Apunts RRPP 1r
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1.1.1 Definiciones
En esta definición puso de relieve el papel gerencial de las Relaciones Públicas, próximo a la
función directiva de una organización. James Grunig y Todd Hunt (1984, p. 6) también dejan
claro este aspecto desde el principio: para estos especialistas, las Relaciones Públicas
consisten en la dirección y gestión de la comunicación de una organización con sus públicos.
En consecuencia, los profesionales de las Relaciones Públicas de una organización deben
dirigir, planificar y ejecutar la comunicación como un todo.
José Luis Arceo señala las cuatro fuentes fundamentales de las Relaciones Públicas: la
perspectiva periodística, la publicidad y la propaganda, la comunicación persuasiva de masas
y la business management. Y este autor concluye que la función gerencial de las Relaciones
Públicas está enfocada principalmente a la aceptación de la organización por sus públicos. La
principal forma de alcanzar esta aceptación es el entendimiento mutuo. A su vez, la clave
para conseguir el entendimiento mutuo es el trabajo sobre la imagen, la actitud o la
intención que posean los públicos, de forma que desemboquen en el comportamiento
deseado. En definitiva, se persigue una relación estable con los distintos públicos de la
organización y acorde a los intereses tanto de ésta como de aquellos.
Para ello, hay que encontrar los elementos con los que hacer posible el entendimiento
mutuo. Todo esto se traduce en acciones comunicativas, por lo general con apariencia
informativa y carácter persuasivo, pero también en acciones no comunicacionales.
Ahora bien, para poder hablar de Relaciones Públicas en estos términos, es indispensable
que se den una serie de características: tiene que haber alguna ley o norma que regule
fenómenos como la imagen, la opinión pública, etc.; una metodología con la que justificar la
puesta en práctica de una idea para que la organización o individuo ganen notoriedad,
aceptación, etc.; y un conjunto de condiciones sociales, económicas y políticas.
Funciones de las relaciones Públicas
- Contribuir al entendimiento mutuo entre públicos e instituciones, para así armonizar las
políticas públicas y privadas.
- Actuar como consejero de la gerencia y mediador, ayudando a traducir los objetos privados
en políticas y en acciones razonables y públicamente aceptables.
Las definiciones expuestas de Relaciones Públicas comparten una premisa básica: forman
parte de las funciones de gestión de una organización. Por eso, Grunig y Hunt (1984) las
asocian a dos grandes enfoques teóricos: el gerencial y el comunicacional.
El enfoque gerencial considera que las Relaciones Públicas actúan como órgano consultivo
de la dirección. Los directivos preguntan a los profesionales de Relaciones Públicas sobre
asuntos de comunicación y opinión de los públicos. No obstante, los responsables de la
comunicación siguen siendo los directivos de las organizaciones, no los profesionales de las
Relaciones Públicas (Cutlip y Center, 1961, p. 21). El trabajo de éstos últimos consiste en
proporcionar apoyo a la alta dirección para que puedan tomar decisiones informadas, sobre
todo en materia de comunicación.
- Desde la comunicación interpersonal: todas las relaciones incluyen los puntos de vista de
las dos partes implicadas. Las relaciones representan una medida de las percepciones de
quienes participan en ellas.
Cuando Grunig y Huang reconocen que las relaciones entre una organización y sus públicos
son mejores a largo plazo siempre que ambos se entiendan, estén de acuerdo y se
comporten de manera complementaria, están marcando el camino para entrar en el análisis
de las evidencias, de los elementos que hacen más efectivos los programas y campañas de
Relaciones Públicas (2000, p. 28). Pues bien, ese concepto de «relación» estable, fructífera
(en términos de comportamiento complementario entre los dos actores, instituciones y
públicos), no está reñido, ni mucho menos con el concepto de «persuasión». Primero,
debemos entender que las Relaciones Públicas no son sólo comunicación sino que son algo
más, tienen una dimensión gerencial. Claro, pero esa actividad gerencial, esa mediación en
la toma de decisiones de la cúpula de poder de la organización, se traduce en muchos casos
en acciones de comunicación, en campañas o programas de comunicación.
La comunicación, por tanto, es una herramienta que las Relaciones Públicas utilizan para
conseguir sus objetivos persuasivos. Este es el motivo por el que la comunicación en las
Relaciones Públicas tiene especial significado. Y el proceso comunicacional ha de estar
presente en cualquier tipo de definición de Relaciones Públicas, de la misma forma que ha
de estar el proceso gerencial de la disciplina. Pero ha de ser una comunicación que permita,
junto a otros muchos elementos y circunstancias, establecer una relación estable y duradera
entre el público y las organizaciones, incluso a través de la persuasión.
Dejan Vercic explica cómo las intersecciones entre comunicación y gestión nos ofrecen el
resultado de la gestión de comunicación, por ejemplo a través de las Relaciones Públicas
(2002, pp. 42-43). En este sentido, Dejan Vercic entiende que las Relaciones Públicas se
articulan a través de cuatro modelos:
Sin embargo, Bentele admite que el campo de las Relaciones Públicas en Europa está aún en
pañales incluso en aquellos países en los que hace mucho tiempo que las Relaciones
Públicas existen como una profesión (2004, p. 485).
Las fuentes de las que se nutren las Relaciones Públicas han nacido y se han desarrollado,
fundamentalmente, en Estados Unidos de América. Por otro lado, tras la salida de la
Segunda Guerra Mundial hay un vencedor claro, desde un punto de vista económico,
político, cultural y social, los Estados Unidos. Y ello hace que se produzca una importación en
Europa de modelos, teorías y técnicas de Relaciones Públicas procedentes de Estados
Unidos.
Las Relaciones Públicas constituyen una de las áreas de la comunicación persuasiva. Aunque
también las Relaciones Públicas trabajan para tener capacidad de influencia en los públicos
con los que interactúan las organizaciones de cualquier naturaleza o cualquier persona física.
Influir en Relaciones Públicas, consiste en que los públicos entiendan la posición de las
organizaciones y de sus líderes, que conozcan las razones y los elementos que les llevan a
interpretar de una manera determinada la realidad (con el consiguiente comportamiento o
hábito de comportamiento). La influencia en Relaciones Públicas está más ligada a la pérdida
de autonomía por parte de los públicos a la hora de tomar decisiones.
Hay que señalar también que en el caso de las Relaciones Públicas la condición persuasiva
de las acciones muchas veces no son evidentes, sino que suelen aparentar un carácter
formativo e informativo. La adopción de una actitud socialmente responsable por parte de la
organización también contribuye a que los intentos de persuasión sean más eficaces (Arceo,
A., 2009).
Las Relaciones Públicas representan todo un cuerpo de conocimiento, con sus propios
académicos, investigaciones y teorías. Como tal, se nutren de teorías y técnicas procedentes
de disciplinas científicas como la Psicología, la Sociología, la Antropología, la Economía, etc.
Todos estos niveles de análisis llevaron a Dozier y Lauzen (2000) a ubicar las Relaciones
Públicas como un dominio intelectual, más que como una actividad profesional como tal.
Nuestra posición es que las Relaciones Públicas no son una ciencia propiamente dicha. Sí
compartimos la opinión de que el desarrollo de la teoría en Relaciones Públicas está ubicado
en las ciencias sociales. Numerosos autores así lo expresan, reconociendo la subordinación
de las Relaciones Públicas al conjunto de las ciencias sociales. Las Relaciones Públicas no
deben ser vistas como una ciencia autónoma, sino como una materia interdisciplinar que
necesita de otras muchas disciplinas para solucionar los problemas que le surgen o para
definir modelos de actuación y teorías (Arceo, A., 2004).
Grunig y Hunt (1984) defendían que los responsables de Relaciones Públicas se apoyaran en
el método científico y en las teorías de las ciencias sociales para cumplir sus funciones:
resolver problemas, identificar públicos, decidir cómo actuar… en definitiva, asistir en la
toma de decisiones de la organización. En líneas generales, los científicos se dedican a
construir y probar las teorías, mientras que los practicantes las aplican para solucionar los
problemas con los que se encuentran. Por este motivo, Broom y Dozier (1990) diferencian
entre las teorías de trabajo (working theories) y las teorías científicas (scientific theories).
Las primeras son aquellas que los profesionales siguen por pura experiencia. No obstante,
podrían convertirse en teorías científicas si fueran sometidas al debido proceso de validación
para contrastarlas.
Seitel (2002, p. 119) enumera tres grandes tareas para llevar a cabo una investigación sobre
Relaciones Públicas: la descriptiva del proceso, situación o fenómeno; la tarea de explicación
de sus causas y efectos, y la de realizar predicciones. Además, Seitel distingue entre
investigación aplicada y teórica (2002, p. 120). La evaluación de los resultados de un
programa o campaña no debería limitarse a comprobar si se ha ejercido influencia sobre los
públicos; el concepto de «relación» obliga a realizar estos análisis en sentido bidireccional,
evaluando el grado de entendimiento o acuerdo alcanzado (Grunig y Huang, 2000).
Es en los albores del siglo XX cuando la Sociología toma interés por el concepto de Opinión
Pública. En concreto, podemos decir que la década entre 1920 y 1930 es cuando se dan las
claves del estudio moderno de la Opinión Pública:
- Walter Lippmann escribe en 1922 la obra Public Opinion, en la que además de introducir el
concepto de «estereotipo», insiste en la dificultad que tienen los ciudadanos para formar su
opinión de una manera racional y democrática.
- En 1923, E. L. Bernays publica Cristallizing Public Opinion, trabajo que reflexiona sobre la
formación de opiniones en los públicos al servicio de asuntos mercadológicos y de
Relaciones Públicas de las organizaciones, todo desde una perspectiva instintivista
freudiana.
- Y en 1927 aparece el estudio de John Dewey titulado The Public and Its Problems, escrito
desde su filosofía del instrumentalismo, donde explora la viabilidad y creación de una
genuina sociedad democrática en el contexto de uno de los mayores cambios tecnológicos y
sociales del pasado siglo XX.
Partimos de la base de que una opinión es la expresión de la actitud que se tiene sobre un
tema (Seitel, 2002, p. 64). Siguiendo esta premisa, la Opinión Pública puede ser descrita
como el consenso actitudinal global que la sociedad tiene sobre un asunto determinado. Sin
embargo, no parece razonable hablar de Opinión Pública de forma estricta como la opinión
de la mayoría dentro de esa sociedad, tal como defiende L'Etang (2008, pp. 152-153).
Por ello, entendemos más operativo el concepto de Opinión Pública que la define como la
verbalización de imágenes o actitudes hacia cualquier objeto psicológico (Arceo, J. L., 1999),
independientemente de cuál sea el objeto psicológico y quién sea la persona o número de
personas que a él se refiera.
Hace ya mucho tiempo que McGuire (1969) señaló los elementos decisivos en la formación y
cambio de actitudes:
1. Factor genético heredado.
2. Estado fisiológico.
3. Experiencias directas.
4. Instituciones totalitarias.
5. Comunicación.
Ante cualquier problema de Relaciones Públicas, los profesionales del sector parten del
hecho de que no existe un sólo público general, sino que tienen ante sí a distintos
segmentos de públicos con características diferentes. Establecer quiénes son los públicos de
nuestra organización es uno de los requisitos fundamentales para poder plantear cualquier
estrategia. Seitel (2002) define la idea de públicos como los distintos grupos de personas con
un interés en común; ese interés puede ser un asunto, una organización o una idea. Una vez
identificados, la institución puede establecer una relación con nuevos públicos, así como
mantener las que ya tenía de antemano con otros grupos.
Con la intención de trabajar adecuadamente los públicos, Grunig y Grunig (1989) hablan del
concepto de «segmentación» en el sector de las Relaciones Públicas. En función de las
estrategias de actuación de cada público, los profesionales de las Relaciones Públicas
vanguardistas deberán preparar planes diversos para que la organización alcance un
entendimiento con ellos. Este entendimiento debe ser mutuamente beneficioso para ambas
partes desde el punto de vista del modelo bidireccional simétrico de gestión.
En virtud de estas ideas, Grunig y Grunig señalan tres tipos básicos de público:
- Públicos activos: los que pasan a la acción para atajar el problema que les afecta; es
decir, los que se movilizan.
Existen todo tipo de clasificaciones para trabajar con los públicos. Una de las principales
distinciones es la que se efectúa entre públicos internos y externos. Los públicos internos
poseen vinculación económica o jurídica a la organización. Son aquellos relacionados con el
funcionamiento interno de la empresa (Cutlip, Center y Broom, 2006). Como ejemplos, entre
los públicos internos se encontraban los empleados y los directivos. Por el contrario, los
externos no están conectados directamente con la organización. En todo caso, se
encuentran en su entorno social o área de influencia.
A la distinción entre públicos internos y externos, algunos especialistas añaden una tercera
categoría: la de los públicos mixtos o intermedios. Este grupo estaría compuesto por
aquellos públicos que, sin ser internos, tienen una influencia especialmente fuerte en la
organización (Marzo, 1994). Algunas clasificaciones incluyen a accionistas y proveedores
como públicos intermedios, mientras que las más ortodoxas los ubican como internos.
Los públicos, entonces, se definen sobre la base de su conexión con las organizaciones en
una situación particular. Pero desde un punto de vista operativo, necesitamos herramientas
que nos sirvan para medir quién está dentro y quién está fuera de un segmento de público
concreto. Glen M. Broom y David M. Dozier (1990, pp. 32-36) esgrimen los siguientes
criterios que se pueden utilizar para definir y describir públicos estratégicos de las
organizaciones:
● Geográficos.
● Demográficos.
● Psicográficos.
● Poder encubierto.
● Posición.
● Reputación.
● Grupos de pertenencia y de referencia.
● Papel en el proceso de decisión.
● Comportamiento comunicativo.
1.3.1. Imagen
La imagen es el conjunto de creencias que un individuo tiene sobre algo o alguien; es, por lo
tanto, una representación mental (Di Génova, 2016). Normalmente es el resultado de
percepciones individuales, y es susceptible de verse modificada por la experiencia (Parés i
Maicas, 1992). Paralelamente, en el ámbito de la comunicación, la imagen corporativa se
refiere a cómo una organización es percibida por los distintos públicos. Está compuesta por
los atributos que los públicos asocian a la organización, tanto si son racionales como
eminentemente emocionales. En consecuencia, la imagen que albergamos de una
organización es subjetiva. De la imagen se desprende una valoración sobre las
organizaciones de cualquier tipo de naturaleza (pública, privada, política u otras).
Dicho todo lo anterior, parece conveniente ahora posicionar el concepto de «imagen». Así,
cabe señalar que el marketing inteligente, científico, y las Relaciones Públicas científicas,
excelentes, para alcanzar una serie de objetivos típicos (por ejemplo, un incremento de
ventas en el caso del Marketing, o un posicionamiento de imagen de la organización, caso de
las Relaciones Públicas), planifican una serie de elementos concatenados, armonizados entre
sí conceptualmente y en el tiempo. La imagen la entendemos como un concepto
fundamental no ya en la decisión de compra y de consumo, sino en la de cualquier otra
conducta humana. Siempre que entendamos por imagen lo que la ciencia social desarrollada
enuncia, y no cualquier otro concepto impropio y sin embargo traído y llevado con
demasiada frecuencia por unos y otros.
Y ese sentido científico de imagen y sus importantes implicaciones en la conducta final del
individuo, como se recogen en distintas obras (en castellano, a modo de ilustración, Arceo, J.
L., 1999; 2004) se encuentra en las aportaciones de autores de los más representativos al
respecto en Psicología Social aplicable a la comunicación, marketing y disciplinas conexas
pertinentes, con fuerte basamento empírico. La imagen es equivalente a las creencias. Se
percibe algo o alguien en términos semánticos, a través de características o creencias
concretas que dicho público atribuye al objeto en cuestión. Además, la imagen es el
elemento necesario y sustancial de otros conceptos de la Psicología Social que sirven para
entender y predecir conductas finales en el individuo.
1.3.2. Identidad
Compartimos la visión de Marietta Vos (1992, p. 55) cuando señala que existe una confusión
conceptual que puede oscurecer este enfoque. Entendemos la identidad corporativa como
un instrumento de gestión, donde el comportamiento corporativo, la comunicación y el
simbolismo articulan todas las voluntades de identidad. La identidad es el filtro del ideario y
el estilo de las organizaciones, así como de su política comunicativa en todos los sentidos.
1.3.3. Reputación
Llamamos «reputación» a todo aquello que otros piensan de una persona u organización. En
particular, la componen los juicios de los individuos sobre la capacidad, integridad y
credibilidad de nuestra institución (Surma, 2006). La reputación es el resultado de la relación
prolongada entre la organización y cada individuo. Es fruto de la combinación entre lo
proyectado por la institución y lo percibido por sus públicos. Además, mientras que la
imagen puede proceder de percepciones indirectas (por ejemplo, de lo que se recibe a
través de medios de comunicación), la reputación se basa en la experiencia directa de los
públicos con la organización (Chun, 2005).
Comenta Villafañe que para evaluar la reputación de las organizaciones se puede hacer a
través de dos vías: auditorías y monitores. Y añade que, existe la misma diferencia entre una
auditoría y la evaluación que ofrece un monitor reputacional que la que se encuentra en un
«traje sastre» y otro pret à porter (2004, p. 94). La auditoría permite descubrir las
singularidades de cada empresa y ciertos aspectos «micro» que pueden afectar a su
reputación, mientras que los monitores tienden a estandarizar el análisis al imponer un
cuadro de variables sobre el que se centra dicho análisis.
Ahora, si se entiende que la imagen es el resultado global del management, tal como dice
Villafañe, no existen diferencias importantes entre este concepto de imagen corporativa y el
de reputación (2004, pp. 27-28). Y desde un punto de vista neoconductista cognitivista en
Psicología Social, se concibe por imagen el conjunto de creencias que tiene un público sobre
un objeto psicológico cualquiera durante un tiempo determinado.
- Resultados: las Relaciones Públicas eficaces se basan en políticas y resultados actuales. Las
Relaciones Públicas, por sí solas, no pueden crear una buena voluntad ni el apoyo social si la
empresa no es sensible a las preocupaciones de la comunidad.
- Comunicación bidireccional: las Relaciones Públicas son algo más que la divulgación
unidireccional de información. Es necesario solicitar y obtener una retroalimentación. -
Función directiva: las Relaciones Públicas alcanzan su máxima eficacia cuando forman parte
íntegra del proceso de toma de decisiones de la alta dirección. Las Relaciones Públicas
deben asesorar y resolver problemas al más alto nivel, y no limitarse a divulgar la
información una vez que se ha tomado la decisión.
Por otro lado, la Public Relations Society of America (PRSA) señala los siguientes elementos
clave de las Relaciones Públicas:
- Investigación: define las actitudes y comportamientos con el fin de planificar las estrategias
de Relaciones Públicas. Esta investigación y análisis puede utilizarse para crear una
comprensión mutua o influir y persuadir al público.
- Relaciones con los medios: trabaja con los medios de comunicación o con los bloqueos
cuando pretende cobertura informativa (publicity) o para que actúen en función de los
intereses de la empresa.
- Relaciones sectoriales: relaciones con las empresas del sector y con los sindicatos.
- Eventos especiales: fomento del interés sobre una persona, producto u organización
mediante un acontecimiento programado; también, actividades diseñadas para relacionarse
con los públicos y atender sus opiniones.
- Públicos. Los periodistas escriben para una audiencia masiva. El profesional de Relaciones
Públicas segmenta cuidadosamente el público en función de diversas características
demográficas y psicológicas.
- Canales. Los periodistas utilizan los medios de comunicación para llegar a su público. Los
Relaciones Públicas pueden llegar a sus públicos a través de una gran diversidad de canales
convencionales o propios.
Al analizar las diferencias entre Relaciones Públicas y Publicidad, los autores se centran en la
acción comunicativa de la Publicity. Efectivamente, es fácil que la cobertura informativa
sobre la organización genere confusión con la Publicidad tradicional. Con frecuencia, el
periodista que recibe un comunicado lo publica sin apenas realizar cambios. Pero la
Publicidad siempre es un espacio pagado en el que el anunciante controla los detalles de su
publicación. Wilcox, Cameron y Xifra vuelven a incidir en la variedad de acciones en las que
trabajan los profesionales de las Relaciones Públicas. Por otra parte, los destinatarios de la
Publicidad siempre son los consumidores de un producto o servicio, mientras que las
Relaciones Públicas se dirigen a muchos más grupos interesados en una institución.
Otras diferencias entre las actividades de Relaciones Públicas y Publicidad son las siguientes:
Las diferencias entre las Relaciones Públicas y el Marketing son más complejas. Bien es
cierto que el Marketing sirve básicamente para vender productos o servicios, mientras que
el papel fundamental de las Relaciones Públicas consiste en la gestión de las relaciones con
los públicos estratégicos. Esta primera distinción condiciona los públicos a los que se dirigen
sus acciones: el Marketing es para los clientes; las Relaciones Públicas, para todo aquel que
mantenga o pueda mantener algún tipo de relación con la organización. Finalmente, los
autores vuelven a incidir en la función gerencial y de dirección de las Relaciones Públicas,
cuyo departamento necesita estar en contacto con todos los demás. Precisamente, la
comunicación de Marketing es la actividad de Relaciones Públicas que se da cuando sus
profesionales apoyan a dicho departamento. Sin duda, las Relaciones Públicas pueden
ayudar a los hombres de Marketing a alcanzar sus objetivos de ventas y posicionamiento,
pero afrontan la tarea de garantizar el éxito de la empresa desde perspectivas o puntos de
vista distintos.
Los objetivos son diferentes. El objetivo del Marketing es vender productos o servicios,
mientras que el objetivo de las Relaciones Públicas es establecer una relación entre los
públicos y las organizaciones de manera eficaz. El público al que va dirigido el Marketing son
los consumidores y los clientes, mientras que las Relaciones Públicas tiene unos públicos
mucho más variados, desde inversores hasta líderes de la comunidad, grupos ecologistas,
vendedores, personajes públicos e, incluso, empleados de la propia empresa. Además, los
profesionales del Marketing tienden a confiar exclusivamente en soluciones competitivas,
mientras que los de las Relaciones Públicas observan los problemas como una oposición de
los públicos, con lo que los marcos de percepción y de resolución son diferentes. El
Marketing ordena el conjunto de actividades comerciales de una organización. Las
Relaciones Públicas, sin embargo, son una función gerencial que desde un posicionamiento
de dominio intelectual colabora en la delimitación y puesta en marcha de la cultura
corporativa de la organización.
Según Dennis L. Wilcox, nos podemos referir a ocho formas distintas en las que las
actividades de Relaciones Públicas pueden contribuir a alcanzar los objetivos de Marketing:
1. Fomentan los nuevos clientes potenciales para nuevos mercados, como las personas que
preguntan por un producto tras haberlo visto en algún medio de comunicación.
6. Proporcionan una literatura de ventas gratuita, ya que los artículos sobre la organización y
sus productos pueden ser reimpresos como extractos informativos en los folletos dirigidos a
los consumidores.
Aunque un planteamiento integrador de todas estas actividades está en línea con el apoyo
de las Relaciones Públicas al conjunto de la organización, la propuesta a la que se refieren
Wilcox, Cameron y Xifra resulta debatible. Incluso en una comunicación integrada de
Marketing, sería más beneficioso que las Relaciones Públicas fueran el concepto transversal.
En consecuencia, en el organigrama, las Relaciones Públicas no aparecerían al mismo nivel
que la Publicidad o la promoción de ventas. Si seguimos el esquema (Fig. 1) su lugar pasaría
a estar en el mismo nivel que las estrategias de comunicación coordinadas. Ello se debe a
que, a nuestro entender, la gestión de las relaciones con los distintos públicos debería asistir
a cualquier acción de ventas.
A pesar de que existen diferencias bien definidas entre los campos del Periodismo, la
Publicidad, el Marketing y las Relaciones Públicas, se observa una creciente concienciación
de que los objetivos y las metas de la organización pueden alcanzarse mejor si se parte de
un planteamiento integrador. De ahí nace el concepto de «comunicación integral» del que
tanto se ha hablado y escrito.
1. Reputación de la marca.
2. Reputación corporativa.
3. Fomento del pensamiento de los líderes.
4. Desarrollo de una estrategia.
5. Lanzamiento de un nuevo producto/servicio.
6. Concienciación de los riesgos.
7. Generación del boca a boca.
8. Desarrollo del mensaje.
9. Superación de una crisis.
Las Relaciones Públicas han recorrido un largo camino hasta el conjunto de teorías y técnicas
actuales. Incluso antes de que surgieran, los seres humanos ya habían puesto en práctica
actividades de comunicación con carácter persuasivo. Grandes emperadores, como
Alejandro Magno y Julio César, publicitaban con desfiles sus victorias en batallas (Wilcox y
Cameron, 2012, p. 38). Del mismo modo, la Iglesia Católica ha sido uno de los mejores
precursores de las prácticas actuales de Relaciones Públicas. Para expandir el cristianismo,
San Pablo y San Pedro recurrieron a eventos, cartas y todo tipo de acciones comunicativas
persuasivas (Grunig y Hunt, 1984). En el siglo XVII, el Papa Gregorio XV creó la Sagrada
Congregación para la Propagación de la Fe, dedicado a evangelizar nuevos creyentes. Del
nombre de este órgano deriva el término «propaganda» (Wilcox et al., 2012, p. 39).
Las acciones de Samuel Adams se encuentran más cerca del nacimiento de las Relaciones
Públicas. Seitel recoge cómo las campañas contra el rey Jorge III de Inglaterra fueron claves
para lograr la independencia de EE.UU. (2002, p. 33). Sin embargo, en aquel entonces se
basaban por completo en la intuición. Adams creó organizaciones que propagaran sus ideas
independentistas, como los «Hijos de la Libertad». También participó en eventos,
convirtiéndose en uno de los organizadores del Boston Tea Party: La «Fiesta del Té de
Boston» fue el motín en el que los colonos tiraron las cajas de té de los barcos para protestar
por el trato comercial desfavorable que les dispensaba la Corona británica. Los colonos
contaban hasta con un eslogan: "Los tributos sin representación son una tiranía". De forma
inteligente, Adams bautizó como «Masacre de Boston» a los disturbios durante una
manifestación, en la que las tropas británicas acabaron con la vida de cinco colonos.
Mientras tanto, Thomas Paine escribía ensayos y piezas periodísticas para animar a los
colonos a rebelarse y apoyar la independencia.
En el siglo XVIII, EE.UU. siguió mostrando el camino hacia el desarrollo de las Relaciones
Públicas. El presidente Thomas Jefferson fue pionero en contar con un responsable de
comunicación, John Beckley, quien organizó las primeras ruedas de prensa de la Historia. Ya
en el siglo XIX, Andrew Jackson nombraría al periodista Amos Kendall como secretario de
prensa. Kendall tomaba las ideas del presidente, y a partir de ellas se encargaba de escribir
sus discursos, comunicados, etc. Incluso lanzaría una publicación oficial de la Casa Blanca,
Globe, y sondeaba la opinión de los ciudadanos mediante las primeras encuestas (Cutlip,
Center y Broom, 2000, p. 204).
El periodismo estadounidense del siglo XIX vio emerger la figura del muckraker. Se llamaba
de esta manera a los periodistas que buscaban los trapos sucios de los empresarios (Arceo, J.
L., 1999, p. 61; Seitel, 2002, pp. 66-67). Uno de los mejores ejemplos es el célebre Joseph
Pulitzer, que se dedicó a investigar al empresario Willliam Vanderbildt. Otro de los
muckrakers más recordados es Ida Tarbell, autor de una serie de piezas críticas sobre la
Standard Oil Company. Pero las actividades de los muckrakers trajeron una consecuencia: los
empresarios se dieron cuenta de la necesidad de contratar a periodistas que hablaran bien
de ellos (Arceo, J. L., 1999, p. 62).
Así nace el agente de prensa, es decir, la persona que logra cobertura mediática para un
individuo, producto o servicio. Esa cobertura mediática fue bautizada como Publicity,
término que pervive hasta nuestros días (Wilcox et al., 2012, p. 40). Inicialmente, la mayoría
de los periodistas rechazaron este papel. No sólo porque lo cuestionaran, sino porque, al
existir los agentes de prensa, se volvía menos necesaria la inversión en publicidad en los
periódicos (Arceo, J. L., 1999, p. 62). Pero con el tiempo, el periodismo se benefició de los
agentes de prensa, al tener en ellos nuevas fuentes de información. En otras ocasiones, el
beneficio era más cuestionable: a veces, para que publicaran sus comunicados, los agentes
de prensa ofrecían entradas de los espectáculos a los periodistas locales.
Uno de los primeros agentes de prensa es Phileas Taylor Barnum (Wilcox et al., 2012, pp.
40-41) (Fig. 1), quien marca un nuevo punto de inflexión en el camino hasta las Relaciones
Públicas de hoy en día. No obstante, no podemos considerar que lo que hacía fueran
Relaciones Públicas propiamente dichas, puesto que se dedicaba a la práctica sin una teoría
que la respaldara (Arceo, J. L., 1999, p. 64). Barnum se especializó en la promoción de
espectáculos, poniendo en marcha eventos con el único propósito de salir en los medios de
comunicación. Alcanzó la fama llevando eventos a los pueblos en los que exhibía a personas
(una mujer afroamericana, un enano…) y artistas (Wilcox et al., 2012, p. 41).
Los movimientos sociales, como los antiesclavistas y los defensores del medio ambiente,
encontraron en la Publicity una técnica valiosa. A finales del siglo XIX, empresas como
Westinghouse empezaron a tener los primeros departamentos semejantes a los actuales de
comunicación (Wilcox et al., 2012, pp. 45-46). El objetivo de Westinghouse era defender su
invento de corriente alterna frente a la corriente continua de Edison. La primera agencia
especializada fue la Publicity Bureau, fundada en 1900 en Boston, y con clientes de
renombre como la compañía telefónica AT&T.
Una de las primeras actuaciones de Ivy Lee se produce con motivo de la huelga de mineros
en la compañía de la Antracita, en 1906. Siguiendo su máxima de que el público debe ser
informado, Lee se niega a ocultar las noticias negativas sobre el suceso. Cuando un tren de la
Pennsylvania Railroad sufre un descarrilamiento, Lee divulga información veraz e invitó a los
periodistas a visitar el lugar del accidente. El éxito de su gestión es tal, que se convirtió en
asistente ejecutivo del presidente de la Pennsylvania Railroad. Se trata de la primera vez que
un profesional de la comunicación accedía a la función de dirección de una empresa (Cutlip,
1994).
En 1914, Ivy L. Lee es contratado por el magnate John D. Rockefeller Jr. El motivo es la huelga
que se había desatado en las minas de la compañía del Petróleo y el Carbón. Durante este
episodio, las fuerzas de seguridad intervienen y provocan decenas de muertos. Mientras los
trabajadores hablan con la prensa, los directivos de la industria prefieren no hacer
declaraciones. La percepción pública de Rockefeller se ve seriamente dañada. Para
contrarrestarlo, Lee organiza una jornada en la que el propio Rockefeller visita la fábrica y se
preocupa por la situación de los trabajadores. Los periodistas le acompañan en su visita a las
minas.
1.3.b. El Committee on Public Information
Uno de los miembros del Comité de Información Pública es Edward L. Bernays (Arceo, J. L.,
1999, pp. 76-79; Wilcox et al., 2012, pp. 48-49). Este sobrino de Sigmund Freud es visto
como el padre de las Relaciones Públicas modernas. Está considerado como el primer
especialista que realiza un acercamiento sistemático a las Relaciones Públicas (Pavlik, 1987).
Con Bernays se inicia la era de la llamada «persuasión científica», aunque su carrera abarca
todo el siglo XX y siempre evoluciona con las tendencias de la disciplina. Con Bernays, la
clave ya no está en informar, sino en persuadir. Es el primero en defender que hay que
escuchar a los públicos, pero con el único objetivo de crear un mensaje más persuasivo.
Bernays defiende la investigación en ciencias sociales y la aplicación de las ideas freudianas
en la creación de campañas y mensajes. Sin embargo, él mismo reconoce que la auténtica
investigación científica no llegaría hasta mucho más tarde (Bernays, 1965, p. 329).
Bernays contempla las Relaciones Públicas como una ciencia social aplicada, lo que significa
que es posible investigarlas y evaluarlas. Establece que antes de actuar, hay que estudiar al
público, para averiguar cuáles pueden ser los mensajes que más les influyan. En su libro
Crystallizing Public Opinion (Bernays, 1923), crea también el concepto de asesor en
Relaciones Públicas, y establece los principios generales para ejercer tal profesión. A raíz del
libro, se le encarga la creación del primer curso en Relaciones Públicas, en la Universidad de
Nueva York. Entre las campañas más famosas de Bernays, destaca la de las «Antorchas de la
Libertad» (Wilcox et al., 2012, p. 49), con la que difundió la costumbre de fumar entre las
mujeres. De forma similar, Bernays logra que los estadounidenses consuman beicon, al
conseguir que los médicos recomienden la toma de desayunos con alto valor energético.
Pero si hay un hombre que traslada la investigación sobre opinión a las Relaciones Públicas,
ese es Arthur W. Page. Durante su mandato como vicepresidente de la compañía telefónica
AT&T, Page recurre a encuestas para conocer mejor a sus públicos (Watson, 2012, p. 391).
Hasta entonces, la única herramienta de medición había sido el clipping: todo lo que habían
hecho sus predecesores era contar la cantidad de cobertura recibida en la prensa. En AT&T,
Page crea todo un laboratorio de Relaciones Públicas. Para este ejecutivo, las Relaciones
Públicas consisten en la búsqueda de los deseos del público. Sus grandes máximas son:
escuchar al consumidor, anticipar sus reacciones y evitar el conflicto. Además, Page se
adelanta a su tiempo al considerar las Relaciones Públicas como una función directiva.
Con la Segunda Guerra Mundial, el Gobierno de EE.UU. se enfrenta a los mismos retos de
comunicación que en la anterior contienda. Así, para crear la Oficina de Información de
Guerra, el presidente Franklin D. Roosevelt se inspira en el Comité Creel (Wilcox et al., 2012,
p. 52). Pero esta vez, bajo la dirección de Elmer Davis, la oficina sigue las nociones más
recientes sobre persuasión científica. Entre los logros de la Office of War Information
destacan: la venta de bonos de guerra; el apoyo de la prensa a las políticas de
racionamiento; el apoyo de la población a la reconversión en industrias bélicas, y el aumento
de la productividad (Arceo, J. L., 1999, p. 83).
En 1952, Cutlip y Center publican Effective Public Relations. Se trata del primer libro sobre
Relaciones Públicas que incluye toda una sección para la investigación y evaluación. No
obstante, muchos practicantes continúan sin usar investigación ni planteamientos teóricos.
Entre quienes recurren a una base teórica para ejercer la persuasión científica, se imponen
dos escuelas: la neoconductista mecanicista, y la instintivista (Arceo, J. L., 2004b, pp.
127-133). Ambas basan sus postulados en la nueva teoría de la comunicación
persuasivo-masiva. Con ella, se deja de ver a los receptores de la comunicación como sujetos
pasivos. La nueva teoría reconoce que los receptores interactúan con la información en
función de muchos factores. Los impactos que reciben de los medios serían sólo una causa
de su comportamiento, por lo que se pasa a analizar todos los factores que ejercen
influencia en los públicos. Las dos corrientes recurren también a la investigación
motivacional, si bien con técnicas diferentes.
Entre finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, la perspectiva neoconductista
cognitivista se asienta en Relaciones Públicas. Tal y como explica José Luis Arceo (1999, pp.
92-93), este enfoque es neoconductista porque se basa en la observación sistemática y en la
medición. Por otro lado, es cognitivista porque admite que el receptor es alguien racional y
activo, capaz de buscar la información que le interesa y sacar sus propias conclusiones. Esta
información es la que le permite tomar decisiones. Es además psicosocial, en tanto estudia a
los individuos en sus interacciones. Se ve igualmente influido por la corriente psicométrica,
ya que se preocupa por medir todos los conceptos con los que trabaja. Del mismo modo, se
esfuerza por definirlos, por lo que converge con la corriente psicolingüística.
En una segunda fase, durante los años setenta, el elemento central es la actitud (Arceo, J. L.,
1999, p. 95). El concepto cobra importancia como disposición motivacional hacia una
empresa, organización, individuo, etc. La actitud se define como una variable interviniente
entre el individuo y la conducta, y es entendida como las valoraciones que se hacen de un
objeto a partir de unas creencias. En los años setenta, se consideraba que las Relaciones
Públicas habían tenido éxito si lograban influir sobre las actitudes.
La tercera fase del neoconductismo cognitivista arranca en los años ochenta y perdura hasta
nuestros días. Se basa en la variable de la intención (Arceo, J. L., 1999, p. 97), porque se
encuentra más cercana que la actitud a la conducta. Sucede que no es posible intervenir
directamente sobre la intención de los públicos. Así, los profesionales de las Relaciones
Públicas refuerzan o bien modifican multitud de factores: las creencias, la notoriedad, la
imagen, la actitud, etc. Siempre con el objetivo último de influir sobre la intención de
conducta.
En 1984, James Grunig y Todd Hunt publican el libro Managing Public Relations. En esta obra
describen una serie de modelos. Son teorías que contribuyen a entender la práctica de las
Relaciones Públicas a lo largo de su historia. Dos de ellos son unidireccionales, sin
retroalimentación de los públicos: El agente de prensa y el modelo de información pública.
Los otros dos son bidireccionales: El asimétrico se corresponde con la práctica de la
persuasión científica; el simétrico busca el mutuo beneficio entre organización y públicos.
Estos conceptos se describirán en profundidad en la unidad 3.
Desde los años ochenta hasta hoy, la emisión de información ha crecido exponencialmente.
Gestionar la era de la información global ha sido el gran reto de las Relaciones Públicas. La
globalización ha reducido las diferencias entre culturas, y las ideas circulan por la red en
menos tiempo del que se tarda en redactar un comunicado de prensa (Alexander, 1996).
Internet es un medio con una velocidad por la que la información se mueve tan rápido como
queda desfasada, y ha terminado imponiendo la comunicación bidireccional. Estos cambios
han llevado al planteamiento de un modelo dialógico para las Relaciones Públicas (Kent y
Taylor, 2002). El modelo dialógico se basa en la empatía, la reciprocidad y el compromiso en
las relaciones. La organización debe identificar puntos en común con los públicos.
Al principio, para medir los resultados en Internet, Paine (1995) recomendaba usar la misma
metodología de los medios convencionales. Pero desde el inicio del siglo XXI, contamos con
nuevas herramientas para medir los resultados de las campañas, y no sólo el volumen de
acciones lanzadas. Es el caso de las analíticas de Google, así como de los análisis de
contenido por ordenador. En 2010, se acuerdan los primeros estándares globales para medir
las Relaciones Públicas: Declaración de Barcelona sobre Principios de Medición. En ella, se
defiende por encima de todo la evaluación de los resultados, por encima de la mera
presencia en la red. Desde entonces, las redes sociales han llevado a poner el énfasis en el
valor de la conversación. La comunicación del siglo XXI tiene muchos emisores y muchos
receptores simultáneamente; por eso es vital medir el nivel de engagement; es decir, el
grado de involucración de los públicos (Watson, 2012, pp. 395-396).
Tal y como sucedió en el resto del mundo, la práctica de las Relaciones Públicas llega a
nuestro país en los años cincuenta, con gran desfase respecto a EE.UU. El cada vez mayor
desarrollo económico y social lleva a las empresas españolas a recurrir a las Relaciones
Públicas. Las conocen gracias a su contacto con el exterior. Las primeras actividades de
Relaciones Públicas surgen en Barcelona. La primera vez que se usa el término «Relaciones
Públicas» en nuestro país es en 1953, en el libro de Prat Gaballí Publicidad Corporativa. Éste
establecía como objetivo de la disciplina ganarse el aprecio y simpatía del público (Gaballí,
1953, p. 449). En 1958, los especialistas Marqués Carbo y Marqués Canós publican el primer
libro: Las Relaciones Públicas en el Ámbito Local.
Para comprender los primeros pasos de las Relaciones Públicas en España, seguimos las
etapas marcadas por Rodríguez Salcedo (2010). Así, la primera época abarca toda la década
de los sesenta, con la primera empresa de Relaciones Públicas española y las primeras
asociaciones profesionales. Joaquín Maestre es un miembro de la agencia de publicidad
Danis, a quien sus relaciones internacionales le permiten descubrir las Relaciones Públicas.
Poco a poco, Maestre se interesa por la idea. Maestre funda la primera consultora española
dedicada exclusivamente a tareas propias de Relaciones Públicas: SAE de Relaciones
Públicas, en Barcelona. La empresa crecería hasta llegar a tener departamentos de mailing y
de creatividad. Maestre llegó a ser miembro del consejo editorial de la prestigiosa revista
científica Public Relations Review; de la IPRA, y de la Public Relations Society of America
(PRSA).
En 1965, Jesús Ulled abre la segunda agencia de Relaciones Públicas en Barcelona. Al final,
sus tareas se limitaban a las relaciones con la prensa. Para el pleno desarrollo de las
Relaciones Públicas, son necesarias las libertades de opinión y prensa (Arceo, J. L., 1999).
Desde esta perspectiva, durante el franquismo no se puede producir un desarrollo completo
de la actividad. Hasta el final del franquismo, no se podía opinar libremente sobre las
empresas (además de que no había posibilidad de creación de partidos políticos). Por lo
tanto, la opinión pública apenas importaba. Mientras tanto, el irlandés Richard Jenner
comienza a trabajar en Madrid para algunos clientes, haciéndose llamar «consejero de
Relaciones Públicas» (Wilcox et al. 2012, p. 50).
En 1961, se funda la Asociación Técnica de Relaciones Públicas. Esta organización defiende
los intereses de sus practicantes y divulga su labor (Rodríguez Salcedo, 2010). Para 1965,
existen dos grandes asociaciones: la Agrupación de Relaciones Públicas (AERP) en Barcelona,
liderada por Maestre; y el Centro Español de Relaciones Públicas (CENERP) en Madrid,
presidido por Rafael Ansón. Al poco de nacer ambas, Maestre y Ansón acuerdan que se
fusionen, y así nace el CENERP Barcelona. La CENERP se compromete a aclarar el concepto
de Relaciones Públicas y perfeccionar la profesión. Sin embargo, pronto surgirían algunas
discrepancias entre CENERP Madrid y Barcelona, que resucitarían a la AERP.
Durante los últimos años de la dictadura, el franquismo lanza dos nuevos Planes de
Desarrollo Industrial. Estos planes coinciden con el segundo periodo que establece
Rodríguez Salcedo (2010), entre 1969 y 1975. Lo describe como los años de
institucionalización de las Relaciones Públicas en España, desde un punto de vista legal y
educativo. Durante los años previos, algunos acontecimientos ya señalan el camino. Así, en
1967, la AERP funda en Barcelona el primer centro europeo que ofrece un título oficial de
Relaciones Públicas: la Escuela Superior de Relaciones Públicas (ESRP) nace adscrita a la
Universidad de Barcelona y representa el gran proyecto de la asociación. Un año después, el
Ministerio de Información y Turismo convoca a CENERP y AERP a una reunión en la que les
anuncia su intención de institucionalizar las Relaciones Públicas. El objetivo es
profesionalizarlas.
En 1969 se celebra la I Asamblea Nacional de Relaciones Públicas. De ella sale una Comisión
Permanente que trabajará en un anteproyecto de ley para las Relaciones Públicas, dentro del
Ministerio de Información y Turismo. El primer resultado fue el informe «Ordenamiento
Jurídico de las Relaciones Públicas». En 1973 nace la Agrupación Sindical Nacional de
Técnicos en Relaciones Públicas. Al fin, un decreto de 1975 regula las Relaciones Públicas y
las reconoce como comunicación social. El decreto establece la creación de un Registro
Oficial de practicantes. En esta misma asamblea, Maestre retira la obtención de la simpatía
del público de los objetivos de la disciplina. De esta manera, contribuye a alejar a los
profesionales de las Relaciones Públicas de los meros vendedores: Un publirrelacionista
tiene que ser capaz de valorar la política de una organización, las opiniones sobre ella, su
imagen, asesorar a la dirección, etc. Mientras tanto, el crecimiento económico demanda
cada vez más profesionales de la comunicación. En 1971, se crea la Facultad de Ciencias de
la Información en Madrid. El primer título universitario en Publicidad y Relaciones Públicas
data de 1974.
A pesar de todos los hitos hasta entonces, las Relaciones Públicas españolas carecen de algo
muy importante: el rigor científico y académico (Xifra y Castillo, 2006). De hecho, hasta
finales de los setenta, las Relaciones Públicas en España prescindieron de planteamiento
psicológico alguno. Tampoco observa ninguna aproximación psicológica hasta finales de los
años setenta. El neoconductismo cognitivista llega a España aún más tarde que al resto de
Europa. No es de extrañar que, entre la dictadura y la incorporación tardía a las Relaciones
Públicas, la primera literatura científica sobre la disciplina no surgiera en España hasta los
ochenta (Arceo, J. L., 2006, p. 117).
A pesar de todo, las Relaciones Públicas continúan con su crecimiento en la década de los
noventa. Para Tilson y Saura (2003), los motivos son cuatro: una democracia saludable y
estable; un gran desarrollo económico, y medios de comunicación dinámicos. Durante esos
años, surgen tantas consultorías que en 1991 se crea la Asociación de Empresas Consultoras
en Comunicación (ADECEC). Por desgracia, a día de hoy no existe un censo con el que saber
cuántos profesionales de las Relaciones Públicas trabajan en España.
El resultado se recoge en su obra de 1984 Managing Public Relations (Grunig y Hunt, 2003),
en la que afirman que la historia de las Relaciones Públicas puede describirse en base a
cuatro modelos de actuación. Cada uno de los modelos se corresponde con un estadio de
desarrollo de las Relaciones Públicas. Son el resultado de todas las tendencias en la historia
de la profesión. En la actualidad, son los modelos teórico-prácticos de referencia. Se explican
en todas las escuelas y facultades para mostrar las diferentes formas de actuar en Relaciones
Públicas.
Igualmente, cada uno de los modelos se distingue por la confluencia de una serie de
características. En primer lugar, por el objetivo de comunicación: ¿qué se pretende lograr?,
¿se intenta persuadir a los públicos o simplemente informarles?, ¿se busca el entendimiento
con ellos? Otro gran factor es el modelo de comunicación adoptado: ¿recibe
retroalimentación de los públicos la organización? Cuando el flujo de comunicación sólo
circula de la organización a los públicos, la naturaleza de la comunicación es unidireccional.
Si, por el contrario, la organización se preocupa por escuchar a sus públicos, se dice que su
naturaleza es bidireccional. Finalmente, la naturaleza de la investigación también es una
característica distintiva de cada modelo: sólo en los bidireccionales se realiza algún tipo de
investigación seria, mientras que en los unidireccionales escasea.
Alfredo Arceo resume todas estas variables en dos elementos: la dirección y el propósito. La
dirección se corresponde con el flujo unidireccional o bidireccional de la comunicación. El
segundo elemento, el propósito, se refiere a si la organización tan sólo intenta hacer valer su
posición; o si, por el contrario, busca un equilibrio entre los públicos y ella misma. Este
aspecto puede dar lugar a un modelo asimétrico o simétrico. En el simétrico, la organización
intenta conectar con los públicos. Todos los modelos que describen Grunig y Hunt se
practican a día de hoy, y la discusión sobre cuál de ellos se utiliza más es incesante.
Nos disponemos a repasar los modelos descritas por Grunig y Hunt, y las prácticas que
distinguen a cada uno de ellos (2003, pp. 72-105). Dos son los modelos unidireccionales: el
de agente de prensa y el de información pública. En ellos, no se produce retroalimentación
de los públicos a la organización. El modelo de agente de prensa se corresponde con las
primeras prácticas de Relaciones Públicas, entre 1850 y 1900 (Grunig y Hunt, 2003, p. 78). Se
trata de un modelo en el que la práctica no se acompaña de base teórica alguna. Se basa en
la intuición y el amiguismo (Arceo, A., 2004, p. 95). Por regla general, el agente de prensa no
realiza investigación. En los pocos casos en los que ésta se da, es de carácter informal: por
ejemplo, comprobar que los medios habían publicado sus materiales, recopilar recortes de
prensa o contar asistentes a un evento.
Quienes adoptan el modelo de agente de prensa, hablan sin escuchar a los públicos. Sólo
pretenden manipularles, ignorando que la audiencia es activa. Este tipo de programas de
Relaciones Públicas reducen todas sus acciones a la publicity. Con frecuencia, operan en
alianza con determinados medios de comunicación para la publicación de noticias favorables
a su organización. A veces, los agentes de prensa llegan a difundir información falsa. Los
sectores en los que todavía está presente el modelo de agente de prensa, son aquellos que
se basan en promociones y repercusión en medios: deporte, cine, información de
producto... (Grunig y Hunt, 2003, p. 73).
A partir de 1900 surge el modelo de información pública, que vive su apogeo hasta 1920. Su
mejor representante histórico es Ivy L. Lee, el hombre que mejoró la imagen de John D.
Rockefeller en plena huelga en sus minas (Grunig y Hunt, 2003, p. 91). Con este modelo, las
Relaciones Públicas empiezan a recibir sus primeros fundamentos teórico-técnicos. Al
contrario que muchos agentes de prensa, sus practicantes pretenden contar la verdad y ser
honestos con sus públicos. Además, en el modelo de información pública no necesariamente
hay un propósito persuasivo ni propagandístico (Xifra, 2005, p. 74): su única pretensión es
informar. Ahora bien, sigue sin escucharse a los públicos, y quien lo practica no tiene
ninguna intención de cambiar su conducta. Tampoco se hace investigación, o bien es muy
reducida: Recurren a la carpeta de recortes (Arceo, J. L., 1999, p. 739) o a los tests de
legibilidad (Grunig y Hunt, 2003, p. 73). El modelo de información pública resiste
principalmente en el sector público y en el tercer sector, como las organizaciones sin ánimo
de lucro.
Con su surgimiento a partir de 1920 (Xifra, 2005, p. 75), el modelo bidireccional asimétrico
marca el inicio de la investigación seria en Relaciones Públicas. Para realizarla, sus
practicantes utilizan métodos y técnicas procedentes de las ciencias sociales. Con estos
recursos, pretenden anticiparse mediante la comprensión de las acciones que el público
aceptará o tolerará (Grunig y Hunt, 2003, p. 77). Por ejemplo, se miden sus actitudes y
conductas, tanto antes como después de una acción o campaña. A continuación, se
persuade de que la acciones de la organización se corresponden con los intereses del
público. Por lo tanto, la organización se convierte en emisora y receptora de comunicación.
En definitiva, nos encontramos ante un modelo bidireccional, pero inmovilista. Sólo
pretende que el público acepte los puntos de vista de la organización y se comporte como
ésta desea (Xifra, 2005, p. 75). Este modelo suele ser típico de las agencias de publicidad que
además ofrecen servicios de Relaciones Públicas.
Con el modelo bidireccional simétrico, por primera vez entra en escena una aproximación a
lo que hoy en día entendemos por responsabilidad social (Arceo, J. L., 1999, pp. 141-142).
Grunig y Hunt empleaban el término «responsabilidad pública» para englobar tres
cuestiones con las que las organizaciones deben cumplir (2003, pp. 106-126). La primera de
ellas es la adecuada realización de las tareas básicas que se esperan de la organización. En
segundo lugar, la organización tiene que preocuparse de las consecuencias de sus
actividades sobre diferentes grupos. Finalmente, la organización también debe preocuparse
por los problemas sociales, aunque no estén directamente relacionados con ella.
La teoría dialógica de las Relaciones Públicas se basa en cinco principios (Kent y Taylor, 2002,
pp. 24-30). El primero de ellos es la mutualidad, ya que tanto la organización como sus
públicos reconocen que existe una relación entre ellos, que están unidos. El segundo
principio es el de la ubicuidad, dado que los públicos comparten un espacio y un tiempo en
el que tienen que ser consultados. Además, la empatía es el tercer principio de la teoría
dialógica, puesto que la organización debe apoyar los objetivos del público. Y lo tiene que
demostrar: necesita que los públicos sepan que son comprendidos. En cuarto lugar, la
organización asume un cierto riesgo al aceptar comunicarse con los públicos en sus
términos. Los resultados del diálogo son impredecibles, y es difícil saber si finalmente serán
favorables para ella. En quinto y último lugar, es necesario un alto grado de dedicación por
parte de la institución al esfuerzo por dialogar con los públicos. Se trata de una dedicación a
conversar, pero también a interpretar lo que los públicos dicen. Cuando dialogamos,
tratamos de entender las posiciones de los demás.
Las nuevas tecnologías están dando lugar a canales interpersonales entre miembros de las
organizaciones y miembros del público. Debido a ello, y basándose en estos principios, Kent
y Taylor (1998) se preocupan por cómo usar la tecnología para mejorar las relaciones de una
organización. Así, aplican el modelo dialógico a la construcción de páginas web. La
organización debe asegurarse de la utilidad de la información que proporcione en ellas.
Tiene que ser intuitiva y ofrecer espacios en los que dialogar, en los que los públicos puedan
plantear preguntas, hacer comentarios, etc., y lograr que se los respondan. Ahora bien, en
todo proceso de diálogo, las reglas de la interacción tienen que quedar claras desde el
primer momento: cuánto tiempo va a durar, cuándo se puede finalizar, qué temas se pueden
tratar, por qué canal... e incluso cuándo estas mismas normas pueden cambiarse (Pearson,
1999, en Kent y Taylor, 2002, p. 32).
Xifra (2005, pp. 84-87) realiza un esfuerzo por explicar cada una de las etapas del modelo
RACE. La investigación detecta los problemas que las Relaciones Públicas tienen que corregir,
o las actitudes que hay que modificar en los públicos (analizar cuál es el problema o la
situación). En la fase de acción se decide lo que se va a hacer y se planifica el programa. En
esta etapa también se identifican los objetivos a conseguir. La fase de comunicación se
refiere a la composición de los mensajes y los mecanismos con los que se van a transmitir.
Por último, la campaña debe ser evaluada para comprobar si los objetivos se han alcanzado.
Para ello se necesita realizar algún tipo de investigación. Conviene tener presentes los
principales modelos deudores del método RACE (Matilla, 2008, pp. 183-264). A
continuación, resumimos algunos de ellos.
Enunciado por primera vez en 1966, el modelo de Raymond Simon (1994, en Noguero, 1995,
pp. 94-95) se basa en dos premisas y tres etapas. La primera premisa establece que la
responsabilidad sobre la gestión de las Relaciones Públicas recae sobre la dirección. La
segunda premisa consiste en relacionar qué función y proceso están inextricablemente
unidos, tanto por los procedimientos como por los resultados finales. Esta premisa se divide
a su vez en tres etapas o niveles, con los cuales se puede realizar un análisis, paso a paso, de
la acción de las Relaciones Públicas.
Estos expertos proponen un modelo de cuatro etapas, que califican de proceso directivo
(Cutlip et al., 2006, pp. 468-470). Su modelo se basa en la máxima de que las Relaciones
Públicas se orientan hacia la resolución de problemas. Las cuatro etapas se suceden de
forma cíclica, porque Cutlip y Center consideran el proceso completo de las Relaciones
Públicas no se puede dividir en exceso. La primera de ellas sirve para definir los problemas
de los que se tienen que ocupar las Relaciones Públicas. Es de corte exploratorio, y en este
paso es necesaria la investigación. Con esta primera fase, la organización toma conciencia de
la situación. Gracias a ella, se obtiene una base para resolver los problemas detectados. La
pregunta que los miembros de Relaciones Públicas de la organización se tienen que
responder en esta primera etapa es: "¿qué pasa ahora?" (Cutlip et al., 2006, p. 468).
El siguiente paso consiste en comunicar el programa de acción. Dicho de otro modo, llega el
momento de implantar lo que se ha programado en la fase anterior. Ahora la pregunta clave
es: "¿Quién debería decirlo o hacerlo, cuándo, dónde y cómo?" (Cutlip et al., 2006, p. 468).
La acción puede incluir cambios de políticas, de productos, de formas de trabajar en la
empresa, etc. Pero la comunicación es la parte de la estrategia visible para los públicos. Se
compone de todo lo que se hace para ajustar y adaptar la organización a la estrategia
marcada.
Por último, hay que evaluar el programa desplegado, porque siempre se puede aprender de
la retroalimentación que se obtiene. En esta última fase, la pregunta es: "¿Cómo lo hacemos
o cómo lo hemos hecho?" (Cutlip et al., 2006, p. 468). Conviene evaluar la conceptualización
y diseño del programa. También hay que controlar cómo se ha implementado: ¿Ha llegado a
los públicos qué debía?, ¿cuánto ha costado y con qué beneficios?
El profesor Antoni Noguero trabajó desde 1971 hasta 1985 en su propio modelo. Se basa en
dos máximas: hacer las cosas bien y hacerlas saber. Como el de Cutlip y Center, el modelo de
Noguero (1995, pp.110-111) se compone de cuatro pasos. En este caso, como en el modelo
RACE, se parte de la investigación. Noguero entiende que sólo investigando podemos
alcanzar un diagnóstico de los problemas. Su segundo paso coincide con el de Cutlip y
Center: la planificación. Pero por planificación, Noguero no sólo entiende la definición de los
objetivos y los programas. En su modelo, la planificación incluye, además, la organización
departamental y el presupuesto adecuados. El tercer paso es el de información: en él se
incluye el diseño, estudio y selección de medios. Por último, en el cuarto paso de
comunicación, se lanza la campaña; pero sus resultados se controlan en paralelo, al mismo
tiempo que se está ejecutando.
Al contrario que el modelo RACE, este modelo de gestión no separa la fase de investigación
al principio y la de evaluación al final. Como el de Cutlip y Center, el de Noguero es un
modelo cíclico. Por ello, el círculo no se cierra hasta que se regresa a la fase de investigación.
En esta ocasión, se realiza una evaluación que sirva para próximas campañas. En definitiva,
la investigación es el primer y el último paso a la vez. Al principio, se investiga para plantear
los objetivos del programa. Cuando el plan concluye, se investiga para evaluar sus
resultados. De acuerdo a Noguero (1995, p. 111), la evaluación final del programa tiene que
incluir un balance de la actividad de los departamentos. Igualmente, la evaluación debe
analizar la metodología y modelos utilizados. Por último, la evaluación incorporará el
impacto social y profesional del programa desplegado.
Partiendo del modelo RACE, Wilcox y Cameron describen su propio proceso de gestión
(Wilcox et al., 2012, pp. 12-13). El primer paso, que denominan de investigación y análisis,
tiene por objeto la comprensión del problema de Relaciones Públicas. Para tal fin, se puede
obtener información del púbico, de los medios, de la experiencia personal, etc. El segundo
paso consiste en la formación de políticas. En él, se valoran los datos obtenidos, se
establecen objetivos y se prepara una agenda de acciones. Todo ello para efectuar
recomendaciones a la dirección de la organización. Los directivos tienen que dar luz verde a
las propuestas de los profesionales de Relaciones Públicas. Sólo cuando la han obtenido,
pueden pasar al tercer paso, el de programación. En él, se definen las estrategias, objetivos,
presupuesto y plazos concretos para ejecutar un programa.
Pero si hay algo básico para la actividad del departamento de Relaciones Públicas, es que
cuente con el apoyo de la alta dirección; lo normal es que la alta dirección se corresponda
con la coalición dominante de la organización. Una coalición dominante es el grupo que
ostenta el poder real dentro de una institución (Grunig, 1992). Las expectativas y opiniones
de este grupo sobre las Relaciones Públicas son determinantes. Si el departamento
Relaciones Públicas se encuentra próximo a la alta dirección, sus profesionales pueden
asesorar a los directivos sobre las mejores estrategias de comunicación. La proximidad del
departamento a la función directiva suele depender de que los directivos valoren la
actividad de Relaciones. Afortunadamente, según datos recientes, el departamento de
Relaciones Públicas responde ante el presidente de la compañía en el 51 % de los casos.
Estudios como el de Moss et al. no han detectado ningún patrón claro sobre la organización
de los departamentos de Relaciones Públicas. De entre los directores de comunicación que
participaron en dicha investigación a nivel mundial, el 60 % afirman contar con su propio
departamento. Un 85 % de los departamentos de las empresas analizadas tiene uno o dos
niveles de desarrollo vertical.
En el sector empresarial de las Relaciones Públicas hay dos figuras fundamentales. Por un
lado, el cliente es cualquier persona natural o jurídica que demanda servicios de Relaciones
Públicas. Puede proceder del sector privado, del sector público o de sectores especiales
(asociaciones, ONGs, etc.). Por otro lado, encontramos la figura de la empresa. En su
defecto, el cliente puede recurrir a un asesor de Relaciones Públicas individual. Para
nombrar a las empresas de Relaciones Públicas, se suelen usar los términos de «firma» o
«consultora». En general, en el sector no gusta el nombre de «agencia», porque buscan
distinguirse de las empresas de Publicidad. Además, al asesorar también en comunicación,
no se considera un término preciso, porque los profesionales de las empresas de Relaciones
Públicas son tanto consultores como agentes.
Para elegir empresa, el cliente debe tener claras sus necesidades. A continuación, debe
definir las características y servicios que busca. Una vez que fija los criterios de selección, el
cliente prepara una primera lista de empresas candidatas. En España, lo habitual es que el
cliente organice un concurso entre varias empresas de Relaciones Públicas. No obstante,
algunas empresas recurren a la contratación directa o encuentran la agencia por relaciones
personales. En el concurso, cada consultora tiene que convencerle de que escoja sus
servicios.
Para elegir consultora, el cliente suele valorar por encima de todo que ésta comprenda el
funcionamiento de su sector. También busca respuesta en tiempo a sus necesidades, y que
la empresa sepa ajustarse al presupuesto establecido. Por su parte, cuando recibe a un
nuevo cliente, la empresa debe hacer un análisis sobre lo que éste requiere. A la hora de
relacionarse con él, en la mayoría de los casos (el 35 %), la empresa de Relaciones Públicas
responde ante el departamento de comunicación corporativa del cliente (USC Annenberg
Center for Public Relations, 2018); aunque también es habitual responder ante el presidente
(26 %) o ante el departamento de Marketing (21 %).
Para un cliente, son muchas las ventajas de contratar una empresa de Relaciones Públicas.
En primer lugar, le proporciona objetividad: la empresa externa le aporta una visión nueva,
en la que a lo mejor su departamento no ha pensado. En segundo lugar, la empresa aporta
cualificación y experiencia, porque cuenta con especialistas en cada actividad de Relaciones
Públicas. Es difícil que un cliente cuente con tantos conocimientos en comunicación dentro
de su departamento. De hecho, existen empresas especializadas o con gran prestigio en
áreas concretas de Relaciones Públicas (comunicación de crisis, institucional, etc.). Además,
con la externalización del servicio, el cliente tiene la oportunidad de ampliar sus contactos,
acceder a nuevas bases de datos para investigaciones, etc.
Por otra parte, la empresa de Relaciones Públicas suele desplegarse en distintas zonas
geográficas, por lo que el cliente lo tiene más fácil para alcanzar otras regiones. Finalmente,
el cliente se beneficia de la credibilidad de la empresa, ya que ésta tiene una reputación
construida entre medios y otros agentes.
Sin embargo, al igual que ventajas, también hay riesgos y desventajas. Puede que la empresa
de Relaciones Públicas no entienda las necesidades del cliente. Lo normal es que la empresa
tenga varios de ellos, lo que significa que un cliente no la tiene a plena disposición. En
ocasiones, al cliente le puede parecer que es lenta, porque la empresa necesita tiempo para
hacer planificación e investigación. En cualquier caso, con la contratación de una empresa
externa el cliente multiplica el personal al que tiene que supervisar. Otro de los peligros es
que los miembros del departamento de Relaciones Públicas del cliente se sientan
amenazados o infravalorados. La salida de información delicada y el fuerte desembolso
completan los problemas de recurrir a una empresa de Relaciones Públicas.
Por otro lado, la empresa de Relaciones Públicas tiene que realizar una estimación de los
costes que le va a suponer un cliente: la duración del proyecto, los desplazamientos, el
número de personas, etc. Ahora bien, ¿cómo puede el cliente pagar los servicios a la
consultora? La empresa de Relaciones Públicas dispone de varias formas para facturar su
trabajo. Una primera opción es el establecimiento de un fee, consistente en el pago mensual
de una cantidad fija. Cliente y consultora pueden acordar que esta cantidad dependa de los
resultados económicos del proyecto. Si se factura por honorarios, la empresa calcula las
horas invertidas por sus miembros. Los honorarios pueden facturarse por horas o por meses.
También se puede negociar el precio de antemano con el cliente, y cobrar unos honorarios
fijos por proyecto. En cambio, si se va a porcentaje, la empresa cobra una proporción del
volumen total de la cuenta. Asimismo, se llama «menú» a la asignación de una cantidad fija
a cobrar por cada uno de los servicios. Una última posibilidad pasa por el pago en stock: la
entrega de bienes o servicios del cliente a la empresa de Relaciones Públicas.
Además de en la asesoría y la investigación, hay otras muchas áreas en las que los
profesionales de las Relaciones Públicas se pueden centrar. Cada una de ellas puede
constituir una división del departamento de Relaciones Públicas, o un ámbito de
especialización para las consultoras. La Public Relations Society of America (s.f.b) ofrece una
serie de definiciones. Así, por relaciones con los medios entiende el trabajo con medios de
comunicación para obtener cobertura informativa. Se busca el beneficio mutuo para el
medio y para la organización. Estas relaciones abarcan desde la generación de Publicity hasta
estar disponibles para lo que los medios soliciten.
Las relaciones con los empleados, o comunicación interna, persiguen la construcción de
vínculos fuertes con este público. Los profesionales de la comunicación interna intentan
responder a las preocupaciones, motivaciones y necesidades de información de los
miembros de la organización. Unas buenas comunicaciones con los empleados aumentan su
nivel de satisfacción, productividad y compromiso, mejorando las relaciones de la compañía
con clientes y otros públicos. Es bueno comunicar las iniciativas de la organización a los
empleados, para contar con su apoyo y alineamiento con los objetivos de la empresa.
Otro ámbito que merece ser mencionado es el de las relaciones financieras: El área de las
Relaciones Públicas que se encarga de las relaciones con los inversores (potenciales y
actuales), accionistas, analistas, autoridades de los mercados, etc. En algunos
departamentos, existe un área especializada en eventos. Los eventos son acontecimientos
realizados para fomentar interés por la organización. Por último, la formación de portavoces
consiste en el proceso para que una persona adquiera habilidades para la comunicación, de
cara a cumplir con la actividad que define al portavoz: hablar en nombre de la organización
(Camacho, 2017). Gracias a la adquisición de destrezas comunicativas, su mensaje será claro,
lógico, fluido y convincente (Ramírez de la Piscina, 2007).
Según un informe del Centro de Relaciones Públicas de la Universidad del Sur de California
(USC Annenberg Center for Public Relations y The Holmes Report, 2016), el valor total de las
empresas de Relaciones Públicas a nivel mundial ascendió a 14.200 millones de dólares en el
años 2015 (12.200 millones de euros, aproximadamente). Los directivos de Relaciones
Públicas esperan que la cifra alcance los 19.300 millones de dólares (unos 16.500 millones
de euros) para el año 2020; es decir, pronostican un crecimiento del 25 %. Estos expertos
vaticinan que el crecimiento futuro del sector llegará con tres grandes tipos de servicio: la
creación de contenido, la gestión de redes sociales y la reputación de marca. Se calcula que,
en todo el mundo, la industria de las Relaciones Públicas emplea a tres millones de
personas.
Conocer el estado del sector de las Relaciones Públicas en España es más difícil. Para
empezar, no existe un censo de profesionales que las practiquen. Sin embargo, la mejor
orientación nos la proporciona el informe de la web PR Noticias y la consultora Torres y
Carrera (2018). Según este estudio, en el año 2016, la facturación de las 40 consultoras más
importantes de España ascendió a 190 millones de euros. Ahora bien, las diez primeras
empresas se quedaron el 52 % del mercado. Las 40 primeras consultoras emplearon a 1.712
personas: una media de 44 empleados por empresa.
- La actividad que más desarrollada por consultoras de Relaciones Públicas eran las
relaciones con los medios (96 %). En segundo lugar se encontraba la comunicación
corporativa (90,5 %). El 88 % de los clientes daba gran importancia la comunicación
interna.
- El 31 % de los departamentos externalizaban el diseño gráfico y asistencia a ferias.
Esto indicaría que el personal de los departamentos en España es de alto nivel
directivo, por lo que subcontrata las tareas más técnicas.
Entre las grandes consultoras internacionales podemos destacar empresas como Ketchum,
Weber Shandwick, Edelman, y Fleishman Hillard. En la actualidad, gran parte de ellas son
propiedad de grandes grupos de comunicación, que poseen tanto consultoras como
agencias de Publicidad. Así, Omnicom es el grupo propietario de las firmas Fleishman Hillard
y Ketchum; El grupo de comunicación WPP es el dueño de Burson Cohn & Wolf y de Hill &
Knowlton. Entre las principales firmas españolas, podemos mencionar a las dos empresas
que más facturaron en 2016 (PR Noticias y Torres y Carrera, 2018): Llorente & Cuenca y
Atrevia.
¿Qué espera del futuro el sector de las Relaciones Públicas? Uno de los últimos estudios
globales (USC Annenberg's School for Communication and Journalism, 2017) revela una
tendencia a la convergencia entre las Relaciones Públicas y el Marketing. Así lo creen una
mayoría de ejecutivos de ambas disciplinas. En la actualidad, se calcula que el 21 % de los
departamentos de Relaciones Públicas reportan al departamento de Marketing de su
organización. A pesar de todo, muy pocos ejecutivos creen que las Relaciones Públicas
lleguen a reducirse a una sección del departamento de Marketing.
Por el contrario, la mayoría cree que los dos departamentos se alinearán más, e incluso que
las Relaciones Públicas pueden ganar protagonismo en comparación con las técnicas de
ventas. Fenómenos como éste llevan al 87 % de los profesionales de las Relaciones Públicas
a considerar que, en un futuro próximo, el término no describirá suficientemente su trabajo.
Hay profesionales que apuestan por ampliar su definición, mientras otros abogan por
encontrar otra denominación distinta. Pero si hay algo que transformará el panorama, son
los cambios en la estructura de medios y las innovaciones tecnológicas.
Es la asociación profesional más grande de EE.UU., con más de 30.000 miembros. La PRSA se
preocupa por las cuestiones que en cada momento afectan a la profesión. En especial, se
centra en proporcionar valor a las Relaciones Públicas, guiándose por principios éticos y
preservando la diversidad (PRSA - Public Relations Society of America, s.f). Tiene por misión
lograr unos profesionales de la comunicación mejor preparados, y que puedan mantenerse
en contacto a lo largo de sus carreras. Dentro de la PRSA encontramos una asociación de
alumnos (la Public Relations Student Society of America, PRSSA) y la fundación PRSA, que
destina lo que recauda a mejorar las condiciones de los estudiantes estadounidenses. La
PRSA es una de las organizaciones fundadoras de la Global Alliance for Public Relations and
Communications Management, una confederación de asociaciones que persigue unificar la
profesión y dar una perspectiva global a los problemas de Relaciones Públicas.
Uno de los miembros de ICCO es esta asociación española, que actúa como representante
patronal del sector. ADECEC se fundó en enero de 1991 por los representantes de las
principales consultoras de España. Su objetivo principal es dignificar la profesión e impulsar
en nuestro país la práctica de la consultoría de comunicación y Relaciones Públicas
(Magallón, 2004, p. 372). Es la patronal del sector. Sus empresas se adhieren a un código
ético que contempla aspectos como el trato justo a los clientes, o los principios de la libre
competencia (ADECEC - Asociación de Empresas Consultoras de Comunicación, s.f). ADECEC
hace las veces de portavoz del sector ante empresas, asociaciones, instituciones públicas,
etc.
Sin duda, en cuestión de aptitudes, uno de los rasgos más valorados es la capacidad de
pensamiento crítico. En el sector de las Relaciones Públicas, sus profesionales necesitan
reflexionar acerca de todos los puntos de vista que reciben. Siempre es buena idea probar
nuevos cauces de pensamiento, y tratar de entender los de quienes nos rodean. Al fin y al
cabo, para resolver un problema, conviene tener todas las perspectivas. Otra cualidad
altamente valorada es la receptividad social del profesional: ¿detecta la manera en que
reaccionan los públicos?, ¿y por qué lo hacen de esa forma y no de otra?
Asociada a estas capacidades, nos encontramos con que también se valora altamente la
escucha activa. Esta capacidad es algo más que saber escuchar a los públicos y al cliente. Se
trata de escuchar con curiosidad intelectual, otro elemento imprescindible, en especial a la
hora de realizar investigaciones en Relaciones Públicas. La escucha activa es una de las
razones esgrimidas para justificar la contratación de periodistas en Relaciones Públicas: en
su trabajo, están acostumbrados a escuchar activamente a sus fuentes.
En cuanto a destrezas prácticas, las de redacción son las más requeridas por los
empleadores. Los profesionales de las Relaciones Públicas deben saber redactar muy bien,
ya que la creación de nuevos contenidos es una de las capacidades más buscadas hoy en día.
A la hora de escribir, la clave reside en saber captar la atención de los públicos y generar
interés. Pero no sólo importa la expresión escrita. El profesional de las Relaciones Públicas va
a tener que hablar tanto en público como en privado. Puede tener una reunión con personal
del cliente; también puede ejercer de portavoz ante un medio, o en un evento. En todos
estos casos, es indispensable una correcta expresión oral.
El mundo profesional de las Relaciones Públicas ofrece una gran variedad de posiciones. Uno
de los primeros esfuerzos para establecer perfiles profesionales es la tipología de Broom y
Smith (1979).
Más adelante, Dozier se da cuenta de que estos cuatro perfiles se pueden reducir a dos
grandes papeles y los clasifica dentro del rol de gestores.
Ø Las tareas de investigación también recaen sobre los puestos de gestión de las
Relaciones Públicas.
La segunda categoría, la de los técnicos, incluye a todos los profesionales que ejecutan las
acciones de Relaciones Públicas, las producen o se encargan de su aspecto creativo.
Por su parte, el jefe de Relaciones Institucionales trabaja con los diferentes poderes públicos:
el gobierno, los legisladores, los tribunales, etc. Este perfil se relaciona con todas las
autoridades: las locales, las regionales y las estatales. Su labor pasa por promover la
aceptación de la entidad entre todas estas personalidades y organismos.
El jefe de relaciones con los medios o jefe de prensa merece una mención especial. Este
profesional es el responsable de cultivar las relaciones con los periodistas. En consecuencia,
responde ante los medios en nombre de la organización. Es la persona que se encarga de los
comunicados y las conferencias de prensa. Decide quiénes son los portavoces adecuados
para representar a la organización en los medios. Cuida las apariciones de los dirigentes de
la organización en los medios, y monitoriza el tipo de cobertura que se está obteniendo.
Beurer-Zullig, Fieseler y Meckel (2009) proporcionan una de las clasificaciones más útiles de
los papeles que ejercen los profesionales de la comunicación corporativa en Europa. Estos
investigadores identifican cinco grandes roles.
Asesor de políticas. El papel es estrictamente interno. Su trabajo consiste en medir tanto los
riesgos como las oportunidades de comunicación. Asiste a la dirección y a los negociadores
en la planificación de la comunicación, fundamentalmente aconsejando a sus compañeros.
Jefe de marca. En este caso, nos encontramos ante un rol técnico: se encarga de la
comunicación de promociones, de la publicidad, etc. Trabaja estrechamente con el
departamento de Marketing. De hecho, Beurer-Zullig et al. detectan que, en Europa, el jefe
de marca reporta al director de Marketing de la empresa.
Comunicador interno. Este perfil se especializa en las relaciones con los empleados,
garantizándoles información sobre la compañía y forjando entre ellos un sentido de
comunidad.
Agentes de prensa a quienes se ocupan de las relaciones externas, excluyendo en este caso a
los clientes. Ahora bien, en la práctica, su función se suele circunscribir a relaciones con los
medios, actuando como un periodista interno de la organización. Este agente de prensa se
ocupa de la publicity, los discursos, etc. Tareas que lo aproximan al rol de técnico y lo alejan
del de gestor.
En los años noventa, se describe un tercer perfil que se añade a los de gestor y técnico. El
perfil de agencia comprende actividades de asesoría, investigación y planificación; pero
también la gestión de la correspondencia, las llamadas telefónicas y el contacto con los
medios. Por debajo de la alta dirección, las empresas de Relaciones Públicas tienden a
contar con tres niveles jerárquicos. No obstante, en empresas con menos de diez
empleados, puede que no figure alguno de estos niveles. En esos casos, las
responsabilidades tienden a compartirse más: un director de una cuenta puede ser el
ejecutivo de otra, y viceversa. En cualquier caso, la división orgánica de las empresas de
Relaciones Públicas suele realizarse en función de los clientes, no de las distintas áreas de
actuación. No obstante, si un cliente necesita que la empresa forme un equipo de cuenta, se
procura que cuente con perfiles multidisciplinares.
Justo por debajo esta el gestor o supervisor de cuentas actúa como coordinador del cliente
dentro de la consultora. Comparte con el director el rol estratégico, pero al mismo tiempo
asume algunas funciones de implementación de los planes. Está a cargo de la cuenta de un
gran cliente, o bien de la de varios clientes menores. Tal y como describe Tonge, el gestor de
cuentas debe proporcionar feedback al director de cuentas sobre la marcha de cada
proyecto. Es fundamental que posea amplios conocimientos teóricos, para asistir en la
planificación de la estrategia de comunicación en general, y de la de medios en particular. En
el recae el control del tiempo y el dinero empleados. Además, es la persona que aprueba los
comunicados de prensa, y participa en la preparación de todos los materiales (newsletters,
webs, etc.). Como contacto cotidiano del cliente con la empresa de Relaciones Públicas,
debe participar en las reuniones regulares con él. Los directores y supervisores de cuentas
necesitan tener buenas habilidades interpersonales para relacionarse con los clientes, y
agilidad para llevar varias cuentas al mismo tiempo.
En los últimos tiempos, cada vez se valoran más en el sector los conocimientos sobre
neurociencia y psicología de masas. Así, un director de comunicación debe contar con
nociones para comprender las motivaciones de los públicos. Y en su caso, no basta con que
sepa inglés, sino que debe manejar varios idiomas. Finalmente, entre las competencias
actitudinales, encontramos la capacidad relacional, la inteligencia emocional, la adaptación
al cambio y la capacidad de liderazgo. Todo ello mientras trabaja en equipos globalizados,
multiculturales y multidisciplinares.
En España, la posición del «dircom» está altamente valorada. En nuestro país, su perfil es
claramente más estratégico que técnico. Según datos de la Asociación de Directivos de
Comunicación (2014), en España este cargo cumple su función natural: asesorar a la alta
dirección y plantear la estrategia comunicativa. En la actualidad, el 90 % de las grandes
empresas españolas cuentan con un director de comunicación. De ellas, el «dircom» reporta
directamente ante el presidente de la compañía en el 60 % de los casos, y se sienta en el
consejo de administración de un 70 % de ellas.
Sin embargo, la situación en España no está exenta de aspectos negativos: a pesar de la
enorme implantación del puesto de «dircom», sólo una de cada cuatro empresas cuenta con
un departamento de comunicación o Relaciones Públicas, según un informe de la consultora
Marco de Comunicación (2008).
En los últimos tiempos, las redes sociales están permitiendo a sus usuarios el intercambio de
contenidos e información, con una facilidad inédita. Estas nuevas plataformas representan
una oportunidad para estrechar los vínculos con los públicos externos, pues permiten una
relación más interactiva. En redes sociales, los públicos son activos: hacen suya la marca, le
dan nuevos significados y la incorporan en sus mensajes personales. En este entorno, los
públicos se ven sobreexpuestos a mensajes y otros estímulos, por lo que las empresas
buscan nuevas fórmulas para captar su atención. En consecuencia, necesitan profesionales
que conozcan el entorno digital y sepan moverse en él; que estén formados y especializados
en las herramientas 2.0.
La gestión de las redes sociales de una organización se contempla como una tarea
transversal a distintos departamentos. Implica la gestión de la marca y de la reputación
online de la organización. Naturalmente, estamos ante un papel que requiere más el rol del
gestor que del técnico. La gestión de redes se está convirtiendo en toda una función
estratégica de la organización, pues abarca desde la creación de estrategias de comunicación
online, hasta la medición de las campañas lanzadas.
Trabajan con comunidades virtuales, tanto en redes sociales propias como externas; y se
dedican especialmente a la gestión de la reputación organizacional. En muchos casos,
cuentan con la ayuda de un responsable de reputación online, y con la del record manager:
un profesional que se encarga de recopilar la información que circula por Internet sobre la
empresa (Perlado, 2013).
Es preciso que el community manager conozca las necesidades y planteamientos
estratégicos de la comunicación; pero también los intereses de sus clientes. En
consecuencia, su perfil pertenece claramente al sector de las Relaciones Públicas, dado que
busca el mutuo entendimiento y la comprensión. El community manager necesita ser
creíble, debe establecer objetivos medibles, de acuerdo con las necesidades de
comunicación e información de su audiencia.
Se puede distinguir entre tres grandes perfiles en la gestión de redes sociales y comunidades
virtuales.
Ø Community manager senior añade a las funciones básicas del junior la asistencia a
eventos para mantenerse al día en su profesión, y la participación en el plan de
crisis de la compañía. Necesitan conocimientos de Marketing y posicionamiento
en buscadores (SEO). Es positivo que ellos mismos sean activos a título personal
en redes sociales.
Seitel (2002, pp. 117-118) añade que, en cualquier investigación, debe haber una
interpretación sistemática de la información. Sólo así se puede mejorar la comprensión del
fenómeno estudiado. Las aplicaciones que estima para la investigación en Relaciones
Públicas son múltiples: desde la identificación de nuestros públicos hasta las pistas para el
diseño de los programas y sus mensajes. Se pueden realizar investigaciones para decidir los
medios con los que trabajar, y con qué plazos temporales recurrir a ellos. En líneas
generales, el gran reto de la investigación es saber cuándo hay que hacerla, con quién y con
qué objetivo.
Por el contrario, la investigación aplicada está orientada a un fin práctico. Busca alcanzar
objetivos específicos, o emplear los conocimientos generados en la investigación básica.
Dentro de las organizaciones, la investigación aplicada puede considerarse una actividad de
gestión, porque condiciona la planificación, diseño e implementación de los programas
(Rossi, Lipsey y Freeman, 2004). En definitiva, ayuda a tomar decisiones. Dentro de la
investigación aplicada, Cuenca y Xifra (2012, pp. 34-35) recuerdan que la formativa se lleva a
cabo antes de empezar un programa, para comprender y describir el estado de la cuestión.
Por su parte, la de monitorización se lleva a cabo durante el programa, para mejorar la
eficacia del proceso. Gracias a ella, se pueden hacer ajustes en los planes sobre la marcha.
Por último, la evaluativa se realiza con el programa concluido: mide su impacto y comprueba
si se han alcanzado los objetivos.
Toda auditoría consiste en revisar sistemáticamente una actividad para que cumpla con
determinadas reglas. Sirve para obtener una imagen fiel de los procesos que se dan en una.
En consecuencia, la realización de mediciones es una de sus funciones básicas. Por eso, el
primer paso para realizar una auditoría siempre es el establecimiento de unos indicadores
de medida. Pero las empresas no sólo se miden en números. Para conocer su estado,
también hay que saber valorar sus intangibles, que le dan un gran poder competitivo.
Ahora bien, el primer reto siempre es definir el concepto de «relación» para poder medirlo.
¿Qué es una relación?, ¿cómo se catalogan?, ¿en qué espacio se desarrollan? Es muy difícil
realizar una medición sobre un recurso intangible como las relaciones, sobre el que la
organización no tiene todo el control. Desde el año 2000 aproximadamente, se entienden
como la gestión de las relaciones: su fomento y mantenimiento en estado saludable. Las
relaciones dialógicas que hoy en día se defienden, se basan en la mutualidad entre la
organización y sus públicos. Pero, ¿cómo medir los niveles de confianza y entendimiento?
Este es otro de los grandes retos. Con las auditorías de Relaciones Públicas se pueden
diagnosticar percepciones de los públicos, aspectos de la comunicación y aspectos sociales.
Cuenca y Xifra (2012) distinguen entre diversos tipos de auditorías. Las auditorías de
diagnósticos del entorno comprenden la investigación de la Opinión Pública y la de issues o
asuntos públicos. También permiten auditar las percepciones sobre la organización a nuestro
alrededor: cultura de empresa, identidad corporativa e imagen corporativa.
Por otro lado, entre los modelos de diagnósticos de la comunicación, encontramos tanto la
auditoría de comunicación externa, como una centrada en la comunicación interna. Ambas
se utilizan para evaluar las prácticas de comunicación de la organización, en sus respectivos
ámbitos. Por último, el modelo de auditoría para diagnósticos sociales se ocupa de lo
relativo a la responsabilidad social corporativa. Las empresas también tienen que evaluar su
desempeño respecto al medio ambiente, el desarrollo socioeconómico de su entorno, etc.
En suma, las repercusiones sociales de las acciones de la compañía.
Pavlik afirmó en su día: "medir la eficacia de las Relaciones Públicas se ha revelado casi tan
elusivo como encontrar el Santo Grial". Por lo tanto, ¿cómo demostrar el valor de la
comunicación para el éxito organizacional? Durante los últimos cuarenta años, esta es una
de las cuestiones que más han preocupado a teóricos y practicantes (Volk, 2016). Y sin
embargo, sigue sin haber consenso. Los responsables de comunicación de la organización
tienen la misión de traducir a objetivos comunicativos los objetivos generales de la
compañía (Watson y Noble, 2014).
Tienen que demostrar cómo la comunicación, gracias a su impacto en los distintos públicos,
forma parte del proceso de creación de valor de una empresa. Ello implica monitorizar los
procesos de comunicación desde su inicio hasta el impacto económico final. Las empresas
pueden poner en marcha sistemas de control de la, que conecten las estrategias de
Relaciones Públicas con los objetivos organizacionales, y evalúen sus resultados en dichos
términos.
Hace falta más trabajo para explicar el valor oculto que proporciona la comunicación, el
indirecto. ¿Y cómo medir las relaciones? Hon y Grunig (1999) propusieron una escala del 1 al
9 en cuatro áreas: control mutuo, confianza, compromiso y satisfacción. Grunig también
propuso focus groups y otros métodos cualitativos. A pesar de estos esfuerzos, la medición
de las relaciones es un área relativamente nueva, por lo que todavía hay que proponer más
métodos y estudiar más casos.
De todos estos desafíos se deriva otro de los grandes obstáculos a superar: convencer a los
contables y a la alta dirección de que aumenten el gasto en medición y evaluación de las
Relaciones Públicas. Según un informe de USC Annenberg citado por Wilcox et al. (2012), las
grandes empresas sólo gastan entre un 4 % y un 5 % de su presupuesto total de Relaciones
Públicas. Según ADECEC (2008), un 11 % de las empresas españolas no evaluaba sus
Relaciones Públicas en el año 2008. Mientras tanto, el 71 % se limitaban a medir el impacto
logrado en los medios. En este sentido, los investigadores también tienen que conseguir que
se supere la investigación meramente basada en el clipping.
Para demostrar a la dirección cómo las Relaciones Públicas contribuyen a sus actividades,
Wilcox et al. (2012) están convencidos de que las Relaciones Públicas seguirán mejorando
sus técnicas de medición. El problema es que la métrica que mejor suelen entender los altos
directivos es el ROI o retorno de la inversión. La medición del ROI en Relaciones Públicas ha
suscitado mucha discusión. Aunque siempre se ha usado de forma muy ambigua, el Institute
of Public Relations del Reino Unido y el Communication Directors' Forum (2004) lo describen
como el beneficio o el ahorro de costes obtenido gracias a una actividad determinada. La
mayoría de profesionales considera que es posible emplear el ROI para las Relaciones
Públicas, siempre y cuando se traduzca a objetivos de comunicación. Consideran que puede
demostrar el valor no financiero de ésta. Por lo tanto, hay dos enfoques: el financiero,
asociado a costes y beneficios; y el no financiero, asociado a la estrategia y el logro de
objetivos (Watson y Noble, 2014, p. 165).
En sus comentarios acerca del ROI, Watson y Noble (2014) recogen una discusión entre
grandes teóricos publirrelacionistas. Grunig opina que, aunque las relaciones son un
intangible, sí que se puede medir cómo repercuten financieramente. Las Relaciones Públicas
reducen los costes y el riesgo, mientras que aumentan los beneficios. Pero no cree que se
pueda medir su retorno financiero en comparación con el dinero invertido. El peligro para
Watson y Zerfass es que los gestores de las finanzas de la empresa sí ven el ROI en términos
financieros. En consecuencia, si las Relaciones Públicas lo usan, pueden inducir a una
confusión grave en otros departamentos. De modo que la evaluación financiera de las
Relaciones Públicas es otro de los retos a los que la investigación tendrá que dar una
respuesta concluyente. Para resolver este problema, Likely ha propuesto dos nuevas
métricas: la ratio coste-beneficio (BCR, por sus siglas en inglés) y el análisis coste-efectividad
(CEA). La BCR es muy parecida al ROI, pero hace una predicción en vez de medir el retorno
con posterioridad. Así, con la BCR al menos se pueden medir distintas alternativas. Por su
parte, la CEA sirve para comparar los costes relativos y los efectos que se conseguirían con
distintos cauces de acción.
Para abordar los retos de la investigación evaluativa en el entorno digital, seguimos los
comentarios de Watson y Noble (2014) sobre este ámbito. Al principio, el gran desafío para
evaluar las redes sociales era su monitorización: la conversación online, las tendencias, las
crisis, etc. Con las redes sociales, hay tanto material a analizar y tipos de estadística que es
muy difícil distinguir la información más valiosa. Tampoco hay ninguna herramienta
definitiva para medir el rendimiento en redes, sino que proliferan multitud de plataformas.
Pero ahora se ha sumado un segundo reto: el de utilizar los datos de monitorización para
obtener una evaluación real de nuestro rendimiento en redes. ¿Cómo usar los datos para
que nos digan algo verdaderamente relevante?, ¿cómo saber si debemos intervenir en una
conversación?, ¿y cómo afectan las redes sociales a nuestros objetivos de comunicación?
Chau et al. (2012) advierten de que las mediciones en Internet siguen siendo muy difíciles.
Los conceptos de impresiones, alcance, frecuencia... generan mucha confusión. Dos
herramientas de auditoría pueden dar datos distintos, por lo que persisten las dudas acerca
de cuántos visitantes está recibiendo realmente una web. Es preciso acompañar cualquier
métrica online con otras formas de investigación, Por ejemplo, si constatamos que cada vez
más gente se subscribe a nuestra newsletter, la investigación primaria con encuestas nos
ayudará a saber si eso se debe a que confían más en nosotros, o simplemente les llaman
más la atención nuestros titulares.
Chau et al. (2012) recogen cuatro aspectos clave a medir en redes sociales: la influencia
lograda; la oportunidad de alcanzar a más gente; el engagement o involucración de los
públicos, es decir, el estado afectivo y cognitivo por el que comparten intereses e
interactúan con la organización (Danesh, 2007); y los sentimientos o sensaciones que
despierta la organización. El análisis de sentimientos en redes se describe como el intento de
medir el estado emocional o las actitudes de un usuario basándonos en lo que escribe. Sin
embargo, la discusión sigue abierta acerca de cómo medir adecuadamente todas estas
cuestiones. Por el momento, para abordar este reto de investigación, todos los
departamentos de Relaciones Públicas deben buscar el acuerdo entre sus profesionales,
sobre lo que se va a medir en redes sociales y con qué parámetros. Se trata de medir los
resultados reales, no la simple actividad registrada; y la influencia, no la mera popularidad.
En 1986, Grunig crea el Excellence Project, con el que empieza a tener en cuenta la variable
cultural para la investigación en Relaciones Públicas. En realidad, Grunig ofrece pocas
novedades: afirma que cualquier cultura necesita poner las Relaciones Públicas cerca de la
alta dirección, considerarlas parte de la gestión estratégica, no subordinarlas a otros
departamentos, etc.
Entre las investigaciones neurocientíficas sobre las que las Relaciones Públicas pueden tomar
nota, destaca la de Cascio, O'Donnell, Bayer, Tinney y Falk (2015). Estos especialistas
comprobaron cómo existe más actividad cerebral en el córtex prefrontal ventromedial,
cuando el sujeto detecta que sus puntos de vista coinciden con los de su grupo social.
Un experimento muy próximo a las Relaciones Públicas es el de Vezich, Katzman, Ames, Falk
y Lieberman (2016), quienes analizaron la exposición a mensajes sobre el uso de crema
solar, en función de si se daban argumentos positivos o advertencias. El nivel de aceptación
fue mucho mayor en el primer caso, registrándose mucha más actividad en el córtex
prefrontal. Para realizar estas investigaciones, se utilizan técnicas de neuroimagen, como las
resonancias magnéticas y las tomografías. Normalmente, se tienen que acompañar con
autoinformes realizados por los propios sujetos del experimento.