Brujas Andinas: La Inquisición en Argentina

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BRUJAS ANDINAS

Copyright: Alicia Poderti 2005

BRUJAS ANDINAS
La Inquisición en Argentina

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editores o de la autora.

Ilustración de cubierta:
Nueva Corónica y Bueno Gobierno del Príncipe Indígena
Felipe Guamán Poma de Ayala (1615?).

Las leyendas de las ilustraciones son copia fiel de las


originales de los archivos.

ISBN (been applied for)

This is an e-book from Cervantes Publishing


BRUJAS ANDINAS

ÍNDICE

Prólogo 5

Síntesis global 7

I. Las mujeres y el mal 11

II. La atmósfera inquisitorial 21

III. Extirpando idolatrías 29

IV. Brujería y etnicidad 41

V. Violencia y nuevo lenguaje 49

VI. Hechicería y marginalidad 57

Bibliografía 65

Breve biografía de la autora 72


ALICIA PODERTI

PRÓLOGO

L UEGO de más de dos décadas difundiendo literatura


hispana en Australia en la forma de libros, revistas y
programas radiales, nuestra editorial inicia con el presente título
una nueva senda al incursionar en la tecnología electrónica,
medio cuyas ventajas han quedado demostradas por el éxito
de su empleo durante casi dos años para hacer llegar la revista
Hontanar a suscriptores en más de una veintena de países.
Como la edición de Brujas Andinas en el tradicional formato
del papel impreso está totalmente agotada merced a la excelente
acogida que le fue brindada en países fuera del área latino-
americana, Cervantes Publishing consideró atrayente la re-
edición de este título en formato CD-Rom, que permite hoy
llegar rápida y efectivamente a lectores de cualquier parte del
mundo, pero por sobretodo por tratarse de un tema fascinante
que no creemos haya sido abordado en el pasado con un enfoque
tan particular y acertado como lo ha logrado Alicia Poderti.
La génesis de este libro se debió al interés de su autora –
investigadora de carrera del CONICET de Argentina– en dos
elementos: en primer lugar la historia de su país y del resto de
América, a la cual ha dedicado mucho de su tiempo y energía,
y en segundo lugar, su interés en reivindicar la figura de la mujer
en el proceso histórico colonial del Nuevo Mundo, en especial
de la región andina que hoy abarcan, total o parcialmente, varios
países de Sudamérica.
Fue precisamente en su paciente hurgar de archivos del
período colonial con documentación original, que comprobó
que si bien la historia universal registra claramente la Inquisición
en Europa, muy poco se sabía que en la sociedad colonial se
usaron los mismos métodos que en la metrópolis para combatir

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BRUJAS ANDINAS

todo lo que fuera, o pareciera ser contrario a la religión que la


conquista trajo a los pobladores de las tierras conquistadas, en
esa época símbolo de civilización, cultura y moralidad.
La clase dominante fue inflexible en considerar los símbolos
religiosos y/o culturales del imperio incaico sinónimos de
Satanás, por lo que toda actividad en la que apareciera el nombre
del Inca, de Mama Colla o de otros símbolos ancestrales, eran
combatidos en forma despiadada. Las torturas, la hoguera y el
destierro fueron los castigos que se impusieron entonces, y los
juicios para establecer la culpabilidad de los imputados, eran
en muchos casos verdaderas ordalías.
Las mujeres indígenas, que secretamente conservaban
muchos elementos de la cultura de sus antepasados, fueron el
blanco preferido de la entonces poderosa autoridad eclesiástica,
por ser consideradas brujas guiadas por el demonio, y porque
en la Edad Media su condición femenina las sindicaba como
seres esencialmente malignos.
Este libro detalla en forma amena pero ciñéndose al hecho
histórico con absoluta fidelidad, los conflictos, juicios y otros
eventos que tuvieron lugar en la región andina, que fueron un
verdadero calco de lo que se conoce en la historia como la
Inquisición en el Viejo Continente.
MICHAEL GAMARRA
CERVANTES PUBLISHING

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ALICIA PODERTI

SÍNTESIS GLOBAL

E N la Europa medieval se había difundido una imagen


altamente peligrosa de las brujas. Esta imagen estaba
proyectada en textos como el Malleus Malleficarum, escrito en 1486
por los frailes dominicos alemanes Heinrich Kramer y Jacobus
Sprenger. La circulación de este tipo de libros contribuyó a
generalizar la idea de que las mujeres debían permanecer alejadas
del poder, debido a que eran moral, intelectual y físicamente
inferiores a los hombres y, además, porque estaban sujetas a
"incontrolables apetitos" ligados a los afectos y las pasiones.
Durante la Colonia, en el area andina, la hechicería femenina
canalizó gran parte del comportamiento y los valores rechazados
por las instituciones y la estructura social colonial, desafiando a
la cultura y la moral dominantes. Dentro de este tipo de prácticas
fue muy difundido el uso de animales, muñecos, brebajes e ídolos
indígenas. En muchas oportunidades se invocaba a espíritus, a
santos y a la Virgen María, pero también era común la invocación
al demonio y a ciertas figuras andinas ancestrales, como el Inca y
la Colla. Con respecto a este último aspecto, debe tenerse en
cuenta que la asociación "demonio-inca" no fue una creación
popular, sino que respondía a una construcción ideológica de los
grupos dominantes. Dentro de la tradición judeo-cristiana se
identificaron aquellas supervivencias mítico paganas con las
prácticas satánicas.
La experiencia evangelizadora aplicó este esquema cuando
afrontó el problema de la conversión de los pobladores andinos
al cristianismo, y reforzó la relación entre las divinidades
indígenas y el demonio. No obstante, el ejercicio de la hechicería
fue uno de los factores que permitió la supervivencia de ciertos
rasgos culturales andinos precoloniales, aunque en un contexto
social distinto. La presencia de elementos andinos condenados,
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BRUJAS ANDINAS

como los "idolillos de las huacas", la imagen del Inca y de la Colla


en las invocaciones y el uso extendido de la coca, confieren a la
hechicería femenina una identidad particular. Así, aliarse con el
demonio y con el Inca significaba una doble amenaza, por cuanto
ambos encarnaban a los enemigos de la cristiandad.
Las mujeres diseñaban estrategias para tener dominio de las
situaciones amorosas, a través de la autoridad sobre los hombres.
Esta actitud se presentaba como una provocación que contravenía
el cuerpo de conductas que, según las autoridades civiles y
religiosas, debía mantener la mujer ante el hombre.

Los procedimientos inquisitoriales en Argentina


Debemos tener en cuenta que los casos de hechicería andina eran
juzgados bajo criterios específicos por un tribunal de "extirpación
de idolatrías". En cada región o ciudad de cierta importancia se
destacaba un comisario del Tribunal de la Inquisición que
informaba acerca de los casos de herejía. En el Tucumán colonial
no existió un Tribunal de la Inquisición, aún cuando se había
propuesto su establecimiento hacia 1641, por lo que los crímenes
de sortilegio y adivinación le competían a la justicia ordinaria.
Los procesos contra la extirpación de las idolatrías en el
Tucumán (actual noroeste argentino) calcaban los procedimientos
formales instituidos por el Santo Oficio. Para ello, el gobernador
Juan Ramírez de Velazco, que administró el Tucumán entre 1586
y 1596, consiguió autorización real para aplicar, además de los
tormentos de uso corriente, las penalidades de la hoguera y del
destierro perpetuo. Así, los alcaldes, jueces, capitanes y maestres
de campo que administraban la justicia fueron implacables a la
hora de dictar las sentencias. Ramírez de Velazco también procuró
atraer a religiosos que completaran y mejoraran los servicios de
adoctrinamiento y afianzamiento del catolicismo entre la
población indígena.
Como se desprende de la documentación relevada en diversas
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ALICIA PODERTI

zonas del Perú y el Tucumán Colonial, el porcentaje de mujeres


involucradas en procesos de carácter inquisitorial es muy alto, por
lo que puede afirmarse que en esta porción de América la hechicería
fue una actividad ejercida predominantemente por el sexo
femenino. En la región del actual Noroeste argentino la mayoría
de los juicios tenían como blanco predilecto a mujeres de los sectores
marginados -indígenas, negras-, las que fueron sometidas a terribles
tormentos.
La tortura fue el procedimiento preferido por la justicia de la
Inquisición durante los siglos de la Colonia en América. Según
los estudios sobre el tema, las torturas aplicadas en el Virreinato
del Río de la Plata, y especialmente en la zona del Tucumán, eran
el potro, la garrucha, el ladrillo y sueño al estilo español, así como
también la hoguera. Entre los juicios de corte inquisitorial que
hemos relevado en los archivos del Noroeste argentino, podemos
mencionar una querella criminal del año 1689 contra la india Luisa
González y un proceso de 1715 por embrujamiento, seguido con-
tra una india llamada Lucrecia, acusada de emplear filtros secretos
o hierbas venenosas en perjuicio de rivales de su sexo, todo esto
ocasionado por unos “celos apasionados”.
La hechicería practicada por las mujeres campesinas fue uno
de los factores que permitió la re-significación de los rasgos
culturales andinos precoloniales, en contextos sociales rurales,
urbanos y multiétnicos. En este ámbito eminentemente con-
flictivo, de alianza con figuras o símbolos condenados por el
sistema religioso y cultural de la Colonia, se consideraba a estas
mujeres como enemigas abiertas del orden social.
Según los valores hispánicos, las brujas, las huacas y el pasado
estaban definidos como “malos”, según el esquema de
contrapuestos absolutos “bien/mal”. En general, los términos
en los que se articula esta oposición dependen, con frecuencia,
no tanto de la cultura indígena o nativa, como de las calificaciones
visibles y del vocabulario social que la sociedad dominante de-

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BRUJAS ANDINAS

fine y a través de los cuales los grupos subalternos encuentran


una voz dentro de ese orden hegemónico. Así, ser bruja, adorar
al diablo, ser adivina, idólatra o “andina”, son actitudes cuyo
status de resistencia llegó a depender casi exclusivamente de los
modos en los que la sociedad española (masculina) definía dichas
prácticas como negativas, subversivas, amenazadoras y
destructivas del “mayor bien social”. Allí se produce el punto
clave en el que la población colonizada llega a ser capaz de ar-
ticular sus propias prácticas como “resistencia” y no simplemente
como una “continuación de la tradición”. Esta dinámica compleja
tradición/resistencia ha sido analizada por Charles Briggs, en su
estudio “The politics of discursive authority in research on the
‘invention of tradition’ ” (1996), que continúa los argumentos de
Eric Hobsbawm (1983) y de Benedict Anderson (1983). Estos
planteos han sido revisados críticamente al introducir la idea de
que muchas formas culturales que se generan en conexión con el
pasado, son construidas desde el
Esta estructuración de una red descentrada de actos tiene
como finalidad la de contravenir o infringir aquella versión de la
“tradición” diseñadas por la sociedad y la historia colonial.

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ALICIA PODERTI

LAS MUJERES Y EL MAL

…“es inútil argumentar que cualquier resultado de la brujería puede


ser fantasioso o irreal, porque la fantasía no puede lograrse sin acudir
a los poderes del demonio, y es preciso que se haya establecido un
contrato con éste, por medio del cual la bruja, real y verdaderamente,
se obligue a ser la sierva del diablo y se consagre a éste por entero, y
ello no se hace en sueños, ni bajo la influencia de ilusión alguna,
sino que colabora real y físicamente con el demonio y se consagra a
él. Pues en verdad, este es el fin de toda brujería; se trate de efectuar
encantamientos por medio de la mirada o por una fórmula de palabras,
o por cualquier otro hechizo, todo ello pertenece al diablo”…
MALLEUS MALLEFICARUM,
HEINRICH KRAMER Y JACOBUS SPRENGER, 1486.

L A historiografía contemporánea se encuentra en un


momento en el que gradualmente comienza a rescatar
del semi-anonimato la actuación femenina, a través de la
exploración de la Historia de las Mujeres. Este eje de
cuestiones está alimentado por una tradición de estudios
sobre el género, en un itinerario de lectura que puede
construirse en las primeras crónicas de América. Allí, las
mujeres indígenas aparecen como víctimas de la violencia
generada por la conquista, aspecto que ha guiado a una
línea historiográfica que se refiere a la “violación de
América” (Anrup, 1992).
En el desarrollo de las rebeliones y actos anticoloniales

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BRUJAS ANDINAS

también se advierte una serie de mecanismos que


constituyen una reflexión dramatizada acerca de los
complejos juegos de poder gestados por los protagonistas
de las sociedades de la América andina. Desde el punto de
vista teórico-conceptual, la definición de los sujetos étnicos
se complica ante las dificultades para determinar sus
características distintivas. En este sentido, la consideración
de actores que intervienen en el escenario de la
heterogeneidad social latinoamericana, permite com-
prender que las identidades étnicas son el resultado de
complejos procesos históricos entre colonizadores y
colonizados (Cfr. Mörner, 1989, Bonfil Batalla, 1992).
Algunos modelos de construcción historiográfica
presentan al “indio” como un concepto homogéneo que
redujo a los más diversos grupos étnicos y estratos sociales
a una categoría que pudiera contraponerse a la triunfante
condición superior de los “europeos” (Mörner, 1989: 61).
El hecho de que los indios aparezcan como actores y no
solo como objetos en situación colonial ejemplifica un
modelo de estratificación social muy significativo de las
acciones e intenciones de los agentes y agencias de
dominación durante el período. Las capas superiores de
las antiguas comunidades incas tenían una interacción
mucho más diferenciada con los españoles que las masas
y los grupos marginados o sin estado (Mörner y Trelles,
1985). En este entrecruzamiento de los diversos intereses
de castas, los indios y otros sectores no privilegiados buscan
romper con el yugo peninsular.
En los grupos femeninos también se opera un cambio
que tiende a la recuperación de los roles protagónicos
ancestrales. Las modalidades de resistencia cultural que
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ALICIA PODERTI

ejercitan las mujeres durante este período se traducen en


dos tipos de conductas: volcarse hacia las prácticas de la
adivinación y curación o participar en movimientos
armados rebeldes.
Una de estas estrategias puestas en práctica por las
mujeres campesinas durante los siglos de la dominación
hispánica, tenía como finalidad escapar del yugo colonial-
masculino. En variados documentos de la inquisición
limeña, Silverblatt (1990) encuentra ejemplos de mujeres
que huyen hacia las altas punas, con el fin de evitar la
“contaminación” de la sociedad española –especialmente
de los sacerdotes españoles– y eludir los rituales de asistir
a misa, participar de la confesión católica o respetar los
dogmas de fe. Estas mujeres elaboraron conscientemente
una ideología religiosa que promovía el celibato como
forma de adoración a las huacas (lugares de culto). Muchas
de estas mujeres fueron descubiertas en el servicio de las
huacas, y quedaron automáticamente clasificadas dentro
de la categoría europea de “brujas”.
En la Europa medieval se había difundido una imagen
altamente peligrosa de las brujas, característica que reside
fundamentalmente en el hecho de ser mujer y de tener
poder para hacer ciertas cosas. Esta imagen estaba
proyectada en textos como el Malleus Malleficarum,
escrito en 1486 por los frailes dominicos Heinrich Kramer
y Jacobus Sprenger. Este libro sostenía que las brujas eran
maléficas y sortílegas mujerzuelas que debían ser juzgadas
por la Inquisición, debido a que sus creencias erróneas
sobrepasaban el paganismo y por lo tanto constituían
manifestaciones heréticas. Estas normativas fueron
rápidamente adoptadas por todos los países europeos que
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BRUJAS ANDINAS

combatieron la hechicería, especialmente por España, como


ha estudiado William Monter (1992).
Así, el Malleus Malleficarum (El martillo de los brujos)
se convirtió, durante los siglos siguientes, en el manual
indispensable para la Inquisición. Sus autores eran dos
inquisidores alemanes que habían recibido plenos poderes
del Papa Inocencio VIII para aplicar “potentes remedios
para impedir que la enfermedad de la herejía y otras
infamias difundan su ponzoña”. En su Bula Papal,
Inocencio condenó las prácticas de “encantamientos,
hechizos, conjuraciones y otros execrables embrujos y
artificios, enormidades y horrendas ofensas”. Según
Inocencio VIII, muchas personas apartadas de la fe católica,
asolaban las regiones de Alemania septentrional con sus
artes, llegando incluso a “impedir a los hombres realizar el
acto sexual y a las mujeres concebir, por lo cual los esposos
no pueden conocer a sus mujeres, ni éstas recibir a aquellos”
(Kramer y Sprenger, [1486] 1975: 13-14).
El Malleus Malleficarum atribuye a las mujeres poderes
sobrenaturales que incluso exceden las fronteras de las
facultades del demonio: “Y así las mujeres, para provocar
cambios en el cuerpo de otros, usan a veces ciertas cosas
que van más allá de nuestro conocimiento, pero eso lo hacen
sin ayuda del diablo. Y porque esos remedios sean
misteriosos no hay motivos para asignarles el poder del
demonio, como lo asignaríamos a los encantamientos
maléficos producidos por las brujas. Lo que es más, éstas
usan ciertas imágenes y algunos amuletos, que suelen
colocar bajo los umbrales de las puertas de las casas, o en
los prados en que pastan los rebaños, o inclusive donde se
congregan los hombres, y de ese modo hechizan a sus
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ALICIA PODERTI

“Civdad del Infierno” 941 [955]

víctimas, que muchas veces han muerto.” (Kramer y


Sprenger, [1486], 1975: 36)
La circulación de este tipo de libros en Europa y luego
en América contribuyó a generalizar la idea de que las
mujeres debían permanecer alejadas del poder, debido a
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BRUJAS ANDINAS

que eran moral, intelectual y físicamente inferiores a los


hombres y, además, porque estaban sujetas a “in-
controlables apetitos” ligados a los afectos y las pasiones.
En este sentido es importante destacar la perspectiva
del Tratado de la Fascinación de 1495, en el que Diego Álvarez
Chanca, médico del rey, de la reina y de la princesa Juana
la Loca, explicaba los orígenes de la predisposición de las
mujeres hacia las prácticas de hechicería: “Creo también
con otros colegas que hay mayor número de mujeres que
de varones dañadas por esta acusación, porque por razón
del sexo se desprenden del temperamento con un efecto
más fuerte y porque se alimentan con alimentos mucho
más corruptibles que los varones; también porque en cada
mes, cuando se expelen las superfluidades menstruosas,
ebulle sangre melancólica menstrual; por esa ebullición,
suben vapores corruptos a la cabeza los que pueden salir a
través del ojo”… (Pagés Larraya, Consigli, Astrada,
1998: 191).
En el Nuevo Mundo, la lucha discursiva entablada en-
tre los segmentos marginados de la sociedad colonial y los
grupos dominantes permite reconstruir el eje de
conflictividades sociales y culturales. Los valores de
virtuosismo y santidad se inscriben dentro de un campo
discursivo que se opone a los valores andinos, los que
aparecen definidos en términos de pecado. Y esa noción
de “pecado” introducida por los europeos en el nuevo
mundo, se asocia, en la mayoría de los casos, al género
femenino.
En ese contexto llega a identificarse a las mujeres como
centro de tentación y se detectan, en los documentos
coloniales, curiosas enfermedades que aluden a malos
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ALICIA PODERTI

espíritus contraídos en tierras americanas. Así lo atestigua


una carta del obispo de Tucumán, fechada en 1768, en la
que refiere a su Majestad algunas cuestiones de disciplina
eclesiástica. En esta carta se hace alusión a lo que el gen-
eral González había escrito en 1697, ya que los sacerdotes
hablaban con las mujeres “de cosas no tocantes a la
confesión, como se conocen así por la dilación, como por
las carcajadas de risa, que no pocas veces se oyen” y que
“aún bajan al confesionario los sacerdotes que no tienen
licencia para confesar mujeres”. Se refiere el obispo a la
costumbre de algunos religiosos de hacer entrar más de
una persona en el confesionario, por lo que en el lugar se
decía que en ese padre “reinaba el espíritu Americano” (en
Larrouy, 1927, II).
La línea tradicional en la producción historiográfica
sobre la Inquisición en la América andina colonial está
fundamentalmente contenida en las investigaciones de José
Toribio Medina. Según los estudios de María Mannarelli,
en el Perú Colonial la hechicería femenina canalizó gran
parte del comportamiento y los valores rechazados por las
instituciones y la estructura social colonial, desafiando a
la cultura y la moral dominantes. Dentro de este tipo de
prácticas fue muy difundido el uso de animales, muñecos,
brebajes e ídolos indígenas. En muchas oportunidades se
invocaba a espíritus, a santos y a la Virgen María, pero
también era común la invocación al demonio y a ciertas
figuras andinas ancestrales, como el Inca y la Colla. Con
respecto a este último aspecto, debe tenerse en cuenta que
la asociación “Demonio-Inca” no fue una creación popu-
lar, sino que respondía a una construcción ideológica de
los grupos dominantes. Dentro de la tradición judeo-
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BRUJAS ANDINAS

cristiana se identificaron aquellas supervivencias mítico


paganas con las prácticas satánicas. La experiencia
evangelizadora aplicó este esquema cuando afrontó el
problema de la conversión de los pobladores andinos al
cristianismo, y reforzó la relación entre las divinidades
indígenas y el demonio. No obstante, el ejercicio de la
hechicería fue uno de los factores que permitió la
supervivencia de ciertos rasgos culturales andinos
precoloniales, aunque en un contexto social distinto. La
presencia de elementos andinos condenados, como los
“idolillos de las huacas”, la imagen del Inca y de la Colla
en las invocaciones y el uso extendido de la coca, confieren
a la hechicería femenina una identidad particular. Así,
aliarse con el demonio y con el Inca significaba una doble
amenaza, por cuanto ambos encarnaban a los enemigos
de la cristiandad (Cfr. Mannarelli, 1985: 147 -148).
Debemos recordar que la hechicería era considerada una
práctica delictiva por el Derecho Romano, sobre todo
cuando la misma podía llegar a perjudicar al emperador.
A esa situación se añade la influencia del cristianismo, que
promovió una postura “antimágica” desde sus comienzos,
producto de la tradición del Antiguo Testamento y de la
reinterpretación de los cultos paganos. Más tarde, con la
recepción del Derecho Común, se precisaron las sanciones
a los agoreros, sorteros y hechiceros, como puede apreciarse
en las Siete Partidas. Allí también se condena la
nigromancia y la confección de imágenes de cera o metal,
así como la realización de hechizos con fines amorosos (Cfr.
Millar, 1998: 224- 226).
Si se consideran las razones por las cuales las hechiceras
eran consultadas, encontramos que éstas desempeñaban
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ALICIA PODERTI

una función social muy significativa y revelan un aspecto


importante de la condición de las mujeres en las clases
populares de la sociedad colonial. Las acciones de las
hechiceras generalmente recaían en hombres, con lo que la
brujería colonial andina tenía similitudes con la brujería
mediterránea, particularmente con la española, donde las
mujeres hicieron uso intensivo de filtros eróticos.

1. La actuación de las mujeres como caudillas de las rebeliones indígenas


del siglo XVIII ha sido presentada en mi libro Palabra e historia en los
Andes. La rebelión del Inca Túpac Amaru y el Noroeste argentino
(Buenos Aires: Corregidor, 1997a).

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