Cuando La Tristeza Invade Nuestro Cerebro

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Cuando la tristeza invade

nuestro cerebro

La tristeza es una de las emociones más básicas del ser humano. Es esa

sensación que nos embarga por infinitos motivos, que nos apaga y nos obliga a

mirar hacia nuestra propia introspección en busca de razones y explicaciones.

Suele decirse que son precisamente las tormentas las que hacen crecer las

raíces de los árboles. De ahí que a menudo se justifiquen esos instantes de

tristeza como el verdadero artesano del conocimiento, ahí donde aprendemos

de nosotros mismos y de donde salimos fortalecidos tras haber superado un

proceso del cual hemos obtenido conocimiento para seguir adelante, para

endurecer un poco más esa coraza que ofrece la vida y donde hemos de saber

protegernos para responder.


“La felicidad es saludable para el cuerpo, pero es la pena la que desarrolla las

fuerzas del espíritu.”

-Marcel Proust-

Pero, ¿qué ocurre en nuestro cerebro en esos momentos? ¿Por qué nos

sentimos de ese modo cuando la tristeza se instala como una tela de araña en

él?

Cuando el cerebro quiere llorar


Según los expertos en psiquiatría y psicología, el cerebro se encuentra más

preparado para enfrentarse a esta emoción que a cualquier otra. Si nos damos

cuenta, es precisamente un rostro entristrecido el que más empatía provoca, lo


reconocemos de inmediato y tendemos de algún modo a apoyar a esas

personas que atraviesan dicha sensación.

La tristeza se entiende y dispone de un lenguaje propio. Además, las lágrimas

actúan también como un mecanismo de defensa y desahogo, es un modo de

liberar la tensión que esa emoción en particular provoca en nuestro cerebro.

Pero veamos qué más factores lo determinan:

La tristeza afecta al cerebro


El organismo y el cerebro requieren más oxígeno y más glucosa durante estos

procesos emocionales. Se siente estresado y colapsado de sensaciones y

emociones, de ahí que necesite más “combustible” para poder funcionar… un

estado que a nosotros, dado ese gasto energético, nos provoca más cansancio.

La tristeza agota y cuando estamos muy cansados ni siquiera podemos dejar

caer las lágrimas. Nadie puede llorar durante un día entero, es un acto que

puede realizarse en pequeños episodios, pero no de modo continuado.

Pérdida de gusto por lo dulce


Es un hecho curioso, pero cuando atravesamos estos procesos de tristeza el

cerebro deja de recibir en la misma intensidad la sensación del dulce.

Disminuye el número de receptores en la lengua y las personas no captamos

del todo el sabor, de ahí que solamos comer más, qué busquemos más cosas

dulces porque no acabamos de encontrar el mismo placer que antes.


Bajo nivel de serotonina
Cuando vivimos estos periodos de marcada tristeza, el cerebro deja de

producir serotonina a un nivel que se considera adecuado. Y un déficit en este

neurotransmisor supone que puedan aparecer a medio o largo plazo las

temidas depresiones, las obsesiones compulsivas e incluso pequeños ataques

violentos. El cerebro es una máquina compleja que, ante situaciones de estrés,

ansiedad, miedos…etc, altera su producción de neurotransmisores, y esto

siempre afecta a nuestra conducta.

Aprender de la tristeza
La tristeza nos permite poder aprender de lo que hemos vivido, y ese es el

principal valor. El cerebro es un órgano magnifico que a largo plazo es capaz

de autorregularse por sí solo. Dispone además de varios mecanismos de

defensa mediante los cuales nos protege, guardando en nuestra

memoria recuerdos mediante los que podemos aprender, situaciones a las que

nos podemos anclar para ayudarnos a salir de las mareas de la tristeza.

Según el psicólogo Joseph Forgas (2011) cuando nuestro estado de ánimo es

negativo nos volvemos más lúcidos a la hora de procesar la

información. Forgas y su equipo de investigación experimentaron con sujetos a

los que indujeron estados de tristeza y concluyeron que se vuelven más

racionales y escépticos, al mismo tiempo su memoria también se torna más ágil

y están menos condicionados por prejuicios relacionados con la raza o la


religión.
La explicación que dan los autores es que al estar tristes tendemos a una

búsqueda más exhaustiva de la nueva información procedente del entorno.

Algo que, según ellos, no ocurre del mismo modo cuando estamos satisfechos,

ya que basamos nuestras decisiones en nuestro historial de aprendizaje y en

nuestras experiencias, por lo que no nos planteamos nuevas alternativas. Sin

embargo, la tristeza nos activa, nos hace estar más alerta y nos empuja a

buscar nuevas salidas a nuevas situaciones y estamos más atentos a la

información exterior.
“La tristeza no es más que una valla entre dos jardines.”

-Khalil Gibran-

Carta para tus días tristes

Si decides leer esta carta es porque en estos momentos tus días tristes ganan o

ganaron. Quizás has perdido la ilusión, te inundan las decepciones o te

encuentras rota en mil pedazos. Sea cual sea el motivo, así es como te sientes.

Antes de continuar, déjame decirte que estás líneas están escritas para que

antes de leerlas busques un sitio cómodo y tranquilo. Un lugar que sea un

refugio y desde el que puedas estar a solas contigo misma. Luego, necesito que
por unos segundos cierres los ojos, tomes una respiración profunda y cuando
estés lista comiences a leerla, sin prisas, con calma y reflexionando cada

palabra… ¿Preparada?

Tienes derecho a estar triste


La vida no siempre es fácil. Estás cansada de luchar, de fingir una sonrisa

cuando tu alma te pide llorar, de quedar bien con los demás… Maquillar tu

tristeza se ha convertido en tu rutina y evadir el malestar ha sido hasta ahora

lo que te ha permitido continuar. Pero ya no, ya no puedes más. Tu desgana es

tan grande que ni siquiera eres capaz de disimular.

No pasa nada. Tienes derecho a derrumbarte. Créeme. A llorar, a gritar de

dolor y a no querer sonreír si no lo sientes. A veces la vida pesa y nos desgarra

sin ninguna contemplación. Tu deber no es estar siempre bien, ni ponerte un

disfraz para hacérselo creer a los demás. Ten en cuenta que las máscaras

también hacen heridas porque te ocultan y te ofrecen un personaje al que te

puedes enganchar a cambio de traicionarte a ti misma.

En tus días tristes llora si es lo que necesitas o grita si no puedes más. Vale más

expresar cómo te sientes que ahogarte en ello y que en algún momento te haga

enfermar.

Sea cual sea el motivo, permítete sentir tu tristeza para desahogar todo

ese dolor emocional que llevas dentro cada vez que llame tu puerta. Aceptarlo

es la única manera sana de hacerlo y la forma más adecuada para comenzar a

construir el puente hacia tu bienestar.

Pero no olvides que estar triste se conecta con el recuerdo y aunque este sea

útil, deja de serlo cuando apoyas toda tu vida en ello. Porque aunque no seas
responsable de cómo te sientes, sí lo eres de lo que haces con ello.
Abrázate fuerte, muy fuerte
A partir de ahora olvídate de tus temores y al igual que eres valiente para no

preocupar a los demás, sé valiente para sincerarte contigo y descubrir en qué

punto estás. Mírate al espejo y date el amor que tantas veces se te olvida para

recuperar tu bella autenticidad, esa que echaste a un lado por el bien de los

demás. No tengas miedo. Lo más grave que puedes descubrir es a una

desconocida frente a ti.

Si es así, abrázala, abrázate. Para reencontrarse con una misma no hay mejor

medicina que el calor de sentirse querida… y eso hace tiempo que has olvidado

hacerlo. Trátate con cariño, libre de juicios y críticas para recoger cada parte

que tu tristeza ha hecho añicos y comprenderla.

Para ello, lo que me encantaría y esto te lo pido con mis mayores fuerzas es

que por favor dejes de tratarte mal a ti misma. Sea lo que sea lo que haya

sucedido recriminarte a voces o en bajito hace que tu herida sangre más fuerte.

Te será de gran ayuda perdonar tus errores, las veces que no supiste hacerlo

bien y otras tantas que ni siquiera sabías cómo hacerlo. Nadie nace

sabiendo. Tus equivocaciones forman parte de tu aprendizaje. Seguro que

detrás de cada una de ellas ha habido un avance. Lo que sucede es que no te


has dado cuenta. Lo mínimo que puedes aprender es que esa forma de hacer las

cosas no es válida y ¿a quién no le gusta descartar opciones? Cada vez que lo

hacemos estamos un paso más cerca.

También deja a un lado a tus queridos porqués: “¿Por qué me ha tenido que
pasar a mí?”, “¿Por qué siempre es lo mismo?”, “¿Por qué se ha comportado así
conmigo?“… Tan solo te seducen para que formes parte de una espiral sin

salida que te aprieta el alma

La reconocerás porque está repleta de justificaciones, explicaciones y

evasiones de toda clase de sentimientos y responsabilidades. Si los dejas

acabarán por hacer de tus días tristes tu propia rutina. Si quieres preguntarte

que sea con el cómo, el qué, el cuándo o el para qué. Será más constructivo y

reparador. Créeme.

Ahora, tras abrazarte y reflexionar es el momento de volver a mirarte al espejo

para reconocer a quien eres de verdad. Busca tus ojos, conecta con ellos y

mientras lo haces pronuncia esta sencilla frase de dos palabras y grandes


efectos: “¡Me quiero!”. Quizás te des cuenta de que has estado demasiado

tiempo esperando a que alguien te valore y te quiera como esperabas. Así,

olvidaste que la única persona que podía hacerlo se encontraba siempre

contigo.

El sol que aparece tras esos días


tristes
Tus días tristes necesitan que los escuches para que los entiendas. Solo si lo

haces, tus heridas comenzarán a cicatrizar poco a poco y el dolor comenzará a

desaparecer. Comprenderlo es la clave para avanzar y el amor por ti misma la

herramienta más potente que te permitirá conseguirlo.


Tus días tristes te ayudan a desconectar del exterior y a conectar contigo.
Porque, aunque tras tus días tristes el sol aparezca con pequeños destellos

para no deslumbrarte y que poco a poco te vayas adaptando a su fuerza,

depende de ti salir a recibirlo o, por el contrario, cubrirte con una manta p ara

no darle la bienvenida. Lo que te propongo es es que te atrevas. Que seas

valiente una vez más para sentir y comprender tu tristeza, sin dejar en el

camino de ser auténtica.

Deshacer el nudo de las


emociones
Fact checked

5 minutos

A veces, el peso de vivencias adversas cristaliza en nuestro interior


en forma de "nudos" emocionales". Son estados que bloquean
nuestro bienestar y potencial humano. ¿Cómo actuar en estos
casos?
Muchos arrastramos el peso de situaciones inconclusas que se funden en

nosotros como el estaño. La vida, entonces, duele, nos enlentece y distorsiona

la realidad. Todo lo vemos con más tonos grises, falta el ánimo y hasta la mente

tiene dificultades para pensar con claridad y tomar decisiones.

Lo cierto es que, por término medio, nos suele costar bastante manejarnos en

este universo psicológico. Poner en palabras lo que sentimos es dar espacio y

presencia a lo que nos sucede. Sin embargo, muchas veces, optamos por

reprimir o evitar toda emoción sentida y más si tiene una valencia negativa.

Las decepciones, los miedos, las tristezas y las angustias quedan relegadas a un

“cajón desastre” de las profundidades mentales.


Asimismo, aparece un fenómeno cada vez más frecuente en la actualidad.

Cuando la vida duele, preferimos distraernos, escapar de la realidad. Esta

estrategia inmadura fortalece los bloqueos o nudos emocionales.

A día de hoy el móvil, las redes sociales y todo lo que nos ofrecen las nuevas

tecnologías son esas drogas llenas de estímulos que nos permiten huir,

temporalmente, de lo que preocupa.

El equipaje emocional que no se atiende termina dejándonos secuelas, tanto

físicas como mentales. Debemos habilitarnos en adecuadas estrategias para

entender, regular y canalizar cada sensación, sentimiento y experiencia. Lo

analizamos.
“No quiero estar a merced de mis emociones. Quiero usarlas, disfrutarlas y

dominarlas”.

-Oscar Wilde-
Podemos deshacer nuestros nudos emocionales, permitiéndonos sentir primero todos esos
estados que hay en nuestro interior.

Así puedes deshacer los nudos


emocionales
Entendemos los nudos emocionales como el conjunto de sentimientos y

sensaciones psicofisiológicas no reguladas que permanecen en nuestro

interior. El origen está en una o varias experiencias adversas no afrontadas.

Asimismo, si usamos la analogía del nudo es por una razón. Porque lo no

gestionado obstaculiza y bloquea el bienestar. Hay algo atascado que nos afecta

emocional, cognitiva y conductualmente.

Además, es común arrastrar esta realidad psicológica durante años e incluso


décadas. Las secuelas de una ruptura afectiva pueden, por ejemplo,
permanecer en nosotros media vida. También cualquier drama de infancia. Las

expectativas frustradas, decepciones, errores o las desavenencias con seres

queridos, pueden alojarse en un rincón de la mente para destilar un

sufrimiento constante, pero silencioso.

Por lo general, estos malestares tienen su origen en el pasado. Se convierten en

nudos porque en lugar de abordar dichas emociones, las reprimimos y

situamos la mirada en otras cosas. Damos por sentado que el tiempo cura,

cauteriza y hasta borra lo que hace daño. Sin embargo, un estudio de la

Universidad Nacional Abierta Indira Gandhi, en India, nos deja claro un detalle.

La represión emocional tiene un serio impacto en la salud y es muy común

derivar en una depresión. ¿Qué podemos hacer entonces para desatar o liberar

esos nudos emocionales?


“No se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho”.

-Aristóteles-

Observa, siente e identifica


Hay algo que debes tener en cuenta. Tú no eres tus emociones. No eres tu

tristeza, tu desconsuelo o tu enfado; eres la persona que contiene esos estados


emocionales, y que puede regularlos. Por usar un símil: eres la botella que

contiene una bebida hecha con muchos ingredientes. Lo más decisivo es

comprender qué componentes integran ese “líquido”.

Para ello, es necesario que, por una vez, no huyas de lo que duele y sintonices

con lo que tu cuerpo y tu mente te dicen. Da presencia a cada sentimiento y

llámalo por su nombre. “Aquí está el odio, la frustración, la ira, la ansiedad, la

tristeza, etc.”. Recuerda que las emociones te ofrecen información sobre lo que

te sucede y son clave para deshacer los nudos emocionales.


Valida y desahoga: toda emoción sentida es
permisible

Ya has abierto la botella de tus emociones y las tienes ante ti. La sensación no

es cómoda, es cierto, no resulta sencillo abrir las heridas del ayer y ver de qué

están hechas.

Sin embargo, es preciso que aceptes cada emoción y que te permites sentirlas.

Están ahí por una razón, no las reprimas, no busques vías de escape para

camuflar tu sufrimiento. Acéptalas y no temas desahogarlas, llorarlas,

expresarlas…

Todo lo que sientes es permisible, no te juzgues por sentir tanta tristeza, por

experimentar rabia, miedo o decepción.

Procesa, acepta e integra esa parte de tu


historia
Los nudos emocionales son los lastres de historias mal resueltas del ayer. Son

retazos que has preferido olvidar o desplazar de tu mente y que, sin embargo,

han seguido ahí, latentes. Alterando tu bienestar. Ha llegado el momento de

integrar esas vivencias en tu narrativa vital, pero reinterpretándolas de otro

modo. De una forma más saludable, valiente y resiliente.

Háblate con compasión, afecto y amor y dale otro significado a esas

experiencias. Te generaron dolor, es cierto, pero tú ya no eres esa persona del

ayer, eres alguien capaz de superar el pasado y de avanzar hacia el presente de

forma valiente.
Toda vivencia adversa forma parte de tu historia y, como tal, debes aceptarla e integrarla junto
a todas las emociones que se deriven de ella.

Para sanar los nudos emocionales, aplica un


pensamiento más saludable
La mente está habitada por sesgos cognitivos que intensifican los nudos
emocionales. Decirnos frases como “tengo que ser valiente y debo pasar página”,

“debo echar hacia delante olvidando todo lo sucedido”, “tengo que ser fuerte y

dejarme de tonterías”, solo incrementa el sufrimiento.

Hacer uso de un pensamiento más saludable significa hablarnos con respeto

sin invalidar lo que sentimos. Nadie es débil o defectuoso por aceptar que se

siente herido. Tampoco por permitirnos ser vulnerables y sufrir por lo que
duele, y desahogar lo que genera rabia o frustración. La auténtica inteligencia
está en dar presencia a cada emoción, entender su mensaje, no dejarnos

arrastrar por ella y regularla.

Pensemos y razonemos de manera saludable para que todo nudo emocional

pierda fuerza. No seas tu peor enemigo, háblate como le hablarías a la persona

que más quieres y respetas. Sanar es un viaje de altibajos en el que tú, y solo

tú, eres tu mejor aliado.

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