Los Besos de Maria
Los Besos de Maria
Los Besos de Maria
Triunfo Arciniegas
Ilustraciones de Sandra Ardila
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Penc
3,
17
quejó.
-Estoy enamorado de Perica -dijo. -¿Y qué tiene Perica que
no tenga yo?
Lunares -explicó el pirata.
No estaba contento.
tre. Al final los botones decidieron separarse y conocer el mundo por su propia
cuenta.
El primer botón cayó en las manos del loco Gabriel Candelas, que
lo confundió con una moneda. Lo lanzaba al aire y lo atrapaba con los
dientes. Toda fascinada, la gente se acercó a contemplar el espectáculo,
llenan do la calle y congestionando el tráfico. La ciudad se desordenó y cundió el
pánico: los señores no liega- ron a tiempo a la oficina, las muchachas no se vieron con
el novio, por un empujón el vendedor dejó esca- par catorce globos y se quedó con la boca
abierta hasta que des- aparecieron entre las nubes, el cartero cayó de su bicicleta y el
vien- to desparramó las cartas entre la multitud.
La policía capturó
M
era la puerta. Los dueños se emocionaron con el cuento de entrar a casa por
la ventana y mirar la luna a través de la puerta. El resto de sema- na al hombre le
llovieron contratos para cons- truir casas a la última moda.
-Un botón puede cambiar el mundo
-dijo el albañil.
Pronto se hizo arquitecto.
Eso pasó con el segundo botón.
El tercer botón cayó en manos de una solterona de la Antigua Calle
del Deseo. Le gustó tanto, se enamoró tan perdidamente del botón, que se
dedicó a su adoración día y no- che. Le cortó una camisa y la colgó en el bal-
cón. Se deshizo en suspiros al atardecer, entre los dedos de la brisa.
Eso pasó con el tercer botón.
Un músico que buscaba la casa de una amiga para obsequiar- le
un ramo de astromelias, trope- zó con el balcón de la Antigua Calle
del Deseo y, fascinado, preguntó por el precio de la
camisa.
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darina.
-Te doy mi guitarra española.
-No.
--Quédate-dijo.
-Ay, cosita linda, mamá cantó el músico. ¿Me quedo con la
camisa?
4
Quédate en casa. Te la presto mien- tras no salgas de la
casa. Quédate, cantas me- jor que los canarios.
sico.
terona.
-Mejor me caso contigo-dijo el mú-
primero
-¿Y ahora qué hacemos? dijo el
cero.
*
Antes de partir a la guerra, un hombre dejó a su
novia una docena de besos. "María, voy a salvar la patria, te dejo
doce besos que son la vida mía, cuídalos", dijo el hombre en la
puerta. "No te preocupes, Federico", dijo María y le hizo adiós con un
pañuelo.
María iba a todas partes con sus besos, bien repartidos
por toda la cara. Amaba a to- dos y todos amaban a María, pero el
más gra- cioso le bailaba en la nariz y el preferido le volvía la boca como
una rosa recién cortada. Los hombres la seguían como perros muertos de sed.
"María, vida mía, tírame un beso", le decían, muertos de la necesidad. María
no se sentía sola, no sabía mucho de la guerra y se declaraba feliz.
a su cuarto, tal vez un vampiro, tal vez quién sabe. Sacudió la cama, buscó
debajo, entre los zapatos y las medias, revolvió todo el cuarto porque un beso se
puede encontrar en cual- quier parte, y luego toda la casa. El corazón le subía
y le bajaba como un yoyo. Al fin, desde la ventana, descubrió que su gato se re-
lamía de gusto en el jardín. "Miserable la- drón", gritó, "te voy a volver al revés y
te sa- caré el beso". El gato no se volvió a dejar ver.
María se dedicó a cuidar los besos.
-¿Quién fuera un pájaro en ese árbol
de besos? -decían los hombres.
-Ay-decían otros. ¿Quién fuera el cielo de semejante enjambre de
estrellas?
Un limosnero ciego inventó una can- ción. Al poco tiempo
toda la gente cantaba la canción de los besos de María en todas partes.
Furiosa, María buscó al limosnero y le hizo al- gunos reclamos. "Mis
besos son mis besos", gritó María. ¿Quién le daba derecho a cantar
sobre sus besos?
-No se habla de otra cosa en la ciudad dijo el limosuero-. Vas de boca en boca,
María.
María.
Se nota que son de otro.
Prueba y verás que son míos-dijo
perar.
María llegó temprano y se sentó a es-
liz.
-María, dame el beso de tu boca. María se lo dio con gusto y durmió fe-
riódico para saber donde había otra guerra. Allí murió con una bala en el
corazón y el dulce nombre de María en la boca.
María se casó y el resto de su vida fue feliz con besos de
negro.
tett
BeS⋅OS
de
ría que se hiciera escritor y sus libros se ven- dieran como pan caliente, con la
sonrisa de ore- ja a oreja en la foto de la solapa.
Le gustaba ser sapo. Se veía al espejo y reconocía que el poeta
Whitman tenía ra- zón: el sapo es la obra maestra de Dios. "Soy como soy y me
gusta como soy", decía cada mañana. La gente lo adoraba.
Todo estuvo de maravilla hasta que el sapo se enamoró. Como
todos los sapos, se enamoró de la más bella, una que no quería nada, que
no parecía de este mundo, una que pasó por ahí y ni siquiera lo miró.
El sapo cerró el negocio y corrió detrás de la hermosa.
jer.
-¿Qué quieres?
Quiero verte dijo el sapo.
-No estoy en exhibición --dijo la mu-
sos?
¿Tú eres el presumido que vende be-
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cesa.
-En ese caso, casémonos cuanto antes. -¿No se vería raro? Eres toda una
prin-
-¿Y de cerca?
-No cabe la menor duda --bromeó la princesa. No seas tonto,
sabía que eras un sapo cuando te busqué. Abandoné un reino por
conocerte.
Besos de loca
O.
Ojo cuidese
de 12
LOCA
Cvidese de su boca
O...
Guidese
i de 12
LOCA
cuidese de su boca
63
---Nosotros también
dijo la loca, al
final de la primera tanda de besos, y de un sal- to trepó a la bicicleta.
Se alejaron por la carretera a San Juan de Ticalá, y siguieron
derecho, empujados por el viento, entre girasoles y astromelias, hacia las tierras
del general Francisco de Paula, más allá de los dominios de las hormigas, y
aun más allá, donde habita la niebla. Nadie supo de la loca y Leopoldo por
mucho tiempo.
Volvieron a finales de diciembre con
María del Sol.
niña?
¿Y quién no quiere los besos de una
El vendedor de sombras
-dijo.
hilo.
-Aunque hay otra manera, señora
sombra.
--Le puedo recibir su vieja y gastada
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sombra.
Sí. Preciosa, ¿verdad?
-Creo que Abelardo le compró una
res y comprobamos la sospecha.
Fuimos a casa de Abelardo Colmena-
La misma de- presión, el mismo dolor de huesos. El mismo vendedor. El mismo
negocio. En ese momen- to la hermana de Abelardo, Almendra, descal- za y
despeinada, con la lánguida belleza de los diecisiete, salió de su cuarto y
atravesó el pa- tio, en dirección al baño.
Esa porquería de sombra tiene hue-
quitos --dijo.
El cojito Abelardo se aporreó la cabe- za contra la pared.
-No es tu culpa-dije.
Le pedí prestado el teléfono y llamé a casa. Otra sombra
agujereada. Emiliano llamó a su mujer y la misma historia. Imaginé las
sombras desbaratándose como telarañas.
-¿Y ahora qué hacemos?-dijo Abe-
lardo, mordiéndose las uñas.
liano
Ya sé cuál es el negocio
dijo Emi-
El hombre vende sombras de pacoti-
lla a los bobos y luego vende las sombras de
los bobos en el extranjero.
75
ak
abe
To
de
הה
CO.
fan
Bo-
del
801
Carmelita, la gallina
LEAV
Índice
Besos de sapo
49
Besos de loca
... 59
El vendedor de sombras
.. 67
La sirena loca
.77
Carmelita, la gallina
.. 83
Triumo Arciniegas
72 páginas
QK
PA
122 páginas
обпри
El lugar más bonito del mundo
Ann Cameron (Estadounidense)
Ilustraciones de Thomas B. Allen Formato: 12 x 20 cm
128 páginas
La maravillosa medicina le Jorge
Roald Dahl
Inglés)
lustraciones de Quentin Blake Formato: 12 x 20 cm
'ste libro de poemas para niños intenta frecer en su conjunto una muestra de is
diversas maneras como los poetas colombianos han cantando a la infancia. Algunos lo
han hecho desde su propia memoria infantil, otros recreando imágenes,
sensaciones, juegos y
personajes propios del universo
imaginario del pequeño lector.
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