Antologia Poetica

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GABRIEL CELAYA

ANTOLOGÍA
POÉTICA
____________________________

Biblioteca Virtual
OMEGALFA
2022
Antología Poética
Gabriel Celaya

Fuente:
Biblioteca Virtual
Miguel de Cervantes

Maquetación
Demófilo
2022

Libros Libres
Cultura Libre

__________________

Biblioteca Virtual
OMEGALFA
2022
Ω
Gabriel Celaya

Antología poética
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-2-
Meditación

Si es verdad que existo y que me llamo Rafael;


si es verdad que estoy aquí
y que esto es una mesa;
si es verdad que soy algo más que una piedra oscura entre ortigas,
algo más que una áspera piedra en el fondo de un pozo.

Si verdaderamente es real esta extraña claridad violeta de la tarde,


si esos grises y malvas son casas y nubes;
si verdaderamente no es un sonámbulo ese hombre que pasa por la
calle;
si es real este silencio que sube y baja entre el misterio y la vida;
si es verdad que existo y que me llamo Rafael,
y que soy algo más que una planta de carne;
si verdaderamente las cosas existen,
y yo también existo,
y mi pensamiento existe;
si verdaderamente esta dulce tarde con olor a magnolias es algo
real;
si es también real este temblor de infinito que siento latir dentro de
mí;
si verdaderamente me llamo Rafael y existo y pienso;
si verdaderamente el mundo vive en una atmósfera densa
de pensamientos desconocidos y eternos;
si verdaderamente es así,
¡oh, gracias, gracias por todo!

De “MAREA DEL SILENCIO” (1935)

-3-
En el fondo de la noche tiemblan las aguas de plata.
La luna es un grito muerto en los ojos delirantes.
Con su nimbo de silencio
pasan los sonámbulos de cabeza de cristal,
pasan como quien suspira,
pasan entre los hielos transparentes y verdes.
Es el momento de las rosas encarnadas y los puñales de acero
sobre los cuerpos blanquísimos del frío.

En el fondo de la noche tiembla el árbol del silencio;


los hombres gritan tan alto que sólo se oye a la luna.

Es el momento en que los niños se desmayan sobre los pianos,


el momento de las estatuas en el fondo transparente de las aguas,
el momento en que por fin todo parece posible.
En el fondo de la noche tiembla el árbol del silencio.

Decidme lo que habéis visto los que estabais con la cabeza vuelta.
La quietud de esta hora es un silencio que escucha,
el silencio es el sigilo de la muerte que se acerca.

Decidme lo que habéis visto.


En el fondo de la noche
hay un escalofrío de cuerpos ateridos.

[De: “En el fondo de la noche tiemblan las aguas de plata”]

-4-
Quien me habita
Car je «est» un autre
(Rimbaud)

¡Qué extraño es verme aquí sentado,


y cerrar los ojos, y abrirlos, y mirar,
y oír como una lejana catarata que la vida se derrumba,
y cerrar los ojos, y abrirlos y mirar!

¡Qué extraño es verme aquí sentado!


¡Qué extraño verme como una planta que respira,
y sentir en el pecho un pájaro encerrado,
y un denso empuje que se abre paso difícilmente por mis venas!

¡Qué extraño verme aquí sentado


y agarrarme una mano con la otra,
y tocarme, y sonreír, y decir en voz alta
mi propio nombre tan falto de sentido!

¡Oh, qué extraño, qué horriblemente extraño!


La sorpresa hace mudo mi espanto.
Hay un desconocido que me habita
y habla como si no fuera yo mismo.

[De: “LA SOLEDAD CERRADA” (1947)]

-5-
El amor y la tierra

El amor y la tierra se abrazan sollozando,


y la arcilla y el ansia, y el hombre nuevo nace.
—¿De dónde vienes, dime; di, amigo, adónde vienes?
(Unos pájaros largos volaban sobre el llano).
—¿De dónde vienes, dime?
—De un ansia atormentada,
de vidas que prometen, y duelen, y no brotan,
con un paso cansado y un peso resignado
a reposar tranquilo en tu oscuro silencio.

Tierra, no palpites, guárdame en tu tumba.


Traigo los labios blancos de avidez y de espanto.
Mi dolor es tan grande como aquella esperanza
que me dio tanto amor y hoy me pesa tan hondo.

Creía que unos brazos en cruz abren los mares,


que unos ojos dan luz al cielo estremecido,
que unos labios que tiemblan pronuncian ya palabras.
Creía que las cosas nacen sólo del ansia.

Ahora vengo cansado, dulcísimo y sumiso,


con un peso de gritos que no han podido huir,
y te encuentro a ti, tierra, y en tu oscuro latido
perpetúo la angustia que heredé de tus muertos.

El amor y la tierra se abrazaban convulsos;


se abrazaban las ansias palpitantes e informes
y la tierra que sube mojada, espesa y fría
y abandona en mi cuerpo su eternidad sin alma:

su yerta eternidad de extensión desolada,


de cielo en desvarío que no encuentra sus nubes,

-6-
de una luz que se sufre como muerte desnuda
que despoja de gritos y sueños confundidos.

—¿De dónde vienes, dime; di, amigo, adónde vienes?


—De una vida que duele porque ignora sus gritos
vengo a tu muerte, tierra, de eternidad dormida;
de un correr detenido a lo inmóvil que vibra.

Mis brazos se han abierto con deseo de alas


y hoy abrazan la tierra, cuna y tumba del ansia.
Un hombre nuevo nace sobre otros hombres muertos.
Hombres muertos descansan bajo el hombre que nace.

Voy por el mundo y canto. Voy por el mundo y lloro.


De tanto como amo no comprendo las cosas:
esta vida voraz que me espanta y me llama,
me da dolor y rabia, y me aterra, y me absorbe.

Tierra, guárdame contigo, con tu muerte caliente,


con tu sueño materno de gritos sofocados;
que un puñado de barro me tapone esta boca
que se abre y se abre, y no encuentra su grito.

[De: “LA SOLEDAD CERRADA” (1947)]

-7-
Más

Las bestias, los relámpagos, los hombres,


y también la caléndula que estalla
—¡alegría, alegría!—, con su grito naranja;

la hierba siempre dulce y sometida


al lentísimo aliento de la tierra,
y este mar que despliega mi fatiga,
y esta brisa que riza mi alegría,

todo esto quiero libremente y soy,


soy solamente, soy,
soy a la vez dentro y fuera.

¡Dejad volar los versos!


¡Liberad la paloma que la pluma ha clavado!
¡Romped conmigo el ritmo!
¡Matadme! Yo os lo pido.

¡Poemas, poemas, poemas cara al mar!


No el pensamiento, más:
la alegría suficiente para dejarlo escapar.
Y no lo logrado, ¡más!:
en el error, los amores; en lo pequeño, el total.

[De: “LA MÚSICA Y LA SANGRE” (1950)]

-8-
Deriva
Son poemas, poemas;
son los entusiasmos que para bien nos mienten,
los hundimientos siempre superables,
los errores que quizá no sean errores.

Es el motor de explosión «hombre»,


los fácil-felizmente caprichos sucesivos,
la melancolía con demoras sensuales,
unos versos, restos de cierta hermosa anchura.

Son los grandes gritos por pequeñas causas,


una amada, el deseo que al fin dice su nombre,
y una fecha, un lugar, un sobresalto:
Dios fotografiado al magnesio.

El brillante delirio de una rosa impalpable,


el yo que ahora resulta que realmente existe,
los mil fuegos cambiantes de un anhelo sin meta:
un ala retenida, pero que palpita.

Son las cabezudas evidencias de un niño


hidrocéfalo y tierno que, triste, sonríe;
las muchachas que mueren porque son impalpables,
las balanzas nocturnas, casi musicales.

Aquí peticiones de principio cantan.


Días suman días; yo derivo versos,
versos engañosos que no acaban nunca;
versos que quisieran morderse la cola.

Resbalo en mí mismo cambiando de nombre,


cambiando de forma, cambiando el futuro.
Es el amor —se entiende— o bien —no se entiende—
la libertad abierta: vivir de entregarse.

De: “AVENIDAS” (1950)

-9-
Matinal

Un hombre; los caminos;


el viento sin sonido del destino;
y andar libre y ligero entre tormentas
magnéticas y secas.

Se multiplican, crecen,
y, sucesivos, vienen con espuma y clamores
confusiones, muchachas, reposos dulces, largas
cabelleras de llanto que le envuelven temblando.

Frente a un mundo en delirio, él se afirma en su paso.


No acaricia, no duda.
Su soledad heroica
no es un irse perdido por los limbos cantando.

Contempla las montañas en su fuerza y su calma;


contempla la mañana pausada y luminosa;
respira, y le parece
que su boca bebe de Dios directamente.

¡Qué cierto, en su absoluto


de gloria y resplandor, el cielo abierto!
¡Qué ciertas, en su calma,
las cosas como son, que son, y basta!

De: “MOVIMIENTOS ELEMENTALES” (1947)

- 10 -
Edificación

He roturado sendas. He derribado troncos.


Los pinos, heridos, olían en vivo
y un sol rojo venía rastreando nuestra hondura
mortal, sobre las landas.

Diminutas orejas en la madera escuchan


su lento crecimiento secular y cansado;
diminutas, mis manos han empuñado el hacha.
Combatiente, me erguían en un claro de tierra.

He derribado troncos. He roturado sendas.


Eso es la Cultura: combate duro, heroico.
Hay sol rojo, materia, y yo en Dios me edifico,
y el árbol tempestuoso de mi sangre derribo.

De: “MOVIMIENTOS ELEMENTALES” (1947)

- 11 -
Cuéntame cómo vives, cómo vas muriendo

Cuéntame cómo vives;


dime sencillamente cómo pasan tus días,
tus lentísimos odios, tus pólvoras alegres
y las confusas olas que te llevan perdido
en la cambiante espuma de un blancor imprevisto.

Cuéntame cómo vives.


Ven a mí, cara a cara;
dime tus mentiras (las mías son peores),
tus resentimientos (yo también los padezco),
y ese estúpido orgullo (puedo comprenderte).

Cuéntame cómo mueres.


Nada tuyo es secreto:
la náusea del vacío (o el placer, es lo mismo);
la locura imprevista de algún instante vivo;
la esperanza que ahonda tercamente el vacío.

Cuéntame cómo mueres,


cómo renuncias —sabio—,
cómo —frívolo— brillas de puro fugitivo,
cómo acabas en nada
y me enseñas, es claro, a quedarme tranquilo.

De: “Tranquilamente hablando” (1947) -

- 12 -
Debo ser algo tonto

Debo ser algo tonto


porque a veces me ocurre que me pongo a hablar solo,
y digo cosas locas,
digo nombres bonitos de muchachas y barcos
o títulos de libros que nadie ha escrito nunca.
Debo ser algo tonto.

Babeo, grito y lloro.


Los verbos absolutos me llenan de ternura
y esas vocales sueltas, inútiles, redondas,
que vuelan para nada,
me elevan boquiabierto hacia no sé qué gozos.

Soy feliz y, por eso, también un poco tonto.

De: “Tranquilamente hablando” (1947) -

- 13 -
Todas las mañanas, cuando leo el periódico

Me asomo a mi agujero pequeñito.


Fuera suena el mundo, sus números, su prisa,
sus furias que dan a una su zumba y su lamento.
Y escucho. No lo entiendo.

Los hombres amarillos, los negros o los blancos,


la Bolsa, las escuadras, los partidos, la guerra:
largas filas de hombres cayendo de uno en uno.
Los cuento. No lo entiendo.

Levantan sus banderas, sus sonrisas, sus dientes,


sus tanques, su avaricia, sus cálculos, sus vientres
y una belleza ofrece su sexo a la violencia.
Lo veo. No lo creo.

Yo tengo mi agujero oscuro y calentito.


Si miro hacia lo alto, veo un poco de cielo.
Puedo dormir, comer, soñar con Dios, rascarme.
El resto no lo entiendo.

De: “Tranquilamente hablando” (1947) -

- 14 -
Cantar

Perdido entre las cosas


mi corazón, mi corazón
que toma el nuevo nombre
de cada nuevo amor.

Una sonrisa basta,


un jazmín, un color
para llevarse entero
mi corazón, mi corazón.

El mundo en vilo viene


a ser en mi canción,
a ser él mismo siendo
en mí que ya no soy.

¡Oh pasos en la nada!


Mi corazón, mi corazón
diciendo los mil nombres
y olvidando mi voz.

¡Oh tú, que yo recreo


más puro en la canción,
que ya no eres tú mismo
como yo no soy yo!

Se me va, peregrino,
mi corazón, mi corazón,
pero me queda, eterno,
el hijo de mi amor.

De: “Objetos poéticos” (1948)

- 15 -
Las cosas

Cuanto más de cerca miro,


más se me alejan las cosas.
(Vertiginosas me huyen
por su quietud sin fondo).

La luz rojiza, las rocas,


los pinos, las lentas olas,
palpitan rítmicamente,
viven unidos la vida;

pero las cosas se aíslan


en su equilibrio cerrado
y, al mirarlas, me es extraño
se simple «estar» callado.

¡Oh las cosas mudas, mudas


y, sin embargo, presentes,
tan sencillas y tan raras
como los cuerpos que han muerto!

En la nada luminosa
perfilan su «estar» callado,
si trato de unirlas, chocan
duras, secas, sin contacto.

De: “Objetos poéticos” (1948)

- 16 -
A Blas de Otero

Amigo Blas de Otero: Porque sé que tú existes,


y porque el mundo existe, y yo también existo,
porque tú y yo y el mundo nos estamos muriendo,
gastando nuestras vueltas como quien no hace nada,
quiero hablarte y hablarme, dejar hablar al mundo
de este dolor que insiste en todo lo que existe.

Vamos a ver, amigo, si esto puede aguantarse:


el semillero hirviente de un corazón podrido,
los mordiscos chiquitos de las larvas hambrientas,
los días cualesquiera que nos comen por dentro,
la carga de miseria, la experiencia —un residuo—,
las penas amasadas con lento polvo y llanto.

Nos estamos muriendo por los cuatro costados,


y también por el quinto de un Dios que no entendemos.
Los metales furiosos, los mohos del cansancio,
los ácidos borrachos de amarguras antiguas,
las corrupciones vivas, las penas materiales...,
todo esto —tú sabes—, todo esto y lo otro.

Tú sabes. No perdonas. Estás ardiendo vivo.


La llama que nos duele quería ser un ala.
Tú sabes y tu verso pone el grito en el cielo.
Tú, tan serio, tan hombre, tan de Dios aun si pecas,
sabes también por dentro de una angustia rampante,
de poemas prosaicos, de un amor sublevado.

Nuestra pena es tan vieja que quizá no sea humana:


ese mugido triste del mar abandonado,
ese temblor insomne de un follaje indistinto,
las montañas convulsas, el éter luminoso,

- 17 -
un ave que se ha vuelto invisible en el viento,
viven, dicen y sufren en nuestra propia carne.

Con los cuatro elementos de la sangre, los huesos,


el alma transparente y el yo opaco en su centro,
soy el agua sin forma que cambiando se irisa,
la inercia de la tierra sin memoria que pesa,
el aire estupefacto que en sí mismo se pierde,
el corazón que insiste tartamudo afirmando.

Soy creciente. Me muero. Soy materia. Palpito.


Soy un dolor antiguo como el mundo que aún dura.
He asumido en mi cuerpo la pasión, el misterio,
la esperanza, el pecado, el recuerdo, el cansancio.
Soy la instancia que elevan hacia un Dios excelente
la materia y el fuego, los latidos arcaicos.

Debo salvarlo todo si he de salvarme entero.


Soy coral, soy muchacha, soy sombra y aire nuevo,
soy el tordo en la zarza, soy la luz en el trino,
soy fuego sin sustancia, soy espacio en el canto,
soy estrella, soy tigre, soy niño y soy diamante
que proclaman y exigen que me haga Dios con ellos.

¡Si fuera yo quien sufre! ¡Si fuera Blas de Otero!


¡Si sólo fuera un hombre pequeñito que muere
sabiendo lo que sabe, pesando lo que pesa!
Mas es el mundo entero quien se exalta en nosotros
y es una vieja historia lo que aquí desemboca.
Ser hombre no es ser hombre. Ser hombre es otra cosa.

Invoco a los amantes, los mártires, los locos


que salen de sí mismos buscándose más altos.
Invoco a los valientes, los héroes, los obreros,
los hombres trabajados que duramente aguantan

- 18 -
y día a día ganan su pan, mas piden vino.
Invoco a los dolidos. Invoco a los ardientes.

Invoco a los que asaltan, hiriéndose, gloriosos,


la justicia exclusiva y el orden calculado,
las rutinas mortales, el bienestar virtuoso,
la condición finita del hombre que en sí acaba,
la consecuencia estricta, los daños absolutos.
Invoco a los que sufren rompiéndose y amando.

Tú también, Blas de Otero, chocas con las fronteras,


con la crueldad del tiempo, con límites absurdos,
con tu ciudad, tus días y un caer gota a gota,
con ese mal tremendo que no te explica nadie.
Irónicos zumbidos de aviones que pasan
y muertos boca arriba que no, no perdonamos.

A veces me parece que no comprendo nada,


ni este asfalto que piso, ni ese anuncio que miro.
Lo real me resulta increíble y remoto.
Hablo aquí y estoy lejos. Soy yo, pero soy otro.
Sonámbulo transcurro sin memoria ni afecto,
desprendido y sin peso, por lúcido ya loco.

Detrás de cada cosa hay otra cosa que es la misma,


idéntica y distinta, real y a un tiempo extraña.
Detrás de cada hombre un espejo repite
los gestos consabidos, más lejos ya, muy lejos.
Detrás de Blas de Otero, Blas de Otero me mira,
quizá me da la vuelta y viene por mi espalda.

Hace aún pocos días caminábamos juntos


en el frío, en el miedo, en la noche de enero
rasa con sus estrellas declaradas lucientes,
y era raro sentirnos diferentes, andando.

- 19 -
Si tu codo rozaba por azar mi costado,
un temblor me decía: «Ése es otro, un misterio».

Hablábamos distantes, inútiles, correctos,


distantes y vacíos porque Dios se ocultaba,
distintos en un tiempo y un lugar personales,
en las pisadas huecas, en un mirar furtivo,
en esto con que afirmo: «Yo, tú, él, hoy, mañana»,
en esto que separa y es dolor sin remedio.

Tuvimos aún que andar, cruzar calles vacías,


desfilar ante casas quizá nunca habitadas,
saber que una escalera por sí misma no acaba,
traspasar una puerta —lo que es siempre asombroso—,
saludar a otro amigo también raro y humano,
esperar que dijeras: «Voy a leer unos versos».

Daba miedo mirarte solo allá, en lo redondo


de una lámpara baja y un antiguo silencio.
Mas hablaste: el poema creció desde tu centro
con un ritmo de salmo, como una voz remota
anterior a ti mismo, más allá de nosotros.
Y supe —era un milagro—: Dios al fin escuchaba.

Todo el dolor del mundo le atraía a nosotros.


Las iras eran santas; el amor, atrevido;
los árboles, los rayos, la materia, las olas,
salían en el hombre de un penar sin conciencia,
de un seguir por milenios, sin historia, perdidos.
Como quien dice «sí», dije «Dios» sin pensarlo.

Y vi que era posible vivir, seguir cantando.


Y vi que el mismo abismo de miseria medía
como una boca hambrienta, qué grande es la esperanza.
Con los cuatro elementos, más y menos que hombre,

- 20 -
sentí que era posible salvar el mundo entero,
salvarme en él, salvarlo, ser divino hasta en cuerpo.

Por eso, amigo mío, te recuerdo, llorando;


te recuerdo, riendo; te recuerdo, borracho;
pensando que soy bueno, mordiéndome las uñas,
con este yo enconado que no quiero que exista,
con eso que en ti canta, con eso en que me extingo
y digo derramado: amigo Blas de Otero.

De: “Las cartas boca arriba” (1951) -

- 21 -
Pasa y sigue

Uno va, viene y vuelve, cansado de su nombre;


va por los bulevares y vuelve por sus versos,
escucha el corazón que, insumiso, golpea
como un puño apretado fieramente llamando,
y se sienta en los bancos de los parques urbanos,
y ve pasar la gente que aún trata de ser alguien.

Entonces uno siente qué triste es ser un hombre.


Entonces uno siente qué duro es estar solo.
Se hojean febrilmente los anuarios buscando
la profesión «poeta» —¡ay, nunca registrada!—.
Y entonces uno siente cansancio, y más cansancio,
solamente cansancio, tiempo lento y cargado.

Quisiera que escucharais las hojas cuando crecen,


quisiera que supierais lo que es abrirse el aire
creyendo que uno colma de evidencia el instante
con su golpe de savia y ascendencia situada,
quisiera que pensarais después de tanto esfuerzo
que esa gloria y sorpresa fueron luz, fueron nada.

Lloraríais conmigo la lágrima o la estrella,


lloraríais verdades de temblor transparente,
caeríais como gotas de lo espeso afligido
y en lo pálido y liso diminutos tambores
sonarían al paso de los números neutros
como largos sumandos de implacable cansancio.

Lloraríais, y, ¡ay!, lloro, yo, plural, yo, horadado,


desalmándome lento, sintiendo ya los huesos
que, sueltos, se golpean, y al fin, desencajados,
baten, baten, aventan —polvo y paja— mi vida.
Lloraríais si vierais cómo pienso en vosotros.

- 22 -
Lloraríais, y, ¡ay!, lloro, lluevo amén mi fatiga.

Da miedo ser poeta; da miedo ser un hombre


consciente del lamento que exhala cuanto existe.
Da miedo decir alto lo que el mundo silencia.
Mas ¡ay! es necesario, mas ¡ay! soy responsable
de todo lo que siento y en mí se hace palabra,
gemido articulado, temblor que se pronuncia.

Pensadlo: ser poeta no es decirse a sí mismo.


Es asumir la pena de todo lo existente,
es hablar por los otros, es cargar con el peso
mortal de lo no dicho, contar años por siglos,
ser cualquiera o ser nadie, ser la voz ambulante
que recorre los limbos procurando poblarlos.

A través de mí pasa: yo irradio transparente,


yo transmito muriendo, yo sin yo doy estado
al hombre que si mira parece que algo exige,
y simplemente mira, me está siempre mirando,
y esperando, esperando desde hace mil milenios
que alguien pronuncie un verso donde poder tenderse.

Sonámbulos acuden a mí los que no saben


si sufren o si sólo por no muertos del todo
aún siguen suspirando sin encontrar su forma,
su expresión absoluta, su descanso y mi olvido.
Y como quien conjura fantasmas yo pronuncio
palabras en que dejo de ser quien soy por ellos.

Cuando grito, no grita mi yo para decirse.


Cuando lloro, quien llora dentro de mí es cualquiera,
y es tan sólo en los otros donde vivo de veras.
Mis cantos son los cantos rodados que una mansa
corriente milenaria suaviza y uniforma,

- 23 -
y el murmullo del agua los va deletreando.

¡Oh jóvenes poetas!, mirad, estoy llamando,


hundido en ese fondo que aún no ha sido expresado
de los muertos y el muerto que yo sumo al fracaso.
Decid lo que no supe, lo que nadie aún ha dicho.
Yo cumplí lo que pude, pero todo fue en vano,
y hoy me siento cansado —perdonadme—, cansado.

No me hagáis preguntas. Cantad cara al mañana


lo común de la sangre, lo perpetuo y corriente.
No, al solo yo atenidos, penséis que vuestra muerte
es la muerte sin vuelta y el fin de vuestro anhelo.
Mientras haya en la tierra un solo hombre que cante,
quedará una esperanza para todos nosotros.

De: “PAZ Y CONCIERTO” (1953)

- 24 -
Despedida

Quizás, cuando me muera,


dirán: «Era un poeta».
Y el mundo, siempre bello, brillará sin conciencia.

Quizás tú no recuerdes
quién fui, mas en ti suenen
los anónimos versos que un día puse en ciernes.

Quizás no quede nada


de mí, ni una palabra,
ni una de estas palabras que hoy sueño en el mañana.

Pero visto o no visto,


pero dicho o no dicho,
yo estaré en vuestra sombra, ¡oh hermosamente vivos!

Yo seguiré siguiendo,
yo seguiré muriendo,
seré, no sé bien cómo, parte del gran concierto.

De: “PAZ Y CONCIERTO” (1953)

- 25 -
España extraña

Esta fuerza extraña,


viva, enmarañada,
esta entraña a gritos que llamamos España
está en mí, no la pienso,
no puedo pensarla según la teoría con que quieren castrarla
los que en nombre de un pasado dicen: gloria, punto y raya.

Esta fuerza real que llamamos España,


rabiosa, suficiente,
no es gótico-galaico-leonesa-romana,
ni es árabe, ni griega, ni austriaco-castellana.
Es ibera, terrible, sagradamente arcaica,
mi materia y mi magia.

Yo no puedo pensarla.
Yo no puedo decir mi España es buena o mala,
si es triste o violenta, si es hermosa o si mata.
Yo no puedo juzgarla
porque yo soy en ella y ella en mí, transcendiendo,
y así a fondo me sumo fieramente existiendo.

Porque soy, porque soy


tierra roja y cargada sustancia milenaria,
dulce aceite espesado,
seco esparto, sal pura, ríos con larga historia,
cuerpo ibero con venas de metales hirientes,
que fulgen golpeando,

montañas decididas
en lo llano absoluto de un planeta pensante,
gritos por fin absueltos,
cara a un cielo que todo lo refleja sin mancha,
voluntades paradas,

- 26 -
gestas que, no la tinta, la geología exalta,

costas rotas que muerden con amor violento,


muriendo de su muerte, los mares más lejanos,
terrones trabajados
por muertos anteriores a la historia contada,
hazañas de una entraña que aún no agotó sus formas,
nutre mi carne de patria.

¡Que no vengan a decirme que es un problema mi España!

Yo la tengo sin pensarla


y, adorando o maldiciendo, soy desde dentro un «¿qué pasa?».
Y este físico misterio
como un cuerpo de amor, me tiene tanto
que yo mismo no distingo si es que lo adoro o lo ataco.

Fiera amante, madre amarga,


te maldigo, me deshago, te violo, canto claro,
y esta rabia que te grito
es la rabia con que trato de dar a luz lo más mío,
y es mi manera de amarte,
y es mi manera de hablarme sin perdonarme a mí mismo.

España ciega, mi España


seca, hermosa, exasperante,
ancha España que en vano cabalgo, nunca abarco,
España que en mí lates
y más y más te afirmas cuanto más te combato,
y eres yo sin ser mía, no consciente, de carne.

Como me tienes, te tengo,


como te tengo, me tienes, y poco importa qué pienso,
pues en ti vivo y respiro.

- 27 -
Tú eres mi aire y mi tierra, tú, mi cuerpo y mi elemento,
y maldecirte, maldigo
de mí mismo porque pienso que aún no cumplí lo que debo.

De: “CANTOS ÍBEROS” (1955) -

- 28 -
La poesía es un arma cargada de futuro

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,


mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmando,
como un pulso que golpea las tinieblas,

cuando se miran de frente


los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas


que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.

Con la velocidad del instinto,


con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria


como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.

Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan


decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.

Maldigo la poesía concebida como un lujo


cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.

- 29 -
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.

Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren


y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.

Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,


y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta


a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.

No es una poesía gota a gota pensada.


No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.

Son palabras que todos repetimos sintiendo


como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo; y en la tierra, son actos.

De: “CANTOS ÍBEROS” (1955) -

- 30 -
A Sancho Panza

Sancho-bueno, Sancho-arcilla, Sancho-pueblo,


tu lealtad se supone,
tu aguante parece fácil,
tu valor tan obligado como en la Mancha lo eterno.

Sancho-vulgar, Sancho-hermano,
Sancho, raigón de mi patria que aún con dolores perduras,
y, entre cínico y sagrado, pones tu pecho a los hechos,
buena cara a malos tiempos.

Sancho que damos por nada,


mas presupones milenios de humildad bien aceptada,
no eres historia, te tengo
como se tiene la tierra, patria y matria, macerada.

Sancho-vulgo, Sancho-nadie, Sancho-santo,


Sancho de pan y cebolla
trabajado por los siglos de los siglos, cotidiano,
vivo y muerto, soterrado.

Se sabe sin apreciarlo que eres quien es, siempre el mismo,


Sancho-pueblo, Sancho-ibero,
Sancho entero y verdadero,
Sancho de España es más ancha que sus mil años y un cuento.

Vivimos como vivimos porque tenemos aún tripas,


Sancho Panza, Sancho terco.
Vivimos de tus trabajos, de tus hambres y sudores,
de la constancia del pueblo, de los humildes motores.

Sancho de tú te la llevas,
mansa sustancia sin mancha,
Sancho-Charlot que edificas como un Dios a bofetadas,

- 31 -
Sancho que todo lo aguantas.

Sancho con santa paciencia,


Sancho con buenas alforjas,
que en el último momento nos das, y es un sacramento,
el pan, el vino y el queso.

Pueblo callado, soporte


de los fuegos de artificio que con soberbia explotamos,
Sancho-santo, Sancho-tierra, Sancho-ibero,
Sancho-Rucio y Rucio-Sancho que has cargado con los fardos.

Hoy como ayer, con alarde,


los señoritos Quijano siguen viviendo del cuento,
y tú, Sancho, les toleras y hasta les sigues el sueño
por instinto, por respeto, porque creer siempre es bueno.

Cabalgando en tus espaldas se las dan de caballeros


y tú, pueblo, les aguantas, y levantas —tentetieso—
lo que puede levantarse. Y aun sabiendo lo que sabes
nunca niegas tus servicios: ¡santo y bueno!

Sancho-Quijote y a un tiempo Sancho de basta de cuentos,


Sancho-amén de tiempo al tiempo,
Sancho que aun hecho y derecho, ya de vuelta del Imperio,
al señorito Quijano le tratas de caballero.

Sancho-claro, Sancho-recio,
Sancho que viste las cosas como son y te callaste,
metiendo el hombro, tratando
de salvarnos del derrumbe con tu no lírico esfuerzo.

Hombre a secas, Sancho-patria, pueblo-pueblo,


pura verdad, fiel contraste
de los locos que te explotan para vivir del recuerdo,

- 32 -
¡ya ha llegado tu momento!

Sancho-vulgo, Sancho-ibero,
porque tú existes, existen aún mi patria y mi esperanza.
Porque hay patria y esperanza vas a existir tú de veras
con menos sueño y más tierra.

Tu libertad es instinto. Tus verdades son sencillas:


al pan, pan, y al vino, vino,
y a cada cual lo debido:
lo que le cumple por hombre con un único camino.

Sancho-firme, Sancho-obrero,
ajustador, carpintero, labrador, electricista,
Sancho sin nombre y con manos de constructor y un oficio,
viejo y nuevo, vida al día.

Quiero darte la confianza que pretendieron robarte.


Quiero decirte quién eres.
Quiero mostrarte a ti mismo tal como tú fuiste siempre,
Sancho-humilde, Sancho-fuerte.

En ti pongo mi esperanza
porque no fueron los hombres que se nombran los que hicieron
más acá de toda historia —polvo y paja— nuestra patria,
sino tú como si nada.

Sancho-tierra, Sancho-santo, Sancho-pueblo,


tomo tu pulso constante,
miro tus ojos que brillan aún después de los desastres.
Tú eres quien es. ¡Adelante!

De: “CANTOS ÍBEROS” (1955) -

- 33 -
Momentos felices

Cuando llueve, y reviso mis papeles, y acabo


tirando todo al fuego: poemas incompletos,
pagarés no pagados, cartas de amigos muertos,
fotografías, besos guardados en un libro,
renuncio al peso muerto de mi terco pasado,
soy fúlgido, engrandezco justo en cuanto me niego,
y así atizo las llamas, y salto la fogata,
y apenas si comprendo lo que al hacerlo siento,
¿no es la felicidad lo que me exalta?

Cuando salgo a la calle silbando alegremente


—el pitillo en los labios, el alma disponible—
y les hablo a los niños o me voy con las nubes,
mayo apunta y la brisa lo va todo ensanchando,
las muchachas estrenan sus escotes, sus brazos
desnudos y morenos, sus ojos asombrados,
y ríen ni ellas saben por qué sobreabundando,
salpican de alegría que así tiembla reciente,
¿no es la felicidad lo que se siente?

Cuando llega un amigo, la casa está vacía,


pero mi amada saca jamón, anchoas, queso,
aceitunas, percebes, dos botellas de blanco,
y yo asisto al milagro —sé que todo es fiado—,
y no quiero pensar si podremos pagarlo;
y cuando sin medida bebemos y charlamos,
y el amigo es dichoso, cree que somos dichosos,
y lo somos quizá burlando así a la muerte,
¿no es la felicidad lo que trasciende?

Cuando me he despertado, permanezco tendido


con el balcón abierto. Y amanece: las aves
trinan su algarabía pagana lindamente;

- 34 -
y debo levantarme, pero no me levanto;
y veo, boca arriba, reflejada en el techo
la ondulación del mar y el iris de su nácar,
y sigo allí tendido, y nada importa nada;
¿no aniquilo así el tiempo? ¿No me salvo del miedo?
¿No es la felicidad lo que amanece?

Cuando voy al mercado, miro los abridores


y, apretando los dientes, las redondas cerezas,
los higos rezumantes, las ciruelas caídas
del árbol de la vida, con pecado sin duda
pues que tanto me tientan. Y pregunto su precio,
regateo, consigo por fin una rebaja,
mas terminado el juego, pago el doble y es poco,
y abre la vendedora sus ojos asombrados,
¿no es la felicidad lo que allí brota?

Cuando puedo decir: el día ha terminado.


Y con el día digo su trajín, su comercio,
la busca del dinero, la lucha de los muertos.
Y cuando así cansado, manchado, llego a casa,
me siento en la penumbra y enchufo el tocadiscos,
y acuden Kachaturian, o Mozart, o Vivaldi,
y la música reina, vuelvo a sentirme limpio,
sencillamente limpio y, pese a todo, indemne,
¿no es la felicidad lo que me envuelve?

Cuando tras dar mil vueltas a mis preocupaciones,


me acuerdo de un amigo, voy a verle, me dice:
«Estaba justamente pensando en ir a verte».
Y hablamos largamente, no de mis sinsabores,
pues él, aunque quisiera, no podría ayudarme,
sino de cómo van las cosas en Jordania,
de un libro de Neruda, de su sastre, del viento,
y al marcharme me siento consolado y tranquilo,

- 35 -
¿no es la felicidad lo que me vence?

Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;


pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarse en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte?
Vencido y traicionado, ver casi con cinismo
que no pueden quitarme nada más y que aún vivo,
¿no es la felicidad que no se vende?

De: “De claro en claro” (1956) -

- 36 -
Cantata en Aleixandre
[Fragmento]

LAS MADRES PRIMERAS

En la unidad del mundo y en la matriz del caos


recoges un latido y el brote en ti se expande.
Eres tú, pero apenas conformado, tan cerca
de la tierra nutricia, del fuego intermitente,
de la materia arcaica y el ritmo del aliento
del sofoco, del mundo de colores variables,
del mar y cuanto bate golpeando las puertas,
que hablamos por tu boca, vivimos de matarte.
No eres tú quien te dices. Somos sólo nosotras.
Un murmullo en tus dentros, tus labios como un ave,
unas hojas temblando que se juntan y apartan,
¿no dicen ya bastante?¿Qué más puede nombrarse?
Una historia olvidada como un horror sagrado,
el fulgor de unos ojos enterrados e insomnes,
el corazón nocturno que irradia su luz negra,
cuanto eres sin saberlo, cuanto en nosotros duerme
temblando con las ramas que alteran luz y sombra,
te arrastra hacia el origen. Sólo se vive a ciegas.
Bajo el nivel del mar anterior a los cantos
que ondulan indecisos, se asoman y sumergen,
apunta en ti el secreto de los nombres cambiantes,
la luz parpadeante de las metamorfosis,
la sombra en tus dos manos después de la caricia.
¡Si de verdad pudieras nombrar lo que anhelamos!
¡Si de verdad pudieras saltar fuera y mostrarte!
Mas sigues en el plasma con espesa indolencia,
te mueves sin moverte, repites inmanente,
vas y vuelves, no encuentras un término plausible,
sólo como nosotras oceánicas palabras,
rostros ambivalentes, la crueldad, la delicia,

- 37 -
las tenues variaciones de la luz en las plumas.

EL POETA

Echado aquí por tierra, lo mismo que ese silencio


que nadie está notando, yo espío la palabra que circula,
la que yo sé que un día tomará la forma de mi corazón.
La que precisamente todo ignora que florecerá en mi pecho.

LAS MADRES PRIMERAS

El corazón no tiene ni forma ni sonido


y las palabras chocan. Son de metal y matan.
Chocarás si pretendes hablar desnudamente.
Te extrañarán si tratas de enunciar lo impensable.
Las sílabas encuadran duramente un gemido.
Se nombra la apariencia, se calla lo arrastrado
y el sentido dispara contra sí mismo un tiro.
Nacerás, si es que naces, entre esquinas hirientes,
torrentes de basura, sentimientos baratos,
dentaduras postizas, ideas respetables,
risas de vidrio roto, teléfonos y espinas,
asperón, estropajo, naipes, pelos, cacharros,
todo en trozos, chocante, minúsculo y terrible,
revuelto en la ignominia sustancial de los hombres.
Porque las formas duelen, las palabras no sirven
y los despojos flotan en un vals, en tu Vals,
y en ese balbuceo de un mar que nació viejo.
Mira el harapo humano, las mecánicas cifras,
los maniquís sentados en las sillas cuadradas,
los timbres estridentes, los anuncios, la prisa,
las máscaras del miedo y el estupor parado,
los cuadrúpedos muebles con arterioesclerosis,

- 38 -
su esqueleto a la vista, sus patas sin rodilla,
los espejos estancos en la casa del crimen,
los agrios dientecillos de la luz corrosiva,
y el tambor de la muerte, y el silencio expansivo
en el que las palabras pierden todo sentido.
¿Para qué abrirte al mundo? ¿Para qué nuevamente
intentar la aventura? Duerme en mi noche, duerme.
El agua es transparente. Puedes ver la esperanza
en el fondo sin fondo. Mas no alcanzarla. Duerme.
Soy tu fin y tu origen. ¿Qué buscas fuera? ¡Duerme!

EL POETA

De nada servirá ignorar la hora que es, no tener noción


de la lucha cruel, de la aurora que me está naciendo
entre mi sangre. Acabaré pronunciando unas palabras
relucientes. Acabaré destellando entre los dientes tu
muerte prometida, tu marmórea memoria, tu torso derribado,
mientras me elevo con mi sueño hasta el amanecer radiante,
hasta la certidumbre germinante que me cosquillea en los ojos,
entre los párpados, prometiéndoos
a todos un mundo iluminado en cuanto yo me despierte.

LOS OTROS

Pasamos a tu lado, tropezando


los unos con los otros, confundidos,
iguales y distintos, consecuentes,
numerando el destino. Mas tú, al margen,
hablas como entre sueños, nos ignoras.
Ignoras el trabajo, la luz dura,
los hechos cotidianos, el esfuerzo
del hombre prometeico hecho y derecho

- 39 -
que edifica su mundo en el vacío.
No vienes a nosotros, no nos cantas
el canto de la paz y del martillo.
Eres un niño grande, y aún sumido
en la noche de origen, no haces tuyos
los días y trabajos de los hombres
maduros, rodeados de peligros
y monstruos y delicias sin contorno.
¡Oh fuerza solitaria, luz redonda,
que abres como un abismo tu asechanza!
Tus pequeños leopardos, escondidos
en la selva verbal y lujuriosa,
disparan de repente el tenso salto
y atrapan la metáfora y el rayo
de la luz sorprendida, como presa.
Destruyendo el lenguaje, tú destruyes
la lógica, el confort, la teología,
los pensamientos hechos, la cultura,
el orden, la familia, la sintaxis
de la Bolsa y la patria, el mecanismo
cristiano-occidental, nuestras razones.
En nombre de la vida —¿de qué vida?—
propones tus sistemas solitarios.
Mas nosotros seguimos, renunciando
a las mil y una noches de tus fastos.

EL POETA

¡Si vierais que este clamor confuso no es mío! Todo


por culpa de un cabello rubio, de una piedra imantada
que tengo encerrada en esta mano. Acariciar el níquel,
acariciar la sombra, el brillo o la ignominia, la preciosa
ceguedad de no preguntar por el camino, acariciar
al cabo la respuesta,
justamente cuando acaba de ser pronunciada,

- 40 -
cuando aún lleva la forma de los dientes...
Por eso, no quiero vestirme.

LOS OTROS

-¡Bajos fondos, extáticos terrores


frente a la luz de un ojo sin mirada,
y en el cuerpo cerrado, unos ramajes
que hablan, ya sin palabras, de un pasado!
¡Los flujos abisales, la espesura
cargada de materias de desecho,
el blando chapoteo en la caverna
marina de la madre, el murmurante
discurrir del deseo, mientras fuera
las olas golpeaban el vacío
y el azul aceraba su uña seca!
¡El refugio de muerte o nacimiento!
Nosotros, pobres hombres, desprendidos
del seno original, lo recordamos,
andando entre codazos por las calles,
contando con sarcasmo unas monedas,
mordiendo el polvo, dando de cabeza
con las paredes ciertas e impensables,
espantando la muerte con canciones
de moda como escobas, y el destino
con bonitas ideas que dejamos
volar alegremente, distraídos.
Recordamos, es cierto. Muchas veces
añoramos volver a lo que fuimos.
Mas somos lo que somos, decididos
de una vez para siempre, sin perdones.
No hables desde el abismo si es que buscas
al hombre en mí posible todavía.

De: “Cantata en Aleixandre” (1959)

- 41 -
A Leopoldo de Luis
después de leer «Teatro Real»

Nada es mentira. Todo es verdad.


Nadie personaje; todos «personángel»
modelan su rostro dudoso en el hueco
de esa fiel careta que al fin nos hará
cuanto proyectamos, cuanto pretendimos
pese al yo inmanente, sólo natural.

¿Teatro dices? No hay tal.


¿Me quito la mascarita? ¿Quieres saber mi verdad?
Tengo un yo que es una trampa. Te apuesto a sinceridad.
Doblo a muerto. Cambio vivo. Pongo la cara. Quito el disfraz.
¿Qué descubres? Otra burla.
La del cinismo total.

Levantemos contra el caos del abismo original


las hábiles construcciones, los sistemas habitables,
lo soñado, ya real,
y junto con lo logrado lo que aún sólo es un cantar.
Constatemos la evidencia de
que el hombre cambia el mundo
y alcemos contra lo inerte su indómita dignidad.

Realidad del teatro, alta y pura realidad


del hombre que con su historia se está inventando a sí mismo
y haciéndose de verdad.
Nunca en vano repitiendo lo que damos por sabido,
siempre en vivo yendo a más.
Ya no somos lo que fuimos, ni este que es hoy durará.

Yo que he sido un amphioxus, un batracio, un reptil,


y antes de mi conciencia ya a ciegas me ensoñaba
hombre como ahora soy y hombre que representa

- 42 -
desde hace unos milenios una nueva comedia,
sé que puedo seguir cambiando, interminable,
dejar de ser un hombre, y aún durar, proyectante.

Diciendo, nos hacemos; mintiendo lo que somos


no mentimos del todo; vemos venir el cambio.
Repetimos, es cierto. Desde hace diez mil años
estamos repitiendo por arriba; y debajo
provocando trastornos que si aún no registramos
es porque la conciencia personal ya no sirve.

Esa vieja comedia que estamos rediciendo,


la ecuación vida-sueño, y el «somos o no somos»,
los absurdos problemas de estos últimos siglos
que, pese al desengaño, siguen en lo que digo,
¿en qué quedan si piensas que no eres sólo un yo?
Reptil, mentiste el que eres. Miente más. Es posible.

¿Soy sólo un comediante? ¿Me estoy representando


cuando digo que soy quien no sé, mas será?
¿Miento, mento, desvarío? ¿No anuncio quizá? ¿Quién soy?
¿No provoco el futuro? ¿No forjo lo real?
Esta doblez, ¿no es mi entraña? ¿Será sólo falsedad?
¿Y si el teatro fuera sólo un modo de crear?

Leopoldo, no me gusta llorar lo consabido.


Yo creo en el milagro natural de los cambios
y en el hombre nacido hace sólo cien siglos.
Creo en la libertad, y en el amor, y en todos
los excesos que provocan el milagro,
y quisiera que, por tristes, tus poemas fueran malos.

De: “EL CORAZÓN EN SU SITIO” (1959) -

- 43 -
A un viejo marino vasco

La mar está en tus ojos.


¡La mar!
Allí, quieta, pensando sin pensar,
en tus pupilas quietas de claridad total,
azules, tan azules,
o grises, o perdidas, o ¿qué fue lo de allá?,
mientras tú ni me adviertes, te apoyas en la borda,
no puedes recordar porque todo da igual,
ni aun dándote a lo vasto,
ves cómo las gaviotas trastornan lo neutral,
y así, con vuelo raso, firman su libertad.

Estás tranquilo. Estás


y casi me da miedo tu fiel tranquilidad.
Es como si ya vuelto de mundos inhumanos
no pudieras hablar,
ni gritar tan siquiera, ni tan —¡arrayuá!—
reventar por lo sano y a tu modo explicar.
Estás.
Tantas distancias, tantos rumbos de más llorar
hay dentro de esos ojos sin mirada por claros.
¡Oh mortal igualdad!
Tu corazón sufrido sólo sabe callar.

Imantado, en el hecho de lo exacto estelar,


metido sin remedio
en esta aventura sin posible final,
alguien se fue a navegar.
Se iba... ¿Adónde? ¡Qué más da!
Hacer esas preguntas no es cosa de hombre vasco.
Iba expuesto. ¡Y a luchar!
Iba. Se fue. Pero un día volvió a su puerto, a su tasca,
se sentó entre sus amigos

- 44 -
y pidió un vaso de vino.
Y nadie hizo preguntas. ¡Estaban en lo mismo!

¡Pensar que en Terranova,


Barachoa, Operportu y Aguchar señalaron
con ley de nombres vascos, surgideros seguros!
Echeandía no piensa. Echeandía ahí está.
La mar lame lentamente las heridas del momento
y la apertura terrible del grito provisional,
pasa, acalla, sana y sigue siempre radiante y total,
igual, única, perpetua y absurda en la inmensidad.
Son los ojos de Echeandía y es la mar.
Son sus ojos absolutos.
Y eso es ya más que pensar.

¡Si nos contaran toda la aventura del vasco,


cuando allá en la Invencible, cuando después negrero,
o cuando hacia Manila, o bien de ballenero!
Echeandía no cuenta nada, tan sólo está,
y en sus ojos parados,
y en su silencio largo, tristemente neutral,
sólo hay fidelidad,
quizá indiferencia, no sé, no sé pensar.
Quisiera como vasco, cara a la inmensidad,
navegar el silencio, descubrir algo más,
pues aunque nada espero, todo es como esperar.

Y así en mis ojos claros el mar llama a la mar.

De: “Rapsodia éuskara” (1961) -

- 45 -
Un poco más

De todo lo que fui nada me queda


y aquello adonde voy quizá no exista.
Olas rompientes, glorias al minuto,
¡haced que aún dure un poco mi alegría!
No, nunca volveréis, pues nada vuelve,
no volveréis, oscuras golondrinas,
aunque yo siga aquí, mirando lejos,
buscando no sé qué tras la llovizna.
No hay futuro si no hay también pasado.
Ya nunca volveré como solía.
Llueve y llueve a menudo. Ni se siente.
Y es la continuidad, melancolía.
Entonces uno escucha en lo secreto
su loco corazón. Y unos latidos
que son como explosiones en la nada
nos dicen la verdad: que estamos vivos.
¿Hasta cuándo? No sé. Bello es el mundo
en esa suspensión siempre en peligro.
Me exalta lo inmediato: su repente.
Y soy lo no continuo en cuanto existo.
Alegría de mis mil sin-razones,
pasajera y falaz, ¡oh tú, mentira!
Que me inventas y dicen palpitante,
¡ay, dura, dura, dura todavía!

De: “VERSOS DE OTOÑO” (1963) -

- 46 -
A Gustavo Adolfo Bécquer

¿Y si la muerte no fuera el descanso


que tanto necesito?
¿Y si quedara un resto de conciencia
como un sueño de siglos?
¿Y si debiera errar sin yo y sin forma
por no sé qué dominios?
¡Noche sagrada, niégame del todo,
sálvame de un mal sino!

De: “VERSOS DE OTOÑO” (1963) -

- 47 -
La linterna sorda

Poesía veloz
como la imagen
o la transparencia
después del vuelo de un ave.

Con esta luz absuelta


busco
dónde está el hombre
pasado del futuro.

Los telegramas
no significan
lo que parece.
Están en clave.

Soy Diógenes, el perro.


Busco el hueso, busco.
Soy Sherlock Holmes.
¡Elemental!, denuncio.
¡Verdad! Es la verdad.
Se beben gotas
de estrella herida
en la igualdad.

¡Se ve tan poco


cuando algo quema
dentro!
Apago y beso.

Es difícil juzgar.
Se regresa
al océano amoroso
sin conciencia.

- 48 -
Porque el hecho
más pequeño,
lo realmente real,
sólo es la soledad.

La soledad
no hay más.
Y así, como un loco consciente,
me pongo en la noche a cantar

mi pasado y mi futuro
circular:
la magia de la materia
arcaica y amortal.

DE “LA LINTERNA SORDA” (1964)

- 49 -
Amparitxu

Zure begiak ain dira eztiak,


zeren beit-dira eniak zuriak,
zuriak eniak.
(Popular)

Ser poeta no es vivir


a toda sombra, intimista.
Ser poeta es encontrar
en otros la propia vida.
No encerrarse; darse a todos;
ser sin ser melancolía,
y ser también mar y viento,
memoria de las desdichas
y eso que fui y he olvidado,
aunque sin duda sabía.
Cuanto menos pienso en mí,
más se me ensancha la vida.
Soy un pájaro en el bosque
y Amparitxu si me mira.
He asesinado mi yo,
¡porque tanto me dolía!,
y al hablar como si fuera
lo que escapa a la medida,
mis ecos en el vacío
retumban sabidurías.
Con todo me identifico
y respiro por la herida,
y digo que mis poemas
son un vivir otras vidas,
y un recrecerme en lo vasco
de Amparitxu y su delicia.
Cuanto más me meto en mí,

- 50 -
más me duelen las esquinas.
Cuanto más abro las alas,
bien de dolor, bien de dicha,
más descubro unas distancias
que, voladas, pacifican.
Cuando lean estos versos
no piensen en quien los firma,
sino en mi Euzkadi y mi Amparo,
y en un pasado que aún vibra,
y en cómo tiemblan las ramas
cuando las mueve la brisa.

DE “BALADAS Y DECIRES VASCOS” (1965)

- 51 -
La jaula abierta

Aire libre, vida limpia,


salió volando y jugando sin mayores pensamientos;
y en la nada,
pasaba tembloteante el raudo vuelo
como un pequeño trastorno
en la santa y absoluta paz del cero.

¡La libertad, la libertad!


Tan doloroso y tan largo fue su encierro
que aire o vida —libre, nuevo—
iba lanzado, o volvía
por lo curvo de lo lento
o por esas caricias retardadas
de lo envuelto.
Voló, y voló. Luz. Canción.
Todo el espacio era suyo; todo el espacio, vacío
y sólo halló soledad.
Cuanto mayor era el mundo, más perdido se sentía.
Le faltaba algo pequeño.
Le sobraban libertades disparadas sin amor.
Y hasta añoraba la cárcel de la que alegre escapó.

La cárcel. Los compañeros.


El sacrificio fraterno y una dulce oscuridad.
Esa isla de hermosura
rodeada por los mares de implacable luz neutral:
un sentido,
una razón, un dolor, una tierna obligación;
pero no esta vacía libertad.

¡Y no se puede decir!
Pero uno estaba mejor en el calor condenado
y en aquel común sentir

- 52 -
como fuera del mundo y de sus exigencias,
y sus baraterías, y su duro vivir.
Pajarillo liberado,
¡cómo añoras tu jaula con dolorido sentir!

Allí, agitado, pensabas: ¡Cuando tenga libertad!


La tienes para morir.
Los que estaban encerrados contigo te daban vida,
y tú también se la dabas.
Creíais que, tras los muros, otros, puros, luchaban,
y pensaban en lo vuestro, fervorosos.
Y ahora que vuelas libre, ves que allí no había nada.

¡Qué bonitos son en mayo los blancos alhelís!


¡Cómo cantan los campos
con aguas y con flores, y brisas porque sí,
que sí!
¡Cómo vuela por encima de la plaza de Atizane
la paloma de la paz,
la paloma escapada que ya nadie apresará!

Paloma, ¡qué sola estás!

DE “BALADAS Y DECIRES VASCOS” (1965)

- 53 -
La jaula abierta

pasaba tembloteante el raudo vuelo


como un pequeño trastorno
en la santa y absoluta paz del cero.

¡La libertad, la libertad!


Tan doloroso y tan largo fue su encierro
que aire o vida —libre, nuevo—
iba lanzado, o volvía
por lo curvo de lo lento
o por esas caricias retardadas
de lo envuelto.

Voló, y voló. Luz. Canción.


Todo el espacio era suyo; todo el espacio, vacío
y sólo halló soledad.
Cuanto mayor era el mundo, más perdido se sentía.
Le faltaba algo pequeño.
Le sobraban libertades disparadas sin amor.
Y hasta añoraba la cárcel de la que alegre escapó.

La cárcel. Los compañeros.


El sacrificio fraterno y una dulce oscuridad.
Esa isla de hermosura
rodeada por los mares de implacable luz neutral:
un sentido,
una razón, un dolor, una tierna obligación;
pero no esta vacía libertad.

¡Y no se puede decir!
Pero uno estaba mejor en el calor condenado
y en aquel común sentir
como fuera del mundo y de sus exigencias,

- 54 -
y sus baraterías, y su duro vivir.
Pajarillo liberado,
¡cómo añoras tu jaula con dolorido sentir!

Allí, agitado, pensabas: ¡Cuando tenga libertad!


La tienes para morir.
Los que estaban encerrados contigo te daban vida,
y tú también se la dabas.
Creíais que, tras los muros, otros, puros, luchaban,
y pensaban en lo vuestro, fervorosos.
Y ahora que vuelas libre, ves que allí no había nada.

¡Qué bonitos son en mayo los blancos alhelís!


¡Cómo cantan los campos
con aguas y con flores, y brisas porque sí,
que sí!
¡Cómo vuela por encima de la plaza de Atizane
la paloma de la paz,
la paloma escapada que ya nadie apresará!
Paloma, ¡qué sola estás!

DE “BALADAS Y DECIRES VASCOS” (1965)

- 55 -
Informe

Se han estudiado todos los datos del problema.


Se han hecho mil diez fotos. Se han tomado medidas
del lugar del suceso y cuanto le rodea.
Se han aplicado al reo las técnicas modernas
sin peligro de vida, con médica asistencia.
Después, previo el permiso, se ha machacado el cráneo,
pues algo debe haber que sigue allí secreto.
No se ha encontrado nada que valiera la pena
para hacer racional el supuesto misterio,
aunque se ha recurrido a lo pluscuamperfecto.
Pero no hay criminal que no acabe gritando.
Vamos a examinar a su madre y sus hijos
de un modo humanitario aséptico-anestésico.
Se trata de estudiar, porque es fundamental,
cómo pueden surgir monstruos tan disconformes
como éste que estudiamos, no del todo anormal.
Hay que estudiar a fondo a su madre, y salvar
si es posible a sus hijos, operando en directo
esos tiernos cerebros, quizás aún corregibles.
Es una gran empresa super-occidental
que ejercemos en nombre de la Humanidad.

De “LO QUE FALTABA” ((1967) -

- 56 -
El misterioso amor

Un beso sólo es un beso.


Dos besos sólo son dos.
A partir del tercero
empieza la confusión,
y si se cierran los ojos
—¿quién eres tú?, ¿quién soy yo?—
se deslíen las distancias,
se multiplica el amor,
y se rompen los cristales
y es el sexo un negro sol,
y el cuerpo —tu cuerpo, el mío—,
tras la transverberación,
algo perdido que ahí queda,
y de hecho no soy yo,
ni tú, ni Dios.

De “LO QUE FALTABA” ((1967) -

- 57 -
Los espejos transparentes

Soy un mecanismo que dice la verdad


(Jean Cocteau)

Uno dice lo que dice, mas no dice lo que piensa.


Los espejos no reflejan: transparentan.
Todo mira fascinante de frente, pero no existe.
Todo vuelve por detrás y es lo real, invisible.
En lo que veo, no veo; en lo que no veo, creo;
en toda imagen apunta una múltiple presencia,
palpitante intermitencia del corazón: confusión;
y así me siento indeciso como un pobre hombre perdido,
como tú que ¿quién eres?, como yo que ¿quién soy?

Los espejos que me escupen hacia fuera, y hacia dentro


me proponen transparencias de distancias y silencios,
deben ser, quiero que sean, para mis obras ejemplo,
con mucha luz hacia fuera, con más secreto hacia dentro.
Juego al juego, sí, con trampa, como hay doblez en los
/ versos.
Así se cuentan las cosas que nos pasan cada día,
y bien contadas parecen fascinantes y sin alma.
Si se piensa, nada es lo que se ve en el espejo.
La luz grande es un abismo y un estúpido misterio.

De “LOS ESPEJOS TRANSPARENTES” (1968)

- 58 -
Un salón en el fondo de un sueño

Me acostumbraba a la alucinación simple:


veía un salón en el fondo de un lago.
(Rimbaud)

De noche, calladamente, entro en mi mundo secreto:


es una sala antigua, temblorosa de silencios
que acumula un gran piano magnetizado de luna
con lo negro y nacarado de su ola detenida.
Cuando entro es de puntillas porque todo está cargado
de inminencias musicales y temblor no realizado.
Hay pasos que no se oyen, transparencias y cortinas
que reflejan, cuando tiemblan, irisándose, otras vidas.
El metrónomo señala la exactitud; y la araña
notifica gota a gota sus cien cristales neutrales.
Entro aquí como quien entra en un silencio, y contemplo
los aparatos sensibles que manejan el silencio,
o quizá sólo la curva del piano, tan secreta,
o las lágrimas de luna dolorosa, y el espejo
que paraliza el momento, devorándome en su miedo.
Todo, si bien se mira, es en su conjunción
un registro del misterio, tan vulnerable al temblor
que si moviera una silla de su sitio, si variara
al moverme algún perfume, fallaría el aparato.
Porque el piano de cola, y la luna que lo carga
de antigüedad y silencio, y los relojes parados,
y los reflejos del lago, y el vacío en las terrazas
ante los surtidores que nadie espera se alcen,
componen el sistema de una alucinación
que no funcionaría, si fallara el defecto,
justamente el defecto, creador del misterio.
A veces, yo entro aquí, para no entender nada,
o hacer como que siento, pensando que esta sala
podría manejarse como un bello aparato

- 59 -
bien cambiando un adorno, bien tocando el piano.
Algo, quizá pequeño, descubriría un mundo,
mas algo, también leve, volvería a lo oscuro,
si fuera equivocado, todo esto que ahora siento,
sentado en esta sala, de noche, presintiendo
y oyendo cómo callan los surtidores, lejos.

De “LOS ESPEJOS TRANSPARENTES” (1968)

- 60 -
Teatro fin de siglo

Ese cajón de luz que es un viejo teatro,


esa trampa sin trampa,
el escenario
con actores-insectos revoloteando:
las larvas con pelusa y dedos largos,
las mariposas locas, que ya no eran mujeres,
con tanta falda y pluma, con tan poquita cara
menuda y adorable.

El mundo iluminado de oro y de luz de gas,


tafetán resbalado, resplandor de mentira,
la prestidigitación,
los grandes palacios y las perspectivas
con rocas, con cascadas, con sinfónicas tormentas,
y el triste melodrama, y el resplandor perfecto,
y en el fondo, tremendo,
lo real de este juego de la mistificación.

Todo se mentía, y hasta sin querer,


se volvía verdad verdadera al revés.

De “LOS ESPEJOS TRANSPARENTES” (1968)

- 61 -
Épsilon-4

Efectos secundarios y al parecer sin importancia de


algo que estaba a punto de decir, y no puede acabar
de decirse según explico.

Todo, cuando da vueltas,


crea una realidad
distinta:
redondamente puntual,
no sucesiva, o lineal, o razonada,
circular,
como el iris nocturno en el ojo del búho,
inmediatamente actual,
como el círculo vicioso y el hablar por hablar,
como lo fatal,
como el átomo explota sin rabiar,
como se vuelve luz
la velocidad,
como el nácar
o la paz
en el centro de una loca inmensidad,
como el instante
de un fotón
o de algo que reúne sin más ni más
una totalidad,
como tú cuando me miras
(y no se puede pensar),
como
la libertad,
como vuelve la vida
y decimos por decir que es eso recordar,
como cuando brilla
y parece de momento el no va más,

- 62 -
en espiral hacia dentro,
tercamente en tu centro,
repitiendo,
absoluto
por monótono o puntual,
sabido o bien estrellado,
circular,
no pensado, no seguido o razonado
y humanamente lineal,
pienso:
¿Dios será eso?
Apuesto
a que es circular.
Es un decir. Tan sólo un pensamiento.
¡Vaya con Dios
al cero!

De “LÍRICA DE CÁMARA” (1969)

- 63 -
La poesía inmortal

La belleza se mira en el espejo,


le pinta los labios a su imagen, la maquilla,
porque hundida en las aguas heladas del alinde
debe ser la momia de su vida inmortal.

Ya bonito y compuesto su reflejo en poesía,


ella da media vuelta, y se va, porque es tarde,
con su amante del día, buscando una alegría
sólo provisional.

La vida, ya se sabe, siempre es pequeña y sucia,


adorable, es verdad, y a veces, hasta dulce,
mas no como la gloria con laurel coronada,
solitaria e inmortal.

Así que para andar por casa, uno se queda


con la porquería tierna y terrenal,
sólo temporal,
y para su futuro dispone la mentira

noble, digna y seria de la belleza inmortal


maquillada y envuelta con vendas perfumadas,
rígida y extraña, si va y uno le dice:
¡Hola, chica! ¿Qué tal? ¿Tomamos una copa?

De “OPERACIONES POÉTICAS” (1971)

- 64 -
Los espejos sin fondo

- 65 -
Los signos

De “CAMPOS SEMÁNTICOS” (1971)

- 66 -
Función de Uno, Equis, Ene (F1.X.N) (1973)

Dedicatoria final

(Función de Amparitxu)

Pero tú existes ahí. A mi lado. ¡Tan cerca!


Muerdes una manzana. Y la manzana existe.
Te enfadas. Te ríes. Estás existiendo.
Y abres tanto los ojos que matas en mí el miedo,
y me das la manzana mordida que muerdo.
¡Tan real es lo que vivo, tan falso lo que pienso
que —¡basta!— te beso!
¡Y al diablo los versos,
y Don Uno, San Equis, y el Ene más Cero!
Estoy vivo todavía gracias a tu amor, mi amor,
y aunque sea un disparate todo existe porque existes,
y si irradias, no hay vacío, ni hay razón para el suicidio,
ni lógica consecuencia. Porque vivo en ti, me vivo,
y otra vez, gracias a ti, vuelvo a sentirme niño.

- 67 -
Biografía

No cojas la cuchara con la mano izquierda.


No pongas los codos en la mesa.
Dobla bien la servilleta.
Eso, para empezar.

Extraiga la raíz cuadrada de tres mil trescientos trece.


¿Dónde está Tanganika? ¿Qué año nació Cervantes?
Le pondré un cero en conducta si habla con su compañero.
Eso, para seguir.

¿Le parece a usted correcto que un ingeniero haga versos?


La cultura es un adorno y el negocio es el negocio.
Si sigues con esa chica te cerraremos las puertas.
Eso, para vivir.

No seas tan loco. Sé educado. Sé correcto.


No bebas. No fumes. No tosas. No respires.
¡Ay, sí, no respirar! Dar el no a todos los nos.
Y descansar: morir.

De “LA HIGA DE ARBIGORRIYA” (1975)

- 68 -
Fábula

Su vida sólo fue miedo loco a la muerte.


Permanecer al margen de las frescas corrientes,
inalterable, eterno, quiso tan locamente

que ya en su juventud pensaba en un cobijo


donde, después de muerto, yacería escondido
y fuera del alcance de cualquier enemigo.

Construyó un laberinto lleno de falsos centros,


de puertas dobles, trampas, pasadizos secretos,
y en lo que parecían salidas puso espejos.

No se sabía dónde, mas en un sitio oculto,


protegido del tiempo, protegido del mundo
y de toda mirada, colocó su sepulcro.

Concluida la obra decidió duplicarla.


Construyó un laberinto que era réplica exacta
del que ya construyera. Y otra tumba sellada.

Como un azar amable le otorgó larga vida


aún le quedaron años, que empleó, no sin prisa,
en repetir su obra, siempre igual a sí misma.

Eran setenta y tres laberintos iguales,


y eran setenta y tres falsas seguridades,
pero aunque se ignorara en cuál de los lugares

reposaría al fin, y también se decía


que había un laberinto que no se conocía,
construido en secreto, llegó un aciago día

en que pensó alarmado que el único escondrijo

- 69 -
oculto de verdad, sería sólo un sitio
que por no señalado con algún laberinto

no sería buscado por hombres ni por diablos.


Y en verdad no se sabe dónde fue sepultado.
Ni siquiera se sabe si es que le enterraron.

De “BUENOS DÍAS, BUENAS NOCHES” (1978)

- 70 -
En la nada

Vamos viviendo, contra-muriendo,


salvando del vacío la mínima alegría
que nos es permitida.
Da miedo mirar alrededor.
Dan ganas de encogerse.
No hay más dios que el terror.
No hay más felicidad que algunas aceitunas
comidas a escondidas mientras todo nos acecha,
y ustedes perdonen esta frivolidad.
Los átomos, micro-estrellas,
los físicos sistemas invisibles e implacables
y los otros, celulares, que nos matan en silencio mansamente
a veces nos permiten vivir a nuestro modo.
Y es bonito. Creemos que existimos.

Mas la verdad, ya se sabe, no se ve.


Son los micros que entrechocan,
los bacilos que devoran,
la imparcial ferocidad,
mientras nosotros, humanos, jugamos a la Cultura
o al fútbol, ¡qué más da!,
en un microsistema felizmente irreal.

De “BUENOS DÍAS, BUENAS NOCHES” (1978)

- 71 -
Los últimos iberos

Nosotros, euskaldunes, últimos iberos,


sabemos mucho más que los que dan lecciones
qué quiere decir patria, quién somos, qué podemos.

Nosotros, levantados contra los invasores


godos, árabes, romanos, que escupimos afuera,
y contra esos mestizos de moros y latinos llamados
/ españoles,
defendemos lo nuestro y enrabiamos la furia
de una luz sin perdones y una verdad de origen
que arrancamos del fondo sagrado de lo ibero.

Nosotros, no vosotros que os vendisteis a todos,


conservamos aún nuestro solar indemne,
hijos de poca sangre, madrileños mendaces,

horteras centralistas, peleles patrioteros.


Hay que revasquizar España, iberizarla,
salvarla del poder abstracto y absoluto,

volver a nuestras tribus, nuestro federalismo,


nuestra alegría fiera, nuestro respirar limpio,
nuestro no al centralismo francés y su dominio.

Pues ¿quién le dio a España estado? Don Felipe de Borbón


que nos unió a la francesa con compás y cartabón
dando por ley su raison. Y no, monsieur, no, señor.

Que aquí sólo existe Iberia: Cataluña y Aragón,


Andalucía y Galicia, Euskadi y Extremadura,
Valencia, Murcia y Asturias, las Castillas y León.

Y nuestros pueblos libres, alzados, saben hoy bien

- 72 -
en dónde está la traición: es en el capitalismo y en el
/ centralizador
Madrid de los oligarcas y del Gobierno opresor.

De “IBERIA SUMERGIDA” (1978)

- 73 -
El escultor

Me alzo solo ante el vacío.


Es la aventura heroica, definitiva, solar,
y es cósmica mi batalla, titanesca quizá.
El espacio, ¿no es la nada? ¿Y quién es quién?
Sólo yo, solitario, que doy cara al abismo,
yo que lo colonizo, lo adoro y lo combato,
y me muevo en sus revueltas, y así salvo del no ser
las formas y las presencias, y el hermético durar
del hombre que, pese a todo, grita a gritos: «Yo soy quien»,
estableciendo los hitos de su reino y su poder.
Cuando existe, sólo existe porque yo lo limité.

De: “Penúltimos poemas” (1982)

- 74 -
El agua temblorosa de la lira

El agua transparente
en las cuerdas temblorosas de la lira
y tras ellas el rostro del dios invisible
y los números sueltos que acá y allá, en el juego,
donde la nada es lo mismo que el orden instantáneo
o la música, y uniendo
en el feliz concierto del arco y de la lira,
de la tensión y el miedo, de la flecha y el cero,
los dos rostros opuestos, pienso:

No soy Narciso, ni un dios aún posible en proyecto,


no me veo en esas aguas, ni en el cielo
que ahora mira con amor al increíble infierno.
Sólo la música, sí, los números perdidos
que ahora se confunden con imágenes, veo:
el delirio racional, las mágicas medidas
pitagóricas y locas de lo bello.
¿Qué sabíais, pobres griegos, de la atómica tormenta
que late en lo más pequeño?

Y sin embargo, es cierto


que detrás de las aguas temblorosas de las liras
está Orfeo.

De: “Penúltimos poemas” (1982)

- 75 -
La vida, nada más

La vida que murmura. La vida abierta.


La vida sonriente y siempre inquieta.
La vida que huye volviendo la cabeza,
tentadora o, quizá, sólo niña traviesa.
La vida sin más. La vida ciega
que quiere ser vivida sin mayores consecuencias,
sin hacer aspavientos, sin históricas histerias,
sin dolores trascendentales ni alegrías triunfales,
ligera, sólo ligera, sencillamente bella
o lo que así solemos llamar en la tierra.

De: “Penúltimos poemas” (1982)

- 76 -
Pánica

Podemos transgredir todos los reinos,


besarnos en secreto,
mintiendo un sentimiento.
Podemos decirnos sin saber quiénes somos,
movidos por deseos impensables.
Podemos como Jove besar a los muchachos
llenos de deseo;
podemos copular con animales
también bellos;
podemos transgredir cuanto limita
nuestro incierto deseo;
podemos jugar, sin distinguirlos,
con el agua y el fuego;
podemos con vosotras, incitantes
muchachas, ir volando hacia lo incierto.
Si algo aprendí de Orfeo,
es que debo transgredir todos los reinos.

- De: “CANTOS Y MITOS” (1984) -

- 77 -
Eurídice infernal

¿Cómo sacar a Eurídice de su propio infierno?


Ella misma lo crea desde su secreto,
mujer, sólo mujer, bacante y lesbiana,
negada a la luz de Apolo y al día de Orfeo,
y al mundo enumerado contra el ciego tumulto.
Eurídice, tú eres crueldad y misterio,
éxtasis, furor, terror, melancolía,
muerte y erotismo, crueldad, lujuria y miedo;
tú eres lo femenino, bacante, lesbiana,
reina de las delicias, madre de los horrores,
imbécil, caprichosa, fascinante, variable
como el mar que va y viene, tú diosa del amor
y las metamorfosis ciegas y tentadoras.
Y es justo en el espanto y en lo sin sentido
donde brota el amor que nos lleva a la muerte,
y es justo en el capricho de un momento perdido
donde la apertura del infierno llama.

- De: “CANTOS Y MITOS” (1984) -

- 78 -
El apócrifo de Ixil

Cuando te llamo Madre, yo no digo nada,


digo sólo la esperanza de un perpetuo nacimiento.
¿Quién es quién es? Nadie es nada,
salvo un perpetuo proyecto, salvo un inútil comienzo,
un amor y una esperanza, una lucha y un delirio,
y un final estupefacto sin principio conocido.

11

Madre, si pudiera ser uno contigo,


madre, si el pecado fuera al fin bendito,
Muerte, si tú fueras la vida de veras,
Vida, si tú fueras la muerte a la vista,
éxtasis, si el ciego fuera sólo un vidente,
silencio, ¿no eres tú la voz que nunca calla?

14

¿Por qué nos sentimos todos amenazados?


¿Qué nos asusta en el fondo? Sabemos que no es nada.
Pero ¿no será justamente esa nada
lo que nos aterra y a un tiempo nos fascina?
Futuro sin nombre, sin sentido, neutro,
que eres al mismo tiempo lo que no recordamos
y lo que no nos puede decir el futuro
hasta que muramos, hasta que muramos,
si es cierto que algún día por fin habrá descanso.

- 79 -
16

No hay nada que entender. Sólo cabe


asumir el hecho de la realización
y el nacer de la muerte, temblorosos, inciertos,
pues ¿de dónde venimos?, ¿y a qué vamos, si no es

a nuestro propio origen?, y a la nada perpetua


que sigue palpitando no sabemos por qué,
ni hasta cuándo engendrará formas vivas posibles
que destruirá enseguida para nuestro tormento,
pues sabe, ¿y qué sabrá más allá del sinfín?,
que son insuficientes. ¿Y qué es lo suficiente?
Para mí, descansar. No intentar la locura
de un mundo que pretende siempre suicidarse,
mas no consigue nada. Ni la nada siquiera.

- De: “TRILOGÍA VASCA” (1984) -

- 80 -
Si la vida es juego...

Si la vida es juego, juega bien.


No hagas trampas idiotas.
Ser idiota ante la luz tan sólo es comportarse
de un modo inmoral.
Ser idiota es tan sólo ser idiota y es perder
lo único que nos queda: la dignidad.
Jugar bien
es ponerse a la altura de quien nos desafía
si es un «quien»,
y si no demostrar que somos más que un «qué».
¿Pero lo somos? No sé.

De: “EL MUNDO ABIERTO” (1986)

- 81 -
Cantata del laberinto

¿Quién desentrañará lo que ya estaba escrito?


¿Quién cambiará el destino? Di tú, Ariadna, que me llevas
de la mano bailando casi sin sentirlo.
¿Qué es el derecho? ¿Qué es el revés?
La música sabe lo que yo no sé.
Me siento tan lleno de risas abiertas
que giro y más giro no sé para qué.
¿Acaso no es serio saber lo que sé?

Los dioses no juegan. Tienen leyes y ritmo


y algo que les gobierna más allá del sentido
que ocultando los ojos llamamos destino
pues con nuestro lenguaje no puede nombrarse.
Todos vivimos juntos, conscientes del orden
y hasta los astros ciegos conciertan con otros
y muestran por eso que son necesarios
aunque en verdad no sé para qué en el misterio.

Bucles, ruedas, flechas, una pictografía


que aunque nací sabiendo, ya casi no recuerdo,
pero sé que sé y aún me sigue hablando.
Cálculos celestes, círculos sin centro,
formas sin figura, rigores que acaban
por resolverse en cifras constantes, sonantes.
La lucha termina. Y así al fin se aprueba
la melancolía de los ritmos ciegos.

¡Y si todo fuera solamente un eco


de algo ya pronunciado no sabemos cuándo,
no sabemos dónde, si es que alguien lo dijo!
¡Y si todos fueran ecos y más ecos
de algo no pronunciado pero quizá plausible,

- 82 -
si hubiera seres que acaso hasta fueron
como imaginamos que somos nosotros
o quisiéramos ser normalmente neutros!

Cuando la última abertura de mi cuerpo esté sellada


¿quién podrá desenredar la maraña de mi vida
buscando algún secreto a lo que fue tan tonto
pues no había secretos sino sólo distracciones
o juegos de manos casi involuntarios?
Mas la suerte, ya se sabe, siempre riza la muerte,
y la música reina, y en su forma de vuelo
muestra la intrascendencia como lo supremo.

Si no sabemos nada, si lo adoramos todo,


si un leve sonido puede ser suficiente
o para que el mundo vuelva quizá a ser fabuloso
y parezca de pronto que estamos descubriendo
el secreto no dicho de lo más evidente.
¿Cuál es ese secreto?
Diga usted primero.
La única respuesta siempre es el silencio.
Silencio. Silencio. Y un furor secreto.

De: “ORÍGENES” (1990)



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