Fetichismo de La Mercancía y Opacidad Epistémica

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Grado en filosofía y antropología

Facultad de educación, filosofía y antropología.

Teoría del conocimiento II

“El fetichismo de la mercancía y la opacidad epistémica”

Trabajo presentado por :

Jon Landeta Larreategi

Profesor:

Ignacio Ayestarán Uriz

Donostia, 2º cuatrimestre 2023-24

1
“(...) En efecto, el que la base terrenal se separe de sí misma y se plasme en las nubes como reino
independiente, sólo puede explicarse por el propio desgarramiento y la contradicción de esta base
terrenal consigo misma. Por tanto, lo primero que hay que hacer es comprender ésta en su
contradicción y luego revolucionarla prácticamente eliminando la contradicción. Por consiguiente,
después de descubrir, v. gr., en la familia terrenal el secreto de la sagrada familia, hay que criticar
teóricamente y revolucionar prácticamente aquélla.”
Karl Marx1 (Tesis IV)
1. Introducción

El capitalismo, en su intromisión secularizadora, desplazó la teología como centro de


gravedad de la sociedad feudal, mientras que a su vez, produjo la mercancía como objeto de
culto para ocupar el espacio de la sustancia trascendente perdida. Su ilusión consiste en la
inversión falseada y efectiva a la conciencia de la fetichización de la mercancía en la relación
de producción capitalista. Se vela la naturaleza de la cosa producida; a saber, que en ella hay
investido trabajo humano. Por ello, las relaciones sociales que se objetivan a través de la
constitución del capitalismo como el modo de producción imperante conlleva la necesaria
mediación del aparataje económico en la producción de objetos –como valores de cambio–
dedicados en última instancia a la satisfacción de las necesidades humanas (valor de uso), en
realidad casi como un mal necesario2. De este modo, aqui solo se trata de personas en la
medida en que son la personificacion de categorías economicas, portadores de determinadas
relaciones e intereses de clase3.

En ese sentido, se trata de exponer la contradicción fundamental del capitalismo (y


sus consecuencias epistémicas) que no es el conflicto entre el capital y el trabajo asalariado:
desde el punto de vista del funcionamiento del capital, el conflicto entre capitalistas y
asalariados es un conflicto entre portadores vivos del capital fijo y los portadores vivos del
capital variable4. En otras palabras, las relaciones producidas en el seno del capitalismo no
son sino relaciones objetivadas como cosas, mediadas por categorías económicas
fundamentadas en el valor, pues son estas las que vinculan a los portadores,
independientemente de su clase social, y quienes gobiernan el metabolismo social. Las
fórmulas de la economía política llevan escrito en la frente que pertenecen a un afirmación

1
K. Marx. Tesis sobre Feuerbach. Archivo Marx-Engels.
2
A. Jappe. Introducción a El fetichismo de la mercancía y su secreto. (p.12)
3
K. Marx. El capital. (p.8)
4
A. Jappe. Introducción a El fetichismo de la mercancía y su secreto. (p.13)

2
social en la cual el proceso de producción domina a los hombres, y el hombre no domina aún
el proceso de producción5.

Produciendo las mercancías para su intercambiabilidad (valor de cambio) y no por su


utilidad material (valores de uso), se relacionan portadores al mismo tiempo que se los
separa. Los une la mercancía, como mediación total de la sociedad burguesa, que
simultáneamente los escinde, pues son los objetos investidos de valor los que relacionan
portadores. Los objetos se personifican y las personas se cosifican. Es más, los seres humanos
devienen mercancía fuerza de trabajo, equiparada a todas las demás como mera cosa. Así, las
relaciones sociales que aparecen como relaciones materiales entre personas y relaciones
sociales entre cosas, aparecen, en realidad, como lo que son6. Esa es la inversión necesaria de
la fantasmagoría del valor, por la cual los seres humanos asociados atribuimos a los objetos
de la producción un valor que físicamente no tienen, es decir, se les atribuye una propiedad
social y humana a las cosas.

Por ello, la interacción necesaria del capital genera una nebulosa que vela al ser social
la transparencia de sus relaciones, que mediadas por el fetiche la opacan epistémicamente. No
hay quien escape a tal relación, todos deben de personificar tales categorías para reproducir
sus condiciones de vida, independientemente de su clase. El fetiche de la mercancía,
inmanente por tanto a la relación capitalista, no opera exclusivamente como la estructura
ideológica que vela el hecho de que la plusvalía se origina en el trabajo no remunerado al
obrero para en última instancia asegurar la legitimación de la sociedad capitalista (factor
determinante también), sino que lo hace a su vez como apariencia necesaria que toma la
forma histórica mercancía, a saber, como el modo de existencia falseado, aunque totalmente
real, que se inviste en cada interacción social en el modo de producción capitalista.

Es por medio del despliegue de la forma valor que se revela el carácter total del
fetiche. Todas las categorías económicas sin excepción forman un único y gran fetiche7. De
esta forma se expone como la forma particular de las relaciones sociales que aparece en un
determinado estadio histórico del desarrollo de la producción material, se refleja deformada y

5
K. Marx. Kapital, I, p.48 (MEW, vol.23, p.95). Ref. Karl Korsch. Karl Marx. (p. 119)
6
R. Gunn. Marxismo y mediación. (p.4)
7
K. Korsch. (p.104)

3
fetichísticamente para la conciencia burguesa –y por tanto también para su ciencia8 – en las
aparentes relaciones de valor de las mercancías9. Por ende, la inhabilitación epistémica a la
conciencia social es el momento necesario de la forma-valor, como orden gobernado por
leyes tan inexorables y “naturales” como la religión misma.

2. Fetichismo de la mercancía y valor

Contrariamente a los dictados de determinadas interpretaciones marxistas (me refiero


principalmente a Althusser) que consideran que en Marx se da una ruptura epistemológica
entre el joven y el maduro Marx, pienso que en realidad hay un hilo conductual palmario que
permite extraer una relación de continuidad. Aunque los esfuerzos de este trabajo no se
centren en tal asunto, nos permite conectar postulados ya contenidos en el joven Marx que
después se desplegarán con total madurez. Así, el fetiche de la mercancía sólo se entiende
como el producto científico de lo que el joven Marx, influido por Hegel y por Feuerbach,
llamó autoalienación10. Su análisis ya se enraiza en la praxis social, ofreciendo una inversión
materialista de la dialéctica hegeliana, la cual se encontraba ocupada en superar la
autoalienación mediante una mental abolición de su objetividad11.

De este modo, el joven Marx descubre que tras la categoría intelectual de la


autoalienación humana se esconde la real opresión y explotación de la clase obrera. La praxis
social –de la cual el humano es atributo y no viceversa– que se entiende como el conjunto de
las relaciones sociales que objetivan la práctica material humana que hace a los sujetos, está,
a su vez, objetivada bajo la forma de relaciones entre mercancías que pasan a ser los agentes
de un metabolismo social al cual los humanos se someten. La relación, por tanto, se invierte y

8
“Los supremos ideales de la sociedad burguesa –como el individuo libre autodeterminado y la
libertad y la igualdad de todos los ciudadanos en el ejercicio de sus derechos políticos es la igualdad
de todos ante la ley– aparecen ahora como las representaciones correspondientes al fetichismo de la
mercancía, derivadas del intercambio mercantil” Karl Korsch. Karl Marx. (p. 120)
9
Karl Korsch. Karl Marx. (p.105)
10
Ibid., (p. 103)
11
“Al mismo tiempo, mientras que Feuerbach despliega esta doble objetivación en el ámbito de la
autoconciencia humana, Marx ubica su raíz en la práctica humana, y específicamente en la producción
social. Las relaciones son objetivadas bajo la forma de relaciones entre mercancías, las cuales se
personifican como los agentes a los que los humanos están sometidos. Lo fundamental en este punto
es que tanto para Marx como para Feuerbach, el ser genérico humano se autoexternaliza
necesariamente, lo que quiere decir que es productivo (prácticamente para Marx, teóricamente para
Feuerbach), por lo que la suspensión de la subyugación no puede implicar el restablecimiento de la
interioridad” Ray Brassier. Un marxismo para el siglo XXI. (p.69)

4
son los productos manufacturados por el trabajo humano que se vivifican para dominar las
relaciones humanas. El sujeto productor se torna producto objetivado de su propio producto.

No obstante, todo ello no se entiende sin antes atender al análisis de la mercancía


como materialización del fetiche de la forma valor expuesto por Marx. A sus ojos, el modo de
producción capitalista, producto histórico de unas determinadas formas de articulación social,
culmina la forma histórica de las sociedades mercantiles. Nunca había existido un modo de
producción que se orientara en su totalidad a la producción de mercancías. Si bien estas
habían existido en otros modos de articular la economía, jamás había ocupado la centralidad
que resulta en el capitalismo12. Por ello, su riqueza se presenta como un enorme cúmulo de
mercancías, y la mercancía individual como la forma elemental de esa riqueza13. En ese
sentido, la mercancía se presenta entonces como elemento externo e inmediato a la
conciencia, pero tan solo como externalidad pura sensible, es decir, como materialidad
abstraída –pues no se han extraído sus determinaciones concretas– que esconde toda una
pléyade de sutilezas metafísicas14.

Primeramente, Marx nos explica que toda cosa útil ha de considerarse desde un punto
de vista doble; según su cualidad y con arreglo a su cantidad15. La utilidad de una cosa hace
de ella su valor de uso, se trata de su carácter cualitativo, es decir, del cuerpo mismo del
objeto. Además, en la sociedad capitalista ese contenido material es portador de un valor de
cambio, es decir, se presenta como relación cuantitativa que opera como proporción en que se
intercambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra clase. La naturaleza de la
mercancía es por tanto dúplice. Sin embargo, para poder equiparar productos de trabajos
cualitativamente diferentes y que sirven para satisfacer necesidades distintas debe de haber
algo que les sea común, esto es; el trabajo humano.

No obstante, los trabajos impresos sobre los objetos son de naturaleza distinta, pero se
equivalen en tanto que trabajo abstracto, pues al abstraer el valor de uso de los objetos queda
12
“El trabajo productor de mercancía aparece, pues, como trabajo social en dos sentidos. Tiene (en
común con el trabajo de otros estadios históricos del desarrollo a la producción) carácter social
general como trabajo específicamente útil que produce una determinada clase de valor de uso social y
tiene un carácter específicamente histórico como trabajo social general que produce una determinada
cantidad de valor de cambio” Karl Korsch. Karl Marx (p. 97)
13
Marx, Karl. El Capital. (p.43)
14
La aparición sensible e inmediata de los objetos no revela directamente que ésta, a su vez, está
completamente mediada por las formas reificadas del capital en la sociedad capitalista.
15
Marx, Karl. El Capital. (p.44)

5
el trabajo humano, indiferentemente de su clase, como objetividad espectral. En ese sentido,
un valor de uso tan solo tiene valor porque en él está objetivado o materializado trabajo
abstractamente humano16. Así, llega Marx a determinar la magnitud del valor, por la cantidad
de sustancia generadora de valor –por la cantidad de trabajo– contenida en ese valor de uso.
De este modo, el valor es la cantidad de trabajo socialmente necesario o el tiempo de trabajo
socialmente necesario para la producción de un valor de uso17. Desentrañado el valor toca
preguntarse por qué asume esa determinada forma y en qué sentido constituye a la mercancía.

Sabemos que el valor no es una propiedad material del objeto, no hay átomo de valor
intrínseco a la mercancía18. Se trata, por tanto, de un proceso social que lo inviste como tal.
De hecho, las mercancías sólo son mercancías debido a su dualidad, a que son objetos de uso
y, simultáneamente, portadoras de valor19. Se las constituye como tales en tanto que se las
fetichiza o se les imprime una cualidad que no poseen, pero que es necesaria para producirla
como mercancía. De este modo, las mercancías sólo poseen objetividad como valores en la
medida en que son expresiones de la misma unidad social, del trabajo humano, que su
objetividad en cuanto valores, por tanto, es de naturaleza puramente social, se comprenderá
de suyo, asimismo, que dicha objetividad como valores sólo puede ponerse de manifiesto en
la relación social entre diversas mercancías20.

De esta manera, se pone en marcha todo un andamiaje económico-social que media


entre los productos que satisfacen una serie de necesidades materiales humanas y esa misma
satisfacción. Si uno desea o más bien, debe por obligación material, satisfacer sus
necesidades naturales, es coercido a pasar por toda una miríada de categorías económicas, y
por ello históricas, reproductoras del capital. Es más, es forzado a investir una propiedad
social a los objetos en cada intercambio económico, a velar la verdadera naturaleza del objeto
como producto de la actividad humana. Lo paradójico es que para que el producto del trabajo
humano pueda satisfacer la necesidad humana en la sociedad capitalista, este debe de

16
Marx, Karl. El Capital. (p.47)
17
Ibid., (p.48)
18
Al igual que el análisis de la palabra de Wittgenstein, el análisis marxista de la mercancía niega la
posibilidad de un valor inherente al objeto independientemente de su uso en un contexto dado. Para
leer más, Ferruccio Rossi-Landi: El lenguaje como trabajo y como mercancía (Monte Ávila Editores,
1970). Capítulo “Por un uso marxista de Wittgenstein”, 93-149.
19
Marx, Karl. El Capital. (p.58)
20
Ibid., (p.58)

6
presentarse como valor de cambio para que sea posible remontarnos a su valor de uso y gozar
del mismo.

La mercancía es por tanto producto de unas determinadas sujeciones históricas


capitalistas que se imponen sobre el trabajo humano –entendido éste como mediación
necesaria entre la naturaleza y el humano– para la reproducción material que nos permita, en
última instancia, subsistir a los envites de la necesidad sensible. Por tanto, la praxis social
bajo el capitalismo, independientemente de la clase social (pues la sociedad entera es presa de
ese fetiche), se subordina a la ley del valor. En el fondo, los capitalistas, la clase social que se
beneficia del entramado económico, no hace más que asumir el papel concreto de clase
dominante como engranaje de un mecanismo mucho más complejo. Son personificaciones de
categorías concretas de ese proceso más profundo que es la reducción de la vida social a la
creación de valor mercantil21.

3. Mediación y opacidad epistémica

Decimos, por tanto, que el fetichismo de la mercancía se presenta como la inversión


falseada a la conciencia de una determinada relación social que personifica a las mercancías
como agentes del metabolismo social mientras que cosifica a las personas como meros
espectadores subordinados a ese proceso. No obstante, tal fetiche es perfectamente real. Tiene
tanto o más efectividad material que un objeto sensible. A pesar de revelar la ilusión, lo
ilusorio sigue formando parte de lo real, ello es constitutivo de una determinada forma de
aparecerse. Cuando revelamos cómo aparente la distorsión del espejismo reflejado en el
espejo, no por ello dejamos de verlo. Nos vemos reflejados donde no podemos estarlo, pero,
valga la redundancia, nos seguimos viendo dónde efectivamente no podemos estar.

La tarea, por ende, reside en explicar el fenómeno como momento aparente de lo que
es real, de la misma forma que el espejismo se explica por medio de las curvaturas de los
rayos de sol y las densidades del aire, el fetiche de la mercancía debe exponerse como la
forma necesaria y constitutiva que adopta el valor en el despliegue del capitalismo. De este
modo trata Marx de revelar la verdad contenida en la alienación de la actividad productiva
humana tratando de explicar lo alienado y sus formas aparentes tal y como se presentan. La

21
A. Jappe. Introducción a El fetiche de la mercancía (y su secreto). (p.14)

7
esencia es en y a través de su apariencia22. Solo así puede entenderse que las relaciones
sociales en la sociedad capitalista se presentan como relaciones entre cosas, cuando en el
fondo, estas son producidas por la actividad humana.

En palabras de Lukács23:
La esencia de la estructura de la mercancía se ha expuesto muchas veces: se basa en que una
relación entre personas cobra el carácter de una coseidad y, de este modo, una objetividad fantasmal
que con sus leyes propias rígidas, aparentemente conclusas del todo y racionales, esconde toda huella
de su naturaleza esencial, el ser de una relación entre hombres.

Se sigue, por tanto, que la apariencia a la conciencia de tal relación es la forma


necesaria en la que esta se presenta. El capital imprime determinadas categorías en su
producto; la mercancía, que la objetiva como valor, al mismo tiempo que esta vela haber sido
producida por el trabajo humano. Se presentan como naturales, reflejan a la conciencia el
carácter social del trabajo como carácter objetivo e inherente a la mercancía, como
propiedades sociales naturales de dichas cosas. Así, cuando el metabolismo social vira en
torno a la producción de mercancías y no de acuerdo a las necesidades sociales, obliga
necesariamente a cada interacción social –independientemente de su clase social– a velar la
verdadera naturaleza del valor como mero hecho social.

Queda claro, entonces, que las relaciones sociales capitalistas no pueden mostrarse
transparentemente a la conciencia24. Si bien no hay relaciones totalmente transparentes o
libres de mediaciones –eso es lo que muestra la dialéctica– pues no se trata de esencias puras
que habría que revelar sino de formas históricas que toman determinadas apariencias, la
conciencia capitalista, impresa sobre el ser social o la sociedad en su conjunto, debe,
necesariamente, opacar sistemática y epistémicamente a la conciencia social para funcionar.
Por ello, el valor reúne al mismo tiempo que separa. Para que la forma valor, como
objetividad social, pueda operar como nexo social es necesario la inconsciencia que no tiene

22
R. Gunn. Marxismo y mediación. (p.3)
23
G. Lukács. Historia y conciencia de clase. (p.151)
24
“Los supuestos objetos del conocimiento económico son expresiones cósicamente disfrazadas de las
subyacentes y determinadas relaciones en que entran los hombres en la producción social de su vida.
Por otra parte, las categorías económicas, pese a su carácter fetichista, o precisamente por él,
representan la forma necesaria en que se expresa en la consciencia social de esta época la particular
forma de la socialidad imperfecta – forma histórica e históricamente perecedera– característica de las
relaciones de producción burguesas” K. Korsch. Karl Marx. (p.121)

8
en cuenta que el valor no existe. En otras palabras, lo que cohesiona las relaciones sociales
capitalistas, aunque por ello son absolutamente antagónicas, debe de velarse en cada
interacción social. Lo hacen pero no lo saben25.

En ese sentido, tan solo la teoría puede hacer explícito aquello que está implícito en la
praxis social, pero como decíamos, el tipo de conciencia que genera el capital es insuficiente
para determinarla, pues supondría desestimar el valor como natural e intrínseco al despliegue
necesario de la mercancía. Es por ello que el modo de producción capitalista pone con una
mano lo que quita con la otra. Mientras, por un lado, destruye todo vestigio de la teología
exponiéndola como falsa y desplazándola del núcleo social, impone una segunda naturaleza
gobernada por leyes trascendentes y naturalizadas que forman un gran fetiche. El valor se
constituye como nueva deidad y la mercancía individual como el objeto de culto a quien
dirigirse. En términos de Debord, el espectáculo (entendido este como la absolutización del
fetiche capitalista) se constituye como la reconstrucción material de la ilusión religiosa26.

De este modo, el capitalismo sirve esencialmente a la satisfacción de las mismas


preocupaciones, dolencias e intranquilidades que las llamadas religiones27. No puede, por
ende, explicarse a partir de sí mismo. Se erige como mediación social cosificante y necesaria
en la sociedad capitalista, pero oculta a la conciencia. Naturaliza sus procesos en forma de
cosas al que los humanos se subordinan como a la mismísima divinidad. El mercado, como
lugar autónomo donde al valor se le erige su santuario externo a las relaciones humanas, se
permite, al mismo tiempo, regularlas como ente trascendente que las media y explica. De la
misma forma en que Hammurabi, hace más de 3.500 años, expuso sobre la piedra sus 282
leyes, mutatis mutandis, el mercado traza sobre la pared de la mercancía la verdad (re)velada:
la ley del valor.

Es, por tanto, en ese mismo ejercicio humano de producción de sus medios de
subsistencia, donde se expresa el fetiche. Se reifica el trabajo humano, que constituye la
mediación necesaria para extraer de la naturaleza los medios de subsistencia necesarios,
tomando ese proceso como cosa y convirtiéndolo en un fin en sí mismo al que los humanos
se subordinan. En otras palabras, el humano –siempre hacedor de su historia y de sus medios

25
K. Marx. El Capital. (p.90)
26
Guy Debord. La sociedad del espectáculo. (p.44)
27
W. Benjamin. Tesis sobre el concepto de historia y otros ensayos sobre historia y política.

9
de vida– objetiva doblemente su propio hacer y termina siendo sometido como mero
espectador de su actividad vital convertida en cosa. No obstante, es de ese modo y no de otro,
como se entiende lo social y su consideración epistémica. Ese propio proceso de
exteriorización en formas fetichistas objetivas en las que la sociedad se representa y se
institucionaliza a sí misma constituye él mismo el concepto de sociedad. Estamos arrojados a
ese proceso, el trabajo humano se enajena necesariamente en el capitalismo y por ello,
objetiva al humano como mero contemplador de su actividad. Aun así, es el humano quien
produce sus formas de vida y de lo que se trata es de transformarlas para subordinar aquellas
a él.

4. Conclusiones

Queda expuesto, por tanto, el fetiche de la mercancía como momento necesario de la


forma valor. Se trata de su modo de existencia necesario, que se refleja deformadamente a la
conciencia y que en tanto aparente, es totalmente real. El valor es una relación oculta bajo
una envoltura de cosa y por ello, ese fetiche no desaparece cuando se lo expone como falso,
ya que supone una ilusión perfectamente encarnada en la mercancía. Esa mediación obligada
de la sociedad capitalista genera, a su vez, un contexto de opacidad epistémico en su relación
más elemental. Cada interacción requiere que se vele la naturaleza del objeto intercambiado.
Por ello, el valor como nexo social implica, al mismo tiempo, una separación insuperable
entre la conciencia social y su propio producto. La conciencia capitalista es incompleta
epistémicamente porque no puede aceptar la verdadera naturaleza del valor, de hecho; es
coercido por ella misma a tomarla como natural.

De ese modo, debe de buscar elementos externos a las relaciones sociales para
explicar las mismas. El valor debe asumirse como natural de la misma manera que para la
teología cristiana la existencia de Dios era reconocida apriorísticamente. Es el fundamento
necesario de toda fe, el axioma que sortea la crítica porque, aparentemente, es ella misma
quien la permite. Así, el capitalismo requiere de un gancho celeste28 sin anclaje terrenal en la
actividad humana y sus procesos, pues la ley del valor ya se ha guarecido en una esfera

28
Término utilizado por D. Dennet que contrapone a la grúa, entendida esta última como objeto que
permite sostener otros pero siempre con anclaje en los procesos naturales. Para leer más, D. Dennet.
De las bacterias a Bach. La evolución de la mente. PASADO Y PRESENTE, S.L; N.º 1 edición (16
octubre 2017)

10
separada a la que rendir culto. De ese modo, se enajena la agencia humana en las cosas –ellos
relacionan a los portadores– y el humano se subordina a ese metabolismo social.

Su objetivación como mero contemplador de su propio producto lo lleva a ser incapaz


de comprender y dominar su hacer. De hecho, en un sentido más amplio, el conocimiento se
ve constreñido a la deformación de su objeto porque no puede contenerlo desde la
contemplación. El conocimiento entendido como actividad29 presupone un proceso en
movimiento que aprehenda, al mismo tiempo, el movimiento de su objeto. No se trata de una
mera intelección contemplativa como un objeto estático, se debe, a su vez, recrear y ejecutar.
No basta con conocer la realidad social, sino que exigimos también algo del mundo, el sujeto
media en esa relación y puede a partir de sí y de sus potencias llegar a aquello que no está
inmediatamente dado. Se requiere, por tanto, una determinada interpretación teórica de la
praxis social y una ejecución práctica de esa teoría en forma de actividad conjunta.

Queda claro, entonces, que la forma en que se presentan a la conciencia las relaciones
sociales en la sociedad capitalista revela la inversión necesaria contenida en el fetiche, pues
de fondo, siempre quedan los humanos como productores de sus medios de vida. Sin
embargo, comprender la sociedad pasa por entender su estructura y el modo en que esta se
presenta. Esta no precede a las relaciones sociales enajenadas, esas mismas relaciones que
aparecen antes sus ojos como una fuerza externa que los subyuga al valor constituye la propia
sociedad. De lo que se trata es de transformarlas prácticamente a partir de una determinada
concepción teórica de la praxis. En palabras de Marx30, la vida social es, en esencia, práctica.
Todos los misterios que descarrían la teoría hacia el misticismo, encuentran su solución
racional en la práctica humana y en la comprensión de esa práctica.

El objetivo no es otro que desechar las formas mistificadas para asentar sobre
fundamentos racionales y científicos la actividad humana. La apariencia fetichista de la
mercancía no desaparece sino con la abolición total de la producción mercantil mediante la
socialización directa del trabajo. La figura del proceso social de la vida, esto es, del proceso
material de producción, se despoja de su místico velo de niebla en cuanto que se pone como
producto de hombres libremente socializados y bajo su control consciente planificado31.
29
E. Sosa. Conocimiento sumo: la normatividad de las creencias como actuaciones. La Epistemología
de Virtudes (ed. Ángel García Rodríguez), Oviedo, KRK, 2010, pp. 107-136.
30
K. Marx. Tesis sobre Feuerbach. Tesis VIII. Archivo Marx-Engels.
31
K. Korsch. Karl Marx. (p.109)

11
5. Referencias

-Brassier, Ray. Un marxismo para el siglo XXI. Contracultura. Valencia. 2021


-Benjamin, Walter. Tesis sobre el concepto de historia y otros ensayos sobre historia y
política. Alianza editorial. Madrid. 2022.
-Debord, Guy. La sociedad del espectáculo (1967). Pre-textos. 2016
-Dennet, Daniel C. De las bacterias a Bach. La evolución de la mente. PASADO Y
PRESENTE, S.L; N.º 1 edición (16 octubre 2017)
-Gunn, Richard. Marxism and Mediation (1987), Common Sense. vol. 2, pp. 57-66.
Traducción de Mario Aguiriano.
-Jappe, Anselm. Introducción a El fetichismo de la mercancía y su secreto (Karl Marx).
Pepitas de calabaza. La Rioja. 2014.
-Korsch, Karl. Karl Marx (1938). ABC. Barcelona. 2004.
-Lukacs, Gyorgy. Historia y conciencia de clase (1923). Siglo XXI. Madrid. 2021
-Marx, Karl. El capital (1867). Siglo XXI. 2020
-Marx, Karl. Tesis sobre Feuerbach (1845). Archivo Marx-Engels.
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/45-feuer.htm
-Rossi-Landi, Ferruccio. El lenguaje como trabajo y como mercancía (Monte Ávila Editores,
1970).
-Sosa, Ernest. Conocimiento sumo: la normatividad de las creencias como actuaciones. La
Epistemología de Virtudes (ed. Ángel García Rodríguez), Oviedo, KRK, 2010, pp. 107-136

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