Trabajo Social II Segunda Parte RESUMEN

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Trabajo Social II (segunda parte).

Claudio Ríos: “las dimensiones de la cuestión social contemporánea.”


La marginalidad urbana en Argentina es un componente relacionado al
funcionamiento de la sociedad y al sistema socio político e institucional. Se presentan
dos hipótesis para pensarla: por un lado, plantea que las expresiones de la pobreza y la
marginalidad tiene su origen en un déficit de integración de determinados sectores
sociales y aquella que plantea que, estas expresiones devienen de las debilidades e
incapacidades del capitalismo argentino y son consecuencia del tipo de
comportamiento de una población excedente a dicho régimen.
En la historia latinoamericana desde mediados de los años 50, fueron apareciendo
diferentes lecturas sobre los procesos de marginalización urbana. Por un lado, la teoría
de la modernización explicó a la marginalidad como una insuficiencia de integración a
las instituciones y valores modernos.
La sociedad era presentada a partir de dos grandes sectores, uno tradicional donde
aparecían las situaciones de marginalidad que referían a espacios sociales urbano
marginales y rurales, y otro sector moderno vinculado a la ciudad y su dinamismo.
Por otra parte, la teoría de la marginalidad económica parte de la revisión del papel
del trabajo en el proceso de producción y reproducción bajo un modelo de desarrollo
desigual y combinado.
Según esta teoría, el desarrollo capitalista generó que algunas actividades que eran
centrales, se vuelvan marginales, así los sectores no monopólicos, las actividades
precapitalistas y las economías de subsistencia ocupan trabajadores que conforman
una población excedente. A esta población excedente, no funcional, se la denomina:
masa marginal.
Esta discusión de los diferentes enfoques en torno a la marginalidad se dio en América
Latina en las décadas de los años 60 y 70. Pero a partir de los años 90 y como producto
de los impactos sociales y económicos a partir de los procesos de transformación
estructural del capitalismo y las reformas de estados de bienestar de Europa y EE. UU,
esta discusión sobre la marginalidad tomo protagonismo.
Una de las tradiciones que empieza a reflexionar sobre estos procesos es la sociología
francesa.
La metamorfosis de la cuestión social:
Castel (sociólogo francés) publica en 1995 “la metamorfosis de la cuestión social”. Hizo
grandes aportes para analizar la sociedad salarial, como también el lugar del trabajo y
del trabajador en la sociedad contemporánea. Sus aportes fueron fundamentales para
pensar la centralidad del trabajo como el gran integrador de la vida en sociedad.
Para el autor, una sociedad sin lo social estará regida por las regulaciones de la
sociabilidad primaria. Es decir, los sistemas de reglas que vinculan directamente a los
miembros de un grupo, sobre la base de su pertenencia familiar, de vecindario, de
trabajo, a partir de las cuales se establecen relaciones de interdependencias sin que
tengan que intervenir instituciones específicas. Estas sociedades con un fuerte rasgo
de comunidad constitutiva son sociedades de permanencia y se reproducen con los
mandatos de la tradición y de la costumbre.
Desarrolla la idea de desafiliación como ruptura en estas redes de integración
primaria. Cuando las relaciones próximas que sostiene un individuo a partir de su
inscripción familiar y territorial, tiene una falla que le impide reproducir su existencia y
asegurar su protección, es que se manifiesta el riego de desafiliación.
Por otro lado, cuando la sociedad se complejiza, la asistencia a los individuos que la
necesitan es objeto de prácticas especializadas.
Estas prácticas presentan siempre un rasgo de especialización, en tanto aparece una
tecnificación mínima, a través de la diferenciación entre los que se va a intervenir y
entre los que no; una localización entre las prácticas institucionales y las
extrainstitucionales; y dos criterios para rechazar o aceptar a los necesitados: el de la
pertenencia comunitaria y el de la ineptitud para el trabajo. Estos rasgos serán los
núcleos de una profesionalización futura de las mismas.
Castel al analizar los desafíos de la sociedad industrial a principios del siglo XX,
considera a la idea de solidaridad, como fundamento del pacto social. Pone el acento
en la necesidad actual, ante el quiebre de las regulaciones construidas a lo largo de la
sociedad salarial, de redefinir el contrato social a partir de tres dimensiones:
solidaridad, ciudadanía y trabajo, como lo que llama hacer sociedad.
Después de la Segunda Guerra Mundial y hasta la década del 70, se constituye un
modelo de acumulación en el marco de un capitalismo organizado donde la asociación
crecimiento, empleo casi pleno, desarrollo de los derechos del trabajo y seguridad
social, hacían ver a la sociedad salarial como una trayectoria ascendente.
La sociedad salarial parecía resolver el problema de la integración social a partir del
consumo masivo, el acceso a la propiedad, la participación social y cultural, la
ampliación de las protecciones y una mayor igualdad de oportunidades.

Los cambios en el modelo de acumulación del capitalismo organizado:


A partir de mediados de la década de los 70, ocurren cambios en los modelos de
acumulación y modos de regulación social a nivel internacional, la centralidad del
trabajo como integrador social y garante de ciudadanía entra en crisis. Esta crisis
produce transformaciones en el Estado y la subjetividad.
Este orden sistémico empieza a resquebrajarse hacia mediados de los años `70 para
dejar paso a transformaciones orientadas al logro de mercados laborales más flexibles,
movilidades geográficas y rápidos desplazamientos en las prácticas de consumo;
pasaje que podría definirse como hacia un nuevo régimen de acumulación flexible.
La acumulación flexible va a apelar a la flexibilidad con respecto a los procesos
laborales, los mercados de mano de obra, los productos y pautas de consumo.
Esta mayor capacidad de movilidad y flexibilidad, permitió a los empleadores ejercer
fuertes presiones en el control laboral de una fuerza de trabajo debilitada por las
tendencias marcadas hacia el desempleo estructural y el retroceso del poder sindical.
El caso Argentino:
Nuestro país se caracterizó en el contexto de América Latina, por un importante
desarrollo de una industria sustitutiva y amplios sistemas de protecciones sociales
apuntados desde la centralidad del Estado, que implicaba promediando los años 70
amplios niveles de inclusión social.
A lo largo del siglo XX, y durante el primer y segundo gobierno de Perón (1945-1955),
el Estado Nacional se centró en políticas redistributivas y protecciones al trabajador y
su familia.
Sin embargo, la crisis en que se sumerge el capitalismo mundial en 1973 va a impactar
negativamente en nuestro país hacia mediados del 75 en un contexto de alta
vulnerabilidad política en el gobierno de Isabel Perón, con una aceleración del proceso
inflacionario. Donde finalmente, los gobiernos dictatoriales del período 76-83 sentarán
base de un nuevo modelo de país.
El modelo de país que se diseñará a partir de 1976 estará orientado por la necesidad
del bloque dominante de generar una estructura productiva agropecuaria e industrial
altamente concentrada a partir de los grandes capitales y los sectores monopólicos
extranjeros involucrados con una producción competitiva en el mercado mundial. Este
proceso estará acompañado de una fuerte represión a distintos sectores de la
sociedad, fundamentalmente al movimiento obrero.
El gobierno de Menem (1989-1999) consolidará el nuevo modelo económico social
cuyas principales características son: eliminación de todo rasgo de Estado productor de
bienes y servicios; desmantelamiento de las instituciones reguladoras que habían
velado por las actividades económicas de alto impacto social o regional; apertura del
comercio exterior, entre otras.
La fuerza de trabajo fue la víctima en este proceso de reconversión de la economía y el
Estado.
A finales del siglo XX comienza a verse la interrupción de una trayectoria de progreso
social y el problema de la exclusión remite a los efectos del derrumbe de la condición
salarial.
La nueva cuestión social:
Según Castel, lo que se da es una metamorfosis de las problemáticas del pasado. El
autor se centra en la cuestión social, a partir del derrumbe de la condición salarial y
que la cuestión de la exclusión, es un efecto de ese derrumbe.
La crisis de la sociedad salarial y el estado social lo que hizo fue una ruptura en una
trayectoria de progreso. La idea en que el mañana sería mejor que hoy y en que se
puede confiar en el futuro para mejorar la propia condición.
Se necesita un actor central que conduzca estas estrategias y obligue a los
participantes a aceptar objetivos razonables. Ese actor social es el Estado moderno.
Para Castel, esta concepción plena de Estado social es social-demócrata. Todo Estado
moderno se ve obligado a "hacer lo social", para disminuir disfunciones y asegurar un
mínimo de cohesión entre los grupos sociales. Y es en el ideal socialdemócrata donde
el Estado social se presenta como principio de gobierno de la sociedad.
Este proceso de construcción de la sociedad salarial, con un Estado social con
características social demócratas que tuvo su apogeo entre finales de la Segunda
Guerra Mundial (1945) y principios de 1980 arrastraba tres características:

 Carácter inacabado: Al respecto Castel plantea que las seguridades pueden ser
engañosas si se apoyan solamente en el crecimiento económico.

 Ambigüedad de sus efectos: El despliegue de las protecciones tuvo efectos


perversos y malestar. La negativa de una parte importante de la sociedad,
sobre todo de la juventud, en pleno período de crecimiento y del consumo, a
renunciar a las aspiraciones personales, a cambio de seguridad y confort.

 El carácter contradictorio de los efectos (homogeneización e


individualización): las intervenciones del Estado social tenían un poderoso
efecto homogeneizador. La gestión necesariamente concernía a categorías
completas de beneficiarios de los servicios, eliminando las particularidades
individuales. El Estado social se constituye en un factor del individualismo.

Los supernumerarios:
Para Castel el desempleo es la manifestación más visible de una transformación de la
coyuntura del empleo. Es la precarización del trabajo otra característica, que él
considera importante.
La precarización atraviesa las zonas antes estabilizadas del empleo, es un proceso
central relacionado con las nuevas exigencias tecnológicas y económicas del
capitalismo contemporáneo. Esta nueva cuestión social presenta al menos tres ejes
centrales:
 En primer lugar, la desestabilización de los estables, ya que una parte de los
asalariados integrados corre riesgo de perder el empleo o sufrir un proceso de
precarización.
 El segundo rasgo consiste en la instalación en la precariedad, el desempleo
recurrente constituye una dimensión importante del mercado del empleo,
sobre todo en el caso de los jóvenes son empleables para tareas de corta
duración.
 En tercer lugar, la presencia de poblaciones que se creían desaparecidas: los
"inútiles para el mundo". Ellos ocupan una posición de supernumerarios, no
integrados y no integrables. Esta inutilidad social tiene impactos, ya que los
descalifica también en lo cívico y político.
Castel caracteriza lo que entiende como un pasaje de políticas de integración a
políticas de inserción.
Las políticas de integración refieren a las que buscan grandes equilibrios y
homogeneizar la sociedad a partir del Estado Nacional. Puede incluirse a la promoción
del acceso de todos los servicios sociales y la educación o la reducción de las
desigualdades sociales, el desarrollo de las protecciones sociales y la condición salarial.
Las políticas de inserción se focalizan en poblaciones particulares y zonas singulares del
espacio social, y eso lo hace a través de estrategias específicas.
Castel analiza como el proceso de marginalización se efectiviza y da lugar a las zonas
de integración/exclusión.
A su vez, considera que podemos pensar los procesos de integración a partir de como
los individuos se ubican en relación a: la integración a través del trabajo y de la
inscripción relacional.
La zona integrada representada por grupos que tienen gran seguridad en el empleo y
están insertos en redes de dependencia fuertes y coherentes. Mas allá de eso
frecuentemente son pobres, pero no presentan un problema de integración salvo si se
desenganchan y se deslizan hacia la zona de vulnerabilidad.
La zona de vulnerabilidad comprende a pequeños trabajadores independientes. Su
inestabilidad es crónica.
Mientras que la zona de marginalidad comprende a sujetos que padecen aislamiento y
nulo reconocimiento social al estar afuera de los sistemas vinculados al trabajo. El
personaje tipo es el vagabundo.
La zona de vulnerabilidad es un espacio social de inestabilidad que comprende
individuos precarios en cuanto a su relación con el trabajo y que presentan frágiles
inserciones relacional familiares y/o comunitarias.
Reygadas L: “Las redes de la desigualdad.”
Los estudios sobre la desigualdad se enfocan en el plano individual, se centra en la
distribución de diferentes atributos entre las personas y analiza cómo esta distribución
incide sobre los resultados desiguales que se alcanzan en un contexto social dado.
Las diferencias en cuanto al tipo, la cantidad y la calidad de los recursos externos
poseídos por los individuos tienen una incidencia en los niveles de desigualdad.
Un bien externo puede incrementar la apropiación de riquezas, pero en el largo plazo
los recursos interiorizados pueden ser más importantes, porque aumentan las
posibilidades de apropiación y retención de las riquezas.
Bourdieu menciona el capital cultural para mostrar los aspectos simbólicos en la
construcción de diferencias de clase. El capital cultural puede ser material u objetivado
(museos, objetos) pero también puede ser subjetivo, adquirido por los individuos en la
socialización, percepción y pensamiento.
El prestigio social, es fuente de nuevas desigualdades, ya que el acceso diferencial a
muchos recursos se encuentra asociado a las distinciones de status.
Además, se puede mencionar las características étnicas y el género, como fuente de
desigualdades.
Un análisis de la desigualdad que sólo se quede en la dimensión individual tiene
problemas, entre ellos:

 Los atributos individuales tienen un origen social: Las capacidades personales


son resultado de procesos históricos, su adquisición depende de condiciones y
procesos colectivos.
 Las capacidades individuales también son sociales, ya que están sujetas a
procesos de valoración colectiva: Cada época y cada sociedad tienen sus
propias escalas de valoración.
 Quedarse en las capacidades de las personas equivale a ver a la sociedad
como un agregado de productores aislados, en el que cada quien obtiene de
la naturaleza lo que le corresponde según sus habilidades, fuerza,
conocimiento e inteligencia.
 La perspectiva individualista de la desigualdad se queda en el terreno de
apropiación, pero no logra explicar la expropiación: Deja fuera de su análisis
los procesos de explotación, que tiene un papel central en la generación de
desigualdades.
El análisis de la dimensión individual muestra que diferentes sujetos tienen diferentes
capacidades, pero no explica cómo se construyeron esas diferencias, ni sus relaciones.
Tampoco dice mucho sobre el contexto social en el que operan.
La desigualdad se reproduce en las relaciones sociales. En ellas, las potencialidades y
capacidades individuales se ponen en acción y se entablan relaciones de poder.
Se puede identificar estrategias político-simbólicas que intervienen en la construcción
de la desigualdad en las interacciones simbólicas. En primer lugar, están todas las que
refieren características positivas al grupo social al que se pertenece. Opera la
sobrevaloración de lo propio y la estigmatización como características negativas a los
otros grupos.
Además, se menciona a los recursos simbólicos que presentan los intereses
particulares de un grupo como si fueran universales. Entran también todos los
discursos que naturalizan la desigualdad o la consideran inevitable o normal.
En los espacios colectivos la desigualdad se reproduce en torno a las fronteras que
separan a los distintos grupos. Esas fronteras pueden ser barreras físicas (muros, rejas)
de dispositivos legales (prohibiciones, permisos) o de mecanismos simbólicos (techos
de cristal, estigmas, clasificaciones).
Las interacciones dentro de los campos sociales inciden sobre la desigualdad. Las
capacidades individuales se entrelazan con las reglas, los dispositivos de poder, los
procesos culturales y todos los demás entramados institucionales que organizan esos
espacios. Dos personas con capacidades similares (un hombre y una mujer, por
ejemplo) pueden alcanzar ingresos, status o poder diferentes, de acuerdo con la
dinámica del campo.
Para muchos especialistas, el capital, es decir, la propiedad de los recursos económicos
(tierras, edificios) es el factor principal de la desigualdad, ya que permite contratar
trabajo ajeno y apropiarse de una parte del excedente social.
En la interacción social entran en juego relaciones de poder que generan
distribuciones desiguales.
Para explicar por qué algunos colectivos tienen más beneficios que otros hay que
estudiar las capacidades acumuladas en cada colectivo, las relaciones entre ellos, la
distribución de las riquezas entre los diferentes ámbitos sociales. Hay que considerar la
capacidad de apropiación de riquezas que tiene cada agregado social, es decir, los
recursos acumulados.
Entre los factores más conocidos que inciden en las capacidades colectivas de
apropiación están las redes de conocimientos, la escala, la innovación y la calidad.
Las desigualdades tienen que ver con las relaciones de poder en distintos planos, y el
poder es algo que tiene ver con muchos recursos y capacidades. Hay varios tipos de
desigualdades e intervienen en ella distintos tipos de factores.
Campana, M: “La asistencia social como derecho.”
Existen dos implicancias centrales de un debate sobre la asistencia social en clave de
derecho: los efectos de subjetivación y los efectos de integración social.
La asistencia social como el subsistema (dentro del sistema de protecciones sociales
público estatal) conformado por servicios, prestaciones y normativas que el Estado
despliega a los fines de atender un conjunto de problemas sociales, así como de
prevenir y eliminar las causas que conducen a situaciones de precariedad social.
En cuanto a precariedad, se la considera según Butler. Define una condición inducida
en la que una serie de personas quedan expuestas al insulto, el estigma, la violencia y
la exclusión.
La precariedad es transversal a la clase, la raza y el género.
Caracteriza una condición política inducida de vulnerabilidad maximizada, es una
exposición que sufren las poblaciones que están arbitrariamente sujetas a la violencia
de estado, así como a otras formas de agresión no provocadas por los estados, pero
contra las cuales éstos no ofrecen una protección adecuada.
La vida precaria refiere a la humanidad que incluye a todxs aquellxs cuya edad, género,
raza, nacionalidad, estatus laboral no sólo los descalifica para la ciudadanía, sino que al
mismo tiempo los califica activamente para convertirse en precarios: se vuelven
precarios porque cumplen con ciertas categorías normativas.
La precariedad se lo entiende a cierta parte de las poblaciones que sufren de la
carencia de redes de soporte social y económico, quedando marginalmente expuestas
al daño, violencia y la muerte.
Los efectos de subjetivación:
Implica rastrear los procesos de construcción material efectiva de subjetividades. Ej: la
construcción social del estereotipo de “pibe chorro.”
En tanto no logramos reconocer, continuamos produciendo propuestas de
intervención que intensifican esa condición precaria.
Butler propone observar cómo los términos de reconocimiento condicionan por
anticipado quién será considerado como sujeto y quién no.
Efectos de integración:
Por efectos de integración se refiere al impacto que tienen en la estructura de las
desigualdades, tanto la naturaleza de las prestaciones sociales como los criterios de
acceso a ellas.
Realiza una diferencia entre integración y cohesión.
En el caso de integración, la justicia social se mide por la equidad de las posiciones que
ocupan los individuos y por la de sus ingresos y condiciones de vida. La justicia consiste
en reducir las desigualdades entre los grupos sociales.
La cohesión se apoya, en cambio, en la igualdad de oportunidades cuya meta no es
reducir las desigualdades sino de permitir a todos alcanzar todas las posiciones
posibles. En uno se trata de actuar sobre la estructura, y en el otro sobre las
oportunidades.
Menciona la figura del piquetero, en cuanto a su demanda de inclusión que el sistema
estaba imposibilitado de otorgar. Se trata de derechos que se están ejerciendo, lo que
no significa que se tengan. Es decir, que el reclamo es el momento de afirmación de
derecho, su ejercicio, aunque no garantice su eficacia inmediata.

Servio M: “La configuración histórica de la asistencia social en


Argentina.”
Fanfani menciona la historiografía de la intervención social. Realiza un recorrido de las
políticas asistenciales y promocionales del Estado en Argentina que se extiende hasta
la década de 1980.
Caracteriza cuatro modelos o estrategias típicas de intervención:
 LA BENEFICENCIA PÚBLICA. El autor describe sus actividades, la concepción
moralizante de la pobreza y cómo se lleva a cabo el estilo de intervención de las
mujeres.
 El modelo asistencial, que involucra el proceso de racionalización de la
asistencia y un saber discursivo de la pobreza, basado en el conocimiento
científico y especializado del “problema social”. Toman relevancia los médicos
higienistas.
 LA FUNDACIÓN “EVA PERÓN”: marca el fin de la Sociedad de Beneficencia. Se
destaca las acciones asistenciales orientadas a la realización de un DERECHO.
 EL DESARROLLO DE LA COMUNIDAD: se erige como un modelo de intervención
que comprende la incorporación de expertos técnicos para lograr las
condiciones previas al progreso económico.
Con respecto al objeto de la AS, Fanfani, reconoce que las políticas asistenciales y
promocionales son aquellas dirigidas a grupos poblacionales excluidos. Así mismo,
plantea que, aunque la política social del Estado, atiende distintos niveles de
necesidades de los sectores desfavorecidos progresivamente va constituyendo
necesidades específicas en políticas especializadas, esto es, políticas educativas, de
salud, de vejez, etc.
Por otro lado, ANA ARÍAS, muestra que, desde la década del 60 del siglo XX, el vínculo
asistencial se cimenta en la complementación entre la asistencia y la promoción social.
Reconstruye cuatro períodos señalando para cada uno, las siguientes dimensiones:
características generales del período, aportes de las ciencias sociales, idea de Sujeto,
rol del Estado, definición de lo comunitario, definición de lo promocional, definición de
lo asistencial, y profesionalización de la intervención. Los períodos señalados son:
 Instauración del modelo de asistencia y promoción, que, desde la Alianza para
el Progreso, generó una matriz institucional de tratamiento de la pobreza que
prevalece.
 Tensiones dentro del modelo de asistencia y promoción, a partir de las
perspectivas críticas a la modernización.
 Transformación neoliberal del modelo, con la expansión de lo asistencial,
fundamentalmente durante la década de 1990.
 Recomposición del modelo de intervención.

Como producto del neoliberalismo, el aspecto asistencial de la política social gana


terreno por sobre la función de integración social.
Grassi refiriéndose a los 90 con el neoliberalismo, menciona la connotación de
asistencialista que le adjudica al Estado. Realiza algunas precisiones: en primer lugar,
define como asistencialista al orden político institucional que resulta de la orientación
neoliberal y de las correspondientes políticas de ajuste estructural. En segundo lugar,
la autora refiere que ese Estado construye su legitimidad a través de un discurso que
naturaliza la desigualdad y donde los pobres resultan perdedores.
Para analizar las políticas asistenciales del período, Grassi menciona: Las políticas de
asistencia a la pobreza, las políticas de asistencia al desempleo y las políticas
orientadas a la acción social de asistencia.
Los cambios con la dictadura y profundizados en la década del 90, dan lugar a estudios
que muestran la orientación de la política social del neoliberalismo respecto del Estado
social. Merklen menciona cómo se corre la categoría de trabajador a la categoría de
pobre. La primera categoría permite pensar la política pública en términos de mejoras
de las condiciones laborales y de achicamiento de las desigualdades sociales, mientras
que, en la segunda el eje se encuentra en la compensación ante la degradación de las
condiciones de vida de los sectores identificados como pobres, reorientando
políticamente las intervenciones en el territorio.
La crisis de 2001 y las salidas del estallido social con la puesta en marcha del Plan Jefas
y Jefes de Hogar Desocupados, abre un análisis específico en este tipo de medidas de
transferencia de ingresos. Se pone en cuestión (desde el enfoque de derechos
humanos) la idea de “derecho familiar a la inclusión social”.
Los programas sociales nacionales que surgen después de la crisis del 2001 se
presentan como programas para abordar situaciones de personas en contexto de
pobreza y falta de empleo que aparentaban ser transitorias. En ese sentido, se
fomenta el empleo registrado y se toman medidas trabajo-céntricas. Esto ocurre a
partir de la gestión de Néstor Kirchner, a través de una política de recomposición
salarial, la revisión del régimen previsional y de las asignaciones familiares.
El debate académico sobre la AS se ve revitalizado en los últimos años y nucleado en
torno a la necesidad de discutir una Ley Nacional de AS que priorice las prestaciones
por sobre las poblaciones, es decir, que discuta los problemas alrededor de los cuales
garantizar determinados servicios socio asistenciales a toda la ciudadanía.

Clemente Adriana: “la pobreza persistente como un fenómeno situado”.


Menciona a la pobreza urbana en su expresión territorial. Su objetivo es brindar
elementos conceptuales para la revisión de enfoques y estrategias de abordaje de la
pobreza persistente y de su revisión por medio de políticas sociales de carácter
universal.
Se interesa sobre un tipo particular de pobreza que experimentan algunos hogares y
definimos como persistente por ser una condición de privación generalizada y
extendida en el tiempo, donde (a partir de la privación económica) se combinan
críticamente indicadores deficitarios tanto del hogar como de su entorno. Su
particularidad es que las privaciones más urgentes tienden a mantenerse en el tiempo
y comprometen a más de una generación de un mismo grupo familiar.
La pobreza persistente queda comprendida dentro de la indigencia, donde el principal
indicador es el bajo ingreso.
Se propone hablar de la pobreza como fenómeno situado, esto es que lo que se defina
como una condición de pobreza, supone además de un marco conceptual y de la
identificación de las causas de orden estructural que la explican, reconocer causas y
atributos de orden micro social que se materializan en territorios concretos y terminan
de definir el modo en que se expresa la pobreza y su reproducción.
El carácter situacional que adquiere la pobreza urbana en territorios concretos (villas,
asentamientos, etc) explica por qué una misma estrategia de la política social puede
tener resultados diferentes según su contexto de aplicación.
Una perspectiva situacional del abordaje de la pobreza debe considerar los aspectos
históricos y culturales como parte de la definición del problema y de su potencial
abordaje.
Leguizamón menciona la diferencia entre producción y reproducción de la pobreza,
atribuyendo a la producción el estudio de las causas y a la reproducción el de los
factores contingentes/coyunturales que la mantienen o incrementan. Los aspectos
coyunturales pueden estar vinculados a la dinámica económica de la acumulación de la
riqueza (precarización del mercado de trabajo, devaluaciones, etc).
Sobre las justificaciones y la intervención en torno a la pobreza:
Se menciona tres concepciones dominantes:
 Pobreza como externalidad del modelo de mercado: Esta es el enfoque
dominante durante las reformas neoliberales y se sustenta en una lógica
conservadora, donde la pobreza es una externalidad del modelo de mercado y
las correcciones apuntan a regular los desfases. Este planteo alimenta la
hipótesis de que la acción del Estado es ineficiente.

 Pobreza como amenaza de la convivencia social: La pobreza es una “posición”


que se ocupa por que otorga algún beneficio. Domina la idea de “auto
reproducción” por responsabilidad de los individuos que la padecen. Se
justifican acciones del Estado de aislamiento y penalización (encierro,
institucionalización) y segmentación de la oferta (calidad y cobertura) de
servicios sociales (educación, salud, cuidados infantiles, etc.).
El modelo “tutelar” es el que mejor representa esta lógica que asocia la
pobreza a la violencia, enfermedad y el delito.

 Pobreza como vulneración de derechos: supone ubicar al Estado como garante


del bienestar colectivo.
Es importante identificar a los actores que participan de la construcción del discurso
público sobre la pobreza (causas y derivaciones), especialmente si sus especificaciones
impulsan nuevas intervenciones, como: subsidios, reducción o aumento del gasto
social, etc.
El factor territorial es una parte determinante del problema y su expresión. Por factor
territorial entendemos a la configuración que adquiere lo “comunitario”, ya no sólo
como lugar de encuentro identitario y fuente del lazo social, sino también como
ámbito de disputa y confrontación de intereses y reproducción de nuevas
desigualdades.
La importancia de “situar” problemáticas refiere a la necesidad de encontrar una
interacción entre las políticas de tipo universal, los subsidios monetarios y otras
estrategias de la política social que se instrumentan con un enfoque de derechos
sociales. Se trata de recursos que buscan impactar y producir transformaciones en las
condiciones de vida de un conjunto de familias, cuya situación de pobreza extrema las
pone en una situación de mayor vulnerabilidad que otros habitantes del mismo barrio.
De ahí que hablamos de intervenciones situadas.
La dimensión colectiva se materializa en el entorno de estos hogares y su acceso a
bienes, servicios, etc. Es la dimensión colectiva y territorial la que termina de “situar”
el problema de las familias más pobres,
El abordaje situacional es un enfoque orientado a consignar que el diseño de las
políticas que esperan transformar situaciones de pobreza persistente o prevenirla
debe atender las particularidades del contexto.
El contexto social y económico de los hogares más pobres y el desempeño de las
instituciones que los asisten se combinan con resultados no siempre comparables. La
universalidad como enfoque de la política social, especialmente la de asistencia
directa, alcanza resultados diferentes, aun bajo condiciones (sociales, económicas e
institucionales) en apariencia equivalentes.

Ríos Claudio, Terzaghi, Viscardi: “Organizaciones sociales, pandemia y


nuevas desigualdades.”
El trabajo que se plantea se propuso analizar las transformaciones en los territorios de
relegación social (barriales-comunitarios) del Gran La Plata, a partir del desarrollo de
políticas sociales selectivas en 2016-2019. Estos barrios de la periferia platense fueron
devastados por la crisis económica desde fines de 2018, a lo que se suma las
consecuencias del covid19.
Los barrios de la periferia del casco urbano constituyen en su mayoría espacios de
relegación social invisibilizados por las representaciones urbanas de la ciudad y sólo
apareciendo como lugares de violencia y delincuencia o lugares donde se asienta la
pobreza.
Los estudios avalan que entre los años 1980 y 2000 en todas las ciudades
latinoamericanas se incrementó el trabajo informal, aumentó la desigualdad y la
pobreza, y crecieron los índices de delitos, y la inseguridad. En este contexto,
comienzan a establecerse asentamientos informales en los barrios de la periferia
platense. Se fueron ocupando los espacios según disponibilidad de terrenos.
Las políticas inclusivas del 2003 y 2015 dejaron una huella en la estructura social: se
ampliaron las coberturas en salud y educación, mejoras de las viviendas, etc. Aunque
el proceso de ampliación de derechos no implicó modificaciones estructurales
significativas en las desigualdades persistentes. Subsisten núcleos duros de exclusión
que no acceden a educación básica, enfrentan diariamente enfermedades de pobreza
y pueblan asentamientos informales. Dichos núcleos duros constituyen situaciones de
pobreza persistente, extendida en el tiempo (comprometen a más de una generación).
Los dispositivos asistenciales que se territorializan, también construyen diferentes
capacidades y posibilidades de respuesta.
Pensar la accesibilidad implica reconocer las situaciones en su contexto y así evitar
generalizaciones. La noción de accesibilidad como vínculo que se construye entre los
sujetos y los servicios responsables de materializar las políticas sociales supone
encuentros y desencuentros entre las prestaciones y los destinatarios y sus
expectativas.
Adriana Clemente menciona que el estudio de la accesibilidad es el más complejo, ya
que supone la convergencia de diferentes dimensiones que operan entre sí en dos
planos: uno individual y otro colectivo. La dimensión individual refiere a las
expectativas de satisfacción de los sujetos, que esperan una respuesta para su
problema. La colectiva, a las mediaciones que actúan entre los sujetos y la institución
de la política social para organizar las prestaciones, cuya importancia varía según el
contexto.
La pandemia impulsó a las organizaciones a reorganizarse y a usar su creatividad, no
sólo para continuar con las actividades, sino para superar y dar respuestas al COVID 19.
Pero la creatividad popular requiere del acompañamiento de políticas públicas
acordes. En los barrios de relegación social, los trabajos reproductivos y de cuidado, se
combinan con otros comunitarios.
Los referentes comparten la gravedad de las situaciones que en el territorio se
generaron por el COVID 19. Se percibe, además, que las organizaciones con larga
trayectoria en los territorios pudieron potenciar redes y articulaciones con diversos
sectores e instituciones, entre ellas la UNLP.
Otra dimensión que aparece es el crecimiento territorial en condiciones de relegación
social y de ausencia de acceso a servicios básicos. Esto se visualiza en territorios del
sector periurbano, en donde la crisis que atraviesan no es sólo material sino subjetiva,
con un fuerte impacto en la dimensión identitaria y simbólica.
Entre las principales acciones que asumieron las organizaciones comunitarias del Gran
La Plata, Berisso y Ensenada se encuentran, la articulación de recursos, la resolución de
la problemática alimentaria a través de comedores, merenderos y ollas populares, la
gestión del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), entre otras.

UNIDAD 4.
Gómez Ana: “¿Nuevos problemas o respuestas viejas?”
El texto aporta a la reflexión sobre las demandas que las organizaciones territoriales
expresan al Estado en la actualidad.
En la medida en que la agenda se amplía, se profundiza y se diversifica, se van
construyendo nuevas definiciones sobre la pobreza y se ponen en crisis los dispositivos
institucionales previstos para atender las problemáticas.
Se pone en evidencia que las instituciones y dispositivos creados para atender algunas
problemáticas en otro contexto histórico no resultan del todo adecuadas ni suficientes.
Cuando se habla de “nuevas demandas hacia el Estado” no siempre se hace referencia
a situaciones complejas que requieren respuestas multidimensionales. También se
suele identificar como nuevas demandas aquellas surgidas por la superación de ciertas
necesidades básicas, que habilitan la aparición de aspiraciones distintas, en tanto se
amplía el piso de derechos desde el cual parte el reclamo.
Se puede clasificar tres tipos de demandas actuales hacia el Estado por los sectores
populares y las organizaciones territoriales:
- Podemos identificar las demandas, ya no relacionadas con bienes de primera
necesidad, sino con obras de infraestructura y mejoramiento habitacional,
redes de agua, pavimentación. Se denominan: demandas de segunda
generación.
- En segundo lugar, se observan aspiraciones de tipo educativo, recreativo,
cultural, comunicacional. Se denominan: demandas de tercera generación.
- Por último, el conjunto de necesidades que buscan un acompañamiento mayor
del Estado. Vinculadas con la persistencia de los problemas sociales,
vulneración de derechos y ausencia de respuestas desde el Estado. Se
denominan: demandas de intervención en la complejidad.
Es necesario mencionar que los referentes van formándose progresivamente en la
función que desempeñan, van adquiriendo un lenguaje técnico, para dar pelea a trabas
institucionales y falta de respuestas.
Respecto de cómo las organizaciones sociales construyen su demanda hacia el Estado,
se debe reconocer el lugar de la expectativa sobre la factibilidad de la satisfacción: “se
demanda lo que se considera posible de resolver.”
El Estado al definir quiénes son los pobres, define también “qué se puede hacer con
ellos”, y en esas definiciones opera su influencia sobre la construcción de las
demandas. Cuando se piensa en la pobreza a partir de la insuficiencia de ingresos,
tendremos las demandas y respuestas a esas demandas en subsidios/transferencias
monetarias. Si en cambio, la pobreza se asocia a falencias educativas, las demandas y
respuestas estarán dadas en la capacitación.
Se pone relevancia en la cuestión de la medición de la pobreza. Paugam presenta tres
enfoques para medirla: el monetario, basado en el cálculo de ingreso de los hogares; el
subjetivo, centrado en la opinión de las propias personas consideradas pobres; y el
relacionado con las condiciones de vida, que está vinculado a las privaciones de
bienestar material o de participación social.
Se reconoce legítima la intervención del Estado, en tanto garante de derechos.
IRAGUEN Y PONZIANI LUCIANO: “Intervención del trabajo social en el
marco de espacios colectivos y multiactorales.”
En la ficha de cátedra se intenta dar cuenta del posicionamiento frente a cómo
concebir la intervención en el marco de espacios multiactorales.
Los actores sociales, a lo largo del tiempo generan un entramado de relaciones que los
constituye y condiciona, que va cambiando, se modifica por las problemáticas sobre las
que se propone incidir.
Para el Trabajo Social, el seguimiento de la pista de las demandas (necesidades) es
fundamental para la intervención profesional. Ya que permite redefinir el sobre qué,
para qué, cómo y con quiénes se debe desarrollar la intervención.
El sujeto de intervención es un sujeto productor y producto de la historia, con
potencialidades, sujeto de derechos, con capacidad transformadora y creadora.
Carballeda menciona que el territorio puede ser entendido como una construcción
social que se desarrolla a partir de las significaciones y usos que los sujetos construyen
cotidianamente.
Cada uno de los territorios en los que el Trabajo Social se inserta son configuraciones
culturales específicas.
El proceso de construcción de la intervención se construye a partir de las
manifestaciones de la cuestión social y dichas manifestaciones son las coordenadas
que estructuran el CAMPO PROBLEMÁTICO. Se interpreta la intervención como campo
problemático, en la medida en que ella se constituye en el escenario cotidiano donde se
objetivan las manifestaciones de la Cuestión Social y que atraviesan la Vida Cotidiana
de los sujetos. Este escenario cotidiano en los territorios, se encarna en espacios
colectivos y multiactorales expresados en movimientos sociales, comedores, etc.
Se debe reconocer la capacidad que tienen las organizaciones sociales de articulación.
Es en la vida cotidiana de lxs actores donde se expresa esa trama social, en la cual, lxs
sujetos articulan su existencia en la lucha por la satisfacción de las necesidades.
El análisis de la intervención como campo problemático está centrado en la dinámica
contradictoria que se genera en la relación Sujeto-Necesidad como expresión de la
cuestión social.
Carballeda menciona que, en la construcción de Problemáticas Sociales Complejas,
éstas son transversales, delineadas por diferentes componentes, donde cada uno de
ellos tiene su propia representación tanto el sujeto, su grupo de pertenencia, su red
social, donde se necesita su palabra, su comprensión y explicación. Es imprescindible
considerar la idea de actores sociales, los problemas siempre deben ser definidos por
lxs actores.
Los análisis multiactorales permiten el acceso a los saberes populares sobre las
problemáticas de los barrios de relegación urbana, recuperando la diversidad de
sentidos que existen sobre un mismo problema, y las estrategias que las
organizaciones del territorio vienen desarrollando en su abordaje.

ECHEVERRÍA: “El barrio como parte de la solución y como problema.”


Las condiciones del entorno urbano, lo barrial, tiene una incidencia en las familias que
padecen pobreza persistente.
El territorio es socialmente construido. Producto de la acción de múltiples actores
sociales (actores estatales, económicos, comunitarios) que “construyen” desde
distintas lógicas (lógica de lo público, económica, lógica de la necesidad). Esa
construcción incluye tanto sus aspectos materiales como simbólicos. Es decir, las
significaciones que los actores le dan a ese espacio.
Los espacios públicos están ligados al derecho de la ciudad. Constituyen espacios de
libre acceso y el lugar donde se efectivizan los derechos de concreción colectiva (como
la educación, la salud). Son espacios de encuentro o mediación.
El espacio público “habla”: la forma en que se organiza da cuenta del status de
ciudadanía que una sociedad porta. Espacios públicos degradados refuerzan una
representación sobre el barrio (y sus habitantes) basada en valoraciones negativas.
Cuando se realizan intervenciones sobre el espacio público, aunque sea con acciones
menores, esto es visualizado y genera expectativas positivas. Desde las acciones
cotidianas de mantenimiento de calles y plazas hasta la construcción o gestión de
edificios públicos, reinstalan la noción de ciudadanía como garantía del acceso a
derechos.
En cuanto a la conflictividad urbana y la estigmatización: Se identifican como
peligrosos, por ejemplo, aquellos espacios donde hay jóvenes en la calle. Esta situación
da cuenta de cómo estas familias están atravesadas por un discurso alentado y
reforzado desde los medios masivos de comunicación respecto a la inseguridad, la
“peligrosidad” de los jóvenes y la necesidad de políticas represivas.
Se da una pérdida de credibilidad en el sistema judicial y en las fuerzas de seguridad,
contradictorios mensajes recibidos desde los medios de comunicación (respecto a la
violencia, sus prácticas) son todas cuestiones generadas a nivel societal (estructural)
pero que atraviesan el territorio, inciden en la forma en la que la conflictividad se
expresa en un escenario barrial particular.
Este contexto de conflictividad o violencia incide en las estrategias cotidianas de vida
de las familias en situación de pobreza persistente.
La forma en que las familias relatan sus vivencias respecto a la violencia urbana
expresa fragmentación de lazos sociales. La violencia urbana termina siendo un
regulador: impone horarios, formas de relación social, organización de los miembros
del grupo familiar para entrar o salir del barrio, etc. Se dificulta el establecimiento de
vínculos extrafamiliares (ya sea con familias vecinas o para el acceso a instituciones).
Pero el contexto de alta conflictividad incide en las prácticas y estrategias familiares
también en lo simbólico, en las representaciones. Las familias expresan que pesan
sobre el barrio y por lo tanto sobre ellos, fuertes estigmatizaciones. Esto tiene
incidencia en la posibilidad de acceder a un empleo y genera dificultades en la
socialización de jóvenes y niños.
Espacio y relaciones sociales se condicionan e influyen mutuamente.
Dificultades para el acceso, circulación, se instalan también al interior del barrio,
demarcadas por dificultades materiales o geográficas como simbólicas. Se genera un
sector de difícil acceso, el “fondo” del barrio, entendiendo que dicho fondo se define
más por la percepción de peligrosidad, que por cuestiones topográficas.
La calle “tomada” por quienes se dedican a la venta de drogas. Y en este aspecto, es
claro que las percepciones condicionan las acciones, generan prácticas: en este caso de
aislamiento, de evitar la calle.
Los espacios públicos pueden convertirse en generadores de identidad barrial y
reafirmar la condición de ciudadanía de quienes acceden a ellos.
Los altos niveles de conflictividad y violencia urbana van configurando nuevos,
dinámicos y fuertes patrones de inaccesibilidad. Esto es percibido por los habitantes,
quienes lo viven en su vida cotidiana.

AGUILAR P: “Pensar el cuidado como problema social.”


Llamamos cuidado a todas aquellas tareas necesarias para el sostenimiento de la vida
cotidiana y de su reproducción intergeneracional. El concepto de cuidado involucra
tanto el conjunto de prácticas que constituyen la acción material y física de cuidar,
como la preocupación, el interés, el afecto y la atención que recaen sobre aquellos que
requieren de cuidados.
El cuidado moldea relaciones sociales y afectivas, comprende la dimensión de la
intimidad personal y también involucra políticas públicas.
Aquellas personas que cuidan a cambio de un salario pertenecen a sectores
postergados de la sociedad y, en general, se encuentran en posiciones precarias en el
mercado de trabajo. En muchos casos, las tareas son realizadas por migrantes, sin
protección alguna. Las migrantes mujeres dejan sus lugares de origen en busca de
mejores condiciones de vida y trabajo, realizando tareas de cuidado para terceros y
dejando al cuidado de allegados a sus niños.
Históricamente, los feminismos cuestionaron los modos en que se organiza lo
doméstico en las sociedades capitalistas, su división sexual del trabajo y las relaciones
de poder desigual que atraviesan los hogares.
Las tareas de cuidado en la vida cotidiana son fundamentales para que los sujetos
puedan insertarse en el mercado laboral.
El cuidado recupera el foco analítico en la división sexual del trabajo para pensar los
procesos de acumulación del capital, la sostenibilidad de la vida y el valor de la fuerza
de trabajo. Visibiliza las formas más precarias de inserción en el mercado de trabajo.
Estudiar el cuidado es problematizar la reproducción de la vida cotidiana y social.

MAGLIONI y ELIZALDE: “Las redes como parte de la solución y como


problema.”
El texto se propone descubrir los vínculos extra-familiares que establecen, para
satisfacer sus necesidades de reproducción cotidiana, las familias que padecen
situaciones de pobreza persistente: vínculos con familiares y amigos, con vecinos, con
organizaciones e instituciones (estatales) localizadas en el barrio. Estas relaciones de
proximidad constituyen la dimensión vincular.
Los vínculos con el afuera del hogar se materializan en las estructuras relacionales,
redes sociales que pueden ser personales, domésticas y colectivas (asociatividad en
organizaciones).
Se identificó las redes territoriales de asistencia (especialmente alimentaria) y el rol
que cumplen con las políticas públicas, como mediadoras entre el Estado y las familias
en la distribución de recursos.
Este vínculo con las redes territoriales de asistencia es problemático en barrios
caracterizados por condiciones de violencia estructural (es decir, violencia económica,
política y simbólica que reproduce las desigualdades en la estructura social) que
fragilizan los vínculos sociales. Barrios que se definen por la ausencia (o escasa
presencia) del Estado.
El barrio estigmatizado degrada simbólicamente a quienes lo habitan, los cuales, a
cambio, hacen lo mismo con él. Frente a la violencia, el barrio comienza a ser percibido
por los propios vecinos como un territorio peligroso y hostil, fundamentalmente por el
avance de la problemática de la venta y consumo de drogas y el accionar abusivo de las
fuerzas de seguridad, lo que genera desprotección en las familias. Esto se traduce en
cambios en el uso cotidiano del espacio público, que provoca aislamiento social.
Las redes de integración refieren a un tejido de relaciones interpersonales que
incorporan las familias para lograr una pertenencia que trascienda lo doméstico y
posibilite su inscripción comunitaria.
Las redes de integración les permiten a las familias participar de las prácticas de ayuda
y cuidado, que posibilitan posturas proactivas frente a las necesidades y la
precarización del mundo cotidiano.
Las redes organizadas en torno a prácticas de riesgo y abuso: Las redes, además de
instancias de integración positiva al espacio comunitario para dar respuestas
satisfactorias a las necesidades que imponen los contextos de precariedad en que se
desenvuelve la vida cotidiana, pueden organizarse en torno a prácticas de riesgo
(actividades delictivas, consuno de drogas, etc) y de abuso (cobros y desalojos
compulsivos) llegando a actos de “venganza” como hechos de justicia por mano
propia. Se da la existencia de redes ligadas al delito y tráfico de drogas en los barrios,
en los cuales también participa la policía.
Las instituciones, especialmente las del ámbito estatal, desempeñan un rol importante
en las regulaciones de la vida social.
Por otro lado, se entiende a la accesibilidad como el vínculo que se construye entre los
sujetos y los servicios. Además, se hace visible el hecho de que los sujetos también son
constructores de la accesibilidad con sus representaciones, discursos y prácticas.
La accesibilidad se encuentra atravesada por barreras que pueden obstaculizar el
acceso de las personas a los diversos sistemas de acción social. Estas “barreras de
accesibilidad” aluden a dimensiones como: la geográfica, expresa el tiempo y la
distancia que separa y dificulta la llegada de la población a los recursos; las barreras
económicas refieren a la imposibilidad de acceso en función de recursos económicos
disponibles; la dimensión administrativa alude a los aspectos burocráticos; las barreras
cultural y simbólica remiten a costumbres, imaginario social, representaciones.
Los vínculos con las instituciones educativas: la escuela, es el lazo institucional más
estable de estas familias. Ya que la misma, cumple la integración social de la población.
Su presencia se encuentra garantizada en los distintos territorios (en términos de
distribución y localización de las instituciones). Se apuesta a la escuela para lograr
competencias que les permitan incorporarse al mercado de trabajo como oportunidad
de superar la situación en la que se encuentran.
Los vínculos con las instituciones de salud: El vínculo de las familias pobres con las
instituciones de salud muestra una trayectoria signada por el desencuentro entre
estandarización de la oferta y urgencia de las demandas.
La salud es entendida como “ausencia de enfermedad” y la noción de enfermedad de
los miembros de hogares carenciados se reduce a alteraciones físicas que
comprometan el desenvolvimiento laboral o alteren la organización del hogar. Sólo
recurren a un médico cuando se ve amenazada la capacidad de trabajo.
Las familias que padecen pobreza persistente constituyen una población con alta
dependencia institucional.

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