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¿Qué es el civismo hoy?

Resumen

Alumno
Servín Núñez América Iraís

Maestra
María Antonieta Castellano Vásquez
Materia
Ética, Ciudadanía y Sociedad

Carrera
Ingeniería Biomédica
El civismo se considera una virtud privada con implicaciones públicas, fundamental
para una sociedad digna. El civismo ha sido mencionado recurrentemente en la
historia de la política y la sociedad, denunciando la inmoralidad y la decadencia de
las costumbres colectivas, exaltando las virtudes ciudadanas y las instituciones.
Pero a su vez, el civismo a sido presa de la dramatización y confusión, su definición
siendo distorsionado a forma de estigmatizar la desaparición del discurso moral, el
olvido de la cortesía, la impotencia del Estado, la exasperación del individualismo;
para otros, se trata de denunciar la economía globalizada y las redes de
información. La realidad es que nos encontramos en una ciudadanía sin civismo.

El civismo es una virtud que engendra otras virtudes y se caracteriza por la


preferencia constante por el interés público. Pero el culto de los deberes ya no tiene
credibilidad social y el civismo parece ser un voto piadoso de reconciliación entre lo
universal.

El civismo va más alla de ser una cortesía social. La cuestión del civismo involucra
tanto al no-ciudadano como al ciudadano; trata de la administración pública, de las
elecciones, de los comportamientos.

Para garantizar la existencia de una nación ciudadana, es necesario respetar las


dos exigencias. Los individuos deben admitir que existe un campo público unificado,
independiente de las relaciones y de las solidaridades religiosas, ciánicas,
familiares, y deben respetar las reglas de su funcionamiento. Por el otro lado, la
igualdad de la dignidad de cada quien, que funda la lógica de la nación democrática,
no debe ser contrariada por desigualdades del estatuto en los demás campos de la
vida social, especialmente en el derecho personal.

El comportamiento cívico describe una actitud en relación con la regla colectiva. El


deber confiere derechos, el derecho impone deberes y supone un compromiso
positivo. El civismo es una actitud de adhesión que valora los aspectos del interés
general, moviliza la capacidad de participación, de contribución, de reciprocidad.

El ejercicio de la ciudadanía depende de tres condiciones: la existencia de


procedimientos que organizan la negociación, la civilidad que permite manejar la
tensión entre las diferencias sociales, y las fuerzas de coherencia y pertenencia. Las
relaciones de civilidad hablan de la historia y del futuro de la sociedad.

La educación desempeña un papel crucial en la formación del juicio y el acceso al


derecho. En el pasado, la escuela pública enseñaba que aprender a leer y
comprender los valores republicanos era fundamental para ser ciudadano. Se
promoviían prácticas cívicas en diversas instituciones, como el ejército, las
asociaciones y la escuela laica. El civismo se basaba en valores como la dignidad,
la tolerancia y la laicidad, y se sustentaba en el mérito y la voluntad política e
individual.

La sociedad se divía en dos esferas: la sociedad civil, donde los individuos


defendían sus intereses privados, y la sociedad política, representada por el Estado,
encargada de garantizar el interés general a traves del desarrollo económico, la
justicia social y la integración. Pero hoy en día, dicha relación entre el individuo y
Estado ha cambiado. Se observa una brecha entre los ideales y la realidad social,
así como presiones económicas que cuestionan la capacidad del Estado para servir
al interés general.

La primicía del individuo en la sociedad, junto con la debilidad de la tradición del


estado de derecho, ha llevado que el Estado sea visto más como proveedor de
prestaciones que como garante de libertades.

Esto ha generado una crisis en la relación política, un aumento del corporativismo,


una pérdida de credibilidad en los líderes políticos y en la legitimidad de las
instituciones electas, y un crecimiento del populismo. Además, es obsevale una
tendencia hacia la “retirada cívica” y manifestaciones de comunitarismo entre los
individuos, electores y ciudadanos.

Durante la Reforma, la sociedad se convierte en otro tipo de ciudad. Este civismo se


basa en la dualidad de la relación protestante con el poder, hecha de obediencia y
de rechazo. Generalmente, se percibe al protestantismo como algo cívico. Durante
la Reforma, las ciencias bajan del cielo metafísico para contestar a la religión, y se
establece la separación entre las leyes religiosas y las leyes políticas. Los
desacuerdos y las diferencias establecieron nuevas formas contractuales de
consenso, basadas sobre la responsabilidad y la autodisciplina de sus miembros.

La ley fue inventada para conservar el mundo e impedir lo peor. El derecho positivo
es relativo a nuestra historia humana, marcada por las pasiones y el caos. El
civismo será entonces escéptico, conservador, relativista, sin pasión por las utopías,
pero fiel a su ejercito, que es el de crear una ética estoica

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