La Participación Ciudadana en Argentina

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La participación ciudadana en Argentina

"El Compromiso Ciudadano"

El Compromiso Ciudadano se puede definir como el ejercicio pleno de los derechos de


participación en los beneficios en común, como son la salud, la educación, justicia, seguridad,
vivienda, etc. y de deberes como contribuir al bien común asumiendo la responsabilidad que
implica la condición comunitaria, por ejemplo pagando impuestos, facilitando información
actualizada, entre otros. Los mismos se manifiestan a partir de la convivencia en una sociedad
democrática y que a su vez sean respetados por la comunidad.

¿Qué son los derechos políticos y civiles?

Los derechos políticos y civiles son los que están destinados a proteger a las personas del
estado, ya que buscan imponer un deber de no interferencia con respecto a esas libertades.
Generalmente estos derechos son directamente aplicables, es decir, son efectivos sin la
necesidad de hacerlos cumplir. Se reconoce que los derechos civiles y políticos también
requieren acciones positivas por parte del estado. También se aplican en las relaciones entre
individuos. Los derechos como el derecho de voto, son de una naturaleza explícitamente
política. Estos garantizan a los individuos las oportunidades de participar en la gestión de los
asuntos públicos de su país. Otros derechos son puramente civiles, como lo es el derecho al
matrimonio. Están relacionados con el estado civil de una persona. Aunque muchos de estos
derechos pertenecen a ambas categorías.

Antecedentes históricos del compromiso ciudadano en Argentina


"Movimientos sociales y políticos que han marcado la historia del
compromiso ciudadano en Argentina"

El movimiento obrero argentino

A mediados del siglo XIX ya es posible observar en Argentina algunas expresiones


importantes en torno a la conformación de movimientos sociales. Estos, surgen en el contexto
del desarrollo de un modelo económico nacional que se introduce de manera periférica en la
división internacional del trabajo y coloca como eje a la exportación de materias primas y a
las industrias funcionales a este esquema, esto demanda mano de obra de un modo creciente.
Además, se observan importantes flujos migratorios externos hacia nuestro país ante los
relativamente altos salarios y la posibilidad de conseguir un empleo. Estos nuevos pobladores
se instalan en los principales centros urbanos, los cuales en muy poco tiempo se encuentran
superpoblados. Como respuesta a esta situación, se originan una serie de conflictos sociales
protagonizados por los obreros inmigrantes. Las corrientes migratorias de españoles,
italianos, rusos, franceses, galeses, alemanes trajeron consigo nuevas ideologías y culturas; y
así nacen al menos tres grandes corrientes entre los movimientos sociales en Argentina: los
grupos anarquistas (1870), los marxistas/socialismo (un ejemplo es el grupo Vorwarts
fundado en 1882 por inmigrantes alemanes y el Partido Socialista fundado en 1896) y el
sindicalismo revolucionario (entre 1903 y 1904). Un suceso importante de estas
manifestaciones es la primera huelga general del país, el 22 de noviembre de 1902, en la cual
se demandan mejores condiciones de trabajo, reducción de la jornada de labor a un máximo
de 9 horas y aumentos salariales. Hay registro de auges huelguísticos en 1903, 1904, 1907,
1910. Entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX estos colectivos denotan una
organización sólida a partir de la cual desarrollan una temprana organización gremial por
oficio, intentos de consolidación de centrales obreras, una gran publicación de periódicos, el
armado de bibliotecas populares, asociaciones culturales y sociales, y una gran cantidad de
redes para ayuda mutua en términos de vivienda, salud y educación.
Consolidación del movimiento obrero en el proceso de industrialización (ISI):
En 1930, bajo un contexto internacional marcado por la crisis del liberalismo político y el
ascenso del fascismo y del nazismo, se da en Argentina el primer golpe militar. Así, se lleva
adelante una restauración conservadora y oligárquica que extiende políticas represivas contra
las manifestaciones sociales. De este modo, el trabajador manufacturero adquiere un nuevo
papel en la economía y sostiene movilizaciones por sus condiciones de trabajo, vida y
organización, se destacan las huelgas generales de 1932, 1933 y 1935. La actividad del
movimiento obrero se expresa en una intensa actividad huelguística y con la particularidad,
de una tendencia a la negociación. En este marco, el movimiento obrero conforma la
Confederación General del Trabajo (CGT). Hacia fines de la década del treinta, puede
observarse un movimiento obrero con una importante capacidad organizativa y de
negociación.
La década siguiente resulta ser un punto de inflexión importante ya que se abre la posibilidad
de una alianza entre el movimiento obrero y la burguesía industrial, la cual se materializa
políticamente en el peronismo. Se observan cuestiones tales como la pérdida de autonomía
debido a la burocratización de muchas de las organizaciones sindicales, intentos de
disciplinamiento en el interior de las organizaciones e incluso represión a sectores políticos
opositores. Sin embargo, esto no significa una pasividad total de sus reclamos, por el
contrario, la tendencia de las huelgas se logran en períodos de intenso conflicto laboral.
Entre 1955 y principios de la década de ´70, en una sucesión de gobiernos democráticos y
golpes militares, se proscribió al peronismo y se reprime de manera activa a la clase
trabajadora. En este marco comienza el período de la “Resistencia Peronista”. Aquí es un
suceso importante el Plan de Lucha de 1964 y el El Cordobazo. En definitiva, por un lado, se
forma una clase trabajadora que resulta central en la organización política-económica del
país, y por otro, el conjunto del colectivo se debilita debido a las importantes rupturas
internas, que incluso llegan a manifestarse en enfrentamientos armados.
Cabe destacar que en el período entre 1964 y 1974 la economía argentina y el sector
industrial en particular, se muestran entre los mejores indicadores de la historia argentina.

El movimiento de derechos humanos en la dictadura del ´76

A mediados de la década de 1970 en Argentina la dictadura militar provoca una gran


reestructuración económica, la cual lleva adelante transformaciones regresivas en el mercado
de trabajo. Tras estas transformaciones hay un objetivo de fondo: la desarticulación del
bloque popular, entonces se inicia un proceso de despolitización. Mediante un plan
sistemático y estratégico de represión que implica el Terrorismo de Estado, el cual va desde la
censura hasta el secuestro, tortura, desaparición y asesinato de los activistas. Se prohíbe y
reprime la acción de sindicatos, partidos políticos y organizaciones sociales. Sin embargo,
esto no significa la desaparición absoluta de las movilizaciones sociales, las cuales resisten de
formas diversas. Por su parte, el movimiento obrero y sus formas de organización tradicional
como los sindicatos y partidos políticos, se organizan tanto desde la clandestinidad, como en
protestas públicas. En este período aparecen nuevas manifestaciones colectivas, tales como
los movimientos sociales en defensa de los derechos humanos.
Lo interesante es que no fueron los partidos políticos quienes llevaron a cabo este
movimiento, sino una amplia red que incluyó a familiares de víctimas, a miembros de
comunidades religiosas, a activistas y organizaciones internacionales, a intelectuales y a
algunos políticos, fundamentalmente a los que habían salido exiliados de sus países.
Los nuevos movimientos sociales incorporan el marco de los derechos humanos en la lucha
anti-dictatorial. Estos conciben al ser humano como portador de derechos inalienables y
supone también la asignación de una responsabilidad central a las instituciones estatales de
garantizar la vigencia y el cumplimiento de esos derechos. La importancia de este radica en
que esta resignificación de la violencia de los derechos humanos se extiende a otras formas
de discriminación y violencia: los derechos de los pueblos indígenas, la situación de las
mujeres, etc.
Por otro lado, es primordial el rol del nuevo movimiento social en la vuelta a la democracia.
Desde entonces, ocupa un lugar de gran visibilidad en la arena política argentina a partir de
sus consignas de recuperación de la memoria y “contra el olvido”.
Vuelta a la democracia y territorialización de los movimientos sociales:
Con el nuevo gobierno democrático, los sucesivos planes económicos no alcanzaron a
mejorar las condiciones regresivas de la etapa anterior. El deterioro de la tasa de inversión y
el estancamiento económico registrado en este período se traducen en un reducido ritmo de
creación de puestos de trabajo y en una caída tendencial de los salarios reales. Este contexto,
redunda en una aguda caída en los niveles de vida de la población.
La ciudad es vista como “fragmentos”, en tanto ya no hay una unidad del conjunto urbano
sino una serie de territorios marcadamente identitarios, los cuales evidencian las
desigualdades sociales cada vez más marcadas. En este marco, es posible observar un cambio
sustancial en la morfología de las clases trabajadoras, producto de las transformaciones
económicas y políticas descritas. Gran parte de estas ya no se expresan sólo a través de las
instancias representativas tradicionales (como el sindicato), sino que lo hacen además por
medio de otras estructuras como por ejemplo las estructuras territoriales.
Nuevas formas de protesta en los ´90:
En 1989, se desencadena un proceso hiperinflacionario que conduce a un deterioro en las
condiciones de vida de la población. Este panorama de vulnerabilidad, posibilita al nuevo
gobierno peronista la aplicación de un amplio paquete de reformas, tales como la
privatización de las empresas estatales, la profundización de la apertura externa, la
desregulación de amplios sectores de la actividad económica y la liberalización del sistema
financiero. Sin embargo, estas medidas no alcanzan a controlar la inflación. Asimismo, el
nuevo gobierno aplica un conjunto de políticas que precarizan las condiciones de trabajo.
Como la reducción de los costos laborales no salariales, la disminución de los costos en
términos de accidentes o enfermedades con las Aseguradoras de Riesgo de Trabajo;
flexibilización en los horarios y vacaciones y la aplicación de un seguro de desempleo que
termina cubriendo solo un 6% del total de desocupados en 1997.
A pesar de esta fragmentación en el movimiento sindical, es posible observar fracciones que
se oponen tanto a la burocratización de las cúpulas, como las políticas implementadas en el
período. Entre estas, se destaca el papel de la CTA -Central de los Trabajadores Argentinos-,
la cual confluye en algunas ocasiones con el MTA -Movimiento de Trabajadores Argentinos-
y la CCC -Corriente Clasista y Combativa- En el marco regresivo de las políticas
económicas, estas organizaciones toman más bien una postura defensiva, en tanto prevalecen
los reclamos vinculados a la conservación de los puestos de trabajo, por sobre los reclamos
salariales y las condiciones de trabajo. Ahora bien, en el contexto de descentralización y
achicamiento del Estado y el incremento exponencial de la desocupación, aparecen nuevos
tipos de manifestaciones sociales, las cuales se destacan los estallidos sociales de las
provincias -como por ejemplo el Santiagueñazo de 1993- y los cortes de ruta o piquetes. Estas
protestas se diferencian de las "clásicas" ya que no se valen de los canales tradicionales para
efectuar sus reclamos; se hallan más orientados a la satisfacción de necesidades básicas, son
más puntuales y más defensivos; en contraste con las huelgas y las manifestaciones callejeras,
los cortes de ruta al igual que los ataques a la propiedad pública y privada son en sí mismos
ilegales. Sin embargo, con el tiempo estas formas de lucha se difunden y se afianzan cada vez
más.

Los movimientos sociales en el siglo XXI

Prácticas de democracia real en el contexto de la crisis del 2001:


Con el inicio del Siglo XXI, se desencadena en Argentina una profunda crisis económica que
evidencia el agotamiento del modelo de acumulación, vigente desde la última dictadura
militar. Esta crisis, no solo se refleja en términos económicos, sino que implica a su vez una
ruptura entre la clase gobernante y la sociedad civil. Esto puede observarse primero, con la
crisis de representación que se observa en las elecciones de octubre de 2001, en donde los
porcentajes más altos pertenecían al “voto bronca”. Por otro lado, las restricciones
cuantitativas sobre la salida de depósitos (“corralito”), sumadas al estado de sitio dictado por
el presidente Fernando de la Rúa, provocan la segunda ruptura entre la clase gobernante y la
sociedad civil, que culmina en los estallidos sociales del 19 y 20 de diciembre de 2001, bajo
la consigna “Que se vayan todos”. En este contexto, no solo pierden legitimidad las formas
tradicionales de representación como los sindicatos, sino también los partidos políticos. La
argentina resulta ser pionera en la oleada de manifestaciones civiles que se observan
alrededor del mundo a fines de la primera década del Siglo XXI.
Ahora bien, lo que sucede en concreto es que con la devaluación de 2002 se da una
significativa transferencia desde los sectores populares hacia los sectores dominantes y una
consecuente profundización de las precarias condiciones de vida en la sociedad en general.
Uno de los cortes que se convierte en un punto de inflexión para la época es el del Puente
Pueyrredón en Junio del 2002, en el cual son asesinados los militantes Kosteky y Santillán. A
partir de entonces, el movimiento desocupado junto a otros sectores organiza grandes
movilizaciones de repudio, al punto que el gobierno de Duhalde se ve obligado a llamar a
elecciones. Frente a este hecho criminal, la sociedad argentina mostró el potencial
movilizador y solidario que posee la memoria de la gran represión, reafirmando el
compromiso con el “Nunca más”.

"Lucha por los derechos civiles y políticos a lo largo de los años"

La sanción de la Constitución Nacional

La sanción de la constitución nacional fue uno de los sucesos más importantes que refleja la
lucha de los derechos de nuestra ciudadanía. El 1º de mayo de 1853 los diputados de las
provincias, reunidos en Santa Fe, sancionaron la Constitución Nacional, en respuesta a una
necesidad que surgió tras la Revolución de Mayo. Su objetivo era constituir la unión
nacional, afianzar la justicia y consolidar la paz interior. Fue una acción política que marcó a
todo el país. Los derechos que reconoce nuestra Constitución y los Tratados de Derechos
Humanos son: Derecho a la vida. Derecho a la integridad física. Derecho a la libertad.
Derecho de peticionar a las autoridades. Derecho de votar y ser votado. Derecho de entrar,
permanecer, transitar y salir del territorio argentino.

El voto femenino en Argentina.

El 11 de noviembre de 1951 las mujeres argentinas pudieron ejercer por primera vez a nivel
nacional su derecho al voto y a ser elegidas representantes. Fue la victoria de una lucha que
materializó el gobierno peronista con el protagonismo indiscutido de Eva Perón, pero que el
movimiento de mujeres sufragistas como Julieta Lanteri, Elvira Rawson, Cecilia Grierson y
Alicia Moreau, habían iniciado luego de la sanción de la Ley Sáenz Peña (1912) que
establecía el voto secreto y obligatorio sólo para los hombres mayores de 18 años.
"Recibo en este instante de manos del Gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros
derechos cívicos. Y la recibo, ante vosotras, con la certeza que lo hago en nombre y
representación de todas las mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me tiemblan las
manos al contacto del laurel que proclama la victoria”, exclamó Eva Perón el 9 de abril de
septiembre de 1947 ante una multitud de mujeres que se manifestaban en la Plaza de Mayo.
Si bien la ley se promulgó en 1947, recién en 1951 las mujeres pudieron ejercer su derecho.
Hay que tener en cuenta en primer lugar, que para que las mujeres pudieran votar se tuvieron
que modificar procedimientos técnico-administrativos estatales que hacían a la identidad de
las personas físicas, que en la Argentina estaba asociada al padrón militar desde el siglo XIX.

Lucha contra la dictadura cívico-militar.

La dictadura militar argentina, llamada por los propios protagonistas Proceso de


Reorganización Nacional, estuvo al mando del gobierno del país desde el año 1976 hasta
1983, entre el golpe de estado de 1976 y la entrega incondicional del poder a un gobierno
constitucional en 1983. El golpe de estado que instauró la dictadura ocurrió el 24 de marzo de
1976. Los militares buscaron organizarse en una primera Junta para gobernar el país, más
tarde le seguirían tres más.
En todo este tiempo se caracterizó por la aplicación de una represión brutal, incluyendo todo
tipo de torturas, violaciones sistemáticamente a los derechos humanos, se apropiaron de
bebés y niños, ocultando su identidad, y por la desaparición de personas.
El número de desaparecidos se cifra entre 9.000 y 30.000, muchos de ellos asesinados
durante los llamados “vuelos de la muerte”.
Participaron los militares, apoyados por diversos empresarios civiles, algunos medios de
comunicación y parte de la Iglesia católica.
Luego varios años de persecuciones, proscripciones, exilios y desaparición forzada de una
gran cantidad de personas, el pueblo argentino dijo basta. Aquí podemos apreciar la lucha no
solo de organismos de derechos humanos y partidos políticos, sino que también por la alta
participación de una importante parte de la sociedad civil, con el compromiso de
organizaciones sociales, entre otros organismos que ayudaron a articular una ardua cuestión
contra la dictadura cívico-militar, así Argentina pudo retornar al camino democrático. hb 10
de diciembre de 1983 Raúl Ricardo Alfonsín asumió al poder como presidente de la Nación
en nuestro país, fue una etapa ininterrumpida de recuperación y ampliación de los derechos
sociales, humanos y políticos. Se reconoce como un periodo de respeto al Estado de Derecho,
la voluntad popular y la libertad de expresión la participación ciudadana estuvo altamente
marcada.
Actualmente se sabe que nuestro país posee elecciones regulares y un sistema político
participativo. Es importante saber que la democracia y la protección de los derechos humanos
han sido fundamentales para la ampliación de los derechos civiles y políticos en Argentina.

"Participación ciudadana a lo largo de la historia argentina"

A 100 años de las primeras elecciones en las que se ejercitaba en Argentina el derecho al voto
secreto amparado por la Ley Sáenz Peña -primer paso hacia una participación electoral libre y
universal-, las formas en las que la ciudadanía entiende que puede “participar” se han
ampliado y complejizado. Pero en la bisagra de los siglos XX y XXI comenzó a producirse
un giro significativo: conquistada la participación electoral fue la participación no-electoral la
que se expandió y diversificó. La participación ciudadana no electoral a lo largo de la historia
Argentina democrática estuvo protagonizada por grandes conjuntos de actores.

Partidos políticos y en los sindicatos y la crisis de participación

Durante el siglo XX la contrapartida más evidente de la participación electoral por fuera de


los momentos electorales era la participación en el seno de los partidos políticos y en los
sindicatos. Sin embargo, dos grandes transformaciones se han producido hacia finales del
siglo XX. Por un lado, los partidos políticos como organizaciones estables y dadoras de
identidades y cosmovisiones fueron perdiendo protagonismo frente a los liderazgos
personales, y terminaron muy desprestigiados por su asociación a una “clase política”
separada de la ciudadanía. Por otro lado, la erosión del rol de los partidos políticos ha
conducido a una paralela disociación entre la legitimidad electoral y la legitimidad de las
acciones de los gobernantes. Si las elecciones ya no implican tanto la opción por un rumbo de
las políticas como la mera selección de gobernantes, entonces la legitimidad de las decisiones
de estos últimos no está garantizada por el resultado de las urnas, al mismo tiempo que la
participación electoral se revela con mayor evidencia como insuficiente.
Estos dos fenómenos permiten pensar que aquello que se nombró como “crisis de
representación” constituyó al mismo tiempo una “crisis de participación” Se trataba de la
crisis de una forma particular de participar, que supone una actividad ciudadana identificada
con votar en los momentos electorales, pero participar como ciudadano en la vida pública
más allá de la emisión del sufragio.

Movimientos de Derechos Humanos

Los movimientos de Derechos Humanos, presentaron una configuración novedosa en su


formato y sus reclamos frente a los actores más tradicionales de la sociedad civil. Entre los
movimiento de derecho humano de la sociedad argentina podemos nombrar: Organización
Abuelas de Plaza de Mayo: es una organización civil de derechos humanos fundada en 1977
que tiene como objetivo localizar y restituir a sus legítimas familias todos los bebés y niños
apropiados por la última Dictadura Militar en la Argentina (1976-1983). Está presidida por
Estela de Carlotto y tiene su sede central en Buenos Aires, con filiales en otras ciudades del
país como Mar del Plata, La Plata, Rosario y Córdoba.

Movimiento Piquetero

Este grupo novedoso de actores estuvo constituido por agrupaciones de desocupados ligadas
a sindicatos, partidos políticos de izquierda o colectivos autonomistas, y sus acciones de
cortes de ruta se orientaban a reclamar recursos en un contexto de severa crisis económica,
pobreza e indigencia, al tiempo que organizaban en el territorio prácticas de subsistencia
como comedores, merenderos y roperos comunitarios. El movimiento piquetero es el nombre
que se le dio en la Argentina a la organización de los desocupados que reclamaban planes
sociales ante la desocupación masiva. Se los llamó “piqueteros” porque usaban el piquete
como herramienta de lucha, un práctica que consiste en el bloqueo del tránsito, ya sea de una
calle, de una ruta o de la puerta de entrada a una fábrica, por la presencia de personas que se
apostan en el lugar o bien mediante el uso de distintos elementos que contribuyan a impedir
el paso, como las ya clásicas gomas quemadas. Lo importante es que corta la circulación del
tránsito. No se trata de una acción novedosa, más bien es parte de la tradición de lucha de la
clase obrera. Históricamente los obreros ocupados utilizaron el piquete como un
complemento a las huelgas para impedir el ingreso a la fábrica de rompehuelgas. Los
desocupados, en cambio, organizan piquetes en rutas. Como no pueden frenar la producción
con una huelga, cortan la circulación de las mercaderías, lo que tiene un efecto similar sobre
la economía. El piquete con fogatas fue también una tradición de las grandes luchas obreras.
Una forma de llamar la atención sobre un reclamo a quienes gobiernan y presionar para que
sea resuelto. En la Argentina el problema de la desocupación empezó a crecer bajo la
presidencia de Menem, por la reducción del gasto estatal, las privatizaciones y el recorte de
subsidios. Los primeros lugares donde emergió el movimiento piquetero fueron aquellos
donde la desocupación y la subocupación alcanzaban cifras más elevadas: Neuquén, Cutral
Co, Plaza Huincul, Mosconi, Tartagal, San Salvador de Jujuy, La Matanza, Florencio Varela,
por nombrar algunas. Allí fueron surgiendo diferentes movimientos y coordinadoras de
desocupados. Al mismo tiempo, las acciones de los desocupados fueron imitadas por obreros
ocupados en todo tipo de reclamos, como los salariales, por ejemplo. En especial los
trabajadores estatales y docentes. También obreros petroleros del sur o los trabajadores
gráficos de Atlántida en el norte del Gran Buenos Aires, los metalúrgicos de Tierra del
Fuego, la CGT San Lorenzo, en Santa Fe, los obreros del pescado en Mar del Plata. Es decir,
una parte de la clase obrera, aquella que se reivindicaba clasista, se había sumado al
movimiento piquetero y había comenzado a utilizar métodos de acción directa y a actuar de
forma independiente de la burocracia sindical que no daba respuesta a sus necesidades de
lucha. Todo esto significa que la denominaci del movimiento piquetero” no refiere solamente
a los desocupados, sino al movimiento de lucha que se gestó en la clase obrera a mediados de
los ’90 y que incluyó ocupados y desocupados, la denominación histórica que adquirió en la
Argentina de fines de los ’90 y principios de los 2000 la alianza, una fuerza social, que se
constituyó con una fracción de la clase obrera tanto ocupada como desocupada, que irá
adquiriendo una perspectiva revolucionaria. Perspectiva que hoy debemos retomar.

Dispositivo participativo

En paralelo, en el nivel de los gobiernos locales, comenzó después de la crisis de 2001 el


surgimiento y luego expansión de dispositivos participativos convocados por las autoridades
que invitaban a los vecinos a discutir y decidir sobre su territorio inmediato. Entre ellos se
hallaban los consejos barriales, consejos consultivos temáticos, planificación estratégica
participativa, pero el ejemplo paradigmático fue el del Presupuesto Participativo que surgió
por primera vez en 2002 en Rosario y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, luego en
2006 en el Municipio de Morón de la Provincia de Buenos Aires y que llegó a extenderse en
los años siguientes a más de 50 municipalidades de 14 provincias argentinas. Se trata de un
proceso de intervención directa, permanente, voluntaria y universal mediante el cual la
ciudadanía, conjuntamente con las autoridades, delibera y decide a cerca de la asignación de
recursos públicos. Es un proceso de consulta y diálogo entre la comunidad y las autoridades
sobre cuáles son las prioridades de inversión de un municipio. La puesta en marcha de este
mecanismo de participación fue transversal a los colores políticos o etiquetas partidarias de
los gobiernos locales. El alcance de los dispositivos nunca dejó de ser limitado en los efectos
para las condiciones de vida de la población, dados los pocos recursos con los que
generalmente se contó y la concentración de las asambleas en problemas puntuales del barrio
o de la cuadra que se fomentaba desde el propio diseño institucional. Sin embargo, la difusión
de este tipo de dispositivos vino a mostrar cómo “hacer participar” se transformaba en parte
de las herramientas necesarias para gestionar, gobernar y representar en la política
contemporánea.

Ciclo de protestas
En la primera década del siglo XXI, surgieron ciclos de protestas que apelaban a la figura de
los “auto-convocados” y que reunían malestares heterogéneos en rechazo de situaciones y
particularmente decisiones o medidas de los gobernantes. Una de las primeras movilizaciones
masivas convocadas por un “ciudadano común” y reivindicando la ausencia de consignas
políticas, banderas y organizaciones, había sido el ciclo de marchas por la seguridad
impulsado por J. C. Blumberg en 2004, luego de que su hijo fuera secuestrado y asesinado.
Otro ejemplo puede ser el ciclo de “cacerolazos” que tuvieron lugar entre 2012 y 2013 y que
constituyeron las primeras movilizaciones nombradas por su fecha, indicando su carácter
fugaz y acontecimiental: 13S (2012), 8N (2012), 18A (2013) 8A (2013). También fueron las
primeras en ser convocadas e impulsadas directamente desde las redes sociales y en mostrar
los rasgos más salientes de los movimientos ciudadanos contemporáneos: ausencia –al menos
aparente- de actores organizados, ausencia de portavoces oficiales, elaboración artesanal de
carteles en lugar de banderas, multiplicación de las consignas individuales y reunión de la
heterogeneidad. Estos movimientos de participación aún siguen vigentes hasta nuestros días.
Son movilizaciones interpretadas más claramente como “anti-oficialistas”, pues se realizan en
la expresión de rechazo contra de determinadas decisiones del gobierno, al tiempo que apelan
a la legitimidad de la “espontaneidad”. Otro caso más puntual es el surgimiento del
movimiento #NiUnaMenos contra la violencia machista en 2015, que comenzó como una
consigna que dio nombre a un movimiento feminista que posteriormente se expandiría a gran
escala hacia varios países de Hispanoamérica y otras regiones del mundo Es un colectivo de
protesta que reúne a un conjunto de voluntades feministas, pero también es un lema y un
movimiento social que se opone a la violencia contra la mujer y las disidencias y su
consecuencia más grave y visible, el feminicidio y el trans/travesticidio. Este movimiento
destaca en el sentido de que ha dejado ver que la negatividad puede convivir con una agenda
positiva de medidas concretas exigidas por la ciudadanía y que las organizaciones sociales y
políticas más clásicas pueden asimismo confluir con las potencialidades abiertas por las
nuevas tecnologías. Otra forma de participación: el universo socio virtual En el cruce de los
universos online y offline no han sido sólo manifestaciones callejeras las que han surgido,
sino también otros experimentos participativos como discusiones de proyectos en plataformas
cerradas, o bien peticiones a las autoridades mediante recolección de firmas, en las que se
apela con gran efectividad a la empatía con historias singulares puestas en primer plano. Lo
que parecen enseñarnos las experiencias más recientes es que incluso los rasgos básicos de
los que supieron ser los “nuevos movimientos sociales” (organización, identidad, ideología)
están generalmente ausentes en la actividad ciudadana actual.

En los primeros años del siglo XXI se han entonces multiplicado y complejizado las formas
en las que los ciudadanos participan en la vida política. Es cierto que el voto es la única
forma de participar que asegura la igualdad de influencia de los miembros de un colectivo en
la decisión, pero hoy en día los ciudadanos no se conforman con un lenguaje único ni con
hacer oír su voz en momentos aislados. A un siglo de una de las primeras conquistas en el
terreno de la participación electoral, es en el terreno de la participación no-electoral en el que
se juega hoy la creatividad y la innovación democrática.
Movimiento estudiantil en Argentina
"La politización de la universidad y las organizaciones estudiantiles"

Hacia los primeros años de la década del cincuenta, el régimen gobernante impulsó, en forma
activa, un proceso de politización de la sociedad. En la Universidad esto implicaba abandonar
la pretendida neutralidad política en los claustros.
En 1953 fue reformada la Ley Universitaria sancionada en 1947, adjudicándose al estado la
potestad de regular la administración interna de las casas de estudios y las pautas de los
cursos. Este cambio en la estrategia frente a la sociedad impulsó un nuevo y lento proceso de
expulsión de alumnos y docentes que rechazaron los requerimientos de adhesión explícita al
gobierno. En este marco se comprende la creación de la Confederación General Universitaria
(CGU) y los intentos de politizar al estudiantado a través de los llamados cursos de formación
política, que fueron instrumentados a partir de 1952. Allí se señalaba que las universidades
implementarían “cursos obligatorios y comunes” cuya finalidad es lograr “que cada alumno
conozca la esencia de lo argentino, la realidad espiritual, económica, social y política de su
país, la evolución y la misión histórica de la República Argentina”.
Arturo Sampay, profesor de derecho político en la universidad de ciencias jurídicas y sociales
de la universidad nacional de La Plata, explicó en un breve texto los principios que debían
orientar estos cursos, cuyo objetivo final era la formación política de los dirigentes.
El propósito final era formar “dirigentes argentinos para salvar nuestro ser nacional,
consolidar un orden social justo, afianzar la libertad e independencia del país en sus
decisiones”.
Si bien el peronismo logró conformar las universidades un cuerpo profesoral de que obtenía
una adhesión pasiva y que no cuestionaba el estado de la situación universitaria, no ocurrió lo
mismo con el estudiantado, Este permaneció, en su gran mayoría, apegado a los principios de
la reforma y se manifestó activamente en oposición al gobierno. El régimen procuró, a través
de diferentes tipos de estrategias, organizar un movimiento dentro del ámbito universitario
que canalizarse a las fuerzas oficiales. En junio de 1947 se creó la Federación Nacional de
Universitarios Peronista.
La Confederación General Universitaria trató de conformar una alternativa a la Federación
Universitaria Argentina (FUA). Pero no tuvieron éxito. La CGU no logró concitar el apoyo
estudiantil, a pesar de que muchos de sus miembros usaban a menudo su influencia ante las
autoridades para resolver distintos problemas de carácter administrativos de los alumnos.
También se ocupaba de organizar la provisión de apuntes y de los comedores estudiantiles.
En algunas universidades del interior, su influencia fue mayor que en las grandes casas de
estudio del Litoral.
Durante los primeros años de la década del 1950, el movimiento estudiantil comenzó a
superar la fase de atomización y división en la que había caído luego de las intervenciones del
año 1946. Los centros habían dejado en segundo plano sus reivindicaciones mas puramente
políticas y se habían concentrado en temas de índole administrativos y académico. Centraron
sus reclamos en cuestiones tales como las malas condiciones edilicias, la falta de los
materiales y, en algunos casos, los contenidos de las carreras, los planes de estudios y las
formas de enseñanza. La suspensión del examen de ingreso conformo por entonces también
uno de los ejes de la agitación estudiantil. A partir de septiembre de 1952 las disputas se
concentraron en torno al Centro de Ingeniería, cuya personería fue retirada por el gobierno.
Esto origino una nueva oleada de huelgas que se prolongaron durante todo el año siguiente.
En 1954 se les aplico a trece estudiantes peruanos la Ley de Residencia y se los expulsó del
país.
Varios de los protagonistas han recordado dichos episodios señalando que en el momento de
inscribirse se les comunicaba que habían dejado de pertenecer al alumnado de su facultad.
Entre octubre y diciembre de 1954 fueron llevados a prisión en todo el país más de doscientos
militantes estudiantiles.
Durante aquellos meses el movimiento estudiantil se articula estrechamente con la oposición
política. Era evidente por entonces el fracaso rotundo del gobierno en su intento de construir
una fuerza sólida que lo expresara entre el alumnado.
Dentro de los reformistas surgieron disputas relevantes entre los grupos independientes,
afines del radicalismo y el socialismo, por un lado, y a los comunistas, por otro.
En 1950, por iniciativa de un grupo de estudiantes de ingeniería se conformó la Liga de
Estudiantes Humanistas. Estos, si bien valoraban explícitamente la experiencia reformista,
respaldaban la libertad de la enseñanza y la posibilidad de la existencia de universidades
libres, oponiéndose asi al monopolio estatal de educación.

"El movimiento estudiantil contra la política universitaria durante la


dictadura del '76" (caso de la UBA)

Para describir y analizar los cuestionamientos del movimiento estudiantil en la época de la


dictadura vamos a tomar un caso en específico: la principal universidad nacional de la
Argentina, la UBA.
Ante las medidas que el gobierno había impuesto las agrupaciones comunistas, radicales,
trotskistas, maoístas y peronistas criticaron y se movilizaron en contra de la conformación de
una universidad pequeña, despolitizada, antidemocrática y subordinada. Lo hicieron a través
de las Comisiones, los Centros de Estudiantes y las Federaciones dónde se impulsaron
diversos tipos de iniciativas (petitorios, cartas, recitales, concentraciones, movilizaciones,
etc.) en contra de los cupos al ingreso y el arancelamiento a los estudios de grado, de la
sanción de una legislación universitaria a medida del proyecto dictatorial y de las diversas
medidas que afectaban los planes de estudio y el funcionamiento de las carreras de la UBA.

La nueva política universitaria

Al momento del golpe de estado de 1976, el movimiento estudiantil porteño se encontraba


fragmentado y debilitado ante los ataques hechos por los sectores ultra conservadores en las
facultades y por bandas parapoliciales por fuera de las misma. El movimiento estudiantil
moderaba sus demandas y su repertorio de acciones, aspirando a la normalización
universitaria como medida pacificadora de la dinámica universitaria. Con la intervención
universitaria, la ilegalización casi total de los actores del movimiento estudiantil y el
despliegue del "terrorismo de estado" sobre sus militantes, el panorama era desalentador. Sin
embargo la militancia estudiantil fue rearticulándose hasta constituirse hacia el final de la
etapa como parte activa de la oposición a la dictadura.

El "limitacionismo"

Miles de jóvenes quedaban afuera año tras año. Esto generaba críticas y cuestionamientos
entre los diversos sectores políticos, así como angustia e incertidumbre entre el estudiantado.
La Federación Juvenil Comunista (FJC) retrataba la situación de los estudiantes recurriendo a
la imagen del "juego de la silla" en donde había sólo una silla disponible cada 5 aspirantes a
ingresar a la UBA. Se había avanzado en la reducción de la matrícula estudiantil con la
finalidad de achicar en términos generales la intervención presupuestaria, social y política de
las universidades públicas. Los militantes estudiantiles, tanto comunistas como trotskistas,
junto a las federaciones universitarias sostenían la falsedad de los argumentos dichos por las
autoridades educativas: la escasez presupuestaria no se debía al crecimiento excesivo del
estudiantado sino a la política de asfixia financiera del sector educativo, así como tampoco
consideraban que existiera un exceso de profesionales ante la gran cantidad de necesidades
básicas insatisfechas en el país. También se cuestionaba el hecho de que los cupos habían
descendido por igual en todas las áreas del conocimiento. Así, consideraban que se trataba de
un "limitacionismo" puro.

Las agrupaciones trotskistas decían que toda la política del gobierno apuntaba al
desmantelamiento progresivo del aparato educativo estatal. Los militantes estudiantiles
comunistas por otro lado hacían hincapié en los problemas que detectaban en las modalidades
que suponía el proceso de selección de los estudiantes: los programas eran cuestionados por
su extensión, los cursos por su bajo nivel, las pruebas por confusas y tramposas;
caracterizaban a la política de ingreso como selectiva y elitista, en línea con su valoración del
sistema educativo que buscaban construir y proponían un examen de ingreso acorde con el
nivel de la enseñanza secundaria.. En cambio, las agrupaciones trotskistas se proponían
organizarse para conseguir el ingreso irrestricto a la universidad. A pesar de los matices en
las consignas propuestas por las diversas agrupaciones, acordaron la necesidad de buscar una
salida colectiva: organizarse en las Comisiones de Aspirantes, firmar los petitorios y que los
padres también apoyarán y participarán de las iniciativas a favor del ingreso irrestricto.
Postulaban la urgencia de "alzar la voz" para ser escuchados y conquistar el derecho a
peticionar para lograr el derecho a estudiar.

Otras modalidades de organización estudiantil para superar las restricciones al ingreso fueron
los cursos de preparación para los exámenes que eran paralelos a los oficiales y además
gratuitos. Algunos de ellos eran impulsados por los centros y las comisiones.
Según los datos disponibles, durante los últimos años de la dictadura los estudiantes que
lograron ingresar a las carreras superaron en algunos cientos a los cupos previamente
establecidos. De este modo, a pesar de que las comisiones de aspirantes junto con los centros
y comisiones reorganizadoras no lograron conquistar el ingreso irrestricto, durante los dos
primeros años de la década de 1980 lograron quebrar el cupo impuesto por las autoridades
universitarias a partir de diversos recursos que muestran la importancia del proceso de
organización y la movilización estudiantil en la UBA.

El movimiento en defensa de las carreras

En la Facultad de Filosofía y Letras, los estudiantes se organizaron para denunciar las


medidas que se llevaban a cabo contra las disciplinas de Ciencias Sociales y Humanidades en
general. En la primera, el rector Lucas Lennon había definido el cierre de la inscripción a la
carrera de grado de Antropología y la conformación de un posgrado. Por su parte, los
psicólogos y los estudiantes de la carrera se vieron afectados a nivel nacional ante una
resolución ministerial que limitaba las incumbencias de los títulos profesionales. Esta
situación generó la respuesta no sólo de estudiantes y docentes, sino también de las
asociaciones de profesionales que manifestaron públicamente su rechazo a la medida.
Además, esta carrera, junto a Sociología, existía bajo la amenaza constante de encontrar el
mismo destino de Antropología y convertirse en posgrados. En ese marco, se conformaron
Comisiones estudiantiles por carrera y una "Comisión de Enlace" que las articulaba entre sí.
Las mismas se unieron en un acto realizado en diciembre de 1980, acompañado de firmas,
mesas redondas, plenarios y festivales.

En Psicología se conformaron coordinadoras por turno, que se reunía con las comisiones de
la misma carrera de las universidades privadas en una coordinadora inter facultades. Estas
organizaron una mesa redonda en octubre de 1980 en la cual participaron importantes
personalidades de la disciplina y 500 estudiantes aproximadamente, que reunieron más de
1.000 firmas. Los partidos de izquierda denunciaron que, en esa carrera, los estudiantes
sufrían intimidaciones: cortes sucesivos de luz en la sede de la calle Independencia que
llevaban a la suspensión de las actividades en el turno tarde; detenciones y golpes por parte
de la policía a estudiantes dentro de la facultad.
Se organizó un festival de música popular al que asistieron alrededor de 750 estudiantes,
entre las consignas se encontraba la defensa de las Ciencias Sociales, la legalización y la
reorganización del centro de estudiantes, como así también condenaban el arancel y
proponían el ingreso irrestricto. Paralelamente, en Sociología se reunieron 1.500 firmas en
una solicitada, mientras que la Comisión Pro-centro denunció la falta de horarios nocturnos
para cursar y solicitaban la extensión del horario de la biblioteca.
Hay que tener presente que durante este periodo el Ministro de Educación Juan Llerena
Amadeo (1978-1981) cerró la Universidad Nacional de Luján, las cuatro carreras que se
dictaban en la Facultad de Ingeniería en la ciudad de Paraná y la de Analista de Sistemas de
la Universidad Tecnológica Nacional regional Buenos Aires, mientras corrían amenazas de
clausura sobre las universidades de San Juan y la de la Patagonia.
En Medicina, la propuesta de un nuevo plan de estudios suscitó el rechazo estudiantil. El
mismo prolongaba un año más la cursada y afectaba directamente a quienes cursaban entre
primer y tercer año. A este malestar se sumaba la reducción del presupuesto sanitario y el
cierre de hospitales públicos como consecuencia.

La ley universitaria
El proyecto de ley universitaria y su posterior sanción generaron el debate sobre la realidad y
el futuro de las universidades argentinas. Entre los aspectos más criticados se encontraban la
subordinación completa de las casas de estudios al Poder Ejecutivo Nacional, legalizando la
eliminación de los órganos de cogobierno de las universidades, así como su autonomía
académica y política. También eran cuestionadas las restricciones a la libertad de enseñar y
aprender y al ejercicio de la política partidaria por parte de los docentes y autoridades de la
universidad. Las organizaciones estudiantiles también veían con preocupación que el
proyecto cuestionara el principio de gratuidad de los estudios, pilar básico de un sistema
democrático. Las agrupaciones estudiantiles coincidían en que los estudiantes debían
aprovechar la brecha abierta por el debate acerca de la ley entre partidos políticos,
autoridades educativas y rectores para hacer escuchar su voz y exigir por sus derechos.
Pese a los numerosos desacuerdos manifestados a nivel público, el 22 de abril de 1980 se
sancionó la nueva ley universitaria n° 22.207 sin modificaciones sustanciales. Las críticas
hacia la legislación universitaria aprobada no cesaron hasta el final de la dictadura.

El arancel
"La educación es un derecho, no un privilegio"

Cuando se conoció la sanción de la ley N° 22.207, la amenaza del arancelamiento se sintió de


inmediato entre el estudiantado, y las diversas agrupaciones políticas condenaron esa
posibilidad e iniciaron su militancia contra la medida. Desde 1949 el estudiantado de la UBA
no tenía que pagar por cursar, aunque sí por la realización de trámites, la práctica deportiva o
el uso de instalaciones y servicios como laboratorios y computadoras.

Se cuestionaron los argumentos planteados por el ministro de educación Juan Llerena


Amadeo para justificar el arancelamiento, quien había sostenido en varias ocasiones que se
trataba de una medida que apostaba a promover la "igualdad de oportunidades" ya que era
más justo que pagara quien pudiera hacerlo y que obtuviera una beca quien no. También se
denunciaba que a través de este procedimiento de cobro de aranceles a los estudiantes, el
estado dejaría de hacerse cargo de la totalidad del presupuesto universitario.
Para las agrupaciones trotskistas, el proyecto oficial expresaba el carácter "antipopular y
antidemocrático" del régimen ya que la gratuidad de la enseñanza era un derecho garantizado
por la constitución nacional y año tras año se quedaban más jóvenes por fuera del sistema
educativo. En este punto coincidía el comunismo que planteaba que, si a los crecientes costos
generales de estudiar se sumaba los del arancel, el resultado inevitable sería el aumento de la
deserción, particularmente la de los sectores de menores recursos.
En este contexto, en julio de 1980 la reunión de representantes de la Federación Universitaria
Argentina (FUA) aprobó un plan de lucha nacional que se desarrolló hasta marzo del año
siguiente. El punto central del mismo era la recolección de firmas de respaldo a un petitorio
contra el arancel en todas las universidades nacionales.

A partir de 1981 una de las medidas impulsadas por la militancia contra el arancel fue el "no
pago" a través de una vía burocrática establecida en la normativa.. En la reglamentación de la
UBA, los estudiantes podían solicitar a las autoridades ser exentos del pago del arancel si
argumentaban imposibilidades económicas. Esta opción funcionó como una "grieta" que las
agrupaciones aprovecharon como mecanismo "dentro de la norma" para rechazar el
arancelamiento.
Una alternativa que iba en el mismo sentido que la solicitud de exención, fue la de pedir las
becas estipuladas dentro del mismo sistema de aranceles. Así, durante 1980 y 1981, las
Comisiones Reorganizadoras, los Centros, las Comisiones de Ingresantes de Filosofía y
Letras, Psicología, Ciencias Exactas, Derecho, Sociología, Medicina y Agronomía
organizaron reuniones donde se decidió presentar el documento para prescindir del pago del
arancel. En Psicología, por ejemplo, se organizaron para que el conjunto de los estudiantes
que acordaban con la medida, presentaran la documentación en la facultad el mismo día y
durante la misma franja horaria, de este modo se generaba una concentración estudiantil
contra una política dictatorial que formalmente era fila para completar un trámite
administrativo.

Este proceso alcanzó un mayor desarrollo hacia octubre de 1981 cuando la Federación
Universitaria de Buenos Aires (FUBA) convocó a una movilización al Ministerio de Cultura
y Educación para presentarles a las autoridades el petitorio junto con las miles de firmas que
lo respaldaban. Se trató de la primera movilización callejera estudiantil en Buenos Aires bajo
la dictadura. En la movilización del 22 de octubre participaron entre 200 y 300 estudiantes,
en los carteles se leía: "Queremos democracia en la universidad. No al arancel. Por la
participación.". Entre los cánticos se escuchaban "Libertad, libertad... queremos democracia
en la universidad", "Los Centros de Estudiantes, unidos y adelante", "Se va a acabar, se va a
acabar el arancel en la universidad", "Atención, atención, el único camino es la
movilización." La movilización terminó con la intervención policial, fueron detenidos varios
estudiantes y fotógrafos de los medios gráficos que la registraron.

En Filosofía y Letras la asamblea estudiantil decidió no pagar más el arancel como medida de
protesta, los estudiantes entregaban las "chequeras" a las autoridades ya electas del Centro de
Estudiantes. Sin embargo, se encontraron ante la dificultad de que no todos los alumnos
estaban dispuestos a entregar las chequeras en caso de que se las solicitaran para realizar
algún trámite o rendir examen. Una situación similar se vivió en la organización de la "quema
de chequeras" con la participación de 1.000 personas, impulsada por el Centro de Estudiantes
de Filosofía y Letras y se sumaron los de Medicina y Ciencias Económicas. dónde el
estudiantado en general se resistía a entregar la chequera propia. Para superar este obstáculo
se idearon "chequeras gigantes" de cartulina y otros materiales que además lograban un
mayor impacto visual que las piezas originales.
El 16 de septiembre de 1983, los Centros de Estudiantes de las diversas facultades marcharon
contra los aranceles, por la derogación de la ley 22.207 y por el retiro de la policía de los
claustros.
El continuismo

A finales de 1981, el rector Alberto Rodríguez Varela manifestó que la UBA debía ser el
ejemplo de un proceso exitoso de "normalización universitaria", así se inauguró la
convocatoria de concursos para regularizar la planta docente, multiplicando las críticas de la
comunidad universitaria, a pesar de esto, los mismos comenzaron a convocarse a principios
de 1982 y se intensificaron luego de la guerra de Malvinas.

Las organizaciones estudiantiles consideraban a este proceso como una "maniobra


continuista" para perpetuar a los funcionarios del régimen y así desestabilizar al gobierno
democrático que llegaba. Plantearon que: "la censura indiscriminada, la persecución
ideológica, la reducción del presupuesto fueron, entre otras, las herramientas usadas para
lograr una universidad económicamente pequeña, académicamente mediocre y políticamente
al servicio de las minorías del privilegio. Hoy se pretende legalizar esta triste realidad
universitaria mediante los concursos docentes, por esto nos pronunciamos por la anulación de
los actuales concursos universitarios".
A pesar de los cuestionamientos, los concursos se desarrollaron según la normativa vigente.
De todos modos, las críticas a los intentos "continuistas" contribuyeron a articular un
cuestionamiento abierto y general al modelo universitario de la dictadura. Se planteó la
necesidad de una universidad autónoma que se auto-gobernara con la participación del
conjunto de su comunidad. Así, se incorporó el "tema de la participación estudiantil" ya que
la ley establecía que el gobierno de la UBA recaería exclusivamente sobre una minoría de
profesores titulares y las autoridades designadas por el Poder Ejecutivo Nacional. El
estudiantado organizado colectivamente exigía ser escuchado y considerado en el gobierno de
las casas de estudios.
Hacia fines de 1982, el movimiento estudiantil tenía un planteo global de oposición a la
dictadura en materia universitaria articulado con el movimiento social y político nacional que
exigía el fin de la dictadura.

Integrantes: Dlugopolski Avril, Godoy Uma, Grisetti Anabella, Locadito Camila y Torrez
Candela.
Año y curso: 4to Diseño y comunicación multimedial.
Fuentes:
https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.8938/ev.8938.pdf
https://www.arba.gov.ar/www-archivos/Publicaciones/c-c.pdf
https://chicos.congreso.gob.ar/archivos/40A_AMPLIACION_DERECHOS.pdf.
https://www.lifeder.com/dictadura-militar-argentina/
https://respuestas.online/derechos-politicos-y-civiles/
https://www.argentina.gob.ar/noticias/voto-femenino-historia-y-acciones
https://www.casarosada.gob.ar/nuestro-pais/constitucion-nacional
"La participación ciudadana no-electoral en Argentina" por Rocío Annunziata.
https://razonyrevolucion.org/conceptos-basicos-movimiento-piquetero/
https://www.clarin.com/sociedad/abuelas-de-plaza-de-mayo-quienes-son-y-cual-es-su-hi
storia_0_xVeSiPq9.html
Capítulo 7 del material académico universitario "Historia de las universidades
Argentinas" por Buchbinder Pablo" (2005).
http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-50492021000100208

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