Hermanos Grimm - La Liebre y El Erizo

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La Liebre y el Erizo

Hermanos Grimm

textos.info
Biblioteca digital abierta

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Texto núm. 1175

Título: La Liebre y el Erizo


Autor: Hermanos Grimm
Etiquetas: Cuento infantil

Editor: Edu Robsy


Fecha de creación: 23 de agosto de 2016

Edita textos.info

Maison Carrée
c/ Ramal, 48
07730 Alayor - Menorca
Islas Baleares
España

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La Liebre y el Erizo
Esta historia, niños, va a pareceros una mentira y sin embargo es
verdadera, pues mi abuelo de quien la sé no dejaba nunca, cuando me la
refería, de añadir:

—Debe sin embargo ser verdadera, pues, si no, no la contaría nadie.

He aquí la historia tal como ha pasado.

Era una hermosa mañana de verano, durante el tiempo de la siega,


precisamente cuando el alforfón, trigo negro, está en flor. El sol brillaba en
el cielo, el aire de la mañana ponía en movimiento los trigos, las alondras
cantaban volando, las abejas zumbaban en el alforfón, las personas iban a
la iglesia con el vestido del domingo y todo el mundo se alegraba y
también el erizo.

El erizo estaba delante de su puerta, tenía los brazos cruzados, miraba


pasar el tiempo y cantaba un cantarcillo, ni más ni menos que como lo
canta un erizo en una hermosa mañana de domingo.

Mientras cantaba así, a media voz, se le ocurrió, muy osadamente en


verdad, ínterin su mujer lavaba y vestía a sus hijuelos, dar algunos paseos
por la llanura e ir a ver cómo crecían los nabos. Los nabos se hallaban
cerca de su casa, tenía la costumbre de comerlos con su familia y los
cogía como si fueran suyos. Dicho y hecho.

El erizo cerró la puerta detrás de sí y se puso en camino. Apenas se


hallaba fuera de la casa e iba precisamente a pasar por delante de una
zarza, que se hallaba junto al campo donde crecen los nabos, cuando
encontró a la liebre que había salido con una intención semejante, para ir a
visitar sus berzas.

Así que el erizo vio a la liebre, pensó jugarla una buena treta y la dio los
buenos días con mucha política; pero la liebre que era un personaje muy
grande a su manera y de un carácter orgulloso, no devolvió el saludo, sino

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que dijo con un aire muy burlón:

—¿Cómo corres tan temprano por el campo, en una mañana tan hermosa?

—Voy a pasearme —dijo el erizo.

—¿A pasearte? —dijo riendo la liebre—; me parece que necesitarías para


ello cambiar de piernas.

Esta respuesta disgustó mucho al erizo, pues no se incomodaba, mas que


cuando se trataba de sus piernas, porque las tenía torcidas de nacimiento.

—¿Te imaginas quizá —dijo a la liebre— que tus piernas valen más que
las mías?

—Lo creo al menos —dijo la liebre.

—Eso es lo que está por ver —repuso el erizo—; apuesto a que, si


corremos juntos, corro más que tú.

—¿Con tus piernas torcidas? Tú te chanceas —dijo la liebre—, pero si


quieres apostaremos. ¿Qué vamos a ganar?

—Un luis de oro y una botella de aguardiente —dijo el erizo.

—Apostado —dijo la liebre—; toca y podemos probarlo en el acto.

—No, a nada viene tanta prisa —dijo el erizo—; aún no he tomado nada
hoy y quiero ir a mi casa a tomar cualquier cosa. Volveré dentro de media
hora.

Consintió la liebre y se marchó el erizo. Por el camino se iba diciendo a sí


mismo: «La liebre se fía en sus largas piernas, pero yo se la jugaré. Se da
mucha importancia, pero es muy tonta y lo pagará.»

En cuanto llegó a su casa, dijo el erizo a su mujer:

—Mujer, vístete corriendo; es preciso que vengas al campo conmigo.

—¿Qué pasa? —dijo su mujer.

—He apostado con la liebre un luis de oro y una botella de aguardiente a


que corro más que ella, y es preciso que seas de la partida.

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—Pero Dios mío, hombre —dijo la mujer al erizo levantando la cabeza—:
¿estás en tu sentido, has perdido la cabeza? ¿Cómo pretendes luchar en
la carrera con la liebre?

—Silencio, mujer —dijo el erizo—; no te metas en lo que no te importa.


Nunca te mezcles en los negocios de los hombres. Anda, vístete y ven
conmigo.

¿Qué había de hacer la mujer del erizo? tenía que obedecer, con ganas o
sin ellas.

Cuando salían juntos, dijo el erizo a su mujer:

—Pon cuidado en lo que voy a decirte. Vamos a correr por esa tierra
grande que ves ahí. La liebre correrá por un surco y nosotros por el otro,
partiremos de allá abajo. Tú no tienes más que estar escondida dentro del
surco, y cuando llegue la liebre cerca de ti, te levantas gritando: «Aquí
estoy.»

Apenas había dicho esto, llegaron al punto designado. El erizo indicó a su


mujer el puesto que debía ocupar, y subió campo arriba. Cuando hubo
llegado al otro extremo encontró a la liebre que le dijo:

—Vamos a correr.

—Sin duda —repuso el erizo.

—Pues comencemos.

Y cada uno se colocó en su surco.

La liebre dijo:

—Una, dos, tres.

Y partió como un torbellino, saltando varas enteras. El erizo dio dos o tres
pasos detrás de ella, después se agazapó en el surco y se estuvo quedo.

En cuanto llegó la liebre, a grandes zancadas al otro lado de la tierra, le


gritó la mujer del erizo:

—Aquí estoy.

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La liebre se admiró y maravilló mucho; creía oír al mismo erizo, pues la
mujer era exactamente igual a su marido.

La liebre pensó para sí: «El diablo anda en esto.»

Y añadió:

—Vamos a correr otra vez.

Y volvió a correr partiendo como un torbellino, saltando varas enteras, de


modo que sus orejas flotaban al viento. La mujer del erizo no se movió de
su puesto; cuando la liebre llegó al otro extremo de la tierra, la gritó el erizo:

—Aquí estoy.

La liebre fuera de sí, dijo:

—Volvamos a empezar, vamos a correr otra vez.

—¿Por qué no? —respondió el erizo—, estoy dispuesto a continuar todo el


tiempo que quieras.

La liebre corrió así setenta y tres veces seguidas, y el erizo sostuvo la


lucha hasta el fin; cada vez que la liebre llegaba a un extremo u otro del
campo, el erizo o su mujer decían siempre.

—Aquí estoy.

A las setenta y cuatro veces, la liebre no pudo concluir. Rodó por el suelo,
enmedio del campo la empezó a salir sangre por todas partes y expiró en
el acto. El erizo cogió el luis de oro que había ganado y la botella de
aguardiente, llamó a su mujer para que saliese del surco y ambos entraron
muy contentos en su casa y, si no se han muerto, viven todavía.

Así fue como el erizo en el erial de Buxtelmde1 corrió hasta que hizo morir
a la liebre, y desde aquel tiempo ninguna liebre se ha atrevido a correr con
ningún erizo de Buxtelmde.

La moral de esta historia es mucho más importante de lo que puede


imaginarse; nadie, en primer lugar, debe burlarse del más pequeño,
aunque sea un erizo; y, en segundo lugar, es bueno, si tomáis mujer, que
la toméis de vuestra clase, y semejante a vos en un todo. Si sois erizo,

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tened cuidado de que vuestra mujer sea eriza, y lo mismo en las demás
clases.

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Hermanos Grimm

Los Hermanos Grimm es el nombre usado para referirse a los escritores


Jacob Grimm (4 de enero de 1785, Hanau (Alemania) - Berlín, 20 de
septiembre de 1863) y Wilhelm Grimm (24 de febrero de 1786, Hanau - 16
de diciembre de 1859, Berlín). Fueron dos hermanos alemanes célebres
por sus cuentos para niños y también por su Diccionario alemán, las
Leyendas alemanas, la Gramática alemana, la Mitología alemana y los
Cuentos de la infancia y del hogar (1812-1815), lo que les ha valido ser
reconocidos como fundadores de la filología alemana. La ley de Grimm

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(1822) recibe su nombre de Jacob Grimm.

Jacob Grimm (1785-1863) y su hermano Wilhelm (1786-1859) nacieron en


la localidad alemana de Hanau (en Hesse). Criados en el seno de una
familia de la burguesía intelectual alemana, los tres hermanos Grimm (ya
que fueron tres, en realidad; el tercero, Ludwig, fue pintor y grabador) no
tardaron en hacerse notar por sus talentos: tenacidad, rigor y curiosidad en
Jacob, dotes artísticas y urbanidad en Wilhelm. A los 20 años de edad,
Jacob trabajaba como bibliotecario y Wilhelm como secretario de la
biblioteca. Antes de llegar a los 30 años, habían logrado sobresalir gracias
a sus publicaciones.

Fueron profesores universitarios en Kassel (1829 y 1839 respectivamente).


Siendo profesores de la Universidad de Gotinga, los despidieron en 1837
por protestar contra el rey Ernesto Augusto I de Hannover. Al año siguiente
fueron invitados por Federico Guillermo IV de Prusia a Berlín, donde
ejercieron como profesores en la Universidad Humboldt. Tras las
Revoluciones de 1848, Jacob fue miembro del Parlamento de Fráncfort.

La labor de los hermanos Grimm no se limitó a recopilar historias, sino que


se extendió también a la docencia y la investigación lingüística,
especialmente de la gramática comparada y la lingüística histórica. Sus
estudios de la lengua alemana son piezas importantes del posterior
desarrollo del estudio lingüístico (como la Ley de Grimm), aunque sus
teorías sobre el origen divino del lenguaje fueron rápidamente
desechadas.

Los textos se fueron adornando y, a veces, censurando de edición en


edición debido a su extrema dureza. Los Grimm se defendían de las
críticas argumentando que sus cuentos no estaban dirigidos a los niños.
Pero, para satisfacer las exigencias del público burgués, tuvieron que
cambiar varios detalles de los originales. Por ejemplo, la madre de Hansel
y Gretel pasó a ser una madrastra, porque el hecho de abandonar a los
niños en el bosque (cuyo significado simbólico no se reconoció) no
coincidía con la imagen tradicional de la madre de la época. También hubo
que cambiar o, mejor dicho, omitir alusiones sexuales explícitas.

Los autores recogieron algunos cuentos franceses gracias a Dorothea


Viehmann y a las familias Hassenflug y Wild (una hija de los Wild se
convertiría después en la esposa de Wilhelm). Pero para escribir un libro
de cuentos verdaderamente alemán, aquellos cuentos que llegaron de

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Francia a los países de habla alemana, como El gato con botas o Barba
Azul, tuvieron que eliminarse de las ediciones posteriores.

En 1812, los hermanos Grimm editaron el primer tomo de Cuentos para la


infancia y el hogar, en el cual publicaban su recopilación de cuentos, al
que siguió en 1814 su segundo tomo. Una tercera edición apareció en
1837 y la última edición supervisada por ellos, en 1857. Las primeras
colecciones se vendieron modestamente en Alemania, al principio apenas
unos cientos de ejemplares al año. Las primeras ediciones no estaban
dirigidas a un público infantil; en un principio los hermanos Grimm
rehusaron utilizar ilustraciones en sus libros y preferían las notas eruditas
a pie de página, que ocupaban casi tanto espacio como los cuentos
mismos. En sus inicios nunca se consideraron escritores para niños sino
folcloristas patrióticos. Alemania en la época de los hermanos Grimm
había sido invadida por los ejércitos de Napoleón, y el nuevo gobierno
pretendía suprimir la cultura local del viejo régimen de feudos y
principados de la Alemania de principios del siglo XIX.

Sería a partir de 1825 cuando alcanzarían mayores ventas, al conseguir la


publicación de la Kleine Ausgabe (Pequeña Edición) de 50 relatos con
ilustraciones fantásticas de su hermano Ludwig. Esta era una edición
condensada destinada para lectores infantiles. Entre 1825 y 1858 se
publicarían diez ediciones de esta Pequeña Edición.

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