Caso Mandela
Caso Mandela
Caso Mandela
Nelson Mandela
Mandela nació en 1918. Su padre era un alto consejero de una familia tribal de reyes (los Thembu)
y ayudó a elegir al nuevo jefe de la tribu que, más tarde, después de la muerte del padre de
Mandela, acogería al joven en su familia. Esa trayectoria de vida llevó a Mandela —que fue
educado en una pequeña aldea aislada— al centro del poder tribal en la adolescencia, lo que, por
su parte, despertó su interés por la educación y la política. Él estudió derecho en la University of the
Witwatersrand y desde el principio participó de la política anticolonialista. Mandela fue miembro
fundador de Youth League dentro del Congreso Nacional Africano (ANC), el principal partido negro
de Sudáfrica que fue, posteriormente, declarado ilegal y proscrito por el Gobierno. El partido que
gobernaba el país, el Partido Nacional (NP), empezó a poner en práctica una estrategia severa de
segregación racial, conocida más tarde como apartheid, después de llegar al poder en 1948.
Mandela adquirió protagonismo en el ANC gracias a sus visiones políticas liberales y a sus
actividades de oposición, sobre todo en la Campaña de la Resistencia de 1952. Al principio,
Mandela adoptó una política de no violencia inspirado por la oposición exitosa de Ghandi al
Gobierno colonial inglés en la India. Al final, sin embargo, debido a las medidas duras del Gobierno
contra la oposición no violenta, Mandela se vio cada vez más atraído por diversas formas de
sabotaje dirigido, acciones que tuvieron como resultado numerosas detenciones. En 1961, fue uno
de los fundadores de un ala militante asociada con el Partido Comunista de Sudáfrica, lo que
acabó, por último, llevándole a prisión por traición. Mandela se libró de la sentencia de muerte, pero
fue condenado a cadena perpetua. Él pasó 27 años preso. En 1994, salió elegido presidente del
país.
En prisión, Mandela destacó —tanto entre los prisioneros como entre los guardias— por su
comportamiento de principios elevados, respetuoso, digno y dispuesto a sacrificar su vida por sus
creencias. Muchos de los que estuvieron presos con él también tuvieron una actitud heroica. La
mayoría estaba bien preparada, y compartían entre ellos lo que sabían de sus respectivos campos
de conocimiento mientras trabajaban en una cantera. La vida en la prisión era terrible, la comida era
pésima, el cuarto no tenía calefacción en invierno y había largos periodos de soledad. Mandela
enfermaba de forma intermitente y contrajo infecciones terribles en el pulmón, inclusive
tuberculosis, debido a los años que pasó en celdas húmedas.
A pesar de vivir en esas condiciones, escribió una autobiografía de enorme influencia, "Larga
caminata hasta la libertad", en que narra en detalle su vida con la profunda injusticia social y la dura
opresión impuesta por el Estado como telón de fondo. Ese libro clandestino salió de la prisión en
partes y se imprimió en el exterior una vez acabado. Se convirtió en un éxito de ventas mundial.
Una campaña internacional de libertad capitaneada por el ANC y liderada por el líder exiliado,
Oliver Tambo, convirtió a Mandela en el icono de la oposición al apartheid, además de portavoz
elocuente de una nueva Sudáfrica democrática.
El mundo prestó atención: las empresas internacionales, así como los gobiernos, boicotearon cada
vez más Sudáfrica durante los años 80. La postura inflexible del NP, principalmente la línea dura
dogmática adoptada por el presidente P. W. Botha y la priorización de la ley y del orden, hicieron
del NP un paria en el escenario global. Líderes de empresas de Reino Unido y de EEUU y otras
empresas locales presionaban a Botha cada vez más, así como su sucesor, F. W. de Klerk, para
que cambiaran de rumbo. Además, jóvenes blancos expresaban su oposición al apartheid y al
racismo en iglesias, escuelas, clubes sociales, lugares de trabajo y en casa con sus padres. Por
último, incluso la Iglesia Reformada Holandesa, que había dado a los defensores del apartheid
justificaciones bíblicas dudosas para la segregación racial, cambió de opinión. Poco a poco, el
liderazgo afrikáner comenzó a negociar con Mandela en prisión. Fue una forma de diplomacia
intermitente y mediada en que líderes del Gobierno visitaban personalmente a Mandela, guardas
blancos simpatizantes de la causa pasaban y recibían mensajes del ANC. Mandela volaba de la
nueva casa donde estaba preso cerca de Cape Town para reunirse en secreto con Botha y, más
tarde, con de Klerk en la capital, Pretoria.
En 1990, de Klerk se vio arrinconado. La economía padecía con los boicots; los líderes de
empresas querían cambios; la estrategia de contención de creación de Home Lands para los
negros estaba en declive, y el país estaba al borde de la guerra civil en las ciudades negras.
Alguien tenía que ceder. Fue lo que se vio en el discurso de apertura proferido por de Klerk en el
Parlamento en febrero de 1990 y que tendría enorme influencia a partir de entonces. Él convocó
elecciones democráticas libres (un hombre, un voto), así como la liberación incondicional de todos
los prisioneros políticos no violentos. Además, legalizó el ANC y otros varios partidos políticos que
estaban prohibidos.
Ese fue un acontecimiento decisivo, ya que los blancos eran minoría en el país y sin lugar a dudas
perderían poder político después de eso. De Klerk mantuvo sus promesas y liberó a los prisioneros
políticos. Mandela, sin embargo, no fue liberado al principio, dado su pasado violento. De Klerk
esperaba que hubiera un acuerdo de reparto de poder con el ANC, lo que más tarde demostró ser
una ingenuidad por parte del líder del NP, cuyo pragmatismo era notorio. De Klerk y Mandela fueron
premiados con el Premio Nobel de la Paz en 1993 por haber realizado una transferencia de poder
voluntaria prácticamente no violenta de un fuerte grupo minoritario a una mayoría hostil, un evento
raro en la historia de la humanidad.
Ante ese escenario complejo, tres decisiones estratégicas de Mandela —entre muchas otras—
destacan desde el punto de vista del liderazgo. La primera de ellas ocurrió cuando el Gobierno
ofreció a Mandela la libertad condicional. En un discurso de 1985 a la nación, el presidente Botha
propuso a Mandela la libertad si él renunciaba a la violencia y a otras actividades ilegales. El
presidente buscaba transferir la culpa de la reclusión a Mandela. A fin de cuentas, él podía salir de
prisión si quería, con tal de que no infringiera la ley. Mandela se resistió a esa estratagema. Sí, él
ansiaba la libertad después de décadas de trabajos forzados y de confinamiento en una celda
pequeña. Pero creyó que eso sería una traición a sus principios, a su liderazgo y a la larga lucha
del ANC. Mandela respondió, en parte, de la siguiente manera a la oferta hipócrita del presidente
Botha:
¿Qué libertad están ofreciéndome, si el pueblo no puede organizarse? […] ¿Qué libertad están
ofreciéndome si tengo que pedir permiso para vivir en una área urbana? […] Sólo los hombres
libres pueden negociar. Los prisioneros no llegan a acuerdos.
Mandela rechazó la oferta del presidente y prefirió quedarse en la celda fría y sombría de la prisión,
cerca de 2,4 m por 2,4 m. Él estaba preparado para pasar el resto de su vida allí. Esa decisión
fundamental fue estratégica, ya que dio enorme visibilidad a su posición de "rostro" del ANC,
además de llamar la atención sobre el enorme sacrificio personal a que se sometía. Reveló también
la percepción aguda de Mandela de que el cambio político vendría en breve, aunque él estuviera
aislado de los medios informativos y no tuviera casi información sobre lo que pasaba en el país. La
intuición de Mandela se confirmó: después de una década, ese hombre de principios elevados fue
liberado incondicionalmente y fue nombrado presidente del ANC y, después, del país.
La segunda decisión estratégica ocurrió poco después de que Mandela fuera un hombre libre, pero
antes de ser elegido presidente en 1994. El desencadenante fue el asesinato, en 1994, de Chris
Hani, líder negro popular y muy conocido que luchaba por la igualdad de derechos. Hani fue
asesinado por un inmigrante de extrema derecha cuando salía de su automóvil. El asesino fue
identificado por una mujer blanca que lo entregó. Esa muerte selectiva fue la llama que
desencadenó un incendio, lo que tuvo como resultado manifestaciones generalizadas contra el
Gobierno racista de los blancos. Muchos negros querían venganza, el clima era propicio a los
saqueos, a la violencia y a la agresión. Recién salido de prisión, Mandela se enfrentó a la situación
y pidió tranquilidad:
Esta noche hago un llamamiento a todos los sudafricanos, negros y blancos, y lo hago desde lo
más profundo de mi ser. Un hombre blanco, lleno de prejuicios y de odio, vino a nuestro país y
cometió un acto tan vil que la nación entera hoy se ve próxima a un desastre. Una mujer blanca, de
origen afrikáner, arriesgó la vida para que supiéramos la identidad del asesino y lo lleváramos ante
la justicia. El asesinato a sangre fría de Chris Hani ha conmocionado a todo el país y el mundo
entero […] Ahora es el momento de que todos los sudafricanos estén juntos contra aquellos que,
sean de donde sean, quieren destruir aquello por lo que Chris Hani entregó su vida: la libertad de
todos nosotros.
Al final hemos alcanzado nuestra emancipación política. Nos comprometemos a liberar a nuestro
pueblo de la esclavitud continua de la pobreza, la privación, el sufrimiento, la discriminación de
género y otros sufrimientos. Nunca, nunca, jamás esta linda tierra será sometida a la opresión de
uno por el otro […] El sol jamás se pondrá sobre tan glorioso logro humano. Que reine la libertad.
Dios bendiga África.
Mandela sabía perfectamente que Sudáfrica podría fácilmente caer en la guerra civil debido a los
muchos crímenes, injusticias y heridas profundas provocadas por el apartheid. Él sabía también
que una guerra total tendría como resultado, a lo sumo, una falsa victoria. Además, buena parte del
conocimiento necesario para la gestión de las instituciones empresariales, jurídicas, sociales y
educativas estaba en manos de la minoría blanca. Viendo lo que había sucedido en Zimbabue bajo
el liderazgo corrupto de Robert Mugabe, los blancos temían por su futuro, y muchos salieron del
país (una fuga de cerebros que se conoció como white flight, o fuga de blancos). El objetivo de
Mandela era elevarse por encima de las injusticias del pasado, hacer un llamamiento a la verdad y
la reconciliación del arzobispo Tutu y unir el país en torno a un futuro compartido y democrático.
El secreto del liderazgo de Mandela fue animar a la armonía racial, perdonar sin olvidar, compartir
el poder y priorizar por encima de todo el futuro, y no el pasado. Como maestro de las actitudes
simbólicas, Mandela dio fuerza a esa estrategia usando la magnanimidad con sus antiguos
enemigos. Por ejemplo, en 1995, visitó la viuda del hombre que fuera el mentor del régimen del
apartheid y que lo había mandado a prisión (el primer ministro Hendrik Verwoerd). No escondió su
felicidad cuando Springboks, equipo nacional de rugby, conquistó el campeonato mundial, aunque
el equipo hubiera sido símbolo del racismo y del poder afrikáner durante décadas. Él usó con
mucho orgullo la camisa del equipo durante el campeonato, gesticuló en apoyo del equipo y envió
al mundo toda una señal de que apoyaba, de hecho, una nación de todos los colores. Ese tipo de
liderazgo es muy valioso y difícil de encontrar.
Lo que Mandela ofrece a los aspirantes a un liderazgo estratégico es un ejemplo vivo de cómo las
fuerzas complejas de la sociedad, sus valores innegociables y los momentos claves de decisión
pueden entrelazarse a lo largo del tiempo y en los dominios político, jurídico y económico en una
visión convincente que puede transformar un partido político, una nación e incluso el mundo. El
liderazgo estratégico no tiene que ver sólo con la ejecución de una estrategia inicial que forme
seguidores, sino, principalmente, a la adaptación de esa estrategia cuando sea necesario para
preservar el apoyo de todos. Pocos líderes políticos hoy dominan eso tan bien como Nelson
Mandela, que es también conocido cariñosamente por su nombre tribal: Madiba.
Nada más natural que un adolescente negro fascinado por las maquinaciones que rodeaban al
trono del jefe de la tribu para ocupar, por último, un trono aún mayor y de visibilidad mundial.
Mandela es un hombre que pasó por muchas décadas, culturas y realidades en su búsqueda de
libertad y justicia. Él se sacrificó de manera profunda y noble. En ese proceso, se convirtió en icono
mundial de los derechos humanos. Al final, incluso sus enemigos lo admiraron y respetaron, y con
razón. Él es uno de los hombres más notables de los últimos 100 años.
Análisis
- Cuáles son las características personales y motivacionales de Mandela que hizo que lo
siguieran y que logrará sus objetivos