Resumen Psicología Del Desarrollo
Resumen Psicología Del Desarrollo
Resumen Psicología Del Desarrollo
Es muy difícil señalar el límite entre lo normal y lo patológico en la adolescencia. Toda la conmoción vivida en esta etapa es
considerada normal, siendo el equilibrio estable visto como anormalidad para el adolescente. Por lo tanto, esta etapa es
proceso y desarrollo.
El adolescente atraviesa por desequilibrios e inestabilidades extremas que la autora considera como el síndrome de la
adolescencia normal, siendo estas necesarias para el adolescente que va a establecer su identidad (objetivo fundamental de
este momento de la vida).
No sólo debe enfrentar el mundo de los adultos (para lo que no está preparado) sino que además debe desprenderse del
mundo infantil (el cual y con el cual vive cómodamente). Podemos decir que el adolescente en este período se enfrenta a tres
duelos fundamentales que se encuentran sobre la base de mecanismos de negación, resignación y desapego:
Estos duelos están basados en las relaciones interpersonales del sujeto con su infancia, llevándolo a la inestabilidad que lo
caracteriza, formando parte del síndrome de la adolescencia normal ya nombrado, que surge su la interacción del individuo
con su medio.
El adolescente aislado no existe, siendo la patología, en todos los casos, expresión del conflicto del individuo con la realidad,
ya que esta, es la edad más apta para sufrir los impactos de la realidad frustrante.
La necesidad de elaborar los duelos básicos obliga al adolescente a recurrir normalmente a manejos psicopáticos de
actuación, que identifican su conducta. Se produce un cortocircuito del pensamiento donde se excluye la conceptuación
lógica de forma transitoria y fugaz (punto en el que se diferencia al adolescente normal del psicópata).
El adolescente presenta una especial vulnerabilidad para asimilar los impactos proyectivos de toda la sociedad. Es un
receptáculo propicio para hacerse cargo de los conflictos de los demás y asumir los aspectos más enfermos del medio en el
que actúa.
La severidad y violencia con que a veces se pretende reprimirlos sólo engendra un distanciamiento y agravación de los
conflictos (lo que implica en una última instancia una autodestrucción suicida).
Así, vemos al adolescente en lucha, en una posición marginal frente a un mundo que coarta y reprime, y en este marginarse
lo lleva a construir un mecanismo de defensa que lo pone en una psicopatía franca.
Entrar en el mundo de la adolescencia significa la pérdida definitiva de su condición de niño. Es un momento crucial y
constituye la etapa decisiva de un proceso de desprendimiento (comenzada en el nacimiento).
Los cambios psicológicos llevan a una nueva relación con los padres y con el mundo, la cual sólo es posible si se elabora lenta
y dolorosamente los duelos de la adolescencia.
Es un periodo de contradicciones (confuso), caracterizado por fricciones con el medio familiar y social.
Estos cambios implican la búsqueda de una nueva identidad que se va construyendo en un plano CC e ICC. El adolescente
elimina ideales, los va modificando lentamente.
La pérdida que debe hacer por el cuerpo es doble: por un lado sus caracteres sexuales secundarios lo ponen en evidencia de
su nuevo status, por otro lado, la aparición de la menstruación y el semen respectivamente les imponen el testimonio de la
definición sexual y del rol que tendrán que asumir.
El adolescente siente la amenaza inminente de perder la dependencia infantil en momentos en que esa dependencia es aún
necesaria.
Los padres, por su parte, también viven los duelos por los hijos. Ahora son juzgados por estos y la rebeldía y el
enfrentamiento lo hace aún más dolorosos si el adulto no tiene conscientes sus problemas frente al adolescente (lo que
causa distancia y aquella dependencia que teme el adolescente).
También los padres tienen que desprenderse del hijo niño y evolucionar hacia una relación con el hijo adulto, lo que impone
muchas renuncias de su parte.
Se ve enfrentado con la aceptación del devenir (envejecimiento y muerte) y debe abandonar la imagen idealizada de sí
mismo que su hijo ha creado y en la que él se ha instalado.
En esta rendición de cuentas, el hijo es el testigo más implacable de lo realizado y de lo frustrado. Es en este momento del
desarrollo donde el modo en el que se otorgue la libertad es definitivo para el logro de la independencia y de la madurez del
hijo.
El estudio de la adolescencia será siempre incompleto si no se toma en cuenta la ambivalencia y la resistencia de los padres a
aceptar el proceso de crecimiento.
El desprecio que el adolescente muestra frente al mundo de los adultos es una defensa para eludir la depresión por el
desprendimiento de sus partes infantiles, pero es también un juicio de valor que debe respetarse. La desidealización lo sume
en el más profundo desamparo.
El niño y sus padres deben aceptar la prueba de la realidad de que el cuerpo infantil está perdiéndose para siempre.
La problemática del adolescente comienzo con los cambios corporales, con la definición de su rol en la procreación y sigue
con cambios psicológicos. Tiene que renunciar a su condición de niño. Debe renunciar a ser nombrado como niño.
El adolescente defiende sus valores y desprecia los que quiere imponerle el adulto (trampa de la que necesita escapar). El
sufrimiento, la contradicción y los trastornos son de este modo, inevitables.
El dolor que le produce abandonar su mundo y la conciencia de que se van produciendo más modificaciones incontrolables
dentro de sí, lo mueven a efectuar reformas exteriores (que le aseguren la satisfacción de sus necesidades) frente al mundo,
las que le sirven de defensa contra los cambios incontrolables internos y de su cuerpo. Se produce así, un incremento de la
intelectualización.
Solo cuando es capaz de aceptar sus aspectos de niño y los de adulto, puede empezar a aceptar los cambios de su cuerpo y
comienza a surgir una nueva identidad. Ese proceso de identidad ocupa gran parte de su energía.
Los padres tienen dificultades para aceptar el crecimiento a consecuencia del sentimiento de rechazo que experimenta frente
a la genitalidad y a la libre expresión de la personalidad que surge de ella.
El adolescente sabe lo que no quiere mucho más que lo que quiere ser y hacer de sí mismo. Su nuevo plan de vida le exige
plantearse el problema de los valores éticos, intelectuales y afectivos e implica el nacimiento de nuevos ideales y la
adquisición de la capacidad de lucha para conseguirlos.
Esta crisis intensa la soluciona buscando refugio en las fantasías del mundo interno, con un incremento de la omnipotencia
narcisista y de la sensación de prescindencia de lo externo.
Su hostilidad frente al mundo en general se expresa en su desconfianza en la idea de no ser comprendido. Sufre crisis de
susceptibilidad y de celos, necesita vigilancia y dependencia pero surge, por otra parte, en él un rechazo al contacto con los
padres y la necesidad de independencia y de huir de ellos.
La calidad del proceso de maduración y la gradual aceptación de las exigencias ambientales van a marcar la intensidad y
gravedad de sus conflictos.
El adolescente, en su búsqueda de ideales y figuras ideales con las cuales identificarse, encuentra violencia y poder, y
también los usa para sus intereses.
En este período buscan logros y encuentran satisfacciones en ellos. Si estos logros son desestimados surgen en el adolescente
sufrimiento y rechazo. El diálogo del adulto con el joven no puede iniciarse en este período, debe ser algo acontecido desde
el nacimiento, si no es así, el adolescente no se acercará a los adultos, o al menos le será difícil hacerlo.
Frente al cambio, el adolescente reacciona con violencia a este mundo y por lo general, los padres recurren a dos medios de
coacción: el dinero y la libertad.
Son tres las exigencias básicas de libertad que busca el adolescente: salidas y horarios, defender una ideología, y la libertad
de vivir un amor y un trabajo.
Aun así, el control sobre las salidas y los horarios, son sobre los están encima los adultos y se ocupan de manera especial, ya
que significa el control sobre las otras libertades.
El adolescente percibe muy bien que cuando los padres empiezan a controlar el tiempo y los horarios están controlando algo
más: su mundo interno, su crecimiento y desprendimiento.
Harto de consejos y de esta coacción de la libertad, el adolescente se da cuenta en que necesita hacer sus experiencias y
comunicarlas, pero no le gusta ni acepta que sus experiencias sean criticadas.
Presentemos dos vertientes de análisis de este fenómeno: por un lado la perspectiva sobre la época actual, por una mirada
psicoanalítica que considera la relación del sujeto con el goce, la autoridad y el lazo social.
El contenido se basa en fotos de carácter erótico (o videos) donde la imagen es siempre el rasgo central. La foto es obtenida
de manera voluntaria por el sujeto, siendo el dispositivo tecnológico un elemento indispensable para la realización de la
práctica.
El Sexting es una variante novedosa de una práctica que comenzó con la fotografía y el cine, aunque tiene algunas
particularidades que la alejan de las variantes antecedentes.
En primer lugar, la tecnología de los teléfonos ha posibilitado que los usuarios pasen a ser productores y difusores de
contenido. Por otro lado, la portabilidad y amplio acceso a los teléfonos producen que sacarse fotos y compartirlas pueda
hacerse con total facilidad. Además, se trata de una práctica gratuita. De esta forma, producir y distribuir nunca había sido
tan fácil, pero las producciones, a su vez, nunca han estado tan expuestas a la esfera pública.
El Sexting se encuentra inserto en un contexto cultural particular que entendemos promueve este tipo de prácticas: una
época donde la lógica del mercado gana protagonismo a medida que se debilitan las instituciones modernas.
Se presenta con los ropajes de un discurso liberados con el objetivo de eliminar todos los obstáculos que se interpongan
entre el sujeto y lo que él quiere hacer. La lógica del mercado tiene un discurso propio sobre las cosas e implica una
normativa acerca de cómo debe ser el sujeto. La diferencia es que este modelo es divulgado sirviéndose de la libre circulación
de las mercancías, internet y de los medios de comunicación.
Nuestra sociedad ha sido calificada como la sociedad del consumo, las personas se ven tentadas a presentarse como un
producto deseable a fin de tener cierto éxito. Para ser necesariamente debemos aparecer. El éxito económico, la belleza y la
juventud son valores relevantes, y el sujeto se ve empujado a consumir frenéticamente y a presentarse a sí mismo como un
objeto a consumir.
Avanza una forma de establecimiento de las relaciones amorosas como modelo de conexión instantánea, veloz y
fuertemente voluntarista. El amor suele ser considerado hoy sólo una fórmula de disfrute y por ende debe producir
exclusivamente sentimientos placenteros. Además, el sentimiento puede quedar reducido a la sexualidad.
La reducción del sujeto a un objeto a consumir: el sujeto se produce para volverse deseable para los posibles consumidores.
De esta forma, la sexualidad es proclive a ser exhibida con mayor facilidad, ya que el sujeto se encuentra forzado a
experimentar una vida sexual y a exhibir ante los demás esta vida satisfactoria.
La pornografía actualmente es gratis, instantánea y de fácil acceso, incluso para los menos de edad, y puede ser tomada
como un síntoma de la concepción actual de la sexualidad.
Se presenta también como un discurso libertario sobre la sexualidad. Impone una visión normativa con escalas de valores,
expectativas y representaciones respecto de qué es ser hombre y qué es ser mujer, además de cómo debería ser una relación
sexual satisfactoria. El cuerpo aparece sólo como un trozo de carne fragmentado y la sexualidad está transformada en un
espectáculo y no está expuesto el sujeto a su valor sino el cuerpo a modo de un objeto listo para ser consumido.
La teoría psicoanalítica acerca del Sexting, nos habla de una nueva forma de autoerotismo: en soledad frente a una pantalla,
sólo se trata del adolescente que se fotografía a sí mismo, el otro aparece como mera excusa en esta práctica. La satisfacción
del sujeto que sextea reside exclusivamente en la acción de sacarse fotos y verse y ser visto en ellas (pulsión escópica). Los
jóvenes se fascinan en la contemplación de su propio cuerpo y dan cuenta de la satisfacción de ser mirados.
El otro queda reducido a una mirada. La subjetividad de quien recibe la foto no tiene lugar en esta práctica, sólo debe recibir
la imagen y dar cuenta de que fue vista. El principal goce del Sexting es que el otro clave el visto.
En el Sexting la persona queda reducida a esa porción de carne que la foto muestra. Aparece como un cuerpo, como un
objeto para ser exhibido. El cuerpo es preparado y se produce siguiendo cánones de belleza. Suele haber una cuidadosa
selección de poses y encuadres para dar a mirar sólo lo que es considerado digno de ser mirado y ocultar lo que no lo es.
La imagen que el adolescente envía de sí mismo es siempre la buena forma, quedando velado, escondido, lo más íntimo del
sujeto. En el Sexting la imagen que predomina es acabada, sin fallas ni preguntas.
El componente tecnológico de los teléfonos juega un papel crucial. Permite que gracias a los programas de edición el sujeto
produzca una imagen de sí mismo que puede ser retocada hasta alcanzar aquel ideal de perfección. La distancia y la pantalla,
dejan el cuerpo del sujeto resguardado, no hay encuentro cuerpo a cuerpo (la tecnología brinda la garantía de que el cuerpo
queda protegido).
Aparece el cuerpo solo como imaginario, el sujeto cree que es posible embarcarse en una comunicación sin equívocos,
angustia, perdida ni cuerpo.
El Sexting señala el declive de las instituciones como un rasgo central, una caída de las referencias entre las cuales la noción
de autoridad aparece fuertemente cuestionada.
El trabajo de la autoridad es subjetivo y subjetivante, debe promover que el sujeto renuncie a la satisfacción inmediata de las
pulsiones a fin de posibilitar el lazo social.
Es imprescindible que prácticas en el Sexting, que surjan adultos que ocupen lugares de autoridad. Estos, deben ser
promotores de la circulación de aquella palabra que establece una legalidad, una ley-palabra que da sentido a un mundo
común de lo humano, relacionando y separando espacios.
Nunca ha sido fácil que adultos y adolescentes establezcan un diálogo sobre sexualidad, pero el adulto no puede de ninguna
manera claudicar en esta labor. Si no es él, otros tomarán su lugar, espacios de puras imágenes sin mediaciones, lugares de
mera descarga pulsional y de mandatos incuestionables. El adulto debe ocupar el espacio de autoridad, proponer diversos
recorridos, todas formas de causar discursos que ordenan, estructuran y subjetivan.
Las crónicas de bullying, muestran a niños y adolescentes que reaccionan al acoso de sus compañeros atacando a uno o más
de sus compañeros o incluso suicidándose. Los modos de acoso pueden llegar desde burlas hasta la violencia física.
En la actualidad, ha aparecido una nueva forma denominada “cachetada feliz” en la que el niño acosado además de ser
golpeado, es filmado y ridiculizado en internet.
La acción negativa (acto indispensable para el bullying) ocurre cuando alguien inflige un malestar a otra persona mediante
contacto físico, verbal o psicológico con el fin de provocar la exclusión intencionada del grupo al acosado. Se trata
estructuralmente de un abuso de poder entre iguales y no se refiere a algo que puede llegar a ser accidental o un
malentendido.
La cultura es el espacio mediador que permite al sujeto reconocerse y constituirse, a configurar su campo de realidad. Por
otro lado, las instituciones son el ámbito en el que se sostiene y desarrolla la cultura, favorecen los lazos de cohesión,
promueven la vinculación de cada sujeto con la ley y lo comprometen con su cumplimiento. Son productoras de subjetividad
ya que hacenposible el surgimiento de lo singular en el lazo con lo colectivo.
Paradoja:
- Hay condiciones culturales y posiciones individuales que obstaculizan la regulación de la vida en comunidad y el
espacio de la particularidad.
- Agruparse es un intento de superar el malestar, pero surgen dos nuevas fuentes de malestar:
1. Caer en posición de sometimiento
2. En la relación entre los integrantes del grupo pueden surgir rivalidades, envidia, celos y discrepancias
inconciliables.
Ambas producen sufrimiento, porque no se da lugar a las búsquedas singulares de cada sujeto.
Las normas que ordenan la vida en comunidad se ven obstaculizadas por la estructura psíquica, ya que persiste en los seres
humanos una inclinación hacia la agresión, porque todo sujeto nace en estado de desvalimiento, que a nivel psíquico es
constitutiva en todo ser humano. El Narcisismo de las pequeñas diferencias, es un concepto que aparece en la necesidad
de las personas de agruparse. Se coligan a partir de un rasgo compartido y se reconocen a partir de ese rasgo que los
diferencia de otros que quedan por fuera.
En el problema por esa inclinación a la hostilidad se cae en “la miseria psicológica de la masa”, donde la falta de líderes
impide las diferencias yla filiación. Se produce sometimiento al grupo y se esgrime esa diferencia como medio para
establecer una desigualdad de poder.
El sujeto en masa se puede comportar como bajo hipnosis, humilde sumisión, docilidad y ausencia de crítica. El
hipnotizador queda situado en el lugar del ideal produciendo en el hipnotizado un renunciamiento a toda iniciativa
personal. El sujeto que experimenta la sugestión posee un convencimiento, como una “ligazón erótica”, vinculo basado en
la idealización que ejerce atracción hacia la posición de sometimiento.
El humillador se encuentra en una “circunstancia apropiada” ya que ocupa un lugar, el del ideal, que otro u otros le otorgan
otros sujetos renunciando a toda iniciativa personal.
En la humillación, se ataca al receptor hundiéndolo en su indeterminación, se enuncia imponiendo un convencimiento
fuera del razonamiento, un convencimiento instalado desde una ligazón sostenida en la idealización, que busca satisfacciónen el
dominio.
Los adolescentes refieren que su participación en hechos de violencia consiste en ser el lugar de espectador o testigos,
un lugar neutro, donde se participa pero no involucra responsabilidad. Admiten la creencia en el derecho a ejercer la
maldad como modo de resarcimiento, siendo, lo que inmoviliza, la identificación con el intérprete de esa escena, liberado
de toda restricción, ese aspecto que Freud denomina “resto no domeñado por la cultura” que habita en todos y es una
inclinación hacia la agresión. Esto retiene al testigo en actitud de consentir, y también se manifiesta en la posición de
desconocer de algunos adultos.
Siglo XIX:
• Adulto centrista: el hombre mayor de edad gozaba de tres derechos que lo convertían en dueño de su vida:
- al voto
- la posesión de los bienes
- la patria potestad de los hijos.
Mientras que la mujer estaba a cargo de su marido y sus hijos para cubrir sus necesidades y satisfacer sus
deseos, incapaz de tener un lugar en el espacio público.
• Definición de adulto:
- Poder: la posesión de mecanismos que permiten obligar a otros a hacer lo que se desea.
- Autoridad: el derecho a utilizar ese poder. Autoritarismo: uso abusivo de ese poder.
- Derecho a coaccionar la conducta de sus hijos porque la sociedad les atribuía sabiduría y experiencia para ello.
• Hombre:
- mayor autoridad por su experiencia de vida en el espacio público.
- poder basado en el dinero y en la fuerza física que lo centralizaba el hombre.
- tomaban las decisiones importantes, imponían sus pautas de vida, la sociedad no lo presionaba para compartir
todo lo que estaba concentrado en él, esto permitía que pudiera volverse autoritario.
- el hombre adulto era el modelo social, que todos querían imitar.
• Mujer:
- era construida sobre los afectos. En ella debían encontrarse la comprensión, bondad y ternura.
- colaboraba a mantener y acrecentar la autoridad del padre.
- solo se desarrollaba en el espacio privado.
- se las controlaba en la sexualidad, por lo que se enfermaban de histeria. La mujer tenía que reprimir la
agresividad, ya que a ella le hacía perder la femineidad, la convertía en bruja.
• Hombres y mujeres fueron educados en un sistema estructurado y homogéneo. La familia, las diferentesreligiones
y la escuela tenían mucho en común a la hora de defender valores y normas.
• Los niños aprendían a no llevar la contra a las opiniones que los adultos expresaban, y a no defenderse cuando
se los retaba. Penitencias y castigos no eran explicadas, no había instancia para la discusión de lo ocurrido; la
palabra del adulto, padre o docente, era inapelable.
• Adolescencia:
- Era un incordio.
- la burguesía puso énfasis en el control impulsivo, que para un adolescente era difícil de lograr, desde la
sexualidad hasta el estornudo, permitía un autocontrol imprescindible.
- todo lo que los adultos querían inculcar en sus hijos entraba en crisis en la adolescencia.
- a esta etapa de la vida nadie quería entrar y todos querían salir lo antes posible de ella.
- eran vistos como el exponente de todo aquello que debía ser combatido: las pulsiones sexuales y agresivas, el
apasionamiento, el desorden y la rebeldía.
- el acceso a la adultez, para ambos sexos, estaba determinado por el matrimonio, sumado el trabajo para el
hombre.
- recibían una educación dentro y fuera de la casa que debían transferir a sus hijos.
- los hombres sabían lo que se esperaba de ellos y las mujeres igual. Ropas, gestos, conductas estaban
perfectamente pautadas y separadas por géneros.
- los homosexuales eran perseguidos penalmente porque atentaban contra un modelo de hombre
masculinamente perfecto.
• Todas las familias tenían prácticas religiosas que cumplían con los preceptos y normas morales, y los enseñaban
a los hijos.
• Vejez:
- vivieron épocas de dificultades económicas, bélicas o de salud, pero en la vida cotidiana sabían lo que “había”
que hacer.
Los cambios en la educación en la segunda mitad del siglo fueron muy fuertes y rápido, todos los deseos que habían
desestimado, reprimido, postergado para ser “hombres y mujeres de bien” ahora podrían ser objeto de burla. La
divulgación masiva del psicoanálisis los convirtió en los culpables de todos los problemas de sus hijos, sin que se hiciera
hincapié en los cambios que la época había producido.
Hubo quienes se atrincheraron en sus viejas formas de vida, solo podían seguir conversando con las personas de su
generación, que compartían los mismos hábitos. Los hijos, y nietos, eran incomprensibles.
Hubo quienes pudieron hacer adaptaciones, son los que en la actualidad viven mejor, en particular las mujeres,lo que la
época actual les permite y que no pudieron vivir en la juventud. También estaban quienes parecen haberse excedido en un
intento por mantener las características que la época valora, con cirugías, dietas, gimnasio y sol, con exceso de maquillaje y
ropas juveniles. Estos intentos de rejuvenecimiento muestran: la incapacidad para aceptar lo inevitable de la vejez.
Puede concluirse que les afecta las rupturas familiares; la falta de responsabilidad hacia los hijos, la homosexualidad,
perder la capacidad de arreglarse solos, la invalidez y la soledad; o el cambio cultural convirtiendo el término “viejo” en
un insulto y todo lo que lo caracteriza
El desarrollo de la escuela iluminista, los ideales de la época se pertenecían a la educación masiva y la enorme confianza en
que los avances de la ciencia llevarían a la humanidad a un progreso seguro.
• Escuela primaria:
- obligatoria.
- sumisión de los alumnos, castigos físicos y psíquicos, enseñaban ideas progresistas.
- coherente con los valores burgueses: pulcritud, prolijidad, formalidad, respeto a los mayores.
- los maestros son personajes idealizados y temidos.
• Escuela secundaria:
- más posibilidades de encontrar un profesor que quiera motivar algo diferente en sus alumnos.
- profesoras y profesores se vuelven modelos importantes para los jóvenes que comienzan a ser casi adultos.
• Universidad:
- se abre lentamente a las mujeres.
- ubica a los estudiantes ante profesores que aparecen como verdaderas autoridades, eminencias en sus
saberes. Entre ellos y los alumnos establecen una enorme distancia expresada en la clase magistral.
• La educación del siglo XIX se basó en la estimulación abusiva de la represión. Todo aquello que diera placer debía
ser contenido, el ideal era lograr un perfecto control de todo lo impulsivo y también de algunas funciones
fisiológicas.
• Psicoanálisis:
- el exceso de represión de las pulsiones naturales del ser humano provocaba conflicto enfermedad psíquica.
- en algunas situaciones, satisfacer los propios deseos se volvía más peligroso que no hacerlo.
- la educación decimonónica, basada en castigos corporales tempranos, tuvo como resultado que la persona
incorporara una conciencia moral que le diría, sin necesidad de adulto, y lo auto castigaría por no cumplirlo.
- esta educación en la medida en que no sea excesiva, no será negativa sino imprescindible para el psiquismo, ya
que supone aceptar límites, tolerar esfuerzos y frustraciones.
- el problema no es la represión en sí, sino el grado en que se la impone.
- Freud se preocupaba por que la educación encontrara el punto medio entre la necesidad de sofocación
pulsional y la neurosis.
Quiebres del siglo XIX:
• Mujeres pelearon por sus derechos, como las sufragistas o las primeras feministas, iban descartando el
matrimonio y optaban por estar solas e independientes de los hombres. A medida que progresaba el siglo XX,
era mayor el número de las que estudiaban, trabajaban y no renunciaban a tener su propia familia.
• Niños y jóvenes fueron consiguiendo lentamente reconocimientos de sus derechos. Obtuvieron una moratoria
que les permitiera estudiar y formarse
• La adolescencia, a la cual primero entraron los varones y mucho después las mujeres, permitía un periodo de
experimentación de la propia autonomía y búsqueda de una identidad definida por uno mismo. Todo esto sobre
la base de una educación basada en el fuerte control de los impulsos.
CAPITULO III: ADULTOS DEL SIGLO XXI
Siglo XXI:
• Diversidad de grupos familiares.
• Gran cantidad de información disponible.
• Desarrollo artístico y publicitario de la imagen
• Mezcla de represión y desinhibición con respecto a la sexualidad.
• Todos, desde los más ricos hasta los más pobres están rodeados por la llamada “cultura adolescente”.
• La “buena educación” comenzó a ser demolida en el siglo XX. Fue el retorno de lo reprimido, de todolo fisiológico
que manifestaban a los campesinos y obreros. El voseo se han generalizado.
• La era posindustrial nos crea deseos nuevos, nos ofrece los insumos para satisfacerlos. Lo nuevo tiene valor por
el mero hecho de serlo, porque se aleja de lo viejo.
• Publicidad y consumo:
- han crecido con los adolescentes y forman parte de sus vidas.
- los ubica en el lugar de modelo social.
- no solo vende productos para los jóvenes, también venden productos para adultos que no quieren perder la
juventud.
- diferenciación por género se manifiesta de manera contradictoria: en algunos sectores ha ganado lugar el
modelo “unisex”, que abarca la vestimenta, los gustos musicales y deportivos, pero también aparecen jóvenes
que explotan las diferencias genéricas al máximo.
• Los jóvenes no se sienten frágiles ante casi nada. Por el contrario se sienten omnipotentes
• Adolescencia:
- se prolonga cada vez más
- la adolescencia paso a convertirse en un crédito a pagar por los padres.
- etapa de la vida propia de sectores medios urbanos, identificable por un modo de vida, un modo de vestir,
gustos musicales, un aspecto físico.
- sectores populares no tienen la posibilidad de disfrutarla, el trabajo no les permite vivir esa moratoria.
- paso a constituirse un momento privilegiado que había que vivir intensamente, exponentes del ideal social.
- se desarrolla en la cultura de la noche
• Duración de las etapas de la vida:
- Primera mitad del siglo XX: infancia 0-15/16 años; adolescencia 16-21/23 años; adultez 23-50/55 años; vejez
55 hasta los 70.
- Segunda mitad del siglo XX: infancia 0-8/9 años; adolescencia 9- ¿30? Años; adultez o vejez hasta los 80/90.
• La sociedad actual permite “elegir” la edad que se quiere tener, eliminando los comportamientos rígidamente
definidos.
• Autoridad:
- poder que el mercado le da a los hijos: el descredito social.
- si los padres no satisfacen sus deseos quedan mal ante aquellos que si lo hacen, mejoran su status mostrando
cuanto gastan en sus hijos, los padres temen perder el amor de sus hijos.
- la autoridad paterna se va desgastando, se les delega una autoridad a los jóvenes basada en la idea de que,
por el mero hecho de ser jóvenes, sabían lo que debía hacerse.
- educados por el mercado más que por sus padres.
• Industria:
- los jóvenes crecen en un mundo donde la oferta es infinita y mínima la tolerancia a la frustración que
desarrollan.
- jóvenes acostumbrados a consumir, entrenados en una oferta permanente de novedades, tienen poca
capacidad de espera.
• La educación liberal alivio el exceso de represión, pero dio origen a jóvenes discapacitados para tolerar montos
de frustración imprescindibles.
• Discotecas:
- punto de encuentro de los jóvenes de sectores medio en casi todas las grandes ciudades.
- crecieron sobre la base de llevar al extremo la selección de su público, los elegidos se sienten superiores, la
satisfacción narcisista es clara, y esa satisfacción es la base de la ganancia de los dueños.
- paredes de espejos donde mirarse, un nivel de sonido que posibilita la comunicación con los otros solo a través
del cuerpo que mantiene la distancia.
- los sectores de menores recursos comparten los mismos objetos de consumo de marcas pero más económicas:
la bailanta despliega la música tropical, a diferencia de los discos, en las bailantas entran familias, se mezclan las
generaciones y es un sitio de socialización en el que se puede conversar.
Frustración: es el proceso por el cual los seres humanos aprendemos a postergar la satisfacción de
nuestros deseos
- más “sanos” a aquellos que muestran aceptar las reglas del mercado. La generación hoy adulta está entre una
educación decimonónica y el descubrimiento del consumo juvenil.
- nacemos exigiendo satisfacer nuestros deseos y lo que ha ido cambiando es la respuesta que encontramos del
otro lado. La sociedad decimonónica apuntaba a sostener la sobriedad, la actual no.
- hoy se cae en un sobrepeso de satisfacciones innecesarias que no ayuda a coartar una visión omnipotente de sí
mismo y no da herramientas para sobrevivir cuando los deseos no pueden ser satisfechos.
- niño: llega sin pauta alguna a la escuela, preso de un narcisismo primitivo que le hace seguir creyendo ser el
centro del mundo, agresivo ante cualquier límite de su deseo, incapaz de convivir con otros y la responsabilidad
la tienen los padres que han creído que criándolo de manera “natural” lo han hecho bien.
- cuando ese niño se convierte en adolescente su incapacidad para tolerar frustraciones no hace más que llevarlo
al fracaso.
- drogarse es el gran atajo ante la frustración, mientras lo hace no sufre, no siente su falta de logros, vive en un
mundo virtual semejante al que le crearon los padres en la infancia.
• La era posindustrial tiene un resultado conflictivo en criar personas que crecen en años decisivos de sus vidas
con la ilusión de ser ricos. En este caso, el niño no habrá conseguido algunas herramientas básicas: la capacidad
de tolerar la frustración, la capacidad de hacer esfuerzos, la capacidad de esperar para satisfacer deseos.
• Todo el proceso de ataque a la educación burguesa significo valorizar lo que estaba en manos de sectores
populares.
• La escuela exige un monto de capacidad de frustración que está en baja en la población joven. Ante la cultura
adolescente que regala ilusiones de “rico”, la escuela enseña a ser “pobre”, trabajador, esforzado, con el
conocimiento por el placer de saber más, aunque no otorgue status social.
• Los jóvenes se niegan a trabajar para ser explotados, por rechazo a ser un trabajador y no un “señor” y optan por
la marginalidad en “defensa” de sus derechos.
Clasificación de los adultos:
1. Adultos tradicionales:
• Proyectan sobre el adolescente sus miedos ante cualquier cambio.
• Autoritarios.
• Los adolescentes sienten un fuerte rechazo hacia ellos.
• Los adolescentes sufren más con estos padres porque tienen a la vista otros jóvenes que viven con más
libertad.
2. Adultos – adolescentes:
• Proyectan envidia bajo la forma de idealización de los adolescentes.
• Son “ideales” por ser compinches y liberales.
• Los adolescentes sienten vergüenza por ellos.
• Sensación de abandono: porque no hay adulto acompañando a su hijo (disfrazado de libertad).
• Compite con el adolescente, se comporta igual que este.
• Borran distancias y facilitan situaciones por ser “comprensivos”.
• Resuelven con superficialidad y en el mercado de consumo toda necesidad personal o de sus hijos.
3. Adultos inseguros:
• Temen y se amparan en los adolescentes.
• Provocan confusión en los adolescentes que deriva de los cambios abruptos de conducta.
• Falta de marco claro.
• Fachada de ser “compinches” pero que cortan con esa conducta cuando la situación se les escapa de las
manos.
• Producen adolescentes pseudo maduros que se auto paternalizan.
MUSICA: UNA OFERTA PARA LA SUBJETIVIDAD ADOLESCENTE (KARLEN)
Freud, en el malestar en la cultura habla de calmantes contra el sufrimiento, el cual es inherente al ser humano. Entre estos
calmantes, aparecen las que denomina como poderosas distracciones (que se suman a las satisfacciones sustitutivas y a las
sustancias embriagadoras) entre las que aparece el arte, las cuales piensa que son ilusiones respecto de la realidad, que son
muy efectivas psíquicamente gracias al lugar que la fantasía ocupa en la vida anímica.
Se puede pensar que la música es uno de los caminos que la cultura ofrece para hacer posible la lectura de los fenómenos, y
que de ese modo posibilita el intercambio simbólico.
La creación musical puede pensarse como un espacio que habilita la distancia generacional, posibilitando el crecimiento del
joven y la apertura a nuevas identificaciones.
El rock es uno de los estilos musicales que los jóvenes han encontrado y encuentran un espacio para diferenciarse del
escenario de los adultos, posibilitando a su vez, el intercambio entre pares.
El rock, si bien no como protagonista entre los jóvenes, aparece como el primero en afirmar el ser joven en oposición al
mundo de los adultos, y lo que implica esta oposición es reconocer que hay otro, establecer la brecha generacional.
En esta diferenciación, en esto que Freud refiere como la identificación, el joven puede aspirar a formar parte del conjunto
tomando rasgos, atributos del otro, no ocupando una posición de sumisión sino de apropiación, donde se moviliza a pensar, a
crear diferenciándose del modelo adulto de la época.
Los recitales, pueden favorecer una intensa vivencia oceánica. Los fenómenos masificatorios pueden ser enfatizados por el
consumo de drogas de diseño, borrando todo límite y prometiendo una imposible satisfacción plena.
La canción, y más específicamente la letra, por su parte, ayuda al adolescente a nombrar aquello que sorprende desde lo
corporal y desde los vínculos con los otros.
El sujeto en la repetición del tema, encuentra un soporte para poder decir algo que no podría hacerlo de otro modo, un
espacio transicional para la elaboración de ansiedades.
La música posibilita al adolescente, en situaciones lo guía cuando son sus propios padres quienes se encuentran perdidos y
como a la deriva. Es una distracción perfecta para el tormento que vive el adolescente día a día.
En esta etapa también comienza el realismo, el niño se va tomando conciencia progresivamente de su mundo real arraigado
al mismo: emociones, amigos, planes y recuerdos. El niño se encamina hacia otra forma de expresión más ligada a la
naturaleza pero aún lejos de una representación visual.
El dibujo en esta etapa que anteriormente era más esquemático ahora va a presentar mayor conciencia, la figuración
esquemática no es suficiente. Aparece el interés por expresar las características vinculadas al sexo (por ej. Vestimenta).
Encaminado hacia una forma de expresión más ligada con la naturaleza, que como mencionamos anteriormente no hay aún
representación visual (luz, sobras, pliegues, arrugas) pero si una importancia en los detalles, donde estos se acumulan en
partes emocionalmente significativas.
En los dibujos el niño goza con los colores y ahora es capaz de una mayor sensibilidad las diferencias y semejanzas entre
estos, pero no evidencian los efectos de luz-sombra. Y en cuanto al espacio, se va a manifestar un gradual alejamiento de lo
concreto, dando paso al pensamiento abstracto ya que se distribuyen imágenes y se relacionan significativamente entre sí.
También el niño descubre el plano (no aún del horizonte) y la superposición (importancia del reconocimiento del objeto). Las
diferentes partes de un dibujo pueden separarse del total sin perder su significado (no le basta con dibujar con líneas
geométricas) se produce un despertar a la sensibilidad perceptiva.
Lowenfeld menciona en este capítulo la importancia de la motivación artística aplicada en las escuelas, esta se desarrolla a
través de una experiencia artística la cual le permite expresar su progresiva conciencia de sexo, desarrollar un mayor
conocimiento del yo y satisfacer su curiosidad hacia el ambiente. También se inspira en un método de cooperación grupal
para alcanzar ciertos resultados. Esta experiencia es muy diferente a la autoritaria
En esta etapa, uno de las más difíciles e interesantes en el terreno del arte, las niñas comienzan a desarrollar las
características de la madurez, mientras que los niños se comienzan a preocupar por cuándo les crecerá la barba, entre otros
cambios anatómicos que se producen en este período también llamado pubertad o pre-adolescencia. Es una época
complicada para el sujeto ya que se dan cuenta que ya no son unos niños pero, tampoco están seguros de ser adultos.
Comienzan a verse grandes diferencias individuales desde el ámbito de lo físico, lo mental, emocional y lo social. En el terreno
intelectual se desarrolla una capacidad para el pensamiento abstracto a la vez que comienza el impulso hacia la
independencia. Finalmente, tiene lugar una oposición que deriva en una crisis que hace necesaria una elección interna para el
individuo: destacarse en el mundo de sus iguales o refugiarse en la fantasía.
El joven se vuelve, en mayor o menor medido, más crítico y consciente de sí mismo, expresado en ensayos hacia su ambiente
próximo. Se interesa por su aspecto, su vestimenta, lo que dice y por cómo aparece frente a los demás. Con todo esto, no
hace más que investigarse a sí mismo: quiere saber quién es, cómo piensa, qué puede hacer y qué es importante para su
vida.
Esta etapa ayuda a que, tras la consciencia de sus acciones, se haga consciente de sus producciones artísticas. El producto
aparece ahora, centrado en el fin del mismo, una pintura tiene valor o no por el aspecto visual que presenta.
El arte, en esta etapa, debe ser una oportunidad para el pre-adolescente por una liberación socialmente aceptable de sus
emociones y tensiones, a la vez de facilitar la transición desde la expresión propia de un niño a la expresión esperable para el
adulto.
Probablemente, una de las tareas más difíciles que tenga que afrontar el joven en esta etapa, es la de dibujarse a sí mismo.
Dificultad que se puede apreciar tanto en el dibujo como en la mala predisposición para afrontar esta tarea. Aparecen
detalles puestos con especial atención, rasgos dibujados con exageración u obviados. Esta tarea refleja la propia capacidad de
la persona para enfrentarse a sí misma.
El pre-adolescente tiene un sentido intuitivo del color y del diseño. Las reacciones frente a los colores son muy individuales y
en ocasiones, puede aparecer en forma contradictoria con lo que se ve en la naturaleza. El significado de los colores adquiere
nuevos significados si se examinan con sentido crítico.
La producción artística refleja sus reacciones frente al mundo, aunque no muy evidentemente y es importante que el joven
sienta que sus actividades artísticas son su propia expresión. Aparecen grandes figuras, como la del profesor, que lo motivan
en gran medida y es necesario que las devoluciones hacia sus trabajos sean aceptados sin ningún tipo de criterio de
evaluación.
Uno de los temas centrales es la lucha por encontrar una identidad. El joven necesita llegar a un acuerdo consigo mismo y ser
capaz de expresar sus intensos y constructivos sentimientos. La expresión de sentimientos y emociones deben tener un lugar
importante en el programa artístico de los colegios para los pre-adolescentes.
Durante este periodo se despierta, en los jóvenes el interés hacia su sexualidad y el descubrimiento sobre qué es lo que les
gusta.
• Se sostenía que la identidad infantil perdida daba paso a la definitiva en un largo proceso de rebeldía,
enfrentamiento y recomposición en la adolescencia. El concepto “pastiche” posmoderno parece modificar
esta idea. La identidad se establece ahora por el plagio sin cambios radicales. La nueva identidad se
estructuraría sin la idea neta de duelo (no habría una perdida conflictiva que lo provocara).
c. La madurez intelectual: para Piaget el adolescente era un creador de teorías, un metafísico por excelencia, el
adulto debía ser capaz de poner tal habilidad en conjunción con la realidad, y esta acotaría sus teorías. La posmodernidad
no inspira la pasión metafísica en los adolescentes, si espera que estos como los adultos sean productivos en términos de
creatividad, lo que no ocurrirá con aquellos que no tuvieron una adolescencia de tipo idealista, apasionada y creadora de
teorías omnipotentes.
d. El reconocimiento social: la independencia económica era un logro que definía al adulto, lograba un lugar en la
sociedad y esto era el ingreso al mundo adulto. Hoy en día solo se aspira a “mantenerse”, lugar para no caer en cero, y
más difícil es independizarse de los padres. La época no permite descansar, ya que nadie está seguro. Para los jóvenes la
perspectiva de formación es muy larga, se necesita cada vez menos mano de obra y mucho más capacitado.
e. El rol de los padres: en la situación actual lo que más hace sufrir a los adolescentes es que los padres traten de
vivir a imagen de sus hijos y hacerles la competencia. Los padres dejan de hacer y se abstienen de educar a los pequeños.
Si ya no hay niños, tampoco hay adolescentes. Los adolescentes se ven obligados a ser padres de sí mismos, situación que
les da más libertad pero para lo que no cuentan con elementos suficientes. Y así aparecen los medios masivos adoptando
adolescentes “huerfanos”
PSICOLOGIA DEL DESARROLLO (URBANO/YUNI)
La prolongación de la adolescencia como ciclo del curso vital, desde el orden cultural impulsado por el
capitalismo y el consumismo es el nuevo modelo social.
Alrededor de los 10 u 11 años se producen cambios a nivel físico, lo que se conoce como adolescencia
puberal. Se produce un aumento de la actividad hormonal manifestado en una serie de modificaciones
orgánicas, ligadas a procesos de crecimiento, los que originan en el sujeto una alteración en la
percepción de su imagen corporal y desencadena un profundo conflicto psicológico condicionado por las
características del contexto sociocultural.
El adolescente púber percibe su cuerpo como extraño, como si su sentimiento de unidad se rompiera.
El rendimiento escolar con frecuencia decae, su conducta se dispersa, y presta poca atención. Se
sumerge en un estado de inactividad y suele pasar mucho tiempo durmiendo.
Manipula sus órganos genitales y descubre que estos le producen placer (acompañados de culpa). Otra
conducta típica es situarse largas horas frente a un espejo en un intento de reafirmar sus cambios.
Es común que manifieste rechazo físico respecto de quienes intentan tocarlo, sin embargo y por el
contrario, suele manifestar cierta búsqueda de contacto físico. Ambas reacciones constituyen una
manera de canalizar estas nuevas sensaciones eróticas.
Todas estas conductas y reacciones son las maneras que tiene de enfrentarse a esta invasión de
sensaciones nuevas.
La identidad adolescente se caracteriza por el cambio de relación del sujeto con sus padres internos y
fantaseados, encontrándose el adolescente habilitado para realizar su proceso de subjetivación
(apuntando al logro de un nuevo reconocimiento de sí mismo).
Los cambios de orden psicológico también repercuten por el nuevo cuerpo, ya que este adquiere otro
significado donde se conjuga el placer con la culpa. Por primera vez el sujeto se plantea la idea de la
muerte (propia y de sus progenitores) lo que lo lleva a humanizar a los padres, produciéndole este
proceso al adolescente, angustia, inseguridad y desprotección como alguna de las variadas gamas de
conductas.
El sujeto en esta etapa se manifiesta de mal genio, se irrita ante cualquier cosa, aparecen conductas de
aislamiento, comienza a defender sus espacios de intimidad y expresa la necesidad de tener un cuarto
para él solo. Intenta salir de la posición de niño y sus respuestas se vuelven monosilábicas (reflejo de su
interior), muestra mucha agresión, episodios de llanto incontrolados. Sus hábitos cambian, se observa
descuido respecto de sí y de su habitación. Su conducta se vuelve muy estructurada y los hábitos de
limpieza se intensifican (todo esto aparece como intentos de controlar la angustia).
El adolescente desafía las normas de convivencia familiar enfrentándose a sus cambios e
interpretándolos intentando otorgarse un nuevo significado de sí mismo. El sujeto se retrae sobre sí
para elaborar sus propias teorías acerca de lo que significa el mundo de la adultez. Se compara con otros
adolescentes y con aquellos personajes que poseen cualidades anheladas por él; estas prácticas
posibilitan al adolescente comparase con sus propios ideales y con los ideales propiciados por el
entorno.
Comienza un proceso de autoafirmación (intentando contradecir los modelos de los padres) y surgen
conductas de imitación. Es común que se identifique por algún parque posea actitudes de líder, o
también puede intentar competir dentro de sus grupos por representar ese rol (esto son intentos de
sustituir a la autoridad).
En este momento adquieren mucha importancia los modelos sociales respecto del cuerpo y los valores
positivos por la cultura, y sobre las imágenes masculinas o femeninas del cuerpo.
Del autoconcepto y de los atributos que el sujeto considera ideales, puede derivarse un sentimiento de
autoaceptación y estima. La autoevaluación que realiza de sí mismo es fluctuante (su estado de ánimo
es muy variable).
El adolescente manifiesta personalidad esponja, es decir, está expuesto a una excesiva, intensa y
variable permeabilidad respecto de lo que recibe del mundo exterior y de aquello que proyecta.
El permitirse fluctuar lo posibilita poder adquirir una identidad que responda al autoconcepto de sí
mismo. Cuando pueda hacer coincidir quien cree y siente que es, es posible que genere un sentimiento
de autoaceptación. Cuando no hay posibilidad de integrar, elabora un concepto de sí mismo con
imágenes y creencias distorsionadas y empobrecidas, además de sentimientos de autovaloración
negativos. El modo en que se representa a sí mismo, por tanto, tendrá efectos sobre la autoestima.
Existe una estrecha relación entre la autoconcepción y el sentirse sostenido por los grupos de
referencia. Es por esta razón, que el desarrollo de una autoestima positiva incide en el comportamiento
social del sujeto y en la posibilidad de proyectarse con sentimientos de confianza.
En un primer momento no diferencia entre representar un rol (ejercer una actividad de la estructura
social) y lo que significa definirse a sí mismo en su modo de ser (aquello que le da sentido). Es por esto
que explora diferentes modos de manifestarse en el exterior atravesando lo que se denomina moratoria
psicosocial (periodo admitido socialmente donde el sujeto puede experimentar diversos roles y
funciones)
La adolescencia se convertiría en un laboratorio en el que el adolescente aprende roles, en el que
conviven identidades transitorias. A través de la experimentación de diferentes roles, percibe que la
sociedad impone estereotipos con los que trata de modelar sus cambios. Pone en juego los aspectos
más saludables de su Yo al servicio de un ideal que permita una reforma social colectiva.
Enfrenta diversos modos de hacer y desarrolla un compromiso con la realidad social, lo que lo conduce a
la formación de ideas tanto religiosas, como políticas y al planteamiento de aspiraciones vocaciones y la
definición de su orientación sexual.
En esta búsqueda de saber quién es, el adolescente puede mirarse a sí mismo a través de figuras
positivas, o identificarse con figuras negativas (transgrediendo las normas). Este tipo de identificaciones
suelen asociarse a impulsos autoagresivos que tienen origen en la no aceptación de la personalidad
adquirida y en el deseo de lograr otra identidad más valorizada.
Comienza a exigir reconocimiento como joven adulto, en la medida que él considere razonable al
conjunto de normativas sociales y se comprometa a ejecutarlas. La reciprocidad y el respeto mutuo
desembocan en el sentimiento de justicia, el cual se antepone a la obediencia.
El adolescente joven comienza a formar una autonomía moral en los valores individuales y en aquellos
de índoles social. Se preocupa por problemas que exceden al aquí y ahora, comienza a proyectarse y a
elaborar planificaciones futuras. Los intereses adquieren un carácter general y abstracto; el despertar de
la reflexión se traduce en enamoramientos dispersos.
En la medida en que encuentra caminos de realización de sus proyectos vitales puede introducirse en el
mundo de los adultos, con ideas renovadoras y con un sentido apropiado de la realidad.
La identidad personal, supone la síntesis e integración de las autodefiniciones que el sujeto tiene de sí
mismo (forma en que se define, describe e interpreta en tanto ser único y particular). La identidad
permite tener conciencia plena de quién es uno y a dónde quiere pertenecer. Se construye en el
interjuego e interacción que se produce entre el autorreconocimiento y el hetero reconocimiento.
1) El combinatorio: esta separación del pensamiento da como resultado la liberación de las relaciones y
clasificaciones, de sus vínculos concretos o intuitivos. Posibilita construir cualquier relación y
clasificación, combinar entre si objetos-factores-proposiciones.
2) combinaciones de objeto: sistema que tiene en cuenta todas las posibilidades que combine o
permute diversos órdenes.
3) combinaciones proposicionales: como es capaz de combinar objetos, está apto para combinar
ideas/hipótesis en distintas formas: como la implicación (si, entonces), disyunción (o, los dos), exclusión
(o) o la incompatibilidad (ni uno, ni lo otro), etc.
4) El “grupo” de las dos reversibilidades: puede manejar las dos reversibilidades (inversión o negación,
reciprocidad o simetría) de forma integrada, simultánea y sincrónica.
Forman un grupo único, I N C R: se trata de un sistema cerrado porque siempre se obtiene como
resultado una operación del mismo sistema.
✓ I: operación idéntica
✓ N: su inversión/negativa
✓ C: la correlativa de R
✓ R: la reciproca de I
Ejemplos:
Prensa hidráulica: se entregan 4 pesos distintos, en cajas iguales y se colocan en el sistema hidráulico 2
líquidos de diferente densidad. Se pregunta qué fuerzas intervienen y como se relacionan
Balanza: compensación entre pesos y distancias para llegar al equilibrio. Llega a comprobar que cuanto
más aumenta el peso, más se inclina el brazo y se aleja del equilibrio, lo que lleva a la conclusión de que:
“igualdad de pesos distancias iguales del centro= equilibrio”. Descubre que un mismo peso hace que se
incline más la balanza cuanto más se aleja del centro y obtiene otra conclusión “el equilibrio se alcanza
si se mantienen iguales las distancias de dos pesos que son iguales”
✓ I: más peso
✓ N: menos peso
✓ R: más distancia
✓ C: menos distancia
5) los esquemas operatorios formales: muestran un esquema de cuatro transformaciones (estructura
cuaterniana)
1. proposiciones: por ejemplo, la balanza, percibe que hay equivalencia de resultados cada vez
que de un lado aumenta el peso y no cambia la longitud, y de otro aumenta la longitud sin
cambiar el peso, para sacar la hipótesis de que dos pesos iguales a la misma distancia conservan
el equilibrio al igual de que se disminuya uno, pero se aleje
2. doble sistema de referencias: por ejemplo, caracol. El caracol se desplaza por una plancha en
un sentido y esta plancha avanza o retrocede. El niño (al nivel de operaciones concretas)
comprende las dos relaciones, pero no logra componerlas, ni anticipar que por ejemplo si el
caracol avanza puede permanecer inmóvil porque el movimiento inverso de la plancha lo
compensa. Cuando alcanza esta estructura cuaterniana logra comprender la reciprocidad, la
inversión de una compensación sin anulación.
4. nociones probabilísticas: Cuanta probabilidad hay de sacar fichas rojas de un tarro que
contiene 15 rojas, 10 azules, 8 verdes.
a. elasticidad: por ejemplo, varillas metálicas. Debe encontrar las razones de diferencias de flexibilidad,
los factores en juego son: longitud, grosor y material.
✓ Nivel de operaciones concretas: examina las varillas más largas para ver si son más flexibles para
demostrar el papel de la longitud.
✓ Nivel de operaciones preoperacionales: luego de algunos tanteos, hace una lista de factores, los
estudia y hace variar uno solo, dejando iguales los demás.
b. péndulo: por ejemplo, tuercas. Sus oscilaciones pueden variar modificando el peso, la longitud del
hilo, la altura de la caída y el impulso.
El desarrollo mental es una sucesión de tres grandes construcciones, cada una prolonga la precedente,
reconstruyéndola, en un plano nuevo.
2. ejercicio y experimentación
4. no existe plan establecido, es una construcción progresiva en la que cada innovación solo es posible
en función de la precedente.
UNIDAD II
IDEALES QUE SOMETEN (GANEM)
En la posmodernidad, tanto la imagen como los ideales de belleza, ocupan un lugar privilegiado. El
mercado ofrece objetos que aportan una promesa de perfección, belleza y juventud.
Lipovetsky afirma que la sociedad posmoderna está regida por la lógica del proceso de personalización,
y lo presenta como un nuevo modo basado en el consumo.
El hedonismo en esta era se convierte en un valor central y se pone a la figura de Narciso como
protagonista del escenario posmoderno. Se trata del surgimiento del homo psicologicus, siempre
pendiente de su bienestar, y emerge un nuevo imaginario social del cuerpo elevado a nivel de un objeto
de culto.
La personalización implica una paradoja, en la que el individuo es libre en sus posibilidades de elección,
a la vez que oculta un sometimiento a idénticos estándares estéticos.
Bauman denomina a la época actual como modernidad líquida. La elección para este autor aparece
como una necesidad y un deber inexcusable. Todo es posible de ser elegido excepto la compulsión a
elegir.
El ideal es estar en forma, lo que se nos presenta como un concepto completamente subjetivo. Refiere a
una experiencia sentida por el individuo que no puede ser medida desde fuera; siempre se puede estar
en mejor forma, lo que implica una tendencia hacia el más, y esto, empuja a los sujetos a un más allá, a
estar cada vez más desregulados.
La literatura freudiana aparece de modo muy útil para explicar el posmodernismo ya que en ella se
describen conceptos muy útiles en los tiempos actuales, tales como:
- Narcisismo redivivo de los padres (posible a partir de la investidura libidinal de los progenitores)
- Pulsión (fuerza constante que no puede ser cancelada y depara al psiquismo elevadas
exigencias)
- Denegación cultural (sacrificio de las pulsiones agresivas y sexuales= hostilidad)
En relación a esto, destaca al ideal parte del patrimonio anímico de la cultura y punto de articulación
entre lo cultural y lo subjetivo, ya que la satisfacción narcisista proveniente del ideal cultural es uno
de los poderes que contrarrestan con éxito la hostilidad a la que nos induce la cultura.
Según Lacan el cuerpo es una construcción en la que intervienen significante e imago. El estadio del
espejo muestra cómo la imago opera en el cuerpo, y este estadio, debe ser comprendido en términos de
identificación, una transformación que se produce en el sujeto al asumir una imagen. El imago actúa
como causa en la estructuración del psiquismo en la medida en que a partir de ella se constituirá una
identificación primaria mientras que conformará al Yo y también el ideal.
El Yo se constituye como aquella instancia que le brinda al sujeto una apariencia de unidad engañosa.
Esta instancia psíquica contiene la tendencia suicida, y en la medida en que se complace amando y
venerando esa unidad hasta el punto de la locura o de la muerta (metaforiza el mito de Narciso). Este es
el peligro al que conlleva la fascinación con esa imagen ideal. La identificación le permite al sujeto
protegerse del desamparo y la prematuración constitutivos.
El Yo ideal contiene la promesa perseguido por el Yo de alguna vez alcanzar la ilusoria unidad de la
imagen en la cual se constituye, aunque esa síntesis jamás será lograda y solo podrá acercarse de
manera parcial.
Es en ese más allá del principio del placer que hace su aparición la repetición como aquello que ara un
sistema es placentero (Icc) y displacentero para el otro (Yo).
El ideal de belleza posmoderno adopta un mandato que postula que es posible ir siempre más allá, que
los límites y las prohibiciones pueden e incluso deben ser franqueadas. Esos mandatos operan sobre el
cuerpo elevándolo a un objeto de culto que debe ser modelado, controlado o exhibido, entre otros.
Lo real se hace patente en la medida en que este sujeto insiste en un punto de imposibilidad, hacer
coincidir su cuerpo con una imagen unificada que eleva a nivel de ideal.
Familia-escuela eran los pilares por excelencia encargado de inscribir subjetivamente los lugares de
enunciación de niños, jóvenes y adultos, que es igual a decir las posiciones que cada uno ocupa entorno
del principio de ley.
Las formas de configuración históricas de la infancia y de la juventud podían ser pensadas como actos de
institución. Ser niño o joven correspondía a una producción social orientada a consagrar un estado de
cosas. Así la eficacia simbólica de los ritos de institución radica en actuar sobre lo real actuando sobre la
representación de lo real. A partir del siglo XX ya no se trata de mirar la juventud sólo como la etapa de
transición, sino de dar cuenta de estéticas singulares que nos hablan de sus formas de vivir la
temporalidad.
Si la institución, tal como lo sugiere Castoridis, consiste en ligar símbolos a significaciones y hacerlos
como tales, los niños, jóvenes o adultos, en tanto instituidos, configuraban un modo específico de
habitar el mundo. Ser niño suponía la condición de dependencia respecto del adulto, ausencia de saber,
indefensión, y por el contrario, ser adulto implicaba aportar autoridad, saber, recursos de protección.
Los tiempos actuales no enfrentan a producciones de subjetividad que no se dejan explicitar desde la
perspectiva paterno-filial, de las operaciones instituidas, sostenidas en el principio de ley, en
consecuencia, demandan nuevas claves de pensamiento capaces de designar lo que acontece. Se trata
de modos singulares anudados al calor de acontecimientos imprevisibles.
Los ritos, prácticas regladas, cargas de densidad simbólica, que habilitan un pasaje. Sin embargo existe
una diferencia entre los ritos institucionales transmitidos de generación en generación y los ritos
armados en situación.
Los ritos de situación tienen sólo validez en un territorio simbólico determinado, no se construyen sobre
la base de la transmisión intergeneracional, si no sobre la transmisión entre pares, son frágiles no
generan experiencia transferible a otras situaciones, pero pueden cumplir la función de anticipar lo que
puede acontecer.
Las reglas que dan consistencia a los rituales reproducen las prácticas de los lugares de encierro.
Podríamos decir que en esta operación se juega una respuesta a la perversión ejercida por la fuerza
represiva, respuesta que puede entenderse como un modo restarle poder o eficacia al poder del otro al
ser apropiada y anticipada por ellos.
Esta práctica ritual cumple una función de inscripción, marca formas comunes de vivir un espacio y un
tiempo que es puro presente y confiere una identificación en las precisas y duras fronteras de esa
situación.
Nos hacemos frente a una lógica de producción de valores bien distinta a la transitada en las
instituciones modernas. Se trata de lo que resulta valioso en condiciones particulares de inscripción
social y en circunstancias específicas de vida. Es la experiencia, la práctica de ella, la que produce esto o
aquello como valor. Así el zafé, las lealtades, el aguante frente a las adversidades o la responsabilidad
frente al rostro del otro que se me interpela son lo que arma lazo, ligadura, sostén, trama, precaria,
contingente, frágil, pero real. Por último nos encontramos con que la filiación puede ser grupal, fraterna.
No necesariamente genealógica y que la autoridad es más operación de afectación que institución de
ley.
Se trata entonces de pensar cómo hacer para que un posible tenga lugar, advenga existencia. Si lo
humano es ganarle a la determinación, la pregunta hoy es como producir ligadura en la fragmentación,
intervalos en la velocidad y experiencia subjetivamente en la intemperie.
También hay gran diferencia entre las masas con conductor y sin él, siendo los ejemplos más
interesantes de tales formaciones, la iglesia y el ejército.
Son masas artificiales y se emplea cierta compulsión externa para prevenir su disolución e impedir
alteraciones de su estructura. No se pregunta al individuo si quiere ingresar en una masa de tal índole, ni
se lo deja librado a su arbitrio, y en su intento de separación, se lo sujeta a condiciones muy
determinadas. Se discierne muy nítidamente ciertos nexos que en otras están mucho más encubiertos.
Tanto la iglesia como el ejército están regidos por idénticos espejismos de ilusión: hay un jefe que ama
por igual a todos los individuos de la masa; se sitúa como un bondadoso hermano mayor (sustituto del
padre); y la ligazón de cada individuo con el líder, es también la causa de la ligazón que los une a todos.
En estas dos masas cada individuo tiene, por tanto, una doble ligazón libidinosa: con el conductor, y con
los otros individuos de la masa.
Por otra parte, el principal fenómeno de la psicología de las masas se encuentra presente en estos dos
modelos: la falta de libertad del individuo está sujeta a una ligazón afectiva en dos direcciones que
resultarán nexo en la alteración y la restricción observada en su personalidad.
Oreo indicio de la esencia de una masa consistiría en las ligazones libidinosas, y lo proporciona el
fenómeno del pánico. Tal fenómeno se genera cuando una masa de esta clase se descompone, y ya no
se prestan oídos a orden alguna del jefe, cuidando cada uno por sí mismo, sin miramiento por los otros.
La angustia crece hasta un punto en que prevalece sobre todos los miramientos y lazos.
Cuando los individuos dominados por la angustia pánica se ponen a cuidar de ellos solos, atestiguan
comprender que han cesado las ligazones afectivas que hasta entonces les rebajan el peligro. Ahora que
lo enfrentan solos, lo aprecian más, suponiendo la angustia pánica, por tanto, el afloramiento de la
estructura libidinosa de la masa, provocando la reacción de esta justificadamente ante él
(extinguiéndose así, los vínculos libidinosos de la masa).
Esta alma de la masa se suprime a sí misma en una de sus exteriorizaciones más llamativas: el pánico
significa la descomposición de la masa, y trae por consecuencia, el cese de todos los miramientos
recíprocos que normalmente se tienen los individuos de la masa.
La pérdida del conductor, sumado al no saber a qué atenerse sobre él, basta para que se produzca el
estallido de pánico aunque el peligro siga siendo el mismo. Al desaparecer la ligazón de la masa con su
conductor desaparecen las ligazones entre ellos, y la masa se pulveriza.
Lo que sale a raíz de tal descomposición de la masa son impulsos despiadados y hostiles hacia otras
personas, a los que el amor del conductor (igual para todos) había impedido exteriorizar antes.
Por eso, una religión (aunque en el nombre incluya la palabra del amor), no puede dejar de ser dura y
sin amor hacia quienes no pertenecen a ella. Es de amor por todos aquellos a quienes abraza y está
pronta a la crueldad hacia quienes no son sus miembros.
Lo que se propone Freud en este apartado es averiguar si en las masas sin conductor, este puede ser
sustituido por una idea, algo abstracto, respecto de lo cual las masas religiosas, con su jefatura invisible,
constituirían la transición. Si ese sustituto podría ser proporcionado por una tendencia compartida, in
deseo del que una multitud pudiera participar. Ese abstracto, podría encarnarse en la persona de un
conductor secundario, y cabe preguntarse si el conductor es realmente indispensable para la esencia de
la masa, y cosas por el estilo.
Se considera el modo en que los seres humanos en general, se comportan afectivamente entre sí.
Casi toda relación afectiva íntima y prolongada entre dos personas, contiene un sedimento de
sentimientos de desautorización y de hostilidad que sólo en virtud de la represión no es percibido; esto
mismo acontece cuando los hombres se reúnen en unidades mayores.
Cuando la hostilidad apunta a personas a quienes se ama, llamamos a esto sentimiento de ambivalencia
y lo explicamos de una manera racionalista (por las múltiples ocasiones que unos vínculos tan íntimos
proporcionan justamente a los conflictos de intereses).
Si en la masa aparecen restricciones del amor propio narcisista que no tienen efecto fuera de ella, he ahí
un indicio concluyente de que la esencia de la formación de masa consiste en ligazones libidinosas
recíprocas de nuevo tipo entre sus miembros.
En la masa nos encontramos con pulsiones de amor que están desviadas de sus metas originarias, ya
dentro del marco de la ordinaria investidura sexual de objeto.
Los grandes y rápidos avances tecnológicos en estos últimos años, han generado nuevas formas de
comunicación que priorizan la inmediatez y a la vez buscan el contacto mediado con el otro, mientras
multiplican notablemente la cantidad de relaciones sociales posibles.
En El malestar en la cultura, Freud ubica los vínculos con los otros seres humanos como una de las
fuentes de sufrimiento (junto con la fragilidad del cuerpo y la superioridad de la naturaleza). El ser
humano crea la cultura para intentar protegerse del sufrimiento, y es esta cultura misma la mayor
generadora de sufrimiento para el sujeto. Por lo tanto, concluye que el malestar es inherente a la
cultura.
Las nuevas formas de comunicación son una herramienta de la cultura y entran en esta lógica. Estas
nuevas formas de relacionarse conllevan la ilusión de que es posible estar con todos en todo momento y
desde cualquier lugar. Parecen borrar los límites, incluso aquellos marcados por el espacio y por el
tiempo (ilusión de contacto y comunicación absoluta).
A pesar de esto, ese malestar es estructural, inherente a la vida en sociedad. La ilusión de la inexistencia
del límite atenta contra el lazo social, ya que éste aparece precisamente a partir de la prohibición, es
decir, de que se establece para el sujeto que la satisfacción toda no es posible.
Freud en Tótem y tabú, en 1913, plantea que lo social se funda en dos prohibiciones (preceptos-tabú): la
prohibición del parricidio y del incesto. Estas dos leyes apuntan a acotar la libre satisfacción de cada uno
de sus miembros y sostienen la diferencia generacional, haciendo posible el lazo social.
En la base de la obediencia a la leu está la renuncia pulsional. La existencia del semejante no es sin
costo, lo que regula y le da lugar al otro, es la presencia y el cumplimiento de la ley (ley del Otro).
Por lo tanto, la ley es simbólica y opera moderando las relaciones. Los nuevos modos de comunicación
se presentan como pura ganancia, pero pronto aparecen consecuencias no buscadas. Tomado por la
ilusión del encuentro total, el sujeto no llega a advertir que la pérdida se produce en esa relación más
íntima con los otros significativos.
Es gracias al aporte freudiano, que encontramos otra de las fuentes de sufrimiento: la fragilidad y los
límites del cuerpo.
Por su parte, la pantalla mediadora, ofrece dejar el cuerpo afuera, cuerpo ausente, aparentemente
preservado. En la vida virtual, cada uno puede elegir los ropajes que quiere tener, qué mostrar y qué
ocultar.
La pantalla se ofrece como un amortiguador, una realidad intermedia donde pareciera posible decir y
mostrar.
Así, la prótesis de la que nos hablara Freud, es cada vez más amplia, profunda y abarca más funciones.
Con ayuda de todas sus herramientas, el hombre perfecciona sus órganos o remueve los límites de su
operación.
La planificación parece una función ausente, ya que los nativos digitales arman sus programas minuto a
minuto. Van cambiando de idea, modificando y comunicando los cambios instantáneamente a sus
partenaires.
El juicio crítico también se ve comprometido. En las redes sociales a menudo parece anulado, nadie se
anima a disentir porque el desacuerdo puede despertar automáticamente el enfrentamiento o el
aislamiento. No hay posibilidades de un desacuerdo modulado, diferenciado.
El cuerpo queda afuera al dar cuenta del paso del tiempo y de la existencia de las distancias. Justamente
porque se pone en evidencia los límites que se pretende borrar, se contrapone a la ubicuidad
característica de las nuevas tecnologías de la comunicación.
Las nuevas tecnologías de la comunicación se presentan como un modo de respuesta a malestares que
son estructurales. Ofrecen la ilusión de que las relaciones con el otro, será sin fallada, ilimitada y plena.
Se sostienen sobre la fantasía de que siempre hay alguien que podrá responder desde el otro lado.
Se deja al otro semejante en posición de objeto manipulándolo al antojo. El cuerpo queda afuera de la
relación (molesta en tanto da cuenta de la existencia espacio-tiempo). Se prefiere el instante, las
distancias físicas inexistentes, las presencia del otro permanente e incondicionada.
Todo esto, ilusoriamente sin costo. Las dificultades, sin embargo, reaparecen tomando nuevos rostros.
Freud muestra la importancia de considerar a cada sujeto en relación con su lugar genealógico y destaca
las huellas de su pasado a través del Superyó.
La filiación, por otro lado, es estructural y conlleva el principio de paternidad que da consistencia y
plantea la noción del origen. Da cuenta del sujeto en relación con una instancia lógica. La filiación dice
que la humanidad desciende, no asciende.
El Superyó del niño no se edifica en verdad según el modelo de sus progenitores, sino según el Superyó
de ellos.
La ley genealógica ubica al sujeto, le asigna un lugar. El discurso del Otro le posibilita tener acceso a los
montajes normativos de una sociedad, inscribirse en el lazo social que está sostenido por el deseo.
Aquellos que portan la autoridad son los que miran a sus hijos a través del cristal de su narcisismo. Para
que haya Yo, tiene que hacer otro que nombre al niño. Al mismo tiempo, es un lugar que atrapa y
somete a los mandatos.
El sujeto se encuentra con los adultos que portan la autoridad y desde ese lugar, es necesario que
intervengan y posibiliten a cada sujeto.
La ley implica algo que se formula como prohibido, requiere una renuncia y a la vez genera la tentación
de acceder a eso (el malestar).
Es necesario considerar que cada costumbre forma parte de un sistema y dan cuenta de la misma
(Lacan) y no se puede trabajar con los sujetos sin considerar la época.
El discurso de las sociedades sueles estar en relación con los valores del mercado, va instituyendo
nuevas modalidades de subjetivación y otras formas de lazo social, así como otras formas de rupturas
del sujeto,
Actualmente los lazos son inconsistentes al sujeto, aquello que se espera, lo familiar, se vuelve extraño.
La economía del mercado toma a los niños y adolescentes como potencialmente consumidos de bienes
y se va estructurando un sistema que tiende a convertirlos en mercancías. Es el mercado el que ordena.
Se desdibujan las figuras parentales.
Estamos en una cultura donde observamos ciertas palabras que van perdiendo su sentido.
Los significantes se presentan vaciados de sentido, la manera de nombrar a las autoridades, las deja
vacías en su función. Se disfraza con un ideal de igualdad, sin diferencia generacional.
Estos significantes desprovistos dan cuenta de que las instituciones pierden su autoridad y no cumplen
su función. Los mandatos toman forma del discurso del mercado, los padres y educadores no ponen en
cuestión a este y no ayudan a los adolescentes a evaluar y tomar decisiones. El sujeto no puede elegir,
es el mercado el que elige por él (una de las caras del Superyó feroz, que exige incondicionalidad).
Los adultos no ejercen su función y para estar con sus hijos programan actividades fuera del hogar
donde rigen las leyes del mercado. En los relatos adolescentes, estas funciones aparecen desvalorizadas.
Los hijos van detrás de lo que el mercado les ofrece y estar con sus padres les aburre.
Nadie sabe distinguir muy claramente si lo que pide, lo hace por sí mismo o respondiendo a una solicitud
del poder que le pide que pida.
El Otro de la demanda es el mercado, el que nos muestra que todo se puede. Entonces, el sujeto, pide
desde lo que el Otro demanda, y es atrapado como esclavo de la subjetividad de la época-
Los lazos van a abrir caminos a la duda, al cuestionar y a cuestionarse. Surge así la transgresión y la culpa
por el acto. El sujeto tiene que tener lazos con las autoridades que le abran un espacio para el
reconocimiento de la culpa, para responsabilizarse de sus transgresiones. Los dispositivos del poder
tienden a excluir al sujeto, dejándolo como objeto.
Es necesario que las autoridades demuestren con sus movimientos el lugar de autoridad y así podrán
intervenir de manera eficaz, para protegerla, enseñarle y posibilitar la transmisión de valores de
respeto, con los cuales pueda identificarse. Hay que dar cuenta de un discurso que la ayude a ubicarse
en su lugar de sujeto.
Está sobrevalorado el poder de los medios masivos de comunicación y lo que se aprende en las redes
sociales. Los adolescentes muchas veces comienzan con cierta ingenuidad, y no saben las consecuencias
que pueden tener sus actos. No hay medida de lo que se puede hacer con eso (la exposición del sujeto).
La transgresión asistida son actos de transgresión en los que el sujeto se encuentra una autoridad que lo
ampara. El adulto se posiciona en un lugar de autoridad constituida, referencia que autoriza pero
prohíbe mediante el estatuto del saber. Cuando esto no sucede, el peligro que corre el sujeto es de ser
incorporado por ideologías discursivas que emergen en nombre de una autoridad caprichosa y donde el
sujeto se deja capturar por la desesperación de la ausencia de límites.
El sujeto se somete a un líder que lo maltrata, y va por este camino y el sometimiento antes de
acercarse a registrar su soledad y su angustia.
Es responsabilidad de los adultos y educadores entender este rompimiento del lazo y movilizarse desde
el deseo de ocupar el lugar de referente, de guía. Poner límites y ordenar es necesarios para el bienestar
del sujeto y su crecimiento.
El mercado y sus leyes están manejadas por adultos que se encuentran ejerciendo su función desde el
sometimientos a otros intereses, tales como el económico y no sujetos al bienestar del adolescente o
del niño en desarrollo.
El mercado es una producción cultural que está reflejando a la misma sociedad. Su voracidad y su
ferocidad aumentan si no hay límites, si no está acotado.
Teniendo en cuenta las tres dimensiones se podrá acceder al nivel de conflicto real del viejo y a partir de
ahí, comenzar a construir. Adquiere especial importancia el concepto de reminiscencia estableciendo
una modalidad de comunicación constituida por recuerdos y olvidos y que debe ser respetada y
estimulada.
El tema de la temporalidad del envejecimiento es central. Cuando hablamos de la finitud del tiempo y de
la propia vida, enumerando los duelos parciales que deberán ser elaborados para llegar al duelo mayor
(el del propio envejecimiento) teniendo vital importancia el tema del cuerpo cuando envejece.
Con las patologías narcisistas aparece la negación, transformando casi en desmentida. Son los otros los
que envejecen, la imposibilidad de sostener estas fantasías llega a desencadenar el colapso narcisista.
Frente a esta etapa de la vida hay un inmenso prejuicio por parte de la sociedad. Un viejo, frente a la
gente joven es como una especia de espejo del tiempo y el destino que la sociedad impone a la vejes:
desconsideración, aislamiento y depósito en lugares a la espera de la muerte, nos provocan angustia
frente a este futuro posible y nos impulsa a escaparnos de ella.
Hablar de generalidades comunes a todas las personas mayores a 60 es arbitrario e injusto. La historia
personal hace enormes diferencias personales. Y estas diferencias son las que van a dar matices
distintos a los fenómenos propios de esta etapa de la vida.
Los años anteriores tienen un fuerte peso para las tres dimensiones de la vejes. Tener en cuenta qué
redes comunicacionales ha poseído (durante su vida joven y adulta) y qué patrimonio trae a la vejez, y
evaluar qué capacidades trae para poder gestar algunas nuevas en esta etapa.
Estos cambios que sostienen la llamada crisis de la vejez abarca las tres áreas, y podemos observar cómo
se realimentan e inciden las tres. No cabe la disociación que a veces sostenemos para mirar
enfermedades en otros períodos de la vida. En el viejo sintomático, se ve la unión de estos tres planos,
como también que para recuperar la salud se necesita del orden en estos tres planos.
El síntoma físico sabe leer y decodificar qué mensaje nos está dando, qué área se está expresando a
través de esta queja.
Desde lo físico, los síntomas son los psicosensoriales y psicomotores. En lo social, la merma de vínculos e
interacciones con compañeros al producirse la jubilación. Todo esto produce un fuerte impacto en lo
psicológico creando un estado de disminución de la autoestima, gran inseguridad y extrañeza en su
identidad. Se establece un estado de desconocimiento personal. Psicológicamente es un momento en el
cuál las pérdidas ocupan la primera escena. Hay que dar de baja muchas cosas.
Además aparece el límite de la vida como más preciso, a partir de aquí, puede pensar en cifrar en un
número de años su existencia. Esto significa que también se enfrenta al duelo fundamental que tiene
que procesar que es el de su vida entera, su vida física.
Los elementos psicológicos que hay que elaborar son los de pérdidas anteriores y aún la de la vida
propia. Una vez procesado, se recupera la energía psíquica necesaria para insertarse en la vida con
nuevos proyectos.
Aparece una función psicológica que va a servir para realizar todo este proceso de aceptación y de
nueva adaptación. Una función que cuando está presente denota salud mental es la reminiscencia. La
vejez está hecha de recuerdos y olvidos significativos. Va a permitir el reciclaje del pasado, con lo cual se
refuerza la identidad y la autoestima. Va a tener una función de comunicación y también la posibilidad
de comunicar sus experiencias vividas. Habitualmente reprimimos a la reminiscencia categorizándola
como signo de arteriosclerosis cerebral. En realidad cuando un viejo es reminiscente deberíamos
pensarlo a este cómo en una etapa de procesamiento del cambio con salud mental. Cuando existen
trastornos psicopatológicos (tales como la melancolía o la depresión) nos encontramos con un bloqueo
de la reminiscencia. Entonces ésta necesita ser estimulada para ayudar a establecer la salud mental.
Si en otras edades de la vida es importante para la buena integración psicológica y mental (la función de
la audición) en la vejez es importante para prevenir la desintegración mental y psicológico.
A partir del tema de la audición, junto a éste, el aislamiento, en poco tiempo van apareciendo ciertos
rasgos en la personalidad que se hace más rígida mentalmente, cambios en el humor y aparición de
marcado egoísmo, tacañería y desconfianza. El miedo y lo paranoide comienzan a incubarse. De aquí
que cualquier estímulo es capaz de producir una descompensación (itinerario de patología que involucra
las tres dimensiones).
Las prótesis a los viejos les cuestan mucho aceptarlas, la rechazan porque les ponen de manifiesto su
vejez, el duelo por su juventud. El audífono es el síntoma más manifiesto que les dice que ya no es el de
antes y siente frente a él rechazo y vergüenza, porque esto hace visible todas las otras minusvalías. La
persona que maneja la técnica debe ayudar a que este paciente acepte la prótesis. Esto es un indicio
que indica que se lo está ayudando a aceptar su vejez y también a sentirse aceptado en la misma.
Tenemos que comprender que detrás de esta dificultad auditiva hay un proceso que se está
desarrollando en el plano psicológico y no en el plano biológico solamente. Hacer posible la
incorporación de la prótesis como un elemento propio de vida es un acto profesional fundamental, de
prevención en el campo de la salud mental.
Finalizar la vida con una buena cabeza es prioritario para llenar de sentido toda la vida que aún se tiene
por delante, no sólo hay que agregar años de vida, sino vida a los años.
SOCIOLOGIA DE LA ANCIANIDAD (CASALS)
CAPITULO I: LA ANCIANIDAD EN LA HISTORIA
Las formas sociales de producción determinan en todas las culturas la suerte del anciano. En el fondo la
vejez es respetada, pero no amada ni deseada. El viejo es un ser que ya no es de este mundo, por tanto,
debe renunciar a las satisfacciones y placeres de la vida. El anciano siempre ha sido despreciado o
cuando menos, soportado oficialmente y criticado en la realidad.
Los pueblos que no han pasado a la historia debido a que estaban muy lejos y a la inexistencia de textos
escritos, representarían la fase más primitiva del desarrollo de la Humanidad. La vida era difícil,
literalmente al borde del mínimo vital en muchos de los casos, unas condiciones de vida que a primera
vista no favorecían la supervivencia de los ancianos.
La penuria de alimentos, el bajo nivel de la cultura y el odio a los padres engendrados por la severidad
patriarcal eran todos factores que conspiraban contra los viejos.
Existen ejemplos también de culturas pobres donde los ancianos eran aceptados y respetados. El
secreto de la diferencia en todos estos casos estaba en el delicado que tenían los padres para con los
hijos, a los que daban lo mejor que tenían. Estos correspondían a este aprecio no abandonando jamás a
sus padres. Aunque pobres, es posible físicamente alimentar a jóvenes y viejos. En caso contrario, los
motivos de supervivencia se imponen.
Cuando aparecieron la religión y la magia, el anciano asumió funciones de este tipo y pudo llegar a tener
un gran poder que ya no dependió ni de la riqueza ni de la fuerza. Aquel que por su edad se acercaba al
más allá era el mejor conocedor de este mundo. Por ello controlaban la educación y la religión. Cuando
perdían sus facultades eran un casi muerto aunque atendidos y tratados correctamente.
Un ejemplo es la sociedad china, estática y jerarquizada. Según Confucio el varón de más edad era quien
mandaba en la familia. La organización social de trabajo exigía experiencia, y esta aumentaba con la
edad. El poder del padre era casi absoluto. La edad era signo de prestigio, y la vejez era una coquetería.
Entre las mujeres también era la mejor etapa. La vejez era la vida bajo su forma suprema.
El pueblo judío indica que el respeto no era tanto. Teóricamente la longevidad era el máximo premio a
la virtud del individuo, pero existía un cierto recelo contra los viejos que abusaban de su poderío,
riquezas y respeto que se les profesaba. Se humillaba a la vejez con respecto a la juventud.
También entre los griegos encontramos esta disociación entre la ideología oficial y la realidad. Los
ancianos formaban las comisiones notables con un papel más honorífico que real. Como hecho
individual, la vejez era aborrecida. Envejecer era perder el acceso a los placeres de la vida, y podía ser
una bella edad, siempre que no hubiese invalidez.
En Roma en la medida en que las instituciones se establecieron de un modo definitivo, el pater familias
consolidó su poder (siendo la propiedad privada fundamental) y los viejos eran los primeros. Ello no
impedía que en la literatura y la cultura popular la vejez no fuera burlada y despreciada, incluso la vejez
de los ricos, lo que era muestra del rencor de la joven generación por los viejos autoritarios y avaros. Las
mujeres viejas contaban poca sublimación de los placeres humanos en la vejez, en aras de lo noble y lo
espiritual se convierte en una constante cultural y dura incluso hasta nuestros días.
La edad media representa un retroceso en la ancianidad. Los invasores despreciaban a los ancianos.
Estos eran minusválidos y los castigos por dar muerte a un viejo era tres veces menor que los
equivalentes por dar muerte a un hombre en la plenitud. Las difíciles condiciones de vida no permitían a
muchos llegar a viejos.
El papel del cristianismo fue ambivalente. Creó hospicios donde se practicaban la caridad cristiana, pero
el objetivo era la caridad en sí misma, no el anciano como tal. Por el otro, mientras la iglesia mantenía el
cuarto mandamiento no existía ningún culto por la familia, sino se aconsejaba su abandono y el ingreso
en un convento. Los viejos estaban excluidos de la vida pública.
En la época feudal, se exaltan los valores de la juventud y dejar marginados a los que ya no pueden ser
héroes ni defender a nadie.
En el campo, el padre no conservaba su autoridad al envejecer, era suplantado por el hijo mayor quien
incluso desplazaba al padre de su habitación. Los viejos que no tenían familia eran socorridos por el
señor feudal y quedaban reducidos a la mendicidad.
El hijo destronó al padre y ocupó su lugar. Aquel quedó relegado a una figura mítica de larga barba,
sentado en lo alto, pero el que dominaba era el hijo. Los seres humanos antropomorfizan sus
divinidades y les aplican su mismo sistema de valores.
El avance de la burguesía y su incipiente capitalismo influye en la situación de los viejos mientras sean
ricos, ya que por la acumulación de riquezas podían llegar a ser realmente poderosos.
La vejez era el momento de asegurar la propia salvación. Una vida juiciosa llevaba a una hermosa vejez.
Se empezó a elegir papas ancianos. La edad ayudaba a imprimir esa imagen de sacralidad.
La visión materialista y burlesca criticaba a los viejos que se enriquecían y que acaparaban poder, dinero
y mujeres.
En los siglos XVIII y XIX aumentó la población mundial y esto afectó preferentemente a las clases
adineradas que vivían diez años más que las personas de clases inferiores. Estos grupos les impedían
procurarse lo que necesitaban para su subsistencia. Se nos configuran dos categorías de ancianos según
su clase social.
Entre la burguesía se creó una ideología que mejoraba el concepto de vejez. Los ancianos participaban
de la vida pública, la estructura familiar y el abuelo en su cúspide era muy importante. Se trataba de
unirse todos contra los otros grupos sociales. La experiencia era acumulación de conocimientos y
vivencias, por eso la vejez era un valor. No obstante, la vejez aparece como honrada pero no amada. Las
virtudes exigibles a un anciano eran el rigor moral, la austeridad, sofocación de las pasiones y
distanciamiento del mundo. Los viejos se volvían filántropos, lo cual era una manera de asegurarse la
felicidad personal.
Los ancianos de clase obrera por el avance del modo de producción capitalista y el aumento de su
mendicidad, debido a la presión social de los trabajadores, obligaron a la burguesía a responder con el
concepto de Estado-benefactor que debía hacerse cargo de su situación.
En el campo (entre los campesinos acomodados) la familia patriarcal continuaba y el padre conservaba
un gran poder que podía llegar a ser tiránico. Para los demás, la situación era de mera subsistencia, era
frecuente deshacerse de los ancianos cuando ya no podían colaborar en los trabajos.
No existe un momento concreto por su edad en que una persona pase al grupo de los ancianos. Hay un
ritmo de entrada. Viejo es el que es reconocido como tal por el grupo social en el que vive. Existe un
hecho que en las culturas más pobres es determinante: viejo es el improductivo y por ello la comunidad
debe sacrificarlo, para no poner en peligro su continuidad como grupo.
La idea de viejo es temido es aplicable a un reducido número de ancianos que tienen recursos
económicos. Los otros, son prácticamente desconocidos y sólo hasta época muy reciente no se ha
hablado de viejo pobre.
Los ancianos pobres se sitúan en lo más bajo de la escala social. Los de las clases superiores son los que
ocupan la cima. La oposición es tan evidente que se podría hablar de dos especies humanas.
Los valores culturales exaltan la figura del varón sobre la mujer. La ancianidad tiende a referirse más a
viejos que a viejas. El valor máximo de la sociedad es la productividad, se mide y se exalta al individuo
por lo que capaz de producir, mientras que desprecia a las personas en cuanto aparentemente su
productividad empieza a disminuir, y ello ocurre cada vez a más temprana edad. Ello culmina con la
expulsión del sistema productivo de las personas llegadas a una determinada edad, que también cada
vez tiende a adelantarse. En una sociedad que da tanto valor a la belleza física, al vigor de la juventud, al
trabajo bien remunerado y al dinero, los viejos son rechazados.
El sistema social queda amenazado por sus propios principios. Los ancianos tienen las de perder frente a
los empresarios contratantes.
Pareciera que los viejos son un estorbo real y que su desaparición resolvería los problemas que causan.
La situación familiar del anciano juega un papel importante en el grado de abandono, al igual que la
presión social.
Los problemas de la vejez y políticas sociales refieren casi siempre a viejos-pobres. El viejo del que
inconscientemente hablamos pertenece a los estratos bajos y medio de la sociedad. La diferencia de
clases es evidente. El viejo rico no tiene más problemas que los que derivan de su estado de salud, y
tiene muchos más medios para cuidarla. La tercera edad resume todas las desigualdades sociales. La
vejez depende de lo que ha sido la vida activa, y en el fondo de todo está la lucha de clases, y la
explotación de la mayoría por la minoría. Es una explotación en dinero, años y calidad de vida.
El sistema de valores impuesto por la ideología dominante, con respecto a la productividad del
individuo, ponen en contradicción al sistema. El valor del ser humano puede medirse en dinero.
De un modo elegante y digno, a la población anciana se le recuerda año tras año que está próxima a
morir. La vejez es el símbolo de calma, sosiego, serenidad, paz, reflexión y consejo. La vejez es una
reliquia después de la vida. Las pasiones se enfrían (deben hacerlo porque el destino está cumplido y no
hay lugar para preocupaciones mundanas) y se trata de construir con palabras un pedestal en la que se
coloca a las personas ancianas como grupo social.
Se detectan hacia el final de los años cincuenta y principios de los sesenta algunos indicios del cambio en
el tratamiento de los problemas de la vejez. Se habla del choque generacional y de cómo a pesa de los
errores merece el respeto de los jóvenes. Se plantea el tema del viejo improductivo y se soluciona el
problema con el recurso del refugio en el pasado. Se presenta como un objetivo el mejorar la imagen
social de la población anciana. Se empiezan a hacer formulaciones del tipo de que se es viejo cuando se
comienza a obrar y actuar como tal.
El sistema social inculca a la población que vale lo que produce, paralelamente no deja producir a los
ancianos y a gran número de mujeres y de jóvenes. No deben extrañar los movimientos de desencanto
social, ese rechazo legitima subjetivamente, aparte de valor objetivo, a quien no puede integrarse en el
sistema.
La percepción de la propia vejez se ve objetivamente en los otros. A los setenta años cuando uno
empieza a tomar precauciones para “cuando me vaya haciendo mayor”, pero en cualquier caso, existe
un momento más o menos tardío en el que normalmente se toma conciencia del propio envejecimiento.
Esta sensación se produce en momentos críticos (muerte del padre, de un hermano o el nacimiento de
nietos). De un modo falso e incompleto, el ser humano se percibe a sí mismo como viejo, en un
momento dado.
Influye en la vejez la percepción que cada uno tenga de su edad ligada a una visión optimista o pesimista
de la vida, el paso de los años en función de la fisiología, la energía vital y la esperanza de vida habitual
en la familia.
La percepción de sí mismo como anciano obliga a tomar partido. Para algunos predomina la nostalgia,
en otros, no existe una aceptación de la propia vejez. Se identifica envejecer con una cosa mala y con el
concepto de agriarse y encorvarse. Esta percepción existe: es un problema de voluntad y sobre todo de
condicionamientos sociales la actitud que se adopte.
El anciano se sitúa en un punto en que tiene gran parte de su vida tras de sí y puede hacer un balance. A
partir de este hecho es posible sentir fracaso o sentirse satisfecho. En cualquier caso es muy posible
haber llegado a la edad cero.
El tiempo se convierte en tiempo pasado. Ese es el único refugio (la sociedad no le permite otra salida), y
supone una introspección sobre sí mismo, egoísmo progresivo y desinterés creciente por la realidad. La
memoria exige olvido y selecciona aquellos momentos que lo hacen retroceder más en el tiempo.
Son muy pocos a los que de modo efectivo y real le es posible descubrir y desarrollar una nueva
vocación. En la mayoría de ellos hay que recurrir a actitudes de defensa de importancia menor.
Una buena parte de los ancianos, por autodefensa se refugian en su medio ambiente habitual. Las
costumbres se convierten en tiranías.
Existen rasgos característicos de la actitud cotidiana de la vejez. El que ha perdido el poder, que dejado
de ser importante, se despreocupa de lo importante y del miedo a perder su riqueza.
Una salida habitual frente a la sociedad es abandonarse en el infantilismo, lo cual es tolerado por la
sociedad. Se le permite ser indolente, perezoso y olvidadizo. Es aliado de los nietos y se le reprime
cuando se dedica a dilapidar su fortuna; cuando pone en peligro los pilares que garantizan los intereses
sociales y económicos de la sociedad. Puede entonces ser considerado enfermo mental y ser ingresado
en una residencia u objeto de una gran atención médica.
La demostración de la espiritualidad del alma humana y de la existencia de dios son los temas
principales. La necesidad se hace más acuciante cunado el final de la vida está próximo.
La revolución científico-médica han conseguido evitar que los niños mueran en la primera infancia, lo
que no han conseguido, es alargar la esperanza de vida de las personas de setenta años. Las
consecuencias socioeconómicas de un resultado tal, podrían ser grave para la estabilidad del sistema y
parece ser que cada vez se adelanta más la edad de jubilación.
Si consideramos que es enfermedad aquello que la sociedad considera como tal, podríamos decir que la
vejez lo es. La sensación de ser considerado acabado es realmente una enfermedad. El anciano, a falta
de otra cosa que hacer, se preocupa excesivamente por su salud y sus males, lo cual incrementa con la
edad. Esta preocupación puede llegar a ser ella misma una enfermedad y a impedir llevar una vida
tranquila al anciano.
A los setenta y cinco años cada anciano tiene un promedio de tres enfermedades crónicas importantes,
y muchas veces enfermedades mentales. A parte, el anciano con una enfermedad que requiere cuidados
permanentes, es un problema social grave.
La conciencia de la propia muerte, se percibe con toda su realidad en la edad adulta. Curiosamente al
acercarse la vejez, se nubla ligeramente esa realidad. El anciano no es consciente de su muerte, el
horizonte de la vida se coloca cada vez más lejos y casi nunca se percibe como una cosa inmediata. La
muerte de los coetáneos refuerza su alegría salvaje de sentirse vivo, de haberles sobrevivido.
La vida sexual de las mujeres ya no es tabú, sino casi ignorado aunque objeto de lenta recuperación. La
de los varones se centra en referencias a personas famosas, de los que se acepta como un fenómeno
especial. A veces son los hijos los que impiden las relaciones de su padre o madre viudos con presiones
de todo tipo. Todo ello no es más que un reflejo de la actitud inconsciente de la sociedad, que reprime
las manifestaciones vitales de las personas ancianas.
Es decir, la medicina geriátrica tiene unos criterios clínicos de valoración y tratamientos distintos. Los
criterios clínicos se basan en las necesidades de los pacientes cono persona y no exclusivamente en la
enfermedad.
La gerontología, por otro lado, estudia la vejez y el envejecimiento. Se ocupa estrictamente de aspectos
de promoción de la salud y tiene un doble objetivo:
Aborda todas las dimensiones de la vejez, aspectos biológicos, sociales, culturales y psicológicos; y se
especializa en la atención de las enfermedades prevalentes en la vejez.
Por último, la psicogerontología (surgida a finales del siglo XX) es el estudio del envejecimiento normal y
de los cambios psicológicos y sociales que implica. Aborda la problemática emocional normal y
patológica del adulto mayor, comprende la tarea preventiva, asistencia y de rehabilitación, desde una
concepción compartida acerca del sujeto que envejece.
El abordaje completo de esta etapa de la vida se hace necesario por diversos factores que explican el
desarrollo de todo tipo de preocupaciones alrededor de la vejez. La incrementada importancia que ha
tomado el envejecimiento de la población, las condiciones de vida actuales de las personas mayores, su
autonomía y los diferentes problemas vinculados al estado de soledad.
El maltrato de los ancianos consiste en realizar o dejar de tomar determinadas medidas necesarias en el
contexto de cualquier relación y que provocan daño a una persona mayor. Se clasifican en las siguientes
categorías de maltrato:
PSICOGERIATRIA (SALVAREZZA)
1) Las dos teorías
Teoría del desapego (Cummings y Henry E.) → A medida que el sujeto envejece se produce una
reducción de su interés vital por las actividades y objetos que lo rodean, lo cual va generando un
apartamiento de toda clase de interacción social. Gradualmente la vida de las personas viejas se separa
de la de los demás, se van sintiendo menos comprometidos emocionalmente, con problemas ajenos y
están cada vez más absortas en los suyos y en sus circunstancias. Éste proceso pertenece al desarrollo
normal del individuo además de ser deseado y buscado por él, apoyado en el lógico declinar de sus
capacidades sensoriomotrices. Éste distanciamiento afectivo lo pone a cubierto de confrontaciones con
objetos y situaciones que le plantean problemas de difícil solución y cuando no puede hallarla le
engendran cuadros de angustia.
• Crítica práctica: creyendo en esta forma uno se inclina a adoptar una política de desarrollar la
actitud nihilista de que la vejez no tiene valor.
• Crítica teórica: no es un sistema axiomático en el sentido científico.
• Crítica empírica: tal vez la más seria, es que la evidencia usada para soportar la teoría es inadecuada,
o no es cierta.
Un estudio posterior, comprueba que en un entorno positivo el viejo prefiere la actividad y los contactos
sociales informales más que el desapego. Sugiere que algunas conductas de los viejos tales como el
desapego son el resultado de conductas adversas del entorno más que elementos constitutivos propios
de la edad.
Teoría de la actividad→ Sostuvo que los viejos deben permanecer activos tanto tiempo como le sea
posible y que cuando ciertas actividades ya no sean posibles deben buscarse sustitutos para ellas. La
personalidad previa del viejo debe servir como llave para comprender las reacciones a los cambios
biológicos y sociales que producen con la edad.
Cuando se invoca la disminución de las capacidades sensoriomotrices como el argumento de apoyo que
sostiene la teoría del desapego se está cometiendo el error tan grande de juzgar la posibilidad de
satisfacción que pueden obtener los viejos en sus actividades con la óptica comparativa de las personas
más jóvenes. La insatisfacción y la angustia sobrevendrán en aquellas personas que permanezcan
preocupadas en una situación competitiva con el recuerdo de ellos mismos cuando eran jóvenes. El
secreto del buen envejecer estará dado por la capacidad que tenga el sujeto de aceptar y acompañar
estas inevitables declinaciones sin insistir en permanecer joven y esto no quiere decir que se renuncie,
sino que hay que mantener una lucha activa para tratar de obtener el máximo de satisfacción con el
máximo de las fuerzas que en cada momento se disponga.
El autor propone que la teoría de la actividad es la correcta y la que hay que tratar de utilizar, pero no
tiene duda de que la del desapego está mucho más arraigada y extendida en nuestra sociedad.
Otro término: gerontofobia: refiere a una conducta más rara de temor u odio tradicional irracional hacia
los viejos, de manera que es menos abarcativa y debe ser incluida dentro del viejismo y no utilizada
como sinónimo.
-Se intenta explicar el origen del prejuicio hacia los viejos diciendo que, en cierto momento durante los
años de formación educativa, los niños observan que la vejez va a asociada con declinación mental y
física. La persona en desarrollo ve estos cambios indeseables que acompaña a la vejez, e
inconscientemente rechaza tanto el proceso de envejecimiento como a la persona que es portadora de
él.
Algunas razones de las actitudes negativas de los psiquiatras para tratar a personas viejas:
El enfrentamiento con la enfermedad siempre genera ansiedad, y que la posibilidad de realizar un buen
trabajo profesional dependerá de la instrumentación de nuestras conductas defensivas frente a ella. Un
viejo frente a nosotros es como una especie de espejo del tiempo y como todos sabemos el destino que
la sociedad impone a la vejez -desconsideración, rechazo, aislamiento, etc.- nos provoca angustia frente
a este futuro posible y nos impulsa escaparnos de ella por lo que elegimos no atenderlos.
Otra fuente de dificultad es que los viejos son los que se le presentan como objetos más desconocidos al
profesional. El profesional en su momento ya ha sido niño, adolescente, y ahora adulto, y esto le
permite acceder al entendimiento de la problemática de sus pacientes a través de una vivencia subjetiva
directa, con experiencia. Pero la mayoría no ha llegado a viejos y en su acercamiento a estos faltara la
vivencia personal, creándose una brecha que muchas veces resulta difícil salvar.
La vejez no es algo abstracto que está allá, en el futuro, fuera de nosotros, sino que es presente, y la
llevamos adentro activamente, por lo tanto, es artificial la diferencia entre pacientes viejos y terapeutas
jóvenes puesto que todos formamos un conjunto de seres humanos en un proceso activo de desarrollo
que integra simultáneamente diversos momentos y con las contradicciones propias de esta diversidad.
Otros estereotipos comunes que se escuchan: “muchos viejos están hospitalizados”, “viven en
residencias geriátricas o en establecimientos especializados”, “salud y capacidades de los viejos
muestran una gran declinación cuando pasan los años”. El resultado de estos prejuicios es que se
establece una fuerte sinonimia: viejo = enfermo que entraña un enorme riesgo, Es de tal intensidad que
termina por internalizarse aún en los destinatarios del prejuicio, es decir, en los propios viejos.
La relación entre edad cronológica y enfermedad es bien conocida y está bien documentada en las
tablas de expectativa de vida al nacer y en los estudios epidemiológicos sobre la distribución de las
enfermedades por edades. Cronológicamente la edad es el factor que se toma como indicador último de
la predicción de los índices de mortalidad; la edad es también asociada con morbilidad y se toma su
incidencia en la prevalencia de enfermedad o discapacitación.
La organización Mundial de la Salud (OMS, 1946) señala que la salud debe definirse como “un estado de
completa satisfacción física, mental y social y no solamente por la ausencia de enfermedad”. Esta es, por
supuesto, una definición ideal y pasible de distintas interpretaciones, pero la inclusión en ella de las tres
áreas de la conducta donde la salud se expresa (física, mental y social) nos provee puntos de partida
importantes para pensar que es lo que “no funciona”.
La salud de los viejos es mejor medirla en términos de función, el grado de ajuste más que la falta de la
patología debe ser usado como la medida del monto de servicios que el viejo requiere de la comunidad.
De este modo las cosas que una persona vieja puede o cree que puede, son usualmente indicadoras del
grado de su salud tanto como de los servicios que necesita.
El diagnostico funcional es uno de los más importantes elementos que deben ser introducidos en la
geriatría. En este sentido la distinción debe hacerse entre el impedimento y la discapacitación producida
por una condición patológica.”
El primero (impedimento) es una anormalidad psicológica o fisiológica que no interfiere con la actividad
vital normal del individuo, en tanto que la segunda (discapacidad) es una condición que resulta una total
o parcial limitación de esas actividades. La medida de la salud debe incluir el como el individuo se siente
frente a su impedimento, y como ese impedimento interfiere en su rutina vital.
En la autoevaluación de su salud que hacen los viejos y sus congruencias e incongruencias con la
apreciación médica, no hay que dejar de mencionar dos aspectos extremos y opuestos de suma
importancia:
Cualquiera sea nuestra posición no se puede negar el hecho objetivo que con la edad, impedimentos y
enfermedades crecen constantemente y que después de los 65 años solamente una minoría de los
sujetos están libres de un diagnóstico de una afección crónica.
El criterio funcional permite interpretar estas estadísticas de manera distinta de como lo haría el criterio
medico puro, y muestra que la vejez no es una enfermedad en si misma si no que esta si puede influir en
la enfermedad. Es decir, el ser viejo ayuda a la enfermedad, pero el ser viejo no es una enfermedad.
Deberíamos situar actualmente este periodo entre los 45 y 65 años. Es la época en la que la mayoría de
la gente ha encontrado el modo de subsistencia propio y el de su familia y el momento en el cual han
terminado la crianza y cuidado de sus hijos, actividad que suele suplantarse con el cuidado por los
propios padres.
Para gran parte de la gente la mediana edad es la época de la autorrealización y la gratificación, pero al
mismo tiempo para toda la gente sin excepción, esta etapa también marca el paso inexorable hacia la
vejez y en consecuencia gran parte de lo que denominamos “buen o mal envejecer” está contenido en
este pasaje.
• La progresiva toma de conciencia del paso del tiempo con el consiguiente envejecimiento personal.
• Los cambios en los patrones vitales muestran que los hijos crecen, los padres envejecen y mueren y
que eso coloca al individuo ante la sensación ineludible de “ser el próximo en la fila”.
Partiendo de la similitud entre este planteo y el pensamiento popular de qué en la vejez hay un
aumento del narcisismo, se sostiene que este narcisismo pasa a ser la consecuencia y no la causa del
incremento de la interioridad.
Este repliegue sobre sí mismo podría tener las características de reminiscencia en cuyo caso se
conseguirá la integridad del sujeto o adquirirá una forma de nostalgia y el no poder establecer la
integridad se transformará en desesperación.
Cambio de la percepción del tiempo: la gente comienza a pensar en el tiempo, en su tiempo desde una
perspectiva distinta, comienza a medirlo más en función de lo que le falta por vivir que de lo que ha
pasado desde su nacimiento. Además, aparece la conciencia de que el tiempo es finito.
Personalización de la muerte: la muerte de pares y amigos hace que esta se convierta en una
posibilidad real y deja de ser una ocurrencia como parecía en la juventud. El hecho de que en el
escenario psíquico entre la realidad y la inestabilidad de la propia muerte personal es el rasgo central y
básico de la fase de la mitad de la vida, el rasgo que precipita la naturaleza crítica de este periodo. La
muerte (en el nivel consciente), en lugar de ser una concepción general o un acontecimiento
experimentado en términos de la pérdida de algún ser, se convierte en un propio problema personal, la
propia muerte.
En condiciones normales al instalarse la vejez, los dos últimos tienden a perder importancia y
desaparecen como factor preocupante, en tanto que el primero persiste y aún puede llegar a
incrementarse considerablemente.
El ser que envejece debe hacer un esfuerzo extra ya que debe adaptarse no solo al medio, sino también
a su propia vejez. La imposibilidad de aceptar las nuevas condiciones que impone el envejecimiento
puede llevar a que aparezca una “reacción global al rechazo”. Este rechazo puede llevar a la adopción de
rasgos, maneras y conductas inapropiadas, en un intento de “detener el reloj”. La frustración libidinal
puede llevar al sujeto que envejece a sentirse inferior a los jóvenes, puede fomentar sentimientos de
envidia, lo que se traducirá en un rechazo global de todo lo relacionado con la juventud, y el sujeto se
mostrará impaciente, agresivo, autoritario, y crítico hacia las generaciones menores.
El temor a los cambios, especialmente en lo corporal, relacionado con funcionamiento sexual, puede
producir dos tipos de reacciones opuestas:
Factores psicológicos
Muchas teorías han intentado explicar el envejecimiento psicológico y la reacción de los individuos al
envejecimiento.
En la edad que nos ocupa, el conflicto principal según Erickson, se plantea entre generatividad y
estancamiento. La primera debemos entenderla como la preocupación por afirmar y guiar a la
generación siguiente. Cuando este enriquecimiento falla hay una regresión a una necesidad obsesiva de
pseudointimidad acompañada por un sentimiento de estancamiento, aburrimiento y empobrecimiento
personal
La resolución satisfactoria o no del conflicto planteado en este estadio dará lugar al último que se
planteará entre la integridad y la desesperación. El fracaso de la primera lleva el sentimiento de
desesperación, que expresa el sentimiento de que el tiempo es demasiado corto para iniciar el intento
de otro tipo de vida que lleve a la integridad.
Salvarezza dice que para él, esto de generalizar es abarcativo y da respuestas globales que no terminan
de explicar el destino personal y subjetivo de nuestro propio envejecimiento.
Si cada uno envejece de acuerdo a como ha vivido, habrá que buscar otro elemento teórico que nos
permita entender cómo hemos vivido y qué determina los cambios de dirección en nuestro ciclo vital. El
psicoanálisis ha privilegiado el encuadre histórico individual: en este la historia es una explicación del
presente por el pasado. Para entender la operativa de este concepto hay que recurrir a la formulación
de las series complementarias. En ellas hay tres series de causas que no actúan independientemente,
sino que lo que actúa es el resultante de su interacción.
Este esquema permite entender el desarrollo psicológico de los seres humanos y nos permitirá
comprender las particularidades de cada proceso de envejecimiento por la estructura de la personalidad
(constitucional + disposición) y por la acción de los factores actuales que inciden sobre ella.
Factores biológicos
El aspecto general refleja el envejecimiento: la silueta se pone pesada por la gordura que predomina en
ciertas regiones, la piel pierde su hidratación y se arruga, las venas sobresalen, salen canas y se cae el
cabello. También alteraciones auto perceptibles de las funciones oculares y auditivas, el incremento de
la factibilidad muscular y un cambio en la velocidad de respuesta a ciertos estímulos. Estas
modificaciones muchas veces pueden corroborarse mediante el estudio de las alteraciones producidas
en las moléculas células, tejidos y órganos.
Todas estas modificaciones deben ser consideradas fisiológicas en tanto no derivan de problemas
patológicos definidos. Tendrán repercusiones personales y serán vividas de manera totalmente distinta
por los individuos que las padecen y que dependerá de la personalidad previa a cada uno y el rol
socioeconómico que desempeñe.
La pérdida de la belleza no tendrá el mismo efecto en una personalidad narcisista que en una depresiva.
La declinación de la fuerza muscular no tendrá el mismo efecto en un deportista que en un trabajador
de banco y la disminución de la audición puede tener efectos en un psicoanalista, pero no tanto en un
dibujante.
Factores sociales
El hombre es un ser social, y Freud decía que la psicología es ante todo psicología social; por lo tanto,
toda consideración sobre la psicología del envejecimiento debe hacerse dentro del encuadre social
donde se desarrolla y con la interacción entre ambos.
1- en nuestra sociedad los viejos son discriminados por su edad. Esto se denomina “viejismo” y
corresponde definirlo como el prejuicio y la discriminación consecuente que se lleva a cabo
contra los viejos.
El “VIEJISMO” fue descripto y estudiado a principio de 1970. Por esa razón y porque forma parte de
nuestra manera de ser, muchas de las manifestaciones son inconscientes o no son registradas como
tales por sus portadores.
En los viejos su perjuicio está mucho más defendido por que a diferencia de otros perjuicios todos
en algún momento vamos a llegar a la vejez, y pasaremos a ser víctimas de nuestro propio perjuicio.
Las personas víctimas del viejismo se las considera desde el punto de vista de lo social como
enfermas seniles, asexuadas, rígidas, deprimida, pasadas de moda entre otros rótulos. Sus
problemas físicos y mentales tienden a ser fácilmente ignorados y con frecuencia no se tienen en
cuenta sus necesidades económicas y sociales.
El viejismo lleva a las generaciones jóvenes a ver a los viejos como diferentes, a no considerarlos
como seres humanos con iguales derechos.
Resultado: se tiende a ver a la vejez como algo que no nos pertenece como algo que está más allá,
en un futuro muy lejano y por lo tanto al no sentir que nos concierne, y esto no nos permite
prepararnos para enfrentar nuestro propio envejecimiento.
Atchley señala que este desapego individual fue concebido, como un proceso psicológico que
comprende el apartamiento del interés y del compromiso. Para comprender esta teoría debe
ubicársela dentro de un contexto histórico en donde surgió, esto es en la década de 1950 donde
había un problema de adaptación en las personas viejas, en una situación social mucho más adversa
que las de 1980.
Al postular la normalidad del desapego, esta teoría impulso una enorme cantidad de investigaciones
conexas porque cambió la imagen tradicional: mantenerse activo era la mejor forma de envejecer.
Hoy luego de 30 años, está claro que el desapego no es ni natural ni inevitable, y cuando ocurre es
por falta de oportunidades que la sociedad brinda a los viejos para que puedan seguir ejerciendo sus
roles sociales.
3- Todos los individuos desarrollan la idea de un “ciclo vital normal esperable”, es decir que ciertos
eventos deben ocurrir en determinados momentos de la vida y que un reloj mental interno les
va señalando “si están en tiempo” o “si están fuera de tiempo”.
La existencia de estos relojes se demuestra por la facilidad y adecuación con que la gente se refiere
a ellos frente a un interlocutor, rápidamente les comentan a ellos cual es la mejor edad para
casarse, etc.
“Estar en tiempo o estar fuera de tiempo”, es una autoimposición apremiante. Hombres y mujeres
se comparan con sus amigos, hermanos, compañeros, etc., para decidir si han hecho bien.
Desde esta perspectiva se puede argumentar que los eventos normales y esperables no deben
constituirse en sí mismos en “crisis” y que debe reservarse este término para aquellos que no son
esperables o que alteran el ritmo o la secuencia del ciclo vital.
LA VEJEZ, UNA ETAPA DEL DESARROLLO (SCHUSTER)
Capítulo 1: aspectos generales de la vejez
El arte de envejecer
En tanto se exalte el valor pujante de la juventud, la vejez corre el riesgo de ofrecer un triste cuadro.
Desde tiempos inmemorables se han creado elixires de larga vida que incluían falsa fuentes de juventud,
extractos, trasplantes, suero, células vivas.
En distintos textos de vejez se repite la pregunta acerca de los cambios intelectuales de la misma. Se
podría pensar, que, si hay declinación, se juegan distintas variables: mala salud, aislamiento social,
privación económica, motivación reducida, educación limitada. Es decir, ninguna variable relacionada
intrínsecamente con el envejecimiento.
¿Qué se necesita para que en la vejez un hombre siga siendo tratado como tal? Sería necesario que
siempre hubiera sido tratado como tal.
Características de la vejez
● Incremento de la interioridad
● Cambio de la percepción del tiempo
● Personalización de la muerte.
Es necesario tener presente que deben servir de telón de fondo donde el diccionario principal, debe ser
el envejecimiento particular.
La vejez no es una etapa autónoma, es parte de un desarrollo, el de toda su vida pasada incluso la
herencia y habrá que tener presente no sólo su estado físico y mental sino su mundo circundante.
Entrada a la vejez
No se habla de un momento concreto es decir no habría un “rito de entrada”, aparentemente viejo sería
el que es reconocido como tal por el grupo social en que vive.
Las edades en todo caso estarán más establecidas desde las particularidades.
¿Qué significa?
La edad por sí sola no es la clave de hecho no es posible hacer generalizaciones. Esto lo podemos ver por
ejemplo en dos personas separadas por 20 años, donde la más joven tiene sus capacidades corporales
empobrecidas y el más lleno de vida, más robusto y con excelente capacidad de respuesta. Sin duda el
estado físico también influye, pero esta teoría no responde a las inmensas variaciones entre los
individuos de la misma edad.
La edad no se considera como un destructor del funcionamiento. Sino que estos datos son explicativos
de las diferencias individuales entre los sujetos de la misma edad, según cómo vivan, como hayan vivido,
sumado a esto la forma en que la vejez se experimente tiene mucho más que ver con lo personal,
expectativas, condiciones físicas, seguridad económica, experiencia de vida, cuidado médico, redes de
apoyo.
1. Senescencia o envejecimiento: tiene que ver con un proceso que se manifiesta en todos los niveles
de integración del organismo, tanto molecular como de células y tejidos, órganos y funciones.
2. Senilidad como patológico: estado deficitario que, por las manifestaciones clínicas, constituye a una
condición patológica.
Ninguno de los dos tipos de envejecimientos escapa a ciertos factores biológicos propios del
envejecimiento. Estos factores van a tener repercusiones personales.
No se parte para definir a la vejez desde un criterio biológico, ni cronológico, sino que se habla de la
vejez como una etapa de desarrollo por la que transitan todos los sujetos. Se podría pensar que en
función de lo que se debilita, de ciertas facultades que se van perdiendo, de las renuncias, se despierta
una necesidad mayor de la presencia del semejante en tanto un soporte que le ayude a vivir.
Dice Katz el lugar que se le asigna a la población anciana en la sociedad argentina, es una expresión más
de cómo se trata a la historia y su patrimonio, a través del olvido y la destrucción. La valorización del
pasado no se opone a la idea de crecimiento y futuro.
Sin embargo, el viejo estaría sufriendo cambios, o la concepción del viejo estaría cambiando, surgen
indicadores desde la sociedad, de qué en algún punto se los estaría ayudando a que sigan bien. La
expectativa de vida se ha incrementado a medida que se asiste a mejoras tanto médicas como
sanitarias.
Duelos
Marta Méndez dice que el cuerpo no solo se declinara por la disminución biológica, sino también por la
falta de estimulación y ejercitación.
● Cuerpo potente
● Rol paternalista
● Rol social
● Pérdida de las relaciones significativas
El viejo y el límite
Al hablar de duelos, no solo se hace referencia a la muerte biológica, sino también a aquello que limita,
que tiene que ver con la existencia propia.
Se suele comparar inactivad profesional con invalidez, con enfermedad, hablar de jubilación para
algunos produce efectos traumáticos. Tiene que ver con esos trabajadores que están muy ligados con su
función, que al perderla no registran más posibilidades.
Algunas investigaciones señalan que el temor predomínate en los mayores son las pérdidas afectivas
más que su muerte y que para protegerse de estos miedos apelan a distintos recursos:
● Rechazo
● Perfilarse en direcciones al pasado y en relación a este
● Hacer de la rutina un soporte
● Incorporar los cambios y modificaciones acelerados de la época
Capítulo 2: Deseos-Ideales.
De acuerdo a los elementos que conforman la singularidad de cada cual es que se va actualizar lo que se
tiene al alcance para enfrentar la vida.
Se trataría de la relación del viejo en el uno por uno. Se cree conveniente fundamentar la importancia
que tiene para el viejo seguir teniendo parámetros que le permitan encauzar sus posibilidades.
Se pueden planear para el viejo algunas actividades mostrándole que se requiere su participación, en tal
caso él tiene que poner su vitalidad su energía para tomar parte. Entonces se suma el anhelo de quien
organiza el trabajo y también el anhelo del viejo de estar presente y toda la energética de haber
libidinizado su lugar. Así se le podría mostrar que en ese lugar él es deseado.
El primer objeto de satisfacción, ese garante es la madre o aquello otro que cumpla esa función en la
cual el bebé se satisfaga. Ese personaje cualquiera, se quedaría como ese objeto inolvidable que surge
por el desamparo e indefensión inicial propia de nuestra especie. Esto quiere decir que el bebé no
puede procurarse ningún medio de subsistencia por sí mismo entonces va necesitar de alguien que lo
sostenga con vida (un individuo experimentado).
El individuo experimentado, señala Freud en El proyecto, advierte el estado del niño y opera el trabajo
de la acción específica cancelando el estímulo endógeno: hambre-leche.
La acción específica que se sostenía en un primer momento desde el arco reflejo sobrepasa la dimensión
descarga motriz y refleja y adquiere otra dimensión. A través del desamparo y la mediación del otro se
introducen la subjetividad.
Esto constituye la experiencia de satisfacción que se continúa en la realización del deseo vía la
alucinación mediante la búsqueda de una percepción primera que dejó el sello de satisfacción-
insatisfacción. Se podría decir que lo que llegó fue tan satisfactorio para el sujeto que se busca volver a
tener esa experiencia.
A partir de aquí el objeto de la necesidad no aparece nunca más, va a ser objeto perdido se va a
encontrar buscando algo idéntico. Ese idéntico es imposible, como volver a lo mismo que uno fue y que
condena al organismo a la desadaptacion desde el inicio.
Entonces se pierde la satisfacción de la necesidad y esta es sustituida por otra forma de satisfacción: la
alucinatoria.
Freud lo define como una corriente del aparato psíquico que arranca del displacer y apunta al placer.
La realización del deseo aparta al sujeto al camino de la satisfacción, encaminándolo hacia una
búsqueda infructuosa, desde la perspectiva adaptativa.
La identidad de pensamiento que regla del proceso secundario, implica el sometimiento al principio de
realidad, esa búsqueda de objetividad que oculta su origen primordial en el objeto perdido es un rodeo
complejo por el cual el sujeto creyendo conocer la realidad sólo se ubica en ella guiado por la brújula
invisible de no volver a encontrar el objeto perdido.
El primer sistema, el proceso primario es incapaz de incluir algo desagradable del interior de la trama de
pensamiento. Entonces se trata de displacer, sobrepasando cierto límite, que adquiere el umbral de
dolor.
Deseo y dolor.
Una vez descrita la experiencia de satisfacción se desarrollará entonces lo que Freud llama la
contraparte de la misma, la vivencia de terror.
Cuando la acumulación del aparato psíquico primitivo es muy intensa se queda sin posibilidad frente a
esa irrupción tan tremenda estímulos que lo sobrepasa se configura una huella que incita a la descarga
cuando el displacer atravesando cierto límite alcanza el umbral del dolor.
Freud plantea que el niño no puedo ir e intentar quitárselo de encima Pero esta energía sigue el camino
a tratar de satisfacer severamente entonces esta intensidad se transforma en vivencia de dolor porque
el desborde su excitación hacia la percepción provocaría displacer.
La experiencia de satisfacción y dolor estructura el aparato psíquico, este está caracterizado por el
placer de desear y está posibilitado para desear aquello que creemos que tuvimos.
Este desear del que se habla tiene que ver con un resto de la vivencia de satisfacción algo llega, algo se
logra. Entonces desde esta experiencia lo que hace el aparato psíquico es desear, como dice Freud,
eterna e indestructiblemente. Este deseo eterno va a permitir buscar objetos para ver si alguno va a
tener que ver con aquel objeto perdido. El motor del aparato psíquico.
Lo pulsional es una fuerza constante que actúa desde el interior del cuerpo y por lo tanto no se puede
huir de ello. Esta fuerza constante lo es de encontrar un objeto que depare plena satisfacción.
A la pulsión Le hace falta un objeto para satisfacerse a pesar de que no se satisface en dicho objeto
entonces ese objeto es un hueco que hay allí, un vacío.
Deseo y pulsión.
Una vez hecho una aproximación al concepto de pulsión se considera necesario hacer una articulación
con el deseo. Se trata de dos formas de búsqueda por las que transita el sujeto.
Es la búsqueda del objeto perdido, aquello que nunca se va a encontrar, la búsqueda de un imposible.
En un determinado momento la pulsión puede fijarse a un objeto que hace las veces de ese objeto
perdido. Va a salir a buscar ahora objeto, pero sólo lo bordea y busca intensamente aquello que perdió.
Ahora bien en tanta insistencia algo de satisfacción encuentra.
La compulsión del curso psíquicos forzoso no tiene que ver con el bienestar del sujeto y es un modo de
satisfacción. Entonces sí es un modo de satisfacción que no implica bienestar hay algo extraño o
paradójico.
Refiriéndose a esto habla de ganancia de enfermedad o beneficio primario. Y se aclara que el sujeto de
esto nada sabe.
Así como la pulsión satisface el deseo, se realiza así la corriente energética que viene de lo inconsciente
inviste algo
El deseo inconsciente va a permitir ir de objeto en objetos, de una cosa en otra. Y de esa forma algo se
realiza, es un motor constante.
El deseo tiene que ver con vida si no es eso es otra cosa. Quizás por eso Freud al final de su obra ya no
habla de deseo como tal sino de pulsión de vida. Pero se piensa con respecto a la pulsión si no es eso no
es nada. Entonces el deseo y la pulsión van tras cosas distintas. Uno tras el placer y el otro tras la
satisfacción.
La búsqueda de un lugar.
Si el sujeto sigue con vida es porque hay algo de la realización del deseo así como también de la
satisfacción de la pulsión que se está jugando.
Esto se escucha desde lo que el sujeto dice y no dice en su discurso, si se desconocen estos aspectos
entonces se diría que por ejemplo un viejo con grandes achaques o muy quejoso de su vejez siempre
moriría antes que uno alegre feliz y sano, cayendo un reduccionismo teórico.
Entonces esto que se espera cuando no se encuentra (experiencia de satisfacción o acción específica
realizada por el otro inolvidable) es lo que estructuralmente todo ser humano necesita. El sentir que
alguien, un otro primordial o significativo, tenga un espacio abierto para él.
Este otro inolvidable primordial del que se habla lleva a preguntar de dónde surge.
Se trata en primer lugar de quien tuvo al bebé en su seno debido a que en términos biológicos calmó las
necesidades del feto a través de los dispositivos de su propio cuerpo. Luego del nacimiento, esta madre
biológica o aquel que cumple una función similar prosigue auxiliando al bebé.
Hay situaciones que el niño valora como peligrosas y de las cuales necesita cuidarse, aquellas situaciones
de aumento de la tensión de necesidad en las que requiere de aquella persona que satisfaga sus
necesidades sin retrasos y con premura.
Entonces a una tensión displacentera de la necesidad si no hay objeto externo que la calma implica
quedar sin valimiento.
Ahora existe un obvio correspondiente, dice Freud, de este desvalimiento motor y habla de un
desvalimiento psíquico.
Cuando hay una situación de peligro exterior esta tiene que haberse interiorizado en algún punto, si es
que se va a volver significativa.
Freud dice que el desvalimiento motor encuentra su expresión en el desvalimiento psíquico. Y dice que
la madre es la protección frente a las situaciones de desvalimiento.
Entonces hay un punto a partir del cual no se habla de cronología. De lo que se ha visto y oído no sólo
algo se inscribe, sino que el sujeto tiene un lugar para el otro y esto hace mella a cualquier edad.
A lo largo de la vida y en todo el desarrollo no sólo el viejo sino todo ser humano va a ir buscando ser
causa del deseo del otro. El sujeto va a ir buscando ese objeto perdido y por lo tanto, el objeto es causa:
causa del deseo eterno y ponen causa al sujeto con respecto a los objetos.
El deseo del otro no es cuestión de intenciones buenas o malas, porque al deseo del otro no le cabe el
término de intención. El otro sencillamente desea, no desea ni bien ni mal y no sabe además qué desea.
El deseo del otro, el de una madre por su hijo, no es lo que el otro pide.
Ideales.
La existencia intrauterina del hombre es una de las más prolongadas en relación a la mayoría de los
animales y sin embargo, dice Freud, es dado a luz más inacabado que estos. El bebé llega a tener cierto
grado de desarrollo que al nacer no le alcanza para arreglárselas por sí solo.
Entonces la vida del bebé estará sostenida por el amor que los padres tienen por él. Pero este amor
parental, dice Freud, es el narcisismo redivivo de los padres, es decir, el relevo del ideal que viene a
llenar el vacío que dejó en sus vidas el perdido narcisismo infantil.
Esto coincide con la necesidad del hijo de vivir a través de ellos para intentar por medio de este
reencontrarse con su ideal infantil. Para eso lo forman de acuerdo a sus propias pautas y modelos.
Entonces para sostener ese amor para no perderlo se va a responder al ideal de los padres en juego. El
niño es en un primer momento lo que los padres esperan que él sea. A partir de aquí las posibilidades de
un niño es sentirse amado, va a tener que ver con el amor de estos padres a partir de la creencia de los
padres de lo que el niño es.
En relación a estos ideales es que se desarrolla el yo. El niño intentar hacer aquello que los padres
quieren ya que la pérdida del amor los dejaría perdidos, desvalidos
Hay un punto imposible en esto de ser lo que el otro quiere por un lado si quieres llegar a hacer y por
otro, la diferencia permite que el sujeto empiece a circular por su propio camino y no quedarse atado al
ideal de los padres.
Esto está en relación con las identificaciones primarias, es decir, la forma más primitiva de lazo afectivo
con un objeto. Estas van a tener que ver con intentar ser el ideal del yo de los padres.
El factor biológico produce las primeras situaciones de peligro y crea la necesidad del ser amado, de las
cuales el hombre no se libera nunca.
Si se habla de la vejez como ciclo vital, como proceso de cambio no escapa los conceptos que hemos
venido desarrollando. El hecho de no librarse de la necesidad de amor de los otros influye en la relación
del viejo con las demás personas.
Ellos, los viejos, no eligen cualquier lugar para estar, sino aquel sitio donde puedan desplegar sus de
posibilidades, "circular por su propio camino", en un marco de afecto.
El sujeto se estructura en torno de pautas, deseos, normas y valores de otros. El representante del otro
en tanto de ahí es introyectado es el ideal del yo. Está sostenido desde el orden de la comunidad de la
sociedad es un conjunto de representaciones culturales y éticos.
Durante la vida se toman diferentes objetos como modelos, se aspira a ser como el objeto y alcanzar sus
atributos valorados.
Hay sujetos que se imponen determinadas cosas o hay puntos de exigencia que pueden tener que ver
con ideales de otros.
Entonces se va a ir buscando en la vida las posibilidades que se tienen en relación a la idea del sujeto
(ideales propios) a partir de ciertas huellas que dejaron su marca imborrable en el aparato psíquico.
Hay ciertas cosas puestas en valor desde el sujeto y un repertorio, dado desde otros significativos, que
dan posibilidades de elegir dentro de ese repertorio.
El aparato psíquico está en relación a los ideales de otros significativos y primordiales, y es en base a
estos ideales es que el sujeto desarrolla los ideales propios.
Esto que decimos que está puesto en valor desde el sujeto se va a dejar ver en las elecciones que estos
van haciendo en su vida. Esto va a dar cuenta de su particularidad como sujeto.
El viejo va a poder responder eventualmente al ideal del Yo de la sociedad que delimita lo que tiene
permitido hacer y encauzar actividades que tengan que ver con los valorados desde el, es decir, que
tengan que ver con sus ideales.
Si se desconoce esto se desconoce al viejo como sujeto y no se le permite desarrollarse como tal. Más
allá de ciertas cosas esperables dentro de la cultura para el viejo, únicamente conociéndolo en su
particularidad es que se lo puede ayudar.
Respetar los ideales del sujeto en la elección de ciertas actividades va a permitir que si esta actividad
responde a aquello que tenga que ver con sus ideales pueda dedicarse de lleno y con entusiasmo.
Que el viejo puede buscar nuevas actividades muestra que su psiquismo sigue desarrollándose, que
continúa, que es un psiquismo activo que puede posibilitar conductas nuevas.
El viejo tiene sus ideales como todo sujeto humano los tiene y tienen que ver con lo que ha pasado en su
estructuración subjetiva.
No se trata de negar la importancia de los factores biológicos y cronológicos, sino de ampliar los
conceptos, incluyendo las diferencias interindividuales, es decir que se operan entre los individuos,
cuando las condiciones propias de cada uno se van desarrollando en el tiempo.
Dejamos de lado aquí la transformación de una etapa en otra, e incluimos dentro del desarrollo,
procesos multicausales y discontinuos. El cambio de conductas del sujeto no da cuenta de pautas
universales, sino de este cambio individual.
Desde la psicología del desarrollo, los cambios conductuales son los que dan cuenta de este desarrollo,
incluso en la vejez. Se trata entonces de identificar los cambios que se van produciendo en distintos
momentos del ciclo vital.
Freud trata de armar un aparato psíquico en base a lo neuronal. Pero en esa época se encuentran
conceptos novedosos como lo siguiente:
Nachtraglich: recuerdo que produce un desprendimiento más intenso, que a su turno la vivencia
correspondiente. Freud muestra anticipadamente que la temporalidad no sería lineal o por lo menos
habría en el aparato psíquico un efecto diferente.
Las historias individuales y personales dentro del contexto de la psicología del desarrollo van a tener que
ver con entonces con movimientos permanentes, constantes. Es decir, aparición de nuevas conductas y
significaciones nuevas de conductas anteriores.
La vida es un sistema inestable, en que el equilibrio se pierde y se reconquista a cada instante, la ley de
la vida es cambiar desde el nacimiento hasta la muerte.
Si tomamos el cuerpo se sabe que este no se termina de conocer, siempre hay algo que se desconoce
incluso desde la conciencia. Siempre se intenta poner un espejo para verse de atrás ya que es lo más
desconocido.
El cuerpo soporta ideales sociales, hay grandes diferencias entre lo que se tiene y la propuesta social. No
se habla aquí de cambios orgánicos, si no del cuerpo, representación al que responden los ideales. Lo
orgánico acompaña, pero prevalece la representación mental del cuerpo que cada uno tiene.
Entonces el viejo se queja de los achaques del dolor de cintura, de caderas, de artrosis, que, de una u
otra manera, si es algo que trae dolor, duele a cualquier edad. El viejo también realiza el ritual de
mirarse al espejo antes de salir igual que el adolescente.
El cuerpo del viejo está libidinizado, al igual que el del adolescente, lo cual genera también conductas de
cuidado.
Se conocen técnicas para medir el deterioro intelectual, pero con el fin de trabajar con aquellos
aspectos más conservados y con posibilidades de seguir desarrollándose. Elegir una nueva actividad, por
ejemplo muestra como el psiquismo del viejo sigue desarrollándose continuamente. Hay viejos que le
resulta más difícil poder cambiar o empezar una nueva, pero como se habla de un psiquismo activo, hay
cosas que se pueden posibilitar, instalando al viejo en el camino del deseo, deseos que van a tener que
ver con sus ideales. Si hay algo del deseo en el sujeto en juego, hay movilidad, entonces las ilusiones no
se pierden con la edad y son una manera de calmar el desvalimiento psíquico, ya que este no
desaparece nunca.
La vejez como un suceso natural respaldado en principios biológicos se remonta a la teoría de Darwin,
que dice que el desarrollo vital de la existencia humana encuentra un tope: el proceso de desarrollo,
habiendo ya realizado su potencial evolutivo, desemboca en un período de decadencia que se sitúa la
vejez.
El discurso médico se ocupa de los efectos del pasaje del tiempo sobre el cuerpo, se adjudica la
posibilidad de atenuarlos, retrasarlos e inclusive retrocederlos cronológicamente.
Se ha hecho imprescindible en los últimos años la renovación de la idea de la Vejez. Es un concepto que
ha ido mutando a lo largo de la historia. Antes se adjudicaba a esta etapa la sabiduría y el poder
El siglo XXI desafía a la comunidad científica a reconocer a una población de adultos mayores que no
pueden ser más excluidos. A partir del año 2040 habrá más personas de edad avanzada que niños
menores de quince años, haciéndose más notorio este proceso en el año 2025.
En los países desarrollados, ya en la actualidad, las personas de más de 65 años representan alrededor
del 15% de la población. La mayor proporción se encuentra en Europa y le siguen América del Norte y
Oceanía. En los países en desarrollo el problema radica en que no cuentan con los medios para atender
las necesidades de los ancianos. Para los países con economías emergentes, como el caso de Argentina,
el envejecimiento poblacional representa un desafío en el orden cultural, político y económico, ya que
necesitan promover la participación de esta franja etaria en la sociedad así como satisfacer sus
necesidades.
Al respecto, existen múltiples desafíos como la necesidad de establecer un sistema previsional y de
seguridad económico-social para los ancianos que les asegure un nivel de vida digno. Se deben mejorar
los sistemas de salud y eliminar las formas de violencia y discriminación contra los adultos mayores, así
como también alentar su participación social.
Sin embargo, en las prácticas que se ocupan de la atención de la vejez sólo apuntan a lograr una
adaptación exitosa a aquello que se supone que se pierde en esta etapa de la vida, con lo que no logran
otra cosa que resaltar justamente la pérdida.
En 1982 la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento fijó la edad de 60 años para marcar el inicio de la
vejez. Se hace necesario formular ¿qué significa la vejez? Que basados en el concepto darwiniano,
deducimos que es un proceso que se inicia con el primer minuto de vida. El concepto de vejez no puede
definirse por lo etario, sino que exige comenzar a ser desentrañado en lo biológico, psicológico y social.
VEJEZ Y PSICOANALISIS
Es uno de los terrenos menos transitados. El quehacer psicoanalítico está sostenido en una concepción
del sujeto que excede el marco de la edad cronológica y que pone el acento en la estructura que lo
constituye.
La ética psicoanalítica implica en convocar el sujeto a responsabilizarse por el destino de sus acciones,
cuya motivación más legítima es el propio deseo.
Freud en “El malestar en la cultura” se refiere al cuerpo como uno de los orígenes del malestar humano
y dice que “...este permanecerá para siempre como una estructura pasajera, con limitadas capacidades
de adaptación y realización”.
Reconocer esta limitación no debería tener un efecto paralizador, en tanto el avance de la ciencia
permite mitigar este sufrimiento, aunque siempre de manera parcial, nunca totalmente. Señala Freud
que estos avances científicos son un esfuerzo narcísistico que buscan engañar la muerte, transformando
al hombre en algo así como “un dios de la prótesis”, indicando con esta calificación el carácter engañoso
de los mismos. Y es que en realidad, el malestar es inherente al deseo mismo.
Freud, refiriéndose a su propio envejecimiento, invoca la pulsión de muerte para hablar del anhelo más
hondo de la cesación de la fiebre llamada vivir.
Desde una mirada teñida por el biologicismo, en “Más allá del principio de placer” afirma que “...el
objetivo último de la vida es su propia extinción”, en una tendencia de vuelta a lo inorgánico original.
Este objetivo es desviado por el deseo, en tanto es el motor de la pulsión de vida.
Sostenía lo improductivo del análisis en la vejez, postulando la tendencia a la entropía psíquica
entendida como pérdida de la elasticidad, a la cual consideraba además progresiva a medida que se
envejece, aclarando que sin embargo puede no ser exclusiva de la edad avanzada. Esta postulación es la
base en que fundamenta las restricciones al trabajo clínico con ancianos. Pero como contrapartida, y
reconociendo el trabajo constante del psiquismo humano motorizado por el deseo, Freud no dejó de
autoanalizarse hasta el final de su vida.
Este pensamiento permite utilizar formas básicas de pensamiento y combinarlas con otras más
abstractas (o viceversa). La característica es la posibilidad de resolver problemas contradictorios, a
través de la flexibilidad que permite combinar distintas estrategias reconociendo diferentes visiones y
caminos para una situación. De ahí que el tipo de inteligencia propio de las personas mayores sea la
sabiduría (acto de conocimiento que comprende la contradicción, el cambio y el movimiento de la
realidad). Supone un autoconocimiento del sujeto.
• Inteligencia fluida: aquella que se utiliza para resolver problemas nuevos. Capacidad de
incorporar cambios y de adaptarse en forma efectiva y rápida a nuevas situaciones (DISMINUYE
CON LA EDAD).
El aumento se relaciona con factores ligados a las condiciones socio-ambientales y a la acción que
ejerce el sujeto para extraer y asimilar beneficios de la experiencia.
Diversos factores pueden incidir en el resultado de una prueba de inteligencia, entre ellos la influencia
de la diferencia en la instrucción académica entre los sujetos, niveles de ansiedad, el escaso tiempo para
responder, las condiciones ambientales o las alteraciones en las funciones sensoriales del sujeto.
Existen otros estudios fundamentados en pruebas de tipo cualitativo, en las cuales se considera al sujeto
como constructor de sus procesos de conocimiento y a la inteligencia como una cualidad propia de cada
sujeto, en cuyo desarrollo inciden los procesos de instrucción, factores emocionales y afectivos, la
historia personal y características del ambiente socio-cultural.
En la vejez casi todas las personas experimentan alteraciones en la memoria. Una explicación consistió
en asociar la pérdida de memoria con el concepto de degeneración, en la vejez se producen procesos
degenerativos en donde se deterioran ciertas capacidades. Esta teoría resultó ineficiente.
Otra teoría que surge explica la pérdida de la memoria como una dificultad para introducir nuevos
aprendizajes, dado que la persona tiene incorporada una modalidad para organizar y procesar sus
percepciones que no admiten cambio. De ahí surgen otras investigaciones que dan cuenta que el
envejecimiento responde a tres etapas: Memoria sensorial; De corto plazo (MCP); De largo plazo (MLP).
En cada una puede ocurrir algún tipo de alteración.
Algunos autores asocian las pérdidas de la memoria con la etapa de ingreso de datos, debido a que con
los años se produce una disminución de la rapidez para incorporar información. La ansiedad por esto se
manifiesta en la dificultad para retener la información.
Una segunda línea de investigación considera a la memoria como un mecanismo más integral que
compromete otras acciones de conocimiento (atención, concentración o interés) que tiene un sujeto
respecto de la información que selecciona. Concluyen que las pérdidas de la memoria están asociadas a
la realización de tareas que suponen que organice y procese información de una manera profunda
(aquellas tareas en las que debe realizar un análisis de contenidos abstractos).
Por último, una tercera línea considera que las acciones de ingresar y procesar la información que
realiza el sujeto están influenciada por sus procesos de conocimiento previo. Cada sujeto construye su
aprendizaje ligado a su historia personal y a las características del contexto sociocultural en que ha
realizado estos aprendizajes.
En conclusión la edad manifiesta ciertas alteraciones en los tres niveles de memoria. Las causas son
diversas y varían de sujeto a sujeto. Es conveniente que la persona mayor dedique un tiempo a la
actividad de la lectura, la realización de actividades manuales que vea programas de televisión,
actividades que refuercen la atención la concentración, asistir a lugares de enseñanza informal, a fin de
incorporar conocimientos nuevos y establecer nuevos vínculos sociales.
Está de más que introduzcan estrategias que le permitan preparar y organizar actividades de la vida
diaria. Estas, facilitan el recuerdo y disminuyen los efectos que produce el sentir que la memoria está
fallando. También ayudan a la persona a aceptar el paso de los años.
UNIDA IV
EL CAMBIO COMO EJE DE DESARROLLO (APUNTE DE CATEDRA)
La psicología del desarrollo implica dejar de considerar las etapas evolutivas con las edades cronológicas
como un proceso de evolución sucesiva.
Distintos autores desarrollan sus teorías teniendo como eje que el ser humano es un ser social desde
que nace y que la clave de su desarrollo reside en la interacción con los otros. Se desataca la
importancia de la interacción social a lo largo de toda la vida del sujeto.
La psicología del desarrollo abarca un campo de conocimiento en el que convergen los aportes de
diferentes enfoques y subdisciplinas de la psicología y se articulan saberes de otras disciplinas como la
sociología.
El concepto clave es el de cambio ya que da verdadera cuenta del desarrollo. Es un proceso continuo
que se produce a lo largo de toda la vida (ciclo vital).
Desde este enfoque, por lo tanto, no existen estados especiales de madurez, se relativiza la influencia de
la edad cronológica y se revalorizan los aspectos biográficos del sujeto como moduladores de los
procesos de cambio.
Para el estudio del cambio y el desarrollo se tiene en cuenta su forma, extensión temporal,
direccionalidad, grado de variabilidad interindividual y la plasticidad; además de que se considera al
cambio como multilineal y discontinuo, realizado de modo singular para cada individuo. El tiempo
cronológico es una variable de segundo orden y se destaca el término de conductas esperables.
La edad es entendida como una dimensión a lo largo de la cual intervienen múltiples variables que
influyen en los cambios en los diferentes sujetos. Los cambios sociales y culturales cumplen una función
importante y constitucional en el proceso vital de todo sujeto.
Por lo tanto, el nuevo enfoque de la psicología del desarrollo tiene como objetivo primordial la
explicación de los cambios suscitados y la determinación de sus causas.
Lo simbólico tiene que ver con el orden y con la ley. El orden reglando sobre la sexualidad, la ley,
interrelacionada con los elementos constitutivos de un sujeto.
La ley implica un orden, y se puede empezar a pensar en relación a la castración simbólica, es decir,
como algo que está prohibido, pero a partir de tal prohibición, abre un abanico de posibilidades.
El mundo humano es simbólico y no se puede considerar que haya nada de natural en el desarrollo
humano. Está teñido por el orden simbólico y se puede llamar antinatural. Aparece el Icc como algo
propio del ser humano.
A partir de este recorrido es posible pensar el desarrollo de un sujeto como efecto de entrecruzamiento
de dos ejes; sincrónico y diacrónico, tratándose de tiempos lógicos.
Sincronía proviene del griego y quiere decir coincidencia de hechos (o fenómenos) en el tiempo.
Diacronía, por otro lado, también proviene del mismo vocabulario y significa a través del tiempo.
Este segundo eje hace referencia al paso del sujeto por las distintas etapas del ciclo vital. Es un tiempo
cronológico. Lo sincrónico, por el contrario, establece cortes de acuerdo a las marcas, inscripciones y
virajes del deseo de cada sujeto.
El concepto de historicidad (diferente al de pasado) se refiere al relato presente acerca de lo que se vivió
en el pasado. No se puede hacer una historia completa, en cada construcción histórica algo va a quedar
olvidad, siempre excluido, no historizado o perdido.
El relato que realice un sujeto en el presente de su historia, supone el establecimiento de lazos entre los
hechos que relata. Estos lazos son ilusorios y no reflejan la realidad de los sucesos del pasado. El sujeto
siempre está implicado en su relato, en lo que recuerda y lo que olvida.
INTRODUCCION AL NARCISISMO (FREUD)
El narcisismo es un estadio intermedio entre el autoerotismo y la elección de objeto. El término, designa
aquella conducta por la cual un individuo da a su cuerpo propio un tarto parecido al que daría al cuerpo
de un objeto sexual. Lo mira con complacencia sexual y lo acaricia hasta que alcanza la satisfacción plena
gracias a estos manejos.
A partir del trabajo psicoanalítico de los neuróticos, el narcisismo se entendió como el complemento
libidinoso del egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación (atribuido en cierta dosis a todo ser
humano).
Un motivo para considerar la imagen de un narcisismo primario y normal surgió a raíz del intento de
incluir bajo la premisa de la teoría de la libido el cuadro de la demencia precoz (esquizofrenia).
- El delirio de grandeza
- El extrañamiento con el mundo exterior
El extrañamiento del parafrénico es similar al del neurótico histérico y al del obsesivo. El análisis muestra
que en modo alguno ha cancelado el vínculo erótico con personas y cosas (aunque este sigue
conservado en la fantasía). Han sustituido los objetos reales por imaginarios de su recuerdo, y han
renunciado a emprender las acciones motrices que les permitirían conseguir sus fines en esos objetos.
Los parafrénicos parecen haber retirado realmente su libido de las personas y cosas del mundo exterior,
sin sustituirlas por otras en sus fantasías, y cuando esto ocurre, parece corresponder a un intento de
curación que quiere reconducir la libido al objeto.
El camino nos indica que es el destino de la libido el delirio de grandeza. La libido sustraída del mundo
exterior fue conducida al Yo y así surgió una conducta que podemos llamar narcisismo. Tal delirio, es por
tanto, la amplificación y el despliegue de un estado que ya había existido. Nos vemos llevados a concebir
el narcisismo, como secundario que se edifica sobre la base de otro (narcisismo primario) oscurecido por
múltiples influencias.
Un tercer aporte lo proporcionan observaciones y concepciones sobre la vida anímica de los niños y de
los pueblos primitivos. Nos formamos la imagen de una originaria investidura libidinal del Yo, cedida
después a los objetos; esta, considerada en su fondo, persiste y es a las investiduras de objeto como el
cuerpo de una ameba a los seudópodos que emite. Vemos a grandes rasgos una oposición entre la libido
yoica y la de objeto. Cuanto más gasta una, tanto más se empobrece la otra.
Es necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al Yo, ya
que este debe ser desarrollado. Las pulsiones autoeróticas son primordiales, por tanto, algo tiene que
agregarse al autoerotismo, una nueva acción psíquica, para que el narcisismo se sustituya.
La libido yoica y la de objeto, provienen de un procesamiento de los caracteres íntimos del suceder
neurótico y psicótico. La separación de la libido, propia del Yo y endosada a los objetos, es la
insoslayable prolongación de un primer supuesto que dividió pulsiones sexuales y yoicas.
También el estado del dolor implica un retiro narcisista de las posiciones libidinales sobre la persona
propia. En ambos casos vemos ejemplos de alteraciones en la distribución de la libido a consecuencia de
una alteración en el Yo.
El órgano no está enfermo en el sentido habitual, son los genitales en su estado de excitación quienes
reciben aflujos sanguíneos, se hinchan, humedecen y son sede de múltiples sensaciones. Su erogenidad
como propiedad general de todos los órganos en aumento o disminución, y podría serle paralela una
alteración de la investidura libidinal dentro del Yo. En tales factores puede ejercer sobre la distribución
de la libido idéntico efecto que la contracción de una enfermedad de los órganos.
La hipocondría depende de la libido yoica, mientras que la angustia hipocondríaca sería, del lado de la
libido yoica, el correspondiente de la angustia neurótica. Podemos aproximarnos a la imagen de una
estasis de la libido yoica y vincularla con la hipocondría.
Hemos discernido a nuestro aparato anímico como medio de dominar excitaciones que en caso
contrario provocarían sensaciones penosas (o efectos patógenos). La elaboración psíquica presta un
servicio al desvío interno de excitaciones no susceptibles de descarga, o bien cuya descarga directa sería
indeseable por el momento.
Al principio es indiferente que ese procesamiento interno acontezca en objetos reales o imaginados. La
diferencia se muestra después cuando la vuelta de la libido sobre objetos irreales (introversión) ha
conducido a una estasis libidinal.
En la parafrenia la libido liberada por frustración no queda adscrita a los objetos en la fantasía, sino que
se retira sobre el Yo, y es de su frustración, de donde nace la hipocondría. Tenemos el intento de
restitución al que debemos las manifestaciones patológicas más llamativas. Dentro de su cuadro pueden
distinguirse tres grupos de manifestaciones.
1. De las neurosis
2. Del proceso patológico
3. De la restitución (deposita de libido en los objetos)
Una tercera vía de acceso al estudio del narcisismo es la vida amorosa. La libido yoica quedó oculta para
nuestra observación tras la libido de objeto.
El niño elige sus objetos sexuales tomándolos de sus vivencias de satisfacción. Las primeras
satisfacciones sexuales (autoeróticas) son vivenciadas de funciones vitales que sirven a la
autoconservación. Se apuntalan al principio en la satisfacción de las pulsiones yoicas y más tarde se
independizan de ellas. Las personas encargadas de la nutrición, el cuidado y la protección del niño,
devienen así, los primeros objetos sexuales, siendo este tipo de elección de objeto, lo que puede
considerarse como de apuntalamiento.
Ciertas personas cuyo desarrollo libidinal experimentó una perturbación, no eligen su objeto de amor
según el modelo descripto, sino según el de su propia persona. Se buscan a sí mismos como objeto de
amor que ha de llamarse narcisista,
Todo ser humano tiene abierto frente a sí ambos caminos para la elección de objeto, pudiendo preferir
uno o el otro. Tiene dos objetos sexuales originarios: El mismo o la mujer que lo crio, y de esto
presuponemos que el narcisismo primario, puede expresarse de manera dominante en su elección de
objeto.
Se evidencia que el narcisismo de una persona se despliega gran atracción sobre aquellas otras que han
desistido de la dimensión plena de su narcisismo propio y andan en requerimiento del amor de objeto.
Por lo tanto, se ama:
La actitud de los padres tiernos hacia sus hijos, habremos de discernirla como renacimiento y
reproducción del narcisismo propio. La sobreestimación marca que apreciamos como estigma narcisista
y es quien gobierna este vínculo afectivo. Prevalece una compulsión a atribuir al niño toda clase de
perfección, a encubrir y olvidar todos sus defectos. Su majestad, el bebé (traducción del inglés) debe
cumplir los sueños, los irrealizados deseos de sus padres. El punto más espinoso del sistema narcisista,
esa inmortalidad del Yo que la fuerza de la realidad asedia, ha ganado su seguridad refugiándose en el
niño. El conmovedor amor parental, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su
trasmudación al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza.
La observación del adulto normal muestra amortiguado el delirio de grandeza que una vez tuvo, y
borrados los caracteres psíquicos desde los cuales hemos discernido su narcisismo infantil.
Mociones pulsionales libidinosas sucumben al destino de la represión patógena cuando entran en
conflicto con las representaciones culturales y éticas del individuo. La persona las acepta como
normativas, se somete a las exigencias que de ellas derivan. Las mismas impresiones y vivencias que un
hombre tolera, son desaprobadas por otro antes que devengan conscientes. Es fácil expresar las
diferencias entre estos dos hombres: uno ha erigido en el interior de sí un ideal por el cual mide su Yo
actual, mientras que el otro falta esa formación del ideal. La formación del ideal, sería de parte del Yo, la
condición de la represión.
Sobre este Yo ideal recae ahora el amor de sí mismo que en la infancia gozó el Yo real. El narcisismo
aparece desplazado a este nuevo Yo ideal que se entra en posición de todas las perfecciones valiosas. El
hombre no quiere privarse de la perfección narcisista de su infancia y por el despertar de su propio
juicio, procura recobrarla en la nueva forma del ideal del Yo. Su ideal es el sustituto del narcisismo
perdido en la infancia (en la que él fue su propio ideal).
La formación del ideal del Yo se confunde con la sublimación. Que alguien haya trocado su narcisismo
por la veneración de un elevado ideal del Yo no implica que haya alcanzado la sublimación de sus
pulsiones libidinosas. El ideal del Yo reclama esa sublimación, pero no puede forzarla. La formación del
ideal, en cambio, aumenta las exigencias del Yo y es el más fuerte favorecedor de la represión. La
sublimación constituye aquella vía de escape que permite cumplir esa exigencia sin dar lugar a la
represión.
No nos asombraría hallar una instancia psíquica particular cuyo cometido fuese velar por el
aseguramiento de la satisfacción narcisista, y con ese propósito, observar de manera continua al Yo
actual midiéndolo con el ideal. Podemos discernir sus rasgos y nos es lícito decir que lo que llamamos
nuestra conciencia moral satisface y admite esta instancia, que además, nos posibilita comprender el
llamado delirio de ser observado, que con tanta nitidez aparee en la sintomatología de las
enfermedades paranoides, y que puede presentarse como una enfermedad separada, con una neurosis
de transferencia.
La incitación para formar el ideal del Yo partió, en efecto, de la influencia crítica de los padres, ahora
agenciada por las voces a la que se sumaron educadores, maestros y todas las otras personas del medio.
Grandes montos de una libido en esencia homosexual fueron así convocados para la formación del ideal
narcisista del Yo, y en su conservación encuentran drenaje y satisfacción. La institución de la conciencia
moral fue encarnación de la crítica de los padres, después, de la crítica de la sociedad, y este proceso se
repite en la génesis de una inclinación represiva nacida de una prohibición.
La rebelión frente a esa instancia censuradora se debe a que la persona quiere desasirse de todas esas
influencias, comenzando por la de sus padres, y retirar de ellas la libido homosexual. La conciencia moral
es una figura regresiva.
La queja de la paranoia muestra que la conciencia moral coincide con esa observación de sí. En estados
intermedios entre el dormir y la vigilia es posible observar directamente la trasposición de pensamientos
en imágenes visuales, y se ha mostrado que muchas claves de los sueños y segmentos del contenido de
estos, no significan otra cosa que la autopercepción del dormir y el despertar. Ha puesto en descubierto
la contribución de la observación de sí, en el sentido del delirio paranoico de observación, a la formación
del sueño. Esta contribución es Icc en la estructura del Yo, podemos individualizar también al censor del
sueño en el ideal del Yo y en las exteriorizaciones dinámicas de la conciencia mora. Y si este censor
mantiene además alguna vigilancia durante el dormir, comprenderemos que la premisa de su actividad
(observación de sí y autocritica) puede contribuir al contenido del sueño.
El sentimiento de sí se nos presenta como expresión del grandor del Yo, prescindiendo de su condición
de compuesto. Depende de manera particularmente estrecha de la libido narcisista, y nos apoyamos en
esto, sobre dos hechos fundamentales: en las neurosis de transferencia, donde aumentas; y en las
neurosis de transferencia, donde se rebaja. En la vida amorosa, el no ser amado deprime el sentimiento
de sí, mientras que el de serlo lo realza.
La investidura libidinal de los objetos no eleva el sentimiento de sí. El que ama ha sacrificado un
fragmento de su narcisismo y sólo puede restituírselo a trueque de ser amado.
Las relaciones del sentimiento de sí con el erotismo pueden exponerse de la siguiente manera y es
necesario distinguir dos casos: según las investiduras amorosas sean acordes con el Yo, o hayan
experimentado una represión.
En el primer caso el amar es apreciado como cualquier otra función del Yo, el amar en sí rebaja a la
autoestima, mientras que ser amado vuelve a elevarla. En el caso de la libido reprimida, la investidura
de amor es sentida como grave reducción del Yo, y el re-enriquecimiento del Yo sólo se vuelve posible
por el retiro de la libido de los objetos. El retroceso de la libido de objeto al Yo (mudanza en narcisismo)
vuelve a figurar un amor dichoso real en que libido de objeto y yoica no eran diferenciables.
El desarrollo del Yo consiste en un distanciamiento respecto del narcisismo primario y engendra una
intensa aspiración a recobrarlo. Este distanciamiento acontece por medio del desplazamiento de la
libido a un ideal del Yo impuesto desde afuera. La satisfacción se obtiene mediante el cumplimiento de
este ideal.
El Yo ha emitido las investiduras libidinosas de objeto y el Yo se empobrece, así como del ideal del Yo y
vuelve a enriquecerse por las satisfacciones de objeto y por el cumplimiento del ideal.
Una parte del sentimiento de sí, es primaria, el residuo del narcisismo infantil; otra parte brota de la
omnipotencia; y una tercera de la satisfacción de la libido de objeto.
El ideal del Yo ha impuesto difíciles condiciones a la satisfacción libidinal con los objetos, donde no se ha
desarrollado un ideal, la aspiración sexual ingresa inmodificada en la personalidad como una perversión.
El ideal sexual entra en relación con el ideal del Yo, donde la satisfacción narcisista tropieza con
impedimentos reales y puede ser utilizado como satisfacción sustitutiva.
Se ama siguiendo el tipo de la elección narcisista de objeto, lo que uno fue y ha perdido, o lo que posee
los méritos que uno no tiene. Este remedio tiene importancia para el neurótico que por sus investiduras
de objeto se ha empobrecido en su Yo y no está en condiciones de cumplir su ideal. Busca desde su
derroche de libido en los objetos el camino de regreso al narcisismo, escogiendo de acuerdo con el tipo
narcisista un ideal sexual que posee los méritos inalcanzables para él.
Desde el ideal del Yo parte una importante vía para la comprensión de la psicología de las masas.
Además de su componente individual, tiene un componente social, es también el ideal común de una
familia, estamento o nación. Ha ligado libido narcisista, un monto grande de la libido homosexual, y por
este camino, es devuelto al Yo. La insatisfacción por el incumplimiento de este ideal, libera libido
homosexual que se muda en conciencia de culpa.
Esta conciencia de culpa fue originariamente angustia frente al castigo de los padres (frente a la pérdida
de su amor), después, pasa a serlo por la multitud de sus compañeros.
El sujeto emprende una cabal investidura de objeto con la madre según el tipo de apuntalamiento.
Muestra entonces dos lazos psicológicamente diversos: con la madre (directa investidura sexual de
objeto) y con el padre (identificación por la que lo toma como modelo).
Coexisten ambas ligazones por un tiempo sin influirse, pero en la unificación, en la vida anímica de
ambos lazos, confluye y por tal, nace el complejo de Edipo normal. Su identificación con él cobra
entonces una tonalidad hostil y pasa a ser idéntica al deseo de sustituir al padre también junto a la
madre. La identificación, es ambivalente: ternura o deseo de eliminación.
Resulta fácil expresar el distingo entre una identificación y una elección de objeto. En el primer caso el
padre es lo que uno querría ser; en el segundo, lo que uno querría tener. La diferencia depende de qué
ligazón recaiga en el sujeto.
La identificación, en el caso de una formación neurótica de síntoma puede ser la misma que la del
complejo Edipo (voluntad hostil de sustituir a la madre) y el síntoma expresa el amor de objeto por el
padre; por otro lado, realiza la sustitución de la madre bajo el influjo de la conciencia de culpa.
Otro mecanismo posible, es que en la identificación el Yo copie, siendo entonces la identificación, parcial
y limitada ya que tomó un único rasgo de la persona objeto. Reemplaza la elección de objeto que
emprende un viaje regresivo hasta la identificación y el Yo toma sobre sí, las propiedades del objeto.
Podemos sintetizar que la identificación es la forma más originaria de ligazón afectiva con un objeto.
Pasa a sustituir una ligazón libidinosa de objeto por la vía regresiva (introyección del objeto en el Yo).
Puede nacer a raíz de cualquier comunidad que llegue a percibirse en una persona que no es objeto de
las pulsiones sexuales.
En nuestro Yo se desarrolla una instancia que se separa del resto de este y puede entrar en conflicto con
él. La llamamos el ideal del Yo y le atribuimos las funciones de la observación de sí, la conciencia moral,
censura onírica y el ejercicio de la principal influencia en la represión. El ser humano, toda vez que no
puede contentarse consigo en su Yo puede hallar su satisfacción en el ideal del Yo, diferenciado a partir
de aquel. En el delirio de observación se vuelve patente la descomposición y descubre su origen que son
las influencias de las autoridades (sobre todo de los padres).
ENAMORAMIENTO E HIPNOSIS
ENAMORAMIENTO = EMPOBRECIMIENTO (IDEAL. SE TOMA LO QUE NO ES)
El enamoramiento no es más que una investidura de objeto de parte de las pulsiones sexuales con el fin
de alcanzar la satisfacción sexual directa, lograda la cual se extingue, y esto es lo que comúnmente luego
llamamos amor sensual.
La historia del desarrollo de la vida amorosa podemos considerar que empieza a los cinco años, cuando
el infante encuentra un primer objeto de amor en uno de sus progenitores. En él, se habían reunido
todas sus pulsiones sexuales, las que la represión, le obligó a renunciar (metas sexuales infantiles), y
dejó una modificación de la relación con los padres. El niño permanece ligado a ellos con pulsiones de
meta inhibida.
Con la pubertad se inician nuevas aspiraciones dirigidas a metas directamente sexuales. Es común que el
adolescente logre su relación con el objeto sexual por la cooperación entre pulsiones no inhibidas y
pulsiones de meta inhibida.
En la sobrestimación sexual, el objeto amado goza de cierta exención de la crítica, sus cualidades son
mucho más estimadas que en las personas a quienes no se ama o en ese mismo objeto en la época en
que no era amado. A raíz de una represión, se produce este espejismo: se ama al objeto sólo en virtud
de sus excelencias anímicas, siendo lo cierto que a saber, únicamente la complacencia sexual pudo
conferir al objeto tales excelencias.
La idealización es el mecanismo aquí utilizado y se caracteriza por la falsación del juicio. El objeto es
tratado como el Yo propio, y por tanto, afluye una medida mayor de libido narcisista. El objeto sirve para
sustituir un ideal del Yo propio no alcanzado. Se ama perfecciones a que se ha aspirado para el Yo del
sujeto.
El Yo resigna cada vez más todo reclamo, se vuele más modesto, al par que el objeto se hace más
grandioso y valioso. Al final, posee todo el amor de sí mismo del Yo, y la consecuencia natural es el
autosacrificio de este. El objeto ha devorado al Yo.
Contemporáneamente a esta entre del Yo al objeto, fallan por entero las funciones que recaen sobre el
ideal del Yo. Calla la crítica ejercida por esta instancia. Todo lo que el objeto hace y pude es justo. La
conciencia moral no se aplica a nada lo que acontece del objeto.
Las aspiraciones sexuales de meta inhibida, crean ligazones duraderas entre los seres humanos por el
hecho de que no son susceptibles de una satisfacción plena. Por otro lado, el amor sensual, está
destinado a extinguirse con la satisfacción, por lo que para perdurar, tiene que encontrarse mezclado
desde el comienzo con componentes puramente tiernos (de meta inhibida).
Las elucidaciones anteriores nos han preparado para indicar la fórmula de la constitución libidinosa de
una masa: una masa del tipo que tiene un conductor es una multitud de individuos que han puesto un
objeto, uno y el mismo, en el lugar de su ideal del Yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre
sí en su Yo.
Podemos describir estas constelaciones respecto del varoncito: aquel percibe la diferencia entre varones
y mujeres, pero no tiene ocasión de relacionarlo con una diversidad de sus genitales. Para él es natural
presuponer el pene en todos los seres vivos un genital parecido al que él mismo posee; hasta en las
cosas inanimadas busca una forma análoga a su miembro. Esta parte del cuerpo se excita con facilidad,
ocupa en alto grado el interés del niño y plantea nuevas tareas a su pulsión de investigación.
En el curso de estas indagaciones el niño llega a descubrir que el pene no es un patrimonio común de
todos los seres semejantes a él. En su reacción frente a las primeras impresiones de la falta de pene
tiene el prejuicio de que aún sería pequeño y que ya va a crecer, después, llega a la conclusión de que
sin dudas estuvo presente y fue removido. La falta de pene es entendida como resultado de una
castración. Solo puede apreciarse rectamente la significatividad del complejo de castración si se toma en
cuenta su génesis en la fase del primado fálico.
El supuesto de la falta de pene es consecuencia de la castración a modo de castigo. Para el niño, ser
mujer no coincide todavía con falta e pene, solo cuando aborda los problemas de la génesis u el
nacimiento de los niños, colige que sólo mujeres pueden parir hijos, también la madre perderá el pene y
se edificarán complejísimas teorías destinadas a explicar el trueque del pene a cambio de un hijo.
La continua denegación por fuerza de determinación que los pequeños enamorados se extrañen de su
inclinación sin esperanzas. El complejo Edipo se iría al fundamento, a raíz de su fracaso, como resultado
de su imposibilidad interna.
El complejo Edipo ofrecía al niño dos posibilidades de satisfacción: una activa y una pasiva. De manera
masculina en el lugar del padre, y mantener comercio con la madre a raíz de lo cual el este, fue sentido
pronto como un obstáculo; o quiso sustituir a la madre y hacerse amar por el padre, con lo cual la madre
quedó sobrando.
El pene cumplió un papel fundamental, pues lo atestiguaban sus sentimientos de órgano. La posibilidad
de castración y la intelección de que la mujer es castrada, puso fin a las dos probabilidades de
satisfacción derivadas del complejo de Edipo (ya que ambas conllevan la pérdida del pene). La masculina
en calidad de castigo, la femenina como premisa.
Si la satisfacción amorosa cuesta la pérdida del pene, estallará un conflicto entre el interés narcisista y la
investidura libidinal, siendo el triunfador, en la mayoría de los casos, y como requisito indispensable
para la formación de neurosis, el interés narcisista.
Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación. La autoridad de ambos
progenitores, introyectadas en el Yo, forman el núcleo de una nueva estructura de la personalidad, el
Superyó y este, toma del padre su severidad, perpetuando la prohibición del incesto y asegura al Yo
contra el retorno de la investidura de objeto. Las aspiraciones libidinosas son desexualizadas y
sublimadas, son inhibidas en su meta y mudadas en mociones tiernas. Con ese proceso se inicia el
periodo de latencia, que viene a interrumpir el desarrollo sexual del niño.
El proceso descrito es más que una represión, equivale a cuando se consuma idealmente, a una
destrucción y cancelación del complejo. Hemos tropezado aquí con la frontera entre lo normal y lo
patológico. Si el Yo no ha logrado efectivamente mucho más que una represión del complejo, este
subsistirá inconsciente en el Ello y más tarde se exteriorizará su efecto patógeno.
Para el niño pequeño, los padres llegan a parecerse el deseo más intenso y grávido, y es sólo a medida
que avanza el desarrollo, que el niño va tomando noticia de las categorías a las que pertenecen sus
progenitores. Pequeños sucesos, van provocando un talante descontento, y le dan ocasión para iniciar la
crítica y valorizar contra ellos la noticia de que otros padres son preferibles en muchos aspectos. En
esto, cooperan intensas mociones de una rivalidad sexual.
El paño donde se cortan tales ocasiones es el sentimiento de ser regalado (se echa de menos el amor
total de los padres, pero en particular lamenta tener que compartirlo con Otros). La sensación de que no
le son correspondidos, se ventila luego de que uno es hijo bastardo. Muchos hombres que no han
devenido neuróticos, suelen acordarse de esa concepción y replica respecto del comportamiento hostil
de sus padres.
El estadio siguiente en el desarrollo de esta enajenación respecto de los padres (novela familiar de los
neuróticos) se caracteriza por una particularísima actividad fantaseadora. Sirven al cumplimiento de
deseo, a la rectificación de la vida y conocen dos metas principales: erótica y de ambición. Para la
técnica de llevar a cabo tales fantasías que son conscientes en esa época, interesan la destreza y el
material de que el niño disponga. A este estadio se llega en una época en que el niño no tiene aún
noticia de las condiciones sexuales de su nacimiento.
La novela familiar experimenta una curiosa limitación, se conforma con enaltecer al padre, no poniendo
ya en duda la descendencia de la madre, considerada inmodificable. En este segundo estadio sexual (el
primero se caracteriza por la asexualidad) nace una inclinación a pintarse situaciones y vínculos eróticos
en que entra como fuerza pulsional el placer de poner a la madre, en situación de infidelidad escondida
y secretos enredos amorosos. Aquellas fantasías primeras, son llevadas hasta a cúspide del actual
discernimiento.
Estos niños neuróticos que han castigado a raíz del desarraigo de malas costumbres sexuales, se vengan
mediante tales fantasías. El pequeño fantaseador puede eliminar mediante ellas el vínculo de
parentesco (alusión al incesto). Todas estas imaginerías llevan bajo ligero disfraz, acreditan la ternura
originaria del niño hacia sus padres, si uno escruta en los detalles las más frecuentes de esas fantasías
noveladas, esa sustitución de ambos progenitores, por unas más grandiosas, descubre que estos nuevos
y más nobles padres, están íntegramente dotados con rasgos que provienen de recuerdos reales de los
padres inferiores verdaderos, de suerte que el niño en verdad no elimina al padre, sino que lo enaltece.
El íntegro afán de sustituir al padre verdadero, por uno más noble es la expresión de la añoranza del
niño por la edad dichosa y perdida en que su padre le parecía el más noble y poderoso, y su madre la
más bella y amorosa. Entonces, se extraña y regresa a aquel en quien creyó durante su primera infancia.
UNIDAD V
DUELO Y MELANCOLÍA (FREUD)
La melancolía se presenta en múltiples formas clínicas cuya síntesis en una unidad no parece certificada.
El duelo, por otro lado, es la reacción frente a la pérdida de una persona amada o de una abstracción
que haga de sus veces (la patria, libertad o un ideal entre otros). A raíz de idénticas influencias se
observa, en lugar de duelo, un cuadro melancólico, y el duelo, a pesar de las grandes desviaciones de la
conducta que trae consigo, es normal en la vida y no puede ser considerado dentro de un estado
patológico, no así la melancolía.
La melancolía se singulariza en lo anímico por una cancelación del interés por el mundo exterior, la
pérdida de la capacidad de amar y una rebaja en el sentimiento de sí que se exterioriza en
autorreproches y autodenigraciones y se extrema hasta una delirante expectativa. El duelo, muestra los
mismos rasgos, excepto uno, que es la perturbación del sentimiento de sí.
El duelo opera del siguiente modo: el examen de realidad ha mostrado que el objeto amado ya no existe
más, y de él emana ahora la exhortación de quitar toda la libido de sus enlaces con ese objeto. A ello se
opone una comprensible renuncia (el hombre no abandona de buen grado una posición libidinal, ni aun
cuando su sustituto ya asoma) que puede alcanzar tal intensidad que produzca un extrañamiento de la
realidad y una retención del objeto por vía de una psicosis alucinatoria de deseo. Lo normal es que
prevalezca el acatamiento de la realidad, pero la orden no puede cumplirse enseguida ya que la
existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico.
La melancolía también puede ser reacción frente a la pérdida de un objeto amado, en otras ocasiones,
puede reconocerse que esa pérdida es de naturaleza ideal (el objeto no está realmente perdido, pero se
perdió como objeto de amor). El sujeto sabe a quién perdió, pero no lo que perdió en él, lo que nos
llevaría a referir a la melancolía a una pérdida de objeto sustraída de la conciencia.
En el duelo hallamos que inhibición y falta de interés se esclarecían totalmente por el trabajo del duelo
que absorbía al Yo. En la melancolía la pérdida desconocida tendrá por consecuencia un trabajo interior
semejante y será la responsable de la inhibición. Tal inhibición melancólica nos muestra algo enigmático
porque no acertamos a ver lo que absorbe tan enteramente al enfermo. El melancólico nos muestra una
extraordinaria rebaja en su sentimiento yoico, lo que nos conduce hacia un enorme empobrecimiento
del Yo.
En el duelo, el mundo se ha hecho pobre y vacío; en la melancolía eso mismo es lo que le ocurre al Yo, y
el enfermo se refiere a este como algo estéril y moralmente despreciable, se hace reproches, se designa
y espera repulsión tanto como castigo. Se humilla ante todos los demás y extiende su autocrítica al
pasado, asevera que nunca fue mejor.
El cuadro se completa con el insomnio, repulsa del alimento y desfallecimiento de la pulsión de vida. En
el melancólico podría casi destacarse una acuciante franqueza que se complace en el desnudamiento de
sí mismo.
En la melancolía, una parte del Yo se contrapone a la otra y se nos da a conocer la conciencia moral. El
cuadro nosológico nos destaca el desagrado moral con el propio Yo por encima de otras tachas. Sólo el
empobrecimiento ocupa un lugar privilegiado entre sus temores y aseveraciones.
Si se presta oídos a las querellas que el paciente se dirige, llega un momento en que no es posible
sustraerse a la impresión de que las más fuertes de ellas se adecuan muy poco a su propia persona, y se
ajustan a otra persona a quien el enfermo ama, ha amado o amaría. Así, se tiene en la mano la clave del
cuadro clínico si se disciernen los autorreproches como reproches contra un objeto de amor, que desde
este han rebotado sobre el Yo.
Todo eso que dice de sí mismo, rebajándose, en el fondo lo dice de otro. Hubo una elección de objeto
hacia una persona determinada, y por una obra de una afrenta real (o un desengaño) de parte de esta,
sobrevino una sacudida de ese vínculo de objeto. El resultado fue la investidura cancelada, pero la libido
libre no se desplazó a otro objeto sino que se retiró sobre el Yo. Ahí sirvió para establecer una
identificación del Yo con el objeto resignado.
La sombra del objeto, cayó sobre el Yo, quien en lo sucesivo, pudo ser juzgado como el objeto
abandonado. La pérdida del objeto, hubo de mudarse en una pérdida del Yo, y el conflicto en una
bipartición entre el Yo crítico y el Yo alterado por identificación.
Tiene que haber existido una fuerte fijación en el objeto de amor, y una escasa resistencia de la
investidura de objeto. Esta contradicción parece exigir que la elección de objeto se haya cumplido sobre
una base narcisista, de tal suerte, que la investidura de objeto pueda regresar al narcisismo si tropieza
con dificultades. La identificación narcisista se convierte en el sustituto de la investidura de amor. La
disposición a contraer melancolía, nos remite por tanto, al predominio narcisista de elección de objeto.
La melancolía toma prestado una parte al duelo, y la otra a la regresión desde la elección narcisista de
objeto. El duelo es reacción frente a la pérdida real del objeto de amor, pero además, la pérdida del
objeto de amor, es una ocasión privilegiada para que campee y salga a la luz la ambivalencia de los
vínculos de amor. Por eso, el conflicto ambivalente, presta al duelo una conformación patológica y lo
compela a exteriorizarse en la forma de autorreproche (uno mismo es culpable de la pérdida del objeto
de amor, la quiso).
La investidura de amor del melancólico en relación con su objeto ha experimentado un destino doble:
ha regresado a la identificación, pero bajo la influencia del conflicto de ambivalencia fue trasladada
hacía atrás, hacía la etapa del sadismo más próxima a ese conflicto. (Sadismo que nos revela el enigma
de la inclinación al suicidio).
El análisis de la melancolía nos enseña que el Yo sólo puede darse muerte si en virtud del retroceso de la
investidura de objeto puede tratarse a sí mismo contra un objeto, si le es permitido dirigir contra sí
mismo esa hostilidad que recae sobre un objeto y subroga la reacción originaria del Yo hacía objetos del
mundo exterior. En la regresión, desde la elección narcisista de objeto (en las dos situaciones del
enamoramiento más extremas y del suicidio) el Yo es sojuzgado por el objeto.
La melancolía, pasado cierto tiempo, desaparece sin dejar tras sí graves secuelas registrables. Se
necesita tiempo para ejecutar la orden que dimana del examen de realidad, y cumplido ese trabajo, el
Yo ha liberado su libido del objeto perdido.
El complejo melancólico se comporta como una herida abierta, atrae hacía sí energías de investidura y
vacía al Yo hasta el empobrecimiento total. Es fácil que se muestre resistente contra el deseo de dormir
del Yo.
La peculiaridad más grande de la melancolía es su tendencia a volverse del revés en la manía, un estado
que presenta los síntomas opuestos. Entre ambos, puede encontrarse idéntica conjunción de
condiciones económicas, y en ellos entra en juego un influjo externo por el cual un gasto psíquico
grande, se vuelve por fi superfluo, de suerte que queda disponible para múltiples aplicaciones y
posibilidades de descarga. En el interior de la vida anímica, se ha cumplido la mencionada condición
económica, y por eso, se está de talante tan alegre por un lado, y tan desinhibido en el obrar, por el
otro.
En la manía, el Yo tiene que haber vencido a la pérdida del objeto, y es entonces, que queda disponible
todo el monto de Contrainvestidura que el sufrimiento de la melancolía había atraído sobre sí desde el
Yo y que había ligado.
En la melancolía, se urde una multitud de batallas parciales por el objeto, en ellas se enfrentan el odio y
el amor. El primero pugna por desatar la libido del objeto, y el otro por salvar del asalto esa posición
libidinal. A estas batallas más parciales no podemos situarlas en otro sistema que no sea el Icc. La
ambivalencia constitucional pertenece a lo pertenece a lo reprimido, de estas batallas de ambivalencia
todo se sustrae de la conciencia hasta que sobreviene el desenlace característico de la melancolía. La
investidura libidinal amenazada, abandona finalmente al objeto, pero sólo para retirarse al lugar del Yo
del cual había partido. El amor se sustrae de la cancelación por su huida al interior del Yo. Tras esta
regresión de la libido, el proceso puede devenir conciente y se representa ante la conciencia como un
conflicto entre una parte del Yo y la instancia crítica.
Así como el duelo mueve al Yo a renunciar al objeto declarándolo muerto y ofreciéndolo como premio el
permanece con vida, cada batalla parcial de ambivalencia afloja la fijación de la libido al objeto
desvalorizándolo, rebajándolo y victimándolo.
A partir de la conferencia 31, Freud descompone el aparato anímico de la personalidad definitivo en sus
obras:
Yo: es la parte más extensa del aparato anímico y solo puede entenderse a partir de su nexo Prcc con lo
Icc. Está volcado al mundo exterior y su función es encontrar un equilibrio entre las otras dos instancias
de la personalidad: Ello y Superyó. Percibe toda experiencia proveniente tanto del interior como del
exterior del sujeto, procesa la información y actúa regulado por el principio de realidad a partir del
balance entre las otras dos instancias mencionadas.
El Yo sirve a tres severos amos: mundo exterior (angustia real), Superyó (conciencia moral) y Ello
(angustia neurótica), a los que le tiene que permitir una descarga placentera constante porque la
amenaza de estos le pueden ocasionar un desarrollo de angustia.
Ello: es la parte oscura, inaccesible de nuestra personalidad. Se puede acceder a ella a través del trabajo
del sueño y la formación de síntomas neuróticos. Pulsiones con el afán de procurar satisfacción a las
necesidades pulsionales con observancia del principio de placer. El ello es atemporal, en el habitan
mociones de deseos hundidas, enterradas y no conoce moral alguna.
Aquí la energía se encuentra en otro estado, mayor que en los demás distritos anímicos, es movible y
susceptible de descarga con más ligereza.
Superyó: aplica el más severo patrón moral al Yo, que se le ha entregado inerme y hasta subroga la
exigencia de la moralidad en general; y a diferencia del Ello y la vida sexual, que está desde el comienzo
con nosotros, la conciencia moral no lo es desde el principio, y se forma a partir de presiones sociales.
Para que esta conciencia moral pueda darse es necesario una instancia llamada identificación, una
asimilación del Yo con un Yo ajeno. Este proceso se da porque el primer Yo (el Yo oficial) acoge dentro
de sí a un Yo otro, formando una importante ligazón con el prójimo. El Superyó logra esta instancia de
identificación con una figura parental.
El Superyó es el portador de un ideal del Yo que aspira a una perfección cada vez más vasta que se
empeña en cumplir una exigencia de la vieja representación de los progenitores.
Junto con esta instancia de la personalidad aparece un conflicto dado entre esta y el Yo, y es el complejo
de inferioridad, que consuma el sentimiento de culpa por no poder cumplir las expectativas parentales
ni poder escapar de ellas (expectativas eróticas sepultadas con el complejo Edipo). De esto deducimos
que el Superyó del niño no es formado por el Yo oficial de los padres sino solo por su Superyó,
perpetuado por generaciones y generaciones educadas por el Superyó del otro.
La represión es obra del superyó y el complejo Edipo. Se forma una resistencia exteriorizada en el Yo,
sucumbida por la represión que ahora quiere mantenerla. Esto causa un sentimiento de culpa casi
obsesivo, ya que se libra constantemente una lucha Yo-Superyó por sintomatizar una acción que
causaría displacer.
Los puntos dos y tres proporcionan una diferencia de los estados como el duelo y el dolor. Por tanto, la
angustia es un estado displacentero particular con acciones de descarga que siguen determinadas vías.
En la base de la angustia hay un incremento de la excitación, incremento que por una parte da lugar al
carácter displacentero y por la otra, es aligerado mediante las descargas mencionadas. Empero, es un
factor histórico el que liga con firmeza entre sí las sensaciones e inervaciones de la angustia. Tal estado
es la reproducción de una vivencia que reunió las condiciones para un incremento del estímulo como el
señalado y para la descarga por determinadas vías, a raíz de lo cual el displacer de la angustia recibió su
carácter específico.
En los seres humanos, el nacimiento nos ofrece una vivencia arquetípica y por eso nos inclinamos a ver
en el estado de angustia una reproducción del trauma de nacimiento.
La angustia es una reacción probablemente inherente a todos los organismos vivos (superiores), y
originariamente se generó como una reacción frente a un estado de peligro, el sucesivo se la
reproducirá regularmente cuando un estado semejante vuelva a presentarse.
La exteriorización infantil de angustia se produce cuando el niño está solo, cuando está en la oscuridad y
cuando halla a una persona ajena en lugar de la que le es familiar (la madre en la mayoría de los casos).
Estos tres casos se reducen a una única condición y es que se echa de menos a la persona amada.
El niño añora la percepción de la madre porque ella satisface sus necesidades sin dilación. Entonces, la
situación que valor como peligro y de la cual quiere resguardarse es la de la insatisfacción (el aumento
de la tensión de necesidad). La situación de la insatisfacción tiene que establecer para el lactante la
analogía con la vivencia del nacimiento, la repetición de la situación de peligro. Lo común a ambas es la
perturbación económica por el incremento de las magnitudes de estímulo.
Con la experiencia de que un objeto exterior puede poner término a la situación peligrosa, el contenido
del peligro se desplaza de la situación económica a su condición, la pérdida del objeto. La ausencia de la
madre deviene ahora en peligro. Esta mudanza significa un primer gran progreso en el logro de la
autoconservación. Simultáneamente encierra el pasaje de la neoproducción involuntaria y automática
de la angustia a su reproducción como señal de peligro.
En ambos aspectos la angustia demuestra ser producto del desvalimiento psíquico del lactante, que es el
obvio correspondiente de su desvalimiento biológico. El objeto-madre psíquico sustituye, para el niño, la
satisfacción fetal biológica
La angustia de castración que sobreviene en la fase fálica, es una angustia de separación y está ligada a
idéntica condición. El peligro es aquí la separación de los genitales. El alta estima narcisista por el pene,
puede basarse en que la posesión de ese órgano contiene la garantía para una reunión con la madre en
el acto del coito. La privación, por lo tanto, equivale a una nueva separación con la madre; implica
quedar de nuevo sin valimiento alguno, una tensión displacentera de la necesidad.
El paso siguiente, lo vemos causado por el poder del Superyó. Al despersonalizarse la instancia parental,
el peligro se vuelve más indeterminado. La angustia se desarrolla como angustia de la conciencia moral
(angustia social). La fórmula de separación, exclusión de la horda, solo recubre aquel sector del Superyó
que se ha desarrollado por apuntalamiento en arquetipos sociales. Es la ira. El castigo del Superyó, la
pérdida de amor, aquello que el Yo valora como peligro y a lo cual responde con la señal de angustia de
muerte (de supervivencia). Es la investidura quitada (a raíz de la represión) la que se aplica como
descarga de angustia.
La angustia ahora sustentada, como una señal deliberada del Yo hecha con el propósito de influir sobre
la instancia placer-displacer, nos dispensa de esta compulsión económica.
La angustia es un estado afectivo que solo puede ser registrado por el Yo. El Ello no puede tener
angustia como el Yo, y es frecuentísimo que el primero de estos, consuma procesos que dan a la
instancia reguladora del aparato psíquico ocasión para desarrollar angustia (represiones tempranas).
- En el Ello sucede algo que activa una de las situaciones de peligro para el YO y lo mueve a dar la
señal de angustia a fin de inhibirlo
- En el Ello se produce la situación análoga al trauma del nacimiento en que la reacción de
angustia sobreviene de manera automática.
Nos viene sugerida como naturalmente que sea el exceso de libido no aplicada el que encuentre su
descarga en el desarrollo de angustia.
Cada condición posterior de la angustia destituye a la anterior. Los progresos del desarrollo yoico
contribuyen a desvalorizar y empujar a un lado la anterior situación de peligro, de suerte que puede
decirse que una determinada edad del desarrollo recibe como si fuera la adecuada, cierta condición de
angustia.
La angustia nace como reacción frente al peligro de la pérdida del objeto. Tal reacciona de esta manera,
es el duelo.
La situación en que el niño echa de menos a la madre, es para él una situación traumática cuando
registra en ese momento, una necesidad que la madre es quien debe satisfacer. La primera condición de
angustia que el Yo mismo introduce, es la de la pérdida de percepción que se equipara a la de la pérdida
del objeto. Más tarde la experiencia enseña que el objeto permanece presente, pero puede ponerse
malo para el niño y entonces, la pérdida de amor por parte del objeto, se convierte en un nuevo peligro
y una nueva condición de angustia más permanente.
Repetidas situaciones de satisfacción crean el objeto de la madre, que ahora en caso de despertarse la
necesidad, experimenta una investidura intensiva que ha de llamarse, posteriormente, AÑORANTE.
El dolor es, por tanto, la genuina reacción frente a la pérdida del objeto; la angustia lo es frente al
peligro que esa pérdida conlleva.
El dolor nace cuando un estímulo que ataca en la periferia perfora los dispositivos de la protección anti
estímulo y entonces actúa como un estímulo pulsional continuado, frente al cual permanecen
impotentes las acciones musculares, en otros casos eficaces, que sustraerían del estímulo, el lugar
estimulado.
A raíz del dolor corporal se genera una investidura elevada que ha de llamarse narcisista, del lugar
doliente del cuerpo.
Con motivos de dolores en órganos internos recibimos representaciones espaciales y otras partes del
cuerpo que no suelen estar subrogados en el representar conciente.
Tenemos noticias de otra reacción de sentimiento frente a la pérdida del objeto: el duelo se genera bajo
el influjo del examen de realidad, que exige categóricamente separarse del objeto porque él ya no existe
más. Debe realizar el trabajo de llevar a cabo ese retiro del objeto en todas las situaciones en que el
objeto fue asunto de una investidura elevada.
TRABAJOS PRACTICOS
TRES ENSAYOS DE TEORÍA SEXUAL: LA SEXUALIDAD INFANTIL (FREUD)
La amnesia infantil es un proceso que aparece en la mayoría de los seres humanos y cubre los primeros
años de la infancia hasta los seis-ochos años. En ese período de tiempo reaccionamos con vivacidad
frente a las impresiones, se exterioriza dolor y alegría de una manera humana, se muestran pasiones
que nos agitan con violencia, y pronunciamos frases que los adultos registran como buenas pruebas de
penetración y de una incipiente capacidad de juicio. Una vez adultos, nada de eso sabemos por nosotros
mismos.
Esas impresiones que hemos olvidado dejaron las más profundas huellas en nuestras vidas anímicas y
pasaron a ser determinantes para todo nuestro desarrollo posterior. Puede tratarse de una amnesia
semejante a la que observamos en los neuróticos respecto de vivencias posteriores y cuya esencia
consiste en un mero apartamiento de la conciencia (represión).
La existencia de la amnesia infantil proporciona otro punto de comparación entre el estado anímico del
niño y del psico-neurótico.
El individuo ya posee un acervo de huellas mnémicas que se han sustraído a su asequibilidad conciente y
que ahora, mediante una ligazón asociativa, arrastran hacia sí aquello sobre lo cual actúan, desde la
conciencia, las fuerzas repulsoras de la represión. Sin amnesia infantil, no habría amnesia histérica. La
amnesia infantil que convierte la infancia en un tiempo prehistórico oculta los comienzos de la propia
vida sexual, es la culpable que no haya otorgado valor al período infantil en el desarrollo de la vida
sexual.
El neonato trae consigo gérmenes de mociones sexuales que sufren una progresiva sofocación. Esta
puede ser quebrada por oleadas regulares de avance del desarrollo sexual o suspendida por
peculiaridades individuales. Hacia el tercero o cuarto año de vida del niño, su sexualidad se expresa en
una forma asequible a la observación.
Durante este periodo de latencia se edifican poderes anímicos que más tarde se presentarán como
inhibiciones en la pulsión sexual y angostarán su curso a la manera de unos diques: asco, vergüenza,
reclamos ideales, estéticos y la moral.
Las mociones sexuales infantiles en este período de latencia son desviadas del uso sexual y aplicadas a
otros. Esa desviación de las fuerzas pulsionales sexuales de sus metas (sublimación) adquieren
poderosos componentes en todos los logros culturales. Situaríamos su comienzo en el período de
latencia sexual de la infancia.
Las mociones sexuales de estos años infantiles serían inaplicables, pues las funciones de la reproducción
están diferidas, lo cual constituye el carácter principal del período de latencia; las mociones sexuales
serían perversas ya que partirían de zonas erógenas y se sustraerían en pulsiones que dada la dirección
del desarrollo del individuo sólo provocarían sensaciones de displacer. Por eso suscitan fuerzas anímicas
contrarias que construyen para la eficaz sofocación de ese displacer, los diques psíquicos (asco
vergüenza y moral).
La sexualidad infantil constituye un ideal pedagógico del cual el desarrollo del individuo se aparta casi
siempre. Irrumpe un bloque de exteriorización sexual que se ha sustraído a la sublimación hasta el
estallido reforzado de la pulsión sexual en la pubertad.
Tomaremos como de las exteriorizaciones sexuales infantiles el acto del chupeteo, el cual aparece en el
lactante y puede persistir toda la vida. Consiste en un contacto de succión con la boca que no tiene por
fin la nutrición, se ejecuta la acción de mamar. Cautiva por entero la atención y lleva al adormecimiento
(la satisfacción sexual es el mejor somnífero) o incluso a una reacción motriz en una suerte de orgasmo.
La pulsión no está dirigida a otra persona, se satisface en el cuerpo propio, es autoerótica. La acción del
niño chupeteador se rige por la búsqueda de un placer ya vivenciado.
Los labios se comportan como una zona erógena. Al comienzo la satisfacción de la zona erógena se
asoció con la satisfacción de la necesidad de alimentarse. El quehacer sexual se apuntala primero en una
de las funciones que sirven a la conservación de la vida, y sólo más tarde se independiza de ella. Quien
vea a un niño saciado adormecerse en el pecho materno, a pesar de la ternura que genera, debe saber
que es una expresión de satisfacción sexual.
En el chupeteo se observan los tres caracteres esenciales de una exteriorización sexual infantil:
- Nace apuntalándose
- Es autoerótica
- Meta sexual = zona erógena
Una zona erógena es un sector de piel (o mucosa) en el que estimulaciones de cierta clase provocan una
sensación de determinada cualidad. Existen zonas erógenas predeterminadas, pero cualquier otro
sector de piel puede prestar los servicios de una zona erógena. Por tanto, para la producción de una
sensación placentera, la cualidad del estímulo es más importante que la complexión de las partes del
cuerpo.
La meta sexual de la pulsión infantil consiste en producir la satisfacción mediante la estimulación
apropiada de la zona erógena que de un modo u otro ha sido escogida. La necesidad de repetir la
satisfacción se trasluce por dos cosas: un peculiar sentimiento de tensión que posee el carácter del
displacer, y una sensación de estímulo condicionada centralmente y proyectada a la zona erógena
periférica. Por eso la meta sexual procuraría sustituir la sensación de estímulo proyectada sobre la zona
erógena, por aquel estímulo externo que la cancela al provocar la sensación de satisfacción.
La significación íntegra de la zona anal se refleja, además en el hecho de que se encuentran muy pocos
neuróticos que no tengan sus usos escatológicos particulares, ceremonias y acciones similares que
mantienen es escrupulosos secretos.
Las zonas genitales no desempeñan el papel principal ni puede ser la portadora de mociones sexuales
más antiguas, pero está destinada a grandes cosas en el futuro. La micción está dentro de un saco de
mucosa de manera que no puede faltarle la estimulación por secreciones, que desde temprano son
capaces de encender la excitación sexual. Las activaciones sexuales de esta zona erógena son sin duda el
comienzo de la posterior vida sexual normal.
En el onanismo del lactante se establece el futuro primado de esta zona erógena para la actividad
sexual. La acción consiste en un acto de frotación con la mano o en una presión como reflejo apretando
los músculos.
• Período de latencia
• Florecimiento de la práctica sexual al cuarto año de vida
• Onanismo de la pubertad
Después del período de latencia (a los 10 años aproximadamente) la pulsión sexual suele despertar de
nuevo en esta zona genital y durar un lapso hasta que una nueva sofocación la detiene, o proseguir sin
interrupción. Todos los detalles de esta segunda activación sexual infantil dejan tras sí las más profundas
huellas en la memoria de la persona, determinan el desarrollo de su carácter si enferma después de la
pubertad. Este período sexual se ha olvidado, y se han desplazado los recuerdos conscientes que lo
atestiguan. Se logra de esta manera una compulsión que parte del material psíquico Icc.
La excitación sexual del periodo de latencia retorna como un estímulo de picazón, condicionado
centralmente que reclama una satisfacción onanista, o como un proceso del tipo de una polución, que
de manera análoga alcanza la satisfacción sin ayuda de ninguna acción.
Causas internas y ocasiones externas son decisivas para la reaparición de la actividad sexual. Las
ocasiones externas se sitúan en la influencia de la seducción que trata prematuramente al niño como
objeto sexual y le enseña a conocer la satisfacción de las zonas genitales; secuela de ello es casi siempre
la compulsión a renovarla por vías onanistas.
El niño en su disposición trae consigo transgresiones que tropiezan con escasas resistencias porque,
según sea la edad del niño, no han erigido todavía o están en formación los diques anímicos contra los
excesos sexuales.
La vida sexual infantil, a pesar del imperio que ejercen las zonas erógenas, muestra componentes que
desde el comienzo envuelven a otras personas en calidad de objetos sexuales. De esas índoles son las
pulsiones de placer de ver y de exhibir, y de la crueldad.
El niño pequeño carece de vergüenza, y en ciertos años muestra una inequívoca complacencia en
desnudar su cuerpo. La curiosidad por ver los genitales de otras personas, se hace manifiesto más
avanzada la niñez cuando el sentimiento de vergüenza se ha ya desarrollado. La pulsión de ver emerge
como una exteriorización sexual espontánea. Niños pequeños suelen dar y desarrollar un vivo interés
por los genitales de sus compañeritos de juegos.
Con independencia aún mayor se desarrollan los componentes crueles de la pulsión sexual, cosa
enteramente natural en el carácter infantil. La capacidad de compadecerse se desarrolla relativamente
tarde. Lo moción cruel proviene de la pulsión de apoderamiento y gobierna una fase de la vida sexual
que más adelante describiremos como organización pregenital.
En la vida sexual del niño, entre los tres y los cinco años, se inicia aquella actividad que se adscribe a la
pulsión de saber. Tal pulsión corresponde a una manera sublimada de apoderamiento, y trabaja con la
energía de la pulsión de ver. Recae en forma precoz y con intensidad sobre los problemas sexuales y aún
quizás es despertada por estos.
El primer problema que lo ocupa es de dónde vienen los niños. El hecho de los dos sexos, al comienzo
no se revuelve contra él ni le opone algún reparo.
Si hace tierna edad los niños son espectadores del comercio sexual entre adultos (favorecido por el
convencimiento de los mayores de que el pequeño no comprende nada de lo sexual) puede concebir el
acto como una especie de maltrato, en sentido sádico. La investigación sexual de la primera infancia es
siempre solitaria, implica un fuerte extrañamiento del niño respecto de las personas de su contorno,
que antes habían gozado de su plena confianza.
La organización pregenital es aquella etapa de la vida sexual en que las zonas genitales todavía no han
alcanzado su papel hegemónico. Una primera organización es la oral (canibálica). La actividad sexual no
se ha separado de la nutrición. La meta sexual consiste en la incorporación del objeto, paradigma en
calidad de identificación, que desempeñará un papel psíquico importante. Una segunda fase es la
sádico-anal, y en este punto, ya se ha desplegado la división en opuestos que atraviesan la vida sexual
(no se los puede llamar todavía masculinos o femeninos) de activo y pasivo. Esta forma ambivalente de
concebir los roles puede conservarse a lo largo de toda la vida. Los pares de opuestos pulsiones están
plasmados en un grado aproximadamente igual.
Ya en la niñez se consuma una elección de objeto. El conjunto de los afanes se dirigen a una persona
única, y en ella quieren alcanzar su meta. Así el máximo acercamiento posible en la infancia a la
conformación definitiva que la vida sexual presentará después de la pubertad. La unificación de las
pulsiones parciales y su subordinación al primado de los genitales no son establecido en la infancia, son
la última fase por la que atraviesa la organización sexual.
La elección de objeto se realiza en dos tiempos (dos oleadas). La primera se da entre los dos y los cinco
años, y el período de latencia la detiene y se caracteriza por la naturaleza infantil de sus metas sexuales;
la segunda sobreviene con la pubertad y determina la conformación definitiva de la vida sexual.
Los resultados de la elección infantil de objeto figuran en mociones tiernas (de meta inhibida). La
elección de objeto en la pubertad tiene que deshacerse de ellas y empezar una nueva corriente sensual
(satisfacción sexual directa). La no confluencia de ambas tiene como efecto que no puede alcanzarse
uno de los ideales de la vida sexual, la unificación de todos los anhelos en un objeto.
Freud acerca del género y la elección sexual dice que las perversiones (grupo donde entra por ejemplo la
homosexualidad) no quedan expulsadas del campo de la constitución del sujeto considerado normal, es
decir, nunca es usado de modo reprobatorio. Hizo del perverso el prójimo del neurótico, y del neurótico
un perverso honorable. La homosexualidad, para este autor, no se trata de una enfermedad y en sí
misma no es motivo válido de consulta. Aunque no está de acuerdo con la concepción del tercer sexo
(disposición perversa polimorfa).
El psicoanálisis ubica en el acto clínico de qué sexualidad se trata solo para un sujeto. Afirma Freud que
en ningún neurótico faltan mociones homosexuales y que buen número de síntomas expresan esta
inversión latente. Los que se autodenominan homosexuales son invertidos conscientes y manifiestos.
Nos vemos precisados a considerar la elección de objeto dentro del mismo sexo como una ramificación
regular de la vida amorosa. No hay ningún sujeto que sea la representación de lo puramente masculino
o de lo femenino. Todo sujeto porta un poco de cada uno. Todos los individuos humanos, a
consecuencia de su disposición bisexual, y de la herencia cruzada, reúnen en sí caracteres masculinos y
femeninos, siendo estos contenidos teóricos inciertos.
Lacan, por su parte, desarrolla el concepto de sexuación, por el cual establece las diferencias entre la
forma de gozar femenina o masculinamente. Partiendo del supuesto que no hay complemento posible
entre los sexos, que no se produce un acuerdo común armónico o una conjunción feliz, sino sólo
acciones suplementarias, ya que la relación se establece con el falo y su falta.
Es imprescindible una implicación subjetiva con respecto a la sexualidad (asunción). La prenda del
análisis es reconocer qué función asume el sujeto en el orden de las relaciones simbólicas que cubre
todo el campo de las relaciones humanas, y cuya célula inicial es el complejo de Edipo, donde se decide
la asunción del sexo.
Se trata de la asunción del sujeto de su sexualidad. Lacan discute que a partir de esa insondable decisión
del ser, todas las demás que toma son sucesivas confirmaciones de la misma. Llega a ser tal como eres,
va en esta dirección de una decisión primera, ser como se ha decidido insondablemente.
Freud dijo, defendiendo la postura de que el homosexual no es propiedad de un tribunal, que tampoco
deben ser tratados como enfermos, ya que una orientación perversa está lejos de ser una enfermedad.
Muchas de las posturas homofóbicas son producto de la pulsión genital, la cual supone una relación
sexual heterosexual plena, siempre satisfactoria con orgasmo genital y naturalmente normal.
Pero la pulsión sexual es siempre parcial, y por si fuera poco, su objeto es además contingente. A
diferencia de lo que ocurre con el instinto animas, en el hombre no hay saber certero y garantizado
sobre lo sexual.
Resulta raro que ciertos llamados psicoanalistas continúen escandalizándose por las consecuencias que
pudieran padecer los niños originarios de parejas diversas o monoparentales. Por eso creemos necesario
y un acto de justicia, reivindicar y valorar positivamente la postura ética sostenida tanto por Freud como
por Lacan, y la adhesión ética que sostenemos quienes nos reconocemos sus seguidores.
En todo hombre se esconde un poeta, desapareciendo así el último poeta, con el último de los hombres.
Deberíamos buscar ya en el niño las primeras huellas del quehacer poético. La ocupación preferida y
más intensa del niño es el juego. Todo niño que juega, se comporta como un poeta, se crea un mundo
propio, inserta las cosas de su mundo en un nuevo orden que le agrada. Además toma muy en serio su
juego, emplea en él grandes montos de afecto.
Lo opuesto al juego es la realidad efectiva. El niño diferencia muy bien de la realidad su mundo del
juego, y tiende a apuntalar sus objetos y situaciones imaginadas en cosas palpables y visibles del mundo
real.
El poeta hace lo mismo que hace el niño cuando juega, y el lenguaje ha recogido este parentesco
llamando juego a las escenificaciones del poeta que necesitan apuntalarse en objetos palpables y son
susceptibles de figuración.
El adulto deja de jugar, y aparentemente renuncia a la ganancia de placer que extraía de aquí, pero solo
permutamos una cosa por otra. Así, cuando cesa el juego, nos resignamos al apuntalamiento en objetos
reales: en vez de jugar, el adulto fantasea, crea lo que se llama sueños diurnos.
El fantasear del adulto es menos fácil de observar que el jugar de los niños. El adulto se avergüenza de
sus fantasías y se esconde de los otros, las cría como a sus intimidades más personales. Por eso, puede
creerse el único que forma tales fantasías.
El jugar del niño estaba dirigido por deseos (un solo deseo), ser grande. No hay razón alguna para
esconder este deseo. Diverso es el caso del adulto que sabe lo que esperan de él, que actúe en el mundo
real. Entre los deseos productores de sus fantasías hay muchos que se ven precisados de ser escondidos.
Entonces, su fantasear lo avergüenza por infantil y por no permitido.
Hay un género de hombres a quienes la necesidad ha impartido la orden de decir sus penas y alegrías.
Son los neuróticos que se ven forzados a confesar al médico de quien esperan su curación por
tratamiento psíquico, también sus fantasías. Los enfermos nos comunican lo que podríamos averiguar
en las personas sanas.
Una de las características de la fantasía es que el dichoso no las tiene, solo el insatisfecho fantasea, y
cada fantasía singular es un cumplimiento de deseo. Los deseos pulsionantes difieren según sexo,
carácter, y circunstancias de la vida, pero se dejan agrupar siguiendo dos orientaciones: deseos
ambiciosos (exaltación de la personalidad) o deseo erótico. En estas dos categorías hay vastas y
poderosos motivos para ocultarlos.
Las fantasías singulares se adecuan a las cambiantes impresiones vitales, se alteran a cada variación de
las condiciones de vida. Una fantasía oscila en cierto modo entre tres tiempos: el trabajo anímico se
anuda a una impresión actual, desde ahí se remonta al recuerdo de una vivencia anterior, infantil las
más de las veces, en que aquel deseo se cumplía, y entonces crea una situación referida al futura que se
figura como el cumplimiento de ese deseo.
En el adulto llamamos sueños diurnos a los castillos en el aire de los fantaseadores. La mayoría de las
veces nuestros sueños nos pueden parecer oscuros por el hecho de que por la noche se ponen en
movimiento deseos de los que tenemos que avergonzarnos y debemos ocultar, y que por eso fueron
reprimidos, empujados a lo Icc. A tales deseos se les puede consentir una expresión gravemente
desfigurada. Después de este concepto de desfiguración onírica, no fue difícil discernir que los sueños
nocturnos son cumplimiento de deseo, como los diurnos.
Todo poeta tiene un héroe al que pone en el centro de su interés y sobre el cual procura por todos los
medios que gane nuestra simpatía. Esa marca reveladora que es la invulnerabilidad se discierne sin
trabajo sobre “Su majestad el Yo” (héroes de todos los sueños diurnos y de todas las novelas).
La novela psicológica debe sin duda su especificidad a la inclinación del poeta moderno a escindir su Yo
en yoes parciales, y a personificar en varios héroes la corriente entran en conflicto en su vida anímica.
El soñante diurno pone el mayor cuidado en ocultar sus fantasías de los demás porque registra motivos
para avergonzarse de ellas, aunque no las comunicara, si nos enteráramos de ellas, nos
escandalizaríamos. En cambio, si el poeta juega sus juegos ante nosotros como su público sentimos en
elevado placer, que probablemente tenga tributarios de varias fuentes. Lo consigue gracias la técnica
para superar aquel escando, que tiene que ver con las barreras que se levantan entre cada Yo singular y
los otros (ars poética).
Podemos colegir dos clases de recursos: el poeta atempera el carácter del sueño diurno egoísta y nos
soborna por medio de una ganancia de placer puramente formal, estética (prima de incentivación).
El goce genuino de la obra poética proviene de la liberación de tensiones en el interior de nuestra alma.
El poeta nos habilita para gozar en lo sucesivo, sin remordimiento ni vergüenza de nuestras fantasías.
TEMA PRINCIPAL: El interminable antagonismo entre las exigencias pulsionales y las restricciones
impuestas por la cultura.
El problema más importante del desarrollo cultural es el SENTIMIENTO DE CULPA.
Freud comienza hablando con un amigo religioso con el cual no comparte idea, ese amigo le habla
de un sentimiento oceánico que Freud dice no sentir.
Se contrapone por primera vez al Yo un OBJETO como algo que se encuentra afuera y sólo
mediante una acción específica es esforzado a aparecer. Al reconocer un afuera, un mundo
exterior, se instaura el PRINCIPIO DE REALIDAD.
Así se instala en el psiquismo que no todo es placer y que también se experimentan sensaciones de
dolor y displacer, nace la tendencia a buscar el placer y evitar el displacer (arrojar hacia afuera todo
lo que pueda perturbar).
Así porción de la moción pulsional se conserva en el ICC y otra porción continúa con el desarrollo
posterior. En la vida anímica no se puede sepultar nada de lo que una vez se formó, todo se
conserva de algún modo e influye en la conducta CC del sujeto.
II
Al instaurarse el principio de realidad, la vida como nos es impuesta, nos resulta gravosa: nos trae
hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, el psiquismo recurre a ciertos
paliativos (determinados dispositivos anímicos de protección), los hay de 3 clases: poderosas
distracciones (que nos hacen valorar un poco nuestra miseria); satisfacciones sustitutivas (que
reduzcan el displacer); y sustancias embragadoras (que nos vuelven insensibles a ellas).
Por qué en la vida sentimos displacer?: Porque nuestro psiquismo es regido desde los comienzos
por el principio de placer, por ende el objetivo de todo ser humano es alcanzar la felicidad plena,
cual deseo es irrealizable porque hay límites, el aparato anímico no es lo único que existe y éste
entra en querella con el mundo entero. Ya nuestra constitución limita nuestras posibilidades de
dicha.
3 TIPOS DE SUFRIMIENTO: desde el propio cuerpo (fragilidad) – desde el mundo externo (lucha por
sobreponerse a la naturaleza) – desde los vínculos con otros seres humanos (insuficiencia de las
normas).
Señala que cultura designa toda la suma de operaciones y normas que distancian nuestra vida de
las de nuestros antepasados animales, y que sirven a dos fines: la protección del ser humano frente
a la naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre los hombres.
Por eso, bajo estas posibilidades de sufrimiento, el ser humano atempera sus exigencias de dicha.
En modo de defensa frente al padecer, resigna toda otra actividad (se ha sacrificado la propia vida
pulsional), para recuperar por metas más moderadas el placer.
Técnica para la defensa contra el sufrimiento: DESPLAZAMIENTOS LIBIDINALES (función:
flexibilidad), es preciso para trasladar las metas pulsionales de tal suerte que no puedan ser
denegadas por el mundo exterior, convirtiéndose esta otra vía (vía que sustituye a la vía pulsional
original para la meta vital, protegiendo al sujeto contra la posibilidad de sufrir) en fuente de placer
y consuelo de la vida.
No existe consejo válido para todos, cada quien tiene que buscar por sí mismo la forma en que
puede alcanzar la bienaventuranza.
El éxito nunca es seguro, depende de la capacidad de la constitución psíquica para adecuar su
función al medio circundante y aprovecharlo para la ganancia de placer, que le promete al menos
satisfacciones sustitutivas.
III
Gran parte de la culpa por nuestra miseria la tiene la CULTURA, seríamos más felices si volviéramos
a encontrarnos en condiciones primitivas.
Freud plantea que en lugar de hacernos más felices y beneficiarnos, la cultura nos hace más
infelices: se la plantea beneficiosa en cuanto a avances tecnológicos que permiten beneficios en la
satisfacción de necesidades, como por ej. El teléfono. Pero por culpa de la misma, al brindar más
servicios, más posibilidades, acarrea más fastidios. Ej. Sin el ferrocarril el hijo no se hubiera
marchado y el padre que lo extraña no necesitaría el teléfono para poder estar en contacto con él.
Freud define a la cultura como: Actividades y valores que son útiles para el ser humano y que le
permiten protección frente a la naturaleza y regular los vínculos entre los hombres. La cultura
implica establecer un ORDEN: decide cuándo, dónde y cómo algo debe ser hecho. Pero el hombre,
posee una inclinación natural al descuido, a la falta de regularidad y debe ser educado para imitar
los arquetipos celestes. Es decir que la cultura provoca uno de los 3 tipos de malestar que es el de
los vínculos sociales.
El paso a lo cultural es la sustitución del poder del individuo por el de la comunidad: los individuos
de la comunidad se limitan en sus posibilidades de satisfacción (porque sería injusto, se busca que
todo sea por igual). Entonces el desarrollo cultural es un proceso que podemos caracterizar como
las alteraciones de las disposiciones pulsionales de los seres humanos (cuya satisfacción es por
cierto la tarea económica de nuestra vida). Se impone la cultura al desarrollo libidinal del individuo,
entonces entra en juego la SUBLIMACIÓN que es, en general, un destino de pulsión forzosamente
impuesto por la cultura.
IV
Cuál es el origen de la cultura, por qué se empieza a vivir en comunidad:
La convivencia de los seres humanos tuvo un fundamento doble: la compulsión al trabajo creada por el
apremio exterior, y el poder del amor: el varón no quería estar privado de la mujer como objeto sexual y
ésta no quería separarse de su hijo, parte de su carne. Así EROS (amor) Y ANHANKÉ (necesidad) pasaron
a ser los progenitores de la cultura humana.
El amor sexual le asegura al ser humano las más intensas vivencias de satisfacción, que genera familias.
Pero la cultura busca más que eso, busca formar fraternidades porque escapa a muchas limitaciones del
amor genital. Uno de los principales afanes de la cultura es aglomerar a los seres humanos en grandes
unidades. Así, la vida sexual del hombre ha recibido un grave daño (prohibición del incesto). Ha
experimentado un retroceso en cuanto su valor como fuente de sensaciones de felicidad, o sea para el
cumplimiento de nuestro fin vital.
La cultura reprime y apela a la renuncia pulsional, que nos genera malestar. Pero sin renuncia no se
puede vivir en comunidad (paradoja)
Requerimos signos de limpieza y orden. El orden es una suerte de compulsión de repetición que, una vez
instituida decide, cuándo, dónde y cómo algo debe ser hecho, ahorrando así vacilación y dudas en todos
los casos idénticos. Se tendría derecho a esperar que se hubiese establecido desde el comienzo y sin
compulsión en el obrar humano y es permisible asombrarse de que haya sido así, porque el hombre más
bien posee una inclinación natural al descuido, a la falta de regularidad y de puntualidad en su trabajo y
debe ser educado empeñosamente para imitar los arquetipos celestes.
Pero la utilidad no explica totalmente el afán. En ningún otro rasgo se distingue mejor según Freud la
cultura, que en la estima y el cuidado dispensado a las actividades psíquicas superiores.
Como último rasgo, aprecia el modo en que se manifiestan los vínculos recíprocos entre los seres
humanos: los vínculos sociales que ellos entablan como vecinos, como objeto sexual de la otra persona,
como miembro de una familia. La convivencia humana solo es posible cuando se agrupa una mayoría
más fuerte que los individuos aislados y cohesionada frente a estos. El siguiente requisito cultural es la
justicia, es decir, la seguridad de que el orden jurídico no se quebrantará para favorecer a un individuo.
La cultura se edifica sobre la ley y el orden; la sublimación de los placeres; y la renuncia de lo pulsional
(principal fuente de la insatisfacción e imposibilidad de felicidad plena para el hombre).
Después que el hombre primordial descubriera que estaba en su mano mejorar su suerte en la tierra
mediante el trabajo, no fue indiferente que otro trabajara con él o contra él, por lo que el otro adquirió
el valor de colaborador con quien era útil vivir en común. El tótem y el tabú han intentado mostrar el
camino que llevó desde esta familia hasta el siguiente grado de convivencia en la forma de las alianzas
de hermanos. Tras vencer al protopadre los hijos hicieron la experiencia de que una unión puede ser
más fuerte que el individuo, luego imponiendo la prohibición del incesto, como resultado a un orden de
lo que se debe y no se debe hacer como miembro de una sociedad. La cultura totemista (producto del
asesinato al padre y su posterior arrepentimiento) descansa en las limitaciones a que debieron
someterse para mantener el nuevo estado y los preceptos del tabú (prohibición del incesto) fueron el
primer derecho.
Se había indicado que la experiencia de que el amor sexual (satisfacción pura directa) asegura al ser
humano las más intensas vivencias de satisfacción, y en verdad le proporciona el modelo de toda dicha y
se dijo también que por esa vía se volvía dependiente de forma más riesgosa de un fragmento del
mundo exterior. Para algunos le permite hallar la dicha pero supone vastas modificaciones anímicas de
la función del amor, de forma que estas personas se independizan de la aquiescencia del objeto
desplazando el valor principal del ser amado al amar ellas mismas, se protegen de la pérdida no
dirigiendo su amor a objetos singulares, sino a todos los hombres en igual medida y evitan desengaños
del amor genital apartándose de su meta sexual (pulsión de meta inhibida).
Aquel amor que fundó la familia sigue activo en la cultura tanto en su sesgo originario, sin renuncia a la
satisfacción sexual directa, como en su modificación, la ternura de meta inhibida. En ambas formas
prosigue su función de ligar entre sí un número mayor de seres humanos y más intensamente cuando
responde al interés de la comunidad de trabajo.
El reclamo de una vida sexual uniforme para todos, que se traduce en esas prohibiciones, prescinde de
las desigualdades en la constitución sexual innata y adquirida de los seres humanos, segrega a un buen
número de ellos del goce sexual y de tal modo se convierte en fuente de grave injusticia.