seis y Virginia no aparecía. Entonces su madre se sintió
seriamente intranquila y envió a sus hijos en su busca, mientras ella y su
marido recorrían todas las habitaciones de la casa.
A las seis y media volvieron los muchachos diciendo que no habían
encontrado huellas de su hermana por parte alguna.
Entonces se inquietaron todos extraordinariamente y nadie sabía qué
hacer cuando míster Otis recordó de repente que pocos días antes había
permitido acampar en el parque a una tribu de gitanos.
Así pues, salió inmediatamente para Blackfell Hollow, acompañado de su
hijo mayor y de dos criados de la granja.
El joven duque de Cheshire, completamente loco de ansiedad, rogó con
insistencia a míster Otis que le dejase acompañarle, mas éste se negó
temiendo que pudiese surgir algún conflicto. Pero cuando llegó al sitio en
cuestión vio que los gitanos se habían marchado, y era evidente que su
partida había sido precipitada, pues el fuego ardía aún y quedaban platos
sobre la hierba.
Después de mandar a Washington y a los dos hombres a registrar los ningún dato de él.
alrededores, se apresuraron a regresar y envió telegramas a todos los Así es que, después, de atravesar y explorar los contornos, los dos jinetes
inspectores de policía del condado, rogándoles buscasen a una joven raptada tomaron otra vez el camino de casa, llegando a Canterville a eso de las once,
por unos vagabundos o gitanos. rendidos de cansancio y con el corazón desgarrado por la inquietud. Se
Luego hizo que le trajeran su caballo, y después de insistir para que su encontraron allí con Washington y los gemelos, esperándoles a la puerta con
mujer y sus tres hijos se sentaran a la mesa, partió con un caballerango por el linternas, porque la avenida estaba muy oscura.
camino de Ascot. No se había descubierto la menor señal de Virginia. Los gitanos fueron
Había recorrido dos millas, cuando oyó un galope a su espalda. alcanzados en el prado de Brockley, pero no estaba la joven entre ellos.
Se volvió, viendo al joven duque que llegaba en su poney, con la cara Explicaron la prisa de su marcha diciendo que habían equivocado el día que
sofocada y la cabeza descubierta. debía celebrarse la feria de Chorton y que el temor de llegar demasiado tarde
—Lo siento muchísimo —le dijo el joven con voz entrecortada—, pero les obligó a darse prisa.
me es imposible comer mientras Virginia no aparezca. Se lo ruego, no se Además parecieron desconsolados por la desaparición de Virginia, pues
enfade conmigo. Si nos hubiera permitido casarnos el año pasado no habría estaban agradecidísimos a míster Otis por haberles permitido acampar en su
ocurrido esto nunca. ¿No me rechaza usted, verdad? ¡No puedo ni quiero parque. Cuatro de ellos se quedaron detrás para tomar parte en las pesquisas.
irme! Se hizo vaciar el estanque de las carpas. Registraron la finca en todos
El ministro no pudo menos de dirigir una sonrisa a aquel mozo guapo y sentidos, pero no consiguieron nada.
atolondrado, conmovidísimo ante la abnegación que mostraba por Virginia, e Era evidente que Virginia estaba perdida, al menos por aquella noche, y
inclinándose sobre su caballo, le golpeó el hombro cariñosamente y le dijo: fue con un aire de profundo abatimiento como entraron en casa míster Otis y
—Pues bien, Cecil, ya que insistes en venir, no me queda más remedio los jóvenes seguidos del caballerango que llevaba de las bridas los dos
que admitirte en mi compañía; pero, eso sí, tengo que comprarte un sombrero caballos y al poney.
en Ascot. En el vestíbulo se encontraron con el grupo de los criados llenos de terror.
—¡Al diablo los sombreros! ¡Lo que quiero es encontrar a Virginia! — La pobre señora Otis estaba acostada sobre un sofá de la biblioteca, casi
exclamó el duque riendo. loca de terror y de ansiedad, y la vieja ama de gobierno le humedecía la frente
Y acto seguido galoparon hasta la estación. con agua de colonia. En seguida míster Otis instó a su esposa para que
Una vez allí, míster Otis preguntó al jefe si no habían visto en el andén a comiese algo, y dio órdenes para que se sirviese la cena. Fue una comida
una joven cuyas señas correspondiesen con las de Virginia, pero no averiguó triste, pues casi nadie hablaba, y hasta los gemelos se veían espantados y
nada sobre ella. No obstante lo cual, el jefe de la estación expidió telegramas sumisos, pues querían entrañablemente a su hermana.
a las estaciones del trayecto, ascendentes y descendentes, y le prometió Cuando terminaron, míster Otis, a pesar de los ruegos del joven duque,
ejercer una vigilancia minuciosa. mandó que todo el mundo se fuese a la cama diciendo que ya no podía
En seguida, después de comprar un sombrero para el duque en una tienda hacerse nada más aquella noche, y que al día siguiente telegrafiaría a
de novedades que se disponía a cerrar, míster Otis cabalgó hasta Bexley, Scotland Yard para que pusieran inmediatamente varios detectives a su
pueblo situado cuatro millas más allá, y que, según le dijeron, era muy disposición.
frecuentado por los gitanos, ya que cerca de allí había una numerosa Pero en el preciso momento en que salían del comedor sonaron las doce
comunidad rural. en el reloj de la torre.
Hicieron levantarse al guarda del lugar, pero no pudieron conseguir Apenas acababan de extinguirse las vibraciones de la última campanada
cuando oyóse un crujido acompañado de un grito penetrante. su interior tapizado de moho verde. Sobre el plato no quedaba más que polvo.
Un trueno estentóreo bamboleó la casa; una melodía, ultraterrena, flotó en Virginia, arrodillada junto al esqueleto y, uniendo sus finas manos,
el aire. Un lienzo de pared se desprendió bruscamente en lo alto de la escalera comenzó a rezar en silencio, mientras la familia contemplaba con asombro la
y sobre el rellano, muy pálida, casi blanca, apareció Virginia llevando en la horrible tragedia, cuyo secreto se les acababa de revelar.
mano un cofrecillo. —¡Oigan! —exclamó de pronto uno de los gemelos, que había ido a
Inmediatamente todos la rodearon. mirar por la ventanita, queriendo adivinar hacia qué lado del edificio caía
La señora Otis la estrechó apasionadamente entre sus brazos. aquella habitación—. ¡Oigan! El antiguo almendro, que estaba seco, ha
El duque casi la ahogó con sus besos, apasionados, y los gemelos florecido. Se ven admirablemente las flores a la luz de la luna.
ejecutaron una danza de guerra salvaje alrededor del grupo. —¡Dios le ha perdonado! —dijo gravemente Virginia, levantándose. Y un
—¡Por Dios, hija! ¿Dónde estabas? —dijo míster Otis, bastante enfadado, magnífico resplandor parecía iluminar su rostro.
creyendo que les había querido dar una broma pesada—. Cecil y yo hemos —¡Eres un ángel! —exclamó el joven duque rodeándole el cuello con el
recorrido toda la comarca en busca tuya, y tu madre ha estado a punto de brazo y besándola.
morirse de espanto. No vuelvas a dar bromas de ese género a nadie.
—¡Menos al fantasma, menos al fantasma! —gritaron los gemelos
continuando sus brincos.
—Hija mía querida, gracias a Dios que te hemos encontrado; ya no nos
volveremos a separar —murmuraba la señora Otis besando a la muchacha,
toda trémula y acariciando sus cabellos de oro, que se veían despeinados.
—Papá —dijo dulcemente Virginia—, estaba con el fantasma. Ha muerto
ya. Es preciso que vayáis a verle. Fue muy malo, pero se ha arrepentido
sinceramente de todo lo que había hecho y antes de morir me ha dado esta
caja de joyas. Toda la familia la contempló muda y asombrada, pero ella tenía
un aire muy circunspecto y muy serio. En seguida, dando media vuelta, les
precedió a través del hueco de la pared y bajaron por un corredor secreto y
angosto.
Washington les seguía llevando una vela encendida que cogió de la mesa.
Por fin, llegaron a una gran puerta de roble con clavos recios y oxidados.
Virginia la tocó, y entonces la puerta giró sobre sus goznes enormes y se
hallaron en una habitación estrecha y con bajo techo abovedado, y que tenía
una ventanita enredada. Junto a una gran argolla de hierro empotrada en el
muro a la cual estaba encadenado, se veía un esqueleto, extendido cuan largo
era sobre las losas.
Parecía estirar sus dedos descarnados, como intentando llegar a un plato y
a un cántaro, de forma antigua, colocados de tal forma que no pudiese
alcanzarlos. El cántaro había estado lleno de agua indudablemente, pues tenía
costumbre establecida en la familia Canterville, apagaron sus antorchas.
Luego, al bajar la caja a la fosa, Virginia se adelantó, colocando encima
de ella una gran cruz hecha con flores de almendro, blancas y rosadas.
En aquel momento salió la luna de detrás de una nube e inundó el
cementerio con sus rayos de silenciosa plata, y de un bosquecillo cercano se
elevó el canto de un ruiseñor.
VII Virginia recordó la descripción que le hizo el fantasma del jardín de la
muerte; sus ojos se llenaron de lágrimas y apenas pronunció una palabra
Capítulo durante el regreso a la casa.
A la mañana siguiente, antes que lord Canterville partiese para la ciudad,
la señora Otis conferenció con él respecto de las joyas entregadas por el
fantasma a Virginia.
CUATRO días después de estos curiosos sucesos, a eso de las once de la Eran magníficas. Había sobre todo un collar de rubíes, en una antigua
montura veneciana, que era un espléndido trabajo del siglo XVI, y el
noche, salía un fúnebre cortejo de Canterville House.
conjunto representaba tal cantidad que míster Otis sentía grandes escrúpulos
La carroza iba arrastrada por ocho caballos negros, cada uno de los cuales en permitir a su hija el aceptarlas.
llevaba adornada la cabeza con un gran penacho de plumas de avestruz, que
—Milord —dijo el ministro—, sé que en este país el concepto de manos
se inclinaban como saludando.
muertas, se aplica lo mismo a los objetos menudos que a las tierras, y es
La caja de plomo iba cubierta con un rico paño púrpura, sobre el cual evidente, evidentísimo para mí, que estas joyas deben quedar en poder de
estaban bordadas en oro las armas de los Canterville. usted como legado de familia. Le ruego, por lo tanto, que consienta en
A cada lado del carro y de los coches marchaban los criados, llevando llevárselas a Londres, considerándolas simplemente como una parte de su
antorchas encendidas. Toda aquella comitiva tenía un aspecto grandioso e herencia que le fuera restituida en circunstancias extraordinarias. En cuanto a
imponente. mi hija, no es más que una chiquilla, y hasta hoy, me complace decirlo, siente
Lord Canterville presidía el duelo; había venido del País de Gales poco interés por esas futilezas de lujo superfluo. He sabido igualmente por la
expresamente para asistir al entierro y ocupaba el primer coche con la señora Otis, cuya autoridad no es despreciable en cosas de arte, dicho sea de
pequeña Virginia. paso, pues ha tenido la suerte de pasar varios inviernos en Boston cuando era
Después iban el ministro de los Estados Unidos y su esposa, y detrás una jovencita, que esas piedras preciosas tienen un gran valor monetario y
Washington y los dos muchachos. que si se pusieran en venta producirían una bonita suma. En estas
En el último coche iba la señora Umney. Todo el mundo convino en que circunstancias, lord Canterville, reconocerá usted, indudablemente, que no
después de haber sido atemorizada por el fantasma por espacio de más de puedo permitir que queden en manos de ningún miembro de mi familia.
cincuenta años, tenía realmente derecho a verle desaparecer para siempre. Además de que todas esas baratijas y chucherías y todos esos juguetes, por
Cavaron una profunda fosa en un rincón del cementerio, precisamente muy apropiados y necesarios que sean a la dignidad de la aristocracia
bajo el tejo centenario, y dijo las últimas oraciones, del modo más solemne, británica, estarían fuera de lugar entre personas educadas de acuerdo con los
el reverendo Augusto Dampier. severos principios, según los inmortales principios, pudiera decirse, de la
Una vez terminada la ceremonia, los criados, siguiendo una antigua sencillez republicana. Quizá me atrevería a decir que Virginia tiene gran
interés en que le deje usted la cajita que encierra esas joyas en recuerdo de las joyas fueron tema de general comentario y admiración. Porque Virginia fue
locuras y de los infortunios de su antepasado. Y como esa caja ya es muy agraciada con la diadema que se otorga como recompensa a todas las
vieja y, por consiguiente, deterioradísima, quizá encuentre usted razonable americanitas de buena conducta, y se casó con su novio en cuanto éste llegó a
acoger favorablemente su deseo. En cuanto a mí, confieso que me sorprende la mayoría de edad.
grandemente ver a uno de mis hijos demostrar interés por una cosa de la Edad Eran ambos tan simpáticos y agradables, y además se amaban de tal
Media, y la única explicación que le encuentro es que Virginia nació en un manera, que no hubo quien no estuviese encantado con aquel matrimonio,
barrio de Londres, a poco de regresar la señora Otis de una excursión a menos la anciana marquesa de Dumbleton que había hecho todo lo posible
Atenas. por «pescar» al joven duque y casarle con alguna de sus siete hijas. Para
Lord Canterville escuchó con gran atención y muy serio el discurso del conseguirlo no dio menos de tres comidas costosísimas; y, cosa extraña de
digno ministro, atusándose de vez en cuando su bigote gris, para ocultar una notarse, míster Otis en cierto modo la había ayudado. Míster Otis sentía una
sonrisa involuntaria. viva simpatía personal por el duque, pero teóricamente era enemigo de los
Una vez que hubo terminado míster Otis, le estrechó cordialmente la títulos nobiliarios y, según sus propias palabras: «era de temer que, entre las
mano y contestó: influencias enervantes de una aristocracia ávida de placeres, llegase a olvidar
—Mi querido amigo, su encantadora hija ha prestado un servicio su hija los verdaderos principios de la sencillez republicana».
importantísimo a mi desgraciado antecesor, sir Simon. Mi familia y yo Sus observaciones quedaron olvidadas cuando avanzó por la nave central
estamos llenos de gratitud hacia ella por su maravilloso valor y por la sangre de la iglesia de San Jorge, en Hanover Square, llevando a su hija, apoyada en
fría que ha demostrado. Las joyas le pertenecen, sin duda alguna, y creo que su brazo, hacia el altar. No había en esos momentos un padre más orgulloso
si tuviese yo la suficiente insensibilidad para quitárselas, el viejo malvado en todo el territorio de Inglaterra.
saldría de su tumba al cabo de quince días para hacerme la vida infernal. En El duque y la duquesa, pasada ya la luna de miel, regresaron a Canterville
cuanto a que sean joyas de familia, no podrían serlo sino después de estar Chase; y al día siguiente de su llegada, por la tarde, fueron a dar una vuelta
especificadas como tales en un testamento en forma legal, y la existencia de por el cementerio solitario del atrio de la iglesia próxima al pinar.
estas joyas permaneció siempre ignorada. Le aseguro que son tan mías como Al principio, se había tenido una serie de dificultades acerca de la
de su mayordomo. Cuando miss Virginia sea mayor, creo que le encantará inscripción que debería figurar en la lápida de sir Simon, pero al fin se
tener cosas tan lindas para lucir. Además, míster Otis, olvida usted que decidió grabar sólo las iniciales del nombre de aquel caballero y los versos
adquirió el inmueble y el fantasma bajo inventario. De modo que todo lo que que estaban escritos sobre la ventana de la biblioteca. La duquesa trajo
pertenece al fantasma le pertenece a usted. A pesar de las pruebas de consigo un ramo de rosas precioso y lo dejó sobre la tumba; y después de
actividad que ha dado sir Simon por el corredor, no por eso deja de estar permanecer unos momentos de pie, caminaron dirigiéndose hacia el claustro
menos muerto, desde el punto de vista legal, y su compra le hace a usted en ruinas de la vieja abadía; la duquesa se sentó sobre el caído pilar de una
dueño de lo que le pertenecía a él. columna, mientras que su esposo, descansando a sus pies, fumaba un
Míster Otis se quedó muy preocupado ante la negativa de lord cigarrillo contemplando a su esposa y mirando sus bellos ojos. De pronto, tiró
Canterville, y le rogó que reflexionara nuevamente su decisión; pero el el cigarro, le tomó la mano y le dijo:
excelente par se mantuvo firme y terminó por convencer al ministro de que —Virginia, una buena esposa nunca debe tener secretos para su esposo.
aceptase el regalo del fantasma. —¡Querido Cecil! Yo no tengo secretos para ti.
Cuando en la primavera de 1890 la duquesa de Cheshire fue presentada —Sí que los tienes —contestó él sonriendo—. Nunca me has contado lo
por primera vez en la recepción de la reina, con motivo de su casamiento, sus que te pasó mientras estuviste encerrada con el fantasma.
—Nunca se lo he contado a nadie, Cecil —dijo Virginia con una actitud
reposada y seria.
—Ya lo sé, pero a mí podrías decírmelo.
—Por favor, no me preguntes, Cecil; no puedo decírtelo. ¡Pobre sir
Simon! Le debo mucho. Sí, no te rías, Cecil, de veras, mucho le debo. Me
hizo ver lo que era la vida, y lo que significa la muerte; y por qué el amor es
más fuerte que ambas.
El duque se levantó inclinándose para besar amorosamente a su esposa.
—Puedes guardarte tu secreto mientras pueda ser yo el dueño de tu
corazón —murmuró.
NOTAS
—Ese siempre ha sido tuyo, Cecil.
—Y algún día se lo contarás a nuestros hijos, ¿no es verdad? 1
Alude a la bandera de los Estados Unidos de América.
Virginia se sonrojó. 2
Autores de los Phantasms of the Living. Obra que trata sobre la telepatía
y las alucinaciones telepáticas.
3
Alimento hecho con harina de maíz, hirviéndolo en agua o leche. Muy
popular en el sur de los Estados Unidos. Se toma como desayuno.
4
Título que se da a los miembros de la Cámara de los Comunes, y a
aquellas personas que poseen títulos nobiliarios.
5
H. W. Longfellow, autor de El esqueleto en su armadura, poesía
inspirada por el descubrimiento de un esqueleto dentro de una coraza en
Newport, Estados Unidos.
6
El fotógrafo más notable de Inglaterra en esa época. Su nombre
completo era Oliver Saroni. Nació en Canadá. Muchas personas hacían un
viaje especial a Scarborough, donde tenía su residencia, para ser retratados
por él. The History of Photography… Oxford, 1955, pp. 228 - 229.
7
Especie de tarta hecha con almejas. Plato típico americano que figura en
el menú de los días de campo. Se cuece al aire libre, bajo brasas acomodadas
entre piedras.

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