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6/5/2020 Clase 1. Acerca de la(s) cultura(s): artes, identidades y entretenimiento.

Clase 1. Acerca de la(s) cultura(s): artes, identidades y


entretenimiento.

Sitio: FLACSO Virtual Impreso por: ANDRÉS DAMIAN JORGENSEN


Posgrado Internacional en Políticas Culturales Día: miércoles, 6 de mayo de 2020, 22:04
Curso:
de Base Comunitaria - CH3
Clase 1. Acerca de la(s) cultura(s): artes,
Clase:
identidades y entretenimiento.

Descripción

Omar Rincón*

Tabla de contenidos

Introducción
¿Qué es la cultura?
Cultura es artes
Cultura es identidades
Cultural es diálogo intercultural
Coolture es entretenimiento
Jurasic Park dialoga con The Walking Dead
Bibliografía

Introducción

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6/5/2020 Clase 1. Acerca de la(s) cultura(s): artes, identidades y entretenimiento.

Por Omar Rincón*

De una manera simplista, casi de fórmula, se intenta contar qué es la cultura. Precaución: Todo es muy complejo
en la cultura, y cuando se simplifica se pierden los matices, las ambigüedades, los juegos de sentido y poder. De
entrada pido disculpas por simplificar la complejidad, pero eso es lo que hacemos las profesiones con p
(periodistas, políticos, profesores, publicistas, prostitutos, psicólogos, padres…). Se afirma que hay que hablar
de culturas en plural, que cada uno las comprende según su lugar de enunciación y sus modos de practicarla, que
no hay culturas mejores ni peores, que lo que sí hay es juegos de poder, manifestaciones de clase, raza,
sexualidad y género. Se describen diversos modos de adentrarse en los sentidos de la cultura, enfatizando
cuatro: las Artes, las identidades densas, la coolture que es la cultura común del entretenimiento mundializado y
la interculturalidad y las culturas del común en el territorio como lugar de libertad y creación. Al final se propone
un diálogo “freireano” entre jurásicos y zombis.

¿Qué es la cultura?

La cultura es nuestra alma política en la lucha por existir con dignidad en nuestra sociedad del capital financiero
donde las acciones en la bolsa valen más que lo seres humanos. Su performance es espiritual, por eso, se dice
que cultura es “lo que queda antes del olvido”. Se expresa vía las artes o las identidades localizadas en los
diversos modos de habitar, decir y significar la vida. Se construye políticamente a través de las
interseccionalidades de clase, raza, género, sexualidad. Se masifica e industrializa vía la matriz del
entretenimiento y lo que se llamaba la industria cultural. Resiste y se libera en la práctica del diálogo intercultural.
La cultura es, sobre todo, poder ya que juega con capitales simbólicos que describen qué es tener cultura, cuáles
son los referentes de interpretación de una sociedad y actúa como estrategia de intervención de la sociedad
desde lo simbólico.

La cultura es lo que sabemos entre todos, dice un viejo refrán. Pero la cultura se define, describe y explica de
modo diverso según el campo del saber desde donde enunciemos: La Antropología la comprende desde los
juegos políticos de la identidad, la Sociología busca las razones y modos del juntarse en sentidos comunes, los
Estudios Culturales y postcoloniales la imaginan como un campo de batalla política, las Artes problematizan a la
belleza y el buen gusto, la Comunicación la narra como clave de enunciación para ganar audiencias, la Economía
la asume como un negocio…. y así podríamos seguir simplificando sobre qué es y cómo se hace cultura, pero
todo depende de los modos de ingreso a la cultura.

La primera idea que hay que asumir es que no hay una cultura, sino habitamos culturas, diversas y plurales.
En palabras del maestro Jesús Martín-Barbero (1987) lo cultural es más “la mirada” que lo que se mira; más
los conceptos, historias, relatos, experiencias desde donde se asigna sentido que los contenidos en sí mismos.
Así cultura sería más eso que Geertz (1991) denomina actos colectivos de significados públicos, colectivos y
abiertos; hay cultura en las experiencias donde se produce, comparte y reconoce conciencia y sentido. Según
Geertz, la cultura es esa red de significados que el hombre mismo ha tejido: tejido de significados, compartidos,
colectivos, públicos, abiertos. Y afirma que “algo le está sucediendo al modo en que pensamos sobre lo que
pensamos”, y eso que le está pasando lo denomina “el giro cultural” porque, ahora, hemos pasado de un modelo
“científico” de explicación de leyes y ejemplos a otro “cultural” de casos e interpretaciones; por eso, ya no nos
referimos a distinciones absolutas y binarias como verdad y falsedad, objetivo y subjetivo, intuición y
conocimiento, nosotros y otros, sino a “categorías intersticiales” propias de la cultura como son ficción, figurativo,
simulacro, simulación, virtualidad, interdisciplinariedad y la transculturalidad. Así, el énfasis pasa de los datos y
hechos a la experiencia, el relato, la narración.

Otra manera de comprender la cultura es contando sus modos de constitución como campo. Raymond
Williams (1976) dice que el término Cultura nace en el siglo XVIII, y aparece al mismo tiempo que civilización,
mientras civilización nos indica el orden de lo material, cultura se refiere al orden de lo espiritual. Entonces, la
cultura sería ese proceso de 'cultivar(se)´ como ser humano. También en el siglo XVIII, cultura pasó de la
persona al colectivo y daba cuenta de los procesos generales de desarrollo intelectual, espiritual y estético. En el
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siglo XIX, la cultura se convirtió en una forma particular de vida, de gente, de un período o de un grupo. En el
siglo XX, la cultura dio cuenta de los trabajos y prácticas de actividades intelectuales y especialmente artísticas
(artes). En este simplista recorrido enunciado, la complejidad no está en la palabra cultura, sino en los problemas
que significantemente indican sus variaciones de uso.

Una tercera manera de comprender la(s) cultura(s) es averiguando para qué sirve o se usa. Y ahí tenemos que
la cuestión de la cultura es el poder, ya que no es una cosa, objeto o sustancia, dice Appadurai (2001), sino un
adjetivo que lleva a estrategias de poder basadas en la distinción entre civilizados y bárbaros, ilustrados e
ignorantes, buen y mal gusto, culto o entretenido; la cultura expresa juegos de poder basados en las diferencias.
También sirve para describir un “aire de época” porque da cuenta de los modos de sentir y significar en una
sociedad y un tiempo. Su valor cotidiano está en que es el pegante social por medio del cual articulamos sentidos
alrededor de estrategias de estar juntos que se expresan en prácticas, rituales, ceremonias, modos de percibir,
representar y narrar.

Otra manera de entrarle al sentido de la cultura es comprendiendo de qué está hecha. Macionis y Plummer
(2007) establece como componentes principales de la cultura

(i) Símbolos como modos de producción de significados a través de la representación de una idea con rasgos asociados por una convención socialmente
aceptada.

(i) Lenguajes como los modos que se percibe y experiencia el mundo y permiten comunicarse y reproducirse culturalmente.

(ii) Valores como pautas abstractas que se utilizan para juzgar la bondad, belleza, espiritualidad de una sociedad.

(iii) Normas como reglas y expectativas por las cuales una sociedad guía la conducta de sus miembros.

(iv) Capital que según Pierre Bourdieu describe prácticas y relatos que exhiben posiciones de poder y estatus en virtud de sus credenciales, conocimientos y
preferencias.

(v) Poder o como se imponen modos de comprender, interpretar y actuar “correctamente” en los mundos de la vida, aquí se da el juego entre el etnocentrismo que
tiene como privilegio lo occidental, masculino y blanco y la diversidad cultural que enfatiza en modos particulares de sentir y significar la vida.

(vi) Prácticas de sentido que se juegan en el flujo de bienes (economía), flujo de información (medios de comunicación), modos de gozar (entretenimiento), flujo de
personas (emigración).

(vii) Subculturas como pautas que diferencian a algún segmento de la población de una sociedad, p.e., los jóvenes, las mujeres, las sexualidades.

(viii) Contracultura o modos culturales de resistencia e impugnación a los modos más generalizados aceptados por una sociedad.

Otra forma es mirando cómo actúa la cultura. Y ahí sabemos que es

(i) un asunto de re-conocimientos más que de conocimientos; o sea, a la cultura vamos y la practicamos más que para aprender para encontrarnos en relatos de
sentido, identificarnos con prácticas cercanas y experimentar los modos de estar juntos.

(ii) un asunto de narrativas y emociones más que de realidades y razones; sus juegos de poder y seducción se dan por lo vivido, lo sentido, lo contado; por eso,
su valor está en los modos de goce, festejo y celebración, más en los cuerpos que en sus contenidos.

(iii) una estética de la repetición más que de la innovación, donde el placer está en el goce de un ritual, práctica o experiencia conocida, y la creatividad se da por
las variaciones sobre lo conocido; por eso, las culturas significan desde y en las experiencias que provee el habitarla.

(iv) un asunto de diversidad de gustos y placeres ya que el canon que definía lo culto y la cultura desde criterios modernos ya no sirve para “comprenderla”, ya
que la cultura se comprende como actualidad donde la pasamos bien y ganamos posibilidades de agencia política.

¿Cómo tener en cuenta ese re-conocimiento y la diversidad?

Les proponemos dos videos para reflexionar:

La cultura, también, es un sector económico que describe muy bien la categoría “industria cultural” o cuando la autonomía de la obra de arte

fue abolida al convertirse en mercancía. Este concepto se debe a los teóricos alemanes Theodor Adorno y Max Horkheimer en el artículo "La industria

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cultural. Iluminismo como mistificación de masas", escrito entre 1944 y 1947, y publicado en el libro "Dialéctica de la Ilustración”. Este concepto expresa una

mirada crítica y profundamente pesimista sobre la función de los medios de comunicación (cine, radio, fotografía) ya que llevan a que la cultura pierda el

ámbito de lo sublime y el sujeto para ganar el del entretenimiento ("amusement") y lo masivo: "El placer se petrifica en aburrimiento, pues, para que siga

siendo placer, no debe costar esfuerzos y debe por lo tanto moverse estrechamente a lo largo de los rieles de las asociaciones habituales. El espectador no

debe trabajar con su propia cabeza: toda conexión lógica que requiera esfuerzo intelectual es cuidadosamente evitada”. Adorno (1967) afirma que la

industria cultural significa “la primacía inmediata y confesada del efecto”, “una síntesis de Beethoven con el Casino de París”. Este ha sido uno de los

conceptos más potentes para describir lo que le pasa a la cultura cuando se masifica, tanto que ya se usa de manera regular para describir a la cultura como

recurso económico, siendo uno de los sectores más dinámicos en productividad, empleo y capital en nuestras sociedades.

El concepto Industria Cultural da cuenta de la prioridad del negocio y sus procesos de comercialización, de su
sistema de mercado masivo y de producción en serie que lleva al recorte por lo simple y comprensible para
todos, mientras el arte busca la obra única, el “extrañamiento” y “la imposibilidad” de lectura. Así fue que la obra
de arte perdió “su aura” o “esa manifestación irrepetible de una lejanía (por cercana que pueda estar)” para
ganar a las masas y que ellas mismas puedan organizar y controlar su disfrute como indica Benjamin (1936): “la
presencia masiva en el lugar de lo irrepetible” y el surgimiento de una nueva aura que se expresa en la
personality. Mientras Adorno concibe esta “masificación” como una pérdida para la cultura, Benjamin afirma que
es un cambio de percepción y sensibilidad de y sobre la cultura.

A continuación se presentan cuatro modos de comprender lo cultural: las artes, la identidad, lo intercultural en
territorio y lo coolture entretenido.

Cultura es artes

Las “7 artes liberales” que nacen en la Edad Media indicaban todo lo que un ser humano debería saber para ser
libre; o sea, cultura es lo que nos hace libres. Son llamadas liberales (Lat.liber, libres) porque sirven al propósito
de entrenar al hombre libre, en contraste con las artes illiberales, que tienen fines económicos; su fin es preparar
al ciudadano no para ganarse la vida, sino la búsqueda de la ciencia en el sentido estricto del término, es decir, la
combinación de filosofía y teología conocida como escolástica. Estas 7 artes liberales eran la gramática (saber
escribir y usar el lenguaje), la retórica (saber hablar y usar la oratoria), la dialéctica (saber argumentar y usar la
lógica), la aritmética (saber hacer cálculos numéricos), la geometría (saber sobre los espacios), la astronomía
(saber leer el mundo físico) y la música (saber el lenguaje abstracto de lo sonoro).

En 1911, Ricciotto Canudo, convierte al cine en arte y propone “El Manifiesto de las Siete Artes” que
convierte a las artes en el canon de lo que es lo bello y el buen gusto; la cultura entonces es saber de artes. Así,
el cine es elevado a arte total ya que es una síntesis de todas las artes anteriores: arquitectura, escultura,
pintura, música, danza y poesía. La cultura es, entonces, esa experiencia en la que el hombre puede olvidarse de
sí mismo a través de la estética para experimentarse espiritualmente.

El literato T.S. Eliot (1948) en Notas para la definición de cultura dice que tiene que ver con la formación del
sujeto y tiene que ver con la erudición, las buenas maneras, la pericia en el manejo de ideas abstractas y la
sensibilidad para las artes. Por lo tanto, la cultura es un conjunto de saberes transmisible a conciencia, tiene
como base la religión que “da un significado visible a la vida”, “provee el cimiento para una cultura y protege a la
humanidad del tedio y la desesperación” y constituye un modo humano de diferenciarse de los salvajes. Así
mientras la religión enseña la “verdadera” fe, la cultura forma al “verdadero” hombre.

Les proponemos este texto para continuar reflexionando:

Geopolítica del rufián en Micropolítica. Cartografías del deseo de F. Guattari y S. Rolnik

Clic aquí.

Cultura es identidades
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A mitad del siglo XX, la cultura se aleja de las artes hacia la identidad, las diferencias y la diversidad; la cultura,
entonces, describe los modos propios de experimentar el mundo que es atravesado por lo étnico, lo sexual, lo
territorial, lo popular, la memoria, el patrimonio, y lo industrial-masivo. La cultura como identidad nos sirve porque
nos asigna el repertorio de relatos, símbolos, prácticas que requerimos para “no perdernos”. Y es que la
identidad es la lucha por la afirmación de un lugar en el mundo, uno propio, uno en el cual uno siente que
pertenece. La identidad es, así, un acto político porque consiste en afirmarse diferente, con necesidades y
expectativas propias, con posibilidad de mundos propios; un acto intencionado de construirse un lugar en lo
público y en los juegos de poder. ¿Cómo? A través de la producción de la diferencia y la conciencia crítica que
afirma lo que lo hace a uno único. ¿Cómo se hace? Vía la narración, la oralidad, los rituales, las performances de
lo que uno es como colectivo. Por eso, una cultura es sus historias (mitos + leyendas + saberes + experiencias),
se localiza en enclaves de territorio, memoria, lo patrimonial, lo folclórico, lo popular, lo étnico, lo sexual.

El antropólogo Marshall Sahlins (2001) comprende las culturas como órdenes significativos para modos de
existencia. Y describe los modos como la teoría y la política proponen nuevas formas de comprender lo cultural.
Según Sahlins hasta los años 40s, los indígenas, eso que llamamos prioritarios otros, habitaban el vacío cultural,
morían de aburrimiento y perdían el gusto por la vida en la perspectiva occidental, blanca y machista. Luego se
da el giro cultural, White (1949) propone que lo cultural manda sobre lo biológico y lo social porque la existencia
humana está simbólicamente constituida, por tanto, culturalmente ordenada. Así lo cultural se convierte en el
lugar privilegiado de la comprensión y explicación de la sociedad.

En los años 90 es cuando lo otro, lo indígena y ancestral, se reivindica como “la cultura auténtica”, se produce “la
nostalgia por las culturas perdidas”. De repente, todos tenemos una cultura. La cultura se convierte en el modo
de definir desde la diferencia y la identidad, habitamos la diversidad cultural porque como informan los habitantes
de Nueva Guinea “si no tuviésemos costumbres seríamos como Hombres Blancos”. Así la identidad asume su
lugar político para luchar por el poder de nombrar, representar, expresar. Por eso, la cultura se convirtió en una
categoría política, se tenía cultura o se mitificaba, sino se buscaba y se fabricaba. Surge, entonces, las ciencias
sociales que hacen la crítica al poder occidental, blanco y machista y proponen modos de emancipación
localizados en lo cultural.

En el siglo XXI, la identidad es desde donde se juega el poder y por eso deviene relato, discurso, lucha política.
Así ya no hay cultura, hay discursos. Surgen los estudios afterological o poslógicos. Todo es juegos discursivos
de poder desde la voces disidentes, las culturas otras; se produce una “subversión de la autoridad” enunciativa y
política, aparece la heteroglosia de discursos contestatarios. De alguna forma se asiste a la esencialización de la
identidad: rituales, prácticas, objetos, relatos que deben conservarse puros, higiénicos e incontaminados de lo
occidental. Se denuncian las manipulaciones colonialistas de las tradiciones y se privilegia la polifonía de voces
contestatarias. Aparece una moralidad política sobre las sabidurías ancestrales. Asistimos a una
descanonización de las convenciones de autoridad y de los códigos maestros en la sociedad, entran en desuso
las metanarraciones, subvierten las historias mínimas.

Sahlins (2001) critica esta adoración esencialista de la identidad, por eso afirma que “las tradiciones son
inventadas en los términos específicos de los pueblos que las construyeron y de sus condiciones de su forma de
vida”, por lo tanto, las culturas no son “algo que debe permanecer incontaminado” sino que se producen en
contextos políticos y sociales. Esto lo lleva a decir que una cultura está viva cuando “ha sido capaz de atravesar
la historia”, en su potencia para “ser reinventada para cada ocasión”, luego transformarse es un signo de vitalidad
para la cultura, no su decadencia. Así, antes que mantenerse puras, las identidades como órdenes significativos
y modos de existencia buscan “su propio espacio cultural en el esquema global de las cosas”, y concluye que lo
que “las culturas indígenas están buscando es la indigenización de la modernidad”, hacer posible la
interculturalidad como el mezclarse con otros, incluido lo moderno y occidental.

En este contexto, el siglo XXI es sobre todo cuando la innovación, la transgresión, la creación de relatos se
localiza en nuevos sujetos y agencias de enunciación como son las mujeres, los jóvenes, las etnicidades, las
diversidades sexuales y las ciudadanías digitales. García Canclini (1990) dice que cultura es el conjunto de
prácticas que tienen que ver con la producción, la circulación y la apropiación del sentido en la vida social. Y
afirma que habitamos culturas híbridas en las cuales lo culto, lo popular y lo masivo no se oponen sino que se
hibridan en un juego de mezclas interculturales, de heterogeneidad multitemporal y de heterogeneidad cultural;
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por lo tanto, ser cultos significa manejar repertorios de contenidos tanto de la elite como de lo masivo y de lo
popular, pero sobre todo ser culto es participar en la conversación entre culturas.

Una película que trata sobre la comprensión de otro y las diversas culturas es EL GUSTO DE LOS OTROS.

Cultural es diálogo intercultural

La cultura es una experiencia del mismo y el otro, de la identidad y la alteridad, de la diversidad y las
sensibilidades, de culturas altas y bajas, de folclore y populares, de las identidades densas y las en flujo, de las
culturas/nación y las culturas/globo. Pero hay que diferenciar acerca de la diversidad cultural porque no es lo
mismo lo multicultural, lo pluricultural y lo intercultural. Lo multicultural y lo pluricultural reconocen la diversidad
pero no las mezclas, las pone una al lado de la otra sin asumirlas como parte de un diálogo. Lo intercultural, en
cambio, asume el diálogo, la mezcla, el gozarse y vivenciar todas las culturas.

Lo intercultural en su perspectiva más política y crítica da cuenta de una experiencia de enunciación desde abajo,
con la gente y en las identidades en territorio. Lo intercultural significa desde y en las epistemologías del sur
como resistencia, descolonialidad, subversión y salir del ninguneo; últimamente se le relaciona con lo que
conecta con la tierra, las identidades y el buen vivir (Escobar, 2016). Jesús Martín-Barbero, Pablo Freire,
Carlos Monsiváis, Néstor García-Canclini, Pablo Alabárces y Pablo Semán son maestros latinoamericanos
que han reflexionado y dado cuenta de esas prácticas de las culturas populares y sus heterogeneidades
temporales, de sentido y de expresión. Y asumen que la cultura está siendo reinventada, “en su más fuerte
sentido ritual, el de tiempo denso de lo comunitario” (Martín Barbero, 2008) porque es “memoria de una
experiencia sin discurso que se deja decir solo en el relato” (Martín-Barbero y Muñoz, 1992, 23).

La interculturalidad incluye lo ancestral y territorializado; dialoga críticamente con lo mediático, lo masivo, las
redes y los espectáculos. Lo intercultural no es higiénico en lo político, ni transparente en los juegos de poder-
resistencia; por eso, se hace en juegos de sumisiones y resistencias, en prácticas de otro gusto al hegemónico
que permite otros modos más ambiguos y emocionales para gestionar la vida cotidiana. Michel de Certeau
(1979) nos lleva a comprender la vida de las comunidades en sus “marcas del hacer”, en sus “maneras de
practicar”, en sus “tácticas” del cotidiano: que son “esas fiestas móviles, elusivas, poéticas” llamadas “inventivas
del más débil”. La noción “ch’ixi” que propone Silvia Rivera Cusicanqui (2010) aporta una vuelta de tuerca
mayor, ya que lo ch’ixi es algo que es y no es a la vez: “La noción de ch’ixi plantea la coexistencia en paralelo de
múltiples diferencias culturales que no se funden, sino que antagonizan o se complementan. Cada una se
reproduce a sí misma desde la profundidad del pasado y se relaciona con las otras de forma contenciosa”
(Rivera Cusicanqui, 2010, pp. 69-70). En este sentido, Adichie (2009) afirma que diversificar historias, estéticas,
narrativas y entretenimientos es un asunto de dignidad para los sujetos otros. El asunto es ser capaz de hablar

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por uno mismo desde y con las estéticas y entretenimientos de la propia identidad. La búsqueda es por esas
otras comunicabilidades, esas inscriptas en otros entretenimientos, en otras sensibilidades culturales, en otras
memorias. Y esa re-significación tiene que ver sobre todo con los tonos y modos del contar desde abajo.

García Canclini (2015) se refiere a la cultura como convivencia y sentido social. Antanas Mockus como cultura
ciudadana donde la regulación colectiva prima sobre la moral del yo. García Canclini afirma que la cultura realiza
“contribuciones valiosas” como “creadora de sentido y espacio de convivencia”, solo que debemos “reconocer
procesos que en gran parte son secretos, que están escondidos en la trama social”. Y sugiere que hay que
trabajar “a favor de la interculturalidad democrática: el problema no es apenas que a cada uno le permitan hablar
su lengua con su grupo, cantar sus canciones y filmar sus fiestas en el ámbito local; el desarrollo cultural pone
hoy en juego qué significa convivir entre nativos y migrantes, entre distintas religiones, gustos y concepciones de
la familia. Las preguntas no se refieren sólo a cómo reivindicar lo propio. Hay que trabajar, además de los
derechos a la diversidad, sobre los derechos interculturales”. Y concluye que “la transversalidad de las culturas
con otras zonas de la vida social es un requisito para su desarrollo sustentable. Para consolidarlo se necesita
estimular otras estructuras, otras lógicas de producción y difusión, que las promovidas por las
megacorporaciones... Hay que tomar en cuenta sus diferentes modos de volverse visibles, sobrevivir y convivir”.

Por eso, “la apuesta sigue siendo cambiar el lugar de las preguntas para hacer investigables los procesos de
comunicación y las prácticas culturales desde las mediaciones y los sujetos, es decir, desde la articulación entre
procesos de comunicación y movimientos sociales populares” (Martín-Barbero, 1987). La lucha es por la
soberanía cultural, por descubrir cómo la cultura es la vida en el territorio, es diversidad de modos de saber y
de estilos de poner el cuerpo, millones de formas de la esperanza. Y cuando uno va al Sur aprende porque se
encuentra otros modos de imaginación social. Por eso es urgente desmovilizarnos del norte y el centro para
pasar a habitar el territorio; imprescindible abandonar las teorías modernas para habitar con los otros y vivenciar
las culturas desde abajo. Así podemos descubrir que la cultura es eso que teje comunidad, inventa
protagonismos de la gente común, gana visibilidades para los invisibles del poder. Se imagina la vida poniendo el
cuerpo a la cultura en diversidad de formas culturales. En el territorio la cultura es mágica porque genera
encuentro y pone a la gente del común en el centro, se genera nuevos modos de lo público, se inventa formas
inéditas de ser ciudadanos, triunfa la diversidad de saberes y se vivencian las prácticas de proximidad.

La dignidad del territorio nos obliga a repensar los modos como la Universidad, las oneges, los gestores
culturales, las políticas públicas deben diluir su comodidad para pasar a practicar todas las cultura(s) en común
de la gente. Menos teorías y más realidades. Y esto es muy político. Así que los del centro, los del poder,
debemos ir al territorio a escuchar, escuchar y escuchar las culturas comunes; a conversar y articular
esperanzas; a vivir los modos en que se goza desde los gustos de la gente. Si vamos, descubrimos que en el
territorio, hay otros mapas de la vida, la política y la cultura. Sabremos que la cultura es clave para narrar y
conectar políticamente los territorios. Aprenderemos a decir e imaginar que somos culturas en común.
Practicaremos lo político al descubrir que lo común es una aventura cotidiana, un descubrir sentimental, un
practicar las culturas otras e imaginar que podemos ser unas ciudadanías diversas. Y reconoceremos que hay
otras maneras de ser ricos, que tiene que ver con el decir, el narrar, el contar, el bailar, el reír, el poner el cuerpo,
el solidarizar, el estar en común. Nunca más diremos que hay pobres, sino que hay muchas formas de ser ricos,
una de ellas es la cultura. La cultura en común es juntar, tejer, articular entre la diversidad de saberes, prácticas y
expresiones. Practicar todas las culturas es el des-cubrir los modos de los otros.

Red Latinoamericana de Arte para la Transformación Social: 15 proposiciones para el debate


Archivo Red latinoamericana de Arte para la Transformación social. Clic aquí.

Y de Bolivia nos viene una propuesta, aún más radical y política, practicar la interculturalidad, o sea meterse con
el otro, mixturarse con el otro, escuchar y practicar al otro, descolonizar la mirada, asumir la mirada de los otros.
En un taller sobre periodismo cultural creamos este manifiesto por la cultura en clave intercultural (Tapia Anaya,
2013), esto es:

1. LUCHAR CONTRA LA COLONIALIDAD esto de “no valemos y que tenemos que desear lo otro”, esto de una estructura del ascender socialmente
excluyendo.

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2. PRACTICAR EL DESCOLONIZAR para ver al otro desde otro lugar y desde el mirarme a mí.
3. SABER QUE LA DESCOLONIZACIÓN es múltiple, diversa y en flujo… no solo indígena… sino mestiza, urbana, territorial.
4. LUCHAR CONTRA EL NINGUNEO y LA AUTONEGACIÓN, contra el de arriba codea al de abajo, contra el que niega la madre, la lengua, la cultura.
5. DISPUTAR LAS ESTRUCTURAS Y FORMAS, el contar de otras maneras, con otras miradas más oral-visuales que escritural, más de ritual que de razón;
una lucha contra el paternalismo letrado, ilustrado y cristiano.
6. QUERELLA DE HISTORIAS para evitar el peligro de una sola historia sobre lo que somos.
7. HISTORIAS DE RE-CONOCIMIENTO o esas en las que somos como somos, esas en las que tenemos un papel en la existencia.
8. DEJAR DE SER JUEZ, para ser parte del proceso de reconstrucción y trabajar la propia colonización personal/profesional para intentar ver la realidad con
miradas distintas a la habitual.
9. UN GESTOR CULTURAL QUE NO DELEGA LA RESPONSABILIDAD… sino que asume su posición política en la cultura que produce.

Terminemos este aparte con Gramsci, quien nos recuerda que las clases subalternas tienen su propia visión del
mundo y de la vida pero no está sistematizada como la de la clase dominante y que habitamos una lucha cultural
contra la clase dominante, ya que es en el terreno de la cultura donde se construye la hegemonía a través de la
construcción del sentido común.

Coolture es entretenimiento

La identidad podría pensarse desde dos perspectivas: una la densa que se construye a través de los “meta”
relatos y prácticas de memoria de cada identidad, esas de tradición larga y profunda. Pero hay otra manera de
ver la identidad, como algo inestable, en flujo, leve y en permanente “redefinición”; es la identidad hecha de los
relatos débiles, esos de los medios de comunicación y el orden del entretenimiento, esos que se significan en el
fútbol, las músicas, la fiesta, la televisión, las redes digitales, los videojuegos. Estas identidades leves, fluidas y
efímeras hacen que también sea muy político esto de la significación y la asignación de sentido para vivir juntos.

Al final del siglo XX, las artes se han convertido en marginales a la vida cotidiana de los ciudadanos y las
identidades se expanden en discursos y prácticas de recuperación de la tierra, los territorios, las memorias, los
bailes, los rituales de lo propio. En el comienzo del siglo XXI se consolida como mainstream las culturas del
entretenimiento (Martel 2011); entonces, tener cultura es habitar el entretenimiento: Hollywood (cine y series),
pop (música), best sellers (libros), espectáculos (shows), moda, cocina, turismo, deportes, parques temáticos,
redes digitales, videojuegos. Las culturas juegan a entrar y salir del orden del entretenimiento; las culturas del
entretenimiento participan del juego político de la identidad, practican la ironía y asumen la fusión y la mezcla
como los modos políticos para existir.

La cultura mainstream (Martel 2011) hegemoniza el entretenimiento mundializado en música, cine, televisión,
videojuegos, parques temáticos, deportes. Sus criterios de calidad se basan en lo cool (lo más emocional
significativo), lo hip (la tendencia del momento), lo buzz (lo viralizado que hace más ruido), lo fun (lo más
divertido), lo being easy (lo más simple). Martel (2011) habla de una guerra cultural por el softpower, por los
sentidos de la cultura, una guerra por “el control de las imágenes y los sueños de los habitantes del planeta”, por
la cultura que se consume, por la cultura juvenil. Y esta guerra la gana los Estados Unidos que produce más del
50% de las exportaciones culturales del mundo. Por eso, concluye, que todos los habitantes de la tierra tenemos
dos culturas: la propia y la estadounidense. Lo fuerte es que los Estados Unidos no solo exporta sus productos
culturales, también exporta su modelo de sociedad.

La coolture es la cultura común del siglo XXI. Esa del entretenimiento mundializado que establece como criterio
de gusto a lo cool. Más que de pensadores o intelectuales está guiada por “influencers” como Oprah Winfrey y
su discurso por la autonomía y el poder femenino, Beyoncé y su poder musical y de política antirracista, Miley
Cirus y su feminismo sexualizado, Maluma y su sexy ritmo, Neymar y su modo de ir de fiesta mientras juega al
futbol, el papa Francisco y el pepe Mujica con sus sonrisas “humanas” y sus frases de “sentido común” que
pregonan un dios o una democracia alegre para pobres y jóvenes, Frida Kalho y cómo su arte se diluye ante su
vida de sufrimiento convertido en texto pop.

El escenario de la coolture es la “media ecology” (la coolture habla, escribe –si escribir en redes es escribir- en
inglés), ese ecosistema hecho de pantallas, redes, internet, celulares, apps… que pretenciosamente se
autodenomina “transmedia & convergencia”. Los evangelizadores de la religión cool son Hollywood, la música
pop, los bestsellers, los parques temáticos, el fútbol, las series, los videojuegos, las aplicaciones, las redes, las

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plataformas… apple, google, amazon, facebook, instagram, twitter, snapchat, airbnb, uber… Sus valores juegan
entre lo premoderno (sus creencias están en la familia, la religión y el mercado, el control del sexo, la violencia y
la fantasía) y lo conspirativo (Black Mirror es su serie y Walter White (Breaking Bad) su ídolo ya que el mundo
conspira contra el yo-capitalista, ese del buenismo en sí mismo porque se milita en lo orgánico, lo vegano, los
viajes).

Para comprender la coolture hay que leer Los bárbaros de Alessandro Baricco (2008) que nos dice que esta
nueva cultura se opone a la civilización letrada, ilustrada y moderna y que por eso practica la superficie en vez de
la profundidad, la velocidad en vez de la reflexión, las secuencias en vez del análisis, la conexión en vez de la
expresión, el multitasking en vez de la especialización, el placer en vez del esfuerzo. Y se debería leer Cultura
Mainstream de Frederick Martel (2011) que nos indica que hay una guerra cultural por el softpower del
entretenimiento (ya instalaron a Trump, ya viene Oprah). También puede servir El puño invisible de Carlos
Granés (2011) para saber cómo el mercado es tan sabio que toda vanguardia la convierte en eslogan y estilo del
consumo: contraculturales de la sociedad de consumo, irónicamente en el consumo mismo.

La coolture tiene sus cooltos que orgullosamente se autodenominan milenials, hipster, nativos-digitales,
pragmáticos, like generation. Sujetos que viven en la selfie life, esa del yo en expansión o que Paula Sibilia llama
extimidad (intimidades en público). Mutantes, móviles, interactivos, fluidos, hipertextuales, conectivos.
Buscadores de experiencias como figura del sentido. Contraculturales del consumo en el consumo al
experimentar la diversidad normalizada. Despolitizados pero nueva eras de fórmulas de felicidades instantáneas.
Pregonan más que la autoridad, el derecho expresivo y de enunciación para todos. Su filosofía es el pensar
distraído más que pensar en uno mismo y la complejidad; su mantra es la innovación y el emprendimiento, o el
explótate a ti mismo en nombre del mercado. El resultado es una sociedad donde las emociones son el capital, la
terapia es el modo de vivir, todo es felicidades para consumir. Todos, todas y tedes se definen por estar
(bien)entretenidos, siendo el entretenimiento el criterio que define lo que es de buen gusto.

Jurasic Park dialoga con The Walking Dead

El asunto no es moralista. No es de buenos ni malos, de virtuosos o pecadores. Es. Y solo nos quedan tres
posibilidades: comprender a los coolsture para explicarlos; dialogar con esa coolture; intervenirla para que sea
distinta; no como nosotros, sino distinta. Por eso, creo que hay que poner en diálogo freiriano (de Pablo Freire),
cada uno desde sus códigos, saberes y prácticas culturales, a Jurasic Park (nosotros los modernos, letrados,
ilustrados) con The walking dead (esos cools que se creen muy vivos pero son zombis que siguen sus pantallas).
Los zombis nos enseñan esos nuevos modos de contar, expresar, sentir y pensar que pasa por los videojuegos,
las redes, las aplicaciones, las músicas, los viajes, las comidas, el sexo-fusión… y nosotros los jurásicos les
contamos de historias, derechos, solidaridades, política, ideales. Cada uno aprendemos de los otros para poder
imaginar una sociedad más lenta, con más paciencia y más crítica donde lo contracultural no sea “consumir
contracultura” sino practicar el aburrimiento, el no-consumo, el buen vivir (que es lo más cool de lo cool porque
viene de la madre tierra, los saberes ancestrales y los modos otros de gozar la vida llamados feminismos, nuevas
sexualidades, lo indígena, lo afro, lo oriental). También significa poner en diálogos sucios y diversos a las artes
con las identidades, practicar la interculturalidad e intervenir la coolture.

Para intervenir la COOLTURE

1. Comprender esta coolture para poder explicarla… perder el moralismo para ganar la intervención.
2. Un diálogo freiriano entre Jurasic Park (nosotros los modernos) con The walk ing dead (los jóvenes y sus potencialidades para liberarse del amo).
3. Asumir lo propio, el territorio y la identidad de uno como lugar de enunciación.
4. Inspirarse en los otros que nos habitan en lo afro, lo indígena, lo femenino y esa vitalidad juvenil que es América Latina para practicar la interculturalidad.
5. Activar emocionalmente al ciudadano, convertirlo en ciudadano celebrity desde nuestras lógicas, estéticas y políticas; más que copiar, bastardear el
mainstream.
6. Recordar que la estética, los géneros y los formatos tienen ideología por lo tanto hay que romperlos e intervenirlos estética y narrativamente.
7. Ser mutantes que ponen el cuerpo, hack ean los poderes, remixean los saberes, disjayn los sentires de una sociedad, bailan para resistir.
8. Recuperar lo popular, o sea tener qué narrar/contar, poner el cuerpo y bailar, ironizar el poder al reír.

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AUTORES DE REFERENCIA para comprender LA CULTURA en perspectiva siglo XXI:

@ 1936. WALTER BENJAMIN. La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica. Concepto:


Mas que preguntarnos por el pasado debemos comprender en qué nos estamos convirtiendo, cuál es la mutación
de la sensibilidad y el cambio de sensorium que estamos habitando.

@ 1987. JESÚS MARTÍN-BARBERO. De los medios a las mediaciones.

Concepto: Las relaciones inestables y ambiguas entre la cultura popular y la cultura de masas.

@ 1990. NÉSTOR GARCÍA CANCLINI. Culturas hibridas.

Concepto: Habitar la heterogeneidad de temporalidades, estéticas y relatos.

@ 2006. HENRY JENKINS. Fans, blogueros y video-juegos.

Concepto: Cómo son y qué hacen los nativos digitales.

@ 2008. ALESSANDRO BARICCO. Los bárbaros.

Concepto: Descripción de la mutación cultural que habita el siglo XXI.

@ 2011. FREDERICK MARTEL. Cultura Mainstream.

Concepto: Valores universales del entretenimiento que nos hacen ser made in USA.

@ 2011. CARLOS GRANÉS. El puño invisible.

Concepto: Las vanguardias y la contracultura son valores del mercado.

@ 2011. JORGE CARRIÓN. Telehakespeare.

Concepto: las series como la cultura del siglo XXI.

@ 2013. CARLLOS SCOLARI. Narrativas Transmedia.

Concepto: los nuevos modos de narrar en el nuevo ecosistema de pantallas digitales.

@ 2016. MARTÍN CAPARRÓS. Lacrónica.

Concepto: el recuerdo de una vez cuando la vida consistía en contar historias.

Bibliografía

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