Sentencia T-220/04 Derecho A La Dignidad Humana de Estudiante

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Sentencia T-220/04

DERECHO A LA DIGNIDAD HUMANA DE ESTUDIANTE-


Señalamiento público de conducta

La debida funcionalidad del derecho a la dignidad humana implica que


el ámbito de su protección se extiende a la interdicción de conductas que
entrañen la afectación de la dimensión individual y social de la persona.
La construcción social de la realidad y la valoración social de ciertas
conductas, desde sus niveles particulares de significado, son las que en
últimas determinan el ámbito de lo prohibido y de lo que resulta objeto
de amparo constitucional. En el contexto escolar, un señalamiento
público operado por la instancia de poder, en la medida en que cifra un
disvalor en cierto tipo de conductas y las muestra como objeto de
censura y de reproche social, tiene la capacidad de afectar el ámbito de
protección de la integridad moral (componente del derecho a la
dignidad) de las personas, ya que no sólo socava la autocomprensión de
la persona aludida, sino porque implica la construcción de referentes
sociales para su exclusión, mediante la práctica del escarnio o del
señalamiento público.

DERECHO A LA INTIMIDAD DE ESTUDIANTE-Deber de


reserva de información privada

Para el presente caso, el ámbito de protección del derecho a la intimidad


está referido al deber de reserva de la información privada. El manejo
público de información personalísima desborda cualquier ejercicio
legítimo de la función correctora u orientadora de las directivas
escolares. Esto está determinado por las circunstancias sociales en las
que se presenta la divulgación de la información personal: la discusión
de ciertos hechos concretos, asociados al nombre de una persona, por
parte de la figura del poder educativo, en el seno de la comunidad
académica. Esta caracterización implica que las conductas expuestas
ante la comunidad académica, pierdan el carácter personal y
circunstancial en que la persona aludida las ha desarrollado, y tomen
una dimensión pública, lo cual, en principio, no ha sido debidamente
consentido por la persona concernida. Es entonces el tipo de la
información que se discute (asociada a las relaciones interpersonales
íntimas) y la valoración que en la práctica social e individual se le
otorga a dicha información (privada o personalísima), lo que permite
afirmar que el hecho de su divulgación, sin el consentimiento del sujeto
aludido, trascienda los límites del ejercicio de las facultades de
corrección de las directivas del centro docente, para invadir el ámbito de
protección de la intimidad personal.

DERECHO AL BUEN NOMBRE DE ESTUDIANTE–Violación


por calificación pública de conducta
Los referentes axiológicos y de corrección de la comunidad académica
son de diversa índole y tiene diversos orígenes; así, unos serán los
significados atribuidos por los estudiantes a ciertas conductas por ellos
desplegadas, y otros serán los que atribuyan a esas mismas conductas,
los directivos del plantel y el profesorado. Una diferencia muy marcada
entre unos y otros puede incluso llegar a afectar la construcción de
realidades conjuntas y entorpecer la función educativa, sobre todo en lo
relacionado con la disciplina y la corrección de ciertos
comportamientos. El problema empieza cuando tales hechos son
socializados por parte de las directivas (bajo su especial comprensión y
juicio) como hechos censurables o incorrectos y, sobre todo, cuando tal
valoración está de la mano de la identificación y de la calificación
pública de la persona que realiza tales conductas.

DERECHO A LA DIGNIDAD HUMANA DE LOS MENORES


DE EDAD-Mayor vulnerabilidad

En el caso del derecho fundamental a la dignidad de los menores, los


ámbitos de protección extienden sus fronteras de tal forma que lo que en
algunos casos puede no considerarse como una afectación del derecho,
por ejemplo, en el ámbito de la protección de la integridad moral en caso
de personas mayores de edad, si pueda ser considerado como tal en el
caso de los menores. En estos eventos, debido al estado de mayor
vulnerabilidad en que se encuentra el menor frente a las agresiones
morales, el ámbito de la dignidad se extiende con el fin de garantizar la
intangibilidad mental, moral y espiritual del menor. En esa medida se
justifican mayores prohibiciones al ejercicio de las libertades de los
terceros que puedan afectarlos.

DERECHO A LA INTIMIDAD DE LOS MENORES DE


EDAD-Medidas correctivas en el contexto escolar deben estar
guiadas pedagógicamente

Conductas con una potencialidad relativa de incidencia en el ámbito de


protección del derecho están excluidas del amparo constitucional. En
esta medida, formas al parecer inocentes de intromisión en las esferas
privadas son, tratándose de menores, duramente censuradas por el orden
jurídico. Esto implica que, por ejemplo, en el contexto escolar, donde las
directivas y los profesores fungen como instancia de poder y de
autoridad, las medidas correctivas deban estar guiadas
pedagógicamente y de manera especial, evitando que las mismas por la
forma en que se tomen resulten afectando esferas íntimas del menor.
Implica igualmente que, en ciertas hipótesis, la información que
concierne al menor deba mantenerse en reserva de manera más estricta,
teniendo en cuenta que en el caso de los menores las eventuales
repercusiones que traería su publicidad, pueden llegar a afectar de
manera grave su psiquis y generarle penosos traumatismos, o daños
irreversibles. Como se ve, esta situación es especial en consideración al
niño o adolescente, y no es predicable, por lo menos como regla general,
cuando el caso involucra solamente personas mayores de edad.

POLITICA PUBLICA EN MATERIA DE EDUCACION


SEXUAL Y DERECHO A LA EDUCACION-Relación

No pasa por alto la Corporación que tanto la aplicación de los


elementos de la política pública en materia de formación, como el
ámbito de protección del derecho fundamental de educación, no se
encuentra restringido a la valoración de las conductas desarrolladas
dentro del aula de clases. Por el contrario, incorpora otros contextos
escolares donde la función educativa del centro docente se perpetúa
como conjunto de comportamientos orientados por los propósitos de
dichas instituciones. La conducta de las directivas de los centros
educativos en el sentido de hacer públicos ciertos hechos relacionados
con el comportamiento sexual de los educandos, y seguidamente, inquirir
por el caso de una estudiante vinculada con esos hechos, desconoce los
elementos de la política pública en materia de educación sexual. Ello es
así, en la medida en que tal conducta no facilita un ambiente de respeto
por la autonomía del estudiante, ni tampoco favorece un ejercicio
pedagógico formador, sino represivo y de censura. Por este camino la
actuación de las directivas pierde funcionalidad y conduce a una
eventual vulneración del derecho a la educación.

DERECHO A LA EDUCACION-Prevención a Directivas y


profesores de institución educativa

Con el tratamiento público del problema y la alusión a su caso concreto


se vulneró el derecho a la educación de la menor, al no consultarse
ningún tipo de estrategia pedagógica en materia de educación sexual,
desconocer la necesidad de respetar la autonomía y demás derechos, y al
no alcanzar una finalidad formadora. Lo que no comparte la Corte en el
presente asunto es la forma como se quiso resolver un problema, al
parecer menor, en la institución educativa. Por esta razón, la Corte hace
suyas las sugerencias de los expertos consultados, en la medida en que si
existían problemas en relación con el despertar de la sexualidad de los
adolescente y la proliferación de caricias, palmadas y roces entre los
estudiantes, tales circunstancias debieron ser discutidas en un contexto
privado, con audiencia de los menores involucrados y con la asesoría
respectiva de profesionales expertos en ese tipo de asuntos (psicólogos y
pedagogos). Como en el presente caso la Corte considera que
efectivamente se desconocieron los derechos fundamentales a la
dignidad, intimidad, buen nombre y educación de la menor (…), se
revocará la sentencia objeto de revisión y se concederá el respectivo
amparo. Así mismo, como es bastante probable que por el tiempo
transcurrido se haya presentado en este caso un hecho ya superado, ante
la consumación del hecho y la cesación de sus consecuencias, la Corte
dispondrá que por intermedio del representante legal del Colegio (…) se
prevenga a las directivas y a los profesores de dicha institución, para que
en adelante se abstengan de hacer señalamientos públicos en relación
con hechos censurables o inapropiados en que estén involucrados los
estudiantes. En consecuencia, estos asuntos deberán ser resueltos en
contextos privados con el fin de que se respeten los ámbitos de
protección de los derechos fundamentales de los menores de edad, de
conformidad con lo dispuesto en las consideraciones de la presente
sentencia.

Referencia: expediente T-775638

Acción de tutela instaurada por - una


madre- en representación de su hija, -
contra - el Colegio- donde estudiaba.

Magistrado Ponente:
Dr. EDUARDO MONTEALEGRE
LYNETT.

Bogotá D. C., ocho (8) de marzo de dos mil cuatro (2004).

La Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los


magistrados Clara Inés Vargas Hernández, Álvaro Tafur Galvis y
Eduardo Montealegre Lynett, quien la preside, en ejercicio de sus
competencias constitucionales y legales, específicamente las previstas en
los artículos 86 y 241 numeral 9º de la Constitución Política y en los
artículos 33 y siguientes del Decreto 2591 de 1991, ha proferido la
siguiente

SENTENCIA

dentro del proceso de revisión del fallo dictado por el Juzgado Primero
Penal Municipal de Bogotá en primera y única instancia, en el expediente
de tutela T-775638.

I. ANTECEDENTES.

La ciudadana (…), en representación de su hija (…), interpuso acción de


tutela contra el Colegio (…), por considerar que una funcionaria de ese
establecimiento educativo, con sus actuaciones, ha vulnerado los
derechos fundamentales de su hija menor a la dignidad, al buen nombre y
a la honra.

Hechos que motivaron la solicitud de amparo.


1. A finales del primer semestre del 2003, mientras se celebraba la
reunión general de la comunidad académica del Colegio (…), la
Coordinadora de disciplina señora (…), quien presidía, expresó su
preocupación por el hecho de que algunas estudiantes se dejaban
“manosear” por todo el mundo y que parecían “el tambor del colegio”.
Entre líneas, sugirió que este era el caso de la estudiante (…).

A partir de estas afirmaciones de la Coordinadora de disciplina, las


personas que se encontraban en la formación voltearon a mirar a la
estudiante (…). Seguidamente, iniciaron los comentarios de la
comunidad educativa en torno a las afirmaciones de la Coordinadora
relacionadas con la conducta personal de (…). Estos hechos han
generado en la menor una fuerte depresión de ánimo y la pérdida de su
autoestima.

Por otro lado, en el mes de junio del año 2003, la Coordinadora le dijo a
la madre de la estudiante (…), que la estudiante (…) y el grupo de
compañeras con quien esta comparte, no eran una buena amistad para su
hija. (fl. 1)

Contestación de la demanda.

2. En escritos separados se sirvieron contestar la demanda, el señor (…)


quien dijo actuar en calidad de Rector del Colegio demandado y la señora
(…), Coordinadora de disciplina.

3. Indicó el señor Rector que la señora (…) es la Coordinadora de


convivencia y la Secretaria General de la institución, quien ha trabajado a
su lado durante 13 años, y que siempre ha orientado y dirigido el
comportamiento de los estudiantes con ética profesional, delicadeza y
apoyo de los compañeros y de los padres de familia.

Señala respecto a los fundamentos de hecho de la demanda de tutela, que


la señora (…) hizo observaciones y dio orientaciones sobre el
comportamiento dentro y fuera de la institución, pero no en los términos
que plantea la ahora demandante. Que sobre el punto había sostenido una
entrevista previa con la madre y con un hermano de la estudiante quien se
había identificado como funcionario del DAS. Que le extrañaba la
conducta de la madre de la menor (…), pues después de la formación
general, la Coordinadora dialogó con ella sobre la orientación de la
estudiante, y que incluso la madre amigablemente le pidió a la profesora
que hablara con la niña y que ella, en casa, hablaría con el padre con el
fin de que estuviera más pendiente. Que no obstante, con motivo de las
reclamaciones de los familiares de la estudiante (…) , se celebró una
reunión de profesores de la cual se levantó un acta en la que se consignó
lo siguiente:
Repetición del “discurso” de la Coordinadora :

“Encontré a los alumnos formado (sic) y ante tantos comentarios,


les expresé que las alumnas mujeres se dieran a respetar de los
mismos compañeros, me da tristeza, que muchos ya parecen unas
guitarras, todo el mundo los toca; y la mejor manera de ganarse el
respeto es no permitiendo ninguna clase de toques y manipuleó (sic)
hacia la persona de uno, por lo general empiezan tocándoles la
cabeza, el cuerpo y a veces encontramos jóvenes que directamente
les cogen la cola y con qué autoridad piden respeto si ya han
permitido anteriormente hacerlo?

En grado sexto hay muchos comentarios, que quisiera saber qué


pasa con una niña llamada (…) de la cual se tienen comentarios de
los mismos compañeros y para los hombres no entiendo porque
también lo hacen, deben recordar que tiene (sic) mamá y hermanas
y que no les gustaría que con ellas hicieran lo mismo que hacen con
sus compañeras, así si las niñas no se dan a respetar tránquenlas y
enséñenles que después le pueden faltar al respeto y que eso no lo
quieren hacer”

Se consignaron así mismo algunas de las opiniones de varios de los


docentes:

“La profesora (…) dice que se acuerda que hizo la observación con
el fin de que las chicas hicieran respetar (sic) pero que no vio que
en ningún momento se violara la dignidad como lo afirman.

La profesora (…) dice que más que todo se hizo énfasis por parte de
los valores y que cree que el hacer una observación no sea
destructivo y menos en la forma como se quiere presentar.

El profesor (…) dice que en eso no se vio nada raro, pues en el


caso de él ya había hecho ese tipo de observaciones en repetidas
ocasiones y concretamente a esas niñas de sexto.

La profesora (…) retoma la palabra y dice que los términos que se


utilizaron en ningún momento fueron ofensivos o que atenten contra
la personalidad de alguien, pues realmente nunca vimos que alguien
fuera afectado o que los chicos mostraran inconformidad.”

Finalmente, señalan los profesores y el señor rector que el hecho de que


este asunto se haya desbordado se debe, en buena parte, a la conducta
adelantada por una exprofesora del plantel llamada (…). De quien
afirman, “asesora” a los estudiantes y “se ha valido de quienes tienen
debilidades disciplinarias y quienes no conocen la formación y la
filosofía de la institución”, para afectar el buen funcionamiento del
plantel. (fls. 9, 10 y 13 a 17)
4. Por su parte, la Coordinadora de disciplina contestó la demanda de
tutela afirmando que su interés, en 17 años que lleva trabajando con
jóvenes, nunca ha sido el de “empobrecer” a un estudiante y que por el
contrario, siempre ha querido formar niñas y niños para el futuro.

Frente a los hechos, indica que en ningún momento utilizó la palabra


“tambor”, que lo que había dicho era que “le daba tristeza que había
alumnas que ya parecían una guitarra pues todo el que pasaba las
tocaba”, indica que les solicitó a los estudiantes varones “que si las niñas
no se daban a respetar que recordaran que tenían mamá y hermanas”. En
seguida, señala que, “muy aparte, les dije que en todos los cursos habían
comentarios de una niña llamada (…) que por favor tuvieran la bondad
de respetarse como mujeres”.

Respecto del segundo de los hechos de la demanda, afirma que se había


comunicado con la madre de una compañerita de la hija de la actora y
que le había dicho que tenía que hablar con ella, pues la niña estaba
llegando tarde con la estudiante (…) , y que “era seguido que necesitaba
que le pusieran atención pues a veces las amistades no eran las mejores y
que las alumnas independientemente podrían ser excelentes pero en
compañía ya no funcionaba.” Finalmente, indica que todo esto ha sido un
“montaje” de la ex profesora (…), quien había prometido vengarse por
haber salido del Colegio. (fls 11 y 12).

Declaración de la señora (…) exprofesora del plantel.

5. Ante el despacho del Juzgado Primero Penal Municipal de Bogotá


compareció (…), antigua docente del Colegio. La Sala procede a resumir
los apartes más importante de su declaración.

Indica la ex profesora que en la última reunión para entrega de notas, que


se celebró el 14 de junio de 2003 y una vez presentada su renuncia, les
explicó a los padres de familia que se retiraba voluntariamente del
Colegio, puesto que no estaba de acuerdo con algunas prácticas de las
directivas, especialmente, con aquella de llamar la atención a los
estudiantes en la formación general cuando alguno de ellos ha cometido
una falta. Trae a colación la declarante el caso de la estudiante (…), y
afirma que la Coordinadora (…) durante una formación general, afirmó
que (…) era el tambor de todo el Colegio.

Relata la declarante que después de la formación, llamó aparte a la


estudiante (…) y le preguntó por lo que la señora (…) había referido en
la formación, si eso era cierto o no, y que por qué la “rectora” había
dicho eso; le sugirió que debía hacerse respetar y que debía hablar con su
madre. Sin embargo, afirma que la niña le indicó que su madre no le creía
nada de lo que ella le contaba porque la rectora hablaba muy mal de ella,
ante lo cual la profesora le sugirió que si era el caso ella hablaría
directamente con su madre. Al día siguiente, la estudiante (…) le contó a
la exprofesora, que su madre estaba de muy mal genio, pues la
Coordinadora la había llamado. Igualmente, indicó la declarante que
cuando conversaba con la estudiante (…), se acercó la estudiante (…) y
le comentó que la Coordinadora había llamado a su madre y le había
sugerido indicarle a su hija que no se juntara con (…).

Frente a la pregunta de si conocía los motivos por los cuales la señora


(…) realizó el referido comentario en la formación, la declarante
respondió que desconocía las razones, que era más bien una costumbre
en dicha institución, consistente en que ella (la Coordinadora) con su
esposo (el Rector) “van diciendo a cuatro vientos en público, sin antes
hacer un llamado o escuchar el muchacho que tenga algún problema o
alguna falla”.

Frente a la pregunta de si consideraba que el comentario de la rectora


había perjudicado a la estudiante (…), contestó “cómo no la va a afectar
o la ha afectado, si todos los estudiantes le han hecho mofa, o algunos
estudiantes le han hecho mofa, por los comentarios que me hicieron a mi
personalmente.”

Por último, frente a la pregunta de cómo era la relación de (…) con los
compañeros después del incidente de la formación general, contestó:
“Normalmente, es una niña que no se le escuchan malas palabras y los
compañeros hacia ella la tratan bien con cariño, con respeto, incluso los
compañeros la defienden y hablan bien de ella, y los compañeros que no
les gustó el comentario de la rectora, y ninguno de los compañeros me
llegó a comentar algo desagradable de (…) , y el resto de los alumnos del
colegio ninguno me ha hecho mal comentario...” (fls 23 a 26)

II. DECISIÓN JUDICIAL QUE SE REVISA.

Decisión de instancia

6. El Juzgado Primero Penal Municipal de Bogotá decidió negar el


amparo. Consideró la Juez que de las pruebas allegadas al expediente se
desprendían algunas dudas en torno a la veracidad de los hechos alegados
por la parte actora. Para la juez, no es absolutamente claro que el día de
la formación general, en el cual se realizaron algunas observaciones
sobre la disciplina en el establecimiento educativo, se haya efectuado un
“señalamiento directo” a la estudiante (…) como persona que se dejaba
tocar del estudiantado. Por el contrario, para la juez lo que ocurrió fue
que “se hizo una observación en forma general al estudiantado,
solicitando la docente explicación sobre los comentarios que se hacían de
(…) e invitándolos al respeto mutuo”. Esto además es corroborado por el
cuerpo de profesores, quienes, según su entendido, afirmaron que el día
de los hechos la coordinadora de disciplina hizo una observación general
convidando al respeto, sin que con sus afirmaciones se violara la
dignidad de persona alguna.

Por otro lado, consideró la Juez que la declaración de la ex profesora


debe desestimarse por presentar algunas inconsistencias, como la de la
oportunidad de su conversación con la estudiante (…) acerca de la
prohibición, inducida por la señora (…) y prescrita por su madre, de
compartir con (…), pues según la Coordinadora, afirma la juez, tal
conversación tuvo lugar el día de la entrega de notas 14 de junio y no
antes. Y por otro lado, no era posible que la exprofesora estuviera en el
plantel pues, como lo afirmara en su declaración, había renunciado desde
el 10 de junio.

Respecto del fondo del asunto, consideró la juez que:

“el no hacer observaciones y orientaciones al alumnado sobre su


comportamiento sería tanto como permitir la indolencia de
directivos y maestros escolares frente al manifiesto descuido del
niño o del joven en algo tan esencial como el respeto que se debe
tener para con su integridad personal y trato entre sí, pues de no
adoptarse los correctivos frente al irrespeto sería frustrar uno de los
elementos básicos de la tarea educativa y propiciar la desfiguración
de la personalidad y por consiguiente de la disciplina e imagen de la
institución, pues aunque la expresión de la profesora (…) al decir
que las niñas parecían “tambores” no fue la más adecuada, de su
decir se precia que su ánimo no era otro diferente que el de llamar la
atención del alumnado y más precisamente de las mujeres para que
se hicieran respetar a cabalidad, pero con tal dicho de manera
alguna se puede edificar la vulneración a la honra e intimidad de
persona alguna, ya que como se anotó tal aseveración no fue
dirigida en contra de persona determinada, ni mucho menos en
contra de (…)”

Frente al segundo de los hechos alegados como vulneradores, la Juez


consideró que en manera alguna el hecho de sugerir atención a los padres
frente a ciertos comportamientos irregulares de los estudiantes, como por
ejemplo llegar tarde a clase, constituye vulneración a derecho
fundamental alguno, ya que entre las funciones del educador está la de
advertir a los padres sobre el particular. Ahora, la relación que se
estableció entre la compañía de las estudiantes (…) y (…) y las llegadas
tarde, no estuvo dirigida a censurar a las estudiantes por su personalidad,
pues, la misma Coordinadora indicó que a veces las amistades no eran las
más propicias y que las estudiantes son, individualmente, excelentes.

Finalmente, para la juez, en aquellos casos en que se discute sobre la


vulneración del derecho a la honra y al buen nombre, es necesario
establecer si el supuesto hecho vulnerador tuvo alguna implicación
posterior en el desarrollo personal y social del afectado. En el presente
caso, tal implicación posterior no se presentó ya que no hubo ningún
daño emocional, ni se afectó la relación de (…) con sus demás
compañeros, tal y como da cuenta de ello la declaración de la
exprofesora, en el sentido de que los compañeros no han marginado a
(…) y las relaciones se fundan en el aprecio y el respeto recíproco.

III. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL Y


FUNDAMENTOS DE LA REVISIÓN.

Competencia.

7. De conformidad con lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral


9 de la Constitución Política y en los artículos 31 a 36 del Decreto 2591
de 1991, la Corte Constitucional es competente para revisar las
decisiones judiciales mencionadas.

Pruebas decretadas por la Corte.

8. En el presente asunto, la Sala advirtió la necesidad de practicar algunas


pruebas, en especial la solicitud de algunos informes y de dictámenes
técnicos, con el fin de determinar la adecuación, oportunidad, impacto y
efectos de las conductas desplegadas por las directivas del Colegio (…)
en relación con la disciplina y el respeto mutuo entre los estudiantes, y
sobre todo, con la especial relación que guardan este tipo de conductas
institucionales con el tema de la educación sexual en los establecimientos
de educación básica y media.

Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional.

9. El director del Departamento de Psicología de la UN remitió a este


despacho el concepto, “Implicaciones psicológicas del señalamiento
público de situaciones de ‘manoseo sexual’ entre adolescentes en el
contexto escolar”, elaborado por la profesora María Elvia Domínguez
Blanco.

La tesis de la profesora Domínguez es que el señalamiento público a


partir de rumores de casos de manoseo sexual entre adolescentes, por
parte de representantes del profesorado, es una medida inadecuada para
tratar este tipo de situaciones en las instituciones educativas.

Indica la profesora que entre los 11 y 14 años de edad, las niñas redefinen
su identidad sexual a partir de nuevas experiencias con sus pares
masculinos y femeninos; así mismo, viven una etapa de fuertes tensiones
internas producto de sus cambios corporales y sienten una especial
necesidad de aprobación. Señala igualmente que en las instituciones
educativas de carácter mixto es frecuente que se presenten rumores o
comunicaciones anónimas sobre el comportamiento sexual del
estudiantado. Además de la frecuencia, a veces el problema llega a ser
verdaderamente grave, pues no ha sido tratado con prudencia en nuestro
medio, y la única forma de control institucional efectivo por parte del
Estado se da en los casos extremos de violencia sexual comprobada. Para
la profesora es normal que se presenten situaciones de acoso sexual como
empujones, pellizcos y mordiscos en las zonas erógenas.

Según la profesora, el comentario de la Coordinadora partió de


comentarios no verificados respecto de la situación particular de la
estudiante (…), lo que a su juicio constituye una situación “de
humillación pública y deterioro de su imagen social a partir de rumores
sobre su comportamiento sexual.” Esto en razón a que: (i) “presenta a la
estudiante como una persona incapaz de autocontrol en su excitación
sexual, (ii) lesiona su sentido de autovaloración positiva como mujer,
caricaturizándola como ser pasivo, sin voluntad (tambor, guitarra), (iii)
desconoce las circunstancias en las cuales se han producido las posibles
situaciones de manoseo sexual entre adolescentes, (iv) viola el derecho a
la intimidad y confidencialidad ante situaciones que involucran actos
sexuales ‘debidos’ o ‘indebidos’ los cuales en ningún caso deben ser
tratados públicamente, y (v) la coloca en situación de ser vulnerable al
acoso sexual.”

Según la profesora de la UN para no lesionar la autoestima de la


estudiante, y su imagen social ante el alumnado, la directora debió: “(i)
Consultar la opinión de la estudiante (...), ante los comentarios de sus
compañeros. Se debió verificar si se trataba de un caso de abuso sexual,
(ii) tratar este asunto en forma confidencial en el Consejo académico de
la institución, para sugerir estrategias de orientación y acompañamiento
a la estudiante por personal experto en el tema, (iii) mantener un
tratamiento académico de la situación, evitando expresiones o
comparaciones que ridiculicen o denigren al estudiantado, que refuercen
las situaciones sociales de acoso sexual.”

Por otro lado, es importante que las directivas de instituciones educativas


distingan entre el acoso sexual y el coqueteo entre adolescentes. Aquél es
degradante y unilateral, por lo que no se puede concluir que las personas
que se ven expuestas al mismo sientan agrado y placer de ser ‘tocadas’. Y
en este (el coqueteo) se dan manifestaciones de mutua atracción, elogio y
reconocimiento entre los estudiantes que, según la profesora,
“constituyen expresiones justificables en la convivencia de un colegio
mixto.”

Por último, la profesora de la UN indica que en la presentación del


problema que realiza la Coordinadora se advierte una discriminación
entre géneros, en la medida en que presenta a “las estudiantes, que
participan en situaciones de manoseo sexual, son seres carentes de
capacidad de autocontrol, incitadoras y provocadoras del coqueteo, y a
los estudiantes, como ‘víctimas potenciales’ del asedio femenino. En sus
palabras ‘si las niñas no se dan a respetar, tránquelas, y enséñenles que
después pueden faltar al respeto, y que eso no lo quieren hacer’. Son
ellos, los que deben controlar a este tipo de estudiantes, para que no
produzcan situaciones posteriores de ‘irrespeto’. En esta evaluación, las
estudiantes aparecen juzgadas como ‘victimarias’ del manoseo sexual, y
no se muestra cuál es la responsabilidad de los estudiantes. Si se trata
de un caso de coqueteo, es una situación de reciprocidad para ambas
partes (sic). Y en el caso del abuso sexual, no es suficiente exigir
‘respeto’, puesto que la víctima en muchos casos siente vergüenza de ser
asediada y sufre en silencio esta situación.”( fls. 66 a 69)

Facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana.

10. El Decano Académico de la PUJ remitió a este despacho el concepto,


“Adecuación de conducta de directivas de establecimientos educativos en
relación con la discusión pública de posibles actos sexuales de
estudiantes”, elaborado por la Doctora Nubia Torres.

La tesis de la Doctora Torres es que no existe una única respuesta a la


pregunta por los efectos de la discusión pública de eventuales actos
sexuales entre estudiantes adolescentes, ya que las repercusiones sobre
las personas suelen ser múltiples y variadas. No obstante, indicó que si es
posible señalar los elementos característicos de la situación, así como
algunos de los riesgos.

Para desarrollar la tesis es importante determinar tres factores básicos: (i)


la situación vital de la persona aludida, (ii) la relación y el asunto, entre
lo público y lo privado, y (iii) la relación de simetría o asimetría entre las
personas vinculadas.

En el presente caso se trata de una persona en la etapa de la adolescencia.


En consecuencia, afirma la doctora, es necesario tener en cuenta que esta
etapa comporta un periodo crítico en el desarrollo humano, ya que en la
misma se reorganizan muchas de las dimensiones de la personalidad: hay
un florecimiento de la sexualidad, se exacerba la curiosidad de los
jóvenes (lo que implica que se recurra a los extremos en busca de
identidad), y se experimenta una lucha y una revisión de los valores
preestablecidos. En esta edad las personas no cuentan con la fortaleza
suficiente para afrontar dicha etapa sin fisuras, lo que hace necesario un
acompañamiento “seguro, respetuoso y contendor” de los adultos.

En relación con el tema de lo público y lo privado, señala que es


importante considerar las implicaciones de ventilar públicamente
aspectos de la vida privada de una persona frente a sujetos que hacen
parte de su grupo de referencia. “Las enunciaciones que se hacen
públicas tienen un carácter mucho más importante en la medida en que
el significado de las mismas adquiere mayor fijeza debido a que
adquieren una característica colectiva y compartida por los demás; esto
conlleva una menor posibilidad de modificación del significado atribuido
social y personalmente, y de hecho atrapan al individuo impidiendo el
desarrollo de aspectos más genuinos y saludables en las personas. Esto
es, tiene mayor efecto cuando se trata de un joven en formación. Los
diagnósticos sobre las personas deben tener un carácter privado, de
manera que se pueda evitar los malos entendidos o distorsiones ligeras o
mal intencionadas que pueden dar lugar cuando se establecen de manera
inapropiada.”

Al describir el impacto de las relaciones asimétricas, como ocurre en el


presente caso, la Doctora afirma que “una descalificación pública hecha
por una persona de rango superior y desde su lugar de poder es una
fuente de malestar y de sufrimiento psicológico mucho mayor, sobretodo
si se ventilan aspectos de la vida privada. Este ejercicio del poder es
intrusivo y violento para el sujeto adolescente.”

Por último, la doctora señala que en el presente caso, al aplicar los tres
elementos indicados, la conducta de las directivas no es formativa ni
terapéutica y encarna en cambio la eventualidad de un “daño potencial”
para la persona adolescente. (fls. 73 a 75)

Facultad de Educación de la Universidad Pedagógica Nacional.

11. El Decano de la UPN, Gerardo Andrés Perafán, remitió a este


despacho concepto relacionado con los hechos del caso. Indicó el Decano
que “una de las funciones que deben cumplir las directivas de los
establecimientos educativos debe ser la de orientar y acompañar a los
jóvenes en todo el proceso de formación integral, como agentes
educativos generadores de cambios. Este aspecto constituye lo que
denominamos el fuero pedagógico de los maestros el cual no puede ser
delegable. Cada institución educativa debe tener la claridad acerca de
la manera como aplica sus principios formadores a fin de que las futuras
generaciones puedan asumir con altos ideales el valor de la condición
humana.”

Para el Decano, en los establecimientos educativos deben existir


instancias decisorias especiales en las que, gracias a un contexto de
respeto por la personalidad y la individualidad, puedan discutirse y
resolverse los problemas que se generen con ciertos comportamientos
inadecuados de los jóvenes, ya que estos espacios “garantizan la
confianza y seguridad” de los estudiantes.

Por último, indica el Decano, las acciones correctivas relacionadas con la


discusión pública de las conductas de los estudiantes “pueden ser
contraproducentes y por lo tanto inadecuadas, toda vez que expone al
señalado a la sanción no informada de los grupos sociales. Se debe, por
lo tanto, enjuiciar y analizar públicamente las conductas como objetos
de reflexión pedagógica más no a los individuos concretos. Los sistemas
educativos han superado desde hace mucho tiempo las prácticas de
señalamiento. Hoy asistimos a un cambio en el cual se escucha, se
dialoga, se respeta la diferencia para llegar a conciliar y establecer
acuerdos, para pensar acerca del entorno y de sí mismo, que se hacen
patentes en un amplio rango del contexto profesional, educativo,
institucional y personal. No obstante lo anterior, si la información sobre
la conducta improcedente de un estudiante en particular se rinde en el
marco de un consejo de profesores o de directivos, cuya función sea la de
velar por la formación integral de los estudiantes… (…) entonces, en ese
caso, a mi manera de ver ya no se trataría de la ventilación pública de
un problema sino de la acción de brindar información en una instancia
pertinente.” (Fls. 169 y 170)

Colegio (…).

12. El señor rector del Colegio (…), informó a este despacho que en el
plantel que dirige si existe una estrategia pedagógica relacionada con la
educación sexual de los estudiantes; que dicha estrategia tiene sus
fundamentos en la ley 115 de 1994 (ley general de educación) y en la
resolución 3353 de 1993 (por la cual se establece el desarrollo de
programas y proyectos institucionales de educación sexual). Indica que
en la actualidad, el proyecto de educación sexual es dirigido por la
profesora de Biología, (…) (se adjunta el informe de la docente y dos
álbumes sobre el trabajo adelantado con estudiantes del grado sexto).

A la pregunta sobre cuál era la relación entre la estrategia pedagógica en


materia de sexualidad, el mantenimiento de la disciplina en el plantel y
los llamados de atención particulares, respondió que la práctica en el
plantel ha sido la de inculcar los valores del respeto y del buen
comportamiento entre los miembros de la comunidad educativa de
conformidad con el PEI. Indica que los llamados de atención particulares,
se hacen de manera privada a través de la Rectoría o del Comité de
convivencia. Que de manera pública solamente se hacen observaciones y
orientaciones generales. (fls. 84 a 125).

Secretaría Distrital de Educación de Bogotá.

13. El jefe de la oficina jurídica de la Secretaría de Educación de Bogotá


informó que en la página WEB pagina,sedbogota.edu.com/Ley679/
campana Ley679/htm., es posible consultar la información relacionada
con la sensibilización y recomendaciones en materia de educación sobre
sexualidad y actos sexuales. Igualmente, indicó que en la actualidad
existe un proyecto se salud sexual y reproductiva para el sector
educativo, del cual se envía una copia. Así mismo señaló que el proyecto
de educación sexual tiene cinco objetivos principales: “(i) Propiciar
cambios en los conocimientos, actitudes y comportamientos relativos a la
sexualidad, de acuerdo con la ciencia y el humanismo, (ii) replantear los
roles sexuales tradicionales basados en los principios de igualdad social,
jurídica y económica de ambos sexos, (iii) promover modificaciones de
la vieja estructura familiar, con el fin de buscar una mayor equidad en
las relaciones entre padres e hijos, (iv) lograr que de una manera
responsable, los hombres y las mujeres decida cuál es el momento en que
pueden traer hijos al mundo, (v) fomentar la salud sexual y reproductiva
de los educandos tanto física como mental.”

A partir de este marco la Secretaría Distrital viene trabajando en el


programa “por una sexualidad sana, segura, placentera y responsable en
la institución educativa”, el cual busca principalmente dar apoyo técnico
a las instituciones frente al fortalecimiento de los PES, y capacitar en
temas de salud sexual y reproductiva a adolescentes, estudiantes, padres
y madres de familia. Indicó igualmente que la Secretaría ha
implementado este programa como una asignatura de clase, sin embargo,
la misma no es obligatoria en los colegios privados, ya que la Secretaría
respeta la autonomía institucional de tales planteles.

Ministerio de Educación Nacional.

14. La Asesora de la Oficina Jurídica del Ministerio de Educación, Gloria


Amparo Romero, informó que el Ministerio de Educación Nacional
estableció directrices para que todos los establecimientos educativos del
país realizaran proyectos institucionales de Educación Sexual con
carácter obligatorio, de conformidad con lo dispuesto en la resolución
3353 de 1993 “por la cual se establece el desarrollo de Programas y
proyectos Institucionales de educación sexual”.

Así mismo, indicó que el Ministerio diseñó, editó y distribuyó tres


separatas en todo el país, con el objeto de dar a conocer los antecedentes,
los objetivos, las propuestas para desarrollar el proyecto de educación
sexual, así como los lineamientos para la construcción de proyectos
pedagógicos. Informó igualmente, que la difusión de los mismos se hizo
mediante las secretarías de educación departamentales, municipales y
distritales.

Informó también que en el año de 1995 el Ministerio editó 2000


ejemplares de la colección cuadernos de sexualidad, en donde se
consignaron elementos de reflexión sobre los énfasis propuestos para el
desarrollo del proyecto de educación sexual, y que, a principios del año
2001, como parte del seguimiento al proyecto, se realizó un Foro de
educación sexual con el fin de evaluar los resultados de la política y el
estado actual de cosas en la materia.

Por último, indicó que una de las prioridades actuales del Ministerio es el
tema relacionado con la salud sexual y reproductiva de los jóvenes, para
lo cual se adelanta un proyecto piloto en cooperación con la UNFPA. El
objetivo de la propuesta, según la asesora, está orientado a “consolidar
lineamientos y una propuesta pedagógica (conceptual y metodológica)
desde un enfoque integral de los derechos humanos, sexuales,
reproductivos y con perspectiva de género, aplicable en ámbitos
escolarizados y no escolarizados.”

Presentación del caso y problemas jurídicos.

15. La madre de la estudiante considera que las directivas del Colegio


desconocieron los derechos a la dignidad, al buen nombre y a la
intimidad de su hija menor (13 años de edad), con los siguientes hechos:
(i) la censura pública de las conductas de los y las estudiantes,
consistentes en toques, roces y caricias de contenido sexual entre ellos,
(ii) la afirmación de que algunas de las estudiantes del Colegio parecían
unas guitarras, y en especial (iii) el haber sugerido en la formación
general del Colegio que tal era el caso de su hija.

Las directivas del Colegio indican que a pesar de que se llamó la atención
de manera pública sobre tales conductas, el ánimo que inspiró tal
recomendación era el de proveer a la correcta formación de los
estudiantes, y jamás el de afectar los derechos de alguno de ellos o de
ellas en particular. Y que a pesar de haber referido en público el caso de
(…), esta alusión se hizo de manera independiente y separada del
llamado de atención general antes descrito.

El Juez de instancia consideró que no se presentó vulneración de


derechos fundamentales, con base en dos circunstancias (i) la alusión
pública al nombre de la estudiante, no se hizo con relación a la llamada
de atención general respecto de las conductas de toques, roces y caricias
entre escolares, y (ii) se pudo establecer que después de lo sucedido, el
comportamiento de la estudiante (…) (y de sus compañeros hacia ella)
continuó siendo normal, sin que se evidenciara la pérdida de su
autoestima, la discriminación hacia ella, o alguna situación especial no
favorable.

Antes de plantear los problemas jurídicos del caso, la Sala considera


importante advertir que, con el fin de salvaguardar la intimidad de la
menor involucrada en los hechos del presente caso, en esta providencia
no se mencionará su nombre. Igualmente, con el propósito de garantizar
mayor sigilo al respecto, en las reproducciones que se hagan del presente
texto, salvo en las destinadas a las partes y a las autoridades vinculadas,
deberán omitirse los nombres de la institución demandada y de las demás
personas involucradas en los hechos del caso.

16. Visto lo anterior corresponde a la Corte resolver en el presente


asunto, los siguiente problemas jurídicos:

(i) Si las observaciones generales de las directivas hacia los estudiantes


sobre la supuesta incorrección de hechos que tienen relación con el
despertar de la sexualidad de los adolescentes, seguidas de la asociación
discursiva de tales observaciones con la situación particular de un
estudiante, es violatorio de los derechos fundamentales a la dignidad, a la
intimidad y al buen nombre de la estudiante aludida; o por el contrario,
puede considerarse como un desarrollo plausible de la labor docente, en
el sentido de que con ello se persigue garantizar la formación en valores
como el respeto y la disciplina.

(ii) Si la ventilación y la censura pública de conductas relacionadas con


el despertar de la sexualidad de los adolescentes (toques, roces y caricias
de contenido sexual entre ellos) sumado al señalamiento de estudiantes
en particular, puede considerarse como una conducta violatoria del
derecho a la educación de la estudiante aludida, o por el contrario se trata
de una conducta que se desarrolla dentro de los marcos jurídicos y
teóricos permitidos por la política nacional de educación sexual para
estudiantes de educación básica primaria y media.

Con el propósito de resolver los problemas jurídicos indicados, la Corte


señalará de manera breve cuáles son los ámbitos de protección de los
derechos fundamentales a la dignidad, a la intimidad y al buen nombre;
así mismo, cualificará dichos contenidos bajo la perspectiva de su
titularidad por parte de menores de edad; posteriormente, abordará la
relación entre la política pública en materia de educación sexual y el
derecho fundamental a la educación, para así, con estos elementos,
proceder a resolver el caso concreto.

Ámbitos de protección de los derechos fundamentales a la dignidad,


a la intimidad y al buen nombre.

El derecho fundamental a la dignidad humana.

17. El derecho fundamental a la dignidad humana está determinado en su


dinámica funcional, por un contenido específico en tres ámbitos de
protección: el ámbito de la autonomía, el del bienestar material y el de la
integridad física y moral. Su cualificación como fundamental parte de
una interpretación de varias disposiciones constitucionales que
determinan su dimensión normativa en el ámbito interno (arts. 1, 42 y 53
y 70 CN). De otro lado, su condición de derecho público subjetivo está
determinada por la concurrencia de tres elementos definitorios. Un titular
universal: la persona natural; un objeto debido: la interdicción de las
conductas que interfieran el ámbito de su protección (autonomía,
bienestar e integridad); y un destinatario universal de la prestación: toda
persona pública o privada. Estos elementos del derecho fundamental a la
dignidad humana fueron desarrollados con suficiencia en la sentencia T-
881 de 2002.

Entre las consideraciones que guiaron la decisión en dicha oportunidad, y


del intento de definir los ámbitos de protección del derecho, se puede
retomar lo siguiente:
“...integra la noción jurídica de dignidad humana (en el ámbito de la
autonomía individual), la libertad de elección de un plan de vida
concreto en el marco de las condiciones sociales en las que el
individuo se desarrolle. Libertad que implica que cada persona
deberá contar con el máximo de libertad y con el mínimo de
restricciones posibles, de tal forma que tanto las autoridades del
Estado, como los particulares deberán abstenerse de prohibir e
incluso de desestimular por cualquier medio, la posibilidad de una
verdadera autodeterminación vital de las personas, bajo las
condiciones sociales indispensables que permitan su cabal
desarrollo.

Así mismo integra la noción jurídica de dignidad humana (en el


ámbito de las condiciones materiales de existencia), la posibilidad
real y efectiva de gozar de ciertos bienes y de ciertos servicios que
le permiten a todo ser humano funcionar en la sociedad según sus
especiales condiciones y calidades, bajo la lógica de la inclusión y
de la posibilidad real de desarrollar un papel activo en la sociedad.
De tal forma que no se trata sólo de un concepto de dignidad
mediado por un cierto bienestar determinado de manera abstracta,
sino de un concepto de dignidad que además incluya el
reconocimiento de la dimensión social específica y concreta del
individuo, y que por lo tanto incorpore la promoción de las
condiciones que faciliten su real incardinación en la sociedad.

El tercer ámbito también aparece teñido por esta nueva


interpretación, es así como integra la noción jurídica de dignidad
humana (en el ámbito de la intangibilidad de los bienes inmateriales
de la persona concretamente su integridad física y su integridad
moral), la posibilidad de que toda persona pueda mantenerse
socialmente activa. De tal forma que conductas dirigidas a la
exclusión social mediadas por un atentado o un desconocimiento a
la dimensión física y espiritual de las personas se encuentran
constitucionalmente prohibidas al estar cobijadas por los predicados
normativos de la dignidad humana; igualmente tanto las autoridades
del Estado como los particulares están en la obligación de adelantar
lo necesario para conservar la intangibilidad de estos bienes y sobre
todo en la de promover políticas de inclusión social a partir de la
obligación de corregir los efectos de situaciones ya consolidadas en
las cuales esté comprometida la afectación a los mismos.”

Para la Corte, la debida funcionalidad del derecho a la dignidad humana


implica que el ámbito de su protección se extiende a la interdicción de
conductas que entrañen la afectación de la dimensión individual y social
de la persona. La construcción social de la realidad y la valoración social
de ciertas conductas, desde sus niveles particulares de significado, son las
que en últimas determinan el ámbito de lo prohibido y de lo que resulta
objeto de amparo constitucional.

En diversas circunstancias una misma conducta puede no acarrear


responsabilidad constitucional, en la medida en que socialmente no esté
llamada a operar la dimensión protectora del derecho. Con esto se
deshecha un juicio de protección a priori o con pretensiones concretas de
universalidad y se le da paso a la necesaria interacción entre la valoración
de la realidad y los contenidos normativos de la Constitución.

Así por ejemplo, en el contexto escolar, un señalamiento público operado


por la instancia de poder, en la medida en que cifra un disvalor en cierto
tipo de conductas y las muestra como objeto de censura y de reproche
social, tiene la capacidad de afectar el ámbito de protección de la
integridad moral (componente del derecho a la dignidad) de las personas,
ya que no sólo socava la autocomprensión de la persona aludida, sino
porque implica la construcción de referentes sociales para su exclusión,
mediante la práctica del escarnio o del señalamiento público.

Una situación distinta sería la de la discusión de tales asuntos pero en un


ámbito privado. En estas nuevas circunstancias, el manejo del problema,
incluso bajo la guía del mismo propósito (finalidad correctiva), no sería
vulneratorio del derecho a la dignidad de la persona, en la medida en que
se modifican los medios, la funcionalidad y las repercusiones de la
medida correctiva, y se amplían las posibilidades de éxito para el
tratamiento de una conducta considerada, en principio, como
disciplinable. Este nuevo contexto permite que se pueda desarrollar
mejor, sobre todo desde un punto de vista pedagógico, la función de
control que le es consustancial a la actividad educativa.

El derecho fundamental a la intimidad.

18. El derecho fundamental a la intimidad está determinado en su


dinámica funcional por tres ámbitos de protección, según ciertas
coordenadas o circunstancias sociales y normativas: (i) la no divulgación
o conocimiento, por parte de terceros, de los hechos, situaciones,
comportamientos e informaciones que la persona desea mantener
reservadas para sí o para el núcleo familiar1, (ii) la no intromisión en los
1
Sobre este ámbito de protección del derecho a la intimidad y algunas de las particularidades del
mismo, ver la Sentencia SU-1723 de 2000. En esta oportunidad un reconocido cantante pretendía que
se suspendiera la emisión de un programa de televisión en el que se relataban algunos apartes de su
vida entre los que se encontraban hechos delictivos. En este caso la Corte acepta que el ámbito de
protección de la intimidad (no difusión de información personal) se ve restringido cuando el personaje
es público, la información es difundida en un medio de comunicación, la misma es veraz, imparcial y
respetuosa, y la difusión tiene una especial relación con el interés general. Así mismo, puede
consultarse la Sentencia T-213 de 2004, en la cual una servidora pública (fiscal) pretendía la
suspensión de la distribución y comercialización de un libro de periodismo informativo en el que se
asociaba su nombre con un escándalo de corrupción. En este caso la Corte acepta que el ámbito de
protección de la intimidad (no difusión de información personal) se ve restringido cuando la persona es
servidora pública, la información está sustentada en documentos y las opiniones desfavorables se
prediquen no meramente sobre (y por) la persona, sino sobre ella en calidad de funcionaria. De otro
ámbitos físicos o espaciales donde la persona desenvuelve su existencia
(residencia, lugar de trabajo, cuartos de hotel, etc.) 2, y (iii) la no
intromisión en el cuerpo físico como ámbito propio y exclusivo de
existencia3. La cualificación como derecho fundamental parte de su
consagración expresa en una disposición constitucional (art. 15 CN) y de
su especial relación con el derecho a la dignidad humana en términos
funcionales4. Es decir, en la medida en que su ámbito específico de
protección (la reserva), constituye un medio idóneo para la protección de
la autonomía individual (libertad), para proteger ciertas condiciones
materiales de existencia en los espacios privados (bienestar), y para
garantizar la posibilidad de incardinación social y de no discriminación
(igualdad). Finalmente, su condición de derecho público subjetivo está
determinada por la concurrencia de tres elementos definitorios. Un titular
universal: la persona natural; un objeto debido: la interdicción de las
conductas que interfieran el ámbito de su protección (reserva de
información, no intromisión en espacios reservados, no intromisión en el
cuerpo); y un destinatario universal de la prestación: toda persona
pública o privada.

Para el presente caso, el ámbito de protección del derecho a la intimidad


está referido al deber de reserva de la información privada. El manejo
público de información personalísima desborda cualquier ejercicio
legítimo de la función correctora u orientadora de las directivas escolares.
Esto está determinado por las circunstancias sociales en las que se
presenta la divulgación de la información personal: la discusión de
ciertos hechos concretos, asociados al nombre de una persona, por parte
de la figura del poder educativo, en el seno de la comunidad académica.

Esta caracterización implica que las conductas expuestas ante la


comunidad académica, pierdan el carácter personal y circunstancial en
que la persona aludida las ha desarrollado, y tomen una dimensión
pública, lo cual, en principio, no ha sido debidamente consentido por la
persona concernida.

lado, sobre reserva de información personalísima puede consultarse la Sentencia T-1390 de 2000, caso
en el cual se discutía el tema de la indefinición sexual de un menor, los derechos fundamentales y el
consentimiento informado. Por la especial naturaleza del tema y buscando proteger la intimidad
personal y familiar, la Corte omitió publicar los nombres y circunstancias que permitieran identificar a
las personas relacionadas con el caso.
2
Sobre este ámbito de protección del derecho a la intimidad, la Corte ha considerado que, por
ejemplo, con la generación de malos olores o de ruido que ingresa al lugar de habitación se desconoce
el derecho a la intimidad, véase las Sentencias T-454 de 1995, T-622 de 1995 y T-863 A de 1999, entre
otras.
3
Sobre este ámbito de protección del derecho a la intimidad, ver la Sentencia T-293 de 1998, caso en
el cual la Corte consideró que someter a un menor de edad a la desnudez (exposición del cuerpo) en
un salón de clases, constituía una vulneración de su derecho a la intimidad. En un sentido similar, ver
la Sentencia T-412 de 1999, caso en el cual se consideró que, al obligar a una menor de edad a exhibir
su cuerpo ante sus padres y ante las directivas del colegio, con el propósito de establecer un presunto
estado de embarazo, se vulneró el derecho a la intimidad.
4
Sobre la calificación de un derecho fundamental a partir de su relación conceptual con el principio de
dignidad humana, ver la Sentencia T-227 de 2003.
Es entonces el tipo de la información que se discute (asociada a las
relaciones interpersonales íntimas) y la valoración que en la práctica
social e individual se le otorga a dicha información (privada o
personalísima), lo que permite afirmar que el hecho de su divulgación,
sin el consentimiento del sujeto aludido, trascienda los límites del
ejercicio de las facultades de corrección de las directivas del centro
docente, para invadir el ámbito de protección de la intimidad personal.

El derecho fundamental al buen nombre.

19. El derecho fundamental al buen nombre está determinado en su


dinámica funcional por un ámbito de protección específico: la valoración
positiva de las características personales, espirituales y sociales de la
persona aludida, por parte de los miembros de su grupo social. El
surgimiento del ámbito de protección del derecho no está determinado a
priori o naturalísticamente, y en esta particularidad es que se puede
apreciar en toda su dimensión el carácter funcional del derecho. En
efecto, tanto el surgimiento del buen nombre, entendido como la buena
opinión o la buena fama, como la posibilidad de que el mismo sea
protegido como derecho subjetivo, dependen de la exteriorización de
acciones por parte del sujeto que son reconocidas como positivas en el
entorno social, y que actúan como hechos operativos. El grupo social
con sus cánones propios evalúa el desempeño de la persona y le atribuye
cierta calificación, y a su vez, a la persona le corresponde mantener una
conducta conforme a tales patrones sociales, si pretende merecer el
reconocimiento de su buen nombre.

Sobre el punto, la Corte expresó en la sentencia T-977 de 1999 lo


siguiente:

“Difícilmente puede considerarse violado el derecho al buen nombre


o a la honra - entendida ésta como la estimación o deferencia con
la que cada persona debe ser tenida en atención a su valor
intrínseco y a su propia imagen -, cuando es la persona
directamente quien le ha impuesto el desvalor a sus conductas y ha
perturbado su propia imagen ante la colectividad. En esos casos, es
claro que - no se viola el derecho al buen nombre y a la honra, si es
la misma persona la que con sus acciones lo está pisoteando y por
consiguiente perdiendo el prestigio que hubiera conservado- si
hubiera advertido un severo cumplimiento de sus deberes respecto
del prójimo y respecto de sí mismo”.

En esta medida, el funcionamiento del derecho al buen nombre y la


relación jurídica que se establece entre el titular y los terceros, debe estar
mediada por la previa situación personal construida socialmente a partir
de aquellos comportamientos que se juzgan como deseables. Lo anterior,
sin importar que tales hechos sean exclusivamente jurídicos, o incluso,
sin necesidad de que, eventualmente, ciertos hechos jurídicos
reprochables no sean valorados en esa medida por el conjunto social.

En este caso, el dinamismo de los patrones sociales de comportamiento,


que incluyen reglas morales y reglas sociales no formalizadas por el
derecho, son los que permiten el surgimiento, gracias a la existencia de
una disposición normativa, de la titularidad discriminada del derecho
subjetivo a la protección del buen nombre. En el ambiente escolar la
construcción de realidades sociales a partir del comportamiento de los
estudiantes, es el marco en el cual deben valorarse las conductas que
eventualmente se juzguen como vulneratorias del derecho al buen
nombre.

Los referentes axiológicos y de corrección de la comunidad académica


son de diversa índole y tiene diversos orígenes; así, unos serán los
significados atribuidos por los estudiantes a ciertas conductas por ellos
desplegadas, y otros serán los que atribuyan a esas mismas conductas, los
directivos del plantel y el profesorado. Una diferencia muy marcada entre
unos y otros puede incluso llegar a afectar la construcción de realidades
conjuntas y entorpecer la función educativa, sobre todo en lo relacionado
con la disciplina y la corrección de ciertos comportamientos.

Esta situación se torna más delicada en el caso en que se atribuyen


diversas valoraciones a los roces y caricias de contenido sexual o no, que
se presentan entre los estudiantes. En ciertos contextos tales conductas
pueden ser entendidas por los participantes como un juego, o como el
resultado de los inicios del coqueteo entre estudiantes de diferentes
sexos, a los cuales no se les está atribuyendo una valoración negativa, ni
mucho menos dan pie para la descalificación de las personas que
participan de ellos. De otro lado, desde la perspectiva del adulto
observador no participante, estas conductas pueden ser consideradas
como indeseables y descalificadoras de la persona.

Hasta este punto no existe mayor problema, pues estamos en el campo de


la construcción individual de realidades. El problema empieza cuando
tales hechos son socializados por parte de las directivas (bajo su especial
comprensión y juicio) como hechos censurables o incorrectos y, sobre
todo, cuando tal valoración está de la mano de la identificación y de la
calificación pública de la persona que realiza tales conductas.

En estas situaciones se presenta un factor que incide en la construcción


social de la personalidad, del carácter, y de la posición concreta de la
persona aludida. Incidencia que no incluye para estos casos factores
positivos, sino que por el contrario implica un elemento negativo, que por
las circunstancias en que se presenta (exposición en reunión pública),
permanecerá asociado al nombre de la persona aludida. Esta situación es
más delicada cuando se trata de menores de edad, quienes apenas se
inician en los procesos de socialización y de construcción de su
personalidad como entidad social.

El contenido de los derechos fundamentales a la dignidad, a la


intimidad y al buen nombre bajo la perspectiva de su titularidad por
parte de menores de edad.

20. Tanto el contenido como la protección de los derechos fundamentales


de los menores, responde a consideraciones especiales en el orden
interno. Esta realidad jurídica se enmarca en la disposición constitucional
que prescribe la protección especial de los menores y la prevalencia de
sus derechos frente a los de los demás (art. 44 CN), así como el derecho a
la protección y a la formación integral de los adolescentes (art. 45 CN).

De otro lado, es importante resaltar que el propio orden jurídico reconoce


la protección especial en el caso de aquellas personas que se encuentran
en una situación de debilidad, de indefensión o de disparidad por su
situación física y su situación de desarrollo psicológico (art. 13 inc. 3, y
44 CN). Como se ve, esta consideración es perfectamente aplicable a los
menores de edad.

Estas disposiciones normativas sumadas a la funcionalidad de los


derechos, implican que los contenidos y la forma de protección de los
derechos de los niños esté sujeta a ciertas variaciones. Así por ejemplo, la
fuerza de irradiación normativa de los derechos o de los principios
constitucionales que jueguen en contra de los intereses de los niños,
deberá ceder prima facie ante la presencia de un derecho o de un
principio que ampara los intereses del menor. Este juicio de intensidad es
el que implica que el ámbito de protección de los derechos fundamentales
del menor se ensanche y gane en extensión frente al de los otros.

En el caso del derecho fundamental a la dignidad de los menores, los


ámbitos de protección extienden sus fronteras de tal forma que lo que en
algunos casos puede no considerarse como una afectación del derecho,
por ejemplo, en el ámbito de la protección de la integridad moral en caso
de personas mayores de edad, si pueda ser considerado como tal en el
caso de los menores. En estos eventos, debido al estado de mayor
vulnerabilidad en que se encuentra el menor frente a las agresiones
morales, el ámbito de la dignidad se extiende con el fin de garantizar la
intangibilidad mental, moral y espiritual del menor. En esa medida se
justifican mayores prohibiciones al ejercicio de las libertades de los
terceros que puedan afectarlos.

Similares consideraciones guían la protección del derecho fundamental a


la intimidad de los menores. Conductas con una potencialidad relativa de
incidencia en el ámbito de protección del derecho están excluidas del
amparo constitucional. En esta medida, formas al parecer inocentes de
intromisión en las esferas privadas son, tratándose de menores,
duramente censuradas por el orden jurídico. Esto implica que, por
ejemplo, en el contexto escolar, donde las directivas y los profesores
fungen como instancia de poder y de autoridad, las medidas correctivas
deban estar guiadas pedagógicamente y de manera especial, evitando que
las mismas por la forma en que se tomen resulten afectando esferas
íntimas del menor.

Implica igualmente que, en ciertas hipótesis, la información que


concierne al menor deba mantenerse en reserva de manera más estricta,
teniendo en cuenta que en el caso de los menores las eventuales
repercusiones que traería su publicidad, pueden llegar a afectar de
manera grave su psiquis y generarle penosos traumatismos, o daños
irreversibles. Como se ve, esta situación es especial en consideración al
niño o adolescente, y no es predicable, por lo menos como regla general,
cuando el caso involucra solamente personas mayores de edad.

Frente al derecho fundamental al buen nombre de los menores también es


debido un trato especial por dos razones adicionales: primero, porque el
menor por su condición está en el proceso de construcción social de su
personalidad, lo que implica que el bien o el interés jurídico de su “buen
nombre” esté apenas en ciernes. De ahí que toda valoración social sobre
el menor deba ser inicialmente de neutralidad absoluta, y que con el
transcurso del tiempo la misma empiece a definirse en uno o en otro
sentido, a partir de su participación creciente en los círculos sociales. Y
en segundo lugar, porque ante su indefensión, y sobre todo ante la
necesidad de que el menor identifique modelos de corrección que se
ajusten a su autonomía, toda conducta guiada por los adultos a
determinar la construcción social de su personalidad, deben ser
sumamente prudentes. Es decir, deban estar informados por una razón de
oportunidad y conveniencia en función del interés superior del menor, sin
que ello implique la imposibilidad de sancionarlo o de corregirle.

Relación entre la política pública en materia de educación sexual y el


derecho fundamental a la educación.

21. Entre los informes allegados al presente proceso se cuentan sendos


oficios de las autoridades Nacional y Distrital encargadas de la agenda de
educación del Estado, en los que se definen algunos de los elementos de
la política pública en materia de educación sexual. Dichos documentos
incorporan una serie de elementos conceptuales y metodológicos bien
definidos que permiten hablar de una verdadera política de educación
sexual en el Estado Colombiano.

Así por ejemplo, se indica que la concepción de la sexualidad ha pasado


de ser un “simple hecho biológico” a convertirse en una “dimensión
integral de la existencia humana”; de ser una “función procreativa” a
convertirse en una “expresión o lenguaje de la persona”; de ser un valor
“exclusivo del matrimonio” a entenderse como “un valor autónomo”. Se
señala también que la educación sexual debe “propiciar la formación de
la persona en la autoestima, la autonomía, la convivencia y la salud”, que
debe desarrollarse bajo una preocupación “por el contexto sociocultural
concreto de las poblaciones destinatarias de la misma”, ya que “en este
contexto sociocultural se encuentran códigos éticos y morales y
convicciones espirituales y religiosas, que no sólo determinan el sentido
y significación de cada una de las dimensiones del ser humano, sino que
son, finalmente, los que regulan el grado de aceptación de las propuestas
educativas”.

Así mismo, se indica que el proceso de educación sexual “debe ser


dinámico, dialogal, intencionado, y permanente”, en el cual se legitime
“un espacio formal en la escuela para reflexionar acerca de la cultura
sexual que en ella se viene dando a manera de códigos ocultos (los
juegos, la ropa, las actitudes permitidas y prohibidas, la gestualidad, etc.,)
con el fin de reconocer las intenciones que han determinado los roles
sexuales en la escuelas, el trabajo, la pareja y la familia, para construir de
manera colectiva mejores formas de relación en una cultura pluralista,
creativa, que respete las diferencias y que haga posible la vida y el amor”

Entre otros elementos que inspiran y definen dicha política, se encuentran


los llamados supuestos básicos del Programa de Educación Sexual que
deben adoptar todas las instituciones de educación básica, tanto públicas
como privadas. Estos elementos son: el desarrollo de la autonomía del
educando, su autoestima, la convivencia armónica y la salud. Así mismo
incorpora una orientación pedagógica de las materias que debería
contener el currículo, de conformidad con el desarrollo del educando y
los contextos sociales a los que se va enfrentando a medida que
desarrolla su personalidad.

22. Para la Corte, es innegable la relación que existe entre el ámbito de


protección del derecho fundamental a la educación y los elementos de la
política pública actual en materia de educación sexual.

El primero de los puntos comunes, es, desde la perspectiva del derecho


de los educandos, que la educación como servicio tenga entre sus
contenidos un programa de educación sexual que satisfaga ciertos
requisitos básicos, prefigurados por la Constitución. En esta medida, la
educación sexual debe orientarse principalmente por los siguientes
postulados: (i) impartirse en los establecimientos de educación básica
tanto públicos y privados, de tal forma que los educandos puedan tener
acceso a ella como un “bien de la cultura” (art., 67 CN); (ii) sus
contenidos deben estar orientados por los principios de autonomía del
educando (art. 16 CN) y respeto por sus demás derechos fundamentales,
en especial por los derechos a la dignidad (art., 1 CN) a la intimidad (art.,
15 CN) y a la libertad de conciencia (art., 18 CN) del educando; (iii) tales
contenidos deben ser suficientes, en el sentido de que permitan al
estudiante el desarrollo de sus diversas competencias, de relación
interpersonal y convivencia (arts., 2, 4, 95 CN), de respeto a las
diferencias y a los derechos de los demás (art., 1, 4, 7, 13, 16 y 95 CN),
de conocimientos en salud sexual y reproductiva, en especial lo
relacionado con las enfermedades de transmisión sexual (art., 49 inc. 5
CN), de concientización acerca de la paternidad y maternidad
responsable, como derecho y como deber (art., 42 inc., 4 y 5 CN), entre
muchos otros; y por último (iv) que la forma en que se imparta debe
estar orientada por herramientas pedagógicas especiales, que garanticen
el respeto de los derechos y la formación integral de los educandos, lo
que implica, obviamente, la necesidad de garantizar la idoneidad de los
docentes mediante procesos de selección y de capacitación especiales.

Sobre el tema de la educación sexual y su relación con el derecho a la


educación la Corte en la sentencia T-440 de 1992 indicó:

“Sexualidad y proceso de desarrollo


(...)

La educación sexual, no tiene un equivalente en los modelos


convencionales de aprendizaje. Lejos de ser un simple recuento de
anatomía, fisiología y de los métodos de control de la natalidad, se
trata de un verdadero proceso que se inicia desde el nacimiento y
que tiene en los padres a la instancia que más influencia ejerce en la
misma.
(...)

Uno de los fines de la educación sexual - de ahí que resulte mejor


hablar de educación o formación integral - es la de que el niño, el
púber y el adolescente crezcan en autoestima y en respeto hacia los
demás, fundamento de una personalidad sana y de una sociabilidad
necesaria.

Función de la educación sexual

3. La función de la educación sexual no es la de alinear al


individuo como un cúmulo de creencias sobre la sexualidad, sino la
de proveer elementos objetivos para contribuir a su reflexión y a
una más clara, racional y natural asunción de su corporeidad y
subjetividad. Se estimula de esta manera que las elecciones y
actitudes que se adopten - en un campo que pertenece por definición
a la intimidad y al libre desarrollo de la personalidad - sean
conscientes y responsables.

La transparencia que esta Corte considera indispensable hacer en la


materia examinada, es hoy todavía más necesaria y urgente si se
toman en cuenta fenómenos tales como la propagación de
enfermedades infecto - contagiosas, el aumento de embarazos no
deseados, el abuso sexual (particularmente el que se ejerce contra
los niños), la indiscriminada y masiva difusión de mensajes
sexuales a través de los medios de comunicación de impredecible
impacto en los niños y jóvenes, en fin, la tendencia a reducir
insensiblemente la esfera de la sexualidad y de la afectividad a una
mera cosificación del mundo capitalista.

Educación sexual en los colegios


(...)
La educación no es meramente el proceso de impartir
conocimientos. Por el contrario, ella incluye la necesidad de hacer
del niño un miembro responsable de la sociedad. Aunque lo ideal es
que la educación sexual se imparta en el seno de la familia, por la
cercanía y el despliege natural de los roles paternos, los colegios
están en la obligación de participar en ello, no solo para suplir la
omisión irresponsable de aquéllos en el tratamiento del tema, sino
porque el comportamiento sexual es parte esencial de la conducta
humana general, del cual depende el armonioso desarrollo de la
personalidad y, por esta vía, la convivencia pacífica y feliz de la
sociedad.

Educación sexual y derechos del niño

5. La educación sexual, deficientemente concebida y practicada,


puede interferir con los derechos a la intimidad y al libre desarrollo
de la personalidad del niño. La sexualidad es parte de la esfera
privada de la persona (CP art. 15). El derecho fundamental a la
intimidad personal protege el derecho de definir las propias
actitudes sexuales. El individuo tiene el poder de regular su propia
conducta sexual y decidir sobre los límites y motivos para permitir
que otros influyan en el proceso autónomo y libre de auto-
determinación de su personalidad (CP art. 16).

La formación de la persona, puede verse afectada por los métodos


empleados en la educación sexual. Tanto padres como profesores
deben ser especialmente conscientes de que la finalidad última de la
educación es el respeto de la dignidad humana.

El adoctrinamiento en una determinada concepción del hombre o la


utilización de métodos inadecuados o inoportunos en la educación
pueden llevar a daños psicológicos que afectan gravemente el
desarrollo de la personalidad del menor... ”

Bajo estas consideraciones, no pasa por alto la Corporación que tanto la


aplicación de los elementos de la política pública en materia de
formación, como el ámbito de protección del derecho fundamental de
educación, no se encuentra restringido a la valoración de las conductas
desarrolladas dentro del aula de clases. Por el contrario, incorpora otros
contextos escolares donde la función educativa del centro docente se
perpetúa como conjunto de comportamientos orientados por los
propósitos de dichas instituciones.

En este sentido es que resultan pertinentes las pruebas recaudadas y los


informes solicitados, pues si bien el segundo de los problemas jurídicos
planteados no guarda relación con hechos sucedidos en el contexto del
desarrollo de las materias relacionadas con la educación sexual, no es
menos cierto que el desempeño de la función educativa en el centro
docente se extiende al momento y al espacio de la formación general o de
la reunión periódica de la comunidad educativa. Este es un contexto
plenamente válido y hábil para que las directivas de la institución perfilen
su función educadora.

Si en dicho contexto las directivas deciden tratar ciertos asuntos que


guardan relación con las conductas sexuales de los estudiantes o en
general, de los miembros de la comunidad académica, deben hacerlo en
el marco de los lineamientos generales en materia de educación sexual
antes descritos. Esto es, valorando en su cabal dimensión social el
fenómeno, orientando la problemática hacia la construcción de una
sexualidad responsable, respetando los derechos fundamentales de los
educandos, y valorando la oportunidad y la pertinencia pedagógica de
los medios utilizados para el tratamiento de tales asuntos.

En esta medida, por ejemplo, la conducta de las directivas de los centros


educativos en el sentido de hacer públicos ciertos hechos relacionados
con el comportamiento sexual de los educandos, y seguidamente, inquirir
por el caso de una estudiante vinculada con esos hechos, desconoce los
elementos de la política pública en materia de educación sexual. Ello es
así, en la medida en que tal conducta no facilita un ambiente de respeto
por la autonomía del estudiante, ni tampoco favorece un ejercicio
pedagógico formador, sino represivo y de censura. Por este camino la
actuación de las directivas pierde funcionalidad y conduce a una eventual
vulneración del derecho a la educación.

Con las consideraciones hasta ahora expuestas pasará la Sala a resolver


los problemas planteados en el caso concreto.

Caso concreto.

23. Debe resolver la Sala dos asuntos (i) si la conducta de las directivas
del Colegio consistente en hacer observaciones generales negativas sobre
hechos que tienen relación con el despertar de la sexualidad de los
estudiantes, seguida de la asociación discursiva de tales observaciones
con la situación particular de una estudiante, puede considerarse como
violatorio de sus derechos fundamentales a la dignidad, a la intimidad y
al buen nombre. Y (ii), si la discusión y la censura pública de conductas
relacionadas con el despertar de la sexualidad de los adolescentes
(toques, roces y caricias de contenido sexual entre ellos) sumado a la
sugerencia discursiva de que tal era el caso de una estudiante, puede
considerarse como una conducta violatoria del derecho a la educación de
esta última.

En el caso bajo estudio, la Corte considera que los medios empleados por
la coordinadora de disciplina del Colegio, con el propósito de solucionar
la situación de los reiterados toques, roces o caricias entre los estudiantes
y que era considerada como censurable en el seno de dicha institución,
fue inapropiada desde el punto de vista constitucional.

23.1. En primer lugar, con tal conducta se desconoció el derecho a la


dignidad humana (ámbito de protección de la integridad moral) de la
estudiante. Para la Corte es claro que la directora, prevalida de su
situación de poder, en uso de la palabra y presidiendo la formación
general, si asoció la situación de los toques y caricias, que era
considerada como una conducta incorrecta e irrespetuosa, al nombre de
(…). En este sentido, la Sala no comparte la valoración que hace el juez
de instancia de las pruebas y documentos aportados al caso, sobre todo en
relación con la “transcripción” del discurso de la Coordinadora de
disciplina que consta a folios 14 y 15 del expediente y en el que se narra
lo sucedido el día de la formación.

No se puede pretender que, después de hacer un llamado general a los


estudiantes sobre la inconveniencia de los toques, roces, pellizcos,
palmadas o caricias entre ellos, y continuar “muy aparte” y de “manera
aislada” con la pregunta pública consistente en saber qué era lo que
pasaba con una niña de sexto llamada (…), no exista ningún tipo de
relación discursiva entre ambos hechos. Para la Corte es evidente que en
estas circunstancias se produjo un señalamiento público sobre la menor, y
se asoció su nombre a un hecho visto por la directora como objeto de
censura, impropio o incorrecto.

En este sentido, son las circunstancias en que se producen los hechos, el


rol de poder de la directora, la situación de absoluta indefensión de la
menor, y la presencia de toda la comunidad académica las que permiten
catalogar la conducta como un atentado violento a la integridad moral de
la estudiante (…), vulneratorio de su derecho fundamental a la dignidad.

23.2. En segundo lugar, con tales conductas también se desconoció el


derecho a la intimidad de (…), pues independientemente de la veracidad
o no de tales hechos, es decir de si era cierto que la estudiante participó o
no de los toques, roces o caricias de contenido sexual, tales
circunstancias hacen parte de su ámbito estrictamente personal y privado.
La Corte considera que no está permitido que las directivas de la
institución hagan pública dicha información y mucho menos que la
difundan mediante interrogantes en el ámbito de la formación general.
Esta conducta y sus repercusiones tienen una honda injerencia en la
forma como la persona se percibe a sí misma y cree que la perciben los
demás. Injerencia que es arbitraria y abusiva, pues la estudiante (…)
pierde toda capacidad de control sobre la información que desea que se
sepa o se discuta acerca de ella. En este sentido, resulta determinada por
un tercero y de manera incorrecta, la forma como en adelante ella se
percibirá a sí misma y de como será percibida por los demás.

La difusión de la información personal de la estudiante, en la que se


sugiere la forma de sus conductas personales, operada por un tercero (la
directora) en una posición de poder, y sin contar previamente con su
consentimiento, desconoce claramente el derecho a la intimidad por
ingresar en ámbitos de reserva protegidos constitucionalmente.

23.3. En tercer lugar, con tales conductas también se desconoció el


derecho al buen nombre de la menor. La Corte considera que la
valoración que se haga sobre su personalidad, en la medida en que es una
niña de 13 años, debe ser en principio neutral. No le está permitido a los
adultos, y menos a las directivas de un centro educativo que ostentan una
figura de autoridad en el contexto en que se presentaron los hechos, hacer
comentarios o intervenciones que permitan que se active un control
social informal sobre la personalidad de la menor.

En esta medida, la directora terminó por influir indebidamente en los


contenidos en que consistirá la construcción social de la personalidad y
del buen nombre de la niña. Desde esta perspectiva la conducta de la
directora es constitucionalmente reprochable, ya que de manera abusiva
le resta condiciones favorables a la menor para alcanzar por ella misma y
en su medio social cercano (compañeros de colegio) una debida
formación de su personalidad social.

La discusión pública del problema de los roces y caricias sexuales,


seguida de la sugerencia de que tal era el caso de (…), activan
mecanismos de construcción social de la personalidad de la estudiante,
que, por el contenido y la intencionalidad (censura con ánimos
correctivos) de la información publicada, no son positivos o favorables
para la menor y, por tanto, vulneran su derecho al buen nombre.

23.4. En cuarto lugar, con tales conductas también se desconoció el


derecho a la educación y a recibir una educación sexual de conformidad
con los lineamientos de la política pública actual en la materia. Para la
Corte, a pesar de que existía en el colegio una situación (proliferación de
roces y caricias) que requería de una respuesta pedagógica en materia de
educación sexual, la forma como las directivas del colegio enfrentan el
problema no se compadece con la necesidad de respetar la autonomía
personal de la menor.
La respuesta del Colegio es inapropiada, pues se realiza mediante la
vulneración de los derechos a la dignidad, a la intimidad y al buen
nombre de la menor; no alcanza una finalidad formadora sino que se
queda en el plano de la censura social; e inhibe de manera impropia el
desarrollo de conductas relacionadas con el despertar de la sexualidad de
los estudiantes que, según los expertos, son absolutamente normales entre
adolescentes de 11 a 14 años.

En esta medida, con el tratamiento público del problema y la alusión a su


caso concreto se vulneró el derecho a la educación de la menor, al no
consultarse ningún tipo de estrategia pedagógica en materia de educación
sexual, desconocer la necesidad de respetar la autonomía y demás
derechos, y al no alcanzar una finalidad formadora.

24. No obstante lo anterior, es importante advertir que la Corte no


desprecia la importancia de la existencia de una función contenedora y
correctora de conductas impropias o indebidas en el contexto escolar,
tengan o no relación con el despertar de la sexualidad entre los
adolescentes. Es importante que quede claro que la labor de formación,
de corrección y eventualmente de sanción, constituye una herramienta
esencial de la función educadora y está respaldada por el doble contenido
de la educación como un derecho - deber constitucional, que implica
potestades y ámbitos de protección, pero que también incorpora deberes
y mecanismos para sancionar su incumplimiento.

Lo que no comparte la Corte en el presente asunto es la forma como se


quiso resolver un problema, al parecer menor, en la institución educativa.
Por esta razón, la Corte hace suyas las sugerencias de los expertos
consultados, en la medida en que si existían problemas en relación con el
despertar de la sexualidad de los adolescente y la proliferación de
caricias, palmadas y roces entre los estudiantes, tales circunstancias
debieron ser discutidas en un contexto privado, con audiencia de los
menores involucrados y con la asesoría respectiva de profesionales
expertos en ese tipo de asuntos (psicólogos y pedagogos).

En conclusión, como en el presente caso la Corte considera que


efectivamente se desconocieron los derechos fundamentales a la
dignidad, intimidad, buen nombre y educación de la menor (…), se
revocará la sentencia objeto de revisión y se concederá el respectivo
amparo. Así mismo, como es bastante probable que por el tiempo
transcurrido se haya presentado en este caso un hecho ya superado, ante
la consumación del hecho y la cesación de sus consecuencias, la Corte
dispondrá que por intermedio del representante legal del Colegio (…) se
prevenga a las directivas y a los profesores de dicha institución, para que
en adelante se abstengan de hacer señalamientos públicos en relación con
hechos censurables o inapropiados en que estén involucrados los
estudiantes. En consecuencia, estos asuntos deberán ser resueltos en
contextos privados con el fin de que se respeten los ámbitos de
protección de los derechos fundamentales de los menores de edad, de
conformidad con lo dispuesto en las consideraciones de la presente
sentencia.

25. Por último, teniendo en cuenta que el Colegio demandado cuenta con
aprobación oficial para impartir enseñanza en los grados de preescolar,
educación básica y media vocacional, la Corte considera importante
poner en conocimiento de la Secretaría de Educación Distrital de Bogotá
los hechos del presente caso. Lo anterior, con el fin de que supervise y
oriente el proceso educativo que la institución adelanta, de conformidad
con lo previsto en la Resolución 3353 de 1993, y de otro lado, para que,
si dicha autoridad lo encuentra procedente, se inicien las investigaciones
de rigor y se impongan los correctivos que sean del caso (arts., 68 y 95
CN). Una consideración similar sirvió de fundamento a la parte
resolutiva de la Sentencia T-368 de 2003 M.P. Álvaro Tafur Glvis. En
esta oportunidad la Corte, ante la gravedad de ciertos hechos
relacionados con el despertar de la sexualidad de los estudiantes, resolvió
poner en conocimiento de las autoridades administrativas encargadas de
la inspección y vigilancia de la prestación del servicio público de
educación, los hechos que fundamentaron la solicitud de amparo en dicha
ocasión. Consideró entonces la Corte:

“Así las cosas, y habida cuenta que el Colegio demandado cuenta


con aprobación oficial para impartir enseñanza en los Grados de
Preescolar, Educación Básica y Media Vocacional, se requiere que
el Ministerio de Educación Nacional y la Secretaría (..) supervisen
y orienten el proceso educativo que la institución adelanta, de
conformidad con lo previsto en los Artículos 4°, 5° y 6° de la
Resolución No. 3353 de julio de 1993, para lo cual se ordenará a la
Secretaría General de la Corporación enviarles sendas copias de
esta providencia.

Para terminar, cabe precisar que la Sala, como correspondía hacerlo


al Juez de Instancia, pondrá en conocimiento de la Fiscalía General
de la Nación y de las autoridades administrativas los hechos
acontecidos en el Colegio demandado, para que se inicien las
investigaciones y se impongan los correctivos que sean del caso –
artículos 68 y 95 C.P.-.”

En mérito de lo expuesto, la Sala Séptima de Revisión de la Corte


Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo colombiano
y por mandato de la Constitución Nacional

RESUELVE:

Primero.- LEVANTAR la suspensión de términos decretada mediante


auto del 28 de noviembre de 2003, en el asunto de la referencia.
Segundo.- REVOCAR la sentencia dictada por el Juzgado Primero
Penal Municipal de Bogotá en el sentido de negar la tutela de los
derechos fundamentales de la menor (…).

Tercero.- CONCEDER el amparo de los derechos fundamentales a la


dignidad, a la intimidad, al buen nombre y a la educación de la menor
(…).

Cuarto.- ORDENAR que por intermedio del representante legal del


Colegio (…) se PREVENGA a las directivas y a los profesores de dicha
institución, para que en adelante se abstengan de hacer señalamientos
públicos en relación con hechos censurables o inapropiados en que estén
involucrados los estudiantes de dicho plantel, de conformidad con lo
dispuesto en las consideraciones de la presente sentencia.

Quinto.- PONER en conocimiento del titular de la Secretaría de


Educación Distrital de Bogotá, los hechos narrados en el presente asunto,
para que dentro de los 30 días siguientes a la notificación del fallo,
ejerza sus funciones de control y vigilancia sobre la prestación del
servicio público de educación en el Colegio (…), y para que, de
encontrarse procedente, adelante las investigaciones de rigor e imponga
las sanciones que sean del caso.

Sexto.- ABSTENERSE de mencionar en el texto de esta providencia, el


nombre de la menor involucrada en los hechos del presente asunto, con
el fin de salvaguardar su intimidad. Igualmente, y con el propósito de
garantizar mayor sigilo al respecto, en las reproducciones que se hagan
del presente texto, salvo en las destinadas a las partes y a las autoridades
vinculadas, DEBERÁN OMITIRSE los nombres de la institución
demandada y de las demás personas relacionadas con los hechos del
caso.

Séptimo.- LIBRAR las comunicaciones de que trata el artículo 36 del


Decreto 2591 de 1991.

Notifíquese, comuníquese, publíquese, insértese en la Gaceta de la Corte


Constitucional y cúmplase.

EDUARDO MONTEALEGRE LYNETT


Magistrado Ponente
ÁLVARO TAFUR GALVIS
Magistrado

CLARA INÉS VARGAS HERNÁNDEZ


Magistrada

IVÁN HUMBERTO ESCRUCERÍA MAYOLO


Secretario General (E)

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